4. Carrera Armamentista
El que el eje de los conflictos
–que pese a todo siguen involucrando a las potencias
industriales, tanto grandes como pequeñas- se haya
desplazado hacia los países pobres.
Solamente en el siglo XX han sacrificado más de
100 millones de víctimas a la guerra.
Así, al desarrollo de
las armas nucleares
se añade la carrera de los llamados armamentos
convencionales, que se extiende a los estados más
pequeños y más pobres.
Semejante estado de
cosas determina un sistema de
prioridades en materia de
inversiones y
privilegia ciertas estructuras
económicas que, al haberse vuelto esenciales para la vida
de las naciones, harán más difícil la
indispensable reconversión de la industria de
armamentos en actividades pacificas.
La magnitud de los gastos militares
mundiales es tal que estos pueden calcularse, proporcionalmente,
en cerca de un millón de dólares por
minuto.
Uno de los rasgos más importantes que se
advierten en la curva seguidos por los gastos militares
en los últimos años es la proporción
creciente que de ellos corresponde al Tercer Mundo. En efecto,
cerca del 75% del comercio
mundial actual de armas importantes
–tanques, aviones, buques, y mísiles- se realiza con
los países del tercer mundo. Las cifras sobre
transferencias de armas que aparecen en el cuadro no incluyen
armas menores, artillería ni pertrechos: de ahí que
representen solo la mitad de las adquisiciones totales de equipo
bélico por parte de esos países.
Es en la esfera del potencial científico y
tecnológico donde la desviación de recursos para
fines militares alcanza más vastas proporciones. Se estima
que, en la actualidad, alrededor del 25% del personal
científico mundial se dedica a actividades relacionadas
con asuntos militares. Y se ha calculado que, del total acumulado
de gastos en investigación y desarrollo
desde la Segunda Guerra
Mundial, aproximadamente el 40% se ha destinado a fines
bélicos.
En los países en vías de desarrollo
existen enormes necesidades, inexploradas en casi todos sus
aspectos, cuya satisfacción debe ser abordada de manera
sistemática, en gran escala y con la
adecuada movilización de medios, cosas
que hasta ahora han sido privilegio casi exclusivo de la investigación militar.
También en lo que atañe a la mano de obra
origina la carrera de armamentos una enorme desviación de
recursos. Las
fuerzas armadas en servicio en
todo el mundo cuentan aproximadamente con 22 millones de
personas. En los Estados Unidos,
por cada tres personas pertenecientes a las fuerzas armadas hay
otras cuatro en empleos relacionados con el sector militar. Se
calcula que en todo el mundo unos 60 millones de personas,
uniformadas o de paisano, en el sector
público o privado, trabajan en ocupaciones
relacionadas con ese sector. Las actividades militares y las
conexas absorben en todas partes una proporción mucho
mayor de las categorías de personas más calificadas
de lo que cabe prever de acuerdo con la proporción que
representa el presupuesto
militar en el producto
nacional bruto.
Las fuerzas armadas de todos los países son
también consumidores importantes de una gran variedad de
recursos no renovables y de reservas tanto energéticas
como de materias primas. Es evidente que el consumo de
materias primas. Es evidente que el consumo de
materias primas con fines bélicos se concentra en las
principales potencias militares aun más que el consumo de
recursos en general. En el caso de metales como el
aluminio, el
cobre, el
plomo y en zinc, la demanda
militar de los Estados Unidos
oscila entre el 11% y el 14% de la demanda total;
respecto de varios otros metales, es de
cerca del 10%. En el caso del titanio excede del 40%.
Si se extrapolaran las cifras correspondientes a los
EEUU, el consumo militar mundial de hidrocarburos
líquidos ( con exclusión de los productos
derivados del
petróleo que se utilizan en la producción de armas y material) se ha
estimado en unos 700 a 750 millones de barriles anuales, es decir
el doble del consumo anual de toda África y
aproximadamente al 3,5% del consumo mundial.
Por otra parte, se afirma que el consumo militar de
combustible para aviones de reacción en épocas de
paz, asciende a la tercera parte del consumo total de los EEUU.
Es evidente que en muchos casos, el sector bélico
contribuye ampliamente al agotamiento de los recursos
naturales.
Los recursos dedicados a la investigación
médica en el mundo entero constituyen tan solo una quinta
parte de los dedicados a la investigación y el desarrollo
militares. En todos los vasos, los recursos que consume el sector
bélico son cuantiosísimos en comparación con
los gastos públicos de orden social, incluso en esferas
tan importantes como la educación y la
salud, lo que es
indicio del triste orden de prioridades por el que se rige la
asignación de fondos públicos en todo el
mundo.
La organización mundial de salud (OMS) dedicó
unos 83 millones de dólares en un lapso de 10 años
a eliminar la viruela en el mundo. Esa suma bastaría
siquiera para comprar un solo bombardero estratégico
moderno. El programa de la
OMS para eliminar el paludismo en el
mundo, cuyo costo aproximado
se calcula en 450 millones de dólares avanza lentamente
debido a la falta de fondos. Sin embargo, su costo total hasta
ahora representa solo la mitad de lo que se gasta cada día
para fines militares y solo una tercera parte de lo que se
gastará únicamente para la adquisición de
cada nuevo submarino con proyectiles nucleares
"Trident".
En numerosos países industrializados y en algunos
en vías de desarrollo la industria
armamentista es hoy uno de los sectores de la economía que
experimentan un crecimiento más rápido.
En ciertos países existe un marcado contraste
entre un sector militar aún en expansión, por una
parte, y una economía civil
deprimida con un presupuesto
público restringido o francamente austero, por la
otra. Hay países que han logrado mejorar la
situación de su balanza de pagos
aumentando las exportaciones de
armamentos.
El aumento cada vez mayor de los gastos de armamentos no
es una forma eficaz de combatir la recesión. Los gastos en
sectores como la educación, la salud,
la vivienda y el bienestar social son medios
más eficaces para ello en virtud de consideraciones tanto
económicas como sociales
Si los gastos en armamentos siguen siendo elevados o van
en aumento, mientras los ingresos
públicos se estancan o disminuyen , los países
pueden tender a hacer economías en sectores tales como la
salud, la
educación y el bienestar, con todas las consecuencias
sociales negativas que ellos entraña.
Los cuantiosos gastos públicos en armamentos
aumentan la demanda sin incrementar el volumen de
bienes
vendibles o exportables. De esta forma, intensifican los problemas de
inflación y del desequilibrio externo.
La mano de obra constituye un recurso real que
podría utilizarse de manera útil si se liberara de
las ocupaciones vinculadas con el sector militar.
Las personas desempleadas no están porque no haya
mas necesidades que satisfacer, sino como consecuencia de
movimientos de recesión o problemas
estructurales de la economía, los que a su vez, se ven
agravados por los elevados gastos militares.
Los gobiernos pregonan los supuestos beneficios que
entrañarían para el empleo las
compras de armas
que prevé hacer, sin añadir que los mismos fondos
dedicados a otros usos crearían también puestos de
trabajo, incluso normalmente muchos más.
Los gastos militares no son los únicos capaces de
crear empleos. En realidad, aunque los gastos militares
evidentemente crean puestos en las industrias que
aprovisionan a las fuerzas armadas, la parte creciente de los
gastos militares dedicada a la tecnología de
vanguardia
reduce su capacidad general y directa para crear
trabajo.
Según los cálculos del Gobierno de los
Estados Unidos: 1000 millones de dólares de gastos
militares crean 76.000 empleos. Pero si la misma suma se gasta en
programas
civiles del gobierno Federal,
los empleos creados son 100.000 .
Se afirma que el afán de lograr una mejora
continua de los armamentos y del material militar ha representado
un importante estímulo para el progreso tecnológico
y que de no ser por la presión de
las demandas militares, no se habrían obtenido fondos en
escala
suficiente.
EN realidad, es sorprendente el número de
invenciones de enorme importancia civil que no deben
absolutamente nada en su origen y muy poco o nada en su ulterior
desarrollo a la investigación y desarrollo militares,
aún cuando n una etapa posterior fueron adoptadas muchas
veces por el sector militar y adaptadas a sus
necesidades.
Los beneficios secundarios que para el sector militar
entrañan las investigaciones
civiles han sido incomparablemente mayores que los beneficios
secundarios para el sector civil de las investigaciones
militares.
Típicamente, la investigación militar se
ha aplicado fundamentalmente a dispositivos nuevos que pueden
cumplir las mismas funciones que los
viejos, pero con más precisión, eficacia y
fiabilidad. Por lo tanto, los beneficios secundarios de
importancia para el sector civil han sido escasos y poco
frecuentes.
Durante la Guerra
Fría, EE.UU. y la Unión Soviética se
alinearan en pos de esta conquista. Controlar las fuentes
petrolíferas era de vital importancias para las dos
potencias que se disputaban el manejo del mundo, desde lo
político y lo económico.
Hoy día, cuando las armas nucleares
estratégicas acumuladas en los arsenales del mundo
bastarían para destruir varias veces nuestro planeta ( su
potencia
combinada es de mas de un millón de veces superior a la de
la bomba que destruyó a Hiroshima en 1945), la atención se centra sobre todo en el
perfeccionamiento de las armas nucleares tácticas. Como la
bomba de neutrones superradiactiva, de baja potencia
explosiva: aproximadamente un kilotón, o sea el
equivalente de 1000 toneladas de TNT. En este caso el
perfeccionamiento consiste en que ese tipo de bomba es más
destructiva para la viada que para los bienes
materiales.
El Decenio del Desarme, proclamado en 1969 por las
Naciones Unidas.
En estos 10 años se han firmados diversos acuerdos y
tratados
internacionales. Sin embargo, la carrera de armamentos se
aceleró dando origen a una interminable serie de conflictos.
Desde hace varios años el mundo avenido
destinando anualmente alrededor de 350.000 millones de
dólares a los gastos militares. Tres cuartas partes de ese
total corresponden a los países que ocupan los seis
primeros lugares por la importancia de su presupuesto
militar: Estados Unidos, Unión Soviética, China,
Francia, Reino
Unido, Republica Federal de Alemania. En
conjunto del 5 al 6% de la producción total mundial de bienes y
servicios se
destina a fines militares. En la mayoría de los
países, esa cifra oscila casi siempre entre el 2 y el 8%;
en algunos casos es superior al 30%.
El rápido aumento de los gatos militares durante
el decenio de 1960, seguido de una nivelación en los
últimos ocho años, reproduce un esquema ya
observado varias veces anteriormente. Los períodos de
expansión militar masiva, generalmente en relación
con una guerra, han
alternado con períodos estables de varios años de
duración.
En realidad, la tendencia esencial en la mayoría
de los países es un aumento irregular y a largo plazo de
los presupuestos
militares.
Los países no publican inventarios de
sus existencias de armas, los cálculos de las existencias
mundiales son inevitablemente bastante inciertos.
Las actuales existencias de armas nucleares bastan para
destruir el mundo varias veces.
En 1974 las fuerzas nucleares llamadas
"estratégicas" de los Estados Unidos y la Unión
Soviética incluían entre 11.000 ojivas de guerra
termonuclear lanzables mediante proyectiles o desde
bombarderos.
Se estima que su potencia explosiva total equivale a la
de 1.300.000 bombas del tipo
de la empleada en Hiroshima.
En lo que atañe a las armas nucleares llamadas
"tácticas", la situación es más incierta. Su
potencia explosiva total equivale a unos 700 millones de
tonaledas de TNT o a unas 50.000 bombas del tipo
de la empleada en Hiroshima.
En cuanto a los principales tipos de armamentos
corrientes, tales como aviones, buques de guerra y tanques, los
cálculos efectuados ofrecen una indicación
aproximada de la evolución general. Los buques de guerra, el
valor de las
existencias mundiales se duplico de 1960 a 1970 y aumentó
nuevamente en un 30% entre 1970 y 1976.
Solo trece países en desarrollo tenían
aviones supersónicos en 1965. Diez años más
tarde, esas cifras habían aumentado a 41. Durante los
últimos 30 años, unos pocos países, que
figuran entre los principales productores de armas, han fabricado
y vendido en conjunto mas de 70 tipos distintos de aviones
interceptadores, de caza y de ataque y más de 140
variantes de esos tipos.
El precio
unitario de esos aviones de caza se ha duplicado cada 4 o 5
años, pasando de unos 250.000 dólares por
avión durante la Segunda Guerra
Mundial a más de 10 millones de dólares en la
actualidad, como consecuencia de las mejoras en su funcionamiento
como consecuencia en las mejoras en su funcionamiento y
armamento.
A los seis países que más gastos militares
efectúan, no solo les corresponden las tres cuartas partes
de los gastos mundiales en dicha esfera, sino la casi totalidad
de los gatos de investigación y desarrollo
militares.
Ha habido un rápido aumento de la exportación de armas importantes a una
serie de países del mundo. Las exportaciones de
armas importantes a países en desarrollo aumentaron de
3000 millones de dólares en 1970 a 6300 millones en 1975 y
a 7300 millones en 1976. Estas exportaciones tienden a estimular
sectores importantes de la economía del país
exportador, como la ingeniería mecánica, la industria electrónica y las industrias que
abastecen a estos sectores. Los países importadores
están subvencionando las actividades de
investigación y desarrollo militar de los países
exportadores de armas.
Están cobrando importancia diversas formas de
cooperación internacional para la producción de
armamentos. En los países industrializados existe una
tendencia a la coproduccion, en que varios de ellos usan en forma
mancomunada las instalaciones existentes para producir distintos
componentes de sistemas de armas
singularmente caros y complejos, y , con menor frecuencia a la
colaboración en la concepción y realización
de las armas, repartiéndose los costos.
En los países en desarrollo la norma habitual
consiste en establecer instalaciones locales de mantenimiento
y luego encargarse de la reparación. Más
recientemente, algunos países han logrado acelerar este
proceso
adquiriendo instalaciones completas de producción mediante
acuerdos en que el contratista extranjero proporciona todo el
sistema: los
planos, las instalaciones, los conocimientos técnicos y
algunas piezas del arma terminada.
Desde un punto de vista social y político, se
está produciendo un fenómeno sobremanera importante
y radicalmente nuevo. En algunos casos puede tratarse del
comienzo de un proceso en que
los complejos militares industriales de los países
abastecedores, salgan de sus propias fronteras, arraiguen en el
extranjero y reproduzca en el nuevo ambiente toda
la red de relaciones
entre la industria, los productores y subcontratistas, los
sindicatos, el
gobierno, y las fuerzas armadas.
Cuando lo que se transfiere son los sistemas de armas
completos y operacionales y lo que se presta son servicios de
asesores militares, igual que otras formas de cooperación
militar, las relaciones entre los países abastecedores y
receptores tienden a limitarse a la esfera militar. En cambio, en los
tipos de producción multilateral o de producción
local dependiente, lo que se afianza y difunde en toda la
sociedad,
rebasando con mucho el sector militar propiamente dicho, es todo
el conjunto de relaciones de apoyo mutuo y de intereses creados
que persiguen la perpetuación del proceso
armamentista.
El aspecto más importante y espectacular de la
carrera de armamentos en el decenio de 1960 fue el desarrollo y
el despliegue en gran escala de los proyectiles balísticos
intercontinentales (ICBM), y de los proyectiles balísticos
lanzados desde submarinos (SLBM), así como la
instalación paralela de sistemas de vigilancia y comunicaciones
mediante satélites.
En los primeros acuerdos sobre la limitación de
armas estratégicas entre los Estados Unidos y la
Unión Soviética (SALT I) firmados en mayo de 1972,
se establecían límites
máximos al número de emplazamientos de proyectiles
antibalísticos intercontinentales y de proyectiles
balísticos lanzados desde submarinos. En 1976 , en cifras
redondas, ambas potencias disponían conjuntamente de 2500
ICBM y 1400 SLBM.
En los últimos años la carrera de
armamentos nucleares estratégicos ha adquirido cada vez
mas un carácter
cualitativo, poniéndose en marcha importantes programas de
investigación y desarrollo para perfeccionar los sistemas
antimisiles.
En general, los acuerdos SALT no han ejercido ninguna
influencia perceptible en el despliegue de los vehículos
múltiples de reingreso para objetivos
independientes (MIRV). Como resultado, la cantidad de ojivas
nucleares que pueden lanzarse con los ICBM y los SLBM ha venido
aumentando a razón de 1000 por año.
Una importante innovación que representa un progreso del
potencial de destrucción con respecto a los MIRV. Se trata
de un vehículo de reingreso maniobrable (MARV) que puede
cambiar de dirección en las etapas finales de su
trayectoria. Este vehículo puede dificultar la defensa
contra un ataque de proyectiles balísticos, puede dotar a
los proyectiles de reingreso maniobrable de una precisión
de unas cuantas decenas de metros.
Ello permite naturalmente concebir nuevos usos para las
armas nucleares "estratégicas". Además de
constituir un instrumento de represalia en gran escala contra los
centros industriales y de población y un medio esencial de
disuasión, es hoy posible pensar en utilizar proyectiles
balísticos con fines de "contrafuerza" para lograr una
ventaja militar al comienzo de una guerra destruyendo las armas e
instalaciones militares de enemigo, o emplearlos para librar una
guerra nuclear supuestamente limitada.
La proliferación de la tecnología nuclear
continua a un ritmo acelerado. Francia y
China se
dotaron de armas nucleares en el decenio de 1960. En 1974, la
India, que no
es parte en el tratado de No Proliferación [acuerdo de
1º de julio de 1968 firmado por el Reino Unido, los Estados
Unidos y la Unión Soviética y varios otros Estados,
en virtud del cual los tres firmantes principales convinieron en
no ayudar a los estados desprovistos de armas nucleares a
adquirirlas o producirlas], realizó un experimento
subterráneo de explosión nuclear. Cabe la
posibilidad de que otros países hayan adquirido la
capacidad de producir armas nucleares, pero sin revelarlo con una
explosión.
En lo que toca a la mayoría de los países
industrializados y a varios países en desarrollo, no
existen hoy barreras tecnológicas o económicas
importantes que se opongan a la realización de un programa de
fabricación de armas nucleares. Los únicos
obstáculos a la proliferación horizontal son ahora
políticos: las obligaciones
asumidas en virtud del Tratado de No Proliferación, el
sentido común de los gobiernos.
Los adelantos en el uso del espacio con fines militares
se han visto eclipsados en la mente del público por las
hazañas espaciales de carácter
civil. Sin embargo, han tenido una importancia decisiva. En la
guerra de Indochina, se utilizaron satélites
para las comunicaciones, para las previsiones
meteorológicas antes de los bombardeos y para la
navegación con fines de bombardeo naval, pero solamente
ahora se están materializando todas las potencialidades de
esos medios.
La tecnología de los satélites tiene hoy
día una repercusión decisiva por lo menos en tres
esferas, en las que confiere una superioridad considerable a las
principales potencias militares: identificación de
objetivos,
navegación y evaluación
de daños en relación con las estrategias de
contrafuerza en la guerra nuclear; vigilancia,
identificación de objetivos y navegación en la
guerra "convencional"; información y vigilancia mundiales sobre
los programas militares de otros países y sobre las
guerras en que
las grandes potencias no participan directamente.
El programa NAVSTAR podría hervir para indicar lo
que en adelante será posible. Se trata de un sistema de 24
satélites. El sistema sería instalado entre 1977 y
1984 y costaría unos 3.000 millones de
dólares.
En lo que se refiere a los sistemas de armas
convencionales, durante el decenio de 1960 se fueron
perfeccionando constante y muy rápidamente en cuanto a
tamaño, velocidad,
propulsión, potencia de fuego, precisión, etc. En
general, durante ese período el costo unitario de los
principales sistemas de armamento se duplicó, en valor real. En
cuanto a los aviones, los precios
aumentaron a ritmo dos veces mayor.
Tanto en los países industrializados como en los
menos desarrollados, los armamentos de gran complejidad
técnica incluidos los aviones supersónicos, se
convirtieron en algo normal en los arsenales.
Se han fabricado nuevos proyectiles de precisión
dirigidos ( PGM), vehículos de control remoto
(RPV), y otros aparatos destinados a llevar una carga explosiva
corriente hasta el blanco con enorme precisión, o , en el
caso de los RPB, para misiones de reconocimiento u otras
analogías. En esferas como la tecnología láser, la
microelectrónica, los aparatos electromagnéticos en
las gamas de los rayos infrarrojos y ópticas y los
aparatos de información de banda ancha
para una amplia serie de aparatos de dirección automática o de
orientación hacia el blanco.
Las nuevas armas, juntamente con los adelantos a lo
relativo a instrumentos de visión nocturna, vigilancia del
campo de batalla y comunicaciones, acelerarán seguramente
el ritmo de la guerra moderna y realzarán aún
más la importancia de las fuerzas militares
permanentes.
Con los extraordinarios perfeccionamientos en materia de
precisión, el rendimiento de la carga explosiva pierde
importancia como parámetro para evaluar la eficacia. Por
ejemplo, se ha sugerido que algunas de las misiones ahora
confiadas a armas nucleares "tácticas", podrían
asignarse a armas de lanzamiento preciso que llevasen una ojiva
de tipo corriente. En principio, esto podría significar
que los responsables militares se mostraran más dispuestos
a no usar armas nucleares en los conflictos limitados, pero, en
la práctica también podría surtir el efecto
de hacer más borrosa la diferencia entre el empleo de las
armas nucleares y el de las no nucleares, lo que agravaría
el peligro de que un conflicto
armado desembocara en una guerra nuclear.
Se han fabricado nuevas armas y municiones basadas en
sus efectos de explosión, fragmentación e incendio,
las cuales se han utilizados para efectuar bombardeos de
saturación en zonas extensas. Estas técnicas
de bombardeos se acercan a las armas nucleares en cuanto a la
destrucción ciega e indiscriminada que provocan, los
efectos ecológicos a largo plazo a que dan origen y la
elevada proporción de heridos y mutilados entre sus
víctimas.
Tambien se han logrado adelantos importantes en otras
esferas, tales como la tecnología del radar, las técnicas
de guerra antisubmarina, los aviones interceptores de baja
latitud, el cañón guiado por láser y
muchas más.
La competencia en
materia de armamentos entre las principales potencias militares
es aún más intensa de lo que inducían la
enorme magnitud y la rápida expansión de los
arsenales militares porque es de índole mas bien
cualitativa que cuantitativa, de modo que cada generación
de armamentos resulta mas refinada y destructiva que los sistemas
que sustituye.
Cuando la carrera de armamentos hace hincapié en
los adelantos tecnológicos, el proceso de
fabricación de armas y contraarmas tiende a convertirse en
cierta medida en un proceso puramente intranacional que, en
algunos casos, tiene poco que ver con los niveles realmente
alcanzados por otros países. Cada país busca
activamente los medios de contrarestar sus propias armas
más adelantadas y de neutralizar sus propios sistemas de
defensa más recientes, haciendo así que el
desarrollo de la tecnología militar sea más
rápido y que esta caiga en desuso más pronto que en
aplicaciones civiles comparables.
Una carrera de armamentos de índole cualitativa,
con su larga perspectiva hacia el porvenir y su insistencia en
las posibilidades actuales, tiende a moverse en una sola
dirección: Los adelantos de un país en materias de
armamentos incitarán a otros a emularle, pero, en cambio, su
moderación no suscitará necesariamente la de los
demás. Análogamente, el aumento de la
tensión internacional puede acelerar la carrera de
armamentos, pero el mejoramiento del clima
internacional no bastará forzosamente para frenar a
esta.
En la tecnología militar de vanguardia,
cuando se conciben nuevas armas, el cumplimiento de normas
técnicas muy estrictas y de plazos de entrega muy cortos
tiende a predominar sobre las consideraciones de costo. La
superación importante de los costos respecto
de lo previsto, que se ha convertido en una característica casi normal de los proyectos
militares de avanzada ilustra este hecho. El resultado es el
crecimiento de las actividades de investigación y
desarrollo con cada nueva generación de armas.
Desde hace muchos años, las necesidades
crecientes en materia de investigación y desarrollo han
tenido que atenderse mas bien aumentando el personal que
ampliando el período de producción, para que las
armas no resultaran ya anticuadas al entrar en servicio.
El abandono de muchos programas de armas complejas antes
de que se iniciara su producción pero después de
haber gastado cientos de millones de dólares en su
desarrollo,, que ha sido también característica reiterada de los
últimos decenios, el problema de la capacidad
excedentaria.
Aun sin tener en cuenta el carácter
antieconómico inherente a las armas propiamente dichas, su
producción en las condiciones de una carrera cualitativa
de armamentos parece constituir un proceso excepcionalmente
dispendioso, independientemente de la forma en que asuma el
derroche: sea como cancelaciones de proyectos a la
mitad de camino, como subempleo intermitente o como arsenales
militares cuyo aumento se permite mas por razones industriales
que militares.
En la esfera de la producción civil existe una
ley bien
conocida según la cual, en condiciones de progreso
técnico continuo, incluso una política de
condiciones netas nulas dará como resultado una
producción en constante aumento. Lo mismo se aplica a los
gastos militares. Aun en el caso de que no aumenten en
términos reales, la dedicación de una gran parte de
esos gastos militares a actividades de investigación y
desarrollo y al mejoramiento cualitativo significa que el
poder de
destrucción del aparato bélico y el peligro
potencial que encierra siguen aumentando.
La concentración en la carrera cualitativa (es
decir tecnológica) de armamentos requiere un mayor empleo
de mano de obra calificada particularmente escasa
(científicos, técnicos, administradores,
trabajadores muy especializados), optar por un progreso
cualitativo rápido puede ser perjudicial desde el punto de
vista económico, incluso cuando va acompañado por
una reducción del gasto militar total.
La incesante búsqueda búsqueda de
innovaciones cualitativas esta profundamente enraizada en la
lógica
intrínseca de la carrera de armamentos. De cualquier
manera, por grandes que sean las dificultades que presente el
control de esta
dimensión de la carrera de armamentos, no lo es menos la
necesidad de tomar medidas decididas en ese sentido. Cada
año que pasa aparecen una inmensa cantidad de nuevas armas
y los programas existentes se afianzan cada vez mas en los
sistemas militares y políticos de los países, con
lo que resulta más difícil
interrumpirlos.
En el siglo XX la preocupación militar se ha
concentrado menos en derrotar a grupos de tropas
del enemigo que impedir que este ocupara terreno. Esto ha
conducido a un aumento masivo en la potencia de fuego –en
particular, la gran concentración de misiles capaces de
destruir enormes superficies- y a la utilización de armas
de efectos indiscriminados, tales como las bombas
múltiples y de acción retardada, las minas de
fragmentación no direccionales y las minas disimuladas de
todo tipo.
En una carrera de armamentos orientada tan decididamente
hacia los mejoramientos cualitativos y hacia la
consecución de grandes avances
tecnológicos, el simple examen de la evolución da una imagen
errónea del verdadero incremento del poder
destructivo
Las instituciones
militares contemporáneas constituyen con frecuencia
sectores tan poderosos e influyentes de la sociedad que
pueden repercutir en las condiciones y las concepciones políticas
y sociales e imponer limites importantes a la evolución de
las sociedades.
Durante los últimos veinte años ha sido
imposible concretar un tratado de prohibición total de las
pruebas
nucleares debido a la dificultad que presenta llegar a un acuerdo
acerca de los medios eficaces de verificar su cumplimiento. En
efecto, esa verificación exigiría aplicar una serie
de métodos
como la vigilancia mediante satélites, la
inspección in situ y la detección e
identificación sísmica de las explosiones nucleares
subterráneas
La guerra ha sido un rasgo permanente del periodo
posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Las armas han funcionado prácticamente sin
interrupción por lo general en varios lugares
simultáneamente. En una proporción abrumadora, esos
conflictos se han producido fuera de las principales regiones
industrializadas del mundo, aunque en muchos casos con la
participación directa de algunas grandes potencias que,
casi sin excepción, suministraban los medios
bélicos. Estas son, junto con la omnipresente amenaza de
una conflagración nuclear, las consecuencias estrictamente
militares de la carrera de armamentos.
Como resultado de sus efectos económicos, la
carrera de armamentos contribuye a mantener y aumentar las
diferencias entre los países desarrollados y en desarrollo
y las desigualdades dentro de cada uno de ellos.
La producción industrial de armas permitió
guerras
prolongadas y desencadeno una violencia
hasta entonces desconocida. En cuanto al costo de los armamentos
modernos, cuya carga es difícil de soportar, literalmente,
ha devastado numerosas economías.
Esta comprobación tan simple no ha bastado sin
embargo para imponer la idea de un desarme general. Muy fuerte en
los años cincuenta, esta idea cedió el paso, en los
años sesenta, al concepto
más realista y limitado de control de armamentos. Las
grandes potencias nucleares negociaban entonces para ponerse de
acuerdo en algunas reglas de buena vecindad y en cuanto al
incremento de sus arsenales respectivos. Los materiales
nucleares norteamericanos y soviéticos nunca progresaron
con tanta rapidez como en la época de las SALT.
Para algunos países del Tercer Mundo, que desde
hace unos quince años han penetrado fuertemente en el
mercado de los
armamentos, esas exportaciones representan ahora un sector
importante de sus economías. La multiplicación de
los conflictos localizados ha dado mayor envergadura a ciertos
mercados, en
especial el de las armas ligeras de nivel técnico
medio.
En Europa,
países como Checoslovaquia o Rusia pronto se dieron cuenta
de que económica y socialmente, les resultaba totalmente
imposible suprimir su aparato de producción de armamentos.
Al parecer, en la economía rusa, es el único sector
que logra autofinanciarse en divisas.
Después de la Guerra del Golfo, las
técnicas que allí habían demostrado su
eficacia se comercializaron ampliamente. La gran
liquidación postsoviética se tradujo en
transferencias superabundantes y acelerada. Y a esos proveedores
clásicos se sumaron poderosos productores del Tercer
Mundo.
En el último decenio los Estados miembros de dos
alianzas constituidas en torno a los polos
norteamericano y soviético han empezado a dar los pasos
necesarios para lograr un autentico desarme.
La amenaza que constituían para occidente los
ejércitos del pacto de Varsovia se han esfumado, las armas
nucleares tácticas (ANT) han desaparecido casi totalmente
del continente europeo y el nuevo concepto
estratégico de la OTAN asigna un lugar destacado al
control de los armamentos y al desarme.
En lo tocante a la puesta en práctica del desarme
subsisten incertidumbres debidas a fricciones políticas.
Los gastos militares son improductivos y, sin embargo,
representan casi un billón de dólares (5% del PNB
mundial), más de 50 millones de personas trabajan en
actividades militares, y más de 20% de los ingenieros
científicos del planeta están empleados en el
sector de investigación y desarrollo de armas.
Según los economistas marxistas, las economías del
mercado necesitan
que aumenten los gastos militares para luchar contra la baja
tendencial del índice de beneficios. Para Galbraith, la
función
del presupuesto militar consiste en esterilizar una parte del
excedente de productos que
resultan del desequilibrio entre una oferta cada
vez mayor y una demanda reducida por la disminución
constante del poder adquisitivo. Los liberares rechazan este tipo
de conclusiones y estiman que la economía de mercado
debería desembocar a la vez en el desarme y el
desarrollo.
Si bien los gastos militares pueden tener a corto plazo
efectos positivos en el crecimiento de algunos países,
esos beneficios son menores que los que reportan los demás
gastos públicos. Es innegable que los gastos militares
son, de todos los gastos públicos, los que menos empleo y
actividad económica generan.
Los gastos militares hacen disminuir el esfuerzo de
inversión. Así, no solo
entrañan una amenaza para el crecimiento a corto plazo,
sino también para el desarrollo
económico a largo plazo.
Sin embargo, es innegable que estos análisis globales solo tienen validez a
escala mundial. A nivel nacional, una actividad armamentista
puede resultar provechosa para la economía de algunos
países. Así pues las opiniones están
divididas. Pero no caben dudas de que los modelos
generales no son aplicables a los casos particulares y de que
cada situación debe examinarse individualmente. Con todo,
sería erróneo creer que una política de armamento
con efectos beneficiosos a corto plazo en la economía de
un país tendrá las mismas consecuencias para la
economía de otro.
El exceso de armamento provoca siempre situaciones de
crisis.
Existen diversas formas de desarme
–reducción de los gastos militares, supresión
de las existencias de armas, eliminación de determinadas
armas- naturalmente con consecuencias económicas
distintas.
En términos generales se puede afirmar que, si
bien una desaceleración de la carrera de armamentos suele
tener efectos económicos negativos a corto plazo, a la
larga el desarme favorece el desarrollo.
Si se produce el desarme, éste ha de ser general.
Por consiguiente, puede tener a corto plazo consecuencias
perniciosas para la industria de armamento de los países
exportadores. Pero a largo plazo las repercusiones
económicas deberían ser positivas, si la
regresión económica debida a la reducción de
las adquisiciones internas de armamento no tiene efectos
irreversibles. Incluso es probable que un manejo adecuado de la
reducción de los gastos militares tenga consecuencias
positivas para el sector civil de investigación y
desarrollo, la productividad
real de las economías nacionales y la confianza en las
relaciones
internacionales de intercambio.
Las ventajas económicas que cabe esperar de un
desarme duradero pueden ser considerables a largo plazo. Los
modelos
econométricos ponen de relieve sus
efectos positivos, sobre todo en caso de una transferencia
parcial de los recursos así liberados en favor de los
países del Tercer Mundo. Dado el carácter
improductivo de los gastos militares, es indiscutible que, una
vez resuelta la primera crisis de
conversión, la nueva situación de paz
repercutirá favorablemente en el desarrollo
económico mundial.
Es necesario transferir a los países del Tercer
Mundo parte de los recursos economizados gracias a la
reducción de la carrera de armamentos; por otro es
indispensable eliminar las causas primeras de los conflictos
armados.
Pero el esfuerzo del desarme solo podrá tener
efectos favorables si el ahorro
así obtenido no es confiscado por grupos
sociales que deciden darle un destino improductivo. Una
transferencia solo reviste interés
desde el punto de vista económico si se traduce en una
actividad altamente productiva.
La ayuda internacional puede tener también
efectos perniciosos si lleva a las economías pobres a una
destrucción de la producción local y a una
dependencia económica progresiva.
Las transferencias de armamentos de los países
industrializados a los países del tercer mundo constituyen
desde hace mucho tiempo, la mayor
parte del comercio
internacional de equipo militar. Está claro que los
principales productores de armamento se ven enfrentados a un
nuevo dilema cada vez más acuciante: ¿ cómo
conciliar los intereses económicos ligados a las
exportaciones de material de guerra con los imperativos de la
no-proliferación y de la seguridad
?.
Proliferación de armas modernas en los
países del tercer mundo
Numero de países
La Guerra del Golfo reafirmó la importancia de la
superioridad tecnológica en materia de armamentos
convencionales (tanto aéreos y terrestres como navales).
Ese tipo de material es el que más se produce y se vende
en el mundo y los intentos de limitar su comercio son
sumamente recientes.
En la época de la guerra
fría, el antagonismo este-oeste estimulaba la
producción de armas convencionales. Los principales
productores eran también, en su mayoría, los
principales exportadores. Para esos países, proporcionar
armas al tercer mundo era algo que entraba al juego de la
competencia
bipolar en la que estaban empeñados a escala mundial. Si
uno de los dos bloques armaba a un beligerante de cualquier
región del mundo, su adversario esta prácticamente
seguro de
obtener apoyo del bloque contrario. Las superpotencias
rivalizaban así por ejercer una influencia en la periferia
de su entrenamiento
directo, y los protagonistas de los enfrentamientos regionales
sacaban partido de esa situación.
Hoy día esa etapa está totalmente
superada. Pero no por eso ha cesado el suministro de armas al
Tercer Mundo. En el planeta persisten tensiones diferentes de las
alimentadas por el antiguo conflicto
Este-Oeste y esta situación estimula la demanda de
armamentos de algunos Estados en desarrollo.
El Oriente Medio tiene en ese plano particular
importancia, pero no es un caso único. La mayoría
de los estados de la región del golfo arabo-pérsico
han empezado a comprar armas en los mercados
internacionales.
Sin embargo es la guerra del golfo la que ha provocado
una nueva reflexión y ha dado lugar a diversas iniciativas
al más alto nivel para tratar de disminuir las
transferencias de armamento hacia el oriente medio. El ejemplo
dado por Irak, al que
la superabundancia de armamentos motivó a invadir a uno de
sus vecinos es muy elocuente en ese sentido.
Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las
Naciones Unidas
acordaron reunirse periódicamente a fin de elaborar un
código
de conducta
común en materia de exportación de armamentos convencionales.
De esos cinco estados, tomados en conjunto, procede mas del 80%
de las exportaciones de armas convencionales hacia el Tercer
Mundo en el curso de los últimos diez
años.
Como segunda medida, la Asamblea General de las Naciones
Unidas aprobó una resolución de "transparencia" en
materia de armamento. Los estados miembros de las Naciones
Unidas, deberán en lo sucesivo entregar anualmente un
inventario de
las importaciones y
exportaciones de armamentos que hayan efectuado en los doce meses
precedentes.
El hecho de que, en el campo de batalla de la guerra del
Golfo, el arsenal Iraquí se volviera contra algunos de sus
principales proveedores
puso claramente de manifiesto los riesgos que
entrañan la carrera de armamentos en el Tercer
Mundo.
Los principales productores de armamento se disputan a
brazo partido los mercados de exportación.
Más ambiciosos otros Estados siguen
empeñados en concebir y producir sus propios armamentos.
Tal es el caso de Taiwán. Pero incluso esos países
no pueden prescindir de los aportes de tecnología
extranjera. Por otra parte ciertos Estados del Sur que hace
algún tiempo parecieron
poder convertirse en productores de gran envergadura no han
logrado, sin embargo, competir con los países del Norte
industrializados.
El futuro de las exportaciones de armamentos
dependerá, pues, esencialmente de la política de
los principales productores.
Los cambios que ha experimentado la estructura
política del mundo en estos últimos años han
permitido llegar a algunos acuerdos de reducción del
armamento nuclear. Pero, al mismo tiempo, la revelación
del programa de armamento nuclear que Irak
venía realizando desde hace muchos años
atrás sin que nadie lo supiera ni lo descubriera, ha
reavivado las inquietudes acerca de los riesgos de
proliferación nuclear.
Por más de 45 años se ha hecho creer a la
gente que el armamento nuclear permitía mantener la paz en
Europa. No hay
modo de comprobar la validez de este aserto, pero lo cierto es
que encontró eco en numerosos países, en particular
en los medios gubernamentales.
Numerosos Estados carecen de medios para dotarse de
armamento nuclear o no se sienten suficientemente amenazados para
hacerlos. Pero son muchos lo que, desean adquirir ese tipo de
armamento, lo que lleva a los países vecinos a hacer otro
tanto.
El número de ojivas nucleares que era inferior a
12.000 en 1968, se eleva a 55.000 veinte años
después.
Nadie sabe quien ni en qué medida controla el
armamento nuclear la Ex-Unión Soviética.
La persistencia de la crisis socio-económica,
solo puede acentuar los riesgos de "fugas" tecnológicas y
de divulgación de la información
estratégica.
La transformación de las relaciones
políticas entre Estados Unidos y la Unión
Soviética es la que abrió realmente el camino de la
reducción del armamento nuclear.
Ahora bien, la multiplicación de países
poseedores de armamento nuclear solo puede agravar esta
disimetría, dando lugar a una inestabilidad favorable a la
proliferación.
138 Estados, la mayoría del hemisferio Sur, desde
1978 vienen votando regularmente en las Naciones Unidas para
reclamar una convención que prohíba el empleo o la
amenaza de emplear armas nucleares. Este sería el medio
más radical para desacreditar el armamento de este tipo y
debilitar la confianza en su eficacia.
El gas de cloro fue
usado por los alemanes contra los rusos en enero de 1915, y
contra los británicos y los franceses en Flandes, tres
meses mas tarde. A pesar del desarrollo de las máscaras
antigás, ambos bandos hicieron mucho daño con el
uso masivo de gases durante
la I Guerra Mundial.
Los alemanes reemplazaron el cloro con un gas más
letal, el fosgeno, y (en 1917) con el gas mostaza, un agente
abrasivo que fue usado a menudo durante la contienda. Debido al
rechazo suscitado por el empleo de estos gases, se
acordó una prohibición internacional de las armas
químicas (gases venenosos y nerviosos) en 1925, pero esto
no impidió que los iraquíes los usaran contra los
rebeldes kurdos en Halabja, en marzo de 1988.
Durante la Guerra del Golfo, en 1991, se temió
que los iraquíes utilizaran armas químicas y
biológicas (virus) contra las
fuerzas de la alianza liderada por Estados Unidos, o contra la
población de Arabia Saudí e Israel. Al final,
la amenaza no se materializó, pero la inquietud
internacional a propósito de la proliferación y
abuso de armas químicas y biológicas aún
existe. Es posible que actualmente numerosos países
estén en posesión de estas armas, a menudo
descritas como la "bomba atómica de los
pobres".
Varios países han desarrollado trabajos de
diferente categoría sobre agentes biológicos para
que fueran utilizados en la guerra. Seleccionados o adaptados a
partir de microbios patógenos causantes de diversas
enfermedades que
atacan al hombre, a los
animales
domésticos o a las cosechas de alimentos
vitales, tales agentes comprenden bacterias,
hongos y
virus o
diversas toxinas. Los microbios patógenos que causan el
botulismo, la peste, la fiebre aftosa y el añublo del
trigo se cuentan entre los muchos que pueden ser utilizados
contra los ejércitos enemigos o las actividades
económicas que les sirven de sustento. La ingeniería
genética también ofrece la posibilidad de
desarrollar nuevos virus contra los que se carece de medios para
establecer una defensa previa.
La guerra biológica a larga escala se ha
mantenido en un estado
teórico, si bien en la década de 1980 se supo que
Japón
había utilizado agentes biológicos en China en las
décadas de 1930 y 1940. Al comienzo de la década de
1980 surgieron controvertidas acusaciones de que la Unión
Soviética en Afganistán, y Vietnam en Laos y
Kampuchea (hoy Camboya) estaban usando toxinas fungicidas
—en una forma llamada lluvia amarilla— como armas
biológicas.
La idea de un sistema de defensa con mísiles
basados en el espacio, aporta la promesa de que pueda terminarse
con la horrible amenaza planteada por los arsenales
nucleares.
El SDI Strategic Defense Initiative (Iniciativa de
Defensa Estratégica), proviene de un deseo de proteger a
los Estados Unidos de un golpe nuclear Soviético, basado
en algo más que en el temor del Kremlin por una represalia
norteamericana. El conseguir esa protección significa
hallar una manera de interceptar a los Misiles Balísticos
Intercontinentales Soviéticos (ICBM) en vuelo. Para
conseguirlo, los científicos han sugerido adaptar varias
técnicas superavanzadas provistas de laceres, rayos de
partículas o proyectiles que puedan ser dirigidos a
través del espacio sobre objetos en movimiento.
El presupuesto del SDI para el año en curso es de
1400 millones de dólares, y el SDI costará 26 mil
millones de dólares en el correr delos próximos 5
años. Son poco menos de 100 empleados ocupados full time ;
la mayor parte de los fondos van a investigaciones de proyectos
asignados a empresas privadas
o fabricas federales.
La meta de los Estados Unidos será lograr una
"defensa impenetrable", destinada a derribar las cabezas
nucleares del enemigo durante cada una de las fases de su
vuelo.
Recientemente el prestigioso diario estadounidense"The
Washington Post", ha revelado que Perú estaría
dispuesto a gastar 53 millones de dólares en la
adquisición de misiles Scud, aquellos de triste fama
durante la guerra del golfo, cuando Irak decidió
bombardear ciudades de Israel y Arabia
Saudita, con un alcance promedio de 540 km, evidentemente de
ingresar ese letal ingenio bélico se produciría un
grave desbalance en cuanto al equilibrio de
fuerzas que mantiene con Ecuador
país con el que sostuvo una breve guerra de poco mas de un
mes a comienzos del año 1995 por una disputa fronteriza en
la cordillera del Cóndor.
De acuerdo con las justificaciones que se escuchan y
leen en Lima, la medida constituiría una respuesta a la
anunciada adquisición de cazabombarderos Israelíes
K-fir por parte de Quito, hecho que representaría una
desventaja que puede costarle caro a Perú si Ecuador reinicia
sus hostilidades en la frontera amazónica.
Por su parte las fuerzas armadas ecuatorianas han
manifestado preocupación por informes de
inteligencia
que revelan que su vecino está adquiriendo armas y otros
elementos de guerra ( aviones, helicópteros, tanques,
transportes y algunos barcos) por 1500 millones de
dólares. Esta compra representaría
prácticamente una renovación total de sus
arsenales.
Resulta lamentable para el espíritu de unidad
americana que Perú y Ecuador hayan comenzado a transitar
el peligroso camino del armamentismo desenfrenado. Con un destino
común, (destruir el desarrollo de sus pueblos a favor de
un futuro de promisión) y escollos que, como el atraso
económico y social, lejos de ser paulatinamente superados,
parecen adquirir cada vez mayores dimensiones, resulta una
verdadera insensatez iniciar una carrera armamentista de tal
nivel. Es de esperar que el sentido común prime sobre el
delirio y que el verdadero patriotismo ayude a dejar de lado
perniciosos sentimientos de revancha colectiva.
No tendrá el esplendor de otros tiempos, pero el
negocio de las armas sigue siendo rentable en el planeta. Hay por
lo menos 20 focos de guerra en este momento en distintas partes
del mundo. El auge de las guerras focalizadas está
haciendo pasar por uno de sus mejores momentos al comercio
internacional de armas. Una paradoja, ya que la industria
armamentista atraviesa una de sus peores épocas. Mientras
las grandes industrias bélicas cierran sus puertas y
despiden a cientos de miles de técnicos y trabajadores,
los traficantes de armas disponen de grandes arsenales a precios de
liquidación. Se sabe que entre 1987 y 1992 los gastos
militares mundiales cayeron en 120.000 millones de
dólares, de los que 90.000 millones corresponden al
ahorro de EEUU
y Rusia. La industria armamentista perdió 300.000 puestos
de trabajo entre 1988 y 1991 en EEUU y los países de la
comunidad
europea también sacrificaron mas de 100.000
empleos.
Esta descripción no significa que la industria
de guerra valla a desaparecer sino que desde hace un tiempo ha
entrado en un periodo de reconversión de la que
nacerá la nueva producción militar, adaptada a
experiencias como el conflicto del Golfo Pérsico, y con un
elevado componente de tecnología informática y electrónica.
La reconversión es la palabra maldita en la
industria armamentista, en los hechos significa que millares de
hombres quedan sin trabajo de un día para el otro,
mientras todos ruegan para que aparezca un ingeniero genial que
permita fabricar rápidamente refrigeradores familiares o
juguetes mecánicos en las mismas plantas de
montajes que producen ametralladoras o misiles.
Muchas bases de la industria militar Norteamericana
tuvieron la secreta esperanza de que en las penúltimas
elecciones ganara George Bush para que el pentágono
contara con un abultado presupuesto de guerra a pesar de la
eliminación de su enemigo comunista, pero la victoria de
Bill Clinton acabó con las ilusiones. Clinton
estimó que entre 1993 y 1997 EEUU debió invertir no
más de 1 billón trescientos sesenta mil millones de
dólares en gastos militares, un recorte de 60.000 millones
sobre la estimación preliminar de Bus para este
período. La diferencia es algo mayor que la deuda externa
Argentina hacia
1993 y golpea particularmente a los fabricantes de armas, ya que
los gastos de personal u mantenimiento
de bases representan un gasto difícil de
reducir.
El consumo de armas en los Balcanes es muy veloz porque
los milicianos gastan rápidamente lo que un soldado
profesional puede conservar en bien estado durante mucho tiempo.
Desde el punto de vista de los traficantes de armas se explica
entonces que ellos prefieren las guerras civiles a los conflictos
internacionales, donde los estados recuperan plenamente su
papel. En
resumidas cuentas, que los
comerciantes de la muerte
están de parabienes en este sangriento desorden mundial
que, según ha sido prometido, es la antesala del nuevo
orden mundial.
Una encuesta
realizada en junio del 99 mostró que 73% de los habitantes
de Estados Unidos está a favor de controles más
estrictos para la tenencia de armas.
Mas de 20 ciudades iniciaron acciones
legales en las que culpan a la industria de las armas de la
asombrosa cantidad de bajas producidas por la violencia
urbana con armas de fuego y están tratando de conseguir
cientos de millones de dólares de indemnización por
daño.
El uso de armas para cometer delitos
representa mucho menos que el 1% de las armas y municiones
vendidas. La oficina de
alcohol,
tabaco y armas de
fuego (ATF) respalda el control obligatorio de antecedentes en
las exposiciones de armas.
Debido a que casi todas las grandes fábricas son
empresas de
propiedad
privada que se manejan con reserva, poco se sabe de sus ganancias
o de su facturación, pero por lo menos desde hace una
década el mercado interno de armas de fuego viene en lenta
retirada, principalmente por la declinación de la Caza
deportiva. La producción de armas en los Estados Unidos
alcanzó su pico de 5,7 millones de dólares en 1980
y promedió aproximadamente 4 millones de unidades anuales
entre 1995 y 1997.
El mercado de armas es ferozmente competitivo. En 1997
Smith & Wesson, el principal fabricante de pistolas, se
quedó con solo el 19% del negocio. Las 10 empresas que lo
siguieron se dividieron entre ellas 36% del mercado, dejando 45%
a las importaciones y a
los más de 40 pequeños productores restantes.
Sturm, Ruger & Co., la única fábrica que cotiza
en la Bolsa en los Estados Unidos, ganó solo 23 millones
de dólares el año pasado, sobre una
facturación de 212 millones de dólares, y estas
ganancias incluyen las de los negocios de la
firma no vinculados con las armas. Colt’s, que se
hundió en la bancarrota en 1994, el año pasado tuvo
ganancias de aproximadamente 6 millones de dólares sobre
ventas por
valor de 96 millones de dólares.
El futuro nunca fue tan incierto para la industria
manufacturera más antigua de los Estados
Unidos.
El Colt 45 no se venderá más en las
armerías. La fabrica que tiene 197 años, teme a los
juicios contra la venta de armas en
EEUU y producirá solo para coleccionistas, la
policía y las fuerzas armadas. La Colt 45. Inmortalizada
por John Wayne y convertida en mito por los
cowboys en el far west, se dejará de producir. Ahora Colt
tendrá que despedir a 300 de sus 700 trabajadores. En sus
años de historia, la empresa Colt
pasó por varios períodos de bonanzas y depresión.
Su primera bancarrota fue en 1842, cuando apenas había
nacido, No obstante, Samuel Colt murió a los 47
años millonario, su viuda vendió la empresa en 1901,
al calor de las
dos guerras mundiales siguió creciendo. Pero en 1955
comenzó otra vez a tener problemas. Entonces la
salvó el famoso fusil M16, que fabricó para las
fuerzas armadas, después la guerra de Vietnam
la hizo florecer pero en los años 80 entró otra vez
en crisis. En 1998 tuvo ventas de 96
millones de dólares.
La noticia de la victoria norteamericana sobre Irak fue
un tónico largamente esperado por las más
importantes empresas vinculadas a la defensa. Los representantes
de la industria se percataron de que los clientes
extranjeros golpearían a sus puertas procurando comprar
los armamentos vencedores.
Estos son tiempos pendencieros en el bazar internacional
de las armas. Los países del Medio Oriente no terminaron
de recobrarse de la guerra, pero sus gobiernos ya piensan como
prepararse para la próxima. Y los fabricantes de armas de
Europa, Estados Unidos y Rusia corren, cabeza a cabeza, ha
satisfacer los pedidos. La
administración Bush se expidió a favor del
control de armas en lo referente a misiles balísticos y
armas químicas y nucleares, pero cuando se trata de armas
convencionales, como tanques y aviones, la política
norteamericana sigue siendo permisiva.
Los esfuerzos por limitar el tráfico de armas son
tan viejos como el mismo tráfico. Después de la
Primera Guerra
Mundial la liga de las naciones produjo un informe culpando
de la contienda al voraz trafico de armas, pero los esfuerzos en
pro del desarme no llegaron a nada. El surgimiento de la Alemania nazi
demostró que las restricciones unilaterales no impiden que
las naciones se armen a sí mismas. En 1977 el presidente
Carter trató de limitar la venta de armas
convencionales, pero desistió cuando los soviéticos
invadieron Afganistán. El misil norteamericano tierra–aire Stinger
resulto un arma clave en el arsenal de los rebeldes
afganos.
Uno de los factores que impulsan actualmente al bazar de
las armas es la finalización de la Guerra Fría. En
cuanto los Estados Unidos, la Unión Soviética y
Europa Occidental reducen sus compras
militares, sus fabricantes de armas protestan por la capacidad
ociosa. Necesitan clientes de
ultramar para mantener su base industrial.
En la Unión Soviética, que es el
más grande exportador de armas, la política y los
beneficios impulsan un renovado interés en
la venta de armas.
Actualmente las ventas de armas de la Unión
Soviética son indiferentes a la ideología.
El tercer vendedor de armas, Francia, también se
preocupa. Durante la década de 1980 Irak fue el mejor
cliente de
Francia. Paris perdió la cuenta de Bagdad, pero la
mayoría de los productos franceses, elaborados en fabricas
estatales emergieron exitosamente de la Guerra del Golfo. Los
franceses se vieron inundados con pedidos de Arabia Saudita,
Bahrein, Qatar y los Emiratos Árabes Unidos.
China planea intensificar sus ventas de armas para
hacerse del dinero
necesario para modernizar sus fuerzas armadas. El comercio de
armas representó para Pekín mas de 12 mil millones
de dólares en el decenio de 1980, mas de la mitad de los
cuales se originaron en el abastecimiento a ambas partes durante
la guerra Irak-Irán. Las armas chinas son, en general,
actualizaciones de anticuadas tecnología soviética,
atractivas solamente para países que no pueden pagar nada
mejor.
La Casa Blanca anunció sus deseos de que el
Export-Import Bank garantice la venta de armas a países de
la OTAN, Japón,
Israel y Australia. Pero, el congreso sospecha que se
extenderán a países del tercer mundo que, con
frecuencia, terminan no pagando y dejándole la
adición al contribuyente norteamericano.
El trafico ilegal de armas livianas, es un negocio de
más de 1000 millones de dólares que alimenta
guerras y crímenes, y que causa un millar de muertes
diarias. Se estima que más de 500 millones de armas
ligeras, una de cada doce en el planeta, son accesibles en
mercados negros, y llegan frecuentemente a manos de soldados
niños.
Algunos países no quieren perder esta fuente de ingresos y otros
consideran cualquier medida relevante como una violación a
su derecho de defenderse. El trafico de armas es el segundo
negocio ilícito después del de las
drogas.
Las armas pequeñas fueron las predilectas en 46
de los 49 conflictos armados desde 1990, contribuyendo a cuatro
millones de muertes, el 80% de las cuales fueron mujeres y
niños.
A lo largo de unos 250.000 años –hacia
mediados del Pleistoceno nuestros antepasados inventaban ya
toscas armas que empleaban contra los animales y contra
sus semejantes- la historia de esas armas ha
sido la historia de la progresión constante de su
invención, de su mejoramiento y de su perfeccionamiento,
lograda con tan fértil ingenio maléfico que cabe
preguntarse si no es el cerebro humano la
más mortífera de las armas.
- Artículos extraídos de los Diarios:
Clarín, La Capital, La
Nación - Artículos extraídos de las Revistas:
Somos, el Correo de la UNESCO - Internet : www.monografías.com
- Enciclopedia Microsoft
Encarta 2002
Autor:
Norberto Dettler
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