Indice:
Definición
Historia
Economía
política
Capital
Capitalismo
Fisiocracia
Liberalismo
Neoliberalismo
Mercantilismo
Comunismo
Definición:
administración recta y prudente de los
bienes./
Riqueza pública, conjunto de ejercicios y de intereses
económicos.
Historia: el hambre dio
origen a las primeras medidas del estado en la
esfera económica. En la Edad Media la
escasez reinante obligó a los municipios a regular la
cantidad de alimentos,
evitando los acaparamientos y vigilando los precios. A
veces las autoridades tomaban a su cargo la venta de los
alimentos al
consumidor para
impedir maniobras especulativas. En los primeros años de
las colonias americanas se observan los mismos actos por
idénticas causas. En general, las medidas estatales se
dirigían contra el pequeño comercio y el
pequeño productor. Además, la Iglesia
Católica establece normas de
conducta que
tienen gran influencia, destacándose la prohibición
del préstamo a interés, y
el precio y la
ganancia justa. La afluencia de metales preciosos
de América
modifica la vida europea, y las naciones, a fin de retener la
mayor cantidad posible, prohíben la exportación de oro y plata.
En la Edad Moderna,
el comercio
internacional alienta la producción interna que en su evolución ascendente se considera
perjudicada por la competencia
externa, exigiendo medidas proteccionistas. El liberalismo
consigue anular estas normas defensivas
hasta que la guerra de
1914-1918 lleva a las naciones a implantar estrictos controles en
la economía
externa. Durante la década 1920-1930 se trató con
mayor o menor éxito
de volver a la política liberal
anteguerra, pero la crisis mundial
iniciada en 1929 coloca a las reglamentaciones del estado en el
primer plano de la actividad económica interna.
Economía
política: ha sido definida en las
más diversas formas. Comúnmente se la conoce como
la ciencia que
tiene como objeto la riqueza (Adam Smith; J.
B. Say). Para la escuela austriaca
es la ciencia del
valor. La
definición de Gide acierta al incorporar el concepto de lo
humano y lo social: "La economía
política tiene por objeto, entre las relaciones de los
hombres que viven en sociedad,
sólo aquellas que tienden a la satisfacción de sus
necesidades materiales o
cuanto concierne a su bienestar."
La palabra economía tiene su
origen en Grecia; por
primera vez la utiliza Jenofonte en su sentido
etimológico: "ley o administración de la casa".
La economía a través de la historia: en la Edad
Antigua se desconoce como disciplina
científica. En Grecia,
además de Jenofonte, se ocupan temas relacionados con la
riqueza material, Platón y
Aristóteles. Roma sienta los
principios
jurídicos que rigen los contratos y la
propiedad
privada, Catón y Cotumela son los principales
expositores.
La Edad Moderna
ve comenzar el s. XVII con el tratado de Montchrétien, que
por primera vez nombra a la economía
política. Contemporáneamente se desarrolla la
primera escuela
orgánica que crea una teoría
económica y la aplica sistemáticamente: es el
mercantilismo.
Su doctrina se estructura
sobre la base del principio en que los metales preciosos
son más apreciables que otra clase de bienes, tanto
para las naciones como para los individuos. Mediante una
reglamentación proteccionista, se favorece la producción manufacturera y su exportación, con el fin de acumular
reservas de oro y plata.
A mediados del s. XVIII como reacción contra el
mercantilismo,
surge la escuela fisiocrática. Sus fundamentos se
nutren en las ideas filosóficas de los enciclopedistas. El
lema laisser faire, laisser passer condensa el sentido de
la fisiocracia, cuyos precursores fueron Quesnay y
Turgot.
Mientras tanto, en Inglaterra
aparece el libro
fundamental de Adam Smith:
Investigación sobre la naturaleza y las
causas de la riqueza de las Naciones (1776). Queda así
fundada la escuela clásica inglesa, también
llamada liberal u ortodoxa. La escuela
clásica toma las bases de la fisiocracia, pero las
desarrolla de manera más completa y original. Su
influencia dura casi un siglo, durante el cual la economía
política
alcanzó real categoría
científica.
Al promediar el s. XIX y en el s. XX, se produjo una
revisión integral de los principios
inmutables de la escuela liberal, pues el pretendido orden
natural que rige las relaciones económicas fue varias
veces sacudido por conmociones políticas,
sociales y de otros órdenes. Nuevamente el estado ha
tomado partido en el campo privado para tratar de nivelar los
desequilibrios destructores de la riqueza.
Sistemas económicos: en el curso del
desarrollo
histórico, las formas sociales de la producción han
evolucionado continuamente. Se pueden distinguir cuatro sistemas de
organización social: el comunismo
primitivo, la esclavitud, el
feudalismo y el
capitalismo.
El capitalismo
primitivo está ligado a los primeros datos
históricos sobre la vida humana en la tierra. Los
hombres vivían en estado semisalvaje, integrando
clanes cuya economía era administrada
colectivamente. El perfeccionamiento de los instrumentos de
trabajo, la introducción de la cría de los
animales y el
uso de los metales, provocaron la descomposición del orden
comunitario.
La esclavitud nace
como consecuencia del adelanto en la producción y la
división de trabajo. Se comenzó a observar la
importancia del factor humano para aumentar el rendimiento de las
explotaciones, motivando que los mismos clanes convirtieran en
esclavos a los prisioneros de guerra. La
esclavitud se extiende indefinidamente. En Atenas vivían
365.000 esclavos junto a 90.000 hombres libres; en Corinto la
proporción era de un habitante libre por cada diez
esclavos. Estos eran propiedad
absoluta de su amo y carecían de todos los derechos civiles. Hacia el
fin del Imperio Romano se
produce la decadencia de las grandes explotaciones y el paso a la
pequeña producción. Con ello pierde importancia la
esclavitud.
El feudalismo surge
cuando –en el siglo IX- los invasores germánicos
hacen el reparto de las tierras conquistadas entre los nobles y
los guerreros. El siervo ocupa el lugar que antes ocupó el
esclavo. Estaba adscrito a la tierra de su
señor y debía trabajar gratuitamente la
mayoría de la semana. Mientras tanto, en las ciudades, los
artesanos libres hacen del taller la unidad típica de
producción y crean así el antecedente de la
fábrica moderna.
El capitalismo aparece naturalmente, hacia el s. XVIII,
cuando se propaga el comercio
internacional y los adelantos técnicos y
científicos irrumpen en Gran Bretaña y Europa
Occidental. Su vigencia llega hasta nuestros
días.
Metodología de las ciencias
económicas: desde sus orígenes, la
economía ha oscilado entre dos corrientes
metodológicas: la deductiva y la inductiva.
El método
deductivo se basa en la adopción
de un núcleo de principios axiomáticos, a partir de
los cuales desarrolla el razonamiento hasta las últimas
consecuencias. Las escuela clásica fue esencialmente
deductiva. Postulados que se consideraron inconmovibles, como el
hedonismo, el orden natural, etc, sirvieron de cimiento a todos
los análisis parciales. De allí que se
lo clasificara como método
abstracto, pues llegó a divorciarse de la
realidad.
El método inductivo o realista, consiste en la
observación de los hechos particulares para
hallar luego las leyes que los
rigen; va de lo específico a lo general. La escuela
histórica lo aplica al estudio de la experiencia recogida
a través del tiempo. Cuando se
lo utiliza para estudiar la realidad presente, los economistas se
valen de la estadística y la encuesta.
La ciencia
económica no puede ser exclusivamente deductiva o
inductiva. Necesita de la captación constante de la
realidad para fundar sus leyes y para
controlar los resultados de su aplicación.
Escuelas económicas: pueden distinguirse
tres grandes divisiones:
- la doctrina individualista tiene su más cabal
exteriorización en la escuela clásica o liberal,
ya analizada, y que, en resumen, sostiene: a) la existencia
espontánea de las leyes naturales; b) la vigencia del
principio hedónico, según el cual el ser humano
trata de proporcionarse el máximo de satisfacción
con el mínimo de pena; c) la no-intervención del
estado. Sin embargo, entran en esta gran clasificación
doctrinas que, aunque respondan a principios diferentes a los
enunciados, tienen como base común el respeto a la
propiedad privada. - Las escuelas colectivistas coinciden en los
siguientes postulados: a) con referencia a la propiedad
privada, reclaman su abolición en algunos casos y su
restricción, en otros; b) aspiran a que sea más
igualitaria la distribución del producto
social; c) desean que la
organización económica está basada en
la coordinación social de los factores,
antes que en la competencia.
El colectivismo comprende: El socialismo, que
propugna la abolición de la propiedad privada de los
bienes de producción; el comunismo, que
desea la propiedad colectiva de todos los bienes, incluidos los
de producción y los de consumo; el
socialismo
agrario, que propone la colectivización de la tierra,
pero no de los restantes bienes de capital; el
socialismo de cátedra, que busca solo corregir los excesos
de la propiedad privada y la libre concurrencia, mediante la
acción del gobierno; el
socialismo de estado, que asigna a éste la misión de
expropiar o incautar la mayoría de las empresas privadas
y de controlar las restantes.
3. Las escuelas eclécticas abarcan ciertas formas
moderadas del socialismo, entre las cuales se podría
considerar el socialismo de cátedra. Además entran
en este grupo: a) el
cooperativismo, tendencia que propone la unión de
los sectores productivos y consumidores, en procura de una
repartición más equitativa de la riqueza, en que el
capital pierda
su tradicional preponderancia; b) la doctrina de la
Iglesia, que inspiradas en las encíclicas papales,
desea atemperar los extremos del capitalismo y da a la caridad y
el solidarismo un lugar preponderante en el mejoramiento de las
relaciones económicas; c) otras corrientes modernas, como
la promovida por la escuela sueca, la economía del
bienestar, etc.; casi todas ellas pretenden hacer una
revisión del capitalismo que excluya sus características negativas por tal motivo
suelen ser designadas doctrinas
neocapitalistas.
Economía del bienestar: hacia el tercer
lustro de este siglo, numerosas modalidades de opinión en
boga encontraron cauce en el libro de Pigou
La economía del bienestar. Su influencia fue
decisiva sobre economistas posteriores y sobre la política
económica de varias naciones.
La obra consta de cuatro partes. En la primera sostiene
que el mayor bienestar de la comunidad en su
conjunto se obtiene a medida que el ingreso nacional se obtiene
de forma más justa. En la segunda parte hace referencia a
la regulación de precios como
principio de excepción al libre juego de
oferta y
demanda, a la ingerencia del gobierno a las
actividades privadas y al control de los
monopolios. En la tercera parte se hace un análisis entre las relaciones del capital y
el trabajo, el
planteamiento de conflictos
colectivos y su solución, la incidencia de los mismos
sobre el monto y la repartición del ingreso. En el
último capítulo estudia los caminos que facilitan
las transferencias de riqueza: el impuesto a la
renta y a la herencia, un
sistema de
pensiones a la vejez,
salarios
mínimos garantizados por el estado y
que aseguren vivienda, alimentación,
servicios
médicos, etc.
Conjunto de bienes que constituyen el patrimonio de
una persona o
empresa, y
elemento necesario en toda actividad económica propiamente
dicha.
- Privado, el que pertenece a
particulares; - Público, el de propiedad del
estado; - Nacional, abarca al privado y al
público; - Material, abarca los productos acumulados;
- Inmaterial, o sea la aptitud y el
conocimiento (se lo considera como un factor de la
producción bajo el nombre de la
organización de la
empresa) - Fijo, el que persiste y conserva su
identidad luego de ser usado - Circulante, el que se consume en la
producción, incorporándose al nuevo
artículo - Monetario (sí bien el
dinero es coadyuvante de la producción, las
modalidades de la producción capitalista lo han
convertido en fundamental, al extremo que, vulgarmente,
se entiende por capital, solamente el
monetario); - de Producción, el que produce
nuevos capitales - de Consumo, los bienes destinados al
consumo.
- Privado, el que pertenece a
- Clasificación
Algunas de estas teorías están muy estrechamente
relacionadas con las que se refieren a la tasa de
interés.Dos teorías explican la formación
del capital desde el punto de vista de su costo de
producción. Una de ellas es la teoría de
la abstinencia, que fue expuesta por Senior. Afirma que
el capital se forma mediante la abstinencia de consumir
quienes ahorran; esta abstención es penosa, y para
decidirse realizarla una persona,
requiere que se la remunere mediante el interés. Es decir, que el tipo de
interés vigente en el mercado en
cada momento contribuye a determinar la cantidad de capital
que se oferta. A
su vez, la cantidad de ahorro y
su oferta en
el mercado
influyen sobre la tasa de
interés. Lassalle criticó esta teoría, diciendo que parece
ridículo pensar que un rico propietario, con sus
necesidades saciadas, hace una abstención penosa
cuando ahorra parte de su ingreso.La teoría del costo explica el capital
como fruto de la espera; fue enunciada, entre otros,
por Bohm-Bawerk, quién afirmo que los poseedores de
ingreso piensan que los bienes presentes valen mas que los
bienes futuros porque los bienes que se poseen en el presente
tienen una capacidad de producción que permite, con su
posesión, obtener un ingreso. Por ello, para decidirse
a ahorrar y entregar el fruto de ese ahorro
(capital) en uso a otra persona, se exige el pago de un
interés.La teoría de la demanda dice que lo
que da su valor al
capital es el servicio
productivo que presta. Los empresarios que necesitan capital
para invertirlo en sus empresas
están dispuestos a pagar por ese uso un interés
que está en relación con el producto
neto que les permitirá obtener.La teoría ecléctica trata de
explicar el interés combinando la teoría de la
oferta y la demanda
del capital. El mercado de capital se comporta como el de
cualquier otro tipo de bienes. Hay una oferta, constituido
por el ahorro ofrecido en cada momento; una demanda
por parte de los empresarios que la necesitan y un precio que
se le paga por el uso del capital, que es la tasa de
interés. Si en un momento dado la cantidad de ahorro
ofrecido es menor que la cantidad demandada, la competencia
entre los usuarios para conseguirlo tenderá a hacer
subir algún tipo de interés, lo que a su vez
inducirá a los ofertantes a ahorrar más, por
cuanto esa espera tiene un precio mayor que antes; este
aumento de la tasa de interés también
desalentará a una parte de los inversores, lo que
hará bajar. El proceso
continuará hasta que se llegue a una posición
de equilibrio.Otra teoría afirma que el capital es
trabajo acumulado, diciendo que todo bien de capital
es el resultado de una acumulación anterior del
trabajo que se dedicó a fabricarlo. Esta teoría
fue elaborada por Ricardo, y más adelante desarrollada
por Marx.En los últimos lustros se han desarrollado
teorías del interés, que lo consideran como
un hecho monetario. La teoría de la
preferencia de la liquidez, elaborada por Keynes,
afirma que el interés remunera más que nada la
circunstancia de entregar los ahorros a otra
persona. - Teorías que explican la formación y la
valuación del capital privado:En las ultimas décadas ha crecido en
importancia relativa el capital de propiedad del estado.
Éste efectúa inversiones básicas en caminos, otros
medios de
transporte, industria
pesada, etc. Estas funciones
están destinadas a complementar la iniciativa privada,
que no se muestra
inclinada a penetrar en campos de actividad en los que se
requieren grandes inversiones y hay poca seguridad
respecto a los resultados. Los motivos a que obedece la
formación de este capital son distintos a los
considerados en puntos anteriores para el capital privado. La
diferencia principal radica en que la inversión privada generalmente requiere
rendimientos a plazo corto, que beneficien a quien lo hace;
la inversión pública, en cambio,
puede hacerse para que se produzcan sus efectos a plazos
más largos y aún cuando los mismos no se
traduzcan en un rendimiento percibido por quién la
efectuó; p. Ej. La construcción de un ferrocarril que
sirva a regiones poco desarrolladas. El estado puede
efectuarla si estima que ello puede contribuir a poblar esas
regiones y a explotar sus recursos;
en este caso, una parte del rendimiento de la
inversión consistirá en su contribución
al progreso de la zona. - Capital público
- Relación entre el capital y otros factores
de la producción
Los factores de la producción son: capital,
tierra,
trabajo y empresa. La
distinción entre el capital y los restantes presenta en
algunos casos problemas de
difícil solución.
La tierra ha sido considerada por los economistas
clásicos como un factor independiente respecto al capital,
porque la tierra, tomada como potencia creadora
de la naturaleza, no
era elaborada por el hombre. Su
remuneración, por lo tanto, no debería compensar
ningún costo de
producción y obedecía solamente a su escasez. Esta
diferenciación ha sido discutida en tiempos recientes. Se
dice que la tierra tiene un costo: las sumas
invertidas para su descubrimiento y colonización y las
mejoras incorporadas, que en algunos casos no pueden separarse
del elemento natural. Si así fuera, no podría
distinguirse a la tierra de otro tipo de bien capital. Es
indudable que no siempre la explotación de nuevos recursos
naturales requiere inversiones en relación con los
mismos. Además, la capacidad natural de la tierra para
producir no se desgasta fácilmente, y por lo tanto, no
necesita reposición, de modo que los propietarios pueden
utilizarla sin disminuir su valor. Por otra parte, en la
mayoría de los casos el aumento del valor de las tierras
obedece a factores ajenos al propietario, como son el crecimiento
de población en sus cercanías, los
caminos, etc. Estas concepciones son importantes por cuanto la
remuneración que estos obtienen puede ser absorbida en
parte por el estado mediante un impuesto, sin que
por ello los propietarios se desalienten. Si la tierra, en
cambio, se
desgastara y su reposición costara dinero, los
propietarios la usarían mientras existiera, pero una vez
desgastada podrían no reponerla por considerar que la
remuneración obtenida no es lo suficientemente apetecible.
Por ello, una aplicación de un impuesto sobre la
renta podría afectar la oferta de tierra. Los problemas de
distinción entre el capital y la tierra se aplican
también a la diferenciación entre el interés
y la renta.
Otra distinción importante es la que debe hacerse
entre el capital y el trabajo,
que por razones éticas no deben confundirse.
También se ha identificado en muchos casos el
capital con los bienes del capital. El primero está
constituido por el valor abstracto, expresado en una cantidad de
dinero, que
representa la aptitud de producir. Los segundos son generalmente
objetos que se desgastan. La tendencia moderna, con el enfoque
dado por la productividad
marginal como explicación del proceso
productivo, tiende a considerar al capital en esta última
acepción.
Finalmente, el capital ha sido confundido, como factor
de producción, con la empresa. Vale
decir, que la función
del empresario ha sido identificada, en las primeras
épocas, con la de dueño del capital; el
interés y el beneficio, por lo tanto, no se
distinguían entre sí.
Sistema social o económico basado en la propiedad
privada de los medios de
producción y en el cumplimiento de las funciones
productivas por parte de entidades privadas que actúan
buscando un lucro.
Historia: el régimen capitalista ha
existido desde la antigüedad. En el período
grecorromano fue más bien comercial que industrial. En
Roma
existían banqueros y mercaderes que comercializaban con
otras naciones. En la Edad Media
gran parte de ese tráfico desapareció o al menos
perdió importancia; durante este período feudal
había comercio, pero
la economía no era básicamente de producción
para el mercado. La decadencia del feudalismo fue
acompañada por la expansión de la producción
para el cambio, dando nacimiento a la fábrica.
- El descubrimiento de nuevas rutas para el comercio con
África y Asia y la
colonización del continente americano, fueron
acontecimientos de gran importancia para la
intensificación del comercio. Ya a fines del s. XVIII
la revolución
industrial completó este proceso, pues
representó la introducción de nuevas técnicas de producción. Los
nuevos inventos
también afectaron a los transportes; la adopción del vapor produjo un
mejoramiento notable de la navegación e hizo posible
la construcción de los ferrocarriles. En
la misma época (fines del s. XVIII) surgió
el liberalismo, cuyo auge en el terreno
político también facilitó su
aplicación a lo económico. Todos estos factores
permitieron la expansión del capitalismo, que llego
rápidamente a imperar como sistema
económico y social dominante en Europa.También se fue desenvolviendo paulatinamente
el papel
preponderante de los bancos en la
economía capitalista, a tal punto que se afirma que el
capitalismo actual es financiero, con lo que se quiere
significar que los bancos son
los verdaderos directores del sistema
económico. - A través de su desarrollo, el capitalismo ha ido
asociándose con una serie de elementos que le han dado
sus características actuales. Uno de ellos
es la especialización en la producción. Cada
fábrica se dedica a producir unos pocos tipos de
artículos, por lo cual la mano de obra y la dirección técnica pueden lograr
una experiencia notable en el proceso; además, la
producción en gran escala que
esto significó, hizo posible la adopción de
métodos de producción en serie.
Otro de los elementos ha sido la competencia. El capitalismo
del s. XIX se caracterizó precisamente por la
intensidad con la que los empresarios se disputaban los
mercados.
Esto los impulsó a buscar constantemente la
introducción de métodos más eficientes de
producción, para reducir los costos y
ofrecer al público mayor calidad o
nuevos productos.
Durante el siglo actual, sin embargo, comenzó a
notarse en el mercado de numerosos productos una
disminución de la competencia, por la
concentración de las pequeñas empresas en
grandes establecimientos que dominan el mercado. Todos estos
factores dieron al régimen capitalista su
fisonomía en forma notable, permitiendo un
mejoramiento del nivel de vida.Una de las críticas se refiere a los periodos
de depresión que suceden a los de
prosperidad durante el ciclo económico. En estos
períodos se produce desempleo
que, además de sus serias consecuencias sociales,
significa derroche de recursos
económicos. Durante la crisis de
1930, por ejemplo, en Europa y América las proporciones de recursos
sin utilización eran muy considerables.Otra de las objeciones que se hacen al capitalismo
se vincula con las desigualdades económicas y sociales
a las que da lugar; ellas están también
relacionadas con las grandes concentraciones de poder
económico en pocas manos y con la tendencia hacia el
monopolio
observada en algunos campos de la actividad económica
privada.La aparición de monopolios da lugar
también a otra objeción. La competencia,
órgano motor de
progreso en el capitalismo liberal del siglo pasado ha sido
sustituida en algunos casos por formaciones alejadas de la
misma. Las crisis internas de los países capitalistas
más adelantados serían combatidas sólo a
cambio de la explotación de los países menos
evolucionados, a quienes se mantiene en conducción de
productores de materia
prima exclusivamente, las que a su vez son adquiridas a
precios demasiado bajos. Este proceso, que se denomina
imperialismo es negado por los autores de las
escuelas liberales.Finalmente, se señala que la empresa privada,
base del régimen capitalista, no se muestra
dispuesta a encarar aquellos tipos de actividad que requieren
grandes inversiones o que presentan un grado considerable de
riesgo. - Prácticamente, desde su expansión en el
s. XVIII, el sistema capitalista está sujeto a numerosas
críticas. Algunos de los autores que más
fuertemente lo ha atacado han sido Karl Marx y los
componentes de su escuela, si bien numerosos escritores de
distintas tendencias también han señalado los
defectos que se resumen a continuación. - Las características del régimen
capitalista han variado notablemente a través del
tiempo, y
aún en cada época ha representado formas
distintas de uno a otro país. En el terreno
teórico hay dos posiciones extremas
(laissez-faire absoluto y planeación total), y toda una gama de
matices intermedios. En el campo práctico, puede decirse
que en términos generales el capitalismo liberal y
competitivo del siglo pasado ha sido sustituido por formas que
asignan cierto papel al
Estado, y en las que la competencia está más
restringida y condicionada. En todos estos casos se conserva la
propiedad de los medios de producción básicamente
en manos privadas.
La corriente intervencionista ha obedecido en muchos
casos a la necesidad de solucionar algunos de los defectos del
capitalismo, de que se hablo en la sección III, tratando
al mismo tiempo de mantener sus aspectos positivos, en especial
la eficiencia para
producir. Así ha nacido el control de
los mercados
para evitar monopolios, la utilización de la política
fiscal o monetaria para detener las crisis, el control de
comercio
exterior para desarrollar los países menos
industrializados, y la política de la
redistribución de ingresos
destinada a evitar las desigualdades más
flagrantes.
Sistema económico que afirmaba la existencia de
una ley natural por
la cual, si no hubiera intervención del gobierno, el buen
funcionamiento del sistema económico estaría
asegurado.
Los fisiócratas consideraban que toda la riqueza
venía de la tierra y que, de todas las demás ramas
de la actividad, sólo la agricultura
producía más de lo que se necesitaba para mantener
a los que se ocupaban de ella. Al provenir de la tierra el
único excedente, hacia ella debía dirigirse el
estado para obtener fondos, por lo que propugnaban el impuesto
único sobre la tierra y sugerían la
anulación de todos los establecidos por los
mercantilistas. La tendencia general de los fisiócratas es
el libre cambio. La tarea del economista se reduce a descubrir el
juego de las
leyes naturales. La intervención del estado es
inútil, pues no haría otra cosa que interferir ese
orden esencial. De allí nace la célebre
expresión: "laisser faire, laisser passer" (dejar hacer,
dejar pasar) que durante un siglo mantendría su
influencia.
La primera de estas proposiciones fue corregida por la
Escuela Clásica. En cambio, la segunda fue adoptada y
desarrollada ampliamente por Adam Smith y sus discípulos.
En este punto reside la importancia del pensamiento
fisiocrático.
El fundador y principal teórico de la doctrina
fue François Quesnay, médico de Louis XV, que
publicó en 1758 el Cuadro Económico. Los
fisiócratas defendían sus doctrinas desde un
periódico titulado Las Efemérides
del Ciudadano.
Es un orden de ideas o conjunto de principios y
doctrinas que suponen a la razón individual absolutamente
libre. El liberalismo
político y filosófico del s. XVIII tuvo sus
derivaciones en el campo de la economía. En Francia, los
fisiócratas echaron los cimientos teóricos del
liberalismo económico, haciéndose célebre
desde entonces el conocido principio del laissez faire,
laissez passer –"dejad hacer, dejad pasar"- atribuido a
Gournay, y que implica la total prescindencia del estado en la
actividad económica de los individuos. En Inglaterra
halló expresión en las doctrinas enunciadas por
Adam Smith y los llamados "clásicos".
El liberalismo como sistema económico es una
orientación ideológica que propugna la libertad de la
vida económica, o sea, el libre juego de las fuerzas
económicas, basándose en que la eficaz
colaboración y el equilibrio de
estas fuerzas presupone su libertad de
movimiento. En
economía, liberalismo es entonces sinónimo de libre
concurrencia y ausencia de restricciones y regulaciones por parte
del estado.
Las bases teóricas del liberalismo
económico pueden sintetizarse así:
- la sociedad
está regida por leyes naturales universales
permanentes; - la esfera económica está regida
únicamente por el interés personal, y la
competencia de los esfuerzos individuales asegura el triunfo de
los más hábiles y mejores; - el destino humano se realiza por la libre
acción individual. El estado debe limitarse a lograr la
seguridad
interna y la defensa del país, pues en los demás
problemas, cuando fomenta, entorpece, y cuando reglamenta,
desorganiza.
Los clásicos consideraron en cierto modo la libre
concurrencia como el estado natural de la vida económica y
como una ley prescripta a los hombres por la naturaleza, que no
podía ser alterada. En verdad, la libre concurrencia se
basa supuestos, tales como la plena movilidad de los factores de
la producción y la existencia de un tipo de estructura de
mercado denominada competencia perfecta.
Para el pensamiento
liberal, el afán de lucro y la concurrencia son las
fuerzas fundamentales de una organización económica sana. El
liberalismo espera de la libertad económica el desarrollo
de la división del trabajo, no sólo en el
ámbito interno de las naciones, sino también en el
plano internacional, siendo quizá su fruto más
importante la teoría librecambista.
Estas teorías alcanzaron su punto más alto
y el campo más propicio en la Inglaterra del s. XIX. Pero
con el correr del tiempo, el estado, en casi todos los
países, no se mantuvo ajeno a las actividades
económicas y la primera Guerra
Mundial, y especialmente la crisis mundial de 1929, colocaron
todo el engranaje económico bajo las directivas estatales.
Hoy, aunque pueda existir aún en doctrina, el liberalismo
económico ha sido desterrado en todos los países
del mundo.
Liberada al fin de la pesada confrontación
este-oeste y, con ello, de la falsa alternativa de la planificación económica socialista,
hoy en día, la denominada economía de libre mercado
se está zafando, también en el mundo
occidental, de las últimas ataduras impuestas en los
pasados cien años por los movimientos obreros y las ideas
de economistas como John Maynard Keynes. Desde
su nuevo centro, Chicago, comenzó su victoriosa marcha por
el mundo bajo la bandera del neoliberalismo. Su llamamiento declarada, "dejar
el mercado al libre juego de las fuerzas de la competencia", se
ha constituido en un concepto de
bienestar que reconoce en estas fuerzas la única
regulación que, elevadas al rango de fuentes de la
riqueza, garantiza no solamente el bienestar social sino
también, en última instancia, el bienestar
individual.
No es algo nuevo decir que el concepto básico de
la ideología neoliberal descansa, sobre todo,
en la idea de que la libertad del hombre es
debida a la protección de la propiedad y al ilimitado
aprovechamiento e igualmente ilimitado intercambio de los bienes
producidos. En los Bill of Rights de Norteamérica y en la
Declaración de los Derechos del Hombre de la
Revolución
Francesa ya estaban establecidos estos derechos fundamentales
que hasta hoy pertenecen a las irrenunciables garantías
fundamentales que otorga el Estado de
Derecho. Esta es la protección asegurada por
tribunales independientes de la libertad, igualdad y
propiedad. Cuando el 8 de junio de 1774, el ciudadano
Robespierre, armado con un ramo de flores en una mano y una
antorcha en la otra, proclamó la Religión de la
Humanidad en París, ya era común entre la opinión
pública creer que la naturaleza divina, a la cual en
última instancia le debemos todo, también encierra
los poderes que prometen la felicidad y el bienestar del hombre.
El reino de estos poderes sin límites
automáticamente garantiza esto. La meta
señalada por los economistas liberales es abolir cualquier
limitación artificial del comercio y de la industria a
fin de que los hombres sean libres para perseguir sus intereses
individuales.
El poder de
interpretación y por ello en parte también el poder
político que hasta entonces correspondía a los
representantes de dios en la Tierra se trasladó, en
la
Ilustración, a los mediadores entre la naturaleza y la
sociedad. Con la misma autoridad con
la que los líderes eclesiásticos proclamaron la
voluntad de Dios y supieron imponer sus intereses, ahora los
revolucionarios liberales podían citar el Libro de la
Naturaleza, interpretar las leyes naturales y, cuando les era
posible, aprovecharlas en su favor. También se
podría decir que los liberales sustituyeron a la Biblia
por el Libro de la Naturaleza. Cuando antes el benevolente o
encolerizado dios dirigía tanto la economía como la
sociedad, era entonces la mano invisible la fuerza
dinámica e impulsora que, desde
atrás, arreglaba la reciprocidad de acción entre
oferta y
demanda.
La nueva religión de la
humanidad, que reconoce al hombre como único ser supremo,
ha liberado sus necesidades psíquicas y sus cualidades de
carácter de la tutela social, ignorando sus
condiciones de desarrollo tanto históricas como sociales
y, en consecuencia, las ha elevado al rango de formas naturales
de expresión y existencia que no deben ser restringidas.
Esta condición del hombre está libre de cualquier
responsabilidad
social. Perseguir sin límites
sus intereses personales también quiere decir perseguir a
la naturaleza inconscientemente; ahí donde domina la ley
de la selva, donde el instinto lo es todo y la reflexión y
la responsabilidad sociales están canceladas.
De este modo, la sociedad se convierte en una sociedad de
sacrificio total, es decir, el sacrificio pierde su elemento
racionalizante y la masacre social lo sustituye.
Sustituir al todopoderoso y también injusto dios
creador por una no menos todopoderosa pero inhumana naturaleza
significa dejar a la sociedad en manos de un – en muchos sentidos
-desconocido sujeto que, como dios, está reconocido como
creador de la sociedad humana pero no es responsable de los
hombres ni de la sociedad. La naturaleza como sujeto no establece
ninguna relación humana con la sociedad. El amor y el
odio sobre los que se constituye la sociedad son objetos de
investigación de las ciencias
sociales, aunque para la naturaleza inconsciente, estas
emociones no
sean elementos de una formación reactiva. La naturaleza no
piensa ni siente. No es un ente social.
Además, las leyes de la naturaleza, que para el
liberalismo también incluyen a la economía y la
sociedad, están formuladas por un interés dirigido
hacia la sumisión y la explotación. Su carácter
provisional – las ciencias
siempre entienden las leyes de la naturaleza como hipótesis -, el cual amplía el
conocimiento
de la naturaleza, esto es, la imagen que
nosotros nos hacemos de ella, indica, sobre todo, el progreso de
las técnicas
de explotación de la naturaleza misma. Francis Bacon,
quien como accionista de la East Indian Company debía
saber esto, en su Nueva Atlantis deja que un representante de la
Casa Salomon -una sociedad secreta o consorcio – explique las
metas de la empresa: la Casa Salomon tiene la tarea de arrancarle
a la naturaleza sus leyes para ponerlas a disposición del
bienestar de los ciudadanos de Nueva Atlantis. Con otras
palabras, leer el Libro de la Naturaleza quiere decir ganar poder
sobre ella. Quien conoce su nombre aprehende sus leyes, es decir,
tiene poderes sobre la naturaleza, como nos lo enseña el
cuento de los
hermanos Grimm del enanito Rumpelstilzchen. Para los
revolucionarios liberales del nuevo orden económico, la
naturaleza era un dios y un demonio al mismo tiempo; como una
arcaica figura de culto que tenían que poner a su servicio.
Pero hay algo que añadir: la meta de la
aspiración humana era bajada del cielo a la tierra. Puesto
que el paraíso prometido por la religión
todavía tenía que ser comprado por medio de
sacrificios, éste ya no fue colocado en el más
allá, sino en la vida terrenal, como un fuego fatuo
brillando en el horizonte del progreso social. Sólo la
acumulación de la riqueza social e individual, es decir,
la ambición de fortuna – en la vida económica la
persecución imperturbable de los intereses personales –
automáticamente conduce a la tierra prometida. Así
lo planteó en todos los casos la Declaración de
Independencia
de los Estados Unidos de
Norteamérica. Desde entonces, la ambición de
fortuna no fue un derecho humano sino un deber. En el país
de las grandes oportunidades, hasta hoy en día, juventud,
fortuna y éxito
económico son los requisitos del prestigio
social.
Finalmente, la idea del progreso condujo – y para
entonces ya estamos en el siglo XIX – a ese concepto de evolución que formuló Charles
Darwin como la
ley de la supervivencia de los más aptos (survival of the
fittest). Como lucha por la existencia, este principio de la
evolución de las especies se convirtió en un lema
empleado para la descripción de liberales procesos
económicos y sociales. Con todo esto, muchas veces no se
entiende que la lucha por la existencia en la naturaleza no tiene
lugar entre el gato y el ratón sino entre el ratón
que se traga el gato y el ratón que escapa, una
oportunidad de sobrevivir que, en la lucha económica, no
existe para los débiles. Tampoco resulta claro que las
leyes de la naturaleza, formuladas por Darwin, de hecho
son una proyección de las leyes del liberalismo
económico de su tiempo a la naturaleza. Lo que se busca se
encuentra. De todos modos, la experiencia de que cualquier
progreso es el resultado de una lucha ha influido profundamente
en el pensamiento y las acciones de la
sociedad. Hasta hoy, no existe ninguna doctrina económica
influyente que de alguna manera no tenga sus bases en el
postulado de la libre competencia como fundamento del progreso,
el crecimiento y bienestar sociales. Y la única ley que
admite el neoliberalismo
es la de Darwin pero formulada con un poco más de
elegancia: el lugar del survival of the fittest ha sido retomado
por el laissez faire.
Una parte de las drásticas transformaciones de
nuestro tiempo ha sido la liberalización económica
y social de aquellas sociedades que
por decenios estuvieron sometidas a la absoluta tutela de un
partido único y de una economía de planificación burocrática: los
Estados de la antigua Unión Soviética y
también una serie de Estados del llamado Tercer Mundo que
se orientaron al modelo
soviético o que se desarrollaron en una sociedad
caracterizada por caudillos nacionales y una dictadura de
partido. Todos estos países, en conjunto, siguen un
supuesto político económico neoliberal establecido
por el Banco Mundial
y el Fondo Monetario
Internacional que les permite obtener créditos. Esta condición se atribuye
a la influencia que ha tenido la escuela de Chicago en el
grupo de las
siete potencias industriales dirigentes. Como en la época
del liberalismo, Gran Bretaña ha jugado aquí, otra
vez, un papel protagónico. Bajo el nombre de Thacherismo,
el neoliberalismo entró, como un costoso experimento, a la
historia
económica de Inglaterra, destruyendo las posibilidades de
vida de amplios estratos sociales. A través de sus
principales instrumentos (el comercio mundial, los acuerdos sobre
aranceles y
las comunidades económicas) este modelo se
convirtió en la doctrina general de la política
económica contemporánea.
Cuando en 1962 Milton Friedman con su libro Capitalism
and Freedom en cierto modo fundó la escuela del
neoliberalismo en Chicago, el público casi no tomó
nota de su intento para revitalizar el liberalismo
económico radical. Un hecho que también Friedrich
Hayek y algunos de sus colegas de la London School of Economics
padecieron cuando combatieron al Estado benefactor,
inmediatamente después de la Segunda Guerra
Mundial. Las dos grandes guerras, en
donde tuvo lugar la lucha por la existencia en el ámbito
económico y, en consecuencia, también en el
ámbito nacional, no se habían olvidado; así
como la idea del socialismo, a pesar del terror y la
represión en los Estados socialistas, no estaba tan
arruinada como para que un contramovimiento pudiera ganar
terreno. Al contrario, los movimientos para la liberación
nacional en el Tercer Mundo y la crítica a la guerra de Vietnam
emprendida por los Estados Unidos,
junto con movimientos políticos de protesta, hicieron que
las ideas socialistas y sus modelos fueran
todavía atractivas.
Finalmente, la crisis económica y la
descomposición del mundo socialista que se avizoró
a fines de los setentas, en conexión con la crisis
económica y del Estado benefactor ocurrida en Occidente,
provocaron un cambio en la política económica
mundial. Al hacerse evidente que el Estado benefactor no
podía financiarse más por los caminos acostumbrados
y cuando la alternativa socialista cayó en el
descrédito total, la recurrencia a viejas doctrinas de
salvación fue notable. La crisis y el miedo a las
catástrofes, que siempre han favorecido la creación
de atmósferas religiosas, evidentemente han
dejado en el olvido que todos los movimientos sociales, desde la
mitad del siglo pasado, surgieron de la protesta contra el
crecimiento salvaje del liberalismo económico y que la
crítica a la inhumanidad de este salvajismo, si bien fue
insuficiente, no era injusta. Quizá el fracaso del llamado
experimento socialista ha impedido entender que la
economía mundial, por lo menos en lo que se refiere a las
metas humanas del liberalismo, también ha fracasado
miserablemente. ¿Qué es la libertad política
sin libertad económica, sin que la mayor parte de la
población lleve una vida humana con
libertad de información y formación?
Si la economía quiere hacer alguna
declaración relevante acerca de la sociedad debe
entenderse a sí misma como una ciencia social. Bajo estas
condiciones, tendríamos entonces que leer la historia de
los movimientos políticos y sociales como la historia del
fracaso del liberalismo económico radical. Precisamente,
las sociedades
socialistas y fascistas de este siglo no estuvieron al margen del
proceso económico sino que siempre formaron parte de la
economía mundial. Ambas se entendieron como respuestas al
liberalismo, ambas radicalizaron parte del liberalismo: en la
sociedad nazi, la idea del progreso retornó en eugenesia,
en criaderos de raza pura, en el salvajismo del mundo de las
especies, cuando la misma idea para la sociedad socialista se
reducía, como en las sociedades arcaicas tribales, a un
simple plan de distribución. Ambas sociedades retradujeron
la máxima de la competencia en un concepto de lucha: lucha
de razas o lucha de clases. En lugar de retomar la Razón
del Siglo de las Luces para criticar al liberalismo con el fin de
transformar la sociedad en una sociedad humanizada y justa para
los individuos, las respuestas al liberalismo siempre se
refirieron a quimeras sobre el mito del
origen: aquí la horda del origen germánico,
allá el paraíso de la sociedad tribal del comunismo
primitivo.
La Primera Guerra Mundial
aumentó la conciencia del
fracaso de los Estados nacionales y del liberalismo
económico entre un vasto público. Como
reacción, provocó movimientos de salvación
cuyas ideologías basadas en mitos del
origen borraron, radicalmente, en este siglo, los restos de las
actitudes y el
pensamiento humanista. Con la reducción de la Ilustración a la racionalidad de la
acumulación capitalista o socialista fue posible, a
través de una crítica igualmente simplificada,
quitarle a la
Ilustración su fundamento en el humanismo
universal. Lo que ha quedado ha sido el caos de sociedades en
descomposición en las cuales se han podido extender los
organismos supervivientes del salvajismo económico:
formaciones mafiosas que con terror y violencia han
arrebatado la riqueza de las naciones.
Parece una burla de la historia que precisamente fuera
Chicago – donde en los años veinte la mafia de Al Capone
se apropió de la ciudad, la policía, los tribunales
y todas las instituciones
sociales y a donde el gobierno en Washington pensó enviar
al ejército – el lugar en donde se desarrolló una
doctrina de salvación que tradujo la praxis de la mafia en
una teoría económica pseudo científica y
que, además, se vendiera al mundo con éxito como
neoliberalismo. Por supuesto, hoy en día, aunque los
orfanatorios y dispensarios de Al Capone se llamen pacto de
solidaridad,
estos sirven para un mismo fin: a la carnicera lucha
económica por la sobre vivencia le da un toque de
carácter social con el objeto de influir, como un
calmante, sobre la población asustada y apelar a una
conciencia humana
que desapareció desde hace mucho tiempo de la realidad
social.
La catastrófica situación económica
y social, en que gracias a una economía monopolizada por
el Estado o monopolista liberal, se encuentran ahora la mayor
parte de los hombres, ha desencadenado una angustia y letargia
generales; pero no ha dejado entender que toda una época
de la economía mundial ha fracasado y que todos los
imperativos sociales de la humanidad y de la moral que
organizaban la cohesión social se encuentran hoy en
descomposición. Todos los temas o religiones de moda, desde el
postmodernismo hasta el supuesto "fin de la Historia" o la
entrada a una nueva época de libertad absoluta, con los
que se intenta explicar la situación actual de la
sociedad, son solamente la expresión de una
específica condición social; son los
síntomas de la crisis general en la que se encuentra tanto
la economía como la sociedad.
El hecho de que una parte importante de la
economía se encuentre desde hace mucho tiempo en manos de
bandas internacionales no es un secreto. Los cárteles de
drogas, los
cárteles de armas, las bandas
de los mercados informales del Este y el Oeste que ponen casi
todo a la venta – desde el
vulgar contrabando hasta el plutonio -, todos lavan su dinero
ilegalmente ganado en el archipiélago de los restos de la
economía formal que, casi completamente controlada por
monopolios, ha abandonado todas las relaciones y compromisos
sociales. El gobierno de los cárteles, conectado con
grandes capitales no controlados, en muchos países ha
cambiado ya la economía en una economía de bandas y
ha contribuido a una enorme barbarización de la sociedad.
Este es un fenómeno que el Secretario General de las
Naciones Unidas,
Boutros Gahli, ha señalado como el mayor peligro para la
paz en el mundo, porque los cárteles, pueden transferir,
en tiempos más cortos, sus enormes capitales especulativos
a cualquier destello de crisis y con ello atizar conflictos
armados de grandes dimensiones. En las sociedades en
descomposición, a esta selva corresponde una
disposición y necesidad de violencia que
se descarga en conflictos de religión, de regiones o de
naciones, o como violencia cotidiana en las pandillas de kids en
los patios de las escuelas y en los barrios miserables que llaman
la atención de los mass media. También
se puede decir: los marginados de la economía ejecutan el
neoliberalismo a su manera emulando los métodos y valores de los
grupos
dominantes.
Con el abandono de la Ilustración y la reflexión, el
liberalismo económico radical dejó todos los fines
humanos de la sociedad para convertirse en un apologeta de la
brutal lucha de la competencia social. La batalla por la
supervivencia en su forma más desnuda, como lo ha vivido y
elogiado Ernst Jünger con respecto a las trincheras de la
Primera Guerra
Mundial, se ha extendido hasta los últimos rincones
del mundo. En relación con esto, el proceso de
destrucción social no ha generado una reflexión
sobre la economía, la sociedad y la historia, acerca de
las perspectivas y metas de vida, sino solamente ha preparado el
terreno para la emergencia de nuevos movimientos
salvacionistas.
El miedo a la catástrofe y la fascinación
a ella favorecen el surgimiento de movimientos fundamentalistas
de salvación que, como en la época medieval,
protestan contra la miseria y prometen la salida de la crisis
universal. Esto conecta el frente de salvación del
Islam con el
nuevo fundamentalismo del Vaticano y con las numerosas sectas y
movimientos de salvación guiados por gurúes. En
este contexto, el neoliberalismo aparece como una variante
adicional en la asociación de las nuevas doctrinas de
salvación, todas ellas vinculadas por un consenso
común fundamentalmente antiiluminista. El regreso a
mitos eternos
y la tendencia a la mistificación del mundo parecen ser
características de las doctrinas de salvación
posmodernas. En lugar de ilustrar acerca de los fines sociales y
de reflexionar en torno a sus
perspectivas, se espera que potencias oscuras y místicas
salven al mundo: las desconocidas fuerzas del mercado
regulándose por sí mismas.
- Este es el efecto imperial del mercado neoliberal,
que no deja espacio alguno a otras formas económicas, a
otras formas de vida, fuera de este mercado. El mercado
neoliberal es el "mercado total", así subrayen
incansablemente sus propagandistas su fin
totalitarista. - Esto es la ideología. En realidad, el neoliberalismo
aprovecha más la ayuda del Estado – a través de
políticas fiscales, subvenciones,
etcétera – que ninguna otra forma económica
anterior. - Combatiendo al nazismo
así como al estado de bienestar, Hayek escribió,
en 1944, Camino a la Servidumbre. El argumento era que "la
social-democracia
moderna inglesa conduce al mismo desastre que el nazismo
alemán". En 1947 un grupo de simpatizantes del
neoliberalismo se reunió en Mont Pèlerin, Suiza,
y fundó una sociedad de amigos fraternos que, como las
órdenes de caballería o, como dice Perry
Anderson, la francmasonería, perseguía el fin de
combatir al comunismo. Entre ellos estaban: Milton Friedman,
Karl Popper, Ludwig von Mieses, Walter Lippman y Salvador de
Madariaga. Este grupo existe hasta hoy y se reúne cada
dos años para discutir las estrategias
para implantar el neoliberalismo en todo el mundo. Se trata de
un grupo de conspiradores que se amplía cada año
con nuevos miembros como el economista neoliberal Gary Becker y
escritores propagandistas del neoliberalismo como Vargas
Llosa.
Doctrina económica que agrupa diversas tendencias
inspiradas en la idea de que el bienestar económico de una
nación
es proporcional a la cantidad de moneda circulante y existente en
la misma. La regla fundamental de toda su política
económica era la de conservar y aumentar el monto de la
moneda y de los metales preciosos existentes en el
país.
Esta doctrina fue iniciada a mediados del s. XV, o sea,
en una época en que las exhuberancias de la vida cortesana
y las guerras
continuas exigían elevados medios financieros. Los
problemas más importantes eran entonces el problema del
dinero y del comercio
exterior, pues la superioridad de la economía del
dinero sobre la economía natural y la peculiaridad
lucrativa del comercio exterior parecieron a los economistas de
ese tiempo los apoyos principales del aumento de la riqueza, que
a su vez se reconoció como base de las finanzas del
estado y del poder político.
Algunos autores dividen la historia del mercantilismo en
tres etapas:
- La fase monetaria, cuyas manifestaciones
principales consisten en prohibir la exportación de las
monedas, en alterarlas y en fijar el curso legal de los
cambios. - La fase del balance de los contratos,
prácticamente en Inglaterra desde los últimos
siglos de la Edad Media, y que consistía en un conjunto
de normas que establecían para los contratos entre
comerciantes ingleses y extranjeros las siguientes
estipulaciones: obligación para los comerciantes
ingleses de traer al país en metálico una parte
del precio de sus ventas al
extranjero, obligación de los comerciantes extranjeros
que vendían sus artículos en Inglaterra, de
emplear el dinero
recibido en pago en la compra de productos ingleses, y otras
obligaciones
similares. - La fase de la balanza de comercio, concepto
éste en que se basa el mercantilismo como doctrina y que
constituye su rasgo distintivo. El principio de la balanza de
comercio sostiene que el único medio para enriquecer al
país y al estado consiste en dirigir el conjunto de las
operaciones
comerciales de manera tal que el valor de las exportaciones supere al de las importaciones,
obteniéndose de esta manera un residuo activo que se
debe pagar en metálico. El principal representante del
mercantilismo como teoría económica es Tomas Mun,
inglés, con sus libros
Examen de las exportaciones inglesas hacia las Indias
(1621) y El balance de nuestro comercio exterior es la regla
de nuestro tesoro (1664).
En el mercantilismo no existe una exacta
distinción entre "balanza de comercio" y "balanza de
pagos". Además, tiene un concepto equivocado de lo
que constituye la riqueza de una nación, y de ahí su
exaltación del comercio exterior como único medio
de obtenerla.
El gran mérito del mercantilismo reside en
haber advertido la relación de dependencia que existe
entre el estado y la vida económica, pues propugnaba
diversas formas de intervención del Estado en la
economía.
En el concepto mercantilista, la economía
estaba sometida a la política, pero a la política
de la época, en la que la llamada "razón de
Estado" justificaba todos los actos de reyes y príncipes
por censurables que estos fueran. Por otra parte,
existía en los mercantilistas el pleno convencimiento de
que hay una posición sistemática de intereses
entre una nación y otra, y de él se deriva que
tanto la teoría como la práctica se proponen
investigar y poner en actuación los medios más
convenientes para el enriquecimiento del país y del
estado, con perjuicio de los otros países.
Sistema por el cual se quiere abolir el derecho de
propiedad privada y establecer la comunidad de
bienes.
La voz comunismo designa a todo sistema social
caracterizado por la comunión de bienes, sea este el fruto
de una ordenación tradicional (como el hipotético
comunismo primitivo), o de exigencias ascético-religiosas
(sectas u órdenes religiosas), o provenga de la
aplicación de un programa
político-social. Pero, a partir de 1917, la palabra
adquiere sentido más limitado, al aplicarla Lenin a su
interpretación del socialismo y de la situación
histórica en que éste actuaba, a la luz de los
principios marxistas. Para Lenin, el s. XX se caracterizaba por
el predominio del imperialismo,
última etapa del capitalismo, en que éste, perdido
ya el impulso creador de su período juvenil (que
había sido objeto del examen de Marx), anula sus
propios principios de libertad económica para constituir
monopolios apoyados por el poder político de los estados
nacionales. Con esta ayuda se lanzan a la conquista, aún
armada, de nuevos mercados que conduce a luchas y conflictos
propios del imperialismo. Esos conflictos internos crean una
situación revolucionaria, que no presenta sin embargo la
misma madurez en todo el mundo capitalista; de ahí la
necesidad de una táctica variable de parte de los
revolucionarios, según las circunstancias locales y
nacionales. Esa actitud
más flexible no implica una renuncia al internacionalismo,
que era parte de la tradición marxista: toda actividad
emprendida por los comunistas está encuadrada en un plano
de estrategia
universal. Esta lucha requiere un organismo político
más fuerte y complejo, constituido por el partido
comunista, como expresión política de la clase
obrera, diferenciado de ésta. El partido recibe una
estructura fuertemente centralizada y mantiene una rígida
disciplina que
se quiere sin embargo compatible con un funcionamiento
democrático (es la teoría del "centralismo
democrático"). Así, en el comunismo, la actividad
política recibe mayor atención que en el socialismo del s.
XIX.
El pensamiento político-social de Lenin
alcanzó eco primero en el partido social-demócrata
ruso, en el que logró la adhesión de la
fracción mayoritaria o bolchevique, desde 1903. A
partir de 1917, gracias a la revolución
rusa, obtiene eco universal; desde 1919 importantes
fracciones socialistas adhieren al comunismo y forman una
Internacional opuesta a la socialista. Los problemas nacidos de
la instauración del socialismo en Rusia, en un mundo
dominado por el Capitalismo, fueron planteados por Lenin y
más detalladamente por Stalin (teoría del
"socialismo en un sólo país"), en tanto que Trotski
proclamaba necesario provocar rápidamente la revolución
universal para evitar la involución del socialismo
así confinado.
La elaboración del socialismo marxista por Lenin
y sus seguidores ha asegurado al movimiento por
ellos iniciado una indudable eficacia
política. Para los adversarios del comunismo, esa eficacia no se ha
alcanzado sin sacrificios muy importantes en cuanto a los ideales
primitivos del socialismo; así, el aparato partidario,
pese a las declaraciones de principios, tenderá a aislarse
cada vez más de la clase obrera y a formar un grupo
privilegiado; la importancia atribuida al aparato estatal
dará lugar, una vez adquirido el poder, a la
formación de una burocracia
igualmente privilegiada; la flexibilidad de la táctica
política sólo se consigue gracias a una disciplina
ciega que hace ilusoria toda afirmación acerca de la
subsistencia de una organización democrática en el
partido comunista.
Marx, Karl: (1818-1883):
sociólogo, economista y filósofo alemán
nacido en Treveris (Prusia). Fue su padre, un abogado
judío convertido al protestantismo, quién lo
educó dentro de las tendencias liberales de la
época. En el liceo, Marx tomó contacto con el
saintsimonismo, y en las universidades de Bonn y Berlín se
vinculó a las corrientes hegelianas de la izquierda,
recibiendo especialmente el influjo de Ciezskowski y Feuerbach;
el primero lo condujo a la noción de la praxis o
filosofía práctica de la acción, y el
segundo, a la interpretación de las religiones que termina en el
ateísmo. Por otra parte, el barón de Westphalen, su
futuro suegro, lo inició en la literatura y especialmente
en el romanticismo. En
1841 se estableció en Bonn, como profesor privado y como
abogado; pero poco tiempo después abandonó estas
actividades, en las que había demostrado su hegelianismo,
al ver las dificultades entre Bruno Bauer y el gobierno prusiano,
que lo convencieron de la imposibilidad de desarrollar sus
doctrinas sociológicas y filosóficas, opuestas a
las tendencias conservadoras de las autoridades de Berlín.
Entró entonces en el Rheinische Zeitung (diario
renano) que acababa de ser fundado, donde sus artículos
contra la dieta renana le valieron el cargo de redactor-jefe del
periódico. Suprimido este por
disposición gubernamental, Marx, junto con su esposa Jenny
von Westphalen, se trasladaron a París para completar sus
estudios económicos. Allí entró en la
redacción del Deustche Französische
Jahrbücher (Anuario franco-alemán). Marx se
convirtió al socialismo, influido por los socialistas
franceses. En dicho periódico, que habría de
desaparecer enseguida por las divergencias entre ambos
redactores, Marx sostuvo que si la "reforma fue la obra de un
monje, la revolución
será de un filósofo". Posiblemente fue esta la
deducción que, consciente o inconscientemente, lo condujo
a la acción política directa. En 1844 se
efectuó su encuentro con F. Engels, dos años
más joven que él y que habría de convertirse
en su inseparable compañero. Juntos publicaron La
sagrada familia, atacando a Bruno Bauer y al idealismo
hegeliano. Expulsado Marx de Francia a
raíz de las reclamaciones prusianas, se radicó en
Bruselas, donde escribió en francés Discurso
sobre el librecambio (1846) y Miseria sobre la
filosofía (1847), contestación a
Filosofía de la miseria, de Proudhon. En 1847, con
motivo del Congreso realizado en Londres por la liga, se le
encomendó, junto con Engels, la redacción del Manifiesto, cuya
última frase: "¡Proletarios de todos los
países, unios!", habría de convertirse en el grito
de guerra del comunismo y del socialismo internacionales. Al
estallar la revolución
francesa de 1848, Marx fue expulsado de Bélgica; pero,
invitado por el gobierno provisional francés, se
trasladó a París. Pocas semanas después, al
producirse en Alemania la
sublevación de marzo, dejó París y se
instaló en Colonia, donde fundó y dirigió el
Neue Rheinische Zeitung (Nuevo Diario Renano). El cambio
de la política en Alemania lo
obligó de nuevo a exiliarse, radicándose
definitivamente en Londres, donde se dedicó al estudio de
los economistas ingleses y a la investigación de las cuestiones
económicas y sociales; como medio de sustento actuó
como corresponsal del New York Times y de otros
periódicos menos importantes. En 1859 apareció su
libro Sobre la crítica de la economía
política. Tres años después, un grupo de
obreros franceses visitó la exposición
de Londres y se puso en contacto con dirigentes obreros ingleses
para estudiar la posibilidad de llegar a un acuerdo internacional
entre las fuerzas obreras de ambos países. Tal idea se
concretó un año más tarde, después
del mitín del St. Martin’s, presidido por el doctor
Beesly y realizado en adhesión a la insurrección
polaca. La Asociación internacional de trabajadores
(más conocida como Primera Internacional) quedó
fundada el 25 de septiembre de 1864. poco después se
confió la dirección del movimiento a Marx,
quién redactó la
comunicación inaugural y los estatutos. A pesar de que
Marx poseía la dirección intelectual del
movimiento, los proudhonianos tuvieron predominio dentro de la
asociación hasta 1867; sólo entonces se hizo
más fuerte la influencia marxista. En 1868 se había
adherido a la A.I.T., Mikhail Bakunin, quién se
caracterizó enseguida por su oposición a Marx, y
fundó, dentro de la misma A.I.T., una sociedad secreta, la
Alianza Internacional, no reconocida por los dirigentes de
aquella. Se entabló así una lucha entre los
partidarios de Marx (centralistas o autoritarios) y los de
Bakunin (anarquistas o federales). Posteriormente, la sede de la
A.I.T. se trasladó de Londres a Nueva York y por propia
resolución de sus dirigentes se disolvió en 1876.
Marx, que había publicado en 1867 el primer libro de su
obra principal, El Capital, se retiró de la vida
pública al perder su prestigio y su influencia a
raíz del fracaso de la Internacional. Los otros dos
libros de
El Capital fueron editados después de su muerte (en
1885 y 1894, respectivamente). Entre 1905 y 1910, Kautsky,
aprovechando apuntes inéditos de Marx, publicó
Teorías sobre la plus-valía, que algunos
tratadistas consideraban como el cuarto libro de El
Capital. Dentro de la producción de Marx pueden
recordarse: Sobre Feuerbach (1845); Las luchas de
clases en Francia (1848); Revolución y
contrarrevolución en Alemania (1852).
Keynes, John Maynard:
(1883-1946) economista inglés
nacido en Cambridge. Durante la guerra de 1914-1918 fue consejero
de la Tesorería británica y asistió como
delegado de la conferencia de
Paz en París. En 1919 dimitió del cargo para tener
libertad de acción, y en el mismo año publico el
libro Consecuencias económicas de la paz, que le
valió fama universal por sus atrevidas críticas
sobre el tratado de paz de Versalles.
Poseedor de datos, por el
cargo que ocupó, Keynes pudo refutar las obras de los
aliados, considerándola perjudicial para la paz. En
Inglaterra y EE.UU. sus teorías hicieron muchos adeptos,
formándose un ambiente
favorable a la aminoración de condiciones de paz impuestas
a Alemania.
En su segundo libro, Reforma del Tratado (1922),
propone Keynes la reducción de la deuda alemana con
arreglo a la capacidad de pago de ese país y vierte
juicios muy duro sobre la política de posguerra los
aliados. En su 3er. libro Proyecto de reformas
monetarias (1923), estudia los efectos desastrosos de las
fluctuaciones del valor de la moneda., produciendo cambios
injustos en la distribución de la riqueza. Propone una
reforma monetaria, cuyo objetivo
esencial es asegurar una distribución rentable y
equitativa de las rentas de cada país.
Keynes es uno de las principales representantes de
aquellas tendencias que vieron en la estabilidad del nivel de
precios la misión
más importante de la política económica. La
escuela keynesiana, basados en su idea de que la
inestabilidad de la inversión es la causa fundamental de
las fluctuaciones que acosan a las sociedades capitalistas
modernas. Al decir de Keynes, el paro forzoso es resultado de la
insuficiente demanda de bienes de consumo y bienes de capital. La
insuficiente demanda de artículos de consumo es provocada
por la propensión del hombre a ahorrar una parte de sus
ingresos, y la
de bienes de producción, por el hecho de amortiguarse
cíclicamente los capitalistas el interés por
invertir. Keynes sostiene que para que aumente el empleo de la
población, hace falta que se incremente la
inversión de capitales.
Toda la doctrina de Keynes se encuentra en su obra
capital, Teoría general sobre la ocupación, el
interés y la moneda (1935), donde resulta formulada
teóricamente la visión de un proceso
económico en el cual se desvanencen las oportunidades de
inversión, mientras permanecen invariados los
hábitos del ahorro, por medio de tres conceptos
básicos: la función de
consumo, la función de eficiencia del
capital y la función de la preferencia de liquidez, que
unidas a la unidad-salario dada y a
la cantidad de dinero dada, determinan la renta e, ipso
facto, la ocupación.
Smith, Adam: (1723-1790). Economista
inglés nacido en Kirkcaldy. Enseñó
filosofía moral en
Glasgow. En su obra filosófica Teoría de los
sentimientos se atiene a principios morales y basa las
relaciones
humanas en la simpatía; pero al estudiar el problema
de la riqueza, fundamenta sus análisis en el
egoísmo humano.
Según Smith, el trabajo anual de cada
nación es la fuente que lo surte de todo lo necesario y
útil para la vida y que se consume anualmente en ella.
Consiste en el producto inmediato del trabajo o en lo que con
este producto inmediato se obtiene de las demás naciones.
De la proporción de este producto, o lo que con él
se adquiere, con el número de consumidores depende el
mayor o menor abastecimiento. Esta proporción se regula
por dos circunstancias distintas: la pericia, destreza y juicio
con que se aplique generalmente el trabajo, y la relación
que se guarde entre el número de los que se emplean en el
trabajo útil y de los demás. El hombre ha
de poder vivir de su trabajo, y su salario ha de ser
por lo menos suficiente para atender a su sustento y al de su
familia. El
producto del trabajo constituye la remuneración o el
salario natural. En el estado primitivo que procedió a la
apropiación de la tierra y a la acumulación del
capital, el producto íntegro del trabajo pertenecía
al trabajador. Si ese estado de cosas hubiere continuado, el
salario del trabajo habría ido aumentando con toda esa
intensificación de capacidad productiva a que conduce la
división del trabajo. Todas las cosas habrían ido
abaratándose o se hubieran ido produciendo con menor
trabajo. Pero ese estado primitivo no hubiera podido perdurar
después de introducida la propiedad de la tierra y la
acumulación del capital.
En cuanto a la moneda y a la formación de los
precios, Smith considera que con la propiedad privada de la
tierra y la acumulación del capital, el trabajo ya no es
la única medida de valor, pues existen la ganancia del
empresario y la renta de la tierra. El papel moneda es ante todo
un medio de economizar metálico. Dentro de un país
no pueden circular más billetes de banco que las
monedas metálicas que circularían si esos billetes
no existieran.
Ampliar la venta de sus productos y restringir la
competencia es siempre el interés de los comerciantes. La
ampliación del mercado conviene por lo regular al
interés público, pero no la limitación de la
competencia, ya que ésta aumenta con exceso las ganancias,
e impone en beneficio del comerciante una especie de carga sobre
el resto de la población. El consumo es el único
fin de toda la producción en que intervienen la industria
del hombre, y por tanto no debe existir otro medio de mirar por
los intereses del productor que atender a los del consumidor. Sin
embargo, en el sistema mercantil se sacrifica el interés
del consumidor a favor del productor, y, en consecuencia, la
producción y no el consumo se tiene por único fin y
objeto de la industria y del comercio. No es difícil
advertir quienes pudieron ser los que proyectaron semejante
sistema y como reformarlo. Obra fundamental:
Investigación de la naturaleza y causa de la riqueza de
las naciones (1776).
Autor:
Gustavo
Olmedo
gustavoolmedo[arroba]hotmail.com