La única pedagogía posible es la pedagogía de
la esperanza
"No hay llanura que no esté seguida por una pendiente.
Ninguna partida que no esté seguida de un regreso.
Aquel que permanece perseverante en el peligro
Está libre de censura.
No hay que quejarse de esta verdad;
Goza la buena fortuna que aún posees."
I Ching
Era una quieta mañana de Febrero, el aire estaba
impregnado de tristeza, de desconsuelo y de dolor. Niños,
niñas, ancianas, ancianos y adultos en los cambuches,
especie de carpas hechas de plástico,
de lona, cartón o latas. Miradas tristes, ojos
húmedos, caras sucias, manos crispadas, pies descalzos,
vestidos deshechos, estómagos vacíos, almas
estalladas, rostros suplicantes, silencios de abismos,
movimientos de autómatas, historias truncas. En la entrada
de un cambuche la bandera colombiana se movía orgullosa en
medio de la desdicha y la desesperanza, y una leyenda la
sostenía: "El terremoto nos asustó, nos
destruyó, pero aquí seguimos Armenia, te amamos,
¡ contigo nos quedaremos!"
¿Con qué contábamos para recuperar a tantas
personas del inmenso dolor, de la desesperanza y de tanta
incertidumbre?. Llevábamos las mismas herramientas
con las que hemos estado
trabajando durante estos años de aquí para
allá, en los proyectos de Paz
en la Escuela, las
mismas con las que hemos buscado la Convivencia Pacífica,
que han sido las mismas con las que ayudamos a las familias en
crisis y las
que nos han servido para acompañar a nuestros pacientes en
el difícil trance de morir en forma erótica:
AMOR CREATIVIDAD y
ESPERANZA. Amor para penetrar en lo que hacemos, siendo necesario
para ello sentir, estar, pensarse, como dice nuestro maestro
Manfred Neff: " El acto creativo comienza cuando yo me integro
con, cuando soy parte de, cuando penetro profundamente algo y,
sobre todo, si lo penetro con amor, es decir con el deseo de
potenciar sinérgicamente con él"
Saberse amado aviva la esperanza, como dice Goethe, "saberse
amado da más fuerza que
saberse fuerte". El amor no es
ciego, es visionario, es en el amor donde ocurren los milagros,
donde la esperanza se viste de fiesta, tiene que ver con abrir
para los otros espacios de existencia junto a uno.
La esperanza, ese derecho que tenemos todos los seres humanos a
salvarnos, ese derecho que se afirma cuando logramos
sentir, pese a la adversidad, la luz de la vida.
Ese derecho que nos acompaña desde el nacimiento, cuando
nos impulsamos desde las profundidades del útero materno,
donde hemos permanecido en la mágica penumbra de los
inicios misteriosos de la vida, hasta encontrarnos con la mirada
amorosa de la madre, esa mirada cargada de significados, esa
mirada que nos vuelve humanamente significativos, esa que nos
confirma la existencia. Es el mismo derecho que durante la vida
confirmamos al encontrarnos con tantos rostros que nos devuelven
miradas poéticas, miradas de respeto, cuando
nos encontramos en el abrazo con otro humano, cuando sentimos una
mano cálida que nos salva, una palabra que nos consuela,
una canción que nos arrulla, una presencia que nos
sana.
La esperanza, esa mujer en
gestación, mujer que espera. Esa parte nuestra que pare
sueños, sueños de vida, esa dimensión que
nos hace cocreadores del universo, esa que
está escondida en el fondo de la caja de la diosa Pandora,
allí la depositó Zeus, el padre de los dioses,
cuando se enojó con la humanidad, y la
acompañó de la envidia, el hambre, el desconsuelo,
la peste, el miedo y otros males. La esperanza es esa mujer
pintada sobre la tela, esa mujer que pacientemente está
mirando al mar…
Entonces nos integramos con los sobrevivientes, con los que
acababan de despedir a sus muertos, con los que estaban vivos
por razones que se escapan a todo entendimiento lógico:
les escuchamos, les abrazamos, les consolamos, le dimos de comer,
lloramos con ellos. Al atardecer nos sentamos y sabíamos
que para empezar a trabajar era necesario extraer de nuestro
morral a la esperanza acompañada de una buena dosis de
intuición, toneladas de magia, muchas libras de
fantasía, litros de confianza, los bultos de emociones, kilos
de voluntad, a nuestra compañera inseparable de viaje, la
exquisita Quimera y empezar a construir una plataforma donde
convergieran todos los caminos creativos. Una vez más
validamos nuestro estilo y nuestra tarea como educadores y
terapeutas de niños y niñas gravemente perturbados,
que consiste en restablecer el sentido a sus vidas, al tiempo que
modificamos patrones en la familia, la
escuela y la sociedad para que
se les eduque de manera que la vida tenga sentido para ellos y
ellas y así no requieran de más ayuda.
Empezamos el viaje de sanación, fabricando sueños,
fabricando metáforas y fue así como seguimos
sacando de nuestras maletas y de nuestros bolsillos, las hadas,
los duendes, los gigantes y algunos enanos, los castillos, los
bosques encantados, las lagunas sagradas, los minotauros, las
crayolas, las plastilinas, la greda, las ninfas de los bosques,
las sirenas, las tempestades, las alfombras voladoras, las
témperas, las princesas, los genios, el señor
Había una Vez, la señora Entonces, y nos pusimos a
trabajar. Nuestra propia esperanza y nuestra fe, era nuestra
garantía para hacer liviano el peso de vivir en este
momento y en estas circunstancias donde la historia nos había
colocado. Debíamos convertirnos en Perseos, el legendario
héroe que tenía como misión
destruir a la Medusa, mujer con cabellos de serpiente y con la
capacidad de convertir en estatua de sí mismo a aquel que
la mirara a los ojos; debíamos cortar la cabeza de la
Medusa volando en las sandalias aladas y apoyarnos en las nubes y
los vientos, mirando a la desdicha o gorgona no directamente a
los ojos, sino a través de su reflejo en el escudo.
Así como de la sangre de la
medusa de Perseo surge Pegaso, el caballo alado; de la sangre de
nuestra gorgona brota la vida, la compasión, la solidaridad , el
consuelo, los nuevos ideales, el diálogo ,
las nuevas certezas, la fe en el futuro y la amistad . Debimos
elevarnos a través de las dificultades, para transformar
las crisis en oportunidades para ellos y para nosotros mismos,
cortar la cabeza de la medusa sin mirarla a los ojos. Perseo
debía lavarse las manos después de derrotar a la
medusa y para ello tomó la cabeza y la colocó boca
abajo en un nicho de hojas y ramitas nacidas bajo el agua , y
entonces sucede un milagro inesperado: las ramas marinas al
ponerse en contacto con la Medusa se transforman en corales, que
sirven luego para adornar a las ninfas. Así como sucede
esta mágica transformación, de la misma manera las
crisis de la humanidad por muy devastadoras y desastrosas que
sean si se logran transformar en oportunidades, pueden ser
fuerzas que mantengan viva la vida y vivos los sueños.
La palabra crisis, que significa PELIGRO y OPORTUNIDAD, es una
oportunidad peligrosa para el cambio .
Peligrosa en el sentido de que puede producir en la misma
proporción sanación y vida o involución y
muerte .
Cuando a partir de la crisis se logra transformar las
pérdidas en ganancias y crecimiento, entonces vemos brotar
de la cabeza de Medusa, corales hermosos y brillantes. Son estas
transformaciones las que nos alientan la esperanza.
Ya bien entrada la noche, habíamos terminado de compartir
nuestros sentires ante la experiencia vivida, nuestras preguntas
de vida, nuestras preguntas de muerte, nos detuvimos largo rato
pensando acerca de lo inevitable y en este espacio pensamos
la muerte :
¿Nosotros moriremos? ¿Cómo sería
vivir sin la posibilidad de la muerte? ¿Cuándo
moriremos? ¿Cómo?. Fueron treinta y dos segundos
para que todo un pueblo perdiera seres amados, sus amigos, sus
sueños, su paisaje, sus certezas, sus ideales, sus
viviendas, sus hogares, su inmortalidad, la esperanza y la fe en
el futuro. " _ Bastaron pocos segundos para acabar con mi
historia"– Nos había dicho un hombre de
mirada helada y melancólica.
Entre sorbos de café y
esfuerzos por despejar la gran opresión que se nos
metió en medio del pecho, en la cabeza y en los diferentes
sitios donde guardamos el alma, empezamos a pensarlos y a
pensarnos, sabíamos que el trabajo
sería duro, porque parte del equipo como tantas otras
veces, eran damnificados, pero a diferencia de esas muchas otras
veces, no se trataba de damnificados de la violencia
intrafamiliar ni social, sino de seres que habían
perdido casi todo en segundos, por los caprichosos movimientos de
ese ser majestuoso llamado Tierra .
Nos propusimos acompañarles a través del tiempo,
ayudarles a devolver la capacidad de soñar, de jugar, de
trabajar, de amar y de tener fe en el futuro. Relacionamos la
creatividad con el caos, viajamos de lo simple a lo complejo por
los caminos de la trascendencia. Hicimos conocido lo
extraño y extraño lo conocido. Reflexionamos la
vida vislumbrada desde el interior. Entendimos una vez más
que la esperanza es un compromiso con varios mundos, con varias
disciplinas, con varias dimensiones, que la esperanza es un
derecho.
Un hombre estaba triste, estaba triste sentado en sus nostalgias,
en sus miedos y desesperanzas. En el horizonte a lo lejos
divisó la quimera, se levantó y avanzó diez
pasos y observó como el horizonte y la quimera se alejaron
diez pasos. Avanzó cinco y sorprendido vio que el
horizonte y la quimera se alejaron cinco pasos. Entonces,
desanimado se detuvo y le preguntó al poeta:
¾ Poeta, dime
¿de qué sirve avanzar diez pasos, si el horizonte y
la quimera se alejan diez pasos, y de qué sirve volver a
avanzar cinco pasos, si el horizonte y la quimera se alejan
cinco?
El poeta respondió: ¾ ¡ Te sirve para seguir
caminando!
Trabajamos con niños y niñas y fue la
metáfora la que permitió que aún los
más pequeños socializaran el dolor, el miedo, la
rabia, el desconsuelo, las dudas. Le dimos color, textura,
olor, sabor y forma a los sentimientos. Encerramos los miedos en
piedras que lanzábamos al fondo de las lagunas. Le dimos
número a las tristezas, a las alegrías y ese
número reemplazó el "presente", en el llamado a
lista en el aula, cada día. Sacamos monstruos que estaban
encerrados en los armarios y debajo de las camas.
Desensibilizamos a la infancia
frente al terremoto, invitándoles a escuchar esos otros
movimientos internos en sus cuerpecitos. Contamos cuentos y
oraciones para matar el miedo, cuentos que ayudaban a estos
niños y niñas a desarrollar una conciencia
superior a través del contenido de la historia, cuentos
que les permitían hacer plausibles y aceptables la
ausencia de los padres y madres, otros muchos cuentos que les
mostraban en forma simbólica muchos de los conflictos que
estaban viviendo y les sugería formas de cómo
podrían resolverse para que ellos y ellas encontraran sus
propias soluciones,
cuentos terapéuticos, todos ellos. Estos cuentos de hadas
a diferencia de cualquier otra forma de literatura, llevaban a los
niños y niñas a la sanación y al
descubrimiento de su identidad y
vocación. Muchas de las historias insinuaban la existencia
una vida armónica y gratificadora al alcance de nosotros,
a pesar de las dificultades, las adversidades las desesperanzas y
las pérdidas, y se consigue si perseveramos sin apartarnos
jamás de las peligrosas luchas, sin las cuales no se
consigue nunca la verdadera identidad.
Usamos las siete habilidades y fascinaciones secretas: los
animales
hablan, nada es demasiado pesado, el dedo puede disparar y
derribar a un fantasma, la cobija se convierte en un fuerte
escudo tejido con hilos maravillosos, el saltar de cualquier
sitio con un paraguas es seguro, hay
monstruos contra los cuales se puede pelear, y la última
la más dolorosa de perder: el arte de volar.
Nos hicimos perseguir por el duende de la vida, nos cubrimos de
la greda con la que moldeamos la esperanza, soñamos y
cantamos himnos a la vida. Tomamos marionetas y polichinelas y
les dimos vidas, nos hicimos marionetistas, el oficio más
hermoso del mundo. Les contamos la historia del grillito Lucas,
la Crisálida y la Mariposa y
muchas otras conocidas, que han sido tradicionalmente
modelos de
comportamiento
humano y por esta razón le dan sentido y validez a la
vida. Convertimos a las madres a los padres, tíos y amigos
en cuenteros y cuenteras. Transformamos los salones de clase en
teatrinos y al maestro y la maestra en un sanador de heridas
físicas y emocionales de la infancia.
Los niños y las niñas establecen una plataforma de
esperanza en la infancia fundamentada en la confianza
básica, que luego levanta los muros de la voluntad, de la
capacidad de un propósito, de la iniciativa y de la
habilidad para ya en la adolescencia
desarrollar verdaderos sistemas de
fidelidad, y su mayor fidelidad es la que profesa no a un Dios,
ni a un sistema
político, sino a la vida misma. Son estas estructuras
las que reforzamos y protegemos en todo momento.
Escuchamos los relatos de los niños, niñas, adultos
y ancianos y escuchando los de ellos recordábamos los
nuestros. En este trabajo de reconstrucción de vida y de
país cobró vigencia para nosotros los trabajos de
Karl Popper cuando habla del mundo que hay que resignificar y
reconstruir a partir del error para volverlo más humano;
es el mismo mundo que Jorge Luís Borges
reconstruyó cuando dijo: "Si pudiera vivir nuevamente mi
vida, en la próxima trataría de cometer más
errores, no sería tan perfecto, me relajaría
más, sería más tonto de lo que he sido, de
hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad, sería
menos higiénico, correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres, subiría
más montañas y nadaría más
ríos".
Caminamos con esta gente de la zona del café, construyendo
la Esperanza y fue así como logramos establecer
propósitos, propósitos que soñamos juntos
durante nuestros desvelos y nuestras horas de sueños, y
así como dice Ernesto
Sábato, " los propósitos sirven como
trampolín para lanzarse después a aguas más
profundas. Allí empiezan a trabajar otras fuerzas
inconscientes poderosas y más sabias que las conscientes.
Las que en definitiva revelan las grandes verdades".
Sabíamos que cuando llega la esperanza aparecen los
propósitos y se enciende la profesión de fe en la
persistencia en lo que parece destinado a perecer y donde parece
que no existiese redención.
Al terminar esta primera fase de la experiencia con este pueblo,
sabíamos que nos habíamos enriquecido como sujetos
humanos y que habíamos acrecentado nuestras posibilidades
de fantasía y creatividad para seguir fabricando
sueños. Aumentamos nuestra empatía con el mundo,
con la vida, lo que hace posible la sanación.
Acompañándoles a enterrar sus muertos y escuchando
sus sentires se avivaron los nuestros y evocamos la muerte de
nuestros seres queridos. La muerte, ese acontecimiento que cierra
los labios, extingue las palabras, cambia la belleza mas serena y
dulce por rigidez y palidez, la muerte que se sustrae a cualquier
interpretación humana. Una vez más entendimos el
sentido de la eternidad: somos eternos en la medida en que
dejamos una huella en otra conciencia, una huella que sirva para
fabricar sueños que permitan el florecimiento de la
humanidad. Entendimos que aun en los desiertos desolados de lo
humano, los sueños, la fantástica, la caricia, el
amor, la magia, sirven para reedificar la vida y con ella la
eternidad. Finalmente aprendimos que en este viaje por la vida
cada uno de nosotros tiene su verdad, su forma de enterrar y
llorar a sus muertos, de sanar sus heridas, de mirar las
estrellas, " a través de los ojos de todos los
días"; ningún significado que provenga del exterior
es real, así como señaló el maestro Zen :
"¡Si encuentras a Buda en tu camino, mátalo!",
refiriéndose a que la verdad y la sanación
están dentro de nosotros y la podemos encontrar,
convocando a nuestro maestro interior, sólo que a veces
resistimos llegar a nuestras profundidades. Así,
fabricando sueños y sorbiendo café, ayudamos a la
gente de esta región tan amada, pero ante todo fabricamos
nuestros propios sueños no para cambiar al mundo sino para
que el mundo no nos cambie.
Al año volvimos y encontramos que muchos cambuches
habían sido reemplazados por casas muy pequeñas
hechas de guaduas. Al mirarlas entendimos una vez más la
capacidad de nacer y renacer del ser humano: las casas,
así pequeñas y humildes, ¡estaban pintadas de
muchos colores!
Entendimos que es la esperanza el derecho que nos impulsa a
sentir a la patria no como el territorio que pisamos, sino el
olor de las cosas que comimos en la infancia. Comprendimos que la
esperanza es tan inevitable como la fantasía y que es
nuestra capacidad de soñar la que nos salvará,
recordando que todos los humanos compartimos el mismo destino en
un pequeño planeta en peligro, cuya salvación
está en nuestras manos, situación esta peligrosa
pero absolutamente posible porque el homo cuando ha estado
enfrentado a verdaderas dificultades, es capaz de mostrarse
verdaderamente sapiens, siendo capaz de corregir la
situación peligrosa aunque para ello tenga que trascender
y corregirse a si mismo. Como dice el maestro Sábato: El
ser humano sabe hacer de los obstáculos nuevos caminos,
porque a la vida le basta el espacio de una grieta para renacer.
¡Yo tengo la esperanza que sí!
Autor:
Carmen Escallón Góngora
Médica Pediatra Terapeuta de Familia
Docente de la Universidad de
Cartagena