Todos mis sentimientos son los que les manifiesto a mi
familia, por eso es muy grande mi alegría cuando mi hija,
Laura Tomaselli, con su apellido italiano, demuestra felicidad en
su carita en cada clase de baile en el Circulo Social Valle
Miñor (Villa Luro – CABA). Creo que es una de las cosas
mas lindas que le puedo dejar ya que va conociendo los
orígenes de su familia, aunque no lo vivió desde
dentro de mi panza, no sucedió lo mismo con mis otros dos
hijos biológicos que ya deben tener sus cerebros cargados
con mis comentarios de Galicia, y hasta escuchan todo el tiempo,
en el automóvil, el Himno Gallego pues lo tengo grabado en
un CD.
Pero la alegría hubiese sido completa si pudiese
haberles contado a mis abuelos:
-"Sabes, abuelo (Pedro)? Lo logré, estuve en tu
aldea (Guitiriz-Pigara- Villalba- Lugo), caminando por tus
calles, viendo el hórreo donde seguramente te trepabas,
caminando por ese verde parque, y lo mas importante, estuve en tu
casa, dormí en tu cama y a la mañana vi por la
ventana el paisaje de tu Galicia tan amada.
Desayune chocolate en esas tazas inmensas llamadas
cuncas, y comí queso hecho con leche de vaca rubia
recién ordeñada, luego cachelos y nabiza, pero
aunque no te conocí personalmente, me hubiera gustado que
me acompañaras".
"¡Que lindo hubiese sido que vos, abuela Carmen
(San Juan de Alba – Villalba – Lugo), me pudieras mostrar donde
se conocieron, por donde caminaban!, pero igual conocí tu
casa; no entré por que ya los dueños no son de la
familia pero te prometo que si alguna vez regreso a tu tierra tan
amada, hare lo imposible para visitar tu casa, y estar en los
lugares donde de chiquita seguramente jugabas.
Igual llevo el recuerdo de las ganas con que esperaba el
día de ir a verte a lo de las tías, mi abuelita,
bajita, siempre con el cabello muy tirante, peinado con un
rodete, tus polleras oscuras largas y te veo en la cocina,
sentada tomando mate. Mi Galleguita gaucha!! ¡Que celosa
estaba porque vivías con mis primos y no con
nosotros!"
Bueno, nadie es reemplazable pero nosotros
teníamos al abuelo Martin (Cebreiro – O Pino – A
Coruña), "eras un abuelazo, grandote, grandote, con unas
manazas, caminabas ayudado por tu bastón, muy despacito o
te veo sentado en el patio de casa atento cuidándonos
cuando jugábamos mi hermano menor y yo. Después,
tuviste que ir a un geriátrico y qué tristeza,
qué tristeza que sentí ese día que
mamá y papá nos dijeron que habías
fallecido. ¿Sabes? Te precise mucho, tan poco pude
disfrutarte… Es el día de hoy que te recuerdo y se me
caen varios lagrimones. ¿Por qué no pudiste estar
para contarme de tu vida, tu aldea, tu casa?, esa casa de dos
plantas que conocí en ruinas. Cómo me hubiera
gustado que vos me la mostraras! abajo guardaban los animales y
arriba la vivienda. Estaba tan destruida que pude subir la
escalera pero no caminar por su piso superior por temor a que se
derrumbara. Trate de fijar en mi mente, cada centímetro de
ella, cada lugarcito y hasta me lleve el recuerdo mas preciado,
dos trozos de pizarra, guardados en una caja porque para mi,
están entre mis cosas mas amadas".
Me hubiera encantado poder decirles: "Vamos, abuelitos,
viajemos a Galicia, a conocer los lugares donde fueron tan
felices hasta que las circunstancias de la vida los arrancaron de
su terruño". Pero aunque no tengo relatos de ustedes, me
han dejado algo muy importante, un gran cariño por Galicia
que paso de generación en generación, el cual
transmito a mis hijos con todo mi amor y estén seguros que
si tuviese que elegir un lugar, ése seria
Galicia.
Me gustaría que algún día
pudiésemos ir con nuestros tres hijos, pero el tema
económico no se si lo permitirá. Quisiera ver sus
caritas al estar con sus tíos, primos segundos, terceros.
Aunque allí no hay familia directa si queda un sentimiento
muy fuerte, pero ahora entrando con pasaporte español ya
que el próximo mes, será mi segundo nacimiento,
ahora como gallega, bueno…española!!
Pasan los años, y con mi padre de setenta y nueve
años, sobre esos bellos temas continúo
hablando.
Por eso siempre llevaré orgullosa mis dos
apellidos gallegos: González Rouco".
Cuando mira una foto, Elsa Carballeda imagina el viaje
de su abuela "con sus tres primeros hijos en la bodega del barco
(tres meses viajando en condiciones precarias y los sueños
intactos)" (15).
Aún hoy perviven las recetas de la abuela. En su
restorán, los hermanos Morales hacen la empanada gallega
tal como la hacía Manuela Eiras en Padrón,
según la receta que trajeron de La Coruña hace
cuarenta y tres años (16).
"¿Quién puede decir con seguridad que su
receta de empanada gallega es la auténtica?
–pregunta Alicia Delgado. Hay tantas empanadas como abuelas
gallegas, y todas son válidas mientras no transgredan
ingredientes y técnicas básicas (que no a todos les
importan si el resultado es rico). La empanada gallega de
Doña Tere, un restaurante con pocos meses de vida y
antecedentes en Cariló, lleva una masa de pan crocante, la
que preparaba la abuela de Héctor Rodríguez, muy
apropiada para contener el relleno, en este caso una mezcla de
diversos pescados desmenuzados más cebolla, ajíes y
otros aromas; por cierto sabrosa, bien presentada con hojas
frescas aderezadas" (17).
María de los Angeles Hernández escribe:
"Mi abuela Josefina Seoane, se conocio con mi abuelo Francisco
Hernandez Prieto, trabajando juntos en la casa del General
Racedo, uno de los que hizo la campaña al desierto con
Roca, claro que ya era viejito para cuando mi abuela trabajaba
alli, bueno el capturo a la hija del cacique Calfucurà,
padre del que luego llamariamos Ceferino Namuncura, y esa hija
capturada estaba en la cocina, y no sabia pelar papas y era una
princesa en el real sentido de la palabra, le cambiaron el nombre
y le pusieron Mercedes a la hija del cacique, y mi abuela conto
que se llamaba Nube azul. Luego derrocaron a Yrigoyen en el 30,
mi abuelo asmatico tenia que ir a Córdoba, y mi abuela
gallega y piola penso en volverse a España".
Silvia Puente recuerda a sus mayores y la herencia
espitirual que le dejaron:
"Mi abuelo paterno era carpintero; mi abuelo materno
editaba un periódico titulado Galicia. Por suerte para
mí, vivían con nosotros. El domingo era el
día más bello de la semana. En primer lugar, porque
era el único en el que nos permitían dormir hasta
tarde. En segundo lugar, porque era el más inquietante:
ese día aprendíamos más que en la
escuela.
Para cuando mi hermana y yo estábamos
bañadas y bien vestidas, ya se había armado la
ronda de hombres presidida por mis abuelos, en el patio, bajo la
sombra del naranjo. Allí estaban sus amigos, y los hombres
más jóvenes: mi padre y mis tíos.
¿Qué edad tendría yo entonces, si
sentada en un sillón de jardín mis pies no llegaban
a tocar el piso?
¿Qué decían esos hombres?,
¿qué hacían? Leían los diarios y los
comentaban en voz alta. A veces discutían acaloradamente,
y ya sabíamos que entonces aparecerían mi madre o
mis tías para decir que bajaran la voz. La orden se
cumplía, pero la discusión seguía. Era
apasionante, y aunque mi hermana y yo aparentemente no
entendiéramos nada, entendimos todo.
Era una época en la que las mujeres estaban en la
cocina y sólo los hombres leían el diario. Le
agradezco a mi madre el habernos permitido elegir entre la cocina
y el patio. Le agradezco esa libertad cuidadosa, la misma que mi
hija me agradece hoy a mí.
Elegido nuestro camino, y aun cuando pasaron muchos
años antes de que pudiéramos usar medias de seda,
seguimos los domingos, junto a esos hombres, la Guerra de
Vietnam, la Guerra Fría, las primeras aventuras
espaciales, los golpes de Estado, el peronismo y el
antiperonismo. Compartimos también las etapas en que a
algunos de ellos les tocó la cárcel por elegir que
iban a seguir leyendo y opinando según sus propias
convicciones" (18).
"Con estas obras Néstor Goyanes, artista
gráfico argentino, cierra una etapa que empezó hace
algunos años con la serie del "Arbol de la
Identidad".
Todo comenzó en un viaje a Galicia, esa tierra de
los abuelos que lleva en el alma, con las cartas que su madre
celosamente guardaba de "los parientes" que vivían
allá, con las estampillas, con los sobres, con esas
piedras que formaban el "Puente de la Abuela Petra", su primera
litografía de gran tamaño. De allí en
más siguieron unas series de obras sobre el "Arbol de la
Identidad", donde la figura de la madre y el abuelo se
repetían constantemente en una especie de danza profunda y
sentimental, enlazados por cartas de torpes caligrafías y
de errores gramaticales, pero llenas de algo que jamás se
encontrará en un diccionario o enciclopedia: el amor y el
sentimiento" (19).
En "Mis recuerdos de Gardel", escribe Rodolfo Alvarez
Russó:
"(…) conocí a doña Berta. Si se puede
decír que la conocí por sólo haberla visto y
contemplado en el momento quizá, más penoso de su
vida. Era una viejecita, de cuerpo menudo, enjuto, sus cabellos
eran blancos y vestía de negro en riguroso
luto.
Vivía en la calle Jean Jaures (Juan Jaures) en
una casa con un zaguán cerrado con una puerta de hierro
pintada de negro. Mi abuelo paterno(de Ourense-Galicia)
vivía en la casa contigua donde un pariente
(gallego)tenía un negocio de venta de productos
lácteos.
Cuando la vi, fue allá para fines del 1935, yo
apenas tenía seis años de edad y recuerdo como ella
con un pañuelito blanco enjugaba sus lágrimas
mientras pasaba sus manos acariciando un mueble (baúl) en
el que había llegado la ropa que su hijo envió
desde Medellín-Colombia, antes del fatal
desenlace.
Cuando al fín repatriaron las cenizas del zorzal
criollo, la avenida Corrientes se convirtió en un mar de
gente que en un cortejo fúnebre de dolientes sin distingos
de raza,color o edades acompañaba el antiguo carruaje
azabache tirado por caballos de pelo oscuro y brilloso en el
trayecto hacia su última morada en el Cementerio de la
Chacarita.
Tomado de la mano de mi abuelo, apenas pude alcanzar a
divisar la cruz que adornaba la cúpula del carruaje, pero
pude sin embargo, a pesar de mi corta edad, percibír el
sentimiento y la congoja que el pueblo exteriorizaba ante el
dolor por la irreparable pérdida del ídolo abatido
en las trágicas circunstancias de aquel triste día
24 de junio de 1935" (20).
La cantante Naty Cortez es nieta de una coruñesa,
una "gallega maravillosa", que llegó a la Argentina a los
seis años, y nunca pudo volver a Galicia.
Me escribe la actriz y cantante Marcela Fernández
Señor:
"Soy nieta de cuatro gallegos y como me gusta aclarar,
'gallegos' de Galicia, ya que en argentina, suele
llamársele gallego a todos los
españoles…
Desde pequeña me crié entre inmigrantes y
no solo con los gallegos de mi familia ya que nací en un
barrio de Temperley donde confluían varias
colectividades.
A la vuelta de mi casa paterna está el club La
Puebla del Brollón de niña escuchaba a los gaiteros
y veía como se bailaban la jota y la muñeira y
guardé en mi memoria los cantos de mis abuelos en esa
"lingua tan doce", como din os galegos.
Me acerqué a mis raíces y a mi
galeguidade, cuando perdí a mis ancestros, fuí hace
unos años a aprender lengua galega al colegio Santiago
Apóstol y allí me reeencontré con el mundo
que imaginaba de pequena…
Además tuve la suerte de viajar y conocer los
pueblos de mis abuelos y ver con mis propios ojos la tierra de la
que falaban".
Al presentar el dúo "La Quinta" en la 35°
Feria Internacional del Libro, Gabriel Lage contó que
cuando su abuelo llegó a la Argentina, se empleó en
la editorial que publicaba el diario "El Mundo", y tenía
francos rotativos. Cuando le tocaba franco el domingo, era una
fiesta. Entonces, se reunía con su amigo, y cantaban
canciones de su tierra. Otro tanto hacía, años
después, el padre de Gabriel con quien luego sería
el padrino del director de coro. Ahora, es Gabriel quien canta
con su amigo, Jorge Spector.
Notas
- 1 Schoo, Ernesto: "Mis aprendizajes Memorias", en La
Nación, Buenos Aires, 13 de noviembre de
2005. - 2 Freire, Susana: "Lolita Torres. Una voz que le
cantó a los corazones", en La Nación, Buenos
Aires, 15 de septiembre de 2002. Imagen:
www.lastfm.es. - Foto:
http://www.iceberg-nocturno.org/2.1.%20Cati-Gavi-CRONICAS.htm - 3 Cortez, Alberto: "El abuelo", en
www.albertocortez.com.ar. Reproducido en
www.galespa.com. - Foto:
http://www.albertocortez.com/Galeria/home.asp - 4 Barros, Julio César: "AL CONTRARIO DE LO QUE
DICEN El abuelo de Cortez", en La Unión digital,
Edición Número 2572, Lunes 1 de Marzo de 2004,
www.launion.com.ar. - 5 novela inédita
- 6 Ruiz, Mariana: "ENTREVISTA CON GRACIELA PEREIRA.
PRESIDENTA Y FUNDADORA DE LA ASOCIACIóN CULTURAL "OS
GROMOS" "Las instituciones gallegas tuvieron un signo machista,
como era la sociedad de la época" ", en Galicia en el
mundo,
http://www.cronicasdelaemigracion.com/article.php?article_id=2657&category=2&action=read. - 7 Chiaravalli, Verónica: "Un corazón
tomado por la memoria", en La Nación, Buenos Aires, 15
de agosto de 1999. - 8 Garzón, Raquel: "ENTREVISTA CON MARIA G.
HENESTROSA Bajo el signo del folletín". (Foto: David
Fernández), en Clarín, Buenos Aires, 19 de
noviembre de 2002. - 9 Guerriero, Leila (texto) y Lucesole, Martín
(fotos): "Cuentos de gallegos", en La Nación Revista, 17
de abril de 2005. - 10 Muleiro, Vicente: "El mirador", en Clarín,
Buenos Aires, 27 de septiembre de 1998. - 11 Madrazo, Cecilia: "Martín Seefeld: 10 cosas
que sé", en La Nación Revista, Buenos Aires, 29
de diciembre de 2002. - Vidal, Mario: "Colaboraciones", en
http://www.elortiba.org/colabora13.html. Buenos Aires,
2001. - 12 Demare, Silvina: "Cecilia Figaredo METIDA EN EL
BAILE", Fotos: Alejandra López, en Clarín Viva,
Buenos Aires, 18 de diciembre de 2005. - 13 Savoia, Claudio: "El equipaje de los
sueños", en Clarín, Buenos Aires, 14 de enero de
2000. - 14 Ferrer de Carrau, Margarita: "CONVERSACIONES EN EL
FILO DEL MILENIO, Entrevista a María González
Rouco", en El Tiempo, Azul, 3 de septiembre de
2000. - 15 Carballeda, Elsa: "El altillo de Elsa", en
Floresta y su mundo. Año 9, N° 106. Febrero de
1999. - 16 En La Capital de Mar del Plata.
- 17 Delgado, Alicia: "Otra cocina española en
Palermo", en La Nación Revista, Buenos Aires, 30 de
abril de 2005. - 18 Puente, Silvia: "En domingo aprendí a
pensar", en La Nación Revista, Buenos Aires, 25 de marzo
de 2007. - 19 Gil, Rafael: en "de Cartas, Barcos y Trenes",
catálogo de la muestra de Néstor Goyanes en
Ática Galería de Arte, mayo de 2008. - 20 Alvarez Russó, Rodolfo: "Mis recuerdos de
Gardel", en
http://inmigracionyliteratura.blog.arnet.com.ar/archive/2009/03/04/mis-recuerdos-de-gardel.html.
Argentinos de otras
colectividades
Según lo que comían, Santiago de Estrada
podía reconocer la procedencia de los habitantes de los
conventillos: "Encienden carbón en la puerta de sus
celdillas los que comen pucheros: esos son americanos. Algunos
comen legumbres crudas, queso y pan: esos son los piamonteses y
genoveses. Otros comen tocino y pan: esos son los asturianos y
gallegos. El conventillo es el reino de la ensalada cruda"
(1).
La historia de un café tiene que ver con un
inmigrante: "Tan cheto, tan cheto, pero La Biela empezó
siendo, en 1850, una pulpería de un gallego que le quiso
poner La Veredita, pero le salía "viridita" "
(2).
García Meróu destaca la importancia de los
Juegos Florales del Centro Gallego: "Los Juegos Florales, en que
obtuvieron premios Andrade, Oyuela, Castellanos, García
Velloso, etc., produjeron un pequeño movimiento literario
que debe ser estudiado y apreciado por todo el que quiera
reflejar, aunque sea de una manera superficial, las
manifestaciones del intelecto argentino en la época
contemporánea" (3).
José Navarro y Humberto Sánchez fundaron
la conocida tienda marplatense "Los gallegos". "Con poca
mercadería y muchas ganas de ganar dinero, los dos
gallegos dormirían muchas noches sobre los dos
únicos mostradores de la tienda vencidos por el cansancio
de largas horas de trabajo y temerosos que un desborde del arroyo
se llevara rápidamente las ganancias del mes". A ellos se
sumaron más tarde los empleados Enrique Martínez y
José Vicario. "Recuerda doña "Conce", la esposa de
José Vicario que "cuando ellos (Vicario, Martínez y
Navarro) iban al campo a hacer propaganda y vender, nosotras las
mujeres, preparábamos las viandas. Es que estaban afuera
varios días y debían llevar la comida. Sí,
claro que con la señora de Martínez
tratábamos de ayudar. Hubo épocas muy malas, como
aquella de la crisis del 30… bueno, nosotras
confeccionábamos ropa interior, camisetas y todas esas
prendas para ser vendidas en la tienda…" (4).
Cerca de Médanos abrieron la Proveeduría
"El Progreso" los hermanos Martínez y la esposa de uno de
ellos. "Tanto Paco como Pepe –relata Isaías Leo
Kremer- eran medio duros de entendederas, pro nunca dejaron de
pagar sus cuentas, ni de tener preparados los billetes para los
proveedores, cuando estos presentaban sus facturas. (…) Los
gallegos, no sólo eran muy trabajadores, sino que
hacían todo solos, no contrataban personal alguno; esto,
unido a una vida austera, hizo que pronto cimentaran su
posición" (5).
Otros gallegos viajaban a Ushuaia. " "El Gallego
Penitenciario" ocupó un rol tan destacado en la historia
de los primeros penales que fue honrado días atrás
con una estatua recordatoria, ubicada en un lugar central del
Museo del S.P.F. "A principios de siglo los primeros guardias
eran gallegos o yugoslavos, traídos a la Argentina para
trabajar en las cárceles. Muchos llegaban al puerto de
Buenos Aires y seguían viaje al penal de Ushuaia; otros
paraban en el Hotel de Inmigrantes y eran destinados a unidades
de acá", recuerda el alcaide mayor retirado Horacio
Benegas, asesor del museo y jefe de visitas de la Unidad 16 en
los 60" (6).
Daniel Yarmolinski y Graciela Pesce relatan una
anécdota que tiene como personajes a Discépolo,
Tania y un gallego: "Nos cuenta Francisco García
Giménez que alguna vez escuchó junto con otras
oersonas, el siguiente relato de boca de don Enrique Santos
Discépolo (Discepolín): En los días que nos
llegaban mal barajados por la suerte contraria, un 24 de
diciembre estábamos en casa solos, secos y amargados. De
repente, llamaron a la puerta. Tania, mi mujer, fue a abrir…
¡Era el gallego del almacén de enfrente con una
canasta repleta!… Desde la avellana al turrón, desde las
pasas de uva a la sidra: "como ustedes no me hicieron
ningún pedido, me atreví a traerles esto. No se
preocupen me lo pagarán cuando puedan". ¡Lo
machuqué de un abrazo! Tania, emocionada se puso a llorar"
(7).
Francisco Gil nació en Vilar, Pontevedra, en 1915
y llegó a la Argentina a los cinco años. Fue "un
gallego que se sintió argentino y organizó durante
décadas encuentros entre autores y lectores, que son el
antecedente más cercano a la Feria del Libro". "En 1960,
Don Francisco sintió nostalgias de su tierra natal y quiso
visitarla. Sus amigos se ocuparon de cumplir su deseo.
Agustín Pérez Pardella, escritor y capitán
de navío, lo llevó en su barco hasta Pontevedra. El
dinero para la estada provino de una rifa de una obra que
donó Berni" (8).
En Mar del Plata, en noviembre de 2000, el diario La
Capital publicó una nota de Esteban Turcatti titulada "El
gaucho que conquistó el mundo". En ella leemos: "Bernaldo
Souto, poeta gallego, había traducido el Martín
Fierro a ese idioma en el año 1980. Establecido en la
Argentina desde hace muchos años, regresó
recientemente de su tierra natal, Galicia, donde es muy conocido
por su obra literaria y periodística. Allá
brindó una serie de conferencias y presentó tres
libros de poesías bajo el título "Luz y sombras".
Pero su mayor satisfacción fue enterarse que en fecha
próxima, su traducción gallega del Martín
Fierro será publicada por la Xunta de Galicia, en una
edición bilingüe de lujo" (9).
"Hacia la época del Centenario –destacan
Marcelo Alvarez y Luisa Pinotti- cuando la ola española
supera a la italiana, los "gallegos" (y especialmente los
auténticos hijos de Galicia), asomarán tras los
mostradores de almacenes, hoteles, restaurantes, bares y
confiterías. La política de la "amalgama"
triunfará en el lugar menos previsto por sus
ideólogos: la cocina (en todo caso, la cocina del
conventillo se presenta como primer espacio de reconocimiento,
negociación e integración). La gastronomía
italiana será adoptada, resignificada y servida por
cocineras y cocineros españoles en lugares públicos
y en casas particulares. Se estaba produciendo, en todo caso, el
fin de las "islas culinarias" de los grandes contingentes
migratorios: la revolución "que acaba estructurando las
características esenciales del menú porteño.
El menú porteño se define: no es otra cosa que los
platos más emblemáticos de la gastronomía
italiana junto con la carne criolla y algunos manjares
españoles (tortilla de papas) y franceses (omelettes),
cocinados y servidos por hijos de la península…
ibérica. Las salsas tendrán una
condimentación distinta (la "pomarola" se olvidará
del aceite de oliva), los tiempos de cocción serán
otros, los ingredientes serán alterados, subvertidos u
omitidos. (…)" (10).
En España, un gallego que retornó sin
haber podido "hacer la América" encontró en los
manjares argentinos un medio de vida. Lo cuenta Norma Morandini:
"como la patria es la infancia, el tiempo se evoca con los
sabores que se perdieron. En una pastelería de la calle
Menéndez y Pelayo, cerca de la plaza Cavia, se forma una
fila para comprar. Un pequeño negocio donde se pueden
conseguir medialunas, tarta de acelga, yerba, vinos argentinos y
esa delicia que se arma como exclusividad nuestra, los sandwiches
de miga. (…) lejos de lo que podría pensarse, el negocio
no pertenece a ningún argentino. Su dueño, un
gallego que vivió veinte años en la Argentina, al
regresar encontró la prosperidad que le fue esquiva como
inmigrante. Gracias a los sabores que se trajo del Río de
la Plata, su negocio crece cada día" (11).
Algunos descendientes de inmigrantes se dedicaron al
tango. No es muy amable la impresión que tenía
Carlos Gardel sobre el tango ejecutado por españoles, ya
que le dijo a Astor Piazzolla: "Mirá pibe, el "fueye" lo
tocás fenómeno, pero al tango lo tocás como
un gallego" (12).
En casa de los Villafañe trabajó "una
señora española", de la que dice Javier, el
titiritero: "tenía una memoria extraordinaria y
decía romances antiguos españoles
–aprendí de ella el Romance del cebollero-. Pablo
Medina destaca: "La insistencia con que Javier Villafañe
vuelve de tanto en tanto en sus conversaciones sobre la figura de
aquella gallega Rosa, la cuentacuentos, poemas, romances y otros
decires, es significativa no sólo por su evocación
sino también porque la califica como imagen formadora"
(13).
" "Si cantan, es ti que cantas; si choran, es ti que
choras; i es marmurio de rio, i es a noite, i es a aurora". Estos
versos de Rosalía de Castro, así como muchos otros
de tantos poetas gallegos pudieron oírse durante
décadas en los labios de Lita Soriano (…) la actriz del
decir gallego por excelencia y aquella intérprete de
carácter que supo descollar en teatro, TV y radio,
principalmente. (…) "Lita fue una trabajadora total de la
actuación. Sufría mucho cuando no estaba activa. Su
vida eran el teatro y sus sobrinos", cuenta Roberto Trespando,
que fue su esposo durante 40 años" (14).
Refiriéndose a quienes debían actuar como
inmigrantes, dijo la actriz María Rosa Fugazot, en un
reportaje: "Me crié entre actores capaces de hacer un
italiano perfecto, un gallego, un turco, un judío
perfecto. Actores que no imitaban un acento; sabían
penetrar una psicología. Los personajes del sainete eran
simples en apariencia, pero con nostalgia por su tierra y un gran
amor al lugar que los había acogido. Eran seres complejos,
que había que saber observar" (15).
La actriz Rita Cortese recuerda la presencia inmigrante
en la sociedad: "Cuando yo era chica, los inmigrantes europeos
eran algo vivo y cercano. Tanos y gallegos, como decíamos,
estaban allí, al lado nuestro, en la calle, en el barrio.
Pesaba su manera de ser y de hablar, sus costumbres, comidas,
espectáculos. Formaban parte de nuestra vida cotidiana"
(16).
Carlos Gorriarena evoca su infancia cosmopolita: "Mis
primeros recuerdos son los de un barrio de casas bajas,
espaciadas, deplorables; frescas en el verano por las
enredaderas, los vastos espacios de las quintas que entonces,
donde ahora también se levantan deplorables edificios
altos, proveían de verduras a la pueblerina capital.
Calles de tierra, con puentecitos que las separaban de las zanjas
de las aguas servidas; también de las aguas de lluvias
torrenciales, de las veredas también meadas por los perros
y cubiertas por tramos de pastizales cortos. (…) Una
población poco indígena, compuesta de inmigrantes
armenios que por las noches se reunían en manadas para
rememorar los asesinatos cometidos por los turcos… Polacos,
italianos y gallegos" (17).
La confluencia de inmigrantes de distinta procedencia y
de criollos permite que confraternicen y que conozcan sus cocinas
típicas. En una calle porteña vivió
doña Catalina, la madre de Miriam Becker. En una sentida
evocación que escribe poco después de la muerte de
la rumana, comenta que la anciana "De sus vecinos
-españoles, italianos, argentinos del interior-,
había descubierto que el mejor arroz con pollo lo
hacía doña María, la gallega, pero sin
panceta; lo rico que eran el grelo, la nabiza y la achicoria como
los preparaban los Brunetta –los italianos saben comer
verduras-, y que las empanadas con la carne cortada a cuchillo de
doña Pepa eran mejores que con la picada común"
(18).
Maximiliano Matayoshi es el autor de Gaijin, novela que
ganó en 2002 el premio Primera Novela Alfaguara –
UNAM.
El expresó: "Me fascina la cultura celta, los
irlandeses y los escoceses. La primera atracción que tuve
fue su rebeldía, su estar en contra del Imperio.
Después hay un montón de miradas que tienen los
celtas que son tan poco occidentales y tan ricas de por
sí. Estudié inglés en Edimburgo y en
Dublín. Me encantan. Son una cultura que se quiso acallar
pero que peleó para salir a la superficie. Los irlandeses
pelearon hasta el final, los escoceses pelearon hasta el final,
los gallegos la pelearon yéndose, emigrando. Porque no
siempre irse es escapar. Lo celta quedó como
símbolo de la rebeldía" (19).
En "A Coruña, con sugestivos semblantes", escribe
Horacio de Dios: "don Amancio Ortega, que nació y sigue
viviendo aquí, lanza los modelos que se extienden en todo
el planeta al compás de sus tiendas Zara y marcas anexas
que lo han convertido en uno de los diez hombres más ricos
del mundo, según la revista Forbes. (…) Lo que ocurre es
que su historia de éxito espectacular tiene mucho
más que ver con la actualidad que el antiguo sueño
de hacerse la América y volver a la patria chica para
construir una mansión que demostrara a los vecinos
qué bien les había ido. Los gallegos dejaron de
emigrar y hoy son un ejemplo para seguir sin salir de su casa"
(20).
John Argerich se refiere a algunos inmigrantes:
"recordé una copla que cantaban los mozos gallegos del
Munich que hay frente al Rosedal: "De Cádiz a Vigo/ de un
salto llegué…/ Tan sólo por verte/ La punta del
pie" " (21).
En "El gueto de Villa Crespo", Alberto Benchouam
escribe: "También se cuenta la graciosa historia de una
gallega, encargada de un inquilinato que al ver aparecer a un
niño llorando por un insulto, exclamó
extrañada: pobre niño… qué culpa tiene de
ser judío y se dice que en ese mismo mes increpó a
un compadrito: Mire usted hace tres meses que me debe el alquiler
de la pieza… sepa que aquí hay muchos que aunque son
judíos y no los saca usted de esa por perdidos que
estén… pagan puntualmente" (22).
En 2006 se vio en la Argentina la miniserie Vientos de
agua, una coproducción del canal Telecinco de
España, Pol-Ka y Cien bares (la sociedad de Campanella y
el autor Eduardo Blanco. La dirigen Juan José Campanella,
Sebastián Pivotto, Paula Hernández y Bruno Stagnaro
(23).
Entrevistado por Sandra Russo, manifestó
Campanella: "La coproducción argentino-española,
una historia de exilios cruzados entre inmigrantes de las
primeras décadas del siglo XX y los argentinos que huyeron
en el 2001 admite, según Campanella, una clara
connotación: "Tenemos la fantasía de ser
"apolíticos", pero hacemos política
permanentemente, hasta cuando miramos televisión".(…)
Cuenta Campanella que para los trece capítulos de Vientos
de agua trabajaron dos años y medio. "Escribimos los dos
primeros guiones cuatro autores juntos: Aída (Bortnik),
Juan Pablo (Domenech), Aurea (Martínez) y yo. Fueron ocho
meses. No sólo había que recrear la génesis
de los personajes, sino el modelo de estructura sobre el que
descansaría la historia. Mucho ida y vuelta, mucha
reescritura. El resto de los guiones se llevó adelante
desde marzo de 2004." La idea de entrecruzar a un inmigrante
asturiano analfabeto que abandona su tierra natal perseguido por
la Guardia Civil con la de su propio hijo, un arquitecto que en
2001 cruza el Atlántico hacia España buscando
cómo rearmar su vida y mantener a su familia, se le
ocurrió al director mientras vivía en EE.UU., donde
residió 18 años. "Un día, en Nueva York, me
desperté a las cinco de la mañana para leer todos
los diarios argentinos antes de ir a filmar, y pensé
"pobre el abuelo, que no podía hacer esto", pero
después, destruido por la realidad argentina, me dije:
"bueno, qué suerte que el abuelo pudo olvidarse de todo y
empezar de cero". O sea, el desarraigo, antes y ahora, es
tremendo." Y sobre el desarraigo cabalga Vientos de agua, porque
tanto en el barco "Aquitaine", que trae al asturiano
Andrés Olalla a la Argentina, como en el piso
madrileño en el que se hospeda muchas décadas
más tarde su hijo, hay cubanos, húngaros,
franceses, italianos, gente que por un motivo u otro tuvo que
dejar su tierra y se hace mutuamente una compañía
precaria pero al mismo tiempo férrea: la
compañía que se hacen los desesperados. Allí
nacen esas amistades que se mantendrán de por vida y los
roces inevitables de los que intentan permanentemente mantener
algún tipo de equilibrio".
"¿Por qué Andrés es asturiano y no
gallego? De las corrientes inmigratorias, la más
identificable para los argentinos es la gallega. Quienes
trabajaban en la miniserie dudaban. Hubo un par de elementos que
inclinaron la balanza hacia Asturias. "La idea siempre fue serles
fiel a todos los idiomas y dialectos. Se habla italiano, pero
también genovés o comasco, por ejemplo. Y el bable,
que es el dialecto asturiano, es menos cerrado y más
parecido al castellano", cuenta Campanella. "Pero además,
Asturias es España, el resto es tierra reconquistada. Y
hubo revueltas mineras en el "34, que fueron la mecha que
encendió la Guerra Civil. Así que tomamos el mundo
minero de Asturias" (24).
En noviembre de 2006, me escribió Nisa Forti
Glori, italiana radicada en la Argentina: "Yo estuve en
Vigo-Nigrán-Bayona en abril-mayo y volví embelesada
por la belleza de las rías y por la serenidad y
'honestidad' de los lugareños. Con decirte que cuando
llegué, creo que a Santiago de Compostela, un empleado o
funcionario en el aeropuerto me saludó así:
'Bienvenida a esta ciudad. Aquí no debe preocuparse por
nada. Nadie la va a asaltar, ni a robar,ni hacerle daño.
Dediquese a disfrutar su estadía. Queremos que vuelva'. Me
sonaron a palabras celestiales".
El tenor Darío Volonté recuerda una
anécdota que tuvo como personaje a un
inmigrante:
"Trabajó para varias agencias de fletes y algunas
empresas. "Cargué heladeras, bolsas de cemento, pianos, lo
que fuera", cuenta. Y empezó a tomar clases de canto con
José Crea, su "único maestro". Quien le hizo
comprender que contaba con una voz de tenor que podía ser
su instrumento. Una tarde, cuando se estaba yendo a su clase,
otro fletero lo paró:
– ¿A dónde vas?
– A Temperley, a estudiar canto.
– ¿Se come de eso?
– Si a uno le va bien, sí.
El Gallego lo despidió con un mensaje "bien de
inmigrante que se rompió el traste", que Volonté no
olvidaría jamás: "Entonces, estudiá" "
(25).
Rolando Hanglin evoca a una mucama gallega: "Mi
cuñada María José Ordóñez
tiene una mucama de 80 años llamada Ricarda. Llevan juntas
algo más de 50 años. No son muchas las tareas que
Ricarda cumple hoy: es una señora mayor. Pero nunca
será despedida. Jamás será sancionada. No
piensa entablar litigio laboral. Porque María José
y Ricarda pertenecen a la vieja alianza. Patrona y mucama, dos
mujeres unidas en la riqueza y en la precariedad, la salud y la
enfermedad, la suerte y la desgracia. Para siempre. La patrona
(en este caso) paga la jubilación, algunos pesos para
gastos y el plan médico privado. Uno de los buenos. Y la
mucama vive en su casa de siempre, la casa de la patrona.
Allí tiene su habitación, sus cuadros, sus fotos,
su ropa, sus recuerdos. Así será, hasta que llegue
la hora final para alguna de las dos. Naturalmente, Ricarda tiene
sus hijos y sus nietos.Y los visita regularmente. Pero ya se
sabe: es ley de vida, los hijos tienen, cada uno, su propia
historia. Hoy por hoy, cada uno tiene que contar –para la
vejez– con un puñado de seres queridos que ha
elegido uno mismo. Su pareja, tal vez un hermano, algún
amigo entrañable… ¡Y eso es todo! Así era
antes. Mi tía Cándida Braga tuvo durante 50
años a doña Carmen García, oriunda de La
Coruña. Y mi abuela Matilde contó con la
morenísima Lucía, a quien poco y nada pudo pagar en
los últimos años. Hasta que las dos murieron de
viejas. En esa íntima alianza incondicional, cada una
tenía su papel. La mucama era mucama. La patrona era
señora. "La señora." Había códigos de
respeto sacrosanto. Una daba las órdenes (nunca como una
tirana caprichosa; eso no es de señora), la otra
obedecía ligerito, pero sin servilismo. Cocinando y
barriendo con un nivel profesional que ya no existe. Había
jerarquías diferentes, pero al mismo tiempo solidaridad,
ternura, afecto, compañía, decencia"
(26).
Desde Madrid, escribe Silvia Pisani: "A los alcaldes
españoles les ha dado por cuestionarse. No por chanchullos
inmobiliarios -¿qué es eso?- sino por banalidades
tales como las últimas causas aristotélicas.
Ahí va un ejemplo: "Madrid, ¿qué
pasaría si nunca pasara nada?", interroga -campaña
publicitaria mediante- el ascendente regidor madrileño,
Alberto Ruiz Gallardón.
Por pasar, pasa de todo. Incluso que la población
rota, cambia, hace la valija, viene y se va a ritmo de
vértigo. Hoy, según datos oficiales y a caballo de
la fuerte corriente migratoria, uno de cada seis habitantes de la
capital española es extranjero. Vienen de todos lados, de
todas las lenguas y con una fuerte posibilidad de empezar su
nueva vida como camarero.
Ellos llegaron y otros se van, desaparecen, se
transforman o, como corresponde a la época, se reciclan. Y
el cambio ahora se devora al mozo gallego, convertido en especie
en extinción, en beneficio de la nueva camada de camareros
que llegan sobre todo de América latina, y que, en vez del
áspero "¿qué le pongo?" cuando uno se acerca
a la barra, ofrecen, con voz temerosa, un "agüita"
después de comer.
Se acaban los mozos gallegos. Y es posible que los
últimos se encuentren en Buenos Aires, como una especie
para proteger. Una estirpe que desciende de aquellos otros
inmigrantes que llegaron cuando la ciudad no era una "actitud"
sino una poderosa esperanza. Una mano servicial y
entrañable que, como casi todo, un día crece. Y se
va" (27).
"En febrero de 2008, comenta José
Enrique:
"No soy gallego ni descendiente de ellos, quizá
el hecho de haber nacido en la Quinta Provincia Gallega, Buenos
Aires, me otorgue algun derecho sobre el tema, era apenas un
hablante y estudioso del habla de nuestros vecinos
brasileños hasta encontrame con una nasa cuya carnada era
un escrito en Gallego Reintegracionista, entré en la nasa.
Los gallegos saben que esas nasas de Normas Gramaticales tienen
muchos agujeros y centolla o rodaballo que en ella entre
sólo se queda adentro si le alcanza algun hechizo. Pues al
diablo con las normas, Dónde están las palabras
genuinas de los hombres de la tierra? Así este argentino
que había navegado de la Bahía de San Salvador
hasta las costas portuguesas, seguido el viaje hasta Angola,
Timor y siempre más allá, acabó en las
Villas de Corme y Laxe y raspando las piedras de la costa
arrancando los frutos del mar con los perceberos de El Roncudo.
Vivo en Australia y más allá del Tango y el Mate,
aprender buen Gallego es la manera de dejaros bien claro que sois
mucho mucho más que el blanco de nuestros "Chistes de
Gallegos". Sólo una cosa, estos gallegos de Galicia no son
ni la sombra de los gallegos de ultramar, no tienen el aliento ni
el arrojo de los gallegos de Buenos Aires. Le cabe a Ustedes
cuidar el idioma y enfrentar a la Xunta en la obstinada defensa
de lo que les corresponde y gallego que se atreva a la pedante
intención de negaros tal derecho, también se
llevará una hostia de este neofalante. Mis tangos
australianos en el URL http://www.unsigned.com/tangobarquartet,
mi regalo y homenaje final. Apertas" (28).
Notas
- 1. Estrada, Santiago: Viajes y otras páginas
literarias. 1889. Citado por Jorge Páez en El
conventillo, Buenos Aires, CEAL, 1970. - 2. S/F: "Programa de Domingo", en Clarín Viva,
Buens Aires, 9 de noviembre de 2003. - 3. García Merou, Martín: Recuerdos
literarios. Prólogo y notas de Julia Elena Sagaseta.
Buenos Aires, Rudeba, 1973. - 4. S/F: "El baratillo", en La Capital, Mar del Plata,
25 de mayo de 2000. - 5. Kremer, Isaías Leo: "Proveeduría "El
Progreso" ", en Mundo Israelita. Buenos Aires, 8 de agosto de
2003. - 6. Messi, Virginia: "Los últimos días
de la vieja cárcel de Caseros", en Clarín, Buenos
Aires, 8 de noviembre de 2000. - 7. Yarmolinski, Daniel y Pesce, Graciela:
Bulebú con soda: tangos para chicos. Con prólogo
de Horacio Ferrer. Buenos Aires, Corregidor, 2005. 256
pp. - 8. Marabotto, Eva: "La esquina del librero, barro y
pampa", en Clarín, 5 de noviembre de 2000. - 9. Turcatti, Esteban "El gaucho que conquistó
el mundo", en La Capital, Mar del Plata, 5 de noviembre de
2000. - 10. Alvarez, Marcelo y Pinotti, Luisa: op.
cit. - 11. Morandini, Norma:
- 12. S/F: "Astor Piazzolla. Alma de bandoneón",
en La Capital, Mar del Plata, 25 de mayo de 2000. - 13. Medina, Pablo: "Historias de ida y vuelta", en
Villafañe, Javier: Antología. Obra y
recopilaciones. Buenos Aires, Sudamericana, 1990. - 14. Gorlero, Pablo: "Lita Soriano: una actriz de
carácter", en La Nación, Buenos Aires, 28 de
marzo de 2004. - 15. Cosentino, Olga: "Cosecharás tu siembra",
en Clarín, Buenos Aires, 18 de octubre de
2000. - 16. Gaffoglio, Loreley: "Me acordé de un viejo
amor", en La Nación, Buenos Aires, 21 de julio de
2002. - 17. Gorriarena, Carlos: "gorriarena por gorriarena
"Un cuadro tiene que romper la pared" ", en
www.pagina12.com.ar, 26 de Junio de 2005. - 18. Becker, Miriam: "La última idische mame",
en La Nación Revista, 23 de marzo de 1997. - 19. Giuffré, Mercedes: "En busca de la
identidad argentina", en Sitio al margen, Diciembre de 2003,
www.almargen.com.ar. - 20. Dios, Horacio de: "A Coruña, con
sugestivos semblantes", en La Nación, Buenos Aires, 12
de septiembre de 2004. - 21. Argerich, John: "El amasijo ARRIBA Y ABAJO (Donde
se habla de lo que dijo el finado Pestolini en cierta
oportunidad), en Argentina Universal, Wahington D. C.,
Septiembre de 2005. - 22. Benchouam, Alberto: "El gueto de Villa Crespo",
en Feierstein, Ricardo y Sadow, Stephen (comp.): Crecer en el
gueto Crecer en el mundo. Buenos Aires, Milá,
2005. - 23. Lamazares, Silvina: "DETRÁS DE ESCENA DE
LA GRABACION DE "VIENTOS DE AGUA" Una historia de inmigrantes
en dos tiempos", en Clarín, Buenos Aires, 2 de setiembre
de 2005. - 24. Russo, Sandra: "Vientos de agua", la miniserie
dirigida por Juan Jose Campanella "Antes y ahora, el desarraigo
es tremendo", en www.pagina12.com.ar, 11 de Junio de
2006. - 25. Slusarczuk, Eduardo (texto) y Rosito, Enrique
(fotos): "La voz del barrio", en Clarín Viva, Buenos
Aires, 26 de noviembre de 2006. - 26. Hanglin, Rolando: "PENSAMIENTOS INCORRECTOS Las
mucamas", en La Nación Revista, Buenos Aires, Domingo 31
de diciembre de 2006. - 27. Pisani, Silvia: "El mozo gallego, en
extinción", en La Nación, 18 de marzo de
2007. - 28.
http://inmigracionyliteratura.blog.arnet.com.ar/archive/2008/01/19/noticias-argentinas-en-anosacosta.html
Inmigrantes de otras
colectividades
En 1944, escribe Constancio C. Vigil en El Maíz,
fabuloso tesoro (1):
"Pero una vez más les ocurrió a los
españoles, y luego a los restantes europeos, lo mismo que
le ocurre a cada hombre en particular: lo de mirar y no ver, lo
de tener y no saber lo que se tiene, lo de menospreciar lo ya
alcanzado para desear otra cosa.
Sólo hubo una excepción y
correspondió a los de Galicia, porque poseen mucho de
aquello que se llama 'sentido común'. Los gallegos
advirtieron que el maíz superaba al oro, puesto que era
oro comestible, lo valoraron en todos sus quilates, lo sembraron
con amor, lo cosecharon con entusiasmo y lo aderezaron a la
manera de los indios. Aún hoy se come en Galicia un pan de
maíz que es manjar difícilmente superable. La
planta del maíz o su mazorca están allí
siempre presentes, como si estas provincias fueran una
prolongación de América. Más aún lo
parecen porque su gente vive con el pensamiento allá y
aquí a la vez, y físicamente viene y regresa de
contínuo, y no cree cambiar de patria cuando llega al
Nuevo Mundo" (1).
Vigil, Constancio C.: El maíz, fabuloso tesoro.
Buenos Aires, Atlántida, 2007. 120 pp.
Gallegos no inmigrantes
José Luis Baltar Pumar, presidente de la
diputación de Orense, se refirió en 1998 al
sentimiento de los gallegos emigrantes: "Los gallegos han
colaborado en la realización de la Argentina, pero nunca
se han olvidado de su madre patria, cuando podría existir
un sentimiento de rencor por no haberles dado la posibilidad de
progresar en su lugar de nacimiento. Ellos saben que si Galicia
no les ha dado oportunidades es porque no ha podido"
(1).
En una entrevista, afirma Carlos Rodríguez
Brandeiro, Coordinador del Area de Lengua Gallega del Colegio
Santiago Apóstol, de Buenos Aires: "muchos de los padres
de los niños, aunque son gallegos o descendientes de
gallegos no tienen conciencia de ello e incluso a veces lo
niegan. Tengo la sensación de que dejan lo gallego un poco
de lado. Creo que el ambiente global de Buenos Aires, aunque por
la cantidad de gallegos y descendientes que hay aquí le
decimos la quinta provincia gallega, no es de galleguidad"
(2).
Entre los gallegos emigrantes, la gaita era un
instrumento muy difundido. El gaitero Carlos Núñez,
de paso por nuestro país, dijo en un reportaje que "los
mejores gaiteros no permanecieron en Galicia sino que la
mayoría vino a Buenos Aires, muchas veces exiliada". En la
Argentina y en Cuba, entraron en contacto con otros ritmos, al
punto que "La música gallega se benefició de estas
influencias, de estas tradiciones más abiertas"
(3).
Arturo Lezcano me escribe que la madre de José
María Martín trajo desde Galicia un cuadro titulado
"La abuela y el niño", de Fernando Alvarez de Sotomayor.
Pensaba procurarse con su venta algún dinero para
establecerse en América.
Notas
- 1 Estévez, Paula: "Buenos Aires es nuestra
5° provincia de ultramar", en La Prensa, 7 de noviembre de
1998. - 2 Ruiz, Mariana: "Carlos Rodríguez Brandeiro,
Coordinador del Area de Lengua Gallega del Colegio Santiago
Apóstol "Con nuestro trabajo queremos conseguir que el
Colegio irradie galleguidad en Buenos Aires" ", en Galicia en
el mundo. Buenos Aires, 5-11 de julio de 2004. - 3 Monjeau, Federico: "Carlos Núñez. En
la cresta de la ola celta", en Clarín, Buenos Aires, 11
de mayo de 1998.
Foto:
http://www.agrileira.com/images/fotoscarlosn.htm.
Foto de A L:
http://www.lavozdegalicia.es/hemeroteca/2001/04/28/536219
Españoles inmigrantes
Sergio Pujol cita el testimonio de un inmigrante
asturiano famoso: "en los ambientes copados por inmigrantes,
quien desee tutearse de vez en cuando con el tango deberá
aceptar el espectáculo de otras danzas; la jota hace furor
en el Velódromo y en el Pabellón se bailan todos
los ritmos, según ordene el maestro de turno.
Escribirá años más tarde el dibujante
Alejandro Sirio en su libro De Palermo a Montparnasse: "Bajo
hileras de banderitas españolas, en medio de una
babélica algarabía de baladros "iujujús" y
"aturuxos" y al son de la jeremíaca gaita, la gimiente
chirimía, la zumbona guitarra, del insistente bombo, el
redoblante tambor y la intermitente pandereta, brincan y saltan
estos romeros sus jotas, zortzicos, sardanas, muñeiras y
seguidillas, hasta quedar extenuados. Bailan para descansar del
agobiador trabajo cotidiano" (1).
Notas
1. Pujol, Sergio: Historia del baile. Buenos Aires,
Emecé, 1999. 440 pp.
Españoles no inmigrantes
En febrero de 2005, el Presidente de España, Don
José Luis Rodríguez Zapatero, escribió al
Centro Gallego de Azul. En esa misiva expresó: " (…)
Estuve encantado de visitar el país hermano que ha acogido
a tantos ciudadanos españoles, que en muchas ocasiones y
por las dolorosas circunstancias que todos conocemos, no tuvieron
más remedio que dejar España para refugiarse en
otros países, de entre los que cabe destacar muy
especialmente la República Argentina, en donde fueron
recibidos con tanta solidaridad y cariño. (…) "
(1).
Entrevistado por Marina Aizen, dijo Julio Iglesias,
madrileño hijo de un orensano: "Argentina es un
país que no puedo entender. ¿Cómo un
país hecho por inmigrantes se convierte en un país
de emigrantes en el mismo siglo? Un país donde llegaron
los bisabuelos con tanta visión, con tanto cariño,
tantas fuerzas, se montaban en aquellos barcos, si vieran que
después de 80 años esos bisnietos, nietos, tuvieran
la necesidad de irse" (2).
Notas
1 S/F: "El Centro Gallego de Azul recibió el
agradecimiento del Presidente de España", en El Tiempo,
Azul, 27 de febrero de 2005.
2 Aizen Marina (texto), Canero, Jesús (fotos):
"Si me dejas no vale", en Clarín, Viva, 8 de abril de
2007.
Antología
Memorias
En Juvenilia, Miguel Cané se refiere a
inmigrantes de ese origen:
"Recuerdo una revolución que pretendimos hacer
contra don José M. Torres, vicerrector entonces y de quien
más adelante hablaré, porque le debo mucho. La
encabezábamos un joven Adolfo Calle, de Mendoza, y yo. Al
salir de la mesa lanzamos gritos sediciosos contra la mala comida
y la tiranía da Torres (!las escapadas habían
concluido!) y otros motivos de queja análogos. Torres me
hizo ordenar que me le presentara, y como el tribuno
francés, a quien plagiaba inconscientemente,
contesté que sólo cedería a la fuerza de las
bayonetas. Un celador y dos robustos gallegos de la cocina se
presentaron a prenderme, pero hubieron de retirarse con
pérdida, porque mis compañeros, excitados, me
cubrieron con sus cuerpos, haciendo descender sobre aquellos
infelices una espesa nube de trompadas. El celador, que, como
Jerjes, había presenciado el combate de lo alto de un
banco, corrió a comunicar a Torres, plagiando el a su vez
a Lafayette en su respuesta al conde de Artois, que aquello no
era ni un motín vulgar, ni una sedición, sino pura
y simplemente una revolución" (1).
En sus Memorias, Lucio V. Mansilla describe las
condiciones en las que los gallegos realizaban el viaje hacia
América: "El italiano no había comenzado aún
su éxodo de inmigrante. De España, en general del
Ferrol, de La Coruña, de Vigo sobre todo, sí
llegaban muchos barcos de vela, rebosando de trabajadores,
aprensados como sardinas (…) En cierto sentido eran como
cargamento de esclavos" (2).
En 1992, el diario Crónica editó la
colección Nuestro Siglo – Historia de la Argentina,
dirigida por Félix Luna. En uno de esos volúmenes,
titulado "El vigor de las colectividades 1914-1930", se incluyen
fragmentos del Diario, inédito hasta entonces, de un
gallego. El inmigrante escribe:
"De los cinco hermanos yo era el más chico, y
allá en aquellas aldeas cuando se tienen tres años
y pico ya hay que salir a llevar los chanchos al campo, cuando
uno es más grande debe salir con las ovejas, luego sale
con las vacas. El monte quedaba bastante retirado del pueblo; me
acuerdo que cuando salía con las ovejas o los chanchos
volvía a casa cuando ya era de noche. Pasaba todo el
día con un pedazo de pan y otro de panceta, cuando llegaba
la cosecha de castañas éstas se asaban y se
comían con papas y maíz. Era por eso que en las
cosechas no se pasaba hambre.
Con los 19 años de edad arribé a la
Argentina; a esa edad en que los mozos gallegos se ven obligados
a elegir un destino: por un lado la emigración, la gran
aventura donde uno juega sus posibilidades y da rienda suelta a
sus ansias; por el otro, la entrega de la propia vida a un poder
central servil y omnipotente, como auténticos
desheredados, muchas veces obligados a defender con las armas el
bienestar o el acrecentamiento de los bienes materiales de los
señoritos. Elegí la aventura, la misma aventura que
habíamos sido obligados a acometer tantos paisanos y mis
propios hermanos mayores. Emigré entonces a la Argentina.
Algún tiempo después tambien vino
mamá.
El barco que me trajo no era de lujo ni ofrecía
mucha seguridad. Finalmente, y luego de un sin fin de peripecias,
llegó al lugar de destino que fue la ciudad de Bahia
Blanca. Desde esa ciudad al sur de Buenos Aires, y junto con los
cinco primos que hicieron el viaje conmigo, viajamos en un tren
que nos trajo a Constitución, en la Capital Federal.
Llegamos allí sin un centavo, asombrados pero llenos de
ilusiones. Era el dia 3 de junio del año 1911, a las diez
de la mañana exactamente .
Si bien en esa época el trabajo no sobraba, no
faltaba tampoco para un gallego dispuesto y voluntarioso. Luego
de encontrar a los hermanos, volver a ver a los paisanos que
habían venido anteriormente y comenzar a relacionarme con
tantos otros que se hallaban en Buenos Aires, ciudad a la que
Castelar llamó "la quinta provincia gallega",
comenzó mi primer tarea. Mi hermano Antonio trabajaba con
don Marcelino Gayol vaciando pozos negros con baldes y a esa
tarea me agregué yo. Tenían un carro con
tanque.
En el año 1914 fui a hacer una temporada en la
cosecha, trasladándome con otros amigos y mi primo Pedro
al pueblo de Baradero en la provincia de Buenos Aires. Ese era un
trabajo que se realizaba por contrato y por temporada en el
interior del pais, y una actividad que desarrollaban muchos
paisanos aun no independizados económicamente.
En el año 1920 trabajé en el
frigorífico La Negra, pero yo andaba en los movimientos de
reivindicaciones obreras y quedé afuera tras la primera
huelga, que por aquellos tiempos eran muy violentas e intervenia
un organismo policíaco de represión, especializado
y de a caballo, al que Ilamaban "Ios cosacos" que más que
vigilantes nuestros eran como la guardia civil
española.
Prácticamente había completado la
formación que me acompañaría toda la vida.
Agradecí siempre mucho a los hombres que fueron solidarios
conmigo en aquella época y que tanto influyeron en mi
vida, como don Benigno Vilanova, la primera mano tibia que
encontré en eI pais, eI citado Rouco (dirigente
socialista), que ennobleció mi vida, y don Gabriel
López, tan generoso que, si algo de estudio tengo,
confieso que se lo debo a él" (3).
Luis Varela, octavo de catorce hijos, recuerda en De
Galicia a Buenos Aires: "En aquella época las familias
gallegas eran casi todas así de numerosas, y como nuestros
padres sólo nos enseñaban a labrar las tierras y
luego, de mayores, no alcanzaban las tierras para todos, era
habitual mandar a algunos para el convento, otros para curas, uno
se quedaba en la casa con los padres y los demás
veníamos para América. Muchas veces yo le
reproché a mi padre por tener tantos hijos, porque
habiendo nacido en la casa de un gran labrador, nos dejó a
todos en la ruina. Y él me contestaba que si tuviera tres
o cuatro, yo no hubiera nacido y la mejor riqueza sería no
tener que luchar con un truhán como yo".
"A la Argentina –señala en otro pasaje- no
se podía emigrar sin un contrato de trabajo, pero se
hacía responsable de nosotros mi tío José,
hermano de mi madre, que nos estaba esperando en el puerto,
acompañado de la hija, mi prima Norma, que lucía un
gorrito de punto muy blanco, y con una sonrisa y un beso nos
levantó un poco el ánimo, sintiéndonos ya
amparados en casa de nuestra familia americana, mis tíos
habían emigrado hacía ya 30 años y, por
supuesto, los hijos eran criollos. (…) La habitación
también estaba lista para los dos huéspedes. Dos
camitas plegables entre la pila de cajones de cerveza en la
cocina del bar, que era además depósito de
mercadería. Desfilaban las cucarachas de 5 ó 6 en
fondo, pero yo ya desfilare varias veces con otros bichos, y si
bien estaba familiarizado con las pulgas, había que
acostumbrarse a convivir con todo bicho viviente" (4).
Gladys Onega escribió Cuando el tiempo era otro.
Una historia de infancia en la pampa gringa (5), convencida de
que "todos tenemos derecho a escribir nuestra historia"
(6).
Su historia se inicia en Acebal, provincia de Santa Fe,
donde nace en 1930, y continúa en Rosario, ciudad a la que
se mudan en 1939. Sus primeros años transcurren en el seno
de una familia integrada por un gallego tan esforzado y
ahorrativo como autoritario; una criolla apasionada por la hija
mayor, la lectura y la costura; y dos hermanos, que acaparan la
atención que la pequeña reclamará para
sí. Junto a ellos encontramos la familia de la casa da
pena –los gallegos que quedaron en su tierra-, los
parientes gallegos que emigraron y los parientes criollos de la
madre, y los inmigrantes –en su mayoría italianos-
que viven en el pueblo.
"Todo parte de un hecho real –dijo en un
reportaje-, pero hay ficción en cuanto hay una
creación lingüística muy grande. Nunca
junté papeles ni documentos, pero en mi casa todo el
tiempo se estaban contando cosas. No había otra manera de
conectarse con la gente de España; no los
conocíamos. Sì hablè mucho con mi hermana y
con mis primas, quienes me ayudaron a reconstruir todo. Todas
estas cosas, igualmente, siempre estuvieron presentes en
mì. Incluso digo, con muy poca caridad, que en la familia
de mi madre eran "faltos", porque no era que repetìan
historias interesantes, sino que repetìan siempre las
mismas. Y èstas, de cualquier modo, aunque no eran
interesantes, se fueron fijando. Y del lado de los gallegos
siempre contaban historias diferentes y muy amenas, y
completamente extrañas sobre el viento, el frío, la
nieve, y las contaban en todo el pueblo".
El padre de Gladys Onega "Llegó solito, y cuando
fue a la casa de su tío Agapito Vega, hermano menor de mi
terrible abuela Carmen, esa noche lo pusieron a dormir en la
cochera y no en la cama más blanda, como aquella que le
reservaban siempre al tío Agapito en la casa da pena de
Galicia". La escritora se pregunta: "¿El tío que lo
encandiló en Galicia con la ilusión de
América fue el primero que empezó la
destrucción de la ilusión?".
Acerca de la abuela gallega de Gladys Onega, "contaban
que cuando servía el caldo, los cachelos y las coles, al
levantar el brazo en ademán inminente de servir la segunda
vuelta, las más de las veces se detenía arrepentida
y devolvía ese segundo cucharón intacto al pote;
ella sabía que cada bocado de más que hartaba a su
prole era un día que restaba para comprar o muiño
velho e o prado d"arriba y escriturar la tierra que faltaba para
unir los pequeños retazos del minifundio en una propiedad
mayor".
El inmigrante echaba de menos a su familia: "Ignoraba y
lo ignoré por mucho tiempo cuánto había
llorado desde aquel día en que se fue de junto al
señor Manuel y la señora Carmen, sus padres, mis
abuelos. (…) mi padre choraba por él y por sus padres
que sí eran de Galicia, se habían quedado
allí sin moverse, clavados en un cruceiro,
secándose las lágrimas con un desmesurado
pañuelo a cuadros orlado de negro quién sabe por
qué luto de una muerte ya ocurrida o por el duelo de ellos
mismos que morían viendo la partenza de sus hijos, debajo
de un enorme paraguas también negro que los
protegía de la chuvia que nunca había escampado
desde el día en que mi padre dejó de ser de
allá y se convirtió en extranjero aquí, en
un mundo que no había visto".
Una promesa hace viajar a su aldea al gallego Onega.
Cuenta Gladys, su hija: "Cuando mi hermana tenía dos
años mi padre decidió ir a Galicia en un viaje que
él había prometido a sus padres en aquel día
de la partenza y que ahora cumplía, para mostrarles que
había hecho la América, en la medida en que
América se lo había permitido y él la
había podido. Mi madre no lo acompañó porque
tenía miedo de enterrarse en una aldea que para ella
estaba tan llena de peligros y de misterios como para mis abuelos
aldeanos el lugar remoto donde ella había nacido y adonde
había ido a parar su hijo. Y más miedo le daba
vivir en la casa de su suegra, mi terrible abuela Carmen. Ya
conocía historias de la señora da pena que, con
justicia, no la alentaban a emprender ese viaje. Allá se
fue papá a hacer las mejoras en su casa natal y
allá se quedó dos años que mi madre
aprovechó para pasar a su hija de la cuna a la cama
matrimonial. Cuando volvió, José era un desconocido
que sacó a la hijita de cuatro años de esa cama
para acostarse él y para engendrar otra hija. A los nueve
meses nací yo".
Ya adulta, la escritora viaja a la tierra de sus
mayores, y advierte que la Galicia de la añoranza de su
padre era muy distinta de la real: "Cuando finalmente
llegué a Galicia –escribe Gladys Onega- sólo
reconocí y sólo recuerdo el olor ácido a
estiércol y la moscas ennegreciendo los cuencos, de lo que
nunca me había hablado. Los trabajos eran más
aliviados, las penurias menos pesadas, y las nieblas tan
vagorosas y pobladas de brujas temibles como las inventadas por
los hermanos Grimm, que allí se llamaban as
meigas".
Los días de la infancia son descriptos con
nostalgia y visión crítica. Las peleas entre los
padres, los accesos de tos convulsa, las comidas inmigrantes y
nativas, el aprendizaje de las primeras letras, los internados
católicos para varones y mujeres, la tolerancia ante la
conducta infantil y los castigos que imponía cada uno de
los progenitores, son recordados por esta hija dècadas
despuès.
Haberse casado con alguien con una historia distinta,
puede volver difícil la convivencia: "otro dolor eran las
peleas entre mis padres, y que además los chicos
magnificábamos. Estaba el choque de culturas entre un
gallego y una criolla que nunca pudo entender la cultura
gallega". No entendìa la cultura, pero la obligaron a
cocinar comidas tìpicas: "Mi madre no sabía nada de
la cocina gallega pero, ante nuestra insistencia, había
aprendido a hacer fillohas, delgadísimos discos de harina
y huevo cocinados en la sartén con una cucharadita de
manteca, que comíamos espolvoreados con
azúcar".
Muchos inmigrantes no sabìan castellano, o
querìan perfeccionarlo. Casi todos aprendían el
idioma por las suyas, ayudándose algunos con el
diccionario.
De uno de sus tíos dice Gladys Onega: "Claro es
que Eliseo poca escuela tenía, era un autodidacta de aldea
y de pueblo como todos los gallegos de mi familia, siempre
tratando de pulirse con la lectura del diccionario y de los
buenos diarios que a sus manos llegaban, sin desdeñar los
más sensacionalistas, por eso de su afición a la
grandilocuencia. (…) El Quijote y el diccionario educaron a ese
autodidacta, quien los citaba con exactitud pero con exceso pues
no había adquirido los moldes que impone la
educación formal, por eso no calibraba el uso y abuso de
los epítetos ni percibía la risa que provocaban en
oyentes que no los habían leído o que ni siquiera
tenían referencia de su existencia".
Los avatares de la vida en la Argentina son el marco de
la evocaciòn de esta familia integrante de la comunidad
acebalense. El fraude político en Santa Fe es un episodio
evocado con detenimiento, asì como la reacciòn de
los inmigrantes italianos ante el fascismo, y la poca fortuna de
quienes no habìan cumplido su sueño de "hacer la
Amèrica".
La finalización de los contratos ocasionaba que
familias enteras se trasladaran en busca de otro campo para
trabajar. En un viaje por Santa Fe, Gladys Onega y su padre ven a
"los expulsados de la tierra": "vimos un carrito del que tiraban
una mujer y un hombre, cada uno de su vara; en ese carrito
pequeño y angosto llevaban su casa. Allí
habían cargado los muebles, los hierros de labranza, un
baúl, atados de ropa y todavía cabía una
cama donde unos chicos y la nona se amontonaban y se tapaban del
sol con la colcha blanca de algodón ahora ennegrecido, que
había formado parte del ajuar europeo y que tantas veces
había visto en las casa de chacareros, atada por sus
cuatro puntas al respaldo y a la piesera de hierro de la cama.
Debajo de ese toldo trataban de salvarse del terrible castigo del
sol y del bochorno de la tarde con el aire que debía
soplar por los costados libres. Detrás del carrito
venían unos muchachos que empujaban aliviando el esfuerzo
de sus padres".
Un conflicto bèlico es recordado en estas
pàginas, relacionado con la vida cotidiana de los
inmigrantes y sus hijos: "nunca he dudado de que la Guerra Civil
también se libró en mi casa. El día del
cumpleaños de mi hermana Chichita, el 17 de julio de 1936,
Franco declaró el estado de guerra en las Canarias y
ésa fue la señal para que el 18 se extendiera a
toda España. El 1° de abril de 1939, a los veinte
días de mudarnos a Rosario, terminó. En esos tres
años, mientras yo estaba viva en Acebal, la mitad de
España moría, muerta por la otra mitad. No
sabíamos que había comenzado la matanza y ese
día, como siempre, mis hermanos, mis primos y los chicos
tomamos chocolate. Cuando hubo pasado tres años, Bebo,
Chichita y yo supimos el día final porque entró
Justo Vega y llorando lo dijo, ya no en mi casa natal sino en el
departamento alquilado de Rosario donde vivíamos y yo, la
niña que era entonces y hoy evoco, sé que
sentí dolor por las lágrimas de Justo, por el
silencio de mi padre y porque no pude aliviarlo con juegos en las
calles del pueblo, que ya no estaban, y todavía yo no
tenía con quién jugar".
Desde la Argentina, durante la Guerra Civil, se enviaban
encomiendas. Los Onega, como tantos otros inmigrantes
"respondían con la acción: armaban,
envolvían en lienzo, rotulaban con grueso tinta espesa,
ataban con cuerdas, lacraban con sellos y aseguraban con sunchos
los paquetes de ropas de abrigo y de alimentos que cruzaban el
mar y quién sabe cuándo llegarían y si
llegarían hasta a pena. La familia esperaba, y para
protegerla acudían a Dios y al diablo". Los niños
participaban en los envíos: "Los chicos también
éramos leales y creíamos que ayudábamos
juntando papel plateado de cigarrillos, chocolate y chocolatines,
que despegábamos del papel blanco que lleva adherido y con
el que íbamos haciendo bolas de papel de plomo que
mandábamos a Negrín para que hiciera las balas para
la República".
Hasta en los hechos mìnimos estaba presente el
sufrimiento de los españoles en su tierra: "Después
de haberme ofrecido el néctar, la leche y la miel, mi
padre me alzaba y tomaba la posta en la continuación del
rito nutricio; con él las acciones eran lentas y
alentadoras, él no estaba agotado de cocinas y de chicos,
venía de estar horas con hombres resolviendo problemas de
hombres y con su hija menor le cundía la paciencia, que
con el correr de las horas a mi madre se le había ido al
diablo. Inflexible era sin embargo en darme de comer una
cucharadita de sopa por los abuelos de España, otra por
los abuelos de Melincué, otra por los huérfanos de
la Guerra Civil, otra por el ángel de la guarda dulce
compañía y por todos los personajes queridos y
sagrados que se le ocurrían".
"Los hermanos Longueira, emigrados a Buenos Aires en la
década de los cuarenta del siglo XX, serán los
primeros hijos predilectos de la historia de Abegondo. Lo
aseguró esta semana el propio alcalde de la localidad,
José Antonio Santiso Miramontes, quien precisamente acaba
de regresar de un viaje institucional al país austral.
(…) Genaro Longueira fue condecorado con la Cruz de
Caballero de la Orden del Mérito Civil, concedida por el
rey Juan Carlos I. Recientemente fue distinguido con la medalla
de la Hispanidad 2009.
(…) Genaro Longueira, autor del los libros de
corte autobiográfico Testemuños dun
neno y Testemuños dun home. A
diferencia de su hermano, Genaro visita España casi con
una periodicidad anual. «La visita del alcalde para
nosotros es una sorpresa muy grande», explica Pedro, quien
recuerda con nostalgia las fiestas de San Marcos, que este
domingo volverá a celebrarse con la presencia de
más de mil vecinos de Abegondo" (7).
En "Mínima autobiografía de la exiliada
hija", María Rosa Lojo se refiere a su vida como hija de
un gallego y una madrileña exiliados en la Argentina.
Sobre su padre, exiliado gallego, escribe: "El auto exiliado
abandona un mundo donde cree que ya no podrà crecer
humanamente, donde la violencia ha cambiado todas las reglas del
juego para instalar un nuevo orden al que se siente ajeno. No lo
sabe aùn, pero de todas formas quedarà cautivo de
la tierra que deja. Antonio Lojo Ventoso, mi padre, era uno de
esos exiliados. Para èl ya habìa pasado lo peor: el
riesgo de fusilamiento, la càrcel, la "redenciòn de
penas por el trabajo". Sin embargo, se despidiò de los
castañares centenarios y los caminos de piedra.
Cediò a un hermano sus derechos sobre las fincas que le
tocaban –magras por cierto, como miembro de una familia
numerosa-, hizo las valijas y cruzò el ocèano.
Dejaba negocios equivocados y proyectos irrealizables. Dejaba
también (aunque de eso me enteré después de
su muerte: era un hombre pudoroso) una cierta reputación
juvenil de "mala cabeza", y de playboy coruñés, que
fascinaba a las muchachitas y escandalizaba a sus madres. Dejaba
una España que para sus ojos había retrocedido
siglos en el tiempo, donde no cabía la dimensión de
su deseo. El futuro estaba afuera. Había resuelto que en
las nuevas tierras haría otra cosa, y sería, casi,
otra persona" (10).
Desde su madurez, y desde Israel, Mito Sela evoca
en Babilonia Chica un tiempo entrañable
en San Martín, Provincia de Buenos Aires. Los padres, la
hermana, las tías, los compañeros y maestros de
escuela pública y de escuela judía, los vecinos,
son los personajes de estas memorias que tienen por objeto
rescatar hechos y situaciones: "Las imágenes surgen
ocasionalmente cuando los recuerdos se agudizan y se detienen en
alguien o en algo que, supongo ahora, tuvieron influencia en ese
período de mi vida y, a pesar del tiempo, como si lo
hiciera con un simple soplido, disperso el polvo que cubre esos
recuerdos que, como si fuese hoy, continúan intactos. Por
eso me apresuro a escribirlos, antes que la memoria me
traicione".
Aunque vive en Israel desde hace décadas, su
libro está escrito en castellano: "Me preguntan hijos y
nietos, me pregunto yo: ¿por qué en castellano? No
lo puedo explicar. Es posible un argumento del subconsciente:
recuerdos de la niñez se puedan relatar en el idioma
materno. Además, en estos últimos años el
castellano me tiene atrapado. Y me resulta más
cómodo dejarme atrapar".
Rinde homenaje a una época: "No me
autoengaño idealizando el pasado. Pero quiero ser sincero:
lo extraño. Extraño la risa de los niños de
entonces. Los de hoy son excitados, irritables y pálidos.
Antes se estimulaba leer la enciclopedia. Hoy se vanaglorian los
conocimientos de la cibernética". El pasado es visto con
sus luces y sus sombras por este escritor que no deja de
destacar, en todo momento, el cariño y la
contención que le brindaba su familia, inserta en el marco
de la inmigración que llegó a la Argentina huyendo
de guerras y hambre, y se afincó, entre otras muchas
localidades, en el barrio en el que vivió Sela, en el que
día y noche se escuchaban los telares.
Mito Sela evoca, en Babilonia chica, a un inmigrante
pintoresco: "Creo que su nombre era Fermín o Félix
o Fernández. O algo parecido. No queda ya nadie que pueda
proporcionarme la información. Era gallego, viudo, con una
hija fea y petisa como el padre, cuya función principal
era servirle mate mientras él cortaba el pelo a un
cliente. Recuerdo al peluquero no sólo porque era muy feo
y su cara arrugada que daba miedo, sino por el hedor del cigarro
que siempre, siempre estaba en su boca y las bocanadas de humo
que despedía y yo recibía en plena cara. Mis
recuerdos, la verdad sea dicha, se basan más en el olfato
que en la persona" (11).
Acerca de De ayer a hoy: La actuación
profesional de un dirigente de empresa con
principios (12), por Manuel Cao Corral, afirma Alicia
Regoli de Mullen: "Este ser extraordinario relata, con una
extraña mezcla de objetividad y sentimiento, las
múltiples vicisitudes y las regocijantes experiencias que
le fue dado vivir a lo largo de varias décadas de labor
incesante. (…) Una fuerza ancestral que Manuel Cao Corral con
gran afecto pretende deberle a sus antepasados gallegos, lo ha
llevado al éxito en empresas que parecían un
sueño imposible. Estas páginas se recorren siempre
con admiración, y en ocasiones con una sonrisa de
complicidad" (13).
Aunque el título sugiera lo contrario, el autor
no se propone escribir su autobiografía, sino la historia
de la ortopedia en la Argentina. Así la pensó, y
luego las circunstancias hicieron que se refiriera a otros
aspectos de su vida no menos importantes que su destacada
trayectoria en la especialidad. El manifiesta: "La
intención original de este libro, que había sido el
rastreo de las ortopedias argentinas, fue ampliándose sin
que yo me lo propusiera, hasta encerrar entre sus páginas
una vida y una actuación de casi cuarenta años,
repartidas en innumerables y disímiles actividades. Sin
embargo, de ningún modo puede considerárselo como
una autobiografía o unas memorias. No lo es, por cuanto
siempre he considerado que no es bueno ni conveniente fomentar
los personalismos. Ha sido ésta una norma permanente, de
manera que mal obraría si hiciera ahora lo
contrario".
La Primera Parte, publicada en 1992, se inicia con la
inmigración de sus padres. El autor nace en 1924, el mismo
año en el que el Dr. Valls viaja para especializarse. A la
ilustre personalidad del médico estará unido el
destino del hijo de inmigrantes, ya que el gallego Cao Turnes,
figura señera de la colectividad de nuestro país,
trabaja en la clínica que el galeno dirige en la ciudad de
Buenos Aires. Fallece la madre y el padre enferma. Para ese
entonces, Cao Corral había comenzado a trabajar en el
depósito, donde organizó el material a su cargo,
aplicando con creatividad un criterio que facilitaba la labor del
encargado. Poco después, y como su padre no mejora, se le
ofrece pasar a ser secretario. Deja sus estudios de Medicina para
emprender una carrera exitosa en la
Administración.
Años más tarde lo encontramos dirigiendo
IOA, una empresa que no se limitó a varias ramas de la
ortopedia, sino que creó asimismo varias empresas
–imprenta, publicidad, transporte, etc- que la abastecían.
Cuando evoca esas epócas, la mirada de Cao es abarcadora,
ya que menciona a quienes tuvieron que ver con la firma, desde el
más importante traumatólogo hasta el personal de
maestranza; nativos, inmigrantes y visitas ilustres desfilan por
estas páginas, en las que se ha incluido numerosas
fotografías. Para todos ellos tiene una palabra de
agradecimiento. Recuerda la capacitación constante, la
exigencia en materiales y procedimientos, las muestras de arte,
las fiestas de fin de año, los desfiles de moda, los
premios que se le daba al personal, todo lo que hizo de IOA una
firma que marcó un camino. Y a medida que va recordando,
da su opinión acerca de las obras sociales y la actitud
del gobierno frente a la cuestión; una opinión con
la que se podrá o no coincidir, pero que hay que
conocer.
En la Segunda Parte, agregada en 2007, Cao Corral se
ocupa de su relación con la educación -tan
importante para las familias inmigrantes-, evidenciada en el tomo
anterior cuando se refiere a sus maestras de la primaria y al
Colegio Santa Rosa, al que asistieron sus hijas. El escribe:
"esta reedición conlleva mi posterior actuación en
dos importantes entidades educativas. En efecto, al salir el
libro comenzaba mi actuación en la Asociación
Dirigentes de Ventas (ADE), (…) Posteriormente, al ingresar
como presidente en la ADE, el Dr. Horacio O'Donnell, impulsa la
creación de una universidad que, finalmente se concreta
con la aprobación por parte del Ministerio de
Educación que encabezaba, en aquel entonces, el Dr.
Antonio Salonia". Cao Corral fundó la Cátedra
España. Pensada como "Cátedra Galicia", en honor a
sus mayores, abarcó finalmente la cultura de toda la
península: "Hace once años propuse al Rector Dr.
Horacio O'Donnell la creación de una cátedra
España -la cual dirijo- como intercambio cultural entre
España y la Argentina, que lleva adelante una importante
actividad con ciclos de conferencias de interés general.
La asistencia es amplia y en ciertas ocasiones debe utilizarse
auditorios con capacidad para 150 personas. Me acompaña
Jorge Alonso, como Co-Director y contamos con el asesoramiento
cultural de María del Pilar Berzosa, la Prof. Emilia
Puceiro de Zuleta y el Dr. Víctor Massuh". La UCES cuenta
también con la Cátedra Asia Pacífico, la
Cátedra Italia y la Cátedra
Nórdica.
Aunque el tema tratado en este libro podría ser
interesante sólo para cierto público, Cao lo vuelve
de interés general, ya que, con estilo llano y
comprensible, describe técnicas, enumera logros, relata
anécdotas (algunas de ellas, divertidas). Quien conozca a
Don Manuel, sentirá que lo escucha hablar. Su inteligencia
y elegancia en el trato aparecen en estas
páginas.
Prologó el Dr. Salomón Schächter.
Alicia Regoli de Mullen y Patricia Mullen de Vigliano tuvieron a
su cargo la corrección de las primeras dos partes del
libro. La primera es autora del texto publicado debajo de la foto
de Cao Corral.
Correrías en Celeiros (15), de
José María Pérez Feijóo, fue
prologado por Cristina Pizarro. En esa página,
titulada "La búsqueda del Paraíso Perdido",
ella afirma:
"Novela autobiográfica, libro de memorias de una
infancia transcurrida en el terruño gallego de Celeiros,
que constituye el universo total en donde un niño atento,
curioso y observador irá demostrando su capacidad
intelectual, frente a las adversidades de la vida
pueblerina.
La narración realista se despliega en
interesantes cuadros de costumbres que describen el humilde lar,
donde bulle la vida.
Un centenar de personajes atraviesan este periplo
iniciático del niño amedrentado por la ausencia de
su padre, que habiendo sobrellevado los avatares de la guerra
civil española, se fue a Cuba sin despedirse de su mujer y
de sus hijos.
La interacción con su familia, integrada por la
madre, la hermana, abuelos, tíos y vecinos, le permite al
protagonista ir explorando, descubriendo y conquistando su
identidad en el plano de lo afectivo.
Podemos observar escenas sumamente pintorescas
descriptas con precisión, utilizando una prosa
ágil, con tintes de humor, así como también,
con un tono de melancolía.
En 1963, un niño de trece años, etapa en
que se va anunciando la pubertad, llega a bordo del Laennec. Cada
espacio recorrido es un despliegue de sensaciones y sentimientos.
El fuego de la "lareira" simboliza el abrigo y la
iluminación de la esperanza. Aún en la precariedad
de la subsistencia, el afán por vencer el frío, en
los crudos inviernos de la región, el amor y la
solidaridad se erigieron en los ejes vertebrales que favorecieron
el crecimiento de este niño obediente y a veces,
taciturno, que sentía enorme placer estando en contacto
con la naturaleza impregnada de aromas inolvidables. El paisaje
del campo y del bosque aparece como cuna y sostén en donde
se entretejerán travesuras con otros niños.Las
costumbres domésticas en la limpieza de la casa, el
cuidado de los animales, la preparación de los alimentos
se comparten en una aldea del monte gallego.
En los diálogos se incluye la lengua coloquial
gallega que pone de relieve su musicalidad y dulzura, para
exaltar los aspectos de rica sensorialidad que se plasman a los
largo de todo el libro.
La experiencia de la guerra, contada por su padre, los
primeros duelos, el despertar de la sexualidad se amalgama al
tesón y perseverancia por la afición al estudio.
Las enseñanzas del maestro son dignas de figurar como
modelos pedagógicos,en estos tiempos de la Postmodernidad,
ya que los v alores y principios ocupan un primerísimo
plano.
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