La galería de personajes nos muestra diferentes
facetas de la condición humana, virtudes y pecados de
hombres y mujeres que viven en una comunidad que gira alrededor
de los ritos litúrgicos del catolicismo y las fiestas
patronales.
La espontaneidad del relato en los juegos tradicionales
y las muiñadas merecen destacarse como piezas de
antología.
La voz del narrador se instala en la perspectiva de un
niño que conoce a fondo las tipologías de lo
femenino y lo masculino, de una sociedad de mediados del siglo XX
en la que predominan los roles paternalistas y
autoritarios.
Correrías en Celeiros se inscribe en el marco de
la literatura de la inmigración española en Buenos
Aires, con el hechizo de la morriña y la añoranza
de las meigas.
Damos la bienvenida a esta ópera prima de
Pérez Feijóo, que seguramente deleitará a
los lectores más exigentes" (16).
Un cuento de gallego (17), de Ernesto
Ordoñez, es la obra acerca de la cual se
afirmó:
"Con clara espontaneidad se desgranan los recuerdos del
autor, que se inicia en las letras con ésta, su opera
prima. Ernesto Ordoñez emprende un interesante recorrido
que abarca desde su Galicia natal y sus recuerdos más
lejanos, hasta los días de la actualidad.una privilegiada
memoria le ha permitido conservar infinidad de detalles que
contagian a su relato, un clima que va desde la suave nostalgia
hasta el humor más delicado.sus ojos captaron en aquellos
momentos, variados aspectos de la vida cotidiana desde ese lugar
irrepetible que son los ojos de un niño. Y así, van
desgranándose sus recuerdos, como en una cascada, saltando
por encima del tiempo y conservándolos con la misma
ternura y emoción que cuando sucedieron.un vistazo que
llega hasta los días actuales.por eso, este libro encierra
mucho más que una autobiografía, porque más
allá de los hechos, el autor ha podido captar la
resonancia que el correr de la vida tuvo en la mente de Ernesto
– niño. y ha sido capaz de transmitirla con toda la
calidez de su personalidad"(18).
En abril de 2012 se publicó la
Primera Antología del C. C. Rosalía de Castro
en homenaje a la poeta. En ella se incluyó "Esa
mujer", páginas en las que la artista Gladys Semillan
Villanueva recuerda una visita a la casa de Rosalía, en
Padrón (19).
Un puente azul (20), de Consuelo
Bermúdez, fue presentado en el Salón Arturo
Cuadrado de la Federación de Asociaciones
Gallegas.
"De reciente aparición, 'Un puente azul' es
un intenso trabajo escrito en primera persona, que revisa los
cajones de los recuerdos para dar cuenta de testimonios e
historias íntimas que no merecen quedar en el
olvido.
"En la contratapa de su libro, Consuelo
Bermúdez subraya que 'si yo no hubiera atravesado
este puente azul que para mí es el Océano, no
habría extrañado tanto el mundo de mi infancia
gallega ni habría conocido mi destino americano que me
esperaba con experiencias tan sorprendentes' " (21).
Una experiencia tan fuerte como la de la
inmigración tenía que reflejarse en la literatura.
Algunos inmigrantes y exiliados recurren a periodistas que les
ayudan a dar forma a su historia; otros, la escriben adoptando
nombres ficticios que ocultan a los verdaderos protagonistas;
unos más – entre los que se cuenta Consuelo – la ofrecen a
los lectores tal cual la recuerdan.
Para qué escribir memorias? Hubo quienes, en los
albores de nuestra vida como nación, las escribían
para justificarse. Más tarde, los hombres del 80 las
escribieron para mostrarse como miembros de una elite y para
marcar las diferencias entre la sociedad de antaño y la
que veían con mirada reprobadora.
Consuelo escribe para sus hijos, nietos y sobrinos, para
sus hermanos, para sus paisanos, para que no queden en el olvido
tantos hechos tan íntimos y tan ejemplares de esta gallega
que empezó a trabajar a los ocho años, que
debió abandonar su tierra, y que sin embargo, es tan
alegre… Escribió en español y en su idioma, en
prosa y en verso, y siempre logrando en el lector la misma
emoción.
Si tuviera que elegir una página que condensara
toda la obra, sin duda escogería el poema "Adiós",
emblema de este libro pleno de amor, de afán de
superación, de esperanza, como lo es la inmigración
que desde Galicia llegó a la Argentina.
Notas
- 1. Cané, Miguel: Juvenilia.
Buenos Aires, CEAL, 1980. (Capítulo). - 2. Mansilla, Lucio V.: Mis memorias.
París, Casa Editorial Garnier Hermanos,
1904. - 3. "El vigor de las colectividades 1914-1930",
Crónica, 1992. - 4. Varela, Luis: De Galicia a Buenos Aires
–Así es el cuento-. Buenos Aires, el autor,
1996. - 5. Onega, Gladys: Cuando el tiempo era otro.
Una historia de infancia en la pampa gringa. Buenos Aires,
Grijalbo-Mondadori, 1999. - 6. Duche, Walter: "Todos tenemos derecho a escribir
nuestra historia", en La Prensa, Buenos Aires, 18
de julio de 1999. - 7. Longueira, Genaro: Testemuños dun
neno. - 8.Longueira, Genaro: Testemuños dun
home. - 9. Silva, Toni: "De Abegondo para el mundo El
Concello estrenará su lista de hijos predilectos con los
hermanos Longueira, emigrantes que triunfaron en Argentina",
en La Voz de Galicia, 23 de abril de
2010. - 10. Lojo, María Rosa: "Mínima
autobiografía de una "exiliada hija" ",
en Sitio Al Margen Revista Digital. Noviembre de
2002. - 11. Sela, Mito: Babilonia chica. Buenos
Aires, Milá, 2006. 112 pp.
(Imaginaria). - 12. Cao Corral, Manuel: La actuación
profesional de un dirigente de empresa con principios.
Buenos Aires, 2007. 432 pp. - 13. Regoli de Mullen, Alicia: en Cao
Corral, Manuel: op. cit. - 14.
- 15. Pèrez Feijóo, José
María: Correrías
en Celeiros. Buenos Aires, Xunt.ar,
2009 - 16. Pizarro, Cristina: "Prólogo"
a Pèrez Feijóo, José María:
op. cit. - 17. Ordoñez, Ernesto: Un cuento
de gallego. Buenos Aires, Dunken, Diciembre de
2011. - 18. S/F: en Editorial Dunken.
www.dunken.com.ar. - 19. Semillan Villanueva, Gladys: "Esa mujer",
en Primera Antología del C. C. Rosalía
de Castro "Homenaje a Rosalía de Castro". Buenos Aires,
De los cuatro Vientos, 2012. - 20. Bermúdez, Consuelo: Un
puente azul. Buenos Aires, Ediciones El Escriba,
2013. - 21. S/F: gacetilla de prensa
de Federación de Asociaciones Gallegas.
Biografías
Félix Luna evoca, en Soy Roca, a Gumersindo
García, mayordomo del presidente. En esa obra, afirma el
protagonista: "Si pienso bien la cosa, hablando de amigos
tendría que decir que el mejor que tengo hoy es Gumersindo
García. Varias veces lo he mencionado y conviene ahora que
aclare quién es. Gumersindo es gallego y entró a
trabajar en mi casa de la calle San Martín cuando
recién me instalé allí, en los finales de mi
primera presidencia. Tenía entonces 28 años. A
fuerza de honradez y fidelidad, fue ocupando una posición
muy diferente a la de su original oficio de mucamo; hoy es mi
hombre de confianza, el que manda y resuelve, el que se ocupa de
mi dinero y mi bienestar. (…) Cuando los alborotos por la
unificación de la deuda, después que yo me acostaba
tiraba un jergón en la puerta de mi dormitorio para pasar
la noche allí, armado con un revólver. Yo me he
dejado ganar poco a poco por este hombre que es el arquetipo de
la lealtad y el servicio prestado con cariño y
devoción. Hace unos días me mostró su tesoro
más preciado: un puñado de cartas que le he ido
escribiendo a través de los años. Noté que
son bastantes: creo que es la persona a la que me he dirigido
epistolarmente con más asiduidad. (…) Es curiosa esta
parábola que ha dado Gumersindo y lo ha convertido en mi
confidente. La vida política me acostumbró a no
entregarme demasiado, cuidar mis palabras y administrar mis
sentimientos. (…) Con Gumersindo es distinto: está
dotado de inteligencia natural, después de un cuarto de
siglo de convivencia conoce mis cosas mejor que yo, y no tiene
ningún interés que no esté asociado a mi
persona. Sé que algunos de los que me rodean
–incluso mis hijas- critican esta confianza que brindo a
quien, después de todo, es un servidor. Sin embargo, yo
encuentro en Gumersindo todas las cualidades que permiten hacerlo
depositario de lo más escondido y reservado, en la
seguridad que jamás traicionará la fe que he puesto
en él. Y no dudo que Margarita y él serán
los que me lloren con más sinceridad cuando abandone este
mundo" (1).
María Esther Vázquez se refiere, en
Victoria Ocampo (2), al remoto origen gallego de la directora de
Sur: "Legendariamente, se supone que los Ocampo descienden de un
paje de Isabel la Católica, nacido en Galicia, que fue uno
de los primeros habitantes de la isla de Santo Domingo. En
realidad, don Manuel José de Ocampo, tatarabuelo de
Victoria, llegó del Perú en los últimos
años del siglo XVIII".
En Un día más de vida, La odisea de David
Galante, biografía escrita por Martín Hazan, se
recuerda al empresario Morgade, de quien fue socio el exiliado
griego (3).
Hace años, leí "Los trasterrados". Me
impactó, por su sencillez y su belleza. Porque
sabía decir todo con las palabras exactas. Hoy, esa misma
cualidad la encuentro en el nuevo libro de Carlos Penelas, un
escritor al que sigo y admiro.
En su Retratos (4), evoca a
inmigrantes y argentinos, a personalidades y a gente
común. Todos ellos merecen su lugar en
estaE galería que está ubicada temporalmente,
en su mayoría, en la adolescencia y la juventud del
escritor. Es en esa época en la que pudo atesorar los
testimonios que prodiga en estas páginas.
Hay inmigrantes –dije- gallegos y de otras
nacionalidades. Entre los gallegos, el mozo que lo atendía
en el bar Astral ("Alegre y generoso, un corazón que todo
lo ocupaba"); el gallego que regresa a la aldea, después
de treinta años, con zapatos nuevos, porque allá
siempre había andado descalzo; Dionisia López
Almada, fundadora y ex presidente de la Comisión de
Familiares de Desaparecidos en la Argentina; la encargada del
edificio (nacida en Trasparga, la tierra de mi abuelo), a la que
lloró como a su madre. Entre los que no eran gallegos,
merece comentarse especialmente la semblanza de Boleslao Lewin,
el historiador venido de lejos, de una nación que
vivía un presente aciago, al que reconoce muchos
méritos, entre ellos, el de ser tan generoso como para
ofrecer al joven Penelas el abrigo del que el autor
carecía en invierno.
Si de argentinos se trata, destacamos la semblanza de
Alejandra Boero ("Jubilosa, rebelde, apasionada"), Enrique
Palazzo, Roberto Santoro, Jorge Brandi, y Juan Bautista Bioy
Lanusse, entre otros. También en este orden de
evocaciones, nos encontramos con las espléndidas
páginas acerca de Max Dickman, retratado en todas sus
facetas con comprensiva pluma.
La lectura de estos retratos nos hace reflexionar acerca
de diversos temas. El primero -y el más obvio-, la
capacidad del escritor para rodearse, en sus años mozos,
de gente valiosa, una capacidad que nuestra juventud –y no
es por ser negativa- no cultiva demasiado. Luego, pienso en
qué importante ha sido para él esa impronta, que
puede evocarla con tal lujo de detalles en la madurez. Y, por
último, disfruto de su talento al escribir, que lo hace
capaz de trazar una emotiva semblanza, o una irónica
caricatura digna del mismísimo Mujica Láinez, pero
más severa.
De Lalín a Buenos Aires, BENITO BLANCO, un
gallego emprendedor (5), se titula la biografía
escrita por Mariana Vicat. Leer esta obra es un placer por varios
motivos.
Porque está escrita con oficio y cariño
por una periodista que tiene una trayectoria valiosa, y los
contenidos fueron revisados por el biografiado y el Dr.
José Manuel Castelao Bragaña, Director de la
Fundación Galicia Emigración.
Porque la vida de Benito Blanco daba, sin duda alguna,
tema para un libro; tan sorprendente y variada es su historia,
que cuesta creer que un sólo hombre haya sido capaz de
tanto. Un hombre que, además de ser un empresario exitoso,
es -como bien lo resaltan los numerosos entrevistados que
aparecen en las páginas-, generoso y honesto, que ha
encarado negocios en su tierra de origen y en la que ha adoptado,
que vino llamado por un familiar, un poco al azar, y aquí
se quedó, brindando a la Argentina su aporte no
sólo en el trabajo (en los ramos gastronómico,
petrolero, frutihortícola e inmobiliario) sino
también en proyectos como la restauración del Plus
Ultra ("Blanco contrató a un ingeniero naval, un
carpintero, y siete peones para desarmar la aeronave. Luego lo
embalaron pieza por pieza y, a continuación, un
camión de dieciocho metros de largo, que Blanco hizo venir
desde una de sus bases mineras en Comodoro Rivadavia, y previo
permiso de Vialidad Nacional, transportó el aparato al
aeropuerto de Ezeiza. De allí se lo trasladó a
España en un avión de Iberia".), la
reconstrucción del Teatro Avenida ("El fuego había
causado daños muy graves en la estructura y eso
había obligado a su clausura. En 1986 se anunció un
proyecto de reconstrucción elaborado por una sociedad
anónima, denominada Reconquista del Teatro Avenida,
compuesta por nueve miembros. Siete de ellos eran empresarios
españoles radicados en la Argentina desde hacía
muchos años (Benito Blanco, Ramón Mourente,
Ramón Berdullas, José María Doeyo, Luis
Pereira Castro, Alvaro Campos y Florencio Aldrey Iglesias), y dos
eran hijos de gallegos (Manuel Pérez Amigo y la actriz y
cantante Lolita Torres). (…) poco tiempo después,
(Lolita Torres) les anunció que se retiraba, pues no
contaba con el dinero suficiente. Benito Blanco invitó en
su lugar, a su amigo Manuel Jamardo, quien fue el que más
dinero aportó a la sociedad") y el hermanamiento de una
ciudad española y una argentina ("Benito Blanco siempre se
preocupó por fortalecer los vínculos entre su
patria de nacimiento y su patria adoptiva. En 1988, junto con sus
paisanos Marcial Sánchez y José Luis López
Garra, decidió hermanar a Lalín con
Chascomús, ciudad natal del entonces presidente
Raúl Alfonsín, cuyos abuelos eran de Ribadumia,
Pontevedra").
La edición, de tapa dura y con muchas fotos en un
papel de primerísima calidad, es el fruto del viaje de la
escritora junto a su biografiado, por Galicia y por la Patagonia,
recabando testimonios y convocando recuerdos.
Pensado para todo público, el volumen informa no
sólo acerca del "gallego emprendedor", sino también
acerca de los celtas, la vida en Galicia, la colectividad
española de nuestro país y muchos otros
asuntos.
Ha sido declarado de Interés Cultural por la
Comisión de Cultura de la Honorable Cámara de
Diputados de la Nación y lo que se recaude de su venta,
será destinado a UNICEF.
A leerlo, entonces, en estos días en los que la
cercanía del Bicentenario nos invita a volver la mirada
hacia nuestro pasado y a conocer los hacedores de nuestro
presente.
Marcelo González Táboas es el autor
de Florencio, el vuelo del
galleguito (6).
" "Florencio nace de la resonancia de la voz de mi padre
en mi memoria, contando historias ocurridas entre el 1900 y 1984
que conforman el relato de su vida. Historias, siempre adornadas
con detalles, citas textuales de dichos y diálogos, e
incluso ruidosas onomatopeyas, que transmitían, en una
suerte de realismo mágico, imágenes vívidas
y coloridas de cada suceso. Esta narración las hilvana
cronológicamente, reproduciendo las exageraciones, el
lenguaje y las formas de construcción del discurso
original".
La obra, en efecto, recrea, con precisión
biográfica y estilo literario a la vez, toda esa
sucesión de episodios que describen el itinerario vital de
Florencio, el protagonista, y la evolución de su familia,
pero en su desarrollo se explaya también, con el mismo
rigor histórico y vocación literaria, en la
ambientación geográfica,
histórico-política y socio-económica,
incluyendo de esta forma referencias a la vida cultural de los
lugares por los que transcurre y al clima de época mundial
que los va enmarcando. Ello, pues, resalta a la obra y le da una
coloratura e interés universal adicional.
Así, la narración transita las
circunstancias del flujo migratorio gallego; el clima de
época de la Cuba de principios del Siglo XX; la
geografía urbana del Buenos Aires de 1920, con su vida
nocturna en los teatros y cabarets del centro, y sus arrabales
aún impregnados de resabios del paisaje pampeano. A partir
de 1930, siendo Florencio propietario de panadería y
dirigente gremial, la historia comienza a imbricarse con la vida
pública argentina, y desde 1945, con la irrupción
del peronismo y su omnipresencia, entrama intensamente con el
fenómeno político. Por entonces, Florencio alcanza
su apogeo, pero de repente cae cuando la cárcel le pone un
límite a su albedrío. A la caída de
Perón, a través de los sucesivos gobiernos, el
protagonista resurge, va concluyendo su misión y
finalmente se retira. En la última vejez, con mirada
serena va registrando la explosión de la vida nueva, a
través de sus hijos, y las instancias dramáticas
que entonces envuelven a una patria que aún no encuentra
su camino" (7).
Notas
- 1. Luna, Félix: Soy Roca. Buenos
Aires, Sudamericana, 1991. Pp. 446-447. - 2. Vázquez, María
Esther: Victoria Ocampo, por María Esther
Vázquez. Buenos Aires, Planeta, 1991. 239
páginas.(Colección Mujeres Argentinas, dirigida
por Félix Luna). Foto de tapa: Man Ray, 1930.
Investigación y edición fotográfica:
Marisel Flores, Graciela García Romero Felicitas Luna.
Reproducciones: Filiberto Mugnani. - 3. Hazan, Martin: Un día más
de vida, La odisea de David
Galante, 2009. - 4. Penelas, Carlos: Retratos. Bs. As.,
Centro Betanzos Ediciones/Xunta de Galicia, 2008.
Ilustración de tapa: "Retrato de Rocío", por Juan
Manuel Sánchez. - 5. Vicat, Mariana: De Lalín a Buenos
Aires, BENITO BLANCO, un gallego emprendedor. Abey
Ediciones, 2009. 192 páginas. - 6. González Táboas,
Marcelo: Florencio, el vuelo del galleguito.
Buenos Aires, 2012. - 7. S/F: información de prensa.
Periodismo
Las Aguafuertes gallegas de Roberto Arlt aparecieron en
1997, por primera vez quizás, reunidas en un libro. La
edición, prólogo y notas estuvieron a cargo de
Rodolfo Alonso, quien tuvo un destacado papel en la
publicación de estos artículos en un volumen: "por
gentil mediación de Jorge Raúl Pérez
–relata Alonso en el prólogo-, pudimos enterarnos de
que durante ese mismo viaje, Roberto Arlt había visitado
Galicia y enviado desde allí una nueva serie de
crónicas: nada menos que sus Aguafuertes gallegas.
Cuidadosamente recortadas y pegadas, sin duda por el fervor de
algún paisano, esas páginas de hace más de
medio siglo me llegaron ahora fraternalmente fotocopiadas,
salvadas del olvido".
La difusión de estas crónicas tiene gran
importancia. Primeramente –comenta el prologuista-, "Estas
Aguafuertes gallegas no son solamente un nuevo ángulo de
enfoque para enriquecer nuestra visión, cada vez
felizmente más compleja y fecunda, de uno de los
más originales escritores de nuestro tiempo". Esta
posibilidad, de por sí, justificaría sobradamente
la lectura de las crónicas, pero –continúa-
"También nos sirven, además, como auténtico
lazo de ligazón entre ambas orillas, entre ambos mundos,
no sólo para conocer mejor a esa realidad porteña y
argentina donde lo gallego se halla tan profundamente
entremezclado, como una sutilísima levadura, sino
también para recordar cómo era aquella Galicia de
hace más de sesenta años, que quizá no
sabía que estaba a punto de anegarse (como toda
España) en la tragedia heroica de la guerra
civil".
Otro de los motivos de interés de los textos
–agrega Alonso- tiene que ver con la condición
social de Arlt -lo recordamos muy lejano de aquel Mujica
Láinez que por esos años escribió sus
"crónicas andariegas" para La Nación.
Alonso se refiere a la condición social del
escritor en relación con sus artículos: "siendo el
mismísimo Roberto Arlt, como ya dije, también hijo
de inmigrantes, estaba en inmejorables condiciones de comprender,
fraternizar y valorar a este otro pueblo al que sólo las
más difíciles circunstancias económicas y
sociales –como él mismo bien señala-
habían obligado a la emigración. Y que, sin
embargo, sabía amar tan profundamente y como propia a su
patria de adopción".
En estos artículos de Arlt son frecuentes las
comparaciones: entre dos localidades gallegas, entre los gallegos
y los andaluces, entre los gallegos y los argentinos. De esta
última, no salimos bien parados, ya que el periodista
advierte que nuestra inferioridad en cuanto a capacidad de
sacrificio y laboriosidad es la que hace que un sector de nuestro
pueblo desestime al gallego. El cronista nos habla de las duras
condiciones en que se desenvuelve la vida en el noroeste
español y le resulta lógico que para el gallego
inmigrante todo sea sencillo en las Américas: "No se
siembra sobre piedras. La tierra es tan tierna que en verano se
la cruza en ferrocarril entre grandes nubes de polvo.
Aquí, en España –agrega-, la tierra es tan
dura, que en pleno verano, cruzando la llanura de la Mancha, que
no es llanura sino una sucesión de suaves colinas,
después de seiscientos kilómetros de
travesía, conservamos la ropa limpia. (…)
¿Qué significa el esfuerzo en la gran llanura
–se pregunta-, comparado con la lucha en la mar traidora o
en la montaña empinadísima?"
Al respecto, son particularmente interesantes los
artículos en los que se refiere a la pesca del pulpo y al
trabajo de las campesinas gallegas. De estas últimas
comenta que se han quedado solas, pues los maridos están
en América o en el mar. Los que están en
América, faltan de sus hogares desde hace años, y
sólo envían cartas y "escasas pesetiñas".
Arlt transcribe un poema de Rosalía de Castro, incluido en
Follas Novas (que el lector podrá apreciar en la
versión original y en la traducción de Rodolfo
Alonso); es aquel que comienza: "Se va éste y se va
aquel:/ y todos, todos se van, / Galicia, sin hombres quedas/ que
te puedan trabajar".
Sobre aquellos que emigraron reflexiona Arlt en tierra
gallega: "-Cómo se les ha de encoger el corazón
cuando, en un momento de soledad, se acuerdan de estas aldeas tan
bonitas, tan envueltas en cortinados verdes, y cuando se acuerdan
de la caída de la tarde, del sol en el río, y de
las voces de las gaitas, y de los bailes en los calveros, y de
las vacas que atadas con una cuerda llevaban a beber a un
río, y de los viñedos tan tupidos, y de sus casonas
suspendidas sobre los abismos…" Comprende cabalmente la
morriña que agobia a estos hombres de dos continentes, y
la comprensión hace que se vuelvan para él
más dignos de encomio.
El cronista destaca, asimismo, la seriedad de los
gallegos, y la explica en una de sus notas: "he insistido en que
me llamaba la atención la seriedad del gallego, pero la
seriedad a que me refiero, no es la del ceño fruncido,
sino a esa gravedad reflexiva, disuelta en la expresión
del semblante, por el hábito de la
meditación".
En la crónica dedicada a la ciudad de Vigo,
transmite sus impresiones acerca de la urbe moderna, muy limpia,
con mujeres bonitas y una atmósfera "naturalmente
contenida y mesurada". Elogia en estas páginas la honradez
de los gallegos, que adquirirá fama proverbial en
América: "La gente es ferozmente honrada" –asevera.
Como prueba de ello, comenta que "Las casas de pensión
dejan la puerta abierta, de modo que por la noche, uno puede
entrar a la hora que llega sin necesidad de cuestionar con el
sereno".
La relación entre España y América
se evidencia, asimismo, en las donaciones que filántropos
del nuevo continente hacen a su madre patria, como "la llamada
Biblioteca América, obra de un patriota gallego residente
en Buenos Aires, don Gumersindo Busto, quien tuvo la feliz idea
de fundar la Universidad Libre Hispano Americana" y la obra de
los hermanos Juan y Jesús García Naveira, dos
comerciantes ya fallecidos en el año en que se escriben
las crónicas, enriquecidos en la República
Argentina, cuyas donaciones "son asombrosas por la cifra en
metálico que representan".
Pero, más allá del aporte económico
de los emigrantes, los vínculos entre las dos patrias se
patentizan una vez más para Arlt en Betanzos, donde
observa que "Si se conversa con la gente os sorprende de hallaros
en una de las ciudades más argentinizadas de Galicia. Se
habla aquí de Buenos Aires como si fuera el pueblo de
enfrente –afirma. Circulan modismos argentinos: "no seas
globero", "macaneador", "ché". El tango para sorpresa
mía, además de bailarse se canta con la letra. No
en balde, cerca de tres mil habitantes de Betanzos trabajan en la
República Argentina".
Así vio Roberto Arlt la inmigración, desde
Galicia; sus crónicas surgieron plenas de
admiración por un pueblo del que muchos argentinos
descendemos.
José González Carbalho escribió en
diarios y revistas. En varios artículos se refirió
al viaje a Galicia que realizara en abril de 1955. Escribe
Antonio Requeni, a propósito de los mismos:
"González Carbalho fue poeta y periodista. Esa doble
actividad lo ayudó a comprender mejor la realidad gallega.
En muchas de las páginas que dejó escritas resalta
la observación sutil, el registro de detalles que
contribuyen a una captación más profunda. Esa
capacidad para detenerse a inventariar los elementos de la
realidad debe ser don o virtud de periodista. Y González
Carbalho lo fue, ininterrumpidamente, durante muchos años.
Pero además era poeta y sus antenas sensibles estaban
siempre prontas para sintonizar el alma de las cosas y traducir
ese mensaje en palabras. Mallarmé dijo que todas las
luchas del hombre, las victorias o las derrotas de la humanidad,
terminan convertidas en palabras, existen para las palabras, son
el pretexto y la justificación, tal vez, de un hermoso
libro o de una página imperecedera. González
Carbalho, periodista y poeta, acertó a ver y sentir
Galicia. Y aquella realidad geográfica y humana justifica
hoy unas palabras que, como las de todo poeta verdadero, nacidas
del asombro o del fervor y acuñadas al calor de la
ternura, se inscriben para siempre en el Tiempo".
En "Temas de la patria anterior", el viajero escribe:
"Quienes fueron antes que yo en mi sangre, partieron por donde yo
entré en España. Recuerdo que en algún
coloquio de lembranzas, hablóme mi padre de cuando se
echaba a nadar en la radiante bahía de Vigo. Eran intentos
para irse. Estaba haciendo la práctica para la gran
travesía. El alma navegante se estaba familiarizando con
la onda, el yodo, la brisa que blanquea de sal la cara.
Así partió siendo niño. Y yo volví
por donde él partió, siendo ya varias veces hombre.
Es decir: hombre y experiencia, hombre y afán de indagar
en la raíz, de sentirme en la fuente de la savia. Hombre
que necesita respirar los aires de su patria
anterior".
"La emoción de su primera caminata por Santiago
quedó documentada en otro artículo": "Dejo mis
maletas en el hotel y salgo, ansioso de caminar por Santiago de
Compostela. La Rúa Nova me acoge con el monacal
señorío de sus recias casas. Piedra, Severidad.
Noble arquitectura neoclásica y barroca. Rúa donde
el rumor de los pasos sobre las antiguas losas se apaga
oscuramente y el paseante piensa que transcurre hacia dentro del
tiempo. Ya estoy andando bajo soportales. Había hablado de
ellos sin verlos. Son los mismos. Como también la lluvia
es la misma que soñara. La capital religiosa de
España –la ciudad que reza, como suele
llamársela- es ciudad de lluvias. ¿Puede uno
imaginarse a Santiago sin ese ámbito de recogimiento?
¿Quién no ha sentido, en algún instante, esa
caricia menuda y tenaz que llaman calabobos? Esta lluvia no moja,
bautiza. Es la bienvenida. Tiendo a ella las manos y la llevo a
mi cuarto. Huele a aire, a nube. En mi interior, como una blanda
hierbecita del campo, crece la sonrisa".
En un artículo publicado en la revista El Hogar,
manifiesta su impresión al visitar Padrón: "La
primera evidencia de Rosalía la tuve al acercarme a la
iglesia de Santa María la Mayor de Iria Flavia. A la vista
de su aguja hubiera querida apaciguar la marcha del coche.
Descendí despacio y fui andando hacia el templo, cuyo
pórtico data del siglo XII, de modo que la presencia de la
alondra fue tan real como cuando ella acudía a rezar por
sus deudos y servidores. En el atrio, como es tradicional en toda
Galicia, el cementerio. El de Adina tiene un valor emocional
distinto: en él recibieron sepultura, por espacio de cinco
años, los restos de la escritora. Al desenterrarlos para
su traslado a la iglesia de Santo Domingo de Bonaval, en Santiago
de Compostela, hallóse el cuerpo y las violetas que
tenía en su pecho, como si la muerte no hubiera pasado
para ellos".
Fue crítico literario. Manuel Mujica
Láinez guardaba en sus cuadernos las reseñas que se
hacían sobre su obra; entre ellas, encontramos el recorte
de un comentario bibliográfico firmado por González
Carbalho, acerca de Vida de Aniceto el Gallo. En ese texto,
Carbalho destaca el sentimiento del autor hacia su biografiado;
hay –a su entender- una evidente simpatía y una
constante intención de resaltar las virtudes y justificar
los defectos: "La simpatía que el autor del libro
experimenta por su héroe es transportada a cada una de las
palabras, con matices de piedad y ternura, de comprensión
de las virtudes y los errores, de lirismo nacido de episodios
memorables –el del sauce de la tumba de Musset, por
ejemplo-, de delicada ironía ante el hoy incomprensible
romanticismo de ciertos sucesos".
En prosa y en poesía evocó González
Carbalho a Galicia, la "patria anterior" que pudo ver antes de
morir.
Costumbrismo
En "Carnavalesca", Fray Mocho desliza la crítica
social, al afirmar que a la doméstica gallega, la patrona
la explota. De la abusadora señora dice el personaje: "se
aprovecha de que sos d"España para sacarte el jugo por
unos cuantos centavos". El retrato que hace del temible gallego
hermano de la joven, es despectivo, ya que pone en boca de la
doméstica este concepto: "Yo lo conozco a mi hermano y
sé que a bruto y terco no le han de ganar muy
fácil…" (1).
Félix Lima es el autor de "Otra vez en la
milonga, trágico doblete", artículo en el que
incluye su "Carta pra alá" (2), la cual manifiesta una
actitud negativa hacia los gallegos:
"Señora Guesusa Pérez de Jarcía y
Jrejores.
"Viju.
"Querida prima:
"Por aquí con a jerra, nos ponemus jordus, pues o
que no suben os mayoristas, os subimus nosotros, por más
que el jobiernu aprieta el torniquete a los especuladores y el
hornu no está para janancias desmesuradas, pero tú
sabés que aquí como en Lojroñu, en
Londón como en Juacintón, en Hamburju comu en
Ríu de Ganeiro, echa a ley, echa a trampa.
"Te comunico una noticia que te llenará de
gubilu: primu Jabriel ya sentó plaza de rentadu en el
ayuntamiento, pues el concegale Iñiju, pariente leganu de
tíu Jaspare, le consijió esa canonjía, 160
pesiñus mensuales, con gubilación y otros
previleguius, con a única condición de votar
siempre por los amijotes del susodichu Iñiju.
"Primo Jabriel Sánchez Jerra ya maneja el
escobillón edilicio con jarbu y empuga a carretilla con
donaire, y en cuantu al uniforme, llévalo con elejancia
que se la envidiaría Eduardu de Juinsur, ese tipo yoni que
para mí tein guente en a azotea.
"Deseamus que a jerra sea larja para convertir nuestra
actual despensiña en almacén por mayore, con siete
camiones de repartu.
"Cariñus pra ti y para todos de tu prima que
gamás te olvida-
Benita Fuentes de Sanjrador'
Un galleguito aparece en un texto costumbrista (3) de
Ricardo Lorenzo (Borocotó), sosteniendo este
diálogo:
"-Uno debe cantar bajo y otro alto
–aconsejó El Galleguito".
"-¿Alto como las montañas de tu aldea?
-¿Te juego a quién las tiene más altas?…
El día que vengas a mi provincia te vas a agarrar un
empacho de montañas… –interrumpió
Rompehuesos, que jamás transaba en que hubiera
montañas más altas que las de sus pagos. Hasta
decía que las de la geografía estaban mal
medidas".
Notas
1 Alvarez, Sixto A. (Fray Mocho) Cuentos. Buenos Aires,
Huemul, 1966.
2 Lima, Félix: "Otra vez en la milonga,
trágico doblete", en Caras y Caretas, Año XLII,
N° 2137, Buenos Aires, 23 de septiembre de 1939.
3 Lorenzo, Ricardo (Borocotó): "El Diario de
Comeuñas", en R. Arlt, R. Gache, Borocotó y otros:
El costumbrismo (1910-1955). Buenos Aires, CEAL, 1980.
Pág. 37. (Capítulo, vol. 68).
Historietas
En "La historia del comic en la Argentina", trabajo
"realizado por Néstor G. Giunta, en el año 2004,
basándose en un texto original del profesor Oscar De Majo,
quien autorizó las modificaciones y agregados efectuados
aquí sobre el artículo aparecido en "Signos
Universitarios" (Bs. As., Universidad del Salvador, Año XV
N° 29, en el año 1996)", el autor se refiere a una
inmigrante: "La historieta pasa a la prensa diaria recién
en 1920, cuando el diario La Nación empieza a publicar
tiras, con gran enojo de muchos de sus lectores, que pensaban que
con estas "frivolidades" se desmerecía la "seriedad" de la
publicación. (…) debuta con sus personajes, en los
periódicos, Lino Palacio, que crea a "Ramona" (…), en
1930, para "La Opinión" " (1).
"Cuenta la anécdota que Palacio se inspiró
en una mucama gallega que trabajaba en la casa de su abuelo para
crear a Ramona. Observador como todo humorista, el autor crea un
personaje que es un estereotipo derivado de la inmigración
poco instruida que llegó a Argentina a principios de
siglo. Como tantos otros inmigrantes, Ramona es empleada
doméstica. Ignorante y algo bruta, inocente y demasiado
sincera, tales las características que detonan la
comicidad de este personaje. Ramona es el primero de los grandes
personajes de Lino Palacio, al que seguirían Don
Fulgencio, Avivato y Cicuta, entre otros. Estos personajes, como
los de otros autores de la época, se caracterizan por
basar su humor en una cualidad que produce el efecto
cómico, recurso que se repite de tira en tira. En el caso
de Ramona, su ignorancia produce todo tipo de malentendidos. La
interpretación literal de lo que le dicen, su incapacidad
para el doble sentido, provocan las situaciones que sufren sobre
todo sus patrones. Su inocencia y simpleza la llevan a una
sinceridad extrema, que desemboca en algo parecido a la
insolencia. Pero Ramona no tiene malicia, todo lo que hace es
sólo consecuencia de lo bruta que es. Ramona fue el primer
gran personaje argentino que apareció en los diarios.
Comenzó a publicarse en 1930, en La Opinión, diario
oficialista que salió apenas por un año. A partir
de 1938 se publica en el diario La Razón, donde se hace
exitosa. Varios autores se hicieron cargo de la tira: Toño
Gallo, Guillermo Guerrero, Dobal y Faruk (hijo de Lino Palacio).
A partir de 1958 Ramona es continuada por Cecilia, hija de Lino
Palacio" (2).
En Locuras de Isidoro, historieta de Dante Quinterno,
aparece un mayordomo gallego. "Quién no disfrutó
alguna vez –pregunta Marcelo Benini- de los enredos
protagonizados por Isidoro, ese porteño de vida disipada
que rehuía a cualquier esfuerzo físico, incluido el
trabajo, y pasaba sus horas en casinos, hipódromos y
boites? Imposible olvidarlo: casi siempre vestía saco
cruzado, polera, mocasines y tomaba whisky importado.
Vivía disgustando a su pobre tío, el coronel Urbano
Cañones, quien sólo confiaba en él cuando
estaba acompañado por Cachorra Bazuka, una hermosa rubia
de aparente compostura que en realidad era su compañera de
juergas. Su otro aliado era Manuel, el mayordomo gallego, que lo
apañaba ante el severo militar cuando Isidoro metía
la pata. Autos deportivos, ruletas, cartas de póker,
cigarrillos y noche componían la iconografía de
Locuras de Isidoro, la popular revista que el inolvidable Dante
Quinterno (1919-2003) publicó entre 1968 y 1976,
año en que empezó a reeditarse" (3).
Quino creó al almacenero don Manolo y su hijo
Manolito, personajes de Mafalda. Escribe Sylvina Walger: "Al cabo
de dos semanas de publicar en "El Mundo" advierte que necesita
más personajes para enriquecer la tira, y el 29 de marzo
de 1965 aparece Manolito –Manuel Goreiro- inspirado en el
padre de Julián Delgado, propietario en Buenos Aires de
una panadería situada en Cochabamba y Defensa, en el
histórico barrio de San Telmo" (4).
En "La vida es un dibujo Cómo les fue de grandes
a los verdaderos Felipe, Guille y Manolito", Andrea
Rodríguez relata la historia del inmigrante español
que inspiró el personaje: "Sólo tres de los
personajes de Mafalda estuvieron inspirados en la vida real.
Guille es hoy flautista de la Orquesta Sinfónica de Chile.
Felipe adhirió a la revolución cubana y es
funcionario del gobierno de Fidel. Manolito vendió la
panadería poco antes de morir. Su hijo es uno de los 82
periodistas desaparecidos durante la dictadura. Por primera vez
hablan los verdaderos personajes que Quino inmortalizó en
la tira más célebre que dio la Argentina. A
Manolito, lo cuentan sus familiares" (5).
Notas
- 1. Giunta, Néstor G.: "La historia del comic
en la Argentina", en www.todohistorietas.com.ar - 2. S/F: "Ramona", en
www.historieteca.com.ar. - 3. Benini, Marcelo: "Isidoro Cañones era de
Villa Pueyrredón", en El barrio. Periódico de
noticias, Agosto de 2003. - 4. Walger, Sylvina: "Explicación", en Quino:
Mafalda Inédita. Buenos Aires, Ediciones de la Flor,
1988. - 5. Rodríguez, Andrea: "La vida es un dibujo
Cómo les fue de grandes a los verdaderos Felipe, Guille
y Manolito". Veintidós, Año 2, N° 71; Buenos
Aires, 18 de noviembre de 1999.
Novelas
En la novela En la sangre (1), de Eugenio Cambaceres, el
protagonista y su madre "se detuvieron frente a la Universidad en
cuya puerta, mostrando un grueso manojo de llaves colgado de la
cintura, estaba de pie el portero, un gallego ñato de
nariz y cuadrado de cabeza".
En La gran aldea, Lucio V. López presenta
gallegos trabajando junto a los criollos: "daban las cuatro y, no
bien había entrado el gallego cotidiano con las viandas,
don Narciso se engolfaba en los antros profundos de la
trastienda". Lucio V. López menciona otro gallego
relacionado con la tienda: "Caparrosa, el cadete de Bringas, un
galleguito ladino y vivaracho" (2).
En El casamiento de Laucha, escribe Roberto
Payró:
"Bueno, pues, anduve de tienda en tienda queriendo
vender el poncho y sacar boleto con la platita, pero sin suerte
porque no encontraba ningún aficionado
-No compro ropa usada -me gritó furioso un
tendero gallego que no tenía más que clavos del
tiempo de ñaupa" (3).
A criterio de Delfín Garasa, "Una de las
más cumplidas descripciones de un heterogéneo
desembarco es la que ofrece Luis Pascarella en su novela-alegato
documental, El conventillo. Llega el Christoforo Colombo y
primero bajan los hombres de negocio con su apoplética
cerviz, con el paso resuelto de los acostumbrados a dar
órdenes y ser obedecidos, los turistas ingleses con sus
máquinas fotográficas y algunas señoras un
tanto perplejas por no ver en el muelle indios con plumas y
taparrabos. Por ese entonces, el viaje a Europa empezaba a
otorgar prestigio social, y los argentinos que regresan cambian
opiniones en alta voz sobre los modelos de París, el
mobiliario inglés o la sinfonía escuchada en la
Opera de Viena. Y, finalmente, aparecen los inmigrantes, tan
fustigados en los azares de las proclamas políticas, un
"enorme hormiguero" que había viajado en el mayor
hacinamiento. Rostros curtidos, exhaustos, azorados. En todos se
presiente la pregunta: ¿Qué les deparará
esta nueva tierra? De pronto, una mirada se ilumina o un brazo se
agita en alto porque se ha reconocido a alguien en la muchedumbre
que espera. Van bajando los hebreos de desgreñadas barbas
y gastados levitones, los "turcos" con sus espaldas combadas, los
nórdicos enjutos, los napolitanos pequeños y
retorcidos como raíces, los andaluces gárrulos, los
gallegos pacientes, los holandeses esponjosos, los genoveses de
músculo recio e insaciable voracidad. Una mujer besa la
tierra que los acoge y tras su actitud ritual se adivina un
pasado de penurias y recelos. Y agrega Pascarella: "La gran
ciudad de calles dirigidas hacia el Oeste recibe en su seno
aquella semilla que purificada en un ambiente de libertad (…)
se reproducirá en su inmensidad desierta"
(4).
Escribe Manuel Gálvez, en Nacha Regules (1919):
"Monsalvat imaginó que sus palabras engendrarían
entusiasmo y agradecimiento. Pero no fue así. Unos
torcieron el rostro, otros cuchichearon. Una vieja se puso a
hacer pucheros, y un gallego protestó contra el abuso de
querer echarles de la casa para después subir los
alquileres". El gallego decía que "Si ellos se encontraban
bien, ¿por qué obligarles a aceptar lo que no
pedían? ¿Qué vivían como los cuerpos?
¡Bah! Acaso vivieron antes de otra manera? Eso que
decía el patrón: la higiene y el aire, era bueno
para los ricos. ¡Los pobres estaban tan conformes sin aire!
Y respecto de la higiene, maldita la falta que les hacía.
Además, si la vida de los pobres era dura, no
correspondía a los ricos pretender mejorarla. Y que no les
dijeran que sus ofrecimientos eran desinteresados, porque no lo
creerían. Ya conocían demasiado a los ricos. Todos
iguales. Si a veces cedían por un lado, era para
reventarlos por otro. Podía, pues, el patrón
marcharse con sus rebajas de alquiler y la reforma del
conventillo. No aceptaban la rebaja, no. ¡Ellos no se
moverían de allí!" (5).
En La pampa gringa (1936), de Alcides Greca, un gallego
llega a la Argentina: "No salía de su asombro.
Había creído que la América era un
país maravilloso, de comarcas cubiertas por selvas de
árboles gigantes, entoldadas con lianas, en las que se
abrían flores prodigiosas y se guarecían
pájaros de vivos plumajes. Se había imaginado que
sus pobladores habitaban en palacetes muy blancos, rodeados de
jardines, situados en los claros del bosque o a orillas de
ríos anchurosos. La indumentaria de los europeos
debía ser, necesariamente, un impecable traje de caza,
casco inglés y voluminoso revólver en la cintura;
los indígenas irían cubiertos con calzones a rayas,
de colores chillones. Antoñico había presentido la
América a través de alguna historieta de
plantaciones antillanas o de las tapas policromas de una novela
de Salgari" (6).
En un conventillo reúne a sus discípulos
José Luna, personaje de Megafón, novela de Leopoldo
Marechal publicada póstumamente en 1970: "En la sala
única del púgil se juntaban sin armonizar el
comedor, el dormitorio y una cocina de leña, cuyo tiraje
pésimo fue un manantial de humo que, sin embargo, nunca
molestó en adelante ni a José Luna ni a sus tres
discípulos, en las discusiones que mantuvieron sobre las
metáforas del Apocalipsis. Los tres discípulos eran
Juan Souto, llamado "el gaita", Vicente Leone, o "el tano", y
Antenor Funes, conocido por "el salteño" "
(7).
En Una sombra donde sueña Camila O'Gorman (1973),
escribe Enrique Molina: "Berón de Astrada pierde la vida
en la batalla de Pago Largo, y Echagüe, su vencedor, hombre
de aristocrática cuna, ordena, con una delicadeza de
tiburón, que se le extraiga al cadáver una lonja de
piel de la espalda, para hacer con ella una manea que
envía al general Urquiza como presente. Esos obsequios,
tan caros entre compadres, exaltan la cortesía de la
época y el vals de los murciélagos. El mismo
Urquiza, en carta a su hermano, después de una batalla, le
anuncia: 'El gallego Navarro cayó prisionero y lo
degollamos: te mando sus orejas' " (8).
En Hacer la América (9), Pedro Orgambide evoca,
entre otros inmigrantes, a una familia gallega.
Manuel Londeiro junta trabajosamente el dinero para
traer de Galicia a su familia. En la fonda "pide pan y tocino.
Después, una sopa con carne, porotos y papas. Se promete
ir al almacén de su primo, y firmar una letra, un
documento, lo que sea a cambio del dinero para los pasajes. Si
comes tanto no podrás ahorrar, dice su primo, si
sólo piensas en comer, si El pan de Manuel Londeiro no
llega a la boca. Lo coloca en un pañuelo y lo anuda. Ya
tiene su cena".
Al gallego, "El albanés lo desafía a una
pulseada. Uno es fuerte como un caballo, piensa Manuel, pero uno
no tiene ganas de pulsear. El albanés ha puesto su dinero
sobre la mesa. No, yo no juego por plata. No me importa que mis
amigos piensen que el albanés es más fuerte que yo.
Yo no me juego el jornal". Sin embargo, lo hace: "Manuel Londeiro
le dobla el brazo contra la mesa y caen las monedas en el suelo
entre el jolgorio y el griterío de los
estibadores".
Al fin, reúne el dinero que posibilita tan
ansiado encuentro. Su mujer, Carmen, viajando con los hijos,
piensa: "Es como si nunca hubiera tenido una casa, Manuel. Como
si nunca más pudiera pisar la tierra firme y Dios nos
condenara a vagar por el mundo en este barco. No pienses que
estoy loca, Manuel. A otras mujeres que viajan aquí les
ocurre lo mismo. Extrañan el olor de sus cocinas y el
calor de sus camas. Una vieja me contó que todas las
noches soñaba con su corral y sus puercos; otra, con un
jardín de Andalucía. En América
¿tú sueñas con la casa, Manuel? Los hombres
se ríen de esos sueños, son cosas de hembras,
dicen, haremos otras casas allí, sembraremos el trigo,
cuidaremos las viñas, vamos a trabajar en los aserraderos,
en los muelles… Es que los hombres son más parecidos al
mar, les gusta andar de un lado a otro. Algunos, sin embargo, se
asoman al océano como si trataran de ver o que dejaron.
Una les ve las caras de viudos de la tierra, caras de hombres
como tú, Manuel, trabajadas por el sol y el granizo, por
los días de labranza ¿no se extraña la
tierra, Manuel? ¿el olor de la tierra?"
Llegan Carmen y los hijos, Paco y María. En el
patio del conventillo, la niña juega a las estatuas con
las hijas del árabe: "se quedaba inmóvil con un pie
en el aire. (…) -¡Míralas! Se creen unas reinas…
pero tarde o temprano van a parir como nosotras –vaticina
la Carmen y apoya su mano en el hombro de Magdalena".
Paco, que no quiso sufrir lo que su padre sufrió
por motivos políticos, se dedicó a la
música. María, en cambio, inspirada en el
espíritu paterno, fue líder en el movimiento de las
costureras.
En La crisálida, de Nisa Forti Glori, dice uno de
los personajes: "No es cierto que las clases humildes son las
más sanas. ¿Acaso los pobres son más
bondadosos entre ellos? ¡Qué esperanza! Observen a
las personas de servicio. Deberían mostrarse solidarias.
Todas son trabajadores, ¿no? Una mano lava la otra,
¿no? Y no. Se mueven el piso. Se odian. Son capaces de
correrse con el cuchillo. ¿No vimos en nuestra propia
casa, cómo Rita corría a María la gallega?
La corrupción está siempre en los extremos. Con la
diferencia que a los muy ricos se les perdona todo y a los muy
pobres, nada. Sobre mojado, llovido. Cuando no posees nada, hasta
los amigos se evaporan" (10).
La piedra madre (11), por Néstor Tirri, "narra
los desvelos de un grupo de vecinos de Tandil, empeñados
en una empresa descomunal: restaurar la fabulosa Piedra Movediza,
un prodigio de la naturaleza que en el siglo XIX atrajo a
viajeros de todo el mundo, y cuya ausencia (después de su
caída en 1912) sumió a la ciudad en la nostalgia
por la perdida gloria. En una narración ágil, en
clave irónica y naïve, la novela recorre cuarenta
años de aventuras y represiones sexuales y
políticas. Y, con humor hiperbólico, registra la
presencia de figuras reales, personajes notables que en verdad
transitaron por Tandil.
A principios de los años ochenta La piedra madre
resultó finalista del Premio Internacional de Novela Plaza
& Janés (cuyo jurado fue presidido por Ángel J.
Battistessa) y fue publicada poco después. Hoy se erige en
una "novela de anticipación" (o profética) a
raíz del emprendimiento turístico que 25
años después plasmó, en la realidad, una
variante del proyecto de ficción de la delirante
'Comisión Vecinal Pro Restauración de la Movediza'
" (12).
María Rosa Lojo define a Canción perdida
en Buenos Aires al oeste -novela premiada por el Fondo Nacional
de las Artes en 1986-, como "la historia de una familia narrada a
través de siete personajes, de siete voces: la voz central
es la de Irene, que en sus treinta años rescata ese nudo
de vidas que conforma sus propios orígenes, como quien
canta una canción. Una canción perdida porque es la
de la infancia y la adolescencia, la de la vida tramada por el
amor, la dicha, la desdicha, la enfermedad, la muerte, los
extravíos y las recuperaciones que constituyen el tiempo
irrestañable e incorruptible, como el agua fluyente, que
la palabra, por un momento, crea la ilusión de retener"
(13).
Después de muchos años de exiliados, los
padres de Irene sufrían el mismo desarraigo que los
acompañaría hasta el final de sus días. En
su hogar del oeste, "era el sol de la casa nativa que iluminaba
sus rostros. Los rasgos de mi madre, silenciosos y bellos, como
una estampa antigua; los ojos de mi padre, tristes de mar,
empañados de tiempo recorrido. La mesa del domingo, cuando
comíamos callados y mi padre, sólo mi padre
recitaba, tácitamente, como para sí: "Donde yo me
he criado…" Y ya no escuchábamos; lo demás se
perdía en la bruma nebulosa de un mito siempre repetido,
desesperado y patético como una plegaria inútil. La
única plegaria que papá se permitía decir"
(14).
Mempo Giardinelli escribió Santo oficio de la
memoria, obra galardonada con el VIII Premio Internacional
"Rómulo Gallegos" en 1993. En esa obra -a la que Carlos
Fuentes se refiere como a una "saga migratoria tan hermosa, tan
conmovedora, tan importante para estos tiempos de odio, racismo y
xenofobia"-, habla de un oficio que desempeñaban algunos
españoles. En 1886, "Había muchos policías,
allí. Casi todos asturianos, gallegos. No sé por
qué. También usaban bigote de manubrio y llevaban
pistolas al cinto, capote invernal, quepís duro y alzado y
linterna en mano. Cuando se hizo la noche, los policías se
movían como luciérnagas nerviosas"
(15).
Horacio Vázquez-Rial es el autor de Frontera Sur.
"Prostitutas, fantasmas, jugadores, gallos de riña,
socialistas primitivos, héroes del trabajo,
anarcosindicalistas o músicos que se cruzan en la vida de
tres generaciones de emigrantes gallegos, van tejiendo la trama
de Frontera Sur y la historia de Buenos Aires, entre 1880 y 1935.
Roque Díaz Ouro, que llega viudo y con un hijo a la
capital argentina, que se enamora de una prostituta de alto vuelo
y que recibe en su carrera ascendente la ayuda del espectro de un
compadrito degollado, es protagonista de este relato
épico, junto al alemán Hermann Frisch, portador de
un bandoneón y de los principios de la organización
obrera. Pero también aparecen en él figuras
legendarias como Yrigoyen, Durruti o el propio Gardel, que
definieron el espíritu de una época y de una ciudad
apasionantes" (16).
El narrador describe, en esa obra, uno de los tantos
desembarcos de inmigrantes, en la década del 80: "Los
buques anclaban muy lejos de la costa, y viajeros, equipajes y
mercancías pasaban, o eran arrojados, a una gabarra o a
varios botes pequeños, que lo llevaban todo a los carros
en que, finalmente, salía del agua. Si el calado no
resistía una quilla, por escasa que fuese, las
irregularidades del fondo lo hacían en algunos puntos
excesivo par alguna de las ruedas de los vehículos, que
encallaban o volcaban, arrastrando su carga al desastre. Padre e
hijo presenciaron un desembarco, pendientes del bamboleo y los
sobresaltos de los carros, del griterío de los que
temían ahogarse en aquel tramo de su odisea, que
imaginaban último, y de las voces de quienes, de pie en
los pescantes, guiaban a las bestias. Ramón
abandonó la contemplación de las inmundicias que
las llantas arrancaban del limo y sacaban a la superficie cuando
su padre fue a reunirse con un mayoral de mirada torcida"
(17).
Graciela Cabal, en Secretos de familia (18), recuerda su
aprendizaje de muñeira: "A mi amiga Rodríguez
tampoco la dejan estudiar baile, pero ella igual sabe bailar la
muñeira, porque la muñeira se la
enseñó la madre. (La madre de Rodríguez es
de un lugar donde todos saben bailar la muñeira desde que
nacen, sin que nadie se la enseñe). Me da mucha
vergüenza, pero igual voy y le digo a la mamá de
Rodríguez si por favor, por favor, me enseña a
mí a bailar la muñeira. La mamá de
Rodríguez dice que ella con mucho gusto me
enseñaría, pero hace tanto tiempo que no baila…
"Sea buena, mamita", le dice Rodríguez a la madre, y la
arrastra al patio. Y entonces la madre empieza a cantar bajito
mmmmm mmmmm mmmmm y a dar unos pasos. Y después se ve que
se anima porque se pone a cantar fuerte y se mueve rápido
y hasta se saca las chancletas y el delantal, y sigue, sigue,
sigue. Y justo llega el papá del trabajo y primero se
asusta y pregunta qué es lo que está pasando en esa
casa, y después se ríe y se pone a bailar enfrente
de la madre. Y yo ya no aguanto y le digo a Rodríguez si
quiere bailar, porque algo aprendí, de mirar. Y todos
bailamos, cantamos y nos reímos, hasta la mamá de
Rodríguez, que nunca se ríe. A la mamá de
Rodríguez, cuando baila la muñeira ni se le notan
los bigotes".
En Agua de nadie –novela distinguida con el Premio
"Dr. Alfredo A. Roggiano" de la Municipalidad de Chivilcoy,
1993-, Mabel Pagano evoca a dos sastres gallegos: "Porque era muy
chico y recién se iniciaba en el oficio junto a los
gallegos López y García, propietarios de un gran
taller, no tuvo ocasión de conocer a don Hipólito,
aunque quizás Yrigoyen no hubiera gastado en un traje lo
que él llegó a cobrar, decían que era tan
raro el Peludo… (…) La tarde anterior, los gallegos
habían insistido en su intento de llevarlo a Mar del Plata
para la inauguración de la tan soñada sucursal y
nuevamente él rechazó la invitación,
hablando de compromisos impostergables, aunque sin aclarar sobre
la naturaleza de los mismos y tratando de que no se ofendieran,
ya que era forzoso que lo reconociera, él les debía
mucho a los dos. Esa noche, cuando estaba a punto de retirarse
del taller, los patrones lo invitaron a comer en un restaurante
de Sarandí, donde había ido varias veces
acompañándolos. Quiso negarse diciendo que estaba
muy cansado de la tarea de toda la semana, cosa que era
rigurosamente cierta, pero López insistió, vamos
hombre, nos comemos la paella y regresamos temprano, al mismo
tiempo que García lo palmeaba empujándolo hacia la
puerta" (19).
En Latas de cerveza en el Río de la Plata
–novela de Jorge Stamadianos distinguida con el Premio
Emecé 1994/95- aparece un padre gallego que oculta a su
hijo, desertor en la Guerra de las Malvinas. Relata el
protagonista: "Aunque no podía verle la cara al gallego
porque me había quedado esperando en la planta baja,
oía su voz retumbando a través de la escalera y me
imaginaba la vena saltándole en la frente como una lombriz
que no quiere subirse al anzuelo" (20).
En Virgen (21), novela de Gabriel Báñez
que resultó finalista en el premio Planeta, aparece un
titiritero gallego: "Sara lo había encontrado deambulando
medio muerto de hambre a los costados de la aduana, sin
documentación y con unas pocas pesetas en el bolsillo que
guardaba como rezago de un viaje de cuarenta días desde su
Pontevedra natal hasta Santos, donde desembarcó. En Brasil
se había dedicado al incipiente negocio de refinar aceite
de coco, pero por muy poco tiempo, ya que en apenas tres meses
tuvo la fulminante certeza de que su arte jamás se
adaptaría al portugués. No por él, sino por
sus títeres, que extrañaban horrores el castellano
y no se adaptaban a ese idioma pegajoso y transpirado. Filadelfio
Pérez era un trotamundos infatigable, aunque en su
juventud se había dedicado al deporte de los guantes sin
mayor fortuna, (…) Durante las representaciones se hacía
llamar Maese Pérez, y se valía de su arte para
desbocar argumentos y acomodarlos a su pasión republicana
con ogros franquistas y brujas de la Falange. Pero las mejores
obras las escribía él, y resultaban de una belleza
conmovedora, lo mismo que sus muñecos, enormes y con ojos
siempre idénticos: de foca o de mujer intensa y
húmeda, tristísmos, los más hermosos del
mundo".
En "Noticias secretas de América", Eduardo
Belgrano Rawson evoca a los inmigrantes gallegos: "Cantabas un
himno más light, como regía desde principios de
siglo. Lo habían lijado un poco. ¿Qué otra
cosa podían hacer? Necesitaban cortarla con los insultos,
como explicó en su momento un operador del Ministro.
"Tigres sedientos de sangre" y todo eso. Culpa del himno el
embajador no pisaba la presidencia, sobre todo los 9 de julio. A
decir verdad, tampoco mostraban mucho aspecto de tigres los
vascos y los gallegos que desembarcaban todos los días
frente al Hotel de Inmigrantes, pero ésta era otra
cuestión" (22).
Guillermo Saccomanno es el autor de El buen dolor
–novela distinguida con el Premio Nacional de Literatura en
2002-, obra en la que escribe sobre su abuela gallega, la que le
contaba cuentos de su tierra: "Aunque la abuela era madrugadora y
de acostarse temprano, sufría de insomnio. Por la noche
ella y vos, acostados en su pieza, en la oscuridad, escuchaban
Radio Porteña, que transmitía desde los teatros. La
obra predilecta de la abuela era La Malquerida, interpretada por
Lola Membrives. Ay, esa madre, se desgarraba la Membrives en la
oscuridad de la pieza. Ay, repetía la abuela. Apenas
terminaba la obra, la abuela apagaba la radio. Y como no
podía dormir, te contaba un cuento" (23).
En La fuga, distinguida con el Premio Emecé
1998/99, Eduardo Mignogna presenta a Adela y Angel Villalba, una
pareja de carboneros que tiene un sobrino en Mendoza: "En la
esquina de Coronel Díaz y la avenida Las Heras
había un bar y al lado un corralón y después
una ferretería. El barrio se llamaba, o le decían,
Tierra del Fuego, y en el sitio donde estaba la ferretería
había en 1928 una casa de venta de carbón y
leña atendida por un matrimonio mayor de españoles
petisitos y reservados, oriundos del pueblo gallego de Betanzos.
El comercio era angosto y con piso de tierra, y en el aire
flotaba eternamente un polvillo oscuro que emanaba de las bolsas
de arpillera" (24).
En Moira Sullivan, de Juan José Delaney, la
protagonista escribe una carta fechada en 1932, en la que
expresa:
"Debo decir que pese a que los hijos de Erín se
jactan de haberse integrado con el resto de la población,
la verdad no es exactamente así. Tienen sus propios
colegios, sus propios templos y clubes, y quien comete la
osadía de casarse con un "nap" (¿napolitano y por
extensión italiano?) o con un "gushing" (derivado,
probablemente, del verbo inglés to gush, que significa
hablar con excesivo entusiasmo y que es un neologismo para aludir
a los gallegos y también por extensión a los
españoles), se aíslan o son lenta pero
inexorablemente segregados. En verdad esto ocurre con casi todas
las comunidades extranjeras que se han radicado acá:
árabes, armenios, ucranios y, muy especialmente,
judíos. Para no hablar de los británicos que a su
injustificado desdén agregan cierto cinismo ancestral"
(25).
Ochoa, uno de los personajes de Hotel Edén, de
Luis Gusmán, "recuerda entonces la iglesia de San
Nicolás de Bari. La historia de su familia materna
está escrita en esa iglesia. Su abuelos, inmigrantes,
primos hermanos casados con primos hermanos, provienen de
Galicia. Ochoa dispone de poca información, y por lo tanto
ignora por qué terminaron viviendo en la calle Carlos
Pellegrini. Su abuelo administraba una casa, que nunca
quedó claro si era de inquilinato, a la que llamaba "las
oficinas" " (26).
En Agatha Galiffi La Flor de la Mafia, novela de Esther
Goris, los municipales quieren llevar el carro de un
piamontés, por tener verdura en mal estado: "Un hombre de
traje oscuro y bombín, con papeles en la mano, daba
instrucciones a otros dos, mientras un tercero sostenía el
caballo por las bridas que, intranquilo ante la muchedumbre que
lo rodeaba, golpeaba los cascos contra el suelo embarrado.
Saremba era de los que habían dominado la tierra pero no
la lengua, de modo que trataba de dar explicaciones al del
bombín utilizando una jerigonza extraña". Lo que
quería explicar era que "La verdura podrida no era para la
gente, era verdura para los chanchos del gallego"
(27).
Jorge Torres Zavaleta, en La noche que me quieras,
presenta a un gallego. Este es evocado como un trabajador, en su
clásica ocupación de dueño de bar,
desconfiado ante los pedidos de sus clientes sin dinero: "era
como si todos nosotros fuéramos miembros de una barra y
los mayores solamente aquellos a los que teníamos que
engañar. Como el gallego que nos dará un whisky o
un café a cuenta, mirándonos de reojo por debajo de
las cejas pobladas mientras se ocupa de asuntos serios"
(28).
En La logia del umbral, Ricardo Feierstein recuerda a
algunos de los gallegos que vivían en Villa
Pueyrredón, a mediados del siglo pasado: "Cruzando la
avenida Mosconi estaba la farmacia (…) Luego el negocio de
medias del gallego Alvarez, cuya hija sería directora de
televisión; (…) Después del bar, ya en esta
vereda, venía mi casa y, siguiendo el recorrido, el
almacenero González (gallego de ley), (…) Por las
mañanas, en la escuela pública donde todos
concurríamos, conviví (…) con el galleguito
Pérez" (29).
La casa de Myra (30), de Aurora Alonso de Rocha, fue
distinguida en 2001 con el Segundo Premio para Autores
Inéditos, en el "Concurso organizado por la
Fundación El Libro, en el marco de la 27ª
Exposición Feria Internacional de Buenos Aires "El libro
del Autor al Lector" ". En esa obra, protagonizada por una
gallega tomada cautiva por los indígenas, narra un
personaje: "En unos meses se le puso la piel del color del cuero
sobado, se le hicieron unos manchones del solazo debajo de los
ojos y como no los tiene oscuros como las otras se ven como gemas
transparentes. En lo que se ve del descote es pura mancha y peca
y tiene el pelo cerdoso, enrulado y reseco de tanta agua e
intemperie. Igual que las chinas va mexclada de cristiana y de
india: le cuelgan unas ajorcas pesadas, se ata las clinas con
seda trenzada y las botas son las de media caña, de pata
de potro pero finísima, muy retobada (¡Que las
quisiera para mí!), con lazos de colorines y bordados. Por
arriba usa un vestidito de percal que ha de ser el que
traía cuando la encontré en el puerto, según
recuerdo, así que va medio disfrazada pero tan cargada de
lazos y joyas como una princesa".
En Los gallegos, una novela inédita, Gloria
Pampillo evoca la inmigración de sus mayores. El abuelo de
Gloria Pampillo era comerciante, y había elegido el mismo
nombre para todos sus negocios: "Celta, como el nombre que mi
abuelo le ponía a cada uno de los bienes que acá se
iba ganando, desde su barco hasta los toros. Un toro negro,
morrudo, que ahora le dibujo en su escudo de comerciante, como
tantos otros dibujaron una espiga en el almacén o en la
panadería: La flor de Galicia". Gloria Pampillo recuerda
la voluntad de unión de los emigrantes gallegos: "Lo que
van a hacer ahora es lo mismo que hizo mi abuelo cuando
llegó a la Argentina en 1870. Van a agruparse en
cofradías. Que esas cofradías formen un
ejército o una Sociedad de Socorros Mutuos, poco importa.
Lo que tienen en común es que lejos de la tierra, "da
mía terra", como dijo una mujer en el seminario con un
dolor que me volvió de barro el corazón, van a
buscarse entre ellos".
Guadalupe Henestrosa ganó en 2002 el V Premio
Clarín de novela, con Las ingratas (31), novela en la que
evoca la inmigración de cinco hermanas españolas y
la hija de una de ellas. Seis gallegas, recién bajadas del
barco, llegan a una pensión en la que la mayor se
empleará como cocinera. Allí las asalta la
nostalgia: "Esa noche entre esas paredes húmedas,
escuchando las palabrotas que venían desde el patio, las
chicas extrañaron la casa de piedra en las
montañas. Por primera vez desde aquella madrugada cuando
dejaron a su padre, Vicente, solito junto al fogón, se
sintieron lejos de todo, perdidas, a merced de unas gentes
desconocidas, con quién sabe qué costumbres.
¿Cómo encontrar el alma en una tierra donde todas
las cosas tenían otro olor?".
En Un recuerdo para Raquel… o cómo tus padres
llegaron a América, Walter Duer relata la insólita
anécdota de la gallega que hizo el papel de madre de la
novia en un casamiento civil entre sirios (32).
En Los jardines del Carmelo, escribe Ana María
Guerra: "El campo se subdividió; la casa y unas parcelas
quedaron en manos de los Ruiz, tres hermanos venidos de Galicia,
que aconsejados por Marga, establecieron un burdel. Las
dificultades de los primeros tiempos fueron incontables; los
carros se empantanaban, los jinetes entraban con barro hasta en
las fajas, y apenas caían unas gotas la gente se
acobardaba, quedando el prostíbulo vacío.
Finalmente, los Ruiz decidieron deshacerse de él"
(33).
En Amor migrante, de Stella Maris Latorre, un empleado
del Hotel de Inmigrantes agrede a un gallego. Le dice: "-Ya te
oí, crees que soy sordo gallego sucio, muerto de hambre.
Avelino, Manuel y todos cruzaron sus miradas: "Este era el
recibimiento que le hacían los habitantes de ese
país que prometía tanto, todos apretaron los labios
y endurecieron sus puños, todos… para no responder a esa
provocación; pero a todos también se les
partió el corazón y quisieron estar en Galicia
aunque no encontraran el oro tan prometedor, pero ya era tarde,
ahora había que ser fuerte, apechugar ya estaban en el
tablao, había que zapatear. Avelino tomó su
pequeña valija, un bolsito pequeño también
Manuel hizo lo propio, juntos lentamente recorrieron ese largo
pasillo, jurando no voltear la cabeza para no ver a sus paisanos,
que realmente si estaban mal presentados; pero eran honrados, y
venían a trabajar, a poner la espalda para que este
país al cual recién llegaban floreciera a fuerza
del sacrificio de ellos, que en ese momento necesitaban; la
guerra, la mala situación de su país los
llevó a cruzar el mar en busca de un futuro mejor, pero en
el interior de esos hombres, de esas mujeres de rostros sufridos,
existía un rubí en bruto, sí, en bruto, como
lo siguieron llamando y muchas veces se mofaron de ellos,
haciendo bromas de mal gusto, chistes donde siempre, el tonto, el
bruto era el gallego; pero si de algo no podían mofarse
era de su honradez, de su fortaleza para el trabajo y la voluntad
a pesar de a veces tragarse las lágrimas que estaban
prestas a salir de sus pupilas, pero las sujetaban, no fueran a
pensar que eran débiles, no, no lo eran, eran más
fuertes que un roble" (34).
En 2004 se editó Las libres del Sur, Una novela
sobre Victoria Ocampo (35), de María Rosa Lojo. En esa
obra, aparecen varios gallegos. Los principales son Carmen Brey
Moure y su hermano Francisco. Acerca de Carmen, escribe: "El
casquito de fieltro con un capullo de gasa, las mejillas
redondas, el tailleur liso y el talle bajo acentuaban su aspecto
cándido de colegiala en vacaciones. Un toque de rouge y de
polvo Arlette sobre la nariz no la cambiaron mucho. Se
encontró ligeramente similar (aunque más delgada, y
más joven) a una poetisa de moda: Alfonsina Storni".
Francisco era "un hombre robusto y curtido, en quien Carmen fue
reconociendo, a medida que se acortaba la distancia, y como quien
despeja las capas superficiales de un palimpsesto, los rasgos de
su hermano".
En Lunas eléctricas para las noches sin luna,
escribe Belén Gache: "Bordeando el convento, la calle
Viamonte se extiende alternando fondas llenas de marineros con
casas de remates, regenteadas por catalanes, gallegos o andaluces
que venden objetos dorados por oro fino y piedras transparentes
por diamantes" (36).
En Jueves para siempre (2005), Laura Nicastro presenta a
un personaje gallego: el dueño de un bar
(37).
En 2005 apareció Finisterre, también de
María Rosa Lojo. Rosalind Kildaire Neira, nacida en
Galicia, llega a la Argentina en 1832. Ella recuerda: "Buenos
Aires era entonces una ciudad blanca y baja, quizá
sólo atractiva desde la lejanía. Ilusionaba los
ojos a la distancia pero a medida que los barcos iban
acercándose a la entrada del río ancho y playo,
donde resultaba imposible fondear, cedía el encantamiento.
(…) Las calles eran irregulares y sucias, pantanosas de a
trechos. Animales muertos y montones de desperdicios se
acumulaban en algunas esquinas" (38).
En El infierno prometido, de Elsa Drucaroff, el Loco va
a la pensión en que vivía Vittorio. "La
desconfianza de la dueña se esfumó cuando el Loco
le contó que era periodista de Crítica. Le
convidó con mate, bizcochitos de grasa, y contó con
marcado acento gallego que el señor Comencini no
vivía más en esa pensión". La gallega se
entusiasma: "¡Ayudar a la prensa! (…) anote mi nombre y
apellido: María Dolores Pontevedra, con ve corta.
Pensión Pontevedra. ¿Va a venir un
fotógrafo?" (39).
Cristina Bajo es la autora de La trama del pasado (40).
"1840, Vigo, Galicia. Una joven aristócrata, Ignacia Arias
de Ulloa, abandona a su marido y huye con una criada
llevándose muy poco: su estuche de esgrima, y el
halcón preferido de aquél. Al llegar a la casa
solariega de su madre se encuentra con que ésta ha
decidido regresar a las provincias del Río de la Plata, su
tierra de nacimiento, para ajustar viejas cuentas. Sin pensarlo,
Ignacia se embarca con ella. Mientras el país se desangra
en la guerra civil, don Fernando Osorio y Luna, descendiente de
un antiguo linaje, emprende con sus hombres un viaje a caballo
desde la Córdoba americana hacia Buenos Aires con un
mensaje secreto para don Juan Manuel de Rosas, jefe de los
federales. A mitad de camino, y en una de las batallas más
cruentas de la historia argentina, Ignacia y Fernando se
encontrarán, sin saber que sus lazos provienen del pasado,
de trágicos misterios familiares que, desde los
orígenes de su estirpe, parecen alcanzarlos como una
maldición. Acechado por enemigos desconocidos que atacan
salvajemente a su mujer y a su hijo, involucrado en venganzas y
reencuentros, amenazado con la expropiación de sus
tierras, Fernando encontrará que la mayoría de los
privilegios que los suyos mantuvieron por siglos han
desaparecido; que los Osorio han caído en desgracia, y que
aquella joven del halcón, Ignacia, pertenece al
círculo de los enemigos de su familia.
¿Podrá un hombre de acción como él,
valiente, fiel a sus ideas y a su gente, permanecer indiferente
ante la matanza y las injusticias a que todos los días se
ve sometida su ciudad, por aquellos que se decían sus
aliados? En esta nueva entrega de la saga de los Osorio, no
será una mujer de la familia la protagonista, sino un
hombre: Fernando, el Payo, hermano de Luz y primo de Laura. Junto
a él, personajes históricos y ficcionales
desentrañarán una trama urdida con sangre, secretos
y ausencias: La trama del pasado, una novela vibrante,
estremecedora, que confirma una vez más el talento
narrativo y la pluma avezada y mágica de Cristina Bajo"
(41).
Para dar hijos sanos, aseguraba la madre de Leonor, Ana
Maria del Corral, "los conyuges deben andar higiénicos por
la vida y acostarse limpios en la cama matrimonial". Como mi
madre, tenia hundidas las mejillas a ambos lados de la nariz, y
era lo que se dice una militante de la limpieza. En su panaderia
no entraban las "moscas asquerozas" que perseguian en su pocilga
de Jerusalen a la Monalisa de Musrara, la novia cada vez mas
platonica del indeciso Ernest Kolman. La madre de Leonor no las
dejaba entrar a la sombra en su local ni en los mas pesados dias
del verano, cuando el betún negro y blando del asfalto
sobre los antiguos adoquines de la avenida Entre Rios reverberaba
caliente en las calles y parecia amenazar con un incendio de la
ciudad.
Ana Maria del Corral era una mujer imponente y empolvada
desde la papada hasta los aretes. Le pendian con cierto esplendor
de unas orejas rosadas e impecables. Adheridas a las vitrinas
donde exhibia sus deliciosos postres y tartas, esas moscas
argentinas – como aquel desdichado esquiador del sello postal, el
que espera dia y noche suspendido en el aire sin caer nunca a la
pista de la nieve – pasaban horas agarradas con sus patas a un
minusculo punto en el vidrio calcinado. Esperaban para
abalanzarse sobre los dulces con voluntad de hierro y sin desviar
la vista hasta que dejasen de girar las temibles y gigantescas
paletas de los ventiladores negros, colgados del pulcro cielo
raso que la viuda hacia pintar cada vez que llegaba la
primavera.
'La limpieza goza de todas las ventajas, la quien puede
gustarle la suciedad?', se ufanaba delante de los clientes que,
elogiandola por lo limpia que era, la alegraban y, no menos
importante, la salvaban de la soledad. En la balanza junto a la
caja registradora, decorada con minusculos corazones rojos
finamente entrelazados, sobre una superficie de cartón, se
leia: "Hoy no se fia, manana sí"; firmado, "La
Casa".
Con el boligrafo en la perilla, cuando iba alguna vez
por el pan, y si estabamos solos, me preguntaba sobre los judios.
'Es una raza inteligente, eso no se puede discutir', afirmaba
convencida. No obstante, la intrigaba saber si era cierto, como
habia oido en su pueblo y tambien en Buenos Aires, que creen en
la divinidad del cerdo. '¿Es verdad que por eso no comeis
la carne del puerco?', arremetia vivaz y jugosa, con una alegria
que contagiaba mientras, obsesivamente, al parecer avergonzada de
su gordura, se estiraba hacia abajo el corse elastico que le
ceñía la barriga. La buscaba deslizando las dos
manos sobre el delantal de servicio y fingiendo que lo que hacia
era palpar y estirar las arrugas del vestido, pero la denunciaba
la pequeña satisfaccion que le proporcionaba saber que
habia logrado dar con las ballenas del corse. Para disimular, sin
dejar de hablar se ocultaba detras de la balanza o de la caja
registradora y con dos dedos de cada mano, sujetando las
invisibles ballenas, se lo bajaba de un tiron seco y se veia mas
delgada. A la madre de Leonor le resultaba inconcebible que los
judios, con lo inteligentes que son, pudieran depositar su fe en
'un animal que pasa comiendo porquerias'. Toda ella respondia a
la imagen que teniamos de las rozagantes y siempre vivas matronas
españolas los hijos de madres judias, más
insatisfechas y con el labio amargado. Las idealizabamos al
contemplar a la nuestra lavando la ropa, con la melena que le
temblaba al fregar energicamente contra una tabla acanalada de
madera, sin hacer caso del sudor que le corria de la frente a las
mejillas. La mia lavaba en una pileta debajo de un techo de zinc
hirviente, pensando en las obligaciones de mañana,
mientras el sol en toda su redondez caia entero sobre la tierra
reseca que mi padre pensaba cultivar algun dia.
Ademas de su gracejo, me atraia en Ana Maria del Corral
su fantastica pronunciación de las letras ce, ese y zeta.
Habia llegado a los años en los que se asientan como el
polvo las obsesiones que creíamos falsas o pasajeras en
los de la juventud, y se ofendia si algun cliente, por pereza o
simplemente ensimismado, le tocaba el honor olvidandose de
saludarla al entrar o salir de la panaderia. Confundia sus
pretensiones con un supuesto derecho que se arrogaba para exigir
a los demas que satisfagan sus deseos. Era el mismo derecho que
servia de blindaje a su autoritario maternalismo. Aunque viuda, y
quiza porque no dependia de la pensión jubilatoria de su
marido para vivir, era moderadamente feliz y estaba siempre
perfumada en publico. Leonor le obsequiaba los talcos que le
absorbian la transpiración de los pies para que no se le
formaran hongos y Tito la halagaba asegurandole que nunca habia
comido tartas con fruta abrillantada como las suyas. 'Pensad en
mis nietos', les decía con una sonrisa picara al concluir
la visita dominical y acompañarlos hasta el Fiat que les
habia ayudado a comprar en sesenta cuotas.
Tampoco la suegra de Tito entendia por que me iba.
'¿Qué te falta en este pais de promisión,
muchacho?', preguntaba reteniendo las crocantes y jamas
recuperadas medias lunas saladas. Envueltas en un papel blanco
que rapidamente conquistaban unos lamparones de grasa, desde el
otro lado del mostrador Ana Maria del Corral las sostenia con una
de sus manos sólidas y carnosas, con las uñas
siempre pintadas de rojo bermellón, y con la otra me
señalaba e insistia: '¿Qué? Dime por Dios,
¡¿qué te falta en esta tierra para que te
marches?!'.
¿No decia mi madre polaca que los argentinos nos
enloquecemos debido los mimos de una vida regalada? "
(42).
"La historia de un sastre, El Sastre de Lugo,(43) forma
parte de la intensa producción cultural y artística
gallega en Argentina.
La obra se presentó en la sede de la
delegación del gobierno de Galicia en Argentina. Es la
última novela de la escritora Stella Maris Latorre,
editada por Gárgola Ediciones/Ed. Cuatro Vientos. El
conductor fue Christian David Esquivel; la delegada y anfitriona,
María Xosé Porteiro, destacó esta obra, que
forma parte de una intensa producción cultural y
artística gallega en Argentina. Por su parte, el
secretario de actas de la Sociedad Argentina de Escritores,
Rubén Darío Gasparini, se refirió en detalle
a El Sastre de Lugo.
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