b) Pequeñas adiciones tardías han podido
favorecer esta actitud meditativa. Whybray cita el caso del verso
final del Sal 107, que es un canto de acción de gracias.
El último verso dice" "¿Hay algún sabio? Que
guarde estas cosas y comprenda el amor de YHWH". En el salmo 32
la acción de gracias es interrumpida por una voz en off en
los versos 8 y 9: "Voy a instruirte, a enseñarte el camino
a seguir…" El salmo 94, una lamentación, está
interrumpido por una consideración sapiencial en los
versos 8-14: "comprended estúpidos del
pueblo…"
c) Los salmos nuevos que quizás hayan sido
introducidos en el salterio tardíamente, serían los
salmos exclusivamente sapienciales 1, 32, 34, 37, 49, 112 y 128,
así como el larguísimo salmo 119 alfabético
(al igual que el 37 y el 112). (Cf. R.N. Whybray, "The Wisdom
Psalms", en J. Day ed., Wisdom in ancient Israel,
(Cambridge 1995).
3. El problema sapiencial de la
retribución
El gran problema que Israel lucha por resolver es el
problema de la retribución. ¿Por qué si Dios
es justo, parece muchas veces que a los buenos les va mal en esta
vida, y a los malos les va bien?
La respuesta tradicional es repetir la ideología
dominante: No es verdad; Dios premia a los buenos y castiga a los
malos. El sufrimiento es siempre un castigo por el pecado. El
justo tendrá riquezas y abundancia. Supuesto que en la
época de redacción del Salterio no existe
todavía una fe clara en el más allá, los
premios o retribuciones tienen que ocurrir ya en esta
vida.
Cuando uno muere, "ya no existe más" (Sal 39,14).
Los difuntos bajan al she"ol donde no se puede decir que signa
viviendo. Son sombras, sueños. En la muerte ya no hay
recuerdo ni alabanza de Dios. "En la muerte nadie de ti se
acuerda; en el she"ol ¿quién te puede alabar?" (Sal
6,6).
El pensamiento hebreo no es muy filosófico, y no
interesa demasiado por el tipo de existencias de esas sombras.
Aun suponiendo que se diera esa existencia, lo cierto es que a
eso no se le puede llamar "vida". Vivir es amar, es
reír, es comer, es sentarse en el porche bajo la parra, es
contemplar a los nietos jugando, es oír cantar a los
pájaros, y por encima de todo es alabar a Dios.
Ciertamente no hay nada de eso en el she"ol, sino polvo,
tinieblas, silencio, olvido, sombras y sueño.
Por tanto los premios o castigos de YHWH no pueden
aplazarse a la "otra vida", por no hay otra "vida". Por eso la
mayor desgracia es morir joven, y la mayor bendición morir
como Abraham "en buena ancianidad, viejo y lleno de días"
(Gn 25,8). Llegar a ver a los hijos de los hijos (Sal 128,6). "El
temor de YHWH prolonga los días; los años de los
malos son acortados" (Pr 10,27). "Amando al Señor
está tu vida y la prolongación de tus días"
(Dt 30,20). De aquí la legendaria longevidad de los
patriarcas. A medida que el pecado va echando raíces en el
mundo, la vida media de la humanidad se va acortando.
Por tanto Dios premia a los buenos aquí. Veamos
cómo lo enuncia uno de los Salmos sapienciales: "Dichoso
el hombre que teme al Señor… Fuerte será en la
tierra su estirpe… Hacienda y riquezas en su casa… No tiene
que temer noticias malas… (Sal 112).
En el libro del Deuteronomio la promulgación de
la ley va acompañada de una serie de bendiciones y
maldiciones. Bendiciones materiales para los que cumplan la ley
(Dt. 28,1-14), y maldiciones también materiales para los
que la incumplan (Dt 28,15-68).
Sin embargo con el paso de los años, esta
ideología no supera la prueba de una confrontación
con la realidad. La realidad es distinta. Hay justos que mueren
jóvenes, y malvados que vive muchísimos
años. La contestación de la ideología
tradicional vino a Israel en un momento clave de su historia. El
peor de sus reyes, Manasés (2 R, 21, 2.11.17), fue el que
reinó más años, 55, y murió con 65
años. Mientras que uno de los mejores reyes, su nieto
Josías, murió joven, a la edad de 39
años.
La ideología que postula premios y castigos en
este vida se ve rebatida por los hechos. El que no quiere
comulgar con ruedas de molino tiene que reconocer que muchos
justos mueren prematuramente y muchos malvados mueren muy
ancianos, en pleno disfrute de sus riquezas.
Job aún a riesgo de escandalizar dio un vigoroso
mentís a la doctrina tradicional: El ha conocido malvados
"que mueren en pleno vigor, en el colmo de la dicha y de la paz,
repletos de grasa sus ijares, bien empapado el meollo de sus
huesos" (Job 21,23-24; 21,30). Esto es lo que dice a Job la voz
de la experiencia, lo que cuentan los "viandantes". "¿No
habéis interrogado a los viandantes?¿No os han
pasmado los casos que os refieren?" (21, 29).
"¿Cómo pues me consoláis tan en vano?
¡Pura falacia son vuestras respuestas…!"
(v.34).
Este escándalo está recogido
patéticamente en otro salmo sapiencial, el 73. El autor se
siente tentado a envidiar a los malvados. "Celoso estaba de
ellos… No hay congojas para ellos, su cuerpo está sano y
rollizo, no comparten la pena de los hombres… Siempre
tranquilos, aumentan sus riquezas" (73,3-5.12). El salmista
está a punto de escandalizarse como Job "Por poco mis pies
se extravían. Poco faltó para que mis pasos
resbalaran" (v.2). "Me puse a pensar para entenderlo,
¡ardua tarea ante mis ojos!" (v.16). Pero no tiene la
valentía de Job, de rebelarse contra los consejos de sus
amigos. La resistencia de Job a aceptar que sus sufrimientos
tengan que ser necesariamente resultado de un pecado, parece una
blasfemia a sus amigos. Pero Job sabe que es mucho más
blasfemia creer que todo sufrimiento sea necesariamente un
castigo. El que piensa que Dios está de acuerdo con las
injusticias que caracterizan el mundo presente, el que se resigna
piadosamente a esta situación, está blasfemando de
Dios.
La rebeldía de Job contra Dios, es la
afirmación de una justicia divina superior, que no
entendemos, pero que no debemos explicar facilonamente con frases
piadosas que no convencen a nadie. Por supuesto el problema no
encontrará una solución hasta que en contacto con
la filosofía griega el pueblo de Israel venga a creer en
la otra vida.
Esta creencia en la otra vida, donde se dará la
verdadera retribución, es muy tardía en Israel, y
sólo aparece en la literatura de la época
helenística, en los Macabeos, en Sabiduría, en
Daniel…
Por eso el autor del Salmo 73, falto todavía de
una verdadera respuesta al problema, después de haber sido
tentado a rechazar la teoría tradicional acaba
aceptándola de forma no crítica, y dice: "Aunque
veces parece que a los malvados les va bien, al final son
rechazados, empujados a la ruina… Pronto quedan hechos un
horror, desaparecen sumidos en pavores" (v.18-19). La presencia
de esta teoría tradicional sería una prueba de la
antigüedad de estos salmos sapienciales, que contienen una
sabiduría antigua, que todavía no ha sido
purificada por la prueba. La verdadera solución no puede
ser diferir la justicia divina simplemente a un futuro dentro de
nuestra realidad de hoy, sino a un futuro transcendente, a otra
vida más allá de nuestra vida y de nuestro
tiempo
4. Un ejemplo de Salmo sapiencial: Salmo
37
Este es el caso del salmo 37. Desde el punto de vista
temático y formal tiene mucho en común con la
literatura sapiencial. Pensemos por ejemplo en la
exhortación a no exasperarse por los malvados ????????
(37,1) y a no envidiarlos ??????? (37,7.9). La exhortación
a no envidiar a los malvados la encontramos en Pr. 3,51; 23,17;
24,1; 24,28. Y la exhortación a no exasperarse por ellos
la encontramos en Pr 24,18.
El salmo 37 se mantiene totalmente en las líneas
de la piedad tradicional. Dios premia a los buenos y castiga a
los malos. El salmo se hace eco de la crisis ideológica
que ya también sufría el autor del salmo 73, aunque
no la expresa de una manera tan dramática. Nos exhorta a
no "exasperarnos por los malvados, a no envidiarlos". Esto supone
que la tentación de escandalizarse no está ausente
del todo en este salmo. Pero es sólo una mal pensamiento
que cruza por la mente y en seguida es rechazado. Todo sigue
siendo claro. El autor del salmo 37 no ha oído a los
viandantes de Job (21,29). El problema de la prosperidad de los
malvados no es "ardua tarea ante sus ojos" como lo era para el
autor del salmo 73 (v. 16). En el salmo 37 no hay ningún
problema, todo está claro. "Fui joven, ya soy viejo; nunca
he visto a un justo abandonado ni a su linaje mendigando pan" (v.
25). "Vi un malvado que se jactaba, que prosperaba como cedro
frondoso; volví a pasar y ya no estaba; lo busqué y
no lo encontré" (v.35-36)
No se trata de una oración. Las reflexiones del
texto no se dirigen a Dios, sino que se dirigen a los hombres.
Dios aparece siempre en tercera persona, nunca en segunda. El
salmo habla sobre Dios, pero no habla con Dios. Tal como
está podría perfectamente ser un capítulo
del libro de los Proverbios o de Ben Sira.
La estructura, el estilo y el tema estilo son
sapienciales.
a) La estructura es alfabética, con dos versos en
cada letra (la letra Ain está hoy día desfigurada).
Esta estructura no se presta para un desarrollo ideológico
riguroso progresivo, sino circular. Las mismas ideas son
expresadas repetidas veces con distintas imágenes, y no se
da un progreso en el desarrollo del tema.
b) El estilo sapiencial se muestra en el gusto por el
paralelismo antitético en frases simples; la alternancia
de pensamientos (en 3ª persona) y consejos (en 2ª
persona); la apelación a la experiencia como justificativa
de las reflexiones.
c) El tema del contraste entre el justo y el malvado y
el de poseer la tierra o verse excluido de ella. Se describen las
situaciones de dos tipos de personas en su relación a la
posesión de la tierra: los malvados y los
justos.
1. Malvados y justos.
Los malos son designados como malvados: 10, 12,
14, 16, 17, 20, 21, 28, 32, 34, 35, 38, 40 ; (inicuos: 1,9);
malhechores 1; enemigos de Dios: 20; impíos: 38; malditos:
22. En un total de 19 designaciones se usan 6 términos; el
término "malvados" aparece 13 veces.
Los buenos son designados como los que esperan en
el Señor: 9), humildes: 11, justos: 12,16, 17, 21, 25, 29,
30, 32, 39); pobres: 14; indigentes: 14; íntegros: 18, 37;
benditos: 22; piadosos: 28; rectos: 37; rectos en su camino: 14;
varón: 23. En un total de 21 designaciones se usan 11
términos; el término "justos" aparece 9
veces.
La mayor parte de las veces estos términos
aparecen contrapuestos de la siguiente manera:
a) los que esperan en YHWH / los inicuos (9)
b) humildes / malvados (10-11)
c) justos / malvados (12, 16, 17, 21, 32,
39-40)
d) pobres, indigentes, rectos en sus caminos / malvados
(14)
e) íntegros / malvados, enemigos de YHWH
(18-20)
f) benditos / malditos (22)
g) piadosos / estirpe de malvados (28).
2. Poseer la tierra o ser excluido:
La segunda contraposición es entre el lexema
"poseer la tierra" ??????? , que aparece cinco veces
(9.11.22.29.34) y "ser excluido" ????? que aparece otras cinco
(9.22.28.29.34). La tercera contraposición aparece en la
letra Lamed (v.22), que es la letra central, con la que comienza
la segunda mitad del alfabeto.
El mensaje del salmo no consiste meramente en decir que
los justos heredarán la tierra y los malvados serán
excluidos, como si se tratase meramente del enunciado de una
regla general de retribución divina.
La maldad del malvado de este salmo consiste
precisamente en que quiere excluir al justo de la posesión
de la tierra. No se le denuncia al malvado su impiedad o su
rebeldía contra Dios, sino su acción contra el
justo; esto es únicamente lo que lo convierte en enemigo
de Dios. Comenta Schökel que frente a una
interpretación pietista centrada en comportamientos
religiosos, este salmo denuncia una situación social de
injusticia interhumana "agresiva, calculada, sin detenerse ante
el asesinato, incluso por cauces aparentemente
legales".
3. Presente y futuro
En el presente el justo ha sido desposeído por el
malvado. El malvado intriga contra el honrado y rechina los
dientes contra él (12); desenvaina la espada, para
abatirlo (14); pide prestado y no devuelve; espía al
honrado e intenta darle muerte (32). Parece triunfar empleando la
intriga (7), prospera como cedro frondoso (35), vive en la
opulencia (16), es envidiable (1). El justo perseguido es llamado
"pobre," "indigente" y humilde", bien porque ha sido
desposeído por el malvado, o bien porque estando ya
desposeído previamente, ahora no tiene cómo
defenderse. Por tanto se distinguen en el salmo dos situaciones
con respecto a la suerte del malvado y el justo. Una
situación presente en la que el malvado parece prosperar,
y el justo es amenazado y perseguido con intrigas, y otra
situación futura en la que se volverán las
tornas.
La situación futura de desposesión del
malvado es descrita con mucho colorismo: "Se secarán como
la hierba… (2); serán excluidos (9.22.28.34); su espada
les atravesará el corazón, sus arcos se
romperán (15); se les romperán los brazos;
perecerán, se marchitarán como la belleza de un
prado, como humo se disiparán (20), serán
aniquilados en masa, su porvenir quedará truncado
(38).
La situación de posesión del justo es
igualmente descrita con todo lujo de colores: Dios les
dará lo que pide su corazón (4); sacará
adelante su derecho como el amanecer y su causa como el
mediodía (6); poseerán la tierra (9.11.22.29.34);
disfrutarán de prosperidad abundante (11); su herencia
durará por siempre (18); no se agostarán en tiempo
de sequía, en tiempo de hambre se saciarán (19);
aunque tropiecen, no caerán, el Señor los tiene de
la mano (24); siempre tendrán una casa (27); sus pasos no
vacilan (31); tienen un porvenir (37); el Señor los
protege y los libra (40).
Vemos que las promesas para los justos, en lugar de
promesas generales, son siempre muy concretas; tienen que ver con
su triunfo frente a las intrigas de los malvados, sacar adelante
su derecho, poseerán la tierra, tendrán una casa,
no vacilarán, serán liberados de las
intrigas.
El cambio de fortuna y la retribución vienen a
vindicar al Dios justo. Esta es la tesis de la sabiduría
tradicional. Sin embargo esta justicia no siempre se deja ver en
esta vida. El salmo ignora las situaciones en la que los justos,
como Nabot, son desposeídos, o los malvados llegan a
viejos en plena posesión de sus riquezas. Este problema
aguarda aún una respuesta que nuestro salmo y toda la
sabiduría tradicional no son capaces de dar.
Intuiciones
espirituales
A. EL GRITO DE GUERRA
1. Naturaleza del Grito de Guerra
El primer medio de vida para la alabanza en la historia
de Israel fue el campo de batalla. El valor es la cualidad
más requerida para un ejército que va al combate.
Por eso en todas las culturas ha habido medios concretos para
acrecentar el valor y la moral de las tropas: las marchas
marciales acompañadas de ritmo guerrero, las arengas del
general que exhorta a los soldados con entusiasmo… En los
pueblos más primitivos se utilizaba el grito de guerra que
nosotros conocemos bien gracias a las películas del Oeste.
Los indios daban el grito de guerra antes de ir al
combate.
Este recurso tenía un doble efecto: primero
disipar el miedo del corazón de los guerreros propias, y
segundo espantar al enemigo. Cuando los colonos dentro del
círculo de las carreta escuchan los gritos de los indios
en mitad de la noche, se les hiela la sangre en las
venas.
El libro de los Números dice: "Cuando ya en
vuestro país vayáis a la guerra contra un enemigo
que os oprime, sonaréis las trompetas a clamoreo. YHWH se
acordará de vosotros y seréis liberados de vuestros
enemigos" (Nm 10,9).
La palabra que designa el grito de guerra en hebreo
viene de una raíz: ??? = ru', que sólo se utiliza
en el binyan Hif"il: ???? = heria', o en el sustantivo ????? =
teru'ah. Estas palabras se traducen normalmente como "aclamar",
"aclamación".
En el grito de guerra se aclama la presencia de Dios en
medio de las filas propias como un himno resonante y no como una
súplica insegura y vacilante. Los israelitas reconocen la
presencia del Dios de los ejércitos entre ellos como
garantía de la victoria que se aclama de antemano como si
ya hubiese tenido lugar.
No sabemos exactamente cómo era el ritual del
grito de guerra. Había que aprenderlo como rito de
iniciación. "Dichoso el pueblo que conoce el rito de
aclamación, caminará YHWH a la luz de tu rostro. Tu
nombre es su gozo cada día, tu justicia es su orgullo"
(89, 16-17).
Sabemos que todo el pueblo lanzaba un grito
simultáneamente como respuesta al sonido de las trompetas
de plata especiales que se usaban para esta ocasión y que
se llamaban "trompetas de clamoreo", de teru"ah, y eran sonadas
por los sacerdotes.
Cuando tenemos que atravesar un lugar oscuro y
amenazante nos recomiendan caminar cantando para que nuestra voz
y nuestro canto disipen nuestro miedo.
Vemos cómo el ruido puede poner en fuga un
ejército en el caso de Gedeón: "Haz sonar la
trompeta, gritad y romped vuestros cántaros" (Jc 7,18). El
elemento ruido es muy importante. Según algunos el verbo
hery"a etimológicamente está relacionado con
"romper" (¿tímpanos?)
Las personas que tienen vértigo cuando
están al borde de un precipicio deben evitar mirar para
abajo. Cuando se ve ante la amenaza de ser tragado por un abismo
que se abre ante sus pies, debe volverse hacia el Señor y
mirar hacia lo alto. "Levantar los ojos, levantar las manos,
levantar la voz". "A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el
cielo" (Sal 123,1). "Que mi oración se eleve hacia ti como
el incienso, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde (Sal
141,2). "Levanto mi voz a Dios gritando, levanto mi voz a Dios
para que me oiga" (Sal 77,2).
Podemos transferir este medio de vida a las numerosas
batallas que tenemos que librar hoy día. En lugar de
dejarnos dominar por el miedo, hay que reaccionar con fuerza y
cantar un canto de victoria anticipada. Haceos fuertes en el
Señor y en su poder. "No luchamos contra adversarios de
carne y sangre, sino contra los principados, las potestades, las
potencias de este mundo de tinieblas, contra los espíritus
del mal" (Ef. 6,10-12).
El grito de guerra no se limita a expresar un deseo,
sino la certeza absoluta de la victoria. Ningún enemigo
huirá delante de un ejército vacilante que no sabe
gritar con fuerza. Los muros de Jericó no caerán
ante un ejército que no ha aprendido a dar la
aclamación (Jos 6,20). Ningún ejército se
llenará de valor y confianza si su propio grito carece de
convicción. Si seguimos creyendo que el poder de nuestros
enemigos es irresistible, si vemos a los enemigos como gigantes y
a nosotros mismos como saltamontes (Nm 13,33), nos dejaremos
llevar del pánico. Y el pánico es el peor enemigo
de un ejército.
Pero cuando aclamamos el poder del Señor frente a
los enemigos, descubrimos que éstos desaparecen ante
nosotros. "Sí, ciertamente se cubrirán de
vergüenza y sonrojo los que se inflamaban contra ti.
Serán aniquilados y perecerán los que te buscaban
querella. Buscarás a tus adversarios y no
encontrarás a los que te hacían la guerra" (Is
41,11-12).
Esta situación puede compararse a la de una
pesadilla. Soñamos con monstruos horribles que nos
persiguen corriendo. Pero cuando encendemos la luz en la
habitación, vemos que en un instante todos desaparecen,
porque eran sólo un invento de nuestra
imaginación.
M.L. King decía: "El miedo llamó a la
puerta. La fe salió a abrir. No había nadie". Y el
libro de Judit: "Entonces mis humildes gritaron y sus enemigos se
acobardaron. Mis débiles clamaron y ellos quedaron
aterrados. Alzaron su voz y sus enemigos se dieron a la fuga"
(Jdt 16,11).
2. El grito de guerra y el arca de la
alianza
Este grito de guerra estaba asociado a la presencia de
Dios que se hacía visible en el arca de la alianza.
"Cuando el arca de la alianza llegó al campamento, todos
los israelitas lanzaron un clamor que hizo estremecer la tierra.
Los filisteos oyeron este grito de aclamación y dijeron:
"¿Qué significa esta gran aclamación en el
campo de los hebreos? Y se enteraron de que el arca de YHWH
había llegado al campamento. Temieron entonces los
filisteos porque se decían: "Dios ha venido al
campamento". ¡Ay de nosotros! Nunca había sucedido
tal cosa" ¿Quién nos librará de la mano de
ese Dios poderoso? (1 S 4,5-6).
Cuando el arca de la alianza estaba guardada en el
templo de Jerusalén, el grito de guerra se utilizaba
también en las fiestas religiosas. Las fiestas se
convertían así en un nuevo medio de vida para este
grito que había tenido sus orígenes en el
campamento militar.
Podemos ver este motivo en el evangelio de S. Lucas.
María se nos presenta como la nueva arca de la alianza.
"El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra" (Lc 1,35). Es la
nube que cubría la tienda de la reunión (Ex
40,34-35), y más adelante el templo de Salomón (1 R
8,9-11).
Cuando Isabel vio que María venía a
visitarla, dijo las mismas palabras que había dicho David
cuando se enteró de que el arca de Dios venía hacia
él: "¿Cómo es que el arca de Dios va a
entrar en mi casas?" (2 S 6,9; Lc 1,43). Isabel celebró la
llegada de María dando un gran grito" (Lc 1,42).
"María se quedó con Isabel unos tres meses" (Lc
1,56). Es exactamente el mismo tiempo que el arca de la alianza
permaneció en casa de Obededom de Gat. (2 S
6,11).
3. La aclamación y la liturgia del
Templo
Como ya hemos dicho, el grito de guerra se lanzaba
también en la liturgia del Templo. Encontramos el verbo
???? en los siguientes contextos:
"¡Todos los pueblos batid palmas
(??????),
aclamad (????? a Dios con gritos de júbilo!" (Sal
47,2)
"¡Aclamad (????) a Dios toda la tierra,
cantad (???) a la gloria de su nombre
tributadle una alabanza a su gloria!" (Sal
66,1-2).
"¡Gritad de gozo (?????) para Dios nuestra
fuerza
aclamad (????) al Dios de Jacob!
¡Sonad la música, tocad la
pandereta,
el arpa y también la lira;
tocad el cuerno en la luna nueva
en la luna llena que es nuestra fiesta!" (Sal
81,2-4)
¡Aclamad (????) a Dios toda la tierra,
estallad (???) en gritos de gozo!
¡Cantad (???) a YHWH con la cítara, al son
de instrumentos
al son de la trompeta y el cuerno
aclamad (????) ante la faz del rey YHWH!
¡Brame (???) el mar y cuanto encierra,
el orbe y los que lo habitan!
¡Aplaudan los ríos (??????),
que los montes griten de gozo (????)!" (Sal 98,
4-8).
"¡Aclamad (????) a YHWH toda la tierra,
servid a YHWH con alegría!" (Sal
100,1-2)
Podemos ver que el sustantivo "aclamación" y el
verbo "aclamar" vienen acompañados habitualmente de otras
expresiones de ruido, el bramido del mar, los aplausos, los
gritos, el ruido de los truenos… La aclamación es una
experiencia ruidosa, bien distinta del silencio o dela quietud
características de la contemplación, la
meditación transcendental o el Zen.
La última referencia al grito de guerra la
encontramos en el libro del Apocalipsis. El P. Giblin, un jesuita
americano, ha publicado recientemente un libro sobre el
Apocalipsis desde el punto de vista de la guerra santa, como
clave de lectura. Entre los paralelos con la guerra santa podemos
incluir el grito de guerra que aparece tan frecuentemente en el
libro, sobre todo en los tres Aleluyas finales en el
capítulo 19. "El ruido de una muchedumbre inmensa en el
cielo que clamaba: "Aleluya!" (Ap 19,1) "el ruido de una
muchedumbre inmensa como el mugido de las grandes aguas, como el
rugido de violentas tormentas que clamaba: "Aleluya!" (Ap 19,6;
14,2).
B. LA SIGNIFICACIÓN DE LA
ALABANZA
1. Los tres momentos de la alabanza
¿A qué nos referimos cuando decimos que un
cuadro es admirable? No nos referimos a que el cuadro sea
admirado de hecho en este momento, sino que la admiración
es la respuesta correcta, apropiada ante ese cuadro. Los que lo
no admiran son personas romas, insensibles que se están
perdiendo algo importante.
Dios solicita nuestra alabanza. Sin embargo no es un
dictador, ni un millonario, ni una celebridad que necesite estar
rodeado de una corte de admiradores que le recuerden
continuamente lo maravilloso que es, y satisfacer así su
sed de gloria. Dios demanda nuestra alabanza en el mismo sentido
en que una obra de arte demanda nuestra admiración. No
apreciarla es perderse una experiencia única.
Los que aprecian la música clásica sienten
lástima de la mala suerte de los que son sordos o no
tienen un buen oído musical. El enamorado se compadece de
los que nunca se han enamorado. Al buen lector le dan pena
aquellos que nunca han leído un buen libro.
Dios demanda nuestras alabanzas como el objeto de
suprema bondad y belleza. La alabanza no le añade nada a
Dios, pero sí nos añade algo a nosotros.
Percibiendo la grandeza de Dios y disfrutándola el hombre
se abre al supremo deleite que le colma en lo profundo de su
ser.
Realizaremos ahora un análisis
fenomenológico de la alabanza como experiencia humana y
descubriremos que comporta tres etapas: la delectación, la
expresión y la invitación. La alabanza al rezar los
salmos será espontánea en el momento en que
tengamos la capacidad para deleitarnos en Dios, expresar nuestro
sentimiento e invitar a otros a compartirlo.
a.- Delectación
Todo goce se transforma espontáneamente en
alabanza a menos que la timidez o el miedo de incomodar a otros
venga a frenarlo. El mundo resuena de alabanzas: el tiempo que
hace, los vinos, la cocina, las motos, los sellos raros, e
incluso los políticos y los intelectuales.
Ser capaz de admiración es un rasgo típico
de un espíritu equilibrado y sensible. Los
maníacos, los amargados, los frustrados, alaban menos. Las
personas resentidas no son capaces de disfrutar de nada. Viven
continuamente hastiados y encuentran defectos en todo. Aun
pasando el Mar Rojo a pie enjuto se quejan de que el suelo
está un poco resbaladizo.
La belleza sólo existe en los ojos del que
contempla. No nos faltan cosas admirables; nos falta capacidad de
admirar. Pero "los que se admiran reinarán". Esta es una
de las pocas palabras del Señor que se nos han conservado
fuera de los evangelios canónicos (papiro
Oxyrrincos).
La admiración y la alabanza son los sentimientos
menos egoístas de todos. Mientras que la envidia nos
entristece cuando descubrimos las cualidades de los demás,
la alabanza nos hace experimentar una profunda
satisfacción al descubrir el resplandor del bien en todo
los que nos rodea, y no descansa hasta que puede expresar esta
satisfacción. Lo único que nos puede estropear el
disfrutar la voz de un cantante es compararnos con él y
pensar en lo mal que cantamos nosotros.
b- Expresión
El goce necesita expresarse. No podemos contener
nuestros labios (Sal 40). Hay un ¡Wuauuu! reprimido en
nosotros que se libera cuando los fuegos artificiales caen en una
cascada de luz y de color. O en la ovación de pie durante
20 minutos después de una soberbia interpretación
de una sinfonía de Beethoven. O en las lágrimas de
gozo de San Ignacio desde la terraza de su casa en
Roma.
La alabanza no se limita a expresar un sentimiento, sino
que viene a completar el gozo, a intensificarlo; es su plena
consumación. No es sólo por cumplido que los
enamorados sienten la necesidad de repetirse continuamente lo
mucho que se quieren. Es que el placer es incompleto hasta que se
ha expresado en palabras o gestos.
Cuanto más precioso es un objeto, tanto
más intensa será la delicia de admirarlo, y
más difícil será reprimir la alabanza que
pugna por salir de nosotros. Si fuese posible a la criatura
apreciar por completo la realidad más hermosa de todas,
eso sería el paraíso.
c- Invitación
Cuando el hombre alaba espontáneamente las cosas
que admira, invita también a los demás a compartir
esta admiración y esta alabanza. "¡Ven a ver…!" Al
convocar a todo el mundo a alabar a Dios, el salmista no hace
sino repetir lo que hacemos nosotros cuando hablamos de la
persona a quien amamos.
Es una verdadera frustración descubrir un nuevo
autor y no tener a nadie con quien compartir esta experiencia. O
el oír un buen chiste y no tener a nadie a quien
repetírselo. "Venid a ver todos vosotros, los que
teméis a Dios, y os contaré todo lo que ha hecho
por mí" (Sal 66,16).
Pero aquí en la tierra todavía no hacemos
sino afinar nuestros instrumentos. El paraíso es la
alabanza perfecta, aunque nuestras liturgias resultan muy
mezquinas. Sólo son intentonas de culto que rara vez se
ven coronadas de éxito y en muchos casos son un rotundo
fracaso.
Como cuando se afinan los instrumentos, hay aquí
todavía mucho trabajo y poco placer. Cumplimos nuestros
deberes religiosos, pero de cuando en cuando se nos deja gustar
un poco a Dios y podemos gozar de él expresando nuestra
vivencia con la más bella de las
melodías.
2. La belleza de la liturgia
Como hemos mostrado, la adoración es una
experiencia emocionante, y no un deber fatigoso, una tarea
desagradable. Al creyente se le pide ante todo que se goce en
Dios. "Pon tus delicias en el Señor, y él te
dará todo lo que desea tu corazón" (Sal 37,4) Todo
en la liturgia debe colaborar a crear una experiencia agradable e
inolvidable. Todo debe hablar a los sentidos: la belleza del
edificio, la blancura de los vestidos y paños del altar,
el perfume del incienso, y por encima de todo la calidad de la
música y el canto.
"Volved a él vuestros ojos y quedaréis
radiantes" (Sal 34,6). La música serena nuestro
corazón y nos ayuda a relajarnos de nuestras tensiones.
Cuando Saúl era atacado por un espíritu depresivo,
le aconsejaron: "He aquí que un mal espíritu te
aterroriza. Que nuestro señor dé la orden y los
servidores que le asisten buscarán alguien que sepa tocar
la cítara. Cuando el mal espíritu te asalte,
él tocará y te sentirás mejor" (1 S
16,14-16).
"¡Qué bueno es cantar para nuestro Dios,
qué dulce es alabarlo!" (Sal 147,1). "A los corazones
rectos les va bien la alabanza. Dad gracias al Señor con
el arpa (?????), tocad para él la lira de diez cuerdas
(????????); cantadle un canto nuevo , tocad la música
más bella en la aclamación" (Sal 33,1-3). "Es bueno
dar gracias a YHWH, y tocar para tu nombre oh Altísimo,
anunciar por la mañana tu misericordia, tu fidelidad por
la noche, con la lira de diez cuerdas y la cítara, con
arpegios del arpa " (Sal 92,2-4).
Esta es la razón por la que los judíos
querían ir al Templo en peregrinación para
participar en aquellos momentos gloriosos de alabanza colectiva
"Sólo una cosa pido a YHWH, eso buscaré, habitar en
la casa de YHWH todos los días de mi vida, saborear la
dulzura del Señor y contemplar su templo" (Sal
27,4).
La música era uno de los elementos más
importantes de aquella alabanza. Hemos visto ya hasta qué
punto los salmos fueron compuestos para ser cantados y
acompañados por instrumentos. Nada menos que 19
instrumentos son mencionados en la Biblia. Entre los instrumentos
de cuerda tenemos el arpa (??????), la lira de doce cuerdas
(???), la lira de diez cuerdas (????????), el laúd
(?????). Entre los instrumentos de viento, la doble flauta
(????), el cuerno (????), la trompeta (??????), y el ????
(¿flauta?). Había también una gran cantidad
de instrumentos de percusión, como los címbalos
(???????), castañuelas (?????), panderetas
(?????).
El cuerpo, el alma, el espíritu, el hombre entero
en todas sus dimensiones, es invitado a participar en la
liturgia. Nuestro cuerpo, en tanto que sacramento de nuestro ser
interior, debe expresarse en la oración. Si la
oración es una elevación del espíritu ("A ti
levanto mi alma": Sal 25,1), podemos expresar esta
elevación alzando nuestros ojos como hacía
Jesús (Jn 17,1). "A ti levanto mis ojos, a ti que habitas
en el cielo" (Sal 123,1).
Elevar nuestras manos es otra manera sugerente de dar
expresión corporal a este movimiento ascensional
característico de toda oración. "Así quiero
bendecirte en mi vida y levantar las manos a tu nombre" (Sal
63,5). Levantar las manos es un gesto paralelo al de la nubecita
de incienso que sube hasta el cielo" (Sal 141,2). La palabra
hebrea para la elevación de manos es "palmas", indicando
que las palmas de las manos estaban dirigidas hacia el
cielo.
Arrodillarse para adorar, incluso prosternarse, es la
posición característica de la adoración,
hasta el punto en convertirse en término técnico
para designar el culto dado a Dios (Gn 24,52; 2 Cr 7,3). La
prosternación exige que la nariz llegue a estar en
contacto con el suelo (Gn 18,22; Nm 22,31).
Danzar era también una expresión cultual.
Dos veces en los salmos se nos invita a alabar a Dios con la
danza (Sal 149,3; 150,4). El libro de Samuel nos relata como
David danzaba con todas sus fuerzas delante del arca (2 S 6,14).
Hay al menos diez raíces en hebreo que describen distintos
tipos de danzas, aunque no podamos identificar algunas de ellas:
danza ordinaria (???), rotativa (????), a saltos sobre el suelo
(???), a brincos (???), hacia adelante (???), saltar con los dos
pies (???), girando (???), a la pata coja (???), en corro
(???).
3. La alabanza como don
La alabanza no brota de nuestros labios
espontáneamente. Es un don que recibimos del Señor.
Por esta razón es un don que tenemos que pedir con
humildad. "Señor, abre mis labios y mi boca
proclamará tu alabanza" (Sal 51,17). Es el Señor
mismo quien pode su alabanza en nuestros labios como un don "Puso
en mi boca un cántico nuevo, un himno a nuestro Dios" (Sal
40,4).
El mejor comentador de los salmos, San Agustín,
ha dado una gran importancia a este tema del canto nuevo (Texto
22). Y se pregunta varias veces en qué consiste este canto
nuevo. Su respuesta es que sólo un hombre nuevo puede
cantar el canto nuevo. La renovación de nuestra liturgia y
de nuestra música religiosa sólo vendrá como
consecuencia de una renovación del corazón del
hombre por la gracia del Espíritu (Comentario al salmo 32,
y 149).
Más de una vez el salmista parece chantajear a
Dios diciéndole: "Te gusta la alabanza, haz esto por
mí y te alabaré". Pero esto hay que entenderlo
más profundamente con san Ireneo. Este nos dice que
"gloria Dei homo vivens". La gloria de Dios se produce cuando el
hombre vive, consiste en que el hombre viva. Cuanto más
abundante es la vida de Dios en nosotros, en mayor medida
podremos alabar a Dios.
La alabanza es el desbordamiento de la vida que hay en
nosotros, el resplandor del ser. El rey Ezequías declara
en su canto: "El she"ol no te alaba, la muerte no te glorifica.
El vivo, sólo el vivo te canta, como yo ahora, el padre
enseña a sus hijos tu fidelidad" (Is 38, 18-19; Sal
6,6).
4. Un ejemplo de Alabanza: el Salmo 84
Hemos escogido como ejemplo de una himno de alabanza el
salmo 84 que aparece en los laudes del lunes de la tercera
semana. Este salmo es un notable ejemplo de la devoción
judía hacia el santuario de Jerusalén. Lo hemos
escogido para mostrar lo excitante que podía llegar a ser
la experiencia de peregrinación que se anticipaba
gozosamente antes de ponerse en camino, y culminaba al llegar a
la vista del Templo, donde tendrían la oportunidad de
participar en los cantos, en los sacrificios y en la
plegaria.
A) NATURALEZA DEL SALMO
Aunque no forme parte explícitamente del grupo de
"salmos de peregrinación" o graduales (120-130), en el
fondo, en el contenido y en el estilo, encontramos aquí la
oración de un peregrino que expresa su delectación
en el Señor. La alegría comienza en el momento en
que se decide a partir (Cfr. Sal 122: "¡Qué
alegría cuando me dijeron vamos a la casa del
Señor!"). Acompaña al peregrino a través de
las dificultades del viaje y llega a su cumbre cuando visita el
templo y puede tomar parte en la liturgia de alabanza.
Una manera de alabar a Dios indirectamente es alabando
todo lo que le pertenece, el templo, la ciudad santa, las
bendiciones que emanan de ese lugar. El contexto podría
ser la Fiesta de los Tabernáculos, si tenemos en cuenta la
mención de la primera lluvia. En esta fiesta se
pedía el don de la lluvia, se celebraba la realeza de Dios
y se ofrecían oraciones por el rey
davídico.
2. ANÁLISIS LITERARIO DEL SALMO
En tres estrofas el poema va cantando el deseo del
peregrino (2-5), el viaje (7-8) y su estancia en el Templo con la
plegaria por el rey (9-11). Todo termina con un canto de gozo por
las bendiciones que provienen de esa experiencia
(12-13).
a.- Deseo y nostalgia de Dios
v.3.- Este salmo nos recuerda el 42-43,
en el que el poeta exiliado añora los atrios del
Señor, y se identifica con la cierva que corre hacia las
aguas. El salmo 84 utiliza la imagen del gorrión que es
equivalente y está cargada de afectividad positiva. Es
frecuente en la lírica el identificarse con los animales
que uno contempla, proyectando sobre ellos los propios
sentimientos del poeta.
Más adelante hablaremos de la experiencia del
desterrado entre paganos que recuerda las fiestas gozosas del
templo y desea intensamente poder viajar a Jerusalén para
poder participar en ellas de nuevo. Esta nostalgia de la cierva
está expresada en el salmo 84 mediante dos verbos: ????
(nikhsaf) añorar y ??? (kalah) languidecer. Estos
sentimientos afectan al hombre entero: alma, cuerpo y
carne.
b.- El nido del
gorrión
v.4.- El salmista envidia la suerte del
gorrión que ha hecho su nido junto al altar. El nido
expresa la idea de residencia permanente (Nm 24,21, Abd 4, Hab
2,9), en contraste con la fugacidad de la visita del peregrino
que sólo puede pasar unos días en el templo y debe
regresar a vivir entre hombres malvados. "Dichosos los que viven
en tu casa alabándote siempre". Pero también,
aunque menos, dichosos los peregrinos que preparan sus
viajes.
Encontramos en el salmo tres macarismos o
bienaventuranzas, dos al principio y uno al final. Uno de los
macarismos se refiere a los que viven permanentemente en el
templo (sacerdotes y levitas), el segundo al peregrino que se
pone en camino. Y sin duda que la mejor parte es la del que
reside permanentemente en el templo (Sal 65,5).
c.- La puesta en camino
v.6-. "Dichoso el hombre que encuentra
en ti su fuerza al planear en su corazón una
ascensión". El texto hebreo tiene la palabra "ponerse en
camino", pero los LXX y la Vulgata traducen por
"ascensión", anábasis; palabra técnica para
designar la peregrinación. Preparar una ascensión
es una expresión sugerente en la vida espiritual, para
unos ejercicios, un retiro, un tiempo de silencio… Desde el
momento en que se proyecta esta aventura espiritual, el alma se
llena de gozo.
d.- El valle
v.7.- Este verso contiene 3 palabras que
se pueden leer diferentemente: el valle de Baka' ??? puede ser el
valle del terebinto o el valle de las lagrimas. Moreh ????? puede
significar "maestro" (LXX, Vulgata), o "primeras lluvias". Hay
finalmente un juego de palabras con las consonantes de ????, que
pueden leerse como berakah (bendición) o berekah
(alberca).
La idea general es que en mitad de un árido
valle, o valle de sufrimientos, las primeras lluvias son un signo
de bendición que el peregrino sediento encuentra a lo
largo de su viaje. La transformación del valle seco en
lugar de aguas nos recuerda el texto de Os 2.17, donde el valle
de Akor (infortunio) se transforma en Petah Tiqwah ??????????: la
puerta de la esperanza.
El segundo Isaías también ha contemplado
el regreso del exilio como un camino a través del desierto
en el que brota el agua, la tierra abrasada se torna en estanque
y el suelo seco en aguas vivas (Is 35,6-7).
e.- Los baluartes
v.8a. "De baluarte en baluarte".
También aquí encontramos un juego de palabras. El
verso se refiere quizás a las diversas fortalezas por las
que había que pasar a lo largo del viaje, o a los
baluartes de la ciudad que el peregrino circundaba en el momento
de llegar. Pero también se puede traducir "de altura en
altura", de fuerza en fuerza, , en el sentido de que el peregrino
renueva sus fuerzas, porque no se fatiga. Su deseo pone alas a
sus pies (Cfr. Is 40,29-31). Cuando uno está muy
ilusionado por algo parece que no siente en absoluto la
fatiga.
f.- Ver a Dios
v. 8b. "ser visto delante de Dios". Es
una antigua variante para evitar la expresión "ver a
Dios". El sentido original guardaba semejanzas con la
peregrinación pagana en la que el peregrino al llegar al
santuario veía la estatua del dios. "Ver a Dios" se
convirtió en un sinónimo de visitar un santuario
(Sal 42,3). La expresión pertenece al mundo de los
santuarios cananeos. Más tarde los judíos la
consideraron teológicamente impropia, porque en
Jerusalén no había estatua de dios, y los escribas
censuraron el texto simplemente cambiando las vocales en el texto
masorético, y poniendo "ser visto" en lugar de "ver":
????? en vez de ???? ver, "será visto", se
presentará.
g. La oración por el
rey
vv. 9-10.- Era corriente orar por el rey
en el templo. El bienestar del rey era la garantía del
bienestar del país. La palabra "nuestro escudo" puede ser
leída como vocativo, referida a Dios; "¡Oh Dios,
nuestro escudo, mira al rey!" (3,4; 18,3; 28,7), o como acusativo
referido al rey: "¡Oh Dos, mira al rey, nuestro escudo!".
(Lm 4,20). En una lectura mesiánica el cristiano de hoy
invoca a Dios Padre y le pide que se fije en el rostro de Cristo
y derrame su gracia sobre su cuerpo místico que es la
Iglesia y la comunidad concreta que está
orando.
h.- Un día en tus
moradas
v.11.- "Un día en tus moradas
vale más que mil". La palabra hebrea ?????: "he escogido",
puede ir unida a la línea siguiente: "He escogido vivir en
el umbral de la casa de Dios…" Pero quizás es un texto
corrompido, y habría que leer behadri: en mi
habitación. "Un día en tus moradas vale más
que mil en mi habitación". El contraste entre 1 y 1000 es
convencional (Dt 34,20; Jos 23,10; Sal 90,4). La idea es que el
peregrino sólo se puede quedar unos días en
Jerusalén en contraste con los mil días que tiene
que pasar en su casa, junto a las tiendas de los
malvados.
i. El umbral
v.11b. "Quedarse en el umbral", histofef
Se trata de un hapax, derivado de la palabra ??: umbral.
Esto añade un contraste más a la oposición
entre el Templo y la casa del peregrino. Es mejor vivir un solo
día en el umbral del templo (en el último
rincón), que mil días en el interior de mi casa,
cómodamente arrellanado junto a los malvados.
j. Sol y escudo
v.12. Dios es sol y escudo, según
el TM. Es el único texto donde Dios recibe el nombre de
sol. La versión de los LXX es muy diversa. "El
Señor ama la gracia y la verdad" y supone la
traducción de un texto hebreo totalmente diverso del texto
masorético actual.
k. Última
bienaventuranza
Termina el poema con la tercera de las bienaventuranzas
aplicada al hombre que confía en el Señor. La
confianza en Dios es la fuente de la verdadera alegría. El
peregrino está seguro de que su viaje transcurrirá
sin percances, y esta seguridad es la causa de su
alegría.
3. LA PEREGRINACIÓN
ÉTICA
Según Schökel el último verso
introduce la idea de una peregrinación ética. Los
que marchan en la honradez reciben del Señor favores,
honor y bienestar. La estancia en el templo no es sólo una
vivencia cúltica, sino que tiene como consecuencia una
vida ética más exigente para el creyente. De nada
serviría corretear por lugares santos si de hecho nuestra
vida no se hace más santa. El camino hacia
Jerusalén designa una vida de ascensión
espiritual.
San Agustín ha escrito uno de sus comentarios
más inspirados a este salmo, describiendo la
tensión entre presencia y ausencia, posesión y
nostalgia. San Juan de la Cruz en su "Subida al Monte Carmelo"
aplica estos términos a la peregrinación espiritual
de todo cristiano. Por eso este salmo resulta muy adecuado a la
hora de comenzar alguna experiencia fuerte de oración,
como pueden ser unos ejercicios espirituales y por supuesto
podría ser un magnífico punto de partida para los
que de hehcho emprenden una peregrinación a Tierra Santa o
a visitar algún otro Santuario especial donde uno espera
tener un encuentro fuerte con Dios.
C) SALMOS Y SUFRIMIENTO
HUMANO
1. Estereotipos y simbolismos
Uno podría esperarse que en los salmos de
lamentación las personas estén dispuestas a
desahogarse y expresar todo lo que están viviendo sin
freno ni inhibición. Y sin embargo los salmos de
lamentación son más estereotipados que
ningún otro tipo de salmo, sobre todo a la hora de
describir el sufrimiento. Es difícil saber a qué
tipo de sufrimiento se refieren de hecho. En muchos casos el
suplicante se queja a la vez de enfermedades y de
enemigos.
La mejor manera de comprender la naturaleza de la
lamentación es alcanzar una comprensión más
profunda del sufrimiento humano. De cualquier forma como el
sufrimiento pueda presentarse en nuestra vida, enfermedad,
catástrofe natural, guerras, persecuciones, soledad, el
orden normal de las cosas es roto y el desorden gobierna la vida
del hombre. Este se siente tan turbado que no es capaz de
reconocer la causa de esta desgracia y no consigue
definirla.
Lo primero que hay que hacer es recurrir a un esquema de
comportamiento religioso para cambiar este peligro desconocido en
una realidad conocida. Esto evita una angustia global que
podría dominar su inteligencia y paralizar su
voluntad.
Así este esquema comportamental, esta "forma",
tiene una función creativa. Reconoce la situación
imponiendo sobre ella una forma eficaz de reaccionar y al mismo
tiempo adapta la situación a nuestra forma de reaccionar.
Por consiguiente hay una laguna, una ausencia total de detalles
concretos en la descripción del problema del suplicante.
No se hace sino clasificar la situación, para responder a
la interpretación que parece sugerir el esquema general de
comportamiento. Hay por tanto un movimiento en dos direcciones.
Por una parte a nivel de la conciencia es el esquema el que
aparece, y por otra parte es el esquema el que proporciona a la
crisis sus características concretas.
Peter Berger ha descrito bien este caos que comienza a
abrirse en nuestra vida. Pone el ejemplo de una pesadilla.
Terribles monstruos atacan la vida de un niño. Este
horrorizado ante este caos incipiente, invoca a su madre como
sacerdotisa del orden que hay que salvaguardar. Toma al
niño en los brazos, e intenta que se vuelva a dormir con
el eterno gesto de la Magna Mater o de nuestra Madona. Al
hablarle, sus palabras son invariablemente las mismas. "No tengas
miedo. Todo está bien. Todo está en orden". El
niño recobra la confianza en el ser y se duerme de
nuevo.
Recobrar la confianza en el ser, exorcizar el desorden
con formas estereotipadas, es precisamente lo que nos hace falta.
Lo que nos amenaza no es un peligro que podamos designar con el
dedo. Lo que nos amenaza es la nada, el caos, la muerte que se
anticipa en toda forma de enfermedad o de situación de
debilitamiento.
Las enfermedades y los enemigos son manifestaciones de
un mundo trascendente, que está habitado por el mal con
las características del she"ol o el dominio de la muerte.
Este es el esquema común que se presenta a las personas
que se encuentran en una profunda angustia.
El dominio de la muerte se va imponiendo con autoridad
sobre la persona que sufre. No se presta atención a los
aspectos que nos permitirían describir la situación
desde nuestro punto de vista moderno. La idea de una unidad rota
o de una armonía perturbada lo domina todo y cubre con su
sombra las verdaderas causas del mundo inmanente.
Así toda enfermedad es considerada como signo de
una muerte amenazante A nivel del simbolismo no hay deferencia
radical entre enfermedad grave y leve. Toda enfermedad es un
anticipo de una muerte cercana. En nuestro mundo reprimimos el
miedo a la muerte evitando hablar de su posibilidad. El hombre
bíblico mira cara a cara a la muerte cercana, reconoce su
amenaza, anticipa su intervención de modo que pueda
exorcizar así el poder de la muerte.
2. La Amenaza del Caos
El caos en el libro del Génesis se describe como
"tohu wabohu" (Gn 1,2). Un abismo profundo de aguas revueltas que
abre su garganta para tragarnos. El diluvio se describe en la
narración sacerdotal como el retorno del mundo al caos
primordial. Este caos que se inicia en nuestra vida se designa
como "Aguas turbulentas". "El abismo llama al abismo con el
estrépito de su cascada. Todas tus olas han pasado encima
de mí" (Sal 42,8). "Sálvame, oh Dios porque las
aguas me han entrado hasta mi garganta. Me hundo en la
ciénaga, y no tengo ningún asidero. He entrado en
el abismo de las aguas y las olas me sumergen" (Sal 69, 1-2).
"Las aguas me habían rodeado hasta la garganta. El abismo
se abría a mis pies. Un alga estaba enredada alrededor de
mi cabeza, en la raíz de las montañas" (Jon 2,6-7).
Para un vista de conjunto de la referencias bíblicas sobre
este tema, ver la nota del Salmo 18, verso 5, en la Biblia de
Jerusalén.
El abismo que se abre a mis pies se llama "she"ol" o
"pozo". "Mi alma está repleta de males y mi vida
está al borde del she"ol; ya me cuento entre los que
descienden a la fosa, soy un hombre acabado… Me has rechazado
al fondo de la fosa, en las tinieblas, en los abismos…" (Sal
88, 4. 7). "Me envolvían los lazos del she"ol, delante de
mí las trampas de la muerte" (Sal 18,5). La boca de los
enemigos es también como una tumba abierta (Sal 5,10). La
boca del mentiroso es como la garganta de un animal salvaje que
quiere devorarnos (Sal 14,4). Y detrás de todos estos
enemigos, el mar que siempre está presto a tragarse la
creación entera (Sal 104,9).
El she"ol está situado en alguna parte del
interior de la tierra. La tierra es como un disco plano que flota
sobre las aguas. Por eso las aguas pertenecen también al
dominio de la muerte, y están habitadas por
Leviatán y toda clase de monstruos como los que
intervienen en nuestras pesadillas. Emergen desde un abismo
profundo por debajo de nuestros pies que chapotean y vienen a
tragarnos enteros.
Leviatán está ya presente en la literatura
ugarítica. Se le describe como la serpiente fugitiva, el
dragón marino (Is 27,1). No es de extrañar que en
el libro del Apocalipsis, cuando se nos describe el cielo nuevo y
la tierra nueva, se nos dice que el reino del dragón ha
sido abatido para siempre y que "ya no hay mar" (Ap
21,2).
El pozo se nos describe como una trampa. "Nuestra alma
ha escapado como un pájaro de las redes del cazador. La
red se ha roto y hemos podido escapar" (Sal 124,7). Otra imagen
favorita para la amenaza de la muerte es la de la ciénaga"
(Sal 69,3), las arenas movedizas. "Me sacó de la fosa
fatal, de las aguas cenagosas" (Sal 40,3). Estas dos
imágenes tienen algo en común. Son situaciones en
las cuales yo no me puedo librar a mí mismo. Es solamente
otra persona la que me puede librar de la red o de la
ciénaga. Mis esfuerzos por salir sólo sirven para
enredarme más en la tela de araña. Mis chapoteos
para salir de la ciénaga no hacen sino hundirme más
aún. La salvación es una realidad trascendente. Es
Dios quien debe desenredarme y romper la red. "Nuestro auxilio es
el nombre del Señor que hizo el cielo y la tierra" (Sal
124,8).
Esto no quiere decir que el hombre no pueda recurrir a
toda clase de medios humanos para salir de la situación.
Combate con los enemigos, se somete a un tratamiento
médico. Pero sólo Dios puede salvarle de esa
dimensión trascendente del mal que ha hecho su
aparición en mi vida a través de las mediaciones de
la enfermedad o de la persecución.
3. Descripción del sufrimiento
Es cierto que el salmista no nos da ningún
indicio sobre la naturaleza y las causas de su sufrimiento.
Sólo a grandes rasgos describe los síntomas, y la
manera de sentirse. Podemos recordar la descripción que
San Ignacio nos da sobre la desolación, incluyendo todo
tipo de matices. Veamos algunas de las características
más dramáticas:
"Estoy en el abismo de las aguas y las olas me sumergen"
(Sal. 69,2).
"Me canso de llorar, mi garganta arde, mis ojos se
consumen de esperar a mi Dios" (Sal 69,3).
"Me siento sin fuerza, mis huesos están
dislocados" (Sal 22,15).
"Mis pecados me sobrepasan la cabeza, como un fardo
demasiado pesado para mí. Mis llagas hieden y están
podridas a causa de mi locura: encorvado, abatido totalmente,
sombrío ando todo el día" (Sal 38,5-7).
"El corazón me traquetea, mis fuerzas me
abandonan, me falta la luz misma de mis ojos" (Sal
38,11).
"Estoy cerrado y sin salida, mis ojos se consumen por la
desdicha" (Sal 88,9).
"Has alejado de mí amigos y compañeros, y
me has hecho un espanto ante sus ojos" (Sal 88,9).
Mencionemos los distintos rasgos que se han utilizado en
este cuadro tan sombrío:
1.- Sin punto de apoyo, si estabilidad, ciénaga,
no hacer pie…
2.- El agua me llega a la garganta, me encuentro
ahogado.
3.- Asfixia, respiración difícil, angina
de pecho …
4.- Debilidad, falta de ánimos.
5.- Un fardo sobre mis espaldas que me dobla en
dos.
6.- Oscuridad, falta de luz en mis ojos. Imposible ver
el camino.
7.- Desmoronamiento, deterioro progresivo.
8.- Culpabilidad, desprecio propio, echar de sí
mal olor, peste.
9.- Soledad. Estar arrancado de entre los hombres,
marginalidad.
10.- Miedo del futuro, traqueteo del corazón,
temblor de rodillas.
11.- Estar cerrado y sin salida.
4. Enfermedades y enemigos
A menudo en el mismo salmo el orante se queja de dos
cosas distintas, enfermedades y enemigos (Sal 22,13-19;
38,6.8.12.20; 41,4.6-8; 102,4-9). ¿Cómo podemos
explicarnos la aparición simultánea de estos dos
males en la misma oración?
Puede ser que los dos se usen en sentido
simbólico, como dos juegos de imágenes para
describir el sufrimiento. Pero podemos intentar buscar una
relación más profunda entre la enfermedad
física y el odio. Son nuestras relaciones deterioradas las
que nos hacen enfermarnos, y son nuestras enfermedades las que
nos llevan a un deterioro de nuestras relaciones.
Hay un lazo profundo entre enfermedad y hostilidad. El
odio que los otros nos tienen puede enfermarnos, incluso sin
necesidad de recurrir a la magia negra y a clavar alfileres en un
muñequito. Por otra parte es también cierto que
"una persona enferma se va progresivamente separando de la
sociedad, de su familia y de sus amigos. "Una desgracia nunca
viene sola". Enfermedad, soledad, pobreza, mala conciencia…
"Amigos y compañeros se alejan de mis llagas, hasta los
más próximos se quedan a distancia; maquinan los
que buscan mi alma, y los que traman mi mal hablan de ruina" (Sal
38,12-13). "De todos mis opresores me he hecho el oprobio, asco
soy de mis vecinos, espanto de mis familiares. Los que me ven en
la calle huyen lejos de mí; dejado estoy de la memoria
como un muerto, como un objeto de desecho" (Sal 31,12-13).
"Alejas de mí amigos y compañeros. Mi
compañía son las tinieblas". (Sal 88,19). "Me
parezco al búho del yermo, igual que la lechuza en las
ruinas. Insomne estoy y gimo como el pájaro solitario en
el tejado" (Sal 102, 7-8).
La descripción de la enfermedad física en
los salmos alude siempre a un estigma social o psicológico
que lleva consigo la enfermedad. La marginación es su
consecuencia. El boicot de la sociedad contra los enfermos
aumenta enormemente el sufrimiento. El enfermo debe soportar los
dolores físicos él solo. En las descripciones de
los salmos podemos a veces encontrar rasgos de síntomas
tales como la fiebre, dolor de piernas, inflamación de
ojos. Pero no olvidemos que estos rasgos pueden tener un
significado meramente simbólico, las piernas sufren a
causa de la tensión, y los ojos sufren a causa de las
lágrimas sin que ellos mismos estén
enfermos.
"Soy como agua derramada, todos mis huesos se dislocan,
mi corazón es como cera en el fondo de mis
entrañas, mi paladar está seco como una teja, y mi
lengua se me pega al maxilar" (Sal 22,15-16). "Mis riñones
arden de fiebre, no hay nada intacto en mi carne; roto,
aplastado, acabado; me hace rugir la convulsión del
corazón" (Sal 38, 8-9).
Las lágrimas son la expresión más
frecuente del sufrimiento, y llenan el libro de los Salmos.
"Estoy extenuado de gemir, baño mi lecho cada noche,
inundo de lágrimas mi cama. Mi ojo está
corroído por el tedio, ha envejecido entre opresores" (Sal
6, 7-8). "Estoy exhausto de gritar, arden mis fauces, mis ojos se
consumen de esperar a Dios" (Sal 69,4). Pero el orante siempre
derrama su corazón delante de un Dios que "recoge las
lágrimas en su odre" (Sal 56,9).
Inconscientemente tendemos a referir siempre la
desgracia al pecado, aunque conscientemente reprimamos esta
referencia. El sufrimiento físico desencadena en nosotros
un proceso de acusación y pecado. La acusación de
mismo, de los otros, y para acabar la acusación contra
Dios. El sufrimiento me lleva a condenarme a mí mismo y a
justificarme condenado a los otros. Deberíamos negarnos a
entrar en este proceso, lo mismo que Job se negaba a aceptar las
razones de sus "amigos".
"Despreciable y desecho de hombres, varón de
dolores y sabedor de dolencias, como uno ante quien se oculta el
rostro, despreciable y no le tuvimos en cuenta… Nosotros le
tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado" (Is 53,
3.5).
En la teología del Antiguo Testamento
sufrimiento, enfermedad y pecado están siempre
estrechamente ligados. El pecador es castigado con la enfermedad,
y todo enfermo debe de haber pecado. Un pecador no es digno de
relacionarse con otros miembros de la comunidad. Por consiguiente
el que sufre es abandonado por sus amigos y compañeros de
culto. A sus ojos parece que incluso se hubieran convertido en
sus enemigos. Y lo que es más, se siente abandonado por
Dios. La enfermedad es como el sacramento, la
manifestación visible del pecado en nuestras vidas. Un
camino de salida para esta situación es la
confesión de los pecados. La confesión abre al
pecador para que pueda tener "el son del gozo y la
alegría, y se alegren los huesos quebrantados" (Sal
51,10). Es lo que sucede en los siete salmos
penitenciales.
O bien hay otra alternativa. Insistir sobre la inocencia
como Job, y abrirse a la nueva interpretación de un
sufrimiento redentor. Esta interpretación nos lleva ya al
umbral del Nuevo Testamento.
D. EVITAR LA CONNIVENCIA
1. Los textos bíblicos
Un fenómeno común en los salmos es la
afirmación del salmista de que no tiene nada que ver con
los malvados y se esfuerza siempre por evitar tener contactos con
ellos.
"Hazme justicia, YHWH, pues yo camino en mi
entereza…
No voy a sentarme con los falsos,
no ando con hipócritas,
odio la asamblea de los malhechores,
y al lado de los impíos no me siento.
Mis manos lavo en la inocencia,
y ando en torno a tu altar." (Sal 26,1.4-6).
"No dejes que tienda mi corazón a cosa
mala
a perpetrar acciones criminales en
compañía de malhechores
y no guste yo lo que hace sus delicias.
Que el justo me hiera por amor y me corrija,
pero el ungüento del impío jamás
lustre mi cabeza" (Sal 141,4-5).
"YHWH, ¿no odio a los que te odian?
¿No me asquean los que se alzan contra
ti?
Con odio colmado los odio,
son para mí enemigos " (Sal
139,21-22).
"Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los
impíos
ni en la senda de los pecadores se detiene,
ni en el banco de los burlones se sienta" (Sal
1,1).
"Mi corazón tu sondeas, de noche me
visitas;
me pruebas en el crisol sin hallar nada malo en
mí
mi boca no claudica al modo de los hombres.
La palabra de tus labios he guardado,
por las sendas que tú trazas ajustando mis
pasos,
por tus veredas no vacilan mis pies" (Sal
17,3)
Basta con estos textos para mostrar lo frecuente que es
en los salmos esta actitud de rechazo de todo trato con los
malvados. Por eso no es de extrañar que los fariseos, que
estaban familiarizados con estas actitudes, se escandalizasen de
la actitud que el Señor tenía hacia los pecadores.
"Acoge a los pecadores y come con ellos" (Lc 15,3). Simón
se rebeló contra el hecho de que el Señor se dejase
ungir por una pecadora, exactamente en contra de la
profesión del salmista: "un pecador jamás me
ungirá la cabeza" (Sal 141,5).
Si se tiene en cuenta que los pecadores de la
época no respetaban las prescripciones alimentarias de la
pureza (kashrut) comprendemos lo escandaloso del comportamiento
de Jesús, en ruptura con alguno de los mandamientos
más sagrados de la ética farisea.
Pero, en contraste con este comportamiento, encontramos
también en el Evangelio otros pasajes que parecen estar
más de acuerdo con el punto de vista tradicional que
aparece en los salmos. El miembro de la comunidad que no quiere
rechazar su mal camino es expulsado de la comunidad. "Si se niega
a escuchar a la comunidad, tenle como un pagano o un publicano"
(Mt 18,17).
Pablo insiste en la necesidad de expulsar a los
pecadores públicos de la comunidad cristiana, basando su
argumento en el hecho de que "un poco de levadura basta para
fermentar toda la masa" (1 Co 5,6). Por ello el miembro
incestuoso de la comunidad de Corinto debía ser expulsado
de la comunidad (v. 2). Y en general ¿cuál
debería ser el comportamiento hacia el hermano que lleva
una vida inmoral o es usurero, o idólatra, o calumniador,
o deshonesto? "No deberíais ni siquiera comer en
común con este tipo de personas" (v. 11).
Parece que hemos vuelto a la casilla cero.
¿Estamos otra vez en el Antiguo Testamento olvidando que
Jesús compartía la mesa de los pecadores? O
más bien hay una parte de verdad en estos salmos que sigue
siendo válida en el Nuevo Testamento y que hace posible y
significativo el que sigamos recitando estos textos en los
salmos?
2. ¿Cómo interpretar estos
textos?
C. S. Lewis, en sus Reflexiones sobre los
Salmos formula algunos principios que pueden ayudarnos a
resolver esta pregunta. Intentaremos resumirlos aquí.
Comienza subrayando los peligros que hay en juzgar a nuestros
vecinos. Es un juego muy peligroso y casi mortal odiar a aquellos
que tenemos como enemigos de Dios, y evitar la
compañía de aquellos a quienes tenemos por
pecadores, pensando que nosotros somos demasiado buenos para
mezclarnos con ellos.
Esto nos lleva directamente al fariseísmo en el
sentido que tradicionalmente se ha dado a esta palabra. Pero
después de haber dicho esto, sería ingenuo leer
esos pasajes sin caer en la cuenta de que hay aquí un
problema real en nuestra vida de hoy.
Con frecuencia oímos decir que tal director de
periódico es un canalla, que tal político es un
manipulador, que fulano ha tratado a su mujer de un modo
abominable, y sin embargo nadie rehúsa su trato, y
más bien se comportan con ellos de una manera cordial.
Algunos incluso hacen toda clase de esfuerzos por frecuentar su
compañía, por conseguir entrar en su
círculo. Desean comprar su periódico o ser
presentados en el curso de una recepción.
El hecho de ser un canalla no incurre ningún
castigo social. ¿No debería ser la sociedad
más coherente condenado a estas personas al ostracismo,
como el verdugo en la Edad Media, abandonado por sus conocidos, y
rechazado si se atrevía a acercarse a una mujer
respetable?
No es deseable que la misma persona disfrute a la vez de
las ventajas de la tiranía y de las ventajas de ser bien
considerado entre sus iguales. Los pecadores que Jesús
frecuentaba eran personas excluidas de la sociedad. Las gentes
honradas evitaban su compañía. No podemos poner en
el mismo nivel la situación del Evangelio con la de los
pecadores de hoy que son a menudo personas respetables,
influyentes. Los pecados de los publicanos y de las prostitutas
incurrían un estigma social, y este no es el caso de
nuestros pecadores públicos y políticos
corrompidos, estrellas de cine que tramitan su quinto divorcio y
periodistas deshonestos.
¿Cómo debemos comportarnos frente a gente
perversa que son poderosos y se enriquecen impunemente? Si son
personas marginadas, pobres y miserables, cuyas transgresiones
evidentemente no han pagado, entonces Jesús ya nos ha
mostrado cómo comportarnos con ellos. El médico no
ha venido para los sanos sino para los enfermos. Esos publicanos
cuya mesa frecuentaba Jesús eran como el verdugo, gente
fuera de todos los círculos sociales decentes.
Jesús no frecuentaba su compañía para
obtener de ellos contribuciones substanciales para los pobres, o
fondos para una asociación caritativa.
¿Es diferente nuestra situación de hoy?
Mucha gente tiene un deseo irresistible de encontrarse por
curiosidad o por vanidad con gente famosa o importante, incluidos
aquellos cuya conducta desaprueban. Eso les da tema de
conversación, o un tema para escribir a propósito.
Piensan que ser saludado por la calle por esta gente
célebre, aunque infame, es una nota de
distinción.
Un cristiano debería ser prudente y evitar todo
lo posible el encuentro con personas brutales, lascivas, crueles,
deshonestas. No porque nosotros seamos demasiado buenos para
ellos, sino porque no somos suficientemente buenos para
enfrentarnos con todas las tentaciones, ni suficientemente
astutos para encarar todos los problemas que una velada en su
compañía puede plantear.
La tentación es la connivencia con ellos. Por
nuestras palabras, nuestra manera de sonreír, "aprobamos".
Escuchamos historias odiosas como si fuesen divertidas. Calumnias
infames sobre personas ausentes disfrazadas de un humor
condescendiente. Las cosas que tenemos por más sagradas se
convierten en sus labios en temas ridículos. La crueldad
es abiertamente preconizada bajo la excusa de que su contrario es
sentimentalismo. La posibilidad de una vida honrada no es que se
excluya propiamente -esto la haría al menos objeto de un
debate-, sino que se tiene por algo inverosímil, idiota y
creíble sólo por los niños.
¿Qué hay que hacer? Una
participación acrítica refuerza el poder del
enemigo. Renegamos de nuestro Maestro, y nos comportamos como si
no creyéramos en sus sistema de valores.
¿Hay que mostrarse agresivos, interrumpiendo el
hilo de la conversación mostrando continuamente nuestro
desacuerdo? Este tipo de reacciones nuestras vendría a
confirmar su sospecha de que somos unos beatos escandalizables y
maleducados.
El silencio podría ser un buen refugio. En
ocasiones podremos mostrar nuestro desacuerdo sin que parezca
suficiencia, dando razones y argumentos sin aire dictatorial.
Quizás obtengamos el apoyo de alguno de los miembros del
grupo en quien menos se nos ocurriría pensar y surja una
discusión interesante. Quizás la misma persona que
nos contradice en este momento puede haber sido influenciada por
lo que hemos dicho, aunque en ese momento no lo quiera
reconocer.
En cualquier caso hay situaciones tan graves que exigen
de nosotros una protesta formal en toda regla, aunque podamos
parecer autosuficientes. Si lo fuéramos
disfrutaríamos oponiéndonos. Si nos cuesta tener
que llevar la contraria es una buena prueba de que en realidad no
somos suficientes, sino simplemente amamos la verdad.
Lo que hace nuestro contacto con este tipo de gente tan
difícil es que requiere no sólo buenas intenciones,
humildad y valentía, sino también cualidades
sociales que quizás Dios no nos haya dado. No es por
autojustificación sino por simple prudencia por lo que
deberíamos evitar su compañía todo lo
más posible. Y lo hacemos no porque seamos demasiado
buenos para ellos, sino porque no lo somos suficientemente.
Porque nos sentimos débiles en su presencia, y tenemos el
peligro de caer en las trampas que nos tienden.
Cuando al rezar el Padrenuestro digo: "No nos dejes caer
en la tentación", lo que estoy diciendo es:
"Líbrame de esas invitaciones gratificantes, de esos
contactos interesantes, de esa participación que tanto
deseo, pero con tanto riesgo".
Espero que estas reflexiones que he tomado casi
literalmente de Lewis nos ayuden a leer los textos de los salmos
en la perspectiva apropiada, como algo que no hay que despreciar
ni rechazar como si fuese una reliquia del Antiguo Testamento
desfasada hoy después de la revelación del amor de
Jesús por los pecadores.
E. RETRIBUCIÓN Y
JUICIO
1. El problema de la
retribución
Otro problema importante en el que coinciden los salmos
y la literatura sapiencial es el tema de la oposición
entre el justo y los pecadores. El salmo 37, que hemos estudiado
anteriormente, es en su conjunto la enseñanza que un sabio
dirige a su auditores que no dejan de atormentarse a causa de los
malvados. El autor hace ver claro que finalmente Dios
castigará a los malvados y salvará a los
justos.
Sin cambiar una sola palabra este salmo podría
haber aparecido en el libro de los Proverbios. El hecho de que
haya sido incluido aquí en el Salterio muestra cómo
en un periodo tardío la frontera entre salmos y
sabiduría se ha hecho muy fluida.
El contraste entre los buenos y los malvados ha
ocasionado la aparición de un grupo de salmos especiales:
1, 37, 73, 112, 128, de los que ya hemos hablado. Insistiremos en
este tema sapiencial que es importante para la comprensión
de los Salmos y de la Sabiduría, recordando que en aquel
tiempo no había una espera definida de una vida
después de la muerte en la que el destino del justo y del
impío habrían de ser invertidos. Premios y castigos
debían ser otorgados en vida. Después de la muerte,
"no queda nada de mí" (Sal 39,14). Los difuntos descienden
al She"ol donde propiamente no se puede decir que "vivan" (Is
38,18). "En la muerte no hay ya recuerdo de ti, en el She"ol
¿quién te alabará?" (Sal 6,6).
La teoría tradicional de que recompensas y
castigos se dan aquí abajo no aguanta una encuesta
crítica. Es evidente que en esta vida no hay
relación ninguna entre pecado y sufrimiento. Los justos
mueren jóvenes mientras que nos pecadores alcanzan los
cien años- Job se niega a aceptar la doctrina tradicional.
Los hechos la desmienten continuamente. Los impíos "acaban
su vida felices y se van al She"ol en paz" (Job
21,13).
Pero hemos visto que los salmos reflejan generalmente la
visión tradicional sobre la retribución. "Era joven
ahora soy viejo, nunca he visto que el justo haya sido
abandonado, ni a su descendencia en busca de pan" (Sal
37,25).
Sin embargo ciertos salmistas, a la vista de la
prosperidad evidente de numerosos impíos, se muestran
escandalizados y ofendidos. El salmo 73 es uno de los afectados
por el escándalo. "Por poco mis pies se extravían,
nada faltó para que mis pasos se resbalaran, celoso como
estaba de los arrogantes, al ver la paz de los impíos (Sal
73,2-3). "Miradlos, esos son los impíos, y siempre
tranquilos aumentan su riqueza. Así que ¡en vano
guardé el corazón puro, mis manos lavando en la
inocencia!" (Sal 73, 12-14).
No es fácil responder al problema que plantean
estos salmos: "Me puse a pensar para entenderlo, ¡ardua
tarea ante mis ojos!" (Sal 73,16). ¿Envidiar la suerte de
los impíos? Esta tentación nos recuerda las
palabras del hijo mayor en la parábola del Hijo
pródigo. El hijo mayor tiene envidia de su hermano
pequeño, que se lo ha pasado tan bien, malgastando el
dinero con mujeres, mientras que él trabajaba cada
día en la casa. Las palabras de su padre intentan hacerle
consciente del hecho de que vivir con el Padre es una vida mucho
más dichosa que la del hijo pequeño. "Hijo
tú siempre has estado conmigo, y todo lo mío es
tuyo…" ¿Valoras más el cabrito que el haber
vivido siempre conmigo en mi presencia?
El Padre de la parábola parece citar la respuesta
que da el autor del salmo 73 cuando resolviendo su problema acaba
diciendo a Dios: "Yo estoy siempre contigo. Me has tomado de la
mano derecha… ¿Quién hay para mí en el
cielo? Estando contigo no encuentro gusto en la tierra. Mi carne
y mi corazón se consumen. ¡Roca de mi
corazón, mi porción, Dios por siempre" (Sal 73
23-26). "El Señor es la parte de mi herencia y mi copa.
Tú mi suerte aseguras. La cuerda me asigna un recinto de
delicias, mi heredad es preciosa para mí (Sal 16,5-6).
"Hartura de goces delante de tu rostro, a tu derecha delicias
para siempre" (Sal 16,11).
¿Cómo puede ser que quien ha gozado de
delicias eternas envidie la suerte del miserable hijo
pródigo, por más que haya gozado con los placeres
que le produjo malgastar su herencia? La alegría de llevar
una vida honesta debería ser en sí misma una
recompensa suficiente, y nos debería llevar a compadecer a
aquellos que nos han tenido la gracia de gustar la plenitud de
vida que nosotros mismos gustamos.
2. El justo y el impío
En numerosos salmos hay una neta distinción entre
el justo y el impío. El salmo 1 nos da las
características de ambos e insiste en la diferencia de sus
destinos. En otro salmo un justo que sufre se queja de las
agresiones del impío… ¿Quiénes son los
justos y quiénes son los impíos?
Para los justos tenemos el término tsadiq, y
muchos otros sinónimos o palabras relacionadas: hasid,
piadoso, yir'e Adonai, temerosos de Dios. En el contexto de los
Macabeos, los hasidim o piadosos eran los pre-fariseos que se
oponían a cualquier componenda con la cultura griega y
constituían una secta radical en el interior del pueblo.
Antes del exilio representaban la comunidad fiel, que
había puesto su confianza en el Señor. No pueden
ser identificados con una secta o con un partido, sino que
representan a toda la comunidad orante. Ese nombre parece aludir
también a la humildad o abajamiento ante Dios. Son los
?????? = anawim, pobres de espíritu que en la necesidad y
la angustia ponen su confianza en Dios. Se les suele describir
como oprimidos por los impíos.
Paralelamente, los impíos o ????? aparecen como
enemigos de los justos y son evidentemente extranjeros hostiles a
YHWH y a su pueblo. No se preocupan por Dios, y basan su fuerza
en su propio poder (Sal 28,5). En algunas ocasiones pueden
representar casos en los que la solidaridad religiosa ha sido
rota en el interior del propio pueblo, como resultado de la
contaminación de cultos cananeos o helenísticos. En
este caso los impíos no son ya extranjeros, sino miembros
de Israel.
Los justos proclaman su inocencia. Sus atestaciones a
veces pueden escandalizar los oídos modernos.
"Júzgame, oh Dios, según mi inocencia" (Sal 7,9).
"Me pruebas en el crisol sin hallar nada malo en mí, mi
boca no claudica al modo de los hombres" (Sal 17,3). "Yo marcho
en mi perfección… mi pie se mantiene en el camino recto
(Sal 26,11-12).
Esto nos puede recordar la oración del fariseo
del evangelio de Lucas: "Te doy gracias, Señor, porque no
soy como los demás hombres…" (Lc 18,11). Pero la
situación del salmista y la del fariseo no son
idénticas. Al fariseo no lo acusaba nadie. Su proclama de
inocencia es gratuita, mientras que en el contexto de los salmos
se trata de un tribunal ante el cual el justo ha sido
injustamente acusado. Aquí no se trata de reconocerse
humilde, sino de proclamar la propia inocencia.
Es importante distinguir entre la convicción de
ser inocente, de tener razón, y la convicción de
ser justo. Ninguno de nosotros es justo ("ningún viviente
es justo ante ti" Sal 143,2). Pensar que uno es justo es
sólo una ilusión. Pero probablemente todos, en
algún momento u otro hemos tenido la convicción de
tener la razón en algún pleito determinado. Aun el
peor de los hombres puede llevar la razón en un litigio
con la persona más santa. En ese litigio concreto la
calidad de la persona no tiene nada que ver con la justicia del
caso.
Consiguientemente no debemos suponer que el salmista se
equivoca o miente cuando declara que contra ese enemigo concreto,
y en ese caso concreto, tiene toda la razón. El que se
expresen del modo como lo hacen puede dar la impresión de
que son personas malhumoradas, amargadas… Pero cuando uno ha
sufrido una gran injusticia no podemos exigirle que sea amable y
risueño.
Es curioso que no solemos hacer protestaciones de
inocencia en nuestras oraciones. Incluso nos escandalizamos de
que alguien se declare inocente, pero no somos más
humildes que él. Nos adelantamos a confesar que somos
pecadores pero no solemos entrar en detalles. Decir que se ama a
todo el mundo puede ser una excusa para no amar a nadie en
concreto. Decir que uno es un gran pecador puede ser una excusa
para no reconocer ningún pecado en concreto.
Si soy capaz de decir: "No he actuado bien en esta
circunstancia concreta y particular", debo poder decir
también: "Esta vez he hecho lo que tenía que hacer
en esta otra circunstancia". El salmista es capaz de confesar sus
pecados y su inocencia. Nos estimula a evaluar nuestras propias
acciones en concreto y a no quedarnos en vaguedades, en
sensaciones generales de inocencia o culpabilidad que no
distinguen entre los diversos juicios morales que merecen
nuestras diversas acciones. Debo ser capaz de distinguir siempre
cuando me he portado mal con otros y cuando son ellos los que se
han portado mal conmigo.
3. El juicio en los salmos
"El día del Juicio" es normalmente para el
cristiano un día de cólera, un día terrible.
La literatura y el arte cristiano nos han descrito este terror a
lo largo de los siglos. Esta actitud remonta a la
enseñanza del Señor, sobre todo a la terrible
parábola de las ovejas y los cabritos.
Y sin embargo vemos cómo el Salmista habla del
juicio de Dios como una ocasión de gozo. "Que las naciones
canten de alegría porque juzgas al mundo con justicia (Sal
67,5). "Que exulte la tierra ante la faz de YHWH, porque viene,
porque viene a juzgar la tierra, juzgará al mundo con
justicia y a los pueblos con verdad" (Sal 96,12-13).
"Júzgame según tu justicia, YHWH mi Dios" (Sal
35,24).
La razón de esto es muy simple. Tanto el
cristiano como el judío presentan el juicio de Dios como
un juicio en un tribunal de este mundo. La diferencia está
en que el cristiano se imagina que él es el acusado,
mientras que el judío se ve a sí mismo como el
demandante. Uno espera ser absuelto o mejor aún, ser
perdonado, mientras que el otro espera un triunfo resonante con
abundantes compensaciones.
Como verdadero judío que era, el Señor ha
contado la parábola del juez inicuo en los términos
típicos. El juez es injusto porque retrasa indefinidamente
el proceso. No es como esos otros jueces malvados que presionan a
los testigos o al jurado para condenar y castigar a los
inocentes. La parábola del evangelio es claramente una
demanda civil. La pobre mujer ha visto como su propiedad ha sido
arrebatada por un vecino más rico y poderoso. Ella sabe
que su caso es clarísimo, con tal que pudiera presentarlo
ante el tribunal para ser juzgada según las leyes del
país. Pero nadie la escucha. No consigue que empiece el
proceso. No es de extrañar que quiera ser juzgada. Pero
por desgracia hay que pagar al juez, o si no el caso nunca
llegará a ser visto en el tribunal.
Página anterior | Volver al principio del trabajo | Página siguiente |