"Gabo", quien alterna su vida entre México y
Colombia,
prácticamente vive en un avión. Ha recorrido el
mundo entero y engrandecido el nombre del país en el
exterior, llevando nuestros paisajes y costumbres de un
continente a otro, itinerario que inició en 1957 cuando
visitó la República Democrática Alemana,
Checoslovaquia, Polonia, Hungría y la Unión
Soviética, temas de su artículo "Noventa
días en la cortina de hierro".
Después de 1967 cuando se fue a vivir a Barcelona y cuando
el mundo se dio cuenta de su obra maestra "Cien Años
de Soledad", que ha marcado la historia de la literatura de
nuestro siglo, García Márquez se ha convertido en
invitado de honor de sucesos intercontinentales, de congresos, de
festivales, de posesiones y de eventos, porque
su presencia tiene un valor muy
especial. hijo, Gonzalo, y su
Gabriel José
García Márquez nació en Aracataca
(Colombia) en 1928. Cursó estudios secundarios en San
José a partir de 1940 y finalizó su bachillerato en
el Colegio Liceo de Zipaquirá, el 12 de diciembre de 1946.
Se matriculó en la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional de Cartagena el 25 de febrero de 1947, aunque sin
mostrar excesivo interés
por los estudios. Su amistad con el
médico y escritor Manuel Zapata Olivella le
permitió acceder al periodismo.
Inmediatamente después del "Bogotazo" (el asesinato del
dirigente liberal Jorge Eliécer Gaitán en
Bogotá, las posteriores manifestaciones y la brutal
represión de las mismas), comenzaron sus colaboraciones en
el periódico
liberal El Universal, que había sido fundado el mes de
marzo de ese mismo año por Domingo López
Escauriaza.
Había comenzado su carrera
profesional trabajando desde joven para periódicos
locales; más tarde residiría en Francia,
México y España. En
Italia fue
alumno del Centro experimental de cinematografía. Durante
su estancia en Sucre (donde había acudido por motivos de
salud),
entró en contacto con el grupo de
intelectuales de Barranquilla, entre los que se contaba Ramón
Vinyes, ex propietario de una librería que habría
de tener una notable influencia en la vida intelectual de los
años 1910-20, y a quien se le conocía con el apodo
de "el Catalán" -el mismo que aparecerá en las
últimas páginas de la obra más
célebre del escritor, Cien años
de soledad (1967). Desde 1953 colabora en el
periódico de Barranquilla El nacional: sus columnas
revelan una constante preocupación expresiva y una
acendrada vocación de estilo que refleja, como él
mismo confesará, la influencia de las greguerías de
Ramón
Gómez de la Serna. Su carrera de escritor comenzará
con una novela breve, que evidencia la fuerte influencia del
escritor norteamericano William Faulkner: La hojarasca (1955). La
acción transcurre entre 1903 y 1928 (fecha del nacimiento
del autor) en Macondo, mítico y legendario pueblo creado
por García Márquez. Tres personajes, representantes
de tres generaciones distintas, desatan -cada uno por su cuenta-
un monólogo interior centrado en la muerte de
un médico que acaba de suicidarse. En el relato aparece la
premonitoria figura de un viejo coronel, y "la hojarasca" es el
símbolo de la compañía bananera, elementos
ambos que serían retomados por el autor en obras
sucesivas.
En 1961 publicó El coronel no tiene
quien le escriba, relato en que aparecen ya los temas
recurrentes de la lluvia incesante, el coronel abandonado a una
soledad devastadora, a penas si compartida por su mujer, un gallo,
el recuerdo de un hijo muerto, la añoranza de batallas
pasadas y… la miseria. El estilo lacónico, áspero
y breve, produce unos resultados sumamente eficaces. En 1962
reúne algunos de sus cuentos -ocho
en total- bajo el título de Los funerales de Mamá
Grande, y publica su novela La mala hora.
Pero toda la obra anterior a Cien años de soledad es
sólo un acercamiento al proyecto global y
mucho más ambicioso que constituirá justamente esa
gran novela. En efecto, muchos de los elementos de sus relatos
cobran un interés
inusitado al ser integrados en Cien años de soledad.
En ella, Márquez edifica y da vida al pueblo mítico
de Macondo (y la legendaria estirpe de los Buendía): un
territorio imaginario donde lo inverosímil y mágico
no es menos real que lo cotidiano y lógico; este es el
postulado básico de lo que después sería
conocido como realismo
mágico. Se ha dicho muchas veces que, en el fondo, se
trata de una gran saga americana. Macondo podría
representar cualquier pueblo, o mejor, toda
Hispanoamérica: a través de la narración,
asistimos a su fundación, a su desarrollo, a
la explotación bananera norteamericana, a las
revoluciones, a las contrarrevoluciones… En suma, una síntesis
novelada de la historia de las tierras
latinoamericanas. En un plano aún más amplio puede
verse como una parábola de cualquier civilización,
de su nacimiento a su ocaso.
Tras este libro, el autor publicó la que,
en sus propias palabras, constituiría su novela
preferida: El otoño del patriarca (1975), una
historia turbia y cargada de tintes visionarios acerca del
absurdo periplo de un dictador solitario y grotesco. Albo
más tarde, publicaría los cuentos La
increíble historia de la cándida Eréndira y
de su abuela desalmada (1977), y Crónica de una
muerte anunciada (1981), novela breve basada en un suceso
real de amor y
venganza que adquiere dimensiones de leyenda, gracias a un
desarrollo
narrativo de una precisión y una intensidad insuperables.
Su siguiente gran obra, El amor en los
tiempos del cólera, se publicó en 1987: se trata de
una historia de amor que atraviesa los tiempos y las edades,
retomando el estilo mítico y maravilloso. Una
originalísima y gran novela de amor, que revela un
profundo conocimiento
del corazón
humano. Pero es mucho más que eso, debido a la multitud de
episodios que se entretejen con la historia central, y en los que
brilla hasta lo increíble la imaginación del
autor.
En 1982 le había sido concedido, no menos
que merecidamente, el Premio Nobel de Literatura. Una vez
concluida su anterior novela vuelve al reportaje con Miguel
Littin, clandestino en Chile (1986),
escribe un texto teatral,
Diatriba de amor para un hombre sentado
(1987), y recupera el tema del dictador latinoamericano en El
general en su laberinto (1989), e incluso agrupa algunos relatos
desperdigados bajo el título Doce cuentos peregrinos
(1992). Nuevamente, en sus últimas obras, podemos apreciar
la conjunción de la novela amorosa
y sentimental con el reportaje: así en Del amor y otros
demonios (1994) y Noticia de un secuestro (1997).
Ha publicado también libros de
crónicas, guiones cinematográficos y varios
volúmenes de recopilación de sus artículos
periodísticos: Textos costeños, Entre cachacos,
Europa y América
y Notas de prensa.
Recientemente, la editorial Alfaguara ha publicado
una completa biografía de Gabriel
García Márquez, Viaje a la semilla, de Dasso
Saldívar. Finalmente, a quien le interese la voz directa
de García Márquez, podrá consultar el libro
de entrevistas El
olor de la papaya (1982). O, mejor aún, los sucesivos
tomos que constituirían la extensa autobiografía
del autor, Vivir para contarlo, cuyo ejercicio, según el
propio García Márquez constituye,
básicamente, una garantía para mantener "el brazo
caliente" entre dos novelas.
Un abuelo, una madre y un niño van al velatorio
el doctor del pueblo, son casi los únicos; el pueblo no
perdona al doctor que no socorriera a un moribundo.
La muerte de una
persona y su
cortejo, la muerte del
pueblo y su procesión: a través de los ojos del
niño te paseas por los fríos y tristes alrededores
de la muerte y del
velatorio; los mismos ojos te cuentan el ocaso del pueblo;
fundidas sus riquezas y apagado su esplendor por las guerras y las
crisis; esas
mismas que llenaron las calles y las casas de "una hojarasca
formada de desperdicios naturales y humanos".
De pronto, como si un remolino hubiera echado raíces
en el centro del pueblo, llegó la compañía
bananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta,
alborotada, formada por los desperdicios humanos y materiales de
los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil
que cada vez parecía más remota e
inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo
contaminaba de su revuelto olor multitudinario, olor de
secreción a flor de piel y de
recóndita muerte
Fue el primer libro de García Márquez que
leí; me quedé asombrado, aún hoy tengo un
gran recuerdo. No es el título más leído, ni
siquiera el quinto más citado; pero con el nombre en la
solapa del libro de cualquier otro escritor, sería tenido
por una de las obras maestras de este siglo.
La Hojarasca (3), su primera novela, analizarla a
la luz de los
procesos
socio-históricos que configuraron la región
caribeña colombiana (modernización, procesos
identitarios, de urbanización, de poblamiento) y presentar
una lectura
sociocrítica (4) de la misma que ilustre la
emergencia de una visión Caribe del mundo al lado de la
mise en abime (5) de un proceso de
transformación socio-económica de un Pueblo Nuevo
(6) como elementos estructurantes del relato y como
manifestaciones de una manera especular de ver la
realidad.
El texto de
la novela nos
revela la coexistencia de dos fuerzas antagónicas e
irreconciliables que presentan dos visiones del mundo (7)
igualmente opuestas. "Nosotros", paradigma del
orden (conformado por las familias fundadoras de Macondo y
representado por la figura mítica del Coronel), tiene como
oponente al actante (8) "hojarasca" (formado por los
desplazados de las guerras
civiles alentados por la oportunidad de trabajo que abre la
llegada de la compañía extranjera a Macondo),
paradigma de
lo entrópico que instituye nuevos héroes
contradictores de los valores
occidentales y lleva a cabo un proceso de
organización desintegradora.
Todo ello se enmarca
dentro de un proceso de evolución histórica caribeño
sui-generis de la región norte-costera colombiana basado
en la "eliminación-obliteración" del elemento
autóctono y en la importación de población nueva. El resultado: una
sociedad
básicamente compuesta por "recién llegados"
(9) (la expresión aparece en el prólogo de
la novela) y un sincretismo cultural y racial que genera esa
visión del mundo completamente nueva y
original.
La costa caribeña
colombiana, especialmente el departamento del Magdalena,
presenta, por la llegada de la United fruit Company y al igual
que el resto del país, por la tecnificación del
cultivo del café,
una formación social caracterizada por el paso de un
sistema
semi-feudal amparado en la hacienda autosuficiente, a un tipo de
desarrollo capitalista del campo auspiciado por la
instalación de maquinaria moderna y la inversión de capital
extranjero. Como bien lo describe Salomon Kalmanovitz,
"este tipo de desarrollo capitalista en países
dependientes y semi-coloniales ciertamente salta etapas y combina
lo más moderno con el atraso de viejas formas productivas"
(10). Esta formación social genera, por tanto,
una formación ideológica análoga que nos
presenta la pugna entre dos ideologías: una conservadora y
moralista (la de los terratenientes dueños de haciendas,
dueños de abundante población servil sujetada por medio de
deudas, de control
político y la ideología católica) y otra, liberal
y progresista (la de un gran número de campesinos
arrendatarios libres luego de la guerra civil y
dispuestos a asalariarse).
El mismo
preámbulo de La Hojarasca nos muestra,
según Hélène Pouliquen (11), esa
pugna: La ideología de un patriciado liberal en
crisis es, en
apariencia, el punto de vista ideológico que organiza el
desarrollo del relato, pues el verdadero propósito de la
novela es la "representación-evaluación" del advenimiento (¿de la
postergación?) de la modernidad en
colombia.
LA MISE EN ABIME
DE LA FORMACION DE UN PUEBLO NUEVO
El elemento responsable de gran parte de
la producción de sentido en el texto de la
novela es una formación social que enmarca el desarrollo
histórico de la región caribeña colombiana
dentro de la caracterización de Pueblo Nuevo y la opone a
la de los "Pueblos Testimonios" (12) de la región
Andina. Esta formación social implica, como ya se
dijo, la eliminación-obliteración de la
población autóctona y la importación de mano de obra esclava, en
primera instancia, y luego, asalariada, producto de
los flujos migratorios tan importantes en la conformación
de todas las sociedades del
Caribe.
En la novela, esta
formación social se vehicula a través de tres
articuladores semióticos: la figura del extranjero, la
desaparición de Meme y la
deshumanización-rebajamiento de los guajiros, y a
través de la técnica del metarrelato o relato
espejo.
Macondo es un pueblo
reciente conformado por recién llegados (solo tiene unos
30 años, la edad de Isabel) y el propósito
último de la novela es precisamente mostrar ese origen
cercano, esa "novedad" y su evolución. La intención del
autor (probablemente no-consciente) no es otra que buscar su
origen, escudriñar su identidad,
responderse a la pregunta: ¿De donde vengo? "De
extranjeros, de recién llegados", parece ser la
respuesta. Por eso son ellos los dinamizadores de la trama
de la novela. El relato gira en torno al
extranjero médico; el liderazgo en
el pueblo es ejercido por el cachorro, otro recién
llegado; Martín ejerce singular atracción sobre las
mujeres de Macondo, e incluso, sobre el coronel; el coronel mismo
es un recién llegado. Las uniones en el pueblo de
las que tenemos conocimiento
se dan siempre con extranjeros: Meme-Médico,
Isabel-Martín, Genoveva-Titiriteros, signo
inequívoco de la tendencia integracionista y de la
tendencia al sincretismo de las sociedades
caribeñas.
Así, se
establece en el texto una microsemiótica referida a lo
foráneo como elemento integral y constitutivo de Macondo:
"La hojarasca volteó y salió a recibirlo y con la
vuelta perdió el impulso, pero logró unidad y
solidez; y sufrió el natural proceso de fermentación y se incorporó a los
gérmenes de la tierra."
(LH: 13)
Si uno de los rasgos
sine qua non de los pueblos contigüos al mar Caribe fue el
extermino casi total de la población autóctona, la
pregunta obligada es por qué aparecen indígenas en
un texto que pretende erigirse como imagen especular
de la región donde se desarrolla; y, adicionalmente, y
aún más intrigante: ¿Por qué
guajiros? Cabe recordar, como lo señala Fabio
Zambrano, que "el contacto de los españoles con la
población indígena, tuvo drásticos efectos
sobre ésta" (13) y como el mismo autor
continúa diciendo "los indígenas fueron
reemplazados por negros traídos de las antillas y del
Africa, con lo
cual se incidía en la modificación de la encomienda
como sistema de
producción ante la impresionante
desaparición de los indígenas." (14) El
texto traduce este proceso de exterminio a partir de un
articulador semiótico: la desaparición de la
india Meme y
su descendencia. Este, a su vez, se articula
discursivamente a través de la oposición del
discurso
oficial del extranjero "causante del exterminio": "en cuanto a
Meme nos dio una explicación que habría podido
parecer pueril, pero que fue dicha por él con el mismo
acento con que habría dicho su verdad. Dijo que Meme
se había ido, eso era todo" (LH: 133). Así, a
través del discurso
no-oficial portado por un pasquín: "Pero en el
pasquín que apareció en esta esquina se
decía que el médico asesinó a su concubina y
le dio sepultura en el huerto" (LH:135)
En cuanto a la descendencia
de la indígena, García Márquez utiliza la
técnica del dato escondido, es decir, "narración
por omisión o por omisiones significativas, silenciando
temporal o definitivamente ciertos datos de la
historia para dar más relieve o
fuerza
narrativa a esos mismos datos que han
sido momentánea o totalmente suprimidos" (15),
principio de organización narrativa muy apropiado para
este caso, pues el discurso oficial, el del extranjero, es el que
oculta y omite el dato: "Dígame una cosa, doctor:
¿Qué fue de la criatura? El no
modificó la expresión: ¿Qué criatura,
coronel?", "Tiene razón, coronel. Hasta me
había olvidado de eso". (LH: 135)
Con esto, el autor y su
región se autoexplican, se piensan. Sin embargo,
aún queda por resolver el hecho más intrigante en
este sentido: ¿Por qué guajiros? La respuesta
parece residir, en mi opinión, en una formación
social mucho más específica que se presenta en el
departamento del Gran Magdalena, una de las subregiones de la
costa Caribe colombiana, compuesta hasta los años sesenta
por las regiones del Magdalena, La Guajira y El Cesar,
territorios sobre los cuales la ciudad de Santa Marta
ejercía importante influencia como capital.
Según Adriana Mercedes Corso, "las actividades
administrativas de la gobernación, las sesiones de la
Asamblea Departamental, la oferta de
servicios
financieros (v. gr. la Caja Agraria) para esos territorios se
realizaban en Santa Marta y se ofrecía educación de calidad en el
Liceo Celedón, claustro en el cual se formaron muchos
cesarenses y guajiros." (16) Producto de esa
situación de primacía, encontramos una
formación ideológica que señala la
superioridad de los samarios y la inferioridad de los guajiros,
tendencia xenofóbica que señala la
categorización de vasallos para los últimos y
señores para los primeros. Es por eso que el pueblo
ve con 'malos ojos' la actitud de
Meme de pretender ser una señora y está a punto de
apedrearla: "Meme se había presentado a la iglesia,
adornada como una cualquiera elevada a la categoría de
señora" (LH:102). Y por eso Isabel la ve "vestida
más como un pesebre de navidad que
como una señora" (LH:39). Ya en 1778 Don Antonio de
Narváez, gobernador de la entonces Provincia de Santa
Marta y Rio Hacha, señalaba: "La reducción de los
guajiros de esta Provincia del Hacha es mucho más
difícil por su mayor número, valor, manejo
de armas de fuego",
"no estoy enterado a fondo de esta provincia, ni puedo hablar con
perfecto conocimiento sobre los medios
oportunos para la perfecta reducción de sus indios, y
mejor adelantamiento de ella en particular; pero desde luego
comprendo el más adecuado a ambos importantes fines, el
aumentar quanto sea posible su población pues esta aumenta
igualmente nuestra fuerza y
preponderancia en ella" (17).
Esta estructura
ideológica se reproduce en el texto a partir de la
deshumanización-rebajamiento de los guajiros vasallos del
Coronel. Así, para Isabel son "animales
amaestrados en un circo" (LH:48), para el niño "cuatro
cuervos en un caballete" (LH:48) y para el Coronel, una
posesión, por eso los llama "mis hombres" (LH:147).
Como señala Vargas Llosa, los guajiros "apenas son
personas: meras presencias, se confunden con las vigas, con el
catre solitario, con el ataúd." (18)
El relato espejo:
Punto culminante de la mise en abime
de la región caribeña y su
evolución histórica
El punto culminante de la
mise en abime de la región caribeña hecha por el
autor reside quizá en la narración hecha por el
niño. La pregunta obligada parece ser: ¿Por
qué es el niño quien inicia y termina narrando en
La Hojarasca, si el desconoce en su mayoría los datos de
la historia? Mi hipótesis se orienta a que la
inserción de su narración no tiene nada que ver con
la historia del doctor narrada por los otros dos personajes,
y a que, más bien, estamos en presencia de un
metarrelato o relato espejo (19) que pretende ser una
explicación, una revelación del propósito
central de la novela: la formación de un pueblo nuevo o
pueblo caribeño.
Los monólogos del
niño no son otra cosa que la descripción de un despertar, de una
iniciación: "Por primera vez he visto un cadáver",
"He pasado frente al espejo de la sala y me he visto de cuerpo
entero", "…Y he pensado: ese soy yo, como si hoy fuera
domingo". (LH:15). El niño aparece, entonces, como
símbolo de ese pueblo naciente, nuevo, inocente, en
proceso de aprendizaje. Un
pueblo sin pasado mítico y sin conciencia de
futuro. De ahí que la narración del
niño se desarrolle casi siempre en presente.
Si bien el personaje
que tiene ecos del Mersault de Camus es el médico, el
discurso existencial aflora, de manera explícita, en los
monólogos del niño como signo inequívoco de
esa búsqueda identitaria, de esa filosofía del
ser. García Márquez, al igual que Hector
Rojas Herazo, poeta y compañero del grupo de Cartagena,
"sigue la línea heideggeriana del existencialismo ateo en la que el ser no se
concibe de modo indirecto por vía del pensamiento
intelectivo sino tan solo directamente revelándose al
hombre a
través de su existencia personal".
(20) Como en el autor sucreño, el
conocimiento del mundo se hace a través de los sentidos:
"veo que tienen la cabeza acerada y un pañuelo amarrado a
la mandíbula.", "veo que tiene la boca un poco abierta"
(LH:16) "Y sentí ese olor a desperdicios" (LH:17), "y oigo
a lo lejos el pito del tren que se pierde en la última
vuelta" (LH:20), "Yo conozco los cuartos por el olor".
(LH:76)
La presencia del discurso
existencial se explica, asimismo, "en razón a una
formación ideológica asociada al centralismo como
actitud
dominante en Colombia desde la década del 40 que de
acuerdo con Jacques Gilard, se mostraba 'inmune a las disonancias
de unas periferias cuya existencia no se reconocía sino en
dosis homeopáticas' y que a finales de los 40 fue
defendida y sustentada por el suplemento literario del periódico
El tiempo, por
unos años la publicación cultural de más
amplia difusión en el país y cuyos colaboradores
(Germán Arciniegas, Eduardo Caballero Calderón,
entre otros) eran enemigos acérrimos del pensamiento
existencialista". (21) El mismo García
Márquez corrobora su apego al existencialismo en una entrevista con
José Luis Díaz-Granados, al ser consultada su
opinión sobre un cuento de
éste último: "Está bueno el cuento.
Pero no es existencialista." (22)
De esa forma, la
narración del niño se constituye en metarrelato, es
decir, relato que habla de sí mismo; en relato espejo que
se constituye en 'señal' del texto básico que ayuda
a clarificar el propósito central de
éste.
Visión caribe del
mundo
y panteón de héroes
caribeños
Paralela a esta puesta en
abismo de la formación de un pueblo caribeño, la
novela patentiza la emergencia de una visión
caribeña sui generis que instituye valores
igualmente singulares, en marcada oposición a los valores
occidentales fundamentados en la moral
cristiana, introduciendo, de paso, un nuevo tipo de figuras
"heroicas" que, como lo señala el profesor Avella
(23), no siguen las reglas del juego sino que
se juegan la regla.
Uno de los personajes
mayormente ensalzados en la novela es, quizá, El Cachorro,
la representación del anti-sacerdote. Es un
religioso que no preconiza las bondades de la moral
cristiana, defiende a un ateo y no lee la Biblia. El
Cachorro es poco ortodoxo y menos doctrinario y, por tanto, muy
caribe. Es uno de los representantes del desorden y aunque
nació en el pueblo, también es un extranjero que
llegó junto con la hojarasca. Para todos tiene
características heroicas, incluso para el
coronel, representante del orden, por ello es uno de los
elementos que corrobora la desestabilización de la
visión del mundo occidental y de la ideología
conservadora-moralista que va de la mano con ella por parte de la
visión caribeña.
Esta figura del cura
"anti-religioso" parece surgir de una tendencia socio-religiosa
escenificada a partir del Segundo Concilio Vaticano en una nueva
generación de sacerdotes que, en palabras de Jaime Eduardo
Jaramillo, "expresan una visión notablemente más
secularizada que muchos de sus antecesores expresada en una
enseñanza religiosa más moderna,
tolerante y pragmática" (24).
El cachorro, a su vez,
instituye otra figura en el panteón caribe: el almanaque
Bristol, que reemplaza a uno de los símbolos más
sagrados del mundo occidental: La Biblia. El mismo Coronel
lo deja entrever: "De todos modos, lo que suceda tenía que
suceder. Es como si lo hubiera anunciado el almanaque."
(LH:150) Claro está que el ataque de García
Márquez a la religión, en este
sentido, también se encuentra ligado al papel de la
iglesia
católica como aparato ideológico y represivo del
Estado durante
la hegemonía conservadora de mitad de siglo.
La segunda gran figura
heroica caribeña instituida por la novela, es la del
trickster, tal vez la de mayor recurrencia en las manifestaciones
folclóricas de todo el gran Caribe (recordemos a Ananse,
por ejemplo). Martín, el esposo de Isabel, es la
clara representación del ser astuto que logra
engañar a todos valiéndose de los más
ingeniosos ardides, consiguiendo la admiración de todos
por ello. Así, Martín desposa a Isabel con el
objetivo de
ganarse la confianza del Coronel y llevar a cabo una empresa con
el respaldo de los bienes de
éste. A pesar de que ha desaparecido desde hace
nueve años, el Coronel piensa: "han transcurrido nueve
años pero no por ello tengo derecho a pensar que era un
estafador. No tengo derecho a pensar que su matrimonio fue
apenas una coartada para persuadirme de su buena fé."
(LH:118). Sin embargo, en el fondo, el Coronel sabe que ha
sido engañado por un especialista en timos y por eso
señala más adelante: "si ambos nos equivocamos al
confiar en Martín, corre como error compartido"
(LH:118). Además, el coronel deja entrever cierta
admiración por el astuto joven: "llegó a mi casa
con un saco de cuatro botones, segregando juventud y
dinamismo por todos los poros, envuelto en una luminosa atmósfera de
simpatía" (LH:118). Isabel advierte esa
situación: "Martín parecía vinculado a mi
padre por una entrañable y sólida amistad y
éste hablaba de aquél como si fuera él y no
yo quien iba a casarse con Martín" (LH:105).
El ejemplo más
diciente del juego de las
reglas se da en la conversación del alcalde con el Coronel
acerca del entierro del doctor. El alcalde se erige como el
deshonesto, el hombre que
se enfrenta al mundo adverso y sobrevive en una situación
precaria jugándose la regla: "Y entonces comprendo que es
deliberadamente ilógico, que está inventando trabas
para impedir el entierro." (LH:42) Es aquí donde la
desestabilización de esa visión del mundo
occidental, lógica
y racional, llega a su punto máximo. Es la
visión caribe, anti-lógica
y entrópica la que organiza claramente el desarrollo del
relato y las relaciones de los personajes, pues el Coronel
comienza a tener una visión menos ortodoxa: "Coronel, esto
podríamos arreglarlo de otro modo. Y yo, sin darle
tiempo a terminar, le digo: «Cuánto»"
(LH:45).
Es posible afirmar,
finalmente, que La Hojarasca es obra fundacional del Caribe
Colombiano, en tanto se erige como espejo de su evolución
histórica a través de la duplicación de las
estructuras
socio-históricas que dieron origen a ella. El texto
presenta, paralelamente, una visión del mundo particular a
la región caribeña que emerge desestabilizando e
imponiéndose, en definitivas, a la visión
aparentemente dominante, la visión del mundo occidental,
cristiano-moralista, e instaurando, de paso, un nuevo
"panteón heróico" que contraviene los valores y
patrones axiomáticos introducidos por esa moral
cristiana.
A nivel textual, este
propósito se alcanza con el establecimiento de una red semiótica que apunta hacia el realce de lo
extranjero, de lo recién llegado, y al rebajamiento de lo
autóctono. Igualmente, se logra a partir de la
introducción de la técnica del
relato espejo y del discurso existencial y a través de la
utilización de héroes investidos de anti-valores,
anversos de los arquetipos tradicionales.
La suposición de que Remedios,
la bella, poseía poderes de muerte, estaba entonces
sustentada por cuatro hechos irrebatibles. Aunque algunos hombres
ligeros de palabra se complacían en decir que bien
valía sacrificar la vida por una noche de amor con tan
conturbadora mujer, la verdad
fue que ninguno hizo esfuerzos por conseguirlo. Tal vez, no
sólo para rendirla sino también para conjurar sus
peligros, habría bastado con un sentimiento tan primitivo,
y simple como el amor, pero
eso fue lo único que no se le ocurrió a nadie.
Úrsula no volvió a ocuparse de ella. En otra
época, cuando todavía no renunciaba al
propósito de salvarla para el mundo, procuró que se
interesara por los asuntos elementales de la casa. "Los hombres
piden más de lo que tú crees", le decía
enigmáticamente. "Hay mucho que cocinar, mucho que barrer,
mucho que sufrir por pequeñeces, además de lo que
crees." En el fondo se engañaba a sí misma tratando
de adiestrarla para la felicidad doméstica,, porque estaba
convencida de que, una vez satisfecha la pasión, no
había un hombre sobre la tierra capaz
de soportar así fuera por un día una negligencia
que estaba más allá de toda comprensión. El
nacimiento del último José Arcadio, y su
inquebrantable voluntad de educarlo para Papa, terminaron por
hacerla desistir de sus preocupaciones por la bisnieta. La
abandonó a su suerte, confiando que tarde o temprano
ocurriera un milagro, y que en este mundo donde había de
todo hubiera también un hombre con suficiente cachaza para
cargar con ella. Ya desde mucho antes, Amaranta había
renunciado a toda tentativa de convertirla en una mujer
útil. Desde las tardes olvidadas del costurero,
cuando la sobrina apenas se interesaba por darle vuelta a la
manivela de la máquina de coser, llegó a la
conclusión simple de que era boba. "Vamos a tener que
rifarte", le decía, perpleja ante su impermeabilidad a la
palabra de los hombres. Más tarde, cuando Úrsula se
empeñó en que Remedios, la bella, asistiera a misa
con la cara cubierta con una mantilla, Amaranta pensó que
aquel recurso misterioso resultaría tan provocador, que
muy pronto habría un hombre lo bastante intrigado como
para buscar con paciencia el punto débil de su corazón.
Pero cuando vio la forma insensata en que despreció a un
pretendiente que por muchos motivos era más apetecible que
un príncipe, renunció a toda esperanza. Fernanda no
hizo siquiera la tentativa de comprenderla. Cuando vio a
Remedios, la bella, vestida de reina en el carnaval
sangriento, pensó que era una criatura extraordinaria.
Pero cuando la vio comiendo con las manos, incapaz de dar una
respuesta que no fuera un prodigio de simplicidad, lo
único que lamentó fue que los bobos de familia tuvieran
una vida tan larga. A pesar de que el coronel Aureliano
Buendía seguía creyendo y repitiendo que Remedios,
la bella, era en realidad el ser más lúcido que
había conocido jamás, y que lo demostraba a cada
momento con su asombrosa habilidad para burlarse de todos, la
abandonaron a la buena de Dios. Remedios, la bella, se
quedó vagando por el desierto de la soledad, sin cruces a
cuestas, madurándose en sus sueños sin pesadillas,
en sus baños interminables, en sus comidas sin horarios,
en sus hondos y prolongados silencios sin recuerdos, hasta una
tarde de marzo en que Fernanda quiso doblar en el jardín
sus sábanas de bramante, y pidió ayuda a las
mujeres de la casa. Apenas había empezado, cuando Amaranta
advirtió que Remedios, la bella, estaba transparentada por
una palidez intensa.
-¿Te sientes mal? -le preguntó.
Remedios, la bella, que tenía agarrada la
sábana por el otro extremo, hizo una sonrisa de
lástima.
-Al contrario -dijo-, nunca me he sentido mejor.
Acabó de decirlo, cuando Fernanda
sintió que un delicado viento de luz le
arrancó las sábanas de las manos y las
desplegó en toda su amplitud. Amaranta sintió un
temblor misterioso en los encajes de sus pollerines y
trató de agarrarse de la sábana para no caer, en el
instante en que Remedios, la bella, empezaba a elevarse.
Úrsula, ya casi ciega, fue la única que tuvo
serenidad para identificar la naturaleza de
aquel viento irreparable, y dejó las sábanas a
merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le
decía adiós con la mano, entre el deslumbrante
aleteo de las sábanas que subían con ella, que
abandonaban con ella el aire de los
escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del
aire donde
terminaban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para
siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni
los más altos pájaros de la
memoria.
Wineruda
Fue el primer libro de García Márquez que
leí; me quedé asombrado, aún hoy tengo un
gran recuerdo. No es el título más leído, ni
siquiera el quinto más citado; pero con el nombre en la
solapa del libro de cualquier otro escritor, sería tenido
por una de las obras maestras de este siglo.
Yeyow
"La hojarasca" es un libro que me dejó muy
impresionado. No es de los más conocidos de Gabriel
García Márquez, pero es uno de los que
más me ha gustado de todos los que he leído (que
son unos cuantos). No te deja indiferente, es una lectura amarga
y totalmente desoladora. Si quieres pasar un rato agradable,
olvídate de este breve pero gran libro.
Carlos Andrés Para la mayoría de
personas el libro "La hojarasca" no es muy nombrado como
otros libros de
Gabriel García Márquez, pero es uno de los
mejores y además refleja una gran realidad en Colombia que
es lo que trata de hacer García Márquez en
la gran mayoría de sus libros.
Lennyroxana
Hace tres meses tuve la oportunidad de leer ese libro
maravilloso, lo empecé a leer por casualidad y me
encantó al mismo tiempo que me motivó a leer las
otras obras del autor, mi favorita es "El amor en los tiempos
del cólera".
Karfa
Yo desconocía la existencia de este libro ya que no
está en la lista de obras más roconocidas de
Gabriel García Márquez, sin embargo
caminando por un tianguis cultural me llamó la atención ver el libro "La hojarasca"
escrito por ete maravilloso autor y me dio mucha curiosidad
leerlo. Aunque no es tan reconocido me permito recomendarlo ya
que es un libro excepcional que ve la muerte desde otra
prespectiva y mostrándonos la realidad
colombiana.
- Es
su primera novela, la comenzó a los 19 años. Es
una singular denuncia de los perniciosos efectos de la
presencia "bananera" y en ella narra la historia de Macondo, a
través de los monólogos de tres personajes de una
misma familia: un
viejo coronel (el abuelo), Isabel (hija del coronel), y el hijo
de Isabel. - Hay
que señalar que el fenómeno intertextual (sea
general o autónomo, siguiendo la clasificación de
Dallenbach) ocupa un papel
resaltable en la obra de García Márquez. Por lo
que se ha visto en este artículo, la intertextualidad
general tiene una importancia nada más que relativa, y
puede hablarse más de influencias y de citas de otros
autores que de paralelismos propiamente dichos. - Caso
aparte es el fenómeno intertextual: el colombiano ha
construído una realidad narrativa que podría
calificarse de endogámica, pues se alimenta de sí
misma a la hora de crear nuevas ficciones. Menos explicable es,
desde luego, el caso de las recurrencias estilísticas, y
llamo en este punto la atención sobre el hecho de que la gran
mayoría de las aquí citadas proceden de un
trasvase entre textos escritos en la misma época: la
novela "El amor en los tiempos del cólera" y las notas
de prensa que el
autor publicó en su columna semanal de El Espectador
entre 1980 y 1984. - Tengamos
en cuenta que "El amor…" se publicó en 1985. En 1981
veía la luz "Crónica
de una muerte anunciada". No es arriesgado afirmar, pues,
que "El amor…" debió ser escrita en el mismo
período que las columnas de El Espectador, y el autor se
encontró entonces con cierto material (tanto
temático como estilístico) que podía
utilizar por duplicado.
Ese aprovechamiento exhaustivo de los recursos es, no
hay duda, un elemento que merece la pena estudiar más
detenidamente y no perder de vista en posteriores publicaciones
del premio Nobel colombiano.
Bloom, Harold
(editor). Gabriel García Márquez. Nueva
York: Chelsea Books, 1989. El gran crítico americano
recopila aquí 18 importantes trabajos críticos
que analizan al novelista desde diversos ángulos
metodológicos.
Cebrián, Juan Luis. Retrato de
García Márquez. Barcelona: Círculo de
Lectores, 1989. Biografía del periodista y del escritor,
realizada por otro periodista y escritor.
Collazos,
Óscar. García Márquez, la soledad y
la gloria. Panamá:
Printer Internacional de Panamá,
1983. Ensayo sobre
la obra del escritor colombiano, realizada por otro escritor
colombiano.
Earle, Peter G. (editor). Gabriel García
Márquez. Madrid: Ediciones Taurus, 2ª ed.,
1981. Recopilación de textos biográficos y
críticos sobre el autor que ofrecen una amplia
revisión de aspectos fundamentales de su persona y
obra.
PRESENTADO POR:
ANY P. MIRANDA
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