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El dios cristiano (página 3)



Partes: 1, 2, 3

La perspectiva del autor de Eclesiástico guarda bastante semejanza con el panteísmo de Heráclito, pero con una diferencia importante, pues, aunque el autor de Eclesiástico considera a su dios como creador de todo, tanto del bien como del mal, entiende igualmente que su dios no se identifica con el conjunto de la realidad creada. Dicho autor, en cuanto parte de la idea de que su dios es el creador de todas las cosas, no tiene otro reme-dio que aceptar que Yahvé es creador del mal, aunque esta idea tal vez no le satisfaga. Heráclito, por su parte, acepta que en la realidad existe una mezcla de bien y de mal, pero, como considera que Dios se identifica con el conjunto de todo lo existente, entiende -erróneamente- que el mal es una perspectiva simplemente humana sobre aquellos aspectos de la realidad que le perjudican, pero no una perspectiva acertada desde la visión de la realidad como un todo. Escribe por ello:

"Para Dios todas las cosas son hermosas, buenas y justas, pero los hombres han supuesto que unas son justas e injustas otras"[49].

d) Desde otros planteamientos más míticos y a fin de explicar la presencia del mal sin tener que negar la existencia de un dios infinitamente bueno y omnipotente, algunos llegaron a pensar que junto a este dios, existiría otro, inferior al primero pero causante del mal que observamos en el mundo. Tenemos un ejemplo de los planteamientos que van por esta línea en la antigua religión persa de Zaratustra (s. VII a. C.), en la que Ormuz representaría el dios benéfico y Ahrimán el dios maléfico, que al final de los tiempos sería definitivamente derrotado. Sin embargo, en cuanto nos refiramos al dios de la secta católica, el punto de vista de la religión de Zaratustra no sirve como solución de este problema, pues a dicho dios se le califica como omnipotente y, por ello mismo, podría impedir la existencia del supuesto "dios maléfico", mientras que su teórica bondad infinita le llevaría a impedirla sin dificultad alguna.

Por lo que se refiere a la segunda premisa, se le hacen objeciones como las siguientes:

1) Quizás el sufrimiento podría ser bueno, al menos en un sentido semejante a aquel en que lo es una intervención quirúrgica, la cual, aunque resulte dolorosa, es causa muchas veces del bien de la curación.

La réplica a esta objeción comienza por diferenciar el dolor en sí mismo de aquello a lo que puede conducir, entendiendo que, aunque el fin al que conduzca pueda ser bueno, el dolor en sí mismo considerado seguirá siendo malo, de manera que es evidente que si se pudiera producir una curación de forma inmediata, sin pasar por una fase de dolor, sería absurdo pasar por ella; y, si existiera un dios como ser omnipotente e infinitamente bueno, no sólo evitaría el dolor de la intervención quirúrgica, sino también el de la enfermedad o el accidente que hizo necesaria dicha intervención.

2) Por otra parte, ante la imposibilidad de negar la existen-cia del sufrimiento y su incompatibilidad con un Dios omnipotente y suma bondad, algunos llegan a considerar que el sufrimiento podría ser bueno. Pero este absurdo se elimina fácilmente a partir de la consideración de que, si el sufrimiento fuera bueno, no tendría ningún sentido el mandamiento de no matar, ni tampoco el interés por remediar el hambre y el sufrimiento de la humanidad, ni por eliminar las guerras y las torturas más refinadas, hasta el punto de que la misma práctica de la medicina no tendría ningún sentido.

3) Una nueva objeción que suele utilizarse a veces es la de que el hombre no está capacitado para comprender en qué consiste la bondad de un dios, y que el propio sufrimiento podría ser bueno en algún sentido oculto para nosotros, pero compatible con ese sentido de la bondad divina.

La réplica a esta objeción consiste en señalar que referirse a la bondad de un dios como a algo ajeno a las posibilidades humanas de comprensión es utilizar palabras vacías e inútiles, pues, si decimos que Dios es "bueno" y, a continuación, "aclaramos" (?) que "bueno" no significa lo que todo el mundo piensa que significa, y no explicamos qué pretendemos decir con dicho término, estaremos perdiendo el tiempo y haciéndolo perder a quienes nos escuchan. Recordemos, en este sentido, que el lenguaje es un producto humano y que el significado de las palabras no es algo que haya que esperar descubrirlo como si de un misterio se tratara, sino que somos los hombres quienes se lo hemos ido asignando de manera convencional pero tácitamente consensuada a lo largo de nuestra evolución histórica y cultural. Por ello, es absurda la suposición de que cualquier palabra de nuestro lenguaje, simplemente humano, deba tener un significado oculto para la humanidad.

Por lo que se refiere a la tercera premisa, es totalmente superfluo discutirla, pues todos tenemos a diario nuestras propias experiencias a este respecto. Reparemos además en que, si sabemos de qué estamos hablando cuando nos referimos al sufrimiento, es sólo por el hecho de haberlo experimentado[50]en alguna o en muchas ocasiones.

La conclusión que deriva de estas tres premisas es, como ya sabemos, que no puede existir un ser que reúna al mismo tiempo las cualidades de la omnipotencia y de la infinita bondad, o, lo que es lo mismo, que o bien el hipotético dios quiso pero no pudo hacer un mundo sin sufrimiento -y, en tal caso, no sería omnipotente-, o bien pudo pero no quiso -y, en tal caso, no sería infinitamente bueno-.

Si, por otra parte, se considera que el dios cristiano debería ser un "dios bueno y omnipotente", en tal caso la conclusión evidente es la de que este supuesto dios no existe, conclusión a la que se llega igualmente por muchas otras pruebas que ya hemos visto.

El amor infinito [?] del dios cristiano y el fuego eterno

De acuerdo con la dogmática tradicional de los dirigentes de la secta católica, el señor J. Ratzinger -alias Benedicto XVI- volvió a afirmar recientemente la doctrina de la existencia del Infierno como castigo eterno, doctrina que, por otra parte, no hubiera podido cambiar en cuanto pretendiera ser coherente con la doctrina tradicional de su secta referente a sus "dogmas", considerados como verdades incuestionables y que, por ello mismo, no podían ser modificados por la decisión de una nueva autoridad -al margen de que, cuando les interesa, los dirigentes cató-licos encuentren pretextos para hacerlo y elaboren diversos sofismas para presentar nuevas doctrinas como interpretaciones "más claras y exactas" (?) pero igualmente contradictorias con otras que en tales momentos no tienen en cuenta.

La doctrina relacionada con el castigo del Infierno se encuentra ya en algunos libros del final del Antiguo Testamento, aunque de un modo difuso -pues ni siquiera se habla del fuego eterno sino sólo de un castigo eterno- respecto al que posterior-mente irá adquiriendo en el nuevo. Así, se dice en Daniel:

– "Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para la vergüenza, para el castigo eterno"[51].

Pero es en el Nuevo Testamento -especialmente en los Evangelios- donde el Infierno se presenta como un fuego eterno al que el dios cristiano condena a gran parte de la humanidad en cuanto muchos son los llamados pero pocos los escogidos. Los dirigentes de la secta católica han defendido esta doctrina, entendida como un castigo eterno, relacionado incluso con el fuego desde los comienzos del cristianismo hasta la actualidad. En este sentido, se dice en los evangelios:

a) "Así será el fin del mundo. Saldrán los ángeles a separar a los malos de los buenos, y los echarán al horno de fuego; allí llorarán y les rechinarán los dientes"[52],

b) "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles"[53];

c) "Te conviene más perder uno de tus miembros que ser echado todo entero al fuego eterno"[54].

d) "…irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna"[55].

e) "Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al fuego eterno, donde […] el fuego no se extingue"[56].

f) "Y en el abismo, cuando se hallaba entre torturas, levantó el rico y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno. Y gritó "Padre Abrahán, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje en agua la yema de su dedo y refresque mi lengua, porque no soporto estas llamas". Abrahán respondió: "Recuerda, hijo, que ya recibiste tus bienes durante la vida, y Lázaro, en cambio, males. Ahora él está aquí consolado mientras tú estás aquí atormentado"[57].

g) "Puesto que Dios es justo, vendrá a retribuir con sufrimiento a los que os ocasionan sufrimiento; y vosotros, los que sufrís, descansaréis con nosotros cuando Jesús, el Señor […] aparezca entre llamas de fuego y tome venganza de los que no quieren conocer a Dios ni obedecer el evangelio de Jesús, nuestro Señor. Éstos sufrirán el castigo de una perdición eterna, lejos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder"[58].

h) "En cuanto los cobardes, los incrédulos, los depravados, los criminales, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras, y los embusteros todos, están destinados al lago ardiente de fuego y azufre, que es la segunda muerte"[59].

De acuerdo con los pasajes anteriores queda claro que el Infierno es un castigo consistente en el fuego (textos a, b, c, d, e y h); que dicho fuego es eterno (textos b, c, d, e, h); y que fue creado inicialmente para "el diablo y sus ángeles" (texto b).

Al parecer el dios cristiano no previó "inicialmente" qué haría con los hombres que no fueran de su gusto y no creó un "lugar" especial para ellos sino que simplemente, cuando se encontró con ese pequeño problema, les envió al mismo lugar al que había enviado anteriormente al "diablo y sus ángeles" -aunque en el Apocalipsis se dice que Satanás y sus ángeles fueron arrojados a la tierra y no al infierno[60]y, finalmente, el Infierno hace referencia a cierto "lugar" al que los condenados van no sólo a estar alejados de Dios, sino a sufrir mediante un castigo físico. Esto se dice de manera explícita en los textos a, f y g, y de manera implícita pero igualmente clara en todos los demás.

Este detalle del sufrimiento físico de los condenados tiene especial importancia porque, ante la incompatibilidad de la supuesta misericordia infinita del dios cristiano y el castigo eterno del Infierno, algunos han defendido la tesis de que en realidad este castigo no tiene nada que ver con el fuego ni con una acción por la que el dios cristiano condene a nadie, sino que serían los condenados quienes voluntariamente se habrían alejado de él de manera que el Infierno consistiría en ese estado de alejamiento de dios.

En efecto, en estos últimos años algunos dirigentes de la secta católica, como Karol Wojtyla -alias "Juan Pablo II"-, al comprobar que cada día iba en aumento el número de críticas contra doctrinas tan absurdas como la del Infierno, pensaron que tal vez podían solucionar este absurdo reinterpretando todo lo que de forma clara se dice en el Nuevo Testamento y considerando que en realidad no sería el dios cristiano quien condenaría sino que sería el hombre quien elegiría libremente alejarse de ese dios, de manera que el Infierno no consistiría en otra cosa que en dicho estado de alejamiento libremente elegido.

El caso es que, rodeado de tanto lujo y de tanto ambiente y solemnidad clerical, puede haber un momento en que el papa de turno haya llegado a creerse el dogma de su infalibilidad, se haya atrevido a inventar cualquier sandez y haya llegado a creérsela, como si realmente se la hubiera inspirado el "Espíritu Santo", a pesar de que lo que todo el mundo interpreta como "el Infierno" es no sólo aquello que nos enseñaron los curas cuando éramos niños sin otro criterio que el de la autoridad de los dirigentes respecto a la verdad de esas doctrinas, sino también aquellas palabras de la Biblia cuyo sentido es claro y cuya reinterpretación surge como consecuencia de que hasta el papa puede haber llegado a ser consciente de la barbaridad inefable de aquel castigo y se haya sentido con suficiente autoridad como para modificarlo, suprimiendo de él cualidades relacionadas con el sufrimiento físico, como el de un "fuego eterno", para convertirlo en un alejamiento voluntario respecto al dios cristiano, a pesar de las numerosas ocasiones en que dicho castigo aparece en los evangelios y en el Apocalipsis como un castigo decidido por el dios cristiano y no por el hombre. Por ello, para refutar esta interpretación del Infierno conviene refrescar la memoria de quienes han olvidado los diversos textos bíblicos en los que, como se ha podido ver, el Infierno es un castigo que provendría del dios cristiano, que, al margen de su sentido como sufrimiento psíquico, tendría igualmente un carácter físico y eterno. Así se entiende también en Lucas cuando se dice:

"temed a aquel que […] tiene poder para arrojar al fuego eterno"[61],

pasaje en el que de nuevo se habla del "fuego eterno" y en el que se hace referencia no al individuo, tomando él mismo la decisión de alejarse de su dios, sino "a aquel que tiene poder para arrojar al fuego eterno", es decir, a ese mismo dios. Y así se entiende también en Mateo cuando se dice:

"Entonces dirá a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles […] E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna"[62].

Hay que insistir en definitiva en que esta reinterpretación del Infierno está en diáfana contradicción con los textos citados, pues, a pesar de que mediante la nueva interpretación dicho dios quedaría libre de cualquier crítica por lo que se refiere al destino del hombre, se olvida que, cuando en la Biblia se habla del Infierno, no se lo describe como un lugar o un estado al que uno se dirige voluntariamente sino como un lugar de castigo eterno al que el mismo Jesús envía.

Evidentemente tal castigo contradice el dogma de la infinita misericordia divina, y contradice igualmente el dogma de la "redención", por la cual Jesús habría cargado con los pecados del mundo liberando de ellos a la humanidad.

Según parece, los dirigentes católicos así como quienes escribieron los Evangelios no se percataron de la contradicción existente entre aquella "redención" o "salvación" y el castigo del Infierno, prevaleciendo la doctrina del Infierno y dejando aquella "salvación" de Jesús casi sin efecto alguno. Seguramente los dirigentes cristianos comprendieron que podrían tener mejor sometida a su clientela si la atemorizaban con la idea del Infierno que si la tranquilizaban diciéndole que, siendo infinito el amor divino, podían vivir tranquilos y tratar de ser felices sin someterse a otra ley que a la de sus propios deseos, pues al final de los tiempos todos estábamos predestinados a la bienaventuranza eterna gracias a la redención de Jesús.

En el Antiguo Testamento se había defendido la ley del Talión, "ojo por ojo, diente por diente". ¿Servía de algo esta ley? Quizá en bastantes casos pudo servir de freno para impedir la transgresión de las normas del pueblo de Israel, pero lo peor de estos castigos era la barbaridad de las penas que acompañaban a cualquier delito: Así, el hecho de trabajar en sábado, estaba castigado con la pena de muerte. Pero lo peor de todo era que las penas no se imponían como un medio para corregir el mal comportamiento de los infractores de la ley sino como una forma de asegurar la autoridad de los dirigentes, y como una forma de venganza contra el infractor, venganza que sigue existiendo como motivo principal de las penas supuestamente infligidas por el dios cristiano -identificado con el mismo Yahvé-. Lo que tienen en común la ley del Talión -cuando ésta iba unida a la pena de muerte– y el Infierno es precisamente que en ambos casos la finalidad principal de su aplicación no es la de conseguir que los delincuentes o los pecadores mejoren en su comportamiento sino la de la venganza, ya que en ambos casos el transgresor de la ley queda privado de la capacidad de corregir su conducta, y su muerte sólo sirve para calmar la sed de venganza de quien se haya sentido perjudicado por el condenado, a pesar de que tal condena no remedia el daño causado por el condenado. De hecho, una de las citas anteriores es un ejemplo de lo que aquí se dice. En ella, según el evangelio atribuido a Lucas, Abraham, contestando al rico condenado que le pide que envíe a Lázaro para mojar su boca con agua, pues no aguanta las llamas del Infierno, le dice:

"Recuerda, hijo, que ya recibiste tus bienes durante la vida, y Lázaro, en cambio, males. Ahora él está aquí consolado mientras tú estás aquí atormentado"[63].

Esta respuesta es por sí misma suficientemente significativa del espíritu de venganza que subyace en la aplicación de la ley del Talión o en la de la pena del Infierno, presentando este carácter vengativo del Infierno como algo plenamente lógico, natural y compatible con la infinita bondad y misericordia divinas, aunque sea lo más contradictorio con el perdón que debería corresponderse con dicha misericordia.

Por ello, en el caso de la pena del Infierno, nos encontramos ante un castigo mucho más salvaje y absurdo todavía que los del Antiguo Testamento, pues el infractor de la ley no sólo no mejora con ese castigo sino que sufrirá eternamente sin que esto sirva de nada a nadie, a no ser a un enfermo de rencor patológico que sea capaz de gozar con el sufrimiento ajeno. Por eso, el "misterio" del Infierno es una de las contradicciones más absurdas del cristianismo, pues es lo más opuesto a la idea de un dios que ama por encima de cualquier ofensa -suponiendo que el hombre tuviera la capacidad de ofender a un ser tan poderoso e inmutable como la secta católica considera a su dios, suponiendo que tuviera algún sentido considerar que una ofensa pudiera ser reparada mediante un castigo, suponiendo igualmente que el carácter limitado del ser humano fuera compatible con una ofensa tan repleta de infinita maldad contra su dios que le hiciera acreedor a un castigo eterno, y suponiendo finalmente que el infinito amor divino fuera insuficiente para perdonar a ese hombre cuyas ofensas habrían sido además programadas por ese dios, por cuya omnipotencia los dirigentes cristianos proclaman que todo está predeterminado desde la eternidad.

Sin embargo, si se tiene en cuenta que un padre es capaz de perdonar sin excesiva dificultad ofensas gravísimas, afirmar que un dios, supuesto padre común de todos, fuera incapaz de perdonar a cualquier hombre, por muy grave que fuera la ofensa cometida, sería un insulto a ese dios si existiera.

El texto g tiene un carácter similar al anterior, pero presenta algún aspecto que pone en mayor evidencia la naturalidad con que Pablo de Tarso considera justo el castigo del Infierno, y llega a ver como natural su carácter de venganza, no sólo en línea con la ley del Talión sino avanzando mucho más lejos todavía por su carácter de castigo eterno irracional. Pues, ¿qué satisfacción o qué provecho encontraría ese dios con semejante castigo? ¿qué beneficio recibiría el hombre por su mediación? Pues, a diferencia del "ojo por ojo", que puede tener cierta utilidad a pesar de estar fundado en el deseo de venganza, con el castigo del Infierno se defiende el "sufrimiento eterno", que en nada beneficia ni a quien haya desobedecido la supuesta ley divina ni a quien se haya sentido ofendido. Sin embargo, en el escrito de Pablo de Tarso se dice:

"Puesto que Dios es justo, vendrá a retribuir con sufrimiento a los que os ocasionan sufrimiento; y vosotros, los que sufrís, descansaréis con nosotros cuando Jesús, el Señor […] tome venganza de los que no quieren conocer a Dios ni obedecer el evangelio de Jesús, nuestro Señor. Éstos sufrirán el castigo de una perdición eterna, lejos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder"[64].

Resulta ciertamente asombrosa la naturalidad con que Pablo de Tarso escribe esas últimas palabras: "Éstos sufrirán el castigo de una perdición eterna, lejos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder", así como su idea de que el Infierno representa la plasmación de la venganza divina. Es bastante probable que el astuto apóstol de los gentiles escribiera tales palabras tan escalofriantes -al margen de que él mismo llegase a creerlas de verdad-, con la intención de atemorizar a quienes tuvieran una fe algo tibia más que con la de explicar qué les sucedería a quienes no aceptasen la palabra de Jesús, pues así quienes sólo dudaban tendrían un motivo más que suficiente para intentar autosugestionarse acerca de la verdad de las doctrinas cristianas, reforzando así su fe y "asegurando su salvación".

Posteriormente, en el siglo XIII, Tomás de Aquino seguiría siendo fiel a esa línea de pensamiento y añadiría un poco más de atractivo para los sádicos, para quienes buscan el sufrimiento ajeno por el placer de verlo sufrir y no porque quieran que tome conciencia de la ofensa cometida a fin de que vuelva a la senda del bien, escribiendo:

"Para que la felicidad de los santos más les complazca y de ella den más amplias gracias a Dios, se les concede que contemplen perfectamente el castigo de los impíos"[65].

¿Cómo pueden ser considerados "santos" quienes se complazcan ante la contemplación del castigo de los impíos?

Como ya se ha dicho, la doctrina acerca del Infierno apare-ce en el Antiguo Testamento en muy pocas ocasiones, donde más bien se suele hablar de castigos relacionados con la muerte -definitiva- de quien desobedece determinados preceptos divinos y la muerte de su descendencia "hasta la tercera y la cuarta generación"[66]. Conviene tener en cuenta que, cuando así se describe la venganza divina, a los sacerdotes de Israel -con alguna excepción, como la del libro de Daniel- todavía no se les había ocurrido la posibilidad de un castigo más allá de la muerte en cuanto consideraban que ésta era el fin absoluto del hombre, regresando al polvo del que provenía, y, por ello, sólo se les ocurrió extender el castigo hasta la muerte del transgresor de la ley y la de sus descendientes, como puede comprobarse en el texto siguiente:

"Esto dice el Señor […] Te arrojaré con los muertos, con las gentes del pasado, y te haré habitar en las profundidades de la tierra, en el país de la eterna soledad"[67].

En este pasaje de Ezequiel puede verse que, aunque se habla del país de la eterna soledad, no se menciona el Infierno como un castigo físico, como fuego eterno, cosa que sí sucede en los pasajes del Nuevo Testamento.

Como ya se ha comentado antes, esta doctrina es criticable en sí misma y por ser contradictoria con otras de la secta católica. A las razones anteriores pueden sumarse las siguientes:

En primer lugar, hay que tener en cuenta que esta concepción absurda de un dios como un "Señor" con el derecho de imponer sus normas, y del hombre como un "siervo" que deba obedecerlas, sólo se encuentra a partir de la proyección de lo que en el pasado fue la vida humana en relación con las instituciones políticas y sociales existentes, que, como las del antiguo Egipto, estaban estructuradas de manera piramidal, con un faraón o un rey con poder absoluto sobre la vida y la muerte de sus siervos, una clase sacerdotal y aristocrática, que se encontraba junto a la primera o en una categoría muy próxima, y una gran masa de población que apenas tenía derechos, viviendo sometida al poder despótico del faraón. La justificación de los derechos del faraón sobre el pueblo no derivaba de otra cosa que de su poder. Por ello mismo y con mayor motivo, desde que los sacerdotes israelitas afirmaron la existencia de Yahvé como Señor absoluto del Universo, les resultó fácil concluir a partir de un antropomorfismo superficial, reflejo de la estructura político-social egipcia, de su propio pueblo y de otros pueblos cercanos, que a él se debía una obediencia y una sumisión absolutas, y que cualquier desprecio a sus órdenes merecía un castigo inexorable y especialmente cruel, como la muerte del infractor y la de su descendencia, y, finalmente, ya en el Nuevo Testamento, la de su sufrimiento eterno en el fuego del Infierno.

En segundo lugar y de acuerdo con la doctrina católica de la predeterminación divina, conviene no olvidar que el hombre no elegiría nada por su propia cuenta sino que, según se indica en diversos pasajes bíblicos, como en Isaías o en las cartas de Pablo de Tarso o en los escritos del "doctor angélico" Tomás de Aquino, todo cuanto el hombre decide o hace es Dios quien lo decide o hace, por lo que el hombre no elegiría alejarse del dios cristiano, sino que habría sido ese mismo dios quien habría decidido tal supuesta elección del hombre, según lo indica este teólogo cuando escribe:

"Dios es causa no sólo de nuestra voluntad, sino también de nuestro querer"[68],

añadiendo más adelante:

"Por consiguiente, como Él es la causa de nuestra elección y de nuestro querer, nuestras elecciones y voliciones están sujetas a la divina providencia"[69].

Además, como el propio Tomás de Aquino defiende, la idea de que alguien eligiera de manera consciente apartarse del dios cristiano sería contradictoria, en cuanto el hecho mismo de elegir determinado objetivo es lo que demuestra qué es lo que considera como bien quien lo elige, de manera que, en cuanto se considere a tal dios como bien absoluto y en cuanto se considere el Infierno como el mayor mal, es inconcebible por contradictorio que quien tuviera tal perspectiva pudiera elegir alejarse del dios cristiano y preferir el Infierno, pues sólo se desea lo que se presenta como bien, pero el Infierno, en cuanto sería por definición el mayor mal posible, no podría ejercer sobre el hombre atractivo alguno, y, en consecuencia, nadie lo elegiría.

De acuerdo con este planteamiento, Tomás de Aquino, siguiendo a Aristóteles, decía que la voluntad tiende necesaria-mente al bien, y así este importante "doctor" del cristianismo proporciona una crítica implícita al argumento anterior, pues, si el bien es aquello a lo que todo tiende ("bonum est quod omnia appetunt"[70] -escribe siguiendo a Aristóteles-) no tiene sentido afirmar al mismo tiempo que se pueda elegir el mal sino por haberlo confundido con un bien[71]

Y, en tercer lugar, hay que decir que la doctrina sobre el Infierno como castigo eterno emanado de un dios del que se afirma a la vez que es misericordia y amor infinitos encierra una contradicción interna tan absoluta para quien quiera verla que es totalmente innecesario añadir más comentario.

Además, la imperfección humana -para lo bueno, pero también para lo malo- implica que el hombre no puede tener una maldad tan absoluta que pueda merecer un castigo infinito como lo sería el Infierno, suponiendo además que existiese un nexo lógico necesario entre pecado y castigo, nexo que en realidad sólo existe desde una perspectiva antropomórfica, pues, desde el supuesto de la existencia de un dios como un ser con una misericordia infinita, la consecuencia lógica sería la de que en todo caso, el pecado vendría siempre seguido del perdón divino, teniendo en cuenta además que

1) el castigo no sirve para anular el delito o el pecado cometido;

2) el castigo del Infierno o cualquier otro, en cuanto no tenga como finalidad la de corregir una conducta negativa para uno mismo o para la comunidad, es sólo una simple pervivencia de la ley del Talión, vigente en Israel en los tiempos del Antiguo Testamento, pero elevada a una potencia infinita; y

3) en el mejor de los casos, la Ley del Talión sólo sirve para que la agresividad de quien se haya visto perjudicado por la acción del infractor sienta la satisfacción de contemplar el castigo de éste, a excepción de los casos en los que el perjudicado pueda además recuperar lo que le fue injustamente arrebatado, aunque nunca la vida de cualquier ser querido.

Por otra parte, además, suponiendo que existiera un dios más o menos similar al del cristianismo y que hubiese ordenado amar incluso a los propios enemigos, si luego condenase con castigos eternos a quienes hubieran sido sus propios enemigos, ese dios sería incoherente con sus propios mandatos, y sería realmente asombroso y contradictorio que el hombre fuera más capaz de perdón que su dios, pues, efectivamente, no hace falta estrujarse mucho el cerebro para comprender que la existencia del Infierno sería contradictoria con las supuestas virtudes de ese dios, ya que, si ni siquiera resulta concebible que el más malvado de los hombres fuera capaz de castigar a un hijo con un sufrimiento eterno, sería un insulto a la bondad de dicho dios considerarle compatible con una monstruosidad semejante, teniendo en cuenta que ese castigo no tendría más finalidad que la del castigo mismo como la satisfacción de un deseo de venganza.

En definitiva, la doctrina del Infierno es incompatible con la que afirma que el dios cristiano es misericordia y amor infinitos, y, por ello, resulta asombroso comprobar hasta qué punto el adoctrinamiento religioso puede anular la racionalidad humana en cuanto puede lograr que las mentes infantiles -que posteriormente serán adultas- sean inconsecuentes con la Lógica más elemental, perdiendo la capacidad de tomar conciencia de una contradicción tan evidente.

La doctrina del Infierno surgió en muy diversas religiones, aunque con matices distintos por lo que se refiere a su sentido y a sus características, y resulta evidente su carácter antropomórfico, relacionado con la actitud de muchos de los déspotas y tiranos de los tiempos en que se escribieron los diversos mitos acerca de dioses y demonios, acerca de lugares paradisíacos y lugares de castigo para las almas de los muertos, como sucede con el mismo Hades homérico, en el que Aquiles dice a Odiseo:

"preferiría ser un bracero y ser siervo de cualquiera, de un hombre miserable de escasa fortuna, a reinar sobre todos los muertos extinguidos"[72].

Todavía en estos momentos la ingenuidad de una gran parte de la humanidad es tan elevada que la jerarquía de la iglesia católica sigue utilizando la doctrina del Infierno para seguir grabando en la mente de niños de cinco, seis y siete años esa absurda pesadilla, y para atemorizar así a sus fieles en general y tenerlos sometidos y dispuestos a obedecerles en todo aquello que les ordenen y, de manera especial, en las consignas políticas que les interese transmitir posteriormente para mantener y aumentar sus privilegios en los países a donde llega su ambición de poder.

Así que a pesar del carácter contradictorio de tal concepto de dios, los dirigentes de la secta católica están especialmente interesados en conservar esta doctrina porque de este modo se presentan como enviados divinos, administradores del perdón o de la eterna condenación.

"No juzguéis y no seréis juzgados"

Jesús ordena no juzgar aunque advierte que él sí juzgará a quienes juzgan, lo cual no es predicar con el ejemplo y es contradictorio con su supuesto amor infinito.

Es evidente que, si Jesús no quería que juzgásemos a los demás -lo cual parece muy razonable teniendo en cuenta que, según la "teología"[73] católica, todo lo que el hombre hace es el dios judeo-cristiano quien lo hace-, debería haberse abstenido de añadir al comienzo de su frase "no juzguéis" la continuación "…y no seréis juzgados", ya que, al hacerlo, incurría en el mismo error que criticaba, y, por ello, hubiera sido más lógico que dijera: "no juzguéis, pues nadie es culpable, ya que todo lo que el hombre hace ha sido programado por Dios" o, también, "no juzguéis, pues, aunque los obispos os digan lo que se les ocurra, mi amor es infinito y es incompatible con cualquier castigo, y mucho más con el del "fuego eterno", creado por la imaginación de gente sádica". Jesús no dijo estas palabras, sino que, al menos según los evangelios, amenazó con el juicio de su dios a quienes juzgasen a los demás. No se dio cuenta de que la doctrina del amor que él predicaba era incompatible con la venganza, propia del Antiguo Testamento. Precisamente, una reflexión acerca de esta doctrina fue uno de los muchos argumentos por los que Nietzsche criticó al dios cristiano, considerando en este sentido que había una contradicción entre el Dios-Amor y el Dios-Juez, que juzga y castiga, y que no ama suficientemente al hombre sino que sólo es capaz de un amor condicionado, que le lleva a vengarse de quien no cree en él. Por ello, escribe Nietzsche:

– "¿Cómo? ¡Un dios que ama a los hombres siempre que crean en él y fulmina con terribles miradas y amenazas a quien no cree en ese amor! ¿Cómo? ¡Un amor condicionado, como sentir de un dios todopoderoso!"[74].

– "Quien le alaba como Dios de amor no tiene una idea cabal del amor mismo. Ese Dios ¿no quería también ser juez? Pero quien ama, ama más allá del castigo y de la recompensa"[75];

Pero, efectivamente, tal como Nietzsche critica, en el evangelio atribuido a Mateo, aparece la frase:

"No juzguéis, para que Dios no os juzgue"[76].

Por otra parte y en relación con el tema del perdón, en este mismo evangelio se dice:

"Lo mismo hará con vosotros mi Padre celestial si no os perdonáis de corazón unos a otros"[77].

En ambos casos resulta curioso que, a pesar de las ocasiones en que Jesús parece oponerse a la "Ley del Talión", estas advertencias o amenazas sean una expresión más de dicha ley en cuanto condicionan el juicio y el perdón de Dios a cuál sea la actitud de los hombres por lo que se refiere a su propio perdón al prójimo. Las palabras de Jesús son una huella de su dependencia ideológica de la "Ley del Talión", dependencia que le impide dar el salto definitivo desde la idea de un Dios vengativo, propio de aquella tradición, hasta la de un Dios amor, no siendo todavía consecuente con dicha idea a pesar de haberse referido a ella en diversas ocasiones. De hecho la continuidad y dependencia del pensamiento de Jesús respecto a los autores del Antiguo Testamento en relación con el dios de Israel puede comprobarse especialmente en la serie de ocasiones en que Jesús amenaza con el fuego eterno, como sucede en el pasaje de Mateo que dice:

"Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles"[78].

Y así, la crueldad y la furia de Yahvé queda incluso superada por el "Padre eterno" del Nuevo Testamento y por su Hijo, desde el momento en que los autores de este tiempo han llevado su imaginación hasta el extremo de inventar una vida de sufrimiento eterno, mientras que los creadores de Yahvé se habían conformado con hacer que éste castigase "hasta la tercera y la cuarta generación" o que simplemente castigase con una muerte eterna, con un regreso definitivo al polvo de donde el hombre procede.

Dónde está el dios judeo-cristiano

Los dirigentes de la secta cristiana se contradicen al considerar, de acuerdo con la Biblia, que el dios judeo-cristiano habita en un lugar concreto, como lo es el "cielo físico", proclamando en otros momentos que es "omnipresente", para terminar sosteniendo que se encuentra de manera especial en la "hostia consagrada".

En efecto, en el Antiguo Testamento ni a los autores de sus libros ni al "Espíritu Santo" -al que por entonces nadie conocía- se les ocurrió la idea de que su dios Yahvé estuviera "en el Cielo, en la tierra y en todo lugar" es decir, que este dios fuera infinito -como dice el cristianismo- y que, de acuerdo con tal infinitud, estuviera presente de algún modo milagroso en cualquier punto del Universo o más allá del mismo [?], sino sólo que habitaba en un lugar concreto como lo era el cielo físico o en una "nube oscura". Posteriormente, con la invención del cristianismo, una vez establecida la doctrina de la infinitud divina, se llegó con facilidad a la conclusión de que "Dios" estaba presente en todo lugar. Pero finalmente los teólogos cristianos afirman que "Dios", en la persona de su "Hijo", está presente de manera especial en el pan y el vino consagrados durante las misas[79]

A continuación se comenta con mayor detalle cada uno de estos tres puntos de vista.

a) En el Antiguo Testamento se defiende la idea de que Dios habita "en una nube oscura" o, de manera más general, "en el cielo físico", entendido como la bóveda física azul que envuelve la Tierra y todos los astros del Universo -según la visión de la Cosmología antigua-, o "en una casa", o "en una tienda", acompañando a los israelitas en su marcha desde Egipto hasta la "tierra prometida", o "en un templo", como el que le construyó en Jerusalén el rey Salomón. Así se indica en diversos pasajes de la Biblia como los siguientes:

– "¿Quién como el Señor, nuestro Dios, que reina en las alturas, pero que se abaja para mirar cielos y tierra?"[80].

– [Dijo Yahvé] "Yo no he habitado en una casa desde el día en que saqué de Egipto a los israelitas hasta hoy. He estado peregrinando de un sitio a otro en una tienda que me servía de santuario"[81].

– "Entonces Salomón exclamó:

-El Señor ha decidido habitar en la nube oscura; pero yo te he construido una casa, un lugar donde habites para siempre"[82].

El interés de estos pasajes es múltiple, pues, en primer lugar, Salomón menciona un lugar físico muy concreto, "una nube oscura", como el sitio en el que dice que su dios vive, que estaría situada en "el cielo físico". Y, en segundo lugar, habla de "una casa" como lugar en el que habite para siempre; un lugar que tendrá, según indica el rey David,

"gran cantidad de oro, plata, bronce […], piedras de ónice y de engaste, piedras multicolores, piedras preciosas de toda especie y alabastro en abundancia"[83],

un templo para el que el propio rey David entrega

"todo el oro y la plata de mi propiedad personal: cien toneladas de oro de Ofir y doscientas treinta y cinco toneladas de plata finísima para cubrir las paredes de las salas"[84],

y para el que pide más donativos a los diversos jefes de las tribus de Israel, los cuales ofrecieron

"para las obras del templo de Dios: ciento setenta toneladas de oro, diez mil monedas de oro, ciento cuarenta toneladas de plata, seiscientas diez toneladas de bronce y tres mil cuatrocientas toneladas de hierro. Unieron a ello las piedras preciosas donadas […] para el tesoro del templo del Señor"[85],

presentando así a su dios como un ser claramente antropomórfico, que, por ello mismo, viviría de manera más confortable en "una casa" llena de oro, plata y piedras preciosas, aunque en realidad ésta tendría la utilidad de servir mucho mejor a la ambición insaciable y ancestral de la clase sacerdotal, sirviendo, al igual que las catedrales actuales, de escaparate y de "argumento emocional" a la hora de convencer al pueblo de Israel de la existencia y de la grandiosidad de su dios, ante el asombro que provocaría en ellos la contemplación de una mansión tan majestuosa, tan llena de tesoros, tratando de transmitir la idea de que ésta no tendría ningún sentido si Yahvé no existiera y no fuera un dios muy poderoso, a pesar de lo paradójico que resulta que un dios así tuviera necesidad de que los seres humanos le obsequiasen con una mansión como ésa. Ciertamente, ese "argumento visual", relacionado con la riqueza y con la grandiosidad de los templos, ha sido a lo largo de los siglos uno de los más convincentes para que los creyentes de cada religión hayan mantenido su fe por encima de cualquier consideración racional que pusiera en evidencia las contradicciones de sus doctrinas, pues la gente sencilla tiende a creer fácilmente que sólo la existencia de un auténtico dios podría haber justificado la creación de tales monumentos tan grandiosos, en lugar de plantearse para qué iba a necesitar un dios todas esas riquezas o si realmente la creación de esas impresionantes construcciones ha podido tener una finalidad distinta, como la de ser utilizadas por sus dirigentes religiosos para sugestionar a sus fieles acerca de la verdad de las doctrinas que allí les enseñan, así como para servir de cebo al servicio de los intereses económicos de tales "servidores del templo". Tales lugares, tan llenos de riquezas y de esplendor en comparación con las simples viviendas humanas, contribuían y contribuyen, en el caso del dios de Israel o del dios cristiano, que son el mismo, a que el pueblo le muestre su respeto y su adoración al considerar además, según las palabras de sus sacerdotes, que su dios tan poderoso se había rebajado para proteger a Israel, su pueblo elegido, y, posteriormente, con la aparición del cristianismo, para estar más cerca de todos los pueblos que le aceptasen como único dios.

Sin embargo, quien realmente se benefició con la construcción del templo de Salomón -y con la de todos los templos de las diversas religiones– no fue ninguna divinidad -que, por definición, no necesitaría para nada de ninguno de esos templos ni de los tesoros materiales que contienen- sino los dirigentes de las diversas religiones, supuestos intermediarios entre sus dioses y sus respectivos seguidores, pues son tales dirigentes quienes han sacado provecho de ellos, montando con su ayuda el fabuloso negocio de las religiones, y dando lugar, como consecuencia de la riqueza obtenida, a la construcción de ostentosos palacios que el pueblo ha ido pagando, voluntaria o forzosamente, para ser disfrutados por la jerarquía eclesiástica mientras gran parte de "sus fieles" vive engañada en medio de una vida llena de penalidades.

El templo de Salomón tuvo por ello la utilidad específica de ejercer sobre el pueblo una influencia psicológica por lo que se refiere al fortalecimiento de sus creencias religiosas, alejándolo de cualquier duda acerca de la existencia y de la grandiosidad de su dios Yahvé, y mostrándole con claridad meridiana adónde debía ir a orar y a ofrecer sus sacrificios, y, sobre todo, a pagar sus diezmos religiosos, en lugar de adorar y ofrecer sacrificios a otros dioses, lo cual habría hecho peligrar el suculento negocio que astutamente había montado la clase sacerdotal de Israel.

Por ello mismo, puede parecer una paradoja realmente asombrosa que el rey Salomón, impulsor de la construcción del templo de Yahvé en Jerusalén, posteriormente dejase de lado a su dios y se dedicase a hacer sacrificios a los múltiples dioses de sus setecientas esposas y de sus trescientas concubinas[86]Pero hay una explicación para el comportamiento de Salomón frente al de los sacerdotes: Tanto el uno como los otros debían de ser más o menos conscientes de que Yahvé era una creación de los pasados dirigentes del pueblo de Israel, pero mientras Salomón basaba su poder en sí mismo, como rey que gobernaba a su pueblo porque éste había apoyado desde hacía algún tiempo la creación de un sistema monárquico que sustituyese al gobierno sacerdotal, los sacerdotes habían gobernado al pueblo a partir de la autoridad que supuestamente habían recibido de Yahvé. Por ello, mientras un abandono de Yahvé por parte de Salomón no tenía especial trascendencia para su continuidad como rey de Israel, un abandono similar realizado por los sacerdotes respecto a Yahvé habría significado su propia descalificación y pérdida automática de poder en la misma medida en que se supusiera que éste lo habían recibido de Yahvé.

Hay muchos otros textos bíblicos que dejan clara la doctrina de que el dios de Israel "habitaba" en un lugar terrenal o celestial-físico al igual que los otros dioses, cuya existencia, como ya se ha visto, es reconocida en la Biblia en diversas ocasiones. En este sentido pueden verse otros pasajes como los siguientes:

-"Te ocultaste tras las nubes para que no llegase a ti la oración […] Mis ojos lloran sin descanso, y no habrá tregua hasta que el Señor se incline y mire desde lo alto de los cielos"[87].

Evidentemente si se dice de Yahvé: "Te ocultaste tras las nubes", eso presupone la existencia de un lugar tras las nubes en el que Yahvé se encuentra oculto. Esta tesis se confirma en otros pasajes como el que insiste en la idea de que el cielo físico es la morada de Yahvé, hasta el punto de que se llega a afirmar que "las nubes son un velo que no le deja ver cuando pasea por las márgenes del cielo". Y así, se dice en Job:

"¿No está Dios en la cima de los cielos?

¡Mira qué alta es la bóveda de las estrellas!

Pero tú dijiste: "¿Qué sabe Dios?

¿Cómo puede juzgar a través de las nubes?

Las nubes son un velo que no le deja ver,

cuando pasea por las márgenes del cielo"[88].

Evidentemente la idea de que el dios de Israel tuviera una morada material concreta como los seres humanos dejó de ser defendida con el paso del tiempo, pero se intentó argumentar, como excusa para explicar el motivo de aquella primitiva creencia, que en aquellos momentos el pueblo no tenía un nivel cultural suficiente que le permitiese comprender una doctrina como la de la trascendencia e inmaterialidad del cielo en el que habitaba su dios -al margen de que nadie haya tenido nunca tal comprensión-. Pero este argumento es inaceptable, pues el supuesto poder infinito del dios judeo-cristiano hubiera podido conceder a su pueblo tal capacidad para comprender si habitaba en algún lugar especial o si en realidad no necesitaba residir en lugar alguno, mientras que lo que no habría hecho, en cuanto amase la verdad, es sustituir ésta por una mentira como la de que habitaba en un lugar físico como ese cielo del que aquí se habla[89]con el argumento de que el pueblo no estaba en condiciones de comprender una cuestión tan complicada como ésa.

Habiendo cambiado de domicilio para venirse a vivir con su pueblo, Yahvé dice a Israel:

"-No profanéis la tierra que habitáis, en medio de la cual habito yo también, pues yo soy el Señor, que habito en medio de los hijos de Israel"[90].

En este pasaje, como ya se ha dicho, Yahvé, aunque fuera de modo transitorio, había decidido vivir "en medio de los hijos de Israel", lo cual no tiene nada de extraño si se tiene en cuenta que era un dios tribal y que por ello resulta comprensible que aceptase -o que sus creadores lo presentasen aceptando- habitar junto a su pueblo -aunque guardando las distancias, de acuerdo con los intereses de los sacerdotes-. Por ello mismo, lo que es evidente es que en estos momentos a los sacerdotes de Israel ¡pese a la inspiración del "Espíritu Santo"! todavía no se les había ocurrido la atrevida idea de que su dios fuera "inmaterial e infinito" y que, por ello mismo, podía encontrarse en todo lugar aunque de una manera especialmente misteriosa, tal como posteriormente afirmarían los "teólogos" cristianos[91]

b) Por otra parte, en doctrinas posteriores del cristianismo se defiende que, aunque el dios de los cristianos está en todo lugar, su domicilio y su reino más propio ya no se encuentra en el cielo azul en el que, según diversos pasajes bíblicos, se encontraba al principio, sino en "otra dimensión", en un misterioso cielo inmaterial y trascendente, pues parece evidente que un ser perfecto e infinito, como lo sería ese dios -que prodigiosamente había ido evolucionando respecto al del Antiguo Testamento-, no podía quedar relegado a ocupar simplemente un espacio físico concreto, aunque se tratase del cielo[92]

Esta consideración acerca de la perfección divina debió de ser una de las que condujeron a los dirigentes cristianos a modificar el significado de aquel "cielo", que en los primeros momentos se refería a un lugar físico, y a darle el nuevo sentido de una realidad trascendente e irreductible a la del mundo material, contradiciendo la serie de ocasiones en que en el Antiguo Testamento -tan verdadero (o tan falso) como el Nuevo- el "Espíritu Santo" les había inspirado para que escribiesen que Yahvé habitaba en el cielo físico.

El hecho de que los escritos bíblicos, supuestamente inspirados por el llamado "Espíritu Santo", fueran incoherentes entre sí, así como en su interpretación de la idea de dios como un ser omnipotente y espiritual, es una contradicción más de la serie innumerable de ellas que aparece en la Biblia, tanto en relación con esta idea de dios, como en relación con doctrinas posteriores del cristianismo que consideran que la perfección divina es incompatible con la doctrina antropomórfica de un dios que habita en determinada región del Universo.

Además, si Dios existiera con las cualidades de la infinitud o de la omnipotencia, éstas le permitirían estar "en el Cielo, en la Tierra y en todo lugar" -como dice el catecismo católico- y, siendo además una realidad simple, no tendría sentido afirmar que estuviera de un modo especial y más pleno en las iglesias y en las hostias consagradas que en cualquier otro lugar del Universo.

Por otra parte, la afirmación de la omnipresencia de dios sólo resulta compatible con un panteísmo como el de Spinoza, en el que dios, como consecuencia de su infinitud, se identifica con el conjunto de la Naturaleza (Deus sive Natura). Pero evidentemente ese dios dejaría de tener un carácter personal y antropomórfico y no serviría a la fantasía humana para pedirle favores en cuanto sería ciego respecto a cualquier deseo, petición o necesidad, humana y no humana.

Sin embargo, si contrariamente al panteísmo se dijera que la Naturaleza y la divinidad son realidades distintas, parece una insensatez afirmar la ubicuidad de un dios, por lo mismo que no parece tener sentido afirmar que un mismo espacio pueda ser ocupado al mismo tiempo por dos realidades distintas. Es decir, para que un dios ocupase, entre otros, el lugar que yo estoy ocupando ahora, sería necesario que yo lo desocupase, pues parece realmente impensable la idea de que un dios y yo estemos ocupando al mismo tiempo un mismo lugar a no ser que ese dios y yo nos identifiquemos. Pero además y en cuanto se suponga que existe un dios que sea infinito, éste ocuparía todos y cada uno de los lugares del espacio, y, por ello, la existencia de un Universo junto a ese dios, siendo distinto de él, sería imposible, ya que, como diría el propio Spinoza, el Universo representaría un límite respecto a la supuesta infinitud divina o, por el contrario, el dios infinito impediría la existencia de cualquier otra realidad distinta de la suya, de manera que allí donde estuviera el Universo no habría ningún dios mientras que allí donde hubiera algún dios no estaría el Universo.

Ante esta cuestión de simple sentido común según la cual la materia es impenetrable, es decir, dos cosas no pueden ocupar al mismo tiempo un mismo espacio, los teólogos cristianos suelen responder que Dios es una realidad espiritual y que, por ello mismo, su presencia no tiene nada que ver con las leyes de la realidad material como lo es la de la impenetrabilidad de los cuerpos, de manera que, como la realidad espiritual no ocuparía ningún espacio, se podría seguir afirmando que la infinitud divina lo llena todo desde "su dimensión espiritual". Sin embargo, tal respuesta no sirve de nada mientras no se dé una definición positiva acerca de tal "realidad espiritual" y no sólo una definición negativa según la cual lo espiritual es aquello que no es material. Los defensores de la idea de lo espiritual como una realidad existente, distinta de la material, suelen poner como ejemplos de supuestas realidades espirituales los pensamientos, los recuerdos, los sentimientos, las emociones y las vivencias en general en cuanto no ocuparían espacio ni tendrían el conjunto de cualidades que caracterizan a lo material, como las que se relacionan con el hecho de ser susceptibles de sensación, pero, a pesar de todo, reales. Sin embargo, no reparan en que esas vivencias no tienen una existencia autónoma e independiente respecto a un sujeto que piensa, recuerda, siente y se emociona. Y aunque, en este sentido, es evidente que podemos afirmar la existencia de vivencias que tienen un carácter subjetivo, ligado a una actividad neurológica de una sustancia material como lo es el cerebro, este hecho no nos da base alguna como para afirmar la existencia de vivencias o pensamientos o espíritus pensantes que existan con independencia de un soporte material necesario en el cual y desde el cual se producen.

No obstante, la experiencia intensa de los sueños, de las alucinaciones y de otras vivencias similares pudieron haber llevado en el pasado al ser humano a crear el concepto de "espíritu", entendido como el de una realidad distinta de la material, que podría existir de forma separada con respecto al cuerpo, del mismo modo que la fantástica imaginación de Platón le llevó a imaginar el mundo de las Ideas como realidades separadas e independientes de aquello en lo cual, sin embargo, existían de manera inseparable, tal como después reivindicó Aristóteles[93]La trampa platónica, en la que hasta cierto punto cayó su discípulo, consistió en hacer abstracción de la materia de las cosas para quedarse con sus cualidades, que podía imaginar sin la materia, al margen de que nunca se nos diesen sin ella.

Frente a estos planteamientos en el siglo XVII Hobbes, ante la imposibidad de comprender el significado positivo de lo supuestamente "inmaterial", consideró que afirmar que dios era inmaterial era lo mismo que negar su existencia.

En cualquier caso, parece que, aunque el hombre descubra la serie de dificultades que implica la afirmación de la existencia independiente de realidades supuestamente inmateriales, le resulta muy difícil soportar su ignorancia respecto a una explicación objetiva de los problemas con que se enfrenta y, por ello mismo, en muchas ocasiones cae en la tentación de rellenar mediante su fantasía el vacío que su razón es incapaz de colmar. Y, por ello, muy pronto vuelve a crear su multiplicidad de espíritus y fantasmas, más allá de toda razón y de cualquier posibilidad de demostración empírica, afirmando la existencia independiente de esas supuestas realidades y apoyándose en que tampo-co los demás podemos refutar la existencia de ese mundo fantástico. Pero, como dijo K. Popper, una doctrina que no pueda ponerse a prueba a fin de que, en el caso de que sea falsa, pueda demostrarse que lo es, no es una teoría científica, al margen de que pueda tener otro valor, como el emotivo. Y esto es lo que sucede con la creencia en lo inmaterial o espiritual, o en las creencias religiosas, cuya correspondencia con una auténtica realidad es inverificable, aunque en muchos casos sí puede demos-trarse su falsedad, como cuando implican contradicciones inter-nas. Además, como suele decirse con todo derecho, la "carga de la prueba" la tiene quien afirma algo que los demás desconocemos. Y así, quien afirma que existen "realidades espirituales" tendría que explicarnos en primer lugar a qué se refiere con tales términos, y, en segundo lugar, mostrarnos el método que debemos seguir para comprobar que tales realidades existen. Pero, mientras esto no suceda, no parece que haya que hacer caso de simples afirmaciones no acompañadas de demostración alguna, pues si tuviéramos que refutar las creencias y doctrinas gratuitas del ser humano, no tendríamos tiempo para otra cosa.

c) A pesar de haber superado en cierto modo el antropomorfismo que supone la idea de que el dios supuestamente inmaterial de la secta católica habitase en un lugar material, los dirigentes de esta secta incurren en una nueva contradicción cuando, aun habiendo llegado a considerar que su dios es omnipresente, proclaman además que se encuentra de manera especial y más plena en una sustancia material como lo es la hostia y el vino consagrados [?] por los sacerdotes en una especie de ritual mágico durante la ceremonia de "la misa".

Sin embargo, esta doctrina es incompatible con la que defienden los mismos teólogos católicos cuando afirman la simplicidad divina[94]pues efectivamente esta perfección implica que Dios no puede estar en un sitio más que en otro, ni puede estar más o menos, de manera que, si está, estará por completo y, si no está por completo, es que no está, en cuanto el estar o no estar no admite grados, del mismo modo que tampoco existen entre ser o no ser, estar vivo o no, estar embarazada o no, haber llegado a la meta o no, y en cuanto no tiene sentido decir que alguien sea perfecto pero sólo un poco, que esté vivo pero sólo un poco, que esté embarazada pero sólo un poco o que ha llegado a la meta pero sólo un poco. En este mismo sentido es una contradicción afirmar que Dios se encuentra en todas partes y puntualizar a continuación que donde más se encuentra [?], es en la hostia o en el vino consagrados durante la misa.

Una cuestión distinta es la de averiguar por qué defienden los dirigentes católicos que donde Dios se encuentra de verdad es en la hostia consagrada en lugar de estar en las montañas, los ríos, los desiertos, las estrellas o en el Universo entero. Evidentemente el motivo esencial de tal afirmación no es otro que el de mantener atrapado a su adoctrinado redil, pues, si uno estuviera convencido de que en realidad el dios católico -o cualquier otro- se encontraba en todas partes, las iglesias carecerían de sentido.

Parece evidente por ello que la insistencia de la jerarquía católica en afirmar que donde de verdad se encuentra Dios es en las iglesias y en la hostia consagrada proviene -como en los tiempos de Salomón- de sus intereses económicos, pues sólo desde el momento en que los fieles acuden a la Iglesia para estar más cerca de Dios se les puede controlar, adoctrinar y someter para que asuman la "obligación" de entregar a la organización "religiosa" los "diezmos y primicias" o las limosnas que ésta les exija a fin de colaborar al mantenimiento y a la prosperidad de ese negocio "espiritual" e incrementar así su poder sobre la sociedad.

En definitiva, es la ambición económica y política
de la jerarquía de esta secta la que le lleva a defender la absurda
doctrina antropomórfica que considera las iglesias como "casas de
Dios", pues, sin tal doctrina, peligrarían seriamente sus beneficios
económicos en cuanto los fieles comprendieran que para ponerse en contacto
con la supuesta divinidad no hacía ninguna falta acudir a tales "casas"
en cuanto un dios no precisaría de ninguna, de manera que quienes necesitasen
creer en fantasías religiosas comprenderían que no era preciso
acudir a ninguna iglesia ni comer hostias consagradas, y entonces obispos y
curas tendrían que dedicarse a trabajar de verdad para ganarse el pan
con el sudor de su frente en lugar de vivir de los privilegios que les conceden
los gobiernos cómplices de sus mentiras y en lugar de engañar
a la infancia y a tanta gente inocente.

 

 

Autor:

Antonio García Ninet

 

[1] Mateo, 1:20: ?Despu?s de tomar esta decisi?n [de separarse de Mar?a], el ?ngel del Se?or se le apareci? en sue?os y le dijo:
-Jos?, hijo de David, no tengas reparo en recibir a Mar?a como esposa tuya, pues el hijo que espera viene del Esp?ritu Santo?.

[2] Para ser m?s exactos, hay que decir que en una ocasi?n se habla de ?el primog?nito de Dios?, pero en ella su autor se refiere al rey David. En efecto, se dice en Salmos: ?-Y yo lo constituir? en primog?nito m?o? (Salmos, 89:28).

[3] 2 Cr?nicas, 20:13.

[4] 2 Reyes, 2:9-10.

[5] ?Nada m?s ser bautizado, Jes?s sali? del agua y, mientras sal?a, se abrieron los cielos y vio al Esp?ritu de Dios que bajaba como una paloma y ven?a sobre ?l. Y una voz del cielo dec?a:
-?ste es mi Hijo amado, en quien me complazco? (Mateo, 3:16).

[6] ?Todav?a estaba hablando Pedro, cuando el Esp?ritu Santo descendi? sobre todos los que escuchaban el mensaje? (Hechos, 10:44).

[7] Hechos, 2:17.

[8] Hechos, 10:34-38.

[9] Marcos, 1:8.

[10] Lucas, 12:10. Un texto similar a ?ste aparece en Mateo: ?Todo pecado y toda blasfemia ser? perdonado a los hombres; mas la blasfemia contra el Esp?ritu Santo no les ser? perdonada? (Mateo, 12:13).

[11] Marcos, 13:32.

[12] Mateo, 20:23. La cursiva es m?a.

[13] Judit, 9:5.

[14] Isa?as, 26:12.

[15] Eclesi?stes, 6:10.

[16] Eclesiast?s, 3:15. Seg?n parece, el autor de esta obra, perteneciente tal vez al siglo III antes de nuestra era, pudo haber conocido la cultura griega y pudo haber recibido la influencia de los estoicos, quienes defendieron la doctrina del Eterno Retorno. Sin embargo, esta teor?a est? en contradicci?n con G?nesis, donde se defiende la idea de un principio del Universo (?al principio creo Dios el cielo y la tierra?), mientras que el Eterno Retorno implica la negaci?n de un principio. Por ello mismo, est? igualmente en contradicci?n con la doctrina cristiana del ?fin del mundo?, que implica el cese de las sucesivas e infinitas repeticiones que supone la doctrina del Eterno Retorno. La diferencia entre los estoicos y el autor de Eclesiast?s consiste en que mientras los estoicos no consideran que exista un dios personal que cause esos ciclos eternos, el autor de esta obra considera que es su dios quien los causa. Pero, al margen de esta m?s que curiosa coincidencia, lo que tiene inter?s es la predeterminaci?n divina, que queda afirmada en los textos se?alados.

[17] Ezequiel, 36:27. La cursiva es m?a.

[18] Josu?, 11:20.

[19] Jueces, 7:22: La cursiva es m?a.

[20] 1 Samuel, 2:25. La cursiva es m?a.

[21] Proverbios, 16:4. La cursiva es m?a.

[22] Eclesi?stico, 16:15. La cursiva es m?a.

[23] 2 Tesalonicenses, 2: 11.

[24] Apocalipsis, 13:8. La cursiva es m?a.

[25] 1 Samuel, 2:25.

[26] 2 Cr?nicas, 25:20.

[27] Pablo de Tarso: Romanos, 9:18-19.

[28] Eclesi?stico 15:11-17. La cursiva es m?a.

[29] Tom?s de Aquino: Suma Teol?gica, I, q. 28, a. 2.: ?Voluntas in nihil potest tendere nisi sub ratione boni…? En este mismo sentido escribi? tambi?n m?s adelante: ?La voluntad es un apetito racional? y ?todo apetito es s?lo del bien? (I-II, q. 8, a. 1).

[30] Suma Teol?gica, I-II, q. 9, a. 6.

[31] Suma Teol?gica, I-II, q. 10, a. 2.

[32] ?…sed quia bonum multiplex est, propter hoc non ex necessitate determinatur ad unum? (Suma Teol?gica, I, q. 28, a. 2).

[33] ?…qualis unusquisque est, talis finis videtur ei? (Suma Teol?gica, I-II, q. 13, a. 6).

[34] Suma contra los gentiles, III, cap?tulos 89 y 90.

[35] Suma Teol?gica, I, q. 83, a. 1.

[36] Suma contra los gentiles, 7, III, c. 147.

[37] O.c., c. 149. Puede verse la influencia de Pablo de Tarso (Romanos, 9:18-19) en Tom?s de Aquino en el ejemplo utilizado por este ?ltimo, que es id?ntico al utilizado por Pablo de Tarso.

[38] La cursiva es m?a.

[39] O.c., c. 163. La influencia de Pablo de Tarso sobre estos planteamientos es evidente, pues en su Ep?stola a los Romanos escribi?: ??Acaso la figura plasmada dir? a su plasmador: ??por qu? me hiciste as??? ?O no tiene potestad el alfarero sobre el barro para hacer de la misma masa un vaso para honor y otro para afrenta? (Romanos, 9:20-21). Por su parte, Nietzsche critica estos planteamientos cuando escribe: ?Demasiadas cosas le salieron mal a ese alfarero que no hab?a aprendido suficientemente el oficio. Pero eso de vengarse en sus cacharros y en sus criaturas, porque le hab?an salido mal a ?l, eso fue un pecado contra el buen gusto? (As? habl? Zaratustra, p. 289. Planeta-De Agostini, Barcelona, 1992).

[40] l Malaqu?as, 1:2-3. La cursiva es m?a.

[41] Eclesi?stico, 12:5-6. La cursiva es m?a.

[42] Suma contra los gentiles, c. 163. La cursiva es m?a.

[43] B. Russell: Por qu? no soy cristiano.

[44] De hecho en G?nesis Dios condena a Ad?n maldiciendo la tierra: ?Por haber caso a tu mujer y haber comido del ?rbol prohibido, maldita sea la tierra por tu culpa. Con fatiga comer?s sus frutos todos los d?as de tu vida. Ella te dar? espinas y cardos y comer?s la hierba de los campos. Con el sudor de tu frente comer?s el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado, porque eres polvo y al polvo volver?s? (G?nesis, 3:17-19).

[45] En otros momentos ya he criticado la falta de una relaci?n l?gica necesaria entre delito o pecado y castigo, al margen de que para la convivencia entre los seres humanos resulte ?til establecer una conexi?n de tipo legal entre tales realidades en cuanto sirve para que los delitos disminuyan.

[46] En caso contrario tendr?amos que aceptar que el propio Dios necesita pasar alternativamente por sucesivas etapas de sufrimiento y felicidad por cuanto las ?ltimas estar?an condicionadas por las primeras.

[47] Job, 2:10.

[48] Eclesi?stico, 11:14.

[49] Kirk y Raven: Los fil?sofos presocr?ticos, fr. 209; p. 273. Gredos, Madrid. 1974.

[50] De lo contrario, nos pasar?a como al ciego de nacimiento, que por no haber experimentado nunca el color es incapaz de hacerse una idea adecuada de ?l.

[51] Daniel, 12:2. La cursiva es m?a.

[52] Mateo, 13:49-50. La cursiva es m?a.

[53] Mateo, 25: 4l. La cursiva es m?a.

[54] Mateo, 5:29. La cursiva es m?a.

[55] Mateo, 25:46. La cursiva es m?a.

[56] Marcos, 9:47. La cursiva es m?a.

[57] Lucas, 16:23-25.

[58] Pablo de Tarso: 2 Tesalonicenses, 1:6-9. La cursiva es m?a.

[59] Apocalipsis, 21:8. La cursiva es m?a. Resulta de inter?s observar que en el evangelio de Juan no se menciona el ?Infierno? en ning?n momento de manera expl?cita, aunque s? se contraponga ?vida eterna? y ?condenaci?n?, la cual podr?a significar simplemente condena a morir para siempre, tal como se acepta a lo largo de casi todo el Antiguo Testamento.

[60] Apocalipsis, 12:7-9.

[61] Lucas, 12:5. La cursiva es m?a. En Mateo aparece un texto similar: ?temed [?] al que puede destruir al hombre entero en el fuego eterno? (Mateo, 10:28. La cursiva es m?a).

[62] Mateo, 25:46.

[63] Lucas, 16:23-25. El autor de este evangelio presenta esta escena con gran realismo, como si la hubiera presenciado directamente. Cualquiera que tenga inter?s puede comprobar que el autor de este evangelio es muy dado a escribir de ese modo acerca de hipot?ticas situaciones que ?l en ning?n caso pudo haber presenciado. Parece que lo importante no era su veracidad sino el efecto que tales ?historias? pudieran causar en sus ingenuos oyentes o lectores.

[64] 2 Tesalonicenses, 1:6-9.

[65] ?Ut beatitudo sanctorum magis complaceat eis et de ea uberiores gratias Deo agant, datur eis ut poenam impiorum perfecte intueantur? (Summa Theo-logica, V, Suppl., q. 94, a. 1).

[66] As?, por ejemplo, se dice en Deuteronomio: ?No te postrar?s ante ellos ni les dar?s culto, porque yo, el Se?or tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la maldad de los hombres en los hijos hasta la tercera y cuarta generaci?n? (Deuteronomio, 5, 9-10). El castigo hasta la tercera y cuarta generaci?n es una muestra clara de absoluta crueldad e injusticia por parte de Yahv?, cuya sed de venganza y cuya omnipotencia est?n por encima de todo, pero adem?s y de manera especial es una prueba de que en esos momentos a los sacerdotes de Israel todav?a no se les ha ocurrido la idea de la inmortalidad en la que el bien o el mal puedan prolongarse indefinidamente: Ni gloria eterna, ni castigo eterno.

[67] Ezequiel, 26:19-20. La cursiva es m?a.

[68] Suma contra los gentiles, libro III, cap. 89.

[69] Suma contra los gentiles, libro III, cap. 90.

[70] S. Th. I, q. 6 a. 1 obi. 2.

[71] De hecho en la misma Biblia se llega a reconocer esta idea cuando se dice: ?la maldad es necedad y la insensatez locura? (Eclesiast?s, 8:25).

[72] Homero: Odisea, XI, versos 489-492.

[73] Escribo ?teolog?a?, con comillas, para poner de manifiesto mi asombro ante la pretensi?n de que se pueda tener un ?conocimiento racional? de cualquier dios, pues ?se es el significado de la palabra teolog?a.

[74] F. Nietzsche: La gaya ciencia, par?g. 141.

[75] F. Nietzsche: As? habl? Zaratustra, IV, El jubilado. Ya antes, en La gaya ciencia, Nietzsche se hab?a expresado en un sentido semejante: ?Si Dios quer?a llegar a ser objeto de amor, deb?a antes renunciar al papel de juez supremo y a la justicia divina? (par?g. 140).

[76] Mateo, 7:1.

[77] Mateo, 18: 35. Un planteamiento pr?cticamente id?ntico a ?ste aparece en Marcos, 11:25.

[78] Mateo, 25:41.

[79] Parece evidente que la utilidad de esta ?ltima doctrina es la de encontrar un motivo para exigir a los creyentes de base que acudan a las iglesias a comulgar, a recibir a ?Dios? ?en cuerpo, sangre, alma y divinidad?. De ese modo, permaneciendo el reba?o de los fieles en contacto frecuente con sus pastores, ?stos podr?n controlarles mucho mejor que si cada uno vive su propia experiencia ?religiosa o no- de manera individual y desde su propia fantas?a, y, sobre todo, los dirigentes de la secta incrementar?n la rentabilidad de su divino negocio.

[80] Salmos, 113:5.

[81] 2 Samuel, 7:6. Un pasaje similar a ?ste se encentra en 1 Cr?nicas, 17:3, donde se dice: ?Pero aquella misma noche Dios dirigi? esta palabra a Nat?n: [?] Yo no he habitado en una casa desde el d?a en que saqu? de Egipto a los israelitas hasta hoy. He estado peregrinando de un sitio a otro en una tienda [?]?. O sea, que Dios est? comunicando a Nat?n que antes ten?a una casa y que la abandon? para acompa?ar a los israelitas en su salida de Egipto. Esta narraci?n, acompa?ada del comentario de Yahv?, se encuentra muy alejada de la posterior doctrina acerca de la ubicuidad divina.

[82] 2 Cr?nicas, 6:1.

[83] 1 Cr?nicas, 29:2.

[84] 1 Cr?nicas, 29:3-4.

[85] 1 Cr?nicas, 29: 6-8.

[86] 1 Reyes, 11:1-10.

[87] Lamentaciones, 3:44-50. La cursiva es m?a.

[88] Job, 22:13-14. Ya anteriormente, en otros libros de la Biblia, aparecen pasajes en los que se insiste en esta misma doctrina seg?n la cual el cielo f?sico es el lugar donde vive el dios de Israel; as?, por ejemplo, en 2 Reyes, 2:11-16, donde se dice que ?El?as fue arrebatado en un torbellino hacia el cielo? (2 Reyes, 2:11), y donde poco despu?s sus disc?pulos piden a Eliseo: ?permite que vayan a buscar a tu maestro, no sea que el esp?ritu del Se?or que lo arrebat? lo haya dejado caer en alg?n monte o en alg?n valle? (2 Reyes, 2:16). Evidentemente, si lo dej? ?caer en alg?n monte o en alg?n valle?, eso s?lo pudo ser porque lo habr?a arrebatado a un cielo f?sico y no a uno trascendente, m?s all? del Universo material.

[89] Sin embargo, lo que tambi?n es verdad es que la omnipotencia desp?tica tan absoluta del dios judeo-cristiano le habr?a permitido mentir si as? lo hubiese querido, del mismo modo que en tantas ocasiones hab?a asesinado a multitud de ni?os inocentes sin el menor escr?pulo. Pero, claro est?, un dios as? no tendr?a nada que ver con el supuesto dios bueno y amor infinito como el que predica el clero cat?lico.

[90] N?meros, 35:34. La cursiva es m?a.

[91] Tambi?n es verdad, por otra parte, que en nuestra cultura estamos acostumbrados a utilizar t?rminos como ?inmaterial? o ?infinito?, como si realmente entendi?ramos qu? significan, m?s all? del sigificado de los correspondientes t?rminos sin el prefijo negativo con el que se formaron, pues decir de algo que es ?no material? o ?no finito? no proporciona una definici?n precisa ni positiva de tales t?rminos, si es que lo tiene.

[92] Para Arist?teles Dios representaba la m?xima perfecci?n frente a la imperfecci?n que caracterizaba al mundo sublunar y se encontrar?a m?s all? de la ?ltima de las ?esferas fijas? pero no siendo trascendente al cosmos. En definitiva, Arist?teles hab?a situado a su dios como motor inm?vil en un lugar del mundo material, aunque se tratase del lugar m?s perfecto.

[93] No obstante, el genial disc?pulo de Plat?n, a pesar de haber criticado el dualismo de su maestro, sigui? aceptando la doctrina de que dios era una realidad existente en s? misma, siendo forma pura sin materia.

[94] Los mismos dirigentes cat?licos admiten que si nos referimos a las diversas perfecciones divinas lo hacemos mediante una ?distinci?n de raz?n?, pero no porque en su dios existan de manera independiente tales perfecciones.

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