Todo comenzó con el Sputnik…En 1957, con
el lanzamiento del Sputnik, comenzó a generarse basura espacial.
Desde entonces se han puesto en órbita más de 5000
ingenios, los cuales, conforme van cumpliendo su tiempo de vida
útil van siendo abandonados. Actualmente existen tres
órbitas que almacenan basura: la
órbita baja (LEO), la órbita cementerio, y la
órbita geoestacionaria. La geoestacionaria es la
más preocupante, es donde se encuentran situados los
satélites
(a 36 Km. de la Tierra); se
estima que hay en ella unos 3000 fragmentos de diferentes
tamaños (de entre 15 cm. y 1 metro) y donde se pueden
hallar objetos de lo más diverso, desde una simple
botella, hasta material de reparación y montaje, pasando
por restos de satélites dañados o accidentados. El
cohete Pegasus, por ejemplo, enviado al espacio en 1994,
explotó dos años después y generó
varios cientos de miles de fragmentos, incluso los más
milimétricos son sumamente peligrosos; un astronauta que
realizase un paseo espacial e impactase en su traje un diminuto
fragmento de pintura, le
causaría la muerte en
el acto, ya que la mayoría de ellos viajan a varias
docenas de miles de kilómetros por hora.Para ejemplo
aún mas elocuente, en 1965 el astronauta Edward Hite,
perdió un guante en el espacio de unos 30 cm. que se
desintegró en la atmósfera un mes
después, pero mientras tanto estuvo viajando a 28000 Km.
por hora; a esa velocidad, si
una nave interceptase el guante en su camino quedaría
destruida. En el año 1979, la
Administración Nacional de Aeronáutica y del
Espacio de los Estados Unidos
(NASA) reportó que ya han sido lanzados al Espacio 11.366
objetos espaciales de los cuales 4.633 objetos, y luego unos
6.733, ya habían entrado en la atmósfera de la
tierra. Nueve
años más tarde, en 1989, la Comisión
Norteamericana de Defensa Aeroespacial (NORAD), quien tiene la
capacidad de juntar objetos en el espacio del tamaño de 10
cm. De diámetro, a una distancia de 500 km. Reportó
que habían sido lanzados un total de 19.037 objetos en el
espacio, de los cuales unos 12.000 habían ingresado en la
atmósfera de la tierra. De
esos objetos espaciales, si bien los mismos fueron lanzados
adicionalmente constituyendo un testimonio del progreso logrado
en la exploración y explotación del espacio
ultraterrestre, un 95% hoy en día no funcionan, no se
controlan y constituyen lo que se llama basura o desechos
espaciales.
También las acciones
voluntarias generaron basuras. La MIR rusa, como ejemplo de
negligencia, lanzó al espacio cientos de residuos durante
sus 10 años de vida. No es descabellado pensar que,
metafóricamente, "el cielo puede caer sobre nuestras
cabezas".
Aunque en general todos esos fragmentos y residuos que
viajan sin rumbo, se desintegrarían si entrasen en nuestra
atmósfera, existen antecedentes de la caída a la
Tierra sin
control de varios
de ellos; al menos han sido detectados 60 casos, algunos muy
llamativos, como las 20 toneladas de chatarras procedentes del
Skylab, que se dispersaron por Australia y el Índico en
1979. Otro caso significativo ocurrió en 1997, cuando el
cohete Delta se estrelló en una granja de Texas a solo 50
metros de sus habitantes.
Miles y miles de pedazos de satélites y otros
objetos que se salieron de control pululan
alrededor de la tierra. Según promedio, un pedazo de
desecho reingresa todos los días a la atmósfera
terrestre y mientras la mayoría se incendia o entra en la
atmósfera, un gran número sobrevive y puede
aterrizar, amenazando la vida y propiedad de
las personas.
Se dice que existiría un 30% de posibilidades de
que un objeto golpee la tierra, y es más remota aún
la posibilidad de que aterrice en área poblada, pero como
dice mi estimado colega el Prof. DOO Hwan KIM, no estamos en el
ámbito de la teoría
sino en el de la realidad y, a medida que el número de
objetos espaciales crece, también crece el número
de pedazos o partículas, contaminando el espacio y
constituyendo una seria amenaza presente y futura para la
humanidad.
En noviembre de 1960, partes de un satélite
norteamericano cayeron sobre Cuba causando
daños a propiedades y la muerte de una
vaca. También el 5 de junio de 1969, navegantes japoneses
fueron lastimados al ser golpeados por fragmentos de un
satélite soviético. Rusia lanzó su
satélite de poder nuclear
Cosmos 954 para vigilancia
naval, el 18 de setiembre de 1977; este satélite se
desintegró sobre Canadá en 1978, resultando una
polución radiactiva sobre un área del tamaño
de Austria. Canadá pidió a Rusia que se le
proveyera información sobre especificaciones del
Cosmos 954. Rusia respondió, ofreciéndose a limpiar
los restos de su Satélite Cosmos 954. Canadá
declinó la oferta
soviética. La unión de Estados Unidos y
Canadá para limpiar, fue lo que se llamó
"operación luz de la
mañana". Canadá facturó a Rusia por seis
millones de dólares en 1979, pero no buscó que se
le reintegraran los gastos
norteamericanos que habían ascendido hasta los 25 millones
de dólares.
El incidente del Cosmos 954 en 1978, dio pautas sobre
cómo deben comportarse los Estados con respecto a los
accidentes de
satélites; esas pautas se relacionan con las obligaciones
de: a) el deber de poner sobreaviso; b) el deber de proveer
información; c) el deber de limpiar; d) el
deber de compensar los daños.
En 1989 la NASA reportó que un satélite
norteamericano estaba fuera de control y que se
desintegraría sobre parte de Africa;
Sudamérica; India; el
Sudeste Asiático y Australia, a menos que una
operación de rescate fallara al querer regresar el
satélite sano a la tierra. En 1991 cayeron sobre Argentina sin
causar milagrosamente ningún daño, las 40 toneladas
de la estación espacial Salyut. De acuerdo al Informe del
grupo de
Estudios de desechos espaciales del Japón
de marzo de 1993, nosotros deberíamos observar uno s7.000
desechos de más de 10 cm. De diámetro menores a una
altura de 5.000 km. en la órbita espacial. Dicho grupo de
estudios concluyó que el promedio de colisión entre
desechos espaciales crecerá alrededor de tres veces en el
año 2005.
La NASA ha informado que entre 20.000 y 70.000 desechos
espaciales dentro de una altura de 800 a 1.000 km., se encuentran
girando alrededor de la tierra. La conclusión es que
existen miles de pedazos de satélites y otros objetos que
salieron de control, no funcionan y están en órbita
alrededor de la tierra.
Los satélites inservibles, las etapas y equipos
astronáuticos, o las plataformas de investigación, se pasean por nuestra
órbita planetaria de forma arbitraria y sin ningún
tipo de control. Cuando entran por azar, o debido al desgaste y
corrosión, en el ámbito terrestre,
efectúan su aparición cumpliendo con las normas
físicas del rozamiento espacial. Al igual que los meteoros
o rocas expulsadas
al espacio, cuando se encuentran en la estratosfera, se deshacen,
(siempre dependiendo del material claro, recordemos que la
estación espacial rusa MIR cayó casi al completo,
sobre el océano afortunadamente) y debido al rozamiento se
descomponen, evitando así los males que podrían
causar al caer sobre una ciudad, pero desprendiendo de esta
manera ciertos elementos tóxicos perjudiciales para la
vida.
Los residuos espaciales, al no haber sido planteados
como un problema, no toman una órbita definida una vez que
han dejado de ser útiles para el trabajo.
Muchos de ellos se encuentran en cotas de altitud espacial
relativamente bajas (unos 1500 Km aproximadamente) y es
ahí donde los peligros acechan de forma más
directa. Aunque algunos ingenios constan de ajustadores orbitales
que seguirán funcionado mucho tiempo
después de su desmantelamiento o degradación,
llegará un momento en que estos impulsores o ajustadores
orbitales cedan; entonces llegará el momento decisivo, si
éstos se mantienen en una órbita superior a la
atracción terrestre, podrán permanecer flotando en
el espacio hasta tiempo indefinido, si por el contrario bajan
hasta donde la atracción orbital sea más poderosa,
será cuestión de poco tiempo que entren en la
atmósfera y comiencen con el proceso de
rozamiento y desintegración. Malo lo uno y malo lo otro.
Malo el hecho de quedarse flotando en el espacio dado que el
peligro de choque con meteoritos, estaciones espaciales activas o
naves tripuladas es tangente, malo entrar en la atmósfera
porque, al deshacerse, los elementos tóxicos se expanden
por encima de la vida y los que no se deshacen por completo
pueden causar pequeños trastornos físicos en
determinados lugares
INFORMACION
SOBRE LA PROLIFERACION ESPACIAL
La proliferación espacial consiste en la
creciente acumulación de objetos artificiales circulando
en órbitas geocéntricas no controladas.
Estos objetos provienen fundamentalmente de varias
fuentes, a
saber:
a) Fragmentación explosiva, deliberada o no de un
objeto artificial. b) Colisiones entre estos objetos. c)
Permanencia en órbitas no controladas de satélites
que han terminado su vida útil. Cabe distinguir la
diferencia entre órbitas bajos los 5000 km. de altitud
denominadas LEO ("Low Earth Orbit") y las que originan en objetos
geostacionarios, es decir que recorrían órbitas
circulares en el plano ecuatorial a una altitud aproximada de
36.000 km. con velocidad
angular igual a la de rotación de la Tierra. Estas
últimas se denominan GEO ("Geostationary Orbit") y son las
de los satélites de comunicaciones
que han superado su vida útil.
b) La mayor proliferación se produce en LEO y se
estima que actualmente la masa total de circulación es del
orden de las 3000 toneladas y una posible colisión entre
esos objetos puede ocurrir a la velocidad relativa de km/seg. Por
otra parte se ha podido constatar en algunas misiones del tipo
"Space Shuttle" que dicha nave ha recibido un número
considerable de impactos de los objetos en circulación no
controlada. La proliferación originada en GEO es menos
peligrosa por la altitud y menor abundancia de objetos
originales.
No existen soluciones
inmediatas, ni parece que las haya en un futuro cercano, a la
acumulación progresiva de la basura orbital.
Independientemente de que se adopten medidas para evitar las
emisiones de basuras al espacio, mientras se sigan realizando
lanzamientos desde tierra, seguirán existiendo riesgos de
contaminación diferida. Solo queda observar y catalogar la
basura existente, hasta que se cuente con tecnología adecuada
para proceder a su destrucción sin riesgos ni costes
dramáticos.
Aunque la ciencia avanza
a pasos agigantados y la evolución tecnológica es
constantemente perfeccionada, aún no se ha planteado
seriamente una posible solución a la eliminación de
todos estos desperdicios espaciales. En los últimos
años, la medida máxima tomada por los gobiernos y
las agencias espaciales ha sido limitar el lanzamiento anual de
satélites al espacio, evitando la indiscriminada y
descontrolada invasión tecnológica que
parecía cernerse sobre el espacio a mediados de los
años setenta. No obstante, esto no hace si no retrasar
ligeramente los peligros que afectan nuestra órbita
espacial, ya que todos estos ingenios tecnológicos tienen
una vida limitada y atada a las condiciones climatológicas
espaciales, con temperaturas exageradamente frías y la
excesiva presencia de elementos químicos naturales que
resultan corrosivos a la larga. El problema pues, llega cuando
estos ingenios ya inservibles comienzan a desprender elementos
tóxicos o combustible residual que podrían llegar a
ser peligrosos, tanto en el ámbito espacial, debido a la
posibilidad de un encuentro casual entre uno de estos elementos
desechados y uno en plena actividad, como a nivel terrestre, ya
que, como hemos citado anteriormente, las consecuencias
contaminantes pueden ser nefastas.
Si entramos en la página virtual de la NASA,
podremos comprobar como ya hay un departamento destinado a seguir
el proceso
orbital de los desperdicios espaciales, no obstante, aún
así, no hemos podido constatar que se plantee algún
tipo de solución al respecto, se catalogan los restos con
diferentes números y se pretenden seguir para evitar
cualquier tipo de problema a la hora de lanzar una nave
tripulada, pero lo que no hemos podido ver es que dicho
departamento se esté planteando alguna solución en
cuanto a la eliminación o recuperación de estos y
mucho menos se plantean el problema medioambiental que esto
conlleva. Tampoco en la página oficial del NORAD se habla
del tema medioambiental, aunque si parece ser que el seguimiento
es más exhaustivo. Lo que sí podemos ver claramente
en estos departamentos, es que aún manteniendo un control
sobre el tema, de los residuos espaciales, que deben sumar una
cantidad de ochenta o noventa mil elementos diferentes,
sólo debe haber catalogados unos quince mil
aproximadamente, lo que nos da una diferencia considerable de
restos de astronáuticos de pequeño tamaño
que continúan girando a su libre albedrío alrededor
de nuestras cabezas. Ya no hablemos de los residuos
tóxicos, los cuales deben ser ínfimos y totalmente
incontrolables.
La otra cara de la aventura espacial no es que sea
demasiado divertida como se puede comprobar, aunque a instancias
de los grupos
ecologistas, que poseen un interesante lugar en el senado
americano y la comunidad
europea, parece ser que se están empezando a plantear
posibles medidas de precaución en el futuro, tales como
controlar los residuos tóxicos que podrían formarse
o la expulsión hacia cotas más lejanas y altas de
los satélites que tengan su vida finalizada, o incluso
controlar de forma dirigida la reentrada y el lugar de
caída exactos de estos residuos, aunque obviamente, esto
no es tampoco una solución al problema de la
contaminación espacial. Quizás habrá que
esperar a que el hombre tome
conciencia
ecológica, no sólo en el ámbito terrestre,
si no también universal, de ello depende nuestro
futuro.
Por todo esto se han hecho numerosos estudios, investigaciones y
trabajos teóricos y experimentales para el análisis y posible control de este
fenómeno. En la NASA se encuentran en desarrollo un
programa cuyos
objetivos son
los siguientes:
a) Minimización o reducción de la
proliferación espacial.
b) Definición del estado
actual de las proliferación, desarrollo
de modelos de
evolución y mantenimiento de bases de datos
para agencias espaciales norteamericanas y extranjeras.
c) Desarrollo de técnicas
avanzadas de protección física de futuras
emisiones espaciales.
Estudio y desarrollo de políticas de regulación de las
actividades espaciales.
Kelvin Bolivar
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