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Carlos Menem




Enviado por jmms74



     

    1. ¿que son las
      reformas?
    2. estrategia
      menemista
    3. metamorfosis del
      peronismo
    4. primeras medidas de ajuste
      estructural
    5. notas
    6. bibliografia

     

    La llegada de Carlos Saúl Menem a la Casa Rosada
    (1989-1999) significó un proceso de
    cambio en las
    políticas de gobierno nunca
    antes experimentado y que lo mantuvo en la cima del poder durante
    diez años. Con la implementación y
    consolidación de las reformas estructurales de mercado y con un
    riguroso armado de una nueva e inédita coalición,
    se instaló la idea de que se abría una nueva etapa
    en la Argentina. No
    fueron pocos los analistas políticos que sostuvieron que
    el gobierno de Menem fue, por sobre todas las cosas, una estrategia
    reformista de gobierno 1.

    Este trabajo tendrá como objetivo
    principal intentar buscar una respuesta a diversos interrogantes
    que nacieron durante los dos primeros años (hasta 1991) de
    mandato menemista centralizando el análisis en el proceso de gestión de
    reformas económicas, en la aparición de una nueva
    coalición de gobierno y en la redefinición del
    Partido Justicialista (PJ) durante el periodo
    mencionado.

    ¿Qué son las reformas estructurales de
    mercado? ¿Por qué surgen? ¿Contribuyen las
    crisis
    económicas a la implementación del "ajuste
    estructural"? ¿Cómo fue posible lograr un consenso
    en la estructura
    partidaria del PJ con la idea de reformas de mercado?
    ¿Qué rol jugó la identidad
    peronista en esta etapa de grandes transformaciones?
    ¿Fueron las reformas el medio para neutralizar la
    debilidad política de Menem y
    armar así una nueva coalición?

    ¿QUE SON LAS
    REFORMAS?

    Antes que nada es conveniente definir el concepto de
    reformas. Básicamenete las reformas son operaciones
    políticas y la voluntad política es un componente
    indispensable a la hora de decidirlas y llevarlas adelante
    (Palermo, Novaro, 1996).

    Si bien es cierto que fueron los militares de la
    última dictadura militar
    (1976-1983) quienes comenzaron a implementar las primeras
    reformas estructurales, no es menos cierto que fracasaron en
    refundar nuevas bases económico-estatales en la sociedad y en la
    política argentina 2. Es en ese sentido, que la
    herencia que
    dejó el Proceso habilitaba el terreno a Raúl
    Alfonsín (1983-1989) para llevar a cabo las reformas, pero
    al mismo tiempo la
    economía
    estaba debilitada en recursos
    fiscales, administrativos y de consenso para que se
    implementaran. Los desequilibrios crónicos del "viejo
    modelo"
    3 se habían profundizado.

    Al asumir el gobierno, Alfonsín confió en
    que los problemas de
    la herencia del Progreso serían resueltos por la
    instauración de la democracia. El
    líder
    radical no tardó en asociar a la economía de la
    dictadura con
    el neoliberalismo
    4 y para él los temas de la economía
    democrática eran diferentes a los planteados por el
    neoliberalismo ya que apuntarían al crecimiento, el
    empleo y la
    redistribución del ingreso.

    Ahora bien, ¿por qué no fueron
    implementadas las reformas durante el gobierno de
    Alfonsín? ¿Cuál fue la posición de la
    Unión Cívica Radical? Hay varios motivos que
    imposibilitaron poner en marcha las reformas. Uno fue que el
    gobierno radical demoró mucho tiempo en captar la lógica
    de la situación fiscal y no
    operó con un diagnóstico del que se desprendieran
    reformas estructurales 5. El "ajuste estructural" y la
    creación de una coalición favorable no figuraban en
    la agenda política del radicalismo. Fue a partir de 1987,
    y con el lanzamiento del Plan Primavera,
    cuando se logra silenciar un poco el disenso en el partido y gana
    terreno un nuevo diagnóstico: las reformas estructurales
    son indispensables para la estabilización 6. Pero
    la UCR demoró bastante en convencerse que debía
    apoyar su implementación.

    Otro motivo fue la resistencia del
    jefe del Ejecutivo a encarar reformas que poseían un alto
    nivel disgregador del consenso colectivo que sostenía a su
    gobierno como al régimen democrático. Y cuando el
    poder
    ejecutivo reformula el diagnóstico y adopta el
    programa de
    reformas estructurales bajo el paraguas del Banco Mundial,
    ya había corrido mucha agua debajo
    del puente: era ya un gobierno debilitado y la oposición
    ganaba cada vez más terreno.

    Tanto durante la dictadura militar como durante el
    gobierno de Alfonsín, fue imposible generar las
    capacidades político-estatales para concretar las reformas
    que permitieran superar las dificultades del sector
    público.

    A fines de 1980 se produce la profundización de
    un largo proceso de pérdida de autonomía fiscal y
    deterioro de capacidad de la gestión. La explosión
    hiperinflacionaria que sacudió a la economía
    argentina entre los meses de mayo y agosto de 1989
    provocó el colapso de las finanzas
    públicas. La crisis hiperinflacionaria cerró en
    forma dramática una serie de intentos estabilizadores que
    se sucedieron durante la segunda década del ochenta cada
    vez con menos éxito.

    A comienzos de 1989 la situación era muy
    crítica: la una situación fiscal sumamente
    deteriorada, había un creciente endeudamiento
    gubernamental a tasas y plazos desfavorables, las reservas
    internacionales eran mínimas y la incertidumbre provocada
    por las próximas elecciones no alentaba ningún
    optimismo. Todo ello desató una huida generalizada de la
    moneda doméstica hacia el dólar, cuya
    cotización creció 25 veces en apenas seis meses
    7. Y además el mecanismo del estado
    había entrado en un círculo vicioso entre el
    desequilibrio fiscal y la inflación.

    La crisis hiperinflacionaria constituyó el
    contexto en que asumía Menem 8 y que
    actuaría como disparador del proceso de reformas. Es a
    partir de ese momento cuando el PJ asume un rol primordial para
    sacar a la sociedad argentina del "incendio" 9 al que
    él mismo ayudó a que se extinguiera
    ferozmente.

    El Estado que emerge de la hiperinflación es un
    Estado que ha perdido el control de los
    recursos indispensables para la creación y la reproducción de capacidades de gobierno y
    que no puede ensayar recobrarlos. El Estado
    mismo se convirtió en la fuente principal de
    ingobernabilidad (Palermo y Novaro, 1996). A su vez el contexto
    de la crisis le generó al gobierno entrante un ampliado
    espacio político para la acción y le abrió
    las puertas para que ingresen las reformas 10. El hecho de
    que la crisis económica restrinjiera el margen de maniobra
    de un gobierno no quiere decir que desaparezca el espacio
    político.

    Por otra parte, se produce un "cambio de clima cultural":
    la gente ya no cree en la promesa de que la restauración
    de la democracia habría de devolver por sí sola al
    país el crecimiento
    económico.

    Ahora bien, ¿cómo tiene que ser el Estado
    que debe implementar las reformas? Es en ese contexto en donde
    las políticas neoliberales comenzaron a ganar terreno y a
    dominar el escenario económico. Estas propugnan una vuelta
    al mercado de muchos sectores que estaban administrados por el
    Estado. El neoliberalismo recupera la concepción del
    Estado propia del liberalismo
    clásico y acusa al Estado de producir "efectos perversos"
    con sus intervenciones, de ser ineficiente, lento con respecto a
    la adaptación y caro. En síntesis,
    el neoliberalismo propugna la reducción del Estado como
    una manera de estimular la economía y en la
    práctica realizan reducciones de impuestos y de
    programas
    sociales.

    Pero es conveniente señalar que un período
    de fortalecimiento de mercado, es inevitable que también
    se fortalezca el Estado. Con toda probabilidad, el
    Estado será al mismo tiempo más fuerte y
    más débil
    . Por ejemplo, la
    reestructuración neoliberal puede conducir a un serio
    repliegue de las funciones
    "empresariales" tradicionales de la esfera pública,
    vinculadas con la propiedad
    directa de empresas
    productivas, dando lugar así a un aparato estatal
    más pequeño y débil. Pero al mismo tiempo
    para que los mercados
    funcionen como corresponde, con la eficiencia y
    transparencia que pretenden los inversores privados, es preciso
    poner en marcha mecanismos eficaces de regulación estatal
    que antes no existían y para eso se necesita de un estado
    fuerte (Acuña y Smith, 1996).

    Es difícil comprobar si Menem tenía un
    programa de reformas desde antes que se produzca la
    hiperinflación. Pero una vez en el poder no dudó en
    dejar de lado algunas promesas electorales populistas y
    tomó las banderas del neoliberalismo para resolver el gran
    desafío que le imponía la realidad: ganar la
    aquiescencia de los principales agentes económicos,
    internos y externos, que disponían de un marcado poder de
    veto sobre los mercados y la sustentabilidad de su gobierno.
    Menem comprendió, quizás más que nadie, que
    el proceso de reformas es siempre una batalla política por
    llevar a la práctica ciertos objetivos. Y
    que no consiste sólo en la adhesión de determinado
    conjunto de políticas sino que también incluye la
    tarea de movilizar los apoyos sociales y capacidades
    institucionales para implementar dichas políticas y
    neutralizar a quienes se oponen a ellas 11.

    Las reformas neoliberales orientadas al mercado tienen
    el siguiente mecanismo: 1) se adoptan medidas sociales penosas
    para la población, 2) se inicia la
    reactivación de la economía, 3) se genera la
    recuperación y el crecimiento y 4) se logra el crecimiento
    sustentable y se produce una redestribución no
    inflacionaria del ingreso. Aunque la capacidad para cumplir con
    estas tareas depende en gran medida de los recursos
    políticos.

    El proceso de reformas no es un mero acto administrativo
    en el que los ejecutantes tienen un libreto prefijado sino que es
    un verdadero proceso político, una operación cuya
    variante depende de las salidas contingentes que las elites
    gubernamentales brindan a los problemas puestos por la adversidad
    económica y por las restricciones políticas e
    institucionales que circunscriben su libertad de
    acción (Torre, 1998).

    Como mencionamos antes, el descrédito general del
    orden económico le concedió a Menem el margen de
    maniobra necesario para poner en marcha las reformas sin una
    fuerte oposición. Y la principal virtud del jefe de
    gobierno radicó en que pudo abandonar las tradicionales
    banderas del peronismo y
    escoger nuevas políticas y alianzas sin perder el respaldo
    de sus seguidores.

    Lo sorprendente es que pudo poner en práctica un
    "ajuste estructural" extremadamente duro sin precipitar grandes
    conflictos
    políticos y sociales inmanejables y sin que se pusiera en
    cuestión la estabilidad institucional de que lo que sigue
    siendo una democracia capitalista. La Argentina de Menem se
    destaca por ser el único caso de un país que hizo
    "todos los deberes" (privatizando casi todo lo que tenía a
    su alcance, desregulando y liberalizando hasta legar a constituir
    mercados salvajes, favoreciendo la concentración del
    ingreso…) y además lo hizo en democracia (Borón,
    1995).

    ESTRATEGIA
    MENEMISTA

    Luego de una campaña populista, Menem
    conmovió a sus seguidores al revelar que sus
    políticas económicas se inspirarían en las
    recomendaciones formuladas por la comunidad
    financiera internacional. Los máximos pensadores de esta
    "escuela",
    Consenso de Washington, sostienen que la crisis
    económica es producto de
    dos factores:

    1. Estatismo o el crecimiento del Estado, con sus
      secuelas de burocratismo, excesivas regulaciones,
      déficit fiscal, proliferación de empresas
      públicas ineficientes.
    2. Populismo económico producido por la debilidad
      y/o irresponsabilidad de gobiernos que toleran aumentos
      salariales en el sector público y privado, lo que genera
      déficit e inflación.

    Los expertos del Consenso de Washington
    consideran que hay que priorizar como objetivos de corto plazo la
    estabilización económica y el equilibrio
    fiscal; y a largo plazo, y para consolidar las reformas
    neoliberales, es necesario achicar el Estado, liberalizar los
    mercados locales y el comercio
    exterior, desregular la economía y promover las
    exportaciones. La
    dependencia cada vez mayor respecto de las instituciones
    financieras internacionales derivó en la imposición
    de criterios ortodoxos, la erosión
    relativa de la autonomía de las decisiones de cada
    país con relación a los procesos
    globales (Vacs, 1994).

    Por su parte, el analista político Rodrik
    señala que las reformas tienen más chances de ser
    exitosas cuando son implementadas masivamente y de forma tal de
    crear una ruptura con el pasado. En tanto las reformas
    neoliberales llevadas a cabo por partidos con amplio sustento en
    las clases populares tienen mayores probabilidades de
    éxito que las llevadas a cabo por partidos o coaliciones
    con limitado apoyo de las masas 12. Y el gobierno de Menem
    explotó al máximo esta posibilidad. Así,
    bajo la presión de
    los organismos internacionales y la crisis que golpeaba cada vez
    con mayor fuerza, el
    gobierno eligió para salir del "caos" el camino "hacia el
    mercado" de menor complejidad (Palermo y Novaro,
    1996).

    Ante la crisis lo que estaba en juego era la
    posibilidad misma de gobernar. Menem pronto aprendió de la
    lección de la experiencia de su antecesor en cuanto al uso
    político de la crisis y amplió el margen de
    maniobra en relación con la estructura
    partidaria.

    La crisis crea la urgente necesidad de escapar cuanto
    antes de esa situación. El capital de
    fuerza y autoridad de
    todo nuevo liderazgo
    presidencial legítimo es reforzado por este sentido de
    urgencia y el temor al caos político de excepción
    altamente propicio para tomar decisiones rápidas y
    fulminantes. Y liberándolo de los compromisos y las
    orientaciones que lo ataban a su partido y a su electorado. Ese
    fue el contexto en que se produjo la instalación de Menem,
    galvanizando, en primer lugar, su disposición a introducir
    las reformas y, luego, allanando el camino para su
    implementación 13.

    El menemismo comprendió que para implementar las
    reformas necesitaba captar el apoyo de los actores
    económicos predominantes. Y para ello, Menem adoptó
    el pragmatismo y
    no dudó un instante en abrazarse al mundo empresario. Esa
    decisión constituyó la principal estrategia para
    hacer frente a la crisis del Estado: apuntó a la
    conformación de una coalición entre un gobierno que
    disponía de un fuerte respaldo popular y quienes se
    suponía podían controlar las variables
    económicas. Las reformas eran el medio para neutralizar su
    debilidad política y forjar una inédita
    coalición social 14.

    Ahora bien, toda decisión política implica
    incertidumbre y riesgo. Y sobre
    este punto es interesante detenerse en la tesis que
    proponen Palermo y Torre para intentar comprender cómo
    hizo Menem para eliminar los riesgos que
    significaba llevar a cabo las reformas en la opinión
    pública. Estos autores interpretan la tolerancia en
    términos de lo que denominan "consenso de fuga hacia
    delante". En el caso de la hiperinflación, sostienen, los
    apoyos o la tolerancia no están motivados por la confianza
    en un futuro más próspero sino en la urgencia de
    huir de un presente insoportable. Urgencia que explicaría
    también la preferencia por los programas de ajuste
    radicales, de choque. Además sugieren que la gente no
    evalúa costos
    próximos y beneficios lejanos, sino costos presentes y
    beneficios próximos donde cualquier salida de lo presente
    ya extraña un beneficio. Las reformas económicas no
    implica un descenso sino un ascenso a una situación mejor
    15.

    El armado de la coalición de gobierno
    significó un gran rompecabezas en donde había que
    colocar con sumo cuidado cada una de las piezas. La
    relación con cada sector de la sociedad podía
    convertirse en poco tiempo en una relación de
    tensión.

    Y es en este sentido destacar la importancia de la elite
    gobernante para lograr una vasta estructura de apoyos por parte
    de sectores muy diversos de la sociedad. En el juego de presiones
    externas y demandas internas del que actúan la
    élites gubernamentales constituye otra fuente de insumos
    que intervienen sobre la decisión de las reformas. Su
    gravitación está siempre mediatizada por el
    comportamiento
    de las elites gubernamentales. En tanto, las preferencias
    políticas tanto de la comunidad financiera internacional
    como de los empresarios, los trabajadores y demás grupos de
    interés
    locales no entran necesariamente en forma directa en el proceso
    de reformas; antes, bien, son filtradas por las orientaciones
    ideológicas y los cálculos políticos de los
    líderes de gobierno que son, en definitiva, quienes
    sancionan y autorizan la continuidad o el cambio de las
    políticas públicas 16.

    El papel activo
    de las elites gubernamentales y las experiencias de ajuste
    estructural pone de manifiesto que sus intervenciones han sido
    acotadas por una variedad de restricciones. Estas incluyen las
    reglas de juego políticas , las capacidades
    burocráticas y técnicas
    del aparato estatal, las características de los alineamientos
    sociopolíticos, los legados y circunstancias
    históricas, las negociaciones con los organismo
    financieros internacionales y los acreedores externos. Operando
    en un espacio político delimitado por este tipo de
    restricciones, el liderazgo de las elites gubernamentales se
    juega su habilidad para maniobrar dentro de ellos, en procura de
    recursos para elaborar y proponer alternativas ante la crisis que
    sean económicamente y, a su vez, políticamente
    viables (Torre, 1998).

    Es por ello que, teniendo en cuenta las experiencias en
    distintos países de Latinoamérica, se podría afirmar que
    el ajuste estructural ha sido más vasto y profundo
    allí donde las elites gubernamentales han logrado secundar
    la decisión a favor de las reformas con una alta
    concentración del poder y autoridad. Ya sea a
    través de la supresión dictatorial de las
    libertades públicas, por la apelación a poderes
    constitucionales de emergencia o mediante mecanismos de
    cooptación y control político.

    METAMORFOSIS DEL
    PERONISMO

    ¿Cómo fue posible lograr un consenso en la
    estructura partidaria del PJ con la idea de reformas de mercado?
    ¿Qué rol jugó la identidad peronista en esta
    etapa de grandes transformaciones? ¿Fueron las reformas el
    medio para neutralizar la debilidad política de Menem y
    armar así una nueva coalición? ¿Cómo
    construyó su liderazgo? Para abordar el tema de la
    relación de Menem con su partido es conveniente
    sumergirnos un poco en la historia de las internas
    justicialistas de 1987 para intentar comprender mejor el
    fenómeno de metamorfosis del peronismo.

    Cuando el gobernador de La Rioja en aquella época
    ganó las elecciones internas del PJ contra gran parte de
    los aparatos partidarios, culminó un proceso por el cual
    el partido se ubicaba detrás de su liderazgo 17. Lo
    novedoso de esta estrategia fue que Menem se convirtió
    pronto en parte insustituible del propio peronismo como fuerza
    política. El candidato a presidente del justicialismo se
    encargaría en persona de
    diagramar las relaciones gobierno-partido. Y como bien
    señala Palermo, sacó provecho, por ejemplo, de la
    precaria situación en que habían quedado sus
    antiguos camaradas renovadores, que sentían peligrar sus
    respectivas posiciones en cargos nacionales y partidarios.
    Temerosos de quedar afuera del reparto no dudaron en cambiarse de
    vereda ya que solamente el propio Menem podía asegurar su
    supervivencia política.

    Cuando Menem accedió a la presidencia su
    relación con el partido era compleja y por momentos muy
    tensa. El jefe del ejecutivo sabía que debía
    solucionar cuanto antes la situación interna del PJ para
    lograr así la hegemonía del partido. Para ello
    contaba con una herramienta singular: su liderazgo era, por
    primera vez desde la muerte de
    Juan Domingo Perón, un
    liderazgo real, y lo era con la novedad de que el partido se
    había democratizado 18. "El movimiento se
    había unificado al darse un jefe que, aunque consagrado
    por los procedimientos de
    la democracia partidaria, suscitaba en torno a él
    una mística" (Cheresky, 1990).

    Fue a mediados de 1990 cuando Menem conquista la
    hegemonía en el PJ. En agosto de ese año logra
    desplazar a Antonio Cafiero de la conducción del partido,
    su principal adversario y asume como presidente del partido. Y
    termina el reacomodamiento dentro del partido a fines de 1991
    cuando Cafiero deja la gobernación de Buenos Aires,
    dejando así el terreno libre para la profundización
    de las transformaciones dentro del PJ. Además logra
    imponer a su candidato en la provincia, Eduardo Duhalde, que deja
    la vicepresidencia.

    Hay un hecho clave que jugó un rol muy importante
    en la estrategia menemista y fue el rotundo éxito del "no"
    en el plebiscito de la provincia de Buenos Aires para reformar la
    constitución provincial. Con la derrota,
    Cafiero quedó debilitado internamente y sirvió de
    experiencia a muchos dirigentes peronistas. Sabían que si
    intentaban un camino independiente del curso fijado por la
    presidencia los esperaba la exclusión y la soledad dentro
    de la estructura partidaria. Fieles a las banderas del
    pragmatismo pronto aprendieron la lección. La legitimidad
    interna lo habilitaba para disciplinar a los dirigentes
    partidarios. Y esa estrategia fue operando a favor del Ejecutivo
    y se repetirá a lo largo de la implementación de
    las reformas.

    Como se ha dicho, de este modo se cerró
    definitivamente el capítulo de la Renovación, de la
    ya no se volverá a hablar, Y se abrió la etapa de
    plena hegemonía del menemismo (Palermo y Novaro, 1996). De
    esta manera, el presidente se ubicó como representante de
    toda la Nación
    y desplegó un comportamiento autoconcentrado, colocando la
    legitimidad de sus decisiones por sobre las aspiraciones del
    partido y la oposición.

    Y en cuanto a la identidad del peronismo, Menem
    desplegó un doble juego de continuidad y ruptura con la
    tradición 19. Ya en la campaña electoral la
    estrategia menemista consistía en una mezcla entre lo
    viejo y lo nuevo. El menemismo no tardó en reconocer e
    incorporar los cambios que se habían producido en la vida
    política de la Argentina. Es por eso que aprovechó
    los instrumentos que sus adversarios utilizaban en su contra,
    manejó la combinación sobre la marcha de
    continuidad y ruptura con la tradición, buscó de
    apoyo de nuevos electores independientes y empresarios y la
    reunificó al peronismo tras su figura (Palermo y
    Novaro,1996).

    PRIMERAS MEDIDAS
    DE AJUSTE ESTRUCTURAL

    Una vez en el poder Menem se enfrentó a dos
    desafíos cruciales: un problema macroeconómico de
    crisis fiscal y un problema político de credibilidad. Es
    por eso que las primeras decisiones del Ejecutivo estuvieron
    orientadas a conquistar la efusiva confianza del mundo de los
    negocios. Poco
    antes de asumir Menem anunció a la prensa que el
    futuro ministro de Economía sería un alto ejecutivo
    de la multinacional Bunge y Born. Esta medida afectó a los
    diferentes sectores peronistas ya que vieron limitada su
    influencia en las decisiones económicas de
    gobierno.

    Dos factores contribuyeron a facilitar la
    concentración de poder en manos del Ejecutivo: por un
    lado, el control que el partido de gobierno tenía sobre
    los principales ámbitos institucionales públicos
    como las Cámaras del Congreso, la Corte Suprema de
    Justicia
    20, el Ministerio Público y los órganos de
    fiscalización y control. El PJ controlaba, además,
    la mayoría de las provincias. Y el segundo factor fue la
    concentración de expectativas en el Ejecutivo que se
    produce frente a la crisis económica, que generan en la
    opinión pública una fuerte demanda de
    gobernabilidad y eficacia en la
    solución de los problemas.

    Las primeras medidas de estabilización
    económica y de política de cambio estructural
    comenzaron a perfilarse con la aprobación del Congreso de
    dos leyes
    importantes: la ley de Emergencia
    Económica y la ley de Reforma del Estado.

    La ley 23.697 de Reforma Económica apuntaba a
    hacer frente a la crisis de financiamiento
    del estado propiciando medidas inmediatas y temporarias de
    reducción del gasto
    público expresado en regímenes de subsidios.
    Así, determinaba la suspensión de subsidios y
    subvenciones, la suspensión en los gastos de la
    administración
    pública, la venta de bienes
    raíces, el establecimiento de la autonomía del
    banco Central
    a fin de preservar el valor de la
    moneda y evitar cualquier financiamiento directo o indirecto a
    los gobiernos nacional y provinciales. Otras medidas procuraban
    modificar condiciones más permanentes del mercado
    apuntando, por ejemplo, a la igualdad del
    capital productivo nacional y extranjero y la suspención
    del trato preferencial para bienes de industria
    nacional.

    En tanto, la ley de Reforma del Estado marcó el
    comienzo del fin de otro de los pilares del patrón de
    desarrollo
    preexistente al fijar el marco normativo para la privatización de gran número de
    empresas públicas, que incluían las
    compañías de teléfono, de aviación comercial, los
    ferrocarriles, los complejos siderúrgicos, las rutas y
    puertos y varias empresas petroquímicas (Gerchonoff y
    Torre, 1996). Esta ley fue el pilar de la política de
    privatizaciones.

    La ley de Reforma del Estado convirtió a las
    privatizaciones en una de las políticas centrales de la
    reforma económica, y determinó, como ese programa
    sería llevado a cabo. Como bien señala Mariana
    Llanos, la propuesta dejo en claro que "el Poder Ejecutivo y su
    gabinete eran los encargados de conducir el proceso de
    reestructuración del sector público, y no el
    Congreso".

    Al respecto es conveniente señalar la
    visión de Delia Ferreira Rubio y Mateo Goretti, quienes
    sostienen, en un minucioso trabajo, que ante la crisis la
    Presidencia absorbió recursos de gobierno que, en el
    pasado, había estado más distribuidos y
    compartidos, y actuó con una independencia
    y autonomía nunca vistas antes. La discrecionalidad, la
    informalidad, la arbitrariedad y una escasa sensibilidad
    institucional marcaron un nuevo estilo personal que
    recuerda, según los autores, a los viejos liderazgos de
    los caudillos locales. Y agregan que los cuerpos colegiados, como
    el Congreso, perdieron legitimidad y visibilidad frente a la
    iniciativa del presidente. Menem vislumbró tempranamente
    la oportunidad que brindaba el contexto para desarrollar una
    política de confrontación con el Poder
    Legislativo en nombre de la decisión urgente (Ferreira
    Rubio y Goretti, 1996).

    En cuanto al tema de las privatizaciones deben
    diferenciarse dos rondas: la primera, entre 1989-1991,
    está asociada con la gestión del ministro Dromi y
    es recordado por su celeridad, improvisación y
    desprolijidades; la segunda, en cambio, se inicia en 1991 con el
    acceso de Domingo Cavallo al Ministerio de Economía. Esta
    última ronda se inscribe en un contexto
    macroeconómico menos dominado por la urgencia, lo que
    permitió ampliar los márgenes de acción del
    Estado con relación a los disponibles en la etapa anterior
    21.

    En la Argentina, las reformas económicas fueron
    lanzadas "desde arriba" 22, al margen de las fuerzas
    políticas organizadas. Desalentando los intercambios
    políticos intra e interpartidarios, así como los
    contactos entre los partidos y los actores sociales, el gobierno
    intentó formular sus decisiones mediante el trato directo
    con grupos económicos atraídos por la venta de los
    activos
    estatales. Si bien es cierto que la crisis demandaba de soluciones
    inmediatas, el Ejecutivo especuló con esto y
    pareció engendrarse en la sociedad el temor a que las
    consultas y la participación ampliada condujeran a
    parálisis o demoras peligrosas. Y así fue como las
    políticas públicas diseñadas para responder
    a la crisis terminaron imponiéndose desde arriba,
    contribuyeron a la personalización del poder y a su
    concentración en la rama ejecutiva 23. La
    concentración decisoria fue un rasgo esencial en el
    proceso de reformas.

    Por otra parte, los tiempos de ajuste estructural han
    sido también los tiempos de la tecnocracia
    económica. Con la llegada de Cavallo a la cartera de
    Economía en 1991 se produce un cambio de estrategia de
    gobierno: se pasa del pragmatismo al tecnocratismo
    (Palermo, 1991). La incorporación de los equipos
    técnicos, provenientes de la Fundación
    Mediterránea, fue creciendo lenta pero progresivamente
    hasta alcanzar su máxima expresión.

    Palermo advirtió con acierto que con la llegada
    de Cavallo y su denso grupo de
    técnicos al Ministerio de Economía aportó
    una fuente de legitimidad para amparar las inclinaciones
    autoritarias del presidente cuando ya se había atenuado el
    imperativo de la emergencia económica. De modo que la
    coartada de la racionalidad tecnocrática, afirma el autor,
    legitimó la propensión presidencial a gobernar
    discrecionalmente cuando ya no podía justificarse en la
    "urgencia inicial".

    Como señalamos anteriormente, la
    utilización reiterada de decretos de necesidad y urgencia
    ha sido desde la asunción de Menem, el factor de conflicto con
    el Congreso. Este problema se distendió un poco con la
    llegada de Cavallo, quien tenía la idea de no dejar de
    lado al Congreso y no usurpar sus facultades. En aquel
    período se logró la sanción de la Ley de
    Convertibilidad, pieza clave del esquema económico del
    grupo de técnicos del ministro de Economía. Sin
    embargo, fue en 1991 precisamente cuando el Ejecutivo
    dictó más cantidad de decretos de necesidad y
    urgencia. A punto tal que en 1993 Cavallo reconoció el
    "récord" de decretos que ostentaba Menem y lo
    justificó afirmando que "sin ellos no se hubiera podido
    instrumentar más de un veinte por ciento de la reforma
    económica" 24.

    Antes de la llegada de Cavallo habían pasado tres
    ministros por la cartera económica. Durante esos 18 meses
    trataron de controlar la inflación con impuestos de
    emergencia, reducciones del gasto público, ajustes en la
    tasa de cambio y políticas de ingresos
    negociadas con los empresarios. Como se ha señalado, se
    podría afirmar que hasta entonces los fracasos en
    estabilizar la economía habían opacado el desempeño de las reformas estructurales.
    Estas habían sido en su momento presentadas como la
    solución definitiva a la crónica inestabilidad de
    la economía argentina. Pero sus efectos positivos
    escapaban a la opinión pública (Gerchunoff y Torre,
    1996).

    Y fue con la introducción de llamado "Régimen de
    Convertibilidad" 25, diseñado en marzo de 1991, la
    arma fundamental utilizada por el gobierno de Menem para combatir
    a la inflación y lograr finalmente la estabilidad. Pero la
    convertibilidad no fue un plan de estabilización
    más, sino que forma parte misma de las reformas
    estructurales, como lo son las privatizaciones, la apertura
    comercial y la desregulación de la economía
    26.

    A esa altura de los acontecimientos podría
    afirmarse que el éxito en combatir los picos
    inflacionarios que jaqueaban a la economía junto con la
    victoria electoral 27 y el apaciguamiento de los militares
    28 posibilitaron que Menem retomara el control del proceso
    económico y político.

    Para lograr el domino del escenario político y
    económico Menem estableció un minucioso juego de
    póker para lograr la adhesión de dos sectores
    importantes que podían poner en jaque el control: los
    sindicatos y
    los gobernadores provinciales del PJ.

    El Ejecutivo tenía en claro que para que las
    reformas sean exitosas antes debía conquistar a los
    "gordos" del sindicalismo.
    Hacia 1989, las actitudes
    dominantes entre los líderes sindicales ante el nuevo
    rumbo económico del gobierno, condujeron a una verdadera
    tregua laboral. La
    implementación del ajuste estructural fue seguido por una
    sucesión de conflictos aislados y de corta
    duración. Con el correr del tiempo, la capacidad de
    movilización de las bases sindicales se fue debilitando
    por la incertidumbre sobre el empleo y por los decretos que
    limitaban las huelgas en los servicios
    públicos. La estrategia oficial consistió en
    combinar la firmeza contra los sectores opositores y pagos
    laterales a los sectores obreros que no ofrecían
    resistencia. Pronto los líderes sindicales comprendieron
    la estrategia de premios y castigos implementada por el Ejecutivo
    y optaron por dejar los conflictos laborales librados a su propia
    suerte y optaron por negociar las garantías de subsidios
    para sus propias cajas sindicales (Gerchonoff y Torre,
    1996).

    Con los gobernadores provinciales del PJ el gobierno
    nacional promovió varios acuerdos con las administraciones
    provinciales tratando de establecer una nueva distribución de fondos coparticipados
    distinta de la que estaba fijada por la legislación
    vigente. Se firma el Pacto Fiscal en 1992 y renovado en 1993. La
    letra del acuerdo garantizaba a los gobernadores una suma
    mínima en el valor de los impuestos coparticipados a
    cambio de una reducción en los porcentajes
    correspondientes a las provincias con el fin de financiar los
    desequilibrios del sistema de
    seguridad
    social. El Ejecutivo también dispuso rebajas de
    impuestos condicionados a que también las provincias
    eliminaran tributos
    propios, básicamente aquellos que afectaban la competitividad
    del sector exportador. El intento era que los gobierno
    provinciales cooperasen con las metas prioritarias de la agenda
    de gobierno. Pero, como señalan Gerchunoff y Torre, eso
    supuso un intercambio: los regímenes previsionales de las
    provincias (que eran una pieza clave del clientelismo
    político) permanecieron intocables y no se plegaron a las
    pautas en el sistema nacional de previsión social; a su
    vez, las empresas públicas siguieron en manos de los
    gobiernos provinciales, derivando fondos líquidos a los
    tesoros provinciales, en tanto la banca oficial no
    se privatizó y mantuvo su rol como agente financiero de
    los gobiernos y finalmente el empleo público siguió
    creciendo.

    Finalmente y haciendo un análisis de los dos
    primeros años de gobierno de Menem podemos sostener que la
    implementación de las reformas estructurales de mercado
    fue, ante todo, un fenómeno político en donde el
    menemismo supo utilizarlo estratégicamente para formar una
    nueva e inédita coalición de gobierno y redefinir
    su propio partido, posibilitando así un manejo de poder
    casi inédito en la historia política de la
    Argentina.

     

    NOTAS

    1. Esta es la visión que sostienen, entre
      otros, Vicente Palermo y Marcos Novaro, Política y poder
      en el gobierno de Menem, Buenos Aires, Grupo Editorial Norma,
      1996, Introducción, p. 19.
    2. Como bien señalan Palermo y Novaro, un
      factor concurrente e los militares fue la baja legitimidad en
      su dimensión fundacional. En la Argentina, a diferencia
      con Chile con
      Pinochet, no existió una coalición societal
      reformista. Martinez de Hoz pudo "disciplinar" sólo a
      una fracción de los empresarios a un costo muy
      alto en términos de destrucción de capacidad
      instalada, pero no logró hacer absolutamente nada en lo
      que se refiere al estado y alos más fuertes grupos
      económicos.
    3. El "viejo modelo" se caracteriza por el notable
      incremento de la deuda
      pública acompañado por una marcada
      vulnerabilidad fiscal y externa .
    4. Para los neolibelares es indispensable Un Estado
      mínimo y que la economía sea controlada
      sólo por el mercado. Para ello es necesario privatizar,
      liberalizar, desregular, flexibizar los mercados de trabajo.
      Pero debe hacerlo de forma radical, ya que para el neoliberal
      el Estado debe limitarse a garantizar la propiedad y los
      contratos y
      despojarse d todas sus funciones de intervención en el
      plano económico y social.
    5. Al respecto, Torre señala que con el apogeo
      del Austral, el gobierno triunfó en las elecciones de
      1985, ese quizás era el mejor momento para encarar las
      reformas estructurales mediante un pacto interpartidario. Y
      cuando intentó implementarlas, dos años
      después, era demasiado tarde ya que el poder del
      gobierno se había debilitado y la oposición
      peronista era más fuerte.
    6. Palermo, Novaro, p. 73.
    7. Gerchunoff, Pablo y Torre, Juan Carlos, la
      política de liberalización económica en
      la
      administración Menem, Buenos Aires, Desarrollo
      Económico, Nro.143 vol.36, 1996.
    8. Fue en este contexto cuando Alfonsín
      debió dejar el gobierno a Menem cinco meses antes de
      concluir el mandato agobiado por la crisis
      hiperinflacionaria.
    9. Término utilizado por Menem durante la
      campaña electoral para definir la realidad del
      país.
    10. Es en ese sentido que Palermo y Novaro afirman que
      Alfonsín careció del espacio político
      apropiado para implementar las reformas, pero tuvo a la vez
      cierto grado de libertad para escoger fórmulas y
      cursos de
      acción alternativos. Menem, en cambio, disfrutó
      de un espacio político de amplitud inédita en la
      historia
      argentina contemporánea, pero careció de
      grados de libertad para definir un curso de
      acción.
    11. Torre, Juan Carlos, El proceso político de
      las reformas económicas en América
      Latina, Buenos Aires, Paidós, 1998, p.
      16.
    12. Acuña, Carlos y William Smith, La
      lógica política del ajuste estructural: la
      lógica del apoyo y oposición a las reformas
      liberales, Buenos Aires, Desarrollo Económico, Nro.141
      vol.36, 1996, p.368.
    13. Palermo y Novaro, p. 124.
    14. Palermo y Novaro, p.
    15. Navarro, Mario, Democracia y reformas
      estructurales: explicaciones de la tolerancia popular al ajuste
      económico, Buenos Aires, Desarrollo Económico,
      Nro.139 vol.35, oct-dic 1995.
    16. Torre, Juan Carlos, p.15.
    17. Palermo marca una
      diferencia crucial con el caso de Venezuela,
      en donde Pérez no es el jefe del Ejecutivo-líder
      del partido.
    18. Palermo y Novaro, p.215.
    19. Idem, p.202.
    20. El 5 de abril de 1990 fue sancionada la ley
      23.774. Para ese entonces ya se había producido la
      renuncia de uno de los ministros de la corte y poco
      después se produciría otra renuncia. Entre abril
      y mayo de 1990, el presidente Menem designó con acuerdo
      del Senado a seis ministros de la Corte sobre un total de
      nueve.
    21. Iazetta, Osvaldo, Capacidades técnicas y de
      gobierno en las privatizaciones de Menem y Collor de Melo,
      Buenos Aires, Desarrollo Económico, Nro.146 vol.37,
      1997.
    22. Idem, p.281.
    23. Llanos, Mariana, El Poder Ejecutivo, el Congreso y
      la política de privatizaciones en Argentina, Mar del
      Plata, trabajo presentado en el III Congreso de Ciencia
      Política, 1997.
    24. Ferreira Rubio y Goretti, p.446.
    25. La Covertibilidad creó una moneda
      convertible en una relación de 1 peso = 1 dólar y
      prohibió cualquier emisión monetaria sin respaldo
      de divisas en las reservas del Banco Central. Introducido por
      una ley en el Congreso, el régimen eliminó la
      discrecionalidad gubernamental sobre las políticas
      monetarias y de cambio.
    26. Gerchonoff y Torre, p.745.
    27. El gobierno peronista ganó el primer
      test
      electoral en las elecciones de 1991 con el 40,3 % de los votos
      contra el 30,5 % que recibió la UCR.
    28. Una vez en el poder Menem dictó una
      amnistía parcial que benefició a militares
      condenados por la violación de los derechos
      humanos y por la participación en las rebeliones
      ocurridas durante la dictadura militar. De la medida quedaron
      excluidos los ex miembros de la Junta Militar. Sin embargo, la
      decisión no puso fin a las tensiones porque los altos
      mandos militares procedieron luego a excluir del
      ejército a oficiales de rango medio hostiles a la
      jerarquía militar. Este sector reacionó con un
      levantamiento militar en diciembre de 1990 que fue reprimido
      por las furzas locales. En enero de 1991 Menem dictó el
      segundo indulto por el que se liberó a los ex miembros
      de las juntas militares, que fue resistido por la
      opinión pública pero "solucionó la
      cuestión militar".

     

    BIBLIOGRAFIA

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    Juan Manuel Martinez Sáenz.

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