- Estatuto de la lengua
española en américa latina. - Las iniciativas
lingüístico–culturales de españa en
los países de la zona. - Conclusión
- Bibliografia.
A principio del siglo XXI, se constata que el mundo
parece confundirse cada vez más con un mercado gigante y
que una nueva fase de extensión de la economía mundial
está estableciéndose: el espacio de la
concepción, la producción y la comercialización de los productos y
servicios de
las grandes empresas se
extiende al espacio de un mercado concebido en términos
planetarios.
A nivel cultural, esta situación se traduce por
la creación de un mercado único de imágenes
que implica nuevos despliegues industriales. Los productos
culturales deben satisfacer ciertas normas internas
(en cuanto a su temática, su legibilidad, su estilo) y
externas (deben amoldarse en un marco espacial y temporal
prefijado). De hecho, las reglas que juegan en la industria para
la producción de un objeto de consumo grande
son iguales en la industria cultural, estimulada por la
búsqueda del público, es decir el beneficio
máximo. Con la cultura de
masas, el sistema
industrial de producción invade el campo de las obras del
espíritu. Las técnicas
de racionalización que apuntan a la rentabilidad
ingresan los grandes periódicos, la producción de
películas, las emisiones de radio y la
televisión, etc.
A nivel lingüístico, la
globalización de los negocios crea
una necesidad de locutores multilingües que se pueden
encargar de la distribución en los mercados locales.
Es lo que lleva Pierre Bourdieu (en 1982) y Albert Breton (en
1998), entre otros, a considerar la lengua como un
bien y como un elemento del capital humano.
Es también lo que contribuye en modificar las opciones de
los estudiantes trantándose de las lenguas concentrando
las inversiones
hacia el aprendisaje de los idiomas que tienen el más
grande « valor
económico ».
La estandarización, sin embargo, no puede
triunfar absolutamente porque significaría la muerte de
las lenguas y las culturas. Entre los numerosos retos de la
mundialización se encuentra de hecho la gestión
del riesgo de
« monocultura » que pone en peligro los
ecosistemas
culturales y que corre el riesgo de cancelar todo concepto de
identidad
singular (véase el « Mc Mundo » de
Benjamin Barber, agosto de 1998, p.p. 14–15).
Con el fin de ilustrar esta situación, nos
proponemos estudiar sobre el caso del Mercado común del
Sur (Mercosur),
conjunto regional establecido por Argentina,
Brasil,
Paraguay y
Uruguay, cuyo
origen se remonta a la firma del Tratado de
Asunción (26 de marzo de 1991) y al cual se asociaron
Bolivia (28 de
febrero de 1997) y Chile (1º
de octubre de 1996) por medio de acuerdos de complementariedad
económica (ACE).
El Mercosur representa un total de aproximamente dos
cientos millones de habitantes, un 44% de la población entera de América
latina, y un 59% de su territorio. Cuarto mercado mundial
después del Acuerdo de Libre comercio
Norteamericano (ALENA: incluye los Estados Unidos,
el Canadá y México),
de la Unión
Europea y de Japón,
su PIB
representaba un 54,3% del de la región en 1997. Ahora
bien, conviene tener en cuenta la existencia de profundos
contrastes a la vez entre los cuatro países y dentro de
cada uno ellos.
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