Indice
1.
Introducción
2. El desarrollo económico por
automatización
3. El desarrollo por competencia
total
4. El desarrollo económico por
concentración
5. La guerra económica
del capital global
6. Los ambientes bélicos
del capital global
7. La
Guerra
Durante los últimos 30 años hemos sido
testigos de un período de crisis espectaculares a escala mundial.
Todos somos viajeros del mismo tiempo de alta
incertidumbre, que se dirige a un mundo totalmente distinto al
que conocemos y que nadie puede predecir.
A partir de los años setenta, como dice George Soros, se
inicia realmente un monumental capitalismo global. Occidente
impulsa un gran bombeo de dinero,
tecnología
y nuevas mercancías a la periferia mundial, después
de que su extraordinario crecimiento productivo y
acumulación de capital
superaron todos los requerimientos de sus mercados
nacionales.
Simultáneamente, los países del llamado tercer
mundo, no habían desarrollado sino una pobre economía
doméstica compuesta básicamente por pequeñas
unidades productivas sin capacidad de acumulación. El
desarrollo tardío del capitalismo nativo de estos
países, a partir de fines del siglo XIX y comienzos del
siglo XX –que fue impulsado casi exclusivamente desde el
exterior, a través de una pequeña clase de
intermediarios y el Estado, y
no desde sus propios niveles locales como los países hoy
industrializados– determinaron su atraso
histórico.
En las últimas tres décadas, al chocar estas dos
grandes olas como diría Alvin Toffler, la economía
desarrollada, trastocando los patrones culturales y de consumo de las
no desarrolladas, por superioridad competitiva, ha dominado casi
por completo todos los mercados locales del mundo.
Por tales razones, las economías básicas de
autosuficiencia incipiente de los países rezagados,
aquellas que ocupan a la gran mayoría de la PEA del mundo,
han colapsado. Este colapso ha originado el gran subempleo de las
amplias capas de la población mundial. Sobre tal
situación se levanta la crisis general de la sociedad
contemporánea que todos percibimos, y que muchas veces
concebimos como si tuviera vida propia.
En medio de esta extraordinaria convulsión, hay un
pequeño conjunto de grandes fuerzas estructurales que
tienen una relación especialmente importante con los
análisis más serios y responsables
del gran desequilibrio mundial que vivimos. Veamos cuales
son:
2. El desarrollo
económico por automatización
La fabricación industrial que antes
requería los esfuerzos de centenares de trabajadores,
puede realizarse ahora en mucho menos tiempo y con mucha
más precisión mediante el uso de sistemas
automatizados y sólo unos cuantos operarios capacitados.
La economía moderna puede sostener los más altos
niveles de producción de la historia humana con menos
personas que nunca. Los puestos de trabajo tradicionales se
vuelven obsoletos en forma masiva.
Desgraciadamente, no somos tan hábiles para encontrar
empleo
productivo a las personas que este proceso
desplaza. No nos equivoquemos entonces, cuando hablamos de
desempleo o
subempleo, estamos hablando de un cambio
estructural permanente, no de un problema económico
temporal. Los puestos de trabajo se pierden por centenares de
millones y no volverán. La sustitución de trabajo
por tecnología, sin crear nuevos puestos de trabajo, es el
fin del sistema que
conocemos, de aquél basado en el par indesligable capital
y trabajo.
3. El desarrollo por
competencia
total
El desarrollo económico del mundo por competencia
total, donde sólo ganan los líderes industriales
más competitivos, y la concentración consecuente de
la producción y el capital en pequeñas áreas
y pequeños grupos
finalmente, sólo ha traído cierto grado de
prosperidad al 10% de la sociedad mundial.
La competencia económica ha existido siempre, pero en
forma limitada por barreras geográficas, aduaneras,
culturales y políticas.
Pero éstas, a partir de la década del setenta
empiezan a caer de pronto a gran velocidad. Se
está formando a partir de esos años una poderosa
economía global que no cesa de absorber a todos los
mercados locales del mundo. En los países rezagados, tal
situación, ya es devastadora.
El verdadero gran enemigo de la economía mundial es el
mismo desarrollo económico por competencia total. Los
mercados locales son asaltados. Ninguna empresa
está a salvo. Esto crea el colapso empresarial en cadena y
millones de puestos de trabajo son destruidos. Consecuentemente,
caen los ingresos de la
población y se reducen los mercados. El consumo mundial,
el motor del
crecimiento, se paraliza. En la guerra
competitiva nadie saldrá ganando al final. ¿Con
más del 80% de subempleo en los países atrasados,
quién podría ganar?.
Sin embargo, esta guerra todavía sólo afecta al 20%
de la producción mundial. A fines de esta década,
si no cambiamos el sentido del desarrollo económico,
afectará al 90% de la misma. Y posiblemente no tengamos la
suficiente sabiduría y humildad para hacerlo, sino cuando
estemos en medio del desastre y tengamos mucho, pero mucho miedo
y terror, y no encontremos la salida según los viejos
preceptos económicos y políticos que pesan sobre
nuestras cabezas.
4. El desarrollo
económico por concentración
El capitalismo global ha creado una estructura
empresarial que ha ido concentrándose y
modernizándose cuanto más ha ido destruyendo las
estructuras
empresariales de menor equipamiento y tecnología. Millones
de empresas,
atrapadas en veloces procesos de
obsolescencia productiva, no tienen acceso al mercado de la
competitividad. No venden, no pagan sus
acreencias, no tienen acceso al crédito, a la tecnología, y
mueren.
Simultáneamente, ha ido formándose una
extraordinaria infraestructura productiva y de servicios en
todo el mundo. Grandes ciudades llenas de edificios inteligentes
y confort. Vías férreas, súper autopistas,
espacios aéreos y redes de telecomunicaciones, que transportan cosas,
personas y señales a grandes y más grandes
velocidades a la vez. Una capacidad industrial robotizada, una
poderosa capacidad financiera, un mundo de alta
tecnología.
Todo ello, el pequeño mundo social de las grandes
corporaciones, y toda la gran capacidad industrial construida,
permanecen hoy, pero sólo como una gran cubierta que
disimula los profundos problemas
económicos que aquejan a la humanidad. Debajo de esta
coraza hay un sistema empresarial moderno operando a
pérdida, con balances que van de mal a peor. Y más
abajo aún hay una gigantesca economía de
pequeñas empresas familiares que quiebran en masa, y miles
de millones de personas desarraigadas de sus orígenes
rurales que han perdido sus empleos.
Sin embargo, muchos líderes políticos se niegan a
entender esta crisis estructural. Están demasiado
instalados en sí mismos, en su imagen y los
siempre próximos comicios electorales, que no ven
más allá de las cosas corrientes.
Sólo estos graves problemas estructurales en la
economía, y los fallos en la política, pueden
explicar la gigantesca autoaceleración de las
pérdidas empresariales y fiscales en todo el mundo. La
deuda mundial del sistema empresarial global y los gobiernos es
simplemente impagable ya. Todo el sistema económico se
está hundiendo y no se le puede salvar. Y mientras
más hacen sus líderes estructurales para tratar de
eludir y aplazar la crisis, más la empeoran. Mientras
tanto hay una crisis de confianza política en todo el
mundo. Así que estas dos crisis están en marcha al
mismo tiempo. La gente tiene que aprender a ver y liderar ambas
(Lindon Larouche. Pre candidato Demócrata.
EE.UU).
5. La guerra
económica del capital global
El desarrollo del capitalismo global por automatización, competitividad y
concentración, establece un marco de guerra
económica que ocasiona todo lo contrario a la
"asignación eficiente del ahorro mundial
para la estimulación del crecimiento
económico de todos los pueblos". En esta guerra
sólo ganan muy pocos, la gran mayoría pierde. Es
una competencia ciega frente a las aspiraciones de miles de
millones de personas no competitivas, que se transforma en
irracionalidad y saqueo. Crea exclusión social, pobreza y
muerte, en
proporciones gigantescas y generacionalmente irremediables.
Es una guerra desigual de precios contra
todas las economías domésticas del mundo.
Principalmente contra las economías de los países
atrasados que sólo cuentan con una formación
nacional primaria de infraestructura productiva y capital, por lo
que sus costos y precios
internacionales son cada vez más elevados. La falta de
competitividad de nuestra economía, no es un problema de
eficiencia de
sus empresarios o de falta de apoyo a los mismos por parte de sus
gobiernos nacionales, tan pobres y endeudados. Ninguna
economía nacional del mundo, menos la nuestra, puede
competir con la economía de dinámica global y sus estructuras
empresariales de gran poder
financiero, equipamiento de renovación continua y
tecnología de punta, de costos y precios cada vez
más bajos consecuentemente. Las propias economías
internas de los países ricos, a pesar del extraordinario
apoyo que reciben de sus respectivos estados, sufren las
consecuencias. Los campos de batalla de los gigantes del mercado,
definitivamente, no son los campos de batalla del desarrollo.
Es una guerra por estandarización contra la
diversificación natural de las economías
nacionales, condición básica e imprescindible del
desarrollo de todo país. El sistema de las grandes
corporaciones estandariza la producción y obliga al mundo
a consumir lo que ellas producen. En esas condiciones los
países más pobres no podrán desarrollar
nunca un mercado de productos
básicos en expansión. Están prohibidos de
formar su propio capital y limitados tan sólo a ser
productores de materias primas. No tienen acceso a un verdadero
desarrollo.
No hay nada más importante que una economía
nacional diversificada. Los países deben capitalizar sobre
las bases de su propia diversificación, para que esta
capitalización sea relevante y pueda atender todas las
áreas del desarrollo nacional. Ningún globalismo
puede sustituirla. Más bien es la única posibilidad
de establecer las nuevas bases de un sistema mundial no adverso
al desarrollo nacional. Es la única vía para pasar
del globalismo de grandes corporaciones a uno de economías
nacionales cooperantes. El grito general no debe ser pues el de
urgir a los países e instituciones
multinacionales más fuertes a que establezcan un nuevo
orden mundial. La exigencia de nuestro tiempo es que cada
país establezca su nuevo orden nacional. Así y
sólo así, todas las personas pueden servir
realmente, de abajo hacia arriba, a poner una empresa, un
prototipo local, o una base nacional de una nueva coexistencia
internacional.
6. Los ambientes
bélicos del capital global
La humanidad vive hoy una realidad insoslayable, el 90%
del mundo no recibe los beneficios y compensaciones de la
"distribución de recursos del
capital global". A pesar de ello, las teorías
preeminentes de la economía
política siguen considerando al capital global como la
exclusiva vía del desarrollo. Sin embargo, la
desesperación y lo indigno del subempleo, la pobreza y el
hambre, no pueden ser sepultados por las montañas de
tecnicismo teórico que produce la tecnocracia,
precisamente obviando los problemas más profundos y tan
visibles de la sociedad. Sólo un ciego tecnicismo
productivista, un arrogante competitivismo selectivo, un
burocratismo acomodadizo, propio de civilizaciones en
obsolescencia, pueden haber creado un ambiente
intelectual e institucional que se niega a ver la tremenda
realidad que está ante sus ojos.
El gran problema es la falta de desarrollo en la gran
mayoría de la sociedad. Sin desarrollo la gente se muere o
se crean grandes olas migratorias. La gente teme más al
infierno del desempleo que al infierno del doble turno de los
ilegales en los EE.UU. De lo contrario se dedica al pillaje y al
saqueo, y después a la guerra. Finalmente, el factor
escaso en el mundo no son las armas; muchas
empresas y países están dedicados a producirlas. La
comida, los textiles y el calzado ya no son negocios
rentables.
El consumo de los países atrasados ya se detuvo. Los
americanos están obligados a consumir más productos
de los europeos y los japoneses, y cada uno de estos dos
últimos tiene que hacer lo mismo con los otros dos. Si
esto no sucede, el sistema del capital global se hundirá.
En ese sentido, el atentado terrorista del 11 de Setiembre en New
York ha llenado de malos augurios al mundo. Ha creado todo lo
contrario a lo que generó la Segunda Guerra
Mundial, la Guerra del Vietnam y el Terremoto de Los Angeles:
la reactivación de la economía norteamericana. El
atentado ha afectado como nunca antes la psicología y el
consumo de los EE.UU. Se ha iniciado una vorágine de
cambios y crisis imprevisibles.
La situación se caracteriza por tal incertidumbre que ni
siquiera se puede saber cómo será esta
década. Expone un futuro que sólo se atreven a
pronosticar los hechiceros. Plantea problemas que sólo se
arreglarán en un sistema totalmente diferente al que
vivimos. Después de los hechos de New York,
catástrofe que nadie imaginaba, no sabemos lo que va a
pasar. Lo único que podemos hacer es analizar las
tendencias estructurales y las correlaciones de fuerzas, y actuar
de inmediato, buscando resultados en el corto plazo.
Sin embargo, no todo en el mundo es malo. Tengamos en cuenta que
la guerra es la manifestación más alta de un
proceso terminal. Indica que viejos tiempos terminan y que
comienzan nuevos, superiores. Esa es la esencia del contexto
mundial, aunque no lo podamos ver o percibir todavía.
Tengamos en cuenta que los viejos paradigmas del
capitalismo global se han hecho trizas, y que esto nos
obligará a repensar todo lo que tiene que ver con el
desarrollo
humano. Todo ello abrirá el paso a un nuevo tipo de
globalismo de cooperación y responsabilidad, donde los principios y
valores de
todas las doctrinas humanas se volverán una gran realidad.
A un mundo donde los liberales y socialistas, los musulmanes y
cristianos, y todos, no vivirán compitiendo, sino
cooperando en un ambiente de paz, democracia y
desarrollo.
Los terribles actos terroristas del 11 de Setiembre en
New York, y la violenta respuesta a los mismos, no son hechos
aislados o fortuitos que encuentran explicación en el
"fanatismo religioso de un grupo de
personas irracionales encabezadas por Ben Laden", ni han sido
"provocados por satán en la persona de Bush y
su gobierno salido
de las tinieblas del pecado". No. Los actos de guerra que vivimos
no son "hechos delictivos comunes" o simplemente "obra de la
perversidad humana". Aunque sea difícil admitir, tenemos
que aceptar que son hechos esencialmente políticos,
sistémicos, sino no les podremos dar solución. Son
parte y consecuencia de dinámicas mayores, cuyas variables y
procesos subyacentes, los líderes estructurales,
están en la obligación de descubrir y dominar.
La sociedad mundial está compuesta por una infinidad de
fuerzas que entretejen sus estructuras. De todas estas fuerzas
destacan dos conjuntos de
tendencias estructurales: las que se desarrollan en torno al sistema
del capital global y las que se desarrollan en torno a los
sistemas económicos nacionales. La confrontación de
estos dos grandes campos de fuerzas es lo que irá
definiendo el panorama mundial. Y los problemas que plantee tal
situación, serán los problemas más
importantes a resolver.
El problema principal del mundo no radica en la diferencia
existente entre países ricos y países pobres, de
tal forma que los gobiernos de los mismos no solucionan los
problemas mundiales declarándose la guerra y
lanzándose bombas. El
problema más importante se encuentra en la falta de
defensa y desarrollo de los mercados, la producción, la
capitalización y el trabajo, de
las economías de dinámica interna de todos los
países, frente al crecimiento empobrecedor del capital
global.
El "globalismo" no crea nuevas economías locales modernas
sobre los escombros de las frágiles economías de
elemental formación de capital y trabajo que destruye. No.
Es destructivo pero no es creativo. No crea nueva riqueza sino en
pequeñas áreas y en pequeños grupos. Su
lógica
destruye el consumo natural de las economías
domésticas, y no las sustituye sino por el consumo
destructor de la industria de
la guerra finalmente. Sin embargo, el consumo de productos
básicos de miles de millones de personas, que es lo
único que puede ser sustentable, no puede ser suplido por
el consumo de armas. La alta tecnología, las
ideologías y las armas, podrán crear grandes
poderes económicos, pero todos ellos serán
efímeros sin el consumo de masas, porque sólo
éste es el que hace la historia económica
mundial.
El sistema capitalista global no es algo monolítico,
dentro de él existen niveles de competitividad y
concentración, y fracciones que se desarrollan en
condiciones económicas y políticas diferentes. La
poderosa fracción del capital global, cuyo sustento
económico es la alta tecnología y cuya esencia
política es la tecnocracia globalista, se desarrolla en
pugna con otras fracciones, como con aquella cuyo sustento
económico son las fuentes de
energía petrolera, que todavía mueven el mundo, y
cuya naturaleza
política es la teocracia.
La superconcentración de capital global y la
saturación de los mercados de inversión tradicionales, y la impotencia de
los líderes mundiales de crear nuevos mercados de
inversión productiva en las grandes capas productoras del
mundo, ponen a la orden del día otro de los grandes
mercados consumidores de capital: los mercados de la guerra. Ya
sean guerras santas
o computarizadas, éstas, son un excelente ambiente
rentable para el capital mundial sobrante; aquél que la
tecnocracia, la teocracia y las otras expresiones
políticas del capitalismo global, no pueden convertir en
riqueza para toda la humanidad.
El problema de la guerra pues, es estructural. Dejemos de lado a
las personas de Ben Laden y George Bush, que sus
acciones
sólo son circunstancias infinitamente menores frente a las
dinámicas mundiales existentes. La lógica del
capital global es el verdadero enemigo. Sólo develando sus
entrañas sistémicas encontraremos una real
explicación al terrorismo
suicida, los sofisticados ataques militares de alta
tecnología y las amenazas atómicas, que el mundo
debe rechazar con todas las fuerzas del desarrollo verdadero. Los
pueblos quieren la paz, necesitan la paz, para construir sus
sistemas de seguridad y
tranquilidad social. Los militaristas del capital global quieren
la guerra, necesitan la guerra, frente a la impotencia clamorosa
de desarrollar sus propias economías nacionales y las
economías de todos los pueblos del mundo.
Documento elaborado por la Asociación Nacional de Innovación y Liderazgo
(ANIL)
Autor:
Jorge Zambrano