I
Durante la década de 60, y antes de licenciarse,
James Petras (1937) fue militante de los derechos humanos y
líder estudiantil en la Universidad de Berkeley, Estados
Unidos. Se doctoró en Filosofía en la Universidad
de California. Desde 1960 a 1973 enseñó y
dirigió investigaciones en algunos países
latinoamericanos, especialmente en Chile, donde colaboró
con el gobierno de Salvador Allende. Luego del golpe de Estado de
Augusto Pinochet, Petras fue miembro del Tribunal Russel sobre la
represión en América Latina, junto a Julio
Cortázar y Gabriel García
Márquez.
En las décadas del 70 y 80 participó
activamente en el movimiento de derechos humanos que
combatió las torturas y desapariciones provocadas por las
dictaduras latinoamericanas, y escribió para renombrados
periódicos de izquierda: Le Monde Diplomatique, New Left
Review, Monthly Review. Entre 1982 y 1984 fue director del
Instituto de Estudios Mediterráneos de Atenas. Petras
también enseñó en la Universidad de
Pennsylvania y fue director del Proyecto de Estudio del
Desarrollo Latinoamericano en el Instituto de
Administración Pública de la misma
universidad.
Entre los temas de toda su producción
intelectual, especializada en la problemática
latinoamericana, se destacan sus reflexiones sobre el conflicto
entre clases sociales, el imperialismo, el Estado, la
revolución, la transición a la democracia, y otros.
En la actualidad tres temas son los que ocupan su
atención: las rivalidades entre las distintas potencias
imperialistas (Estados Unidos, Japón y Europa), el
repliegue de los intelectuales críticos durante la
década del 80, y las contradicciones del socialismo de
mercado.
Sin embargo, Petras vincula mucho estos temas al
fenómeno del imperialismo. El autor define al "estado
imperial" (identificado sobre todo con Estados Unidos) como el
"que impone nuevas reglas que moldean el comportamiento de los
demás Estados". Ahora bien este "estado imperial" responde
a las demandas y los intereses de sus capitalistas que tratan de
desplazar el capital hacia el exterior a fin de realizar
actividades lucrativas a nivel mundial. En su libro, Globaloney,
afirma que "de las 500 empresas más grandes del mundo,
vehículos de circulación de capitales como
instrumento de la globalización, el 49% son
norteamericanas, el 37% son europeas y el 10% son japonesas". En
este sentido, el término "globalización"
vendría a ser un sustituto de "imperialismo": "el concepto
de globalización entró en la jerga
periodística para describir el fenómeno de
expansión de capitales y de empresas norteamericanas,
europeas y japonesas conquistando espacios
económicos"
Este análisis está profundamente vinculado
con un problema muy actual para los países
latinoamericanos: las políticas de ajuste estructural que
se vienen aplicando por recomendación de los organismos de
crédito internacional (FMI y Banco Mundial)
Según el autor, las políticas del FMI,
aunque aparentaran tratar con problemas específicos,
técnicos de la balanza de pagos de cada país,
buscaban remodelar la economía global centrándose
en el cambio del papel del Estado en la economía y la
expansión de las relaciones de mercado.
Petras es terminante a la hora de analizar las
consecuencias de la aplicación de esas políticas:
"Las elites locales e internacionales se han beneficiado mucho
del ajuste estructural. Las deudas privadas las ha asumido el
Estado, los bancos acreedores han recibido miles de millones, las
organizaciones de las clases trabajadoras han sido aplastadas o
dramáticamente debilitadas mediante la represión y
las consecuencias económicas del ajuste. El ajuste
estructural sería una forma de lucha de clases con otro
nombre, organizando un cambio drástico en términos
de poder de clases en beneficio de los ricos y
privilegiados".
Dentro de este contexto globalizador nos apoyamos en
Petras y otros autores para hacer algunas reflexiones del auge y
poderío de la China moderna hasta convertirse en la
segunda mayor economía mundial lo que fue posible solo a
través de los éxitos de la revolución
comunista china de mediados del siglo XX. El Ejército Rojo
de Liberación Popular derrotó primero al invasor
ejército imperialista japonés y después al
ejército nacionalista del Kuomintang, al que apoyaba el
imperialismo estadounidense. Esto permitió reunificar
China como estado soberano independiente. El gobierno comunista
abolió los privilegios extraterritoriales de los
imperialistas occidentales, puso fin a los feudos territoriales
de los señores de la guerra y gánsteres regionales
y expulsó a los millonarios propietarios de burdeles, a
los traficantes de mujeres y drogas así como a otros
"proveedores de servicios" al Imperio
Europeo-Estadounidense.
La revolución comunista forjó el moderno
estado chino en todos los sentidos. Los nuevos dirigentes
procedieron entonces a reconstruir una economía arrasada
por las guerras imperiales y saqueada por los capitalistas
japoneses y occidentales. Después de 150 años de
infamia y humillación, el pueblo chino recuperó su
orgullo y dignidad nacionales. Los elementos
socio-psicológicos eran esenciales para motivar a los
chinos en la defensa de su país ante los ataques,
sabotajes, boicots y bloqueos orquestados por EEUU inmediatamente
después de su liberación.
II
A diferencia de lo que dicen los economistas
neoliberales chinos y occidentales, el crecimiento
dinámico de China no empezó en 1980. Empezó
en 1950, cuando la reforma agraria proporcionó tierra,
infraestructuras, créditos y asistencia técnica a
cientos de millones de campesinos destituidos y trabajadores
rurales sin tierras. Mediante lo que ahora se llama "capital
humano" y una movilización social gigantesca, los
comunistas construyeron carreteras, aeropuertos, puentes, canales
y vías férreas así como industrias
básicas, como la del carbón, hierro y acero, para
formar la columna vertebral de la economía moderna china.
Los inmensos sistemas sanitario y educativo gratuitos de la China
comunista crearon una fuerza de trabajo saludable, educada y
motivada. Su ejército, altamente profesional,
impidió que EEUU extendiera su imperio militar a
través de la península de Corea hasta las fronteras
territoriales chinas. Al igual que los académicos y
propagandistas occidentales del pasado fabricaron una historia
acerca de un imperio "estancado y decadente" para justificar sus
destructivas conquistas, de la misma forma sus homólogos
modernos han vuelto a escribir los primeros treinta años
de la historia comunista china, negando el papel de la
revolución en el desarrollo de todos los elementos
esenciales para un estado, una sociedad y una economía
modernas. Está claro que el rápido crecimiento
económico de China se basó en el desarrollo de su
mercado interno, en el rápido crecimiento de su equipo de
científicos, técnicos y trabajadores bien formados
y en la red de seguridad social que protegió y
promovió la movilidad de la clase trabajadora y
campesinado, todo ello producto de la planificación e
inversiones chinas.
El auge de China como potencial global empezó en
1949 con la eliminación de las parásitas clases
financieras, compradoras y especulativas que habían
servido de intermediarias para los imperialistas europeos,
japoneses y estadounidenses que despojaron a China de sus grandes
riquezas.
A principios de 1980, el gobierno chino inició un
cambio drástico en su estrategia económica: Durante
las tres décadas siguientes, abrió el país a
la inversión exterior a gran escala; privatizó
miles de industrias y puso en marcha un proceso de
concentración de la renta basado en una deliberada
estrategia de recrear una clase económica dominante de
multimillonarios vinculados a capitalistas extranjeros. La clase
política gobernante china abrazó la idea de
"prestar" conocimientos técnicos y el acceso a los
mercados de ultramar de firmas extranjeras a cambio de
proporcionar abundante mano de obra barata al coste más
bajo. El estado chino desvió subvenciones públicas
masivas a promover un alto crecimiento capitalista desmantelando
su sistema nacional de educación y sanidad públicas
gratuitas. Acabaron con la vivienda pública subvencionada
para cientos de millones de campesinos y trabajadores de
fábricas urbanas y proporcionaron financiación a
los especuladores inmobiliarios para la construcción de
apartamentos privados de lujo y rascacielos de oficinas. La nueva
estrategia capitalista de China, así como su crecimiento
de dos dígitos, se basaron en los profundos cambios
estructurales y en las masivas inversiones públicas del
anterior gobierno comunista. El despegue del sector privado de
China se llevó a cabo en base a los inmensos desembolsos
públicos hechos a partir de 1949.
La nueva clase capitalista triunfante y sus
colaboradores occidentales reclamaron todo el crédito
posible para este "milagro económico" mientras China se
convertía en la segunda mayor economía mundial.
Estas nuevas elites chinas han estado menos dispuestas a anunciar
el estatus de primera categoría de China a partir de las
brutales desigualdades de clase, rivalizando solo con
EEUU.
El sostenido crecimiento chino en el sector
manufacturero fue consecuencia de inversiones públicas
altamente concentradas, altos beneficios, innovaciones
tecnológicas y un mercado interno protegido. Aunque el
capital extranjero obtuvo beneficios, fue siempre dentro del
marco de las prioridades y reglamentaciones estatales chinas. La
dinámica del régimen de la "estrategia de
exportación" ha creado inmensos excedentes comerciales,
que finalmente han hecho de China uno de los mayores acreedores
del mundo, especialmente de deuda estadounidense. Para mantener
sus dinámicas industrias, China ha necesitado de entradas
inmensas de materias primas, lo que ha motivado inversiones
exteriores a gran escala y acuerdos comerciales con países
exportadores de agro-minerales en África y
Latinoamérica. En 2010, China desplazó a EEUU y
Europa como principal socio comercial de muchos países de
Asia, África y Latinoamérica.
El ascenso de la China moderna a potencia
económica mundial, como su predecesora entre 1100 y 1800,
se ha basado en su gigantesca capacidad productiva: el comercio y
la inversión se han regido por una política de
estricta no interferencia en las relaciones internas de sus
socios comerciales. A diferencia de EEUU, China no inició
guerras brutales por el petróleo; en cambio firmó
contratos lucrativos. Y China no combatió guerras en
interés de los chinos de ultramar, como EEUU ha hecho en
Oriente Medio a favor de Israel.
El aparente desequilibrio entre el poder
económico y militar de China contrasta de forma aguda con
EEUU, donde un imperio militar inflado y parasitario
continúa socavando su propia presencia económica
global.
III
El gasto militar de EEUU es doce veces el de China. Cada
vez más, el ejército de EEUU juega un papel clave a
la hora de moldear la política en Washington mientras
trata de debilitar el ascenso de China a potencia
global.
China ha estado creciendo a un 9% por año y sus
productos y servicios están aumentando rápidamente
en calidad y valor. En cambio, EEUU y Europa llevan
revolcándose en un crecimiento 0% desde 2007 a 2012. El
innovador establishment tecno-científico chino asimila
rutinariamente los inventos más recientes de Occidente (y
Japón) mejorándolos, rebajando por tanto los costes
de producción. China ha sustituido a las "instituciones
financieras internacionales" controladas por EEUU y Europa (el
FMI, el Banco Mundial, el Banco de Desarrollo Interamericano)
como principal prestamista en Latinoamérica. China
continúa estando a la cabeza como principal inversor en
los recursos mineros y energéticos de África. China
ha sustituido a EEUU como principal mercado para el
petróleo iraní, sudanés y saudí y
pronto sustituirá a EEUU como principal mercado para los
productos petrolíferos venezolanos. En la actualidad,
China es el mayor exportador y fabricante de manufacturas del
mundo, dominando incluso el mercado estadounidense, mientras
juega el papel de salvavidas financiero al poseer alrededor de
1.300 billones de dólares en bonos del Tesoro
estadounidense.
Bajo las crecientes presiones de sus trabajadores y
campesinos, los gobernantes chinos han estado desarrollando el
mercado interno aumentando los salarios y el gasto social para
reequilibrar la economía y evitar el espectro de la
inestabilidad social. En cambio, los salarios y servicios
públicos vitales de EEUU han disminuido de forma aguda en
términos absolutos y relativos.
Teniendo en cuenta las tendencias históricas
actuales, está claro que China sustituirá a EEUU
como principal potencia económica mundial en la
próxima década si el imperio estadounidense no
contraataca y si las profundas desigualdades de clase chinas no
provocan importantes agitaciones sociales.
El ascenso de la China moderna a potencia global
enfrenta serios desafíos. A diferencia del
histórico ascenso chino a nivel mundial del pasado, el
poder económico global moderno chino no va
acompañado de ninguna empresa imperialista. China ha
quedado seriamente rezagada detrás de EEUU y Europa en
cuanto a la capacidad agresiva de hacer la guerra. Quizá
esto ha permitido a China dirigir recursos públicos a
maximizar el crecimiento económico, pero ha dejado a China
en situación vulnerable ante la superioridad militar
estadounidense frente a su arsenal masivo, su red de bases de
avanzada y sus posiciones geomilitares y estratégicas
justo frente a la costa china y en los territorios
colindantes.
En el siglo XIX, el imperialismo británico
echó abajo la posición global china con su
superioridad militar, apropiándose de los puertos chinos,
debido a la confianza de China en su "superioridad
mercantil".
La conquista de la India, Birmania y la mayor parte de
Asia permitió a los británicos establecer bases
coloniales y reclutar ejércitos mercenarios locales. Los
británicos y sus mercenarios aliados cercaron y aislaron a
China, preparando el camino para perturbar los mercados chinos e
imponer condiciones brutales a su comercio. La presencia armada
del Imperio británico dictó lo que China
tenía que importar (con el opio alcanzando el 50% de las
exportaciones británicas en la década que se
inició en 1850) mientras socavaban las ventajas
competitivas de China a través de políticas
arancelarias.
Hoy en día, EEUU está siguiendo
políticas parecidas: La flota naval estadounidense
patrulla y controla las rutas marítimas comerciales chinas
y los recursos petroleros extraterritoriales a través de
sus bases en el exterior. La Casa Blanca de Obama está en
proceso de desarrollar una respuesta militar rápida que
implicará a sus bases en Australia, Filipinas y otros
lugares de Asia. EEUU está intensificando sus esfuerzos
para socavar el acceso exterior de China a los recursos
estratégicos mientras se dedica a apoyar "bases" de
separatistas e "insurgentes" en el oeste de China, Tíbet,
Sudán, Birmania, Irán, Libia, Siria y otros
lugares. Los acuerdos militares de EEUU con la India y la
instalación de un régimen-títere
acomodaticio en Pakistán han hecho avanzar su estrategia
de aislar a China. Aunque China mantiene su política de
"desarrollo armonioso" y "no interferencia en los asuntos
internos de otros países", se ha hecho a un lado cuando el
imperialismo bélico europeo y estadounidense ha atacado a
alguno de los socios comerciales de China con el objetivo
fundamental de invertir la pacífica expansión
comercial de China. La carencia de una estrategia
ideológica y política de China capaz de proteger
sus intereses económicos en el exterior ha sido una
invitación para que EEUU y la OTAN establecieran
regímenes hostiles a China. El ejemplo más
destacado es Libia, donde EEUU y la OTAN intervinieron para
derrocar a un gobierno independiente dirigido por el presidente
Gadafi, con quien China había firmado acuerdos comerciales
e inversiones por valor multimillonario. Los bombardeos de
ciudades, puertos e instalaciones petrolíferas por la OTAN
obligaron a los chinos a retirar a 35.000 trabajadores de la
construcción e ingenieros del petróleo chinos en
cuestión de días. Lo mismo sucedió en
Sudán, donde China había invertido miles de
millones para desarrollar su industria petrolera. EEUU, Israel y
Europa armaron a los rebeldes de Sudán del Sur para
interrumpir el flujo de petróleo y atacar a los
trabajadores chinos en el sector.
En ambos casos, China permitió pasivamente que
los imperialistas estadounidenses y europeos atacaran a sus
socios comerciales y frenaran sus inversiones.
IV
Bajo Mao Tse Tung, China tuvo una política activa
de contención de la agresión imperial: Apoyaba a
movimientos revolucionarios y a gobiernos del Tercer Mundo. En la
actualidad, la China capitalista no tiene una política
activa para apoyar gobiernos o movimientos capaces de proteger el
comercio bilateral y los acuerdos de inversión de China.
La política exterior de China está moldeada por
grandes intereses comerciales, financieros y manufactureros que
confían en el "aspecto económico competitivo" para
conseguir cuotas de mercado y no entienden de bases militares y
de seguridad del poder económico global. La clase
política china está profundamente influida por una
nueva clase de multimillonarios con fuertes vínculos con
los fondos de capital occidentales que han absorbido sin reparo
los valores culturales occidentales. Esto queda ilustrado por su
preferencia a enviar a sus propios hijos a las universidades de
elite en EEUU y en Europa. Tratan de "acomodarse a Occidente" a
cualquier precio. Esta falta de comprensión
estratégica de la construcción del imperio militar
les ha llevado a responder de forma ineficaz y ad hoc a cada
acción imperialista que ha socavado su acceso a recursos y
mercados.
Aunque la visión de China del "negocio primero"
pudo haber funcionado cuando era un actor menor en la
economía mundial y los constructores del imperio
estadounidense veían la "apertura al capitalismo" como un
oportunidad de hacerse fácilmente con las empresas
públicas de China y saquear su economía, sin
embargo, cuando China (a diferencia de la ex URSS) decidió
retener los controles de capital y desarrollar una
"política industrial" cuidadosamente calibrada, y bajo
control estatal, dirigiendo el capital occidental y la
transferencia de tecnología a las empresas estatales, que
penetraron eficazmente en los mercados internos y exteriores de
EEUU, Washington empezó a quejarse y a hablar de
represalias.
Los inmensos excedentes comerciales de China con EEUU
provocaron una respuesta dual de Washington: Vendió
cantidades masivas de bonos del Tesoro estadounidense a los
chinos y empezó a desarrollar una estrategia global para
bloquear el avance chino. Como EEUU carecía de
apalancamiento económico para revertir su decadencia,
confió solo en su "ventaja comparativa": su superioridad
militar basada en un amplio sistema mundial de bases de ataque,
una red de regímenes-clientes en el exterior, apoderados
militares, ONG, intelectuales y mercenarios armados. Washington
se volvió hacia su inmenso, secreto y clandestino aparato
de seguridad para debilitar a los socios comerciales de China.
Washington depende desde hace mucho tiempo de sus lazos con
gobernantes corruptos, disidentes, periodistas y magnates de los
medios para proporcionar la cobertura más poderosa
propagandística mientras avanza en su ofensiva militar
contra los intereses de China en el exterior.
China no tiene nada para competir con el "aparato de
seguridad" de EEUU debido a que practica una política de
"no interferencia". Dado el avanzado estado de la ofensiva
imperial occidental, China ha adoptado tan solo unas cuantas
iniciativas diplomáticas, tales como financiar algunas
cadenas de medios en lengua inglesa para presentar sus puntos de
vista, utilizando su poder de veto en el Consejo de Seguridad de
las Naciones Unidas para oponerse a los esfuerzos de EEUU para
derrocar el régimen de Asad en Siria y oponerse a la
imposición de sanciones drásticas contra
Irán. Repudió severamente el vitriólico
cuestionamiento de la exsecretaria de estado de EEUU Hillary
Clinton acerca de la "legitimidad" del estado chino cuando
votó contra la resolución de EEUU y la ONU
preparando un ataque contra Siria.
Los estrategas militares chinos son más
conscientes de la situación y se sienten alarmados ante la
creciente amenaza militar hacia China. Han pedido, y se les ha
aceptado, un 19% de incremento anual en el gasto militar para los
próximos cinco años (2011-2015). Incluso con este
incremento, los gastos militares de China serán menos de
la quinta parte del presupuesto militar estadounidense y China no
tiene ninguna base en el exterior en marcado contraste con las
más de 750 instalaciones de EEUU por todo el mundo. Las
operaciones de inteligencia chinas en el exterior son
mínimas e ineficaces. Sus embajadas se ocupan de estrechos
intereses comerciales y no entendieron en absoluto la brutal
política de la OTAN para cambiar el régimen en
Libia y no informaron a Pekín de su importancia para el
estado chino.
Existen otras dos debilidades estructurales que socavan
el ascenso de China como potencia mundial. Esto incluye a la muy
"occidentalizada" inteligencia, que se ha tragado sin sentido
crítico la doctrina económica estadounidense sobre
el libre mercado mientras pasan por alto su militarizada
economía. Esos intelectuales chinos repiten como papagayos
la propaganda de EEUU acerca de las "virtudes
democráticas" de las multimillonarias campañas
presidenciales a la vez que apoyan la desregulación
financiera que habría llevado a Wall Street a apoderarse
de los bancos y ahorros chinos. Muchos asesores empresariales y
académicos chinos se han educado en EEUU y están
influenciados por sus lazos con los académicos
estadounidenses y las instituciones financieras internacionales
directamente vinculadas con Wall Street y la City londinense. Han
prosperado como asesores bien remunerados que logran puestos
prestigiosos en las instituciones chinas. Identifican la
"liberalización de los mercados financieros" con las
"economías avanzadas" capaces de profundizar los lazos con
los mercados globales en lugar de ser una fuente importante de la
actual crisis financiera global. Estos "intelectuales
occidentalizados" son como sus homólogos los compradores
del siglo XIX, que subestimaron y rechazaron las consecuencias a
largo plazo de la penetración imperial occidental. Son
incapaces de comprender cómo la desreglamentación
financiera en EEUU fue lo que precipitó la actual crisis y
cómo la desregulación va a llevar a que Occidente
se apodere del sistema financiero chino, cuyas consecuencias
redistribuirían los ahorros internos chinos en actividades
no productivas (especulación inmobiliaria),
precipitarían la crisis financiera y, en último
término, socavarían la importante posición
global de China.
Esos yuppies chinos imitan lo peor de los estilos de
vida consumistas de Occidente, y sus puntos de vista
políticos están influidos por esos estilos de vida
e identidades occidentalizadas que excluyen cualquier sentido de
solidaridad con su propia clase trabajadora.
V
Hay una base económica para los sentimientos
pro-occidentales de los neocompradores chinos. Han transferido
miles de millones de dólares a cuentas en bancos
extranjeros, han comprado casas y apartamentos de lujo en
Londres, Toronto, Los Ángeles, Manhattan, París,
Hong Kong y Singapur. Solo tienen un pie en China (la fuente de
su riqueza) y el otro en Occidente (donde consumen y esconden su
riqueza).
Los compradores occidentalizados están
profundamente empotrados en el sistema económico de China
al tener vínculos familiares con los dirigentes
políticos en el aparato del partido y el estado. Sus
conexiones son más débiles en el ejército y
en los crecientes movimientos sociales, aunque algunos
estudiantes "disidentes" y activistas académicos de los
"movimientos pro democracia" cuentan con el apoyo de las ONG
imperiales de Occidente. En la medida en que los compradores van
ganando influencia, van debilitando las fuertes instituciones
estatales económicas que han dirigido el ascenso chino a
potencia global, al igual que hicieron en el siglo XIX actuando
como intermediarios para el Imperio británico. Proclamando
el "liberalismo" del siglo XIX, 50 millones de chinos se
volvieron adictos al opio en menos de una década.
Proclamando la "democracia y los derechos humanos", las
cañoneras estadounidenses patrullan ahora frente a las
costas de China. El ascenso de China, dirigido por las elites, a
potencia económica global ha engendrado desigualdades
monumentales entre unos miles de nuevos multimillonarios y
millonarios en lo alto de la pirámide y cientos de
millones de empobrecidos trabajadores, campesinos y emigrantes en
la base.
La rápida acumulación de riqueza y capital
de China ha sido posible a través de una intensa
explotación de sus trabajadores a los que se
despojó de sus anteriores redes de seguridad social y
condiciones reguladas de trabajo que el comunismo garantizaba.
Millones de hogares chinos han quedado desposeídos a fin
de promover a los promotores/especuladores inmobiliarios que se
han dedicado después a construir oficinas de alto nivel y
apartamentos de lujo para las elites internas y extranjeras. Esos
rasgos brutales de ascendente capitalismo chino han creado una
fusión entre la lucha de las masas por un lugar de trabajo
y por un espacio para vivir que es mayor cada año. El
eslogan de los promotores/especuladores de "hacerse rico es
maravilloso" ha perdido su capacidad de engañar a la
gente. En 2011, había alrededor de 200.000 fábricas
costeras urbanas que englobaban pueblos rurales. El
próximo paso, que seguro se producirá, será
la unificación de estas luchas en nuevos movimientos
sociales nacionales con una agenda de clase exigiendo la
restauración de los servicios educativos y sanitarios
disfrutados bajo la era comunista así como una mayor
porción de la riqueza de China. Las actuales demandas de
mayores salarios pueden convertirse en demandas de mayor
democracia en el lugar del trabajo. Para responder a estas
demandas populares, los nuevos liberales compradores
occidentalizados no pueden señalar hacia su "modelo" en el
imperio estadounidense, donde sus trabajadores están
inmersos en un proceso por el que les están despojando de
los mismos beneficios que los trabajadores chinos están
intentando recuperar.
China, asolada por un conflicto político y de
profundización de los enfrentamientos de clase cada vez
más profundo, no puede mantener su deriva hacia el
liderazgo económico global. Las elites chinas no pueden
afrontar la creciente amenaza militar imperial global de EEUU,
con sus aliados compradores en la elite liberal interna, mientras
en el país la sociedad está profundamente dividida
con unas clases trabajadoras cada vez más hostiles. La
época de explotación desenfrenada de la mano de
obra china tiene que terminar para poder enfrentar el cerco
militar estadounidense de China y el desbaratamiento
económico de sus mercados en el exterior. China posee
enormes recursos. Con más de 1.500 billones de
dólares en reservas, China puede financiar un amplio
programa sanitario y educativo nacional por todo el
país.
China puede permitirse poner en marcha un "programa de
vivienda pública" intensivo para los 250 millones de
trabajadores que han emigrado del campo y que en la actualidad
están viviendo en la miseria urbana. China puede imponer
un sistema fiscal progresivo a sus nuevos multimillonarios y
millonarios y financiar las pequeñas cooperativas
agrícolas familiares y las industrias rurales a fin de
reequilibrar la economía. Su programa de desarrollo de
fuentes energéticas alternativas, como paneles solares y
energía eólica, son un prometedor comienzo para
abordar su grave contaminación medioambiental. La
degradación del medio ambiente y los problemas
relacionados con la salud están ya preocupando a decenas
de millones de chinos. En última instancia, la mejor
defensa de China contra las invasiones imperiales es un
régimen estable basado en la justicia social para cientos
de millones y una política exterior de apoyo a los
movimientos y regímenes antiimperialistas en el exterior,
cuya independencia es de vital interés para China. Lo que
se necesita es una política proactiva basada en empresas
mixtas mutuamente beneficiosas, incluida la solidaridad militar y
diplomática. Hay ya un grupo pequeño, aunque
influyente, de intelectuales chinos que están planteando
la cuestión de la creciente amenaza militar estadounidense
y están "diciendo no a la diplomacia de las
cañoneras".
VI
La China moderna cuenta con multitud de recursos y
oportunidades de los que no disponía la China del siglo
XIX, cuando se vio subyugada por el Imperio británico. Si
EEUU prosigue intensificando su política agresiva
militarista contra China, Pekín puede poner en marcha una
seria crisis fiscal inundando el mercado con varios de sus
cientos de miles de millones de dólares en bonos del
Tesoro estadounidense. China, una potencia nuclear,
debería contactar con su vecina Rusia, armada y amenazada
por igual, para enfrentar y frustrar los belicosos comentarios de
los halcones yanquis. El próximo presidente ruso Putin ha
prometido incrementar el gasto militar del 3% al 6% del PIB en la
próxima década para contrarrestar la ofensiva de
bases de misiles de Washington en las fronteras de Rusia y
truncar los programas de "cambio de régimen" de Obama
contra sus aliados, como en el caso de Siria.
China tiene redes poderosas comerciales, financieras e
inversiones por todo el planeta así como potentes socios
económicos. Estos lazos se han convertido en algo esencial
para el crecimiento continuado de muchos países en el
mundo en desarrollo. Al enfrentarse a China, EEUU tendrá
que enfrentar la oposición de muchas elites poderosas de
mercado por todo el mundo. Pocos países o elites
pensarían en vincular en el futuro sus fortunas con un
imperio económicamente inestable y basado en el
militarismo y en destructivas ocupaciones coloniales.
Es decir, la China moderna, como potencia mundial, es
incomparablemente más fuerte que a principios del siglo
XVIII. EEUU no tiene el apalancamiento colonial que el ascendente
Imperio británico poseía en el período
previo a las Guerras del Opio. Además, muchos
intelectuales chinos y la inmensa mayoría de sus
ciudadanos no tienen la intención de aceptar que los
actuales "compradores occidentalizados" vendan el país.
Nada aceleraría más la polarización
política en la sociedad china y adelantaría la
llegada de una segunda revolución social china que unos
dirigentes pacatos sometiéndose a una nueva era de pillaje
imperial de Occidente.
El presupuesto militar chino es el segundo en el mundo
después del de EE.UU. ¿Qué armas chinas
deberían causar más preocupación en el
Pentágono? La revista 'The National Interest'
seleccionó cinco de ellas.
China, un gigante en pleno auge económico,
tecnológico y militar, desarrolla una amplia variedad de
nuevas armas, pero cinco de ellas realmente deberían
alarmar al Ejército de Washington, apunta en su reciente
artículo la revista estadounidense 'The National
Interest'.
En su proyección de fuerza hacia los mares que la
rodean y para apoyar sus reivindicaciones territoriales, China
reconoce la probabilidad de un conflicto armado con Estados
Unidos, por lo cual invierte recursos en el desarrollo de armas
'especificas' destinadas a atacar a fuerzas estadounidenses,
cinco de las cuales representan un particular peligro para el
Ejército de EE.UU., sugiere el analista Kyle
Mizokami.
El arma más peligrosa para las fuerzas
estadounidenses en la región asiática del
Pacífico es el misil balístico antibuque Dong
Feng-21D, que ya ha merecido el apodo de 'asesino de
portaaviones'. El DF-21D es un misil balístico de medio
alcance diseñado específicamente para atacar a los
portaaviones estadounidenses burlando la defensa de la Armada
norteamericana para atacar los buques desde arriba a una
velocidad hipersónica.
El DF-21D es un sistema terrestre con un alcance
estimado de hasta 1.500 kilómetros. Una vez lanzado, el
cohete portador 'suelta' un misil de reentrada múltiple
capaz de alcanzar una velocidad de hasta 10-12 Mach.
La velocidad y energía cinética
resultante, por no hablar de la carga útil del
vehículo de reentrada, causarían graves
daños incluso a los buques de guerra más grandes.
Nadie lo sabe a ciencia cierta, pero se cree que el impacto
directo de un DF-21D podría poner un portaaviones fuera de
combate, o incluso hundirlo.
Montado sobre un transportador de ruedas y lanzador, el
DF-21D sería un todoterreno móvil y por lo tanto
sería muy difícil localizarlo antes del
lanzamiento. La velocidad hipersónica del vehículo
de reentrada haría difícil, pero no imposible,
derribarlo. El primer caza de quinta generación chino, el
J-20, es un pesado caza multifuncional bimotor actualmente en la
fase de prototipos. La misión de los J-20 aún se
desconoce, pero el robusto diseño de la aeronave parece
apoyar la idea de que actuaría en varias misiones. El
avión promete tener una gran autonomía, ser
rápido y sigiloso para los radares enemigos.
Se especula que el avión estaría dotado de
un radar AESA. Dos grandes depósitos internos para armas
podrían albergar una amplia gama de misiles aire-aire,
aire-tierra y antibuque.
La función más obvia del J-20 es la de
caza de superioridad aérea. La gran autonomía del
J-20 significa que la aeronave podría operar lejos de las
costas de China, interceptando aviones de combate
estadounidenses, cazabombarderos F/A-18 y bombarderos B-1 y B-2.
Como caza de largo alcance, el J-20 también podría
patrullar territorios en disputa, en particular en apoyo de la
recientemente declarada zona de identificación de defensa
aérea de China en el mar de la China Oriental.
China también podría utilizar los J-20
para atacar aviones de apoyo estadounidenses, como aviones de
alerta temprana y aviones de reabastecimiento en
vuelo.
Otra posible función de la invisibilidad para los
radares del J-20 sería atacar naves y bases de Estados
Unidos en la región de Asia-Pacífico. Grupos de
aviones J-20 dotados de misiles de ataque a tierra podrían
preceder un ataque con misiles balísticos y neutralizar
las baterías estadounidenses de misiles tierra-aire, bases
aéreas y radares para abrir paso a ataques con misiles
balísticos.
VII
Durante décadas, los 'activos' militares
estadounidenses en el espacio han dado al Pentágono una
ventaja considerable en el campo de batalla. Los satélites
son esenciales para la estrategia bélica estadounidense.
Esto es especialmente cierto en la región
Asia-Pacífico, donde las distancias desde el territorio
continental de Estados Unidos se miden en miles de
kilómetros.
China tiene al menos un arma operativa, el misil SC-19.
Un derivado del DF-21, el misil balístico SC-19
está equipado con el KT-2, una ojiva de acción
cinética, es decir, de impacto directo.
Una vez lanzado al espacio, el KT-2 es guiado hacia su
objetivo por sensores infrarrojos. El KT-2 no tiene una cabeza
explosiva pero destruye satélites enemigos con impacto
directo.
En 2007, un KT-2 golpeó y destruyó un
satélite chino fuera de servicio. En mayo de 2013 China
puso en marcha lo que describió como un "cohete sonda"
para llevar experimentos a gran altitud. La inteligencia de
EE.UU. está segura de que aquello fue en realidad una
prueba del SC-19/KT-2. Se cree que el SC-19 es capaz de alcanzar
la órbita terrestre media, representando un peligro para
los satélites de navegación GPS
estadounidenses.
Con la pérdida de inteligencia, comunicaciones y
navegación satélites, EE.UU. tendría
difícil llevar a cabo misiones de reconocimiento sobre
China. El uso de armas antisatélites también
podría interferir en la navegación aérea,
terrestre y marítima, entorpecer la comunicación y
prevenir el uso de armas guiadas por GPS.
La capacidad de China para desembarcar sus tropas en
archipiélagos en disputa como los de Diaouyu, Paracel y
Spratly podría envalentonar a los dirigentes chinos, algo
que teme Estados Unidos.
China cuenta con tres buques de asalto anfibio tipo 071:
el Kunlunshan, el Jinggangshan y el Changbaishan. Los tres buques
son considerados por observadores navales occidentales como los
"caimanes navales" de China: son buques proyectados para
transportar y desembarcar a infantes de Marina en costas
hostiles.
Cada buque desplaza 20.000 toneladas y mide cerca de 213
metros de largo. Los buques clase 071 pueden transportar hasta un
batallón de infantes de Marina: de 400 a 800 soldados y
hasta 18 vehículos blindados.
Las naves tienen una cubierta de vuelo capaz de operar
simultáneamente dos helicópteros de transporte de
tropas, y pueden almacenar otros cuatro en un gran hangar. Los
barcos también pueden portar y lanzar vehículos
anfibios y cuatro aerodeslizadores de transporte de
tropas.
Las tres naves forman parte de la Flota del Mar Oriental
de China, donde pueden ser utilizadas para intimidar o invadir
Taiwán. Sin embargo, al igual que en las Armadas
occidentales, China acepta su uso en otras misiones como naves de
mando y control, de socorro y de asistencia
humanitaria.
El Ejército Popular de Liberación cree que
establecer su "superioridad electrónica" desde el
principio es fundamental para tener éxito en un futuro
conflicto armado. De las cinco armas chinas que Estados Unidos
más teme, la más enigmática es la capacidad
de China para llevar a cabo operaciones cibernéticas
ofensivas.
Las operaciones cibernéticas ofensivas incluyen
un amplio espectro de actividades, desde operaciones
psicológicas hasta la destrucción de equipos e
infraestructura enemigos.
El objetivo y la esencia de la guerra electrónica
han sido bien definidos por el miembro de la Academia de
Ingeniería de China, rector de la Universidad de
Tecnología Informática y general mayor del
Ejército chino Wu Xing Jiang: "Este tipo de
confrontación (…) perjudica principalmente a la
infraestructura de telecomunicaciones y a varios sistemas
informáticos, y solo después afecta al mundo real,
produciendo agitación y disturbios. Por ejemplo, se trata
de desorganizar el sistema financiero, el de transporte y el de
energía, lo cual repercute directamente en el potencial
militar del país e influye en el curso de una
guerra".
"Y, por último, no hay que olvidar que las
guerras modernas son guerras de tecnologías
informáticas, de armas de precisión. Mediante una
ciberguerra se podría disminuir la precisión de
este tipo de armas", afirmó el especialista en una extensa
entrevista concedida al semanario local 'Oriental
Outlook'.
Autor:
Joel Hurtado Ramón
Enviado por:
Leo Escorpio