La Historia me Absolverá. Importancia y Vigencia –
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La Historia me Absolverá.
Importancia y Vigencia
La Historia me Absolverá es una obra fundadora,
aunque nacida en los albores de la segunda mitad del siglo XX.
Tan importante como eso fue el pronunciamiento, en oratoria
improvisada ante el Tribunal que juzgaba a su autor, el joven
letrado Fidel Castro Ruz, el 16 de octubre de 1953, en una
pequeña sala de la Escuela de Enfermeras del Hospital
Civil de Santiago de Cuba. Su medida crece y se proyecta con la
reconstrucción del alegato de autodefensa por él
mismo. Autodefensa de la causa que lideró y cuyo epicentro
fue el asalto al Moncada el 26 de Julio de aquel mismo
año. Pero, además, La Historia me
Absolverá se convirtió en el vehículo
más efectivo para lograr reagrupar a aquellos
jóvenes comprometidos en la organización del
movimiento revolucionario, históricamente conocido como de
La Generación del Centenario, que no pudieron participar
en los asaltos a los cuarteles Carlos Manuel de Céspedes,
de Bayamo, y Moncada, de Santiago de Cuba. Otro mérito
extraordinario de La Historia me Absolverá, fue el
de sumar adeptos para la causa revolucionaria. Su propia
edición y distribución clandestina coadyuvó
a ello decisivamente.
"Condenadme, no importa, La Historia me
Absolverá". Con esas palabras y esa convicción
finalizó su histórico alegato de autodefensa el
joven abogado Fidel Castro Ruz, al ser juzgado en la causa 37 por
las acciones del 26 de julio de 1953, cuando la Generación
del Centenario protagonizó los asaltos a los cuarteles
Moncada y Carlos Manuel de Céspedes.
Este 16 de octubre se cumplen 59 años del
histórico acontecimiento en que Fidel pasó de
acusado a acusador en el juicio celebrado en la pequeña
sala de enfermeras del hospital Saturnino Lora, en Santiago de
Cuba, y con su enérgica denuncia rompió el muro de
silencio que la censura pretendió imponer al
juicio.
Fidel solicitó ejercer su propia defensa para
denunciar con crudeza y sin tapujos los desmanes de la sangrienta
tiranía de Fulgencio Batista Zaldívar, que
sumó a la lista de abusos y atropellos el asesinato de un
numeroso grupo de los asaltantes al cuartel Moncada.
La Historia me Absolverá constituye un documento
que sintetizó con brillantez el programa de lucha de los
jóvenes revolucionarios, en tanto programa político
y de acción, devino eficaz instrumento para la unidad del
movimiento revolucionario, que haría valer su influencia
en el curso posterior de la lucha hasta la definitiva victoria de
enero de 1959.
No significó solo una pieza oratoria de enorme
trascendencia, sino que se convirtió por derecho propio en
el Programa del Moncada, cuyas bases las expuso magistralmente
Fidel y posteriormente fueron materializadas, como el más
digno homenaje a los héroes y mártires del
Moncada.
Al repasar sus páginas, encontramos en La
Historia me Absolverá la asombrosa visión futurista
de Fidel, la definida estrategia a seguir para hacer realidad los
anhelos libertarios del pueblo cubano, su posición
antiimperialista y el trazado irreversible del camino
revolucionario transitado por nuestro pueblo hasta los
días presentes.
En cuanto a mí, sé que la cárcel
será dura como no lo ha sido nunca para nadie,
preñada de amenazas, de ruin y cobarde
ensañamiento, pero no la temo, como no temo la furia del
tirano miserable que arrancó la vida a 70 hermanos
míos. Condenadme, no importa, La historia me
absolverá", concluyó Fidel su histórico
alegato. El tiempo transcurrido y la Revolución Socialista
en Cuba confirman con creces que Fidel fue absuelto por la
Historia.
Dentro de esta se destacan problemas como la salud,
educación, industrialización, desempleo, tierra y
la vivienda. Ejemplos de estos problemas lo vemos cuando El
abandono sanitario del pueblo cubano, con particular
ensañamiento en los campos, fue una de las razones
expuestas por el joven revolucionario Fidel Castro ante el
tribunal que los juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953,
para justificar la rebelión contra la dictadura impuesta
al país el 10 de marzo de 1952, mediante un golpe de
estado.
Su denuncia fue contundente. La sociedad se conmueve
ante la noticia del secuestro o el asesinato de una criatura,
pero permanece criminalmente indiferente ante el asesinato en
masa que se comete con tantos miles y miles de niños que
mueren todos los años por falta de recursos, agonizando
entre los estertores del dolor y cuyos ojos inocentes, ya en
ellos el brillo de la muerte, parecen mirar hacia lo infinito
como pidiendo perdón para el egoísmo humano y que
no caiga sobre los hombres la maldición de Dios (…)
El acceso a los hospitales del Estado, siempre repletos,
sólo es posible mediante la recomendación de un
magnate político que le exigirá al desdichado su
voto y el de toda su familia para que Cuba siga siendo igual, o
peor.
El presupuesto asignado a la salud
era realmente una vergüenza. Unos 25 millones de pesos, de
los cuales políticos y funcionarios corrompidos se robaban
gran parte, era lo que el gobierno destinaba a la salud del
pueblo. La mayoría de esos recursos se concentraban en la
capital, cuya población representando el 22% del total del
país, contaba con el 61 por ciento de las camas.En la zona
oriental la situación era más trágica. La
Región Oriente Sur de Salud Pública, que abarcaba
las actuales provincias de Granma, Santiago de Cuba y
Guantánamo, contaba con un presupuesto de sólo 1
300 000 pesos. Hoy sólo Santiago de Cuba sobrepasa los 400
000 000.
La mortalidad infantil cubana superaba la tasa de 60 por
cada mil nacidos vivos, aún cuando muchos niños no
eran siquiera registrados en su nacimiento por residir en lugares
rurales donde la asistencia médica no llegó nunca
durante la etapa pre revolucionaria.
Miles de niños y adultos morían cada
año víctimas de enfermedades curables. Por la
poliomielitis fallecían anualmente o quedaban
inválidas unas 300 personas; el paludismo atacaba a unas 3
000; de la difteria eran presa unos 600 niños, mientras
que la gastroenteritis causaba estragos en la propia ciudad de
Santiago de Cuba. Incluso en 1957, se conoce el doloroso episodio
del Valle de Mayarí Arriba, zona rural donde ese
año murió el 80 por ciento de los niños
menores de un año, como consecuencia de esa
enfermedad.
En el propio año 1953, una epidemia de
gastroenteritis mataba dos niños cada día en
Santiago de Cuba. Las autoridades achacaron la enfermedad a la
mala calidad del agua y los alimentos, pidieron apoyo al
país, y como respuesta recibieron unas pocas camas y
cuatro cajas de medicamentos, lo que ni siquiera
contribuyó a aliviar el mal. La tuberculosis, el
tétanos y otras enfermedades infecciosas, sembraban
también la muerte en muchos hogares cubanos,
principalmente los pobres.
Ese derecho humano, el de la vida, estaba garantizado
sólo para unos pocos que podían pagarlo. El hambre,
la desnutrición y falta de trabajo preventivo, agravaban
la situación.
La salud era un negocio privado. Y la medicina, una
mercancía. El 70 por ciento del mercado de medicamentos
estaba en manos de empresas norteamericanas y la población
tenía que adquirirlos mediante precios que multiplicaban
su costo. El servicio médico rural no existía. El
país contaba con unos 6 000 médicos, la
mayoría en la capital cubana y otras grandes ciudades,
mientras que gran parte de ellos ejercía la medicina
privada. Las 131 casas de socorro existentes en el país,
eran realmente una grotesca caricatura de atención
sanitaria, y una gran mayoría de quienes recibían
asistencia médica, se quedaban con las recetas en los
bolsillos, al no poder comprarlas por falta de recursos. La
atención estomatológica era ínfima. Una
intervención quirúrgica era un lujo que pocos
podían satisfacer.
Eso explica que, en esa época, la expectativa de
vida de la población anduviera por los 55
años.
La Salud del pueblo, en correspondencia con
el Programa del Moncada, fue una de las principales
transformaciones encaradas por la Revolución desde sus
primeros pasos, enfrentando no sólo las pésimas
condiciones existentes, sino las impuestas por la
contrarrevolución y los gobiernos norteamericanos.De los 6
000 médicos existentes, unos 3 000 abandonaron el
país; pero Cuba ha formado, en estos años de
Revolución, casi 100 000 médicos y una diversidad
grande de profesionales que garantizan la atención gratis
y cada vez de mayor calidad a toda la población, sin
excepción de ningún tipo.La medicina privada fue
erradicada, así como la comercialización privada de
los medicamentos. El sistema de salud cubano eliminó el
vergonzoso status que convertía al paciente en un cliente
y a la medicina en una mercancía.El Estado cubano invierte
hoy en la salud una cifra que no resiste comparación con
la de esos años de antes de 1959. En Santiago de Cuba, por
sólo citar un ejemplo, tres instituciones: el Hospital
Provincial Saturnino Lora, el Hospital Clínico
Quirúrgico Juan Bruno Zayas y el Instituto Superior de
Ciencias Médicas –cada uno por separado- tienen un
presupuesto que casi duplica el destinado a la salud en Cuba
antes del triunfo de la Revolución.En los más
apartados parajes de nuestra geografía, existen los
Consultorios del Médico y la Enfermera de la Familia, que
abarcan a toda la población.Desde 1962 comenzó una
campaña de vacunación para toda la población
infantil. Y enfermedades como la poliomielitis, el paludismo, la
difteria, gastroenteritis y otras infecciosas que causaban miles
de muertes, fueron erradicadas desde los primeros años.
Hoy, el programa de vacunación protege a la
población infantil contra 13 enfermedades.
La mortalidad infantil tiene hoy en Cuba
una tasa de 4,7 por cada mil nacidos vivos, con resultados
grandes también en las tasas de mortalidad preescolar,
escolar y materna, mientras que la expectativa de vida ronda
los 78 años.Una red de hospitales, Consultorios del
Médico y la Enfermera de la Familia, Policlínicos,
Hogares Maternos y de Ancianos, Centros Especializados y de
Investigación, sostienen un sistema que cuenta con
Universidades Médicas en 13 provincias, de
donde cada año egresan miles de profesionales en las
carreras de medicina, enfermería, estomatología, y
psicología y tecnología de la salud.
Cuba, además, comparte su obra de la salud con
decenas de pueblos, principalmente los más pobres, tanto
con el envío de personal calificado que ha atendido a
millones de personas y salvado millones de vidas, como la
formación gratuita de profesionales en nuestro
país.
Una cifra avala el avance: 38 000
profesionales de la salud se desempeñan como docentes. Eso
indica que por cada médico que abandonó el
país en los primeros años del triunfo
revolucionario, la Revolución tiene como profesores a
doce. El equipamiento tecnológico más moderno, a un
alto costo en divisas, es adquirido para nuestras instituciones
de asistencia, docencia e investigaciones, todo en aras de la
salud del pueblo.
El sistema cubano de salud, prioriza el nivel primario
de atención, la prevención, la educación de
la población, la búsqueda para la detección
precoz de las enfermedades y su tratamiento oportuno, al tiempo
que alerta sobre los malos hábitos de alimentación
y otros que conspiran contra la salud.Cuba se encuentra entre los
primeros países del mundo donde la población vive
más años después de haber cumplido los 60 de
edad.
En Santiago de Cuba, escenario del combate del 26 de
Julio, lugar donde Fidel Castro, el 16 de octubre de 1953
proclamó su alegato La historia me absolverá, de
198 médicos que existían antes del triunfo, ahora
trabajan más de 6 000, al tiempo que la Universidad
Médica cuenta con más de 16 000 estudiantes y
4 500 profesores.
No hay país del mundo con más
médicos por habitantes que Cuba. Pero no es sólo la
cantidad, sino que todos, sin excepción, están al
servicio del pueblo. La crítica situación de la
salud, inspiró el combate del Moncada; ahora la salud en
Cuba es una muestra de que los sueños de ayer, son
la realidad conquistada durante más de 50 años de
lucha.
Es plena confirmación de las palabras de Fidel
Castro en el histórico juicio, tras exponer las razones
del Moncada y la confianza en el triunfo: A los que me llamen
por esto soñador, les digo como Martí: "El
verdadero hombre no mira de qué lado se vive mejor, sino
de qué lado está el deber; y ese es el único
hombre práctico cuyo sueño de hoy será la
ley de mañana, porque el que haya puesto los ojos en las
entrañas universales y visto hervir los pueblos,
llameantes y ensangrentados, en la artesa de los siglos, sabe que
el porvenir, sin una sola excepción, está del lado
del deber".
El drama de la educación era uno de los
más agudos que sufría el pueblo de Cuba en la etapa
pre revolucionaria cubana. En su alegato La historia me
absolverá, Fidel Castro resumió esa
situación de la forma siguiente:
"Nuestro sistema de enseñanza se
complementa perfectamente con todo lo anterior. ¿En un
campo donde el campesino no es dueño de la tierra, para
qué se quieren escuelas agrícolas? ¿En una
ciudad no hay industrias, para qué se quieren escuelas
técnicas e industriales? Todo está dentro la misma
lógica absurda: no hay ni una cosa ni otra. En cualquier
pequeño país de Europa existen más de
doscientas Escuelas Técnicas y de Artes Industriales; en
Cuba no pasan de seis y los muchachos salen con sus
títulos sin tener donde emplearse. A las escuelitas
públicas del campo asisten descalzos, semidesnudos y
desnutridos, menos de la mitad de los niños de edad
escolar y muchas veces es el maestro quien tiene que adquirir con
su propio sueldo el material necesario. ¿Es así
como puede crearse una patria grande?".Esa situación,
llevada a cifras, era realmente impresionante.
En 1953, fecha del asalto a los cuarteles
Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de Céspedes,
en Bayamo, el 23,6 % de la población mayor de 10
años era analfabeta, mientras que sólo el 55,6% de
los niños entre seis y 14 años estaban
matriculados en las escuelas, aunque muchos se veían
obligados a abandonarla para incorporarse al trabajo como medio
de subsistencia.Un millón y medio de habitantes mayores de
seis años no tenían ningún grado escolar
aprobado, al tiempo que la matrícula sólo
registraba el 52 % de los niños de siete años, el
43,7 de ocho y el 36,6 de los de nueve.
Entre los 15 y 19 años, en la flor
de su juventud, sólo el 17% de los cubanos recibía
algún tipo de educación, mientras que el grado
cultural promedio de los mayores de 15 años no llegaba al
tercero.
En el país existían
sólo 53 464 graduados universitarios, entre ellos 37 292
en la capital del país, con una población
analfabeta de seis a nueve años que llegaba a 44,5 % en La
Habana, al tiempo que en Oriente alcanzaba un 81,2 %, llegando a
un 89% en las zonas rurales.
La situación denunciada por Fidel
durante el juicio, ante un Tribunal obligado a condenarlo y un
grupo de soldados armados de bayonetas, continuó
agravándose en los años siguientes.
Así, en 1958, los datos eran
desgarradores. Un millón de analfabetos absolutos,
más de un millón de semianalfabetos, 600 000
niños sin escuelas mientras que 10 000 maestros estaban
sin trabajo. El presupuesto de la nación para la
educación era de apenas 79,4 millones de pesos, muchos de
los cuales eran robados por políticos y funcionarios
corruptos.En su discurso de autodefensa, Fidel recordó el
concepto martiano de que "El pueblo más feliz es el que
tenga mejor educados a sus hijos en la instrucción del
pensamiento y en la dirección de los sentimientos" y que
"Un pueblo instruido será siempre fuerte y
libre".
Pero hubo que esperar el triunfo revolucionario del 1ro.
de enero de 1959, para poder realizar ese sueño martiano y
el ideal por el cual combatieron y murieron los jóvenes
revolucionarios el 26 de Julio de 1953. En septiembre de 1959,
fueron creadas en Cuba 10 000 aulas. Y como hecho sin precedente
en la historia cubana y más allá, 69 cuarteles
fueron convertidos en escuelas para más de 40 000
alumnos.
El 26 de diciembre de 1959, fue proclamada
la primera Reforma Integral de la Enseñanza. Luego, 3 000
maestros voluntarios marcharon hacia las montañas, a
luchar contra la ignorancia heredada del brutal sistema
capitalista. Y 150 000 muchachas campesinas pasaron por becas en
la capital del país, en escuelas organizadas en las
mansiones abandonadas por los esbirros y explotadores que
habían abandonado nuestro territorio.
En 1961, más de 100 000 cubanos,
principalmente jóvenes, se integraron a la ardua tarea de
la alfabetización, enseñando a leer y
escribir, en solo un año, a 707 000 adultos.
Ya, en junio de ese mismo año, había sido
proclamada la Ley de Nacionalización de la
Enseñanza y el carácter gratuito de la
educación en todos sus niveles. El 22 de diciembre de
1961, Cuba fue declarada Territorio Libre de
Analfabetos.
Hoy la Patria de José Martí
posee el pueblo culto y libre que él soñara. No
existen niños sin escuelas y maestros, ni maestros sin
aulas. Es el país de mayor cantidad de docentes por
alumnos. La educación continúa gratuita, en todos
los niveles, para todos los ciudadanos del país, sin
discriminación de ningún tipo. Los graduados
universitarios sobrepasan ahora el millón.Cuba es hoy un
pilar de la enseñanza que ofrece su ayuda solidaria a
otros pueblos donde más de 5 000 000 de personas han
salido del analfabetismo mediante el método cubano Yo
sí puedo, al tiempo que perfecciona cada año
su propio sistema. En nuestras escuelas, junto a los maestros, la
Revolución ha llevado los más modernos medios de
enseñanza: computadoras, vídeos, televisores y
otros recursos que han borrado diferencias entre las escuelas
rurales y urbanas.
En Cuba – si alguien conoce ejemplo
igual valdría escucharlo – mientras fue
necesario, un centenar de escuelas tuvieron la asombrosa
cifra de ¡Un alumno! por encontrarse en zonas intrincadas.
Y allí han llegado también los medios de
enseñanza e incluso la electricidad derivada del
aprovechamiento de la energía solar.
La obra de la Revolución en la
educación, no cabe en el espacio de un artículo
periodístico. Puede afirmarse, eso sí, que es una
obra grandiosa que trasciende incluso los objetivos planteados en
el Programa del Moncada.La situación dolorosa y humillante
que sirvió de razón a los combatientes moncadistas
para su acción heroica, fue erradicada y sobre sus ruinas
se levanta el baluarte que somos hoy y la seguridad de continuar
siendo siempre un pueblo culto y libre.
El desempleo formaba parte de las grandes tragedias de
Cuba, denunciadas por Fidel Castro ante el Tribunal que lo
juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953.
En ese histórico juicio, el líder de la
juventud cubana en esa etapa de combate, luego del
análisis de otros problemas, expuso como una de las
razones que justificaban la rebeldía ante la dictadura que
desde el 10 de marzo, tras un golpe de estado, dominaba el
país:
(…) Con tales antecedentes,
¿cómo no explicarse que desde el mes de mayo al de
diciembre un millón de personas se encuentren sin trabajo,
y que Cuba, con una población de cinco millones y
medio de habitantes, tenga actualmente más desocupados que
Francia e Italia con una población de más de
cuarenta millones cada una?
Y advertía Fidel en su alegato La historia me
absolverá, que "El porvenir de la nación y la
solución de sus problemas no pueden seguir dependiendo del
interés egoísta de una docena de financieros, de
los fríos cálculos sobre ganancias que tracen en
sus despachos de aire acondicionado diez o doce magnates"
(…) Y no es con estadistas al estilo de Carlos Saladrigas,
cuyo estadismo consiste en dejarlo todo tal cual está y
pasarse la vida farfullando sandeces sobre la "libertad absoluta
de empresa", "garantías del capital de inversión" y
la "ley de la oferta y la demanda" como habrán de
resolverse tales problemas".
La situación del empleo era realmente
agónica. A los 600 000 cubanos sin empleo en aquellos
momentos, se unían los 500 000 mil obreros del campo que
solo trabajaban tres o cuatro meses al año, pasando el
resto sin tener donde ganar su sustento.
A la falta de empleo se unían los bajos salarios,
los sistemas arbitrarios de pago en muchos casos basados en
papeles que sustituían al dinero, al tiempo que la
discriminación racial y de sexo marginaban y perjudicaban
a cientos de miles de cubanos.
La situación de 1953 continuó
agravándose, porque cada año arribaban a la edad
del empleo unos 100 000 jóvenes, para los cuales no
existían fuentes de trabajo. Así, en 1958,
último año de la tiranía en el poder,
más de 700 000 cubanos, una tercera parte de la
población laboral, más del 45 por ciento en las
zonas rurales, no tenía empleo
permanente.
La mujer era particularmente discriminada.
En 1958, por ejemplo, solo estaban empleadas 194 000 de ellas, el
70 por ciento en labores domésticas.Antes del triunfo de
la Revolución, sólo 37 900 trabajadores
incrementaban la cifra de empleados cada año; en los
primeros 17 años posteriores a 1958, el promedio fue de 82
300. En la primera década de la Revolución, casi un
millón de cubanos encontró nuevos
empleos.
Otra tragedia relacionada con este tema,
era la jubilación, pues la mayoría de las cajas de
retiro estaban desfalcadas, y luego de una azarosa vida laboral,
la mayoría de los cubanos tenía que vivir con
míseros ingresos que le permitían apenas
subsistir.
El desarrollo del país en todas las
esferas, permitió erradicar el desempleo desde los
primeros años, hasta el punto de necesitar brazos para
enfrentar los diversos programas económicos y sociales.
Cientos de miles fueron ocupados en las labores agrícolas,
la industria, las construcciones, la salud, la
educación y otros servicios sociales.
Hoy la mujer ocupa un lugar importante en
la composición del empleo en Cuba, al punto de que
más del 65 por ciento de la fuerza técnica empleada
en el sector estatal civil está en sus manos. En este
caso, como en los demás, han sido un factor de ayuda los
Círculos Infantiles, los seminternados de primaria, los
sistemas de becas, los comedores obreros y otras medidas que
facilitan la incorporación de las madres y demás
mujeres al trabajo.
Cuba, al estar por debajo del tres por ciento de
desempleo – índice establecido internacionalmente-
llegó a ser un país considerado con
pleno empleo. Pero algo muy importantes es que muchas personas no
ocupadas, lo están por búsquedas de puestos de su
preferencia, mientras miles de plazas laborales permanecen sin
ser ocupadas en la agricultura, las construcciones, los servicios
comunales y otros sectores importantes.
En nuestro país, los sancionados, recluidos en
prisiones, tienen el derecho al trabajo, recibiendo sus salarios
correspondientes.
El derecho al trabajo, uno de los principales derechos
humanos, está refrendado en la Constitución de la
República de Cuba. Y aún cuando muchos no han
deseado hacer uso de esa ventaja, comisiones de
trabajo los han visitado para proponerles empleo.
Cada año se producen incrementos de salarios a
trabajadores de diversos sectores, como han sido los de la salud,
la educación, los jurídicos, entre otros, en
correspondencia con las posibilidades de la
economía.
Hoy, en medio de una crisis mundial que ha lanzado a la
calle a millones de trabajadores, Cuba, aún en medio del
férreo bloqueo imperial que tiene la misma edad de la
Revolución, sigue protegiendo el empleo. Y en los
años más duros, cuando fue necesario cerrar muchos
centros de trabajo por carencias de recursos para mantenerlos,
ningún obrero quedó desamparado. Pese a que la
actualización del modelo económico cubano ha
conducido a que se racionalicen miles de plazas que
mantenían las plantillas por encima de su necesidad, se
buscan soluciones, entre éstas la reubicación
en otro puesto y el incremento del trabajo no estatal.
Los trabajadores cubanos tienen garantizada no
sólo su vida laboral, sino también su
jubilación, su vejez segura, incluyendo a los no
estatales. Así ha sido desde el triunfo revolucionario y
lo refrenda también la nueva y reciente Ley de Seguridad
Social, que extendió la edad necesaria para la
jubilación, elevándola de 60 a 65 años para
los hombres y de 55 a 60 para las mujeres. Se establece incluso
el derecho al pluriempleo y a que un jubilado ocupe otro puesto
laboral, distinto al que ocupaba, con derecho al total del
salario.En Cuba, desapareció el flagelo del
desempleo que estuvo entre los graves problemas que inspiraron a
los combatientes del Moncada para su hazaña del 26 de
julio de 1953. Y la obra conquistada, convierte en realidad los
sueños que entonces parecían imposibles.
La vivienda era uno de los grandes dramas que
vivía el pueblo cubano en 1953, fecha del asalto a los
cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba, y Carlos Manuel de
Céspedes, en Bayamo.
Así lo denunció Fidel Castro, en su
alegato La historia me absolverá, pronunciado el 16 de
octubre de 1953, en Santiago de Cuba:
Tan grave o peor es la tragedia de la
vivienda. Hay en Cuba doscientos mil bohíos y chozas;
cuatrocientas mil familias del campo y de la ciudad viven
hacinadas en barracones, cuarterías y solares sin las
más elementales condiciones de higiene y salud; dos
millones doscientas mil personas de nuestra población
urbana pagan alquileres que absorben entre un quinto y un tercio
de sus ingresos; y dos millones ochocientas mil de nuestra
población rural y suburbana carecen de luz
eléctrica.Otros datos grafican con igual elocuencia la
situación. En ese mismo año 1953, cifras ofrecidas
por el Censo Nacional, sólo el 13% de las viviendas
estaban conceptuadas como buenas; el 20% fueron catalogadas como
aceptables, mientras que la categoría de regular
abarcó al 21%; las clasificadas como malas llegaron al
32%, y el resto, casi un 15% fueron declaradas en estado
ruinoso.Varios casatenientes dueños de cientos y
miles de viviendas- vivían de los altos alquileres, y no
vacilaban en desahuciar a las familias pobres que no
podían pagar las mensualidades por no contar con los
ingresos suficientes. Los inversionistas en la
construcción de viviendas, edificaban teniendo en cuenta
no las necesidades de la población, sino sus ganancias.En
fecha tan temprana como el 6 de marzo de 1959, fue dictada una
Ley que rebajaba en hasta un 50% los alquileres a la
población; y el 14 de octubre de 1960, se dictó la
Ley de Reforma Urbana, que convirtió en dueños de
la vivienda a quienes las habitaban.
Los abusivos alquileres y los desahucios,
pasaron a formar parte de un pasado sin posible regreso a la
nación cubana. La Revolución comenzó a
construir viviendas en los campos, para obreros agrícolas
y campesinos organizados en Cooperativas. Otros programas fueron
dirigidos a las ciudades. Mediante éstos, surgieron
centenares de nuevos asentamientos rurales y urbanos, decenas de
miles de edificios multifamiliares para las familias más
necesitadas.El problema de la vivienda, pese a todo el esfuerzo
constructivo, continúa siendo una dificultad para el
Estado cubano, y ha sido ésta una de las actividades
más golpeadas por las limitaciones derivadas del bloqueo
norteamericano contra nuestro país.
Es, sin embargo, una conquista sin
precedentes que más del 85% de las familias cubanas son
dueñas de la vivienda que habitan y no pagan impuesto
alguno por poseerla, al tiempo que el restante 15% abona
mensualmente una suma de alrededor del 10% de sus ingresos y las
familias se convierten en dueñas en el momento que saldan
los bajos precios de este inmueble en Cuba.El servicio
eléctrico llega ya a alrededor del 98% de los hogares
cubanos, e incluso en lugares intrincados de las zonas rurales,
donde no ha penetrado el Sistema Electroenergético
Nacional, se han introducido otros sistemas, como las celdas
fotovoltaicas alimentadas por la energía solar,
instalaciones mini hidroeléctricas y grupos
electrógenos que benefician a miles de personas y
objetivos económicos y sociales, entre éstos
escuelas, unidades productivas y comerciales, Consultorios
del Médico y la Enfermera de la Familia, Salas de
Televisión y otras.
Como parte de ese programa constructivo se
rehabilita ahora la Industria de Materiales de la
Construcción y se facilita a personas necesitadas, en la
medida de las posibilidades, los elementos constructivos y
asesoría técnica para que ellos edifiquen sus
propias viviendas.
En Santiago de Cuba, puede afirmarse que
más del 50% de las viviendas existentes fueron construidas
a partir de 1959, al tiempo que otras miles han sido
rehabilitadas o reconstruidas tras el paso de diversos huracanes.
Actualmente se desarrolla el programa mediante el cual se presta
ayuda subsidiada en su totalidad, a las familias que no
poseen los recursos para la construcción o
acondicionamiento de su vivienda.
Queda mucho por hacer en esta dirección de
trabajo, pero la Revolución no ha dejado de hacer ingentes
esfuerzos para mejorar las condiciones del fondo habitacional,
distinto en mucho a las calamidades de la fecha en que se produjo
el asalto glorioso del 26 de julio de 1953.
La industrialización del país, en precario
grado de desarrollo en 1953, fue otro de los problemas
fundamentales planteados por el jefe del asalto al Cuartel
Moncada, Fidel Castro, durante el juicio que lo condenó a
15 años de prisión.
En su alegato, el joven revolucionario
afirmó:
"Salvo unas cuantas industrias alimenticias, madereras y
textiles, Cuba sigue siendo una factoría productora de
materia prima. Se exporta azúcar para importar caramelos,
se exportan cueros para importar zapatos, se exporta hierro para
importar arados…Todo el mundo está de acuerdo en
que la necesidad de industrializar el país es urgente, que
hacen falta industrias metalúrgicas, industrias de papel,
industrias químicas, que hay que mejorar las crías,
los cultivos, la técnica y elaboración de nuestras
industrias alimenticias para que puedan resistir la competencia
ruinosa que hacen las industrias europeas de queso, leche
condensada, licores y aceites y las de conservas norteamericanas,
que necesitamos barcos mercantes, que el turismo podría
ser una enorme fuente de riquezas; pero los poseedores del
capital exigen que los obreros pasen bajo las horcas caudinas, el
Estado se cruza de brazos y la industrialización espera
por las calendas griegas".
En la Cuba de entonces, más del 94% de los
establecimientos industriales tenían menos de cien
empleados, mientras que más del 50% de los trabajadores de
esa rama pertenecían al sector azucarero.Las industrias
productoras de materias primas y recursos básicos,
representaban sólo el 0,1% de las inversiones al margen de
la industria azucarera, la que, en su mayoría, estaba en
manos de monopolios extranjeros.Cuba, sin vacilación de
ningún tipo, nacionalizó las principales
industrias, al tiempo que inició, desde el inicio
del triunfo revolucionario, la construcción de importantes
industrias en las más diversas ramas. Las industrias
básica, ligera, alimenticia y otras ramas recibieron
fuertes inversiones. En unos casos, con instalaciones nuevas y en
otros mediante ampliaciones de instalaciones y
modernización tecnológica de las
existentes.
La generación eléctrica, la
industria del níquel, la rama química; las
exploraciones, extracción y refinación de
petróleo, las ramas del calzado y textil, la
producción industrial alimentaria, la industria
sideromecánica, la fabricación de equipos e
implementos agrícolas y la industria turística,
alcanzaron desde los primeros años un notable impulso.
También fue modernizado el proceso industrial azucarero e
introducida la mecanización del corte y alza de la
caña, liberando a cientos de miles de trabajadores de tan
rudo trabajo.
Todo el sector industrial cubano fue blanco
de las agresiones norteamericanas desde los primeros años
de la Revolución. El bloqueo obstaculizó la
obtención de materias primas y piezas de repuesto para una
tecnología en su mayoría extranjera. Los
ingenieros, técnicos y obreros, tuvieron que hacer
múltiples innovaciones, adaptaciones y fabricar
piezas para mantener funcionando muchas de nuestras industrias,
afectadas también por la escasez de combustibles.La
economía cubana, a partir del bloqueo norteamericano que
comenzó desde el mismo año del triunfo
revolucionario, sufrió un duro golpe. Cuba quedó
sin tener a quien comprarle ni a quien venderle, hecho que se
repitió tres décadas después, cuando la
desaparición de la Unión Soviética y del
Campo Socialista. No haber sucumbido ante tales situaciones, es
un mérito indiscutible de la Revolución cubana, de
sus dirigentes y de su pueblo.
Nuestra industrialización, por esos
motivos, no sólo se ha afectado en las industrias
existentes, sino también se ha retardado en su desarrollo.
La obra realizada, sin embargo, es grande, no se ha detenido y
prosigue su avance.Los sueños moncadistas continúan
ganando fuerza de realidad en la obra conquistada y defendida
durante más de medio siglo. Y pese a las limitaciones
económicas derivadas de la pobreza heredada y del bloqueo
que ha costado al país miles de millones de
dólares y ha retardado nuestro desarrollo en más de
15 años, contamos con otra riqueza imposible de medir en
cifras, definida por el Comandante en Jefe Fidel Castro en su
Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba,
celebrado en diciembre de 1975:
"El socialismo no solo significa
enriquecimiento material, sino también la oportunidad de
crear una extraordinaria riqueza cultural y espiritual en el
pueblo y forjar un hombre con profundos sentimientos de
solidaridad humana, ajeno a los egoísmos y mezquindades
que envilecen y agobian a los individuos en el capitalismo".Ese
hombre, una de las obras más hermosas creadas por la
Revolución cubana, es también una de las razones
que justifican el combate heroico del Moncada, el 26 de julio de
1953, cuando 61 jóvenes revolucionarios – 55 de
ellos vilmente asesinados – ofrendaron su vida, como
expresara también Fidel durante su enjuiciamiento ante el
Tribunal, para que nuestro José Martí siguiera
viviendo en el alma de la Patria.
En su alegato de autodefensa ante el
tribunal que lo juzgaba por los hechos del 26 de julio de 1953
– el asalto a los cuarteles Moncada, en Santiago de Cuba y
Carlos Manuel de Céspedes, en Bayamo- el máximo
jefe de esa acción, Fidel Castro Ruz, sintetizó en
seis puntos las principales transformaciones que
emprendería el gobierno revolucionario una vez alcanzado
el poder, junto con la conquista de las libertades
públicas y la democracia política.
El problema de la tierra, el problema de la
industrialización, el problema de la vivienda, el problema
del desempleo, el problema de la educación y el problema
de la salud del pueblo.
Ese histórico alegato, pronunciado
el 16 de octubre de 1953, devino en programa por el cual se
continuó luchando y movilizando a las masas. Fidel fue
condenado a 15 años de prisión, y el 15 de
mayo de 1955 fue amnistiado, marchando hacia México el 7
de julio de ese mismo año, con el objetivo de organizar el
regreso a la Patria para continuar el combate contra la
tiranía de Fulgencio Batista. El 2 de diciembre de 1956
desembarcó en el Yate Granma, junto a 81 combatientes,
iniciando la guerra revolucionaria que alcanzó la victoria
el 1ro. de enero de 1959. Y el Programa del Moncada
comenzó su inmediata aplicación.
El problema de la tierra era uno de los más
necesitados de solución. Léanse algunos datos
sobre la situación agraria cubana en esa época y
podrá comprenderse la magnitud del drama.
El 85 por ciento de los pequeños
agricultores cubanos –expresó Fidel en su denuncia
ante el tribunal – está pagando renta y vive bajo la
perenne amenaza del desalojo de sus parcelas. Más de la
mitad de las mejores tierras de producción cultivadas
está en manos extranjeras (…) Hay doscientas mil
familias campesinas que no tienen una vara de tierra donde
sembrar unas viandas para sus hambrientos hijos y, en cambio,
permanecen sin cultivar, en manos de poderosos intereses, cerca
de trescientas mil caballerías de tierras productivas.En
Cuba, la Constitución burguesa de 1940 planteaba la
eliminación del latifundio, pero ese artículo
quedó como pieza de museo, sin ninguna aplicación
y, al contrario, la tierra continuó pasando a manos
de los poderosos, nacionales y extranjeros, mientras los
campesinos y otros productores se hundían progresivamente
en la miseria.
En aquel momento estaban registradas 159
000 fincas. Y el 20 %de los propietarios tenía menos del 1
por ciento de las tierras. El 1 %, tenía el 46% de ese
medio vital para la vida en el campo. En solo 13 latifundios
norteamericanos asentados en la economía azucarera, se
concentraba la impresionante cifra de 1 173 000 hectáreas,
extensión superior a la poseída por 101
278 fincas pequeñas, mientras que más de 100
000 campesinos trabajaban la tierra sin ser dueños de
éstas, y sólo el 30 por ciento de quienes
trabajaban el agro eran propietarios. En 894 personas se
monopolizaba la tercera parte del área dedicada a la
agricultura.
Unos 33 000 agricultores eran aparceros, es
decir, trabajaban una parcela sin ser dueños y
tenían que pagar a sus propietarios, mientras que 13 000
eran precaristas, quienes se asentaban en tierras del Estado, sin
proceder legal alguno. Unos y otros, eran objeto constante de
extorsiones, abusos, desalojos y crímenes en una
sociedad donde la tierra no era de quienes la trabajaban. Otros
46 000 trabajaban como arrendatarios y 6 987 como
subarrendatarios.Esa situación era causante de que en
nuestros campos, antes de 1959, más de 200 mil familias
vivieran en bohíos miserables, sólo el 9 por ciento
disfrutara del servicio eléctrico, 96 de cada 100 familias
no consumieran carne habitualmente, menos del uno por ciento
comiera pescado, apenas el dos por ciento tuvieran el huevo en su
alimentación y un 89 por ciento no contara con
un decisivo recurso dietético como lo es la leche. El
drama de la alta mortalidad infantil –más de 60 por
cada mil nacidos vivos- los desalojos, los atropellos y
asesinatos, el analfabetismo y el abandono, se nutrían
entonces de los campesinos y obreros agrícolas
cubanos.
Datos ofrecidos por una encuesta de una
organización juvenil católica, en 1957, afirman que
una familia campesina cubana, como promedio, tenía un
ingreso de 46 pesos al mes para los gastos de
alimentación, ropa, medicinas y transporte,
contabilizado el valor de los alimentos que ella misma
producía.El Comandante de la Revolución Juan
Almeida Bosque, en su libro La Sierra Maestra y más
allá, describe con elocuencia a los pobladores de este
territorio, enclavado en el teatro de operaciones del III Frente
Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, bajo su mando durante la
guerra revolucionaria.
"Muchos de estos hombres han luchado por la
posesión de sus tierras, reclamando sus derechos a ellas,
y al no obtenerlas las ocupan, luego son desalojados a plan de
machete por los rurales y destruidos sus bohíos
halándolos con yuntas de bueyes o quemándolos, un
despojo brutal. Vuelven a ocuparlas y de nuevo son sacados,
así una y otra vez, en lucha constante que trasladan de
unos a otros, de padres a hijos. Así son estos
hombres".Por esas razones, la Reforma Agraria era vital, pues sin
ella el país no podría aspirar a la independencia
económica, ni a la industrialización, ni a
transformar las terribles condiciones de vida de las familias del
campo.
El 21 de septiembre de 1958, tuvo lugar en
el territorio liberado del II Frente Oriental Frank País
García, presidido por el entonces Comandante y jefe de esa
fuerza guerrillera, Raúl Castro Ruz, el Primer
Congreso Campesino en Armas, donde la decisión fue apoyar
sin reservas al Ejército Rebelde, como única
garantía de una Reforma Agraria luego del
triunfo.
El 8 de diciembre de igual año, en el mismo
escenario, se celebró el Congreso Obrero en Armas, con
iguales acuerdos e igual reclamo.
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