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El estres del entorno hospitalario y familiar en cirugía




Enviado por palomo



    EL ESTRÉS DEL
    ENTORNO HOSPITALARIO Y FAMILIAR EN CIRUGÍA

    INSTITUTO UNIVERSITÁRIO DE
    CIENCIAS DE LA
    SALUD

    FUNDACIÓN
    BARCELÓ

    FACULTAD DE MEDICINA

    CONSIDERACIONES
    GENERALES DE LA RELACIÓN
    MÉDICO-PACIENTE

       La
    relación médico-paciente es una relación
    interpersonal muy particular que merece atención para que
    se logre un manejo eficaz de la situación: el paciente y
    el médico cumpliendo sus roles.

    El médico no debe perder de vista que el
    enfermo inicia su relación con él aun antes del
    primer contacto personal.
    Generalmente, cuando un enfermo acude a la consulta, ya tiene
    ciertas nociones y hasta prejuicios acerca del médico.
    Dicha relación también dependen de circunstancias
    como: el paciente que recurra a la consulta por su propia
    iniciativa o lo haga bajo presiones de sus familiares
    (también en este aspecto la familia
    juega un papel
    importante), o aquel en que el médico haya sido
    recomendado por alguien en quien realmente confía,
    etcétera. Lo habitual es que cuando paciente y
    médico se encuentran por primera vez, el primero tiene ya
    montada una idea sobre el segundo, siendo esta idea más o
    menos distorsionada.

    EL ESTRÉS
    PROFESIONAL DEL CIRUJANO

    El médico debe adaptarse a las ansiedades y los
    temores que le despierta su trabajo, y en ese sentido la
    cirugía conlleva un elevado estrés
    laboral. Por
    un lado, es estresante la intervención quirúrgica
    en sí con sus complejidades técnicas y sus riesgos que
    pueden comprometer la vida del paciente (así como para
    cada enfermo es difícil abandonarse al cuidado de
    cirujanos y anestesistas y tolerar que su cuerpo y su vida
    dependan de ellos, también para el médico es
    gravoso contener esa situación y asumir la responsabilidad de trabajar en condiciones que
    implican un riesgo de
    muerte
    potencial). Pero, por otro lado y dada la severidad de las
    dificultades psicológicas de muchos pacientes
    quirúrgicos, agrega nuevos elementos de presión el
    tener que afrontar el enojo, la hostilidad o las demandas
    irracionales e imposibles de algunos enfermos mal
    adaptados.

    Para enfrentar
    situaciones tan complejas se requieren características personales especiales.
    Schuffer y Figeroa han puntualizado que en cada disciplina
    médica existe un cierto estereotipo de personalidad,
    que resulta de un proceso de
    interrelación mutua entre las características personales de quienes ya
    practican la especialidad, de quienes se autoseleccionan para
    practicarla y de las exigencias que ella plantea. En un estudio
    en el que compararon la autoimagen profesional de cirujanos y
    clínicos, estos autores encontraran, como características personales de los
    cirujanos, la valentía y la impaciencia, cierto grado de
    sobredimensionamento del yo y omnipotencia, y resistencia a la
    fatiga física
    y mental. Todo esto se podría agregar que son cualidades
    casi imprescindibles para poder
    enfrentar el desafío que presupone la realización
    de un acto quirúrgico.

    Si en algún momento estos rasgos de personalidad
    no logran una buena adaptación al estrés
    generado por la práctica de la profesión, pueden
    contribuir a la producción de complicaciones. Con respecto
    a la negación de ansiedades y temores, cierto grado de
    omnipotencia y negación es necesario: un cirujano
    pálido de miedo y tembloroso, que comparta con el paciente
    el temor de la muerte y al
    dolor físico, difícilmente podrá operar de
    forma adecuada y mantener una clara capacidad de decisión.
    Este proceso de
    negación ha sido denominado disociación
    instrumental
    (Maradarás Platas, 1980), conforma un
    mecanismo que el cirujano, como todo médico, va
    incorporando a su modalidad personal durante
    el aprendizaje
    de la especialidad, como una manera de adaptación
    psicológica a una practica tan estresante como la
    cirugía. Disociación implica la capacidad de
    separarse o dividirse internamente, dejando de lado determinados
    aspectos de la propia personalidad y
    asumiendo otros, sin que se "mezclen" o comuniquen entre
    sí. Por lo tanto, el mecanismo de disociación
    instrumental permite al cirujano dejar de lado aspectos de su
    personalidad
    que lo identifiquen con los avatares anímicos de enfermo,
    sus temores o sufrimientos, para poder
    conectarse con otras partes propias que lo habiliten para
    realizar su tarea con eficiencia (por
    ejemplo conectarse con su interés
    científico o su goce en el desarrollo y
    el perfeccionamiento de la técnica
    quirúrgica).

    Ahora bien, cuando la negación es muy marcada, el
    cirujano puede "desatender" sus temores y precauciones, y
    estará entonces expuesto a cometer errores por minimizar
    los riesgos de los
    procedimientos
    quirúrgicos o no percibirá ni evaluará con
    claridad los signos y síntomas que señalen una
    complicación postoperatoria incipiente. También un
    alto grado de negación o disociación le
    impedirá una adecuada captación del estado
    psicológico de sus pacientes y minimizará sus
    eventuales consecuencias. La negación puede
    acompañarse de otras defensas maníacas: con
    hiperactividad (que puede llevar al cirujano a trabajar demasiado
    y sin descanso, y cometer errores por fatiga) y sentimientos de
    omnipotencia (que pueden condicionar la realización de
    técnicas quirúrgicas temerarias, por
    ejemplo).

    En cuanto al mecanismo paranoide de la
    proyección, un médico con rasgos paranoides se
    verá mas expuesto a mostrar hostilidad con pacientes o
    colegas, y ante fracasos o frustraciones se irritará o
    acusará a otros. Si se enoja mucho con un paciente puede
    perder la objetividad en el control
    clínico-quirúrgico, y tomar decisiones en
    apariencia médicas pero que pueden ser involuntarios
    intentos de dominar o "castigar" a un paciente agresivo o
    desafiante.

    En general, en los equipos quirurgicos una organización jerárquica muy
    rígida fomenta la paranoia, se trabaja en un clima
    persecutório y son frecuentes las acusaciones entre sus
    integrantes. Pero las modalidades adaptativas más
    comúnmente observadas en los equipos quirurgicos son las
    defensas maníacas, y talvez ello se deba al hecho de que
    su tarea implica un contacto cotidiano con realidades
    angustiantes y de fuerte connotación depresiva: el dolor
    físico y moral, y el
    desvalimiento de la naturaleza humana
    frente a la enfermedad y la
    muerte.

    LA TAREA DE
    ENFERMERÍA EN EL ESTRÉS
    QUIRÚRGICO

    Es mucho lo que el personal de
    enfermería puede hacer –y hace
    cotidianamente- para ayudar a los enfermos en los distintos
    avatares de su proceso de
    adaptación psicológica a la
    cirugía.

    Durante una internación hospitalaria, es
    frecuente que las enfermeras conozcan mejor que los
    médicos los vaivenes del estado
    anímico del paciente. Ello es atribuible a que mantienen
    con los enfermos un trato más prolongado, que incluye la
    intimidad del contacto cotidiano con el paciente y sus
    necesidades corporales, compartir muchas horas con él y su
    familia, y el
    hecho de ser las primeras personas que son llamadas ante
    cualquier dolor o problema. Todo esto otorga una gran
    trascendencia a la calidad que tenga
    la atención de las enfermeras; dicha atención puede
    ser fuente de tranquilización y reaseguramiento para
    muchas personas que, por estar enfermas y tener que ser operadas,
    suelen hallarse bastante desconcertadas o angustiadas.

    En el día de la internación, periodo
    preoperatorio, la enfermera es uno de los primeros contactos del
    paciente con el hospital, y ya en ese diálogo algunos de
    sus temores y ansiedades podrán ser atenuados.
    También la contención brindada en el
    quirófano por las enfermeras t la instrumentadora tiene un
    efecto muy tranquilizador.

    Durante la internación, las distintas formas de
    adaptación psicológica al estrés
    quirúrgico determinarán que los enfermos tengan
    reacciones muy variadas. El conflicto
    entre el deseo de autonomía y la necesidad de dependencia
    para recibir los cuidados es uno de los más importantes en
    cirugía, y puede originar problemas en
    relación con las enfermeras que brindan esos cuidados;
    así, ellas pueden ser blanco de las quejas permanentes de
    un paciente muy demandante o regresivo, o del enojo de un enfermo
    que se siente humillado por su dolencia y sus limitaciones
    físicas.

    Con las personas bien adaptadas no se presentan mayores
    dificultades, de forma tal que en esos casos una conducta
    espontánea y amable y el sentido común durante la
    atención de enfermería
    son de por sí suficientes. Pero la mala adaptación
    emocional de un paciente puede condicionar distintas dificultades
    en su relación con las enfermeras. En esos casos, una
    actitud
    profesional adecuada requiere el
    conocimiento de los procesos
    psíquicos que determinan la conducta del
    enfermo, y también de la mejor manera de abordarlos. Para
    cada modalidad defensiva hay actitudes que
    pueden favorecer la adaptación y otras,
    entorpecerla.

    Con respecto a la negación, es perjudicial
    consentirla y evitar hablar de la operación; es mucho
    más beneficioso promover la discusión de dudas y
    preguntas, pues así se ayuda a una adaptación
    más realista a la adaptación del estrés
    quirúrgico.

    Cuando además de negador, el enfermo está
    maníaco, eufórico y verborrágico, con
    frecuencia contagia el ambiente con
    su euforia y la enfermera puede pleglarse a ese clima festivo con
    chistes y
    risas, para observar días después con cierta
    sorpresa que l enfermo desarrolla una depresión
    más prolongada que la habitual. La mejor actitud es
    tener en cuenta, desde el primer contacto con el enfermo, que ese
    estado
    maníaco que manifiesta es un signo de sufrimiento ante la
    realidad y de sentimientos depresivos por haber enfermado, y que
    es mucho más saludable llevarlo gradualmente a que pueda
    hablar de esos temas y mostrar su preocupación, porque eso
    tendrá un efecto verdaderamente tranquilizador.

    Esto no significa que no se deba tener buen humor ni
    hacer chistes con
    los pacientes; apunta a poder
    distinguir entre personas que están eufóricas para
    defenderse de la angustia (es decir, parecen contentas cuando
    tendrían que estar preocupadas o tristes), y personas que
    están realmente contentas porque ya mejoraron, se
    recuperaron de su operación y están más
    tranquilas. Estas últimas sí pueden disfrutar de
    chistes y del
    buen humor.

    En los enfermos paranoides, es importante que la
    enfermera no desarrolle una conducta "en
    espejo", o sea, no debe responder con agresiones a las conductas
    hostiles de estos pacientes. Es más adecuado aceptar ante
    el enfermo que muchos tratamientos médicos y de enfermería
    tienen aspectos agresivos, pero que su finalidad es ayudarlo. Se
    busca corregir su visión tan persecutoria del medio
    hospitalario, que lo hace sentir víctima de los
    profesionales que lo atienden y no de su enfermedad.

    Otro problema bastante característico en la atención de
    pacientes con reacciones paranoides es que pueden desencadenar
    conflictos
    entre los integrantes del equipo médico y de enfermería. Esto se debe a que suelen
    focalizar la responsabilidad de sus sufrimientos en unas de las
    enfermeras o de los especialistas médicos intervinientes,
    y los culpan, por ejemplo, de haber movido su pierna de forma
    brutal o de haber indicado un medicamento equivocado o en general
    de haberlo atendido de forma incorrecta. Como estos enfermos
    transmiten con gran certeza y seguridad su
    manera de ver las cosas, gran parte o totalidad del equipo
    actuante puede, casi sin notarlo, ir plegándose a ese
    punto de vista del paciente. Se genera entonces también
    entre los profesionales un ambiente
    paranoide bastante incómodo, lleno de sospechas y de
    acusaciones por práctica inadecuada de la especialidad de
    cada uno.

    Es bueno estar alerta sobre este tipo de
    problemática en los grupos de
    trabajo, y tener presente que el concepto que un
    profesional forma de otro debiera estar guiado por criterios
    profesionales y no por lo que dice el enfermo o sus familiares.
    Esos dichos pueden ser pocos objetivos ya
    que están teñidos por las ansiedades y los conflictos
    desencadenados por la enfermedad y la cirugía.

    Los pacientes con trastornos por estrés
    postraumático agudo después de accidentes,
    cirugía de urgencia o internaciones graves en terapia
    intensiva, tienen una gran necesidad de relatar y revivir los
    momentos traumáticos pasados. Es de gran utilidad que la
    enfermera destine un tiempo para esas
    conversaciones, que pregunte y promueva al paciente a recordar y
    establecer una secuencia, una historia de todo lo
    acontecido. Permite así la descarga afectiva del enfermo
    abrumado por la angustia, y lo ayuda al control
    psíquico de todos los elementos traumáticos que los
    amenazaron o lo amenazan todavía.

    Por último, es perjudicial seguir las
    conversaciones de pacientes con crisis
    psicóticas como si se compartiera su misma y alterada
    visión de las cosas, porque al agregar elementos alejados
    de la realidad se puede contribuir a empeorar la beligerancia o
    las ideas delirantes; tampoco se debe responder a sus conductas
    agresivas. En los casos en los que predomina la confusión
    mental de base orgánica, además de la
    corrección del factor orgánico específico es
    útil intentar una permanente reubicación en la
    realidad de tiempo y espacio.
    Como tienen trastornos de la atención y la memoria,
    esta reubicación debe ser repetida: informarles
    dónde están, por qué, para qué y
    explicarles todo lo que se va a hacer. Son importantes
    también las medidas ambientales que contribuyan a mejorar
    su sentido de orientación: mantener una luz tenue durante
    la noche, contacto con objetos o personas familiares,
    etcétera.

    Todos estos pacientes mal adaptados determinan un mayor
    compromiso emocional de las enfermeras que los atienden y
    –en casos muy difíciles- un considerable desgaste
    personal.
    El
    conocimiento de los procesos
    psicológicos subyacentes, capacita a la enfermera para
    mejorar o restaurar su relación con estos enfermos, y
    evitar conductas contraproducentes. En general, tal vez por la
    característica de su profesión, las
    enfermeras tienen una muy buena comprensión de los
    aspectos no verbales de la
    comunicación en los pacientes, es decir sus gestos,
    sus conductas o la variación de sus síntomas. Por
    eso no es raro que –antes que los médicos- ellas
    descubran el mensaje implícito en muchas quejas de los
    enfermos quirúrgicos. Así, por ejemplo, pueden
    entender que un dolor de difícil control
    medicamentoso está relacionado con una depresión,
    con temores ante el alta o con conflictos
    familiares. Esas observaciones son por lo común correctas,
    derivan del mayor conocimiento
    personal del
    paciente y es conveniente incluirlas como datos
    útiles para una evaluación
    integral de las complicaciones del caso.

    Otro aspecto en el que la tarea de enfermería
    puede ayudar eficazmente es en la evolución y la superación de los
    fenómenos regresivos. En cirugía la
    regresión es normal, aunque conlleva el peligro de una
    dependencia excesiva para recibir cuidados. Habitualmente, con el
    avance de la recuperación posoperatoria, los pacientes van
    abandonado sus conductas regresivas y actitudes
    "infantiles", para retomar su modalidad adulta. Este proceso se ve
    favorecido si las enfermeras van adecuando su trato con los
    enfermos en los distintos momentos, y evitan todo aquello que
    pueda acentuar la regresión o hacerla menos
    tolerable.

    La mejor actitud es
    nunca criticar la regresión, y acompañar cada
    paciente desde los momentos más regresivos en los que
    parece muy dependiente y demandante, cuidándolo y
    protegiéndolo más, para luego –cuando el
    enfermo ha mejorado en su posoperatorio y ya su regresión
    es menor- cambiar gradualmente la forma de tratarlo y adecuarla a
    su mayor grado de autonomía y autoafirmación
    personal.

    LA FAMILIA DEL
    PACIENTE QUIRÚRGICO

    La cirugía constituye una situación de
    estrés psicológico también para la familia de
    cualquier paciente. La internación hospitalaria implica
    separaciones y el abandono del hogar por parte del enfermo, por
    cuyo futuro temen los restantes miembros del grupo
    familiar. Se agregan también muchas dificultades
    prácticas: mayores gastos
    económicos, problemas en
    el manejo del hogar o la atención de los niños si
    se opera uno de los padres, la alteración del ritmo de
    vida familiar por la necesidad de acompañar y cuidar al
    paciente durante su recuperación,
    etcétera.

    Caplan (1993), menciona que la familia es
    fuente de ayuda concreta y de servicios
    prácticos en tiempos de necesidad, y una
    internación quirúrgica sin duda lo es. Por ello, el
    apoyo del grupo familiar
    en su interacción con el enfermo puede favorecer mucho su
    recuperación. Es necesario otorgar a la familia el
    grado de participación que le corresponde en el proceso
    quirúrgico, pero a la vez corregir los modos de
    interacción personal y de adaptación al
    estrés que suelen provocar complicaciones.

    En el periodo preoperatorio, la cirugía promueve
    ansiedades y temores en toda familia, y cada
    uno de sus integrantes los controla según sus
    posibilidades. Aparecen muchos temores irracionales vinculados al
    recuerdo de historias familiares (enfermedades, complicaciones
    o muertes que amenazan con repetirse). Esos recuerdos y temores
    son compartidos por todos, aunque no sean
    explicitados.

    Cuando hay una adaptación familiar normal frente
    al estrés preoperatorio, la ansiedad del paciente es
    conocida y compartida por el grupo;
    constituye todo un tema y ocupa un "lugar" en la familia.
    También cada integrante puede reconocer y tolerar su
    propia preocupación, sin recurrir a conductas defensivas
    rígidas.

    Muchas familias, por el contrario, suelen plegarse a la
    modalidad patológica de adaptación del paciente y,
    por ejemplo, todo el grupo
    participa de la negación maníaca de la realidad. No
    es raro que en estas familias haya, no obstante, algún
    miembro que "denuncia" las ansiedades y temores del enfermo
    –o de todos– y se transforma en el portavoz que
    revela los principales conflictos
    generados por la cirugía. La observación de estas reacciones familiares
    en el preoperatorio permite detectar qué ansiedades y
    conflictos
    puede tolerar el paciente por sí solo, y para
    cuáles necesita ayuda (brindada por el familiar que se
    hace cargo de contenerlos).

    En aquellos enfermos que presentan una adaptación
    preoperatoria muy patológica (ansiedad confusional,
    reacciones paranoides agudas, antecedentes psicóticos o
    depresivos graves), es imprescindible conocer bastante a la
    familia y
    evaluar su capacidad para acompañar al enfermo en las
    dificultades del posoperatorio, siendo esto también valido
    para cirugía en niños o en gerontes.

    En condiciones favorables, la familia
    contribuye al control emocional
    de cada paciente en su recuperación tras la
    cirugía, pues le ayuda a tolerar la frustración,
    contrarrestar la desesperanza y adaptarse al duelo y las
    inevitables privaciones psicofísicas de todo
    posoperatorio. También facilita la superación de
    los fenómenos regresivos: así como en esos momentos
    los enfermos requieren más ayuda y atención de
    médicos y enfermeras, necesitan un mayor suministro
    afectivo de familiares y amigos.

    En situaciones de estrés, las personas ve
    amenazadas su identidad, a
    la que sienten como más vaga y confusa. En el contexto
    quirúrgico esto es evidente, y los pacientes están
    más susceptibles a la influencia de todos los mensajes
    sobre si mismos, mensajes de los que hacen depender notoriamente
    su autoimagen y autoestima.
    Cuando ante las dificultades posoperatorias se sienten
    débiles e impotentes, el apoyo y el estímulo de la
    familia les proporcionan la confianza para mantenerse firmes, y
    eso reasegura también su identidad.

    La dinámica de la interacción entre el
    enfermo quirúrgico y su familia durante la
    internación depende del tipo de vínculos
    preexistentes, y en este sentido un factor limitante de los
    efectos beneficiosos de la acción del grupo familiar
    lo constituye la falta de comunicación o su distorsión, al
    igual que una estructura
    familiar aglutinada o con roles fijos e inflexibles.

    Las familias más normales tienen con respecto al
    cuidado del paciente un funcionamiento naturalmente
    autorregulado, y su presencia es gratificante. Atienden al
    operado de una manera flexible, a veces lo acompaña un
    integrante del grupo, a veces otro, y saben captar las
    necesidades del enfermo (cuándo dejarlo solo,
    cuándo estar en silencio, cómo tranquilizarlo
    cuando sufre).

    En cambio, las
    familias más aglutinadas suelen ejercer una acentuada
    sobreprotección, con roles fijos (siempre la misma
    persona cuida
    de forma exagerada y asfixiante al paciente, a quien jamás
    lo deja solo). Tampoco permiten un adecuado manejo de la
    atención médica y de enfermería: controlan
    permanentemente la tarea de las enfermeras en busca de errores, o
    verifican el goteo del suero o los horarios de administración de los medicamentos. En
    muchas ocasiones, detrás de estas actitudes
    existe fuerte ambivalencia, y junto al amor y los
    aparentes cuidados solícitos hay reproches,
    agresión o sentimientos de culpa; no es raro que, de
    pronto, ello derive en conflictos y peleas, y por etapas el
    enfermo sea abandonado en mayor o menor grado por su
    familia.

    Otras dificultades durante la internación pueden
    deberse a los cambios de roles en las familias; por ejemplo, la
    enfermedad y la cirugía suelen forzar a una persona muy
    independiente aceptar un rol de dependencia indeseada y mal
    tolerada, y eso puede complicar o agravar relaciones familiares
    básicamente conflictivas en lo que respecta al tema de la
    dependencia y la autoridad.

    Con menor frecuencia, en algunas familias se presentan
    otras respuestas patológicas al estrés
    quirúrgico durante la internación de uno de sus
    miembros: algunos familiares pueden presentar reacciones
    desmedidas como depresión,
    trastornos psicosomáticos e incluso producción de accidentes.

    Pueden desencadenarse otros problemas
    familiares durante una internación quirúrgica, algo
    más risueños pero seguramente no excepcionales en
    la práctica médica: luego de la operación, a
    un paciente separado comienza a visitarlo su primera esposa;
    ésta se encuentra con la segunda y pelean. O algunos de
    los hijos de un enfermo anciano tratan de que en pleno
    posoperatorio firme un importante documento a pesar de la tenaz
    oposición de otros hijos.

    Finalmente, acerca de las visitas de amigos, familiares
    más lejanos y conocidos es conveniente recordar que la
    mayoría de los enfermos toleran mal un ritmo muy intensivo
    de visitas, porque les provoca cansancio, irritabilidad, insomnio
    y menor tolerancia al
    dolor. Además, como en el posoperatorio se produce esa
    suerte de retiro del interés
    del paciente por los estímulos ambientales, en general
    prefiere mantener un cierto grado de aislamiento con pocas
    visitas, y se concentra en el estado de
    su cuerpo y en las tareas de recuperación. Por supuesto
    que esto no es así para los enfermos en quienes predominan
    las defensas maníacas; ellos prefieren numerosas y
    permanentes visitas, mirar televisión, trabajar y todo aquello que los
    ayude a alejarse –aunque sólo temporariamente
    – de la realidad displacentera.

    CONCLUSIÓN

    Es muy importante, conocer los distintos roles a ser
    cumplidos alrededor del paciente en la cirugía para
    poder mantener
    este como unidad biopsicosocialaxiologico. Tanto los
    profesionales de la salud, como familiares
    tienden a tener distintas reacciones frente a los mecanismos de
    defensa naturales del paciente en cuestión.

    Los niveles de progreso tanto en la adaptación
    preoperatoria como en la recuperación postoperatoria,
    dependen mucho del rol del médico, pero hay que sumar
    también la gran importancia que el grupo de
    enfermería ejerce sobre este; ya que estos tienen mayor
    tiempo de
    contacto. No hay que dejar de destacar el ámbito familiar
    el cual varia mucho de acuerdo al estado de
    ánimo del paciente, pero estos también influyen
    sobre este con sus características y roles sociales
    predeterminados.

      

    REFERENCIAS
    BIBLIOGRÁFICAS

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      quirúrgico –El impacto emocional de la
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      © 1998 – CTM Servicios
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      Psicología aplicada a la práctica
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      Lopez Libreros Editores Sexta
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    8. JORGE A. INSUA – Psicología
      Médica.
    9. JAMA, Journal American Medical Association,
      1997.

     

     

    Autor:

    Juan Manuel Palomo

    Matricula:1374

    palomo[arroba]sinectis.com.ar

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