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Capitalismo, socialismo y
comunismo
Recuperando el verdadero sentido de las palabras.
Combatiendo prejuicios.
Lejos de lo proclamado por los propagandistas del actual
sistema capitalista, el verdadero socialismo y comunismo no
tienen casi nada que ver con lo que existió en los
regímenes de la Europa oriental en el siglo XX. Basta con
leer a los padres del marxismo para descubrir que así como
Jesucristo no es responsable de los crímenes cometidos por
la Santa Inquisición, Marx y Engels no lo son (por lo
menos no por completo, pues algunos de sus errores, sin embargo,
sí contribuyeron) de las experiencias prácticas
distorsionadas que pretendían instaurar, en su nombre, el
"socialismo real" como etapa intermedia hacia el comunismo. No
hay que confundir estalinismo con socialismo, menos aun con
comunismo. Como tampoco hay que confundir la "democracia" liberal
con la democracia. En definitiva, no hay que confundir la
etiqueta de la botella con su contenido. Lo verdaderamente
importante es el contenido. Hay que distinguir entre lo buscado y
lo encontrado, entre un concepto teórico y su
aplicación práctica, la cual puede ser contraria al
primero. Que un partido se autoproclame como socialista no
significa que lo sea, lo mismo podemos decir de un régimen
político-económico. El capitalismo se autoproclama
como democrático y no lo es. El "socialismo real" tampoco
era realmente el socialismo. Los denominados regímenes
comunistas poco tienen que ver con la idea del comunismo
postulada por Marx o por muchos intelectuales anteriores a
él. Esto lo puede comprobar cualquiera leyendo a dichos
intelectuales.
Este artículo es un extracto retocado del libro
¿Reforma o Revolución? Democracia,
donde se analiza detalladamente el caso de la URSS en busca de
una reformulación de la teoría revolucionaria para
el siglo XXI. Para quien desee profundizar en lo dicho
aquí, he sintetizado en el libro El marxismo del
siglo XXI lo que en verdad es el marxismo, según
mi visión, que yo creo que es la correcta, pero que no es
la única posible. Asimismo, en este libro, además
de divulgarlo, de explicar sus bases, se critica
constructivamente al marxismo para intentar hacerlo avanzar. Es
imprescindible analizar los errores de la
izquierda para superarlos.
Hay dos parámetros, relacionados entre sí,
pero no idénticos, a tener en cuenta a la hora de hablar
de la gestión de la economía, de cualquier
gestión en general: centralización vs.
descentralización, dictadura vs. democracia. Una
gestión eficaz requiere llegar a un equilibrio entre la
máxima centralización y la máxima
descentralización. En algunas cuestiones parece
lógico centralizar más que en otras.
¿Pero no es más eficaz también,
además de más ética, una gestión
controlada por los gestionados, es decir, más
democrática? No puede olvidarse que el "socialismo"
implementado bajo los regímenes estalinistas
careció de una de sus características
esenciales, definitorias: la democracia obrera,
la democracia en su sentido más amplio y
profundo, en la política y en la economía. Sin
la democracia no es posible el socialismo porque el
socialismo es, por definición, sobre todo, democracia. La
apropiación de los medios de producción por parte
del Estado es una condición necesaria para el socialismo,
pero no suficiente. El Estado debe ser, a su vez, también
apropiado: por la ciudadanía en conjunto. El Estado debe
también ser gestionado democráticamente
por el conjunto de la sociedad. El capitalismo de Estado no es el
socialismo. Es un paso hacia el socialismo, pero no es socialismo
todavía. El socialismo implica llegar a una gestión
planificada, racional, más o menos centralizada, de la
economía. ¡Pero también, sobre todo, una
gestión democrática de la economía,
independientemente del grado de centralización o
descentralización adoptado, una gestión
democrática de la sociedad en general, en todas sus
facetas! Lo que caracteriza al socialismo, más que el
grado de centralización o descentralización
adoptado, es sobre todo el carácter
democrático de la gestión
económica, social en general.
En cualquier caso, un país no puede sobrevivir
mucho tiempo si consume más riqueza de la que produce,
aunque la producción de su riqueza no sea directamente la
explotación de sus propios recursos naturales. Si el
socialismo, a diferencia del capitalismo, no tiene como centro de
gravedad la rentabilidad, el beneficio, sin embargo, no puede
hacer que dicho concepto desaparezca del mapa. El socialismo no
se obsesiona con el beneficio, pero no puede obviarlo. En el
socialismo se busca sobre todo satisfacer las necesidades
sociales, repartir la riqueza generada de la manera más
equitativa posible, pero para ello primero hay que generar
riqueza, para ello debe lograrse también una
economía rentable. La rentabilidad debe existir en
cualquier economía. La diferencia radica en la forma en
que se consiga, en la importancia que se la dé y en la
manera en que se canalice en la sociedad la riqueza generada.
Generar riqueza es lo mismo que lograr rentabilidad. El
socialismo, a diferencia del capitalismo, busca primordialmente
compaginar rentabilidad con equidad de reparto, dando prioridad a
esta última. El capitalismo busca sobre todo la
rentabilidad y espera que la riqueza generada se distribuya de
alguna manera, pero la rentabilidad es la que manda, la
economía capitalista gira en torno al beneficio y logra
cierta rentabilidad (entendiendo por rentable que genera riqueza)
haciendo que cada individuo busque obsesivamente el beneficio
propio, haciendo que cada uno se busque la vida, tal como se hace
en la selva. El problema es que en esa guerra de todos contra
todos por el beneficio personal no todos los contendientes
batallan en igualdad de condiciones, tal como así se hace
también en la selva. El fuerte domina. Es más, el
fuerte se hace cada vez más fuerte. Con el tiempo, esa
batalla es cada vez más desigual. Es decir, la jungla es
cada vez más jungla.
De esta manera, el capitalismo, sustentado inicialmente
en un equilibrio dinámico en el cual se piensa que el
egoísmo de cada individuo será el motor de la
economía y logrará un reparto no demasiado desigual
que posibilite cierta cohesión social, con el tiempo,
pierde ese equilibrio, se hace inestable y amenaza con colapsar.
Perder ese delicado equilibrio quiere decir que las
contradicciones se agudizan, que la economía deja de
crecer (puesto que lo producido no se corresponde con lo
consumido, como consecuencia de un reparto cada vez más
desigual de la riqueza generada), que la cohesión social
peligra (puesto que al aumentar las capas de población que
no pueden satisfacer sus necesidades más básicas,
las probabilidades de conflictos sociales se disparan, la
sociedad se rompe). Pedirle al capitalismo que erradique la
sociedad clasista es como pedirle peras al olmo.
La lucha de clases es consustancial al capitalismo. No es
en verdad un concepto "socialista", es un concepto "capitalista".
Los socialistas sólo constatan que la lucha de
clases es inevitable en la sociedad clasista, que ésta
sólo podrá superarse mediante la lucha de clases,
cuando ésta sea ganada por las clases populares, por las
clases explotadas ¡Pero, cuidado, el socialismo
científico no dice que el resultado de la lucha de clases
esté predeterminado! La lucha de clases puede derivar en
socialismo o en barbarie, es decir, en más capitalismo, o
en otro sistema peor, si es que ello es posible. Los (verdaderos)
socialistas se ponen del lado del proletariado en dicha guerra,
le dicen a los trabajadores que se defiendan y luego ataquen, que
puede y debe superarse la sociedad actual. Los capitalistas,
independientemente de todo esto, practican cotidianamente su
lucha de clases, por mucho que la nieguen, por mucho que digan
que es algo del pasado. No se trata de modas, sino de
necesidades. Incluso cuando las clases bajas hace tiempo que no
practican la lucha de clases, pues apenas se defienden, la lucha
de clases se niega a desaparecer y se intensifica en las
épocas de crisis, cuando el sistema muestra su
auténtico rostro, cuando el Estado se quita el disfraz y
evidencia su carácter clasista, burgués, cuando las
clases altas vuelven a atacar, no contentas todavía con lo
que tienen. Lo dicho, mientras haya clases, por lo menos mientras
el contraste entre las mismas sea importante, habrá lucha
de clases. Negar la lucha de clases es negar la materia prima de
la sociedad capitalista. Con el tiempo la desigualdad en el
capitalismo tiende a realimentarse a sí misma y amenaza al
propio orden capitalista, a la misma sociedad humana. Con el
tiempo la lucha de clases se agudiza. Podrá haber
altibajos, pero la tendencia a largo plazo del capitalismo es
clara e inevitable.
El socialismo busca, precisamente, un equilibrio
más sólido en la sociedad humana, busca
explícitamente, y no implícitamente, dicho
equilibrio. No espera que ese equilibrio se alcance
espontáneamente. De aquí proviene,
fundamentalmente, la dificultad del socialismo respecto del
capitalismo, pues en éste, en principio, se deja todo en
manos de la naturaleza, se espera que el orden se alcance por
sí mismo, dejando que los individuos actúen en aras
de su supervivencia o de su afán de prosperidad
individual, dejando que el mercado funcione por sí mismo,
dejando que las fuerzas de la naturaleza actúen por
sí mismas, en vez de controlarlas, haciendo así que
el ser humano sea dominado por la economía, por su sistema
de convivencia, en vez de dominarlo, haciendo así que la
sociedad humana sea víctima en vez de dueña de
sí misma, haciendo así que el individuo esté
al servicio de la economía, en vez de al revés.
Mientras el ser humano no tome el control de sí mismo, su
evolución irá en su contra en vez de a su favor, le
conducirá a su propia destrucción en vez de a su
liberación. El ser humano que va poco a poco dominando la
naturaleza, inevitablemente, se topa con el desafío de,
además de evolucionar tecnológicamente, hacerlo
también socialmente, de controlar las fuerzas sociales que
rigen su propia sociedad, y no sólo las fuerzas de la
naturaleza muerta. La ley de la jungla funciona
espontáneamente, la civilización hay que
construirla. Aunque la jungla, por mor de la
evolución, es decir, como consecuencia de la
dialéctica materialista, el ADN del Universo, tiende de
forma natural hacia la civilización. En verdad que la
civilización también es naturaleza, una naturaleza
más sofisticada, más evolucionada, más
elaborada. La civilización es la combinación de
naturaleza y tiempo. La civilización es la naturaleza
"bruta" manufacturada por el tiempo y por ella misma. La
misma naturaleza tiende, con el tiempo, a negarse a
sí misma, como nos dice la dialéctica. O dicho de
otra forma, la naturaleza se transforma a sí misma con el
tiempo, mediante la ley básica que rige el Universo. La
progresiva complejidad del Universo, en base a la cual la
energía toma la forma de materia, en base a la cual surge
la vida, es decir, en base a la cual la materia muerta se vuelve
viva, en base a la cual la materia viva toma conciencia de
sí misma, es una consecuencia directa de dicha ley
básica, de la lógica universal: la
dialéctica materialista.
El capitalismo no puede escapar a dicha lógica.
Nada puede escapar a ella. Nada por lo menos de este Universo. El
capitalismo sucumbirá ante ella, pero no necesariamente de
una sola manera. El capitalismo tiende al socialismo,
por mor de su propia lógica, la cual es también la
lógica del materialismo dialéctico, es decir, la
lógica del propio Universo, pero, por mor de esa misma
lógica, el socialismo no tiene garantizado su existencia.
Dicha lógica también puede conducir a la
extinción de toda civilización. La lógica
de la dialéctica materialista es la lógica de las
contradicciones, las cuales no siempre se resuelven de la misma
manera, es la lógica de las tendencias. En el
capitalismo, en principio, basta con proteger la propiedad
privada de los medios de producción y dejar que el
mercado, que la naturaleza, haga el resto. En principio, porque
poco a poco el capitalismo debe combatir el creciente descontento
popular, el inevitable cuestionamiento de la población,
debe enfrentarse a su propia negación, producto natural
del tiempo, como así fue su afirmación. El
capitalismo debe construirse cada vez más, en verdad el
orden capitalista debe trabajarse cada vez más, el
capitalismo debe prescindir cada vez más del
espontaneísmo, el mismo capitalismo va poco a poco
negándose a sí mismo. El sistema ya no se sostiene
por sí mismo, debe ser rescatado, debe controlarse cada
vez más el pensamiento de las masas, para que el
proletariado, la mayoría de la población, no ponga
en peligro el orden establecido, que cada vez es menos orden, que
cada vez está menos establecido. El capitalismo,
sustentado en la no intervención humana, en una
mínima intervención, debe ser cada vez más
intervenido por los humanos. En definitiva, como decía el
marxismo, el socialismo poco a poco se va abriendo paso. El
capitalismo tiende hacia el socialismo. Quienes
proclaman que no hay que intervenir, contradiciéndose a
sí mismos, poniéndose en evidencia ante los
demás, cada vez intervienen más. Quienes niegan la
posibilidad de que el destino sea controlado por la humanidad,
tienden a controlarlo cada vez más. El socialismo
científico, que básicamente consiste en la idea de
la posibilidad de controlar consciente y globalmente el destino
de la sociedad humana, es decir, en la idea del autocontrol
social consciente, va siendo poco a poco validado por los mismos
capitalistas, muy a su pesar. El capitalismo, como cualquier
sistema de un Universo donde la dimensión temporal existe,
es un producto histórico, es decir, nace, crece y muere,
en verdad se transforma en otra cosa. El capitalismo, justificado
como un sistema producto del tiempo, pretende parar el tiempo,
pretende contradecir la ley esencial del Universo de que todo
cambia, de que todo, tarde o pronto, acaba, muta. Los
apóstoles del capitalismo, que lo justifican como algo
natural, como el lógico producto de la naturaleza, niegan
la ley más básica de la naturaleza: que todo,
incluida la propia naturaleza, cambia. El capitalismo, lejos de
lo proclamado por sus apóstoles, no es el fin de la
historia, es, al contrario, el fin de la prehistoria humana, es
la antesala de la verdadera historia humana. Quienes justifican
el capitalismo por ser algo natural, lo van poco a poco
convirtiendo en artificial, se oponen al curso natural de la
historia.
Así como el capitalismo tuvo su razón de
ser, tendrá su razón de dejar de ser. De la misma
forma que el capitalismo sustituyó al feudalismo, el
socialismo sustituirá al capitalismo. ¿De la misma
forma? No exactamente. Ahora, por primera vez, la humanidad tiene
capacidad de autodestruirse. Ahora, por primera vez, la humanidad
tiene también la capacidad de autoemanciparse, de dar el
verdadero salto evolutivo del primitivismo a la
civilización. La humanidad se encuentra realmente por
primera vez en la encrucijada a la que probablemente llega tarde
o pronto cualquier especie inteligente: civilización o
barbarie, mejor dicho, supervivencia o
autodestrucción.
En el capitalismo la búsqueda del beneficio es
la prioridad, es un fin, el reparto de la riqueza es
secundario, pero también es necesario, al menos en parte,
para que la sociedad capitalista no colapse, para que la sociedad
no se desintegre, no estalle en mil pedazos. Sin embargo, como
los hechos van demostrando poco a poco, la búsqueda
obsesiva del beneficio no es suficiente, es incluso
contraproducente. Se abre paso la idea de que es posible y
necesario compaginar la creación de riqueza con su
reparto. En el socialismo, por el contrario, el beneficio
es algo secundario, es un medio de generar riqueza, la
prioridad es el reparto de la riqueza generada. En ambos
sistemas, como en cualquier sistema económico, existen
tanto la rentabilidad, la búsqueda de generación de
riqueza, como el reparto de la riqueza generada. La diferencia
estriba en la prioridad que se le den. En lo que en un caso es
prioritario en el otro es secundario, en lo que en un caso es un
medio, en el otro es un fin. Reparto vs. Rentabilidad.
Planificación vs. Espontaneísmo.
Racionalización vs. Anarquía. Orden vs. Caos.
Ciencia vs. Religión. Civilización vs. Jungla.
Sociedad vs. Individuo. Socialismo vs. Capitalismo. El socialismo
busca compaginar racionalidad, ética y eficiencia. El
socialismo es civilización. Por esto Rosa Luxemburgo
decía: Socialismo o barbarie. Quien dice
socialismo dice democracia. ¿De qué otra manera
es posible lograr un sistema al servicio de toda la
sociedad más que cuando toda ella decide,
más que cuando toda ella lo construye?
Probablemente, el sistema económico del futuro,
por lo menos en un futuro no demasiado lejano (la mentalidad
capitalista llevará tiempo superarla, si es que se
supera), si el futuro existe, si la humanidad es capaz de
controlarlo toda ella y no sólo ciertas
minorías, será algún sistema mixto que
combine lo mejor del capitalismo y lo mejor del socialismo. Tal
vez se llegue a una síntesis dialéctica entre
capitalismo y socialismo, entre rentabilidad y reparto, entre
individuo y sociedad, entre espontaneísmo y
planificación. Hay grandes evidencias que apuntan a ello.
Cuando mejor funciona aparentemente el capitalismo, desde el
punto de vista del conjunto de la sociedad, es cuando el Estado
asume ciertos postulados socialistas. El keynesianismo produjo
mejores resultados que el neoliberalismo, aunque también
generó problemas importantes, como fuertes inflaciones.
Por supuesto que las distintas versiones del capitalismo llegan
de una u otra manera a un callejón sin salida, las crisis
son inherentes al capitalismo porque éste es altamente
contradictorio. Como dice Alan Woods: El neoliberalismo y el
keynesianismo son sólo la bota derecha y la bota izquierda
del capitalismo. Es la elección entre la inflación
y la deflación. Pero para el obrero sólo es una
elección entre la muerte en la horca o la muerte lenta
ardiendo en la hoguera, es decir, no es en absoluto ninguna
elección. Las crisis capitalistas no son más
que la exteriorización de sus numerosas e intensas
contradicciones internas, de unas u otras, de unas u otras
maneras. Pero, indudablemente, el neoliberalismo ha provocado
mayores y más frecuentes crisis que el keynesianismo. La
crisis actual es sólo comparable al crack de
1929. Cuando mejor funciona aparentemente el socialismo es cuando
se permite cierta libre competencia, por lo menos entre los
pequeños productores. Aparentemente porque en
verdad mientras no se intente un mayor control democrático
de la economía por los propios trabajadores no
podrán sacarse conclusiones definitivas. Todos los
países que han intentado el socialismo no han tenido
más remedio que permitir cierta iniciativa privada, por lo
menos a pequeña escala. Y no han tenido más remedio
que recurrir al mercado porque no han querido aumentar y mejorar
el control democrático de la burocracia gobernante.
Países como los escandinavos demuestran que combinando
ciertas características del capitalismo con ciertas
características del socialismo se logra compaginar
crecimiento económico, por lo menos cierta
producción de riqueza, con cierta igualdad social. El
problema es que el capitalismo actual, como todo sistema donde el
modo de producción capitalista sea preponderante,
está dominado por ciertas élites que imposibilitan
el bienestar de la mayoría. El sistema actual tiende hacia
el empobrecimiento de la mayoría de la población,
además de a su alienación, además de poner
en serio peligro de extinción a la humanidad y su
hábitat. Quizás en el sistema del futuro haya
ciertas dosis de capitalismo, pero limitado, controlado por el
Estado. Cuando hay grandes capitalistas ya hemos visto que el
Estado degenera y realimenta al capitalismo en una espiral
autodestructiva. Tal vez la sociedad del futuro sea un sistema
socialista en el que haya pequeños capitalistas
pero no grandes capitalistas. Una sociedad socialista a
gran escala pero capitalista a pequeña escala. Una
sociedad fundamentalmente socialista con islas de capitalismo. O
quizás no.
Por otro lado, tampoco sabemos si funcionará
mejor el colectivismo (cada empresa pertenece a
sus propios trabajadores, ellos mismos la poseen y la gestionan),
o el estatismo (cada empresa pertenece al Estado,
al conjunto de la sociedad). El colectivismo tiene la ventaja de
que los trabajadores, los gestores y los poseedores de los medios
de producción son los mismos. El estatismo tiene la
ventaja de que la economía puede planificarse mejor de
manera global, de acuerdo con el interés general.
Colectivismo implica mayor autonomía y libertad de los
trabajadores, siempre que todos tengan las mismas opciones de
pertenecer a cualquier empresa. Estatismo implica mejor
planificación central de la economía. El
colectivismo tiene como inconveniente que puede provocar
desigualdades entre trabajadores de diversas empresas o sectores,
puede crear ciertas formas de capitalismo, además de
descoordinación general. Las empresas compiten entre
sí pero pertenecen a todos sus trabajadores, convertidos
así en nuevos "capitalistas". El estatismo tiene como
inconveniente que los trabajadores son gestionados por otros. En
este caso la figura del capitalista que posee la empresa
desaparece, pues se sustituye por el Estado, por el conjunto de
la sociedad, pero son funcionarios, o sus representantes en la
empresa, quienes se encargan de gestionarla, de tomar las
decisiones estratégicas de acuerdo con el interés
general (suponiendo un Estado verdaderamente democrático).
El estatismo puede derivar, y de hecho así fue, en un
capitalismo de Estado. El colectivismo, por su parte, puede
derivar en un capitalismo semi-privado, en una especie de
capitalismo popular. Tal vez, la solución sea combinar
estatismo y colectivismo.
El capitalismo actual se caracteriza por dos cosas,
desde el punto de vista de las relaciones sociales de
producción: las empresas pertenecen a ciertas personas y,
como consecuencia de esto, son gestionadas (en sus líneas
maestras) dictatorialmente por dichas personas, o
por otras personas que les sirven a sus órdenes, todas
ellas ajenas a los propios trabajadores, a la inmensa
mayoría de ellos. Es decir, el modo de
producción capitalista se caracteriza por la propiedad
privada de los medios de producción y, por tanto,
por su gestión privada, es decir, por la falta de
democracia en su gestión. Un modo de producción
se caracteriza por las relaciones que se establecen entre los
distintos actores que intervienen en él. Las relaciones de
producción capitalistas consisten esencialmente en el
dominio de unas minorías sobre el resto de la
población. La economía pertenece a los
capitalistas, sobre todo a los grandes capitalistas. En el modo
de producción capitalista el sujeto protagonista (el que
decide) es la gran burguesía. Como consecuencia de esto la
riqueza generada es acaparada por los dueños de la
economía. Los trabajadores no poseen las empresas ni las
gestionan (en sus líneas estratégicas más
importantes), y, como consecuencia de esto, apenas recogen los
frutos de su trabajo, los cuales son acaparados fundamentalmente
por las minorías que poseen dichas empresas o que las
gestionan. La riqueza pública así se privatiza. La
riqueza que en su origen era social, que se genera socialmente,
deja de ser social, no es disfrutada socialmente. Y esto es una
consecuencia directa del carácter privado de los medios de
producción. Ésta es la gran contradicción
del modo de producción capitalista de la cual beben el
resto de contradicciones: la riqueza se genera
socialmente, es creada públicamente,
proviene, en última instancia, de algo que era en
principio público (la naturaleza), pero es
acaparada por ciertos individuos, es disfrutada
primordialmente de manera privada.
El capitalismo es un modo de producción
social en el que los medios de producción son
privados y, como consecuencia inmediata de esto, la
riqueza generada es privada, es decir, es acaparada
fundamentalmente por ciertas minorías, no por casualidad
por aquellas que poseen dichos medios. La sociedad en
conjunto es así desposeída de la riqueza que en
verdad debería poseer. El origen de la desigualdad social
radica principalmente en el hecho de que ciertas personas posean
los medios de producción. La desigualdad en la
posesión de las "máquinas" generadoras de riqueza,
en su gestión, provoca, lógicamente, como no
podía ser de otra forma, la desigualdad del reparto de la
riqueza generada y todos los conflictos sociales que de ella se
derivan. La lucha de clases va pareja a dicha desigualdad. Dicha
desigualdad con el tiempo va aumentando si no se contrarresta la
tendencia natural del capitalismo. Dentro del capitalismo dicha
desigualdad sólo puede suavizarse temporalmente. Dicha
desigualdad sólo puede desaparecer, por lo menos disminuir
considerablemente, si desaparece el capitalismo. Y esto
sólo puede producirse si en el curso de la guerra de
clases vence una clase que aspira a la erradicación de
toda explotación: la clase más explotada,
el proletariado, la mayoría dominada. Esto sólo
puede producirse también si dicha clase ejerce
verdaderamente el control de la sociedad y si toma las medidas
técnicas adecuadas, para lo cual se hace imprescindible un
diagnóstico correcto del mal a erradicar, para lo cual
también se hace imprescindible una metodología
adecuada.
La metodología es clara, no puede ser
otra: la democracia. El diagnóstico es
claro, hace tiempo que lo es: el origen del mal reside en la
propiedad privada de los medios de
producción. A no confundir con la propiedad de los
productos del trabajo. El socialismo aspira a socializar los
medios de producción para redistribuir la riqueza, para
devolverle a la sociedad lo que en verdad es suyo. El socialismo
no busca la erradicación de toda
propiedad privada, no la de los bienes particulares de las
personas, no la del producto del trabajo de las
personas, sino que "sólo" la de los medios de
producción, la de los medios para que cada
persona pueda hacer su trabajo. Busca expropiar a los
expropiadores, a quienes acaparan la riqueza social acaparando
los medios para generarla. Con el socialismo la propiedad de los
bienes de los ciudadanos aumentará notablemente, a la par
que disminuirá notablemente (buscándose su
desaparición) la de los actuales poseedores de la
economía (pero no la de sus bienes particulares, sino que
la de sus empresas o tierras de producción agrícola
o ganadera). En el socialismo la sociedad entera es dueña
de su economía. La economía es pública,
mejor dicho, es bastante pública, más
pública que en el capitalismo, pero menos que en el
comunismo. Más que en el capitalismo porque no sólo
la producción es social, sino que también su
gestión, sino que también sus medios, que son de
propiedad social. Menos que en el comunismo porque la riqueza
generada no es totalmente social, no es puesta en
conjunto, todavía, a disposición de toda
la sociedad.
Cada individuo en el socialismo recibe acorde con su
contribución, la cual depende también de su
capacidad. El individuo más capaz, y con mejor actitud, es
decir, el trabajador que trabaja más, porque puede y
porque quiere, recibe más. Esto ya ocurre en parte en el
capitalismo. El socialismo se diferencia en cuanto a que
desaparecen quienes viven de los trabajadores, es decir, quienes
no se someten a esta ley de que tanto trabajas tanto eres
recompensado. En el socialismo desaparecen los capitalistas, los
poseedores de los grandes medios de producción que
sólo invierten y acaparan la riqueza generada por sus
empleados. Además, en el socialismo, esa ley se aplica por
igual a todo el mundo, todo es más transparente. Parte de
la riqueza generada en el socialismo es puesta a
disposición de toda la sociedad y parte es repartida entre
quienes la generan, y en función de sus particulares
contribuciones. El socialismo busca fundamentalmente pasar de una
sociedad donde cada cual recibe en base a su propiedad, producto
muchas veces de la suerte, y no tanto en base a su trabajo, a una
sociedad donde cada cual recibe en base al trabajo que realmente
aporta. El socialismo busca llevar a la práctica el
principio "de cada cual según su capacidad, a cada cual
según su trabajo". El socialismo busca que cada cual
reciba el producto de su trabajo, que cobre por el trabajo
verdaderamente realizado. Es decir, el socialismo busca,
entre otras cosas, de paso, erradicar el parasitismo social. Al
hacer que todos los individuos trabajen, cada uno
trabajará menos, el trabajo podrá repartirse mejor,
la jornada laboral podrá disminuirse notablemente. El
socialismo busca que cada cual reciba por lo que aporta,
procurando que todos aporten igual, o lo más parecido
posible. En el socialismo el derecho de los productores es
proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad aquí
consiste en que se mide a todos por el mismo rasero: por el
trabajo. El socialismo tendrá aún ciertas
rémoras del capitalismo. Llevará cierto tiempo
desprenderse del lastre del capitalismo. En el socialismo, el
ciudadano, es decir, el trabajador (porque todo ciudadano
será trabajador), es premiado en base a su
capacidad, y no en base a la propiedad que
tiene al nacer, cada ciudadano recoge el fruto de su
propio trabajo, y no el de las generaciones pasadas, prospera en
función de lo que hace en la vida y no por lo que se
encuentra al nacer, no por lo que le dejaron sus muertos, no por
lo que hicieron otros en otras vidas. Al menos esto es lo que
pretende el socialismo. En el socialismo, la suerte, pilar de la
sociedad capitalista, deja de protagonizar el destino (en la vida
en sociedad, por lo que respecta a la vida
económica) de las personas. Las personas en el
socialismo tienen más oportunidades de controlar su propio
destino.
El comunismo va mucho más allá. Busca
liberar a los seres humanos de sus limitaciones en cuanto a sus
capacidades. Busca dar al individuo en base a sus reales
necesidades, y no en base a su capacidad. Representa un paso
más en la búsqueda de una sociedad más
justa, es decir, más libre. Busca liberar al ser humano de
sus defectos, de sus debilidades, de sus desigualdades naturales,
de tal forma que una persona con menos capacidad pueda satisfacer
igualmente sus necesidades que otra más capaz, de tal
forma que todas las personas, con distintas capacidades y
distintas necesidades, satisfagan todas sus necesidades. El
comunismo busca garantizar la supervivencia de todos los
seres humanos. El comunismo va todavía más
lejos que el socialismo y busca erradicar el propio concepto de
propiedad, el cual es en verdad el verdadero origen del mal, la
manzana mordida que hizo que la humanidad haya sido expulsada del
paraíso. Pero el comunismo no busca quitarle a la gente lo
que es suyo, lo que siente suyo, sino que busca que la gente no
necesite poseer, que sienta que nada es de nadie, que
todo es de todos. El comunismo busca llevar a la práctica
el principio "de cada cual según su capacidad, a cada cual
según sus necesidades". En el comunismo se aspira a tal
estado de desarrollo, material y espiritual, que los individuos
satisfacen todas sus necesidades independientemente de su
capacidad para hacerlo, incluso independientemente de
cuáles sean sus necesidades. El comunismo es el
paraíso perdido, el paraíso recuperado. La
humanidad, por mor de la evolución, es decir, por mor de
la dialéctica materialista, abandonó el comunismo,
y, por mor de la misma evolución, lo recuperará,
pero a un nivel superior. La humanidad se negó a sí
misma "momentáneamente", pero negará esa
negación, para volver a ser ella misma, por mor de la ley
dialéctica de la negación de la
negación.
El comunismo no sólo busca erradicar las
desigualdades sociales, sino que incluso las "naturales". Pero no
negando éstas, no uniformizando a todos los individuos
para que sean todos clones, sino que liberando a cada individuo
de las necesidades más básicas, liberándolo
en el sentido de garantizar la satisfacción de dichas
necesidades, en el sentido de que ya nadie tenga que preocuparse
por la supervivencia. La igualdad, como escribió Engels,
significa abolir las diferencias de clase, pero no las de
carácter individual. En el comunismo, por fin, cada
individuo puede realizarse, pues dispone de mucho más
tiempo libre, pues no debe preocuparse de su mantenimiento
físico, el cual le llevará mucho menos esfuerzo y
tiempo (recordemos que el trabajo es necesario para sobrevivir,
es decir, gran parte de nuestro tiempo, el cual dedicamos a
trabajar, es tiempo dedicado a la supervivencia). Con el
comunismo todos los seres humanos, y no sólo ciertas
minorías, pueden, por fin, dedicarse a vivir, a las artes,
al ocio, al placer intelectual y físico, y no sólo
a sobrevivir. El comunismo es la conquista del tiempo
libre. El comunismo posibilita, además de la
satisfacción de nuestras necesidades físicas, y
precisamente porque la garantiza, la satisfacción de
nuestras necesidades intelectuales, haciéndonos así
más humanos, realimentando así la evolución
del mono desnudo que deja de ser mono. Con el comunismo el tiempo
dedicado a la supervivencia disminuye al mínimo necesario.
El comunismo no erradica al individuo para que sea subsumido por
la colectividad. ¡Al contrario! En él, el individuo,
liberado de sus ataduras materiales (todo lo que puede
liberarse), puede realizarse verdaderamente como ser humano, deja
de ser un animal parlante y pensante. En
el comunismo el ser humano alcanza su verdadera esencia humana,
abandonando, por fin, su animalidad. La inteligencia se
afirma a sí misma, supera su negación, la
inteligencia potencial se hace real. El comunismo es el
inicio de la civilización humana, en su sentido
más profundo. Es el salto evolutivo definitivo, pero no el
fin de la historia humana, al contrario, su verdadero
principio. Todo lo acontecido hasta él es la
transición desde el primitivismo hasta la
civilización, del mundo animal al mundo espiritual. Con el
comunismo la sociedad humana será, por fin, realmente
humana, abandonará la animalidad de la que
proviene. Con el comunismo la sociedad humana será, por
fin, realmente sociedad, posibilitará la
convivencia armónica entre los humanos. Con el comunismo
el ser social, por fin, se realiza socialmente.
El ser realmente es.
El ser humano, ser social, realmente se realiza
cuando la sociedad lo es realmente, cuando se lleva a la
práctica el principio elemental de igualdad en las
relaciones entre los individuos, sin el cual no es en verdad
posible la vida en sociedad, no por mucho tiempo. Una sociedad
sustentada en la guerra permanente entre sus individuos llega en
determinado momento, cuando su tecnología alcanza cierto
nivel, a una crucial encrucijada: civilización o barbarie,
supervivencia o autoextinción. El comunismo representa
la civilización, la supervivencia. El capitalismo la
barbarie, la autodestrucción. El ser social
inteligente no puede sobrevivir como los animales. La
supervivencia animal trasladada a la civilización, la
barbarie, conduce a la extinción. La supervivencia debe
sufrir el cambio de la cantidad en calidad cuando el ser social
se hace suficientemente inteligente. La libertad en la jungla no
puede ser la misma que la libertad en una sociedad civilizada. La
ley del más fuerte, el libertinaje, debe dar paso a la
igualdad (bien entendida, no la de ser y actuar todos de la misma
manera). El egoísmo, que en la vida salvaje es el
pasaporte de la supervivencia, en la vida civilizada es el
pasaporte de la muerte. ¿Y cómo es posible que el
egoísmo derive en solidaridad? Por la dialéctica
materialista. En la vida salvaje en verdad que también era
necesaria para la supervivencia cierta solidaridad. La
solidaridad no aparece repentinamente, ya existía. Nada en
el Universo nace y muere, sino que se transforma.
Las condiciones materiales de existencia desarrollaron
la inteligencia del ser humano: la liberación de las manos
al pasar de la postura cuadrúpeda a la bípeda
posibilitó el desarrollo del cerebro. La evolución
de las especies postulada por Darwin sólo puede explicarse
y comprenderse realmente si se considera y entiende el
materialismo dialéctico. Las necesidades materiales, junto
con ciertas casualidades probablemente (sin las cuales
sería muy difícil explicar por qué
evolucionaron unas especies y no otras, por qué no todas
las especies evolucionaron de la misma manera), hicieron que las
manos del mono antecesor del hombre fueran liberadas. Esto le
posibilitó al homo sapiens desarrollar herramientas para
satisfacer mejor sus necesidades materiales, es decir, le
posibilitó el desarrollo intelectual y a su vez
éste aumentó todavía más la
posibilidad de alterar su entorno físico. De esta manera
el cerebro y las manos se realimentaron mutuamente en una
típica relación dialéctica enraizada en lo
material. La bola de nieve, una vez que inició su
caída por la ladera de la montaña, fue aumentando
su tamaño a lo largo del tiempo. La inteligencia es
también un producto de la ley de leyes del
Universo.
Con el tiempo la inteligencia y la solidaridad fueron
aumentando de tal manera que el ser humano se hacía cada
vez más social. En verdad no podemos decir esto de esta
manera tan metafísica, no podemos separar las causas de
los efectos: el ser humano se hacía más social a
medida que se hacía más inteligente, y viceversa,
el ser humano se hacía más inteligente a medida que
se hacía más solidario, y viceversa,…
Combínese estos tres conceptos, inteligencia,
sociabilidad, solidaridad, de todas las maneras posibles y se
tendrá una visión más realista de lo que
ocurrió, es decir, más dialéctica. O bien,
dicho de otra manera: una vez encendida la mecha de la
inteligencia, una vez que se produce un cambio cualitativo
decisivo (que la cantidad se transforma en calidad) en la especie
llamada homo sapiens, con el tiempo, el individuo hace al
sistema, es decir, lo va alterando, y a su vez el sistema hace al
individuo, es decir, lo va cambiando, lo va haciendo cada vez
más social. Podríamos redefinir la inteligencia
como la capacidad de alterar el entorno y a su vez ser alterado
por él. Más precisamente, la capacidad de ir
alterando cada vez más el entorno y a su vez ser
alterado cada vez más por él. Entendiendo
el entorno en su sentido más amplio. Como el entorno
físico, la naturaleza, pero también como la propia
sociedad de la especie inteligente de que se trate. Las abejas
también alteran su entorno físico, pero dicha
alteración no cambia a lo largo del tiempo, por lo menos
no tanto como la alteración que hace el ser humano. La
especie humana es la única de la Tierra que ha sobrepasado
cierto umbral de inteligencia. No es la única especie
inteligente, pero sí la única que ha superado el
punto crítico de la inteligencia a partir del cual la
evolución se acelera. Inteligencia implica cambio. Cuanta
más inteligencia más cambio. La lógica del
Cosmos, la dialéctica materialista, se realimenta a
sí misma. El Universo se hace cada vez más
dialéctico, es decir, más cambiante, más
complejo, a medida que pasa el tiempo. La inteligencia
crítica es la sal que dispara el proceso dialéctico
sustentado en la materia, es decir, que dispara la
evolución. Aquellas especies que no superan cierto umbral
de inteligencia se estancan, no evolucionan, o sucumben ante
circunstancias ajenas a ellas. La inteligencia abre las puertas a
cualquier especie para prolongar su existencia, pero siempre con
el riesgo también de acortarla bruscamente. La
inteligencia pone el destino de una especie en sus propias manos.
No es que su destino dependa sólo de ella, es que
depende también de ella, en gran parte de ella.
Pero como todo en la vida, como nos dice claramente la
dialéctica, tiene sus lados contrapuestos, todo lo bueno
que tiene la inteligencia tiene su lado oscuro, su otra cara de
la moneda. Sobrevive, es decir, no sucumbe ante sí misma,
aquella especie inteligente que resuelve las contradicciones
inherentes a la inteligencia en el sentido "positivo", es decir,
en el sentido de armonizar, en vez de oponer, a la especie y su
entorno. Más en general, sobrevive aquella sociedad
inteligente que es capaz de resolver sus contradicciones en el
sentido positivo. El comunismo supone la resolución de
las contradicciones de la inteligencia en el sentido
positivo.
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