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La guerra argentina-chilena contra la confederación peruano-boliviana



  1. Cuadro de
    situación en 1835-1836
  2. ¿Por
    qué entra Chile en el conflicto aliada de la
    Confederación?
  3. Ataque
    simultáneo de los complotados en la Banda Oriental y
    el norte chileno
  4. Detalle del Combate
    de Yungay que determina el final de la
    guerra
  5. Observaciones
  6. Bibliografía
    General

Como esta es una guerra que no se enseña, y si se
la menciona, se lo hace de manera deliberadamente confusa y
sesgada, me imagino la expresión de asombro de más
de un lector, al leer que Argentina y Chile fueron aliadas en una
guerra contra Perú y Bolivia. ¿Pero cómo, no
era que Chile siempre fue nuestro potencial enemigo y Perú
y Bolivia nuestros aliados incondicionales? La historia nos
enseña que no. En algunos manuales a esta guerra, con
"declaración de guerra", de ambas partes incluida, se la
denomina "conflicto" con el objeto de minimizar los
hechos. Habría que explicarles a los deudos de los miles
de muertos en la misma, que no se preocupen, murieron en una
guerra, que solo fue un conflicto.

Cuadro de
situación en 1835-1836

Rosas como gobernador de la Provincia de Buenos Aires,
ejerce la representación de las relaciones exteriores de
la Confederación Argentina. El objetivo primordial de su
política interior era concretar la unificación de
las provincias del norte a la Confederación, que
fluctuaban con sus políticas secesionistas como ya
había ocurrido con políticos afines al unitarismo
en Salta, Jujuy y Catamarca.

Por otra parte, El presidente de Bolivia, el Mariscal
Santa Cruz, tenía sus propias aspiraciones expansionistas
y emular al mismo San Martín y a Bolívar, por medio
de un "Gran Plan de Santa Cruz" que llevaría a
cabo lo que los primeros no pudieron. La unificación de
toda América del Sur, por supuesto bajo su mariscalato.
Andrés Santa Cruz, Mariscal de Zepita, había nacido
en La Paz, Bolivia, el 5 de diciembre de 1792 y fallece exiliado
en Versalles el 25 de septiembre de 1865. Sus comienzos en la
milicia boliviana fueron durante la Guerra de la Independencia.
Por supuesto enrolándose en las filas realistas. Santa
Cruz fue Presidente de Perú en 1827, Presidente de Bolivia
desde 1829 a 1839; y Supremo Protector de la Confederación
Peruano Boliviana desde 1836 a 1839.

Como no podía ocurrir de otra manera, Francia e
Inglaterra meten sus narices y sus uñas en el conflicto.
Obtienen concesiones comerciales beneficiosas para su comercio y
apoyan al Mariscal contra la Confederación. Todo un
clásico de nuestra historia.

Pero volvamos al conflicto. Ya en el mensaje que en 1834
Santa Cruz da en pleno Congreso Boliviano en carácter de
presidente, manifiesta lo siguiente: "La República
Argentina
, dividida en tantas fracciones soberanas e
independientes cuantas son las provincias que la componen,
presenta en su estado actual dificultades insuperables para
formar pactos expresos, por falta de un centro de autoridad con
quien estipular lo conveniente a nuestros recíprocos
intereses. El gobierno de la Provincia de Buenos Aires no puede
garantizar la observancia de compromiso alguno que toque a los
otros, con quienes estamos en contacto más inmediato.

Finaliza su discurso con un agravio a las autoridades de la
Confederación disfrazado de halago a su pueblo. "Por
lo demás, mantenemos relaciones amigables con aquel
pueblo, tan heroico como desgraciado."

Estas provocativas declaraciones, negando la capacidad
al gobierno de Buenos Aires de contar con la aptitud de manejar
las relaciones exteriores de la Confederación, con el
agregado de declarar que Bolivia mantenía mejores
relaciones con varias provincias que con Buenos Aires,
constituían un abierto desafío personal a Rosas.
Éste comprendió de inmediato el nuevo flanco que se
avecinaba. Era esencial cuidar la frontera boliviana, y una de
las razones de enviar al general Quiroga para establecer normas
de paz entre las provincias del norte fue consecuencia de la
importancia que dio a las manifiestas aspiraciones expansionistas
bolivianas. Esta tarea fue continuada más tarde por el
general Alejandro Heredia.

Existe una carta de Rosas a Heredia de fecha 30 de mayo
de 1835, que por razones de espacio no transcribiré. En
cambio resumiré la misma al máximo para explicar la
situación creada en el norte por las pretensiones
bolivianas. Rosas previene a Heredia en el sentido de los ataques
llevados a cabo en Tucumán, Salta y Catamarca por parte de
unitarios que habían salido de Bolivia con el apoyo de
Santa Cruz. Uno de estos enfrentamientos fue el de Javier
López, quien es derrotado por tropas de Quiroga en el
combate de Monte Grande. Los prisioneros capturados confesaron
que habían actuado de acuerdo con un plan trazado por el
gobierno boliviano, con la intervención del general
Rudesindo Alvarado y con la promesa de apoyo del gobernador de
Salta Fernández Cornejo.

¿Por
qué entra Chile en el conflicto aliada de la
Confederación?

Con motivo del alzamiento de Rivera en la Banda
Oriental, luego del combate de Carpintería, Oribe
encuentra papeles reservados de Rivera e informa a Rosas sobre
los mismos. En ellos se descubre la existencia de relaciones
secretas entre Santa Cruz, Rivera, los unitarios argentinos y
liberales chilenos, quienes apoyados por Inglaterra y Francia
tienen por objetivo la caída de los gobiernos federales de
la Confederación y el chileno. Al frente de toda esta
nueva nación quedaría Santa Cruz. Por otra parte el
gobierno chileno obtiene información coincidente por otro
medio. La goleta boliviana "Yanacocha" (en ese momento Bolivia
tiene salida marítima) que se dirigía de
Valparaíso a Arequipa, es requisada por navíos
chilenos y se encuentra numerosa correspondencia de liberales
chilenos dirigida a Santa Cruz donde se registra material
coincidente con los planes de Santa Cruz que tenía Rivera
en su poder. Sorprendentemente también se encuentra
correspondencia de nuestro Juan Galo de Lavalle,
poniéndose a las órdenes del Mariscal boliviano. En
honor a la verdad la correspondencia atribuida a Lavalle no lleva
firma alguna, pero la mayoría de los autores son
coincidentes en que él es el autor de las mismas, por la
caligrafía y el estilo de redacción utilizado.
(1)

Ataque
simultáneo de los complotados en la Banda Oriental y el
norte chileno

La simultaneidad del ataque del general Freyre sobre
Chile y el alzamiento de Rivera en la Banda Oriental, no fue
ninguna coincidencia. Ambos hechos tuvieron lugar en la primera
quincena de julio de 1836, y tenían por objetivos derrotar
gobiernos de ideología federal, que flanqueaban por el
este y el oeste a la federal Confederación
Argentina.

Comienzo de las hostilidades. En febrero de
1837, oficialmente Rosas rompe relaciones con la
Confederación Peruano Boliviana y en mayo de ese
año, de común acuerdo con Chile, se declaró
la guerra. Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán, fue
designado comandante en jefe de las tropas de la
Confederación Argentina y Diego Portales Palenzuelos, que
era Ministro de Guerra y Marina del presidente chileno
José Joaquín Prieto, se puso a cargo de las tropas
chilenas.

En relación a las tropas argentinas se
había organizado como un ejército de operaciones,
constituido en su mayor parte por milicianos jujeños,
avanzó hacia el norte a mediados de Junio.

Se debe tener en cuenta que la provincia de Tarija cuya
indefinición de sus límites era una piedra en el
zapato de las autoridades nacionales y sobre todo de las
provinciales jujeñas desde 1820, estaba aún sin
definir.

Las tropas de la Confederación Peruano Boliviana,
no ofrecieron nunca un combate definitivo y se limitaban a
ofrecer encuentros parciales y luego reagruparse. Es verdad que
estos enfrentamientos parciales les redituaron muy buen resultado
ya que casi siempre, por diferentes circunstancias, como el apoyo
de la población por ejemplo, les fueron favorables. Felipe
Herrera le explica a Rosas lo complejo que le resultaba esta
metodología de lucha y los inconvenientes que encontraba.
El 21 de octubre escribía lo siguiente: "El gobierno
de Bolivia ha trabajado sigilosa e infructuosamente durante tres
años, halagando la idea ilusoria de que algunas Provincias
Argentinas se agregasen voluntariamente a sus Estados, cansados
de las disensiones civiles que las han agitado; sin advertir que
el noble orgullo de los verdaderos Argentinos los haría
elegir en cualquier circunstancia la muerte, antes de humillarse
al Tirano más ambicioso que ha podido ver el suelo
americano.

A pesar de esta conducta, abiertamente hostil del
Presidente de Bolivia, no se ha hecho hasta ahora por ninguna de
las Provincias de esta República, la más leve
represalia, guardándose todas las consideraciones que se
merece un Gobierno amigo."

Esto no se trataba de exageraciones de Felipe Herrera. A
fines de 1836 el caudillo boliviano Marciano Vázquez
reunió una considerable fuerza muy bien armada e instruida
militarmente y atacó Mojo, Talina y Tupiza y tomó
directamente el territorio jujeño de la Puna. Luego el
general británico al servicio de Bolivia, Francisco
Burdett O"Connor atacó y tomó Orán,
despojando de sus tierras a los pobladores argentinos para
ponerlas en manos de ciudadanos bolivianos. En septiembre de 1836
una fuerza boliviana destacada en persecución del coronel
Arraya, de las tropas de Heredia, quien huía para
refugiarse en territorio argentino violó la frontera una
vez más, llegando hasta cercanías de
Jujuy.

Las tropas chilenas al mando del General Manuel Bulnes
Prieto (futuro presidente chileno) tuvieron mejores posibilidades
y demostrando un alto grado de profesionalidad, el 20 de enero de
1839, al presentarles el mismo Santa Cruz un frente de batalla
para enfrentarlos, en la Batalla de Yungay, sufrió una
categórica derrota que finalmente sería el
determinante para el pedido del restablecimiento de la paz. Luego
de este pedido de paz por parte de Santa Cruz, los mismos
bolivianos produjeron un levantamiento armado que finalizó
con el mariscalato y con la confederación con Perú,
derrocándolo del gobierno y obligando al exilio de Santa
Cruz a Francia. No fue un exilio muy sufrido, pasó sus
últimos veinticinco años alternándose entre
París, El Havre y Versalles, donde fallece en
1865.

Como ya mencionamos que después de la Batalla de
Yungay, Bolivia pide la paz, irónicamente la
mediación diplomática para ese logro, estuvo a
cargo de Inglaterra y Francia. Las mismas naciones que alentaban
a Santa Cruz a segregar provincias argentinas y combatir a la
Confederación, ahora eran los responsables de las
tratativas de paz. En ocasiones es arduo poder seguir la
línea de los hechos históricos sin perderse en el
intento.

Detalle del Combate
de Yungay que determina el final de la guerra

Como todo enfrentamiento armado que se precie, sobre
todo cuando varias naciones participan de él, tiene
distintos partes oficiales. Este caso no escapa a esa
característica, y como de las cuatro naciones
participantes Chile es la de mayor gravitación, termina
siendo el parte oficial chileno el que
genéricamente se utiliza para explicar la batalla (para
otros autores combate) de Yungay. (2)

Este resumen está tomado de uno de
los partes chilenos, del redactado por el Estado Mayor del
General Bulnes Prieto. Después del combate de Puente
Buín, el General Manuel Bulnes Prieto prosiguió su
retirada durante la noche y, a mediodía del 7, llegaba al
campamento de San Miguel delante de Caraz. Se reunió
allí al grueso del Ejército y se realizaron
enseguida los reconocimientos de la posición enemiga, que
también hacía lo mismo y los trabajos de
fortificación consiguientes. Mientras tanto, los
guerrilleros acechaban por todos lados, dificultando el
aprovisionamiento de las tropas. Se pensaba que el Mariscal
Andrés de Santa Cruz Calahumana no atacaría,
sencillamente porque no necesitaba hacerlo. También se
estaba consciente que era imposible mantenerse en San Miguel por
muchos días y que la retirada o él reembarco,
constituirían un desastre mayor. Los chilenos entonces se
mostraron resueltos a pasar al ataque. Gamarra y los demás
jefes peruanos, aun cuando reconocían la imposibilidad de
mantenerse a la defensiva, se manifestaron más
reservados.

Al día siguiente, Santa Cruz, ya al
tanto de las resoluciones anteriores, ocupaba una posición
en la zona de Yungay-río Ancash. Este río corre de
este a oeste, al norte de la población de Yungay. A pesar
de que su caudal no es considerable, constituye un
obstáculo importante debido a la pendiente abrupta de sus
riberas, especialmente la del costado sur. Al N.E. se yergue el
cerro Punyán. Una estribación suya hacia el S.W.
forma un montículo casi aislado, sumamente escarpado y
conocido como cerro Pan de Azúcar. El terreno desciende,
en general, hacia el N.W.

El día 16, una gruesa columna
confederada se aproximó hasta unas tres cuartos de legua:
se trataba de un reconocimiento dirigido personalmente por el
Mariscal Santa Cruz. El enfrentamiento era inminente. En la
mañana del 20 de enero, el Ejército Protectoral
– 6.100 hombres – ocupaba la posición elegida.
El general Anselmo Quiroz, con 5 compañías (600) se
emplazaron en el cerro Pan de Azúcar (3 de ellas, en la
pequeña plazoleta de la cumbre y las 2 restantes en las
lomas vecinas de Punyán). La línea principal
corría paralela al Ancash y estaba protegida por una
barranca de 15 metros de altura que bordea su ribera sur y por la
muralla de piedra y barro que había ordenado construir
Santa Cruz. Formaba el ala derecha la división boliviana
del general Ramón Herrera, apoyando su flanco derecho en
los cerros de Ancash, con 2 batallones en primera línea y
2 en segunda línea. El ala izquierda estaba constituida
por la división del general Tristán Mora, con dos y
medio batallones en primera línea y uno en segunda. Su
extrema izquierda tocaba en el río Santa, entonces
invadeable. La caballería (600 jinetes) fue ubicada a la
espalda de la infantería, en la planicie situada entre la
ribera sur del Ancash y el pueblo de Yungay. Santa Cruz se
ubicó atrás, en una loma que le permitía
abarcar el desarrollo de la batalla y dirigirla.

A las cinco de la mañana del citado
día, salió el Ejército Restaurador en
dirección al Ancash.Bulnes ordenó al comandante
Pablo Silva, del batallón Aconcagua, que despejara las
alturas y las laderas del Punyán. Las dos
compañías que las ocupaban se replegaron sobre el
Pan de Azúcar luego de un breve tiroteo. A su vez, Bulnes
envió a una columna de 400 hombres, bajo el mando del
coronel Jerónimo Valenzuela, en dirección al citado
Pan de Azúcar. Los soldados emprendieron la
dificilísima ascensión del cerro, con ayuda de su
fusil, sorteando las piedras que rodaban desde lo alto y las
descargas de fusilería de los bolivianos. Fuertemente
diezmados, los soldados chilenos lograron llegar a la cima del
Pan de Azúcar. En sus filas había marchado la
cantinera Candelaria Pérez, que ese día se
batió como el más intrépido de los soldados
del Ejército Restaurador. Las compañías
adversarias que defendían su posición, perecieron
todas y con ellas, el general Quiroz que las mandaba, y sus
oficiales.

Santa Cruz ordenó que el
batallón N°4 cruzase el Ancash y atacase a las fuerzas
chilenas por la espalda. Advertido de esta maniobra, Bulnes
dispuso que le saliera al encuentro el Colchagua. El comandante
Urriola guió a su gente al abrigo de unos matorrales,
recibió al batallón enemigo con una descarga
colectiva y eliminó la tercera parte de sus efectivos. El
N°4 armó la bayoneta y cargó con tal
ímpetu sobre el Colchagua que fue necesario reforzar a
este último con 5 compañías del Portales. El
batallón boliviano se vio obligado a retroceder y a
lanzarse sobre las aguas del Ancash, mezclado con sus
perseguidores hasta la ribera opuesta.

Envueltas por todos lados, las fuerzas
chilenas debieron replegarse y repasar el río con grandes
pérdidas. Capturado el Pan de Azúcar, el General en
Jefe dispuso un ataque frontal a la posición. Los
batallones Carampangue, Colchagua, Portales, Aconcagua, Valdivia,
Cazadores del Perú y medio batallón Huaylas se
precipitaron al cauce profundo del Ancash. Los atacantes, ya
disminuidos en la difícil ascensión de la barranca
del río, eran el blanco de las descargas de los fusiles
enemigos apostados detrás de las tapias. Los nuestros
habrían sufrido un descalabro mayúsculo, a nos ser
por la notable actuación de la artillería propia.
Efectivamente, mientras los disparos adversarios pasaban por
alto, los 5 cañones del coronel Marcos Maturana del Campo
– emplazados en la altura del Puyán –
demolían la pirca que servía de abrigo a la
infantería enemiga. El otro cañón estaba en
la extrema derecha, a las órdenes del general Castilla. A
pesar de ello, las fuerzas adversarias no cesaron sus ataques,
hasta que el batallón Portales, que llevaba más de
4 horas de extenuante lucha, empezó a ceder. Las
demás fuerzas chilenas también sentían el
agotamiento y se lanzaban al Ancash en medio de una
confusión indescriptible. Pero justo en aquel momento,
emergió la figura del general Manuel Bulnes, quien
conservaba toda su presencia de ánimo y contaba con la
caballería y con dos y medio batallones de
infantería en la reserva. Junto a Bulnes, apareció
el coronel Don Fernando Baquedano, que se destacó por su
bravura y coraje en el campo de batalla. Ya hacia las cuatro de
la tarde, la victoria chilena era
total. 

Observaciones

(1) En relación a esta correspondencia atribuida
a Lavalle, el 17 de agosto de 1837, el mismo Santa Cruz, en
ocasión de responder la declaración de guerra de la
Confederación, intenta aclarar el tema y explica: "El
general Lavalle -es preciso repetirlo- pudo escribir la carta de
que tanto uso han querido hacer los dos gobiernos de Chile y de
Buenos Aires, pero el jefe del gobierno de Bolivia no ha dirigido
jamás carta alguna, ni comunicación escrita de
ninguna clase al general Lavalle, ni a ninguno de los hombres que
figuran en el partido unitario."
Un párrafo
más adelante vuelve sobre el tema "Por último,
cuanto a suponer en el gobierno de Bolivia el deseo que
jamás ha abrigado de favorecer a los unitarios, no
necesitaba asestar sus golpes a la larga distancia en que se
halla colocado de Montevideo, teniendo en su poder tantos
individuos de aquel partido, hallándose tan cerca de los
focos de la revolución argentina y recibiendo continuas
invitaciones -que siempre ha desechado- de las provincias
argentinas próximas a sus límites, no ya pidiendo
socorros para hacer la guerra, sino demandando su
incorporación a una república que por tantos
años ha estado gozando de las dulzuras de la paz."

Que razón tiene el refrán popular cuando dice:
No aclares que oscurece. El principal argumento de los
autores que sostienen que la correspondencia es de Lavalle, es
precisamente esta aclaración de Santa Cruz donde afirma lo
contrario.

(2) El suscripto conoce cuatro partes oficiales
diferentes sobre este hecho. Además de seis
crónicas de testigos presenciales que participaron del
combate. Seguramente existe más documentación al
respecto que escapa a su actualización. En este mismo
sentido de divergentes opiniones sobre el tema, es verdad que no
se editan libros con las mismas, pero en Internet se puede
encontrar, por ejemplo, que esta guerra fue un enfrentamiento
entre peruanos-bolivianos contra chilenos-peruanos. Dando a
entender que Perú dividió sus fuerzas entre la
alianza con Bolivia y otra alianza con Chile y la Argentina no
participó. Para que se entienda: En esta batalla,
Perú facilitó tropas para ambos lados y la
Confederación Argentina para ninguno.

Esta última interpretación, no deja de
tener valederos argumentos, porque en ningún documento se
registra la participación de tropas oficiales de la
Confederación Argentina. Algunos autores sostienen que
actuaron cuerpos armados vestidos de paisanos, pero no se
registra oficialmente el nombre de ningún jefe ni oficial
argentino participando de la misma. Todo muy extraño,
porque se supone que una declaración de guerra efectuada
por dos naciones cuando se participa en la batalla que
sería definitoria y ese dato se conocía previamente
a la misma, ambas naciones deberían haber aunado esfuerzos
para su victoria.

Bibliografía
General

Roberto O. Fraboschi. Rosas y las relaciones
exteriores con Francia e Inglaterra
. En Historia de la
Nación Argentina, de la Academia Nacional de la Historia,
Volumen VII (2ª. Parte), Buenos Aires, 1950.

Manuel Gálvez. Vida de don Juan Manuel de
Rosas
, Buenos Aires, 1972.

Adolfo Saldías. Historia de la
Confederación Argentina
. Buenos Aires,
1945.

Fuentes Documentales y Bibliográficas para el
estudio de la Historia de Chile.
Auspiciado por el Gobierno
de Chile, Consejo Nacional del libro y la lectura y por la
Universidad de Chile.

Carlos Contreras y Marcos Cueto. Historia del
Perú Contemporáneo
. Desde las luchas por la
independencia hasta el presente. Editado por Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, abril
2000-

 

 

Autor:

Roberto Antonio Lizarazu

 

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