Cerro Uritorco (Capilla del Monte, Córdoba, Argentina)
Sede de leyendas y rumores sobre extraterrestres, energías misteriosas y la mítica ciudad subterránea de ERKS.
Actualmente, destino privilegiado del turismo esotérico mundial.
A la izquierda: Helena Petrovna Blavatsky. Ocultista y teósofa rusa.
A la derecha: Símbolo de la Sociedad Teosófica por ella creada.
Introducción
DESDE EL PRIMER día que visité Capilla del Monte, guiado por una mirada curiosa y asombrada a la vez, la ciudad convocó mi atención de manera muy particular. Fue como resucitar las viejas y ya muertas creencias adolescentes que habían consumido muchas de mis horas, hacía ya más de treinta años. Es que la convivencia sin contradicciones con supuestos extraterrestres, sabiduría oriental, espiritualismo, mancias de todo tipo, terapias alternativas y seres intraterrestres provenientes en la ciudad de ERKS (manteniendo contacto fluido con los habitantes de la localidad cordobesa) me retrotrajeron a los días en que era un "creyente convencido"; y confieso que no dejé sentir cierta nostalgia por la inocencia pérdida.
También llamó mi atención el modo en que la literatura de divulgación científica se acopló, sin demasiada crítica a las historias y fenómenos señalados, divulgando a los cuatro vientos esas características tan especiales de la región. Tan únicas que terminaron convirtiéndola en un polo de turismo alternativo de primer orden a nivel mundial.
En ese sentido, Capilla del Monte es única en todo el país, logrando generar una mitología que ninguna otra localidad ha conseguido de manera tan certera y duradera. Por eso, indagando en los rumores, creencias y personajes emblemáticos locales que contribuyeron a erigirla en lo que hoy es, me surgió la duda sobre el origen lejano de todo ese interesante fenómeno social. Al principio creí encontrarlo en un suceso acaecido en enero de 1986: el supuesto aterrizaje de una nave extraterrestre en las inmediaciones del Cerro Pajarillo, vecino a la ciudad, y en la enorme huella que dejara visible (hoy desaparecida).
Ese suceso puso a la localidad en la primera plana de todo el mundo, transformándola en la Meca de la ufología nacional e internacional. Pero si bien es cierto que la Marca del Pajarillo es un mojón ineludible y explícito en la historia local (actuando como catalizador de un proceso que terminó convocando energías misteriosas de todo tipo) la pregunta respecto del sustrato previo sobre el que se levantó todo el asunto me siguió rondando la cabeza.
Aquellos que llegaron a Capilla del Monte a partir de 1986, y teorizaron sobre el Uritorco y las capacidades mágicas de la región, traían consigo creencias que eran parte de una tradición mucho más antigua, en la que germinaron gran parte de las bases teóricas que circulan en la actualidad. Es que detrás de los principales divulgadores del tema asoma la cabeza una escuela esotérica cuyos orígenes estuvieron muy lejos de las sierras cordobesas. Me estoy refiriendo a la teosofía, una corriente de pensamiento que alimentó (y alimenta) todo el imaginario de la mitología uritorqueana.
Que en una sola región confluyeran tantas ideas irracionales, siempre presentadas bajo un barniz científico que populariza y tergiversa el discurso de la ciencia real, divulgando fantasías como si fueran verdades absolutas, también llamó profundamente mi interés.
Lo que voy a tratar de explicar en el siguiente trabajo es el origen de la actual cosmovisión premoderna, holística e impregnada de pensamiento mágico que se observa en la localidad de Capilla del Monte (Córdoba), sita a los pies del famoso Cerro Uritorco. Por esa razón, me valdré de la palabra "uritorqueana" (un neologismo que me permito usar) a fin de simplificar todas las referencias que haga de ella.
Y fue una tarde de otoño, charlando con Alejandro Agostinelli (periodista especializado en el análisis sociológico del fenómeno ovni), cuando nació la necesidad de escribir este breve artículo.
Buenos Aires,
Junio 2016
La teosificación del Uritorco
CAPILLA DEL MONTE se ha sobre-espiritualizado. Las energías de la "buena onda" han cooptado el lenguaje cotidiano, la publicidad local, las vidrieras de los negocios, incluso los slogans oficiales lanzados por el municipio para estimular el turismo.
La Naturaleza parece haber cobrado vida propia y conciencia de sí misma. Se tutea al Uritorco, se habla con las plantas y con la Madre Tierra. El animismo pulula por doquier y una visión holística, implantada hace ya varios años, pretende aunar todo con todo, religar al hombre con su entorno, dentro de una concepción mágica de la realidad que nos retrotrae a tiempos premodernos.
La cosmovisión uritorqueana, por más distante que diga estar de la denigrada ciencia oficial, apoya sus argumentos y teorías espiritualistas en un discurso que no desecha en absoluto lo científico. Por el contrario busca su apoyo en él. El sólo hecho de titularizar a sus gurús con títulos universitarios (doctor, profesor), aún siendo acreditaciones apócrifas, es una evidencia clara del deseo y necesidad de legitimarlos a través de un sustento académico serio, que sólo la ciencia puede dar.
Como la Teosofía, desde fines del siglo XIX, los uritorqueanos pretenden fusionar ciencia con espiritualidad; y así, la física, la química, la matemática, la antropología, la sociología y la historia (entre otras de las disciplinas duras y blandas del espectro científico) son convocadas en artículos, libros, congresos y convenciones que se celebran en el pueblo, guiados por el afán de elevar el status de sus conocimientos y prédicas; por más que éstas giren en torno a temas que la llamada "ciencia oficial" descarta de plano.
No es extraño, pues, la constante alusión a la NASA y a sus aparentemente siempre sabios científicos, cuando lo que se persigue es darle apoyo a alguna idea (por estrambótica que resulte).
Ser astronauta, físico-químico o biólogo titulado es una carta de presentación más que legítima a la hora de disertar sobre extraterrestres, ciudades subterráneas (ERKS) o misteriosas fuerzas dimensionales que convierten al Uritorco y todo su entrono en una gran puerta a otros mundos. Como puede verse, todo es un complemento perfecto tendiente a avalar la falacia del experto.
Por su parte, el anti-materialismo-positivista se presenta de manera clara en los argumentos que los uritorqueanos despliegan cuando son criticados. El rechazo expresado a la mirada materialista de la realidad une sus fuerzas a otra más ideologizada, conservadora y enemiga de la izquierda atea que reduce todo a lo concreto y a la que le adjudican una perspectiva limitada, de mente estrecha y corto alcance, aún cuando conservan la visión teleológico y optimista que el relato marxista tuvo hasta hace poco tiempo.
El paraíso comunista en la Tierra, desechado por los ideólogos uritorqueanos clásicos, se mantiene en la cosmovisión a pesar de todo; aunque desmaterializado y barnizado con una profunda capa espiritual. Incluso, las características inmateriales que dicen tener los Maestros Superiores de ERKS, devenidos en luces o energía psíquica concentrada, apoyan lo que sostenemos.
La Escuela de Erks, según la imaginación del artista Sergio Menossi
Otro principio teosófico de fuerte presencia en el universo capillense es el evolucionismo, tan en boga cuando la Sociedad Teosófica fue creada en 1875.
Las razas aludidas en numerosos libros uritorqueanos pretenden demostrar que la evolución no es únicamente física, sino también espiritual. El darwinismo, interpretado erróneamente como un progreso continuo, queda simplificado en un mero devenir del espíritu.
Todo este discurso, que resalta los distintos estadios del alma, tiene sus fundamentos en ciertas doctrinas orientalistas traídas a occidente por la teosofía. La más importante tal vez sea la creencia en el poder efectivo del karma, es decir, en el mejoramiento espiritual del hombre a lo largo de diferentes y sucesivas vidas, teniendo en cuenta las buenas o malas acciones del individuo en la vida presente. Por ende, la reencarnación y sus consecuencias morales se injertan en el supuesto mejoramiento evolutivo de los seres humanos, llevándonos otra vez a la Idea de Progreso, tan propia de la centuria decimonónica.
Los distintos protagonistas (reales e imaginarios) de la mitología uritorqueana poseen un grado de elevación evolutiva que se orienta a lo que la New Age ha denominado "estadio álmico". Todos son Almas Grandes. Mahatmas, como gustaba llamarlos Madame Blavatsky en sus dos libros más emblemáticas, Isis sin Velo (1877) y La Doctrina Secreta (1888). Según esta manera de ver las cosas, esas almas elegidas serían los guías necesarios para concretar un mundo mejor.
Este intento por reflotar una cosmovisión optimista y moribunda tras las dos guerras mundiales del siglo XX, y de cuya crisis nacieron las concepciones mágicas e irracionales que sostienen las creencias uritorqueanas, es de por sí un dato interesante a tener en cuenta. Que los delirios incongruentes sean repetidos sin que a nadie le tiemble el pulso como consecuencia del fin de ese otro relato fundacional, el iluminista, es algo entendible; pero que ese proyecto, en teoría enemigo del andamiaje irracionalista, sea el sustento que alimenta y justifica la cosmovisión uritorqueana, es por demás sugestivo; y nos recuerda aquel doble pensar orweliano por medio del cual se cambiaba el sentido originario de palabras y frases, tergiversando el diccionario de tal modo que, ante la falta de parámetros teóricos claros, todo se vuelva verosímil y posible. Entre ellas, el advenimiento de un Hombre Nuevo. Una nueva raza (dirían los teósofos) que entraría en la historia de la mano de alienígenas e intraterrestres para concretar (como en ERKS) el ideario de una Fraternidad Universal basada en el amor, la tolerancia y la convivencia pacífica entre hombres y seres de otras galaxias.
Pero de acuerdo con la creencia uritorqueana, no todos estaríamos preparados para dar semejante gran paso. Los niveles de conciencia, a través de los cuales el iluminado explicita su proyecto elitista, dejan a muchísima gente afuera. No todas las almas han quemado suficiente karma. Sólo unos pocos privilegiados serán los beneficiarios de semejante bendición.
Así, de la misma manera que la teosofía explicaba y justificaba las desigualdades sociales y económicas en términos kármicos, los uritorqueanos, haciendo gala de una ideología claramente conservadora, imitaron los mismos argumentos y los hicieron propios; auto-arrogándose la tarea de alumbrar al mundo, llevando a los neófitos por el sendero verdadero y actualizando un paternalismo filantrópico más que explícito.
La crítica al materialismo, tanto como la prédica al desapego (uno de los ideales más altos del budismo) devinieron en doctrina vacías. Sólo las personas que tenían las necesidades básicas más que satisfechas eran capaces de defender esos ideales. De ahí que haya sido mayoritariamente una clase media-media-alta y educada formalmente la que comulgue con el proyecto y pasara a componer los cuadros que ritualizaban ese anhelo, en ceremonias (pagas), celebradas en el área de influencia del sagrado cerro cordobés.
En el universo capillense-uritorqueano nada se da al azar. Las casualidades no existen. Todo está escrito o digitado por fuerzas superiores que anulan la posibilidad de que las cosas se den porque sí. El cosmos se mueve por el principio (también teosófico) de la causalidad, que nos lleva una vez más a las consecuencias kármicas del hinduismo.
Todo se da por algún motivo oculto que pocos conocen o intuyen. Todo es efecto de una causa trascendente. Aún las situaciones más cotidianas son interpretadas bajo esa perspectiva. Por algo será, es el lema.
Para los uritorqueanos, el que busca encuentra. Clave necesaria para mezclar todo con todo y establecer conexiones entre sucesos aleatorios o datos sin sentido (apofenia).
Esta convicción, que también tiene un origen teosófico, parte de la seguridad de que todas las disciplinas del conocimiento confluyen en una única teoría o cosmovisión, que resume a todas las leyes naturales; y que el universo entero puede encontrarse en las manifestaciones más pequeñas. La analogía se convierte de este modo en la piedrita de toque para establecer omnipresentes conexiones y una de las más interesantes es la que se establece entre el pasado y el presente.
La famosa huella del Cerro Pajarillo y Madame Blavatsky
Dos mundos unidos por una misma doctrina
En historia hay una verdad de perogrullo, y es que en las épocas pretéritas encontramos las herencias culturales del presente. Pero la teosofía se arriesga a mucho más y difunde la falacia de que los conocimientos actuales ya habían sido conseguidos en el pasado más remoto, atribuyéndoselos a civilizaciones ficticias, como la Atlántida, Lemuria o incluso civilizaciones extraterrestres, miles de años más antiguas y avanzadas que la nuestra.
Como era de preveer, escritores inescrupulosos, como el ya célebre Erich von Däniken (fuente en la abreva Guillermo Terrera), no tardaron es subirse a este tren para difundir arriesgadas hipótesis que defienden a una pseudo-neo-arqueología que busca (¡y encuentra!) pilas prehistóricas, motores antediluvianos, generadores de energía telúrica en el neolítico y (obviamente) naves voladoras extraterrestres en las representaciones artísticas de culturas precolombinas, entre otras.
Tintín y Orfelio Ulises: imaginarios viajeros por el Tíbet.
(Pintura de la derecha: autor Sergio Menossi)
Mucho antes de que Tintín (el célebre reportero belga del cómic europeo) recorriera sus alturas en busca del Yeti, el Tíbet se transformó en el destino místico que teósofos e iniciados de otras escuelas ocultistas eligieron como lugar ideal en donde aprender, de la mano de una Hermandad de Maestros Espirituales, todo lo referido a las doctrinas esotéricas que, según ellos, conservaban los fundamentos mismos de la antigua y verdadera religión. Y no fueron pocos los místicos uritorqueanos que afirmaron haber imitado a Helena Blavatsky en ese mentado viaje iniciático.
Lhasa, capital de Tíbet, 1916
Tanto Ángel Acoglanis (fundador del culto a ERKS) como el evasivo Orfelio Ulises (descubridor del objeto de poder más emblemático de Capilla del Monte, el Bastón de Mando de los Comechingones) adujeron visitar el Tíbet en momentos de su formación espiritual, y haber adquirido allí la sabiduría que les permitiera entablar contacto con las entidades superiores del Cosmos descubriendo el potencial mágico que tienen ciertas palabras (mantras) y reliquias arqueológicas, con las cuales sería posible cambiar el destino de la humanidad, inaugurando un Nuevo Orden Universal.
Si bien nunca se probó que los dos personajes nombrados hayan realizado el viaje que mencionan sus acólitos, el Tíbet guardó, desde fines del siglo XIX, un halo de misterio que, como Machu Picchu décadas más tarde, terminó convirtiéndolo en una referencia obligada a la hora de legitimar la sabiduría que decían portar.
Orfelio Ulises con el Bastón de Mando (izq.) y Ángel Cristo Acoglanis entonando mantras (der.).
Dos de los más conspicuos uritorqueanos que aseguraron (sin dar prueba alguna) haberse
formado en monasterios del Tíbet, durante la primera mitad del siglo XX.
El viaje, como institución superadora, iniciática y de autoconocimiento, así como la presencia de Maestros destinados a revelarles al mundo Verdades Absolutas (y olvidadas), se transformaron en lugares comunes dentro del discurso esotérico.
Oriente se acercaba a Occidente; y por intermedio de la Hermandad Blanca del Tíbet, oculta en recónditos e ignotos parajes (incluso subterráneos), podía accederse a registros antiquísimos (como los Akásicos) que traían a la luz la verdadera historia de la Humanidad, en la que (como era de preveer) se mezclaban realidades y fantasías en partes iguales. Fue así como emergió el dogma teosófico de la Siete Razas (del cual los uritorqueanos realizaron sus propias adaptaciones).
Según Blavatsky, habrían existido cuatro razas antes que la nuestra y dos más por venir; sintetizando así el espectro completo de la evolución humana.
Como se puede advertir, nada de todo esto es comprobable, quedando todo circunscripto en un mero asunto de fe. Sólo el conocimiento de la doctrina secreta aprendida en el Tíbet sería el vehículo necesario para esclarecer el verdadero proceso evolutivo de nuestra especie; y por tanto, secretismo, elitismo y misterio, se convierten en el trío perfecto a la hora de desarrollar esa exaltada premisa teosófica.
La primera raza estaba constituida por seres etéreos, compuestos de niebla y fuego.
La segunda raza habrían sido los que Guillermo Terrera denominó hiperbóreos, seres que habitaban en la región que hoy se correspondería con el Ártico, Groenlandia y la península de Kamchatka.
La tercera serían los lemurianos, habitantes del perdido continente de Lemuria, ubicada en las inmensidades del océano Índico.
La cuarta raza habría estado formada por los atlantes, provenientes de la mítica Atlántida y con una antigüedad de 80.000 años.
La quinta raza es la actual, la nuestra. Blavatsky la llamó aria, "la raza blanca del globo"; condenada a seguir evolucionando en dos razas más. La sexta, caracterizada por el enorme desarrollo espiritual y la adquisición de un sexto sentido, con capacidades que hoy llamaríamos paranormales en una época en la que el materialismo iría perdiendo poder e influencia.
Y finalmente, la séptima raza, que se caracterizará por un completo y absoluto desarrollo moral y psíquico. La verdadera cumbre en el avance de los sentidos humanos (los hombres-dioses). Y lo más interesante de todo, según Blavatsky, florecerá en el lejano continente Sudamericano. Lo que nos lanza a encontrar muchísimas de estas ideas en los textos uritorqueanos que se escribieron desde la década de 1970.
Las 7 razas. Los 7 mundos posibles
Palabras finales
La bibliografía uritorqueana es vasta y heterogénea. En ella es posible encontrar de todo. Desde escritos cuasi-sagrados, productos de la pluma iluminada de los primeros gurús (como por ejemplo Los Diarios de ERKS de Ángel Acoglanis o El Valle de los Espíritus de Guillermo Terrera) hasta verdaderos bodrios literarios que sólo rescatan la veta ufológica del asunto, centrando la atención en las observaciones de luces extrañas y objetos voladores no identificados que se denuncian en la región; atendiendo muy especialmente al famoso episodio del cerro Pajarillo y su huella.
Contenidos populares y elitistas, exotéricos y esotéricos, están a disposición del interesado en el tema. Pero no importa cuán variada sea esta producción, ni la calidad argumentativa de la misma. Toda ella, explícita o implícitamente, retoma, reproduce y manipula ideas, conceptos, ejemplos y doctrinas que la Sociedad Teosófica importó a nuestro país a partir de la década de 1890.
A fin de ejemplificar lo que acabo de decir, paso a enumerar algunos de elementos comunes que teósofos y uritorqueanos comparten hasta el día de hoy.
La idea de una evolución espiritualizada, que va de lo material a lo inmaterial, seguida por todos los seres a través de sucesivas épocas (rondas) y de la que los habitantes de ERKS (seres de luz) serían el más claro reflejo evolutivo.
El viaje como institución superadora de la personalidad y rito de iniciación.
El Tíbet como centro energético universal y lugar de peregrinaje de los principales místicos de ambas corrientes.
La necesidad de una iniciación o segundo nacimiento a través de ceremonias mistéricas para alcanzar un status más alto (elitista) que hace del secretismo una de las notas más importantes. En otras palabras: esoterismo.
La existencia de maestros inmateriales, etéreos, responsables de todo lo que sucede en el universo (cuya base se encuentra en la leyenda del Rey del Mundo).
Ciudades secretas a las que sólo los puros de corazón pueden ingresar (Erks, Shambalá, Shangri-La, Paititi, Ciudad de los Césares).
Milenarismo y pensamiento teleológico.
Optimismo ingenuo, que reproduce la Idea de Progreso presente desde el siglo XVIII, aunque en baja desde 1914.
La creencia en el poder mágico de las palabras (mantras).
La utilización de un lenguaje cósmico, secreto y conocido únicamente por los iniciados (Irdín en el caso uritorqueano y el Censar en la teosofía) por medio del cual se pueden abrir puertas a otras realidades superiores.
La práctica de la meditación como camino que conduce al contacto con seres de otras dimensiones (o planetas) y que facilitaría el acceso a las capacidades telepáticas que todos tendríamos en potencia.
Elementos propios del espiritismo de Alan Kardec.
Mezcla de doctrinas occidentales y orientales.
La creencia en el karma y la reencarnación.
El convencimiento de que el conocimiento verdadero estaba presente en las culturas más antiguas, como sería el caso de los aborígenes Comechingones de los valles de Córdoba, poseedores (según Guillermo Terrera) de una elevación espiritual luego olvidada. Amén de considerarlos descendientes de una raza hiperbórea pre-aria, caracterizada por tener piel blanca, ojos claros y barba (fenotipo nórdico).
Presencia de un racismo latente con inclinaciones ideológicas eurocéntricas y conservadoras.
La creencia en la inminente llegada de una Nueva Era, y con ella de un Hombre Nuevo, desencarnado y de pura energía.
Preeminencia del principio de causalidad, descartando el azar.
Una mirada holística, animista y panteísta del universo.
La naturalización de lo sobrenatural y la actualización del pensamiento premoderno, en permanente lucha contra la herencia de la modernidad iluminista.
Convencimiento del poder de la magia para manipular a distancia la naturaleza.
El uso del lenguaje científico, acomodado en función de las creencias precedentes, para legitimar las doctrinas ocultistas en las que se apoyan.
Presencia de ideas catastrofistas (fin del mundo), aunque con la presencia de una instancia superadora que convertiría a los extraterrestres, seres de luz y hermanos superiores en los salvadores de minorías escogidas.
Teorías conspirativas que explican las causas de la ignorancia en las que están sumidas (y sometidas) las masas.
La creencia en mundos subterráneos donde se resguardaría el verdadero conocimiento cósmico.
El valor de las reliquias antiguas (el Bastón de Mando de los Comechingones, como ejemplo vernáculo).
La posibilidad de una futura fraternidad universal, fundada en el amor, la tolerancia y la vida en común.
Invito al lector interesado a buscar los principios teosóficos arriba indicados en los textos que giran en torno al Uritorco y su mitología derivada. Podrá así observar cómo, raíces poco conocidas devenidas de un occidente orientalizado, han marcado a fuego el discurso místico y los asombrosos contenidos que siguen divulgando las empresas de turismo de Capilla del Monte.
Un lugar mágico, por cierto.
FJSR
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Autor:
Fernando Jorge Soto Roland*