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Mitos en la respuesta sexual humana: creencias que desafían la intimidad de la pareja

  1. Resumen
  2. Introducción
  3. Para comprender la
    respuesta sexual humana….
  4. Una
    desmitificación necesaria
  5. Conclusiones
  6. Referencias
    bibliográficas

Resumen

La vida sexual y los comportamientos que asumen los
individuos con respecto al sexo están mediatizados por
concepciones mitificadoras, perpetuando conflictos y angustias en
la convivencia entre los sexos y la realización plena del
hombre y la mujer. Los mitos asociados a la sexualidad tienen una
carga social significativa y están determinados por
creencias respecto a ella. Tiende a magnificarse la figura
masculina, otorgándole primacía absoluta sobre la
mujer y generando malestares, pues las expectativas que se
suceden inciden negativamente en la comunicación con la
pareja y la expresión de afectos. A su vez cercenan el
desempeño de la mujer, ubicándolas en un rol pasivo
y obstaculizando el desarrollo de su creatividad. A partir de
aquí emerge la necesidad de valorar los mitos en la
respuesta sexual humana y su incidencia en la satisfacción
del individuo, para buscar alternativas que permitan develar
mitos, prejuicios y estereotipos ofreciendo al hombre y a la
mujer múltiples opciones para vivir de forma
auténtica, plena y responsable.

Introducción

Hablar de sexualidad es evocar múltiples
polémicas en torno a ella. Algunos la asocian directamente
al acto sexual y otros reconocen su relación con las
características biológicas, psicológicas y
socioculturales que nos identifican. En sentido general es
reconocida su importancia como elemento básico del
desarrollo personal, como parte de nuestra identidad y
personalidad, como una necesidad humana que no puede aislarse de
otros aspectos de la vida.

La sexualidad no solo mediatiza nuestro sexo sino que
también está mediatizada por todo lo que somos.
Incluye la comunicación, la afectividad, la
reproducción y el placer. Se compone de todos los
elementos asociados al ser hombre y mujer díganse roles de
género, valores, imagen corporal, autoestima,
orientación y conducta sexual. Influye a su vez en los
pensamientos, sentimientos, acciones e interacciones y de este
modo, en nuestra salud mental y física.

Es el resultado de cuatro potencialidades humanas:
reproductividad, erotismo, género y vinculación
afectiva-interpersonal, que en su conjunto dan cuenta de la
multidimensionalidad de la sexualidad y de su relación con
todas las esferas de la vida cotidiana.

El sexo o el acto sexual, aunque solo representa una
parte de la sexualidad juega un papel importante en ella. Tiene
que ver con las relaciones íntimas entre las personas y
los cambios psicofisiológicos que se producen en ellas
durante el coito. Cuando se tienen relaciones sexuales genitales
el cuerpo experimenta una serie de cambios físicos y
psicológicos que acompañan a hombres y mujeres.
Estos cambios se viven de manera gradual y paulatina, por lo que
han sido descritas en cuatro fases que permiten comprender mejor
lo que va sucediendo en el cuerpo.

La vida sexual y los comportamientos que asumen los
individuos con respecto al sexo están mediatizados por
mitos que surgen junto al proceso de socialización. Las
concepciones mitificadoras de la vida sexual perpetúan
conflictos y angustias en la convivencia entre los sexos y la
realización plena del hombre y la mujer. Constituyen un
motivo de castración de la libertad de elección,
que en esta esfera de su vida, al igual que en todas las
restantes, tiene derecho toda persona con independencia de su
sexo.

Para comprender
la respuesta sexual humana….

La sexualidad, al decir de Masters y Johnson es una
dimensión de la personalidad, y no exclusivamente una
aptitud del individuo para generar una respuesta erótica.
Ellos distinguen entre actos sexuales y conductas sexuales, los
primeros se refieren a la relación coital, la
masturbación y los besos, y los segundos trascienden estos
actos, se refieren a la forma de vestir, la manera en que
tratamos a las personas del sexo opuesto, o sencillamente salir
con otra persona. Este proceso está atravesado por la
dimensión biológica, psicosocial y
cultural.

La dimensión cultural de la sexualidad abarca las
creencias de lo que es bueno o malo, las concepciones morales,
religiosas y de género que se tengan sobre el tema, y los
mitos asociados a la respuesta sexual humana. Los mitos
constituyen una de las formas en que se articula el imaginario
social, a través de mecanismos que tienen un
carácter inconsciente. En la medida que gestan de
prácticas sociales, son productos de los sujetos que las
realizan, viéndose esta relación en un complejo
proceso de interpenetración.

Las falsas creencias que existen en torno a los mitos,
constituyen un factor que atenta directamente contra el
desempeño o realización de la actividad sexual, por
eso, a decir de Villavicencio es necesario un conocimiento
adecuado sobre el tema para erigir una vida sexual madura y
equilibrada. En este proceso intervienen una serie de
fenómenos psicológicos y fisiológicos, en su
origen está el deseo que dinamiza todo el proceso desde el
principio hasta el final.

Masters y Johnson en su libro La respuesta sexual humana
(1966) diferencian cuatro fases: excitación, meseta,
orgasmo y resolución. Ellos fueron los pioneros y
principales investigadores de la respuesta sexual humana y de sus
disfunciones. Más adelante Helen Kaplan propone en su
libro Trastornos del deseo sexual (1979) tres componentes que
intervienen en la respuesta sexual humana. El primero es el
deseo, que es un fenómeno psicológico, y
después la excitación y el orgasmo, como
fenómenos psicofisiológicos.

Villavicencio integra estas teorías y define la
respuesta sexual en cinco fases: el deseo, la excitación,
la meseta, el orgasmo y la resolución. En este trabajo
tendremos en cuenta esta clasificación para abordar los
principales cambios que ocurren durante la respuesta sexual
humana.

El deseo es un impulso producido por la
activación de los circuitos neuronales sexuales que
implican modificaciones en el estado de ánimo de la
persona, quien empieza a interesarse por la actividad sexual y a
mostrarse receptivo ante la experiencia sexual. El deseo mueve la
voluntad hacia el conocimiento, posesión y disfrute de la
persona. Deseo, placer y relajación o tensión son
los fenómenos psicológicos implicados en la
actividad sexual.

Para el normal funcionamiento de esta fase se requiere
de un nivel adecuado de testosterona y un equilibrio
idóneo de determinados neurotransmisores (dopamina,
adrenalina y noradrenalina) y la serotonina. En el hombre son los
testículos la principal fuente de la testosterona,
disminuyendo su producción a partir de los 50 años,
y en la mujer son los ovarios y la corteza suprarrenal que se ve
afectada sensiblemente con la menopausia, debido a la inactividad
de los ovarios.

Aún así, la corteza suprarrenal sigue
produciendo testosterona en cantidad suficiente para mantener el
deseo de por vida, siempre que se estimule especialmente la
relación amorosa. Algunos especialistas refieren que el
mejor antídoto para el escaso deseo sexual es el estar
enamorado, soñar y fantasear frecuentemente con el amor.
Algunos piensan que el momento de máximo deseo en el
hombre está en torno a los 20 años, mientras que
para la mujer entre los 35 y 40 años, que es cuando se
siente más madura y libre.

La excitación es consecuencia de una
estimulación sexual que puede ser física y
psicológica o una combinación de ambas. Se
desencadena no solo a través del contacto físico
directo, sino también a partir del olfato, la vista, el
pensamiento o las emociones. Se caracteriza por el inicio de
sensaciones eróticas y por la consecución del
estado eréctil en el hombre y la lubricación
vaginal en la mujer.

Los cambios físicos que se producen no son
siempre constantes y crecientes, sino que fluctúan tanto
en hombres como en mujeres. La modificación del ritmo y
técnicas de estimulación pueden turbar la
excitación, al igual que extender en exceso una caricia
determinada puede entibiar momentáneamente las
sensaciones. Según Masters y Johnson los mecanismos
vasoconstrictivos de la excitación se intensifican y
declinan del mismo modo que todos los procesos biológicos
conocen fluctuaciones.

Por lo general el hombre se excita más
fácil y rápidamente que la mujer, porque existe una
mayor cantidad de estímulos o situaciones que lo excitan.
En cambio la mujer necesita un clima especial y cierto estado de
ánimo, ella es más selectiva que el hombre y
más susceptible al enfriamiento. Las personas mayores
requieren mayor estimulación táctil para lograr la
excitación.

En la fase de excitación se produce un marcado
aumento de la tensión sexual, que en la fase de meseta se
mantienen e intensifican en altos niveles, esto dispone el
terreno para el orgasmo. La intensa vasoconstricción en el
tercio externo de la vagina origina una hinchazón de los
tejidos, esta reacción es la que Masters y Johnson
denominan plataforma orgásmica.

En el hombre suele aparecer antes la demanda de
penetración, y a veces no tiene en cuenta la suficiente
preparación de la mujer. A esto se suma el hecho de que la
mujer, probablemente más que la estimulación
fisiológica, necesita de un clima psicológico
apropiado de confianza, entrega, intimidad, y esto muchas veces
se rompe con el intento prematuro de la penetración. El
orgasmo, desde el punto de vista biológico es la fase
más corta del ciclo de la respuesta sexual, normalmente
dura unos segundos. Durante este periodo se originan
contracciones rítmicas involuntarias que producen una
intensa sensación física seguida de un
rápido relajamiento. Desde el punto de vista
psicológico el orgasmo es un instante de goce y
suspensión de la actividad mental, es decir, la mente se
repliega sobre sí misma para disfrutar de tan
íntima experiencia.

Los orgasmos varían no solo en cada hombre o
mujer en particular, sino en distintos momentos de un mismo
individuo. La diferencia en intensidad se deriva de factores
físicos (fatiga, tiempo transcurrido desde el
último orgasmo) y psicosociales (afinidad con la pareja,
actividades, expectativas y sentimientos en torno al hecho
sexual).

El orgasmo es una respuesta global de todo el organismo,
no solo de la pelvis. Se contraen los músculos de
numerosas regiones corporales y el rubor sexual alcanza su mayor
intensidad y extensión superficial. En el hombre el
orgasmo y la eyaculación no constituyen un solo e
idéntico proceso, aunque en la mayoría se producen
de modo simultáneo. Las contracciones liberan eficazmente
la tensión sexual acumulada y las sensaciones mentales que
acompañan a este suceso.

Al finalizar el orgasmo se inicia la resolución
de los cambios fisiológicos que empezaron desde la fase
del deseo. En el hombre es el período de retorno al estado
normal de no estimulación que comprende el periodo
refractario. Se invierten las alteraciones
anatomofisiológicas ocurridas durante la etapa de
excitación y meseta. Tanto en hombres como en mujeres
desaparece el rubor sexual y a veces se advierte una
sudoración abundante. Las mujeres tienen una aptitud
multiorgásmica, pero depende de una estimulación
sexual continuada y efectiva, así como del interés
sexual.

En la sociedad son poco conocidos los cambios
fisiológicos que ocurren en cada una de las etapas de la
respuesta sexual humana, de ahí que la vida sexual de las
personas esté mediatizada por los mitos relacionados con
la respuesta sexual, lo que limita el disfrute de una vida sexual
plena y desarrolladora.

Una
desmitificación necesaria

La necesidad de realizar una valoración de los
mitos en la respuesta sexual humana y su incidencia en la
satisfacción con respecto a las relaciones sexuales, tiene
como base los conflictos y frustraciones que experimentan hombres
y mujeres en su vida sexual por no cumplir con el "debe ser". A
partir de aquí se generan malestares que tienden a
cercenar e inhibir el desempeño sexual en ambos sexos,
develando la importancia de desmitificar los prejuicios y
estereotipos que se han configurado en torno a la sexualidad, en
aras de promover la libre expresión del ser
humano.

Los mitos asociados a la sexualidad tienen una carga
social significativa en la vida afectiva interpersonal de las
personas. Se prepondera al varón como figura cimera dentro
de la relación sexual, espacio donde debe probar su
virilidad a toda costa. Este hecho le otorga primacía
absoluta sobre la mujer, lo que trae aparejado una enorme carga
social pues las expectativas que sobre él giran
están matizadas por altas exigencias sociales con
incidencia negativa en procesos tan importantes como la
comunicación en la pareja y la expresión de afecto
en el hombre.

Producto al desconocimiento con respecto a la
sexualidad, existen mitos relacionados con el intercambio en la
pareja que abarcan, desde aspectos propios de su funcionamiento
hasta elementos más específicos de la respuesta
sexual humana, los mismos pueden variar según las
características socioculturales de cada
sociedad.

"El buen amante no necesita que su compañera le
diga cómo hacerla feliz, él lo sabe", es una de las
creencias erróneas que existen en nuestra sociedad y que
actualmente afectan el buen funcionamiento de la pareja, en tanto
constituye una barrera para la comunicación entre ellos.
Dificulta el desarrollo de la confianza y puede crear un clima
desfavorable, agresivo y hostil limitando la posibilidad de
expresar sus sentimientos. Supone además la capacidad que
debe tener el hombre para conocer los intereses de su pareja y
sus gustos.

La vida en pareja requiere de la participación
conjunta, para lo que es necesario el conocimiento mutuo sobre
las emociones, intereses, gustos del otro que permita potenciar
el protagonismo de ambos miembros de la pareja,
favoreciéndose de esta forma la autonomía e
identidad de cada uno. En este sentido es importante que tanto el
hombre como la mujer conozcan las zonas erógenas que
más placer les producen, la localización de estos
puntos de excitación y la presencia de fantasías
sexuales como fuentes de excitación y satisfacción
en ambos miembros de la pareja. Todo contacto físico con
la pareja puede ser fuente de disfrute y placer pues no siempre
"relación sexual equivale a coito vaginal". De la misma
forma se debe lograr confianza para expresar los gustos con
respecto a la estimulación sexual y la
incorporación de cada uno de los miembros en la
satisfacción del otro.

Culturalmente se le asigna al hombre la labor de iniciar
la relación sexual y se considera el principal responsable
del orgasmo femenino y del bienestar y la satisfacción de
la pareja, desplazando de esta forma el desempeño activo
de la mujer y obstaculizando el desarrollo de su creatividad, tan
importante en esta área. Dicha creencia no afecta
solamente a las mujeres, que pueden sentirse inhibidas al iniciar
una relación sexual, sino que puede provocar en el hombre
malestares, insatisfacciones y ansiedades al sentirse presionados
(ansiedad de desempeño), ante las cuales pueden aparecer
conflictos, frustraciones y hasta disfunciones
sexuales.

La existencia de preocupaciones por quedar bien ante la
pareja, y responder a cuanto asedio femenino acontezca es otro de
los conflictos que puede enfrentar el hombre con respecto al sexo
("El varón quiere y siempre está preparado para el
sexo", "Un varón no puede decir que no al sexo"). De este
modo se les niega la posibilidad de expresar miedo, temor,
ansiedad o desconocimiento en torno a la actitud que debe asumir
en lo concerniente a la sexualidad. La sociedad les invita a
mantener relaciones sexuales con todas las mujeres que puedan y a
llevar el papel dominante en la relación de pareja
entendiendo que son ellos los que más deben saber de
sexo.

La potencia sexual del varón se asocia mucho al
tamaño de los genitales aún cuando
fisiológicamente se ha comprobado que el tamaño del
pene no influye en el placer, sin embargo es necesario tener en
cuenta la representación que tiene la pareja en torno a
esto, ya que las creencias y expectativas influyen en la
actividad sexual.

Se considera una medida de hombría y virilidad la
iniciación temprana en experiencias eróticas para
lo que generalmente no han sido preparados y por consiguiente se
carece da la madurez necesaria para enfrentarla con éxito.
El hombre debe ser iniciador ("El sexo solo debe suceder por
iniciativa del hombre"), protagonista y guía ("Cualquier
hombre debe saber como dar placer a una mujer"), con conceptos
que todavía determinan el proceso de intercambio, marcando
pautas en toda acción manifiesta.

Para el logro de una exitosa relación sexual el
amor no es suficiente. Es importante en la pareja el dialogo, la
expresión de gustos, deseos, necesidades, para mayor
satisfacción en el intercambio amoroso. Cada miembro de la
pareja debe comunicar al compañero lo que piensa, necesita
o quiere para sentir placer.

El hombre juega un papel importante en la
relación sexual, pero esto no significa que tenga la
máxima responsabilidad en la misma. El hecho de que en
algunas ocasiones su respuesta sexual no sea la idónea, no
significa que presente un trastorno o que deje de ser "un buen
amante" y empiece a fallar. El fallo en la respuesta puede estar
condicionado por ingestión de sustancias, estados de
ánimo u otros factores que inciden directa o
indirectamente en la actividad sexual.

En las relaciones sexuales son importantes
también las emociones, sentimientos y sensaciones que
experimentan ambos miembros de la pareja, el placer y la
satisfacción de los mismos no debe recaer sobre un
sólo miembro. Existe la creencia de que "la conducta
normal de un hombre con una mujer es tener una erección y
mantenerla mientras hace las cosas que a ella le gustan". Esta
idea está sustentada en el falso precepto de que "un
hombre demuestra que es un verdadero macho con una buena
erección que dure". El periodo de excitación de la
mujer es más largo que el del hombre por eso necesita de
más estimulación para lograr la respuesta sexual
necesaria. Esta estimulación no se debe reducir al
contacto genital, debe ser más amplia, utilizando las
fantasías, el erotismo, la creatividad y los
órganos sensoriales.

La frecuencia de las relaciones sexuales no implica
desgaste en los miembros de la pareja, al contrario, una vida
sexual activa se ve favorecida por la práctica de
relaciones sexuales regulares. Además de la experiencia y
el conocimiento de la pareja que se adquiere, puede favorecer el
deseo sexual. En la mujer se mantienen los tejidos vaginales y
los mecanismos de lubricación y los hombres tienen
más posibilidades de conservar una respuesta sexual
adecuada en la vejez.

En la relación coital tanto hombres como mujeres
tienen un gasto energético, pero este puede reponerse sin
mucha dificultad. Ambos miembros de la pareja pueden tener un
papel activo, pues tienen la misma posibilidad de disfrute y no
siempre tiene que ser de manera "explosiva". El propio orgasmo,
no es una experiencia salvaje y arrebatadora como muchos piensan,
los cambios que se producen expresan una sensación de
placer y bienestar porque liberan toda la tensión sexual
acumulada en las fases anteriores. El orgasmo difiere mucho de
una persona a otra, incluso de un momento a otro en una misma
persona, estará en dependencia de factores
psicológicos y ambientales.

Evidentemente los mitos tienen un fuerte componente
social, que reproduce y patentiza las diferencias entre mujeres y
hombres, en quienes se enmarca el "rol protagónico",
reforzando la jerarquía en las relaciones de pareja.
Marcan pautas en los comportamientos que asumen los individuos,
propiciando la aparición de cuestionamientos sobre el
desempeño sexual, que lejos de contribuir al crecimiento
personal van en detrimento de la autovaloración y la
autoestima.

Están determinados por las creencias de las
personas con respecto a la sexualidad y condicionan, en gran
medida, la respuesta sexual de los individuos incidiendo en la
satisfacción que se pueda experimentar en la
relación coital a partir de la interiorización de
los mismos.

Los mitos no deben verse aislados, la valoración
que se realice de ellos debe partir de su interdependencia y su
relación con las características socioculturales
del contexto. En su gran mayoría magnifican el
protagonismo del hombre en las relaciones sexuales lo que
demuestra su sustento en las concepciones de género.
Parten también del desconocimiento sobre los cambios que
se producen en la respuesta sexual humana lo que ha propiciado la
aparición de falsas creencias con respecto a las actitudes
y sensaciones que pueden experimentarse en el acto sexual,
constituyendo fuente de continuos malestares y costos para el
bienestar subjetivo de hombres y mujeres.

Actualmente se aprecian tendencias de cambio en lo que a
relación sexual y de pareja se refiere, dichas tendencias
apuntan a una ruptura con los cánones que
históricamente han regulado este espacio. No obstante, los
mitos y prejuicios configurados en torno a este tópico,
condicionan aún el comportamiento sexual.
Indiscutiblemente imponen retos a la intimidad que puede
establecerse entre dos personas, atentando contra la libre
expresión de confianza, cariño y amor.

Conclusiones

  • Los mitos en la respuesta sexual humana reproducen
    patrones socioculturales que refuerzan la jerarquía en
    las relaciones de pareja otorgándole primacía
    absoluta a la figura masculina y patentizan la pasividad
    femenina.

  • Los prejuicios y estereotipos que se han configurado
    en torno a la sexualidad. tienen un fuerte componente social
    asociado a las concepciones de género, aunque
    también muestran desconocimiento sobre la base
    fisiológica de la respuesta sexual humana.

  • Las falsas creencias en torno a la sexualidad
    constituyen fuente de continuos malestares y costos para el
    bienestar subjetivo de hombres y mujeres imponiendo como reto
    su desmitificación en aras de contribuir al disfrute
    de la sexualidad.

Referencias
bibliográficas

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  • Torres R. B. Hablemos de sexualidad. Inquietudes
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    Científico-Técnica; 2006.

  • Enciclopedia de sexualidad (Océano), No.3 y
    4.

 

 

Autor:

Laritza Vázquez Mojena

 

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