La obra periodística de Evaristo Izcoa Díaz durante los últimos tres años del régimen español en Puerto Rico
Introducción
"Al periodismo debe Puerto Rico el grado de cultura y libertad que hoy posee".[1] Estas palabras del periodista decimonónico Mariano Abril reflejan el verdadero valor de la labor periodística de finales del siglo XIX.
A partir del año 1890, el periodismo puertorriqueño comienza una nueva época completamente distinta y más enérgica que en tiempos anteriores. En la prensa de esa década se multiplican las polémicas, los puntos de vista y las preocupaciones por los problemas en la vida política, económica y social de Puerto Rico. Se desarrollan recursos más variados para la producción y distribución de los diferentes periódicos del país. Ejemplo de esto es el auge de los anunciantes como fuente de financiamiento para los periódicos, y la mayor circulación de éstos por toda la Isla.
Muchos de los periodistas de esa década concentraron su atención en la situación política y social de las clases media y baja. Algunos de éstos periodistas se destacaron por su particular dedicación a denunciar la mala administración del régimen y los atropellos que cometía la clase alta, compuesta por ricos terratenientes, grandes comerciantes y militares españoles, contra las clases obrera y campesina.
A los problemas que enfrentaba el pueblo de Puerto Rico durante esa época se le sumaron las pugnas políticas entre autonomistas y conservadores. Esto dificultaba en gran medida el que Puerto Rico pudiese obtener una mayor autonomía o que tan siquiera lograra equiparar sus derechos políticos con los de Cuba. Los grupos que abogaban por la independencia del país enfrentaban grandes obstáculos para concretar su ideal. Esto, por la estrecha vigilancia del gobierno colonial y la falta de consolidación económica.
El sector periodístico que simpatizaba con los ideales separatistas tuvo que soportar la política coercitiva del gobierno español en contra de la llamada "prensa subversiva". El régimen español disponía de instrumentos judiciales, tanto civiles como militares, para imponer la censura, ejercer una persecución sistemática, y el encarcelamiento cuando así el régimen lo consideraba. Estos procesos, arbitrarios en su mayoría, se efectuaban a pesar de haber sido legalmente abolidos.
La persecución y censura contra la prensa no impidió que continuaran desarrollándose en diferentes pueblos de la Isla periódicos de crítica y protesta contra el régimen. Se puede señalar a la ciudad de Ponce como uno de los lugares de mayor actividad criolla y liberal, y donde más se concentraban los jóvenes de tendencias separatistas en esa época.
"La Bomba" de Evaristo Izcoa
Entre los jóvenes que se motivaron a alcanzar sus ideales trasladándose a Ponce, se encontraba Evaristo Izcoa Díaz, que a pesar de haber nacido en Toa Alta, fue en Ponce donde desarrolló su carrera como periodista.
Evaristo Izcoa Díaz quien pese a ser hijo de un Alcalde de Morovis, la orfandad a temprana edad lo hizo partícipe de la pobreza, [2]fue educado por maestros privados durante su niñez.[3] La carrera periodística de Izcoa comenzó en su pueblo natal de Toa Alta. Sin embargo, ya para el mes de septiembre de 1893, y habiéndose trasladado al pueblo de Ponce, su amigo Luis Muñoz Rivera lo recibe con las siguientes palabras publicadas en su periódico La Democracia:
"Desde ayer trabaja como empleado en la administración de este periódico nuestro joven y amigo Don Evaristo Izcoa Díaz, inteligente y enérgico, corresponsal de La Democracia en Toa Alta El señor Izcoa viene a residir a Ponce y al ofrecerle un sitio junto a nosotros, le reiteramos, una vez más, el testimonio de nuestro afecto, que supo ganarse con su independencia de carácter y con su patriótica virilidad".[4]
Izcoa decidió separarse del periódico La Democracia, después de haber laborado en este alrededor de un año y cuatro meses. Esta decisión respondió a su deseo de poseer su propio periódico, para así poder mantener su independencia de criterio y no estar comprometido con partido político alguno.
El 7 de febrero de 1895 salió a la calle el primer periódico de Evaristo Izcoa, titulado La Bomba. El mismo se publicaba los martes, jueves y sábados, y constaba de cuatro páginas. En sus comienzos se distribuía por medio de suscripciones mensuales y por venta al detal a un centavo, en la barbería de Don Luis Príncipe, en la calle Isabel esquina León.[5] En esa misma calle, en el número 18, Izcoa radicó las oficinas de su periódico.
A tono con el nombre de su periódico, Izcoa tituló sus secciones, "Bombardeos", "Estallidos", "Pólvora y humo", "Metralla", y "Bombas y Bombos", apareciendo sus editoriales en la primera de estas.
El propósito de La Bomba, estaba íntimamente ligado a las necesidades del pueblo, en especial a las de la pequeña burguesía y las clases profesional y obrera. Esto lo vemos en las denuncias que hacía Izcoa de los atropellos que se cometían contra estos grupos. Sobre la razón de ser de su periódico, Izcoa escribió:
" La Bomba salta al estadio. Si revienta- y es muy posible-reventará sobre el abuso que viste traje de autoridad, sobre la concupiscencia que se sube con lampos de honradez; sobre los que oprimen al pueblo con sus poderes arbitrarios ó le seducen y le engañan con sus infames mentiras Órgano del pueblo es porque con el pueblo se identifica y al pueblo se propone defender y no tremola más bandera que la bandera del pueblo; bandera pobre, sin matices, negra, sombría; pero bandera sin mancha de deshonra." [6]
Desde su inicio, Izcoa puso su periódico a disposición del pueblo, y alentaba a sus corresponsales de toda la Isla a remitirle todos aquellos asuntos que afectaran de un modo u otro la vida y el quehacer de los ciudadanos. Al leer los ejemplares de La Bomba, son notables los señalamientos que hace Izcoa al gobierno colonial para que corrijan serias fallas en la administración pública, en la salud, en la economía, y en las obras públicas municipales.
El estilo arrojado y poco convencional utilizado por Izcoa para hacer sus señalamientos y críticas alarmó al gobierno español, que inmediatamente lo señaló como peligroso. Sin embargo, tanto lectores del pasado como lectores del presente coinciden en que sus escritos no representaban amenaza alguna para el gobierno colonial.
El gobierno español en Puerto Rico inició acciones represivas en contra del periódico de Izcoa, encarcelando a su fundador y director, y secuestrando la edición de su primer número del 7 de febrero de 1895. Evaristo Izcoa fue sometido a prisión provisional y se le fijó una fianza de 500 pesos en metálico o mil pesos en propiedades. Esta acción judicial causó gran indignación entre la prensa liberal de la ciudad de Ponce y del resto de la Isla. Esto por la inconstitucionalidad del tratar de amordazar la prensa.[7]
Izcoa estuvo alrededor de quince días en prisión, hasta que el Juzgado de Instrucción lo puso en libertad. Regresó a sus labores con la misma dedicación y haciendo hincapié en que "los atropellos cometidos contra su persona no lo desviarán de su misión", de continuar denunciando los abusos que engendra el despotismo.
El gobierno, que tal vez pensó que con lo ocurrido Izcoa se amilanaría, recibió una explosiva respuesta. En las columnas del quinto número de La Bomba del 9 de marzo de 1895, Izcoa atacó al régimen. Esto llevó a que Izcoa fuera encarcelado nuevamente, y se le exigieran 5,000 pesetas de fianza. Estando preso, el gobierno le incautó a Izcoa la edición del 21 de marzo del 1895, por haber escrito un artículo a la revolución en Cuba la cual había comenzado el 24 de febrero de ese mismo año[8]Además, el gobierno le confiscó los moldes tipográficos. Esta acción fue denunciada como ilegal por el periódico La Democracia.[9]
Durante su estadía en la cárcel, y antes del juicio, Evaristo Izcoa fue sometido a una estricta vigilancia, y privado de leer su correspondencia, sin antes ser revisada por el alcalde de la prisión, el Sr. Aniceto Lerma. Esta medida fue duramente criticada por la mayoría de los periódicos en los que se especulaba que ésta obedecía a órdenes superiores y no a decisión del Sr. Lerma.
Mientras el director del periódico La Bomba permanecía encarcelado, fue nombrado administrador de este periódico el Sr. Zoilo Rodríguez, y de la redacción y dirección se encargó interinamente el Sr. Rafael R. Muñoz. A mediados del mes de abril de 1895 también Muñoz tuvo problemas con la justicia y enfrentó cargos por desobediencia y circulación clandestina.
El 18 de abril de 1895 Evaristo Izcoa fue citado a una vista oral para responder ante el Juez de Instrucción, el Sr. Eduardo Rodeiro, por los cargos de "sedición para la rebelión". Izcoa nombró como sus defensores a los licenciados Arturo Aponte y José de Guzmán Benítez. El fallo judicial fue adverso al acusado, ordenándose su encarcelación en el calabozo del Castillo de Ponce y sin derecho a fianza. De acuerdo con las leyes españolas, el delito de rebelión imputado a Izcoa requería un juicio por las autoridades militares. Es por esto que fue trasladado a la prisión de San Juan a principios de agosto de 1895. El 21 de ese mismo mes fue sometido a un Consejo de Guerra en el Cuartel de Ballajá, donde fue condenado a doce años de prisión mayor en España. Este acontecimiento convirtió a Evaristo Izcoa a ser el único periodista puertorriqueño que estuvo preso por sus ideas y convicciones políticas en una prisión de la península.
El hecho de que Evaristo Izcoa haya sido enjuiciado por un tribunal militar en vez de uno civil, enviado a cumplir su excesiva condena a Valladolid España, el mal trato sufrido durante el viaje, y sus estadías en diferentes prisiones[10]todo ello por expresar por escrito sus ideas, lo cual estaba garantizado por la Constitución Española, es muestra de la persecución mal intencionada de los funcionarios del gobierno colonial.
Las severas condiciones bajo las que Izcoa Díaz cumplía su condena llevaron a que la prensa y la opinión pública de la Isla levantaran su voz en apoyo a este. Por ello, destacados periodistas y líderes políticos gestionaron con el gobierno español la concesión de un indulto para Izcoa. El mismo se obtuvo en abril de 1897.
Aproximadamente diez meses más tarde, Izcoa regresó a Puerto Rico en el mes de abril de 1898. Después de haber sufrido múltiples atropellos en la prisión de Valladolid, Izcoa con ánimo inquebrantable, vuelve a emprender su lucha contra el régimen español. En septiembre de 1898 inició una segunda época de su periódico La Bomba. La función de servicio al pueblo con que inició este periódico, continuó sin alterarse en esa segunda época. Izcoa continuó denunciando los problemas municipales de Ponce, que más o menos seguían siendo los mismos, desde la administración de Eduardo Armstrong en 1895, que bajo el alcalde Ulpiano Colom en 1898.
El periódico La Bomba incorporó en su administración al Sr. J. Rodríguez Fleites en calidad de redactor. También trasladó sus oficinas al número 17 de la calle León. La gran acogida que tuvo La Bomba en Ponce durante esta segunda época obligó a que se aumentara su tirada a 4000 ejemplares, y que se pusiese a la venta en cuatro establecimientos adicionales.[11]
A pesar del aumento en la tirada y un incremento en el precio, a cuatro centavos, el periódico confrontó problemas de financiamiento ya que la gran mayoría de los anunciantes permanentes durante la primera época se retiraron en la segunda época, inclusive el espacio donde se anunciaba el libro Miscelánea, de su padrino José Pablo Morales Miranda.[12] Otro factor adverso al periódico, pero que no afectó su publicación, lo fue el hecho de carecer de su propia imprenta. Según el propio Evaristo Izcoa, los redactores de este periódico tenían que ir de imprenta en imprenta, hasta encontrar una donde le facilitaran imprimir sus artículos. Ello porque muchas de las imprentas les negaban sus servicios por temor a represalias gubernamentales.[13]
Durante la carrera periodística de Evaristo Izcoa Díaz, este siempre mantuvo su integridad ideológica, sus altos ideales, sus arraigados valores morales, y su firme compromiso con el pueblo. La personalidad de Izcoa, catalogada por algunos como violento y arrogante, y por otros como valiente y arrojado, en el fondo refleja su profundo compromiso con los principios de la "Francmasonería", de la cual era miembro, de practicar el bien y rechazar la maldad, la injusticia, la humillación, y las condiciones negativas que impidan el alcanzar la plena libertad.
En sus escritos, Izcoa plasmaba su sentir patriótico, moral, y como hombre del siglo XIX, sus creencias liberales y nacionalistas. Él creía en la libertad de los pueblos por medio del esfuerzo nacional, por medio de la lucha de todas las clases sociales, y más importante aún, por medio de la educación.[14]
Izcoa recalcaba en su periódico el deber de la prensa para con el pueblo. Deber de luchar por los derechos legítimos y los intereses generales. Para Izcoa, la prensa era útil al estado ya que recogía las quejas y el sentir del pueblo; pero el régimen español hacía caso omiso ante los reclamos, y en ocasiones se dedicaba a castigar a las publicaciones que hacían dichos señalamientos, como en el caso de unos números de La Bomba destinados a distribuirse en toda la Isla y que fueron interceptados por las autoridades españolas evitando su distribución.
En los últimos meses del régimen español en Puerto Rico, Izcoa señala en su periódico las falsas acusaciones contra puertorriqueños por delitos cometidos por peninsulares que buscaban desprestigiar a los criollos. El periódico La Bomba también arremetió contra la prensa española, que continuamente publicaba artículos insultantes y llenos de improperios contra los puertorriqueños.[15] Izcoa también recrudeció sus críticas al régimen colonial en Puerto Rico, ya que los funcionarios españoles comenzaron a saquear las instituciones públicas de la Isla como respuesta a la ocupación estadounidense. En la mayoría de sus artículos, Izcoa denunció la rapacidad de los funcionarios gubernamentales que se dedicaban primordialmente a enriquecerse y a vender las propiedades públicas.
Tal era la situación del país como consecuencia del saliente régimen español, que al establecerse la ocupación estadounidense en 1898, Izcoa la veía, en aquel momento, como la forma de corregir los desmanes.[16]
Al finalizar la dominación española en Puerto Rico, Evaristo Izcoa la despidió diciendo:
" La odiosa dominación española desaparece de América por obra y gracia del machete cubano y los cañones de los Estados Unidos, llevándose como triste trofeo las maldiciones de los redimidos. Nos dejan al partir, su idioma, algo de sus costumbres y muchos de sus vicios".[17]
Las palabras utilizadas por Izcoa al despedir el régimen español contienen el sentir y la rebeldía de este personaje, tantas veces perseguido y castigado por el gobierno colonial español. Izcoa dejó estas injusticias plasmadas en sus artículos y en un manifiesto titulado "Mi calvario", que actualmente esta desaparecido.
Conclusión
En el siglo XX, las opiniones sobre Evaristo Izcoa Díaz, su personalidad, y su labor como periodista, varían. En los 1940"s, Antonio S. Pedreira consideraba a Izcoa como un hombre de carácter y buena voluntad, pero no un talento.[18] Por otro lado Roberto H. Todd tenía una opinión totalmente distinta. Todd consideraba la obra periodística de Izcoa como atrevida e imprudente, solo atribuible a un "loco".[19] Carlos Orama Padilla, refutando de forma expresa a Roberto H. Todd, tenía una opinión más positiva y realista sobre la persona de Izcoa, manifestando que este era un periodista franco y valeroso que defendió su verdad y supo afrontar los problemas de la colonia frente a la metrópoli.[20]
Finalizando la década de los 1940"s, Antonio Mirabal presentaba una opinión de Izcoa con tintes románticos, en la que resaltaba la honradez, la nobleza y la justicia en la indomable personalidad de este periodista; a la vez que le comparaba con personajes "visionarios" de la historia. Mirabal llamaba incomprensivos a los compatriotas que se expresaban de Izcoa en forma despectiva.
A mediados de los 1970"s, Victor Gil de Rubio, en su libro Periodismo patriótico de Evaristo Izcoa Díaz, presentó una imagen más fiel a la realidad, porque decía que Izcoa no era ni fanático, ni loco, ni ignorante como otros aseguraban. Pero a pesar de esto, lo señalaba como una persona rebelde, temeraria y arrogante.
A través del análisis de los artículos periodísticos de Evaristo Izcoa Díaz durante los últimos tres años del régimen español en Puerto Rico, se obtiene una visión mucho más clara de su trabajo como periodista, como dueño de un periódico en el Puerto Rico de finales del siglo XIX, de la perspectiva que poseía Izcoa sobre los problemas de su tiempo y la forma en que los enfrentó. Además, se captan sus valores y sus creencias ideológicas, las que formaba gran parte de sus motivaciones.
Los artículos de Izcoa nos permiten observar cómo al utilizar un estilo altamente vanguardista, en un conservador siglo XIX y bajo un represivo régimen español, Izcoa era visto por algunos como un arrogante, temerario, imprudente y loco. Sin embargo, también podemos aquilatar que Izcoa, firme creyente en la libertad, poseía una visión periodística adelantada a su época. La forma franca y aguda de hacer sus señalamientos y críticas, poseían un estilo parecido al utilizado por los periodistas inquisitivos y por los periódicos de protesta del presente.
Bibliografía
Fuentes primarias
Archivo parroquial de Toa Alta, Libro II de Bautismos, 1866-1867, f 65.
El Buscapié, 1895
El Territorio, 1899
La Bomba, 1895
La Bomba, 1898
La Democracia, 1893,
La Democracia, 1895
Fuentes secundarias
Ayoroa Santaliz, José E., "Evaristo Izcoa Díaz", Claridad, Suplemento En Rojo, 1993.
Delgado Pasapera, Germán, Puerto Rico, sus luchas emancipadoras, 1850-1898, Río Piedras, Editorial Isla, Inc., 1984.
Fernández Méndez, Eugenio, Colecciones Puertorriqueñas, historia ilustrada, México, Editorial Cumbre, 1983.
Fortuño Janeiro, Luis, Álbum histórico de Ponce, Gobierno Municipal de Ponce, 1963.
Gil de Rubio, Victor, Periodismo patriótico de Evaristo Izcoa Díaz, San Juan, Liga de Cooperativas, 1977.
Mirabal, Antonio, "Proceso evolutivo del periodismo en Ponce", El Día, 1949.
Newmann Gandía, Eduardo, Verdadera y auténtica historia de Ponce, San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1987.
Orama Padilla, Carlos, "Evaristo Izcoa Díaz", El Mundo, 11 de mayo de 1941.
Pedreira, Antonio S., El periodismo en Puerto Rico, San Juan, Instituto de Cultura Puertorriqueña, 1970.
________________, Insularismo, Río Piedras, Editorial Edil, Inc., 1973.
Picó, Fernando, Puerto Rico, tierra adentro y mar afuera, Historia y cultura de los puertorriqueños, Río Piedras, Ediciones Huracán, 1991.
Silas Ortiz, Domingo, José Pablo, el precursor, Río Piedras, Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas de la Universidad de Puerto Rico, 1963.
Silvestrini, Blanca G.; Luque de Sánchez, María Dolores, Historia de Puerto Rico: Trayectoria de un pueblo, San Juan, Ediciones Cultural Panamericana, 1992.
Todd, Roberto H., "Evaristo Izcoa Díaz", El Mundo, 20 de abril de 1941.
Autor:
Luis A. Reyes Rodríguez
Diciembre de 1994
[1] Antonio S. Pedreira, El periodismo en Puerto Rico, San Juan, Instituto de Cultura Puertorrique?a, 1970, p.122.
[2] Gil de Rubio, Periodismo patri?tico de Evaristo Izcoa D?az, San Juan, Liga de Cooperativas, 1977, p. 3. El padre de Izcoa, Evaristo Izcoa Mendaro fue alcalde de Morovis de 1876 a 1877. En 1879 luego del fallecimiento de Izcoa Mendaro, su esposa e hijos peque?os se encontraban en una condici?n de total indigencia, sostenidos s?lo por la caridad p?blica.
[3] Gil de Rubio, op.cit., p. 3. Evaristo Izcoa vivi? durante su ni?ez en Toa Alta, Morovis y Naranjito. En ese pueblo dos hermanos de su madre pose?an grandes fincas agr?colas y educaban a sus hijos con maestros privados.
[4] La Democracia, septiembre de 1893, p.2.
[5] La Bomba, 2 de marzo de 1895, pp. 1 y 3.
[6] La Bomba, 7 de febrero de 1895, p.2.
[7] La Bomba, 12 de febrero de 1895, p.2.
[8] La Bomba, 2 de marzo de 1895, p.2. La Revoluci?n Cubana de 1895 era vista por Izcoa como un elemento alentador para que el pueblo puertorrique?o se motivara a buscar el camino hacia la independencia.
[9] La Bomba, 31 de marzo de 1895, p.2. El fiscal Ferm?n Verd? aclar? a la prensa que la confiscaci?n del molde tipogr?fico de La Bomba hab?a sido ordenada por el juez Eduardo Rodeiro y no por su persona. Verd? pidi? al juez que reformara la orden decretada.
[10] La Democracia, 6 de noviembre de 1895, p.2; La Bomba, 24 de septiembre de 1898, p.1.
[11] La Bomba, 27 y 29 de septiembre de 1898, p.3.
[12] La Bomba, ejemplares de 1895; Domingo Silas Ortiz, Jos? Pablo, el precursor, R?o Piedras, Colegio de Agricultura y Artes Mec?nicas de la Universidad de Puerto Rico, 1963, p.43; Archivo parroquial de Toa Alta, Libro II de Bautismos, 1866-1867, f 65, partida 259.
[13] La Bomba, 27 de septiembre de 1898, p.3; 9 de octubre de 1898, p.3.
[14] Las convicciones ?mas?nicas? de Izcoa se combinaban con los principios del ?Positivismo? que estaban en boga en el siglo XIX. Izcoa recalcaba que la educaci?n no deb?a ser un derecho exclusivo de los burgueses, si no de los pobres o ?j?baros?, ya que estos eran la clase m?s numerosa y la que siempre hab?a estado abandonada por todos.
[15] La Bomba, 29 de septiembre de 1898, p.1; 11 de octubre de 1898, p.2.
[16] La Bomba, 1 de octubre de 1898, p.1.
[17] Loc. Cit.
[18] Pedreira, op. cit., p.268.
[19] Roberto H. Todd, ?Evaristo Izcoa D?az?, El Mundo, 1941, p.16.
[20] Carlos Orama Padilla, ?Evaristo Izcoa D?az?, El Mundo, 11 de mayo de 1941, p.15.