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Nietzsche: La razón en la filosofía




Enviado por latiniando



    "La razón en la
    filosofía"

    1. ¿;Me pregunta usted
    qué cosas sonidio sincrasia en los filósofos?… Por ejemplo, su falta de
    sentido histórico, su odio a la noción misma de
    devenir, su egipticismo. Ellos creen otorgar un honor a una cosa
    cuando la deshistorizan, subspecie aeterni (desde la
    perspectiva de lo eterno), —cuando hacen de ella una momia.
    Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace
    milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió
    vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores
    idólatras de los conceptos, cuando adoran, —se
    vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el
    cambio, la
    vejez,
    así como laprocreación y el crecimiento son para
    ellos objeciones, —inclusorefutaciones. Lo que es no
    deviene; lo que deviene no es… Ahora bien, todosellos
    creen, incluso con desesperación, en lo que es. Mas como
    nopueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se
    les retiene."Tiene que haber una ilusión, un engaño
    en el hecho de queno percibamos lo que es: ¿;dónde
    se esconde el engañador?—"Lo tenemos, gritan
    dichosos, ¡;es la sensibilidad! Estos sentidos,que
    también en otros aspectos son tan inmorales, nos
    engañanacerca del mundo verdadero. Moraleja: deshacerse
    del engaño de lossentidos, del devenir, de la historia (Historie),
    de la mentira,—la historia no es más
    que fe en los sentidos, fe
    en la mentira.Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a
    los sentidos,
    a todo el restode la humanidad: todo él es "pueblo".
    ¡;Ser filósofo,ser momia, representar el
    monótono-teísmo con una mímicade
    sepulturero! — ¡;Y, sobre todo, fuera el cuerpo, esa
    lamentableidée fixe (idea fija) de los sentidos!,
    ¡;sujeto a todoslos errores de la lógica
    que existen, refutado, incluso imposible,aun cuando es lo
    bastante insolente para comportarse como si fuera
    real!…".

    2. Pongo a un lado, con gran reverencia, el
    nombrede Heráclito. Mientras que el resto del pueblo de
    los filósofosrechazaba el testimonio de los sentidos
    porque éstos mostraban pluralidady modificación,
    él rechazó su testimonio porque mostrabanlas cosas
    como si tuviesen duración y unidad. También
    Heráclitofue injusto con los sentidos.
    Estos no mienten ni del modo como creen loseleatas ni del modo
    como creía él, —no mienten de ningunamanera.
    Lo que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que
    introducela mentira, por ejemplo la mentira de la unidad, la
    mentira de la coseidad,de la sustancia, de la
    duración… La "razón" es la causa deque
    nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mostrando el
    devenir,el perecer, el cambio, los
    sentidos no mienten… Pero Heráclito
    tendráeternamente razón al decir que el ser es una
    ficción vacía.El mundo "aparente" es el
    único: el "mundo verdadero" no es másque un
    añadido mentiroso…

    3. —¡;Y qué sutiles
    instrumentos deobservación tenemos en nuestros sentidos!
    Esa nariz, por ejemplo,de la que ningún filósofo ha
    hablado todavía con veneracióny gratitud, es hasta
    este momento incluso el más delicado de losinstrumentos
    que están a nuestra disposición: es capaz
    deregistrar incluso diferencias mínimas de movimiento que
    ni siquierael espectroscopio registra. Hoy nosotros poseemos
    ciencia
    exactamente enla medida en que nos hemos decidido a aceptar el
    testimonio de los sentidos,—en que hemos aprendido a seguir
    aguzándolos, armándolos,pensándolos hasta el
    final. El resto es un aborto y
    todavía-no-ciencia:quiero
    decir, metafísica, teología, psicología,
    teoríadel conocimiento.
    O ciencia
    formal, teoría
    de los signos: como lalógica, y esa lógica
    aplicada, la matemática. En ellasla realidad no llega a
    aparecer, ni siquiera como problema; y tambiéncomo la
    cuestión de qué valor tiene en
    general ese convencionalismode signos que es la lógica.—

    4. La otra idiosincrasia de los
    filósofosno es menos peligrosa: consiste en confundir lo
    último y lo primero.Ponen al comienzo, como comienzo, lo
    que viene al final —¡;por desgracia!,¡;pues no
    debería siquiera venir! —los "conceptos supremos",es
    decir, los conceptos más generales, los más
    vacíos,el último humo de la realidad que se
    evapora. Esto es, una vez más,sólo expresión
    de su modo de venerar: a lo superior no lees lícito
    provenir de lo inferior, no le es lícito provenirde
    nada… Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que
    ser causasui (causa de sí mismo). El proceder de
    algo distinto es consideradocomo una objeción, como algo
    que pone en entredicho el valor.
    Todoslos valores
    supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos
    supremos,lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero,
    lo perfecto —ningunode ellos puede haber devenido, por
    consiguiente tiene que ser causa sui.Mas ninguna de esas cosas
    puede ser tampoco desigual una de otra, no puedeestar en
    contradicción consigo misma… Con esto tienen los
    filósofossu estupendo concepto
    "Dios"… Lo último, lo más tenue,
    lomás vacío es puesto como lo primero, como causa
    en sí,como ens realissimum (ente
    realísimo)… ¡;Que la humanidadhaya tenido que
    tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermostejedores
    de telarañas!— ¡;Y lo ha pagado
    caro!…

    5. —Contrapongamos a esto, por fin, el modo
    tandistinto como nosotros (—digo nosotros por
    cortesía…) vemos el problemadel error y de la
    apariencia. En otro tiempo se tomaba
    la modificación,el cambio, el
    devenir en general como prueba de apariencia, como signode que
    ahí tiene que haber algo que nos induce a error. Hoy, a
    lainversa, en la exacta medida en que el prejuicio de la
    razón nosfuerza a asignar unidad, identidad,
    duración, sustancia, causa,coseidad, ser, nos vemos en
    cierto modo cogidos en el error, necesitadosal error; aun cuando,
    basándonos en una verificación rigurosa,dentro de
    nosotros estemos muy seguros de que es
    ahí donde estáel error. Ocurre con esto lo mismo
    que con los movimientos de una granconstelación: en
    éstos el error tiene como abogado permanentea nuestro ojo,
    allí a nuestro lenguaje. Por
    su génesis ellenguaje pertenece a la época de la
    forma más rudimentariade psicología:
    penetramos en un fetichismo grosero cuando adquirimosconsciencia
    de los presupuestos
    básicos de la metafísicadel lenguaje,
    dicho con claridad: de la razón. Ese fetichismo veen todas
    partes agentes y acciones: cree
    que la voluntad es la causa engeneral; cree en el "yo", cree que
    el yo es un ser, que el yo es una sustancia,y proyecta sobre
    todas las cosas la creencia en la sustancia-yo
    —asíes como crea el concepto
    "cosa"… El ser es añadido con el pensamiento,es
    introducido subrepticiamente en todas partes como causa; del
    concepto"yo"
    es del que se sigue, como derivado, el concepto
    "ser"… Al comienzoestá ese grande y funesto error
    de que la voluntad es algo que produceefectos,—de que la
    voluntad es una facultad… Hoy sabemos que no es
    másque una palabra… Mucho más tarde, en un
    mundo mil veces másilustrado, llegó a la
    consciencia de los filósofos, parasu sorpresa, la seguridad, la
    certeza subjetiva en el manejo de las categoríasde la
    razón: ellos sacaron la conclusión de que esas
    categoríasno podían proceder de la empiria,
    —la empiria entera, decían,está, en efecto,
    en contradicción con ellas. ¿;De
    dóndeproceden, pues? —Y tanto en India como en
    Grecia se
    cometió el mismoerror: "nosotros tenemos que haber
    habitado ya alguna vez en un mundo másalto (—en
    lugar de en un mundo mucho más bajo: ¡;lo cual
    habríasido la verdad!), nosotros tenemos que haber sido
    divinos, ¡;puesposeemos la razón!"… De hecho,
    hasta ahora nada ha tenido una fuerzapersuasiva más
    ingenua que el error acerca del ser, tal como fueformulado, por
    ejemplo, por los eleatas: ¡;ese error tiene en favorsuyo,
    en efecto, cada palabra, cada frase que nosotros pronunciamos!
    —Tambiénlos adversarios de los eleatas sucumbieron a
    la seducción de suconcepto de ser: entre otros
    Demócrito, cuando inventó suátomo… La
    "razón" en el lenguaje:
    ¡;oh, qué viejahembra engañadora! Temo que no
    vamos a desembarazarnos de Dios porquecontinuamos creyendo en la
    gramática

    6. Se me estará agradecido si condenso
    unconocimiento tan esencial, tan nuevo, en cuatro tesis:
    así facilitola comprensión, así provoco la
    contradicción.

    Primera tesis. Las
    razones por las que "este"mundo ha sido calificado de aparente
    fundamentan, antes bien, su realidad,—otra especie distinta
    de realidad es absolutamente indemostrable.}

    Segunda tesis. Los
    signos distintivos que hansido asignados al "ser verdadero" de
    las cosas son los signos distintivosdel no-ser, de la nada,
    — a base de ponerlo en contradicción conel mundo
    real es como se ha construido el "mundo verdadero": un mundo
    aparentede hecho, en cuanto es meramente una ilusión
    óptico-moral.

    Tercera tesis.
    Inventar fábulas acercade "otro" mundo distinto de
    éste no tiene sentido, presuponiendoque no domine en
    nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento,de
    recelo frente a la vida: en este último caso tomamos
    venganzade la vida con las fantasmagoría de "otra" vida
    distinta de ésta,"mejor" que ésta.

    Cuarta tesis.
    Dividir el mundo en un mundo "verdadero" y en un mundo
    "aparente", ya sea al modo del cristianismo,
    ya sea al modo de Kant (en
    última instancia, un cristiano alevoso), es
    únicamente una sugestión de la
    décadence, — un síntoma de vida
    descendente… El hecho de que el artista estime más
    la apariencia que la realidad no constituye una objeción
    contra esta tesis. Pues "la apariencia" significa aquí la
    realidad una vez más, sólo que seleccionada,
    reforzada, corregida… El artista trágico no es un
    pesimista, — dice precisamente sí incluso a todo lo
    problemático y terrible, es
    dionisíaco…

    Nietzsche: Crepúsculo de los
    ídolos.
    Alianza Editorial, Madrid.

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