La historia latinoamericana
está vertida sobre la presencia del poder militar.
Esta historia de
sustituciones y sincretismos se sacude bajo el poder de las
casacas y la pólvora desde los mismos intentos por
instaurar en estas tierras la ciudad europea. Una vez acallada la
resistencia
aborigen, el poder militar
escribe gran parte de la historia que paulatinamente
se diluye entre intentos filosóficos y albores de modernidad.
‘Glorias pasadas’ y ‘días de
gloria’ sintetizan buena parte de un recorrido entre
sombras y claroscuros por un continente despertado a tropel y
llevado a lomos de caballo hacia una incorporación
cultural signada por el arcabuz y el evangelio.
La convivencia con el poder y su
búsqueda dentro del continente latinoamericano está
asociada a los ‘hombres de brega’ que descienden de
los ejércitos libertadores e intentan adueñarse de
un espacio geográfico indómito. Hombres
y espacio conforman un binomio fortalecido por el antagonismo de
fuerzas que deviene del avance del proceso
transculturador. América
Latina rural es el espacio donde florecen las guerras
intestinas y los empujes hacia la conquista del mando y la
hegemonía del poder militar. El espacio rural se abre como
el gran posibilitador de escenarios donde la fuerza y el
poderío son las bases y estructuras
para lograr consolidar un liderazgo. Esa
América
Latina es la que guarda dentro de su historia todo un espectro de
cosmovisión telúrica que ha servido a la literatura para establecer
referentes de significación y enarbolar su Martín
Fierro, Doña Bárbara, etc. como alegorías de
seres nacidos en una tierra rodeada
de albores míticos, tradicionistas, costumbristas y con
marcados retazos realistas.
Esta visión de América
Latina enfocada desde la preponderancia del poder militar es
la alegorización de la epicidad de un continente ufano de
‘glorias pasadas’. El héroe heredero de la
hidalguía libertadora es el caballero que opone su
fuerza y
pujanza a un espacio físico que lo adversa tanto por su
naturaleza
misma como por la relación con los semejantes que surgen
opositores a sus propósitos. Héroes y caudillos,
generales y soldados de una causa común sobresalen dentro
de esa historia
particular latinoamericana. El poder es analogía de
militares y terratenientes que conviven en el ápice de una
pirámide social injusta, avasallada por el rumor de las
armas y el
tropel de los caballos.
Esta singular posición latinoamericana en
cuanto a la manifestación del poder surge con el mismo
proceso de
implantación de la ciudad europea en nuestras tierras y
los intentos por constituir la República como el sistema de
gobierno adecuado
para el progreso y desarrollo.
Esa misma República que funcionó
escasamente hasta la ‘liberación’ con España y
se diluyó ante los impulsos del poder e intentó
infructuosamente consolidarse alrededor de los grupos castrenses
constituidos por la avidez del dominio. Dos
procesos
paralelos acompañan este devenir latinoamericano : La
estancia rural y el silente avance de la ciudad sobre lo aldeano.
Procesos estos
que se convierten en historias paralelas sin entrecruce pero con
una marcada influencia de una sobre la otra. Lo rural y lo urbano
comienzan a hibridarse en un espacio físico que busca
horizontes en medio de las disputas de los Patriarcas que hacen
suyo todo lo que la vista alcance en un momento histórico
con visos de magia y maravilla por las mismas condiciones y
circunstancias en las que se produce. Paulatinamente lo urbano se
posesiona del espacio y con esa posesión se desvanece una
utopía. Una realidad acendrada y acentuada en
Latinoamérica le cede su momento a otra historia y
realidad para sumirse en el ocaso y con él llevarse al
territorio de la literatura toda una
antología narrativa que se llena de verdad a partir de la
alegorización de un proceso
histórico. Queda la literatura como albacea de
la realidad latinoamericana en función de un principio
extraordinario, a decir de Gabriel García
Márquez : "de representación cifrada de
la realidad, una especie de adivinanza del mundo" (…) "La vida
cotidiana en América
Latina nos demuestra que la realidad está llena de
cosas extraordinarias"
El otoño del patriarca, El
Coronel no tiene quien le escriba y El General en su
laberinto, son muestra de una
literatura que
alegoriza esos ‘días de gloria’ y
sintetiza todo un proceso
histórico a partir del relato ficcional que encubre una
‘verdadera historia no contada’ -sustituida como el
continente mismo- y abre la posibilidad desde la perspectiva del
ocaso del poder para una interpretación no
explícita. Luego de la muerte de
los patriarcas o en el ocaso de sus vidas ingresan a la literatura como la memoria
más allá de la desmemoria histórica, es
remover un tiempo ido que
comienza su refiguración a partir de la ficción
narrativa : "Fue como penetrar en el ámbito de
otra época, porque el aire era
más tenue en los pozos de escombros de la vasta guardia
del poder, y el silencio era más antiguo, y las cosas eran
arduamente visibles en la luz
decrépita". En los mismos comienzos de este relato, el
yo de la enunciación, -una de las tantas voces de esta
novela
polifónica- nos advierte la presencia de un espacio fuera
de tiempo,
inmemorial, atemporal y con visos de generalidad en el
ámbito latinoamericano alegorizado por : "el
tiempo
estancado en el interior, y en la madrugada del lunes la ciudad
despertó de su letargo de siglos con una tibia brisa de
muerto grande y de podrida grandeza".. Estas novelas son
‘dioramas’ que ejercitan el principio fundamental de
la fotografía
y la memoria en
la representación teatral de la vida, donde las cosas
deben morir para vivir eternamente. Un terreno de conflicto,
sufrimiento, soledad y muerte son
convertidos en un hecho estético, una historia fabulada.
Configuran una sucesión de escenas que confieren a los
textos un elemento cinematográfico : "Una novela cuyo
estilo parece un guión cinematográfico. Los
movimientos de los personajes son seguidos como por una
cámara. Y cuando vuelvo a leer el libro veo la
cámara"
Las tres novelas encierran
un hecho coincidente, comienzan al amanecer, en la rasgadura de
nuevas luces surge el escenario que pone en movimiento a
los espectros que sirven de actantes básicos en los textos
narrativos objeto de análisis en este trabajo. La antitesis de
los patriarcas comienzan a deambular en el relato a partir de los
albores del día : <<El Coronel en la cocina
raspando un recipiente de café>>, <<el General
Bolívar dándose su eterno baño de aguas
depurativas>> o <<la invasión de gallinazos a
la casa del patriarca>> configuran el inicio de los
relatos, o más bien, el relato de una historia sugerida,
más no contada. La apropiación de una conciencia
histórica diluida en el tiempo,
interpretada como : "el correlato indispensable de la
función fundadora del sujeto : la garantía de
que todo cuanto le ha escapado podrá serle devuelto ;
la certidumbre de que el tiempo no
dispensará nada sin restituirlo en una unidad
recompuesta ; la promesa de que el sujeto podrá un
día -bajo la forma de conciencia
histórica- apropiarse nuevamente todas esas cosas
mantenidas lejanas por la diferencia, restaurará su
poderío sobre ellas y encontrará lo que muy bien
puede llamarse su morada"
Las tres novelas demarcan
dentro de su espectro narrativo la asunción de otro
tiempo, la penetración en ámbitos que alegorizan
‘regiones cósmicas’ alejadas del tiempo
histórico presente y dan la impresión que todo
flotara en evidencia de una época distinta, donde sus
pobladores, deambulan como espectros por un laberinto que los
lleva inadmisiblemente hacia la condena y la derrota. Es una
metahistoria que surge desde la literatura en
alegorización de la realidad, es, como dijera Nietzsche : "El gran juego de la
historia está en quien se apodera de las reglas,
quién tomará el lugar de los que las utilizan,
quién se disfrazará para pervertirlas, para
utilizarlas en sentido contrario contra los que las habían
impuesto ; quién,
introduciéndose en el complejo aparato, lo hará
funcionar de tal modo que los dominadores se encontrarán
dominados por sus propias reglas" . García
Márquez se apodera de la no voz de estos exilados y
fabula una historia con profundos visos sugeridos de
realidad : seres sin destinatario, olvidados por la
historia, condenados a la soledad, al exilio de la memoria y a
la presencia dentro de la literatura. No existen nombres de pila
que los identifique sino que son generalizados a través de
una jerarquía militar que los lleva a una
adecuación universal dentro del contexto latinoamericano y
abre la posibilidad interpretativa de ubicarlos dentro de
contextos análogos. Seres universalizados por sus
títulos militares, El Coronel, El Patriarca o el General
alegorizan los arquetipos que identificaron nuestro continente en
el siglo diecinueve y parte del veinte.
Un título militar que encierra una paradoja
en medio de un contexto donde no se revalida, sino más
bien, quién lo ostenta es un ser condenado a la desgracia
y la tristeza aun cuando se trate del mismo libertador de
América, quien surge como el General que
deambula en su laberinto en medio de una lluvia "desde las
tres de la madrugada del siglo diecisiete" e intenta nuevos
aires y nuevas tierras que lo lleven a la mejoría física y espiritual.
Mejoría que no puede alcanzar en una tierra donde
no hay nada sino infelicidad : "<<Aquí no
hay nada, dijo José Palacios>> <<No hay nada
>>, dijo el General. <<Es tierra de
infelices>>". Y donde el camino a seguir está
signado irremediablemente por la fatalidad y todo derecho a
sucesión o perpetuación a través de dobles o
terceros está negada, una posibilidad que se tacha dentro
del Otoño del patriarca, cuando su doble Patricio
Aragonés, muere en un atentado y no puede seguir
suplantándolo en las actividades de riesgo, o, la
posibilidad que se cierra cuando su hijo el -niño General-
muere destrozado por unos perros
enormes.
Seres ahistóricos, espectros que
deambulan como antihéroes ante una gloria negada
confabulan inocentemente frente a un espacio que los devora lenta
y pacientemente : "El Coronel se dirigió a la
sastrería a llevar la carta
clandestina a los compañeros de Agustín. Era el
único refugio desde cuando sus copartidarios fueron
muertos o expulsados del pueblo, y él quedó
convertido en un hombre solo
sin otra ocupación que esperar el correo todos los
viernes". Seres que metaforizan uno de los más grandes
intentos por enrrumbar hacia puerto seguro los
destinos de América
Latina a través de una rara combinación de
armas y
corazón. Los seres exilados en esa
atemporalidad se convierten en espectros, muertos, en un espacio
otro que no han comprendido su realidad y luchan afanosamente por
recuperar la honra perdida y disipada en los efluvios del tiempo
histórico : "hombres destruidos (destruidos sin
destrucción) son como sin apariencia, invisibles incluso
cuando se les ve, y no hablan sino por la voz de otros, una voz
siempre otra que en cierto modo los acusa, los compromete,
obligándolos a responder por una desgracia silenciosa que
llevan en sí sin conciencia"
.Este procedimiento
artístico de Gabriel García
Márquez hace dialógicos estos tres textos
narrativos con otras obras del abandono y la soledad, de seres
condenados al olvido y rescatados por la memoria
literaria. Rápidamente podemos evocar los personajes y la
obra de Juan Rulfo que
indudablemente constituye un íntimo diálogo
latinoamericano de la utopía perdida. Y de igual forma,
evocar al Señor Presidente de Miguel Angel Asturias
o Yo el supremo de Augusto Roa Bastos, quienes
también estructuran sus obras a partir de un dictador
inespecífico y universal que alegoriza ‘ a
cualquier gobernante en algún lugar
latinoamericano’. Dictador que se hace múltiple en
el Otoño del Patriarca, generalizándose en
la figura del "anciano más antiguo de la tierra, el
más temible, el más aborrecido y el menos
compadecido de la patria que se abanicaba con el sombrero de
capataz" y quien resguarda a otros ‘patriarcas en
desgracia’ para que no se hundan en los despeñaderos
de la desmemoria. Es una reunión de voces en
tránsito hacia el ocaso de un régimen totalitario
que cede ante los empujes de la modernización : las
‘ondas de radio y las
imágenes de televisión’ que entretienen y
engañan al patriarca en su ocaso y desintegración
de la memoria
colectiva y de la misma suya.
Una vez desincorporados del tiempo
histórico e incorporados a la historia literaria se
vuelven seres dignos de compasión, ingenuos, fuera de
contexto y asediados por hechos inverosímiles como :
la muerte
natural – interpretada como proceso
demarcativo de la culminación de un momento
histórico- y la invasión de gallinazos que
derrumban el imperio del patriarca, o la espera de una carta con la
pensión del Coronel, o la consecución del permiso
para que el General viaje al exterior. La fuerza brutal
de los tiempos de ‘a caballo’ se agota, ahora su
realidad ha sido sustituida por una historia escrita por los
hombres ‘de a pie’, el caballo ha perdido su
connotación heráldica heredada de los ancestros
europeos y corroborada por la gesta patriótica de la
independencia : "El Coronel se
acordó de otra época. Se vio a sí mismo con
su mujer y su hijo
asistiendo bajo el paraguas a un espectáculo que no fue
interrumpido a pesar de la lluvia. Se acordó de los
dirigentes de su partido, escrupulosamente peinados
abanicándose en el patio de su casa al compás de la
música.
Revivió casi la dolorosa resonancia del bombo en sus
intestinos".
Los tiempos se trasmutan y se sustituyen :
"vimos en el fondo la antigua caballeriza de los virreyes
transformada en cochera" los símbolos
heráldicos de la monarquía han sido sustituidos por
los emblemas de los sacramentos marciales del patriarcado en una
heredad del poder logrado a partir de la fuerza y las
armas. Pero
también existe dentro de estos textos, una
sustitución de tiempos que evidencian la pérdida de
hegemonía por parte del representante del sector castrense
en una abierta alusión al desplazamiento de la barbarie
representada por una época y la ‘cerca’
tendida por la civilización aupada por la ciudad que
invade los predios indómitos, tal y
como lo reconoce el abogado al hablarle al Coronel sobre su
pensión : "Hace quince años era más
fácil -dijo-. Entonces existía la asociación
municipal de veteranos compuesta por elementos de los dos
partidos". La hegemonía del poder se diluye con el
paso del tiempo, las bases de un poder de ayer se derrumban
sutilmente llevándose una época de tropel y
angustia : "El General no le prestó
atención a la maestría de la respuesta, porque lo
estremeció la revelación deslumbrante de que la
loca carrera entre sus males y sus sueños llegaba en aquel
instante a la meta final. El
resto eran las tinieblas".
El ocaso del poder es una
‘anécdota’ que permite configurar tres relatos
diferentes -en apariencia- pero que confluyen en la esencialidad
temática y discursiva. Retratando un militar,
personificando un héroe caído y desmembrado en la
vida y en la historia, se construye un universo de
significaciones que por la intemporalidad o por la
transgresión de la historia real crece en perspectivas,
bien sea por las cosas dichas o por las sugeridas. Quizás
éstas últimas sean quienes guardan las precisiones
necesarias para decantar lo que subyace dentro de estas tres
novelas y
develar una ‘historia latinoamericana no contada’,
pero alegorizada, insinuada y hasta escrita con la emoción
de la visión cósmica que alimenta el hecho
literario como mundo posible. Mundo posible que corre a la par de
la historicidad y guarda dentro de si una memoria obligada
a revisar para conocer el pensamiento
filosófico-político latinoamericano subsumido en
revelaciones mágicas rodeadas de supresiones e
intermitencias que revelan profusamente.
En este sentido, el hecho literario o mundo
posible que se construye a partir de la alegorización de
un referente histórico apunta hacia una realidad
deconstruida, liberada de la objetivación cientificista de
la historia y articulada a través de elementos
deconstructores como la ironía, la parodia y la
desacralización. Todos los espacios están
caracterizados por una lluvia constante que pone ‘los
huesos
húmedos’ y moja el alma haciendo más
tétrico el panorama de los espectros que deambulan en
medio de su laberinto. Es una alegorización
específica del espacio emblema utilizado por Gabriel
García
Márquez en sus textos : Macondo, porque
Macondo es la metaforización del espacio latinoamericano
como escenario de utopías y sueños encontrados.
Latinoamérica es Macondo como tierra del
Coronel Aureliano Buendía, o más bien, nuestros
patriarcas sienten una simbolización a través del
fundador de la estirpe de Cien años de soledad.
Llueve y no fecunda sino que entumece, aisla de una realidad,
separa del otro lado del mundo que existe más allá
de la lluvia constante, espacio divisor entre una realidad y
otra. "El General en su laberinto" se mueve en medio de una
lluvia eterna, desde el siglo diecisiete, que le recuerda su
desgracia y le acrecienta los males. Es cargar bajo la lluvia y
en medio de baños depurativos un estigma : ser
militares. Y esa misma condición de militar los aleja de
la vida, los acerca a la muerte, los
lleva al desamor y el desamparo : "había llegado
sin asombro a la ficción de la ignominia de mandar sin
poder, de ser exaltado sin gloria y de ser obedecido sin autoridad
cuando se convenció en el reguero de hojas amarillas de su
otoño que nunca había de ser dueño de todo
su poder, que estaba condenado a no conocer la vida al
revés, condenado a descifrar las costuras y a corregir los
hilos de la trama y los nudos de la urdimbre del gobelino de
ilusiones de la realidad".
El poder atraviesa su ocaso y la ironía se
apropia del anterior espacio de la fuerza y la
templanza : ‘El Coronel se aferra a un gallo como
el catalizador de todas sus penurias’, ‘las vacas
pastan en la casa de gobierno y se
asoman por el balcón de la patria mientras los gallinazos
empujan las puertas que ceden sutilmente’, ‘el
general de incógnito deambula por Colombia en busca
de un permiso para irse’ : "Nadie hubiera
creído que él fuera el mismo de entonces, ni que
fuera la misma aquella ciudad taciturna que abandonaba para
siempre con precauciones de forajido. En ninguna parte se
había sentido tan forastero como en aquellas callecitas
yertas con casas iguales de tejados pardos y jardines
íntimos con flores de buen olor, donde se cocinaba a fuego
lento una comunidad
aldeana, cuyas maneras relamidas y cuyo dialecto ladino
servían más para ocultar que para
decir".
Es la reconstrucción de la historia a
partir de los escombros, es dirigir el acto enunciativo al ocaso
donde la autoridad se
ha perdido y se ha recuperado tardíamente la
condición humana. Se ha vuelto a ser hombre luego
de ser Patriarca, General o Coronel. La vida se ha esfumado en
servir y el recorrido hacia la muerte
-como liberación- se transfigura en un laberinto :
"Entre el presente y la muerte se
abre un abismo, el abismo entre el yo y la alteridad del
misterio. Lo que hemos subrayado no es el hecho de que la
muerte detiene
la existencia, de que es el fin y nada, sino el hecho de que el
yo se encuentra, al enfrentarse con ella, absolutamente falto de
iniciativa. Vencer a la muerte no es
problema de vida eterna. Vencer a la muerte
significa mantener una relación con la alteridad del
acontecimiento que es aún la relación personal".
Estos textos son muestra de una
constante lucha contra la muerte y el
olvido. Seres negados y borrados a partir de la
incomunicación y condenados a conocer el mundo a
través de terceros que fungen como su voz y escucha,
deambulan por un espacio que irremediablemente los lleva a la
derrota, pero, al mismo tiempo, a la vida literaria dentro de una
realidad alterna a quien les condena. Una alteridad que les
permite escindir una realidad real para construir un mundo otro
de posibilidades tan inmensas como el relato mismo. Seres
engañados luchan por diferenciar, el ‘ser’, de
la apariencia. Asediados por un entorno que los manipula y los
limita, buscan un encuentro con la ‘voz y palabra’
que sirva de vehículo posibilitador de luces y
realizaciones. Los tres personajes están vedados de la
palabra y dependen del discurso de
otros en su contacto con el mundo ; El Coronel no recibe la
misiva con la buena nueva de su pensión y se resigna a
conocer el mundo a partir de la voz de su mujer, el
médico o su compadre, el General se desespera al no
recibir noticias de Urdaneta y delega paulatinamente el acto de
escribir en su sobrino José Palacios, mientras que el
Patriarca conoce por voz de Leticia Nazareno -su mujer- o por la
voz de los ministros y hace esfuerzos sobrehumanos para contener
las sublevaciones a partir de su voz. El Patriarca conoce el
mundo a través de la cartilla de ‘verdades
ejemplares’ donde recibe lecciones para aprender a leer y
escribir. Viven en un mundo donde la historia depende de lo
escrito y al tacharse o borrarse la palabra se borra la
historia : "porque él había hecho arrancar
de las cartillas de las escuelas las páginas sobre los
virreyes para que no existieran en la historia", y la
poesía
constituye un asedio al orden instaurado por el dictador que teme
a las palabras que amenazan su limitación :
"sentíamos la presencia invisible que vigilaba nuestro
destino para que no fuera alterado por el desorden de la poesía,
él regulaba el amor,
decidía la intensidad y el término de la muerte en
un rincón del palco de penumbra desde donde vio sin ser
visto el minotauro espeso cuya voz de centella marina lo
sacó en vilo de su sitio y de su instante y lo dejó
flotando sin su permiso en el trueno de oro de los claros
clarines de los arcos triunfales de Martes y Minervas".
El lenguaje no
es una mera captación existencial, sino más bien su
fundamento, donde pierde su concepción subjetiva y se
transfigura en una embajada del ser.
Como seres limitados y alejados de la ‘voz y
palabra’ que se extingue a medida que transcurre el devenir
narrativo, se acerca el ocaso y se afianza el destino, las
palabras se hacen escasas y las voces de otros suplantan las de
ellos mismos, son seres negados para el amor, y del
cual en el Coronel no tiene quien le escriba, no se hace
mayor énfasis como en El General en su laberinto y
sus amores casuales de doncellas deslumbradas por la gloria o
el amor
clandestino de Manuelita, quien libra una ‘guerra de
papel’
con el gobierno en su
rol de representante de la fuente de información del General, o, en los
desafueros del Patriarca con sus ‘amores urgentes’ y
la imposibilidad de amar y ser correspondido, cuando ‘hacer
el amor’
es sinónimo de muerte o el amor es un
juego a las
escondidas y el engendro de hijos sietemesinos. Al igual que el
alejamiento con la palabra, el amor es una
visión borrosa que se va alejando a medida que el sepulcro
se acerca y demarca el fin para ingresar a un mundo de muertos,
donde : "el único documento de identidad de
un presidente derrocado debe ser el acta de
defunción"
Este universo
simbólico utilizado por García
Márquez evidencia una totalización en los tres
textos al inducir un recurso recurrente : el mar como
imposibilidad. Los tres ejecutores centrales de las acciones se
ven impedidos de alcanzar sus propósitos u objetos del
deseo a través del mar. El Coronel lo siente como el
agente mediador entre él y las noticias para recibir su
pensión, el General lo percibe como su punto de salida de
un país donde todos están en su contra y el
Patriarca confiesa que se hizo presidente para estar cerca del
mar y es la connotación patria que más defiende
ante los acechos del intervencionismo norteamericano, hasta que
el mar del caribe es mudado a Arizona en el culmen de la novela y en el
ocaso del poder del Patriarca. En este sentido específico,
vislumbramos la presencia del imperialismo
que el General teme tanto como a la deuda
externa : "<<No se quede con Urdaneta>>,
le dijo. <<Ni tampoco se vaya con su familia para los
Estados
Unidos, que son omnipotentes y terribles, y con el cuento de la
libertad
terminarán por plagarnos a todos de miserias>>"
y es a quien el Patriarca intenta no entregar su mar a cambio de
baratijas en una repetición de la historia cuando los
aborígenes fueron timados por los europeos : "las
visitas perniciosas del embajador Wilson que solía
acompañarlo hasta bien entrada la tarde bajo la fronda de
la ceiba y le llevaba caramelos de Baltimore y revistas de cromos
de mujeres desnudas para tratar de convencerle de que le diera
las aguas territoriales a buena cuenta de los servicios
descomunales de la deuda
externa".
Dentro de los tres textos, y a la par, de la
ejemplaridad del poder ejecutado por el hombre en
su condición de patriarca, se alude al matriarcado como
fuente de todo reinado y dominio que
descansa en la Protomadre telúrica, pero el hombre
lleva la corona. Es el hombre
quien domina con el cetro del poder pero teniendo a la mujer como el
ente primordial que posee el misterio que se revela en su hijo,
esposo o amante : El Coronel, a pesar de su voz de autoridad y
terquedad senil, claudica ante los planteamientos de su mujer, El General
obedece y actúa según los designios de Manuelita y
el Patriarca se constituye como un animal divino, un dios animal,
pensar en él a través del símbolo y la
metáfora es apostar por una confraternidad entre la
animalidad y la divinidad entre nosotros mismos, es un
pájaro , hijo de una pajarera que para él es una
santa.
Los escenarios emblemáticos en que
transcurren las acciones
están entronizados por un ingrediente común :
el agua, en
las diversas acepciones que el autor la inserta dentro de los
textos. Bien sea en la interminable lluvia que acompaña al
Coronel, o los baños de salud que toma el General o
los baños mañaneros del Patriarca,
constituyen las aguas que "simbolizan la unión
universal de las virtudes, fons et origo, que se hallan en la
precedencia de toda forma o creación. La inmersión
en las aguas significa el retorno a lo preformal, con su doble
sentido de muerte y disolución, pero también de
renacimiento y
nueva circulación, pues la inmersión multiplica el
potencial de la vida". Es quien quizás le otorga una
solidez a la tierra
donde se estructuran los relatos en medio de la historia que
discurre como mediador entre la vida y la muerte en la
perspectiva dual de la creación y destrucción en
que se mueve el mundo inconcluso creado por García
Márquez en estos tres textos.
Los emblemas castrenses que deparan gloria y
grandeza son devorados por las vacas -en el caso del
Otoño del patriarca- o dejados por necesidad a lo
largo del camino -El General en su laberinto- o vendidos para
poder sobrevivir mientras llega la pensión -El Coronel no tiene
quien le escriba-. La desincorporación del objeto
castrense evidencia el diluirse de una memoria, la
ausencia de un tiempo que se esparce y pierde su totalidad en
camino a la desaparición o desmemoria, lo que apertura el
encadenamiento de una serie de hechos individuales e
inconscientes que sirven de base estructural a los relatos de las
novelas referidas en este trabajo. Y dan pie para que surjan
elementos inverosímiles que trastocan y atentan contra el
poder : los gallinazos que invaden la ‘casa de la
patria’, las vacas que devoran todos los muebles y los
despojos de los gallinazos que hacen fétido el ambiente. Este
asalto a la casa del poder le quita su característica sagrada y hace sentir el
aliento profano que la envuelve a un costado de la historia. El
proceso de desacralización funciona de esa manera en la
deconstrucción de un espacio de anterior linaje y de
evocación casi mítica por la presencia del poder,
un poder desaparecido en la historia misma y condenado a la
región cósmica de la literatura, mediante el
tratamiento de lo inverso. Con esta profanación del poder,
se alegoriza a toda una cadena de mando heredada a través
de la historia en un proceso de sustituciones que empalma todo un
sistema
político-administrativo que antecede a los hechos
narrados. Por caso concreto
tenemos : el Patriarca sustituye a los Godos, donde Dios
mandaba más que el gobierno, eran
los tiempos infelices de la patria que alcanza la prosperidad con
la llegada del ‘magnífico o benemérito’
que expulsa a Dios y clama por la beatificación de su
madre. Esa misma patria que celebra con bombos y platillos el
cierre de una historia con la muerte del dictador :
"volando entre el rumor oscuro de las últimas hojas
heladas de su otoño hacia la patria de tinieblas de la
verdad del olvido, agarrado de miedo a los trapos de hilachas
podridas del balandrán de la muerte y ajeno a los clamores
de las muchedumbres frenéticas que se echaban a las calles
cantando los himnos de júbilo de la noticia jubilosa de su
muerte y ajeno para siempre jamás de las músicas de
liberación y los cohetes de gozo y las campanas de gloria
que anunciaron al mundo la buena nueva que el tiempo incontable
de la eternidad había por fin
terminado".
Esta pérdida de identidad y su
consiguiente evaporación, constituye una
desacralización a través de los objetos y espacios
que se connotan como sagrados mientras dura la hegemonía
del poder del patriarca. Son símbolo de una época y
momento donde no importa el rostro del dictador sino los
símbolos a través de los cuales lo conocemos.
Porque esos símbolos permiten establecer un universo
simbólico o arquetípico que según su
tratamiento se puede enunciar como sacralizador o cuestionador de
un personaje o espacio. Por lo cual, la visión
mítica que en un momento pudo representar un personaje o
época se desacraliza de dos maneras : humanizando el
personaje o ubicándolo cercano a la muerte,
limitándolo física y
espiritualmente para mirarle su rostro humano y decrépito,
sentirlo en medio de sus delirios febriles o flatulencias. O
atentando de la manera más cínica contra los
símbolos de la grandeza. Ello tiene una razón,
histórica por demás. El divinismo y la
admiración que hace surgir el temor mitifica al patriarca,
lo diviniza ante una colectividad aterrada. La visión del
patriarca se hace divina, de hay su nombre y analogía con
los patriarcas de la iglesia y la
divinización, de ser referente protagónico de la
patria. Patria y arca, guardián de la patria, de la tierra,
padre nuestro de todos nosotros habitantes de
Latinoamérica. Hoy, de rostro humano y melancólico
en el universo
narrativo de Gabriel García Márquez. Hoy,
depositado en una ficción literaria que lo llena de
artificios y lo enriquece a partir de la palabra creadora que lo
rescata del juicio de la historia.
De la manera más ocurrente, el espacio
literario de estas tres novelas ofrece la oportunidad de
derrumbar la magnificencia de los patriarcas a partir de
situaciones inofensivas e inverosímiles que a la postre
resultan los agentes definitorios para su
eclipse : ‘Los gallinazos y las vacas’
invaden el espacio del patriarca, son los heraldos que anuncian
la buena nueva de su muerte y destrucción. ‘El
Coronel se resigna a un espacio y un gallo en espera de su
pensión que lo saque de su actual
situación’. ‘El General se aferra a un
permiso para exilarse’ y allí construye su propio
laberinto que lo acompaña hasta el exilio definitivo que
alcanza con la muerte. En este planteamiento de atentar contra el
imperio del poder a través de detalles ilógicos,
encontramos una profunda correspondencia o dialogismo con la obra
El señor presidente de Miguel Angel Asturias, donde
un grupo de
mendigos ponen en jaque al gobierno del
General Sonrisa, mientras que al dictador del Otoño del
patriarca sólo lo quieren los menesterosos que no
esperan nada de él porque no esperan nada de
nadie.
Convenimos que García Márquez
desdobla la historia en una historia otra, cuenta la historia del
antihéroe y así interpreta toda la idiosincrasia de
un continente que se formó bajo el apareo de las espuelas
y las armas. Es la
alusión del paso de la historia y la transformación
de la aldea y comarca en la ciudad. Es la huida de los fantasmas
a partir de los ruidos de la ciudad y los balancines de la
modernización. Es la reconstrucción de una historia
a través de anécdotas que alegorizan un sentir
colectivo e interpretan todo un sistema de
significaciones latinoamericanas. Un cruce de historias que desde
el texto
narrativo alegorizan de una manera cierta a las tantas historias
latinoamericanas diluidas en la inmensidad territorial y agotadas
en el ocaso del poder.
‘Seres de brega’ -el Coronel y el
patriarca- evidencian la clase dirigencial de un continente
acosado por los ruidos de los sables y las teorías
positivistas. El retrato del patriarca es fiel imagen de una
clase ‘dominante’ a la fuerza y el provecho pero sin
las luces del saber ; hablaba : el lenguaje de la
servidumbre y no sabía leer ni escribir. Es el
daguerrotipo de la barbarie, señor supremo de la
Latinoamérica rural debatida a sangre y fuego.
El Coronel simboliza la decepción del militar prestado a
la actividad política que ha
creído encarnar el rol de benefactor del ‘templo de
la patria’ y que se muere rumiando su tristeza y
agonía.
Mientras que ‘El General en su
laberinto’ es la historia ficcionalizada de los
últimos días del Libertador, –del fantasma que
va con Dios– la reconstrucción de la ruta
última realizada por Bolívar camino a su exilio
definitivo, a su ausencia definitiva de una patria que lo empuja
por los abismos de la injusticia y el anonimato. Es una historia
ficcionalizada que se reactualiza a partir del texto
literario. Dentro del contexto de argumentos fantásticos
de la lluvia eterna y la disolución de la vida del General
en los baños aromáticos que intentan sanar una
desmejorada salud, se descorre todo un
relato edificante, develador, que apunta con crudeza a la
paradoja que le toca vivir al genio de América
una vez liberada ésta. De allí que podemos
establecer una interpretación sociológica que nos
permita abordar el escenario sugerido en contraste con el real y
que apunta sobre los partidos
políticos y la división de una patria en pos de
los postulados ideológicos que prevalecen más que
la gloria y los principios
éticos que impulsaron una conducta en los
días de gloria vividos. Esto es una declaración
específica de la sustitución de un sistema
político fundado primordialmente por la convicción
patriótica a otro fundado en la pervivencia de los
partidos
políticos y a la
organización que éstos
sugieren.
La historia avanza dejando atrás los
tiempos de la América
rural y bárbara que se debatía en la conquista del
poder y la hegemonía del mando militar. Esa historia otra
que queda a la vera del camino es recogida por la literatura para
construir un universo que se
mueve en dos vértices : historia y ficción. Un
universo donde
se permite la aparición de un espectador -narrador- que
cuenta una historia particularizada que alegoriza a todo un
continente movido por la fibra de un tiempo pasado cargado de
enigmas y rodeado de situaciones alucinantes que proveen al campo
literario de territorio fecundo para sembrar sus mundos posibles
y verlos florecer.
Los albores ceden paso a los ocasos que se
trasmutan en linderos de una época : "donde el
amor estaba
contaminado por los gérmenes de la muerte pero era todo el
amor mi
general, donde usted mismo era apenas una visión incierta
de unos ojos de lástima a través de los visillos
polvorientos de un tren". Vertida la historia, ya los
destinos no son inciertos, sino más bien
laberínticos, el poder languidece frente al paso del
tiempo, el patriarca se convierte en una figura endeble y cede
ante el tiempo y la muerte : "en el cielo que se iba para
siempre, las nieves eternas, la enredadera nueva cuyas
campánulas amarillas no vería florecer el
sábado siguiente en la casa cerrada por el duelo, los
últimos fulgores de la vida que nunca más, por los
siglos de los siglos, volvería a
repetirse".
Una ficción narrativa nos alegoriza un
tiempo histórico sin perder oportunidad para hacer
énfasis en lo anecdótico y centrar su
referencialidad alrededor de un personaje que se reconoce a
través de una jerarquía militar. Las vicisitudes de
un personaje son el modus operandi para develar todo un sistema de
valores
trastocados por un sistema de sustituciones que no cesa de girar
jamás ni se detiene con el paso del
tiempo.
Lo que ayer fue albores es hoy ocaso de una
historia signada por la presencia castrense. En un movimiento
traslatorio se evoca un período de costumbres y
particularidades que se acumulan a otros momentos
latinoamericanos para constituir la historia de un continente que
todavía tiene bastante frescas las huellas de las botas y
carretones empujados por la sed de poder. Aun se escuchan ecos
del rugir de los sables y las voces atorrantes de los patriarcas.
Aun es momento para apoderarse del discurso y
reconstruir una semblanza latinoamericana alrededor del ocaso del
poder y a través de la magia creadora y evocativa de la
literatura.
LUIS JAVIER HERNANDEZ
CARMONA.
CILL. "MARIO BRICEÑO
IRAGORRY".
UNIVERSIDAD DE
LOS ANDES.
NUCLEO UNIVERSITARIO
"RAFAEL
RANGEL".TRUJILLO.VENEZUELA