Son plantas que contienen sustancias que, al penetrar en
el organismo provocan reacciones nocivas que causan lesiones o
la muerte. Es
muy posible que exista hasta un 1% de especies de plantas
venenosas aunque aún no se haya reconocido esa
condición en todas ellas. Las plantas peligrosas gozan de
amplia distribución en bosques (hierba de San
Cristóbal o actea), campos (leche de gallina), pantanos
(eléboros como el vedegambre y la rosa de navidad),
regiones secas (ciertos chaparros o encinos), bordes de caminos
(celastráceas) y parques (kalmia), y crecen tanto
silvestres (celidonia o celedonia, celidueña, hierba de la
golondrina) como cultivadas (glicina o wistaria). Muchas plantas
ornamentales comunes, como la adelfa o balandre, laurel rosa,
blanco o colorado, la convalaria (muguete, lirio de los valles o
hierba de San Juan) o el muérdago, son venenosas.
Los botánicos no han fijado normas que
permitan determinar con exactitud si una planta concreta es
venenosa. Las especies tóxicas están dispersas, en
cuanto a sus hábitats y a sus relaciones botánicas.
Contienen más de veinte en especial tóxicos, en
especial alcaloides, glucósidos, saponinas, resinoides,
oxalatos, compuestos fotosensibilizadores y ciertos minerales, como
selenio o nitratos, que toman del suelo y van
acumulando. Los compuestos venenosos pueden estar distribuidos
por todas las partes de la planta (cicuta) o acumularse
más en unos lugares que en otros, como la raíz
(tsuga), las bayas (daphne) o las hojas (laurel de
montaña). La toxicidad de una planta puede variar con la
edad; por lo general, la nocividad aumenta con la madurez, sin
embargo, algunas especies muy tóxicas en sus fases
juveniles se transforman luego en inocuas (cadillo).
Ciertos principios
activos provocan
irritación de la piel (ortiga), mientras que otros
desencadenan una reacción alérgica (hiedra
venenosa). Pero casi todos los venenos deben penetrar en el
organismo para actuar y, en la mayor parte de los casos, esa
entrada se produce por ingestión. Por lo general, una
persona adulta
tendría que comer más de 60 g de la parte venenosa
de la planta para intoxicarse (esta cantidad es, en
proporción, menor para los niños).
No obstante, algunas plantas son tóxicas en cantidades muy
inferiores; así, bastan una o dos semillas de ricino
(higuera, higuereta, palmacristi, tártago de Venezuela)
para matar a un niño.
Después de la ingestión, el veneno puede actuar
inmediatamente sobre el aparato digestivo
(diefembaquia, euforbia, ciertas Solanáceas) y provocar
dolor abdominal agudo, vómitos e, incluso, hemorragias
internas, o bien pasar al torrente sanguíneo. En este
caso, primero llega al hígado, que puede resultar
lesionado. Los oxalatos cristalizan en el riñón
(ruibarbo) y desgarran los túbulos. Algunas plantas
afectan al corazón (adelfa); ingeridas en pequeñas
cantidades, algunas de estas toxinas tienen virtudes medicinales
(digital o dedalera). Las especies que contienen alcaloides
suelen inducir reacciones desagradables o peligrosas en el
sistema nervioso.
Son ejemplo la parálisis (cicuta), las alucinaciones
(estramonio o toloache, hierba del diablo, o chamico) o el paro
cardiaco (tejo). Algunos tóxicos actúan
directamente sobre las células
del organismo. El ejemplo más claro es el cianuro,
liberado a partir de un glucósido vegetal (laurel cerezo),
que impide que las células absorban oxígeno. Por su
parte, los nitratos, que ciertas plantas contienen en
concentraciones excesivas, se combinan con la hemoglobina de la
sangre, que queda incapacitada para transportar oxígeno a
las células. Algunas reacciones son muy
específicas; así, el helecho común destruye
la médula ósea, donde se forman las células
hemáticas; el hipérico o hipericón contiene
un veneno que, al ser ingerido por los animales,
reacciona con la luz solar y
provoca quemaduras y lesiones graves en la piel expuesta.
Las plantas venenosas son demasiado numerosas como para pensar en
erradicarlas y muchas son muy apreciadas como ornamentales de
jardín o de interior. En caso de sospecha de
intoxicación, hay que acudir al médico cuanto
antes.
Barbitúrico
Proviene de la familia de
fármacos derivados del ácido barbitúrico
(C4H4N2O3) (combinación de urea y ácido
malónico) que producen depresión
cerebral. Dependiendo de su dosis y formulación presentan
un efecto sedante (tranquilizante), hipnótico (inductor
del sueño), anticonvulsivo, o anestésico. Los
barbitúricos de acción ultracorta, como el
tiopental, se utilizan por vía intravenosa para inducir la
anestesia quirúrgica. Los de acción larga, como el
fenobarbital, se emplean para prevenir las crisis
epilépticas. Otros barbitúricos como el
secobarbital se utilizaron como ansiolíticos,
fármacos que evitan los estados de ansiedad, hasta el
desarrollo de
los tranquilizantes (benzodiacepinas). Todavía se usan
para el tratamiento del insomnio, aunque las benzodiacepinas son
más aconsejables. A veces se utilizan como drogas de
abuso, pues tanto por vía intravenosa como por vía
oral producen síntomas similares al alcohol (borrachera
barbitúrica): desinhibición, comportamiento
rudo y violento, pérdida de coordinación muscular, depresión y
sedación. Además, producen dependencia física y
adicción. La sobredosis puede causar shock,
depresión respiratoria, coma o la muerte.
Tranquilizantes
Es el nombre que se aplica a un tipo de fármacos que se
emplea para tratar la ansiedad y el insomnio. Al principio, el
término comprendía dos grupos: los
tranquilizantes mayores —las fenotiazinas, como la
clorpromazina— útiles en el tratamiento de los
pacientes con enfermedad mental aguda y los tranquilizantes
menores —las benzodiazepinas, como el diazepan
(Valium)—. Debido al uso, el término se refiere en
la actualidad sólo al segundo grupo de fármacos. A
principios de la década de 1980, estos tranquilizantes
menores eran los medicamentos más utilizados en todo el
mundo. Aunque son útiles para disminuir la ansiedad y el
insomnio de forma temporal, desde 1979, se considera que no son
eficaces para periodos superiores a dos semanas.
Los tranquilizantes menores son seguros cuando se
emplean solos, pero cuando se mezclan con alcohol en dosis
suficientes pueden producir coma e incluso la muerte. La
administración a largo plazo de benzodiazepinas a
dosis mayores de las habituales puede producir dependencia
física, con síntomas de abstinencia característicos, desde pesadillas nocturnas
hasta convulsiones cuando se interrumpe la administración del
fármaco.
Psicofarmacología
Es estudio de la relación entre los fármacos y la
función
cerebral, incluyendo el estado de
ánimo, el comportamiento o las percepciones. La
psicofarmacología es una rama de la farmacología,
ciencia que
estudia la acción de los fármacos en los organismos
vivos. La psicofarmacología es una herramienta de la
psiquiatría, la psicología, la
neurología y las especialidades médicas que
estudian la función cerebral.
A lo largo de la historia las diferentes
culturas han buscado medios para
alterar el estado de la
conciencia
utilizando sustancias extraídas de plantas, que son la
base de los psicofármacos actuales. Algunos hitos en la
historia de la psicofarmacología son el descubrimiento y
el uso del alcohol, el cannabis y el opio en Europa y en
Asia, y la
cafeína, la nicotina, la cocaína y
las plantas alucinógenas como el peyote y la psilocibina,
en la América
precolombina. Durante el siglo XIX los hallazgos más
relevantes fueron: la extracción, a partir del opio, de un
analgésico potente denominado morfina; como
anestésicos, la introducción del óxido nitroso, el
éter y el triclorometano (cloroformo) y, como estimulante,
el uso de la cocaína. Los primeros hipnóticos
sedantes, los barbitúricos, fueron descubiertos a
principios del siglo XX, así como las anfetaminas
(adrenalina), que empezaron a emplearse como psicoestimulantes
hacia 1930; posteriormente, en 1943, un alucinógeno, la
dietilamida del ácido lisérgico (LSD); en 1948, el
carbonato de litio, un fármaco eficaz en el tratamiento de
la psicosis
maníaco- depresiva; en 1952, el fármaco
antipsicótico y antiesquizofrénico clorpromacina,
y, en 1957, dos fármacos para el tratamiento de la
depresión: los antidepresivos tricíclicos y los
inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO). En estos
últimos años del siglo XX siguen apareciendo
fármacos y drogas que pertenecen a las distintas
categorías de psicofármacos. Los llamados
tranquilizantes menores, o benzodiacepinas, son también
agentes psicoactivos.
Psicofármacos
Son sustancias químicas que alteran el comportamiento, el
humor, la percepción
o las funciones
mentales. Las diferentes culturas a lo largo de la historia han
utilizado diversas sustancias con el objetivo de
cambiar el estado de consciencia. En la práctica
médica actual, las sustancias psicoactivas conocidas como
psicofármacos se han desarrollado para tratar a los
pacientes con trastornos mentales. Los psicofármacos
ejercen su acción modificando ciertos procesos
bioquímicos o fisiológicos cerebrales. Los mensajes
entre las distintas células nerviosas (neuronas) se
transmiten a través de estímulos eléctricos
o químicos. Las neuronas no entran en contacto directo
entre sí; en las sinápsis (espacio entre las
neuronas) el mensaje se transmite por sustancias químicas
denominadas neuroreguladores o neurotransmisores. La
mayoría de los psicofármacos actúan
alterando el proceso de
neurotransmisión. Otros, como las sales de litio,
actúan modificando la permeabilidad de la membrana
neuronal. Existen seis categorías principales de
psicofármacos dependiendo de sus efectos
psicológicos o sobre el comportamiento: hipnoticosedantes,
analgésicos narcóticos, estimulantes euforizantes,
alucinógenos, alcohol y agentes psicotrópicos. El
alcohol ha sido la sustancia psicoactiva más utilizada. En
la mayor parte de los países se trata de la única
sustancia psicoactiva legalmente permitida sin receta. Los
consumidores buscan relajación y bienestar, pero la
intoxicación etílica altera las funciones mentales
y motoras. La ingesta crónica de alcohol puede lesionar el
hígado y las células cerebrales y produce
adicción (dando lugar al alcoholismo);
su retirada brusca produce graves cuadros (síndromes) de
abstinencia. Los agentes hipnoticosedantes como los
barbitúricos o el diazepán (más conocido
como válium) incluyen los depresores cerebrales como los
somníferos (pastillas para dormir), o los
ansiolíticos (que producen relajación sin inducir
sueño). La utilización de los agentes
hipnoticosedantes como relajantes, tranquilizantes o euforizantes
fuera de la prescripción médica es ilegal. La
sobredosis puede conducir a la muerte. La mayoría producen
adicción, y algunos pueden producir un grave
síndrome de abstinencia al interrumpir su ingesta. Los
analgésicos narcóticos (opiáceos como el
opio, morfina o heroína) se utilizan como
analgésicos. Debido a que el alivio del dolor es uno de
los objetivos
principales de la práctica médica, los
opiáceos han supuesto una gran ayuda en el tratamiento de
muchas situaciones. Fuera del contexto legal, la heroína
es el principal analgésico narcótico empleado en
inyección intravenosa para producir euforia. Los
opiáceos producen dependencia física y
adicción y su retirada produce un síndrome de
abstinencia. Los agentes estimulantes euforizantes como las
anfetaminas pueden emplearse para suprimir el apetito o en el
tratamiento de los niños con síndrome de
hiperactividad. En estos niños, las anfetaminas tienen un
efecto relajante paradójico y pueden mejorar la falta de
concentración que se asocia a la hiperactividad. En
medicina, se
emplea un derivado de la cocaína como anestésico
local. El uso ilegal de las anfetaminas y la cocaína
incluye su utilización como euforizantes, como
estimulantes, para mejorar el rendimiento físico o mental
en situaciones como las competiciones atléticas o los
exámenes universitarios, o para prevenir el mareo. Los
alucinógenos (fármacos psicodélicos) como el
LSD —dietilamida del ácido lisérgico—,
la mescalina, el PCP —fenciclidina— no tienen hoy
ningún uso médico. Su utilización ilegal
tiene por objetivo conseguir estados alterados de la conciencia.
La marihuana es
un alucinógeno débil de cierta utilidad
médica para eliminar las náuseas producidas por los
tratamientos contra el cáncer;
también reduce la presión
ocular en algunos casos graves de glaucoma. Los fármacos
psicotrópicos se vienen empleando desde comienzos de la
década de 1950. Consiguen mejorar los síntomas de
los pacientes esquizofrénicos, permitiendo en muchos casos
su reincorporación a la sociedad y la
disminución del número de pacientes
esquizofrénicos ingresados en hospitales
psiquiátricos. Los fármacos antidepresivos se
dividen en dos grupos principales: antidepresivos
tricíclicos e inhibidores de la monoamino oxidasa (IMAO).
Los dos mejoran, a veces de forma espectacular, los
síntomas de la depresión. Las sales de litio se
emplean en el tratamiento de la psicosis maníaco-depresiva
y permiten reducir los episodios de euforia o depresión
que sufren estos enfermos.
Alcaloide
Grupo de compuestos débilmente alcalinos que contienen
nitrógeno, y son en su mayoría de origen vegetal;
poseen una complejidad molecular moderada que produce varios
efectos fisiológicos en el cuerpo.
Se han registrado unos 3.000 alcaloides. El primero que se
preparó sintéticamente (1886) es uno de los
más simples, la coniína, o 2-propil piperidina,
C5H10NC3H7; es muy venenoso, una dosis menor de 0,2 g es letal.
La coniína, obtenida de las semillas de la cicuta, fue el
veneno utilizado en la ejecución de Sócrates.
Aproximadamente 30 de los alcaloides conocidos se usan en
medicina. Por ejemplo, la atropina, que se obtiene de la
belladona, dilata las pupilas; la morfina es un calmante; la
quinina es un remedio específico para la malaria; la
nicotina es un insecticida potente y la reserpina un
tranquilizador.
Arsénico
Aplicaciones
El arsénico se usa en grandes
cantidades en la fabricación de vidrio para
eliminar el color verde
causado por las impurezas de compuestos de hierro. Una
carga típica en un horno de vidrio contiene un 0,5 % de
trióxido de arsénico. A veces se añade al
plomo para endurecerlo, y también se usa en la
fabricación de gases venenosos militares como la lewisita
y la adamsita. Hasta la introducción de la penicilina, el
arsénico era muy importante en el tratamiento de la
sífilis. En otros usos médicos ha
sido desplazado por las sulfamidas o los antibióticos. Los
arseniatos de plomo y calcio se usan frecuentemente como
insecticidas. Ciertos compuestos de arsénico, como el
arseniuro de galio (GaAs), se utilizan como semiconductores.
El GaAs se usa también como láser. El
disulfuro de arsénico (As2S2), conocido también
como oropimente rojo y rubí arsénico, se usa como
pigmento en la fabricación de fuegos artificiales y
pinturas.
El arsénico es venenoso en dosis significativamente
mayores a 65 mg, y el envenenamiento puede producirse por una
única dosis alta, pero también por
acumulación progresiva de pequeñas dosis repetidas,
como, por ejemplo, la inhalación de gases o polvo de
arsénico. Por otra parte, algunas personas, en concreto los
que ingieren arsénico en las montañas del sur de
Austria, han descubierto que el arsénico tiene un efecto
tónico, y han desarrollado cierta tolerancia hacia
él que les permite ingerir cada día una cantidad
que normalmente sería una dosis fatal. Sin embargo, esta
tolerancia no les protege contra la misma cantidad de
arsénico administrada hipodérmicamente.
A menudo es importante contar con un test fiable que
detecte la presencia de cantidades pequeñas de
arsénico, porque el arsénico, aun siendo un veneno
violento, es ampliamente usado y, por tanto, es un contaminante
muy difundido. La prueba de Marsh, llamado así por su
inventor, el químico inglés
James Marsh, proporciona un método
simple para detectar trazas de arsénico tan mínimas
que no podrían descubrirse con un análisis ordinario. La sustancia a analizar
se coloca en un generador de hidrógeno, y el
arsénico presente se convierte en arsenamina (AsH3), que
se mezcla con el hidrógeno. Si el flujo de
hidrógeno se calienta mientras pasa por un tubo de vidrio,
la arsenamina se descompone, y el arsénico metálico
se deposita en el tubo. Cantidades mínimas producen una
mancha apreciable. Utilizando la prueba de Marsh se pueden
detectar cantidades tan mínimas como 0,1 mg de
arsénico o de antimonio.
Esteroides
Grupo extenso de lípidos
naturales o sintéticos, o compuestos químicos
liposolubles, con una diversidad de actividad fisiológica
muy amplia. Dentro de los esteroides se consideran determinados
alcoholes
(esteroles), ácidos biliares, muchas hormonas
importantes, algunos fármacos naturales y los venenos
hallados en la piel de algunos sapos. Varios esteroles que se
encuentran en la piel de los seres humanos se transforman en
vitamina D cuando son expuestos a los rayos ultravioletas del
sol. Las hormonas esteroideas, que son similares pero no
idénticas a los esteroles, comprenden los esteroides de la
corteza de las glándulas suprarrenales, cortisol,
cortisona, aldosterona, y progesterona; las hormonas sexuales
masculinas y femeninas (estrógenos y testosterona); y
fármacos cardiotónicos (que estimulan el
corazón), como digoxina y digitoxina. El colesterol, uno
de los principales responsables de la aterosclerosis, es un
esterol. La mayor parte de los anticonceptivos orales son esteroides
sintéticos compuestos por hormonas sexuales femeninas que
inhiben la ovulación. Tal vez los esteroides con un
empleo
más extendido en medicina sean la cortisona y varios
derivados sintéticos de esta sustancia. Dichos esteroides
son fármacos que se prescriben en una variedad de
afecciones cutáneas, artritis reumatoide, asma, alergias y
en varias enfermedades oculares,
así como en casos de insuficiencia suprarrenal o de
funcionamiento inadecuado de la corteza suprarrenal.
Los esteroides anabolizantes inducen al aumento de peso y de masa
muscular. En su origen se desarrollaron para ayudar a los
pacientes con cáncer y a las víctimas del hambre y
procedían de la hormona sexual masculina testosterona. En
las últimas décadas, se ha producido un abuso del
empleo de esteroides por parte de muchos atletas con la esperanza
de mejorar su rendimiento físico. Además de la
deslealtad que supone su uso en las competencias
deportivas, los esteroides pueden tener graves efectos
secundarios, psicológicos y fisiológicos,
incluyendo una conducta cada vez
más agresiva y el cáncer hepático. En 1974,
el Comité Olímpico Internacional sancionó el
uso de esteroides, a partir de la disponibilidad de la prueba de
cromatografía de gases para detectar su
presencia. Desde entonces, algunos atletas han sido
descalificados en diversas disciplinas deportivas.
Tomaínas
Tipo de compuestos
orgánicos nitrogenados formados por la acción
de las bacterias
responsables de la putrefacción sobre la materia
nitrogenada. Las tomaínas son similares en sus propiedades
químicas, físicas y fisiológicas a los
alcaloides, que son bases vegetales nitrogenadas, a las
leucomaínas, producidas normalmente en el cuerpo de los
animales; y a ciertas toxinas, que son productos de
secreción de animales y bacterias. La mayoría de
las tomaínas son aminas y contienen el radical NH2;
algunas, como la putresceína, NH2(CH2)4NH2, y la
cadaverina, NH2(CH2)5NH2, comunes en la carne podrida, son
diaminas y se forman en la descomposición de los
aminoácidos correspondientes. Algunas tomaínas son
venenosas, aunque la mayoría son inofensivas. El
término tomaína se aplicaba antiguamente a todos
los venenos nitrogenados, incluyendo alcaloides y toxinas. El
término envenenamiento por tomaína se usa
erróneamente para indicar una enfermedad que es producida
(según se ha descubierto) por toxinas
bacterianas.
Prozac
Es el nombre comercial de un fármaco, la fluoxetina,
utilizado en el tratamiento de la depresión. El Prozac fue
introducido en 1986, y en 1994 más de 10 millones de
personas lo han utilizado en todo el mundo. Ha sido empleado con
éxito
en el tratamiento de diferentes trastornos que hasta entonces se
trataban con psicoterapia. Además se utiliza para el
tratamiento de procesos obsesivo- compulsivos, ataques de
ansiedad, miedo al rechazo, falta de autoestima y
problemas
similares. Se considera un gran descubrimiento, y muchos usuarios
confirman sus grandes beneficios.
Los efectos del Prozac tardan varias semanas en aparecer, y no se
conoce del todo su mecanismo de acción. El fármaco
es un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina
en el cerebro. Actúa bloqueando el transportador de la
serotonina en la membrana de las conexiones nerviosas (sinapsis).
Permite pues que la serotonina permanezca durante más
tiempo en el
lugar donde ha sido liberada. Sin embargo, no está claro
por qué un aumento de la acción de la serotonina
tiene un efecto clínico beneficioso. Existen similitudes
entre el Prozac y otros fármacos, como la imipramina (un
antidepresivo tricíclico) que bloquea la
recaptación de noradrenalina y serotonina, pero el Prozac
tiene menos efectos secundarios. Los posibles efectos secundarios
del Prozac incluyen náuseas, vómitos, diarrea,
fiebre, ansiedad, insomnio, erupciones cutáneas y
convulsiones.
Depresor
Fármaco o sustancia química que disminuye
la actividad de una función corporal. Se utiliza en
fármacos que reducen la
actividad del sistema nervioso central. Estos agentes, a dosis
bajas, producen sedación o adormecimiento y disminuyen la
ansiedad. Por esta razón los fármacos depresores se
utilizan en medicina para tratar el insomnio, la ansiedad y el
dolor. En este grupo están incluidos los
barbitúricos, los tranquilizantes como el diazepam
(Valium) y el meprobamato, y los narcóticos
analgésicos como la morfina, la codeína, la
meperidina y el propoxifeno.
En dosis elevadas, los fármacos depresores producen un
coma o la muerte; los opiáceos en particular pueden
paralizar el centro respiratorio hasta causar la muerte. Todos
estos fármacos producen dependencia física y
psicológica si se toman durante demasiado tiempo, por
indicación errónea o en dosis excesivas. El
depresor de uso no médico más extendido es el
etanol o alcohol de las bebidas alcohólicas. El efecto
estimulante paradójico del etanol en dosis bajas se debe a
que debilita los centros inhibidores cerebrales.
Sedante
Fármaco cuyo efecto principal es reducir la tensión
nerviosa o inducir el sueño. También se denominan
fármacos hipnóticos. Tienen un efecto calmante y
relajante sobre el sistema nervioso central y los músculos
cuando la dosis es baja, y un efecto hipnótico (inductor
del sueño) a dosis superiores. Durante siglos, el alcohol
y el opio eran las únicas sustancias conocidas con ese
efecto, pero en las últimas décadas se han
descubierto más de cincuenta productos, cada uno con
diferente efecto sedante. Entre los sedantes utilizados para
reducir la tensión emocional, se encuentran el
tranquilizante Tranxilium (clorazepato dipotásico) y el
Valium (diazepam). Fármacos más utilizados como
inductores del sueño en Estados Unidos
son los barbitúricos como el secobarbital, pentobarbital y
fenobarbital (de acción hipnótica corta, intermedia
y duradera, respectivamente). En Europa se emplean mucho
más los fármacos de la familia de las
benzodiacepinas, cuyo espectro de acción va desde la
inducción del sueño (algunos son
inductores rápidos y de efectos transitorios, y otros
tienen un periodo de latencia y un efecto más
prolongados), hasta el efecto sedante puro. Los
antihistamínicos (clorhidratos de paraldehído), y
la metacualona son también fármacos
hipnóticos y sedantes.
Los sedantes crean dependencia psicológica, y en ocasiones
serios problemas de adicción. Desde la década de
1960 son una de las familias de medicamentos utilizados en
demasía, ya que se recetan con demasiada
asiduidad.
3. Toxicomanía
Estado psicológico y en ocasiones físico
caracterizado por la necesidad compulsiva de consumir una
droga para
experimentar sus efectos psicológicos. La adicción
es una forma grave de dependencia en la que suele haber
además una acusada dependencia física. Esto
significa que el tóxico ha provocado ciertas alteraciones
fisiológicas en el organismo, como demuestra la
aparición del fenómeno de tolerancia
(cuando son necesarias dosis cada vez más elevadas para
conseguir el mismo efecto), o del síndrome de abstinencia
al desaparecer los efectos. El síndrome de abstinencia se
manifiesta por la aparición de náuseas, diarrea o
dolor; estos síntomas son variables
según el tóxico consumido. La dependencia
psicológica, o habituación, consiste en una fuerte
compulsión hacia el consumo de la
sustancia, aunque no se desarrolle síndrome de
abstinencia.
Los científicos utilizan con frecuencia las pruebas en
animales de
laboratorio
para intentar deducir la capacidad adictiva de los
tóxicos: los que el animal se autoadministra repetidamente
son considerados como sustancias con alto poder
adictivo, ya que tienen propiedades de refuerzo positivo. Entre
éstos están algunos de los tóxicos de mayor
consumo: el opio, el alcohol, la
cocaína y los barbitúricos. Otras drogas como la
marihuana y
los psicofármacos, producen hábito en los seres
humanos a pesar de no tener propiedades de refuerzo positivo en
los animales de experimentación.
Los tóxicos de uso más frecuente, con
excepción del alcohol y del tabaco, se
clasifican en seis categorías principales: opioides u
opiáceos, hipnótico- sedantes, estimulantes,
alucinógenos, Cannabis e inhalantes.
Opiáceos
La categoría de los opiáceos incluye a los
derivados del opio, como la morfina, la heroína y los
sustitutos sintéticos, como la metadona. Desde el punto de
vista médico, la morfina es uno de los analgésicos
más potentes que se conocen: de hecho se toma como
referencia para valorar la potencia de otros
analgésicos. Tanto el opio como sus derivados alivian la
tos, disminuyen los movimientos intestinales (frenando así
los procesos
diarreicos) y producen un estado
psicológico de indiferencia al medio. La heroína,
un preparado sintetizado a partir de la morfina, fue introducido
en 1898 como tratamiento para la tos y como sustituto no adictivo
de la morfina. Sin embargo pronto se descubrió la intensa
capacidad adictiva de la heroína, que se prohibió
en muchos países incluso con fines médicos. Los
consumidores refieren que la heroína produce un estado de
embriaguez casi instantáneo tras su consumo.
Los opiáceos tienen efectos variables en diferentes
circunstancias. En su efecto influyen las experiencias previas
del consumidor y sus
expectativas, así como la vía de administración (intravenosa, oral o por
inhalación). Los síntomas de abstinencia comprenden
temblor de piernas, ansiedad, insomnio, náuseas,
sudoración, calambres, vómitos, diarrea
y fiebre.
Durante la década de 1970 los científicos aislaron
unas sustancias que denominaron encefalinas que son
opiáceos naturales presentes en el cerebro. Muchos
los consideran responsables del fenómeno de dependencia
física a opiáceos aduciendo que éstos
imitarían la acción natural de las
encefalinas.
Hipnótico- sedantes
Los fármacos con mayor capacidad adictiva de esta
categoría son los barbitúricos, utilizados desde
principios de
siglo en el tratamiento de la ansiedad y como inductores del
sueño. En medicina
también se emplean en el tratamiento de la epilepsia.
Algunos adictos consumen grandes cantidades diarias de
barbitúricos sin presentar signos de intoxicación.
Otros consumidores buscan un efecto similar a la borrachera
alcohólica y otros potenciar los efectos de la
heroína. Gran parte de los consumidores de
barbitúricos, sobre todo los del primer grupo,
obtienen el fármaco de recetas médicas.
Los barbitúricos, además de tener efectos
semejantes al alcohol, también producen, como éste,
una intensa dependencia física. Su supresión
abrupta produce síntomas similares a la supresión
del alcohol: temblores, insomnio, ansiedad y en ocasiones,
convulsiones y delirio después de su retirada. Puede
sobrevenir la muerte si
se suspende bruscamente su administración. Las dosis
tóxicas son sólo levemente superiores a las que
producen intoxicación y, por tanto, no es infrecuente que
se alcancen de manera accidental. La combinación de los
barbitúricos con el alcohol es muy peligrosa.
Otros fármacos hipnótico- sedantes son las
benzodiacepinas, cuya denominación comercial más
habitual es el Valium. Estos se incluyen en el grupo de los
tranquilizantes menores que se utilizan en el tratamiento de la
ansiedad, el insomnio o la epilepsia. Como grupo, son más
seguros que
los barbitúricos ya que no tienen tanta tendencia a
producir depresión
respiratoria y están sustituyendo a éstos
últimos. Por contrapartida, la adicción a los
tranquilizantes se está convirtiendo en un problema cada
vez más frecuente. La adicción al fármaco
Halción, del grupo de las benzodiacepinas, ha obligado a
autoridades de varios países a retirarlo del mercado.
Estimulantes
Una droga de diseño,
el 3, 4- metilen dioxianfetamina, también conocido como
‘éxtasis’ produce en el consumidor una intensa
sensación de bienestar, de afecto hacia las personas de su
entorno, de aumento de energía, y en ocasiones,
alucinaciones. Los efectos adversos que provoca su consumo
incluyen sensación de malestar general, pérdida de
control sobre uno
mismo, deshidratación, pérdida de peso y
pérdida de memoria. Se han
comunicado casos de muerte
relacionados con el consumo incontrolado de éxtasis y
otras drogas relacionadas.
Otros estimulantes cuyo abuso está muy extendido son la
cocaína y la familia de
las anfetaminas. La cocaína, un polvo blanco y cristalino
de sabor ligeramente amargo, se extrae de las hojas del arbusto
de la coca, que se encuentra en América
del Sur. En medicina se emplea como anestésico en
cirugía de la nariz y de la garganta, y como
vasoconstrictor para disminuir el sangrado en las intervenciones
quirúrgicas. El abuso de estas sustancias creció
mucho en la década de 1970 y es responsable de un gran
número de alteraciones fisiológicas y
psicológicas. El crack es un tipo de cocaína
sintética muy adictiva que surgió en la
década de los años ochenta.
Las anfetaminas aparecieron durante la década de 1930 como
tratamiento de los catarros y la fiebre del heno, y más
tarde se conoció su acción sobre el sistema nervioso.
Durante cierto tiempo se
emplearon como adelgazantes. Su única aplicación
médica hoy es el tratamiento de la narcolepsia, una
alteración del sueño caracterizada por episodios
diurnos de sueño incontrolables por el paciente y en el
tratamiento de la hiperactividad infantil, situación en la
que las anfetaminas tienen un efecto calmante paradójico.
En los adultos, sin embargo, tienen un efecto acelerador que les
ha valido la denominación anglosajona de speed. Las
anfetaminas mantienen al consumidor despierto, mejoran su estado
de ánimo y disminuyen el cansancio y la necesidad de
dormir, pero a menudo la persona se vuelve
más irritable y habladora. Tanto la cocaína como
las anfetaminas consumidas durante periodos prolongados, pueden
producir una psicosis similar
a la esquizofrenia
aguda.
La tolerancia a los efectos euforizantes y anorexígenos
(supresores del apetito) de las anfetaminas y de la
cocaína aparece al poco tiempo. La interrupción del
consumo de anfetaminas, sobre todo cuando se inyectan por
vía intravenosa, produce una depresión tan profunda
que el consumidor se ve en la necesidad de volver a consumirlas
hasta llegar a situaciones límite.
Alucinógenos
Los alucinógenos no tienen aplicación médica
en la mayor parte de los países salvo quizás para
el tratamiento de los pacientes agonizantes, pacientes con
trastornos mentales, drogodependientes y alcohólicos.
Entre los alucinógenos más utilizados en la
década de 1960 destacan el ácido lisérgico
de dietilamida, o LSD, y la mescalina, un derivado del cactus del
peyote. La tolerancia hacia estas sustancias se desarrolla con
rapidez, pero no aparece síndrome de abstinencia cuando
dejan de consumirse.
La fenciclidina, o PCP, cuyo nombre vulgar es ‘polvo de
ángel’, no tiene aplicación práctica
en los seres humanos, pero los cirujanos veterinarios lo emplean
en ocasiones como anestésico y sedante para los animales.
A finales de la década de 1970 se extendió su
consumo humano, en parte por culpa de la facilidad con la que se
sintetiza en laboratorio. Sus efectos difieren de los
demás alucinógenos. El LSD, por ejemplo, produce
distanciamiento y euforia, intensifica la visión, y
produce el fenómeno conocido como cruce de los sentidos (los
colores se
‘oyen’ y los sonidos se ‘ven’). El PCP
sin embargo produce distanciamiento y disminución de la
sensibilidad para el dolor; también provoca en ocasiones
un ‘estallido’, o ataque, o una situación
clínica tan semejante a un brote de esquizofrenia aguda
que confundiría incluso a un psiquiatra. La
combinación de este brote con la indiferencia al dolor
lleva en ocasiones a alteraciones del pensamiento
que pueden traducirse en violentos comportamientos
destructivos.
Cannabis
De la planta Cannabis sativa derivan tanto la marihuana como el
hachís. La marihuana se obtiene triturando las hojas, las
ramas y las flores, y el hachís es la resina concentrada.
La forma más habitual de consumo es fumarlos. Tienen
efectos semejantes: producen relajación,
aceleración del ritmo cardiaco, alteración de la
percepción del tiempo (que transcurre
más despacio) y agudización de los sentidos
(oído,
tacto, gusto y olfato). Los efectos varían en función de
la dosis consumida y de las circunstancias que rodean a su
consumo. La marihuana y el hachís no producen dependencia
psicológica. No obstante, su uso puede ser peligroso,
sobre todo si se conduce bajo sus efectos. Aunque se desconocen
los efectos a largo plazo, es muy probable que la marihuana sea
nociva para los pulmones de la misma manera que lo es el tabaco.
El consumo de estas sustancias por parte de los niños y
adolescentes
es preocupante, ya que la intoxicación altera el
pensamiento e interfiere con el aprendizaje.
Sobre este punto existe unidad de criterios por parte de
médicos y educadores en que el consumo es pernicioso y
puede interferir con el desarrollo
psicológico e incluso físico.
La planta Cannabis ha sido empleada como remedio popular durante
siglos, pero hoy carece de aplicación médica. Hay
ciertos trabajos experimentales en los que se ha utilizado su
principio activo, el delta- 9- tetrahydrocannabinol (THC), para
el tratamiento del alcoholismo,
la epilepsia, las náuseas provocadas por los
fármacos anticancerosos (quimioterapia) y el glaucoma. Su
efectividad en el tratamiento de los pacientes con glaucoma
parece indudable, pero sus efectos desorientadores hacen inviable
su aplicación en los pacientes con
cáncer.
Inhalantes
Dentro de la categoría de los inhalantes se encuentran
ciertas sustancias que no son consideradas drogas, como el
pegamento, los disolventes y los aerosoles (productos de
limpieza, por ejemplo). La mayoría de las sustancias
inhaladas (esnifadas) con intención de conseguir un efecto
psicológico tienen una acción depresora sobre el
sistema nervioso
central. En dosis bajas pueden tener un leve efecto
euforizante, pero en dosis superiores el consumidor pierde el
control o la conciencia. Los
efectos aparecen en el acto y pueden permanecer hasta 45 minutos.
El dolor de cabeza, náuseas y mareo vienen a
continuación. La inhalación de estas sustancias es
nociva para la visión, el pensamiento y el control de los
músculos y de los reflejos. A veces se producen lesiones
permanentes y algunos aerosoles concentrados pueden producir la
muerte. Aunque no es probable que se desarrolle dependencia
física, sí aparece tolerancia en ocasiones. Otros
productos cuya generalización ha alarmado a las
autoridades sanitarias son los denominados poppers, de supuesto
efecto afrodisiaco, como el nitrato de isoamilo, que se emplea en
medicina como dilatador de los vasos sanguíneos. La
inhalación prolongada de estas sustancias puede lesionar
el sistema
circulatorio y tener efectos nocivos relacionados con ese
sistema.
Tratamiento
Excepto en el caso de la dependencia a opiáceos, las
prestaciones
médicas más habituales en el contexto de las
toxicomanías se limitan casi siempre al manejo de los
problemas de
sobre dosificación, reacciones adversas a la ingesta de
tóxicos o las eventuales complicaciones derivadas del
consumo de drogas, como la malnutrición o las enfermedades provocadas por
el uso de jeringuillas sin esterilizar. Los consumidores de
barbitúricos o anfetaminas pueden precisar ingreso en un
centro de desintoxicación como en el caso de los
alcohólicos. Cualquiera que sea el tóxico
responsable de la dependencia, el objetivo de la
mayor parte de los programas de
tratamiento es la abstinencia.
Los programas de deshabituación a opiáceos son
sobre todo de dos tipos. La filosofía de las comunidades
terapéuticas es implicar al toxicómano en la
resolución de su problema. Se le considera una persona
inmadura emocionalmente a la que debe ofrecerse una segunda
oportunidad para desarrollarse. Las situaciones conflictivas con
otros miembros de la comunidad son muy
frecuentes. El apoyo mutuo, el mejorar de categoría dentro
de la comunidad y ciertas recompensas son los estímulos al
buen comportamiento.
La otra forma de deshabituación a opiáceos consiste
en la
administración de sustitutos de la heroína. Uno
de ellos es la metadona, que tiene un efecto más retardado
que ésta, pero también crea adicción. Se
trata de ir abandonando el consumo de heroína mientras se
elimina la necesidad de tener que conseguir la droga ‘en la
calle’. Otra sustancia más reciente es la
naltrexona, que no es adictiva y que bloquea el estado de
embriaguez que se percibe con el uso de la heroína. Como
contrapartida, no puede emplearse en pacientes con problemas de
hígado, frecuentes entre los
toxicómanos.
Tranquilizante
Nombre que se aplica a un tipo de fármacos que se emplea
para tratar la ansiedad y el insomnio. Al principio, el
término comprendía dos grupos: los
tranquilizantes mayores —las fenotiazinas, como la
clorpromazina— útiles en el tratamiento de los
pacientes con enfermedad mental aguda y los tranquilizantes
menores —las benzodiazepinas, como el diazepan
(Valium)—. Debido al uso, el término se refiere en
la actualidad sólo al segundo grupo de fármacos. A
principios de la década de 1980, estos tranquilizantes
menores eran los medicamentos más utilizados en todo el
mundo. Aunque son útiles para disminuir la ansiedad y el
insomnio de forma temporal, desde 1979, se considera que no son
eficaces para periodos superiores a dos semanas.
Los tranquilizantes menores son seguros cuando se emplean solos,
pero cuando se mezclan con alcohol en dosis suficientes pueden
producir coma e incluso la muerte. La administración a
largo plazo de benzodiazepinas a dosis mayores de las habituales
puede producir dependencia física, con síntomas de
abstinencia característicos, desde pesadillas nocturnas
hasta convulsiones cuando se interrumpe la administración
del fármaco.
Antídoto
Fármaco o tratamiento que contrarresta el efecto de un
veneno. El antídoto puede neutralizar químicamente
al veneno, como el bicarbonato neutraliza a un veneno
ácido; puede hacerlo insoluble y por tanto inocuo, como
hace el sulfato de magnesio hidratado con el plomo; puede
absorber el veneno, como actúa el carbón vegetal
con los alcaloides, o puede recubrir la mucosa gástrica
bloqueando la absorción, como el aceite de oliva en las
intoxicaciones por amoniaco.
Dietilamida Del Ácido Lisérgico (Lsd)
Fármaco alucinógeno potente, también llamado
compuesto psicodélico o psicofármaco, sintetizado
por primera vez en Suiza en 1938 a partir del ácido
lisérgico. El ácido lisérgico es un
componente del moho del cornezuelo del centeno, un hongo que
crece sobre el grano del centeno. Este fármaco produce
cambios oníricos en el humor y el pensamiento, y altera la
percepción del tiempo y del espacio.
El LSD induce alteraciones transitorias del pensamiento, del tipo
de una sensación de omnipotencia o un estado de paranoia
agudo. También se han descrito reacciones a largo plazo
como psicosis persistente, depresión prolongada, o
alteración del juicio, aunque no se ha podido establecer
si éstas son resultado directo de su consumo. Respecto a
sus efectos físicos, el LSD puede producir lesiones
cromosómicas de las células de
la serie blanca de la sangre; sin
embargo no existe una evidencia firme de que origine defectos
genéticos en los hijos de los consumidores.
El LSD no produce dependencia física. En la década
de 1960 su empleo se
extendió entre quienes buscaban alterar e intensificar sus
sentidos, alcanzar la integración con el universo, la
naturaleza y
ellos mismos, e intensificar los lazos emocionales con los
demás.
Este fármaco ha sido probado en el tratamiento del
autismo
infantil, el alcoholismo, y para acelerar la psicoterapia, pero
no se ha establecido ninguna indicación médica. Su
empleo fuera de la medicina es ilegal en la mayoría de los
países del hemisferio occidental.
Estimulante
Se llama estimulante a cualquiera de las sustancias que producen
excitación del sistema nervioso central, aumentan el
estado alerta y disminuyen la sensación de fatiga. La
cafeína, la sustancia más aceptada y
quizá la más utilizada, es el estimulante
más importante. La cocaína y las anfetaminas
producen sensaciones de euforia más intensas. Las
anfetaminas, conocidas como píldoras adelgazantes,
también disminuyen el apetito.
La cafeína se encuentra en la misma proporción en
el café y
el té (entre 100 y 150 mg por taza) y en el cacao y
bebidas de cola (unos 50 mg por taza). Aunque se trata de un
estimulante muy suave, una sobredosis de cafeína puede
producir estimulación excesiva, palpitaciones e
insomnio.
La cocaína, un polvo blanco derivado de las hojas de coca
es inhalada o, fumada como crack, una forma más
concentrada, se utiliza como euforizante. Aunque no produce
dependencia física, sí da lugar a dependencia
psicológica y produce adicción. Las anfetaminas son
estimulantes sintéticos que tienen un efecto similar a la
adrenalina sobre el sistema nervioso central. Desde 1960 se ha
producido un abuso de éstas, como drogas de
dispensación libre para suprimir el apetito. La
fenilpropanolamina, un supresor del apetito, ha sido retirado del
mercado porque produce crisis de
hipertensión.
Antitoxina
Anticuerpo (gammaglobulina) producido por un organismo animal
como respuesta a una toxina bacteriana o a un veneno. La
antitoxina neutraliza el efecto de la toxina. En 1890 el
médico alemán Emil Adolph von Behring fue el
primero en demostrar la existencia de las antitoxinas: los
animales inmunes a la difteria presentan en su suero
sanguíneo sustancias que neutralizan la toxina bacteriana
del Corynebacterium diphteriae. El primer uso terapéutico
de estas sustancias lo efectuó el bacteriólogo
francés Pierre Paul Émile Roux en 1894. Hoy se
utilizan con fines terapéuticos las gammaglobulinas
(antitoxinas) específicas para las toxinas del
tétanos y del botulismo. Las antitoxinas para uso humano
se obtienen de suero caballar y caprino; se inyectan al animal
dosis progresivas de la toxina y su sistema inmunológico
produce los correspondientes anticuerpos. Se extrae sangre del
animal y se procesa para fines terapéuticos. Se puede
utilizar al mismo animal para producir sueros durante años
sin que éste sufra ningún daño
orgánico aparente.
Enciclopedia Encarta '98
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