"La evasión psicológica es un
mecanismo de defensa, donde la mente del paciente suprime ideas y
recuerdos dolorosos para almacenarlos en el fondo del
subconsciente." Sigmund Freud."
PLANTEAMIENTO:
Existen –sin duda- docenas de teorías,
complementarias y excluyentes, para explicar la derrota de
Andrés Manuel López Obrador (AMLO o el "Peje") en
las pasadas elecciones del 2006.
¿Por qué la victoria del
"Peje" se tornó en un espejismo? ¿Por qué un
candidato que estuvo tres años en la cresta de las
encuestas acabó en segundo lugar? La "izquierda
mexicana" jamás podrá ganar una
elección presidencial si no responde con serenidad a estas
preguntas. Reconocer una derrota implica aceptar las culpas de
uno y los aciertos ajenos. La mitología del fraude
electoral permite enfrentar el fracaso del 2 de julio, sin pasar
por el doloroso proceso de la autocrítica: "Nuestro
candidato y su consistencia moral son indestructibles,
sólo perdimos porque nos hicieron trampa".
Es preocupante, como se manifiesta la soberbia desmedida
de la mal llamada "izquierda mexicana". No obstante, no
nos sorprendan afirmaciones –del orden común-
atribuidas a varios perredistas, tales como: "no es tiempo de que
el partido ejerza su autocrítica y evalúe por
qué perdió la elección presidencial".
También es impresionante, el espectáculo mediante
el cual una multitud sedada y manipulada por un
"grupillo" de auténticos "payasos de
carpa"; revestidos estos últimos, de una
incuestionable locura megalómana, proclaman
"Presidente Legítimo" mediante una llamada
"Convención Nacional Democrática" a
Andrés Manuel López Obrador. Y más risible
aún, llamarle democrático, a un evento donde la voz
toma más importancia que el voto y donde a todos se les
impone seguir obligatoriamente al
"abanderado".
El fracaso del "Peje" no se debe a la ausencia del
primer debate presidencial, a los insultos contra Vicente Fox o a
su asociación con un pestilente y retrógrada sector
del PRI. Interpretar el resultado del 2 de julio como un
engaño es mucho menos doloroso que asumirlo como un
fracaso en la estrategia de campaña, toda
vez que para los partidarios de AMLO, la responsabilidad de la
derrota no es del "emisario de la esperanza", sino de
aquellos que no lo apoyaron incondicionalmente.
Crítica a la campaña política
de López Obrador para tratar de alcanzar la
Presidencia de la República.Estudiante de la licenciatura en Ciencias de la
Comunicación de la Facultad de Ciencias
Políticas y Sociales de la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), con antecedente de
estudios en la Maestría en Matemáticas del
Centro de Investigación y Estudios Avanzados
(CINVESTAV-I.P.N.) del Instituto Politécnico Nacional
(1982). Conferencista y colaborador en varios medios
digitales, en temas relativos a la seguridad de los sistemas,
lo cual puede constatarse en:
Seguridad Antivirus de Primer
Mundo
http://antivirussecuritynumber1.blogspot.com
Entre 1970 y 1995, las crisis sexenales eran un hecho de
la vida, como el frío en el invierno. Las olas de
devaluaciones e inflaciones galopantes encogieron a la clase
media y empobrecieron a millones. El gobierno de Fox fue el
primer periodo sexenal sin crisis económica desde tiempos
de Díaz Ordaz. Las ventajas de la estabilidad
económica estuvieron a la vista. Por primera vez en 30
años, la clase media creció de
tamaño.
Estos mexicanos tienen un miedo natural a perder su
nueva posición. Sus parientes o amigos que apenas
están ahorrando para el enganche de su primer coche o su
departamento, tienen ilusión de ingresar a esta sociedad
de propietarios.
Los miedos y aspiraciones de una emergente clase media
determinaron el resultado de la elección. El discurso de
AMLO no se ajustó al contexto de una década de
estabilidad en las finanzas públicas, pues este
"rayito de esperanza" creyó entender a
México entero pero apenas comprendió a una
parte.
López Obrador perdió la elección
porque nunca entendió las consecuencias políticas y
sociales de la estabilidad económica. El candidato del PAN
no ganó la elección presidencial, el "Peje" se
derrotó solo.
REFLEXIÓN
La elección presidencial mexicana del 2006 fue en
realidad un proceso complejo, se movió entre un escenario
de incertidumbre respecto al ganador y de tensión. La
posibilidad de un triunfo por estrecho margen siempre estuvo
latente. De hecho, ninguna de las campañas de los
candidatos involucrados fue particularmente imaginativa, ninguno
de ellos consiguió articular un discurso propio lo
bastante coherente, claro y sólido para ofrecer una imagen
reconocible de lo que sería su gobierno.
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