Ernest Hemingway y la generación perdida. Un ensayo sobre Paris era una fiesta (página 2)
En Ernest Hemingway y su mundo, Anthony Burgess nos
habla ampliamente de esta obra: "París era una
fiesta, los apuntes de París creados que,
después de un montón de paciente moldear y
limar, emergieron como una especie de autobiografía
de los años de aprendizaje literario, aparecieron en 1964.
La connotación religiosa del título es tan apta
como la de The Sun Also Rises. El joven Hemingway y sus
amigos están hambrientos y son lo bastante pobres
como para ver cualquier comida como un sacramento; la fiesta de
fe y esperanza (aunque no mucha caridad) que es la vie
de Bohéme de los años veinte pasó de
verdad y, conservada en la memoria, puede volver a suceder una y
otra vez como una potente liturgia, revivificadora de un presente
que, paradójicamente, está bien alimentado, pero
vacío de elementos nutritivos. Hemingway no envuelve
aquellos días con un indiscriminado velo de afecto:
recuerda ciertos personajes con un desagrado sin paliativos
y una cruel expresión verbal: los ojos de Wyndham
Lewis son los de un "violador fracasado" (Lewis escribió
un ensayo sarcástico sobre Hemingway, haciéndole
aparecer como un "buey estúpido"), Ford Madox Ford es un
"bien vestido tonel ambulante puesto en pie", Gertrude Stein "era
endiabladamente encantadora hasta que se volvió
ambiciosa," (6)
Datos
técnicos de la obra
El libro está compuesto por veinte
capítulos, que pueden leerse de manera independiente, como
relatos, ya que no necesariamente hay una secuencia en la trama,
son como flashbacks, que como en una película se van
presentando continuamente.
Hay una nota de la que ya hemos hablado, firmada por
(M.H.) Mary Hemingway. Un prefacio escrito por Hemingway en San
Francisco de Paula, Cuba, 1960, en la que hace una advertencia al
lector: "Si el lector lo prefiere, puede considerar el libro como
obra de ficción. Pero siempre cabe la posibilidad que un
libro de ficción arroje alguna luz sobre las cosas que
fueron antes contadas como hechos." (p.11.).
En la biografía escrita por Norberto Fuentes
Hemingway en Cuba, hay una información importante,
sobre una anotación que hizo Hemingway que podría
considerarse el origen de lo que sería París era
una fiesta: "Hemingway cubrió con los signos de su
estilográfica una parte considerable de un ejemplar de
Wuthering Heights. Es la anotación inicial del
libro de remembranzas parisinas de Hemingway, que tiene el titulo
aquí de "The Lean and Lovely Years". Se convertiría
después en A Moveable Feast (París era una
fiesta). Hemingway comenzó esta obra en Finca Vigía
entre el otoño de 1957 y la primavera de 1958.
Disponía de un primer boceto, escrito en mayo de 1956,
sobre una etapa inicial de su amistad con Scott Fitzgerald."
(7)
El relato del viaje a Lyon es uno de los mejores
momentos de París era una fiesta. Hemingway le
había confirmado previamente a Fitzgerald que
viajarían juntos en el tren. Este era un hombre olvidadizo
y Hemingway se vio solo y casi sin dinero en un vagón de
ferrocarril. The Three Mountains Press es el nombre de
la editora que publicó la primera edición de In
Our Time, en 1924. La denominación alude a los tres
montes de la capital francesa. Y en las anotaciones que hizo en
el ejemplar del libro muestran que Hemingway pensaba incluir en
su libro de memorias, un capítulo que hablara de sus
primeras publicaciones en París.
Editorial que publicó la primera
edición.
En la bibliografía del Barron's simplicied
approach to Hemingway, preparada por Donald Heiney se hace
referencia a la primera edición de París era una
fiesta: " A Moveable Feast. (Memoirs). New York,
Charles Scribner's Sons, 1964.
Tema de la obra.
En el prólogo de París era una
fiesta, escrito por Vargas Llosa en Londres, el 23 de junio
de 1987, se nos habla del tema e importancia de este
libro:
"Más que una evocación nostálgica
de la juventud, el libro es una invocación mágica,
un esfuerzo inconsciente para, retornando mediante la memoria y
la palabra al apogeo de su vida, el momento de mayor empuje y
fuerza creativa, recuperar aquella energía y lucidez que
ahora lo están abandonando de prisa. Y el libro es
también un desquite póstumo, un arreglo de cuentas
con viejos compañeros de vocación y de bohemia."
(8)
Pero el mejor juicio sobre París era una
fiesta lo hace Fernando Quiñones, en Cuadernos
Hispanoamericanos (Madrid): "Diario de escritor, de sus
problemas humanos y estilísticos, al tiempo que
crónica de un tiempo y de una generación realmente
irrepetibles, este París-fiesta de Ernest Hemingway alinea
en sus páginas suscitaciones tan directas cuanto
ilustrativas de una Gertrude Stein, de un Ezra Pound, de un Scott
Fitzgerald, de un Evan Shipman, de un Wyndham Lewis o de un Ford
Madox Ford, junto a esa delicada trama, quizá
involuntariamente novelesca, que supone una conducta de semejante
vitalidad en sus días más vigorosos y rotundos,
año a año y, en muchos pasajes, casi hora a hora
reseñada. Un París, ese París cruel y
adorable, íntimo y multitudinario, poblado por la
extraordinaria fauna de la "lost generation" y sus precursores
fue la idea de juventud para Hemingway. (…) Ese
París es el protagonista de este vivaz libro-testamento
tan autobiográfico como de ficción, tan
entremezclado, como la vida misma, de realidad, deseo y
remembranza." (9)
INTRODUCCION
El siguiente trabajo tiene como finalidad, demostrar que
los años que van de l921 a 1926 en París, son
decisivos para la formación de Ernest Hemingway como
escritor. Estas experiencias son relatadas en el libro
póstumo París era una fiesta (1964), el cual
será nuestro objeto de estudio y guía.
Al final de su vida, Hemingway sintió la
necesidad de volcar en un libro sus primeros años de
escritor y artista "cuando era muy pobre y muy feliz", junto a su
hermosa esposa Hadley y su hijo "Bumby" .Años en que no
sentía la corrupción de su talento, años
importantísimos donde conoció a la flor y nata de
los expatriados norteamericanos, quienes ejercieron una
influencia decisiva en su vida y obra.
París de los años veinte. Un lugar hecho
para vivir como artista. El sueño de todo joven escritor
de la época, donde se reunían escritores de la
talla de Joyce o Pound. Con los que podía encontrarse en
cualquier momento, y tomarse una copa. Es allí donde se
reúne el grueso de los escritores que Gertrude Stein
bautizó como "la generación perdida".
"Era el universo de donde emergían en direcciones
totalmente opuestas y a veces discutibles Ezra Pound, Ford Madox
Ford, William Carlos Williams y tantos otros que debían
constituir durante treinta años el grupo de exploradores
de la vida literaria americana, en especial el grupo de la
Trasatlantic Review, publicada en París y que el
mismo Hemingway dirigirá por algún tiempo. Se
encuentran personajes tan pintorescos como los esposos editores
Jolas, Bill Cody nieto de Búffalo Bill, que haría
la carrera de la diplomacia, y un cierto número de
bohemios más o menos procedentes de los dos continentes,
extensamente descritos cuarenta años más tarde en
París era una fiesta. La obra póstuma de
Hemingway" (1)
Pero ¿qué intentaba Hemingway con este
libro?. No podemos decir que sea una novela, porque falta la
cohesión necesaria entre las partes, tampoco es una
autobiografía, porque falta el rigor necesario en los
datos que utiliza. Pero, eso qué importa, porque en este
libro encontramos de manera sencilla, lo que tiene de privilegio
y de esclavitud una vocación.
Hemingway recuerda a sus compañeros de
generación, como por ejemplo Scott Fitzgerald, Ford Madox
Ford, Ezra Pound, quienes le muestran de manera indirecta, todas
las tentaciones que debe evitar. París era una
fiesta describe también el "entrenamiento" que se
impuso Hemingway para convertirse en escritor. "Se encerraba en
su mutismo cuando le era indispensable, se sentaba frente a su
Corona y fortalecido por el amor de Hadley y su alegría
parisina, elegía con método y paciencia ser un
escritor sin trampa ni mentira."(2)
En el capitulo 10, "Nace una Nueva Escuela", Hemingway
habla de este "entrenamiento": "El instrumental necesario se
reducía a las libretas de lomo azul, a los dos
lápices y el sacapuntas (afilando el lápiz con un
cortaplumas se echa a perder demasiada madera), a los veladores
de mármol, y al olor a mañana temprana y buena
suerte".(3)
Hemingway estaba escribiendo un cuento que se
desarrollaba en Michigan. Pero lo que no lograba soportar eran
las interrupciones, y después que le costaba tanto llegar
al bosque de Michigan, y sentir el sudor en la frente y la
espalda, y el peso de la mochila en ambos hombros. "A eso se le
llama trasplantarse". Puede sustraerse y olvidar la
conversación de un inoportuno charlatán.
Después de convertir en critico al molesto visitante del
café donde escribe, prefiere quedarse al día
siguiente en su casa, y levantarse temprano.
Se encuentra con el pintor Pascín en el
Dôme, y después de un agradable encuentro con dos
chicas, y de rechazar una invitación, piensa que hay
personas que bromean con la vida, porque tienen las simientes
mejor cubiertas que otros, un nuevo aprendizaje a cada momento y
con cada persona que encuentra.
Frederick Hoffman en La Novela Moderna en
Norteamérica dice: En 1903, Gertrude Stein se
estableció en Francia: era el primero de los expatriados
del siglo veinte. The Autobiography of Alice B. Toklas
(1933) es la crónica que escribió Miss Stein de los
primeros treinta años de esa vida y de la impresión
que produjo sobre cierto número de jóvenes
americanos que acostumbraban a visitarla en su casa del 27 de la
rue de Fleurus." (4) Lugar que sería inmortalizado y
descrito tiempo después en París era una
fiesta.
Es importante recordar el momento histórico en el
que se produce este fenómeno literario. Marc Saporta en su
estudio sobre la novela norteamericana nos ofrece un resumen de
la formación de la "generación perdida": "Entre
1920 y 1930 en América, tiene lugar la era de la
prosperidad. La Industria conocía una expansión que
bien podía hacer perder la cabeza a los más sabios;
los tabúes victorianos cedían bajo el empuje de una
juventud ávida mientras que, al otro lado de la barricada,
los círculos neo-puritanos triunfantes habían hecho
votar la ley sobre la prohibición del alcohol -primera
contradicción-; pero el dinero corría a chorros,
los hombres de negocios nadaban en la euforia, se
producía, se construía, no se veían
límites a la expansión económica en un
país en el que la 'búsqueda de la felicidad' era
más que nunca un derecho constitucional para una masa de
privilegiados que formaban, a pesar de todo, una parte sustancial
de la población.
En medio de este frenesí, a causa precisamente de
este frenesí quizás , algunos adolescentes
prolongados, empujados por este eterno espíritu de
contradicción de la juventud, se sentían
asfixiados, sumergidos."(5)
John Brown en su Panorama de la literatura
norteamericana contemporánea, analiza el
fenómeno de los expatriados de esta manera: "La primera
guerra mundial, las experiencias de los jóvenes americanos
movilizados en Europa descritas por las novelas de guerra de
Hemingway y de Dos Passos (y por The Enormous Room, de Cummings),
estimularon el movimiento de los escritores "expatriados" que
durante los años 1920 y 1930 dominó la
literatura americana. En aquel momento Montparnasse se
convirtió en la capital literaria de los Estados Unidos, y
el american abroad fue un personaje clave de nuestras novelas. El
Dôme y la Rotonda fueron la meca de una mitología
nacional artística, y también la última
etapa de la vida bohemia.
Rebelados contra la filosofía de la época
de Harding y de Coolidge, irritados por las coerciones de la
moral puritana, rebaños de genios en agraz se instalaron
en la ribera izquierda en busca de libertad de expresión,
de aventuras intelectuales y de 'pensiones "baratas."
(6)
Continuando con el análisis del fenómeno,
André LeVot dirá lo siguiente en su
biografía sobre uno de los miembros de la
"generación perdida", Scott Fitzgerald: "Y
así, como espectadores de lo ajeno, como
consumidores de lo insólito, como enamorados de la
diferencia, siguieron viviendo aquellos hombres, después
de breves tentativas para readaptarse a las normas americanas.
(Tal como le sucede al soldado Krebs, de "Soldier"s Home") Las
grandes ciudades europeas, y París en particular, les
ofrecieron una libertad, un estímulo e infinitas
posibilidades de contactos que convirtieron a Main Street en
habitable. Gracias a las tarifas de cambio del dólar, la
desocupación, el derecho a la pereza y al
ensueño, el ocio propicio a la creación y
tantas otras cosas podían perpetuarse, transformarse en un
estilo de vida. El aumento de las cotizaciones precipitó
la inmigración de los intelectuales: en septiembre de 1919
se cambia un dólar por ocho francos; un año
después, el dólar vale quince francos; en julio de
1925 llega a los veinticinco francos y, tras un descenso
con ocasi6n de la crisis financiera de 1926, se
estabilizará alrededor de los veinticinco francos hasta
1932.
Es así como Montparnasse se convierte en la
capital artística e intelectual de una nueva
bohemía dorada que puede vivir holgadamente gracias a unos
ingresos mínimos que, en los Estados Unidos,
habrían significado la pobreza." (7)
Marc Saporta concluye: "El Montparnasse de 1920
ofrecía a causa del destierro, un laboratorio más
interesante que Greenwích Village y se
organizó un ir y venir entre la orilla izquierda
del Sena y el bajo Manhattan.
A dos pasos del Dôme, Gertrude Stein
podía ofrecer a estas vocaciones del errar un semblante de
puerto y una enseñanzas. Hasta entonces no se
habían preocupado mucho -y con motivo- de procedimientos
literarios en el seno de esta juventud turbulenta y desamparada."
(8)
Ernest Hemingway, uno de los más importantes de
la "generación perdida", hizo su aprendizaje en
París. No deja de ser extraño que un hombre cuya
vida había estado consagrada a la aventura, la
cacería en África, las corridas de toros en
España, la pesca de altura en Key West y en Cuba, viviera
en su juventud una vida más bien consagrada al arte,
virtuosa y disciplinada, en París.
Después de haber participado en el primer gran
conflicto mundial, como conductor de ambulancias, y haber sido
herido en el frente, y haber tenido un romance en el hospital
donde se recuperaba de sus heridas, este joven veterano vuelve a
los Estados Unidos, y desengañado de los valores que antes
lo habían llevado a la guerra, decide convertirse en
reportero, lo más cercano a un escritor.
En 1920 trabaja como periodista en Toronto (Star
Weekly) y en Chicago (Chicago Tribune). Vive mal,
es un perfecto desconocido y nada hacía prever en
él, a un futuro Premio Nobel. El joven reportero se
enamora de Hadley Richardson, descubre que la vida le ofrece
otras alternativas y que puede convertirse en escritor, piensa
que en Europa puede hacerlo y decide que Italia es un buen lugar
para comenzar.
Pero conoce a Sherwood Anderson, quien le persuade de ir
a París, y de presentarse a Gertrude Stein, que lo puede
guiar para que se convierta en escritor.
En septiembre de 1921 se casa con Hadley Richardson.
Viaja con ella a París, llevando una carta de
recomendación de Sherwood Anderson -a quien podemos
considerar su primer maestro- para Gertrude Stein, la mejor
profesora que un joven escritor podría desear.
Gracias a Gertrude Stein en 1922, Hemingway se relaciona
con varios escritores que residen en París: Ezra Pound, el
erudito poeta que con su estilo algo extravagante y muy
particular , se convierte en otro de los iniciadores de Hemingway
al ofrecerle nuevas perspectivas para comprender la literatura de
su tiempo y ayudó a tallar el estilo clásico de
Hemingway. Ford Madox Ford, amigo y secretario de Conrad, que le
dio la responsabilidad de una revista literaria tan importante
como Trasatlantic Review, a pesar de aparecer con una
imagen muy deteriorada en París era una fiesta.
James Joyce, que representó el ideal del artista que se
debía seguir contra toda prueba. Y Francis Scott
Fitzgerald, quien habría de proclamarse el descubridor del
talento de Hemingway, como el nuevo profeta de esa
generación.
Hemingway sin embargo sigue trabajando como corresponsal
del Star Weekly. Viaja por Alemania, Italia,
Grecia y Suiza. Lo que da al joven escritor una perspectiva
más amplia de Europa y el mundo.
En 1923 publica seis relatos cortos en el número
9 de Little Review de abril, lo que será
después las miniaturas de I al VI en in our time.
En julio, a los 24 años, aparece su primer libro, Three
Stories and ten poems (Tres cuentos y diez poemas). publicado
en París por Contact Publishing Company en una
edición de 300 ejemplares, de la cual Edmund Wilson
hará una critica que será su primer espaldarazo
como escritor profesional. Y en octubre otro acontecimiento
importante sucede en la vida de Hemingway; se convierte en padre,
nace John Hadley Nicanor, su primer hijo.
En el año 1924 aparece in our time (en
nuestro tiempo) 32 páginas de viñetas publicadas
por Three Mountains Press de París en una
edición de 170 ejemplares. En el mes de abril de este
año, publica con el título de Work in
Progress (Obra en Marcha) al estilo de Joyce, el cuento
"Campamento Indio" en la Trasatlantic Review, En
diciembre publica el cuento "El médico y su mujer"
también en Trasatlantic Review, y el cuento "El
señor y la señora Eliot" en la Little
Review.
En enero de 1925 publica el cuento "Cross-country en la
nieve" cuyo tema son los deportes de invierno, y está
lleno de acciones rápidas, en la Trasatlantic
Review. En mayo publica su cuento más largo "El
río de los dos corazones" en This Quarter y el
cuento "El regreso del soldado" en Contact collection of
contemporary writers, en París.
En agosto publica "El invicto", en la revista alemana
Querschnitt, recibiendo por primera vez en su carrera
dinero como pago de un texto. En octubre aparece la primera
edición norteamericana (Boni y Liberight) de un libro
suyo: In Our Time, recoge las viñetas editadas en
el libro del mismo título (pero en minúsculas)
publicado en París, intercaladas entre cada uno de los 14
cuentos recogidos por primera vez en el volumen.
En mayo de 1926 se publica Torrents of Spring
(Torrentes de primavera), pastiche al "estilo" Sherwood Anderson,
escrito, según Hemingway, para ser rechazado por Boni y
Liberight y lograr su aceptación por Scribnerls Sons
-editores de Scott Fitzgerald- que editará, a partir de
esta, toda su obra.
En julio aparece "Un cuento trivial" en Little
Review, Y en octubre, una de sus obras más
importantes, The Sun Also Rises (Fiesta), publicado con
gran éxito de público y crítica.
Después de divorciarse de Hadley Richardson se casa con
Pauline Pfeiffer.
Hemos querido delimitar nuestra investigación
hasta el año 1926, ya que a partir de la
publicación de The Sun Also Rises (Fiesta).
Hemingway se convierte en una figura pública de prestigio,
se hace famoso y comienza una nueva etapa en su vida, la de
hombre de acción y aventura a toda prueba, además
de que abandona París, se casa con otra mujer y cambia de
estilo de vida. Pasa de ser el escritor pobre y desconocido, al
rico autor -gracias al dinero de su segunda mujer y a la fama que
le dan sus libros y aventuras por todo el mundo- su vida de
allí en adelante es mejor conocida y las revistas lo
convierten en un mito viviente, los años parisinos han
quedado atrás y el aventurero toma el lugar del joven
artista.
Tal vez por eso Hemingway, al final de su vida hace un
balance y se da cuenta que lo mejor que le ha sucedido en toda su
agitada existencia fue la época que vivió en
París, cuando aún no se había corrompido por
la fama y el dinero, cuando el amor que sentía era
verdadero, cuando lo que escribía era en base a un
principio artístico sólido, y no para complacer al
público o a una corriente política.
Sabemos que Hemingway rememoró esos años,
de una manera superficial en otras obras, por ejemplo Las
Nieves del Kilimanjaro, donde el escritor Harry, recuerda sus
años parisinos, y no había sido corrompido por los
ricos y por una hermosa pero destructiva mujer; o en Islas en
el Golfo, donde el pintor Thomas Hudson recuerda sus primeros
años como pintor y sus experiencias con su primera mujer y
su hijo, donde podemos darnos cuenta de que lo que narra Thomas
Hudson no es más que las transposiciones que hace de las
vivencias del joven Hemingway en París.
Recordemos uno de sus libros de "no ficción",
Las verdes colinas de Africa, en el cual el narrador que
no es más que el mismo Hemingway, recuerda en una
conversación los años que vivió en
París, sus primeras publicaciones y la paga de sus
primeros trabajos publicados en Alemania.
¿Por qué entonces París era una
fiesta?. Porque allí están condensados lo mejor
de sus recuerdos, sus angustias y alegrías, todo lo que no
pudo contar en otras obras, de una manera nostálgica y
hermosa, como una serie de anécdotas que nos contara un
viejo sabio, sobre lo mejor de su juventud. Su estilo es, por
decir lo menos, "puro Hemingway". Sobrio, bien trabajado,
muy
bien cincelado y nos muestra cómo un libro semi
autobiográfico, que puede tomarse como una ficción,
o como un libro de memorias, no cae en sentimentalismos ni en
"lamentos" por la juventud que se ha perdido.
Nuestro objetivo, es aproximarnos a los primeros
años de un gran escritor, años de aprendizaje y
formación cultural, social y existencial, pero vistos
desde la perspectiva de un hombre que ya ha probado todo lo que
puede ofrecerle la vida. Años que se desarrollaron antes
del "Crack" del 29, cuando podía vivirse con muy poco
dinero y no preocuparse por el mañana.
París era una fiesta, es como Hemingway,
sencillo y a la vez profundo. Un ejemplo típico de su
famosa teoría del Iceberg, donde se adivinan muchas cosas
en el fondo, pero se muestran pocas en la superficie. Recordemos
que en el prefacio de París era una fiesta,
Hemingway advierte que muchos lugares, personas, observaciones e
impresiones no han entrado en el libro, porque son la base del
Iceberg. "No se encontrará mención del Stade
Anastasie, donde los boxeadores servían de camareros a las
mesas entre los árboles, y el ring estaba en el
jardín. Ni de los entrenamientos con Larry Gains, ni de
los grandes combates a veinte asaltos en el Cirque d'Hiver. Ni de
buenos amigos como fueron Charlie Sweeny, Bill Bird y Mike
Strater, ni de André Masson ni de Miró. No se dice
palabra de nuestros viajes a la Selva Negra, ni de las
exploraciones de un día por los bosques que tanto nos
gustaban, alrededor de París." (P.11.)
¿Por qué tantas omisiones en un libro que
trata de rescatar lo mejor de los años de juventud?.
Hemingway era un escritor de mucho oficio y no quiso repetirse, o
por lo que ya sabemos sobre su teoría del Iceberg, todo lo
que se omitió es para otorgarle al relato la profundidad
necesaria, la fuerza y la serenidad que debe poseer un Iceberg
para mantenerse a flote y desplazarse con sencillez y
lentitud.
París era una fiesta, nos quiere mostrar
los momentos más importantes y trascendentes de esa
Moveable Feast que era el París de los años
20, donde había que tener "una buena y severa disciplina"
para no dejarse atrapar por el torbellino de situaciones y
personas que se sucedían a diario.
"París es, finalmente, el lugar de una
centralización cómoda y eficaz: la vida intelectual
norteamericana se desparrama, se dispersa a través de los
distintos Estados, de una a otra costa, de Florida a California.
La vida literaria francesa se desarrolla principalmente entre el
boulevard Raspail y el boulevard Saint-Michel.
La excitación nace allí de los encuentros
infinitamente diversos que sin duda multiplican la exigüidad
de este territorio…Constantemente vivo, el pasado se mezcla al
presente sin esfuerzo: se posee así, al mismo tiempo que
los recuerdos propios, a la Historia entera y a las gentes que la
hicieron. Porque 'París nos pertenece', como dice
Hemingway, nosotros también le pertenecemos a ella. Y es
necesario pertenecer, estar enraizado. Las más vivas
aspiraciones norteamericanas tienden a esta exigencia y esa es
justamente la recompensa que París puede otorgar y de la
que nace una auténtica felicidad." (9)
Hemingway trabajó a conciencia este libro, que
comenzó en Cuba en el otoño de 1957,
continuó trabajándolo en Ketchum (Idaho) en el
invierno de 1958-59, se lo llevó a España en 1959
y lo terminó en la primavera de 1960 en Cuba.
Cuatro anos de trabajo dieron como resultado, el último
libro de importancia de Hemingway, después de El viejo
y el mar (1952).
Vayamos pues al París de los años 20,
descrito magistralmente por Hemingway y acompañemos a ese
joven que intenta convertirse en escritor contra viento y marea,
a pesar del mal tiempo que hay en el Café en la Place
Saint-Michel, y comencemos esa fiesta compartida que, como dice
Vargas Llosa, es la literatura.
I. ¿Una
generacion perdida o ganada para la posteridad?
Une génération perdue.
Después de haber llegado con las cartas de
recomendación para Gertrude Stein en marzo de 1922,
Hemingway había descubierto un tesoro; la amistad y los
consejos de la corpulenta mujer. En el 27 de la rue de Fleurus el
joven aprendiz encontró un buen lugar donde pasar las
tardes, y aprender de la conversación de Miss Stein. Era
además un lugar para descansar después de los
viajes que hacía para cubrir algún evento para el
periódico en el que trabajaba; el Toronto
Star.
Para Miss Stein, el joven mostraba un admirable talento
para la observación, y madera para ser un buen escritor.
Por eso asume el papel de guía o "profesora" del joven
"Hem". Este a su vez le profesa gran admiración y respeto.
Acepta sin chistar todas las recomendaciones que en materia de
estilo y técnica ofrece Miss Stein.
Esta relación de admiración, consejos y
aprendizaje, porque ella le introduce en el mundo de las corridas
de toros, en las que el discípulo resaltará como
"aficionado", fue muy importante. Hemingway terminará
convirtiéndose , en un experto con un tratado taurino
llamado Muerte en la tarde. Miss Stein revisa
además sus primeros manuscritos y lo aconseja para que
deje el periodismo.
En el capítulo 2 de París era una
fiesta: "Miss Stein da enseñanza, Hemingway y su
esposa, invitan a la Sra. Stein a su pequeño departamento.
Hemingway muestra lo que ha escrito y Miss Stein aprueba todo lo
que le enseña salvo el cuento que se titula "Allá
en el Michigan", que pasará a formar parte de su primer
libro Tres cuentos y diez poemas.
El cuento le parece bueno, pero es
inaccrochable, es decir que por ser tan crudo, no puede
ser publicado en una revista, o colgado como un cuadro. Hemingway
le responde que lo que quiere es emplear las palabras que las
personas utilizan en la realidad.
Hemingway acepta y piensa que debe meterse en la cabeza
no escribir cuentos inaccrochables y aprende la
enseñanza de Miss Stein a regañadientes pero sin
discutir. Como buen alumno más le interesaba escuchar que
hablar.
Hemingway era un gran lector: Aldous Huxley, D.H.
Lawrence, cualquier libro nuevo que encontraba en las ventas de
libros usados, o en la librería "Shakespeare & Co." de
Sylvia Beach. Pero Miss Stein vuelve al ataque y dice que Huxley
es un cadáver. D.H. Lawrence es sentimental e insensato y
risible, además de tener un estilo enfermo. Su
recomendación: leer a Marie Belloc Lowndes.
Pero no todos los gustos y consejos de Miss Stein eran
aceptados por Hemingway. Discutían sobre la calidad de los
trabajos de Sherwood Anderson, otra de las influencias
importantes en Hemingway, de la que pretendió librarse en
la parodia Torrentes de primavera, motivo por el cual la
"profesora" y el "alumno" se enojaron profundamente, porque
Hemingway satiriza el estilo de Anderson y el de ella
misma.
La Sra. Stein también estaba furiosa con Ezra
Pound por romper una silla que le ofrecieron en alguna de sus
visitas al 27 rue de Fleurus. Hemingway, sin embargo, era
consciente de que por semejante estupidez no se podía
despreciar a Pound, "un gran poeta y un hombre
cordial".
Hemingway marchó al Canadá en 1923, y
cuando estuvo de vuelta en París en enero de 1924, se
instaló en la rue Notre-Dame-des-Champs; la amistad con
Miss Stein todavía se mantenía, fue en esa
época cuando surgi6 el famoso comentario de la
"generación perdida", que bautizó a toda una
escuela de escritores norteamericanos.
La anécdota viene del día en que Miss
Stein tuvo problemas con un viejo Ford T, al ser supuestamente
mal atendida por un joven mecánico que era veterano de
guerra, la Sra. Stein se quejó con el dueño del
taller. Se decidió que aquel joven no era sérieux,
y el jefe le riñó severamente al muchacho gracias a
la queja de Miss Stein.
El patrón dijo: "Todos vosotros sois une
génération perdue". A Miss Stein le
pareció magnífico el calificativo y se lo
repitió a Hemingway. "Eso es lo que son ustedes. Todos los
jóvenes que sirvieron en la guerra. Son una
generación perdida". Hemingway se molesta por ello, y le
pregunta la raz6n de que los califique de esa manera. "Lo son. No
le tienen respeto a nada. Se emborrachan hasta matarse."
"¿Usted me ha visto alguna vez borracho?" pregunta
Hemingway algo molesto. "A veces me he emborrachado. Pero no la
visito a usted cuando estoy borracho". Remata diciendo: "El
patrón de ese muchacho estaba probablemente borracho a las
once de la mañana. Así le salen de hermosas las
frases." dictamina Hemingway. Miss Stein sentencia: No me
discuta, Hemingway. No le hace ningún favor. Todos ustedes
son una generación perdida, exactamente como lo dijo el
del garage."
Sin darse cuenta Miss Stein también le estaba
dando a Hemingway la idea para su primera novela, The Sun Also
Rises. Puso las palabras del dueño del taller,
referidas por Miss Stein como epígrafe de su primera
novela, equilibradas con una cita del Eclesiastés.
"Generación va, y generación viene; mas la tierra
siempre permanece…Sale el sol, y se pone el sol, y se apresura
a volver al lugar de donde se levanta…El viento sopla hacia el
sur, y rodea el norte; va girando de continuo, y a sus giros
vuelve el viento de nuevo… Los ríos todos van al mar, y
el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron,
allí vuelven para correr de nuevo". ¿Por
qué?.
Después de aquella discusión, Hemingway ,
camino a su casa, pensó en el muchacho del garaje y se
sintió al igual que el joven, lo comprendió, ya que
Hemingway fue herido en la guerra, y manejó aquellos
automóviles Ford T convertidos en ambulancias.
Recordó cómo esos terribles y arcaicos
vehículos perdían los frenos bajando por las
carreteras de montaña con toda una carga de heridos, tal
como lo relataría después en su novela
Adiós a las Armas, donde el teniente-conductor de
ambulancias, lanzaba esos anticuados camiones por barrancos, ya
que no podían dar marcha atrás o perdían los
frenos, y era imposible y sumamente peligroso seguir
conduciéndolos.
Estos recuerdos de Hemingway son ampliamente
desarrollados, y por eso logra comprender al joven
mecánico, quien decepcionado al igual que él de los
viejos valores ya no toma muy en serio las cosas que hace ,
porque lo que quiere es olvidar lo vivido en la
guerra.
Hemingway pensó en Miss Stein y en Sherwood
Anderson, "sus maestros" y en lo que significan el egoísmo
y la pereza mental. Recordemos que a la Sra. Stein le desagradaba
el trabajo de corregir y retocar las cosas que escribía y
que ambos escritores no tenían la disciplina que él
se imponía diariamente frente a la máquina de
escribir, y concluye: "¿quién trata a quién
de generación perdida?".
Piensa que todas las generaciones se pierden por algo y
siempre se han perdido y siempre se perderán. Por eso
coloca el fragmento del Eclesiastés en su novela The
Sun Also Rises (Fiesta), y al observar la estatua del
Mariscal Ney blandiendo su espada reafirma lo que ha pensado
acerca de que todas las generaciones se pierden; se sienta en la
Closerie para acompañar a la estatua de un héroe de
una generación que también se había perdido,
que está como símbolo de ese descubrimiento que ha
hecho; se toma una cerveza muy fría antes de volver a
casa, tal vez para enfriar también sus
pensamientos.
Recuerda a Miss Stein como una buena amiga. "Pero al
cuerno con sus sermones de generación perdida y con toda
la porquería de etiquetas que cualquiera puede ir por
ahí pegando".
Hemingway vuelve a su casa, encuentra a su mujer y a su
hijo contentos y con fuego en la chimenea, comenta con su mujer
la nueva sabiduría que ha adquirido, la de no creer en
todo lo que dicen "sus maestros", en especial Miss Stein, que al
fin y al cabo es una buena mujer, "Pero a veces dice la mar de
disparates".
Porque, aunque Hemingway se haya resistido a ser
catalogado como miembro de la "generación perdida", con su
novela The Sun Also Rises, no sólo los había
bautizado, sino que además convertido en una Escuela de
escritores expatriados.
Para Hemingway, Gertrude Stein, Ezra Pound, Ford Madox
Ford, James Joyce eran "los maestros", pero también
estaban los escritores de su generación: John Dos Passos,
el poeta Archibald Mac Leish, Robert McAlmon, William Carlos
Williams, Harold Stearns, John Peale Bishop, y F. Scott
Fitzgerald.
Como sabemos todos este grupo de escritores, que en un
principio fue catalogado despectivamente como "generación
perdida", demostró ser una de las Escuelas o movimientos
literarios de los más importantes de la literatura
norteamericana contemporánea.
Retratos, bocetos y caricaturas.
Lugares y personas.
Recordemos que Hemingway nos ha advertido en el
"Prefacio" de París era una fiesta, que "Por
razones que al autor le bastan, a muchos lugares, personas,
observaciones e impresiones no se les ha dado cabida en este
libro. Hay secretos, y hay cosas que todo el mundo sabe y que
todo el mundo ha escrito y sin duda volverá a escribir".
Han quedado fuera de la narración. tal vez porque no puede
definirlos exactamente, porque ha pasado mucho tiempo y por
tenerlos borrosos en su memoria, tal vez porque ha hablado de
ellos en otros libros, o porque siguiendo su teoría del
Iceberg los dejó bajo la superficie para que los
adivináramos.
Hemingway actúa como un joven pintor que quiere
atrapar con rápidos bocetos todo lo que ve, oye, siente y
huele. Quiere condensar con poco trazos, como lo hace Goya en sus
dibujos, la fuerza del momento, la impresión que deja
cierta persona o lo que esa persona transmite, sin importar que
tenga que deformarlo para dar la impresión exacta, aunque
esta pueda parecer contradictoria.
De igual manera los paisajes, los ambientes y lugares,
son "acomodados" para que sirvan en la composición del
cuadro, es decir, para crear un efecto. Hemingway decía
que había aprendido a escribir observando la obra de
muchos pintores. Por eso tiene la capacidad para describir y
mostrar un lugar, utilizando perspectiva, colores,
combinándolos para crear una atmósfera adecuada a
lo que se cuenta.
Por ejemplo el Café des Amateurs: "Era un
café tristón y mala sombra, y allí se
agolpaban los borrachos del barrio y yo me guardaba de
entrar porque olía a cuerpo sucio y la borrachera
olía a ocre."(p.13). En pocos trazos nos muestra, el olor,
la iluminación, el ambiente. "Había anuncios de
aperitivos con nombres raros, pero casi nadie era bastante
rico,(…)" y hasta la situación de los borrachos y
poivrottes, que iban allí.
Veamos este pequeño cuadro que pinta de la rue
Cardinal Lemoine: "En verano, con todas las ventanas abiertas,
oíamos la bomba y el olor era fuerte. Los carros con las
cubas iban pintados en marrón y azafrán, (… ) a
la luz de la luna, los cilindros con ruedas tras sus caballos
parecían cuadros de Braque." Al igual que la
descripción que nos está haciendo.
Cuando describe a una persona, el procedimiento de
componer es similar. Coloca a la modelo donde le de buena luz,
crea una atmósfera y comienza con los pinceles su
obra. "Una chica entró en el café y se
sentó sola a una mesa junto a la ventana. " Cerca de la
ventana para que le de buena iluminación, inmediatamente
comienza los esbozos de su modelo. "Era muy linda, de cara fresca
como moneda recién acuñada si vamos a suponer que
se acuñan monedas en carne suave de cutis fresco de
lluvia, y el pelo era negro como ala de cuervo y le daba en la
mejilla un limpio corte en diagonal." (p.15). Finaliza el boceto
de la hermosa joven, y sabe que aunque no la vea nunca
más, ya le pertenece.
A su esposa Hadley la va presentando a través de
pequeños esbozos que nos darán finalmente una
visión mucho más completa, analizando gestos,
movimientos, expresiones de su rostro; "Tenía una cara de
modelado suave y los ojos y la sonrisa se le iluminaban ante cada
decisión ofrecida, como si fuera un regalo de
valor."
Pero así como podía pintar los más
hermosos cuadros, dibujar al carboncillo con rapidez y eficacia,
podía caricaturizar, deformar y volver irreconocible al
personaje que está describiendo. Como lo hace por ejemplo
con sus compañeros de generación, Scott Fitzgerald,
Sylvia Beach, o con sus "maestros", Ezra Pound, Gertrude Stein o
Ford Madox Ford.
Veamos el retrato que hace de Gertrude Stein: "Miss
Stein era muy voluminosa, pero no alta, de arquitectura maciza
como una labriega. Tenía unos ojos hermosos, y unas
facciones rudas, que eran de judía alemana, pero hubieran
podido muy bien ser friulanas, y yo tenía la
impresión de ver a una campesina del norte de Italia
cuando la miraba con sus ropas y su cara expresiva y su
fascinador, copioso y vívido cabello de inmigrante,
peinado en un moño alto que seguramente no había
cambiado desde que era una muchacha." (p.22).
En una entrevista que realiza George Plimpton a
Hemingway (1). Esta será la opinión que da el
escritor famoso de su vieja maestra: "Miss Stein escribió
largo y con notable inexactitud sobre su influencia en mi obra.
Le era necesario hacerlo después de aprender a escribir
diálogos con un libro llamado Fiesta. Yo la quería
mucho y me pareció espléndido que hubiera aprendido
a escribir conversaciones. Para mí no era nuevo aprender
de todos los que pudiera, vivos o muertos, y no pensé que
esto afectaría tan violentamente a Gertrude. Ella ya
escribía bien de otras maneras."
"De todos modos es cierto que Hemingway aprendió
mucho de ella, que era una buena teórica de la escritura y
tenía afición a ser didáctica. Una larga
familiaridad con los pintores cubistas había despertado en
ella el deseo de utilizar las palabras como ellos utilizaban los
colores -por su encanto intrínseco- sin preocuparse
demasiado por el contenido." (…) "Hemingway encontró
aquí una confirmación de sus propias inclinaciones
literarias y se puso a trabajar con entusiasmo. Copió,
para un editor, parte del manuscrito de The Making of
Americans, labor que debió permitirle hacer un
revelamiento de los distintos procedimientos de escritura
utilizados por Gertrude Stein." (2)
El siguiente retrato que veremos es el de Ezra Pound,
otra de las influencias de Hemingway, además de buen amigo
y ejemplo de dedicación artística. Ezra Pound
vivía en la rue Notre Dame Des Champs en un estudio muy
pobre en comparación, con el de Gertrude Stein. "El de
Ezra sólo tenía mucha luz y una estufa para
calentarlo, y había pinturas de artistas japoneses
amigos suyos".
Comparándose con él mismo, Hemingway
veía a Pound como un santo: "(… ) era más bueno
que yo, y miraba cristianamente a la gente. Lo que él
escribía era tan perfecto cuando se le daba bien, y
él era tan sincero en sus errores y estaba tan enamorado
de sus teorías falsas, y era tan cariñoso con la
gente, (…) quiso que yo le enseñara a boxear, (…) Ezra
era muy torpe boxeando, y se imponía objetivos
dramáticamente imposibles de alcanzar, como por ejemplo
sacar de un empleo bancario a T.S. Elíot, con una
asociación benéfica llamada "Bel Esprit", que
recogería dinero para ayudar a Eliot a abandonar su empleo
en el banco, y dedicarse solamente a escribir poesía.
Lógicamente que la idea fracasa y hasta Hemingway gasta lo
que había recogido, para apostarlo en las carreras de
caballos.
Como podemos ver Hemingway no encuentra muchos
méritos en su amigo y maestro, en la entrevista que le
hace Plimpton: "Ezra era extremadamente inteligente en los temas
que realmente sabía."(3)
Un acertado comentario sobre Pound lo da Georges-Albert
Astre: "Ezra, por su parte, era el maestro respetado por todos
los vivientes: dieciséis años mayor que Hemingway,
jefe de la poesía anglosajona de vanguardia, posaba,
según palabras de John Brown, como príncipe de los
expatriados, como gran duque de los estetas. Entre 1920 y 1925,
este oriundo del Far West con aires de cowboy, dueño de
una extravagante cultura que poco debía a la
enseñanza oficial, dominaba con su insólito
prestigio a los expatriados ingleses y norteamericanos y a todos
los incitaba a la aventura del espíritu."(4)
Pero realmente Ezra Pound había colaborado con el
trabajo del joven escritor, este poeta y animador del Imaginismo,
había adoptado para su trabajo literario las
enseñanzas del filósofo Hulme, para quien la
poesía no es más que un mosaico de palabras. Como
consecuencia se debe usar cada palabra con el máximo de
exactitud.
Pound proponía que se escribieran poemas sin
ideas, que fueran sobre todo, momentos excepcionales de la
sensibilidad, donde había que restituir el instante con
toda su fuerza de impacto y evitar las generalidades, las
abstracciones verbosas. Ezra Pound como buen maestro
revisó lápiz en mano los manuscritos de
Hewíngway. "Hizo volar la mayoría de los
adjetivos". (5)
Ford Madox Ford tampoco se salva de este tipo de
retrato; a pesar de que estuvo a la cabeza de la Trasatlantic
Review, una de las grandes revistas de la vida literaria
entre los norteamericanos de París y que en general
confió plenamente en Hemingway. En París era una
fiesta, aparece "espeso, jadeante, repugnante", regularmente
obtuso, fatigado y cansado, irascible.
A pesar de ser un buen escritor, y editor de varias
publicaciones y amigo personal de Joseph Conrad, Hemingway
veía a Ford de una manera caricaturesca y despiadada; "Era
Ford Madox Ford, según se hacía llamar entonces,
porque desde la guerra había repudiado su apellido
alemán de Hueffer. Jadeaba a través de su hirsuto
mostacho manchado, y se erguía con rigidez, como si fuera
un embudo ambulante, puesto con la punta hacia abajo y bien
trajeado. (…) Miró al boulevard con sus ojos de un azul
desvaído. Las cejas y las pestañas eran incoloras",
el dibujo que presenta Hemingway es como el de un espectro o
cadáver. "Yo evitaba mirar a Ford en la medida de lo
posible, y siempre retenía mi aliento cuando me encontraba
cerca de él en una estancia cerrada, (tal como se hace
cuando se está en una funeraria y se ve al muerto
maquillado, a través de la ventanilla que cubre la mitad
del ataúd) pero aquella tarde estábamos al aire
libre, y además las hojas caídas volaban sobre la
acera, llegando por mi lado de la mesa y alejándose por el
suyo, de modo que le miré francamente. Me
arrepentí, y miré a la acera de enfrente. (…)
Bebí un sorbo de mi copa para comprobar si la proximidad
de Ford le había dado mal sabor, pero todavía
estaba pura." (pp.81-82)
A pesar de lo que le provocaba la personalidad de Ford,
intentaba soportarlo: "Me esforcé por tener muy presente
lo que Ezra Pound había dicho de Ford: que no había
que maltratarle nunca, que había que recordar siempre que
sólo decía mentiras cuando estaba fatigado, que era
un escritor bueno de verdad, y que había sufrido terribles
contratiempos conyugales. Me esforcé todo lo que pude por
tener presente todo aquello, aunque la pesada y resollante y
abyecta vecindad del propio Ford, tan cerca que podía
tocarle, lo hacía difícil." (PP.84-85)
F. Scott Fitzgerald, ¿retrato o
caricatura?
La relación de Hemingway con Scott Fitzgerald,
fue una de las que marcaron con mayor fuerza, la vida y la obra
de Hemingway. En sus inicios Scott Fitzgerald fue un escritor
brillante y adorado por la juventud norteamericana. Sus obras,
con ciertos altibajos se habían vendido muy bien en los
Estados Unidos y lo convirtieron en el niño mimado de los
años veinte, o "el cronista de la era del jazz". En sus
libros This Side of Paradise, The Beautiful and Damned,
Flappers and Philosophers, All the sad young men y la
más conocida y admirada de sus obras The Great
Gatsby, impone una concepción romántica de la
vida. Crea un nuevo estilo; en la indumentaria, en el
comportamiento y hasta en los sentimientos.
¿Cómo influye Fitzgerald en Hemingway?.
Hemingway aún no había escrito su primera novela,
intentaba con todas sus fuerzas convertirse en un escritor puro
como Joyce, pero solamente había escrito unos cuentos
inaccrochables, estaba escribiendo una novela que
también había sido censurada por Miss Stein, quien
le recomendó que empezara desde el principio y se
concentrara.
Para Miss Stein, el joven más importante,
y el escritor mejor dotado de toda esa generación
era F. Scott Fitzgerald. Tal vez de allí comenzara esta
relación de odio y admiración que sentía
Hemingway por Fitzgerald.
Scott Fitzgerald simbolizaba todo lo que el joven
Hemingway quería conseguir pero no había podido
lograr. Vivir de la literatura, ser famoso, vivir la vida de los
"ricos", y escribir libros de una calidad excepcional como The
Great Gatsby.
Hemingway veía en Fitzgerald un espejo en el cual
quería reflejarse, evitando todos los defectos y fisuras
que este presentaba. Tal vez por eso vemos que a pesar de haber
pasado muchos años, y haber muerto Fitzgerald, Hemingway
le dedica tres capítulos de París era una
fiesta, más de lo que dedicó a cualquier otro
que conociera en esos años.
Los capítulos en los cuales se refiere a Scott
Fitzgerald son "Scott Fitzgerald"; "Los gavilanes no comparten
nada" donde habla de Zelda, la. mujer de Fitzgerald, la causante
de la degeneración progresiva de Fitzgerald, y el
más despiadada de todos los retratos que presenta y "Una
cuestión de tamaño".
Heminway siempre evitó los males que aquejaban a
Fittzgerald aunque sufrió idénticas dificultades.
Hemingway decía que Zelda, la mujer de Scott, lo
había ido destruyendo lentamente, hasta convertirlo en un
borracho inseguro de sí mismo y de su talento. Hemingway
lo quiso evitar con su esposa Hadley, hasta llegar al
divorcio.
Pero Scott veía a Heminway de manera diferente,
como la joven promesa de la literatura anglosajona, como la
representación perfecta de dedicación. exclusiva al
ideal. artístico, como al joven veterano de guerra que ya
sabía, muchas cosas de la vida, que sabía boxear,
que era fuerte y rudo, y que tenía un talento excepcional
para la literatura.
En el capítulo 17 de París era una
fiesta; "Scott Fitzgerald" Hemingway presenta al. personaje,
habla de su talento "tan natural como el dibujo que forma el
polvillo en un ala de mariposa." Y describe su primer
encuentro.
"El entró en el bar Dingo de la rue Delambre,
donde. yo estaba sentado en compañía de algunos
sujetos que eran compañías perfectamente malas,
(…)" mientras que Scott estaba acompañado por el jugador
de baseball de la Universidad de Princeton; Dunc Chaplin, un
muchacho decente, Veamos con atención el
retrato:
Scott era ya entonces un hombre pero parecía un
muchacho, y su cara de muchacho no se sabía si iba
para guapa o se quedaba en graciosa. Tenía un pelo
ondulado muy rubio, frente muy alta, ojos exaltados y
cordiales, y una delicada boca irlandesa de larga
línea de labios, que en una muchacha hubiese representado
una boca de gran belleza.. Tenía una firme barbilla y
perfectas orejas, y una nariz que nunca fue torcida. Desde
luego que se puede tener todo eso y no ser hermoso , pero
él lo era gracias al color del cutis, al pelo muy rubio
y a la boca. Una boca como para preocupar hasta que uno
conocía bien a Scott, y entonces como para
preocupar todavía más. (p.142.)
Esta descripción muestra el grado de
admiración que sentía Hemingway por su
contemporáneo. Sabía por ejemplo que
tenía talento, aunque lo hubiese desperdiciado, que era un
hombre refinado, que sus compañías eran selectas,
que estaba frente a un compañero de generación que
lo había superado, y que además tenía un
mejor físico, y que tal como hizo con el personaje Robert
Cohn de The Sun Also Rises, debía ser despiadada en
la sátira para saber los defectos en los que no
debía incurrir. Hemingway quería mantenerse puro, y
por eso arremetía contra lo que él consideraba los
defectos de los demás.
¿De qué hablaron estos escritores en su
primer encuentro?. De "escritores y editores y agentes y
críticos y George Horace Lorímer, y de la parte
anecdótica y de la económica de un escritor de
éxito" (pp,146-147).. Hemingway seguía manteniendo
su postura de hombre rudo y deportista, que escribe cuentos muy
buenos y que a ratos está acompañado de personas de
dudosa reputación, que todo lo que le contaba Scott, no
era más que un ruido molesto, al que él estaba
prestando la mayor atención, ya que podía revivir
todo lo que sucedió en su primer encuentro y al principio
de su amistad.
Con el tiempo esta relación se fue deteriorando,
Scott Fitzgerald se había convertido en un fracasado, su
fama y prestigio se habían esfumado, mientras que los de
Hemingway iban en ascenso. Se había convertido en un
héroe que las revistas se encargaban de ensalzar,
aparecía cazando en Africa, escribía
artículos por los que le pagaban muy bien y sus obras eran
best-sellers.
En el famoso cuento Las nieves del Kilimanjaro,
aparece una sátira a Fitzgerald y su excesiva
preocupación por los ricos y su mundo. Para Fitzgerald los
ricos eran diferentes, no cuantitativamente porque tuvieran
más dinero sino cualitativamente, porque tenía un
interés de novelista en sus costumbres y sus modales. De
aquí la famosa réplica de Hemingway: "Si son
diferentes, tienen más dinero."
Scott Fitzgerald se mostraba entonces como aquello a lo
que no se debía llegar, lo que se debía evitar,
adular a los ricos, dejarse dominar por una mujer que finalmente
lo llevaría a la destrucción, la falta de
carácter para imponer su criterio, su suavidad y modales
refinados para ocultar a un neurótico que estaba
alcoholizado, y que finalmente se había vendido al mejor
postor.
La descripción que hace de Zelda Fitzgerald en
"Los Gavilanes no comparten nada", nos muestra una mujer
estúpida e insoportable. "Estaba con una resaca que le
daba un aspecto cansado, está con las facciones crispadas
y ajadas, y se mostraba ceremoniosa con Hadley y Hemingway. Zelda
tenía ojos de gavilán y los labios estrechos, y
modales y acento de algún Estado del sur."
(p.176)
Hemingway intuye que Zelda estaba celosa del trabajo de
Scott, y sabemos que esta observación tiene mucho de
verdad. En la excelente biografía Scott Fitzgerald
de André LeVot, nos enteramos que Zelda, después de
practicar ballet infructuosamente, se da cuenta que ella
también quiere ser escritora, y comienza a publicar
cuentos imitando el estilo de su marido, hasta llegar en cierta
oportunidad a plagiar una novela de Fitzgerald, y publicarla con
resultados desastrosos, para la editorial y para Scott que se
dió cuenta de la estúpida competencia que
tenía con Zelda.
Los celos que le provocaba Zelda a Scott, desde una
aventura que tuvo con un joven aviador francés,
tenían siempre en guardia a Fitzgerald. "Scott estaba muy
enamorado de Zelda, y muy celoso. (…) me contó aquello
de cuando ella se enamoró de un piloto aviador de la
marina francesa, (…) Entonces Zelda aguantaba más bebida
que Scott, pero Scott temía que ella perdiera el
conocimiento entre las gentes que frecuentaban aquella primavera,
y en los lugares a que iban." (pp.177-178) Scott poco a poco fue
cayendo en la trampa, y después de una temporada en Cap
d'Antibes, la cosa fue empeorando, entonces era Scott el que
estaba borracho todo el tiempo.
Ya no le importaba el trabajo de los demás, y se
presentaba en el 113 de la rue Notre-Dame-des-Champs, ebrio a
cualquier hora del día o de la noche, y en la borrachera
le daba placer estorbar el trabajo de Hemingway, tanto como a
Zelda le gustaba entorpecer e impedir el trabajo de Scott. Esta
situación se prolongó por varios años pero
reconoce Hemingway, "no tuve ningún amigo tan leal como
Scott cuando no estaba borracho." (p.181.) Hemingway por el
contrario se concentraba con mayor fuerza en su trabajo, y en
seis semanas había terminado el primer borrador de The
Sun Also Rises.
Hadley, mi mujer, y yo, habíamos ido a Valencia
temprano para conseguir buenas entradas de la feria que empieza
allí el 24 de julio. Todos los de mi edad habían
escrito una novela y yo todavía tenía dificultades
para escribir un párrafo. Así que empecé el
libro el día de mi cumpleaños, escribí
durante toda la feria, en cama, a las mañanas, me fui a
Madrid después y escribí allí. Allí
no había feria así que teníamos un cuarto
con una mesa y escribí con gran lujo en la mesa y a la
vuelta de la esquina del hotel en una cervecería en el
Pasaje Alvarez donde hacía fresco. Finalmente
empezó a hacer demasiado calor para escribir y nos fuimos
a Hendaya. Había un hotelito barato allí en la
encantadora y larga playa y trabajé muy bien y
después nos fuimos a París y terminé el
primer borrador en el departamento sobre el aserradero, en 113
Rue Notre-Dame-des-Champs, a las seis semanas del día del
comienzo. (6)
Hemingway estaba en un frenesí creativo, pero a
la vez no podía dejar de vivir, ya que la vitalidad de su
cuerpo le exigía un movimiento constante. Se había
dado cuenta que no podía seguir perdiendo tiempo, que no
caería en el juego de Scott, quien buscaba cualquier
pretexto para beber y no escribir.
Fitzgerald se engañaba, y trataba de
engañar a los demás mostrando un enorme libro de
contabilidad en el cual apuntaba, cuidadosamente y por orden
cronol6gico todos los cuentos que había publicado,
año tras año, y la indicación de lo que le
habían pagado por cada cuento. Quería mostrar el
panorama que se abría en su futuro. No se abría
ningún panorama concluirá Hemingway, al ver las
condiciones tan difíciles con las que tenía que
luchar Fitzgerald para escribir; la neurosis y alcoholismo de
Zelda, la debilidad y los celos de los que sufría
él mismo, además del alcoholismo por complacer a
Zelda, las deudas que siempre eran mayores, los cuentos y el
desperdicio de talento por los cuentos que escribía para
revistas, que eran hechos con un molde o según una
fórmula, todo esto hacía prever su muerte
prematura, y la decadencia de Fitzgerald como escritor. "Los
escritores norteamericanos no tienen un segundo acto".
Hemingway trat6 de ayudarlo, pero Fitzgerald se
debatía entre las tentaciones y el desarreglo que le daba
Zelda, y la disciplina y el ejercicio que le proponía
Hemingway. Hacían largas caminatas donde él sudaba
el alcohol, resolvía que trabajaría en serio y en
realidad trabajaba y se le daba bien. Pero Zelda se
aburría y se quejaba de no ser suficientemente bien
atendida, y comenzaba a beber, y Scott la acompañaba, y
vuelta a empezar, todo el trabajo se iba por la borda, se
peleaban y luego hacían las paces, todo como en un
círculo vicioso del que no podía
escapar.
Fitzgerald intentaba continuamente trabajar, diariamente
intentaba y fracasaba, echaba la culpa a París, e
intentaba buscar un buen lugar donde pudiera trabajar,, le
habló a Hemingway de la Riviera, y le proponía que
trabajaran juntos como negros todo el día, se
bañarían y tomarían el sol y se
broncearían y beberían un solo aperitivo antes del
almuerzo y uno antes de la cena, pero todo no eran más que
proyectos, según el estilo de vida que estaban llevando,
suerte tenía si podía escribir cualquier
cosa.
Mientras tanto Hemingway se había marchado con su
esposa a Schruns en el Vorarlberg de Austria, "volví a
redactar la primera mitad de mi manuscrito, y si no recuerdo mal
la terminé en enero."
James Joyce, la humildad del maestro.
Para un joven que intenta convertirse en escritor, es
muy importante conseguir la verdad o la esencia de lo que
significa asumir esa vocación. Debe luchar con la
incomprensión de sus compañeros de
generación, y debe mostrar a sus mayores dentro del campo
de la literatura que él si tiene madera para ello, y es
entonces cuando puede darse un contacto de calidad entre un
aprendiz y un maestro.
Debe afanarse por aprender todo lo que pueda callar y
observar, tal como lo hace el ayudante de un carpintero, o de un
constructor, que diligentemente debe pasar las herramientas,
levantarse y llegar más temprano que el maestro, repetir
todas las palabras que éste dice, callar y observar para
aprender, el viejo método de los maestros y artesanos del
Renacimiento.
En el capítulo "El hombre marcado para la muerte"
de París era una fiesta , Hemingway habla por
primera vez de Joyce. Desde 1922, "Nos habíamos hecho
amigos en aquel maravilloso intervalo después de terminado
el Ulysses y antes de que Joyce empezara aquello que durante
largos años se tituló Work in Progress. "
(p.121.) Hemingway introduce la figura de Ernest Walsh, para
contraponerla con la de Joyce. Conoci6 a Ernest Walsh el poeta,
en el estudio de Ezra Pound y lo describe o dibuja con un
sarcasmo sutil y furioso. Veamos "al hombre marcado para la
muerte": "Ernest Walsh era moreno, vehemente, impecablemente
irlandés, poético, y visiblemente marcado para la
muerte, tal como en las películas salen personajes
marcados para la muerte," (p.117.)
Walsh se presentó en el humilde estudio de Ezra
Pound, acompañado por un par de rubias, que habían
leído los poemas de Walsh en la revista de Harriet Monroe;
Poetry: A Magazine of Verse. Mientras Walsh hablaba con
Ezra, Hemingway se divertía escuchando hablar al par de
rubias, que sentían gran admiración por le pagaban
mil d6lares por poema.
Una de las chicas lo compara con Eddie Guest, a quien no
le pagan tanto por sus canciones. Lo cual da a entender que la
calidad del poeta no se mide por el talento, sino por lo que gana
con sus poemas. Hemingway le pregunta si no será Mr. Walsh
un célebre jugador de naipes, a lo que las muchachas
responden que con lo que gana escribiendo poesía, eso no
le hace falta.
La fachada comienza a derrumbarse cuando Pound le
comenta a Hemingway que Walsh no pudo pagar la cuenta del
Claridge y que la cuenta la pagaron unas damas devotas de la
poesía. Walsh y Hemingway tienen una conversación,
sobre la supuesta entrega de un premio que otorgaba la revista
Dial a un destacado colaborador. Después de comer
ostras y beber vino, "(…) empez6 a guiarme delicadamente hacia
su terreno. Parecía como si estuviera
transformándome a mí en puta y
transformándose él en mi chulo, (…) El
sabía que yo sabía que él estaba podrido, y
no quiero decir podrido como los chulos, sino podrido como los
tísicos que mueren de la tisis, y que yo sabia que estaba
grave, y conmigo no se esforzaba por toser, y ya que
estábamos en la mesa yo se lo agradecía."
(p.120.)
Todo este preámbulo para mostrar lo que sucede
con un escritor o artista, que es solamente apariencia, que es
hueco, que vive de lo que digan los demás, aunque sean un
par de putillas que se consiguen en cualquier lugar, y
lógicamente para ponerlo como la contrapartida al otro
escritor que Hemingway quiere presentar, si Ernest' Walsh, es un
podrido, un mentiroso, un escritor que se vende como una puta.
(Recordar que la integridad de un escritor es como la virginidad
de una muchacha, una vez que se pierde nunca más se
recupera) ¿quién es entonces el verdadero escritor,
aquel que no se vende como una puta. que no quiere ser un
chulo?.
A los ojos del joven aprendiz de escritor, el ideal lo
representa en todos sus aspectos, James Joyce.
Después que Walsh le anuncia va a ganar el premio
del Dial, Hemingway piensa:
Me daban angustia las gentes que me hablaban de mi obra
a la cara, y le miré y vi su expresión de marcado
para la muerte, y pensé, podrido que quieres pudrirme con
tu podredumbre.(…) Ahora quieres pudrirme a mí. No
pudras a los demás lo que no quieras que te pudran a ti.
Lo único podrido era su muerte. (p.123.)
Este es uno de los retratos o caricaturas más
despiadados que hace Hemingway en París era una
fiesta, aunque debemos reconocer que es necesario para la
presentación del personaje que le interesa resaltar;
Joyce.
Después de pasar cierto tiempo, Hemingway se
encuentra con Joyce, quien había pasado la tarde solo en
el teatro, y que a pesar de tener la vista muy dañada, se
divertía escuchando a los actores a que no los
podía ver. Joyce invita a Hemingway a tomarse una copa con
él en los Deux Magots, y pidieron jerez
seco.
Walsh también le había prometido el premio
a Joyce. Hemingway le contó a Joyce sobre el primer
encuentro que había tenido con Walsh en el estudio de Ezra
Pound y la anécdota lo divirtió mucho.
En la entrevista a Hemingway por George Plimpton
dirá sobre Joyce: "Cuanto mejor son los escritores, menos
hablarán de lo que ellos mismos han escrito. Joyce era un
muy gran escritor y solamente le explicaba lo que hacía a
los mediocres. " (7)
Joyce fue a los ojos de Hemingway el promotor de un arte
totalmente nuevo, el explorador y guía.. Entre el
extraordinario humanista que era Joyce, revelado por Sylvia Beach
en 1922, y presentado en su famosa librería y biblioteca
Shakespeare & Co, y el autodidacta Hemingway, no
había aparentemente afinidad alguna.
Georges-Albert Astre en "Un americano en París"
dice: "Pero el alborotador, el muy ruidoso cronista del
Toronto Star, que en realidad protegía su vida
interior por medio de personajes ostensibles que hacía
ademán de asumir, admiraba profundamente en el
enigmático irlandés cierto pudor literario, cierta
discreción y un dominio de sí mismo del que le
hubiera gustado ser capaz: ( …)".(8)
Según una anécdota que cuenta Anthony
Burgess en Hemingway y su mundo, a Joyce le gustaba ir a
bares de mala muerte , y buscar camorra, para luego echar a
pelear a su amigo el joven y fuerte boxeador Hemingway,
diciéndole: "¡Dale, Hemingway!
¡Dale!".
Finalmente dice Astre: "En lo de Nichaud, donde a veces
almorzaban, Ernest y Hadley veían a Joyce almorzando en
familia, "el y su mujer sentados con la espalda contra la pared,
Joyce estudiando el menú, que blandía en una sola
mano, a través de sus gruesos anteojos, Nora a su lado,
comiendo con apetito pero con refinamiento; Giorgio, de espaldas,
flaco, demasiado elegante, la nuca brillante; Lucía,
adolescente en pleno crecimiento, con su pesada cabellera
enrulada, hablando todos en italiano. Joyce, enseñaba,
primero la verdad." (9)
En la novela Islas en el Golfo, el protagonista
Thomas Hudson es un viejo pintor, que vive en una isla apartado
del mundo, dedicado a su arte, bebiendo con sus amigos, lejos de
la tentación de las mujeres, recibe a su s hijos en las
vacaciones, y se dedica a seguir su papel de buen
padre.
En una conversación que mantienen sus tres hijos
en la playa, Heminway introduce los recuerdos parisinos del
pintor, y transforma al joven escritor de París era una
fiesta, en un pintor desconocido que está aprendiendo
el oficio. El hijo mayor del viejo pintor, dice que recuerda los
paseos que hacía con su padre, el "bohemio" por los
jardines de Luxemburgo, donde cazaban pichones que llevaban a
casa para matar el hambre.
Hemingway habla de Joyce, y de sus conversaciones de
café, y de la humildad que mostraba, donde cazaban
pichones que llevaban a casa para matar el hambre.
Heminway habla de Joyce, y de sus conversaciones de
café, y de la humildad que mostraba, y de cosas que le
enseñaba de una manera indirecta el famoso escritor. El
hijo de Hudson habla de una edición autografiada que tiene
del Ulysses de Joyce, y que llevó a su escuela
para demostrarle a sus compañeros que él
había conocido a Joyce, y del intento que hizo un profesor
para quedarse con el libro.
Anthony Burgess recoge esta opinión que da Joyce
de Hemingway: "Es un buen escritor, Hemingway. Escribe tal como
es. Nos gusta. Es un campesino grande y poderoso, tan fuerte como
un búfalo, Un deportista. Y listo para vivir la vida sobre
la que escribe. Nunca la hubiera escrito si su cuerpo no le
hubiera permitido vivirla. Pero los gigantes de esta clase son
verdaderamente modestos; hay mucho más detrás de la
forma de Hemingway de lo que la gente cree. "
Sylvia Beach, la admiración por
el talento.
La librería y biblioteca circulante
Shakespeare and Company , era uno de los lugares
de reunión de los escritores expatriados en París,
en el 12 de la rue de l'Ode6n, era un lugar caldeado y alegre,
con una gran estufa en invierno, mesas y estantes, libros nuevos
en los escaparates y en las paredes fotos de escritores tanto
muertos como vivos.
"Además los vivos y los muertos se unían
para edificarle lo que le era más necesario y lo que no
había querido adquirir en los bancos de los anfiteatros
universitarios: una cultura auténtica.
La alegría de los encuentros y las conversaciones
se conjugaba espléndidamente con la felicidad de leer; en
París, Hemingway se hizo de ese saber tan vasto que
utilizará muy hábilmente siempre, sin
ostentación ni pedantería, al punto de parecer
tosco e inculto a los que no disciernen más allá de
la experiencia y de la aventura relatada ninguna de las
referencias sutiles ni de las intenciones secretas."
(10)
Así describe Hemingway a Sylvia Beach: "Sylvia
tenía una cara vivaz de modelado anguloso, ojos pardos tan
vivos como los de una bestezuela y tan alegres como los de una
niña, y un ondulado cabello castaño que peinaba
hacia atrás partiendo de su hermosa frente y
cortaba a ras de sus orejas y siguiendo la misma curva del
cuello de las chaquetas de terciopelo que llevaba. Tenía
las piernas bonitas y era amable y alegre y se interesaba en las
conversaciones, y le gustaba bromear y contar chismes."
(p.39.)
La primera vez que Hemingway entró a la
librería en diciembre de 1921, estaba un tanto intimidado,
ya que no llevaba mucho dinero, además del temor que
siente un joven aspirante a escritor cuando entra en un
librería y se encuentra con un librero que ha leído
muchísimo, y se siente torpe e ignorante.
Sylvia le extendió una tarjeta de suscriptor, a
pesar de no tener lo suficiente para pagar. Y lo mejor del caso,
le dijo que podía llevarse todos los libros que quisiera.
Sylvia a pesar de lo mal que se sentía Hemingway al
principio, lo trató muy bien, estuvo encantadora,
sonriente, cordial y comprensiva. Tan avergonzado estaba
Hemingway que hasta su dirección en el 74 de la rue
Cardinal Lemoine, conspiraba para acentuar su pobreza.
Hemingway había encontrado un tesoro maravilloso,
sobre todo para un joven aprendiz de escritor, que necesita leer
muchísimo y aprender las técnicas de otros
escritores. Comenzó leyendo a Turguenev, los dos tomos de
los Apuntes de un cazador, Hijos y amantes de D,H.
Lawrence, La Guerra y la paz de Tolstoi y El
jugador de Dostoyevski.
"Entre 1920 y 1930 Shakespeare &
Co. fue el lugar de reunión de toda la colonia
literaria internacional de París. Sylvia nos describe la
primera visita de Hemingway en 1921: 'Al levantar la cabeza vi un
gran joven de pelo castaño, con bigote, y le
escuché decir con voz muy profunda que era Ernest
Hemingway. Le dije que se sentara y supe, preguntándole,
que era oriundo de Chicago. Me enteré también que
había pasado dos años (sic!) en un hospital militar
para recuperar el uso de su pierna ¿Quería ver?
Sí. claro, por supuesto. El trabajo del negocio
Shakespeare & Co fue por lo tanto interrumpido mientras
él se sacaba el zapato y el calcetín para mostrarme
las terribles cicatrices que le cubrían la pierna y el
pie".(11). Ya en esta temprana época de su vida, Hemingway
estaba creando su propio mito.
Sabemos que Hemingway siempre sintió un gran
afecto por Sylvia Beach. Encontró en ella desde el
principio la admiración constante y sin reservas que
siempre necesitó y de la que Hemingway se sintió
ávido, aun en la cumbre de su gloría. La
veneración de Sylvia Beach era total. Gracias a Sylvia
conoció a Adrienne Monnier que tenía una
librería frente a Shakespeare & Co. y quien
bajo su guía se puso a leer obras francesas
modernas.
En el capítulo 8 "El hambre era una buena
disciplina", Hemingway cuenta cómo después de una
larga caminata, para olvidar las ganas de comer llega al
número 12 de la rue de l'Odeón, y por casualidad
pregunta si algo le ha llegado, Sylvia se alegra de entregarle un
cheque y una carta de Wedderkop, que contenía seiscientos
francos, de la revista Querschnitt y dice además
que seguirán otros pagos, Hemingway se queja de no ser
publicado más que en Alemania, y Sylvia le da
ánimos, le dice que puede ser colocado lo que escribe en
la Trasatlantic, y que lo más importante es que
puede escribirlos.
Salió descontento de la librería por
haberse quejado de sus apuros económicos, ya que
hacía lo que hacía por su propia decisión, y
que a pesar de haber dejado el periodismo, tiene crédito y
sabe que Sylvia podría prestarle dinero porque lo ha hecho
en otras oportunidades, y que es un puerco de falso y santo y
mártir, porque aunque el hambre es una buena disciplina y
es una maravilla, comer es otra maravilla, y eso es lo que hace
en el Lipp. Comer y beber.
II. El Paris de
los años 20
El París que conoció
Hemingway.
El París que conoció el joven Hemingway
fue el París de la clase baja. Sus ingresos no le
permitían alojarse en un lujoso hotel, tal como lo
hacía Fitzgerald, o alquilar un apartamento con todos los
servicios y comodidades tal como lo tenía Gertrude
Stein.
Después de desembarcar en El Havre con
su mujer en diciembre de 1921, con apenas 22 años,
tomó un departamento en Rue du Cardinal Lemoine, en el 5e.
Arrondissement, cerca de la rue des Ecoles, y de la rue de Monge,
a poca distancia del conocido Panthéon.
"El piso de la rue Cardinal Lemoine tenía dos
habitaciones sin agua caliente y sin más dispositivo
higiénico que un recipiente con antiséptico, que de
todos modos no era molesto para una persona acostumbrada a las
letrinas de los patios de Michigan." (p.41)
A pesar de las incomodidades, y de la falta de higiene,
la joven pareja había encontrado un lugar donde se
sentían libres y donde el amor les daba las comodidades
que les faltaban. Su hogar era un perfecto refugio de sus
correrías por las calles de París.
Hemingway iba a todas partes caminando, tal vez por no
gastar en transporte o por el afán de ir a pie. "Toda la
tristeza de la ciudad se nos echó encima de pronto con las
primeras lluvias frías de invierno, y al pasear no se les
veía remate a los caserones blancos, sólo el negro
húmedo de la calle y las puertas cerradas de los
tenduchos, los herbolarios, las tiendas de papelería y
peri6dicos, la comadrona (de segunda clase). y el hotel donde
Verlaine murió y yo tenía alquilado un
cuarto en el último piso y allí trabajaba,"
(P.14)
Hemingway decide no trabajar por el frío que
estaba haciendo, y sale a caminar, pasa por el Lycée
Henri-Quatre y aquella iglesia antigua de Saint-Etienne-du-Mont y
por la Place du Panthéon, dobla a la derecha para alcanzar
el boulevard Saint-Michel, y caminó hasta llegar al
café donde también podía trabajar y
descansar de la caminata y del mal tiempo, y beberse en una mesa
un café en la Place Saint-Michel.
Cuando el dinero estaba muy escaso, otro refugio para el
aprendiz era el 27 de la rue de Fleurus. Para dirigirse
allí podía elegir entre varias calles, llegar hasta
el jardín del Luxemburgo, se daba un paseo por el
jardín, entraba al Musée du Luxembourg y
veía las pinturas de Cézanne, Manet y Monet. En
cuanto se estaba haciendo de noche y faltaba la luz en el
Luxemburgo, cruzaba los jardines y subía al apartamento en
forma de estudio de Gertrude Stein.
Cuando Hemingway estuvo de vuelta de Toronto en 1924,
cambió de dirección y se mudó a la rue
Notre-Dame-des.Champs, de ello habla en Las verdes colinas de
Africa: " (…) Habíamos alquilado los altos de un
pabellón en la rue Notre Dame des Champs en un patio con
un aserradero (y el gemido repentino de la sierra, el olor del
aserrín, el castafio por encima del techo y una loca que
vivía en la planta baja) y ese año lleno de
preocupaciones de dinero, todos mis cuentos devueltos por el
correo que llegaba a través de una hendíja de la
puerta del aserradero, con cartas de rechazo en donde nunca los
llamaban cuentos sino anécdotas, bocetos, cuentitos. No
los querían y vivíamos de puerros y bebíamos
vino de Cahors y agua". (1)
Pero volvamos a la rue du Cardinal Lemoine, desde lo
alto de la calle se podían seguir varios caminos para
llegar al río. El más corto era seguir calle abajo,
atravesar el boulevard Saint-Germain, asomaba al río por
un muelle s6rdído que tenía a la derecha la Halle
aux-Vins, atravesando un brazo del Sena se llegaba a Saint-Louis
y luego la Cité con Notre-Dame, se encontraba con los
puestos de los libros en los muelles, en los cuales hallaba a
veces libros americanos muy baratos.
Estos paseos los hacía Hemingway cuando
había terminado de trabajar y necesitaba descansar y
relajarse, o reflexionar y organizar sus ideas. Paseaba por los
muelles del Sena, e iba mirando a los pescadores, y a cualquiera
que supiera hacer bien algún trabajo manual, como el
pescador Nick Adams del cuento "Big Two-Hearted River" (Gran
río de dos corazones).
"Yo paseaba por los muelles al terminar mi trabajo o
cuando intentaba reflexionar y organizarme las ideas. Me
resultaba más fácil reflexionar mientras andaba y
hacía algo o mientras miraba a la gente hacer algún
trabajo que supieran hacer bien. En el extremo de la isla de la
Cité, debajo del Pont-Neuf, donde está la estatua
de Henri-Quatre y la isla termina en punta afilada como una proa
de barco, había un jardincillo al borde del agua con unos
hermosos castaños, robustos y de copa ancha, y con las
corrientes y remolinos que el Sena forma al fluir se encuentran
excelentes puntos de pesca, Uno baja al jardín por una
escalera, y puede observar a los pescadores que están
allí mismo o debajo del gran puente." (p.45)
Georges-Albert Astre concluye: "Lo que París daba
a la joven pareja, en sus sucesivos domicilios -rue Jacob, en
Montmartre; rue du Cardinal Lemoine , rue Notre Dame des Champs
era lo más a menudo una alegría verdadera, una
plenitud interior que corría pareja con la pobreza
material, una libertad irremplazable que ni Oak Park ni Chicago
podían ofrecer (…)" (2)
Kurt Singer, en su biografía Hemingway, life
and death of a Giant, expresa acertadamente lo que
significó París para Hemingway:
"- Qué ciudad, le escribió a Sherwood
Anderson. El y Hadley huroneaban por las calles como dos sabuesos
empeñosos. Comían en el Café del
Domo, recorrían sin cesar el Louvre,
meditaban junto a la tumba de Napole6n. y rebuscan en los
escaparates de libros a lo largo del Sena, Hemingway limitaba su
tiempo de holgazanería vagabundeando, y se gastaba la
mayor parte del día tecleando en su máquina,
soltando las verdades sin adornos, sin rebuscamientos, respecto a
lo que había visto: el aristócrata blanco ruso que
era ahora portero del Café de la Paix, el duque con sus
cicatrices que manejaba un taxi arruinado, a los franceses que,
triunfantes como lo estaban, seguían sin perdonar y
odiando al Boche, con ferocidad de guadaña, a los
veteranos de la guerra sin piernas, sin empleo y llevando
sólo una cruz de guerra que no les producía ni un
franco en los empeños. " (3) Esta era la gente que
encontraba Hemingway por las calles de París, cuando hacia
sus recorridos no solo miraba el ambiente, sino que tomaba nota
mentalmente de las personas que veía, y que estaban al
igual que él por esas calles.
"La gente se escapaba de las desilusiones utilizando
muchos caminos. Se le encontraba flotando en el Sena o muerta en
sus buhardillas con drogas. Otros se asfixiaban con indolencia o
se pudrían con enfermedades venéreas, y los
gígolos vendían sus cuerpos a los hombres o a las
mujeres, indistíntamente. La homosexualidad y el
lesbianismo estaban de moda, porque eran diferentes, y eliminaban
el problema del embarazo. Montparnasse era el centro de un culto
a Dada, de alta potencia y autoembriaguéz, amoralidad y
decadencia, un producto desequilibrado de búsqueda
sinfín hacia la nada… ¡la nada!. Pero Hemingway
sabía que París poseía dos cosas en
común con Chicago: la mejor y la peor. Ambas ciudades eran
cultas, cada una a su propio modo, y ambas eran depravadas,
reales y combativas."(4)
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