En todos estos casos vemos una lucha
dolorosa entre lo que me gustaría (emoción) y lo
que, en evitación de males mayores, la razón o
inteligencia me aconseja. Si actúo conforme a
la emoción, tendría problemas, y por tanto me
reprimo y no actúo (control emocional). La
satisfacción de nuestras emociones constituye la base de
nuestra calidad de vida (un extremo). La represión de las
emociones se sitúa en el extremo opuesto. Recordemos que
en medio de los dos extremos se situaría la mejor
opción. Hay veces que tengo que reprimir y otras que debo
satisfacer.
EJEMPLO DE
CONTROL EMOCIONAL
Caso "a": Abro la puerta de mi piso y veo
que lo han saqueado los ladrones. El daño es grande y el
malestar que me produce es grande. Tengo que procurar con todas
mis fuerzas que se localice al ladrón para que se aminore
el perjuicio y aminore mi malestar. Mientras no aparezca el
ladrón persistirá el malestar que es quien impulsa
la acción de búsqueda y castigo. El ladrón
nunca aparece y mi malestar continúa largo
tiempo.
Caso "b": Abro la puerta de mi piso y veo
que lo han saqueado los ladrones. El daño es grande y el
malestar que me produce es grande. Sin embargo la Inteligencia
empieza a controlar la emoción dolorosa, colocando en el
otro platillo de la balanza emociones de signo contrario: "tengo
un seguro muy bueno", "yo ya estaba cansado de los
electrodomésticos tan anticuados y pensaba comprar otros
nuevos"… Empieza a bajar el nivel de malestar (incluso
podría darse el caso que desembocara en alegría,
con la Ilusión de cómo va a quedar mi nuevo piso
con los nuevos muebles) de manera que ni me molesto en localizar
al ladrón, duermo tranquilamente y mi vida continúa
sin malestar.
La persona del caso "a" no hace nada por
controlar su emoción. No sólo ha perdido los
muebles sino que encima ha perdido su felicidad por largo
tiempo.
La persona del caso "b" ha perdido los
muebles pero no ha perdido su felicidad. Estas conclusiones
presuponen que va a ser casi imposible encontrar al
ladrón. Si hubiese claras posibilidades de
encontrarlo, el primer caso estaría más acertado
que el segundo, porque el malestar le empuja a
localizarlo, mientras el caso "b", al no sentir malestar, se
despreocupará de la búsqueda y lógicamente
no encontrará los muebles.
La inteligencia aconsejará en cada
caso cuál debe ser la mejor conducta.
Las emociones también pueden
influir sobre la inteligencia: Si estoy encaprichado con
algo, la ilusión subrayará el lado positivo del
asunto, y para engañar y distraer a la inteligencia,
ignorará o maquillará la cara negativa (caso de los
enamoramientos inconvenientes). La Emoción ilusionante
puede "taparse los oídos" a la voz de la Inteligencia o
razón. De ahí aquello de que "el amor es
ciego".
La Inteligencia puede modificar la
verdadera realidad por nuestro interés, pero como no
podemos engañarnos a nosotros mismos, existe lo que, de
forma coloquial, podríamos llamar "la voz
de la conciencia", que en todo momento nos recuerda esa
dolorosa realidad que no podemos ignorar a pesar de
haber intentado maquillarla.
Hay un funcionamiento de URGENCIA que no
necesita el concurso de la Inteligencia (muy lenta en su
funcionamiento): Por ejemplo, voy con el coche por la carretera.
Encuentro un obstáculo repentino insalvable (sentido de la
vista). La memoria instantáneamente recuerda los casos
similares que he visto o me han contado con anterioridad, con
resultado mortal. "El estómago se me viene a la
garganta"(malestar grande e inmediato) e inconscientemente piso
el freno o doy un volantazo. Las Emociones pueden actuar
directamente con la información recibida de los sentidos y
de la Memoria ( la Memoria va almacenando datos de la experiencia
de casos propios o ajenos, vividos o conocidos), sin necesidad de
que intervenga la Inteligencia: desde mi casa oigo alguien
hablando en la calle (sentido del oído) reconozco la voz
de mi amigo (memoria); salgo inmediatamente a encontrarme con
él. La inteligencia no ha necesitado elaborar
ningún estudio para realizar la acción
automática. La Inteligencia puede continuar con el
pensamiento analítico que la ocupaba, y a la vez estamos
saliendo a vernos con nuestro amigo. Un 90% de las acciones de
nuestra vida, llamadas rutinarias, se realizan gracias a nuestra
memoria operativa. Esto permite a la Inteligencia seguir
trabajando en ese otro 10% de problemas para los que buscamos una
solución más complicada.
De la satisfacción de una necesidad
presuntamente beneficiosa para el individuo, nace una
sensación placentera (ya he resuelto la necesidad, fin del
problema) Esa sensación placentera hace
funciones de incentivo, para propiciar que en el futuro vuelva a
satisfacerse la necesidad. Mientras la necesidad no se satisfaga,
hay sensación de malestar (que será la fuerza que
me obligue y empuje a solucionar el problema y conseguir el
incentivo placentero) si ese malestar no existiese (me da igual
blanco que negro), pasaríamos página sobre el
problema y quedaría sin resolver, resultando así
empobrecida nuestra vida. Diríamos en este caso que la
persona es indolente o "pasota".
Las emociones conducen nuestra vida con
garantías de automatismo. La inteligencia es lenta y
voluntaria. Las emociones son rápidas e inconscientes (son
pilotos automáticos de nuestro comportamiento. Esa es su
virtud y ese su inconveniente. Al ser automáticas
no podemos eludirlas cuando, por determinadas
circunstancias, resultan inconvenientes). Si suprimiésemos
todas las emociones, la vida sería un caos porque a la
inteligencia se le amontonaría el trabajo y por la premura
de los acontecimientos las decisiones se tomarían de forma
arriesgada, tardía o incluso no llegarían a
tomarse. La inteligencia ayuda a reducir la severidad de las
emociones coyunturalmente inconvenientes (control emocional);
anularlas totalmente es casi imposible. La
emoción dice negro, la inteligencia propone blanco
(opuesto), y así al final quedará el gris,
liberándonos por tanto del negro total excesivo. Cuanto
más blanco aporte la inteligencia, más claro
resultará el gris, y más lejos estaremos del negro
total que nos hace un daño infructuoso. Así las
personas más inteligentes y analíticas,
saldrán más fácilmente de situaciones de
ansiedad y depresión, y todo lo contrario ocurrirá
a las personas menos reflexivas que se entregan de
lleno a la tiranía de sus emociones sin ningún tipo
de control o freno. Decimos que las personas más
inteligentes disponen de más recursos para salir de la
depresión, pero paradójicamente son más
propensas a entrar en ella, ya que son capaces de ver en los
problemas una complejidad y "gravedad" que los menos
inteligentes, por suerte, no alcanzan a contemplar.
Las emociones se formaron y fueron muy
válidas en tiempos prehistóricos. Nacieron a medida
de las necesidades de aquellos hombres cuya vida evolucionaba muy
lentamente. En las civilizaciones actuales, los cambios son tan
vertiginosos que nuestra genética (formada a lo largo de
milenios) se ve sorprendida e incomodada de forma
traumática por los novísimos estilos de vida,
produciéndonos situaciones de descontento o falta de
felicidad. Tratamos de ignorarlas pero ellas (las
emociones) son las reinas de nuestro estado de
ánimo.
MECANICA DE LAS
EMOCIONES Y JERARQUIA DE GRUPO.
El sentimiento o emoción controla
nuestros pasos de manera sencilla, automática y eficaz,
basada en el principio de doble rienda: Malestar (daño,
abstinencia, carencia…infelicidad) – Bienestar (placer,
descanso, tranquilidad…felicidad). Sufro, por ejemplo, una
abstinencia o un daño, calificado
previamente como tal por la inteligencia . Inmediatamente
interviene la emoción correspondiente que pone en
funcionamiento las hormonas o sustancias desencadenantes del
malestar. Este malestar obliga a la inteligencia a
organizar (sin perder de vista otras emociones concurrentes) la
acción o abstención tendente a mejorar el problema.
Conseguidos los fines, el organismo aplaude el éxito
obtenido, mediante la hormona o sustancia del bienestar
(placer, tranquilidad, descanso…). Si la reparación del
daño escapa a nuestras posibilidades, el malestar
continúa (lo llamamos frustración,
impotencia). Si el daño era poco importante, o
siéndolo, la inteligencia consiguió devaluarlo
(recordemos la fábula de la zorra y las uvas) nuevas
emociones positivas ocuparán nuestra vida, y el
daño irá perdiendo fuerza hasta quedar en el
olvido, quizás como un mal recuerdo. Si el daño es
muy importante, no nos resignamos y seguimos hurgando en
el problema irresoluble, el malestar se eterniza hasta que el
organismo, ante tanto malestar sin descanso y sin
satisfacción, sólo encuentra un camino
drástico de poner fin a la situación dolorosa: La
depresión, con la que el organismo nos dice en tono
revolucionario algo así como: "Si tú eres incapaz
de resignarte al problema y devolverme la tranquilidad, yo
pondré los medios para obligarte a dejar esta lucha tan
infructuosa, porque así no podemos seguir."
EJEMPLO DE
FORMACIÓN DE LA JERARQUIA SOCIAL
Ejemplo: hemos salido los dos a buscar
comida y sólo hemos encontrado una manzana. Si yo me la
como, te dejo a ti sin ella. Esto va a originar una
confrontación para ver quién se come la
manzana. Se la comerá el que más fuerza
tenga. Los dos luchamos por la manzana. El otro tiene más
fuerza que yo, y el resultado es que no me he comido la
manzana y encima he recibido en la confrontación 4
bofetadas. La próxima vez que encontremos una manzana, y
visto que él continúa siendo más fuerte que
yo, lo más inteligente por mi parte será cederle
directamente la manzana al otro y al menos me ahorro las 4
bofetadas. Esta mecánica va a repetirse en todos los
repartos y de este modo nace la Jerarquía del
grupo, que podemos definirla como la especial y tácita
ordenación interna del grupo, que permite un reparto de
los bienes no equitativo, pero al menos con el máximo
ahorro de disputas inútiles.
La Jerarquía tiene sus leyes: (A)
Los individuos se ordenan en el grupo por su fuerza total
demostrada o aparente. (B) La ordenación jerárquica
puede sufrir cambios por nuevos acontecimientos (puedo subir o
puedo bajar en el nivel jerárquico según mi fuerza
total aumente o disminuya). (C) En la
ordenación o escalafón, el de arriba tiene
prioridad sobre los de abajo en el reparto de los bienes,
y a la vez carga a éstos con las obligaciones molestas
desagradables o peligrosas.
Ampliamos el punto (A): Para determinar la
Fuerza Total se valoraría:
– La fuerza física
personal
– La fuerza de las ayudas (familiares,
amigos, aliados, simpatizantes…)
– El apoyo de personas con fuerza
reconocida en el grupo (jefe, líder, héroe
salvador, hechicero, adivino…)
– Los valores personales que benefician,
alegran o deleitan al grupo y que otros individuos no
tienen o tienen en menor medida: Por ejemplo, conocer
técnicas especiales de artesanía, conocimiento
meteorología, conocimiento del fuego, buen sentido de
orientación, conocimiento amplio del territorio,
inteligencia para resolver problemas, inventor de estrategias
defensivas u ofensivas, perfeccionamiento en la
construcción de armas, o trampas, construcción de
chozas o habitáculos, dotes para la caza, amabilidad,
simpatía, dotes de canto, belleza o
armonía física, y un largo etc. que podemos
imaginar.
– La capacidad de
persuasión.
Ampliamos el punto (B): La
ordenación jerárquica no es estática sino
que se va adecuando a las circunstancias cambiantes: Por ejemplo,
en mi tribu de 100 individuos, yo me encuentro aproximadamente en
el puesto 50, es decir tengo por encima 49 individuos que pueden
abusar de mis "derechos" y darme órdenes
coercitivas desagradables; yo empezaré a comer cuando
ellos terminen (comeré lo que me dejen); detrás de
mí hay otros 49 de los que yo puedo abusar, y a los que
puedo dar órdenes; ellos empezarán a comer cuando
yo termine.
Podemos concretar que para mí
existen 2 grupos en la tribu: A los primeros 49 los
llamaré "abusones" y a los últimos 49
los llamaré "pupas". Me interesa (es para mí buena
noticia) que cualquiera de los "abusones" tenga problemas que les
hagan perder puntuación, de manera que yo
pueda alcanzarlos más fácilmente. No me
interesa (es mala noticia) que cualquiera de ellos se
revalorice con nuevos méritos, porque consolidan su
superioridad y me dificulta poder alcanzarlos. Igual me
ocurrirá con los "pupas": No me interesa que mejoren sus
méritos porque podrían situarse delante de
mí. Si pierden méritos, mejor, porque
tendrán más dificultad en alcanzarme. Todas
estas variaciones me afectan tanto más cuanto
más cerca de mi puesto escalafonal esté el
compañero en cuestión. De manera que los que
están en puestos muy lejanos, tanto por arriba como por
abajo, me afectan de manera muy débil, porque no compiten
conmigo.
Cómo me ayudo yo en el terreno de la
jerarquía. En una doble dirección, la 1ª
cultivándome continuamente para mejorar o conseguir nuevos
méritos personales (forma noble). La 2ª
dificultando los méritos de los demás
con una conducta picaresca impulsada por la Envidia. Esta
emoción era una herramienta de trabajo
importantísima en la prehistoria. Podía ir en ello
la vida.
Ampliamos el punto (C):A la vista de la
valoración que hicimos en el punto (A), cada individuo,
conociendo sus méritos y conociendo los de los
demás ( aquí vemos la necesidad del sano
"cotilleo"), se asigna para sí un puesto razonable e
imaginario en el escalafón del grupo. Esta
asignación es sincera y sería
imprudente intentar calificarse mucho más alto:
Sería de tontos competir con alguien mucho más alto
en el escalafón: perderíamos el bien y encima
llevaríamos las 4 bofetadas. El extremo opuesto
sería también negativo, es decir si nos valoramos
más bajo de nuestros merecimientos reales,
esto nos asegura que nunca nos darán las 4
bofetadas, pero en los repartos, continuamente estaremos
perdiendo unos bienes a los que podríamos acceder sin
mayores problemas (esto lo conocemos con el nombre de
Timidez). Ni un extremo ni otro, en medio estaría
la virtud. Es decir una valoración un poquitín alta
( autoestimandonos) de manera que nos aseguremos el máximo
de beneficios aunque de vez en cuando caiga alguna bofetada
esporádica.
Cada uno aspirará a la máxima
puntuación para situarse lo más alto posible en el
escalafón, y así alcanzar el máximo de
privilegios y el mínimo de obligaciones.
La Jerarquía impregnaba en la
antigüedad todos los campos de la vida. Empezó a
perder fuerza con la aparición de los grandes focos de
población y la necesidad de regirse por normas escritas.
Ahora el ciudadano ve protegidos sus derechos, y a la vez se ve
impedido de ejercer personalmente la justicia para equilibrar sus
problemas sociales, como antes hacía, porque la Ley lo
protege a él, pero también al resto de ciudadanos,
de manera que no puedan agredirse unos a otros a
voluntad.
Ahora la Jerarquía sólo queda
vigente y visible en las relaciones laborales y en el poder, y
aún así de forma limitada.
REGULADORES
AUTOMATICOS DE LA CONDUCTA
La Emoción es el impulso
imprescindible para la acción. Todos nuestros actos van
precedidos de una emoción. Las tendencias, inclinaciones,
aversiones, instintos, funcionan igual que las emociones y pueden
quedar englobadas en el mismo concepto.
En un principio los seres humanos
éramos como los animales, es decir con muy pocas
emociones (hambre, sed, deseo de reproducción,
protección de la prole, temor relacionado con la
supervivencia, y alguna más. Hay animales, como el zorro o
la ardilla, que conocen el ahorro y guardan sus excedentes
alimentarios). La vida para ellos es muy simple. A medida
que nuestro cerebro fue aumentando su capacidad, se
fueron abriendo nuevos horizontes, nuevos cambios y por
consiguiente nuevos problemas a los que había que dar
solución. Por ejemplo: inventamos la camisa
para abrigarnos, y enganchada a ella nos aparece un inconveniente
que hay que solucionar: nos la roban los compañeros, cosa
que antes –lógicamente- no ocurría.
Podríamos seguir poniendo infinitos ejemplos, pero
concluyamos que todo cambio enriquece la anterior
situación pero a la vez necesita de unos ajustes y
servidumbres que pueden afectar y complicar el anterior
ordenamiento (invento la camisa, mi vida mejora, tengo que
defenderla, me quita el sueño, mi vida
mejoró con la camisa pero empeoró en otra
dirección). Así las emociones sociales fueron
multiplicándose y alejándonos cada vez más
visiblemente del resto de los animales. Quiere decir que las
emociones no tienen todas la misma antigüedad. Hay algunas
más primitivas –las más vitales
diríamos- y otras de aparición posterior nacidas
para ajustar nuestra conducta al grupo. A más
antigüedad más arraigadas están en nuestra
genética y resulta más difícil
controlarlas. Entre éstas podríamos destacar por
encima de todas el Gregarismo, que unido a los potentes medios de
comunicación actuales, convierten al individuo en
marioneta, conduciéndolo por caminos fuera de toda
lógica y razón. El individuo lo sabe.
Todos lo sabemos; sin embargo nadie se
atreve a dar un paso en dirección contraria al grupo. El
individuo no encuentra cauce para manifestar sus opiniones a la
masa, pero el dinero (los medios de comunicación)
sí.
Cada una de los reguladores de conducta
conlleva una sensación de Bienestar o bien
de Malestar. El Bienestar nos sirve como
refuerzo o premio por haber solucionado un problema, o satisfecho
una carencia, y va precedido del Malestar que nos produce ese
problema o carencia.
Tengo un problema o algo que creo me
perjudica, según me informa la Inteligencia.
Inmediatamente se produce un malestar que no es más
que el empujón (e-moción) que necesito
para dirigir mi conducta a la solución. Cuando llega esa
solución viene acompañada de un bienestar,
que hace de refuerzo o premio, de manera que en problemas
sucesivos similares nos motivaremos a resolverlos.
¿Qué ocurriría si ante
un problema ( por ej. "hace frío") yo no sintiese
malestar? Pues sencillamente, podría ocurrir que me dejara
morir de frío sin darme cuenta. Afortunadamente
siento ese malestar y actúo: me acerco al fuego e
inmediatamente mi cuerpo me lo agradece ofreciéndome un
gran bienestar.
Para que el bienestar se produzca debe ir precedido
anteriormente de un problema, malestar, o carencia. Cuando
desaparece el problema o se satisface la carencia, al poco se
diluye el bienestar: En el ejemplo anterior, cuando tenía
frío y me acerqué al fuego, sentí
bienestar. Pasado un tiempo de la desaparición del
frío, desapareció el bienestar. Me quedé sin
nada: sin problema, sin malestar y sin bienestar. Sean bien
venidos los problemas, que nos harán sentir vivos. No me
refiero a los terribles problemas modernos nunca antes conocidos
(hipotecas, adolescencias de 20 años de duración,
problemas post-divorcio, trabajo repetitivo e insatisfactorio de
por vida…) El término "sociedad del bienestar" no es
totalmente exacto. Está basado en evitarnos
los pequeños problemas y tener cubiertas todas las
necesidades y carencias, de manera que el Placer queda ahogado en
la abundancia. Esto es importantísimo y muy a tener en
cuenta. No va a disfrutar más de la comida quien tiene el
frigorífico abarrotado, sino quien tiene mucho
hambre.
Filosóficamente es importante
concluir que para sentir que nuestra vida va bien, no
podemos partir de una situación de "no problemas" o
de "tenerlo todo". Si quiero sentir el bienestar del calor, tengo
que partir de una situación problemática de
frío. Nuestra equivocación radica en que asociamos
las situaciones problemáticas productoras de malestar, con
algo a evitar (parece lógico). Parece lógico pensar
que es mejor no sentir frío que sentirlo. Bajo esta
lógica engañosa tomamos medidas para anticiparnos
al frío y así nunca sentimos el bienestar de
calentarnos.
El ser humano está
genéticamente adaptado a encarar problemas y buscar
soluciones (siempre fue así), y aunque no parezca
lógico, esto es lo placentero. Lo terrible es la ausencia
de problemas. Esto lo vemos claro en el ejemplo de los
crucigramas o similares: Es un problema que voluntariamente
buscamos para sentir el placer de resolverlo. Podría ver
la solución en la última página
pero no lo hago. El placer del bricolaje no es otra cosa que
afrontar una serie de problemas, dificultades y costos para
fabricar un artículo que encontraríamos en el
mercado mejor y más barato, pero hemos superado las
dificultades y generado bienestar. Los países que llamamos
tercermundistas (más problemas) está estudiado que
tienen mejor salud mental que los muy desarrollados. Este dato
debería considerarse en su punto de gravedad
y tener claro sin miedo a equivocarnos, que algo falla en nuestro
concepto de "progreso". Hemos pasado del término medio
aristotélico que presidía la vida de nuestros
antepasados, al extremo revolucionario, insostenible y
perjudicial.
Cuando al problema que nos afecta de manera
real o imaginaria, pasa el tiempo y no le vemos solución
aceptable, sólo sentimos el malestar y no alcanzamos la
satisfacción o bienestar. Si la
situación problemática se prolonga y no somos
capaces de aparcarla, ese malestar sin fin que nunca se equilibra
con bienestar, va a desembocar en trastorno
psicológico más grave o enfermedad
depresiva. Estamos genéticamente diseñados para
alternar malestar y placer, pero no para ahogar los placeres en
un malestar indefinido.
El placer o felicidad nos puede llegar por
dos caminos: uno el de la solución del problema o
satisfacción de necesidad o carencia. La naturaleza que es
sabia, inventa un nuevo cauce para enriquecer
nuestra vida: La Ilusión. Es el camino que
recorremos para llegar a una meta positiva y asequible,
más allá de las necesidades de una carencia
imperiosa. La Inteligencia debe dar su veredicto sobre la
viabilidad de la meta, que llevará –como es
lógico- algunos costes. La Ilusión es la fuerza y
Bienestar duradero que nos permite acometer la empresa. Al final
llegamos a la meta y sentimos –de forma poco duradera- un
pico de bienestar por haberlo conseguido. Si, a
medio camino, sentimos que la meta es imposible de alcanzar, o el
precio a pagar es excesivo, termina la acción ilusionante
y comienza un malestar (Frustración), que es como un toque
de atención a la Inteligencia para que otra vez sea
prudente y mida mejor las posibilidades reales de llegar a la
meta. No es bueno correr con unos gastos para nada. En cualquier
caso el camino fue placentero y duradero, y así debemos
valorarlo consiguiendo que el sentimiento de
Frustración pierda fuerza ("Fue bonito mientras
duró"). La Ilusión es el
único placer que se obtiene antes de llegar a la meta. El
organismo no puede enviar malestar previo, ya que nos dirigimos
hacia algo bueno pero no partimos de una situación
problemática (como ocurre con los restantes placeres).
Diríamos que se trata de conseguir un extra o
mejoría en nuestra vida.
Las Emociones son necesidades
genéticas que al satisfacerlas producen felicidad. Si las
reprimimos, nos causan malestar, no para fastidiarnos, sino para
empujarnos a satisfacerlas (no se dan por vencidas, debido a su
automatismo funcional).
Las emociones no podemos, por así
decirlo, quitárnoslas de encima ya que funcionan
automáticamente queramos o no, pero no debemos
ignorar que su intensidad podemos atenuarla o acentuarla con la
ayuda de la Inteligencia, la educación infantil y los
comportamientos culturales de grupo. Podemos hablar de control
emocional y de inteligencia emocional, al referirnos a aquellas
personas que saben conducir y sacar el máximo provecho a
sus emociones, potenciando las beneficiosas y maniatando las
dolorosas o entorpecedoras.
CÓMO LAS
EMOCIONES DECIDEN NUESTRA CONDUCTA
Cada emoción tiene su peso, y es
fácil entender que hay emociones muy importantes y pesadas
y otras muy ligeras.
Ejemplo: Pienso cambiar de acera porque la
emoción del solecito de invierno me empuja a ello. En el
platillo contrario de la balanza, la inteligencia empieza a
colocar emociones que se oponen: La emoción del esfuerzo
extra que necesito; la acera va más transitada y
entorpecida; me molesta el sol porque he olvidado las gafas;
corro el riesgo de tropezarme con el pesado de todas las
mañanas que por allí transita. Al final el platillo
del solecito ha pesado más (por poca
diferencia) que las emociones del otro platillo, y empiezo
a cruzar la calle. A medio cruzar alguien me para y me dice: El
sol perjudica la piel. Entonces me vuelvo otra vez a la sombra
porque la nueva emoción (cuidado de la salud) ha terminado
por inclinar el platillo hacia el otro lado.
Al final son las emociones las que deciden
nuestros actos, y como la intensidad de éstas viene
configurada por la cultura del entorno, la educación
recibida, y la propia genética (igual que unos nacemos con
una nariz más larga que otros, nacemos también con
mayor o menor predisposición a una determinada
emoción, pero siempre de unos límites bastante
próximos –nadie tiene una nariz el doble que otro-),
y como esta configuración de la intensidad emocional,
escapa en un alto porcentaje a nuestra voluntad,
deberíamos mostrarnos más tolerantes
con los actos del prójimo que nos afectan, y dejar un poco
la mala costumbre de juzgarlos y etiquetarlos según
nuestras emociones particulares, desconociendo las suyas,
que, desde el plano humano, deberían ser
totalmente respetables porque todos los seres humanos vamos en el
mismo barco. Además, la Tolerancia y solidaridad, al haber
estado muy presentes hasta la llegada del nuevo orden de valores
competitivos impuesto por la "sociedad del bienestar", se hizo
genética, es fuente de Felicidad, y su ausencia crea
malestar. Se trata de poner un poco en cuarentena nuestro florido
catálogo de "derechos", porque también nosotros con
frecuencia invadimos los de los demás.
CAPITULO VI
CONSIDERACIONES
SOBRE LAS EMOCIONES MAS CONOCIDAS
Sería bueno darnos un paseo por las
emociones más conocidas (son casi infinitas). Es
imprescindible adentrarnos en la tribu de los neanderthales, para
entender "nuestras" Emociones, ya que éstas nacieron, -y
siguen vigentes, impresas en nuestra genética- para dar
satisfacción a los problemas que generaba aquel estilo de
vida y no a los de la civilización actual.
Para una rápida consulta, aparecen
ordenadas alfabéticamente.
Aburrimiento Sientes que tu vida no
se enriquece, te has "dormido en los laureles" y bajarás
peligrosamente en la Jerarquía social. Esto era muy grave
para nuestros antepasados. Para nosotros es una molestia casi
innecesaria en la mayoría de los casos, pero ahí
está molestando y empujándonos a la actividad. El
aburrimiento termina al iniciar una actividad, o con la
Distracción. La actividad tiene menos efectos negativos
secundarios que la Distracción como ya
veremos más adelante.
Admiración Se produce cuando
una conducta envidiable no afecta a nuestra Jerarquía
porque el admirado queda lejos de nuestro puesto
jerárquico, no compite con nosotros, o incluso ya ha
fallecido. Sentimos Admiración por todos los personajes
importantes que nos precedieron. Y por los actuales que nos son
inalcanzables: El rey, un artista famoso, un deportista de elite,
un multimillonario…La Admiración podríamos
definirla como una Envidia descafeinada. Cuando la
Admiración se exterioriza, ejerce un efecto social
positivo al fomentar los valores positivos admirados.
Ahorro Hoy tengo recursos, pero no
sé qué ocurrirá mañana. Si hoy tengo
excedente y guardo, mañana no tendré problemas.
Esto es Seguridad. Algunos animales participan de esta
emoción y guardan sus excedentes alimentarios. No ahorrar
nada es negativo, ahorrar moderadamente es positivo y ahorrar en
demasía (Avaricia) vuelve a ser negativo.
Amor propio. Tenacidad.
Cabezonería: Supone un reto; intentar demostrar a los
demás y a nosotros mismos nuestros valores (los valores
son la base de la Jerarquía): ej. "tengo que dar con la
solución del acertijo como me llamo Pepe" (no contemplo la
posibilidad de no acertarlo y quedar perdedor). "tengo que
encontrar la monedita sea como sea" (no me doy por vencido; no
quiero perder la batalla). El valor de la monedita es lo de
menos. Lo importante es triunfar en la búsqueda. Con el
amor propio se pretende defender la Autoestima interna y la
Imagen triunfal frente a los demás ("llevo razón"
"me salgo con la mía").
Amor. Altruismo. Todas las emociones
van dirigidas al propio interés del individuo; incluido el
Amor.
La vida en grupo tiene sus reglas de
funcionamiento y la ayuda y cooperación entre sus miembros
es el valor sobre el que se fundamentan todos los demás.
Recordando los principios de la Jerarquía,
veíamos, como mandamiento prioritario, adornarnos con el
máximo de valores dentro del grupo. La persona que ayuda a
los compañeros, es valorada por el grupo. El que anda
pisando los intereses ajenos se gana el desprecio de los
demás y no es apto para la convivencia. Hay que excluirlo
del grupo. El bien crea amigos, el mal todo lo contrario. Cuando
practicamos el Amor, no sólo somos valorados por el grupo,
sino que creamos una deuda de afecto a nuestro favor, que en el
futuro puede sernos de utilidad. Doy de lo que me sobra y
mañana puedo recibir algo que me sea necesario. No
sólo los bienes materiales son motivo de trueque. La ayuda
o trabajo cooperativo, también. Estamos diseñados
para el amor, como valor que enriquece al que da y al que recibe.
El ser humano es bueno por naturaleza (es lo inteligente).
Enarbolando la bandera del Amor como medicina, podríamos
curar o mejorar infinidad de conflictos y tensiones en nuestras
relaciones humanas. Tendríamos que quitar fuerza al "tengo
derecho a…" y "exijo…"
Entonces ¿Por qué el hombre
practica el mal?. Utiliza el Amor para buscar un interés
propio a la vez que consigue el bien del prójimo, que es
lo grande y bueno de esta emoción. La
búsqueda del interés personal es una ley
genética de rango superior a la del Amor. Éste es
una herramienta estupenda para conseguir aquel. Hay muchos bienes
ajenos (materiales o inmateriales) que interesan al individuo. Si
en apropiárselos no encuentra perjuicio ni daña su
imagen, así lo hará. Es decir practicará el
mal. A lo largo de la historia, las tribus se invadían
unas a otras para robarlo todo, incluso las mujeres reproductoras
para poder hacer una tribu más grande y por
consiguiente más poderosa que las vecinas. Después,
con la llegada del sedentarismo y el nacimiento de los grandes
núcleos de población, aparecen las guerras a mayor
escala, donde las naciones poderosas, con algún pretexto
"razonable", invaden países más débiles,
para conseguir algún tipo de beneficio, a costa de
muchísimas vida humanas. Guerra del Congo desde 1994.
Estaño, tántalo, oro y tungsteno. 19.000 cascos
azules de Naciones Unidas. Más de 5.000.000
de muertos. Cuando hablamos del "valor de la vida humana" es puro
cinismo. Más nos valdría, para no
engañarnos, llamar a las cosas por su verdadero
nombre.
Añoranza, Nostalgia: Dolor
por la pérdida de algo bueno que antes
disfrutábamos. Si el empuje del dolor no nos va a conducir
a la vuelta del disfrute, mejor tratar de no recordar, ni
manosear, para no sufrir. Ver lo bueno pasado como
capítulo felizmente aprobado; no como carencia
dolorosa.
Asombro o Extrañeza.
Atención total para informarnos bien de las propiedades de
un acontecimiento raro o inusual que no entra en los esquemas
conocidos. Todos los sentidos se ponen en alerta. También
la inteligencia para elaborar conclusiones de unos datos que
escapan a lo rutinario. Por ello los viajes resultan
enriquecedores (lo notamos en los niños a la vuelta) y a
la vez estresantes, de manera que al regresar a casa sentimos un
relajo muy agradable, al volver los "pilotos automáticos"
a hacerse cargo de nuestra rutina.
Autoestima: Es muy importante para
la Felicidad: No importa cómo soy ni cómo estoy,
sino cómo me siento. Si siento que estoy pilotando bien el
coche de mi vida, soy feliz, sin importar que mi realidad vista
por los que me rodean no sea tan positiva. Si siento que mi vida
se podía conducir mejor, o que no me acompaña la
suerte, o que no he sido agraciado con dones naturales, voy a
sentir malestar. Este malestar sería el motor necesario
para impulsarme hacia el cambio y la mejora. Si no hay malestar
(emoción) no hay motor hacia el cambio (acción). Si
el cambio es difícil o utópico, haríamos
bien en restarle valor (Resignación) (como sabiamente
pensó la zorra de las uvas) o esgrimir el arma de la
comparación con los de abajo (Consuelo),
sintiéndonos en posición de privilegio relativo. En
ambos casos la autoestima sufrirá poco y mantendremos un
aceptable grado de felicidad. Por supuesto que si queremos
"triunfar" en la vida a los ojos de los
demás, con esta receta conformista y resignada lo vamos a
tener difícil, ya que en la competición no importa
cómo me siento sino cómo soy.
Si no estoy contento con mi vida no puedo tener
autoestima. De todas formas puedo ayudarla subrayando
pensamientos o sensaciones positivas, y a la vez tratando de
ignorar o disculpar las negativas.
La Autoestima está muy relacionada
con la Timidez: Me veo pequeño porque me
imagino a los demás muy grandes. No sirve de nada
que yo siga creciendo; mi imaginación seguirá
manteniéndome en la Timidez. Necesitaría valorar la
realidad de los demás, pero esto cada vez se me hace
más difícil porque se está supervalorando el
llamado respeto a la intimidad del prójimo que no es otra
cosa que la protección del engaño: Los demás
sólo verán de mí lo que yo quiera mostrar;
es decir, una vida envidiable (Facebook, Twitter…) Esto da
lugar a unos niveles de Timidez en los jóvenes, nunca
antes conocidos. Y ya que no puedo conocer la realidad de mis
vecinos, la tele, que no se le pasa una, me vende el cotilleo de
la tarde y hasta de la noche con personajes que nada
tienen en común con mi entorno vital. Es decir, nada van a
mejorar mi situación emocional, excepto el Consuelo de ver
que los "envidiables" de la sociedad tienen también
problemas, a veces más gordos que los nuestros. Tanto las
cadenas como la publicidad son especialistas en ir
derechos a nuestras emociones.
Avaricia (Ahorro desmedido y
problemático). Ahorrar es bueno, actuando como un
seguro contra la carencia. Para ahorrar tenemos que trabajar un
poco más de lo necesario, lo que equivale a robarle
más tiempo a nuestra vida. La Avaricia no ve final al
ahorro y es tanto el tiempo que acapara, que la vida se ve
monopolizada por la lucha en pos del dinero, no dejando lugar
para el resto de los disfrutes vitales. Tratar de fijar un
límite razonable al ahorro.
Bueno, Favorable, Agradable: Es una
emoción agradable que se produce con muchísima
frecuencia.
Siempre que la Inteligencia dictamina que
una situación, o camino a seguir resulta
favorable.
Cansancio físico (descanso).
El descanso no es permanecer sentado ("me pincha la
silla"). El descanso es una satisfacción
orgánica que sólo está al alcance de los
fatigados. La sociedad del bienestar promueve el ahorro de
esfuerzos físicos. Cualquier acto que implique trabajo, es
motivo del correspondiente invento de la herramienta adecuada
para evitar la molestia. Nuestros antepasados tenían pocos
medios materiales para crear aparatos que economizaran esfuerzo.
Cualquier pequeña invención era bien recibida y no
suponía desequilibrio en sus esquemas de actividad.
Inventar quedó así genéticamente grabado en
nuestra naturaleza como algo positivo sin efectos secundarios.
Para ahorrarnos trabajo, necesitamos la máquina; para la
máquina necesitamos aumentar la dependencia del dinero,
más la servidumbre a la que el mantenimiento de la
máquina nos obliga. La falta de ejercicio físico,
aparte de cerrarnos el placer del descanso, provoca una serie de
problemas médicos que por conocidos paso de largo. Nos
gastamos dinero en la máquina, y nos volvemos a gastar
dinero en el gimnasio para curarnos de los efectos de la
inactividad a la que la máquina nos ha llevado. De lo
más inteligente.
Carencia o Deseo: La falta de un
bien conocido, provoca la emoción molesta de Carencia. Si
se trata de una necesidad genética (comida, bebida,
oxígeno, descanso, viajar, distracción,
protección, conocimiento, lazos familiares,
comunicación… etc.), no necesita conocimiento para
manifestar Carencia, porque el conocimiento o necesidad va
impreso en los genes. Las "necesidades" no genéticas (la
mayoría de las ofrecidas por el consumismo), si se
desconocen, no originan el malestar de Carencia. De
aquí el efecto negativo de la publicidad, que por un lado
me obliga a comprar (trabajar para ganar dinero) y por otro me
hace sentirme mal porque carezco de lo que no he comprado
pero sé que existe. Si no compro como todo el mundo,
siento el malestar de la Marginación (hay dos grupos de
ciudadanos: los que lo han adquirido y los que no lo han
hecho. Yo estoy en el segundo grupo y esto nunca resulta
agradable).
Si para que se produzca Carencia, es
necesario conocer el bien del que se carece, en los países
desarrollados, es lógico que se sufra Carencia más
que en el tercer mundo.
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