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El Rey de la eternidad (relatividad)




Enviado por Jesús Castro



Partes: 1, 2, 3, 4

    La sagrada escritura da a entender que el Creador es
    eterno en sentido absoluto, sin comienzo ni final: "Al
    único Dios nuestro Salvador mediante Jesucristo nuestro
    Señor, sea gloria, majestad, potencia y autoridad por
    toda la eternidad pasada y ahora y para toda la eternidad
    .
    Amén" (Carta de Judas, versículo 25).

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    La revista LA ATALAYA del 1-8-2014, página 15,
    editada en inglés, español y otros idiomas por la
    Sociedad Watch Tower Bible And Tract, expone en parte: «Un
    padre le dice a su hijo de siete años: "Hace mucho mucho
    tiempo, Dios hizo la Tierra y todas las cosas que hay en ella.
    También hizo el Sol, la Luna y las estrellas". El
    niño se queda pensando un rato y entonces le pregunta:
    "Papá… ¿y quién hizo a Dios?"… "Nadie
    — responde el padre—. Dios siempre ha existido". Por
    ahora, esta respuesta tan sencilla deja contento al niño.
    Sin embargo, a medida que crece, el tema le sigue causando
    curiosidad. Le cuesta entender que exista alguien que no haya
    tenido principio. "¿Cómo es eso posible?
    —piensa—. Hasta el universo tuvo principio". La
    pregunta sigue sin contestarse: ¿de dónde vino
    Dios?… Dios es el "Rey de la eternidad", como lo llamó
    el apóstol Pablo (1 Timoteo 1:17). En otras palabras,
    siempre ha existido, sin importar cuánto retrocedamos en
    el tiempo. Y siempre existirá (Apocalipsis 1:8). Dios no
    tiene principio ni fin; ésa es una de sus principales
    características…

    Aunque nos cueste entender que Dios es eterno, la idea
    es lógica. Si alguien hubiera creado a Dios, esa persona
    sería el Creador. Sin embargo, la Biblia afirma que
    Jehová Dios (el Creador Todopoderoso) es quien hizo todas
    las cosas (Apocalipsis 4:11). Además, nosotros sabemos que
    hubo un tiempo en que el universo no existía
    (Génesis 1:1, 2). ¿Cómo apareció?
    Obviamente, su Creador ya tenía que existir. Y
    también tuvo que haber existido antes que cualquier otro
    ser inteligente… Está claro que, antes de empezar a
    crear, Dios estaba solo. Él no pudo haber sido creado,
    pues no había ni nada ni nadie aparte de
    él»

    El tiempo. La idea de TIEMPO es bastante intuible
    por las personas humanas, pero a la vez es extremadamente
    difícil de definir. Desde la antigüedad hasta el
    presente, muchos intelectuales han intentado desentrañar
    el misterio que impide dar una definición relativamente
    rigurosa de TIEMPO y sólo últimamente parece que se
    han conseguido algunos resultados prometedores.

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    Durante la infancia del conocimiento científico,
    el concepto que se tenía de "tiempo" era eminentemente
    antropocéntrico, pero hacia el siglo XV fue desapareciendo
    la visión subjetiva del tiempo que hasta entonces
    había embargado el enfoque de los filósofos y
    pensadores, siendo a partir de Galileo y Newton cuando, merced a
    la mecánica clásica, el "tiempo" se
    concebirá como un valor matemático; es decir, el
    concepto de "tiempo" empezó a concebirse como algo fijo,
    absoluto y medible, que puede conocerse por experimentos y cuya
    realidad no precisa relacionarse con el movimiento para ser
    medida, y que existe desde el pasado más remoto e
    inasequible hasta la eternidad inalcanzable del futuro. En
    definitiva, el "tiempo" se llegó a ver como algo ilimitado
    e inamovible, constante como un "tic-tac" que no pudiera parar
    jamás.

    Pero la "teoría de la Relatividad General" de
    Albert Einstein, a primeros del siglo XX, supuso un duro golpe
    para la concepción que se tenía del tiempo en todos
    los estamentos de la sociedad humana (popular, académico,
    religioso, etc.). De pronto, el "tiempo" dejó de ser una
    magnitud absoluta y se convirtió en algo relativo, que
    varía en función de quién lo mida y bajo
    qué circunstancias lo mida. La revolución
    conceptual einsteniana dejaba claro que no sólo la
    percepción subjetiva que se tiene en cuanto a la
    duración de un acontecimiento es variable, sino que
    también, como magnitud física, el "tiempo" es
    igualmente variable; se define también en función
    del sujeto que lo experimenta, dependiendo de la velocidad a la
    que se mueva y en relación con la masa de los objetos, de
    la posición estática o de movimiento de quien lo
    mida, del enclave cercano o lejano respecto a una masa
    gravitatoria; y en todos estos casos los más precisos
    relojes marcarán desfases constatables, que pueden llegar
    a ser de pequeñísimas fracciones de
    segundo.

    Científicos como Roger Penrose y Stephen Hawking
    desarrollaron las ideas básicas de Einstein, y este
    último ha lanzado también su propia teoría
    del tiempo en su libro "Una breve historia del tiempo". Hawking
    considera al "tiempo" como formado por tres flechas: la flecha
    termodinámica, la flecha cosmológica y la flecha
    psicológica. Opina que en nuestro universo, actualmente,
    las tres flechas apuntan hacia una misma dirección; sin
    embargo, esto puede que no siempre sea así. La "flecha
    termodinámica" está basada en la segunda ley de la
    Termodinámica, que indica que en cualquier sistema
    cerrado, el desorden (la "entropía") aumenta con el
    tiempo; por ejemplo, si un vaso de cristal (estado ordenado de la
    materia) se cae desde una mesa, éste se rompe en varios
    pedazos (estado desordenado); si ahora filmáramos un
    vídeo y pasáramos en cámara lenta la
    caída del vaso, veríamos cómo se va
    desordenando cada vez más conforme pasa el tiempo. La
    "flecha psicológica" es la que nos ayuda a percibir el
    tiempo, y ésta apunta hacia adelante; esto se puede
    explicar en base a que los sucesos son grabados en el cerebro,
    aumentando las conexiones, y con ello también aumenta el
    nivel de "desorden" de las neuronas. La "flecha
    cosmológica" es la que fue utilizada por Einstein para
    explicar el tiempo como causado por un universo en
    expansión; sin embargo, algunos teóricos han
    supuesto que en algún momento del futuro el universo
    empezará a colapsarse (en un "Big-crunch"), por lo que se
    podría pensar que la flecha cosmológica
    cambiará entonces su orientación.

    Es interesante, con respecto a la denominada "flecha
    cosmológica" del tiempo, comparar algunas tendencias
    teóricas recientes con la visión de la realidad que
    puede extraerse del estudio profundo de la revelación que
    se encuentra consignada en las páginas de las sagradas
    escrituras. Ahí no se da a entender que nuestro mundo vaya
    a desaparecer a causa de un gran colapso global, sino, más
    bien, que éste continuará bajo la amorosa tutela
    del Todopoderoso. Por lo tanto, algo tendrá que
    descubrirse en el futuro que haga que todas las conjeturas que
    apuntan hacia un Big-crunch sean desechadas. Téngase en
    cuenta que, a pesar de lo mucho que ha avanzado la ciencia y la
    tecnología humanas, la verdad es que apenas hemos
    conseguido despegar de la plataforma de la ingenuidad e iniciar
    la gran aventura del conocimiento del universo.

    Tiempo y relatividad. La teoría de la
    relatividad de Albert Einstein causó un gran impacto
    dentro de la comunidad científica. Muchos creen que
    marcó un antes y un después en la historia de la
    ciencia, pues revolucionó la física vigente en su
    tiempo. Las teorías que dominaban en cada una de las
    áreas de investigación (física
    teórica, física atómica y molecular,
    física de partículas, física nuclear y
    astrofísica, sobre todo) fueron influidas por el efecto
    que causó la teoría de la relatividad especial y la
    relatividad general de Einstein. Él era de origen
    alemán, y viajó a distintos lugares del mundo para
    impartir allí clases en cursos avanzados de física.
    A lo largo de su vida obtuvo distintas nacionalidades. La
    última fue la estadounidense.

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    No es común que una teoría física
    tenga resonancias en múltiples disciplinas
    científicas. Es menos común todavía que esa
    teoría llegue al gran público. La complejidad de la
    teoría de Einstein no impidió que quienes se
    dedicaban a la divulgación científica consiguieran
    mostrar al gran público en general las ideas fundamentales
    de esta teoría. Bertrand Russell (1872-1970) fue uno de
    los primeros divulgadores de la teoría de la relatividad
    de Einstein. Su libro "ABC de la relatividad" logró
    alcanzar gran fama en la comunidad científica y en la
    comunidad filosófica. Como dice al comienzo del mismo, su
    contenido no es filosófico, sino científico. Tan
    sólo dedica un capítulo -el que cierra el libroa
    las "consecuencias filosóficas de la teoría de la
    relatividad".

    Por la formación científica que Russell
    recibió, era amplio conocedor de la matemática y la
    física de su tiempo. Como señala M. Garrido en el
    prólogo incluido en la edición de "Cátedra"
    del "ABC de la relatividad", este escrito de Russell, publicado
    originalmente en 1925, fue la primera y más completa
    introducción divulgativa a los nuevos fundamentos de la
    física establecidos por Einstein. A pesar de que estos
    fundamentos entraron rápidamente en conflicto con los de
    la también nueva "teoría cuántica", debido
    sobre todo a la impregnación de elementos subjetivos que
    por ambas partes se desarrollaron y que sólo el tiempo
    contribuiría a eliminar en buena medida, ambas posturas
    teóricas partían del contexto de crisis de
    comienzos del siglo XX, la cual se había originado en gran
    parte debido a que la mecánica clásica no
    podía ya explicar algunos hechos importantes.

    En nuestros días, otro gran difundidor de la
    teoría relativista (capaz de llegar al gran público
    de una manera menos complicada que Russell) es Stephen Hawking.
    Es el más famoso físico teórico actual,
    cosmólogo, que también ejerce de divulgador
    científico en el Reino Unido. Estando vivo, es ya una
    figura legendaria de dimensiones trágicas: investigador
    brillante, autor del éxito de ventas "Una breve historia
    del tiempo", confinado a una silla de ruedas e imposibilitado
    para hablar y escribir, dominador de las dos grandes
    teorías físicas más avanzadas del momento:
    la relatividad general y la mecánica cuántica; en
    las que ha encontrado dos puntos de insuficiencia y
    superposición, cuales son: los bordes de los agujeros
    negros y el origen del universo.

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    En esta monografía, intentaremos seguir a groso
    modo la línea de Hawking en su "Historia del tiempo (del
    Big Bang a los agujeros negros)", capítulos 1 (nuestra
    imagen del universo) y 2 (espacio y tiempo), por considerarla muy
    bien trazada; pero, a la vez, también nos
    convendría reflexionar en cómo la teoría
    relativista ha afectado las creencias religiosas edificadas sobre
    el atesorado constructo mental de "tiempo absoluto" y de
    cómo el creyente culto de principios del siglo XX
    podría haberse visto trastornado por la marea
    desestabilizadora ocasionada por la aparición de los
    nuevos conceptos. Empero, igualmente, hoy día,
    también, un conocimiento equivocado de las repercusiones
    cósmicas de la teoría einsteniana, que tal vez
    incluso brotara de físicos teóricos de elevada
    reputación, pudieran llevar a confusión y a
    colisión contra los pensamientos que rezuman de las
    sagradas escrituras.

    Aunque la relatividad repercute en otras magnitudes,
    aparte del tiempo, es, sin embargo, en esta última en
    donde a nivel popular ha tenido más impacto. Ha permitido
    el desarrollo de muchas especulaciones de ciencia-ficción,
    como los supuestos viajes en el tiempo (hacia el pasado y el
    futuro). Sin duda, estas especulaciones han desviado la mente de
    muchas personas con respecto a lo que dice la sagrada escritura,
    la cual no es proclive a los viajes en el tiempo. Sólo
    baste pensar en el siguiente ejemplo: supongamos que un sujeto
    pueda valerse de una tecnología muy avanzada para volver
    al pasado y enmendar el error de Adán y Eva; con ello, al
    cambiar el curso de la historia, haría innecesario el
    sacrificio de rescate de Cristo (por lo que hubiera sido
    más razonable facilitar al hombre el acceso a esa elevada
    tecnología, para evitar así tan duro sacrificio y
    las costosas consecuencias de aquel primer error).

    Los cielos y la Tierra. En el año 340
    antes de la EC (era común o cristiana) el filósofo
    griego Aristóteles, en su libro "De los Cielos", fue capaz
    de establecer dos buenos argumentos para creer que la Tierra era
    una esfera redonda en vez de una plataforma plana. En primer
    lugar, se dio cuenta de que los eclipses lunares eran debidos a
    que la Tierra se situaba entre el Sol y la Luna. La sombra de la
    Tierra sobre la Luna era siempre redonda. Si la Tierra hubiera
    sido un disco plano, su sombra habría sido alargada y
    elíptica a menos que el eclipse siempre ocurriera en el
    momento en que el Sol estuviera directamente debajo del centro
    del disco. En segundo lugar, los griegos sabían, debido a
    sus viajes, que la estrella Polar aparecía más baja
    en el cielo cuando se observaba desde el sur que cuando se
    hacía desde regiones más al norte (como la estrella
    Polar está sobre el polo norte, parecería estar
    justo encima de un observador situado en dicho polo, mientras que
    para alguien que mirara desde el ecuador parecería estar
    justo en el horizonte). A partir de la diferencia en la
    posición aparente de la estrella Polar entre Egipto y
    Grecia, Aristóteles incluso estimó que la distancia
    alrededor de la Tierra era de 400.000 estadios. No se conoce con
    exactitud cuál era la longitud de un estadio, pero puede
    que fuese de unos 200 metros, lo que supondría que la
    estimación de Aristóteles era aproximadamente el
    doble de la longitud hoy en día aceptada. Los griegos
    tenían incluso un tercer argumento en favor de que la
    Tierra debía de ser redonda, ¿por qué, si
    no, ve uno primero las velas de un barco que se acerca en el
    horizonte, y sólo después se ve el casco?
    Aristóteles creía que la Tierra era estacionaria
    (estática o inmóvil) y que el Sol, la luna, los
    planetas y las estrellas se desplazaban en órbitas
    circulares alrededor de ella. Creía eso porque estaba
    convencido, por razones místicas, de que la Tierra era el
    centro del universo y de que el movimiento circular era el
    más perfecto.

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    Esta idea fue ampliada por Ptolomeo en el
    siglo II de la EC, hasta constituir un modelo cosmológico
    completo. La Tierra permaneció en el centro del universo,
    rodeada por ocho esfe-ras que transportaban a la
    Luna, el Sol, las estrellas y los cinco planetas conocidos en
    aquel tiempo: Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno .
    Los planetas se movían en círculos más
    pequeños engarzados en sus respectivas esferas para que
    así se pudieran explicar sus relativamente complicadas
    trayectorias celestes. La esfera más externa transportaba
    a las llamadas estrellas fijas, las cuales siempre
    permanecían en las mismas posiciones relativas, las unas
    con respecto de las otras, girando juntas a través del
    cielo. Lo que había detrás de la última
    esfera nunca fue descrito con claridad, pero ciertamente no era
    parte del universo observable por el hombre.

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    El modelo de Ptolomeo proporcionaba un sistema
    razonablemente preciso para predecir las posiciones de los
    cuerpos celestes en el firmamento. Pero, para poder predecir
    dichas posiciones correctamente, Ptolomeo tenía que
    suponer que la Luna seguía un camino que la situaba en
    algunos instantes dos veces más cerca de la Tierra que en
    otros. Y esto significaba que la Luna debería aparecer a
    veces con tamaño doble del que usualmente tiene. Ptolomeo
    reconocía esta inconsistencia, a pesar de lo cual su
    modelo fue ampliamente, aunque no universalmente, aceptado. Fue
    adoptado por la Iglesia pseudocristiana (o Iglesia de los
    cristianos corrompidos, mayoritaria) como la imagen del universo
    que estaba de acuerdo con las sagradas escrituras, y que,
    además, presentaba la gran ventaja de dejar, fuera de la
    esfera de las estrellas fijas, una enorme cantidad de espacio
    para el cielo y para el infierno.

    Universo aristotélico. La revista "La
    Atalaya" del 1-7-2011, páginas 24-28, publicada por la
    Sociedad Watchtower Bible And

    Tract, en español, inglés y otros idiomas,
    bajo el tema "·¿Quién hizo las leyes que
    rigen el universo?", expone:

    «"¿Conoces las leyes del universo?" (Job
    38: 33, Nueva Traducción Viviente). Con esta pregunta, el
    Creador ayudó a su angustiado siervo Job a entender que
    los seres humanos saben muy poco en comparación con
    él, cuya sabiduría es ilimitada. ¿Qué
    piensa usted?

    El ser humano ha aprendido mucho sobre las leyes que
    rigen el cosmos, pero la mayoría de los
    científicos admiten sin reparos que
    aún les falta mucho por descubrir. Vez tras vez, nuevos
    hallazgos los obligan a reformular sus teorías sobre el
    funcionamiento del universo. ¿Qué demuestran estos
    avances? ¿Que el hombre ya sabe tanto como Dios? ¿O
    en realidad [justifican la creencia de] que el Autor de las leyes
    celestes es Jehová [el Todopoderoso]?

    En la Biblia encontramos fascinantes declaraciones que
    contribuyen a responder a estas preguntas. Claro, la Biblia no
    afirma ser un libro de ciencia. Sin embargo, al hablar de los
    cielos estrellados, lo que ha dicho es asombrosamente exacto y,
    con frecuencia, ha estado muy adelantado a su tiempo. [Hagamos]
    un poco de historia.

    Para poner el asunto en perspectiva, remontémonos
    al siglo IV antes de nuestra era (antes de la EC),
    un siglo después de completarse la sección hebrea
    de la Biblia, comúnmente llamada Antiguo Testamento. Por
    ese entonces, el filósofo griego Aristóteles
    instruía a los principales eruditos de la época
    sobre los misterios del cosmos. De hecho, hoy día se le
    sigue considerando uno de los científicos más
    influyentes que han existido. Según la Encyclopædia
    Britannica, "fue el primer verdadero científico de la
    historia. […] Todo científico está en deuda con
    él".

    Aristóteles fue el más importante
    filósofo y científico de la Antigüedad",
    declara el libro "Los 100. Un ranking de los cien personajes
    más influyentes de la Historia". Y no es difícil
    ver por qué se expresa así sobre esta singular
    figura histórica. Aristóteles (384-322 antes de
    nuestra era) fue discípulo del célebre
    filósofo Platón y, posteriormente, tutor del
    príncipe que llegó a ser conocido como Alejandro
    Magno. Según antiguos catálogos, su prodigiosa obra
    incluyó unos 170 trabajos, de los que se conservan 47.
    Escribió extensamente sobre astronomía,
    biología, química, zoología, física,
    geología y psicología. Algunos de los detalles que
    dejó registrados sobre diversos seres vivos no se
    volvieron a observar ni estudiar hasta siglos después. "La
    influencia ejercida por Aristóteles sobre el pensamiento
    occidental ha sido incalculable", señala el libro ya
    citado. Y luego añade: "La admiración que se
    tenía por Aristóteles llegó a tales
    límites que en el último período de la
    época medieval rayaba en la idolatría".

    Aristóteles elaboró un modelo
    astronómico en el que la Tierra ocupaba el centro de un
    universo compuesto por más de cincuenta esferas
    transparentes, cada una dentro de otra más grande. Las
    estrellas estaban fijadas a una esfera exterior, mientras que los
    planetas se situaban en las esferas más próximas a
    la Tierra. Fuera de nuestro planeta, todo era inmutable y eterno.
    Estas ideas tal vez nos parezcan ridículas hoy día,
    pero lo cierto es que influyeron en el pensamiento
    científico durante dos mil años.

    ¿Coincide la Biblia con las ideas de
    Aristóteles? ¿Qué enseñanzas han
    superado la prueba del tiempo? Analicemos tres preguntas
    relacionadas con las leyes que rigen el universo. Las respuestas
    reforzarán nuestra fe en el Autor de la Biblia, el
    Legislador que promulgó "los estatutos de los cielos" (Job
    38: 33).

    ¿Es rígido el universo? Aristóteles
    razonó que las esferas celestes debían de ser
    rígidas. Ni la esfera que mantenía las estrellas en
    su sitio ni ninguna otra podían contraerse ni expandirse.
    Pero la Biblia no concuerda con esta conjetura. Aunque es cierto
    que no hace ninguna declaración dogmática al
    respecto, sí aporta esta interesante descripción:
    "Hay Uno que mora por encima del círculo de la tierra, los
    moradores de la cual son como saltamontes, Aquél que
    extiende los cielos justamente como una gasa fina, que los
    despliega como una tienda en la cual morar" (Isaías 40:
    22).

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    ¿Qué ha resultado más exacto: el
    modelo de Aristóteles, o la descripción
    bíblica? ¿Qué visión del
    uni-verso tiene la cosmología moderna? En el
    siglo XX, los astrónomos se sorprendieron al comprobar que
    el universo no es rígido en absoluto. De hecho, las
    galaxias parecen alejarse rápidamente unas de otras. Pocos
    científicos, si acaso alguno, habían imaginado ese
    proceso expansivo. En la actualidad, los cosmólogos en
    general creen que el universo comenzó en un
    estado muy compacto y que ha ido expandiéndose desde
    entonces. De modo que la ciencia ha dejado anticuado el modelo de
    Aristóteles.

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    ¿Qué puede decirse de la
    descripción bíblica del universo? No es
    difícil imaginar al profeta Isaías mirando al cielo
    elegantemente estrellado y que éste le evocara la imagen
    de una tienda que se extiende. Incluso podría haber notado
    el parecido entre la Vía Láctea y "una gasa fina".
    Las palabras de Isaías nos ayudan a crear imágenes
    mentales. Pensemos en una tienda de tiempos bíblicos.
    Quizás visualicemos un fardo pequeño de tela gruesa
    que se despliega y se extiende para entonces alzarse sobre postes
    y convertirse en un hogar. De igual manera, podemos imaginar a un
    mercader que toma un trozo de gasa fina doblada y lo extiende
    ante la mirada de un posible comprador. En ambos casos, algo
    relativamente compacto se expande y se vuelve más
    grande.

    Esto no significa que con las imágenes
    poéticas de una tienda y una gasa fina se pretenda
    explicar la expansión del cosmos. Pero ¿no es
    fascinante que la Biblia ofrezca una descripción que
    encaja tan bien con el conocimiento científico moderno?
    Isaías vivió más de tres siglos antes que
    Aristóteles, miles de años antes de que la ciencia
    tuviera pruebas contundentes de que el universo se expande. No
    obstante, a diferencia del modelo ideado por Aristóteles,
    lo que escribió aquel humilde profeta hebreo sigue siendo
    válido.

    ¿Qué mantiene los cuerpos celestes en su
    lugar? Aristóteles creía en un universo compacto.
    Según él, nuestro planeta y su atmósfera se
    componían de cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego.
    El resto del universo estaba lleno de esferas transparentes,
    todas ellas formadas por una sustancia eterna a la que
    llamó éter. Los cuerpos celestes estaban fijados a
    tales esferas invisibles. Este concepto cautivó durante
    mucho tiempo a los hombres de ciencia, pues parecía
    satisfacer una premisa básica: un objeto debe reposar
    sobre algo o colgar de algo, porque de lo contrario se
    caerá. ¿Decía la Biblia algo a este
    respecto? Pues bien, en ella leemos las palabras que el fiel Job
    declaró en cuanto a Jehová: "Él está
    […] colgando la tierra sobre nada" (Job 26: 7). Sin duda,
    Aristóteles se hubiera reído de esa
    idea.

    En el siglo XVII, unos tres mil años
    después de los días de Job, los científicos
    en general sostenían que el universo estaba lleno, no de
    esferas cristalinas, sino de algún tipo de fluido. A
    finales de ese mismo siglo, el famoso físico Isaac Newton
    propuso una idea muy distinta: los cuerpos celestes se
    atraían debido a la fuerza de la gravedad. Estaba un paso
    más cerca de entender que la Tierra y los demás
    astros en realidad se hallan suspendidos en el espacio
    vacío, a simple vista "sobre nada".

    La teoría de Newton se topó con mucha
    oposición. A muchas mentes científicas aún
    les costaba visualizar que los cuerpos celestes no se mantuvieran
    en su lugar sujetos a algo sólido. ¿Cómo
    podía ser que un planeta tan pesado como el nuestro y los
    demás astros sencillamente flotaran en el espacio? Para
    algunos, ese concepto parecía sobrenatural. Desde los
    tiempos de Aristóteles, casi todos los hombres de ciencia
    habían creído que el espacio debía estar
    lleno de algo. Por supuesto, Job no sabía nada de las
    leyes invisibles que mantienen a la Tierra en una órbita
    estable alrededor del Sol. ¿Qué fue, entonces, lo
    que lo llevó a decir que nuestro planeta está
    colgando "sobre nada"? Además, la idea de que la Tierra no
    se apoya sobre nada hace surgir otra cuestión:
    ¿qué mantiene en su rumbo a nuestro planeta y los
    demás astros? Fíjese en las significativas palabras
    que Dios dirigió a Job: "¿Puedes tú atar
    firmemente las ligaduras de la constelación Kimá, o
    puedes desatar las cuerdas mismas de la constelación
    Kesil?" (Job 38: 31). En su larga vida, Job pudo ver cómo
    esas conocidas formaciones estelares surcaban el cielo durante la
    noche. Pero ¿por qué siempre se veían en la
    misma posición, año tras año, década
    tras década? ¿Qué ataduras las sujetaban a
    ellas y a todos los demás cuerpos celestes en sus
    posiciones relativas? Sin duda, Job se
    sentiría impresionado al meditar en ello.

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    Si las estrellas estuvieran sujetas a esferas celestes,
    no habría necesidad de tales ataduras. Hubieron de
    transcurrir miles de años para que los científicos
    empezaran a descubrir las invisibles "ligaduras" o "cuerdas" que
    mantienen los astros juntos en su larga y pausada
    procesión en la negrura del espacio sideral. Isaac Newton
    y luego Albert Einstein se hicieron famosos por sus
    descubrimientos en este campo. Claro está, Job ignoraba
    por completo las fuerzas que Dios emplea para mantener juntos los
    cuerpos celestes. Sin embargo, las palabras inspiradas del libro
    de Job han superado la prueba del tiempo mucho mejor que las
    teorías de Aristóteles. Únicamente Dios, el
    gran Legislador, podía tener ese conocimiento.

    ¿Es eterno el universo, o se deteriora?
    Según Aristóteles, había una enorme
    diferencia entre los cielos y la Tierra. Este planeta
    —decía— estaba sujeto a cambio, decadencia y
    deterioro, mientras que el éter del que estaban hechos los
    cielos estrellados era inmutable y eterno. Sus esferas
    transparentes y los cuerpos celestes sujetos a ellas jamás
    cambiarían ni se consumirían ni morirían.
    ¿Es eso lo que enseña la Biblia? Salmo 102: 25-27
    declara: "Hace mucho tú colocaste los fundamentos de la
    tierra misma, y los cielos son la obra de tus manos. Ellos mismos
    perecerán, pero tú mismo quedarás en pie; e
    igual que una prenda de vestir todos ellos se gastarán.
    Igual que ropa los reemplazarás, y ellos terminarán
    su turno. Pero tú eres el mismo, y tus propios años
    no se completarán".

    Observe que este salmista, quien quizás
    vivió dos siglos antes que Aristóteles, no
    establece un contraste entre la Tierra y los cielos estrellados;
    no dice que estos sean eternos y que nuestro planeta esté
    en decadencia. Más bien, establece que ambos —los
    cielos y la Tierra— están en contraste con Dios, el
    poderoso Espíritu que dirigió su creación.
    Por tanto, este salmo parece indicar que las estrellas se
    deterioran igual que cualquier cosa que haya sobre la Tierra.
    ¿Y qué ha descubierto la ciencia moderna? La
    geología apoya tanto a la Biblia como a Aristóteles
    en la idea de que la Tierra se va desgastando. De hecho, las
    rocas de la superficie sufren una continua erosión y son
    reemplazadas debido a la actividad volcánica y otros
    fenómenos geológicos. Pero ¿y las estrellas?
    ¿Se deterioran como da a entender la Biblia, o son eternas
    como enseñó Aristóteles? Los
    astrónomos europeos comenzaron a dudar de la teoría
    aristotélica en el siglo XVI, cuando por primera vez
    observaron una supernova, es decir, la espectacular
    explosión de una estrella. Desde entonces, los
    científicos han comprobado que las estrellas pueden morir
    explotando violentamente, apagándose poco a poco o incluso
    contrayéndose víctimas de su propia gravedad. Sin
    embargo, los astrónomos también han observado la
    formación de nuevas estrellas en "viveros estelares", es
    decir, nubes de gas que se ven enriquecidas por las explosiones
    de viejas estrellas. Por lo tanto, la imagen que pintó el
    escritor bíblico de una prenda de vestir que se desgasta y
    se cambia por otra es muy apropiada. ¿No es asombroso que
    las palabras de este salmista de tiempos antiguos encajen tan
    bien con los descubrimientos modernos? Entonces,
    ¿enseña la Biblia que llegará un día
    en que la Tierra y los cielos estrellados dejarán de
    existir o necesitarán ser reemplazados? Al contrario,
    promete que durarán para siempre (Salmo 104: 5; 119: 90).
    Sin embargo, eso no se deberá a que tales creaciones sean
    eternas por naturaleza, sino a que Dios promete que las
    mantendrá en existencia (Salmo 148: 4-6). Aunque él
    no ha dicho cómo las sustentará, ¿no es
    razonable concluir que el Creador del universo tiene el poder
    para hacerlo? Sería como un buen constructor que mantiene
    con esmero la casa que construyó para él y su
    familia.

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    ¿[Hay Alguien que merezca] la gloria y la honra
    [por todas estas cosas]? Tras analizar algunas de las leyes que
    gobiernan el cosmos, la respuesta a esta cuestión [parece
    quedar bastante] clara. ¿Verdad que nos llena de
    admiración meditar en [la indescriptible obra de
    ingeniería cósmica de] Aquél que extiende
    las incontables estrellas en la inmensidad del espacio, las
    mantiene en su sitio con la fuerza de la gravedad y las sostiene
    mediante ciclos que se repiten sin fin? Quizás las
    palabras de Isaías 40: 26 expresen del mejor modo posible
    los motivos de tal admiración: "Levantad los ojos a lo
    alto y ved. ¿Quién ha creado estas cosas? Es
    Aquél que saca el ejército de ellas aun por
    número, todas las cuales él llama aun por nombre".
    Las estrellas se comparan a un ejército con una enorme
    cantidad de soldados. Sin las órdenes de un comandante,
    ese ejército no sería más que una multitud
    caótica, en confusión. De igual modo, sin las leyes
    que Jehová estableció, los planetas, las estrellas
    y las galaxias no seguirían patrones fijos y todo
    sería un caos. En vez de eso, imagine un ejército
    de miles de millones y a un Comandante que no solo ordena los
    movimientos de sus tropas, sino que conoce al dedillo el nombre y
    las circunstancias de cada soldado

    Partes: 1, 2, 3, 4

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