3. El PSOE en el
gobierno.
Tras la victoria en las elecciones generales del 28 de
octubre de 1882, el primer gobierno
socialista –formado el 3 diciembre de 1982- se
encontró con una indeseable herencia por
parte de UCD. Calvo-Sotelo había incorporado a España en
la OTAN con la mayoría de la opinión
pública y de los partidos
políticos en contra, y sin una definición clara
y precisa de la aportación española y de los
términos de inserción en la OTAN.
El 8 de diciembre, en una reunión del Consejo
Atlántico celebrada en Bruselas, el ministro socialista de
Asuntos Exteriores Fernando Morán, anunció a los
aliados la intención del nuevo Gobierno de
detener la integración de España en
la
organización militar mientras se realizaba un análisis de los intereses
estratégicos de España y se celebraba un
referéndum. Mientras tanto España
permanecería en la Alianza con la promesa de ser un aliado
seguro y fiel.
En opinión de Val Cid, en esta postura subyacía un
intento de sacar provecho político de la integración en la Alianza,
utilizándose como moneda de cambio para la
integración en la CEE.
Esta postura inicial del Gobierno se ajustaba al compromiso
electoral del PSOE y a la voluntad de la sociedad
española. Sin embargo, existía una
contradicción latente entre su vocación
europeísta y sus tendencias neutralistas,
contradicción que se vio reflejada en una estrategia
política
conocida como ambigüedad calculada y que se
caracterizó por la alternancia de declaraciones y actos a
favor y en contra de la integración militar. Así,
mientras por un lado se decidía mantener la presencia
militar y diplomática en los comités de la OTAN,
por otro se negaba a la nuclearización del territorio
español en
el Convenio Bilateral con los EEUU.
Esta estrategia, que
con mayor o menor fortuna dio resultado en política exterior y
en las relaciones con la Alianza, causó no obstante
enfrentamientos entre la base y la cúpula del partido y
disensiones dentro del Gobierno, ocasionadas por diversas
corrientes de opinión en cuanto al tema de la
permanencia:
- De una parte, el Vicepresidente Alfonso Guerra,
diplomáticos como Luis Yánez y ministros como
José María Maravall, Ernest Lluch o Javier
Solana, estaban dispuestos a abandonar la OTAN y a orientar la
política exterior española hacia una línea
más neutralista y de cooperación con América
Latina y el Tercer Mundo. - Por otro lado, el Ministro Defensa, Narcís
Serra, se mostraba partidario de la permanencia, en función
de las ventajas y posibilidades que ello suponía para la
industria
española y la profesionalización de las Fuerzas
Armadas. Idéntica postura adoptaba el ministro de
Economía, Miguel Boyer, que
comprendía la contradicción entre una política
económica europeísta y otra defensiva de
carácter
neutral. - Por último, otros miembros del Gobierno como
el ministro Moran intentaron hallar una posición
intermedia entre los postulados ideológicos y los
intereses de estado.
Lenta y hábilmente el Presidente González
fue desmarcándose de la posición inicial de su
partido, llegando incluso a manifestar a la prensa que no era
antiOTAN, e incluso demostrándolo con las manifestaciones
de apoyo en 1983 en la República Federal Alemana al
despliegue de los misiles pershing II y cruise. Esta "huida hacia
delante" de Felipe González chocaba con la postura de
parte del Gobierno, como hemos señalado antes y se
encontraría en la base de la tormenta interna que
sacudiría al partido años más
tarde.
En 1983 el Ministerio de Asuntos Exteriores
elaboró un informe sobre la
OTAN, boceto del famoso Decálogo de política
exterior que González presentó al Congreso de los
Diputados un año más tarde. Los puntos recogidos
por este informe eran los
siguientes:
- Definición precisa de los criterios de no
integración en la estructura
militar. - Declaración de no admisión,
establecimientos o tránsito de armamento
nuclear. - Mantenimiento de las relaciones bilaterales con
Estados
Unidos, pero con reducción, mediante acuerdo, de la
presencia militar en España. - Declaración a favor de la paz, la
distensión y del desarme controlado y
verificable.
En 1984, se produjo el definitivo giro atlantista en las
manifestaciones de González y del resto de los miembros
del Gabinete Socialista. Se sucedieron las declaraciones
favorables en TVE y los viajes al
extranjero, se puso énfasis en la relación entre la
permanencia en la OTAN y la integración en la Comunidad
Europea, hasta tal punto que el Ministro de Defensa Serra
declaró su confianza en la no celebración del
referéndum. Incluso alguien tan opuesto a la Alianza como
Alfonso Guerra
cambió de opinión y comenzó a apoyar la
permanencia. Tras este giro político se encontraba el
intento del Gobierno de aprovechar las ventajas que la Alianza
ofrecía a los intereses españoles y al proyecto
socialista.
Los días 23 a 25 de octubre de 1984 se celebró el
Debate sobre
el Estado de
la Nación,
en el que se puso de manifiesto el cambio de
actitud del
Gobierno en el tema de la OTAN. Felipe González expuso su
famoso "Decálogo" sobre la política de paz y
seguridad,
compuesto por los siguientes diez puntos encaminados a la
búsqueda del consenso en política
exterior:
- Continuidad en la OTAN.
- No integración en la estructura
militar. - Reducción de la presencia norteamericana en
España. - No nuclearización.
- No exclusión de la firma del Tratado de NO
proliferación Nuclear. - Voluntad de participación en la Unión
Europea Occidental. - Recuperación de Gibraltar.
- Candidatura al comité de desarme de la
ONU. - Desarrollo de convenios bilaterales de
cooperación defensiva con otros países de la
Europa
occidental. - Plan estratégico conjunto.
En su intervención parlamentaria, González
expuso las líneas maestras de su política en
relación con la Alianza: permanencia vinculada al ingreso
en la CEE y a la disminución de la presencia
estratégica en España. Propuso igualmente el
presidente del Gobierno la celebración de un debate
parlamentario sobre el tema con vistas a la consecución de
un consenso y la
comunicación a la opinión
pública de una amplia información que les permitiera decidirse
sobre la permanencia de España en la OTAN. Finalmente
anunció la celebración de un referéndum
sobre la cuestión para principios de
1986.
Decidida y clarificada definitivamente su actitud con
respecto a la OTAN, González se dedicó hábil
y eficazmente a la búsqueda de apoyo para sus tesis, y
ningún sitio mejor para ello que el XXX Congreso del PSOE
celebrado en diciembre de 1984. Allí defendió la
permanencia en la OTAN aludiendo a argumentos tan variados como
la memoria
histórica del partido que en 1949 había valorado
positivamente la creación del Pacto Atlántico, o la
crítica al romanticismo e
idealismo de
la izquierda socialista por su actitud neutralista. De la misma
manera, en las conclusiones del Congreso se aportaron una serie
de argumentos en apoyo de la permanencia:
- No comprometer el proyecto global
de construcción europea en el resto de sus
ámbitos (político, económico,
etc.). - No poner en entre dicho nuestra credibilidad
exterior. - La salida de la OTAN provocaría una
alteración de los equilibrios establecidos y la
fragilidad política de la Alianza.
Evidentemente, esta toma de posición fue apoyada
por el Departamento de Estado
norteamericano y los países miembros de la OTAN, que
acogieron estas medidas con euforia. Sin embargo, durante el
año 1985 se produjeron varios hechos que transformaron
esta euforia en preocupación. Por un lado se recibieron
presiones tanto desde los Estados Unidos
como desde el Congreso de la Unión
Europea Democristiana. Por otro lado, en España el PCE
encabezó una fuerte movilización popular contra la
OTAN mediante manifestaciones, declaraciones y actuaciones de las
mesas por el referéndum.
Estas presiones, tanto exteriores como interiores, volvieron a
originar tensiones en el seno del Gobierno que desembocaron en la
destitución de Fernando Moran y su sustitución en
la cartera de Exteriores por Fernández
Ordóñez, de vocación mucho más
atlantista que su predecesor. Esta medida, bien recibida por los
países de la OTAN supuso una consolidación de la
figura de González al frente de la diplomacia
española.
4. La campaña del
referéndum de la OTAN.
En abril de 1985, y acosado por las presiones externas e
internas, González fijó el mes de marzo de 1986
como fecha probable para la celebración del
referéndum, aunque sin aclarar su carácter
vinculante o consultivo. A partir de ese momento se desató
una intensa precampaña que enrareció el ambiente
político del país, con la multiplicación de
artículos de opinión desde todos los ámbitos
de la sociedad
española e incluso la denuncia de maniobras para impedir
la celebración del referéndum.
El día 2 de noviembre de 1985, es decir cinco
meses antes del referéndum, El País publicó
un sondeo de Sofemasa que mostraba claramente la actitud de los
españoles en cuanto a la celebración del
referéndum (un 63% de los españoles deseaban el
referéndum), y debió causar gran
preocupación en el Gobierno en general y en Felipe
González en particular: el 46 % de los encuestados era
partidario de la salida, por sólo un 19 % de la
permanencia mientras que el porcentaje de indecisos se elevaba al
35 %.
El riesgo de derrota
era alto, y el Gobierno se movilizó de cara a la
campaña electoral. Como dice irónicamente Aguirre
de aquel momento de nuestra historia, "El PSOE,
utilizando todos los argumentos –desde las supuestas
ventajas tecnológicas hasta la llegada del Pato Donald-
tiene sobre sus espaldas la carga de convencer a la
opinión pública y cambiar su orientación.
Una tarea poco sencilla para un partido que llegó al
poder
enarbolando la bandera anti-OTAN".
Dicha tarea se realizó tanto a nivel institucional como
personal. A
nivel institucional se tomaron dos medidas de gran importancia.
En primer lugar el PSOE elaboró un documento titulado
"Propuesta de una política de paz y seguridad", en el
que se optaba por la permanencia bajo una serie de condiciones
como la no incorporación a la estructura militar,
prohibición de instalación, almacenamiento o
paso de armamento nuclear por nuestro territorio y
reducción de la presencia norteamericana. Por otra parte,
y en conexión con lo anterior, a finales de año
comenzaba la segunda ronda de negociaciones con los Estados
Unidos para la reducción de la presencia militar en
España.
A nivel personal,
destacó el papel de
González, que aumentó notablemente su número
de apariciones en los medios de
comunicación. Como muestra de su
estrategia, valgan las declaraciones que realizó a El
país el 17 de noviembre de 1985 y que citamos por su
importancia en contraste con la postura que había
defendido hacía apenas cuatro años:
"Creo que los intereses de España se defienden
mejor permaneciendo en la Alianza. Nuestra anterior
valoración sobre la Alianza y sobre su funcionamiento no
era correcta (…) En la Alianza, de verdad, están los
países que tienen mayor ejercicio de la soberanía popular del mundo, mayor nivel de
desarrollo
económico, de democracia, de
libertades y de respeto a los
derechos
humanos y mayor nivel de paz".
Esta chocante sinceridad del Presidente, en tanto que
reconocimiento de sus errores, tendría influencia en el
cambio de opinión de gran parte de la sociedad
española. Así, declarada públicamente su
postura ante la opinión española, González
concentró su discurso en
tres aspectos convincentes para su electorado:
- El cumplimiento del compromiso del
referéndum. - Las consecuencias negativas que para el Gobierno
tendría un resultado negativo. - Las consecuencias negativas de la salida de la
Alianza a nivel internacional: el aislamiento respecto del
mundo occidental, el retraso tecnológico, los riesgos
impredecibles de una actitud contraria a los bloque militares,
o el desprestigio internacional.
Como resultado de los esfuerzos del Gobierno se produjo
un giro en la opinión de buena parte de los
españoles, giro recogido en una encuesta
realizada por el Centro de Investigaciones
Sociales (CIS) en febrero y que mostraba una notable
división de la opinión pública (32 % a favor
de la permanencia, 32 % en contra y 36 % que no contestaban).
Esta división a nivel popular, también se reflejaba
entre las distintas fuerzas políticas,
como se puso de relieve en el
Debate sobre la Política de Paz y Seguridad, celebrado los
días 4 y 5 de febrero de 1986 y en el que la
oposición rehusó, por distintos motivos, apoyar al
Gobierno.
El 7 de febrero de 1986 se publica en el Boletín Oficial
del Estado el Real Decreto 214/1986, por el que se somete a
referéndum de la nación
la decisión política del Gobierno en
relación con la Alianza Atlántica.
Resumiendo la postura del Gobierno, se propuso a la
opinión pública española que se pronuncie
favorablemente a la permanencia en la Alianza y se acuerda que
dicha permanencia se establezca en los siguientes
términos:
- No incorporación a la estructura militar
integrada. - Prohibición de instalar, almacenar o
introducir armamento nuclear en territorio español. - Reducción progresiva de la presencia militar
norteamericana en España.
La pregunta del referéndum quedó formulada
de la siguiente manera: "¿Considera conveniente para
España permanecer en la Alianza Atlántica en los
términos acordados por el Gobierno de la
Nación?".
5. Opiniones sobre el
referéndum.
Un mes antes del referéndum el clima
público y político del país se caracterizaba
por la confrontación y la diversidad de opiniones. En este
sentido, una vez descrita la actitud del Gobierno, vamos a
analizar las posturas y reacciones de diversos grupos e instituciones
ante la campaña del referéndum, haciendo referencia
a los grupos y partidos
políticos, los medios de
comunicación, la Iglesia y
también a las reacciones que provocó en la misma
OTAN. Por último, analizaremos la reacción de la
sociedad española, lo que nos servirá para explicar
los, cuando menos sorprendentes, resultados finales del
referéndum.
Las organizaciones
antiOTAN.
La postura contraria a la permanencia en la OTAN estuvo
capitaneada la Plataforma Cívica para la Salida de la OTAN
y la Coordinadora Estatal de Organizaciones
Pacifistas (CEOP). La postura de las organizaciones antiOTAN se
resumen perfectamente en un manifiesto que la CEOP publicó
como alternativa al Decálogo de González cuyos
principales puntos eran:
- La presencia en la OTAN aumenta el peligro de guerra,
reforzando los bloques militares. - Aumenta el peligro de instalación de armamento
nuclear en España. - Restringe la capacidad de maniobra de España
en asuntos internacionales, especialmente en el Tercer
Mundo. - Favorece la industria
armamentística en detrimento de otras más
necesarias. - Incrementa los gastos
militares.
Las fuerzas políticas.
Entre los partidos políticos hubo diversidad de
opiniones y posturas, algunas sorprendentes. Obviaremos en este
apartado la evolución de la actitud del Partido
Socialista Obrero Español y de la Unión de Centro
Democrático por haber sido abordada ya en este trabajo,
centrándonos en los otros dos partidos mayoritarios en
España, a saber Partido Comunista de España y
Alianza Popular (mas tarde, Coalición Popular).
La postura del Partido Comunista (PCE) ha sido siempre claramente
antiatlantista, fijándose como metas en política
exterior el no alineamiento en bloques militares, el impulso al
ingreso en la CEE y el fomento de las relaciones
internacionales con el Mediterráneo, el Mundo
Árabe y América
Latina. Así, ya en la campaña electoral de 1982 se
fijó como objetivo
básico la convocatoria del referéndum en el plazo
de seis meses, junto con otras medidas complementarias como la
congelación de las negociaciones para aclarar la
situación española en la Organización, la declaración de
España como territorio desnuclearizado, la
recuperación de la soberanía gibraltareña y la no
renovación del Tratado con Estados Unidos.
En 1986, y de cara al referéndum de la OTAN, el
Partido Comunista adoptó una postura radicalmente
contraria a la permanencia, participando activamente en las
movilizaciones de la sociedad española en base a
argumentos rescatados de la anterior campaña: denuncia de
la política de bloques y del imperialismo
yanqui, el aumento del riesgo de guerra
y de crisis
nucleares en nuestro territorio, la carrera de armamento y sus
elevados costes económicos, etc. En este sentido
presentó un documento llamado "La paz es posible. Una
propuesta de política exterior y de defensa fuera de la
OTAN", que propugnaba una alternativa de Defensa Neutral
Integrada dentro de un marco global de neutralidad en
política exterior.
Por su parte, Alianza Popular (AP) siempre había hecho
gala de una vocación claramente atlantista. En su programa
electoral de 1979, Alianza Popular reclamaba un debate inmediato
con el fin de conseguir una inmediata integración en la
OTAN como medio de sustituir la relación bilateral
existente con los Estados Unidos a la que consideraban impopular.
La integración en la Alianza se justificó entonces
en base a dos tipos de argumentos. Por un lado argumentos de
carácter universal o abstracto como el rechazo del
neutralismo y del no alineamiento por ser una opción cara
y utópica, la necesidad de pertenencia de España al
mundo occidental, y las ventajas de una relación
multilateral con la OTAN. Por otro lado se esgrimieron argumentos
de carácter más particular o concreto y
relacionados con la política interior, entre los que
destacaban la mejora y modernización de la Fuerzas
Armadas, garantías para una mejor defensa del sistema
democrático español, garantías de
supervivencia en caso de ataque de la fuerzas del Pacto de
Varsovia, posibilidades de resolver el contencioso sobre
Gibraltar, y beneficios económicos, científicos,
sociales, industriales y tecnológicos.
A partir de 1982, AP es partidaria de la
integración completa en la Estructura Militar de la
Alianza, dejando en segundo lugar en orden de prioridad la
adhesión a la CEE y la resolución del conflicto de
Gibraltar.
El 11 de diciembre de 1985, a pocos meses del referéndum y
ya como Coalición Popular (CP), tras unirse con el Partido
Demócrata Popular y el Partido Liberal, esta
intención de conseguir la integración total se
concreta en una Declaración Conjunta en la que se solicita
la cancelación del referéndum aduciendo los
intereses partidistas del gobierno del PSOE y las consecuencias
negativas para el sistema
político español. Se anunciaba que en caso de
celebrarse la consulta no participaría en la
misma.
Contrariado por las condiciones de la permanencia y por
la convocatoria del referéndum, Coalición Popular
adoptó una postura abstencionista, recomendando la
abstención a sus votantes en una clara intención de
perjudicar y castigar al Gobierno, privándole así
de un número de votantes importante. Esta actitud fue no
sólo poco comprendida por los socialistas, sino
ampliamente criticada por sus votantes, los conservadores
europeos y representantes de los países miembros de la
Alianza.
En último lugar, entre los partidos nacionalistas,
proatlantista de tradición, predominó la
ambigüedad e indefinición. Convergéncia i
Unió había presentado en diciembre de 1985 ante el
Parlamento una moción a favor de la permanencia de
España en la OAN; sin embargo de cara al referéndum
dio libertad de
voto a sus electores. Por su parte, en el Partido Nacionalista
Vasco hubo posturas contrarias como la de Xabier Arzalluz
(favorable al sí) y la de Carlos Garaikoetxea (partidario
del no).
Los medios de
comunicación.
Dada la influencia de los medios de
comunicación en la opinión pública nos
vamos a detener brevemente en este apartado, analizando la
postura de los diferentes medios acerca
de tres hechos:
- Las consecuencias políticas del
referéndum. - La adecuación de la convocatoria del
referéndum. - La postura a tomar.
En cuanto a las consecuencias del referéndum
existía una opinión generalizada por parte de todos
los medios en las repercusiones negativas que tendría para
algunas figuras políticas como el Presidente del Gobierno,
a causa de sus contradicciones y vaivenes políticos en el
tema de la OTAN; pero también en el Presidente de
Coalición Popular Manuel Fraga, por su postura
abstencionista calificada por la opinión pública
como voto de castigo al Gobierno y de poco solidaria por los
países miembros de la Alianza.
Ante el hecho de la convocatoria del referéndum se pueden
distinguir tres actitudes
diferenciadas. La clara mayoría de los medios de
comunicación, encabezados por los diarios ABC, Ya, La
Vanguardia y
Diario 16, se mostraron abiertamente en contra. La cadena SER
también se manifestó en este sentido aunque
más discreta y subliminalmente. Otros diarios mantuvieron
una postura ambigua, como El
Periódico de Barcelona que lo calificaba de acierto
moral, pero de
error político. Por último, una minoría se
mostró a favor de la celebración del
referéndum. En este sentido se manifestaron el diario El
País y algunos columnista de la cadena Zeta.
Acerca de la postura a tomar ante el referéndum
se produjo una mayor diversidad, pero también algunas
coincidencias sorprendentes. La Vanguardia,
que había desaconsejado en un principio la
celebración del referéndum y mostrado su disgusto
por la convocatoria, dio un giro radical y solicitó
encarecidamente el voto afirmativo. Por su parte, El País
pasó de una actitud neutra ante este tema a adoptar una
posición favorable al sí, afirmando que el voto
negativo podría suscitar tensiones institucionales. El
diario ABC y la revista
Época defendieron la abstención, en tanto que los
diarios El Periódico
y Ya mantuvieron una postura ambigua o intermedia, aunque de
distinta forma. Así Ya pareció inclinarse por el
voto afirmativo, aunque hizo un llamamiento a la reflexión
sobre el sentido del voto en base a las consecuencias del
referéndum. El
Periódico mostró una actitud más neutra,
exponiendo las razones para el sí y para el no, sin
pronunciarse salvo en el carácter vinculante del
referéndum. Por último, y evidentemente por
distintas motivaciones, diarios tan opuestos como El
Alcázar y Mundo Obrero defendieron denodadamente el
no.
La Iglesia.
En cuanto a la Iglesia manifestó sus reparos al
referéndum en un comunicado de la Conferencia
Episcopal Española. La Iglesia aludía en este
sentido a la complejidad que la formulación de la pregunta
representaría para muchos españoles, así
como a las interpretaciones y valoraciones que el Gobierno
pudiera hacer de los resultados y que calificó de
dudosas.
Los países aliados.
Podemos decir que la reacción de los países aliados
ante la convocatoria del referéndum no fue demasiado
airada, por ser una medida esperada y que la diplomacia
española había dejado clara durante los cuatro
años que España llevaba como miembro de la Alianza.
Sin embargo, la actitud del Gobierno español al plantear
las condiciones de la permanencia creó una imagen de falta
de solidaridad en
los aliados. Por un lado, la no integración podía
suponer para la OTAN que el precedente de Francia de
convirtiera en una generalización y alentara a otros
miembros a actuar de la misma manera. Por otro, la negativa
española al almacenamiento,
instalación y sobretodo introducción de armamento nuclear en su
territorio era claramente contradictoria con la estrategia de
disuasión nuclear de la OTAN. Por último, la
reducción de la presencia norteamericana en España
iba en contra de la estrategia global de los Estados Unidos en
Europa y obligaba
a otras naciones a aumentar su aportación a la defensa
colectiva.
La opinión pública.
Partiendo de la afirmación de que los españoles
tradicionalmente hemos mostrado escaso interés en
los temas de política exterior y una percepción
de los riesgos y
necesidades de seguridad distinta de los demás
países europeos, lo que sí es cierto es que se
produjo un notable cambio de opinión en el tema de la OTAN
que condujo a la victoria final del si en las elecciones del 12
de marzo de 1986.
Relacionados con la adhesión/permanencia en la
OTAN es necesario analizar una serie de elementos que han
caracterizado la percepción
social del tema. En primer lugar la reminiscencia del
aislacionismo de la Dictadura ha
influido sin duda en el escaso interés
que las cuestiones de seguridad exterior despiertan entre los
españoles. En segundo lugar, existía una
percepción de la amenaza soviética distinta de la
de los demás miembros de la Alianza basada en la idea de
que más que una realidad se trataba de propaganda del
régimen de Franco. En tercer lugar la antipatía que
gran parte de los españoles sentían por sus Fuerzas
Armadas, a la que acusaban de defensoras de la dictadura y
entorpecedoras del proceso
democrático. Otro aspecto a destacar es nuestra fuerte
vocación latinoamericana y árabe que llevó a
desarrollar una sensibilidad histórica ante los problemas de
estas regiones y un énfasis en las relaciones
internacionales con ellas. Por último, el claro
sentimiento norteamericano que tuvo su origen en la Guerra de
1898 y que se avivó con el apoyo mostrado por este
país a la dictadura del General Franco. En palabras de
Luis Yánez "Para los españoles (…) los
norteamericanos eran sinónimos de defensores y
apuntaladores de la dictadura (…) era difícil presentar
a los Estados Unidos como paladín de la libertad y
como amigo de España, y al ser el líder
hegemónico de la OTAN, tampoco esta organización podía aspirar a tener
buena imagen entre
nosotros".
Todos estos elementos planearon sobre el proceso de
adhesión y permanencia en la OTAN. Valga como ejemplo de
ello los siguientes datos:
según encuestas del
Centro de Investigaciones
Sociológicas el número de españoles que se
mostraban poco o nada partidarios del ingreso en la OTAN en
octubre de 1978 rondaba el 15 %, el 26 % en julio de 1979, el 30
% en julio de 1981 y el 43 % en septiembre de ese mismo
año. Y a pesar de ello, se produjo finalmente ese cambio
de opinión que antes hemos mencionado. Intentaremos
responder en este apartado al porqué de ese giro radical
en la opinión española.
El debate nacional que se produjo en verano de 1981 cuando el
gobierno de UCD decidió formalmente la adhesión a
la Alianza, así como la campaña electoral de 1982
habían avivado el sentimiento antiOTAN de la sociedad
española, consecuencia de los factores que hemos
mencionado con anterioridad. Así, en septiembre de 1981 el
número de partidarios de la adhesión alcanzaba las
cotas más bajas, apenas un 13 % de la población.
Sin embargo, durante el gobierno del PSOE la
opción atlantista fue recuperando gradualmente respaldo
popular, animada por la presión
gubernamental y por el ingreso en la CEE. A pesar de lo anterior,
cinco meses antes del referéndum, el 46 % de los
españoles eran partidarios de la no permanencia en la
OTAN. ¿A que se debió entonces el triunfo
mayoritario del sí el 12 de marzo de 1986? A este respecto
se han señalado diversas causas:
- El apoyo recibido por un buen número de
votantes de Coalición Popular que contravinieron las
recomendaciones (abstención) del partido. - Ciertos sectores de la izquierda partidarios del no
percibieron que una derrota en el referéndum hubiera
dañado políticamente al PSOE y supuesto la
posibilidad de una derrota posterior en las elecciones
generales y, consiguientemente, de un gobierno conservador
plagado de figuras procedentes del franquismo. - El efecto de los sondeos, que pronosticaban un
triunfo insalvable del no, y que forzó a un
número considerable de votantes que no pensaban votar a
acudir a las urnas, cambiando crucialmente el sentido del
voto. - La influencia de los medios de comunicación. En este sentido los
partidos de la oposición denunciaron la actitud de TVE a
favor del sí, acusándola de oficialista y de
haber manipulado sin disimulo la campaña. - El esfuerzo personal de Felipe González,
multiplicando sus apariciones públicas, y la habilidad
de su discurso
centrado en las consecuencias de una victoria del no, tanto
para el Gobierno como para la política exterior
española.
El día 12 de marzo se celebró la consulta,
obteniéndose contra todos los pronósticos, los siguientes resultados:
sobre un número total de 29.025.494 electores, se
contabilizaron 17.246.458 (59,42 %) de votos emitidos: 9.054.509
votos a favor (52,49 %), 6.872.421 votos en contra, 1.127.673
votos en blanco (6,53 %) y 191.855 votos nulos (1,11 %).
A partir de ese momento, el Gobierno inició un proceso a
través del que se fue concretando el modelo de
participación español en la Alianza, que se resume
en cumplir las condiciones fijadas por el Gobierno para la
adhesión y refrendadas en el referéndum,
añadiéndole la reivindicación de la
soberanía de Gibraltar. Ello no fue óbice para que,
ocho días después de celebrada la consulta,
España pasara a formar parte como miembro pleno del
Grupo de
Planes Nucleares y en mayo suscribiera por vez primera los
Comunicados del Comité de Planes de Defensa y del Consejo
Atlántico.
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Autor:
Juan A. Martínez Sánchez.
Licenciado
en psicología.
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