- Introito
- El Martillo de
Thor - La Familia de
Thor - Sif, la de Cabellos
Dorados - El Viaje de Thor a
Jotunheim - El Gigante
Utgardloki - Thor y
Hrungnir - Groa, la
Hechicera - Thor y
Thrym - Thor y
Geirrod - El Culto a
Thor
Introito
Según algunos mitólogos,
Thor o Donner
(Donar) es el hijo de Jord
(Erda, la Tierra) y de
Odín, pero otros afirman que su madre era
Frigg, la reina de los dioses. De niño
destacó por su gran tamaño y fuerza y, muy poco
después de su nacimiento, sorprendió a la asamblea
de los dioses levantando y arrojando juguetonamente diez grandes
fardos de pieles de oso.
Aunque era por lo general de carácter afable,
Thor incurría a veces en una cólera
terrible y como en esas ocasiones era muy peligroso, su madre,
incapaz de controlarle, lo enviaba lejos de su hogar y confiaba
su cuidado a Vingnir (el alado) y a
Hlora (calor). Estos padres adoptivos, que eran
también considerados como la personificación de los
relámpagos difusos, pronto lograron controlarle y le
criaron tan sabiamente que los dioses guardaron un recuerdo muy
agradecido de sus amables servicios. El mismo
Thor, consciente de todo lo que se les
debía, asumió los nombres de
Vingthor y Hlorridi, por los que
también se le conoce.
Una vez hubo alcanzado su pleno crecimiento y la edad de
la sensatez, Thor fue admitido en
Asgard entre el resto de los dioses, donde
pasó a ocupar uno de los doce sillones de la gran sala de
los juicios. También se le concedió el reino de
Thrudvang o Thrudheim, donde
construyó un maravilloso palacio llamado
Bilskimir (relámpago), el más
espacioso de todo Asgard. Poseía
quinientas cuarenta habitaciones para el alojo de los esclavos,
que tras su muerte eran bienvenidos a su hogar, donde
recibían el mismo trato que sus señores en
Valhalla, pues Thor era el dios
patrono de los campesinos y las clases bajas.
Ya que era el dios del trueno, Thor era
el único al que nunca se le permitía pasar sobre el
maravilloso puente Bifrost, temiendo que lo
quemara con el calor de su presencia. Cuando deseaba unirse a sus
compañeros los dioses en el manantial
Urdar, bajo la sombra del árbol sagrado
Yggdrasill, se veía forzado a llegar hasta
allí a pie, vadeando los ríos Kormt
y Ormt, y los dos arroyos
Kerlaug, hasta llegar al lugar de la
cita.
Thor, que era venerado como el dios
más importante en Noruega, fue el segundo en la
genealogía del resto de las naciones y fue llamado "viejo
Thor", pues se suponía, según
algunos mitólogos, que pertenecía a una antigua
dinastía de dioses, sin tener en cuenta su edad actual,
pues era representado y descrito como un hombre en su plenitud,
alto y bien formado, con miembros musculosos y cabellos y barba
rojos y erizados, de los cuales, en momentos de rabia, saltaban
chispas.
Las razas nórdicas le engalanaron posteriormente
con una corona, en cada una de cuyas puntas se encontraba o bien
una estrella resplandeciente, o bien una llama ardiendo
constantemente, por lo que su cabeza se encontraba siempre
rodeada de una especie de halo de fuego, su propio
elemento.
El Martillo de
Thor
Thor era el orgulloso propietario de un
martillo mágico llamado Mjollnir (el
aplastador), que arrojaba a sus enemigos, los gigantes de hielo,
con poder destructivo, y que poseía la maravillosa
propiedad de regresar siempre a su mano, sin importar lo lejos
que lo hubiese lanzado. Ya que este enorme martillo, emblema de
los truenos, estaba por lo general incandescente, el dios
poseía un guantelete de hierro llamado
Iarngreiper, que le permitía agarrarlo
firmemente. Él era capaz de arrojar a
Mjollnir hasta una gran distancia y su fuerza,
que siempre era formidable, se multiplicaba por dos cuando se
ponía su cinturón mágico, llamado
Megingjord.
El martillo de Thor era considerado tan
sagrado por la antigua gente del Norte que ellos solían
hacer la señal del martillo, al igual que los cristianos
les enseñaron posteriormente a hacer la de la cruz, para
ahuyentar las influencias malignas y asegurarse las bendiciones.
La misma se hacía sobre el bebé recién
nacido, cuando se le vertía el agua sobre, su cabeza y se
le daba un nombre.
El martillo se usaba para clavar estacas limitadoras,
constituyendo un sacrilegio el arrancarlas. Para santificar el
umbral de una nueva casa, para solemnizar un matrimonio y,
finalmente, jugaba un papel importante en la consagración
de la pira funeraria sobre la que los cuerpos de los
héroes, junto a sus armas y corceles y, en algunos casos,
junto a sus esposas y sirvientes, eran quemadas.
En Suecia, Thor, como
Odín, vestía supuestamente un
sombrero de ala ancha, por lo que a las nubes de tormenta en ese
país se conocen como el "sombrero de
Thor", un nombre que también se le dio a
una de las principales montañas de Noruega. Se
decía que el retumbar y el estruendo del trueno se
debía al paso de su carro, pues entre los dioses
sólo él no iba nunca a caballo, sino que caminaba o
conducía un carro de bronce tirado por dos chivos,
Tanngnjostr (agrietador de dientes) y
Tanngrisnr (rechinador de dientes), de cuyos
dientes y cascos saltaban constantemente las chispas.
Cuando el dios conducía así de lugar en
lugar, se le llamaba Akuthor, o
Thor el auriga. En el sur de Alemania, creyendo
la gente que un solo carro de bronce no podía causar tanto
estruendo, decía que el carro estaba cardado con cazuelas
de cobre, que repiqueteaban y se golpeaban entre
ellas.
La Familia de
Thor
Thor se había casado en dos
ocasiones, primero con la giganta Iarnsaxa
(piedra de hierro), con la que tuvo dos hijos:
Magni (fuerza) y Modi (valor),
ambos destinados a sobrevivir a su padre y al ocaso de los
dioses, el Ragnarök, y a gobernar el nuevo
mundo que se alzaría como el fénix de las cenizas
del primero.
Su segunda esposa fue Sif, la de
cabellos dorados, con la que también tuvo dos hijos:
Lorrud y una hija de nombre
Thrud, una joven giganta célebre por su
tamaño y fuerza.
Fiel a la conocida afinidad por el contraste,
Thrud fue cortejada por el enano
Alvis con su aprobación. Una noche, cuando
el pretendiente, que al ser un enano no podía afrontar la
luz del día, se presentó en Asgard
para pedir la mano de Thrud, la asamblea de los
dioses no le negó su consentimiento. Apenas había
mostrado su aprobación cuando Thor, que
había estado ausente, apareció súbitamente
y, mirando con desprecio al insignificante pretendiente,
declaró que debería poner a prueba sus
conocimientos para expiarlo por su baja estatura, antes de que
pudiera ganarse a su prometida.
Para probar las cualidades mentales de
Alvis, Thor le interrogó
en el lenguaje de los dioses, el de los Vanir, el
de los elfos y el de los enanos, prolongando
astutamente su examen hasta el amanecer, cuando el primer rayo de
Sol cayó sobre el desdichado enano y lo petrificó.
Allí permaneció él, un perdurable ejemplo
del poder de los dioses, para que sirviera como advertencia a
cualquier otro enano que osara ponerlo a prueba.
Sif, la de Cabellos
Dorados
Sif, esposa de Thor,
estaba muy orgullosa de su espléndida cabellera dorada,
que la cubría desde la cabeza a los pies como un brillante
velo. También ella era el símbolo de la Tierra,
pues se decía que su pelo representaba el césped
largo o el grano dorado que cubría las tierras de cosecha
del Norte.
Thor estaba también muy orgulloso
del hermoso cabello de su esposa. Por tanto, es de imaginar su
consternación cuando se la encontró una
mañana tan calva y carente de ornatos como la tierra
cuando el grano ha sido recogido y no quedan más que
rastrojos. En su furia, Thor se alzó sobre
sus pies y juró que castigaría al que hubiese
cometido tal atrocidad, del que inmediata y correctamente
conjeturó que era Loki, el malicioso y
conspirador; que siempre estaba a la busca de algún acto
malvado que cometer.
Tras coger su martillo, Thor se fue en
busca de Loki, el cual intentó evadir al
airado dios cambiando de forma. Pero fue inútil, pues
Thor le alcanzó pronto, cogiéndole
por el cuello y casi estrangulándole, antes de ceder ante
sus súplicas y soltarlo. Cuando recuperó el
aliento, Loki imploró el perdón,
pero sus ruegos fueron en vano, hasta que prometió
procurarle a Sif una nueva cabellera, tan bella
como la primera y tan profusa en longitud. Sólo entonces
dejó Thor marchar al traidor.
Loki reptó por las
entrañas de la tierra, donde se encontraba
Svartalfaheim, para suplicarle al enano
Dvalin que le fabricara no sólo la
preciosa cabellera, sino también un regalo para
Odín y Frey, cuya furia
deseaba aplacar.
Su petición fue recibida favorablemente, y el
enano fabricó la lanza Gungnir, que nunca
erraba su objetivo y el barco Skidbladgar, el
cual, arrastrado siempre por vientos favorables, podía
navegar por el aire al igual que por el agua, además de
poseer la propiedad mágica de, aunque contendiendo a los
dioses y a todos sus corceles, poderse doblar hasta alcanzar un
tamaño tan diminuto que cabía en un bolsillo.
Finalmente, hilvanó una bellísima hebra de oro, de
la que fabricó la cabellera requerida para
Sif, declarando que tan pronto como tocara su
cabeza, crecería rápidamente desde allí como
si fuera su propio pelo.
Loki estuvo tan satisfecho con tales
pruebas de la habilidad de los enanos, que declaró que el
hijo de Ivald era el más diestro de entre
todos los herreros, palabras que Brock, otro
enano, acertó a oír, tras lo cual exclamó
que estaba seguro de que su hermano Sindri
podría producir tres objetos que sobrepasarían
aquellos que Loki sostenía, no sólo
en valor intrínseco, sino también en sus
propiedades mágicas.
Inmediatamente retó Loki al enano
para que demostrara su habilidad, apostando su cabeza contra la
de Brock como garantía.
Sindri, informado de la apuesta, aceptó la
oferta de Brock de soplar el fuego con el fuelle,
advirtiéndole, sin embargo, de que él
debería trabajar persistentemente y sin un momento de
descanso, si quería que tuviese éxito.
Procedió a calentar algo de oro, tras lo cual salió
a apalabrar el favor de los poderes ocultos. Durante su ausencia,
Brock trabajó con el fuelle
diligentemente, mientras que Loki, con la
intención de hacerle parar, se transformó en un
tábano y picó cruelmente su mano. A pesar del
dolor, el enano siguió con su labor y cuando
Sindri regresó, sacó del fuego un
enorme jabalí salvaje, llamado
Gullinbursti, debido a sus cerdas doradas, que
tenía el poder de emitir luz mientras cruzaba los cielos,
pues era capaz de viajar a través del aire con
increíble velocidad.
Con su primer trabajo concluido satisfactoriamente,
Sindri echó un poco más de oro al
fuego y le pidió a su hermano que siguiera soplando,
mientras él volvía a salir para asegurarse la
asistencia mágica. Esta vez, Loki,
aún disfrazado de tábano, picó al enano en
su mejilla. A pesar del dolor, el enano siguió trabajando,
y cuando Sindri regresó, sacó
triunfante de entre las llamas el anillo mágico
Draupnir, el emblema de la fertilidad, del que
caían ocho anillos similares cada novena noche.
Ahora echó a las llamas un trozo de hierro y con
renovada precaución, para no frustrar su éxito por
el descuido, Sindri salió, dejando a
Brock soplando el fuego como antes.
Loki se encontraba desesperado y se
preparó para un intento final. Esta vez, todavía
con la forma de un tábano, picó al enano por encima
del ojo, hasta que la sangre comenzó a emanar tan
abundantemente que le impidió ver lo que estaba
haciendo.
Alzando rápidamente su mano por un segundo,
Brock se limpió la sangre; pero a pesar de
lo corta que había sido la interrupción,
provocó daños irreparables y cuando
Sindri extrajo su obra del fuego, emitió
una exclamación de decepción, pues el martillo que
había fabricado era corto de mango.
A pesar del contratiempo, Brock estuvo
seguro de ganar la apuesta y no dudó en presentarse ante
los dioses en Asgard, donde le entregó a
Odín el anillo Draupnir, a
Frey el jabalí
Gullinbursti y a Thor el martillo
Mjollnir, a cuyo poder nadie podía hacer
frente.
A su vez, Loki entregó a
Odín la lanza Gungir, el
barco Skidbladnir a Frey y la
cabellera dorada a Thor. Pero, a pesar de que
ésta creció inmediatamente sobre la cabeza de
Sif, declarando todos que era más bella de
lo que sus propios bucles lo habían sido jamás, los
dioses decretaron que Brock había ganado
la apuesta, debido a que el martillo Mjollnir, en
manos de Thor, sería de gran valor en la
última lucha contra los gigantes de hielo.
Para salvar su cabeza, Loki huyó
precipitadamente. Sin embargo, fue alcanzado por
Thor, que lo trajo de vuelta y se lo
entregó a Brock, diciéndole que
aunque la cabeza de Loki era suya por derecho, no
debería tocar su cuello. Impedido de acometer su venganza,
el enano decidió castigar a Loki cosiendo
sus labios juntos y, ya que su espada no los atravesaba,
tomó prestada la lezna de su hermano para tal
propósito. Sin embargo, Loki, tras
soportar las burlas de los dioses en silencio durante un corto
período de tiempo, se las ingenió para cortar el
hilo y pronto volvió a ser tan locuaz como
siempre.
A pesar de su formidable martillo, Thor
no era temido como el perjudicial dios de la tormenta, que
destruía tranquilas casas y arruinaba las cosechas con
repentinas tormentas de granizo y estallidos de nubes. Los
nórdicos creían que lo arrobaba sólo contra
los gigantes de hielo y las murallas de piedra, reduciendo
éstas a polvo para fertilizar la tierra y hacer que
produjera gran abundancia de frutos para los labradores. En
Alemania, donde las tormentas del Este son siempre frías y
instructoras, mientras que en el Oeste acarreaba consigo lluvias
cálidas y tiempos suaves, se suponía que
Thor viajaba siempre de Oeste a Este, para luchar
contra los espíritus malignos que de buena gana
habrían envuelto el país con impenetrables velos de
niebla y lo hubieran cubierto con cadenas de hielo.
El Viaje de Thor a
Jotunheim
Ya que los gigantes de Jotunheim estaban
enviando continuamente ráfagas frías de viento para
helar los brotes aún verdes y dificultar el crecimiento de
las flores, Thor decidió en una
ocasión ir hasta allí y obligarles a comportarse
mejor. Acompañado de Loki,
emprendió su camino en su carro y tras viajar durante todo
un día, los dioses llegaron hasta los confines del mundo
de los gigantes, donde, tras divisar la cabaña de un
campesino, decidieron quedarse para descansar y
refrescarse.
Su anfitrión era hospitalario pero muy pobre y
Thor, viendo que él no sería capaz
de suministrar la comida necesaria para saciar su gran apetito,
mató a sus dos chivos, los cuales preparó y
cocinó, tras lo cual invitó a su anfitrión y
a su familia para que participaran libremente de la comida, pero
no sin antes advertirles de que lanzaran todos los huesos, sin
romperlos, dentro de las pieles de los chivos que habían
extendido en el suelo.
El campesino y su familia comieron con entusiasmo, pero
su hijo Thjalfi, alentado por el malicioso
Loki, osó romper uno de los huesos y
absorber la médula, creyendo que su desobediencia no
sería detectada. Sin embargo, por la mañana,
Thor, listo para partir golpeó las pieles
de chivo con su martillo e inmediatamente los animales se alzaron
tan vivos como lo estaban antes, excepto que uno de ellos
parecía cojear.
Percatándose de que sus órdenes
habían sido desatendidas, Thor estuvo a
punto de matar a toda la familia. Sin embargo, el responsable
admitió su culpa y el campesino se ofreció a
compensar la pérdida entregándole al airado dios no
sólo a su hijo Thjalfi, sino
también a su hija Roskva, para que le
sirvieran por siempre.
Encargándole al hombre que cuidara bien los
chivos, a los cuales dejó allí hasta su regreso y
ordenando a los jóvenes campesinos que le
acompañaran, Thor retomó su camino
a pie junto a Loki y, tras caminar durante todo
el día, se encontró al anochecer en una tierra
inhóspita y árida, que estaba envuelta en una casi
impenetrable niebla.
Tras buscar durante un rato, Thor vio a
través de la niebla el borroso perfil de lo que
parecía ser una casa de extraña forma. Su entrada
abierta era tan ancha y alta que parecía ocupar una pared
entera de la casa. Tras entrar y no encontrar ni un fuego ni una
luz, Thor y sus acompañantes se arrojaron
al suelo para dormir. Pero fueron sobresaltados por un peculiar
sonido y un prolongado temblor del suelo que se encontraba debajo
de ellos. Temiendo que el techo se desplomara durante el temblor
de tierra, Thor y sus acompañantes se
refugiaron en un ala del edificio, donde pronto se quedaron
dormidos.
Al amanecer salieron, pero no habían avanzado
mucho cuando vieron la forma recostada de un gigante durmiendo y
se dieron cuenta de que los peculiares sonidos que habían
perturbado su sueno habían sido provocados por sus
ronquidos. En esos momentos se despertó el gigante, se
levantó, se estiró, buscó a su alrededor su
propiedad perdida y un segundo más tarde recogió el
objeto que Thor y sus acompañantes
habían confundido en la oscuridad por una casa. Entonces
se dieron cuenta sorprendidos, de que no era sino un enorme
guante y que el ala donde habían dormido era el lugar
separado para el descomunal pulgar del gigante.
Tras averiguar que Thor y sus
compañeros se dirigían hacia
Utgard, como se llamaba el reino de los gigantes,
Skrymir, que así se llamaba el gigante, se
ofreció a ser su guía. Tras caminar con ellos
durante todo el día, les llevó al anochecer a un
lugar donde les propuso descansar. Sin embargo, antes de
disponerse a dormir, les ofreció las provisiones que
había en su cartera. Sin embargo, pese a sus esfuerzos, ni
Thor ni sus compañeros fueron capaces de
desatar los nudos que Skrymir había
atado.
El Gigante
Utgardloki
Enfurecido por sus ronquidos, que le habían
impedido dormir, Thor asestó tres
terribles golpes con su martillo al gigante. Estos golpes en vez
de aniquilar al monstruo, solamente provocaron en él
comentarios soñolientos, como si una hoja, un trozo de
corteza o una ramita del nido de un pájaro hubiesen
caído sobre su cara.
Temprano por la mañana, Skrymir
dejó a Thor y sus acompañantes,
señalándoles el camino más corto hasta el
castillo de Utgardloki, que había sido
construido con grandes bloques de hielo y enormes
carámbanos relucientes como pilares. Los dioses,
deslizándose por entre los barrotes de la gran puerta de
entrada, se presentaron audazmente ante el rey de los gigantes,
Utgardloki, el cual, tras reconocerles,
fingió inmediatamente estar completamente sorprendido por
su pequeño tamaño y expresó su deseo de ver
con sus propios ojos de lo que eran capaces de hacer, pues con
frecuencia había oído los alardes de sus
habilidades.
Loki, que había ayunado
más de lo que hubiese deseado, declaró
inmediatamente que estaba dispuesto a apostar con quien fuese por
una comida. Consiguientemente, el rey ordenó que se
trajera una gran mesa de madera llena de carne a la sala.
Colocó a Loki en un extremo y a su
cocinero Logi en el otro y les ordenó que
comenzara la disputa. Aunque Loki hizo
maravillas, y llegó rápidamente hasta el centro de
la mesa, se encontró sólo con los huesos, mientras
que su oponente ya se había devorado tanto la carne como
la mesa.
Sonriendo desdeñosamente,
Utgardloki declaró que era evidente que no
era mucho lo que eran capaces de hacer en cuanto al comer, lo
cual irritó tanto a Thor que afirmó
que, si bien Loki no podía comer tanto
como el voraz cocinero, estaba seguro que él podría
beber el mayor vaso que se encontrase en el palacio, tan
insaciable era su sed.
Inmediatamente se trajo un cuerno y, tras declarar
Utgardloki que los buenos bebedores lo vaciaban
de un trago, las personas moderadamente sedientas en dos y los
bebedores insignificantes en tres, Thor
acercó el borde a sus labios. Pero, aunque, tragó
tan profundamente que creyó que iba a reventar, el
líquido aún llegaba hasta el borde cuando
levantó su cabeza. Un segundo y un tercer intento para
vaciar el cuerno fueron también fallidos.
Se ofreció entonces Thjalfi a
disputar una carrera, pero un joven de nombre
Hugi, contra el cual se le hizo competir pronto
se le adelantó, a pesar de que Thjalfi
había corrido de forma extraordinariamente
rápida.
Thor propuso después mostrar su
fuerza en el levantamiento de pesos y se le retó a que
alzara el gato del gigante. Aprovechando una oportunidad para
ajustarse su cinturón Megingjord, que
aumentaba su fuerza, tiró y se esforzó, pero
sólo logró levantar una de sus patas del
suelo.
Un último intento por su parte de luchar contra
Elli, la anciana nodriza de
Utgardloki, considerada la única oponente
digna de un adversario tan insignificante, finalizó de
forma igualmente desastrosa y los dioses, tras reconocer que
habían sido derrotados, fueron agasajados de modo
hospitalario.
Por la mañana fueron escoltados hasta los
confines de Utgard, donde el gigante les
comunicó educadamente que esperaba que no volvieran a
visitarle jamás, pues se había visto forzado a
utilizar la magia contra ellos. Entonces continuó
explicando que él era el gigante Skrymir y
que si no hubiera tomado la precaución de interponer una
montaña entre su cabeza y los golpes de
Thor, mientras él yacía
aparentemente dormido, probablemente hubiera muerto, pues
profundas grietas en la ladera de la montaña, las cuales
señaló, eran testigo de la fuerza del
dios.
A continuación les informó que el oponente
de Loki había sido Logi
(fuego salvaje); que Thjalfi había
disputado una carrera contra Hugi (pensamiento) y
que no existía en el mundo un corredor más
rápido que él; que el cuerno del que bebió
Thor estaba conectado con el océano, donde
sus grandes tragos habían producido un perceptible
reflujo; que el gato era en realidad la terrible serpiente que
rodeaba el mundo, Iormungandr, a la cual
Thor había casi arrastrado fuera del agua
y que Elli, su nodriza, era la vejez, a la que
nadie podría derrotar.
Tras concluir sus explicaciones y advertirles de que no
regresaran nunca o volvería a defenderse con
engaños parecidos, Utgardloki se
desvaneció y, aunque Thor blandió
su martillo con la intención de destruir el castillo, lo
envolvió en una niebla tan espesa que no pudo ser visto y
el dios del trueno se vio obligado a regresar a
Thrudvang, sin haberle administrado a la raza de
los gigantes la lección que había
planeado.
Thor y
Hrungnir
Odín se encofraba un día
atravesando el aire sobre su corcel de ocho patas,
Sleipnir, cuando atrajo la atención del
gigante Hrungnir, el cual propuso una carrera,
declarando que Gullfaxi, su caballo, podía
rivalizar contra Sleipnir en
velocidad.
En la tensión de la carrera,
Hrungnir no se dio cuenta de la dirección
en al que iban, hasta que, en el vano intento de alcanzar a
Odín, condujo a su corcel hasta las
mismísimas puertas del Valhalla.
Descubriendo entonces dónde se encontraba, el gigante
palideció de miedo, pues sabía que había
puesto en peligro su vida aventurándose en la fortaleza de
los dioses, sus enemigos ancestrales.
Sin embargo, los Aesir eran demasiado
honorables para tomar incluso un enemigo en desventaja y, en vez
de atacarlo, lo llevaron hasta la sala de banquetes, donde
procedió a complacerse con el hidromiel. Pronto se
excitó tanto que comenzó a alardear de su poder,
declarando que algún día vendría y
tomaría Asgard, que destruiría
junto a los dioses, con la excepción de
Freya y Sif, a las cuales
miró con una mirada impúdica de
admiración.
Los dioses, conscientes de que no era responsable de lo
que estaba diciendo, ya que estaba bajo el efecto de la bebida,
dejaron que siguiera hablando tranquilamente. Pero
Thor, que llegaba a casa tras uno de sus viajes,
y tras oír la amenaza del gigante de llevarse consigo a su
amada esposa, se enfureció terriblemente. Blandió
su martillo con furia, con la intención de aniquilar al
fanfarrón. Sin embargo, los dioses no estuvieron
dispuestos a que esto sucediera y rápidamente se
interpusieron entre el encolerizado dios y su invitado,
implorando a Thor que respetara las leyes
sagradas de la hospitalidad y que no profanara su lugar de paz
derramando sangre.
Finalmente se persuadió a Thor
para que refrenara su ira, pero exigió que Hrungnir fijara
hora y lugar para un "holmgang", como se
solía llamar generalmente un duelo nórdico.
Así retado, Hrungnir prometió
encontrarse con Thor en
Griottunagard, los confines de su reino, en tres
días y partió sobrio por el terror que había
experimentado.
Cuando los demás gigantes oyeron lo temerario que
había sido, le reprendieron por su imprudencia, pero se
unieron todos en consejo para intentar mejorar en lo posible la
situación. Hrungnir les contó que
él tendría el privilegio de ser acompañado
por un escudero, con el que Thjalfi
lucharía, por lo que procedieron a construir una criatura
de arcilla, de nueve millas de alto y de ancho a la que llamaron
Mokerkjalfi (vadeador de niebla). Ya que no
lograron encontrar un corazón humano lo suficientemente
grande para colocarlo en el pecho de ese monstruo, se aseguraron
el de una yegua, el cual, sin embargo continuó
agitándose y estremeciéndose con recelo.
Llegó el día del duelo.
Hrungnir y su escudero se encontraban esperando
la llegada de sus respectivos oponentes. El gigante tenía
no sólo un corazón y una calavera de sílex,
sino también un escudo y garrote del mismo material, por
lo que se consideraba a sí mismo casi invencible.
Thjalfi llegó antes que su señor y
poco después se produjo un terrible retumbo y temblor, que
hizo que el gigante se temiera que su enemigo saldría del
suelo y le atacaría desde debajo. Por tanto, siguió
un indicio de Thjalfi y se protegió con su
escudo.
Sin embargo, un momento más tarde se dio cuenta
de su error, pues, mientras Thjalfi atacaba a
Mokerkjalfi con un azadón,
Thor apareció súbitamente en escena
y lanzó su martillo contra la cabeza de su oponente.
Hrungnir, para evitar el golpe, interpuso su
garrote de piedra, el cual fue reducido a pedazos, que se
esparcieron por toda la tierra, proporcionando todas las piedras
de sílex que se encontrarían en lo sucesivo y uno
de los fragmentos se insertó profundamente en la frente de
Thor. Mientras el dios caía
desvaneciéndose al suelo, su martillo aplastó el
cráneo de Hrungnir, el cual cayó
muerto a su lado, de tal manera que una de las pesadas piernas
fue a parar sobre el dios recostado.
Thjalfi, mientras tanto, había
vencido al gigante de arcilla con su cobarde corazón de
yegua y corrió ahora en ayuda de su señor, pero sus
esfuerzos y los de los dioses a los cuales había convocado
rápidamente, fueron en vano para levantar la pierna
opresora. Mientras se encontraban allí,
preguntándose indecisos qué hacer a
continuación, llegó el pequeño hijo de
Thor, Magni.
Según varias versiones, él tenía
entonces sólo tres días o tres años, pero
pronto asió el pie del gigante y, sin ser ayudado,
liberó a su padre, diciendo que, de haber sido llamado
antes, hubiera dispuesto fácilmente del gigante y de su
escudero. Esta exhibición de fuerza dejó a los
dioses maravillados y les ayudó a comprobar la verdad de
las predicciones, todas las cuales declaraban que sus
descendientes serían más poderosos que ellos, les
sobrevivirían y gobernarían a su vez el nuevo cielo
y tierra.
Para recompensar a su hijo, Thor le
entregó el corcel Gullfaxi (crines
doradas), el cual había sido heredado por derecho de
conquista del gigante. Magni cabalgó por
siempre después en su maravilloso caballo, que casi
igualaba al célebre Sleipnir en velocidad
y resistencia.
Groa, la
Hechicera
Tras intentar sacarse en vano la astilla de piedra de su
frente, Thor regresó tristemente a su
hogar en Thrudvang, donde los cariñosos
esfuerzos de Sif fueron igualmente
inútiles. Por consiguiente, ella mandó llamar a
Groa (la creadora de verde), una hechicera,
famosa por sus habilidades médicas y por la eficacia de
sus hechizos y encantos.
Groa mostró inmediatamente su
disposición a prestar todos los servicios en su poder al
dios que tan a menudo la había beneficiado y
comenzó a recitar solemnemente poderosas runas, bajo cuya
influencia sintió Thor que la piedra se
aflojaba más y más. Su deleite ante la perspectiva
de una rápida liberación, hizo que
Thor deseara recompensar a la hechicera sin
dilación y, sabiendo que nada podría complacer
más a una madre que la esperanza de ver de nuevo a un hijo
perdido hacía mucho tiempo, procedió a contarle que
él había cruzado recientemente los
Elivagar, o corrientes de hielo, para rescatar a
su pequeño hijo Orvandil (germen) de las
crueles garras de los gigantes de hielo. Y como el pequeño
persistió en sacar uno de los dedos de su pie desnudo por
uno de los agujeros de la cesta, se había congelado y
Thor, rompiéndolo accidentalmente, lo
había arrojado al cielo para que brillara como una
estrella, conocida en el Norte como "El Dedo del Pie de
Orvandil".
Encantada con esta noticia, la profetisa cesó su
encantamiento para expresar su alegría, pero, habiendo
olvidado dónde lo había dejado, fue incapaz de
continuar con su hechizo y la piedra de sílex
permaneció incrustada en la frente de
Thor, de donde nunca pudo ser
desprendida.
Thor y
Thrym
Por supuesto, ya que el martillo de Thor
siempre le había sido de gran ayuda, constituía la
más preciada de sus posesiones y su consternación
fue inmensa cuando se despertó un día y se
encontró con que ya no estaba allí. Su grito de
furia y decepción pronto atrajo a Loki a
su lado, declarando que, si los gigantes llegaban a oírlo,
pronto intentarían asaltar Asgard y
destruir a los dioses.
Loki declaró que
intentaría descubrir al ladrón y recuperar el
martillo, si Freya le dejaba sus plumas de
halcón, tras lo que se dirigió inmediatamente a
Folkvang para tomarlas prestadas. Su
misión tuvo éxito y con la forma de un
pájaro emprendió su vuelo sobre el río
Ifing y sobre las áridas extensiones de
Jotunheim, donde sospechó que
encontraría al ladrón.
Allí divisó a Thrym,
príncipe de los gigantes de hielo y dios de la destructiva
tormenta de trueno, sentado solo en al ladera de una colina.
Interrogándole astutamente, pronto averiguó que
había robado el martillo y que lo había enterrado
muy profundamente bajo tierra. Además, descubrió
que había pocas esperanzas de recuperarlo, a menos que se
le trajera a Freya ataviada como una
novia.
Indignado ante la presunción del gigante,
Loki regresó a Thrudvang,
pero Thor declaró que sería mejor
visitar a Freya y tratar de convencerla para que
se sacrificara por el bien de todos. Sin embargo, cuando los
Aesir le contaron a la diosa de la belleza lo que
deseaban que hiciera, experimentó tal acceso de
cólera que incluso su collar reventó. Ella les
contó que nunca abandonaría a su esposo
Odur por ningún otro dios, pero mucho
menos para desposarse con un detestable gigante y vivir en
Jotunheim, donde todo era extremadamente
monótono y donde pronto moriría por la nostalgia de
los campos verdes y los prados florecidos, en los que adoraba
pasear.
Viendo que las persuasivas adicionales serían
inútiles, Loki y Thor
regresaron a casa y allí deliberaron sobre otro plan para
recuperar el martillo.
Por consejo de Heimdall,
Thor tomó prestados y se puso los
atavíos de Freya, junto a su collar, y se
cubrió a sí mismo con un grueso velo.
Loki, tras vestirse como una criada, montó
con él en su carro tirado por chivos y la
extrañamente vestida pareja se dirigió a
Jotunheim, donde pretendían
desempeñar los papeles respectivos de diosa y
asistenta.
Thrym dio la bienvenida a sus
"invitadas" en la entrada del palacio, encantado ante la idea de
asegurarse la indiscutible posesión de la diosa de la
belleza, por la que había suspirado durante tanto tiempo
en vano. Les condujo rápidamente hasta la sala de
banquetes, donde Thor, la prometida electa,
devoró un buey, ocho enormes salmones y todas las tartas y
dulces suministradas para las mujeres, regando las diversas
viandas con el contenido de dos barriles de hidromiel.
El gigante prometido observó estas hazañas
gastronómicas con asombro, después de lo cual
Loki, para tranquilizarle, le susurró
confidencialmente al oído que la novia estaba tan
enamorada de él que no había sido capaz de probar
bocado durante más de ocho días.
Thrym intentó entonces besar a su
prometida, pero retrocedió horrorizado ante el fuego de su
mirada, que Loki explicó como la mirada
ardiente del amor.
La hermana del gigante que reclamaba los acostumbrados
regalos, fue ignorada, por lo que Loki
volvió a susurrarle al perplejo Thrym que
el amor volvía a la gente distraída. Embriagado por
la pasión y el hidromiel, que también él
había bebido en grandes cantidades, el novio ordenó
a sus sirvientes que presentaran el martillo sagrado para
consagrar el matrimonio cuya ceremonia acababa de iniciarse. Tan
pronto como lo trajeron, él mismo lo colocó sobre
el pretendido regazo de Freya.
Al siguiente momento, una poderosa mano se cerró
sobre el corto mango y, pronto, el gigante, su hermana y todos
los invitados fueron muertos por el terrible
Thor. Dejando una pila humeante de ruinas
detrás de ellos, los dioses condujeron rápidamente
de vuelta hasta Asgard, donde, le devolvieron a
Freya los atavíos y el collar prestado.
Para gran alivio de Thor y los dioses, se
regocijaron por haber podido recuperar el precioso
martillo.
Cuando Odín contempló
aquella parte de Jotunheim desde su trono
Hlidskjalf, vio las ruinas cubiertas por brotes
aún verdes, pues Thor, tras derrotar a su
enemigo, había hecho toma de posesión de sus
tierras, que en lo sucesivo dejarían de permanecer
áridas y desoladas para crecer en ellas fruta en
abundancia
Thor y
Geirrod
Loki tomó prestado en una
ocasión el vestido de halcón de
Freya y voló en busca de aventuras a otra
parte de Jotunheim, donde se posó sobre
las tejas de la casa de Geirrod. Pronto atrajo la
atención de este gigante, que le ordenó a uno de
sus sirvientes que capturara al pájaro.
Divertido ante los torpes intentos del individuo para
atraparle, Loki voló de un sitio a otro,
moviéndose sólo cuando el gigante estaba a punto de
caer sobre él con sus manos. Sin embargo, calculó
mal la distando en una ocasión y de pronto se vio hecho
prisionero.
Atraído por los brillantes ojos del ave,
Geirrod lo observó de cerca e
intuyó que era un dios disfrazado. Tras darse cuenta de
que no podía hacerle hablar, lo encerró en una
cueva, donde lo retuvo durante tres meses enteros sin comida ni
agua. Derrotado al final por el hambre y la sed,
Loki reveló su identidad y obtuvo la
libertad tras prometer que convencería a
Thor para que visitara a Geirrod
sin su martillo, cinturón o guantelete
mágico.
Loki voló entonces de vuelta a
Asgard y le contó a Thor
que había sido espléndidamente agasajado y que su
anfitrión había expresado un fuerte deseo de ver al
poderoso dios del trueno, de quien había escuchado
maravillosas historias. Halagado por este ingenioso discurso,
Thor fue convencido para realizar un viaje
amistoso hasta Jotunheim y los dos dioses
partieron, dejando en casa las tres mágicas
armas.
No habían avanzado mucho, sin embargo, antes de
que hubieran llegado a la casa de la giganta
Grid, una de las muchas esposas de
Odín. Viendo que Thor iba
desarmado, le advirtió que se cuidara de la
traición y le prestó su propio cinto, garrote y
guante.
Pasando un tiempo tras dejarla, Thor y
Loki llegaron hasta el río
Veimer y el Atronador, acostumbrado ya a ello, se
dispuso a vadearlo, ordenándole a Loki y a
Thjalfi que se agarraran fuerte a su cinto. Sin
embargo, a mitad de la corriente, una súbita lluvia y la
consiguiente inundación les sorprendieron. Las aguas
comenzaron a elevarse y a rugir y aunque Thor se
apoyó con fuerza sobre su garrote, casi fue arrastrado por
la fuerza de la furiosa corriente.
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