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Dignidad: Fundamento de los derechos humanos




Enviado por blas_aramayo



     

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Conclusiones

    1.
    Introducción

    Parece que por regla cualquier exposición
    debe empezarse por la conceptualización del tema a tratar.
    En este caso habría que comenzar dando los conceptos de
    dignidad, primero, y luego, de Derechos Humanos.
    En este sentido es menester diferenciar la condición
    humana de la dignidad humana.
    Pero ¿cómo definir la dignidad humana? El problema
    es que, como señala Elías Neuman en un diálogo
    con Antonio Beristain, dos grandes criminólogos de
    actualidad, al referirse a este interesante tema nos dice:
    "dignidad humana" y "derechos humanos" encierran conceptos de
    universalidad capaces de traspasar cualquier sistema
    político-social. Son valores
    idénticos que no sólo deben sentirlos todos los
    habitantes del planeta, sino hacerse efectivos por sobre las
    contradicciones de cualquier formulación o interés.
    Hay cosas que se viven o sienten, pero que no se pueden definir.
    Así, uno puede ignorar lo que en realidad es la dignidad,
    y entender muy bien lo que es la humillación. De
    ahí que cualquiera sea la circunstancia en la que se halle
    el ser humano, no pierde o no debe perder la dignidad.
    A pesar de la dificultad de definir la dignidad, a nadie le puede
    molestar que ella constituya la suma de las virtudes y atributos
    humanos. Por eso es que, como veremos luego, se pueden perder o
    ver limitados ciertos derechos aún los fundamentales mas
    no la dignidad, o por lo menos es reclamable.
    Semánticamente es un concepto
    adjetivado atribuido a una persona
    individual, física, natural, pero
    que dadas las circunstancias, también se aplica a las
    personas colectivas. El Estado,
    conocido también como "Nación", ya que así como se habla
    del "Estado
    boliviano", también se menciona, y es corriente, a la
    "Nación boliviana", personas colectivas a las que se le
    puede atribuir DIGNIDAD. De esta manera la dignidad pasa a ser un
    atributo de la persona, así como "bueno", "malo",
    "bondadoso" o cualquier otro.
    Una muestra actual y
    bastante clara la dio el pueblo guaraní cuando dice que va
    suscribir un "tratado de paz" con España. Es
    de resaltar que este pueblo kereimba (guerrero) e
    indómito nunca se
    sometió a la corona española.
    La DIGNIDAD como atributo de toda la colectividad exige de
    ésta y de cada uno de sus componentes una actitud que la
    haga merecedora. Al hablar de derechos humanos se requiere
    necesariamente poseer vida, existir realmente, entonces la
    dignidad se hace patente.
    En el Art. 6 de la constitución política del estado
    boliviano se instituye que "la dignidad y la libertad de la
    persona son inviolables. Respetarlas y protegerlas es deber
    primordial del Estado"; precepto recogido del artículo I
    de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que
    dice: "Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad
    y derechos y dotados como están de razón y conciencia, deben
    comportarse fraternalmente los unos con los otros"
    Así empieza a enmarcarse jurídicamente la DIGNIDAD
    como fundamento de los derechos reconocidos a todos los seres
    humanos, cuyo conjunto se expresa en el Estado o la
    Nación. Esta y no otra es la razón por la que el
    precepto constitucional referido primero hace referencia a la
    DIGNIDAD y luego pasa a enumerar los derechos y
    garantías.
    ¿Qué se precisa, entonces, para reclamar el
    reconocimiento y respeto de los
    derechos humanos? Poseer ante todo y sobre todo DIGNIDAD, hay que
    ser digno a poseer tales derechos.
    Con la
    globalización actual que abarca todo el quehacer
    humano, y hasta el pensar, ya que todos piensan de modo liberal,
    el derecho nacional está siendo abarcado por el derecho
    internacional. No nos detengamos, entonces, en los derechos
    individuales, sino en el derecho colectivo, en la dignidad
    colectiva que irradia al individuo, aunque bien puede ser del
    individuo a la colectividad.
    En este sentido, la DIGNIDAD es un valor, que
    vale, por lo que la dignidad debe ser objeto de valoración
    por los que valoran.
    No es posible reclamar la vigencia y reconocimiento de los
    derechos si no se tiene merecimiento para ellos. Se puede decir
    que es suficiente vivir para ser merecedor de los demás
    derechos, acorde con la opinión del insigne Prof. Eugenio
    Raúl Zaffaroni, quien sostiene que "es también
    más o menos obvio que el Derecho Humano a la vida es
    prioritario en el marco de los derechos humanos o, al menos, lo
    señala de modo preferencial un elemental dato
    óntico. Sin vida no hay posibilidad alguna de ejercer los
    restantes derechos humanos". Pero o olvidemos que la dignidad es
    el fundamento de los derechos humanos.
    La dignidad es una expresión del alma que aflora en el
    cuero y por ello vence todos los peligros y adversidades,
    permitiendo la realización de los derechos que
    universalmente se le ha reconocido a todo hombre por su
    sola condición humana; sin embargo, este hombre con tantos
    derechos, ha "encontrado más peligro entre los hombres que
    entre los animales", como
    señalara Federico Nietzsche.
    El que no posee virtudes no puede ni siquiera dormir bien y esto
    es lo que pasa con aquel (hombre o pueblo) que carece de
    dignidad, por eso mínimamente se debe aspirar a una buena
    reputación y a un pequeño tesoro.
    Toda la imperfección existente y que nos rodea es lograda
    por el hombre y si
    queremos que ella no exista, el hombre debe ser superado, por eso
    hay que amar as virtudes, la dignidad: HAY QUE SER DIGNO.
    Hay quienes hablan mucho de dignidad y virtud. Y no entienden
    nada de la dignidad porque se arrodillan y extienden la mano en
    busca de la dádiva, del regalo. Pretendemos ser
    misericordiosos y nos estamos acostumbrando a que nos tengan
    misericordia. Por la vía de la misericordia se pretende
    lograr lo que no por la dignidad.
    En cuanto a Bolivia se
    refiere, se trata de justificar nuestra falta de dignidad
    atribuyéndonos la condición de país pobre y
    subdesarrollado. Nada más falso, si bien no estamos al
    día con los avances de la tecnología de punta
    de los países llamados del primer mundo, no quiere decir
    que seamos pobres.
    ¿Quién ha dicho que el desarrollo es
    felicidad? Más bien, el escritor tarijeño William
    Bluske Castellanos sostiene que el
    "subdesarrollo
    es felicidad". Con sobrada razón dice este insigne
    escritor tarijeño que "… la felicidad es un estado
    espiritual y no un resultado de la técnica y el
    desarrollo".
    Claro que habría que especificar a qué pobreza se hace
    referencia. En este sentido de repente la sentencia resulta
    cierta, ya que como sostiene Juan Renjifo Llanos en su
    artículo intitulado "Bolivia… un país pobre",
    publicado en la página Editorial del Diario El Deber del
    26 de mayo de 1999, "hay pobreza en el respeto a las leyes y pobreza
    en dignidad, honor, justicia y
    verdad. Hay muchos pobres de conciencia y de las principales
    virtudes humanas que empobrecen el espíritu y el alma. En
    fin hay mucha pobreza en buenas costumbres como hijos, como
    padres, como maestros, como esposos, como verdaderos amigos, como
    líderes, como autoridades, como políticos…" Esta
    y no otra es la pobreza que
    nos sacude hasta los tuétanos.

    He comenzado, como ven, refiriéndome de manera sucinta
    para cumplir con nuestro cronograma, a la DIGNIDAD humana. Ahora
    bien, en cuanto a los Derechos Humanos debemos señalar que
    ellos se asientan sobre valores creados por el hombre porque
    responden a su propia naturaleza. Es
    decir, los derechos humanos son inmanentes a la naturaleza
    humana, o dicho de otro modo, son esenciales a su propia
    naturaleza.
    El ser humano nace con ellos, están en él, nadie se
    los otorga ni reconoce ni siquiera el Estado, porque derivan de
    la ley natural.
    Debemos convencernos definitivamente que no es el Estado ni la
    ciudad ni la familia los
    que han hecho al hombre, sino, como dice Tristán de
    Ataide, citado por Pablo A. Ramella en su libro "Los
    Derechos Humanos", "el hombre existe, como hombre, en la sociedad o fuera
    de ella. Ésta es apenas una necesidad condicional, un
    medio para que aquél realice mejor su finalidad
    completa".
    Por eso es mejor que, siendo los derechos atributos inseparables
    de la persona humana, deben ser respetados sin reparo ni
    distinción alguna. Así está reconocido en el
    código
    social elaborado por la Unión Internacional de Estudios
    Sociales de Malinas, que dice: "Teniendo el hombre un destino
    personal, la
    sociedad es para él el medio necesario que le ayuda a
    alcanzar su propio fin. Sus derechos dimanan de su
    naturaleza".
    Cuando el hombre vio peligrar sus derechos, creó su "Dios
    Mortal", el Leviatán de Tomas Hobbes, y
    desde entonces el Estado está obligado a reparar las
    medidas lesivas de la libertad, de la propiedad, del
    honor, y de la salud de todos, que deben
    respetarse las minorías étnicas y devolverse a la
    persona humana la dignidad que Dios le concedió desde el
    principio, oponiéndose a la explotación de los
    hombres por el hombre.
    Ninguna razón de Estado puede justificar a
    violación de los derechos primordiales del hombre. Para
    una mejor comprensión de lo dicho, he traído las
    expresiones del extinto presidente argentino Juan Domingo
    Perón
    que en 1950, en un mensaje al parlamento, dijo: "Frente a un
    mundo absolutamente dividido en dos fracciones diametralmente
    opuestas de individualismo y colectivismo, nosotros realizamos en
    nuestros país, y proponemos a la humanidad, la doctrina
    del equilibrio y
    la armonía del individuo y la colectividad por la justicia
    social que dignifica al trabajo, que humaniza el capital, que
    eleva la cultura
    social, que suprime la explotación del hombre por el
    hombre, que produce la realidad positiva de los derechos del
    trabajador, del anciano, del niño y de la familia, de tal
    manera que el "nosotros" de la sociedad se realiza y perfecciona
    por el yo individual, dignificado como persona humana".
    "La validez universal de los Derechos Humanos –dice Paloma
    Durán L:_ es una cuestión práctica referida
    a la ratificación, por las naciones del mundo, de la
    Declaración Universal de 1948 y los pactos internacionales
    posteriores de las Naciones
    Unidas".
    Históricamente se sostiene que los acontecimientos que
    pueden considerase fuentes de los
    Derechos Humanos, son las ideas reformadoras de Martín
    Lutero (1517) expuestas en sus 95 tesis sobre la
    venta de
    indulgencias de la Iglesia
    católica, hasta ese momento homogénea.
    A las ideas y tesis luteranas se adhirió Calvino con
    similares tendencias, provocando una creciente que fue
    discriminándose por toda Europa y llegaron
    a América
    como sectas protestantes. Sumóse, a esos hechos
    eminentemente ideológico-religiosos surgidos por necesidad
    de tolerancia y
    libertad de conciencia que se consolida, el advenimiento del
    pensamiento
    capitalista seriamente cuestionado por Marx, que ve en
    la sociedad de mercado la
    formación de una plebe que se mantiene en el nivel
    mínimo de subsistencia, y reclama que el Estado
    debería asumir la función
    garantista de la dignidad humana.
    En síntesis,
    los sistemas
    políticos de las sociedades
    occidentales han tenido que atravesar etapas perfectamente
    delimitadas: desde el régimen feudal al Estado absoluto,
    para pasar al Estado Liberal donde harán su
    aparición los derechos fundamentales, bajo el principio de
    igualdad de
    derechos, basado en la autonomía individual y su
    desarrollo.
    La idea central que podemos encontrar en todos los momentos
    históricos, será el reclamo por la vigencia de la
    dignidad humana. En cada época esta dignidad se realiza de
    acuerdo con las condiciones económicas, sociales,
    culturales y políticas,
    y sólo en el mundo moderno a través de los derechos
    fundamentales.
    El Art. I de la Declaración Universal de los Derechos
    Humanos, transcrito arriba, dice que "todos los seres humanos
    nacen libres e iguales en dignidad y derechos y dotados como
    están de razón y conciencia, deben comportarse
    fraternalmente los unos con los otros".
    A continuación el Art. II, sostiene: "Toda persona tiene
    los derechos y las libertades proclamadas en esta
    declaración, sin distinción alguna de raza,
    color,
    sexo, idioma,
    religión,
    opinión política o de cualquier otra índole,
    origen nacional o social, posición económica,
    nacimiento o cualquier otra condición. Además, no
    se hará distinción alguna fundada en la
    condición política, jurídica o internacional
    del país o territorio de cuya jurisdicción dependa
    una persona, tanto si se trata de un país independiente,
    como de un territorio bajo administración fiduciaria, no
    autónomo o sometido a cualquier otra limitación de
    soberanía".

    Ambos preceptos han sido recogidos en el artículo
    6 de la constitución política del Estado Boliviano,
    ley suprema del ordenamiento jurídico nacional.

    La libertad es la máxima expresión de la
    dignidad y de los derechos humanos. En ella se hallan subsumidos
    ambos conceptos. La negación total y absoluta de la
    libertad es la esclavitud,
    proscrita en los ordenamientos jurídicos de todo el mundo
    civilizado. En nuestro país, en el artículo 3 de la
    constitución política del estado de 1880, se lee:
    "La esclavitud no existe en Bolivia. Todo esclavo que pise
    territorio boliviano es libre".

    Bajo esos principios
    universales y constitucionales se yergue el Derecho Penal
    como órgano de control social
    garantista, dirigido a proveer seguridad
    jurídica al conglomerado social, a través del
    aseguramiento de la dignidad y de los derechos humanos cuando
    ellos resultan lesionados por acciones
    contraventoras del ordenamiento jurídico nacional e
    internacional, de ahí que se exprese en un catálogo
    conductual bajo normas
    prohibitivas e imperativas que todos estamos en la
    obligación de observar, es decir, Actuar conforme a
    derecho.

    Ya Rouseau señalaba que "la obediencia a la ley
    que se ha prescrito es la libertad".

    La libertad es la medida que determina el ejercicio de
    los derechos. Cuando la Ley suprema dice en el Art. 7: "Toda
    persona tiene los siguientes derechos fundamentales, conforme a
    las leyes que reglamentan su ejercicio: a) A la vida…", debemos
    entender no como derecho a vivir, sino como el derecho a disponer
    de la propia vida. Nadie puede quitar la vida a otro, ni siquiera
    el Estado, por eso la pena de muerte
    esta proscrita. Esa es la razón por la que no esté
    penado el suicidio y
    sí el homicidio. La ley
    penal no protege la "cosa en sí misma", sino la
    "relación de disponibilidad" del titular de la cosa.
    Ahora bien ¿qué precisamos para ejercer plenamente
    los derechos sean fundamentales o no? En primer lugar tenemos que
    despojarnos de la miserabilidad humana, ser dignos de ser seres
    humanos, orgullosos de nuestra estirpe zoológica. Darnos
    cuenta del rol protagónico individual. Alguien dijo que en
    este pueblo todos quieren ser caciques, ninguno indio. ¿Y
    qué de los valores
    éticos y morales? Estos parecen haber desaparecido por
    completo. Aunque esto suene apocalíptico, estamos siendo
    testigos, sino protagonistas, de la pérdida paulatina del
    respeto, estima, dignidad y hasta despersonalización, en
    suma de la pérdida de valores de la sociedad boliviana en
    los últimos tiempos.
    No todos pueden ser directores generales o propietarios de
    empresas
    comerciales o industriales. ¿Qué harían los
    arquitectos e ingenieros con sus grandiosos planos y proyectos si no
    hubieran albañiles? Y ¿qué harían los
    compositores y los directores de orquesta si no hubieran
    músicos? –Dice Otto Goldman en su obra citada.
    Bastan estas dos interrogantes para darnos cuenta de cuan
    importante somos en el puesto que nos corresponde actuar, sin que
    ello signifique un menoscabo de nuestra dignidad. Este es el
    punto de convergencia de todas las profesiones y aptitudes, todos
    los actos y los méritos, el respeto mutuo que hace posible
    la convivencia pacífica. Dentro de cada actividad que se
    desarrolle simplemente pretendamos ser el mejor. Nada más.
    Esta es la lucha que se debe emprender día a día.
    Hagamos las cosas por placer y superación y no solamente
    por dinero.
    Cuando Dios mandó al hombre: "Dominad la tierra", le
    dijo que trabajara honradamente y transformara lo que en bruto
    había creado sobre ella, por el bien de todos; muchos
    fueron los que a través de la historia se dedicaron al
    logro de esa transformación para el bien de todos.
    Sólo así se explican las grandes obras, bellas y
    útiles producidas por el hombre, aunque no faltaron los
    que se preocuparon por la deformación y destrucción
    del mundo. Contradicciones propias y necesarias de un mundo donde
    hay diferencias, así, "han usado el acero no
    sólo para fabricar arados y tractores sino también
    para bayonetas y tanques; de los extractos vegetales no
    sólo han hecho medicamentos, sino también para los
    asesinatos en masa y destrucción", nos dice con toda
    claridad Otto Goldman.
    El gobierno habla de
    un Plan de Dignidad
    Nacional, pero para hablar de dignidad nacional primero tenemos
    que hablar de dignidad personal: "Aquello que es el hombre eso es
    la humanidad".
    Sin embargo, hay hechos, o actos, mejor dicho, que
    desvirtúan todo sentido de dignidad y son los criminales.
    Conductas descriptas en el código penal como delitos. El
    país que vive en el delito o del
    delito carece de dignidad, y no son todos los delitos, sino
    aquellos que afectan en mayor medida la dignidad, porque los
    delitos, de diversa gravedad, existieron en toda la historia
    desde que el hombre se organizó de la manera que ahora se
    halla organizado, pasando por todas las etapas que la sociología nos enseña por la boca de
    H. Lévy-Bruhl, en su obra "Sociología del
    Derecho".
    Por eso nada nuevo se tiene que decir. Basta con señalar
    que esta sociedad es imperfecta. Sin embargo, a pesar de la
    imperfección reclamamos el reconocimiento y respeto a los
    derechos humanos.
    Decía que hay delitos que realmente degradan al ser humano
    a nivel de animal inferior, pero es como dice Franceso
    Carnelutti, el delito es un acto de incivilidad, porque si
    fuéramos realmente civilizados no realizaríamos
    ninguna de las conductas descriptas en el código penal.
    Este catálogo describe conductas para que no las realice
    el ser humanos, por eso las conmina con una pena.
    Cada uno de los hechos recriminables constituye un atentado
    contra los derechos de los demás, aparte de aquellos que
    el individuo por sí solo manifiesta en su comportamiento
    que deben ser delitos pero que no se hallan descriptos en el
    código penal, como por ejemplo, la condición de
    "humildad" (entre comillas), porque ninguna persona debe sentirse
    "humilde" (sigue entre comillas) en el sentido peyorativo, es
    decir como un ser que merece misericordia de sus semejantes. Es
    posible que esa misericordia no provenga de Dios, pero nunca de
    otros seres humanos iguales.
    El ejemplo mayor lo tenemos con el narcotráfico. Bolivia supuestamente ocupa
    un lugar preponderante en este delito cuyo bien jurídico
    protegido es impreciso; y en corrupción, figura jurídica que
    tiene muchas manifestaciones. Nunca se detuvieron ni por un
    momento a pensar en el enorme daño que le inflingen a la
    sociedad en su conjunto a través de la corrupción y
    deshumanización individual.
    Han visto, eso sí, la facilidad con la que por ese medio
    pueden ganar mucho dinero sin esfuerzo alguno, porque se dieron
    cuenta que el dinero es
    el motor del mundo,
    la fuerza motriz
    que impulsa al hombre y lo mantiene en movimiento. El
    dinero gobierna al mundo y también al hombre, dice Otto
    Goldman en su opúsculo intitulado "Lo que importa es ganar
    dinero", publicado en 1996.
    Quizás el individuo que pugna por hacer dinero, aunque sea
    de mala manera, en algún momento ha meditado sobre el
    riesgo de sus
    acciones; pero siendo tanto su apetito de enriquecimiento, el
    riesgo corrido únicamente encarece el servicio.
    Total no le gusta el trabajo
    honrado, aquél que dignifica al humano. Ignoran que el
    trabajo ya es una categoría de "valor".
    No hay nada que hacer, el economicismo se ha apoderado del mundo
    y del alma y espíritu del hombre. Éste ya no tiene
    conciencia, ha perdido su dignidad.
    El dinero fácil proviene de menos trabajo, del menor
    esfuerzo, mayor tiempo libre. Han
    despojado al trabajo de su valor profundo y del dinero han hecho
    un ídolo, sin darse cuenta que como todo ídolo es
    frío y duro. Este preciado ídolo ha sido y es el
    causante de los más grandes crímenes, traiciones,
    asesinatos, infidelidades y crueldades.
    Por creer que el dinero es lo más importante en la vida,
    se destruye la persona y la felicidad, si no echemos una mirada
    en las celdas carcelarias o policiales donde guardan
    detención aquellos que pretendieron ser ricos de la noche
    a la mañana en base a la corrupción, actitud nada
    razonable porque se olvidó el hombre que la dignidad es el
    único valor del ser humano que está por encima de
    los otros valores, su auténtica realidad, porque es la
    forma con la que nos asemejamos a Dios.
    No nos vamos a detener en el análisis de las figuras penales, más
    bien nos vamos a referir a los comportamientos que tienen directa
    relación con el ejercicio de los derechos humanos. Si
    hemos hecho referencia a los delitos es porque queremos resaltar
    que los derechos humanos son reclamables únicamente cuando
    nos comportamos conforme a las normas y no cuando las
    transgredimos. Toda violación a la norma es una
    negación de los derechos que la naturaleza nos proporciona
    porque perdemos dignidad.
    La dignidad entonces se constituye en el fundamento de los
    derechos humanos, queremos decir que si no tenemos dignidad no
    podemos reclamar el reconocimiento ni la vigencia de nuestros
    derechos, aunque ellos se hallen reconocidos por las instancias
    internacionales y nacionales como tenemos señalado
    arriba.
    Un individuo que no se precia a sí mismo no puede de
    ninguna manera exigir que se le reconozcan sus derechos. Lo
    propio ocurre con una nación que se ha desidentificado o
    sencillamente vive en el delito o la miserabilidad. No es pecado
    ser pobre de solemnidad, lo que es repudiable es el hecho de que
    no sepamos aceptar esta condición grandiosa a los ojos
    divinos y nos ocupemos de pretender superar la situación
    merced al delito o al regalo.
    Toda vez que aceptamos un regalos perdemos parte de nuestra
    dignidad. Un obsequio siempre es un compromiso que se debe
    retribuir, y cuando no se está en condiciones de retribuir
    es signo de dependencia, de sometimiento.
    Hay instituciones
    que se prestan, so pretexto de dar soluciones al
    problema de la pobreza, para instigar y hasta determinar a la
    colectividad a la pérdida de la dignidad. El 26 de mayo de
    1999, se publicó en el diario EL Deber una noticia que da
    cuenta que los obispos paceños, a obre dela Iglesia
    Católica, pedirán la "condonación de la
    deuda externa
    de Bolivia", con la advertencia falsa de que "no es para no pagar
    la deuda"; pero es que ¿acaso condonación no
    significa no pago de la deuda? Condonación no tiene otro
    significado que el de perdón. Lo que se está
    pidiendo es que se nos perdone la deuda. Con ese fin se han dado
    a la tarea de recolectar firmas de los ciudadanos. Claro que en
    La Paz todos van a firmar porque creen erróneamente que de
    ese modo están defendiendo los intereses de las "clases" o
    "población" (entre comillas) más
    desfavorecidas, amén que a ellos les agrada el
    fenómeno de la rebaja por todo y por nada. Actitud no
    recomendable para ser dignos de mejor suerte.
    ¿Qué país o institución financiera
    tendría confianza en Bolivia como país si en vez de
    honrar sus compromisos económicos pide que al final le
    regalen el dinero que inicialmente le fue dado en calidad de
    préstamo? Haciéndose eco de esta interrogante, el
    monseñor Terrazas, obispo de la diócesis
    cruceña y presidente de la Conferencia
    Episcopal de Bolivia, en el mismo diario El Deber, del 31 de mayo
    de 1999,dijo: "No basta pedir que se nos perdone la deuda
    externa, hay que pedir también que se haga justicia. No es
    posible que nos perdonen una deuda dejando a los que robaron la
    plata o los que malgastaron libres, tranquilos y felices gozando
    de ese dinero que nos tiene oprimidos a todos los que vivimos en
    este país". Y continúa llamando la atención a los gobernantes ya quienes
    administran justicia para que "pongan la ley donde debe estar,
    porque ese dinero que ha venido al país y no se ha
    invertido en lo que se debe, anda en bolsillos y cuentas
    particulares". "No es posible –dice- que estos
    señores estén regordeándose y diciendo que
    vayan a pedir perdón y que nos manden más plata
    para dilapidar una vez más". Termina haciendo referencia a
    la dignidad nacional cuando sostiene que "no son capaces (los
    gobernantes) de buscar una salida que dignifique al
    país":No pudo el Monseñor Julio Terrazas ser
    más claro y concreto en su
    apreciación de la dignidad.
    Otra cosa muy distinta, pero también violación de
    la dignidad es el tratamiento penológico que brinda la
    justicia tardía a los encausados por un hecho delictivo,
    cuya explicación criminológica es realmente
    desalentadora a la luz de los
    derechos humanos. Pero no todo es cuestión de
    ejecución de la pena, sino que la violación a los
    fundamentales derechos de la persona humana subyacen en la misma
    ley sustantiva y adjetiva, lo cual ha sido denunciado por el
    Instituto Interamericano de Derechos Humanos en un estudio e
    informe
    pormenorizado de las legislaciones de los países
    suramericanos.
    La eficacia de las
    cárceles para el cumplimiento de los fines de la pena
    viene siendo cuestionada desde hace mucho tiempo, toda vez que
    constituyen reservorio de presos sin condena que viven hacinados
    sin consideración alguna a su condición humana.
    Este tratamiento ha motivado levantamientos y huelgas de los
    reclusos en justo reclamo de su dignidad.
    Mucho hay que decir sobre tan delicado tema, pero este no es
    justamente el escenario adecuado. Me doy por satisfecho por la
    atención que sobre el tema se me ha prestado y agradezco a
    ustedes profundamente.

    2.
    Conclusiones

    1. La dignidad es un atributo de toda persona sea
      individual o colectiva.
    2. Es condición previa para el reconocimiento de
      los derechos humanos la dignidad.
    3. Los derechos humanos son inherentes a la naturaleza
      humana. El hombre nace con ellos.
    4. Los preceptos constitucionales sobre la dignidad y
      los derechos humanos han sido tomados de la Declaración
      Universal de los Derechos Humanos.
    5. El delito es una negación de los derechos
      humanos y de la dignidad, por ser un acto de
      incivilidad.
    6. La justicia que viola la dignidad humana no es
      justicia.

     

     

     

     

    Autor:

    Blas Aramayo Guerrero. Master en derecho penal y
    constitución, catedrático de derecho penal y
    clínica forense en la Universidad
    Autónoma Gabriel René Moreno, Santa Cruz de la
    Sierra – Bolivia

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