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El hombre en busca de sentido (Viktor E. Frankl)




Enviado por NATALIA JIMENEZ



  1. Resumen de la
    obra
  2. Fase uno, "El
    internamiento en el campo"
  3. Fase dos, "La vida
    en el campo"
  4. Fase tres,
    "Después de la liberación"

El hombre en busca del sentido, es una obra que
logra que el lector reflexione sobre sus valores, sus
propósitos y sus planes: ¿Puedes ver hacia el
futuro y responderte a ti mismo qué quieres ser, y
cómo hacer para lograrlo
?

Porque, el hombre, en verdad, es el
ser que siempre decide lo que es.

En esta obra, en modo autobiográfico, el Dr.
Frankl explica la experiencia que le llevó al
descubrimiento de la logoterapia. Es la historia
íntima de un campo de concentración contada por uno
de sus supervivientes
. No se ocupa de los grandes horrores
suficientemente descritos por otros personajes, el autor cuenta
esa otra multitud de pequeños tormentos para pretender dar
respuesta a la siguiente pregunta: ¿Cómo
incidía la vida diaria de un campo de concentración
en la mente del prisionero medio?

Resumen de la
obra

Prisionero, durante mucho tiempo, en los bestiales
campos de concentración, él mismo sintió en
su propio ser lo que significaba una existencia desnuda. Sus
padres, su hermano, incluso su esposa, murieron en los campos de
concentración o fueron enviados a las cámaras de
gas, de tal suerte que, salvo una hermana, todos perecieron.
¿Cómo pudo él —que todo lo
había perdido, que había visto destruir todo lo que
valía la pena, que padeció hambre, frío,
brutalidades sin fin, que tantas veces estuvo a punto del
exterminio—, cómo pudo aceptar que la vida fuera
digna de vivirla ?

En los campos de concentración habían dos
tipos de prisioneros diferentes, a saber: el prisionero
corriente, que sufría los trabajos más duros y
recibía la crueldad de los soldados y los denominados
"capos", prisioneros que actuaban como especie de administradores
y tenían privilegios especiales, los cuales menudo
trataban a los otros prisioneros peor que los mismos
soldados¸ para este trabajo se elegía
únicamente a los más brutales.

Los "capos" se elegían de entre aquellos
prisioneros cuyo carácter hacía suponer que
serían los indicados para tales procedimientos, y si no
cumplían con lo que se esperaba de ellos, inmediatamente
se les degradaba. Pronto se fueron pareciendo tanto a los
miembros de las SS y a los guardianes de los campos que se les
podría juzgar desde una perspectiva psicológica
similar.

Selección Activa y Pasiva

Nada más llegar al campo de concentración,
que en este caso era el de Auschwitz, a los prisioneros se le
despojaban de toda identidad y objetos personales, resumiendo su
vida a no más que a un simple número de lista. Un
solo pensamiento animaba a los prisioneros: mantenerse con vida
para volver con la familia que los esperaba en casa y salvar a
sus amigos.

El proceso de selección era la señal para
una abierta lucha entre los compañeros o entre un grupo
contra otro.

Los prisioneros eran divididos de acuerdo a las
capacidades que tuvieran para trabajar; se hacía una
selección que para algunos tendría un destino
fatal: agrupaban a los enfermos, deformes, débiles o que
tenían algún defecto para trabajar y los enviaban a
algunos de los campos centrales, donde se encontraban los
crematorios y cámaras de gas.

A los prisioneros que realizaban trabajo forzoso, en
algunas ocasiones les otorgaban una recompensa en forma de
cupón, equivalente a una docena de cigarrillos, los cuales
podían intercambiar por una ración de sopa.
Normalmente los cupones se guardaban para la sopa, pero, gracias
a ellos se podía distinguir cuando un prisionero
perdía las ganas de vivir, ya que se fumaba sus cigarros
para "disfrutar" de sus últimos días de existencia
"De modo que cuando veíamos a un camarada fumar sus
propios cigarrillos en vez de cambiarlos por alimentos, ya
sabíamos que había renunciado a confiar en su
fuerza para seguir adelante y que, una vez perdida la voluntad de
vivir, rara vez se recobraba
".

El informe del prisionero n.° 119.104: ensayo
psicológico

Este relato trata sobre las experiencias del autor como
prisionero común, pues es importante que diga, no sin
orgullo, que yo no estuvo trabajando en el campo como psiquiatra,
ni siquiera como médico, excepto en las últimas
semanas. era un prisionero más, el número 119.104 y
la mayor parte del tiempo estuve cavando y tendiendo traviesas
para el ferrocarril.

Únicamente el que ha estado dentro sabe lo que
pasó, aunque sus juicios tal vez no sean del todo
objetivos y sus estimaciones sean quizá desproporcionadas
al faltarle ese distanciamiento. Es preciso hacer lo imposible
para no caer en la parcialidad personal, y ésta es la gran
dificultad que encierra este tipo de obras: a veces se
hará necesario tener valor para contar experiencias muy
íntimas… Decidí expresar mis convicciones
con franqueza, y por esta razón me abstuve de suprimir
algunos de los pasajes, venciendo incluso mi desagrado hacia el
exhibicionismo.

El autor divide la vida en el campo en tres fases,
con las que intenta describir las reacciones psicológicas
de los prisioneros, durante su estadía, en los campos de
concentración:
la fase que sigue a su internamiento,
la fase de la auténtica vida en el campo y la fase
siguiente a su liberación.

Fase uno, "El
internamiento en el campo"

Caracterizada por el síntoma de shock,
donde lo incierto los hacía digerir cada momento en el
instante, con la constante pregunta ¿y ahora qué
sigue?

En esta fase los prisioneros son trasladados en tren a
Auschwitz, en donde un grupo de prisioneros, que parecían
bien alimentados y hablaban todos los idiomas de Europa, les da
la bienvenida, de manera de crear empatía con los
recién llegados, lo que les daba la ilusión de que
sus días no estaban contados y de que podían
depositar confianza en ellos para contarles su situación;
ya que la sola vista de las mejillas sonrosadas y rostros
redondos de aquellos prisioneros resultaban de gran
estímulo. Luego se sabría que era un grupo especial
de prisioneros que hacían las funciones de comité
de bienvenida.

En psicología, existe un estado de
ánimo llamado "La ilusión del indulto" en la que el
condenado a muerte a punto de morir, concibe la ilusión en
la que sería indultado
.

Lo mismo les pasaba a éstos prisioneros, se
agarraban a los últimos jirones de esperanza que les
quedaba.

La primera selección

Si nos enviaban a la derecha ("desde el punto de vista
del espectador") significaba trabajos forzados, mientras que la
dirección a la izquierda era para los enfermos e incapaces
de trabajar, a quienes enviaban a otro campo. Ese juego del dedo
se trataba de la primera selección, el primer veredicto
sobre nuestra existencia o no existencia .

La desinfección

Llegó el momento de la desinfección, donde
les quitaron todos sus objetos personales, Frankl perdió
un manuscrito de alto valor, les afeitaron todo el cuerpo y les
dieron una pastilla de jabón.

La única posesión: la existencia
desnuda

A partir de ese momento lo único que
tendrían aquellos prisioneros seria su existencia desnuda,
incluso sin un pelo, no había ningún enlace
material hacia su vida anterior.

Las primeras reacciones

Después en la ducha a todos los prisioneros los
embargó un humor macabro; Supimos que nada teníamos
que perder como no fueran nuestras vidas tan ridículamente
desnudas. Cuando las duchas empezaron a correr, hicimos de tripas
corazón e intentamos bromear sobre nosotros mismos y entre
nosotros. ¡Después de todo sobre nuestras espaldas
caía agua de verdad!….

Aparte del humor, otra sensación se apodero de
ellos: la curiosidad, que suele aparecer ante ciertas
circunstancias extrañas. Se tenía ese ánimo
como medida de protección, todos deseaban saber que
pasaría a continuación.

"Lanzarse contra la alambrada"?

La amenaza de muerte continua (día tras
día, hora tras hora,minuto tras minuto), lo desesperado de
la situación y el preguntarse quién sería el
siguiente abrigaba en ellos el pensamiento de suicidarse o
"lanzarse contra la alambrada", como decían ellos.
Seguidamente un colega de Frankl salió de su
barracón a pesar de la prohibición y les dio unos
consejos alentadores, como el de tener una apariencia joven y
lozana. Puesto que a los que parecían enfermos y
demacrados por fuera y por dentro eran los que más
probablemente fueran derechos a la cámara de gas, se les
llamaba musulmanes.

En la primera fase del shock, el prisionero de Auschwitz
no temía la muerte. Pasados los primeros días,
incluso las cámaras de gas perdían para él
todo su horror; al fin y al cabo, le ahorraban el acto de
suicidarse.

Fase dos, "La
vida en el campo"

La apatía, el adormecimiento de las emociones y
el sentimiento de que a uno no le importaría ya nunca nada
eran los síntomas que se manifestaban en la segunda etapa
de las reacciones psicológicas del prisionero y lo que,
eventualmente, le hacían insensible a los golpes diarios,
casi continuos.

Las reacciones de la fase anterior empezaron a
desaparecer a los pocos días; a los prisioneros los
invadió un síntoma de apatía, en la que se
llegaba a una especie de muerte emocional, desaparecen sus
sentimientos ante la visión de cosas tétricas que
ocurren todos los días (como el niño al que se le
hielan los pies y se medio arranca los dedos con unas tenazas),
hasta que al final esas escenas se hacen habituales y se
acostumbraban a ellas. Esta apatía era un mecanismo
necesario de autodefensa, ya que el prisionero olvidaba todo
dolor y sufrimiento y se centraba en un único objetivo, el
conservar la vida propia y la de otros
compañeros.

Era típico oír a los prisioneros, cuando
al atardecer los conducían como rebaños de vuelta
al campo desde sus lugares de trabajo, respirar con alivio y
decir: "Bueno, ya pasó el día."

Los sueños de los prisioneros

Los deseos más primitivos de los prisioneros,
como comida, un baño caliente, cigarrillos, etc. se
hacían ver en sus sueños. En una ocasión,
Frankl pretendía despertar a un compañero que
estaba teniendo una pesadilla. Pero al final lo dejo porque por
muy horrible que fuera la pesadilla siempre sería mejor
que la realidad en el campo.

El hambre

Debido al alto grado de desnutrición que los
prisioneros sufrían, era natural que el deseo de
procurarse alimentos fuera el instinto más primitivo en
torno al cual se centraba la vida mental. La mayoría de
los prisioneros que trabajan uno junto a otro y a quienes, por
una vez, no vigilan de cerca. Inmediatamente empiezan a hablar
sobre la comida.

Siempre consideré las charlas sobre comida muy
peligrosas. ¿Acaso no es una equivocación provocar
al organismo con aquellas descripciones tan detalladas y
delicadas cuando ya ha conseguido adaptarse de algún modo
a las ínfimas raciones y a las escasas calorías?
Aunque de momento puedan parecer un alivio psicológico, se
trata de una ilusión, que psicológicamente, y sin
ninguna duda, no está exenta de peligro.

El momento más terrible de las 24 horas de la
vida en un campo de concentración era el despertar,
cuando, todavía de noche, los tres agudos pitidos de un
silbato nos arrancaban sin piedad de nuestro dormir exhausto y de
las añoranzas de nuestros sueños.

Sexualidad

El hecho de la desnutrición que sufrían y
que la ausencia total de sentimentalismo provocaba también
que el deseo sexual fuera nulo; Incluso en sueños, el
prisionero se ocupaba muy poco del sexo, aun cuando según
el psicoanálisis "los instintos inhibidos", es decir, el
deseo sexual del prisionero junto con otras emociones
deberían manifestarse de forma muy especial en los
sueños.

Ausencia de sentimentalismo

En la mayoría de los prisioneros, la vida
primitiva y el esfuerce de tener que concentrarse precisamente en
salvar el pellejo llevaba a un abandono total de lo que no
sirviera a tal propósito, lo que explicaba la ausencia
total de sentimentalismo en los prisioneros.

La huida hacia el interior

Pero a pesar del primitivismo físico y mental.
Los prisioneros llevaban una profunda vida espiritual. Las
personas de constitución débil y que habían
llevado una vida espiritual profunda parecían llevar mejor
la vida en el campo que las personas fornidas. Esto se debe a que
se retrotraían a una vida de riqueza interior y de
libertad espiritual. Eso sí, no cabe duda de que estas
personas de complexión endeble sufrieron
muchísimo.

Para aliviar el sufrimiento de los prisioneros se
crearon una especie de terapias de grupo basadas en el humor. Se
parodiaba todo aquello que había en el campo y por muy
horrible que fuera siempre se reían de ello.

Juguetes del destino

La suerte de Frankl se fue incrementando poco a poco.
Fue trasladado desde trabajos en el exterior a las cocinas y
posteriormente se presentó voluntario para trabajar en un
campo destinado a enfermos de tifus desempeñando tareas
sanitarias.

Una cosa anhelada por el prisionero era la soledad. Dado
que vivían en una sociedad comunitaria impuesta, no
tenían ocasión de estar a solas consigo mismos.
Frankl encontró un lugar destinado a ello cuando lo
trasladaron a un campo de reposo.

Los prisioneros eran un juguete del destino. Lo que les
hacía más inhumanos de lo que las circunstancias
habrían hecho presumir. Se observaba a los musulmanes
-prisioneros enfermos y demacrados- con curiosidad para ver si
sus zapatos eran mejores que los de uno y los prisioneros solo
eran un simple número, no contaban con
personalidad.

El canibalismo hizo aparición justo cuanto Frankl
fue destinado a otro campo. Frankl relaciona este hecho con el
relato de "Muerte en Teherán". Donde un persa rico
sorprendió a un joven criado suyo intentando robarle un
caballo. El persa lo sorprendió y le pregunto por
qué lo hacía. Este le contesto porque se le
había aparecido la muerte y lo había amenazado. El
persa rápidamente le dio dos caballos y lo mando hacia
Teherán. Poco después el amo se encontró con
la muerte y le preguntó por qué había
amenazado a su criado, a lo que la muerte contestó "No lo
amenacé, solo mostré mi asombro al verlo
aquí cuando mis planes eran verle en Teherán esta
noche."

Planes de fuga

Los prisioneros temían tomar cualquier tipo de
decisión y deseaban que el destino lo hiciera por ellos.
Este querer evitar el compromiso se hacía más
patente cuando el prisionero debía decidir entre escaparse
o no escaparse del campo. Frankl junto con otro compañero
tuvo oportunidad de escapar en un momento, pero por algunas
dificultades no pudo. Sin embargo en ese intento se
agenció una mochila y un cuenco. Mientras poco a poco se
acercaba el día en que escaparía del campo. El
frente de guerra avanzaba y el campo se disponía a ser
evacuado aquella tarde. Tendrían que marcharse incluso los
pocos prisioneros que quedaban. Pero los camiones aun no
aparecían y se empezó a ejercer una vigilancia
férrea sobre el campo para evitar cualquier intento de
fuga. Sin embargo Frankl tenía un plan que podía
funcionar. Llevarían afuera tres cadáveres de
prisioneros. Llevarían uno en cada viaje y por turnos
llevarían una mochila, seguidamente la otra y
después tratarían de evadirse. De pronto y cuando
se disponían a realizar el tercer viaje apareció un
camión color aluminio con una gran cruz roja pintada que
empezó a descargar medicinas y alimento. Ya no
merecía la pena escapar. Después llegaron los
camiones de las SS diciéndoles que serían enviados
a un campo en Suiza para ser canjeados por prisioneros de guerra.
El medico jefe empezó a hacer grupos de trece para los
camiones, sin embargo Frankl y su compañero no estaban
entre ellos. El medico jefe dijo que con la fatiga y los nervios
no se había fijado. Desilusionados se fueron a
dormir.

A la mañana siguiente el atronador ruido de la
guerra los despertó. Cuando amenguo el tiroteo y se
alzó la bandera blanca se enteraron de que los
compañeros que habían sido evacuados en los
camiones el DIA anterior habían muerto abrasados
encerrados en barracones. Frankl volvió a pensar en el
cuento "Muerte en Teherán".

Irritabilidad

Aparte de ser un mecanismo de defensa, la apatía
era el resultado de otros factores. El hambre y la falta de
sueño contribuían a ella, también lo hacia
la irritabilidad, que era otra característica del estado
mental de los prisioneros. Aparte de las causas físicas
estaban también las mentales. Todos los prisioneros
tenían algún tipo de complejo de
inferioridad.

La libertad interior

Tras explicar la psicopatología de los
prisioneros del campo se puede sonsacar que el ser humano es una
raza completamente influida por su entorno, que en este caso es
el campo de concentración. Sin embargo había una
única cosa que no se le podía arrebatar a un
recluso de un campo de concentración, su libertad
interior, su yo más íntimo. A pesar de las
condiciones a las que se veían expuestos los prisioneros
cada uno decidía que tipo de persona deseaba ser, y en
esta decisión no influya ni el entorno del campo. Dijo
Dostoyevski Solo temo una cosa, no ser digno de mis
sufrimientos.
Los prisioneros eran dignos de sus
sufrimientos y la forma en que los aguantaron fue un logro
interior genuino. Es esta libertad espiritual, que no se nos
puede arrebatar, lo que hace que la vida tenga sentido y
propósito.

Lo que más preocupaba a los prisioneros era si
sobrevivirían en el campo de concentración. Porque
si no se preguntaban aquello sus sufrimientos no tendrían
sentido puesto que era una vida cuyo único fin era
superarla.

La observación psicológica de los
prisioneros demuestra que solo aquellos a los que no le derribaba
su sostén moral y espiritual caían víctimas
de las influencias degenerantes del campo. Todos los prisioneros
que han sobrevivido coinciden en que lo más angustioso de
todo era el no saber cuándo iba a durar su
encarcelamiento. Nadie les dio una fecha de liberación, es
más, no tenía sentido hablar de ello. La vida en el
campo podía denominarse "existencia provisional". Los
prisioneros sufrían una extraña deformación
del tiempo. Para ellos una unidad de tiempo menor como un
día (lleno de torturas y de infamias) parecía tener
mayor duración que una semana.

El destino, un regalo

El hombre tiene la peculiaridad de no poder vivir sin
mirar al futuro. Esto a veces le salva en los momentos más
dificultosos de su existencia. Cuando uno sufre se crea una
fortaleza pensando que vendrán tiempos mejores y se
imagina a uno mismo realizando cosas que satisfacen su psique.
También suele refugiarse en cosas triviales del día
a día. Decía Spinoza en su Ética: La
emoción, que constituye sufrimiento, deja de serlo tan
pronto como nos formamos una idea clara y precisa del mismo.

Puede decirse, que todo aquel que perdía la fe en su
futuro estaba condenado, se desmoronaba su sostén interno
y sufría una crisis, producida por el aniquilamiento
físico y mental. Cuando la gente perdía la
esperanza por vivir, eran presos de enfermedades, las cuales su
cuerpo no rechazaba. Dijo Nietzsche: Quien tiene algo por
qué vivir puede soportar cualquier como.

En el campo, no se estaba permitido impedirle a alguien
que se suicidara. Por ejemplo, no se permitía cortar la
cuerda del que se iba a ahorcar. Por ello había que
impedir que se llegara a tal extremo. Para ello se usaba un
método de psicoterapia o psicohigiene. Se le buscaba a la
vida del individuo con ganas de suicidarse una meta, un fin que
le diera sentido a esa existencia de sufrimiento, con ello la
persona luchaba contra la adversidad del campo de
concentración. Habían encontrado el por
qué
de su vida e iban a ser capaces de soportar casi
cualquier como.

Esta segunda fase de internamiento en el campo concluye
con un análisis psicopatológico de los guardas. En
él se puede comprender que no todos los guardas eran gente
cruel y despiadada. Cierto es que para este cargo se
escogía de entre muchos a las personas más
sádicas de todas, salvando algunas excepciones. Pero no
solo los guardas del campamento eran crueles. En el libro se
menciona al prisionero más antiguo del campo, que pegaba
al resto a la más mínima falta. Con ello se
distingue en toda la humanidad a solamente dos razas: la de los
hombres decentes y la de los indecentes. Sin embargo no hay
grupos humanos decentes o indecentes sino que estamos mezclados,
y hay de todo en todas partes. Por ello se podía encontrar
a gente decente entre los guardas del campamento. Finalmente se
concluye con la respuesta a una pregunta que mucha gente se ha
formulado pero que muy pocos han podido responder con tal
exactitud: ¿Que es, en realidad, el hombre? Es el ser
que siempre decide lo que es. Es el ser que ha inventado las
cámaras de gas, pero asimismo es el ser que ha entrado en
ellas con paso firme musitando una
oración.

Fase tres,
"Después de la liberación"

Por último está la fase caracterizada por
el desahogo, que es la constante del prisionero, de desahogarse
de diferentes maneras de todo lo vivido durante el tiempo de
encierro; debido a que esta etapa es después de la
liberación.

Con torpes pasos, los prisioneros nos arrastramos hasta
las puertas del campo. Tímidamente miramos a nuestro
derredor y nos mirábamos los unos a los otros
interrogándonos. Seguidamente, nos aventuramos a dar unos
cuantos pasos fuera del campo y esta vez nadie nos
impartía órdenes a gritos, ni teníamos que
apresurarnos en evitación de un golpe o un
puntapié.

Después de ser liberados, el prisionero, por
extraño que parezca, no se sentía feliz.
Habían perdido el sentimiento que llamamos felicidad, y lo
tendrían que ir recuperando poco a poco.

Desde el punto de vista psicológico, lo que les
sucedía a los prisioneros liberados
podríadenominarse
"despersonalización".

Por el contrario, el cuerpo, que tenía menos
abstenciones que la mente. Comía vorazmente cualquier cosa
que le dieran y a cualquier hora. Era increíble la
cantidad de comida que podían tragar. Otro aspecto era que
tenían que hablar de lo que habían pasado, a veces
durante horas y horas.

Por último, y no por ello el menos importante,
debo recalcar en esta tercera fase un sentimiento que
podía llegar a hacer al -podemos llamarlo ya- ex-recluso,
hacerlo sufrir mucho más que cuando estaba interno. Este
sentimiento era la desilusión. Desilusión que
llevaba al prisionero a la casa con la que tanto había
soñado y había descubierto que, aquello por lo que
había mantenido la esperanza durante tanto tiempo, ya no
estaba allí.

El desahogo

El camino que partía de la aguda tensión
espiritual de los últimos días pasados en el campo
(de la guerra de nervios a la paz mental) no estaba exento de
obstáculos. Sería un error pensar que el prisionero
liberado no tenía ya necesidad de ningún cuidado.
Considerando que un hombre que ha vivido bajo una presión
mental tan tremenda y durante tanto tiempo, corre también
peligro después de la liberación, sobre todo
habiendo cesado la tensión tan de repente.

Durante esta fase psicológica se observaba que
las personas de naturaleza más primitiva no podían
escapar a las influencias de la brutalidad que les había
rodeado mientras vivieron en el campo. Ahora, al verse libres,
pensaban que podían hacer uso de su libertad
licenciosamente y sin sujetarse a ninguna norma. Lo único
que había cambiado para ellos era que en vez de ser
oprimidos eran opresores. Se convirtieron en instigadores y no
objetores, de la fuerza y de la injusticia. Justificaban su
conducta en sus propias y terribles experiencias y ello
solía ponerse de manifiesto en situaciones aparentemente
inofensivas.

En una ocasión paseaba yo con un amigo camino del
campo de concentración, cuando de pronto llegamos a un
sembrado de espigas verdes. Automáticamente yo las
evité, pero él me agarró del brazo y me
arrastró hacia el sembrado. Yo balbucí algo
referente a no tronchar las tiernas espigas. Se enfadó
mucho conmigo, me lanzó una mirada airada y me
gritó:

"¡No me digas! ¿No nos han quitado bastante
ellos a nosotros? Mi mujer y mi hijo han

muerto en la cámara de gas —por no
mencionar las demás cosas— y tú me vas a
prohibir que tronche unas pocas espigas de trigo?"

La amargura tenía su origen en todas aquellas
cosas contra las que se rebelaba cuando volvía a su
ciudad. Cuando, a su regreso, aquel hombre veía que en
muchos lugares se le recibía sólo con un
encogimiento de hombros y unas cuantas frases gastadas,
solía amargarse preguntándose por qué
había tenido que pasar por todo aquello.

Pero para todos y cada uno de los prisioneros liberados
llegó el día en que, volviendo la vista
atrás a aquella experiencia del campo, fueron incapaces de
comprender cómo habían podido soportarlo. Y si
llegó por fin el día de su liberación y todo
les pareció como un bello sueño, también
llegó el día en que todas las experiencias del
campo no fueron para ellos nada más que una
pesadilla.

Sin embargo para todos los liberados llego el día
en que todo el dolor y el sufrimiento tanto mental como
físico habían llegado a su fin y no sería
más que la más cruenta de las pesadillas. Ya no
había nada que temer excepto -según Frankl- a
Dios.

 

 

Autor:

Natalia Jimenez

Monografias.com

UAM – Derecho Humanos

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