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El libro de los salmos (página 5)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5

"Haciendo honor a su nombre". La palabra nombre la
interpretamos como el título de pastor propio de Dios. En
calidad de verdadero pastor, él me guía,
etc…

v.4.- "El valle de las sombras de muerte". En su
diccionario Schökel da las distintas posibilidades al
término ?????; "Oscuridad, tiniebla, calígine,
lobreguez, sombra". Habría pues que traducirlo muy
acertadamente como el "valle de tinieblas", o el valle
tenebroso.

v.5.- La mesa -?????- era primeramente una tela
que se tendía sobre el suelo para colocar encima las cosas
de comer, como todavía hacemos hoy cuando merendamos en el
campo. Sólo después se usarán mesas
elevadas. El texto parece responder a la pregunta del salmo 78:
"¿Podrá Dios preparar una mesa en el desierto?",
aludiendo a la comida milagrosa que Dios dio al pueblo con el
maná y las codornices.

v.6.- "Y habitaré", tomando el verbo como
un infinitivo de ??? También puede interpretarse como
perfecto de ??? y entonces habría que traducir: "Y
volveré".

B. UN SALMO PENITENCIAL: EL SALMO
51

1. Origen y carácter del salmo

Quiero comenzar la exégesis de este salmo con las
siguientes palabras de Carlos de Foucauld: "Gracias, Dios
mío, por habernos dado esta plegaria divina del Miserere,
este Miserere que es nuestra plegaria cotidiana… Decimos a
menudo este salmo, lo hacemos a menudo nuestra oración-
Contiene el compendio de toda nuestra oración:
adoración, amor, ofrecimiento, acción de gracias,
contrición, súplica. Parte de la
consideración de nosotros mismos y de nuestros pecados y
se eleva a la contemplación de Dios pasando a
través del prójimo y orando por la
conversión de todos los hombres".

El Miserere no es simplemente un acto de
contrición. Es mucho más que eso. El hecho de que
la liturgia emplee este salmo en Cuaresma, en la
reconciliación de penitentes públicos y sobre todo
en el oficio de difuntos, ha contribuido a dar al salmo un tinte
tétrico y macabro. Inclusive una enfermedad intestinal que
produce una muerte casi instantánea se ha llamado el
"cólico miserere", y lo asociamos con disciplinantes con
sambenitos. Sin embargo el salmo no tiene nada que ver con el
"Dies irae". Está escrito en un espíritu diverso, y
termina en un canto de alabanza cuando los huesos quebrantados se
llenan de alegría.

Nos gustaría saber el nombre del autor de este
salmo. La tradición judía designó
espontáneamente a David, tal como aparece en la cabecera.
El Sitz im Geschichte habría sido el momento en que
Natán le denunció su adulterio, y David cayó
en la cuenta de su pecado (2 S 12,13). Hay un juego de palabras
en la cabecera del salmo. "Cuando entró a él
Natán, y cuando él entró a Betsabé.
Que podemos traducir: "Cuando le visitó el profeta
Natán después que David se había unido a
Betsabé.

Ciertamente se trata de una plegaria individual, tal
como demostró Gunkel contra muchos otros exegetas (Briggs,
Driver…) que querían ver en el salmo una
confesión colectiva de las culpas de Israel tras el
destierro. "Pecador me concibió mi madre" es un verso que
difícilmente se puede poner en labios de una colectividad,
y todo el salmo respira un tono de piedad individual indudable.
Ni se puede aludir a las alegorías de Ezequiel sobre el
nacimiento de la nación israelita (16,1-63) para
justificar el paralelismo, ya que en esas alegorías no se
habla del nacimiento en pecado, sino del nacimiento en la
opresión y el sufrimiento.

Aunque excluyamos que el salmo refleje una experiencia
colectiva, podríamos admitir todo lo más que se
trate de una experiencia personal de un rey davídico, que
reconoce sus pecados, tras el castigo colectivo que ha venido
sobre él y sobre su pueblo. Los que buscan conexiones
históricas piensan en un canto de arrepentimiento del rey
Joaquín desde su destierro, o de un discípulo de
Ezequiel.

Las semejanzas con el pensamiento de los grandes
profetas, sobre todo Jeremías (24,7; 31,33; 32,39) y de
Ezequiel (11,19; 16,59-63;18,31; 22,17-22; 36,7-12.24-38) nos
hace postular una fecha exílica. Como dice Raguel, el
salmo 51 es "Ezequiel rezado".

No es imposible que el autor haya pensado en el salmo en
la experiencia de David, y se haya servido de ella como fuente de
inspiración. Podríamos ver en el poema una
relectura de la experiencia de conversión de David a la
luz de la experiencia del exilio. Y cierto para le lector piadoso
judío o cristiano, la referencia a David nos puede ayudar
a rezar el salmo con realismo.

La mayoría de los autores piensan que los versos
20 y 21 son un añadido posterior al salmo. Sería un
ejemplo típico de lo que llamamos "relectura" de los
salmos, por la cual un poema antiguo es releído a la luz
de nuevas circunstancias, en un nuevo medio existencial, y
consiguientemente es reescrito en el afán de hacerlo
relevante para esa nueva situación.

Nosotros no vemos una ruptura tan fuerte entre estos dos
últimos versos y el resto del salmo. La mención del
corazón quebrantado como verdadero sacrificio, parece
suponer ya una situación en la que no existe templo donde
ofrecer el sacrificio por el pecado; supone ya una
situación exílica. Este quebranto, a la luz de el
pasaje paralelo de Azarías (Dn 3,39-40), se ve en paralelo
con la catástrofe de la destrucción de
Jerusalén.

El quebranto que el destierro produjo en el
corazón de los creyentes es el que ha dado lugar a un
nuevo corazón; esa es la verdadera víctima que hay
que ofrecer. Pero una vez terminado este período
excepcional en el que no hubo culto ni sacrificios en el templo,
se contempla un retorno a la situación anterior. En
realidad estos dos versos sobre los sacrificios rituales no
están en contradicción con el resto del salmo, en
cuanto que éste no proclamaba la abolición
definitiva del culto sacrificial litúrgico, pero sí
ciertamente desentona con el grado de interiorización del
culto al que se había llegado en los versos anteriores y
parece ser un retroceso.

2. Primer cuadro: el reino del pecado (v.
3-11)

El salmo en sí mismo está dividido en dos
partes. Como nos dice Schökel, el primer cuadro transcurre
en el reino del pecado (3-11), y el segundo en el reino de la
gracia (12-19). En el primer cuadro se nos habla del delito y el
perdón en la "región oscura del pecado" (Ravasi).
En el segundo, en la "región luminosa de la gracia", se
nos habla de la vida nueva del espíritu y el
corazón.

Dentro del primer cuadro, cabe distinguir una estructura
concéntrica, en torno al verso central de este cuadro (v.
6b), que es la profesión de la justicia divina. La
confesión del pecado propio y de la justicia de Dios,
viene intercalada entre dos peticiones de misericordia expresadas
por términos muy parecidos. En la primera súplica
se invoca la misericordia divina sobre el pecado del salmista que
es descrito con una serie de vocablos repetidos (6 veces ???
(het") y 6 veces otros sinónimos (pesha", "awon, ra"). Se
da una inclusión quiástica estricta entre los
verbos "borra, lava, limpia" del principio, y los verbos "limpia,
lava, borra" del final.

Es importante notar que el uso de términos
relacionados con la limpieza no implican que se esté
considerando el pecado como una mancha ritual, o de la
purificación como un rito litúrgico. Es verdad que
el símil del lavatorio de los vestidos puede insinuar una
visión ritual de la impureza del pecado, como puede verse
en Lv 6,20-21; 11,25.28.40; 13,6…) Sin embargo el uso de esta
imagen de la lavandería en un contexto moral de culpa es
común en la literatura profética (Jr 2,22; Is
1,18).

Como veremos en el centro geométrico de este
primer cuadro figura la proclamación de la justicia
divina. El pecador siempre está tentado a negar su pecado,
y decir que no se ha merecido las desgracias que han venido sobre
él. Haciendo esto, está culpando a Dios de haber
actuado injustamente al castigarle. En cambio en el momento en
que uno reconoce su pecado, reconoce por los mismo que se ha
merecido el castigo que ha venido sobre él y proclama la
justicia Divina, y absuelve a Dios de toda culpa. El que se
absuelve a sí mismo está acusando a Dios. El que se
acusa a sí mismo, absuelve a Dios. Por eso cuando "yo
reconozco mi culpa", Dios resulta inocente en el
juicio.

Ravasi ha expuesto muy claramente esta estructura
quiástica del primer cuadro con el siguiente
esquema

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¿De qué justicia se trata? Algunos han
pensado en la justicia paulina, que es la justicia
salvífica de Dios, justo y salvador. Más bien
nosotros pensamos que se trata de la justicia punitiva de Dios,
la que se defiende aquí en esta primera parte del salmo.
Un texto paralelo que nos ayudará mucho a comprender el
razonamiento es la plegaria de Azarías: "Eres justo en
cuanto has hecho con nosotros, y todas tus obras son verdad, y
rectos tus caminos y justos tus juicios. Porque hemos pecado y
cometido iniquidad… Pecamos, obramos inicuamente
alejándonos de ti, sí mucho, en todo pecamos, no
dimos oído a tus mandamientos, no los observamos…
Sí todo lo que has traído sobre nosotros, todo lo
que nos has hecho, con juicio fiel lo has hecho… No podemos
abrir la boca…" (Dn 3,28-33).

La confesión de la culpa y no su represión
es el camino para librarse del pecado, como afirman otros salmos
penitenciales, sobre todo el salmo 32. "Cuando callaba -es decir,
cuando no confesaba mi culpa- se sumían mis huesos en mi
rugir de cada día pesaba sobre mí tu mano
día y noche… (Sal 32.3-4). Sin embargo la
situación va a cambiar desde el momento que el pecador
abre su boca para confesar: "Mi pecado te reconocí, y no
oculté mi culpa; dije: "Me confesaré a YHWH de mis
rebeldías?. Y tú absolviste mi culpa, perdonaste mi
pecado" (Sal 32,5)

La confesión de la justicia divina deja abierto
el cauce de la misericordia, que se va a expresar en la triple
súplica al final del cuadro: limpia, lava, borra.
Parafraseando el hilo del discurso, el autor viene a decir:
"Hablando en estricta justicia, eres justo en lo que has hecho, y
verdaderamente me he merecido todo lo que me ha sucedido, pero
por tu misericordia perdóname". Incluso después de
haberse reconocido culpable cabe presentar ciertos atenuantes
delante de Dios, sobre todo el hecho de haber sido concebido
pecador. No he sido yo el que inventado el pecado. Vine a un
mundo en pecado, antes de pecar yo contra otros, pecaron contra
mí. Me enseñaron a pecar. "Pecador me
concibió mi madre".

La teología cristiana ha visto aquí una
afirmación del dogma del pecado original. La Biblia
repetidamente da testimonio de esta inclinación profunda e
instintiva hacia el mal que hay en el corazón del hombre
(Sal 143,2; Gn 8,21; 1 R 8,46; Jb 4,17-19; 14,4; 15,14-16;
25,4-6; Pr 20,9; Jr 5,23; 13,23; 17,1-9). Estas fragilidad
connatural al hombre tiene que ser tenida en cuenta por Dios.
Sólo él puede regenerar el corazón, porque
"¿quién puede sacar lo puro de lo impuro?" (Jb
14,4).

El rabinismo ha creído siempre en esta tendencia
innata del hombre al pecado. Pero no la atribuye tan claramente
como San Pablo al efecto del pecado de Adán, como si
éste hubiese sido causa de una caída universal.
Dice Schechter que en el pensamiento rabínico: "en el caso
de la gran mayoría de la Humanidad, hay en cada individuo
suficiente pecado para llevar a la muerte, sin recurrir para ello
al pecado de Adán".

3. Segundo cuadro: el reino de la gracia (v.
12-19)

El segundo cuadro comienza con la súplica de un
nuevo corazón. El perdón de Dios no se limita a
borrar el pecado, sino que va a crear algo totalmente nuevo.
Entramos en el reino de la gracia.

El contexto es el de una nueva creación, con el
verbo técnico ??? bara", que designa la acción
exclusivamente divina, cuando Dios sacó la creación
del tohu wabohu de las aguas. El regreso de Babilonia se describe
por los profetas como un nuevo acto creador de Dios. En Is 65,17
con el término ??? se describe la restauración de
la comunidad como "creación de cielos y tierra".
También se refiere al "pueblo que yo me he creado" (Is
43,21). Jeremías usa el mismo lenguaje para describir la
restauración dela comunidad postexílica (??? Jr
31,22). Sólo la acción divina puede crear un
corazón nuevo en el hombre pecador. Para esta
creación del corazón nuevo es necesaria la
presencia del Espíritu primordial que revoloteaba sobre
las aguas (Gn 1).

En este segundo cuadro existe también una
inclusión quiástica muy significativa. Las palabras
espíritu y corazón se repiten al principio y al
final. Al principio, "corazón puro,
espíritu firme (v. 12), al final
"espíritu quebrantado" y "corazón
quebrantado y humillado". El último verso, 19, contiene
una recapitulación verbal de todo el salmo, con el elenco
de los términos principales: "sacrificio, Dios,
espíritu, quebrantado, corazón".

Comienza con una epiclesis o triple invocación al
espíritu: renuévame con espíritu
firme, no me quites tu santo espíritu,
afiánzame con espíritu
generoso.

El espíritu recibe tres adjetivos nakhon,
qodshekha, nedibah que traduce Schökel como espíritu
firme, santo y generoso. Estos adjetivos hay que entenderlos como
causativos. El espíritu nos hace ser firmes y no
como Saúl, que recibió un espíritu que no
fue duradero; después de la caída en el pecado, el
espíritu nos hace entrar en la esfera de la
santidad de Dios; y nos da un dinamismo
magnánimo que impulsa nuestras acciones desde
dentro, no por legalismo.

Entre los frutos del Espíritu está la
alegría, la que da un tono de fiesta y de música al
retorno del hijo pródigo. Frente a la visión
tétrica del Miserere que, como decíamos, ha podido
dominar en ciertas prácticas medievales, el salmo insiste
en la alegría como el fruto más consumado del
perdón. "Devuélveme el son del gozo y la
alegría. Que exulten los huesos quebrantados" (v.10).
"Devuélveme la alegría de tu salvación" (v.
14).

Como fruto del corazón nuevo y de la
alegría de la salvación. viene la
exteriorización de esta vida nueva de una forma vocal,
primero mediante la alabanza. "Señor abrirás mis
labios y mi boca proclamará tu alabanza", y luego en el
testimonio a los pecadores. "Anunciaré a los malvados tus
caminos, los pecadores volverán a ti".

El pecador convertido se convierte en predicador de los
pecadores, a quienes comprende por su propia experiencia
personal. Su conciencia de pecado no le lleva a desear el
exterminio de los pecadores como tantos otros salmos (Sal 54,7;
83,18; 140,11; 139,19), sino su conversión. Porque "Yo no
quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva" (Ez
18,23).

Este canto de alabanza adquiere una dimensión
litúrgica. El hombre regenerado y recreado por la gracia
quiere alabar a Dios, y quiere ofrecer sus sacrificios por el
pecado, pero el templo no existe. Entonces el salmo se hace eco
de toda la doctrina profética sobre la alianza nueva y el
culto nuevo, aplicándola al corazón quebrantado, de
un modo muy parecido a como lo hace el canto de Azarías.
"Acepta nuestro corazón contrito, y nuestro
espíritu humilde, como un holocausto de carneros y toros,
o una multitud de corderos cebados. Que éste sea hoy
nuestro sacrificio y que sea agradable en tu presencia" (Dn
3,39-40).

El itinerario espiritual empieza por la
conversión personal y desemboca en las estructuras
renovadas. Como dice Raguel, "primero el corazón, y al
final las murallas". Nosotros fácilmente tendemos a un
camino opuesto: preocuparnos ante todo por los problemas
estructurales o institucionales y descuidar la reforma
personal.

C TEXTOS ESCOGIDOS SOBRE LOS
SALMOS

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1. Los salmos, espejo del
alma

 Todas las Escrituras, hijo mío, tanto
el Antiguo como el Nuevo Testamento, son inspiradas por
Dios y provechosas para nuestra enseñanza,
según está escrito. Pero el libro de los
Salmos tiene algo digno de ser observado. Cada libro de la
Biblia presenta su propio argumento y lo desarrolla (…).
Pero el libro de los Salmos, como un jardín que
tuviera en él sembrados los frutos de los
demás, los canta todos e incluso de aquellos ofrece
sus propios frutos, la salmodia (…)

Además de lo que tiene afín o
común con los otros libros, éste tiene una
gracia singular, algo digno de atención, y es que
describe y expresa los sentimientos o pasiones de las
almas, su evolución y su enmienda, de suerte que el
que lee y se fija puede, si quiere, aplicarse aquel modelo.
Pues en los demás libros escuchamos la Ley que manda
unas cosas y prohíbe hacer otras, y oímos las
profecías, por las que sabemos que el Salvador
tenía que venir, o encontramos los relatos
históricos, de los que se puede aprender lo que
hicieron los reyes y los santos. Pero en el libro de los
Salmos, además de poder, cualquiera que los oiga,
aprender aquellas mismas cosas, se pueden aprender y
discernir los impulsos de la propia alma.

Por otra parte, según lo que padece o
según lo que la domina, puede escoger de este mismo
libro el modelo para las palabras adecuadas. De este modo,
quien escucha los salmos sacará gran provecho, pues
aprenderá qué ha de decir o hacer para poner
remedio a su mal. Hay en los demás libros discursos
que prohíben el mal; en éste se enseña
cómo evitarlo. Por ejemplo, se manda la
conversión, y la conversión es dejar el
pecado; pues bien: en este libro se enseña
cómo hay que hacer penitencia, y de qué
palabras hay que servirse al hacer penitencia. Otro
ejemplo. Dice san Pablo que la tribulación engendra
la paciencia, la paciencia la virtud probada, la virtud
probada la esperanza, y la esperanza no se ve confundida
(Rm 5,3.5).

Pues bien: en los salmos se halla escrito y se
describe cómo hay que soportar la
tribulación, qué palabras debe decir quien
pasa tribulación, cómo se alcanza la virtud
probada, qué palabras convienen a quien tiene puesta
su esperanza en el Señor. Se nos manda
también dar siempre gracias a Dios, y los salmos nos
enseñan qué ha de decir el que da
gracias.

Leemos asimismo que «los que quieren vivir
piadosamente en Cristo sufrirán
persecución» (2 Tm 3,12), y en los salmos
aprendemos qué hay que decir al huir, y qué
debemos decir a Dios cuando nos hemos salvado de la
persecución. Se nos manda bendecir al Señor,
alabar al Señor; en los salmos encontramos el modelo
para bendecir a Dios y las palabras para alabarlo
debidamente. En fin, en cualquier campo cada cual
podrá encontrar cánticos divinos acomodados a
él, a sus sentimientos ya su moderación
(…).

Porque también esto es admirable en los
salmos: que lo que en los demás libros los santos
autores dicen de otras personas, quienes lo leen entienden
que se dice de aquellos de quienes se escribió, y
quienes lo escuchan saben que ellos son personas distintas
de aquellos de quienes se está hablando, de modo que
lo que se narra sólo mueve a admiración e
invita a imitación.

En cambio, quien toma este libro, si se trata de
salmos proféticos referentes al Salvador, sí,
los recorre del mismo modo que las demás Escrituras,
con sentimientos de admiración y de
adoración; pero los demás salmos los lee como
si fueran palabras suyas propias, y quien los escucha, lo
hace como si él mismo los cantara, y le conmueven y
se siente afectado por las palabras de estos
cánticos como si fuesen sus propias palabras
[…].

Nadie se atrevió nunca a decir como suyas
las palabras de los patriarcas, ni llegó a imitar o
proferir como propias las palabras de Moisés, ni las
de Abraham acerca de la esclava, o de Ismael, o del gran
Isaac, aunque se hallara en una situación parecida
[…].

En cambio quien lee los salmos -¡cosa
admirable!-, exceptuando las profecías acerca del
Salvador y de las naciones, dice las demás palabras
como si fueran suyas, y las salmodia como si de él
mismo se hubieran escrito, y no las recibe y la recorre
como si las dijera otro o se dijeran de otro, sino que le
afectan como si las dijera él mismo de sí
mismo; y todo lo que se refiere lo dice a Dios como si
él mismo lo hubiera hecho y hablando de sí
mismo (…).

Me parece, pues, que, para el que salmodia, los
salmos son como un espejo en el que puede contemplarse a
sí mismo y ver los impulsos de su alma, y recibidos
con tales sentimientos. Pues quien escucha a otro que lee
un cántico, lo recibe como si se dijera de
él, y, o bien argüido por su propia conciencia
y compungido se convierte, o bien al oír hablar de
la esperanza en Dios o de la ayuda que reciben los que en
él creen, como si la recibiera él mismo,
exulta de gozo y se pone a dar gracias a Dios
(…).

Y si alguien necesita más argumentos para
convencerse, diré que ciertamente toda la Sagrada
Escritura es maestra de virtud y de la fe verdadera, pero
el libro de los Salmos ofrece además el modelo
[icono] para la dirección de las almas.

San Atanasio de Alejandría,
Epístola a Marcelino sobre la
interpretación de los salmos
. PG 27,
núms. 2, 10, 11, 12 y 14.

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2. En los salmos sale a la luz
todo cuanto vive en los hombres

Tal es la imagen de la existencia que tiene el
hombre del Antiguo Testamento: está en camino. De
ese estar en camino hablan los salmos. Por eso en ellos
sale a la luz todo cuanto vive en los hombres: las
alegrías, las necesidades, los miedos, las pasiones.
Pero todo queda puesto ante Dios. No de modo dionisiaco. No
en un asentimiento total a la existencia. No diciendo:
¡Vive; cuanto más enérgica y
ardientemente, mejor! No se dice: también el odio,
la cólera, la imprecación y la
maldición son vida y, por tanto, buenos. Sino que se
dice: Así es el hombre; lleno de voluntad terrenal,
lleno de hambre vital, lleno de pasión de toda
especie, de odio y de sed de venganza; pero permanece en
Dios. Se presenta ante él. Se le muestra tal como
es. Por eso el Dios santo está por encima de todo lo
que se dice en ellos, y todo recibe juicio de
él.

Tomemos aquellos salmos que producen más
duro escándalo: los «salmos de
maldición». Comparémoslos con formas de
maldición religiosa, tal como aparecen en la magia
pagana, y entonces veremos la diferencia. Esas formas
manifiestan la voluntad de poner mano en Dios; de
obligarle, con incitación y conjuro, a que realice
la acción aniquiladora. Nada de eso se encuentra en
los salmos. La libertad de Dios permanece intacta. Siempre
es el Señor y el Juez. Toda pasión y todo
odio son puestos ante él, y así precisamente
se establece la diferencia; llega a ser una verdad; tiene
lugar una liberación. Pero podría decir
alguno: Yo ya no estoy en camino. En efecto, yo soy
cristiano. A éste se le responderá:
¿Lo eres realmente? ¿Te atreves a decir que
has realizado el ser cristiano?

Romano Guardini, Los Salmos (Obras, II,
Cristiandad, Madrid 1981), p. 209.

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3. « ¡Qué
voces te daba en aquellos salmos! »

¡Qué voces te di, Dios
mío, cuando, todavía novicio en tu verdadero
amor y siendo catecúmeno, leía descansando en
la quinta los salmos de David –cánticos de fe,
sonidos de piedad, que excluyen todo espíritu
hinchado- en compañía de Alipio,
también catecúmeno, y de mi madre, que se nos
había juntado con traje de mujer, fe de
varón, seguridad de anciana, caridad de madre y
piedad cristiana! ¡Qué voces, sí, te
daba en aquellos salmos y cómo me inflamaba en ti
con ellos y me encendía en deseos de recitados, si
me fuera posible, al mundo entero, contra la soberbia del
género humano!

San Agustín,
Confesiones, IX, 4, 8 (B.A.C, Editorial
Católica, Madrid 1946), p. 667.

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4. Jesucristo ora en nosotros y
por nosotros, y nosotros le oramos a
él

Cuando en la plegaria hablamos a Dios, no
separemos de él al Hijo; cuando el Cuerpo del Hijo
ora, no separe de sí al Hijo. Sea el mismo y
único Salvador de su Cuerpo, nuestro Señor
Jesucristo, Hijo de Dios, el que ore por nosotros, y el que
ore en nosotros, y a quien oremos nosotros. Ora por
nosotros como sacerdote nuestro; ora en nosotros como
Cabeza nuestra; le oramos nosotros como Dios nuestro.
Reconozcamos pues en él nuestra voz, y su voz en la
nuestra. Y cuando hallemos alguna afirmación
referente al Señor Jesucristo, sobre todo en las
profecías, que nos parezca contener algo humillante
e indigno de Dios, no tengamos reparo alguno en
atribuírsela, pues él no tuvo reparo en
hacerse uno de nosotros.

San Agustín, Enarrationes
in Psalmos
, 85,1.

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5. Elogio de los
salmos

¿Qué cosa hay más agradable
que los salmos? Como dice bellamente el mismo salmista:
«Alabad al Señor, que los salmos son buenos,
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa». Y con
razón: los salmos, en efecto, son la
bendición del pueblo, la alabanza de Dios, elogio de
los fieles, el aplauso de todos, el lenguaje universal, la
voz de la Iglesia, la profesión armoniosa de nuestra
fe, la expresión de nuestra entrega total, el gozo
de nuestra libertad, el clamor de nuestra alegría
desbordante. Ellos calman nuestra ira, rechazan nuestras
preocupaciones, nos consuelan en nuestras tristezas. De
noche son un arma, de día una enseñanza; en
el peligro son nuestra defensa, en las festividades nuestra
alegría; ellos expresan la tranquilidad de nuestro
espíritu, son prenda de paz y de concordia, son como
la cítara que aúna en un solo canto las voces
más diversas y dispares. Con los salmos celebramos
el nacimiento del día, y con los salmos cantamos a
su ocaso.

En los salmos rivalizan la belleza y la doctrina:
son a la vez un canto que deleita y un texto que instruye.
Leo en ellos: «Cántico para el amado», y
me inflamo en santos deseos de amor; en ellos voy meditando
el don de la revelación, el anuncio profético
de la resurrección, los bienes prometidos; en ellos
aprendo a evitar el pecado y a sentir arrepentimiento y
vergüenza de los delitos cometidos.

¿Qué otra cosa es el Salterio sino
el instrumento espiritual con que el hombre inspirado hace
resonar en la tierra la dulzura de las melodías
celestiales, como quien pulsa la lira del Espíritu
Santo?

San Ambrosio, Comentario al Salmo
1
.

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6. La fuerza de los salmos:
testimonio del P. Congar

El que escribe las páginas que siguen tiene
una conciencia muy clara de dirigirse a hombres, hermanos
suyos, que se hallan en medio de sufrimientos y
dificultades a veces extremas, mientras que él se
encuentra seguro, embarcado en un trabajo interesante,
alabado por otros hombres, respetado como si hubiera
conseguido ya el triunfo. Sin embargo, el que escribe les
entrega la sinceridad absoluta de su alma. También
él ha conocido horas difíciles, la
oposición, la desconfianza, la soledad e incluso el
destierro. Ha experimentado la tentación de creer
que la noche no acabaría nunca. Sólo se ha
«mantenido en pie» sostenido por la esperanza
invencible que la oración de los salmos ponía
cada día en su corazón y sobre sus labios. En
último término, sólo pudo salir de la
noche por la misericordia de Dios, después de haber
aceptado ser reducido a la nada, no sobresalir en
nada.

Para conseguir esto, ha sido ayudado no
sólo por la gracia de Dios y por la oración
de los salmos, sino por el ejemplo de vidas cristianas
vividas humildemente en la pobreza y en un total olvido de
sí; sobre todo, por el ejemplo de su madre que le
repetía lo que a su vez ella había recibido
de sus educadores: «El secreto de la felicidad radica
en hacer el deber propio y en procurar encontrar en eso la
alegría». E insistía: no se trata de
encontrar la alegría efectiva, pues no siempre se
consigue, sino de esforzarse sencillamente por conseguirla.
Un día, en el más profundo vacío, en
medio de la noche más oscura, le mandó un
amigo lejano una cita de Rilke: es necesario resistir,
tener paciencia «hasta que lo difícil se haga
intolerable; entonces, todo cambia, y si en realidad era
tan difícil, es que era
verdadero»…

J.-Y. Congar, «A mis hermanos sacerdotes,
testigos del evangelio en la soledad», en A mis
hermanos. Sígueme, Salamanca 1969, pp.
217-218.

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7. Los salmos en la liturgia de
las horas

En la Liturgia de las Horas, la Iglesia ora
sirviéndose en buena medida de aquellos
cánticos insignes que, bajo la inspiración
del Espíritu Santo, compusieron los autores sagrados
en el Antiguo Testamento. Pues por su origen tienen la
virtud de elevar hacia Dios la mente de los hombres,
excitan en ellos sentimientos santos y piadosos, los ayudan
de un modo admirable a dar gracias en los momentos de
alegría y les proporcionan consuelo y firmeza de
espíritu en la adversidad.

Sin embargo, los salmos no son más que una
sombra de aquella plenitud de los tiempos que se
reveló en Cristo Señor y de la que recibe
toda su fuerza la oración de la Iglesia; por lo cual
puede ocurrir que, a pesar de la suma estima de los salmos,
en la que se encuentran concordes todos los cristianos,
surja a veces alguna dificultad cuando alguien, al orar,
intenta hacer suyos tan venerables poemas.

Sin embargo, el Espíritu Santo, bajo cuya
inspiración cantaron los salmistas, asiste siempre
con su gracia a los que, creyendo con buena voluntad,
cantan estas composiciones poéticas. Pero es
necesario, ante todo, que «adquieran una
instrucción bíblica más rica,
principalmente acerca de los salmos» (SC 90), cada
cual conforme a su capacidad, y de ahí deduzcan de
qué modo y con qué método pueden orar
rectamente cuando los recitan.

Ordenación General de la Liturgia de las
Horas, núms. 100-102.

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8. Jesucristo, clave del
salterio de David

No hay la menor duda de que todo lo que se ha
dicho en los salmos hay que entenderlo según la
doctrina evangélica, de suerte que, cualquiera que
sea la persona por la que el espíritu de
profecía hubiera hablado, lo refiramos todo al
conocimiento de la venida de nuestro Señor
Jesucristo, a su encarnación, su pasión y su
reinado, y a la potencia y la gloria de nuestra
resurrección (…).

En el Apocalipsis de san Juan se nos
enseña: «Al ángel de la Iglesia de
Filadelfia escribe: Esto dice el Santo, el Veraz, el que
tiene la llave de David, y si él abre, nadie puede
cerrar; si él cierra, nadie puede abrir» (Is
22,22). Tiene la llave de David, porque él desata
aquellos siete sellos, o sea todo lo que David profetiza en
los salmos acerca de su encarnación, pasión,
muerte, resurrección, gloria, reinado y juicio,
abriendo así lo que nadie puede cerrar, y cerrando
lo que nadie puede abrir (…).

Porque nadie sino él, de quien estos
misterios se profetizaron y por quien fueron cumplidos, nos
proporcionará la llave (clave) de su
comprensión (…).

Por eso sigue diciendo: «y vi a un
ángel poderoso que proclamaba con fuerte voz:
¿Quién es digno de abrir el libro y romper
sus sellos? Pero nadie era capaz, ni en el cielo, ni en la
tierra, ni bajo tierra, de abrir el libro ni de leerlo. Y
yo lloraba mucho porque no se había encontrado a
nadie digno de abrir el libro ni de leerlo. Pero uno de los
ancianos me dice: No llores; mira, ha triunfado el
León de la tribu de Judá, el retoño de
David; él podrá abrir el libro y sus siete
sellos» (Ap 5,1ss). (…)

Creyendo en aquellos misterios que por medio de
él se cumplieron, todo aquello que estaba sellado y
cerrado se abre y se revela.

San Hilario de Poitiers, Tratado sobre los Salmos,
Introducción, nº 6.

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9. La fuerza de los salmos:
testimonio de la hija de Stalin

Yo misma di el paso decisivo en Delhi. Nadie me
ayudó, nadie me aconsejó y nadie supo lo que
yo hacía. Pero creo que todos nuestros pensamientos
y acciones están en manos de Dios. Y sé que
sin ese auxilio providencial que me había venido
como inspiración y como decisión inmutable,
nunca habría tenido yo la fuerza suficiente para dar
ese paso.

«El Señor es mi luz y mi
salvación» (Salmo 26; numeración griega
y latina). «El Señor es mi pastor, nada me
falta» (Salmo 22). «Sed fuertes y valientes de
corazón, los que esperáis en el
Señor» (Salmo 30).

(…) En ninguna parte he hallado palabras
más poderosas que las de los salmos. Su
férvida poesía lo purifica a uno, le da a uno
fuerzas, infunde esperanza en momentos de oscuridad. Le
hace a uno examinarse críticamente, quedar uno mismo
convicto y lavarse el corazón con lágrimas
propias. Es el inextinguible fuego del amor, la gratitud,
la humildad y la verdad (…).

«Te ensalzaré, Señor, porque
me has librado y no has dejado que mis enemigos se
rían de mí. Señor, Dios mío, a
ti grité y tú me sanaste. Señor,
sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando
bajaba a la fosa. Cambiaste mi luto en danzas, me desataste
el sayal y me has vestido de fiesta; te cantará mi
alma sin callarse, Señor, Dios mío. ¡Te
daré gracias por siempre!» (Salmo
29).

Svetlana Alliluyeva, hija de Stalin. Tomado de
Cultura Bíblica, n.º 237, marzo-abril de
1971.

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10. La vida es una alabanza a
Dios

Toda nuestra vida presente debe discurrir en la
alabanza de Dios, porque en ella consistirá la
alegría sempiterna de la vida futura; y nadie puede
hacerse idóneo de la vida futura si no se ejercita
ahora en esta alabanza. Ahora, alabamos a Dios, pero
también le rogamos. Nuestra alabanza incluye la
alegría, la oración, el gemido. Es que se nos
ha prometido algo que todavía no poseemos; y, porque
es veraz el que lo ha prometido, nos alegramos por la
esperanza; mas, porque todavía no lo poseemos,
gemimos por el deseo. Es cosa buena perseverar en es-te
deseo, hasta que llegue lo prometido; entonces
cesará el gemido y subsistirá
únicamente la alabanza.

San Agustín, Enarrationes in
Psalmos
, 148,1.

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11. Dios se alabó a
sí mismo para que pudiéramos alabarlo
dignamente

A fin de que Dios pudiese recibir de los hombres
una alabanza digna de su eterna majestad, él se
alabó a sí mismo; y en estas alabanzas que
él se dignó dictar, nosotros los hombres
encontramos el medio de presentar al Altísimo el
homenaje que le corresponde. Pues en Dios no cabe la
prohibición hecha al hombre: «No salga de tus
labios la alabanza propia». Si el hombre se alaba a
sí mismo, es arrogancia; pero si Dios se alaba, es
misericordia. Provechoso es para nosotros amar al que
alabamos, pues amando el bien nos hacemos mejores.
Así pues, conociendo Dios que redunda en provecho
nuestro que le alabemos, se alaba para hacerse más
amable, procurando nuestro bien, por lo mismo que descubre
cuán digno es de ser amado. Enfervoriza nuestros
corazones para que se enciendan en alabanza; llena de su
espíritu a sus siervos para que le alaben con
cánticos inspirados, y como quiera que es su
Espíritu quien en sus siervos le alaba, resulta que
es Él quien se alaba a sí mismo, a fin de que
nosotros podemos alabarle dignamente.

San Agustín, Enarrationes in
Psalmos
, Salmo 144,1.

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12. Del modo de
salmodiar

Creemos que Dios está presente en todas
partes, y que «los ojos del Señor observan en
todo lugar a buenos y malos» (Pr 15,3), pero sobre
todo debemos creerlo sin la menor vacilación cuando
asistimos al Oficio divino. Por eso acordémonos
siempre de lo que dice el Profeta: «Servid al
Señor con temor» (Sal 2,11). Y también:
«Cantad sabiamente» (Sal 47,8). Y, «En
presencia de los ángeles te alabaré»
(Sal 138,l). Consideremos, pues, de qué manera hemos
de estar ante la presencia de la Divinidad y de sus
ángeles, y mantengámonos en la salmodia de
tal modo que nuestra mente concuerde con nuestra
voz.

(Regla de San Benito de Nursia, cap.
19).

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13. Los cuatro sentidos de las
escrituras

La historia tiene por objeto el conocimiento de
los hechos pasados y visibles. El Apóstol da un
ejemplo de ello, cuando dice: «Escrito está
que Abraham tuvo dos hijos: uno de la esclava y otro de la
libre. El de la esclava nació según la carne;
el de la libre, por promesa de Dios» (Ga
4,22-23).

Lo que sigue se refiere a la alegoría, por
cuanto se habla de cosas realmente pasadas que prefiguraban
otro misterio. Y así dice: «Estas dos mujeres
son dos testamentos: el uno, que procede del monte
Sinaí, engendra para la servidumbre. Esta es Agar.
El monte Sinaí se halla en Arabia, y corresponde a
la de Jerusalén actual, que es, en efecto, esclava
con sus hijos» (Ga 4,2425).

La anagogía se eleva de los misterios
espirituales a los secretos del cielo, más augustos
y sublimes. Se halla expresada en lo que san Pablo agrega
inmediatamente: «Pero la Jerusalén de arriba
es libre, ésa es nuestra madre, pues está
escrito: «Alégrate, estéril, que no
pares; prorrumpe en gritos, tú que no conoces los
dolores de parto, porque más serán los hijos
de la abandonada que los hijos de la que tiene
marido» (Ga 4,26-27).

En cuanto a la tropología, es una
explicación moral, en orden a enmendar la vida y
corregir los principios de conducta personal. Como si por
medio de estos dos testamentos entendiésemos la
práctica y la teoría; o si por
Jerusalén o el monte Sión queremos entender
el alma humana, según aquello: «Alaba,
Jerusalén, al Señor; alaba, Sión, a tu
Dios» (Salmo 147,12).

Las cuatro figuras pueden hallarse reunidas.
Así, la misma y única Jerusalén
revestirá, si queremos, cuatro acepciones distintas:
en el sentido histórico será la ciudad o
metrópoli de los judíos; en el
alegórico, la Iglesia de Cristo; en el
anagógico, la ciudad celeste «que es la madre
de todos nosotros», según la creencia paulina;
en el sentido tropológico, será el alma
humana, a quien vemos que alaba o reprende al Señor
ton este mismo nombre de Jerusalén.

Juan Casiano, Colaciones, Conferencia XIV, sobre
la ciencia espiritual (Rialp, Madrid 1962),1. 11, pp.
95-97.

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14. El sentido literal
está abierto a desarrollos ulteriores

Una corriente de la hermenéutica moderna a
diferencia de estatuto que afecta a la palabra humana
cuando se pone por escrito. Un texto escrito tiene la
capacidad de ser situado en nuevas circunstancias, que lo
iluminan de varias maneras, añadiendo a su sentido
unas interpretaciones nuevas. Esta capacidad del texto
escrito es especialmente efectiva en el caso de los textos
bíblicos, reconocidos como Palabra de Dios. En
efecto, lo que llevó a la comunidad creyente a
conservados es la convicción de que
continuarán siendo portadores de luz y de vida para
las generaciones futuras. El sentido literal está,
desde el comienzo, abierto a desarrollos ulteriores, que se
producen gracias a «relecturas» en contextos
nuevos.

Documento de la Pontificia Comisión
Bíblica, La interpretación de la Biblia en la
Iglesia, de 15 de abril de 1993, n, B, 2.

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15. Reza los salmos como si
fueras su autor,

o se hubieran escrito
expresamente para ti

Vivificado con este alimento, del que no cesa de
nutrirse, penetra en el íntimo sentido de los
salmos. Y así no es de maravillar que los recite no
como compuestos por el profeta sino como si fuera él
mismo su autor. Esto es, como si se tratara de una plegaria
personal, sintiéndose movido de la más honda
compunción.

O también los considera escritos adrede
para él, y comprende que los sentimientos que
contienen no se realizaron solamente antaño en la
persona del salmista, sino que se cumplen en él
todos los días. Y es que en realidad eso son los
textos bíblicos (…).

Entonces lo que nos revela las verdades que
contienen no son las palabras, sino la prueba que hemos
hecho nosotros personalmente. Penetrados de los mismos
sentimientos en los cuales fue compuesto o cantado el
salmo, venimos a ser, por decido así, los autores.
Nos anticipamos al pensamiento más bien que lo
seguimos; captamos el sentido, más que comprender la
letra. Las palabras santas evocan en nosotros recuerdos de
cosas vividas (…).

Instruidos por lo que nosotros mismos sentimos, no
los percibimos como cosa meramente oída, sino
experimentada y tocada por nuestras manos, no como cosa
ajena e inaudita, sino como algo que damos a luz desde lo
profundo de nuestro corazón, cual si fueran
sentimientos que forman parte de nuestro propio ser.
(…)

Esta oración no es entorpecida por ninguna
imagen, ni se sirve de frase o voces articuladas. Brota en
un arranque de fuego que parte del corazón. Es un
transporte inefable, una impetuosidad del espíritu,
una alegría del alma que sobrepuja todo
encarecimiento. Arrebatada de los sentidos y de todo lo
visible, el alma se engolfa en Dios con gemidos y suspiros
que el lenguaje no puede traducir.

Juan Casiano, Colaciones, Conferencia IX sobre la
oración (Rialp, Madrid 1958), t. I, pp.
496-498.

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16. Nacemos con este libro en
las entrañas

Nacemos con este libro en las entrañas.
¿Un pequeño libro? Ciento cincuenta poemas,
ciento cincuenta escalones erguidos entre la vida y la
muerte; ciento cincuenta espejos de nuestras rebeliones e
infidelidades, de nuestras agonías y resurrecciones.
Más que un libro: un ser viviente que habla -que te
habla-, que sufre, que gime y que muere, que resucita y
canta, en el dintel, y que te coge, te arrastra, a ti y a
los siglos de los siglos, desde el comienzo hasta el fin…
Encierra un misterio, por el que las sucesivas edades no
cesan de volver una y otra vez a este canto, de purificarse
en esta fuente, de interrogar cada versículo, cada
palabra de la antigua oración, como si sus ritmos
hicieran latir el pulso de los mundos.

André Chouraqui, Cantique des Cantiques
suivi des Psaumes, Presses Universitaires de France,
París 1970, p. 83.

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17. Los salmos fáciles
son los difíciles

Un padre del desierto plantea a otro su gran
problema espiritual:

«Tres años ha que me pongo todos los
días ante Dios en la oración. Algunas veces
me maldigo a mí mismo, porque digo a Dios: "No
tengas piedad de cuantos obran inicuamente"; o bien:
"malditos todos los que se alejan de tus mandamientos",
mientras que yo mismo me alejo de ellos y obro inicuamente.
A veces digo a Dios: "Perderás a los que dicen
mentiras", y yo miento todos los días. Mientras en
mi corazón tengo sentimientos perversos, digo a
Dios: "La meditación de mi corazón
está siempre delante de ti". Yo, que no ayuno, digo:
"Se han debilitado mis rodillas por el ayuno", y mientras
guardo rencor a mi hermano, digo: "Perdónanos como
nosotros perdonamos".

Mientras no pienso en otra cosa que en comer mi
pan, digo: "Me he olvidado de comer mi pan". Yo, que duermo
hasta la mañana, digo en el salmo: "Me
levanté a media noche para alabar tu nombre". Sin
tener compunción alguna, digo: "Dolorido estoy y
gemidos y lágrimas han sido mi pan día y
noche". Lleno de orgullo y de comodidad camal, hago el
ridículo cuando canto: "Mira mi humildad y mi dolor
y perdona todos mis pecados". Soy tardo, y digo: "Mi
corazón está dispuesto, oh Dios". En una
palabra: toda mi liturgia y mi oración se vuelve
contra mí en improperio y
vergüenza».

El hermano (a quien el primero había
acudido para pedir consejo) le dijo: «Creo, padre,
que David ha dicho esto refiriéndose a sí
mismo». Más el anciano le contestó
diciendo: « ¿Qué decís, hermano?
Ciertamente, si no observamos aquello que cantamos,
caminamos hacia la perdición».

Citado por Cipriano Vagaggini, El sentido
teológico de la liturgia, B.A.C., Madrid 1959, p.
663.

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18. El salterio y los
santos

Numerosos son los santos Padres que han alabado y
amado de modo muy particular el Salterio, con preferencia a
otros libros de la Escritura. Cierto que basta la obra para
hacer el elogio del artesano (Ben Sira 9,17), pero
también nosotros tenemos que aportar nuestro elogio
y agradecimiento.

En los últimos tiempos se han divulgado una
grandísima cantidad de leyendas y pasiones de
santos, libros de ejemplos y relatos, y han llenado
así el mundo de suerte que el Salterio se encuentra
arrinconado en una oscuridad tan profunda que ya nadie
entiende correctamente ni un solo salmo. Por lo que a
mí hace, creo que no ha habido jamás, ni
jamás podrá haber en la tierra, libros de
ejemplos o de leyendas de santos que superen en
distinción al Salterio. Y si alguien quisiera
escoger, reunir y editar del mejor modo todo lo que los
ejemplos, leyendas y relatos contienen de bueno, no
saldría otra cosa que el actual Salterio.

En este libro, en efecto, no sólo
encontramos lo que uno o dos santos hicieron, sino lo que
la Cabeza misma de todos los santos hizo, y lo que todos
los santos siguen haciendo. Vemos en él la actitud
que adoptan hacia Dios y los hombres, amigos y enemigos, y
cómo se comportan en los peligros y sufrimientos.
Además, el Salterio contiene toda suerte de
enseñanzas divinas saludables (…).

En fin, el Salterio da confianza y propone una
conducta segura, de modo que podemos andar con seguridad
por la ruta de todos los santos. Otros ejemplos y leyendas
de santos mudos citan gran cantidad de obras que hicieron y
no se pueden imitar. Más aún: cuentan obras
más cuantiosas aún que son numerosas de
imitar y que engendran ordinariamente sectas y partidos,
desviándonos y separándonos de la
comunión de los santos. En cambio el Salterio te
preserva de los partidos y te conduce a la comunión
de los santos, porque te enseña a pensar y a hablar
con la alegría, el respeto, la esperanza y la
tristeza, tal como todos los santos pensaron y
hablaron.

En resumen, si quieres ver a la Iglesia
católica en un cuadro lleno de vida, de color y de
relieve, en una pequeña miniatura, toma y estudia el
Salterio. En él tienes un excelente espejo, claro y
puro, que te mostrará qué es la cristiandad.
Verdaderamente, te descubrirás a ti mismo;
encontrarás en él el verdadero gnothi seauton
("conócete a ti mismo"), y también al mismo
Dios y a todas las criaturas.

Martín Lutero, Prefacio al Salterio (trad.
francesa) Oeuvres, Labor et Fides, Ginebra 1963, pp.
263-264.

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19. El camino
salmodiante

Este es el calendario litúrgico para el
año de gracia de 1957. ¿Un libro árido
y sin interés? Al contrario, es un libro precioso y
lleno de significado, aunque no está hecho para la
lectura seguida (…). Porque, ¿qué puede
haber de más hermoso, en la previsión de
nuestro tiempo, que el saber cuándo y cómo lo
ocuparemos en hablar con Dios? el tiempo corre sobre una
trama eterna; nuestro fugaz instante se une al
inmóvil siempre de Dios.

Aquí tenemos el plan de esta actividad
primaria, la oración, a la que está
consagrada la vida de los sacerdotes y de los religiosos;
tal vez algún buen laico les acompañe en el
salmodiante camino. Ése es un plan que registra cada
hora; día y noche tienen en él su
función bien determinada, y cada momento tiene su
peculiar tonalidad espiritual: fiestas y ferias
alternan.

Cristo, sol de las almas, sella los momentos
diurnos y nocturnos y describe en nuestro ciclo espiritual
la órbita, siempre nueva y siempre maravillosa, de
su Vida, fuente de misterios, de gracia y de ejemplos;
luego María y los santos le hacen corona. Sí:
¡ésta es la corona anni benignitatis Dei, la
corona anual de la benignidad de Dios!

Juan B. Montini, prefacio al calendario
litúrgico de la archidiócesis de Milán
para 1957.

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20. «Cantadle con
maestría»

«Cantadle un cántico nuevo, cantadle
con maestría» (Salmos 149,1; 47,8). Cada uno
se pregunta cómo cantará a Dios.
Cántale, pero hazlo bien. El no admite un canto que
ofenda sus oídos. Cantad bien, hermanos. Si se te
pide que cantes para agradar a alguien entendido en
música, no te atreverás a cantarle sin la
debida preparación musical, por temor a
desagradarle, ya que él, como perito en la materia,
descubrirá unos defectos que pasarían
desapercibidos a otro cualquiera.

¿Quién, pues, se prestará a
cantar con maestría para Dios, que sabe juzgar del
cantor, que sabe escuchar con oídos criticas?
¿Cuándo podrás prestarte a cantar con
tanto arte y maestría que en nada desagrades a unos
oídos tan perfectos?

Mas he aquí que él mismo te sugiere
la manera cómo has de cantarle: no te preocupes por
las palabras, como si éstas fuesen capaces de
expresar lo que deleita a Dios. Canta con júbilo.
Éste es el canto que agrada a Dios, el que se hace
con júbilo. ¿Qué quiere decir cantar
con júbilo? Darse cuenta de que no podemos expresar
con palabras lo que siente el corazón. En efecto,
los que cantan, ya sea en la siega, ya en la vendimia o en
algún otro trabajo intensivo, empiezan a cantar con
palabras que manifiestan su alegría, pero luego es
tan grande la alegría que los invade que, al no
poder expresarla con palabras, prescinden de ellas y acaban
en un simple sonido de júbilo. El júbilo es
un sonido que indica la incapacidad de expresar lo que
siente el corazón. Y este modo de cantar es el
más adecuado cuando se trata del Dios inefable. Y,
si o puedes traducirlo en palabras y, por otra parte, no te
es lícito callar, lo único que puedes hacer
es cantar con júbilo.

De este modo, el corazón se alegra sin
palabras y la inmensidad del gozo no se ve limitada por
unos vocablos. Cantadle con maestría y con
júbilo.

San Agustín, Enarrationes in
Psalmos
, 38 1,7-8.

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21. Títulos
cristológicos en los salmos

Estos títulos cristológicos
están tomados de un seminario dirigido por B.
Fischer, y fueron publicados en la revista litúrgica
La Maison Dieu 27 (1951). Los hemos adaptado a la
numeración hebrea que es la que seguimos en los
estudios bíblicos.

1. La cruz de Cristo, árbol de vida y
fuente del bautismo.

2. Cristo, Señor elevado en la cruz,
vencedor de sus enemigos y rey del mundo.

3. Acción de gracias de Cristo por su
resurrección.

4. En la paz de Cristo.

5. Invocación matutina a Cristo.

6. Cristo, ten piedad de nosotros.

7. Cristo, juez justo.

8. Cristo glorificado, rey de la
creación.

9. Venida de Cristo para la redención y el
juicio.

10. Cristo el inocente perseguido

11. Confianza en la justicia de Cristo:

12. Cristo es fiel, el mundo es falaz.

13. Petición de luz en una noche
oscura.

14. Oración al juez eterno, para ser
librado de los impíos.

15. El camino hacia la tienda de
Cristo.

16. Cristo y sus miembros esperan la
resurrección.

17. Grito de confianza a Cristo de un
inocente.

18 Cristo es mi fuerza.

19. Cristo, nuestro sol y nuestra ley.

20. Oración de la Iglesia por la gloria de
Cristo.

21. Cristo vencedor.

22. Cristo con sus miembros lanza un grito de
dolor y afirma su certeza de la
resurrección.

23. Cristo, Buen Pastor.

24. Cristo, Rey de la gloria, entra en su
santuario.

25. Señor, muéstranos tu
camino.

26. Voz de la Iglesia, purificada por
Cristo.

27. Cristo, luz y salud de los
bautizados.

28. El rebaño en apuros llama a su
Pastor.

29. Hazañas de Cristo en favor de su
pueblo.

30. Acción de gracias por la
redención.

31. Oración del hombre
perseguido.

32. Felicidad por el perdón de los
pecados.

33. Poder de Cristo creador; su amor
redentor.

34. «Gustad y ved cuán bueno es el
Señor».

35. La Iglesia, perseguida, pide socorro a
Cristo.

36. Cristo, fuente de vida.

37. Cristo, nuestra única
salvación.

38. Cristo, herido por nuestros
pecados.

39. Cristo, esperanza de los que han de
morir.

40. «He aquí que vengo a hacer tu
voluntad» (Hb 10,7).

41. Cristo Y su Cuerpo, traicionados, injuriados,
pero finalmente glorificados.

42. Deseo de Cristo, agua viva.

43. Deseo del altar de Cristo.

44. Grito de socorro del pueblo de Dios a su rey y
salvador.

45. Canto de bodas de Cristo y su
esposa.

46. Cristo, Señor de los Ejércitos,
guarda maravillosamente a su Iglesia.

47. El Señor glorificado, rey de las
naciones.

48. La Sión de la tierra y del cielo,
hermosa y fuerte por la misericordia de Cristo.

49. Consuelo del pobre: Cristo lo
consolará.

50. El Hijo del Hombre juzga según el
sacrificio verdadero.

51. Cristo, ten piedad de mí y
lávame con tu sangre.

52. El Señor aniquila a Satán y a
los suyos, y hace habitar en su casa a los
justos.

53. Oración al Juez eterno, para ser
librado de los impíos.

54. Cristo y el cristiano, arrancados del
peligro.

55. Cristo y su Cuerpo, perseguidos por el
enemigo, traicionados por el amigo.

56. Peligro mortal y resurrección de Cristo
y del cristiano.

57. ¡Aparece en tu esplendor sobre los
cielos, Señor Jesús!

58. Cristo juzga a los jueces injustos.

59. Cristo, fuente de nuestra fuerza en el combate
contra la maldad humana.

60. Cristo, nuestra seguridad hasta en la
derrota.

61. Bajo las alas de Cristo.

62. Descanso en Cristo, que nos salva y
recompensa.

63. Deseo de ampararse bajo las alas de
Cristo.

64. Invocación a Cristo contra las
asechanzas del enemigo.

65. Cristo da la fecundidad.

66. El universo alaba a Cristo por la vida
nueva.

67. Oración por la luz de
Cristo.

68. Cristo, que ha subido al cielo, distribuye sus
gracias.

69. Lamentación de Cristo y de su Iglesia
durante la Pasión.

70. "Señor, date prisa en
socorrerme».

71. De la infancia a la vejez, nuestro refugio es
Cristo.

72. Cristo, rey y salvador del mundo.

73. Cristo, "roca de mi corazón y mi lote
siempre».

81. Al que escucha a Cristo, Cristo lo
alimentará.

82."Levántate, Señor, y juzga la
tierra».

83. Señor, no te quedes en silencio»:
tu Iglesia está rodeada de enemigos.

84. El altar de Cristo es nuestra
patria.

85. Consuelo y esperanza de los prisioneros
repatriados.

86. "Eres bueno y dulce,
Señor».

87. Todas las fuentes de la humanidad están
en la Iglesia de Cristo.

88. Oración en una gran
necesidad.

89. Cristo, verdadero David

90. La misericordia de Cristo sobre nuestra vida
pasada.

91. Refugiado junto al Señor.

92. Cristo hace que los suyos den
fruto.

93. Gloria real del Resucitado.

94. "Ven, Señor, a juzgar y a
recompensar».

95. Canto de júbilo a Cristo, pastor de su
pueblo.

96. El Señor exaltado en la cruz, rey y
Señor del universo.

97. Poder y gloria de Cristo en su venida
gloriosa.

98. Alabanza a Cristo, rey del universo

99. El Señor es un rey santo.

100. Cristo, pastor de su pueblo.

101. Buenos propósitos
matutinos.

102. Cristo, nuestro consuelo en la enfermedad y
la miseria.

103. «La misericordia del Señor dura
de eternidad en eternidad.

104. Sabiduría del Señor en la
primera creación y en la segunda.

105. Fidelidad del Señor al pueblo de la
Alianza.

106. Fidelidad del Señor a su pueblo
infiel.

107. Rescatados, dad gracias al Señor por
su misericordia.

108. Confianza victoriosa en el rey del
universo.

109. Cristo Y sus miembros se quejan de enemigos
malvados.

110. Cristo, rey, sacerdote y vencedor.

111. Alabanza a Cristo, que siempre rescata y
perdona.

112. Cristo, nuestra luz en las
tinieblas.

113. El Salvador y Esposo de la
Iglesia.

114. Canto de acción de gracias por el
bautismo.

115. Canto de acción de gracias por la
liberación de la muerte eterna.

116. Queremos ofrecer a Dios un sacrificio de
acción de gracias.

117. Alabanza a la misericordia de
Cristo.

118. Canto pascual de Cristo.

119. El amor de Cristo es nuestra ley.

120. Deseo de la paz de Dios.

121. Amparados bajo la protección de
Cristo.

122. Paz de la ciudad gloriosa de Dios.

123. Los ojos levantados a Cristo, nuestro amo
bondadoso.

124. Acción de gracias de los
rescatados.

125. Cristo, nuestra, esperanza.

126. Cristo nos saca de la cautividad y nos
devuelve a la patria.

127. «Sin mí, no podéis hacer
nada».

128. La Iglesia, familia de Dios, llena de sus
bendiciones.

129. Invocación a Cristo, justo
juez.

130. En la miseria del pecado, invocación
suplicante a Cristo redentor.

131. Abandono a Cristo, con humildad y
espíritu de infancia.

132. Promesa del reino glorioso de
Cristo.

133. ¡Ved cómo la caridad de Cristo
nos reúne!

134. Alabanza a Cristo hasta de noche.

135. Alabanza a Cristo, Salvador de su
pueblo.

136. Alabanza de la misericordia de
Cristo.

137. Nostalgia de la Jerusalén
eterna.

138. Del Señor viene a los humildes el
socorro y la salvación.

139. «Yo conozco a mis
ovejas».

140. Cristo, nuestro refugio en el
combate.

141. Cristo alza sus manos para el sacrificio de
la tarde.

142. «Te llamo con fuerte
voz».

143. «Señor, ayúdanos, que
somos débiles».

144. Cristo, nuestra roca y nuestra
fortaleza.

145. Cristo está cerca de todos los que le
invocan.

146. «Venid a mí los que
estáis fatigados».

147. ¡Jerusalén, alaba al que te
alimenta y te da paz!

148. ¡Canten cielo y tierra a Cristo
redentor!

149. ¡Cantad al rey que da la victoria a sus
fieles!

150. ¡Todo ser que tenga voz, alabe al
Señor!

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22. Bienaventuranzas del
Salterio

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los
impíos: Sal 1,1.

Dichosos los que se refugian en él:
2,12.

Dichoso el que está absuelto de su culpa, a
quien le han sepultado su pecado; dichoso el hombre a quien
el Señor no le apunta su delito: Sal
32,1-2

Dichosa la nación cuyo Dios es el
Señor, el pueblo que él se escogió
como heredad: Sal 33,12.

Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Dichoso el que se acoge a él: Sal 34,9.

Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el
Señor, y no acude a los idólatras que se
extravían con engaños: Sal 40,5.

Dichoso el que cuida del pobre y desvalido; en el
día aciago lo pondrá a salvo el Señor:
Sal 41,2.

Dichoso el que tú eliges y acercas para que
viva en tus atrios. Que nos saciemos de los bienes de tu
casa, de los dones sagrados de tu Templo: Sal
65,5.

Que él (el rey) sea bendición de
todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas
de la tierra: Sal 72,17.

Dichosos los que viven en tu casa
alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en
ti su fuerza al preparar su peregrinación: Sal
84,5.6.

Señor de los Ejércitos, dichoso el
hombre que confía en ti: Sal 84,13.

Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
caminará, oh Señor, a la luz de tu rostro:
Sal 89,16.

Dichoso el hombre a quien tú educas, al que
enseñas tu ley dándole descanso en los
años duros, mientras al malvado ya le cavan la fosa:
Sal 94,12.

Dichosos los que respetan el derecho y practican
siempre la justicia: Sal 106,3.

Dichoso quien teme al Señor y ama de
corazón sus mandatos: Sal 112,1.

Dichoso el que, con vida intachable, camina en la
voluntad del Señor: Sal 119,1.

Dichoso el que, guardando sus preceptos, lo busca
de todo corazón: Sal 119,2.

Dichoso el hombre que llena con esas saetas (los
hijos) su aljaba, no quedará derrotado cuando
litigue con su adversario en la plaza: Sal
127,5.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus
caminos. Comerás del fruto de tu trabajo,
serás dichoso, te irá bien: Sal
128,1.

¡Dichoso el que te pague los males que nos
has hecho! Capital de Babilonia, ¡criminal! Sal
137,8

Dichoso el pueblo que esto tiene (cosechas y
ganados), dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor:
Sal 144,15.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que
espera en el Señor su Dios: Sal 146,5.

23. Canta y
camina

Feliz el aleluya que allí entonaremos (en
el cielo). Será un aleluya seguro y sin temor,
porque allí no habrá ningún enemigo,
no se perderá ningún amigo. Allí, como
ahora, resonarán las alabanzas divinas; pero las de
aquí proceden de los que están todavía
en dificultades, las de allá de los que ya
están en seguridad; aquí de los que
están todavía en camino, allá de los
que ya han llegado a la patria.

Por tanto, hermanos míos, cantemos ahora,
no para deleite de nuestro reposo, sino para alivio de
nuestro trabajo. Tal como suelen hacer los caminantes,
canta, pero camina; consuélate en el trabajo
cantando, pero no te entregues a la pereza; canta y camina
a la vez. ¿Qué significa camina? Adelanta,
pero en el bien. Porque hay algunos, como dice el
apóstol, que adelantan de mal en peor. Tú, si
adelantas, caminas; pero adelanta en el bien, en la fe
verdadera, en las buenas obras; canta y camina (S.
Agustín, Sermón 256, PL 38, 1193).

24. Son voz nuestra y no lo
son

Las dos cosas son verdad: que (los salmos) son voz
nuestra y que no lo son; que son voz del Espíritu y
que no lo son. Son del Espíritu de Dios, porque si
no las inspirase él, no las diríamos; no son
de él, porque él no está necesitado ni
sufre. Estas voces son propias de gente necesitada que
sufre. Son nuestras porque expresan nuestra necesidad; no
son nuestras, porque es don suyo aun nuestra capacidad de
gemir (S. Agustín, Enarrationes in Psalmos,
XXVI, 1).

25. Si gime,
gemid

Si el salmo ora, orad; si gime, gemid… Todo
lo que ahí se escribe es espejo que nos refleja (S.
Agustín, Enarrationes in Psalmos
XXXIII,1).

 

26. Sentimientos del
salterio

Me atrevo a añadir una lista de los sentimientos
que se podrían estudiar en el salterio. Aunque
sería más lógico agruparlos por
oposición y semejanza, me contento con el orden
alfabético

aborrecimiento

admiración

afecto

alegría

ambición,

amor

angustia

antipatía

benevolencia

cariño

celos

compasión

desazón

desilusión

deseo

despecho

disgusto

duelo

entusiasmo

envidia

escozor

esperanza

excitación

humillación

ilusión

indiferencia

indolencia

ira

lástima

miedo

nostalgia

odio

optimismo

pasividad

pena

pesadumbre

pesimismo

piedad

preocupación

presentimiento

remordimiento

rencor resentimiento

satisfacción

serenidad

simpatía

sinceridad

suspicacia

temor

tristeza

vergüenza

L. Alonso Schökel, Los Salmos, p.
56

27 Salmos, mis queridos
salmos

"Salmos, mis queridos salmos, pan cotidiano de mi
esperanza, voz de mi servicio y de mi amor a Dios, alcanzad en
mis labios vuestra plenitud! Queridos salmos, no
envejecéis. Sois la oración que no se desgasta.
Asumís en la fe toda la experiencia humana. Si
ocupáis ese lugar en mi vida es porque la expresáis
ante Dios. Como la verdad, refrescáis los labios y el
corazón de quienes os cantan. Aceptad que se os resuma en
dos palabras de las cuales la segunda solo se puede pronunciar en
verdad cuando se ha dicho la primera: Amén. Aleluya. Y. J.
Congar, "Los salmos en mi vida"(Y. Congar.

.

 

 

Autor:

Juan Manuel Martín-Moreno,
S.J.

 

Partes: 1, 2, 3, 4, 5
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