- Prólogo
- La novedad del Concilio de Juan y Pablo
- El cambio del lenguaje teológico conciliar
- A modo de conclusión
- Bibliografía
Prólogo
Las cuestiones teológicas después del período
de la posguerra llevó a la Iglesia Católica a visualizar cambios
internos, aunque la figura de Pío XII y la Curia Romana tendrían
un papel determinante en estos movimientos de pensamiento al interior de la
Iglesia.
Existió en el marco del Magisterio de la Iglesia una búsqueda de cabezas de personas que se preocuparon en los caminos de la renovación teológica, llegó el silencio y sobre todo el temor de ante una serie de teólogos que paulatinamente fueron sorprendiendo a sectores de estudio y creatividad. Muchos de estos hombres fueron miembros de dos institutos religiosos: jesuitas y dominicos, se situaron en Bélgica, Alemania, Holanda y Francia. España después de la Guerra Civil Española queda al margen de todo nuevo pensamiento teológico por las sospechas del Régimen de Franco y el control hacia los obispos ibéricos.
El Pontificado de Pio XII y su magisterio es concurrente ante los múltiples problemas que van surgiendo después de la II Guerra Mundial[1]Su magisterio o como algunos dicen "el magisterio oficial" fue estricto y postridentino. Tanto el Sumo Pontífice como la Curia Romana se van sorprendiendo de las "novedades" que van surgiendo en el ámbito teológico.
Las tensiones se manejan desde una perspectiva de la "obediencia" tridentina. Pienso que le costó mucho similar a Pio XII y la Curia Romana los innumerables cambios sociales[2]el surgimiento del proceso de descolonización de África, Asia y América Latina.
Se dan novedades en el pensamiento científico social, filosófico, el surgimiento nuclear, la medicina y una nueva cultura. Surgen movimientos de una mayor independencia al hecho religioso. Todo el proceso del control de la natalidad, los derechos humanos, la Revolución China, el dominio del comunismo soviético en el este de Europa, el surgimiento de grupos de mutaciones científicas, la producción industrial, nuevas formas urbanistas de vivir, la técnica al alcance de las personas y la tensión nuclear entre URSS y Estados Unidos o "guerra fría".
Después de 1950 se inicia en las grandes urbes un alejamiento a la vivencia religiosa, mientras que en los sectores rurales la experiencia es la misma para la Iglesia Católica y otros grupos religiosos poseen el dominio tradicional.
La migración hacia el mundo urbano, cambia patrones de conducta de las gentes que han vivido en el campo. Se conforman las grandes ciudades: Nueva York, México, Rio de Janeiro, Buenos Aires, Barcelona, Milán, París, Londres, Hamburgo, Bruselas, Roma, Los Ángeles, Colonia, etc. A los alrededores se forman los "círculos de miseria" y una serie de males sociales como la prostitución, el alcoholismo, la trata de blancas, la delincuencia en general y muchos males que con los años se fueron agravando.
Ante todo este panorama, en un primer momento la Iglesia Católica y otras iglesias cristianas siguen utilizando herramientas tradicionales. Se inician las tensiones al interior la jerarquía, algún sector del clero y surgen algunas novedades pastorales de algunos movimientos.
Llegamos al punto de que las estructuras de pensamiento de un sector de la Iglesia católica no responden a los cambios sociales y culturales, todo lo miran con desconfianza. Se presenta un vacío eclesial en la familia, en la educación y la asistencia social. Algunos métodos del apostolado seglar se van quedando marginados. Se dan las manifestaciones religiosas masivas, pero al final, pero van pasado sin pena y gloria, todo queda en un triunfalismo descontextualizado.
Toda novedad como apuntamos arriba, fue vista con desconfianza. Se inicia la tensión entre la ortodoxia y la ortopraxis. Que perdurará dentro de la vivencia conciliar y la etapa posconciliar. Juan XXIII se percató del -Anuncio del Evangelio al hombre del siglo XX-:
"Es una exigencia apostólica y misionera. Porque el Evangelio debe ser anunciado hoy a un mundo en el que de cuatro hombres uno es chino; de cada tres, dos no comen lo suficiente para saciar su hambre; de cada tres, también, uno vive bajo un régimen comunista, y de cada dos cristianos uno es católico. El Evangelio debe ser anunciado a un mundo donde los anhelos de esperanza y las excesivas necesidades corren el peligro de satisfacerse en la única búsqueda del confort que procura la técnica"[3].
La novedad del Concilio de Juan y Pablo
a vida cotidiana da muchas sorpresas, pero el 25 de enero de 1959 el Papa Juan XXIII sobrecogió al mundo y en especial a la Iglesia Católica: anunció tres cosas:
¡Venerables hermanos y queridos hijos! Pronunciamos delante de vosotros, a la verdad temblando un poco de conmoción, pero a par con humilde resolución de propósitos, el nombre y a la propuesta de una doble celebración: de un sínodo diocesano para la Urbe y de un concilio ecuménico para la Iglesia Universal". Discurso de Juan XXIII (25-1-1959)[4]
Dice el Cardenal Tarancón: "Porque Juan XXIII hizo la convocatoria sin consultar a nadie y los obispos nos enteramos como los demás".[5]
Para asentar el hecho histórico, el jesuita Alfonso Alvarez Bolado afirma:
El Vaticano II, lógicamente, es el acontecimiento eclesial más importante del siglo XX. De unas dimensiones espirituales y de unas consecuencias tales que todavía no ha cuajado la Iglesia que pretendió formar. Pero podemos tocar muchos logros: concretamente, toda la perspectiva que se ha abierto al diálogo interreligioso; una mayor sensibilidad a los problemas de la justicia; una apertura grande al mundo y a sus problemas…[6]
El Juan Pablo II confirma este hecho:
"Lo brota de lo y encuentra en los una expresión más plena. Así ha sido para el Concilio Vaticano II y para los Pontífices relacionados con la Asamblea Conciliar, comenzando por Juan XXIII, siguiendo por Pablo VI, por Juan Pablo I y hasta el papa actual"[7]
El temor a los cambios se hizo sentir en muchos sectores eclesiásticos, en los grupos apostólicos y sobre todo en la gente que viviría un mundo postridentino y que pensaba que nada podría cambiarse. Todo cambio tiene sus riesgos, el miedo al futuro no dejó ver la esperanza. Pero el mundo vive cambios acelerados:
"El Concilio, claro, no tiene nada que ver con ese deterioro de la fe ( ) Estos cambios se producen al mismo tiempo que se está celebrando el Vaticano II y su impacto se mezcla con el de la influencia del Concilio, como pasa muchas veces en la historia"[8].
Dentro de un sector pesimista, surge un grupo de pensadores con la esperanza de una renovación de la Iglesia Católica y pudiera leer los cambios del mundo y su entorno, desde la fe.
Meditar sobre los cambios eclesiales desde una perspectiva teológica no es nada fácil. Se debe leer la historia de pocos años con la visión profética, evangélica y renovadora. Es necesario ver en el movimiento teológico de la década de los 60 e incluso de los 70, la riqueza de aporte a la teología en el momento histórico. La iglesia católica no puede vivir en un «ghetto», aislada de los cambios del entorno cultural. El reto fue ver al futuro, y no fue nada fácil.
El cambio del lenguaje teológico conciliar
Tomando las palabras de un viejo sociólogo y teólogo belga, François Houtart:
"En nuestros días, el desarrollo y el progreso se han convertido realmente en la preocupación principal de la humanidad. En los aspectos más profanos, ambos pueden parecer el deseo de hacer del mundo un paraíso, el rechazo del pecado original, la voluntad de construir desde ahora, hic et nunc, lo que durante tanto tiempo había parecido una utopía. Y, sin embargo, esta voluntad, aunque profana, corresponde fundamentalmente a la misión colectiva que Dios ha confiado al hombre de participar en su plan de extensión de la creación. El servicio de Dios es también, y correlativamente, un servicio al hombre, al progreso y a la unidad del género humano. El valor religioso no reside tan solo en el culto y la oración. La participación en esta acción temporal, en la medida en que se sitúa dentro de la visión y del plan divino, participa también de este valor. Por consiguiente, se puede elaborar una teología del progreso que ponga en evidencia el plan de Dios respecto al hombre y los obstáculos que jalonan su realización"[9].
Precisamente todo el esfuerzo teológico durante el periodo conciliar fue una "renovación" de la Iglesia desde un planteamiento antropológico, sociológico y teológico. Este esfuerzo no fue nada fácil ante los grupos de presión que no querían cambios, incluso rechazaron hasta el nuevo lenguaje, pensando que era peligroso.
Todo planteamiento de "renovación" conlleva una crisis, el campo teológico no fue una excepción. El ejemplo -de los solteros, al casarse conlleva una crisis de convivir dos personas que inician el camino de convivir y conocerse-. Esto es la etapa conciliar, una etapa de reflexión al interior de la Iglesia y una nueva compresión teológica de ver o leer los nuevos signos de la humanidad.
Nos señala el historiador José Orlandis, los aciertos producidos en el período por la renovación conciliar:
"Pero en torno a la época de su celebración afloró a la superficie una profunda crisis en la vida eclesial, traducida en un sinfín de abusos cometidos en nombre de un pretendido «espíritu conciliar», que nada tenía que ver con el genuino espíritu del concilio ni con la letra de sus documentos. En la sociedad eclesiástica se produjo entonces una violenta explosión «neomodernista» de extensión y alcance prácticamente universal. Para esos sedicentes innovadores, la Redención no tendría como primordial finalidad la salvación eterna del hombre, rotas las ataduras del pecado, sino la liberación de la humanidad de opresiones y servidumbres terrenas"[10].
Es claro cómo se constata en las informaciones en periódicos, revistas especializada de teología y otras publicaciones por como empleo: Sal Tarrae (Jesuitas), Ecclesia (1941), Vida Nueva-PPC (1958) y Concilium, Revista internacional de teología (1965), resaltan las constantes manifestaciones de los diferentes grupos y expertos sobre la "crisis" conciliar por una renovación eclesial, y en especial de la teología. Así lo afirma el teólogo jesuita Henri de Lubac dando una voz de aliento:
"Pero los tiempos de crisis son también tiempos de germinación, y lo que resulta admirable (desearía que sus preguntas me ofrezcan más ocasiones para repetirlo) es que, a pesar de que con excesiva frecuencia ha sido mal conocido o incluso desconocido, y a pesar de los muchos males que el movimiento del siglo ha producido, el Concilio ha provocado considerables renovaciones".[11]
Muchos padres conciliares y algún sector de teólogos quedaron en el limbo, cuando se habló de un "Concilio Pastoral" y que no tratarían "anatemas" con condenas solemnes como otros concilios de la historia de la Iglesia.
En el libro entrevista al Card. Jean Marie Lustiger, Arzobispo de París (converso judío) nos afirma:
D. W. —Se ha dicho a veces que uno de los fallos del Vaticano II había sido que este concilio era más pastoral que doctrinal. J.-M. L. — El Vaticano II ocupa un lugar original en la serie de concilios. El Vaticano II no pronuncia anatemas, es decir, formulaciones negativas según las cuales quien niega o afirma tal o cual axioma —referente a la fe cristiana, desde luego— está excluido de la plena comunión católica. Una definición negativa tiene el mérito de dejar abierto un campo muy amplio a la investigación y a la interpretación. Se contenta simplemente con acotar la zona rechazada como infiel a la tradición. Sin embargo, hay evidentemente una crisis del pensamiento moderno, y sigue siendo útil volver a definir un equilibrio filosófico y teológico en relación con cuestiones importantes. El concilio ha intentado expresarse positivamente sobre una serie de cuestiones en lugar de denunciar, negativamente, los errores. Este deseo de una contribución positiva ha sido definida como «pastoral»[12].
Durante varios años se oyó, y se leyó: "La Iglesia está en plena renovación", pero algunas generaciones se quedaron en la expectativa, otras perdieron la esperanza y otras terminaron indiferentes.
"Hemos trabajado toda la noche sin pescar nada, pero por tu palabra voy a echar las redes" Y haciéndolo así, pescaron tal cantidad de peces que las redes amenazaban romperse" Lucas 5, 5-6a |
Hemos escuchado y leído el vacío de alguna gente sobre aquello de "Nueva Teología". Pero son personas que se han quedado con los comentarios de los críticos o de los profetas de calamidades. Parece ser que muy pocos los que han lazando las "redes" de pensamientos frescos y de gran esperanza en una lectura iluminadora de la Iglesia Católica.
Dios que se dan a conocer y que conocemos como "revelación", es una idea dinámica, no meramente estática y piadosa.
Hace varios años llegó a mis manos un libro "EL CREDO DE NUESTA FE" en su parte introductoria nos expone una rica vivencia de la relación de la teología con la vivencia de la fe, el centro es la revelación.
"Se entiende por teología la exposición claramente armonizada y sintética de la fe. En sus trabajos, la teología toma en consideración las distintas relaciones de la fe puesta en práctica. La fe es ante todo confianza en Dios como en aquel que fundamenta, sostiene v afianza nuestra existencia. Dios, a lo largo de la historia, ha llamado a hombres y les hablado de Sí. En Jesucristo se reveló como Padre y nos salió al encuentro como hermano. La fe confiesa a ese Dios que escogió a los hombres y que con los hombres ha hecho historia. Nosotros hemos sido asumidos en esa historia de Dios con los hombres. Nuestra confianza en Dios adquiere su forma y figura en esa historia. La fe encuentra en ella su propio contenido.
La teología es, pues, siempre, explicación de la fe vivida como confianza en Dios, y exposición de la forma y del contenido de esa fe"[13].
Es la exposición del diálogo de Dios con hombre en la historia, que nos llega a vivir la revelación, conocerla, meditarla y compartirla. Es a veces la experiencia de Israel en el Antiguo Testamento que nos da un panaorama de Dios con los hombres. Leyendo una respuesta del Card. Jean-Marie Lustiger, Arzobispo de París, un judío convertido al cristianismo, nos presenta en el libro entrevista:
D.W. -No sólo existe un problema de representación,
sino también un problema de habilidad y de imagen mental. J.-M. L. —Si
se reduce a Dios a lo que podemos concebir, ya no es Dios, dice san Agustín.
Hay que invertir el problema. Es Dios quien da al hombre la posibilidad de existir
y de ponerse frente a él como sujeto, personal. Le da la palabra que
permite hablar con Dios. El propio Dios, al revelarse, permite que el hombre
le pueda nombrar. Al darse a sí mismo un nombre, da al hombre su lenguaje
y las palabras para dirigirse a él. Desde el Antiguo Testamento, Dios
habla. Esta palabra se deja oír, y a partir del momento en que se deja
oír y es escuchada, se convierte en palabra humana. Esta palabra que
se da al hombre le permite conocer al Dios invisible y nombrarle. Es el Espíritu
Santo quien abre los oídos y permite hablar: crea un lenguaje para el
hombre, sin el cual no puede nombrar a Dios. En la tradición cristiana,
sólo podemos dirigirnos al Padre invisible unidos a la oración
del Hijo, de Jesús hecho hombre, por la fuerza del Espíritu Santo.
El propio Cristo, cuando nos da la fórmula de la oración, dice:
«Cuando recéis, decid «Padre Nuestro», y nosotros empleamos la expresión
«Padre Nuestro» que es la expresión noble tomada de la Biblia; Jesús
empleaba una palabra que no se ha recogido, que la liturgia nunca se ha atrevido
a adoptar. Decía «Abba», que en arameo significa «Papá»[14].
Esa vivencia de la renovación teológica en el periodo conciliar, con el aporte de obispos, teólogos y muchos cristianos venidos de muchos lugares del mundo aportando la riqueza de pensamiento, enriqueciendo los documentos de la Iglesia en el seno conciliar. Ya que las ideas que aportaron los padres conciliares y los pensadores son la inquietud ante un mundo con mutaciones constantes y un alejamiento de la Iglesia católica que no podía leer los cambios ante el Siglo XX.
La Iglesia no tenía antes del Concilio Vaticano II (1962-1963) recetas o soluciones a los problemas de la sociedad o a los cuestionamientos eclesiales, se sentía un gran temor.
"Debemos reconocer que la pregunta del hombre hoy, es una pregunta sobre el hombre, y no sobre Dios". (Robinson: La nueva reforma). "El hombre moderno no se pregunta ya en el cómo salir de su pecado, sino cómo resolver el enigma de la existencia" (El fin del cristianismo convencional)[15].
El hombre inició un proceso de interiorizarse, proyectando cambios hacia el futuro. Vivió una constante reflexión teológica hacia el futuro, profundizando sobre Dios, sobre el hombre y sobre las relaciones del hombre con Dios.
Tomando al historiador Jean Comby que no indica "Una teología que vuelve a sus fuentes":
"La Constitución sobre la revelación insiste en la unidad de la revelación, tradición viva en la que no se debe distinguir artificialmente entre Escritura y Tradición oral. La revelación no está fijada en un texto, sino que se conserva en el pueblo creyente, que continuamente descubre en él nuevas riquezas. La vuelta a la Palabra de Dios permite una revalorización en la Iglesia católica de aspectos tradicionales un tanto olvidados a causa de las polémicas antiprotestantes o antiortodoxas: el sacerdocio universal de los fieles, la Iglesia como pueblo de Dios más que como organismo jurídico, así como la colegialidad episcopal. Con esta última expresión se quiere significar que, en torno al obispo de Roma, los obispos asumen la responsabilidad colectiva del pueblo cristiano"[16].
A modo de conclusión
El Concilio Vaticano II ha sido el hecho histórico de la Iglesia más relevante del Siglo XX.
Dos protagonistas llevaron sobre sus hombros el reto durante del periodo conciliar: Juan XXIII y Pablo VI
Los Padres Conciliares y grupo de teólogos alimentaron los retos de los cambios necesarios para una renovación eclesial hacia el Siglo XXI.
Fueron años (1962-1965) de tensiones al interior del Aula conciliar, luego retos en la etapa posconciliar ante desafíos para realizar los cambios que requería la Iglesia Católica, así responder al proceso de constante innovación de los cambios sociales, científicos, ante una serie de tensiones políticas y culturales del mundo y la de la humanidad.
Hace falta volver a los orígenes y conocer más el Concilio Vaticano II, deberíamos retornar a sus palabras de esperanza en sus dieciséis documentos.
No me atrevería juzgar las algunas acciones de Juan Pablo II y de Benedicto XVI sobre la herencia conciliar.
Queda al final la vuelta a los orígenes de la fe y la Palabra de Dios, con una gran esperanza en el Papa Francisco, que no le está pasando nada fácil para llevar la «Barca de Pedro» por aguas a veces turbulentas.
DE LA: FIDES ET RADIO
Juan Pablo II -14/09/1998
67. La teología fundamental, por su carácter propio de disciplina que tiene la misión de dar razón de la fe (cf. 1 Pe 3, 15), debe encargarse de justificar y explicitar la relación entre la fe y la reflexión filosófica. Ya el Concilio Vaticano I, recordando la enseñanza paulina (cf. Rm 1, 19-20), había llamado la atención sobre el hecho de que existen verdades cognoscibles naturalmente y, por consiguiente, filosóficamente. Su conocimiento constituye un presupuesto necesario para acoger la revelación de Dios. Al estudiar la Revelación y su credibilidad, junto con el correspondiente acto de fe, la teología fundamental debe mostrar cómo, a la luz de lo conocido por la fe, emergen algunas verdades que la razón ya posee en su camino autónomo de búsqueda. La Revelación les da pleno sentido, orientándolas hacia la riqueza del misterio revelado, en el cual encuentran su fin último. Piénsese, por ejemplo, en el conocimiento natural de Dios, en la posibilidad de discernir la revelación divina de otros fenómenos, en el reconocimiento de su credibilidad, en la aptitud del lenguaje humano para hablar de forma significativa y verdadera incluso de lo que supera toda experiencia humana. La razón es llevada por todas estas verdades a reconocer la existencia de una vía realmente propedéutica a la fe, que puede desembocar en la acogida de la Revelación, sin menoscabar en nada sus propios principios y su autonomía.90 Del mismo modo, la teología fundamental debe mostrar 90 « La búsqueda de las condiciones en las que 91 Ibíd.
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Algunos pensadores de la Iglesia en el Siglo XX[17]
NOMBRE | FECHAS | PAÍS | SERVICIO | ||||
Juan XXIII – José Ángel Roncalli | 1881-1963 | Italia | Diplomático, Obispo y Papa | ||||
Pablo VI – Juan Bautista Montini | 1897-1978 | Italia | Diplomático, Obispo y Papa | ||||
Juan Pablo II – Karol Wojtyla | 1920-2005 | Polonia | Filósofo, obispo y Papa | ||||
Benedicto XVI – Joseph Ratzinger | 1928… | Alemania | Teólogo, Obispo y Papa | ||||
Card. Agustín Bea, S.J | 1881-1968 | Alemania | Religioso y Biblista | ||||
Card. Alois Grillmeier, S.J. | 1910-1998 | Alemania | Religioso y teólogo | ||||
Card. Franz König | 1905-2004 | Austria | Biblista, teólogo y obispo | ||||
Card. Godfried Danneels | 1933 | Bélgica | Teólogo y Obispo | ||||
Card. Henri de Lubac, S.J. | 1896-1991 | Francia | Religioso y teólogo | ||||
Card. Jean Daniélou, S.J. | 1905-1974 | Francia | Religioso y teólogo | ||||
Card. Julius Döpfner | 1913-1976 | Alemania | Teólogo y Obispo | ||||
Card. Leo Jozef Suenens | 1904-1996 | Bélgica | Obispo, ecumenista | ||||
Card. Marie-Joseph Yves Congar, OP | 1904-1995 | Francia | Religioso y teólogo | ||||
Card. Vicente Enrique y Tarancón | 1907-1994 | España | Pastoralista y Obispo | ||||
+ Alfred Ancel, Inst. del Prado | 1898-1984 | Francia | Teólogo, obrero y obispo | ||||
+ Ángel Herrera Oria | 1886-1968 | España | Jurista, Obispo y Pastoralita | ||||
+ Émile Joseph De Smedt | 1909-1995 | Bélgica | Teólogo y Obispo | ||||
+ Helder Pessoa Cámara | 1909-1999 | Brasil | Obispo y Premio Nobel Paz | ||||
+ Leónidas Proaño Villalba | 1910-1988 | Ecuador | Pastoralista y Obispo | ||||
+ Marcos Gregorio McGrath, CSC | 1924-1999 | Panamá | Religioso, teólogo y obispo | ||||
Hno. Roger Schutz, ecumenista | 1915-2005 | Suiza | Comunidad de Taizé | ||||
Hno. Max Thurian, ecumenista | 1921-1996 | Suiza | Comunidad de Taizé | ||||
P. Aniceto Fernández, O.P. | 1895-1981 | España | Religioso y Sup. General | ||||
P. Bernhard Häring, CssR | 1912-1998 | Alemania | Religioso y moralista | ||||
P. Edward Shillebeecks, O.P | 1914-2009 | Bélgica | Religioso y teólogo | ||||
P. Hans Küng | 1928 | Suiza | Sacerdote y teólogo | ||||
P. Hans Urs von Balthasar | 1905-1994 | Suiza | Sacerdote y teólogo | ||||
P. Jean-Marie Lagrange, O.P. | 1855-1938 | Francia | Religioso y Biblista | ||||
P. Josef Agustín Jungmann, S.J. | 1889-1975 | Austria | Religioso y liturgista | ||||
P. Karl Rahner, S.J | 1904-1984 | Alemania | Religioso y teólogo | ||||
P. Louis Bouyer, Orat. francés | 1913-2004 | Francia | Religioso y Liturgista | ||||
P. Luis Alonso Schökel, S.J. | 1920-1998 | España | Religioso y Biblista | ||||
P. Marie-Dominique Chenu, O.P. | 1895-1990 | Francia | Religioso y teólogo | ||||
P. Pedro Arrupe, S.J. | 1907-1991 | España | Religioso y Sup. General | ||||
P. Pierre Teilhard de Chardin, S.J | 1881-1955 | Francia | Religioso y científico | ||||
P. Romano Guardini | 1885-1967 | Ita-Alem | Sacerdote y teólogo | ||||
P. Santiago Alberione, SSP – fundador | 1884-1971 | Italia | Profeta de los «mass media» | ||||
Dr. Jacques Maritain, laico | 1882-1973 | Francia | Filósofo y pedagogo | ||||
Dr. Jean Guitton – laico | 1901-1999 | Francia | Filósofo y Acción Católica | ||||
Dr. Johann Baptist Metz | 1928- | Alemania | Teólogo y pensador político | ||||
Dr. Karl Barth | 1886-1968 | Suiza | Teólogo Calvinista | ||||
Dr. Marc Boegner, ecumenista | 1881-1971 | Francia | Teólogo y autor Protestante | ||||
Dr. Oscar Cullman | 1902-1999 | Francia | Teólogo y autor Protestante | ||||
Dr. Rudolf Bultmann | 1884-1976 | Alemania | Catedrático y Biblista |
Bibliografía
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Codina, S.J. Víctor. Hace 50 años hubo un Concilio . Cuadernos No. 182. Cristianisme i Justicia. Barcelona – 2012
Comby, Jean. Para leer -La Historia de la Iglesia- Desde los orígenes hasta el siglo XXI. Ed. Verbo Divino, Pamplona (Navarra) – 2007. 2ª ed.
Congar, OP Marie-Joseph Yves. El Concilio día tras día. Ed. Estela, Barcelona – 1963
Delgado de Cantú, Gloria M. Historia Universal. De la era de las revoluciones al mundo globalizado. Capítulo 8. Pearson Educación, México – 2006
Floristán, Casiano. Vaticano II: Un Concilio Pastoral. Colección Pedal. Ed. Sígueme, Salamanca, 1990.
Houtart, François. La Iglesia en el Mundo. Ed. ISPA. Colección «sociología pastoral», Barcelona – 1965
Juan Pablo II. Carta Encíclica FIDES ET RRATIO. Librería Edritrice Vaticana, Ciudad del Vaticano – 14/09/1998
Lubac, Card. Henri de. Dialogo sobre el Vaticano II. Recuerdos y reflexiones. BAC – Popular. Madrid, 1985.
Lubac, S.J. Henri de. El drama del humanismo ateo. — Ediciones Encuentro, Madrid – 3ª Ed. 2008. 277 p.
Martín Descalzo, José Luis. El Concilio de Juan y Pablo. BAC-266, Madrid – 1967
Missika, Jean-Luis y Volton, Dominique. LA ELECCION DE DIOS – Jean-Marie Lustiger (libro entrevista). PLANETA, Barcelona, 1989, 2ª ed.
Orlandiz, José. Historia de la Iglesia. Iniciación Teológica. RIALP, Madrid – 4ª ed. 2001.
Pérez, S.J. Teófilo. 18 propulsores del Concilio. Ed. Paulinas, Madrid – 1965
Schäfer, Philipp. EL CREDO DE NUESTRA FE. Sal Tarrae, Colección: Alcance – 32, Santander – 1983
Winling, Raymond. La teología del siglo XX: la teología contemporánea (1945-1980) — 1ª. Ed. Española —Ed. Sígueme, 1987. Salamanca. Serie: El Peso de los días. Versión castellana de Alfonso Ortíz García de la edición francesa (París, 1983).
Zanon, Darlei. Para leer el Concilio Vaticano II. Ed. San Pablo, Bogotá – 2012
Autor:
Prof. Oscar Lobo Oconitrillo
UNIVERSIDAD CATÓLICA DE COSTA RICA
ANSELMO LLORENTE Y LAFUENTE
Escuela de Ciencias Teológicas
CURSO: TEOLOGIA FUNDAMENTAL
Pbro. Lic. Froilán A. Hernández Gutiérrez
SEDE SAN JOSE
ABRIL, 2015
[1] Delgado de Cant?, Gloria M. Historia Universal. De la era de las revoluciones al mundo globalizado. Cap?tulo 8. Pearson Educaci?n, M?xico ? 2006. P?gs. 365-429
[2] Cfr. Codina, SJ V?ctor. Hace 50 a?os hubo un Concilio?. Cuadernos No. 182. Cristianisme i Justicia. Barcelona – 2012. P?gs.7-8
[3] Congar, OP Marie-Joseph Yves. El Concilio d?a tras d?a. Ed. Estela, Barcelona ? 1963. P. 11
[4] Mart?n Descalzo, Jos? Luis. El Concilio de Juan y Pablo. BAC ? 266, Madrid ? 1967. P?g. 243
[5] Mart?n Descalzo, Jos? Luis. Taranc?n, el Cardenal del cambio. Ed. Planeta, Documentos 85. Barcelona ? 1982. P?g. 104
[6] Brey Mar?a Luisa. LA IGLESIA DEL SIGLO XX. Ediciones Mensajero Colecci?n: Testimonios, Bilbao (2000). P?g. 44. Entrevista a Alfonso Alvarez Bolado, S.J.
[7] Juan Pablo II. Tertio Millennio Adveniente. Ciudad del Vaticano, 10/11/1994, N? 18b. Para ampliar informaci?n: El Vaticano II, Don de Dios. Los documentos del S?nodo extraordinario de 1985. Promoci?n Popular Cristiana (PPC) No. 110. Madrid, 1986
[8] Brey Mar?a Luisa. LA IGLESIA DEL SIGLO XX. Ediciones Mensajero Colecci?n: Testimonios, Bilbao (2000). P?gs. 4. : Entrevista a Alfonso Alvarez Bolado, S.J.
[9] Houtart, Fran?ois. La Iglesia en el Mundo, ISPA. Colecci?n ?sociolog?a pastoral?, Barcelona, 1965. P?g. 88
[10] Orlandiz, Jos?. Historia de la Iglesia. Iniciaci?n Teol?gica. RIAPL, Madrid, 2001. P?g. 176
[11] Lubac, Card. Henri de. Dialogo sobre el Vaticano II. Recuerdos y reflexiones. BAC ? Popular. Madrid, 1985. P. 92
[12] Missika, Jean-Luis y Volton, Dominique. LA ELECCION DE DIOS – Jean-Marie Lustiger (libro entrevista) PLANETA, Barcelona, 1989, 2? Ed. P?gs. 308-309
[13] Sch?fer, Philipp. EL CREDO DE NUESTRA FE. Sal Tarrae, Colecci?n: Alcance ? 32, Santander – 1983. P?g. 13
[14] Missika, Jean-Luis y Volton, Dominique. LA ELECCION DE DIOS – Jean-Marie Lustiger (libro entrevista) PLANETA, Barcelona, 1989, 2? Ed. P?g. 297
[15] ?Qu? est? pasando en la Iglesia? En: Im?genes de la Fe (Fetes et saisons en espa?ol). No, 45-Mayo 1970. P?g. 14. Una teolog?a nueva.
[16] Comby, Jean. Para leer ?La Historia de la Iglesia- Desde los or?genes hasta el siglo XXI. Verbo Divino. Pamplona (Navarra) ? 2007. 2? ed. P?g. 410
[17] Tema: Personajes. Investigado por varios a?os (1995-2015) ? Oscar Lobo Oconitrillo