En el caso de que se trate de pelos humanos, son múltiples los problemas que plantea la práctica forense:
a) Diagnóstico anatomo-topográfico, es decir, determinar región anatómica que pertenece el pelo.
b) Determinación del sexo.
c) Determinación de la edad.
d) Determinación de la raza.
e) Diagnóstico individual.
f) Los pelos hallados ¿cayeron espontáneamente, fueron cortados o arrancados y por qué procedimiento?.
g) ¿En qué momento fueron desprendidos los pelos? después de la muerte?.
h) ¿Es posible determinar la fecha de la muerte por el examen del pelo?
Es preciso tener en cuenta que, al revés de lo que ocurre en otros problemas técnicos de la investigación criminal, en el examen forense del pelo no contamos con datos absolutos de certeza para resolver todos los problemas enumerados, ya que la mayoría de aquellos sólo tienen la categoría de posibles si se estudian aisladamente, pero son de gran valor identificativo cuando se reúnen varios signos coincidentes.
Por esta razón, en lo que a la investigación del pelo se refiere y aún cuando se trate de resolver uno sólo de los problemas anteriormente reseñados, debe hacerse un estudio completo, no conformarse con un solo dato o una serie de datos, sino que debe seguirse la marcha analítica íntegramente, ya que en todas sus fases surgen datos aplicables a la resolución de todos los problemas.
Recogida y envío.
Previa a la recogida y posterior envío para su estudio en el laboratorio es preciso su estudio "in situ".
Como se ha indicado, el medio ideal para fijar el estado de los lugares y hacer tranquilamente su estudio es la fotografía. Es necesario la fotografía de ese pequeño detalle que es el pelo, utilizando si es preciso medios de ampliación (fotografía macroscópica).
Una vez verificado el estudio "in situ", se impone la recogida de muestras para su ulterior estudio en el laboratorio. Puede afirmarse que de la técnica empleada en esta operación depende en gran parte el éxito o el fracaso de las ulteriores investigaciones en el laboratorio.
Si por circunstancias especiales no es posible trasladar los pelos al laboratorio junto con el soporte, cuando están adheridos al mismo, no queda otro recurso que separarlos con sumo cuidado; pero siempre el criterio que debe imperar en esta operación es que todo elemento ambiental del pelo debe ir íntegramente a la mesa de trabajo, pues a veces una mínima partícula de sangre o de cualquier otra sustancia es decisiva para llegar a la completa individualización.
Posteriormente se sigue una pauta analítica, ya en el laboratorio, con un examen macroscópico complementario al realizado "in situ" que contiene el examen micrográfico y posteriormente las técnicas adecuadas del laboratorio, entre las que podemos utilizar actualmente las derivadas del D.N.A.
Exploración del cadáver
Aquí es preciso señalar que la exploración del cadáver precisa de una serie de situaciones a tener en cuenta:
– Cadáver reciente.
– Cadáver putrefacto.
– Restos óseos.
La presencia de un cadáver plantea al médico forense una serie de interrogantes que podemos resumir en tres preguntas:
En primer lugar, ¿cuál ha sido la causa de la muerte?.
A continuación, ¿cómo se ha producido esa muerte?.
Y en tercer lugar, ¿cuando se ha producido esa muerte?.
Evidentemente, cada cuestión planteada, supone una investigación distinta en cada uno de los casos planteados.
A) Cadáver reciente.
En esta situación se nos plantea, en primer lugar, el diagnóstico de la muerte, que tradicionalmente ha sido considerado siempre como una situación fácil; actualmente, la nueva era de los trasplantes y los modernos y sofisticados mecanismos de reanimación y/o resucitación exigen una verdadera precaución a la hora de hacer un diagnóstico objetivo del estado de muerte.
La muerte la hemos de entender como el cese de las funciones vitales, considerando éste como el cese del equilibrio químico, físico y biológico que supone la vida, quedando el cuerpo entonces a merced del medio ambiente, tanto externo como interno del propio organismo.
El diagnóstico de la muerte, en el caso que nos ocupa, normalmente se basa en el establecimiento de los fenómenos cadavéricos, fenómeno relativamente tardío, pero de certeza absoluta.
Los fenómenos cadavéricos que en esta situación de cadáver reciente nos interesan son los que se conocen como fenómenos abióticos y entre éstos debemos distinguir: la deshidratación cadavérica, el enfriamiento, la formación de las livideces cadavéricas y la rigidez.
– La deshidratación cadavérica. Cuando las condiciones externas se caracterizan por elevadas temperaturas y fuerte ventilación, se produce la evaporación de los líquidos cadavéricos; condiciones menos extremadas producirían, también, un cierto grado de deshidratación cadavérica. Este fenómeno puede traducirse en fenómenos generales, representados por la pérdida de peso y en fenómenos locales que serían el apergaminamiento cutáneo, la desecación de las mucosas y los fenómenos oculares. Fenómenos muy variables en su intensidad, según las influencias exteriores. Como la pérdida de peso que sufre el cadáver es relativamente escasa, sólo resulta apreciable en el recién nacido y en el niño de corta edad, siendo la pérdida más acusada en los primeros días y sobre todo, en las primeras 24 horas. Esta disminución puede ser origen de errores en la determinación de la época de gestación de fetos a término.
En los fenómenos locales, el apergaminamiento cutáneo, consiste en que cuando la capa córnea epidérmica que representa un escudo protector de la piel, ha desaparecido, como sucede en las escoriaciones; la piel de la zona correspondiente sufre un proceso de desecación especial, que recibe el nombre de apergaminamiento. Este proceso se traduce en la formación de una placa amarillenta, seca, dura, espesa, con consistencia y aspecto como pergamino, cuya superficie esta recorrida por arborizaciones vasculares de tinte más oscuro.
La desecación de las mucosas equivale a lo que acabamos de describir; se produce sobre todo en los labios (preferentemente en recién nacidos), donde se origina un ribete pardo rojizo o pardo negruzco que ocupa su zona más externa; también puede producirse en la zona de transición cutáneo mucosa de la vulva en niñas de corta edad. Debe evitar confundirse este fenómeno normal con lesiones por compresión, tocamientos impúdicos o escarificaciones caústicas.
En el capítulo de los fenómenos oculares tenemos la pérdida de la transparencia de la córnea, con formación de una telilla albuminosa, que consiste en un fenómeno relativamente precoz, pero con diferencias cronológicas según que el cadáver haya permanecido con los ojos abiertos o cerrados, en el primer caso, la córnea aparece turbia ya a los 45 minutos de la muerte y en el segundo a las 24 horas.
La telilla albuminosa se halla formada por restos de epitelio corneal desprendido y reblandecido, y también por materias albuminoideas trasudadas y granos de polvo.
La mancha esclerótica de SOMMER-LARCHER, se inicia poco tiempo después de la muerte, en forma de una simple mancha negra, de contornos mal limitados, que se va extendiendo después hasta adquirir una forma redondeada u oval, más raramente triangular, con la base dirigida hacia la córnea. La mancha negra aparece primero en el lado externo del globo ocular, apareciendo después otra del mismo color y aspecto en el lado interno. Esta mancha esclerótica no es de una constancia absoluta; depende de que el cadáver haya permanecido con los ojos abiertos y cuánto tiempo. Procede del desecamiento de la esclerótica, que se adelgaza y torna transparente, con lo que deja traslucir directamente el pigmento de la coroides.
También a consecuencia de la evaporación de los líquidos intraoculares, el ojo del cadáver llega a perder su tono y volverse blando al tacto, lo que en último extremo provoca un hundimiento de la esfera ocular. Este es un fenómeno de gran constancia, pero condicionado, también en su progresión cronológica a que el cadáver haya permanecido con los ojos abiertos o cerrados.
Otro fenómeno es el enfriamiento cadavérico; este fenómeno se debe al cese de los fenómenos que producen el calor corporal al producirse la muerte, quedando el cuerpo sometido a las influencias del medio ambiente por lo que sufre un proceso de enfriamiento progresivo hasta igualarse la temperatura con el medio ambiente. Es decir el cuerpo se comportaría como un cuerpo metálico caliente que pierde su fuente de calor, aunque en el cuerpo humano ese proceso no es exactamente igual ya que el calor corporal del cadáver suele mantenerse durante un cierto tiempo después de la muerte y aún aumentar en ciertas circunstancias.
Es decir, se puede decir que existe un periodo de equilibrio térmico, presentando la curva de enfriamiento una meseta inicial, habiéndose demostrado experimentalmente que este fenómeno tiene una explicación puramente física, ya que el cadáver se comporta de la misma manera que un cilindro metálico del mismo diámetro. En uno y otro, el enfriamiento se inicia en la periferia por un flujo ininterrumpido de calor hacia el medio que los rodea. Pero las capas inmediatamente subyacentes compensan esa pérdida acto seguido repitiéndose el mismo proceso hacia la profundidad de forma sucesiva.
La evolución de este proceso se inicia por los pies, manos y cara que están fríos a las dos horas, se extiende luego a las extremidades, pecho y dorso. Finalmente se enfrían vientre y axilas. Los órganos abdominales profundos conservan el calor mucho tiempo, incluso 24 horas. En el enfriamiento cadavérico existen una serie de condicionantes de su marcha como es la causa de la muerte, determinados factores individuales y factores ambientales.
El enfriamiento cadavérico es importante como hemos dicho en el diagnóstico cierto de la muerte y como se verá más tarde, atendiendo a su marcha cronológica, en la dotación de la misma.
Las livideces cadavéricas se producen con el cese de la actividad cardíaca que inicia con una contracción vascular progresiva desde el ventrículo izquierdo hacia la periferia un amplio desplazamiento de la masa sanguínea, que vacía las arterias y es origen de una hiperplección de las venas. A partir de este momento la sangre que sometida de modo exclusivo a la acción de la fuerza de la gravedad, por lo que tiende a ocupar las zonas declives del cuerpo, distendiéndose los capilares y produciendo sobre la superficie cutánea manchas de color rojo violáceo, conocidas como livideces cadavéricas (Iivor mortis).
Las livideces constituyen un fenómeno constante, que no falta ni aun en la muerte por hemorragia, a no ser que esta sea una completa exanguinación.
El color de las livideces es rojo violáceo, variando entre límites muy amplios, desde el rojo claro al azul oscuro. Estas variantes de den del color de la sangre en el momento de la muerte, por tanto en la intoxicación oxicarbónica y en la cianurada tienen un color sonrosado mientras que en la intoxicación por venenos metahemoglobinizantes presentan un color achocolatado.
La intensidad depende de la fluidez del líquido sanguíneo, si do más acusadas en los casos de asfixias, ya que la sangre no se coagula con rapidez y menos marcadas en las muertes por hemorragia, anemia, debido a la reducida cantidad de sangre y de pigmento sanguíneo.
En cuanto a la distribución de las livideces, si hemos explicado que la masa sanguínea queda a expensas de la fuerza de la gravedad, lógico es pensar que se producirán en aquellos lugares declives del cadáver.
Existen variedades de livideces y entre éstas debemos destacar la púrpura hipostática, constituida por un punteado de tipo pseudoequimótico que tiene su origen, según HOFFMAN, porque la hipóstasis cadavérica puede romper vasos, aumentado la presión, sobre todo en capilares, siendo este fenómeno más frecuente si los capilares sufren degeneración grasa.
Otra variedad de livided cadavérica son las livideces paradójicas, es decir, aquellas que se forman en regiones no declives. Presentan forma de manchas acompañadas no raramente por petequias, hemorrágicas, hecho que también puede suceder con las livideces normales. Se observan, en cadáveres mantenidos en decúbito supino, en la cara y regiones anteriores del cuello y tórax, especialmente en las muertes repentinas y en las asfícticas. Existen varias teorías sobre la génesis de estas livideces, siendo quizá la real aquella que mantiene su origen postmortal, interviniendo en su génesis un componente activo, dinámico, vásculo sanguíneo, que moviliza la sangre desde el lecho arterial al venoso, encontrando en su desarrollo el obstáculo del estasis venoso y cardíaco derecho, propio de estas muertes; de esta manera tendría lugar una intensa dilatación y replección de la red capilar, que se pondría de manifiesto en estas livideces en zonas no declives.
Existe un dato poderosamente llamativo e importante en el capítulo de las livideces cadavéricas, la transposición de las livideces cadavéricas, es decir, la posibilidad del desplazamiento de las manchas de lividez durante cierto tiempo después de su formación. Así, si comprimimos una lividez reciente con el dedo esta desaparece, y de la misma manera si cambiamos la posición del cadáver. El resultado de estos dos tipos de maniobra es un nuevo desplazamiento de la sangre hacia los vasos no comprimidos, en el primer caso, o hacia las nuevas regiones declives, en el segundo; explicándose así el fenómeno de la transposición, apareciendo de nuevo las livideces en el punto declive actual.
Pero, transcurrido un cierto plazo, las citadas maniobras se hacen negativas. Se ha establecido el proceso de fijación de las livideces, que se hacen permanentes en el lugar que se formaron. En general, las livideces empiezan la fijación a las diez o doce horas.
Derivado de esto, existe la posibilidad de encontrar en un cadáver, livideces en dos planos distintos y aún opuestos. Esto tiene lugar cuando se cambia la posición del cadáver habiendo ya comenzado el proceso de fijación de las livideces, sin haberse completado del todo.
De esto podemos deducir, desde el punto de vista de la medicina forense, que las livideces cadavéricas tienen gran importancia en los siguientes puntos:
Diagnóstico de la muerte cierta.
Determinación de la data de la muerte.
Determinación de la posición del cadáver.
Rigidez cadavérica.
Inmediatamente después de la muerte se produce, en circunstancias normales, un estado de relajación y flaccidez de todos los músculos del cuerpo. Pero al cabo de un cierto tiempo variable, pero corto en general, se inicia un lento proceso de contractura muscular, que ha sido llamado rigidez cadavérica (rigor mortis).
Sus caracteres han quedado magistralmente reflejados en la definición de LACASSAGNE:
«Estado de dureza, retracción y tiesura, que sobreviene en músculos después de la muerte».
Dicho estado aparece constantemente en los cadáveres, varia solamente el momento de iniciarse, que excepcionalmente puede muy preciso o muy tardío. Se produce en toda la serie animal, incluso en los de sangre fría, afectando tanto a la musculatura estriada del a rato locomotor como a la musculatura lisa.
El mecanismo de producción de la rigidez cadavérica es similar contracción muscular en vida, siendo una contracción mantenida, mientras existe aporte energético derivado del ácido adenosin trifosfórico (ATP) que pasa a ácido adenosín difosfórico (ADP) liberándose una molécula de ácido fosfórico. Así un buen estado muscular producirá una rigidez más intensa y duradera que si la musculatura se encuentra fatigada como por ejemplo si se produjese la muerte tras un ejercicio físico prolongado.
La rigidez en la musculatura lisa va a producir una serie de fenómenos que se deben conocer para evitar equívocos importantes.
En primer lugar se produce con bastante anterioridad a la rigidez de la musculatura estriada y en determinados lugares va a producir diferentes signos:
La rigidez diafragmática provoca la expulsión del aire pulmonar, provocando la oscilación de la glotis y como consecuencia un ruido especial, apagado que ha sido llamado el sonido de la muerte.
Al entrar en rigidez los músculos erectores del pelo, se produce la "cutis anserina" (vulgarmente piel de gallina) que no debe atribuirse, por tanto, a un fenómeno vital. También se produce la retracción del escroto y los pezones.
La rigidez cadavérica en las vesículas seminales puede producir la salida al exterior de líquido seminal, que ha sido erróneamente interpretada como eyaculación agónica o post mortal.
La contracción del corazón, que es más intensa en el ventrículo izquierdo, es el origen del vaciamiento arterial y la formación de las livideces cadavéricas.
Por último, la rigidez cadavérica, afecta también al útero, que si se encuentra gestante, puede producir lo que se llama como parto post-mortal.
De todo esto se puede deducir que la rigidez cadavérica tiene importancia en los que se refiere al diagnóstico de la muerte, la determinación de la data de la misma y en ocasiones puede ayudar a reconstruir las circunstancias en que se produjo la muerte (espasmo cadavérico).
El estudio de estos fenómenos cadavéricos nos permite llegar al diagnóstico cierto de la muerte y estudiando su cronología, apartado en el que sería quizá, excesivamente prolijo, nos daría una datación de la muerte, aunque en este apartado, la experiencia nos demuestra que la utilización de los fenómenos cadavéricos de forma aislada, de uno en uno, siempre y por regla general suele ser fuente de importantes errores. Es preciso tener en cuenta que la datación de la muerte sigue siendo uno de los caballos de batalla más importantes que tiene la medicina forense, debiendo ser cauto y muy celoso en la apreciación de los mismos, ya que errores y/o arrogancias sobre un tema tan delicado y difícil, puede llevar al tribunal, mal asesorado por el perito, a desestimar una coartada que en su origen puede ser cierta.
B) Cadáver putrefacto.
El cadáver en descomposición no ofrece dudas sobre el diagnóstico de la muerte. Aquí se plantean varios problemas que se hacen cada vez más complejos a medida que el tiempo transcurre.
En primer lugar el proceso putrefactivo lleva una marcha que se encuentra totalmente influenciada por el medio ambiente, condiciones del cadáver y tipo de muerte, haciéndose mucho más difícil la datación de la muerte.
La putrefacción evoluciona en el cadáver en cuatro fases o periodos bien caracterizados pero que se entremezclan entre sí.
Existe una primera fase o periodo cromático, que se inicia a las veinticuatro a cuarenta y ocho horas de la muerte, con el primer signo objetivo de la putrefacción, la mancha verde, localizada inicial y normalmente en la fosa ilíaca derecha, que después se va extendiendo por todo el cuerpo, durando varios días y a la que poco a poco se va añadiendo la segunda fase.
Esta segunda fase o periodo enfisematoso, se caracteriza por el gran desarrollo de cantidad de gases que abomban y desfiguran todas las partes del cadáver, haciéndose muy patente la red venosa superficial que se produce al ser empujada a la periferia la sangre por la presión de los gases de putrefacción. Este periodo dura desde varios días hasta unas dos semanas.
Esta fase tiene una gran importancia en el aspecto identificativo, ya que la deformidad del cadáver es tan grande que puede inducir a graves errores.
La tercera fase o periodo colicuativo se caracteriza por el desprendimiento de la epidermis con la formación de ampollas de dimensiones variables, llenas de un líquido sanioso de color parduzco. Los gases se van perdiendo y el cuerpo pierde su aspecto macrosómico, a la vez que se expulsan los líquidos de putrefacción. Esta fase viene a durar un. periodo aproximado de ocho a diez meses.
Por último, la cuarta fase o periodo de reducción esquelética, se va produciendo de forma paulatina en un periodo de dos a tres o cinco años, desapareciendo todas las partes blandas convertidas en putrílago.
La putrefacción progresivamente va enmascarando rasgos importantes y haciendo desaparecer lesiones en un principio evidentes sobre las partes blandas. Aquí la labor macroscópica supera a la microscópica y es la experiencia del forense, junto con los datos revelados de las evidencias encontradas y el laboratorio en aquellos aspectos donde la putrefacción actúa menos (tóxicos) lo que nos pueden ayudar.
C) Resto esquelético.
Aquí debe intervenir la antropología física que es la que nos podrá dar los datos suficientes sobre los siguientes puntos que se deben considerar fundamentales en la investigación criminal.
1. Diagnóstico genérico: Es un resto humano o animal y en el último caso a que animal corresponde.
2. Si se trata de un resto humano, raza del mismo.
3. Diagnóstico del sexo.
4. Edad del resto óseo.
5. Talla.
6. Posible causa de muerte.
7. Data del resto óseo.
La exposición teórica de estos siete puntos es, como se puede comprender, muy compleja, siendo muy difícil llegar a conclusiones objetivas y exigiendo una gran especialización y experiencia en este tema, aún y así se puede llegar, en ocasiones, a verdaderas conclusiones francamente reveladoras en la investigación.
Hasta aquí, hemos visto las tremendas dificultades que existen a la hora de datar la muerte de una persona, con la investigación del lugar de los hechos hemos iniciado el como se produjeron los hechos y será la autopsia propiamente dicha la que nos diga cual ha sido la causa de la muerte y nos complete el como se ha producido.
Exploración del cadáver
La autopsia en medicina forense, en contra de muchas teorías existentes, se inicia con la exploración del cadáver en el lugar de los hechos.
Esta exploración requiere un absoluto respeto a la posición del cuerpo sus vestidos, los cuales previo a su estudio deberán ser fijados mediante la fotografía métrica, posteriormente, el cadáver debe ser explorado externamente, haciendo la debida anotación de todos los datos concernientes al desarrollo de los fenómenos cadavéricos o su estado de descomposición. Aquí, es importante destacar que la medicina forense, es la "ciencia del pequeño detalle", es decir aquellos rasgos y/o lesiones mínimas halladas en el cadáver, que en el sentido médico general no tendrían transcendencia alguna, en la medicina forense, pueden ser claves en la reconstrucción de los hechos.
El cadáver debe ser fijado, como se ha indicado con unas coordenadas determinadas (utilización de la brújula), siendo esta una determinación objetiva. Hemos de valorar, aparte de esas pequeñas lesiones fundamentales, las lesiones que consideramos, en principio, como causantes de la muerte. La determinación de la data de la muerte exige un estudio minucioso y detallado de la evolución de los fenómenos cadavéricos en su conjunto, nunca, como se ha indicado, de forma aislada.
Posteriormente, se procede al estudio del cadáver dentro del Instituto Anatómico Forense, en primer lugar su aspecto externo: ropas por planos, superficie externa, comprobación de la evolución de los fenómenos cadavéricos y estudio en detalle de todas y cada una de las lesiones que presenta el cadáver, así como signos externos demostrativos de la evolución y/o presentación de cualquier proceso patológico.
La autopsia, etimológicamente, significa el examen con los propios ojos, comprobación personal, aquí se debe incluir el concepto de la diferencia que existe entre el mirar y el ver, es decir, todo el mundo mira y son pocos los que realmente ven lo que existe.
La autopsia médico forense es una de las diligencias que tiene, dentro del ámbito penal, una importancia transcendental, y en contra dé la opinión generalizada de que apenas existen diferencias con la autopsia anatomopatológica o de "estudio", se diferencia en que, aunque la técnica sea la misma, la búsqueda es completamente diferente, debiéndose analizar los órganos con un punto de vista diferente a los patólogos, pues existen patologías forenses que nada tienen que ver con las clínicas y que, sin embargo, apareciendo como signos clínicos patológicos, difieren en su etiología de forma tan importante que para un patólogo pasarían inadvertidas debido a su inexperiencia en el terreno de la patología forense.
La autopsia judicial esta regulada en el Estado español por la Ley de Enjuiciamiento Criminal en sus arts. 343, 349, 353, 459 y 785.
A la vista de esta legislación, puede delimitarse el concepto de autopsia judicial, diferenciándola de la autopsia clínica, por los siguientes caracteres:
1. La autopsia la ordena única y exclusivamente el juez de instrucción correspondiente.
2. El juez la ordena en aquellos casos de muerte violenta o sospechosa de criminalidad por cualquier causa.
3. El fin de la autopsia judicial, es establecer el origen del fallecimiento y sus circunstancias, debiendo excusarse, salvo casos excepcionales, el tipo de patología determinada, tumoral o no, ya que no es necesaria en la instrucción de la causa.
4. La autopsia debe llevarse a cabo, en los depósitos judiciales y en los Institutos Anatómicos Forenses, debiéndose tener en cuenta las condiciones de los mismos y debiéndose denunciar las condiciones de la mayoría que traducen una ignorancia institucional de la función forense.
5. La autopsia debe ser llevada a cabo por médicos forenses, en los casos de sumario ordinario, por dos, debiéndose tener en cuenta que en ocasiones el médico forense debe reclamar del juez instructor del caso, la concurrencia de determinados especialistas clínicos o patólogos, que pueden ayudar a esclarecer las circunstancias del hecho.
6. La autopsia judicial ha de ser siempre completa, es decir, es el médico forense el encargado de dirigir la investigación tanatológica y por tanto de orientar al laboratorio en el sentido de la investigación.
La práctica de la autopsia supone un estudio de alto nivel científico que exige una acreditada experiencia para poder interpretar los hallazgos que en ella surjan.
Es preciso que el médico forense esté dotado de una mínima infraestructura que suponga un soporte en investigación, es decir, unos locales adecuados (hecho harto infrecuente en nuestro país), con una mínima base de infraestructura laboratorial. A partir de esto, como hemos indicado, la autopsia ha de ser completa y posteriormente debe exigirse un máximo de dedicación a la reconstrucción del cadáver.
Existen múltiples técnicas de autopsia, que el prosector esta obligado a conocer, aplicando en cada caso, aquella que considere más oportuna y aclaratoria. Cada caso puede requerir una técnica determinada o incluso una combinación de técnicas, por lo que es difícil hablar de la más adecuada, todos tenemos en nuestra experiencia que determinados casos exigen las variaciones más insospechadas sobre las técnicas clásicas, aunque es preciso recordar, que independientemente de la técnica o variante de la misma que se utilice, las incisiones perpendiculares a las líneas verticales u horizontales del cuerpo son preceptivas en razón a una mayor facilidad de reconstrucción, y además, una mayor abordabilidad al problema en estudio.
Los resultados deben ser analizados y estudiados con el mínimo detalle al efecto de ser totalmente objetivos, es decir, un informe de autopsia no puede ser, evidentemente elucubrativo, ha de ser totalmente objetivo, en el caso, desgraciadamente frecuente, de no poder ser totalmente objetivo, ha de estimarse la posibilidad diagnóstica y fiabilidad de la misma, al igual que los resultados que resulten del área laboratorial.
El informe de autopsia en el acto del juicio oral debe ser conciso; objetivo e imparcial, lógicamente (lo evidente, a veces, no es demostrable de forma objetiva). De ahí nacerá la ayuda propia del perito al tribunal sin interpretaciones que no sean aquellas que el mismo tribunal solicite.
Lo hasta aquí estudiado, supone, a muy grandes rasgos el cuál, el cómo y el cuándo se ha producido la muerte, evidentemente, esto se traduce en un asesoramiento de primer orden al tribunal encargado de juzgar el caso de que se trate, pero a lo largo de esta exposición, únicamente hemos conseguido explicar cómo una labor conjunta de equipo, es capaz de explicar y reproducir hacia atrás el cómo ha acontecido un suceso, pero no el porqué.
Si hasta ahora, creo, hemos demostrado la importancia no de labor de equipo, sino de una coordinación de equipos, cuando hemos llegado al cuál, cómo y cuándo, nos queda una pregunta absolutamente fundamental en el proceso penal, el porqué y esta pregunta, tan fundamental, tiene una respuesta en la integración, no su consulta aislada del gran equipo de la Medicina Forense (grande y olvidado) que es grupo responsable de la Psiquiatría Forense, el cual con nuestros datos y nosotros con los suyos, intentaremos hacer llegar al tribunal a la comprensibilidad del acto criminal, hecho que debe considerarse fundamental para la aplicación de la pena desde el punto de vista rehabilitador y de reinserción social.
Con esto, de forma breve y sin entrar en ningún tipo de detalle dentro del campo de las Ciencias Forenses, se debe hacer comprensible que éstas no se pueden entender fuera del contexto de la labor de equipos de disciplinas distintas totalmente coordinados (labor que corresponde al instructor), siendo obsoleta la figura del sujeto pluridisciplinar y pluricompetente, y siendo absolutamente necesaria una infraestructura laboratorial que se debe regir en razón a los directores de la investigación, es decir, a través del magistrado instructor, asesorado por sus peritos, sean policiales o forenses.
Autor
Dr. Rafael Alcaraz Manzano
(MEDICO FORENSE).
Enviado por:
Ing.+Lic. Yunior Andrés Castillo S.
"NO A LA CULTURA DEL SECRETO, SI A LA LIBERTAD DE INFORMACION"®
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Santiago de los Caballeros,
República Dominicana,
2015.
"DIOS, JUAN PABLO DUARTE Y JUAN BOSCH – POR SIEMPRE"®
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