Héctor Sierra
(conferencia
dictada el 27/9/98 en la ciudad de Rafaela –
transcripción literal)
Bueno, realmente estoy impresionado por la cantidad de
gente que hay en la sala, esta claro que el tema de la salud mental
resulta muy convocante. Realmente creo que es un motivo de
preocupación para todos, así que eso debe haber
influido para que Uds. hayan venido a escucharme.
Quiero empezar aclarando un par de cosas que me parecen
esenciales para comenzar, por que el tema de la salud mental
vinculado con el fin de siglo, es de tal extensión y
complejidad que lamentablemente todo abordaje que se intente
hacer, más en una charla que, como en este caso va a durar
relativamente poco tiempo, implica
un recorte del mismo, que como todo recorte es un poco arbitrario
y, seguramente, muchas cosas significativas van a quedar afuera.
Yo me he esforzado para que las cosas que quedan afuera no sean
tan relevantes. pero Uds. dirán después si es
así o no.
Creo que para pensar el tema de la salud mental
primero es necesario precisar tres o cuatro ideas que son
fundamentales. Porque el concepto mismo de
salud mental es
un concepto
discutible, es un concepto que
está muy marcado por el relativismo cultural; lo que cada
uno de nosotros entiende hoy por salud mental no
es lo mismo que lo que piensan en otras culturas, ni es lo mismo
que lo que nosotros mismos entendíamos años
atrás. Es decir, el primer punto es que no hay una manera
unívoca de expresar la condición de la salud mental, sino que el
concepto en
sí mismo está condicionado culturalmente tanto a lo
largo del tiempo
histórico como en cada situación cultural concreta.
Probablemente en otras culturas o en otros momentos de la
historia se
pensaba este tema de la salud mental de manera muy
distinta a como lo pensamos nosotros hoy.
Les voy a poner un ejemplo sencillo para que se entienda
lo que quiero decir, si observásemos a un sujeto que se
retira a la montaña, se va a vivir a una cueva, come
raíces, y dedica su vida a orar a Dios, pensaríamos
con un alto grado de probabilidad que
tiene alguna clase de desequilibrio, por ejemplo un trastorno
severo del orden de la psicosis. Pero en
el medioevo nadie pensaba eso, y entendían que ese
señor era un santo que había decidido consagrar su
vida a la oración, a la meditación en Dios, al
ascetismo. Este es un pequeño ejemplo pero en definitiva
apunta a poner en claro esta idea del relativismo cultural y
temporal del concepto de
salud
mental.
De todas maneras no vamos a hacer la historia del concepto que es
larga y compleja, pero sí quiero puntualizar un par de
momentos que me parecen que son los más importantes. El
primero de ellos transcurre entre mediados y finales del siglo
pasado. Uds. saben que la evolución de las ciencias hacia
fines del siglo XIX adquiere una importancia significativa y en
todos los campos del conocimiento
se vive un proceso de
clasificación, de ordenamiento. De golpe la mirada del
científico es una mirada clasificadora. Es una mirada
ordenadora de la que surgen los grandes ordenamientos, Linneo por
ejemplo ordena el mundo de las plantas, surgen
las grandes clasificaciones de las especies y géneros
animales, etc.
En el campo de la salud mental también
empiezan a surgir una serie de clasificaciones, de cuadros
nosográficos, que intentan describir en una especie de
mirada panorámica, todos los casos que el descriptor
entendía que formaban parte de la patología. Por
supuesto que no hubo consenso en hacer una única
clasificación sino que la mayoría de los autores
importantes, construyó la suya, siendo tal vez la
más importante la de Kraepelin.
Ahora, Uds. se dan cuenta que, en este momento, fines
del siglo XIX, lo que predomina es fundamentalmente la mirada.
Una mirada que ordena el mundo a partir de ciertas ideas que,
específicamente en el tema de la salud mental, giraban en
torno al hecho de
que la patología mental era siempre la consecuencia de una
lesión cerebral. El modelo a
partir del cual se organiza esta mirada es el modelo que
algunos autores llaman órgano-mecanicista. Se parte del
hecho que, como venía constatándolo la medicina general
en otros terrenos, siempre había una base lesional y que
la enfermedad mental era la resultante de alguno tipo de
lesión. La enfermedad prototípica era la
parálisis general progresiva que efectivamente es la
resultante de lesiones concretas.
Este proceso
coincidió también con las primeras descripciones
anatómicas, los primeros mapas del
cerebro, por
primera vez se empieza a estudiar el cerebro
sistemáticamente y comienza a desarrollarse una especie de
geografía
del cerebro que dice:
"este lugar hace tal cosa", "este lugar tiene que ver con tal
otra". De modo tal que este es un primer intento serio de
comprender la enfermedad mental a partir de la base física, de la base
orgánica concreta de tipo lesional.
Hubo algunas descripciones muy importantes en esta
época, muy minuciosas y detalladas; insisto en que lo
central de este período es la mirada sobre el problema de
la enfermedad mental y el afán clasificatorio. Siempre
pensando la enfermedad mental como algo que le pasa al otro. Es
decir, entre el clasificador y el enfermo hay un abismo. El otro
es el enfermo. Yo soy el que está sano y desde mi salud,
desde mi conocimiento,
desde mi saber, lo clasifico, como otros expertos clasifican
plantas, insectos
o animales.
Este punto de vista empezó a declinar hacia fines
de siglo. Entre otras cosas porque evidentemente, había
muchas patologías en las que era muy complejo y muy
difícil sino imposible encontrar la famosa base lesional.
Enfermos con cuadros muy espectaculares, muertos en los
hospicios, eran estudiados, sus cerebros eran estudiados
anatómicamente con los métodos de
exploración de la época y no había ninguna
alteración visible.
Posteriormente a este empeño de la
psiquiatría por la descripción de enfermedades, desde los
comienzos del siglo XX se ha venido asistiendo a una
reacción y, progresivamente, se ha tendido a considerar
las enfermedades
mentales como formas cuya tipicidad de estructura y
evolución no puede ser asimilada a una
especificidad absoluta de naturaleza,
puesto que estos síndromes o reacciones derivan o parecen
derivar de etiologías diversas.
Esta elasticidad del
concepto de enfermedades mentales,
éste carácter más dinámico y, por
así decir, más personal de sus
manifestaciones, su complejidad y carácter intrincado, se
ha operado por la influencia de dos grandes movimientos, por otra
parte profundamente vinculados entre sí.
El aspecto orgánico y anatomopatológico,
del proceso
morboso fue lo primero que perdió su excesiva vigencia en
beneficio de las concepciones psicogénicas o
psicodinámicas. Es así como los descubrimientos
fundamentales de la estructura del
inconsciente y de su papel
patógeno por Sigmund Freud ha
revolucionado la psiquiatría clásica o
"kraepeliniana". En efecto, según esta perspectiva, la
forma rígida de las entidades tiende a desaparecer para
prestarse a una interpretación más dinámica del papel de la
actividad psíquica en la formación de los cuadros
clínicos.
Freud produce una auténtica ruptura
epistemológica, ¿por qué?, porque viene a
plantear un modo de abordar y de pensar la enfermedad mental que
era totalmente inédito. Hay un salto cualitativo en ese
momento. Piensen que la primer obra significativa de Freud, "La
Interpretación de los Sueños", (hay otras
anteriores el Proyecto, los
Estudios sobre la histeria, etc.) pero la obra de ruptura que es
La Interpretación de los Sueños, estuvo terminada
para 1899 y fue publicada en 1900. El discurso
Freudiano introduce una profunda transformación, porque
esta actitud
epistemológica del psiquiatra tradicional que miraba el
mundo para ordenarlo, se desplaza, se corre de lugar, porque
Freud viene a
proponer que en lugar del ojo hay que usar la oreja. Entonces, la
mirada pasa, digamos, a un segundo plano, y empieza a funcionar
el oído, esto es, la escucha. Esto como actitud
epistemológica es de gran importancia porque ahora el que
escucha intenta comprender. Ya no está en la actitud del
que mira el mundo para ordenarlo, sino que el que escucha dice:
"yo quiero entender", trato de comprender la patología en
su intimidad, en sus mecanismos mas complejos, por eso Freud plantea,
(no vamos a desarrollar ni mucho menos el pensamiento de
Freud), pero
Freud plantea
claramente un proyecto
metapsicológico que intenta dar cuenta justamente de los
mecanismos y de la intimidad de la patología.
Este cambio de
actitud que
introduce Freud no solo significa cambiar el ojo por la oreja
sino que también implica la producción de un acortamiento de las
distancias entre el supuestamente sano y el supuestamente
enfermo. El enfermo ya no es el otro, como otro distante y
lejano, el enfermo soy yo. Freud nos dice, que los mismos
mecanismos que operan en la patología, operan en cada uno
de nosotros, los así llamados normales. Que las mismas
estructuras,
las mismas instancias, los mismos mecanismos de defensa,
están operando tanto en la patología como en la
salud. Esto es, que entre el enfermo y la persona llamada
normal, simplemente hay una diferencia de grado, una diferencia
de cantidad, no de cualidad. La diferencia no es cualitativa, es
simplemente cuantitativa. Quiero decir que entre la angustia que
puedo sentir yo como supuestamente normal y la angustia
psicótica, no hay una diferencia de calidad, hay
diferencia en la cantidad. La primera es una angustia que
aniquila, es una angustia que desborda, que no tiene control porque
hay un colapso defensivo. En mi caso, mis mecanismos de defensa
más o menos funcionan y puedo controlarlo, pero no hay una
diferencia radical.
De modo que, esta lejanía del enfermo ya no es
tal, se reduce drásticamente. El enfermo paso a ser yo. Me
parece que esto es muy importante, insisto, porque produce un
gran cambio de
perspectiva que de alguna manera va a marcar todo el siglo XX.
Nadie puede dudar de la importancia del pensamiento
Freudiano en el desarrollo de
las ideas y de la vida a lo largo del siglo XX. Paul Ricoeur, en
alguno de sus textos dice que los tres pensadores que más
han influido a lo largo del siglo XX, son tres pensadores del
siglo pasado: uno es Nietszche, el otro es Marx y el otro es
Freud. Los tres son pensadores nacidos el siglo pasado. Esto
puede ser un poco discutible pero, no hay ninguna duda que si no
son los tres que más han influido, están por lo
menos entre los cinco o seis más importantes.
Los que han estado
siguiendo el curso de este ciclo de charlas y han escuchado a los
especialistas en filosofía, creo que tienen claro hasta
que punto el pensamiento
nietszcheano sigue teniendo una influencia notable en alguno de
los pensadores mas importantes de nuestro tiempo. Marx está
un poco venido a menos, pero creo que todavía hay una gran
riqueza en el pensamiento
marxista, y el de Freud que también está un poco
caído por que inevitablemente forma parte del derrumbe de
los grandes relatos, de todas maneras sigue, me parece, aportando
algunas cosas muy significativas.
Para no seguir yéndonos por las ramas quiero que
quede claro esto: primero hasta fin del siglo XIX, un paradigma de
conocimiento
donde el eje pasa por la mirada, luego desde comienzos del siglo
XX un paradigma
donde el interés
pasa por la escucha, por el entender y la internalización
de la idea de que el enfermo soy yo. Es decir, queda puesta en
cuestión nuestra propia salud mental, ya no nos sentimos
tan seguros de
nuestra salud mental, como podría sentirse el hombre del
siglo XIX. Esto es lo que quiero dejar claro.
El otro aspecto que me parece fundamental es que,
así como a fines del siglo pasado se pensaba la enfermedad
mental y se trataba de comprenderla desde una causa muy concreta,
muy determinada como la lesión orgánica; la
inclusión del pensamiento
Freudiano y la profundización del conocimiento
de la intimidad de la enfermedad mental, empieza a poner en
evidencia que la salud mental no obedece solamente al
funcionamiento de las estructuras
cerebrales, que también el medio, las experiencias
concretas, las interacciones con los otros y la historia de cada sujeto,
cuentan para entender el porqué de su mayor o menor
equilibrio
emocional. Yo creo que este es uno de los grandes aportes de
Freud en la medida que desmedicaliza la enfermedad mental, le
quita esta imagen de
patología física que tiene que
ver exclusivamente con el saber médico e introduce los
factores psicológicos, los factores antropológicos,
los factores sociales.
Esto termina derivando en un concepto que hoy se maneja
habitualmente para comprender la patología mental y es el
concepto de policausalidad. Es decir, ya no pensamos, salvo en
cuestiones muy puntuales, en patologías muy claramente
definidas, ya no pensamos decía, que la pérdida de
salud mental obedece a un único factor, sino más
bien a una especie de sumatoria, a una interacción
acumulativa, de diversos factores. En esto también hay que
reconocer el aporte Freudiano porque él ya había
trabajado el concepto de "series complementarias", en el que
planteaba que la patología se produce por una
interacción entre aquellos factores que el sujeto trae
genéticamente y la historia personal, los
eventos, las
cosas que le fueron pasando y que le pasan. Entonces Freud
decía: miren entre estos dos factores, lo que
llamaríamos lo genético y este otro que
llamaríamos la historia del sujeto, hay una
relación inversamente proporcional. Esto es que, cuanto
mayor sea la carga genética
del sujeto, menor importancia tendrán que tener los
eventos de su
vida para que ese sujeto se descompense y viceversa. De modo que
depende de una doble serie de factores que tienen que ver, por un
lado con el cuerpo y por el otro con la historia del sujeto, con
la historia en el sentido más amplio del término,
con la historia personal y con la
historia en el sentido de coyuntura histórica, con el
contexto de época en el que a cada uno le toca vivir.
Estas dos series de factores, interactuando, absolutamente
imbricadas una con la otra, son las que permiten comprender
más cabalmente porque una persona
enferma.
Tal es así que, en los últimos años
se viene produciendo una especie de transformación del
concepto de enfermedad mental, en el sentido que se da una
dilución de la idea de enfermedad mental que empieza a ser
reemplazada por la idea de trastorno mental, que es otra cosa.
Los que están en el tema de la salud mental y consultan
habitualmente un texto como el
DSM-IV, que es un manual de
diagnóstico y estadística de los trastornos mentales,
recordarán que la palabra enfermedad aparece muy poco y la
que sí se utiliza es la palabra trastorno. Esto es muy
interesante porque el diccionario
Dorlan de ciencias
médicas define la enfermedad como un "conjunto de signos y
de síntomas que tienen la misma evolución y proceden de una causa
específica de origen conocido o no", en cambio el
trastorno es "una alteración o perturbación de una
función física o
psíquica". Yo les pido que retengan este concepto de
trastorno como alteración o perturbación de una
función psíquica, porque creo que esta es la
palabra que mejor describe lo que hoy llamamos patologías
mentales, salvo insisto, la excepciones como las demencias, etc.
donde realmente hay una lesión orgánica y
ahí sí se puede utilizar el concepto de
enfermedad.
De todas maneras, para que esto quede claro y para que
empecemos a ver más en detalle otras cuestiones, he
traído la definición de salud mental que propone
la
Organización Mundial de la Salud, que me parece que
es, claramente, la mejor. Es una definición que surge por
consenso de un grupo de
expertos de distintos países del mundo y que dice: "La
salud mental se definió como aquel estado sujeto
a fluctuaciones, provenientes de factores biológicos y
sociales en que el individuo se encuentra en condiciones de
conseguir una síntesis satisfactoria de sus tendencias
instintivas, potencialmente antagónicas, así como
para formar y mantener relaciones armoniosas con los demás
y para participar constructivamente en los cambios que puedan
producirse en su medio ambiente
físico y social".
Lo que quiero señalar de esta definición
es que se define la salud mental como "aquel estado sujeto
a fluctuaciones", es decir, la salud mental nunca es una
línea recta, sino más bien una línea
ondulada, con crestas y valles, ondulaciones que se producen
dentro de ciertos límites, hay un piso y un techo.
Entonces, es un estado sujeto
a fluctuaciones pero no cualquier fluctuación, son
fluctuaciones que se dan dentro de ciertos límites, si
esas fluctuaciones sobrepasan dichos límites entonces
estamos en el terreno de lo patológico. Creo que esto es
claramente comprensible porque nosotros como sujetos humanos
somos conscientes de las variaciones de nuestros estados de
ánimo, hay días en que uno se levanta muy contento
y no sabe por qué y otros en que uno se levanta muy mal y
tampoco sabe por qué.
El otro punto que me parece muy importante es considerar
que estas fluctuaciones son provenientes de factores
biológicos o sociales. Desde lo biológico un simple
malestar digestivo, por ejemplo un dolor de estomago, es
suficiente para que mi estado de
ánimo cambie, yo no estoy igual, y simplemente estoy
hablando de algo muy sencillo, de algo muy trivial, ni hablemos
de un padecimiento físico importante. Pero también,
si yo pierdo mi trabajo, o si discuto con mi mujer, o si peleo
con mi hija, también esto provoca una alteración de
mi estado de ánimo. Entonces, esto que llamamos salud
mental está sujeto a fluctuaciones biológicas y
sociales, en el sentido de nuestra relación con el mundo y
con los otros. Quiero detenerme en este punto para aclarar que
las alteraciones biológicas tienen una relativa
estabilidad. Desde el punto de vista biológico el ser
humano no ha cambiado mucho en los últimos miles de
años, de modo que las alteraciones que tienen que ver con
el cuerpo básicamente son las mismas. Lo que sí
cambia profundamente es lo social. A ese punto es al que quiero
llegar.
Creo que no se puede comprender la situación de
la salud mental hoy en el mundo si uno no la ve en un contexto
más amplio, que es el de las profundas transformaciones y
cambios que se han producido en los últimos años.
Si uno quiere comprender cualquier fenómeno en su
intimidad hay que pensarlo siempre en función del contexto
del cual forma parte. Los fenómenos pensados en sí
mismos como hechos aislados, no son comprensibles. Por que todo
lo que nos rodea o es un sistema en
sí mismo o es parte de un sistema mayor. De
modo tal que no hay opción mejor que esta para pensar las
cosas con mayor claridad.
Desde este punto de vista quiero que empecemos a pensar
la cuestión de la crisis. Creo
que nadie tiene dudas de que vivimos en un contexto de crisis. Es la
famosa globalización. Todo el mudo habla de
la
globalización, todo el mundo padece algunos
fenómenos vinculados con la
globalización. Pero la
globalización es la resultante, es un fenómeno
que se inscribe en un proceso de
transformación a largo plazo de las sociedades, y
por lo tanto, la crisis en la
que vivimos tiene varias vertientes. Vamos a detenernos en las
dos más importantes.
Una es la vertiente económica. Evidentemente
la
globalización es un fenómeno que tiene características económicas, esto no
hace falta discutirlo; pero por otro lado la
globalización también tiene otra pata en la que
se apoya y esta tiene que ver con lo antropológico. Con
una crisis del
sujeto. Si tratamos de entender el problema de la globalización solo como un fenómeno
económico, nos va a faltar una pata y lo vamos a entender
a medias. La globalización debe ser entendida a partir
de los profundos cambios que se dan con la
internacionalización de los mercados, el
borramiento de las fronteras, etc. pero además en el
contexto de una crisis del
sujeto que es previa, una crisis del sujeto que empezó
antes de la globalización. La crisis del sujeto no se
produce simultáneamente con lo que llamamos globalización, sino que es una crisis que
tiene un comienzo anterior.
Lo cierto es, que como consecuencia de este estado de
cosas donde coinciden la globalización económica
con la crisis del sujeto, se produce en occidente una triple
fractura, que son las consecuencias más visibles del
proceso de
cambio.
La primera fractura tiene que ver con el fallo de las
instituciones
que hacen funcionar el vínculo social y la solidaridad. Hay
un derrumbe de las organizaciones
intermedias, hay un derrumbe del poder
sindical, hay un derrumbe de todo lo que tiene que ver con la
solidaridad, esto
es lo que en la jerga de los economistas se llama la crisis del
estado benefactor. La crisis del estado benefactor es esto: el
derrumbe de las instituciones
que hacen funcionar la solidaridad.
El estado que
se hace cargo de la salud, el estado que
se hace cargo de los viejos, el estado que
se hace cargo de la educación, de la
seguridad, deja
de cumplir con esas funciones. Esta
es la primera fractura.
La segunda fractura tiene que ver con un fallo en la
relación entre trabajo y economía. Es lo que
llamaríamos la crisis del trabajo. Hay un fallo en las
relaciones entre trabajo y economía porque
tradicionalmente economía y trabajo
funcionaron asociadas, la función de la economía es
garantizar el trabajo a
los individuos para que los individuos puedan ser productivos,
para que a su vez tengan acceso a un salario que les
posibilite tener acceso a determinados bienes, etc.
Cuando esto se quiebra, -ya
vamos a ver que consecuencias tiene-, se produce un fallo que
implica la exclusión de miles de personas en lo que se
denomina la crisis del trabajo.
La tercera fractura tiene que ver con lo
antropológico, y es un cambio en la
constitución de las identidades
individuales y colectivas. Esta fractura incide directamente en
la amplificación y el ahondamiento de la crisis del
sujeto.
Vamos a ver como influye este triple fallo tanto desde
el punto de vista de la crisis del trabajo como desde el punto de
vista de la crisis del sujeto, que es lo que a nosotros
más nos interesa.
El dato más relevante de la realidad
económica en el mundo occidental es el desempleo masivo,
un desempleo que
tiende a crecer y que no parece demasiado fácil de
revertir. Yo no soy economista, de modo que no quiero detenerme a
analizar eso, simplemente creo que ese es un dato de la realidad,
no hace falta ser economista para saber que hay un desempleo masivo.
Lo que a mí me interesa, como psicólogo, son las
consecuencias que ese desempleo masivo
tiene en la salud mental de la gente.
El primer aspecto que me parece esencial es el hecho de
que el desempleo masivo
provoca en miles de personas una pérdida de la identidad. Uno
de los puntos centrales de la identidad de
cada sujeto tiene que ver con lo que hace, uno es lo que hace. Y
si uno no hace nada, no es nada.
El segundo elemento también vinculado con el
desempleo es la incertidumbre sobre el futuro. No hay futuro.
Esta es la sensación concreta que tiene mucha gente, joven
y no joven, no hay futuro, -volveremos sobre el tema-, pero me
parece que es un dato para pensar.
El otro ítem significativo vinculado a la crisis
del desempleo. tiene que ver con el quiebre de la
organización social y de las representaciones
colectivas. Esto es, con el colapso del poder sindical
en el mundo entero, con el colapso de las formas organizativas de
tipo colectivo. Obviamente no vamos a entrar a detallar como
influye en esto la caída de la Unión
Soviética, etc…etc. porque sería demasiado
extenso y no pertinente. Pero de todas maneras, ese quiebre de
la
organización social y de las representaciones
colectivas es otro dato muy vinculado al tema del
desempleo.
Otro aspecto, relacionado con lo mismo es la
transgresión del contrato social y
cívico. El contrato social y
cívico significa que todos nosotros que formamos parte de
una sociedad estamos
dispuestos a respetar ciertas normas, ciertas
consignas, ciertas reglas. Pero si lo que se ha establecido es
una guerra de
todos contra todos, si acá lo único que importa es
sobrevivir, entonces el contrato social y
cívico, hablando mal y pronto se va al diablo, o como
diría Durkheim mucho
más elegantemente, reina la anomia.
La otra cuestión vinculada con esto tiene que ver
con la desconfianza generalizada hacia la dirigencia. Los
dirigentes han perdido credibilidad, pero no en la Argentina, no
Menem, han
perdido credibilidad en el mundo entero. Hay una desconfianza
generalizada, la gente dice "que me va a resolver este tipo el
problema a mí", la gente busca respuestas y no las
encuentra.
Evidentemente, dentro de este panorama, es casi
inevitable que muchas personas terminen por desarrollar una
visión negativa del mundo. Hay miles de personas que
desarrollan esta visión negativa del mundo y no hace falta
explicar ni entrar en detalles para comprender la relación
que hay entre una visión negativa del mundo y el hecho de
que uno esté deprimido. Esa visión negativa conduce
hacia dos cosas: en algunas personas genera un rechazo, un
rechazo ciego, donde el tipo dice "yo no me banco más
esto, estoy mal, me enojo, protesto, despotrico", y termina
oponiéndose a todo, aún a lo que eventualmente esta
bien. En otros, son los más, lo que provoca es una especie
de resignación, de aceptación pasiva. Y esto le
pasa a la mayoría, porque el sistema funciona
en la dirección de transmitir y sostener la idea
de que este es el único ordenamiento posible, que no hay
otro, que cualquier alternativa distinta está equivocada,
es una locura o, lo que es casi lo mismo, una utopía
irrealizable.
Todo esto conduce a que se produzca, para millones de
personas, el fin de un marco de inteligibilidad del mundo, es
decir, el mundo ha perdido ordenamiento, ya no puede ser
leído en términos que sean comprensibles. La gente
sencilla, la gente que no tiene acceso a conocimientos
específicos no puede entender lo que pasa. Al señor
que trabajó cuarenta años y que aportó toda
su vida para una jubilación y ahora tiene que vivir con
ciento cincuenta pesos, no hay manera de explicarle lo que
está pasando. Y no porque sea tonto, sino porque se han
quebrado sus marcos de inteligibilidad del mundo, no lo puede
entender.
El otro aspecto, vinculado con el desempleo masivo es la
inseguridad.
Porque no solo está mal el sujeto que se quedó sin
trabajo, también está mal el que tiene trabajo y
teme perderlo. El que tiene un trabajo y está todo el
día pensando: "en cualquier momento me echan". Esto
generalmente es así. Me parece que no requiere ninguna
explicación adicional porque es notorio, la gente lo dice
en la calle. La gente tiene miedo. Si el patrón le dice:
"mirá, yo te pago por ocho horas, pero vas a tener que
venir nueve", o "vas a tener que venir diez", y no te voy a pagar
horas extras, el tipo dice: "que va a ser, peor es que me eche",
y va y trabaja sin protestar, ¿o no es así?. Esto
tiene que ver con un retroceso, y es un retroceso que se da en el
mundo entero, no es un problema argentino, es un problema del
mundo.
Lo que quisiera puntualizar en relación a este
tema, es algo que mencionamos antes, pero quiero entrar un poco
más en detalles, ¿Hasta que punto esta
situación produce un cambio en la relación con el
tiempo?. Me
refiero puntualmente a esto; el tiempo tiene tres
dimensiones, pasado, presente y futuro. Desde siempre el futuro
es el lugar de la esperanza. El futuro es el lugar de la
expectativa, el futuro es el lugar de los sueños, el
futuro es el lugar donde uno deposita todas las cosas que hoy no
puede hacer pero que alguna vez hará. ¿Qué
pasa en la cabeza de la gente cuando empieza a sentir que no hay
futuro?. Fijensé que se ha producido una inversión tan notable en este aspecto que,
durante muchos años, como el futuro era el lugar de la
esperanza, la gente sentía que hoy estaba mal pero que si
trabajaba, si se esforzaba, si se superaba, iba a progresar, este
es el mito del
progreso, el mito del
positivismo.
¿Cuantas personas proviniendo de hogares humildes,
tuvieron la posibilidad de estudiar, de formarse, de tener una
profesión y esto les posibilitó una movilidad
social, un ascenso social, el tener acceso a ciertos bienes, a
cierto nivel de confort?. Eso parece que hoy ya no es así.
Entonces empieza a darse este fenómeno: así como
antes las condiciones iniciales podían ser malas, pero
había una expectativa de futuro, y la posibilidad de
mejorar en ese futuro, hoy parece que las condiciones iniciales
son las esenciales, es decir, según como esté
posicionado, -pensemos en los jóvenes-, por ejemplo si es
hijo de una familia acomodada
económicamente, esto empieza a tener más peso en la
determinación de su futuro. Por que éste es el que
va a poder ir a la
universidad
privada, éste es el que va a poder hacer el
posgrado en los EEUU, éste es el que va a tener el trabajo
asegurado. El futuro del otro, que no parte con estas ventajas
comparativa, ya no está garantizado. Este país
concretamente, está lleno de profesionales,
médicos, psicólogos, arquitectos, etc. que trabajan
como empleados, que no trabajan, o que trabajan en cualquier otra
cosa. A esto me refiero cuando hablo de una inversión del sentido del tiempo: lo
más decisivo para el futuro está en las condiciones
iniciales que desempeñan un papel
determinante en el destino de los individuos.
De todas maneras, así como recién
veíamos cuales son las consecuencias del problema del
desempleo masivo, lo que me interesa ver ahora es la
cuestión desde el punto de vista antropológico,
desde el punto de vista de la crisis del sujeto. El aspecto clave
desde esa perspectiva es el problema del individualismo. Creo que
en este contexto que venimos narrando, el tema del individualismo
tiene una importancia central. Primero vamos a tratar de aclarar
a que nos referimos cuando hablamos de individualismo porque la
palabra es polisemica, tiene diversas acepciones.
En primer lugar podemos hablar de individualismo desde
un punto de vista filosófico, como un principio de
valoración de la autonomía, de la autenticidad,
esto es el individualismo filosófico.
Desde el punto de vista de la evolución moral desde
hace unos años hablamos de individualismo para hacer
referencia al triunfo del mercado, a la
imposición del mercado y al
repliegue del sujeto sobre sí mismo.
Finalmente, como hecho sociológico el
individualismo contemporáneo significa el derrumbe, el
colapso de los cuerpos intermedios, la fragilización de
los vínculos entre las personas, de los vínculos
comunitarios, la tendencia cada vez más marcada a la
atomización social.
Sin embargo, no todo es malo en el individualismo. En la
evolución del individualismo moderno se
pueden marcar, se pueden discriminar, por lo menos dos momentos.
Hay un primer momento de crecimiento y desarrollo del
individualismo que corresponde a los años ’70, que
son años de cambio, de transformación profunda, tal
vez un poco antes, el mayo francés es del ’68, el
movimiento
"hippie" de los ’60, donde el desarrollo del
individualismo va en la dirección de una mayor emancipación,
de un mayor crecimiento de los sujetos, de un incremento de la
autoestima, de
una toma de consciencia de los sujetos como portadores de
derecho, "yo quiero esto", "yo tengo derecho a esto", "yo quiero
vivir mi vida como me plazca", "yo no quiero más
situaciones de sometimiento", "no quiero más ataduras",
"no quiero que nadie venga a decirme lo que tengo que hacer con
mi vida sexual", "no quiero que me digan a quién tengo que
votar", etc. etc. Esto es una explosión que, insisto, en
esta primera etapa tiene un aspecto positivo.
El problema es que a nosotros nos toca vivir hoy la cara
oscura del individualismo, la cara negativa del mismo. El
individualismo de los ’90 ya no es el individualismo
alegre, feliz, libertario, de los ’60 o de los ’70.
El individualismo de los ’90 es el de la soledad, el del
no-encuentro con el otro. Quiero leerles una cita de, Jean-Claude
Guillebaud, que dice: "En esta etapa, la desigualdad no es lo
único que se pone en tela de juicio. La cuestión no
se reduce a la injusticia del reparto, por más que este
sea cruel y se agrave. La sorda queja que sube en torno a nosotros
es consubstancial a las mismas dichas de que disfrutamos. Como si
el triunfo del Yo, el goce bulímico y la ingravidez de
nuestras vidas estuvieran gangrenadas por una frustración
incurable: un sentimiento de soledad que estropea nuestra
libertad, un
asco que acompaña nuestras comilonas, una violencia que
acecha nuestros placeres, un vértigo que perturba nuestro
vagabundeo, un desamparo que nos asedia". Y agrega más
adelante: "Hasta las falsas audacias del aparato mediático
–los reality shows, las confesiones interactivas, los
programas de
radio
provocadores-, revelan, como de improviso, una realidad que no
nos imaginábamos. Lo que se expresa entonces no es la
exultación del "todo está permitido", sino lo
contrario: el malestar solitario, el sufrimiento oculto, la
desesperación. Comprobarlo no significa suscribir los
moralismos que circulan. Es verificar una evidencia: el
individualismo absoluto genera sus propios
padecimientos".
Es en esta dirección, pensando la cuestión del
individualismo que quiero marcar cuales son las diferencias que
existen entre pertenecer a un grupo, estar
integrado a lo colectivo y lo que significa la disolución
de lo colectivo.
En primer lugar y fundamentalmente, pertenecer a un
grupo le da un
sentido a la vida. Pertenecer a una familia,
pertenecer a un gremio, pertenecer a un grupo de
amigos, le da sentido a nuestra existencia. John Donne
decía en 1600 y pico, "ningún hombre es una
isla, todos somos partes del continente, por eso no preguntes por
quién doblan las campanas, doblan por ti". La producción de sentido en la vida
está siempre vinculada con los otros.
Evidentemente la pertenencia a lo colectivo permite
construir una identidad.
Decimos: "Yo soy hincha de boca", "yo soy peronista", "yo soy
radical", es decir, la pertenencia a un sistema colectivo
construye nuestra identidad. Nos
definimos por esas cosas. Si yo no soy hincha de nadie, no tengo
ninguna preferencia en nada, no me vinculo con nadie,
¿qué identidad
tengo?, ¿quién soy yo?.
Finalmente, la pertenencia a lo colectivo satisface
necesidades individuales, hay una gran cantidad de situaciones
que un ser humano tiene que afrontar, que las afronta mejor con
otros que solo. Así de simple es.
Veamos entonces qué implica este proceso de
disolución de lo colectivo por el que atraviesa occidente.
En primer lugar, tal como lo dijimos antes, implica una
pérdida de identidad. En la medida en que perdemos las
identificaciones colectivas, empezamos a perder identidad, cada
vez nos resulta más difícil decir lo que somos. La
disolución de lo colectivo también significa una
mayor presión para el individuo, el sujeto empieza a
recibir una serie de presiones de todo tipo y no tiene un
grupo en el
cual apoyarse. El hecho de ser un individuo aislado, implica una
necesidad permanente de automejoramiento, de tener que trabajar
todo el tiempo para ser mejor porque estamos en el contexto de
una sociedad
competitiva que nos dice: "si dejás de pedalear,
perdiste". Por lo tanto tenemos que pedalear siempre. Esto
significa una enorme presión para todos.
Si el hecho de pertenecer a un grupo le da sentido a la
vida, el hecho de permanecer aislado obliga a que cada uno tenga
que empezar a darle un sentido por sí mismo a la vida, lo
cual no es nada sencillo, nunca mejor que en esta época
resultan válidas las palabras de Sartre de que
"Estamos condenados a la libertad".
Evidentemente, el hecho de estar solo implica para la
mayoría de los sujetos una mayor fragilidad
psíquica, una mayor indefensión, una mayor
vulnerabilidad.
La disolución de lo colectivo implica un aumento
de la incertidumbre, porque en la medida en que tengo que dar una
respuesta personal, en la
medida en que tengo que encontrar un sentido para mi vida con mis
propios medios, en la
medida en que no tengo donde apoyarme, en la medida en que siente
que mi futuro es incierto o directamente que no hay futuro,
evidentemente la incertidumbre se hace cada vez mayor. Ojo que
esto no es un simple comentario, estoy convencido que todos
tenemos una mayor incertidumbre, todos, sin excepción. Y
el problema es que no nos gusta vivir en la incertidumbre, nos
gustan las certezas. Nos tranquilizan las certezas. Aunque
estén equivocadas. El hecho de tener una convicción
profunda, aún equivocada, da tranquilidad. La
incertidumbre permanente nos intranquiliza permanentemente. Nos
desestabiliza, nos desacomoda. Finalmente la disolución de
lo colectivo termina por producir un repliegue sobre sí
mismo.
Un par de autores franceses, que en realidad representan
a un colectivo, a un grupo de reflexión que viene
produciendo desde hace un tiempo, escriben un libro que
refleja la postura del grupo, se llaman Jean Paul Fitoussi y
Pierre Rosanvallon, en este texto dicen:
"A medida que flaquea el apoyo de las instituciones
de encuadramiento y las normas sociales
de conducta, brota
una angustia tan difusa como apremiante. Incapaces de analizar
claramente sus mecanismos, polarizamos nuestras actitudes
sobre las formas mas elementales de la tranquilidad: la del
retorno del gendarme y la propuesta "pararreligiosa" con el
fenómeno del desarrollo de
las sectas".
Me parece interesante este comentario porque mirando lo
que pasa en Europa, el
retorno del gendarme es muy notorio. El Frente Nacional de LePenn
que representa a la derecha xenófoba en Francia cada
vez convoca más gente, los movimientos neonazis en
Alemania, los
neofacistas en Italia, cada vez
convocan más gente. Es el retorno del gendarme, es la
gente que dice: no podemos vivir en esta incertidumbre, no
podemos vivir en medio del desorden y de la angustia, que venga
alguien con mano dura. Esta historia, en el país,
también nosotros la conocemos. Esto esta empezando a pasar
en muchos lugares del mundo, no solo en Europa. Cuando a
la gente en Buenos Aires se
le pregunta cuales son sus motivos de preocupación
responde con dos cosas: la desocupación y la seguridad. Y el
problema de la seguridad,
¿cómo se resuelve?, y la gente dice: hay que poner
más policía. La cuestión es que el problema
no se resuelve con más policía, el problema se
resuelve con más trabajo, con una distribución más justa del ingreso.
Lo que pasa es que el sistema no
está en condiciones de dar más trabajo, pero no
podemos pensar que el problema se va a resolver porque metamos
preso a la gente.
El otro tema es el fenómeno de las sectas que
también es muy interesante y es un fenómeno no solo
de Argentina sino de
todo occidente. Con respecto a esto quiero decir dos cosas: la
primera es una definición que a mi me encanta, pertenece a
Chesterton y ya tiene no menos de 70 u 80 años, Chesterton
dijo: "Desde que los hombres ya no creen en Dios, no es que no
creen en nada, creen en todo". Creen en el horóscopo, en
el tarot, en los "videntes", en los manosantas, en cualquier
cosa. Me parece que la opinión de Chesterton es una buena
síntesis. La otra es una definición de Harold Bloom
que hablando de la New Age dijo: "La new age es al pensamiento lo
que las hamburguesas McDonald son a la comida". Esta
también me parece una excelente definición. Por que
el fenómeno de las sectas es un fenómeno que se
generaliza y, sin ser experto en sectas, tengo la
sensación de que las hay de dos clases. Una que
llamaríamos las sectas de la línea dura, que
funcionan como una estructura de
encuadramiento extremadamente rígida, de sometimiento casi
a nivel de esclavitud del
sujeto que ingresa en ella, donde hay verdaderas aberraciones,
uno se pregunta ¿cómo la gente se engancha es
esto?, ¿cómo lo tolera?, ¿cómo lo
soporta?. Esto es un síntoma, y es un síntoma
porque en un contexto social de anomia en que cada cual hace lo
que quiere; así como algunos adhieren al partido neonazi o
al frente nacional de LePenn, otros adhieren a las sectas, desde
otra línea digamos, pero que también les organiza
la vida estricta y rígidamente. "Vos tenés que
hacer esto, esto y esto" y ya no tenés más
necesidad de pensar, porque para eso está el "gurú"
que piensa y te dice lo que tenés que hacer. Ese es un
tipo de secta. El otro, tipo "new age", es el grupo de
"está todo bien", "todo es lindo, hay que armonizarse,
serenarse, relajarse, hacer vida sana, cuidarse en la comida,
estar en contacto con la naturaleza, todo
es mágico", es decir, un pensamiento casi infantil,
liviano, sin contradicciones, sin deberes ni obligaciones
fuertes donde cada uno hace lo que quiere. Por eso Bloom dice que
esto es al pensamiento lo que las hamburguesas son a la comida. A
la verdadera comida. Sin embargo esa onda prende mucho, es la
onda de una religiosidad "light". La religión en serio
implica adherir a ciertos principios, la
religión
en serio dice "esto está bien, esto está mal", el
creyente sabe que es lo que está bien y que es lo que
está mal, si actúa en función de lo que
está mal, sabe que está pecando y tendrá que
pagar las consecuencias. Si quiere tener un premio, tendrá
que portarse de acuerdo a los preceptos establecidos, no por
él sino por una autoridad
superior. Pero no hay medias tintas. Las religiones tradicionales
tienen un sistema organizado de ideas y fijan normas claras.
Que uno las siga o no es otra historia. Pero estas pseudo
religiones en
realidad son "haz lo que quieras", lo importante es sentirse
bien, si el individuo se siente bien, está todo
bárbaro. El problema es que la gente hace todo eso, pero
no se siente bien. Se siente cada vez peor.
Pero, volvamos a nuestro tema. Dice Guillebaud: "…la
ruina de la ciudadanía, la delicuescencia sindical, el
gran deterioro educativo, el hundimiento del civismo, el
repliegue medroso sobre la esfera privada, la declinación
de los modelos de
parentesco… todos estos fenómenos participan de un mismo
origen: la victoria definitiva del "yo" sobre el "nosotros", la
disolución programada del vínculo social". Estos
son, diagnósticos, si Uds. quieren. Guillebaud es un
sociólogo francés y estamos citando textos del
año pasado.
En este contexto de disolución de los social, me
voy a detener un minuto en el tema de la familia.
Quiero rápidamente hacer una pequeña
comparación entre lo que llamamos la familia
tradicional y la actual.
La familia
tradicional era autoritaria. Había un papá que
decía: "mirá viejo esto es así, si te gusta
está bien, si no te gusta te fajo", y uno tenía que
bancarse eso, no era una familia, entre
comillas, "democrática", la democracia
quedaba afuera de la familia.
Era una estructura
jerárquica, con una autoridad
firme y sólida, con sus injusticias, si Uds. quieren, pero
así funcionaba. Esa familia
tradicional, más allá del autoritarismo que
indudablemente tenía, también operaba como un
espacio de sostén social y afectivo para los sujetos que
la componían. Operaba como un lugar de
redistribución económica. El ingreso que
tenía la familia se
repartía equitativamente entre todos los miembros
según sus necesidades. O comemos todos o no come nadie,
pero no que este come y este no. Había un fuerte
vínculo de solidaridad en
ese tipo de familia.
Otro dato importante es que la familia
tradicional nos incluía en una historia. Nos
incluía en una genealogía, uno tenía primos,
abuelos, tíos, bisabuelos en algunos casos. Nos
incluía en una historia y nos juntábamos para
festejar algunos eventos de los
que participaba toda la familia, y nos contaban historias del
nono que alguna vez hizo esto o aquello. Nosotros no
éramos sujetos que se habían generado
espontáneamente aquí y ahora, detrás nuestro
había una historia. Muchas veces esa historia nos marcaba,
nos condicionaba, pero había una historia. Y tener una
historia, siempre, aún siendo mala, es mejor que no tener
ninguna. Esto lo podemos discutir, pero yo creo que es
así. Es preferible tener una historia, aún mala,
aún llena de baches, una historia a reparar, a redefinir,
a cambiar y a modificar, esto es mejor que no tener ninguna. Esta
familia tradicional era evidentemente para todos los sujetos un
punto de apoyo y referencia.
¿Cómo es la familia actual?, en esto
quiero hacer una aclaración, cuando hablo de la familia
actual me refiero en general al problema de la familia actual en
occidente, no al problema de la familia en Rafaela, que
todavía en muchos casos sigue teniendo la característica de familia tradicional,
aunque esté cambiando. En primer lugar pareciera que la
familia está tornándose simplemente en un espacio
contractual, hay un contrato, yo te
doy esto, vos me das aquello, tenemos más o menos
reglamentado los deberes, derechos y obligaciones
de cada uno de los miembros de este contrato y
así funcionamos. Ya no circulan los afectos de la misma
manera que antes, los afectos circulan de otra manera, de una
manera más "light". En la familia de los italianos, cuando
había una discusión se agarraban a piñas, se
puteaban, se querían matar, después se abrazaban,
lloraban todos juntos. La circulación de los afectos era
intensa, vital, notoria. Hoy los afectos circulan de una manera
mucho mas suave. La familia parece reducirse en muchos casos,
simplemente a un espacio contractual. Esto está vinculado
al hecho de que se ha producido una fragilización de los
lazos de parentesco, la familia en occidente tiende a recluirse
en sí misma, en muchos casos ya no incluye a sus miembros
en la historia de las generaciones. Los abuelos son unos viejos
que están allá y no se los ve nunca, los
tíos están desparramados, ya no interesa juntarse
porque cada uno tiene sus propias actividades y no está
dispuesto a renunciar a ninguna. Cada uno hace lo que puede en
este espacio contractual de la familia contemporánea. Es
notoria la fragilización de los lazos de parentesco, tanto
hacia la familia extensa, como entre los miembros del mismo
sistema familiar.
La familia actual también se caracteriza por la
baja fecundidad. Las tasas de crecimiento poblacional, en
Europa por
ejemplo, cada vez se caen más, son sociedades que
tienden a envejecer. Las parejas tienen en el mejor de los caso
un hijo y en muchos ninguno. Pero no porque no pueden,
simplemente porque eligen no tenerlo. Y eligen no tenerlo, (esto
se vincula con el individualismo), porque tener un hijo implica
renunciar a muchas cosas. Tener un hijo significa por ejemplo,
renunciar a cambiar el auto el año próximo,
significa que por mucho tiempo hay que hacerse cargo de su
cuidado, de su educación, de su
salud, eso molesta mucho, la gente quiere disfrutar, vivir su
vida, y en ese proyecto, los
hijos son una molestia.
Naturalmente, vínculos de pareja constituidos de
esta manera terminan siendo muy frágiles, por lo tanto
esto implica una alta divorcialidad. Las tasas de divorcio
tienden a crecer. El vínculo de la pareja se torna
más frágil, más volátil, más
inestable.
Pero además, el alargamiento de las expectativas
de vida como consecuencia del desarrollo de
la medicina,
significa que cada vez con más frecuencia en el seno de
una familia se da la coexitencia de hasta cuatro generaciones.
Esto hecho provoca dificultades inéditas porque genera el
problema de las personas mayores, que hacer con los más
viejos. Sobre todo que hacemos con los más viejos en un
contexto social de baja tasa de natalidad, porque los más
viejos se van a acumular en un extremo de la escala y cada vez
son más, mientras que, por otro lado cada vez hay menos
gente en el proceso productivo que genere los recursos para
darle de vivir a los de la tercera edad. No se si alguien tiene
una respuesta para esto. Y en un contexto familiar como el que
estamos describiendo, el viejo queda excluido.
Otras de las características de la familia actual es que
cada vez se da con más frecuencia la presencia de familias
reconstituidas o ensambladas. Son familias que se forman con
personas que vienen de situaciones de divorcio, que
traen hijos de matrimonios anteriores y a su vez tiene nuevos
hijos con sus nuevas parejas, el título de una
película de hace algunos años sintetiza la
situación de los hijos de estas familias: "Los
míos, los tuyos, los nuestros". Este tipo de familias
ensambladas crean dificultades inéditas, y situaciones de
convivencia complejas y muchas veces conflictivas.
También hay un crecimiento significativo de las
familias monoparentales, familias de un solo miembro, madres
solteras que tienen un hijo, hombres o mujeres divorciados que
conviven con un hijo, etc. En muchos casos se trata de un
elección consciente sobre de todo de parte de algunas
mujeres que quieren tener un hijo pero no un marido. En Nueva
York el 50% de la gente vive sola, hombres y mujeres. Y
establecen vínculos que casi siempre son transitorios. Las
parejas se arman y se desarman con mucha facilidad. Hay pocos
vínculos que comprometan profundamente, la mayoría
son superficiales.
Con respecto a la familia tradicional quiero citar a
Irene Théry, que ha trabajado el tema: "El espacio
privado, en oposición al espacio público, era, en
la tradición del siglo XIX, aquel en el cual el individuo
aceptaba que su libertad fuera
limitada por reglas de organización social de carácter
prepolítico. Era una zona franca de la democracia en
la que se ejercían lisa y llanamente las reglas de la
autoridad
paterna. El espacio público, al contrario, era el lugar de
referencia común y por consiguiente de los principios. Por
eso mismo era el lugar de la política, es decir
aquel donde se definían las reglas sociales destinadas a
transformar el mundo y, substrayendo al individuo del reino de la
necesidad, hacerlo avenir como ciudadano. Más: el
individuo podía emanciparse tanto mejor afuera por estar
sólidamente anclado en la tradición dentro del
espacio doméstico: el segundo servía de palanca al
primero".
Irene Théry es una socióloga francesa, tal
vez la cita es un poco densa, pero vamos a tratar de hacerla un
poco más comprensible. Théry dice: el espacio
privado en oposición al espacio público era en al
tradición del siglo XIX aquel en el cual el individuo
acepta que su libertad fuera
limitada por reglas de organización social de carácter
prepolítico, se refiere a la familia, por ejemplo y en ese
espacio no había democracia,
para los hijos no había democracia,
por eso dice que era una zona franca de la democracia, en
las que se ejercían lisa y llanamente las reglas de la
autoridad
paterna. El espacio público, al contrario, era el lugar de
referencia común y por consiguiente de los principios, por
eso mismo era el lugar de la política, la política estaba fuera
de la familia, correspondía al espacio público. Si
alguien quería pelear por la libertad, por
la democracia, salía a pelearlo afuera, no se peleaba con
sus padres, por que en la casa no había democracia. Es
interesante el planteo de Théry, por que en realidad lo
que nos está diciendo es que esta estructura, a
lo mejor rígida, del espacio privado, familiar,
ponía en condiciones y preparaba a los sujetos para la
pelea en el afuera, para la lucha por los principios, para
vivir como ciudadano en el afuera. La democracia había que
pelearla afuera, el mundo más justo había que
buscarlo afuera y según ella, este espacio entre comillas
de "sometimiento" en lo privado era lo que posibilitaba el salir
a pedir algo en lo público, en el plano de la política.
De todas maneras, otro francés, como verán
parece que he estado leyendo solo a los franceses, pero
francamente, los franceses tienen en estas cosas una lucidez y
una claridad, por lo menos para hacer diagnósticos, que en
mi opinión es notable. Un autor francés como les
decía, que se llama Robert Castel, acuñó el
concepto de "desafiliación", estamos desafiliados y esta
idea es interesante, porque estar afiliado tiene que ver con
filium, tiene que ver con los afectos, es decir, estar afiliado a
algo es tener los afectos puestos en algo y estar desafiliado
literalmente quiere decir que se está alejado
afectivamente. Es interesante el concepto, entonces Castel dice
que: "Podría ser que llevados por el movimiento de
la individualización concebida como "libertad sin
límite para instituirse a sí mismo",
hubiéramos olvidado esa parte de anclaje de la familia en
la construcción social, que consiste en
procurar sobrevivirse a sí mismo a través de la
descendencia, en que se tienen deberes, una especie de deuda
primaria de solidaridad para
con aquellos en quienes se encarna ese deseo y, en especial, el
de vincularlos a un puerto de amarre del que puedan lanzarse a
asumir su libertad. Si la pertenencia (a una familia) es el
tesoro de quienes tienen la suerte de gozar de ella, es en cambio
la tumba de aquellos que, cada vez más numerosos, no se
inscriben en ninguna trayectoria familiar estructurante […] el
aislamiento familiar desempeña un papel
determinante en los fenómenos de ruptura social". Es
evidente, como dice Castel que el tener una trayectoria familiar
nos estructura como sujetos, el no tenerla nos deja librados a lo
que podamos hacer.
Antes de terminar, quedan unos minutos todavía,
quiero que veamos como opera esta situación de crisis de
la que hemos estado hablando, a nivel de hechos puntuales en la
vida de los sujetos, por ejemplo, ¿qué pasa con la
sexualidad en
el fin de siglo?, este es un tema caro a los psicoanalistas. Para
empezar tenemos un dato estadístico: la frecuencia de las
relaciones sexuales disminuyó a la mitad, en
relación a la década del ’60. Este dato
sorprende porque uno ve sexualidad por
todos lados, pero estadísticamente, (esto es un dato de la
Argentina pero se
corrobora con la información de otros países, por
ejemplo en EEUU pasa lo mismo), la frecuencia de las relaciones
sexuales disminuyó a la mitad, esto es, la gente de los
años sesenta se acostaba dos veces más que la de
los años noventa.
Otro dato que también es estadístico, el
año pasado en EEUU, se gastaron 8.000 millones de
dólares en pornografía. Es mucha plata. Es un negocio
enorme. Esto incluye videos, películas, revistas,
espectáculos, shows, etc. todo lo que tenga que ver con la
pornografía.
Estos datos son
interesantes por que creo que reflejan algunas características de la sexualidad de
fin de siglo. En primer lugar hay un proceso de
"erotización electrónica". ¿Qué quiere
decir esto?, quiere decir que la TV, los videos, las "hot lines"
(esas líneas telefónicas donde la gente habla con
chicas que le dicen cosas eróticas), han crecido
enormemente, quiere decir que la gente se erotiza por medios
artificiales, que la tecnología se utiliza
como soporte para hacer circular un erotismo ficcional, virtual,
imaginario, pero…en la práctica se acuesta
menos.
Otra característica de la sexualidad de
fin de siglo es que se ha instaurado en buena parte de occidente
una cultura de la
desconfianza. La cultura de la
desconfianza tiene que ver, y este es el aspecto más
evidente, con el temor a las enfermedades como el HIV,
pero no solo con eso. También es una cultura de la
desconfianza hacia el otro, es decir, no solo es el temor, el
miedo a enfermar gravemente como de hecho puede suceder, sino que
también la cultura de la
desconfianza involucra esta fragilidad de los vínculos que
ya mencionamos, esta dificultad para conectarse realmente con el
otro, para sentir con el otro.
El otro aspecto de la sexualidad de
nuestro tiempo es que en un buen número de casos el otro,
el otro real de carne y hueso, es suplantado por un accesorio,
por una prótesis,
digamos. La venta de
prótesis sexuales
tanto para varones como para mujeres es un negocio
próspero en occidente. Bueno, estamos hablando de un
negocio de 8.000 millones de dólares solo en EEUU, las
prótesis no
contagian, no protestan, están siempre disponibles, no
piden nada, no exigen nada, ¡son bárbaras!, no hay
que complicarse la vida.
El otro dato que me parece típico, es el
exhibicionismo histérico. Hay un trabajo permanente sobre
el cuerpo para embellecerlo, un cuidado obsesivo, una
mostración del cuerpo, una exhibición permanente
del cuerpo, pero… "¡no me toques!". Mirame pero no me
toques. Esto es cada vez más notorio, tanto en mujeres
como en hombres. Hay una especie de histerización de la
sexualidad, donde se despliega mucho juego de
seducción, muchos preliminares, pero pocos partidos
jugados. Pocos goles. La evolución de la moda va en esa
dirección de la mostración del
cuerpo, pero es una exhibición histérica, lejana,
distante. Hay una especie de erotización permanente que no
se convierte en encuentros reales. En encuentros reales con todo
lo que tienen de humano, con todo lo que tienen de riesgo, con todo
lo que tienen de posible desencuentro y sufrimiento. Nadie quiere
sufrir, ni complicarse la vida. Esta es una postura muy fin de
siglo.
Naturalmente todo esto se traduce en un aumento de la
soledad, tengo sobre esto una cita que a mi me parece muy
interesante, una del mismo Galende que mencionamos antes, que es
alguien muy inteligente y con una gran experiencia como analista.
En un reportaje le preguntan: ¿Ud. lee el amor de
pareja como si fuera un síntoma social?, y escuchen la
respuesta de Galende que por ahí en pocas palabras resume
muchas de las cosas de las que venimos hablando. Galende dice:
"Absolutamente. Por eso puedo ver que hay un cambio en las formas
del amor y en las
relaciones de pareja. Y en ese cambio hay una marca distintiva:
el aumento de la soledad. […] las parejas son más
inestables y las relaciones duraderas son más improbables.
Yo creo que, articulando esto con los ideales tan fuertes de
autonomía e individualidad, lo que ha ocurrido es una
disgregación del lazo amoroso. Las personas están
ahora menos dispuestas a resignar las cuestiones personales por
los compromisos de pareja. El amor pide
renunciamiento, postergar cosas personales en función de
un compromiso que se toma con el otro. Pero el discurso de la
economía
prendió: la libre competencia
obliga a cada uno a asumir sus propios riesgos en la
vida, sin compartirlos con los otros ni hacerse cargo de los de
los otros […] los valores
del mercado y de la
economía en general han inundado la subjetividad. Hoy no
es posible pensar a las personas sin el valor de la
competencia. La
competencia
funciona casi como un mecanismo de terror que está en la
base de todo pensamiento humano. Mujeres y hombres tienen que, en
función de esa competencia,
mantener su cuerpo en forma porque en cuanto el cuerpo envejece o
engorda se desvaloriza frente a los modelos
dominantes. Todo vínculo social está contaminado
por la idea de competitividad: el otro es potencialmente un
rival. Y esto ha influido también en las relaciones que
tradicionalmente estaban preservadas de la vida pública,
como son las relaciones familiares y de pareja". Creo que esta es
una buena síntesis de muchas de las cosas que hemos estado
diciendo. Por eso les decía que hay una cultura de la
desconfianza, pero no solo la desconfianza porque el otro puede
contagiarme una enfermedad, sino porque, como dice Galende, el
otro es fundamentalmente un rival con el que hay que
competir.
El mismo Guillebaud, hablando de este tema, dice: "La
emancipación del placer, el libre goce de los cuerpos son
conquistas que merecen ser defendidas contra el asalto de los
santurrones. Desde luego. Pero la mentira del discurso
moderno, por no decir su impostura, consiste en hacer creer que
un universo
permisivo sería naturalmente armonioso, feliz, liberado,
mientras que el que perpetuara algunas prohibiciones no
engendraría más que padecimientos" (esta es la
mentira, la que dice que, si no hay reglas el sujeto va a ser
feliz y si surge alguna regla, entonces esto ya es
represión, esta es la impostura, esta es la mentira), y
continúa: "En realidad también la permisividad, es
portadora de injusticias, desigualdades y dolores". Más
adelante agrega: "El obstáculo más cruel para el
placer ya no es –y desde hace mucho tiempo- la
prohibición moral o
religiosa. (como fue durante siglos, la prohibición
moral y
religiosa, los prejuicios, eran el obstáculo para el
placer, Guillebaud dice, esto ya no es así, nadie o muy
pocos se privan hoy de tener una relación sexual por
prejuicios morales o religiosos, muy pocos, dice: no es un
obstáculo). "Es una realidad más ambigua a la que
se mira menos fácilmente de frente: el no deseo del otro,
la miseria del fracaso, la violencia
simbólica del puro libertinaje, la competencia
sexual, donde la derrota es más dolorosa y la soledad,
más inconsolable".
Este es el problema de la sexualidad hoy: el no deseo
del otro, la competencia con el otro. Este es un tema que ya fue
planteado en la década del ’60 por Rollo May, un
psicólogo norteamericano, en un texto que se
llama "El amor y la
voluntad", ya planteaba la diferencia entre lo que llamaba el
"hombre
victoriano" y el "hombre
moderno", y decía: el hombre
victoriano era apasionado pero no tenía sexo, las
relaciones sexuales eran pocas, pero era un hombre
apasionado, que sentía y expresaba su pasión,
el hombre
moderno tiene sexo
–decía Rollo May-, pero perdió la
pasión. Es un sexo "light",
que se toma y se deja, pasa, va y viene, es un sexo que hace
más hincapié en la técnica que en el amor, sin
compromiso, sin continuidad, una sexualidad superficial. Esto
él ya lo veía y lo anticipaba en los años
’60.
Dejando un poco de lado la cuestión de la
sexualidad, quiero mencionar un par de cosas con respecto al tema
de las adicciones,
porque me parece que este es otro de los grandes temas del fin de
siglo. Vivimos en culturas que son adictivas. La soledad y el
malestar de la gente conduce inevitablemente a la
adicción, y quiero aclarar que cuando hablo de adicciones no me
refiero solamente al que consume cocaína, marihuana,
LSD, o cualquier otra droga
prohibida, me refiero a las adicciones a
drogas
permitidas por ejemplo el alcohol y
fundamentalmente los psicofármacos.
Hay una tendencia a pensar que adicto es solo el que
consume drogas
prohibidas, cuando en realidad el mayor porcentaje de adicciones y las
peores consecuencias por el consumo de
drogas
están vinculadas a las drogas
permitidas.
Veamos algunas estadísticas: entre 1988 y 1996, es decir
en los últimos siete años, el consumo de
psicofármacos aumentó en Argentina un
200%. En el mismo período los laboratorios incrementaron
sus ganancias en este rubro en un 172%. Son datos
inobjetables proporcionados por la Cámara Argentina de
Especialidades Medicinales. En 1996 se vendieron en el
país más de 34 millones de unidades de
psicofármacos, esto es, el equivalente a 320 millones de
dólares.
¿Hay que extrañarse entonces que una
industria que
gana miles de millones de dólares anualmente en el mundo
entero, impulse alegremente el consumo de
tales sustancias?.
¿Tendría que sorprendernos que los
laboratorios, que han llegado a intervenir en la política interna de
muchos países contribuyendo a derrocar presidentes que
trataron de oponerse a sus intereses, como ocurrió
concretamente con el presidente Illía cuando
sancionó la ley
Oñativia, hayan montado un formidable aparato
científico-publicitario para convencernos que la
solución mágica de nuestros problemas y
padecimientos está en una píldora?.
Es natural que en defensa de estos intereses, se
minimice la importancia y el valor de la
psicoterapia a favor de las pseudo soluciones que
proporcionan las drogas. En
los años noventa un medicamento, el Prozac (fluoxetina),
se convirtió en el antidepresivo más famoso de los
EEUU. Fue tapa de Time y Newsweek que lo bautizaron como "la
droga de la
felicidad" transformándolo en el estandarte de la droga
psicoactiva euforizante de la década. El laboratorio
que lo produce lo presentó al gran público con el
slogan "Mejorando vidas, devolviendo esperanzas", como si se
tratase de una especie de milagro científico. Poco y nada
se dice de sus contraindicaciones y efectos adversos, tampoco
nadie sabe que pasa con el delicado equilibrio
químico de un cerebro que lo
consume sistemáticamente durante muchos años.
Más allá de los casos donde su prescripción
está justificada, cientos de personas –se puso de
moda entre los
yuppies de Nueva York- lo consumen alegremente "para estar
mejor".
Dicen Fitoussi y Rosanvallon: "El lugar que ocupa la
droga en
nuestras sociedades
corresponde a un verdadero fenómeno de
civilización. La droga, en
efecto, promete la reconstitución del yo, de manera
temporaria y ficticia, es cierto, pero en todo caso durante un
tiempo, aligerándolo del peso de las restricciones. Los
tranquilizantes permiten resolver la gran contradicción
moderna: ser uno mismo y estar a la vez liberado de sí
mismo", y agregan más adelante "Hoy ya no se consumen
drogas para
evadirse sino para ser más fuerte, para sentirse a gusto
consigo mismo. La droga afecta a todos aquellos que carecen de
esos materiales
culturales y simbólicos que permiten crear una identidad,
alimentar una interioridad. Como la sociedad no
ofrece a la interiorización nada valioso que no sea uno
mismo, son los psicotrópicos los que van a permitir el
"autoconsumo de sí".
Fijensé que esta opinión de dos
intelectuales franceses es absolutamente coincidente con la de
Galende que en la otra punta del planeta afirma: "…las drogas
existieron siempre, pero por mucho tiempo se vincularon con el
interés
por aislarse de la realidad, de evadirse. Sin embargo, hoy el
consumo de
drogas
–hablo de los psicofármacos sobre todo que se
consumen de manera cada vez más alarmante- está
destinado exactamente a lo opuesto: a integrarse a la sociedad. La
gente consume ansiolíticos y antidepresivos para
sostenerse en la vida social. Depende de esas pastillas para
seguir afrontando una realidad que parece resultarle cada vez
más oscura y exigente."
¿Hace falta agregar algo más?. Creo que
no.
El último tema que me interesa mencionar
rápidamente, vinculado con el malestar del fin de siglo es
el de la violencia.
También en este aspecto las estadísticas son por demás
elocuentes, el crecimiento de la violencia en
todas sus manifestaciones es un fenómeno
planetario.
Quiero focalizar el problema en dos niveles: la violencia
juvenil y la violencia
familiar. Con relación al primero hay que decir que el
40 % de todos los delitos
perpetrados en la Prov. de Buenos Aires son
cometidos por menores. El 48 % de los menores delincuentes son
reincidentes, el 90 % utiliza armas de gran
calibre, y tiene algún grado de compromiso con las drogas y el
alcohol, el 92
% fueron maltratados o abusados en sus propios hogares. En 1995,
sujetos menores de 18 años cometieron 150 asesinatos en la
Capital, en
1996 el número trepó a 240. En EEUU, los menores de
18 años cometen el 14 % de todos los asesinatos, el 15 %
de todas las violaciones, el 24 % de todos los asaltos y el 43 %
de todos los robos de autos.
Es evidente que la desarticulación de la familia
influye directamente en este problema, Antoine Garapon dice:
"Para numerosos jóvenes delincuentes que abandonaron muy
pronto la escuela y viven
en familias sin padres, sin ninguna perspectiva de empleo, la
delincuencia
les ofrece una oportunidad de probarse, de hacerse viriles, en
suma , de socializarse aunque sea de manera negativa". La crisis
del trabajo y la falta de oportunidades para conseguir un
empleo digno,
empuja a los jóvenes hacia la delincuencia
tal como lo demuestran las investigaciones
del sociólogo norteamericano James Petras.
Petras investigó al relación entre
desindustrialización y aumento de la delincuencia
en cinco ciudades de los EEUU: Detroit, Boston, Nueva York,
Chicago y Newark. En sus comentarios afirma: "Trabajamos con un
plantel de estudiantes en cinco ciudades, investigando los lazos
entre la creciente desindustrialización y el aumento de la
delincuencia
en el período que va de 1950 a 1988. Hay una
relación perfectamente notable. En todos los casos, cuando
caen la industrialización y el empleo
industrial, aumentan la delincuencia y
el crimen. Hemos buscado la relación causal entre una y
otra, e hicimos un pequeño estudio: el proceso de un padre
de familia que pierde el trabajo. Se
cierra la industria, el
padre es indemnizado y, a partir de allí, los lazos con su
hijo empiezan a quebrarse. ¿Por qué? Porque el hijo
no puede seguir al padre en su misma fábrica, no tiene una
integración social a través de los
sindicatos.
Por otro lado, la autoridad del
padre desocupado sobre la familia va siendo minada. El hijo
camina suelto en trabajos mal pagos en el sector servicios,
carece de seguridad
laboral y de
integración. El costo de
oportunidad entre una "changa" mal pagada y lo que puede obtener
con la droga o con los robos empieza a pesar. Quebrada la
autoridad familiar y sus posibilidades de integración, todo pasa a ser una
cuestión de conveniencia. Eso fue en Detroit, donde la
crisis aumentó el desempleo industrial y,
automáticamente se elevaron los robos y los asesinatos.
Pero sucedió igual en las otras grandes ciudades.[…]
Pero la explicación no está simplemente en la pobreza. Es
sobre todo la pérdida de integración. La industria
nuclea a la gente en la fábrica, permite la
organización social y asegura la estabilidad de la
familia. Cuando el hombre es
marginado por un desempleo prolongado, su autoridad de padre
suele quedar lesionada, y en más de una ocasión
termina abandonando la familia y dejándola en un cuadro de
desamparo y quebranto."
Otra investigación del mismo Petras efectuada en
Barcelona ("Padres e hijos, dos generaciones de la clase
trabajadora bajo el impacto del neoliberalismo"), corrobora absolutamente los
resultados anteriores.
En relación directa con este tema aparece el
concepto de "postadolescencia", esto es, el hecho de que,
así como hace algunos años la problemática
del adolescente estaba centrada en los cambios y desajustes
propios de esa etapa del desarrollo, en este momento el mayor
problema de los jóvenes ya no es pasar la adolescencia
sino ingresar al mundo adulto. En tanto es el acceso al trabajo
lo que más claramente marca este
pasaje, si los chicos no consiguen trabajo, continúan
siendo adolescentes
aunque tengan 30 años. Siguen viviendo con la familia que
los mantiene y dependiendo para su subsistencia del apoyo
familiar, esto también genera situaciones de
tensión, choques y enfrentamientos entre los miembros de
la familia.
Precisamente, el incremento de la violencia
familiar es otro dato de la realidad que tiene evidencia
estadística: la comuna porteña
recibe más de 40 llamadas diarias que denuncian hechos de
violencia
familiar. Más de la mitad tienen que ver con maltrato
físico a menores y un 25 % con maltrato emocional. Las
víctimas como siempre, son los más débiles e
indefensos, en el 55 % de los casos la violencia se ejerce sobre
niños de 0 a 12 años. Entre los victimarios se
viene produciendo un aumento significativo de profesionales con
título universitario, para dejar claro que la violencia no
es solo una cuestión de educación o de
pobreza. El
aumento de la violencia
familiar está claramente vinculado a la
implosión del modelo
familiar, a la falta de trabajo, y a todos los fenómenos
que venimos explicando.
Como verán, el tema de la salud mental en este
fin de siglo tiene una enorme complejidad. Espero que al menos
haya quedado claro que no puede pensarse esta cuestión al
margen del contexto social, económico, político y
cultural que se da en la mayor parte del planeta. Que el hecho de
perder la salud mental no es solo la consecuencia de un fatalismo
biológico o la resultante de una historia personal
desafortunada, sino el resultado de las experiencias concretas
que nos tocan vivir aquí y ahora dentro de los sistemas en los
que estamos integrados. Que no existen soluciones
mágicas para estos problemas y
que nada puede cambiar si no dejamos de lado nuestro propio
individualismo y mezquindad y empezamos a reconstruir los lazos
afectivos y solidarios que nos unen con los otros.
Para terminar quiero leerles un poema. Tiene más
de 70 años y fue escrito por el que –en mi modesta
opinión- ha sido el más grande poeta de América
Latina. Era peruano y se llamaba César Vallejo. Tengo
la impresión que, con esa chispa de genialidad que a
menudo tienen los poetas, Vallejo intuyó hace muchos
años, la crisis de fin de siglo:
LOS NUEVE MONSTRUOS
Y, desgraciadamente.
el dolor crece en el mundo a cada
rato,
crece a treinta minutos por segundo, paso
a paso,
y la naturaleza del
dolor es el dolor dos veces,
y la condición del martirio,
carnívora, voraz,
es el dolor dos veces,
y el bien de ser, dolernos
doblemente.
Jamás, hombres humanos,
hubo tanto dolor en el pecho, en la
solapa, en la cartera,
en el vaso, en la carnicería, en
la aritmética!
Jamás tanto cariño
doloroso,
jamás tan cerca arremetió
lo lejos,
jamás el fuego nunca
jugó mejor su rol de frío
muerto!
Jamás, Señor Ministro de
Salud, fue la salud más mortal
y la migraña extrajo tanta frente
de la frente!
Y el mueble tuvo en su cajón,
dolor,
el corazón,
en su cajón, dolor,
la lagartija, en su cajón,
dolor
Crece la desdicha, hermanos
hombres,
mas pronto que la máquina, a diez
máquinas, y crece
con la res de Rousseau, con
nuestras barbas;
crece el mal por razones que
ignoramos
y es una inundación con propios
líquidos,
con propio barro y propia nube
sólida!
Invierte el sufrimiento
posiciones,
da función en que el humor acuoso
es vertical al pavimento,
el ojo es visto y esta oreja
oída,
y esta oreja da nueve campanadas a la
hora del rayo,
y nueve carcajadas a la hora del
trigo,
y nueve sones hembras a la hora del
llanto,
y nueve cánticos a la hora del
hambre,
y nueve truenos y nueve
látigos,
menos un grito.
El dolor nos agarra, hermanos
hombres,
por detrás,
de perfil,
y nos aloca en los cinemas,
nos clava en los
gramófonos,
nos desclava en los lechos,
cae perpendicularmente a nuestros
boletos,
a nuestras cartas;
y es muy grave sufrir,
puede uno orar…
Pues de resulta del dolor,
hay algunos que nacen, otros
crecen,
otros mueren, otros que sin haber nacido,
mueren,
y otros que no nacen ni mueren (son los
mas).
¡Y también de resultas del
sufrimiento,
estoy triste hasta la cabeza,
y más triste hasta el
tobillo,
de ver al pan, crucificado, al nabo,
ensangrentado,
llorando, a la cebolla,
al cereal, en general, harina,
a la sal, hecha polvo, al agua,
huyendo,
al vino, un ecce homo,
tan pálida a la nieve, al sol tan
ardío!
¡Cómo, hermanos
humanos,
no deciros que ya no puedo
y ya no puedo con tanto
cajón,
tanto minuto, tanta lagartija y tanta
inversión,
tanto lejos y tanta sed de
sed!
Señor Ministro de Salud:
¿qué hacer?
¡Ah!, desgraciadamente, hombres
humanos,
hay, hermanos, muchísimo que
hacer.
Muchas gracias.
Transcripción de Conferencia
dictada por:
Lic. Héctor Sierra
Psicólogo
TE: 03492-428849
Víctor Manuel 769 (2300) Rafaela