- Primeras
campañas - San Martín en
América - El paso de Los
Andes - Renunciaciones
- De la batalla de Maipú a
la entrevista de Guayaquil - Guayaquil
- La senda
oscura
He aquí la curiosa, vieja y bellísima
divisa que campeaba en el blasón heráldico de
la familia de
San Martín. De estirpe de labradores y soldados, el padre
del Libertador, don Juan de San Martín, era un militar
español,
oriundo de la provincia de Palencia, nacido en el pueblo de
Cervatos de Cueza, en 1726, y enviado en 1765 a Buenos Aires para
unirse al ejército de la metrópoli. Ocurría
esto durante el reinado de Carlos III; la Colonia del Sacramento
se hallaba, a la sazón, en poder de los
portugueses; al virrey Vértiz tocó la misión de
rescatarla para España y
don Juan de San Martín tomó parte activa y gloriosa
en la empresa. Son,
sin duda, estos méritos los que proporcionan
rápidos ascensos al pundonoroso militar. En 1767 es
promovido al grado de Oficial Mayor (hoy diríamos
Comandante); en el año 1770 contrae matrimonio con
dolía Gregoria Matorras del Ser, oriunda de Paredes de
Navas, en Castillo la Vieja; en 1775 pasa a desempeñar el
cargo de Gobernador del Departamento de Yapeyú (territorio
de Misiones) en la orilla derecha del río Uruguay.
Allí nace, de este matrimonio,
José de San Martín, el futuro héroe de la
Independencia
americana. Es el quinto hijo de Gregoria Matorras y Juan de San
Martín.
En un hogar cristiano, en una comarca por entonces
tranquila, en una naturaleza
exuberante, con la desbordante magnificencia de las selvas
tropicales, que cruza, en aquel lugar, la majestuosa corriente
del Uruguay,
transcurre la primera infancia de
José de San Martín. Una infancia, si
intensa en sensaciones, en profunda comunicación con el paisaje y la tierra en
torno, en
cambio
extremadamente breve. Aprende las primeras letras en Buenos Aires; y
cuando cuenta seis años de edad sus padres regresan a
España,
llevándolo con ellos. En su calidad de
hidalgo, no tarda en ingresar en el Real Seminario de
Nobles, de Madrid. Ha cumplido apenas once años (1789)
cuando se incorpora como cadete en el regimiento de Murcia e
inicia su carrera militar.
El mundo que ahora le rodea es muy distinto de aquel en
que abriera los ojos y transcurrieran sus primeros años:
otra vida, otras gentes, incluso otros acentos. Sus
biógrafos
más agudos y autorizados no dudan, sin embargo, de la
semilla de americanismo que fructifica en el corazón de
José de San Martín desde su más temprana
edad. "El no había hecho sino nacer en el suelo de América
– dice Vicuña Mackenna -, pero su organización moral,
semejante a esas robustas semillas que no se desvirtúan
bajo ningún clima, llevaba en
sus entrarías el germen del más ardiente y exaltado
americanismo".
Es, sin embargo, José de San Martín, en
esta primera juventud, un
oficial del ejército español, y
es al servicio de
España como hace sus primeras armas y recibe su
bautismo de fuego. Los tiempos son turbulentos y agitados, y no
le faltan, ciertamente, al hombre
arrojado ocasiones para hacer su aprendizaje del
arte de la
guerra y
demostrar con hechos su concepto del
honor. Sólo cuenta el cadete San Martín quince
años cuando figura entre los defensores de Orán
contra un ataque de los moros. Poco después se
distinguirá en la heroica defensa de Colliure;
tomará parte en la campaña contra Portugal, a
título de ayudante de órdenes del General Solano,
y, en 1797, formará parte de la dotación de la
escuadra española en batalla con una potente fuerza naval
inglesa. En el año 1804 San Martín es ascendido a
Capitán y destinado a Cádiz. Allí fue,
indudablemente, donde tuvo ocasión de conocer y tratar a
un grupo de
jóvenes americanos – especialmente a Bernardo O'Higgins -,
cuyo contacto despertaría en él, con mayor fuerza, aquel
recuerdo nunca extinguido de la lejana patria de su nacimiento; y
esa chispa de amor por la
cuna del otro lado de los mares; y esas ansias de independencia,
que los tiempos parecen (no se olvide que nos hallamos al
día siguiente de la Revolución
francesa) tan propicios a avivar.
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