La epidemia vampírica del siglo XVIII y el imaginario del vampiro en Europa (página 2)
"Cuando se nos preguntó acerca de lo que
pensábamos de este muerto, respondimos que le
creíamos bien muerto (…); les dijimos que no era
sorprendente que el carnicero hubiera sentido cierto calor
escarbando entre entrañas que estaba pudriéndose;
que no era extraordinario que hubieran surgido algunos vapores ya
que era como remover un vertedero; que la pretendida sangre roja
que aún permanecía en las manos del carnicero no
era más que una especie de cieno
hediondo".
Tras la morbosa extirpación, cuenta el testigo
francés, llevaron el corazón hasta una playa, donde
lo quemaron y tiraron sus cenizas al mar. Pero el vampiro no
cesó con sus tropelías. De hecho, parecía
que se había despertado con más fuerza que antes,
produciendo un terror aún mayor en la
población.
"Yo no veía nada más lamentable que el
estado en el que se encontraba la isla; las gentes más
razonables parecían tan afligidas como las demás;
aquello se convirtió en una verdadera enfermedad de
cerebro, tan peligrosa como la manía o la rabia. Uno
podía ver como familias enteras abandonaban sus casas,
llevándose sus bártulos a la plaza para pasar la
noche allí. Cada cual se quejaba de haber sufrido una
nueva vejación. Con la entrada de la noche no se
oían más que lamentos. Los más sensatos se
retiraron al campo".
La fuerza de las creencias tradicionales en
Míconos era enorme y poderosa. Las certezas del pasado
moldearon el modo de interpretar lo que sucedía. Y en
donde Tournefort veía un cuerpo pudriéndose
naturalmente, los "Otros" distinguían los rasgos
propios de un vampiro.
"Por precaución –escribe el
botánico– decidimos no decir nada. No sólo se
nos habría tratado de ridículos, también de
infieles. ¡Cómo oponerse a todo un pueblo! Aquellos
que sospechaban que dudábamos de la veracidad de los
hechos venían a nosotros para reprocharnos nuestra
incredulidad y pretendían probar que existían los
Vroucolacas citando la autoridad de la obra del Padre Richard,
misionero jesuita".
Así pues, las procesiones, los rezos, incluso las
huidas de la isla en busca de seguridad, continuaron hasta que en
cierto momento a alguien se le ocurrió que había
que quemar el cuerpo entero. Cosa que ocurrió
(contrariando las disposiciones religiosas) el 1 de enero de 1701
en la diminuta isla de Saint George, frente
Míconos.
"Después de todo esto – concluye
Tournefort– no hará falta manifestar que los griegos
de la actualidad no son los grandes griegos de antaño, y
que no hay entre ellos más que ignorancia y
superstición".
No hay duda de que estamos ante miradas muy
distintas.
Interpretaciones contrapuestas.
Dos mundos diferentes, frente a frente, ante un
cadáver considerado vampiro. Ciencia versus
tradición. Tal vez en esta pulseada, y en la larga
persistencia de la tradición, esté la fuerza que
todavía tienen los resucitados. Porque a pesar
del tiempo transcurrido, en numerosos pueblos y aldeas de Europa
Oriental e islas del Egeo, se siguen practicando subrepticiamente
rituales semejantes a los que Tournefort describiera en
1701.[29]
Con el mismo fanatismo, credulidad y temor que
antes.
Es bien conocida la enorme fuerza que tienen los rumores
y la inclinación que existe en creer en cuestiones
sobrenaturales.[30] Por eso, cuando ambos
fenómenos se dan juntos, no es extraño que del
estatuto del "se dice" se pase, sin demasiado problema,
al de la confirmación acrítica de los
fenómenos en
cuestión.[31]
Como si fuera una enorme bola de nieve, que va creciendo
a medida que rueda, el rumor (en ciertas condiciones,
especialmente de crisis, inseguridad y de miedo) arrasa con todo.
Incluso con los juicios más equilibrados y fríos.
Tournefort fue testigo de ello. Pero hay otros casos
históricos que tuvieron gran difusión en la Europa
del XVIII y que contribuyeron a crear la leyenda del vampiro que
llega a nuestros días.
El año 1725 es clave en la historia documentada
de la creencia en vampiros.
En esa fecha, dos casos oficialmente consignados en
archivos, terminaron impactando en la opinión
pública dando origen a un debate en el que neófitos
y académicos se trenzaron hasta el día de
hoy.
Desde entonces, y por influencia de los medios de
información (¿o desinformación?),
las creencias, rituales y tradiciones del Este fueron puestas en
consideración del gran público y así, dos
realidades cosmovisionales diferentes (la oriental y la
occidental) entraron en contacto difundiendo una temática
que, al menos en Europa del Oeste, había sido exclusiva de
un reducido número de escritores, viajeros y
diplomáticos.
Fue por intermedio de los periódicos que se
conocieron términos exóticos e historias
inverosímiles que sacudieron la imaginación y el
miedo en igual medida. La sombra de los "revenidos"
(revenans) se espesó. Sus contornos se delinearon
y una palabra nueva, "Vampiro", terminó
imponiéndose en casi todas las lenguas europeas.
Término que alcanzó su momento de mayor
éxito con la novela que Bram Stoker publicara a fines del
siglo XIX (1897).
Pero mucho antes de que Drácula se levantara de
su tumba, hubo otros chupa-sangres, no tan famosos, que
hicieron lo mismo.
Kisilova, Serbia, 1725.
Un oficial imperial austrohúngaro de apellido
Frombald, destacado en territorio de la actual Hungría,
escribe, con fecha 31 de julio, un informe a sus superiores en
Viena en el que da cuenta de su participación directa en
la ejecución postmortem de un "Vampiry";
aludiendo una situación muy similar a que Tournefort
describe en su libro.
"Tras la muerte de un sujeto de nombre Peter
Plogojowitz diez semanas antes (…) y después de
haber sido enterrado conforme a las costumbres de las gentes
(…) se reveló que en transcurso de una semana,
nueve personas jóvenes y viejas, también
habían fallecido tras sufrir una enfermedad de 24 horas. Y
habían manifestado, mientras aún estaban con vida,
que el mencionado (…) las había visitado durante el
sueño. (…) La esposa del difunto dijo que su marido
se le había presentado ente ella para pedirle sus zapatos.
Y ya que estos seres (que ellos llaman vampiry) muestran signos
reconocibles como que su cuerpo no se descompone (…)
resolvieron de modo unánime abrir su tumba (…). Con
este objeto acudieron a mi (…) para solicitar mi presencia
y la del (…) sacerdote local. Y a pesar de que en un
principio expresé mi desaprobación (…) me
respondieron que yo podría hacer lo que quisiera, pero que
si no recibían permiso para proceder al examen del cuerpo
como era su costumbre, se verían obligados a dejar sus
casas y hogares, ya que si tenían que esperar la
autorización desde Belgrado todo el pueblo sería
destruido. Puesto que no podía hacerles cambiar de
opinión (…) he decidido ir hasta el pueblo de
Kisilova (…) y ver el cuerpo de Peter Plogojowitz que
estaba recién desenterrado. (…) No expedía
el hedor que es característico de los muertos, y que el
cuerpo estaba perfectamente fresco. (…) El cabello y la
barba (…) le habían crecido de nuevo. (…) La
piel se había desprendido y una nueva había
surgido. La cara, las manos y los pies (…) estaban bien
conservados. No sin asombro observé que había
sangre fresca en su boca, la cual según el parecer de
todos, había chupado de la gente a la que le había
dado muerte. Después, la gente (…) tomaron una
estaca (…) y tras traspasarle el corazón fue causa
de que brotara mucha sangre fresca de sus orejas y boca. Por
último, siguiendo las costumbres, han quemado al susodicho
cuerpo".[32]
Este documento, descubierto en 1993 en un archivo de la
ciudad de Viena, es el primero en hacer alusión a los
monstruos que nos convocan utilizando concretamente la palabra
"vampiro". Al poco tiempo de su redacción, un
prestigioso periódico, Das Wienerisches Diarium,
lo transcribe casi en su totalidad, iniciando así la
fiebre vampírica condenada a mantenerse en los siglos
precedentes.
Por otro lado, en ese mismo año, otro libro de
enorme difusión, De Masticatione Mortuorun in Tumulus
(1725), escrito por Michaël Ranft (quien atribuye todo
a una enfermedad y sus efectos contagiosos), popularizó
aún más el caso de Kisilova; el cual
terminó convirtiéndose en un verdadero
clásico del tema.[33]
Medvedja, Serbia, 1725.
Muy pocos kilómetros al norte de la aldea de
Kisilova se levantaba otra pequeña población
llamada Medvedja ("Lugar de los Osos") que fuera el
escenario del segundo caso que vamos a referir; y que tiene por
protagonista a un personaje conocido bajo el nombre de Arnold
Paole, considerado vampiro por sus vecinos, tras la
muerte. Este caso es uno de los más famosos dentro de la
historia de la creencia en vampiros y existe una profusa
documentación, directa e indirecta, que hace referencia al
mismo.
Entre los años 1718 y 1739, Serbia
dependía, desde un punto de vista administrativo, del
Imperio Austrohúngaro. Previamente había sido un
territorio que había estado bajo la influencia de los
turcos otomanos. En el primer año referido, el gobierno de
Viena hizo todo lo posible por poblar la región con
colonos, muchos de ellos provenientes de la zona turca y que
pasaron a formar parte de milicias encargadas de custodiar la
frontera. A estos colonos se los llamó hayduk, y Arnold
Paole fue uno de ellos.
Paole, antes de morir, había comentado a sus
familiares y allegados, que había sido atacado en la
localidad de Cosowa (Kosovo) por un vampiro; y que para evitar
convertirse en uno de ellos tras la muerte, había
practicado un ritual, aparentemente extendido en la
región, que consistía en comer tierra de la tumba
del monstruo y después, tras hacerse de la sangre de su
agresor, frotársela por todo el cuerpo.
Todo parece indicar que el procedimiento no
funcionó, porque, años después, tras su
muerte en 1725 (acaecida en un accidente, al caer de un carro con
heno), mucha gente, 20 días después de haber sido
enterrado, comentaron que Paole los visitaba en sus casas con
frecuencia. Mucho afirmaron que habían sido atacados por
este murto-vivo; y a raíz del pánico que se
desató en la región, el jefe militar ordenó
desenterrar el cuerpo para confirmar si el susodicho hayduk era o
no un chupasangre.
Tras sacarlo de ataúd, encontraron que el
cadáver estaba intacto, incorrupto. Que la piel y las
uñas le habían crecido y que la sangre era roja y
fresca, hallando rastros del vital elemento en boca, oídos
y nariz, claro indicio de que Paole era un vampiro. Razón
por la cual se procedió a clavarle una estaca en el
corazón y, posteriormente, su cuerpo quemado.
Unos años después, hacia 1731, la gente de
Medvedja empezó a morir sin causa aparente alguna. Trece
personas en menos de una semana. Todo indicaba que se estaba
desatando una segunda epidemia vampírica. En esa
ocasión, los habitantes de la aldea solicitaron al
teniente coronel a cargo del pueblo que tome cartas en el asunto
y éste, temiendo que se estuviera por desatar la peste,
convocó en diciembre de ese año, a un médico
de apellido Glaser, quien tras realizar un estudio de la villa
concluyó de que no había indicios de epidemia
alguna. Pero entre la gente ya se había instalado la idea
de que varios vampiros merodeaban la aldea. Una vez más,
la psicosis colectiva se convirtió en pánico y los
vecinos amenazaron con retirarse de la ciudad si el gobierno
local no solucionaba el tema. Ante el ultimátum, el
médico accedió a desenterrar los cuerpos de
aquellas personas que habían sido atacadas por Paole
años atrás (una diez en total). De esa
operación salió un informe que Glaser envió
a sus superiores, quienes a su vez decidieron mandar una segunda
comisión investigadora a cargo de otro médico
militar llamado Johann Flückinger que, a la postre,
sería el autor de uno de los documentos oficiales
más interesantes y conocidos, titulado Visum et
Repertum (Visto y Descubierto), con fecha 7 de
enero 1732.[34]
El caso Paole tampoco quedó circunscripto a la
aldea Serbia: la noticia llegó a los periódicos, en
este caso de la mano del padre el doctor Glaser, quien
resultó ser corresponsal de un semanario muy conocido
llamado Commertium Litterarium de la ciudad de
Nuremberg. El artículo del galeno devenido en reportero,
relató las experiencias que había tenido su hijo y
utilizó la palabra vampiro. Término que,
junto con los artículos más arriba nombrados
popularizaron aún más el vocablo.
El caso Paole fue citado dos años después
en la obra de un tal Johann Christoph Harenberg (1733) y en otro
artículo, escrito por Juan Gómez Alonso, de abril
del mismo año, en el que concluyen que todas estas
historias vampíricas no son más que productos de la
fantasía desatada por la ignorancia.
Claro que de muy poco valieron estas referencias
científicas. La creencia, instalada ya en Europa
Occidental, saltó del debate académico a la
literatura; y de ésta a la cotidianeidad de los rumores
populares que, en muchas ocasiones, volvieron a estos casos sin
considerar el lado crítico-racional de los documentos que
los nombraban.
Los "re-editaron" en virtud de la necesidad
misteriosa de creer.
Parte 3
Comarcas
lejanas
"Debo partir al país de los fantasmas
y
de los ladrones. Un lugar maravilloso
y
un poco sombrío, pero emocionante,
donde
la gente todavía cree en
monstruos".
Diálogo entre el protagonista y su esposa en
el
film Nosferatu, Fantasma de la Noche
(1979)
de Werner Herzog.
"La mente humana se resiste a la
extrañeza que genera
el desconocimiento (…). Para
ello asimila los estereotipos
como mecanismo de ayuda a superar la
ansiedad de la ignorancia".
Charnon-Deutsch (2004)
Los muertos-vivos, revenans o vampiros
europeos, son típicas bestias de frontera.
Nacieron al imaginario en los límites de la
cristiandad, en la línea divisoria que la separaba del
Imperio Otomano; en una Europa del Este que, por simple
capilaridad, absorbió los peligros y prejuicios que todas
las fronteras tienen de suyo, arrastrando una imagen siempre
negativa que se mantiene hasta hoy y que los medios de
comunicación masivos se encargan de seguir
difundiendo.[35]
Transilvania ("La Tierra detrás de los
Bosques"), Valaquia, Moldavia y Silesia, Hungría,
Rumania, Serbia, y Bohemia (incluso Grecia y sus islas egeas) son
todos nombres que despiertan la fantasía y la
imaginación. Toponimias que nos llevan a un universo que
se nos antoja exótico, misterioso y lejano. Tierras de
montañas y bosques espesísimos. Primitivos.
Últimos fragmentos de una foresta medieval que se ha
venido talando sistemáticamente desde el siglo
XI.[36]
Tierra de lobos y de osos. De cruces y encrucijadas de
caminos repletos de historias sobrenaturales. Tierra de iglesias
solitarias, acosadas por mil pecados nunca expresados. Comarca de
los Balcanes, de los Cárpatos, del
Paso de Borgo. Tierras condenadas. Sufrientes.
Escenarios aislados donde la tradición parecería
mantenerse inalterable. Comarcas donde la cordura es fagocitada
por la superstición y en las que el sentido de lo posible
ya no es el nuestro.
Frontera con el enemigo. Escenario de sospechas y
suspicacias, enfrentamientos, violencia y crueldad. Tierra de
miedos y traiciones. Pasaje a un oriente siempre despreciado por
pagano, hereje o musulmán. Un oriente sólo conocido
a medias, epidérmicamente, de forma superficial; cuyos
códigos son diferentes y la cosmovisión dominante
se parece muy poco a la que tenemos.
Una tierra siempre lejana. Apartada del
Progreso. Origen de invasiones, epidemias y muerte.
Comarca fría y de penumbras constantes; pero, al mismo
tiempo, nexo geográfico con la riqueza, los metales
preciosos, las especias, los objetos de lujos, la seda y las
historias que seguimos contando en los fogones
nocturnos.
Comarca de castillos y fortalezas, donde la literatura
gótica y romántica abrevó para exagerar e
inventar su llamativo exotismo, difundiéndolo por todos
los rincones del orbe. Nido de estereotipos que el cine del siglo
XX, desde muy temprano, explotó por medio de una
iconografía tan efectista como bella.
Tierra de gitanos, esoterismo y maldiciones. De
licántropos, brujas y vampiros; resabios todos de una
Europa presentada como arcaica y detenida en el
tiempo.
Comarca de magia y sortilegios, amenazas, racismo y
horror.
En este escenario es de donde el Padre Agustín
Calmet sacó sus legiones de atemorizadores vampiros y de
los cuales dieron cuenta algunos periódicos del siglo
XVIII desatando un interés no carente de morbo.
Mucho antes de que Winston Churchill impusiera su
metáfora "Cortina de Hierro", Europa oriental
estuvo separada del resto del continente por otro telón.
Uno menos contaminante, biodegradable, hecho por un
bosque inmenso, húmedo, frondoso, lleno de bruma e
invadido de silencio. Un bosque primigenio que selló la
suerte de esa región, contribuyendo a difundir un cuadro
estereotipado, cuyas principales características fueron el
atraso, la superstición y el anti-progreso. Por
otra parte, más allá de esa foresta, se
abría un universo desconocido y temido. Adverso a la
cristiandad. Un mundo que, entendían, pretendía
dominarlo todo, destruyendo lo que se le pusiera en el camino.
Ese era el Imperio Otomano. El mundo del Islam. Un cosmos que,
sólo muchísimo más tarde, adquiriría
el aspecto de un renovado monstruo: el del comunismo
soviético.
La literatura primero, los medios de comunicación
después (en especial los periódicos) y por
último el cine y la televisión, fueron los
responsables del modo en que hemos percibido a Europa oriental; y
es sintomático observar cómo esa
representación bipolar, llena de prejuicios, creó,
a partir de la distancia y la fragmentación informativa,
un estereotipo negativo de larga duración que
estigmatizó y homogeneizó a esa otra mitad del
viejo mundo. El vampiro es uno de sus
símbolos.[37]
Hemos conocido el Este más por descripciones
literarias que por observaciones científicas. Lo
colonizamos con la imaginación. Completamos el cuadro con
nuestros propios miedos y prejuicios. Lo volvimos cruel,
primitivo y pintoresco; salvaje, bonito y poco cultivado. Lo
convertimos en una especie de "Mundo Perdido", como el
de Arthur Conan Doyle, y pretendimos conquistarlo a través
de los textos de aventuras y de terror, en un intento por
controlar el horror a ser controlado, antes, por "El
Otro".
¿De qué otras comarcas podía
provenir un vampiro? ¿De qué otra región
inculta, supersticiosa y cercana, podía ser puesto en
peligro el desarrollado mundo del Progreso del siglo
XVIII?
Porque los vampiros encarnan eso: la amenaza al
Progreso ilustrado.
Una sombra anticipada a todo lo que vendría mucho
después, en el "breve y cruel" siglo
XX.
FJSR
Buenos Aires, Argentina
Julio 2014
Autor:
Fernando Jorge Soto
Roland*
[1] Un claro ejemplo de esto lo constituyen
los modernos cazadores de monstruos y espectros que salen por
televisión, empeñados en descubrir los secretos
del universo y de la muerte usando tecnología de punta.
Además, llama la atención el profundo
interés de la gente por esos temas y el gran
número de programas televisivos que, ya sea desde la
ficción más pura a los pseudo-documentales
científicos, apuntan a estas cuestiones (ejemplo de ello
son Monster Quest y Ghost Hunters, por citar sólo dos de
ellos).
[2] Extraído de un reportaje realizado
al alcalde por un diario local. Véase en Web:
http://www.diariolasamericas.com/mundo/serbia-revive-leyenda-vampiro-sava-savanovic-dracula-serbio.html
[3] Véase: Cuellar Alejandro, Carlos,
El Molino como espacio gótico del cine
fantástico, disponible en Web:
https://repositorio.uam.es/bitstream/handle/10486/660445/HYB2_4.pdf?sequence=1
[4] Véase: Leptirica (1973).
Disponible en Web:
http://www.youtube.com/watch?v=nzHznku1OnA
[5] Véase: Soto Roland, Fernando J.,
El Bosque, la Imaginación y el miedo. Disponible en WEB:
http://letras-uruguay.espaciolatino.com/aaa/soto_fernando/bosque.htm
[6] Denominaciones varias: varcolak , moroi
(Rumania), wurdalak, upier (Rusia), vrykolakas (Grecia),
brucolaco en castellano, vurdalak (ruso moderno), vrolok
(eslovaco), strigoï o strigoiul (rumano moderno), vampir
(búlgaro), vukodlak (serbio), upiór (polaco),
upir (ruso antiguo) , nosferatu (del griego nosophoro
(??s?f????), portador de enfermedad) vampyrus (latín) y
Kyuuketsuki (???) o Kuei-jin en japonés.
[7] Estas “epidemias” siguieron
causando estragos hasta bien entrado el siglo XIX. Rosell Hope
Robbins, en Enciclopedia de la brujería y
demonología (Ed. Debate, 1988), excelente libro de
consulta que sintetiza la problemática a partir de un
corpus bibliográfico enorme, afirma que “las
epidemias fueron especialmente virulentas en Ouíos en
1708, en Meduegya y Belgrado en 1725 y 1732, en Servia en 1825,
en Hungría en 1832, y en Danzig en 1855”
(pág. 585).
[8] La arqueología ha confirmado esto,
excavando tumbas en las que el cuerpo aparece atravesado por
estacas y demás objetos mágicos. Véase el
sitio Web mejor documentado sobre el tema que tratamos:
http://www.arries.es/la_cripta/varios/cadaveres_vampiros_8.html
[9] Delumeau, Jean, El Miedo en Occidente,
Editorial Taurus, Madrid, 1989, pp. 133 y 134.
[10] Ibídem, pág. 218.
[11] Calmet, Don Agustín, Tratado
sobre los Vampiros, Editorial Reino de Cordelia, España,
2009.
[12] Voltaire, Diccionario Filosófico,
www.librodot.com, pág. 819.
[13] Ibídem, pág. 819.
[14] Ibídem, pág. 819.
[15] Véase: Gómez castellano,
Irene, Benito Jerónimo Feijoo y la controversia europea
en torno a los vampiros. Disponible en Web:
http://www.academia.edu/3576277/_Benito_Jeronimo_Feijoo_y_la_controversia_europea_en_torno_a_los_vampiros_._Salina_21_2007_91-100
[16] Disponible en Web.
http://www.filosofia.org/feijoo.htm
[17] Feijoo, Benito Jerónimo, Carta
XX, Pág. 287. Texto completo disponible en Web.
http://www.filosofia.org/bjf/bjfc420.htm . Benito
Jerónimo Feijoo (1676-1764), Cartas eruditas y curiosas
(1742-1760), tomo cuarto (1753). Texto tomado de la
edición de Madrid 1774 (en la Imprenta Real de la
Gazeta, a costa de la Real Compañía de Impresores
y Libreros), tomo cuarto (nueva impresión),
páginas 266-293
[18] Y esto se aprecia en muchos textos
esotéricos actuales, que desdeñan los comentarios
racionales del benedictino y se quedan únicamente con la
historia que relata, como si fuera ésta una verdad
histórica probada por el solo hecho de haber sido
escrita hace unos trescientos años.
[19] Feijoo, op.cit. pág. 278.
[20] Ibídem, pág. 278.
[21] Ibídem, pág. 279.
[22] Ibídem, pág. 279.
[23] Ibídem, pág. 279.
[24] Ibídem, pág. 287.
[25] Ibídem, pág.289.
[26] Ibídem, pág. 294.
[27] Crespo MacLennan, Julio, Imperios. Auge
y declive de Europa, 1492-2012, Galaxia Gutemberg
Círculo de Lectores, España, 2012, pp. 11-12.
[28] Todas las citas textuales de la obra de
Tournefort son tomadas de la traducción realizada por
Javier Arries disponible en Web:
http://www.arries.es/la_cripta/casos/mykonos.html
[29] Véase noticia periodística
de Craiova, Rumania. Disponible en Web:
http://escalofrios.org/caceria-de-un-vampiro-en-rumania/ y en
http://www.taringa.net/posts/paranormal/9876843/El-Vampiro-Petre-Toma-en-Rumania-2003.html
[30] Sunstein, Cass R., Rumores. Cómo
se difunden las falsedades, por qué nos las creemos y
qué se puede hacer contra ellas, Editorial Debate,
Uruguay, 2009.
[31] Hood, Bruce M., Sobrenatural. Por
qué creemos en lo imposible, Editorial Sefirá,
Colombia, 2009.
[32] Traducción del documento
realizado por Javier Arries. Disponible en Web:
http://www.arries.es/la_cripta/casos/pedro_plogojowitz.html
[33] Véase:
http://www.arries.es/la_cripta/vampirologos/michael_ranft.html
[34] Documento disponible en Web:
http://es.scribd.com/doc/37195086/Visum-et-Repertum
[35] Esparza, Daniel, La creación de
un monstruo llamado Europa del Este. Disponible en Web:
http://e-spacio.uned.es/fez/view.php?pid=bibliuned:ETFSerieVI-2009-2050
[36] Weisman, Alan, El Mundo sin Nosotros,
Editorial Debate, Argentina, 2007, pp.21-26.
[37] Por otra parte, es bueno aclarar que, a
pesar del tiempo transcurrido, los países del Este
europeo arrastran todavía una pesada herencia de
desprestigio cuyo origen lo encontramos a fines de la Edad
Media, cuando el Gran Turco se instaló en la frontera
del catolicismo, y se perpetuó reverdecido durante toda
la Guerra Fría (1945-1991).
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