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El efecto Westermarck y el complejo de Edipo (página 3)



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"En virtud de sus indagaciones, que tomaron el sueño como punto de partida, el psicoanálisis está en condiciones de edificar una psicología de las neurosis a la que aporta pieza tras pieza en un trabajo que no conoce desfallecimientos. Empero, el interés psicológico, que rastreamos en estas páginas, sólo nos exige tratar con detalle dos componentes de esa vasta trama: la prueba de que muchos fenómenos de la patología que se creía preciso explicar fisiológicamente son actos psíquicos, y que los procesos de los cuales surgen resultados anormales pueden ser reconducidos a unas fuerzas pulsionales psíquicas […] En otra afección neurótica, la neurosis obsesiva aqueja a los enfermos un ceremonial de penosa observancia, al parecer sin sentido, que se exterioriza en la repetición rítmica de las acciones más triviales, como lavarse o vestirse, o en la ejecución de disparatados preceptos, en la obediencia a enigmáticas prohibiciones. Significó ni más ni menos un triunfo del trabajo psicoanalítico el hecho de demostrar cuánto sentido poseen todas estas acciones obsesivas, aun las más triviales, y nimias de ellas, y cómo espejan los conflictos de la vida, la lucha entre tentaciones e inhibiciones morales, el propio deseo proscrito y los castigos y penitencias por su causa, y ello en el material más indiferente".41

Para Freud la regulación de estos instintos sexuales y agresivos era el origen de la civilidad. Así como el primitivo regulaba sus instintos en aras de la vida en comunidad, el niño también lo hacía en aras de la vida en familia a través del Complejo de Edipo. En el texto Moisés y la religión monoteísta, el padre del psicoanálisis complementa su símil de la vida del hombre primitivo con la vida anímica del infante, comparando el asesinato del padre de lo horda primitiva con la hostilidad que siente el niño hacia su progenitor y la canibalización que supuestamente hicieron los pueblos antiguos se transforma en metáfora sobre la vida anímica del pequeño como una forma de incorporar las virtudes de su progenitor, en un acto paradójico de temor y veneración.

Afirma Freud:

"El siguiente paso decisivo para el cambio de esta primitiva variedad de organización "social" debe haber sido que los hermanos expulsados, que vivían en comunidad, se conjuraran, avasallaran al padre y, según la costumbre de aquellos tiempos, se lo comieran crudo. Estaría fuera de lugar tomar a escándalo este canibalismo, pues persiste hasta épocas mucho más tardías. Ahora bien, lo esencial es que atribuimos a estos hombres primordiales las mismas actitudes de sentimiento que podemos comprobar entre los primitivos del presente, nuestros niños, por medio de la exploración analítica. Vale decir, que no sólo odiaban y temían al padre, sino que lo veneraban como arquetipo, y en realidad cada uno de ellos quería ocupar su lugar. El acto canibálico se vuelve entonces inteligible como un intento de asegurarse la identificación con él por incorporación de una parte suya. Cabe suponer que al parricidio siguiera una larga época en que los hermanos varones lucharon entre sí por la herencia paterna, que cada uno quería ganar para sí solo. La intelección de los peligros y de lo infructuoso de estas luchas, el recuerdo de la hazaña libertadora consumada en común, y las reciprocas ligazones de sentimiento que habían nacido entre ellos durante las épocas de la expulsión, los llevaron finalmente a unirse, a pactar una suerte de contrato social. Nació la primera forma de organización social con renuncia de lo pulsional, reconociendo las obligaciones mutuas, erección de ciertas instituciones que se declararon inviolables (sagradas); vale decir, los comienzos de la moral y el derecho. Cada quien renuncia al ideal de conquistar para sí la posición del padre, y a la posesión de madre y hermanas. Así se establecieron el tabú del incesto y el mantenimiento de la exogamia".42

Actualmente, además de las dudas sobre la hipótesis del deseo incestuoso en el hombre, se tienen serios cuestionamientos sobre la idea de una época de canibalismo en nuestra y en otras muchas especies, así como la inclinación a dar muerte a nuestros semejantes. El canibalismo parece darse, al igual que el incesto y el homicidio, en situaciones muy particulares y no como un hecho recurrente. De hecho los relatos indígenas que llegan hasta nuestros días denotan una clara preferencia por el sacrificio de animales más que por el de humanos. El sacrificio de seres humanos para consumo parece estar más relacionado con los enemigos de batalla o ante la dificultad de encontrar otras fuentes de alimento, tal como ocurrió con un accidente aéreo en las montañas de los Andes en 1972, en el que un grupo de futbolistas uruguayos, luego de sobrevivir al siniestro, se vieron obligados a comerse los cuerpos de sus compañeros fallecidos para no morir de inanición.

David Livingstone, en su libro El animal más peligroso, trata de dar cuenta de cómo en la guerra se procura deshumanizar al enemigo para superar el problema planteado por el tabú a dar muerte a miembros de nuestra propia especie sosteniendo, contrario a la creencia general, que el hombre tiene que hacer un esfuerzo casi sobrehumano, que acarrea graves costos psicológicos, para dar muerte a sus semejantes. Dice Livingstone:

"Durante la Segunda Guerra Mundial más de un millón de soldados americanos sufrieron de síntomas psiquiátricos diagnosticados como gravemente debilitantes. Dado el suficiente tiempo, el daño psicológico es prácticamente inevitable en la guerra. El ejército de los EE.UU. llegó a la conclusión durante la Segunda Guerra Mundial de que la mayoría de los soldados con algún tipo de antecedentes psiquiátricos colapsó después de ochenta a noventa días de combate. Sólo alrededor del 2% de los hombres alistados no se descompusieron sin importar cuánto tiempo habían estado sometidos a la tensión de la guerra. Irónicamente, a menudo regresan a casa como héroes condecorados. Tras un lapso de sesenta días continuos de combates en Normandía, el 98% de los supervivientes sufrieron daños psiquiátricos. ("El otro 2%, comenta Dave Grossman, eran locos desde antes de lleguar allí"). A veces la experiencia produce en los soldados las más extremas distorsiones sensoriales: se vuelven ciegos, alucinan, desarrollan la visión túnel y se convierten en sordos o hipersensibles al sonido. El mundo parece en cámara lenta. En batalla los soldados cansados pueden perder su sensibilidad al dolor y rechazar el tratamiento de las heridas. Muchos cuadros hablan de un estado crónico de disociación en la que todo el mundo se siente irreal, en un estado señalado como el vigilante desde las mil yardas, consistente en la sensación se ser mirado a los ojos desde lejos". El profesor Antonio Vélez sostiene que las conductas agresivas, no necesariamente asesinas, tienen una función adaptativa para las especies y que se desencadenan ante situaciones particulares como la competencia por los alimentos, por la reproducción o por el territorio. Afirma en su libro Homo sapiens:

"Para los sicólogos evolutivos, la agresión animal y humana es, básicamente, una respuesta conductual innata, exógena, desarrollada por la evolución desde muy antiguo con el fin de enfrentar de manera óptima aquellas condiciones particularmente exigentes del medio exterior; respuesta cuya intensidad puede aumentar o disminuir, dentro de un rango muy amplio, al cambiar de manera apropiada las variables del entorno".43

En el capitulo tercero del libro El malestar en la cultura, Freud muestra un poco más del desarrollo de su interesante hipótesis sobre la influencia decisiva de la cultura sobre los padecimientos psíquicos del hombre y el desarrollo de la neurosis, cuando dice:

"Se descubrió que el ser humano se vuelve neurótico porque no puede soportar la medida de frustración que la sociedad la impone en aras de sus ideales culturales […] Es tiempo de que abordemos la esencia de esta cultura cuyo valor de felicidad se pone en entredicho. No pediremos una fórmula que exprese esa esencia en pocas palabras; no, al menos, antes de que nuestra indagación nos haya enseñado algo. Bástenos pues, con repetir que la palabra "cultura" designa toda la suma de operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados animales, y que sirven a dos fines: la protección del ser humano frente a la naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres"44.

No sería extraña esta posición de Freud si estuviese basada exclusivamente en la filosofía Kantiana, pero Freud fue un lector asiduo de Charles Darwin y es el propio Darwin quien nos dice que los vínculos sociales y morales entre los hombres tienen su origen remoto en la propia naturaleza. Algunas especies comienzan a desarrollar un verdadero sentido social basado en el vínculo recíproco con sus semejantes, como forma de generar alianzas y sobrevivir. "Hoy por ti mañana por mi", dice un adagio popular que sintetiza la filosofía que subyace a las relaciones sociales. Si la neurosis es una consecuencia de ello, entonces la neurosis es un fenómeno más natural que cultural. Es decir, la neurosis sería el desarrollo lógico de una especie con complejos comportamientos morales y sociales. Lo que regularía el comportamiento con fines morales no podría ser la cultura por sí sola, ya que si no hay un sustrato biológico que permita tal regulación, no sería posible el desarrollo de lo que llamamos civilización. Ese fundamento biológico parece estar localizado en el lóbulo frontal del cerebro y evidencia su evolución a través de otras especies como los gatos donde corresponde al 3% del total del área cerebral, en los perros al 7%, en los primates al 15% y en el Homo sapiens al 30%.

Dice Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución:

"Comparto totalmente la opinión de los sabios, que afirman que, entre todas las diferencias que existen entre el hombre y los animales, la más importante es el sentido moral o conciencia […] Kant exclama: "¡Deber!, pensamiento maravilloso que no actúas ni por la insinuación, ni por el halago, ni por la amenaza, sino contentándote en presentarte al alma en tu austera simplicidad; ordenas, si no la obediencia, el respeto; ante ti todos los apetitos permanecen mudos por más rebeldes que sean en secreto; ¿dónde está tu origen?". Muchos escritores de gran mérito han discutido esta inmensa cuestión; si yo la saco a relucir aquí es porque me resulta imposible silenciarla, ya que nadie la ha abordado exclusivamente desde el punto de vista de la selección natural […] La proposición siguiente me parece que tiene un alto grado de probabilidad: un animal cualquiera, dotado de pronunciados instintos sociales, comprendiendo el número de estos instintos, el afecto de los padres por los hijos y el de los hijos por los padres, adquiriría inevitablemente un sentido moral o conciencia tan pronto como sus facultades intelectuales se desarrollaran al igual que en el hombre. En primer lugar, en efecto, los instintos sociales empujan al animal a encontrar placer, en la sociedad con sus semejantes, a experimentar simpatía por ellos, y a rendirles diversos servicios. Estos servicios pueden tener una naturaleza definida y evidentemente instintiva; o no ser más que una disposición o un deseo que los empuja a ayudar de una manera general, como sucede en los animales sociales superiores. Estos sentimientos y estos servicios no se extienden en absoluto, por otra parte, a los individuos que pertenecen a la misma especie, sino solamente a los que forman parte de la misma asociación. En segundo lugar, una vez las facultades intelectuales están altamente desarrolladas, el cerebro de cada individuo se ve constantemente lleno por la imagen de todas sus acciones pasadas y por los motivos que le han impulsado a actuar como lo ha hecho, ahora bien, el individuo debe experimentar aquel sentimiento de pesar que resulta invariablemente de un instinto que no ha sido satisfecho".45

Para autores como Steven Pinker, Lynn Margullis y Dorion Sagan, es precisamente este límite difuso entre naturaleza y cultura, lo que permite establecer una conexión con el resto de las especies y así poder explicar muchos de los comportamientos del ser humano, incluso al hablar de temas tan psicoanalizados y culturizados como el lenguaje, el arte o la sexualidad.

Afirma Steven Pinker, psicolingüista, psicólogo experimental y profesor de la Universidad de Harvard, al referirse al lenguaje:

"Defino el lenguaje como un "instinto", un término, lo admito, desusado para definir lo que otros psicólogos cognitivos han definido como un órgano mental, una facultad o módulo. El lenguaje es una aptitud compleja y especializada, que se desarrolla espontáneamente en el niño sin esfuerzo consciente o instrucción formal, se organiza sin ninguna conciencia de su lógica subyacente, es cualitativamente el mismo en todos los individuos y se distingue claramente de otras aptitudes más generales para procesar la información o comportarse de forma inteligente […] Si el lenguaje es un instinto, ¿qué nos dice esto del resto de la mente? Pienso que el resto de la mente es también un conjunto de instintos. No existe una inteligencia, una capacidad de aprender o una aptitud general para imitar modelos. La mente se parece mucho a una navaja suiza: un conjunto de artilugios, el lenguaje entre ellos, moldeados por la selección natural para ejecutar las tareas a las que se entregaban nuestros ancestros en el Pleistoceno".46

A su vez, Lynn Magullis y Dorion Sagan, en su libro sobre la evolución de la sexualidad humana, llamado Danza Misteriosa, afirman:

"No es tarea fácil establecer la frontera entre naturaleza y cultura; se trata de dos conceptos estrechamente entrelazados. De la misma manera que nuestros cuerpos se desarrollan inconscientemente dentro y fuera de la matriz bajo los poderes coreográficos de los genes, y así como todos aprendemos a respirar desde que nacemos, sin indicación alguna del médico o la "cultura", los aspectos de nuestro comportamiento sexual son igualmente innatos e instintivos, y se hallan presentes desde que nacemos. Y estamos convencidos de que todos estos aspectos, incluidos en nosotros mismos, aunque inconscientes, ejercen una gran influencia sobre nuestra vida como seres sexuales. Lejos de despreciar tales rasgos como si fueran hábitos aprendidos socialmente, capaces de llegar a olvidarse, la mejor manera de empezar a superarlos (si es que acaso podemos hacerlo) consiste en cobrar plena conciencia acerca de lo profundamente que los tenemos interiorizados a nivel biológico".47

La cultura parece no ser algo contrario a la naturaleza y mucho menos un patrimonio exclusivo del Homo sapiens. En varias especies animales, diferentes a la nuestra, es común encontrar variados comportamientos que se desarrollan por medios diferentes a los genéticos. Especialmente entre los primates y las aves. Aunque Richard Dawkins no esté completamente de acuerdo con los postulados de Pinker sobre el lenguaje, sí reconoce que la transmisión cultural es un fenómeno presente en muchas otras especies diferentes de la del hombre, cuando dice:

"La mayoría de las características que resultan inusitadas o extraordinarias en el hombre pueden resumirse en una palabra: "cultura". No empleo el término en su connotación presuntuosa sino como la emplearía un científico. La transmisión cultural es análoga a la transmisión genética en cuanto, a pesar de ser básicamente conservadora, puede dar origen a una forma de evolución. […] Parece ser que el lenguaje "evoluciona" por medios no genéticos y a una velocidad más rápida en órdenes de magnitud que la evolución genética. La transmisión cultural no es un fenómeno exclusivo del hombre. El mejor ejemplo, no humano, que conozco ha sido presentado recientemente por P. F. Jenkins al describir el canto de un pájaro del orden de los paseriformes que vive en unas islas frente a Nueva Zelanda. En la isla en que él trabajó había un repertorio total aproximado de nueve cantos distintos. Cualquier macho determinado entonaba solamente uno o unos pocos de esos cantos. Los machos pudieron ser clasificados en grupos según los dialectos. Por ejemplo, un grupo de ocho machos con territorios aledaños entonaban un canto determinado, llamado canción CC. Otros grupos dialectales entonaban cantos diferentes. En ciertas ocasiones los miembros de un grupo clasificado según el dialecto compartían más de una canción. Comparando las canciones de los padres y las de los hijos, Jenkins demostró que los tipos o modelos de canciones no eran heredados genéticamente. Cada joven macho podía adoptar canciones de sus vecinos territoriales por imitación, de una manera análoga al lenguaje humano. Durante la mayor parte del tiempo que Jenkins pasó allí, había un número fijo de canciones en la isla, una especie de "acervo de canciones" del cual cada macho extraía su pequeño repertorio. Pero, en ciertas ocasiones, Jenkins tuvo el privilegio de presenciar el "invento" de una nueva canción, que ocurría al cometerse una equivocación al imitar una antigua."48

El propio Darwin ya había intuido el camino que resolvería esta dicotomía, desde hace más de un siglo, cuando escribió:

"Algunos naturalistas, profundamente impresionados por las actitudes mentales del hombre, han dividido el conjunto del mundo orgánico en tres reinos: el reino Humano, el reino Animal y el reino Vegetal, atribuyendo así al hombre un reino especial. El naturalista no compara ni clasifica las aptitudes mentales, pero puede (intentar) demostrar que, si las facultades mentales difieren inmensamente en grado con relación a las de los animales que le son inferiores, no difieren en absoluto en cuanto a su naturaleza. Una diferencia en grado, por mayor que ésta sea, no nos autoriza a colocar al hombre en un reino aparte. (Descendencia)".49

La idea es pasar del concepto dualista protagonizado por la conjunción "o" -naturaleza o cultura-, al concepto monista protagonizado por la conjunción "y" -naturaleza y cultura- en donde ambos términos se complementan y dejan de ser excluyentes para convertirse en consecuentes. Es decir, la cultura como consecuencia del sustrato natural. Sin un cerebro, unas manos, una posición erguida y un lenguaje con los que nos dotó la madre naturaleza, es muy difícil pensar en el desarrollo y la sofisticación de nuestra cultura.

¿Podríamos imaginar los mismos rituales gastronómicos propios de nuestra cultura si en vez de alimentarnos varias veces al día nos fuera suficiente hacerlo una o dos veces al mes como en el caso de algunos reptiles? ¿Sería posible el mismo ideal de vida en pareja y familia si en vez de reproducirnos sexualmente lo hiciéramos asexualmente? ¿La propiedad privada tendría la misma importancia para nuestra sociedad si en vez de ser mamíferos y vivir en pequeñas comunidades fuésemos herbívoros y viviésemos en grandes manadas? Las respuestas parecen evidentes. La cultura humana no sería la misma sin un fundamento biológico como el nuestro. Fundamento que, entre otras cosas, establece que el incesto es un comportamiento poco adaptativo para una especie con nuestras características. Tema con importantes implicaciones para las teorías psíquicas y culturales, que se abordará con mayor detalle a continuación.

4. El incesto en el mundo natural

4.1 LA REPRODUCCIÓN SEXUAL Y SUS IMPLICACIONES EVOLUTIVAS Una de las primeras preguntas que honestamente se debería responder para hablar del incesto en el mundo natural se centra en el por qué de la reproducción sexual. Si la reproducción sexual prosperó en ciertas especies del planeta, ésta debió haber ofrecido alguna ventaja evolutivamente estable a sus portadores pues de otro modo la reproducción asexual sería el común denominador.

En la reproducción asexual, el nuevo individuo es idéntico a su progenitor. Hay totipotencia embrionaria, es decir, las células guardan memoria para diferenciar los tejidos y así poder dividirse mediante la mitosis y formar un nuevo individuo con todos sus tejidos diferenciados. La reproducción asexual genera descendientes idénticos y gran capacidad de producir individuos. Es rápida y económica. Se producen gran cantidad de nuevos individuos en muy poco tiempo.

En la reproducción sexual, en cambio, no hay totipotencia embrionaria. La diferenciación de tejidos se encuentra claramente establecida en células diferentes y especializadas. Un ejemplo de ello son las mismas células reproductivas, óvulo y el espermatozoide, las cuales tienen funciones específicas y absolutamente diferentes.

Dice el ecólogo evolutivo Richard Maier en su obra Comportamiento animal:

"Quizás la principal ventaja de la reproducción asexual es su eficacia. Un animal que se reproduce asexualmente no tiene que perder tiempo buscando a un compañero sexual, cortejándolo o apareándose con él. Además, los animales que se reproducen asexualmente no tienen que invertir energía en la producción de gametos, es decir, ovocitos o espermatozoides. El coste de la producción de gametos queda patente en el hecho de que muchos de ellos nunca llegan a participar en el proceso de fecundación; en los animales que se reproducen sexualmente, sólo un porcentaje muy reducido de espermatozoides fecunda un ovocito e incluso en condiciones óptimas, muchos ovocitos se quedan sin fecundar".50

Adelantándose a su tiempo, el propio Darwin decía: "¡Qué extraño que el polen y la superficie estigmática de una misma flor, a pesar de estar situadas tan cerca, como tratando de favorecer la autofecundación, hayan de ser en tantos casos mutuamente inútiles!". Al parecer los seres humanos somos herederos de lo protozoos, pues por ahora los indicios apuntan a que fueron éstos los primeros en reproducirse sexualmente. Al darse la mixis o recombinación genética se crea una información nueva y única produciendo un aumento en la información y la variabilidad genética. Pero si la evolución busca aumentar el fitness, potencial genético o eficacia reproductiva, es decir, dejar el mayor número de genes en las siguientes generaciones de individuos, pareciera ser más eficaz para este fin la reproducción asexual.

La reproducción sexual tiene además la desventaja de aumentar la posibilidad de invasión de parásitos celulares al requerir la combinación con otro individuo. También aumenta el tiempo necesario para reproducirse, lo que ofrece más posibilidades de morir mientras se lucha y combate por encontrar pareja, con la inevitable consecuencia de quedar gravemente lesionado o morir y no dejar descendientes, dando así al traste con la eficacia reproductiva.

"Todavía es más importante en términos de eficacia el hecho de que los animales que se reproducen asexualmente transmiten el ciento por ciento de sus genes a cada uno de sus hijos, a diferencia de los que se reproducen en forma sexual, que sólo trasmiten el cincuenta (50) por ciento. Esto significa que un animal que se reproduce asexualmente sólo necesita producir la mitad de hijos que otro que se reproduce de forma sexual para tener la misma eficacia biológica".51

Dice Antonio Vélez en su libro Del big bang al Homo sapiens, en el cual hace un amplio recorrido desde el origen del universo hasta el origen de nuestra especie:

"La diversidad genética es sinónima de potencial evolutivo. Una función importantísima de la reproducción sexual es crear nuevos individuos por medio de la mezcla de materiales hereditarios de los padres. La reproducción sexual obliga a los programas genéticos, como bien lo expresa Francois Jacob, a recorrer las amplísimas posibilidades de la combinatoria genética. Esto hará que la familia resultante sea fácilmente adaptable a condiciones ambientales nuevas, a nichos muy competidos o a entornos sometidos a fuertes variaciones naturales –nichos inciertos o inestables-. Los hijos, además, estarían mejor capacitados para enfrentar y colonizar territorios desconocidos".52

Y luego añade:

"El evolucionista W.D. Hamilton señala una importante ventaja de la reproducción sexual frente a la asexual: un agente patógeno que evolucione hasta hacerse efectivo contra un solo individuo, en una especie asexual –línea clonal o familia de gemelos idénticos-, lo será contra todos, y en una sola generación podrá acabar con toda la población. No puede decirse lo mismo de una especie sexual: la variedad de individuos presentes en cada generación hace más que imposible la existencia de un agente patógeno universal, capaz de arrasar de un solo tajo con toda la población".53

4.2. COSTOS Y BENEFICIOS DE LA REPRODUCCIÓN SEXUAL Al pensar en evolución, hay que hacerlo necesariamente en términos de costos y beneficios para el individuo y su descendencia, como quien analiza lógica y concienzudamente las ventajas y desventajas de una estrategia comercial. La reproducción sexual tiene altos costos mecánicos en relación con la reproducción asexual, pues implica mayor tiempo para alcanzar la madurez sexual, mayor tiempo para encontrar pareja y mayor competencia. Además toma el doble de tiempo la meiosis (división de células sexuales) que la fisión binaria (división de células asexuales). Para pasar mis genes de igual forma que en la reproducción asexual, tendría que reproducirme el doble sexualmente, como se citaba anteriormente.

Dice Jorge Wagensberg en su libro El gozo intelectual: "Las especies con sexo arriesgan, invierten, buscan, compiten y convencen. Además, como consecuencia de combinar su texto genético con el del cónyuge, resulta que la identidad cambia. Las especies con sexo son poblaciones en las que, salvo en muy raras ocasiones, no hay dos individuos iguales. Pero la diferencia nunca es lo bastante grande para sabotear la fertilidad del encuentro sexual. Dos osos engendran, por vía sexual, un oso nuevo que no es un clon de ninguno de sus ancestros, pero que tampoco corre el menor peligro de ser seducido por una gaviota. La perpetuabilidad de la capacidad de combinación requiere la perpetuación de cierta mínima esencia. En ello reside la grandeza de la reproducción sexual: la identidad se perpetúa cambiando […] Una pregunta nada trivial en ciencia: si la reproducción sin sexo es buena, cómoda, barata y segura, entonces ¿por qué existe la reproducción sexual? No se ha demostrado, pero se diría que una especie biológica con un acervo genético diverso resiste mejor los caprichos fluctuantes de un entorno en el que, entre otras cosas, viven todas las demás especies. La realidad de la naturaleza es apabullante: todos los vertebrados, salvo una singular lagartija y algún pez, y casi todas las plantas superiores, se reproducen sexualmente".54

Hay varias razones que reafirman las ventajas de la reproducción sexual para la mayoría de las especies, reflejadas básicamente en tres hipótesis distintas pero no necesariamente excluyentes. La hipótesis de la lotería establece una analogía con este juego de azar. Según este modelo la estrategia óptima para un jugador consiste en comprar una gran variedad de números en vez de invertir todo el dinero en uno solo. Del mismo modo un progenitor tendrá más probabilidades de que sus genes sobrevivan en un ambiente variable si sus hijos son diferentes entre sí.

La segunda hipótesis es la de la coevolución. En esta se postula que los animales se verán significativamente beneficiados de la variabilidad genética cuando están afectados por otros competidores y depredadores. De este modo si los depredadores cambian, la variabilidad generada por la reproducción sexual permitirá que las presas se adapten al cambio (Hamilton et al, 1981). Hace algunos años fue publicada la llamada hipótesis de la Reina Roja. Según esta hipótesis cada hospedero es nuevo para el parásito que debe mutar para adaptarse, a la vez que nuevamente lo hace el hospedero para que el parásito no logre hacerlo, en una carrera en la que cada uno va tomando el relevo alternadamente en una competencia sin fin.

La tercera hipótesis es la de la reparación. Esta sugiere que la reproducción sexual posee ventajas selectivas que no están relacionadas con la variabilidad genética. El proceso de recombinación del material genético que tiene lugar durante la meiosis representa una buena oportunidad para reparar posibles sectores defectuosos del ADN que se producen de vez en cuando, tales como rupturas de la regularidad estructural de la cadena de ADN o información deteriorada por la replicación permanente.

Otra forma de clasificación consiste en los modelos mutacionales y los modelos ecológicos. Según los modelos mutacionales, la reproducción sexual ofrecería ciertas ventajas al ayudar a la formación y expansión de los mutantes favorables, a la vez que ayudaría a la reparación de los mutantes desfavorables. Según los modelos ecológicos, la reproducción sexual ofrecería ventajas al crear nuevas combinaciones que pueden ser más aptas que las anteriores y reducir la competencia entre parientes ya que entre más semejantes dos organismos en forma y función, mayor será el traslape ecológico y por lo tanto la competencia. A través de la reproducción sexual se introduce variabilidad genética y por lo tanto fenotípica, reduciendo la similitud. Las diferencias causadas por la mixis hacen que se aminore el traslape y por lo tanto la competencia. En muchas poblaciones silvestres hay segregación de dietas, hábitats y horas de actividad, entre diferentes clases de edad o sexos para disminuir la competencia.

"La reproducción sexual puede interpretarse como una estrategia evolutiva de la vida en previsión de las incertidumbres del futuro. De no ser por esto, la reproducción asexual sería una solución superior, pues es barata –desde el punto de vista energético-, privada y cómoda, directa, segura y no competida. No obstante, a veces las variaciones del nicho son tan exigentes que ni las especies mejor preparadas logran sobrevivir. Los dinosaurios con toda seguridad fueron incapaces de enfrentar los drásticos cambios presentados en el entorno a finales del período cretácico y eso significó su extinción. Y lo mismo pudo ocurrirles a los cientos de especies desaparecidas en esa misma época",55 dice Antonio Vélez en Homo sapiens. ¿Cuál de ambos tipos de reproducción es mejor? Ninguno, todo depende. Hay especies para las que funciona mejor la reproducción asexual debido a sus características genéticas y nicho, y hay especies para las que funciona mejor la reproducción sexual por las mismas razones. Uno u otro tipo de reproducción (sexual o asexual) será ventajoso, dependiendo de sus características y su ambiente. Lo que afecta a una especie es lo que determina el éxito o el fracaso de la reproducción sexual o asexual. La reproducción sexual permite más calidad de la progenie y más adaptación a ambientes cambiantes; por su parte la reproducción asexual permite mayor cantidad de individuos en menos tiempo, con lo cual los costos y beneficios que se obtienen son coherentes con especies conformadas por individuos de baja o mediana complejidad en nichos generalmente estables.

De hecho algunos organismos han desarrollado la capacidad de utilizar ambos procesos reproductivos. Dependiendo de las condiciones, utilizan uno u otro tipo de reproducción. Por ejemplo, cuando abunda el alimento y las condiciones circundantes son globalmente favorables, el organismo unicelular Paramecium se reproduce mediante fisión binaria, un proceso asexual que implica partirse en dos. Pero cuando las condiciones se deterioran, el paramecio participa de un proceso llamado conjugación en el que dos individuos se fusionan e intercambian núcleos pequeños, mientras retienen el núcleo más grande. Por medio de esta interacción, ambos individuos modifican su material genético sin siquiera aumentar el número individuos tal como lo estudió Anderson en 1988.

Otro ejemplo interesante es el lagarto o dragón de Komodo que al parecer ha desarrollado la capacidad de autofecundarse para hacerle frente a ciertas condiciones ambientales. En una reseña que hace el diario El Tiempo sobre un artículo de la revista Nature, se revela que estos reptiles tienen la capacidad de autofecundarse. El artículo, titulado Los dragones se autofecundan, dice:

"Ocho dragones de Komodo nacerán próximamente en el zoológico de Chester, en el Reino Unido, al salir de huevos puestos por una hembra virgen. "Flora", lo que muestra que estos reptiles pueden reproducirse mediante autofecundación. Así lo asegura un artículo que publicó el jueves pasado la revista Nature. Los dragones de Komodo o varanos, originarios de la pequeña isla Indonesia de la que llevan el nombre, son los mayores lagartos del mundo, con más de tres metros de longitud. Desde 1998 el parque de animales Thoiry, en la región de París (Francia), lleva a cabo un programa internacional de cría en cautiverio de estos reptiles, amenazados de extinción. En este programa, cuatro varanos nacieron en marzo del 2006 en el zoológico de Londres (Reino Unido), a partir de los huevos puestos por "Sungai", una hembra que estaba en Thiory y que fue enviada al otro lado del canal de La Mancha para evitar una unión con su compañero y primo "Kinaam", que ahora se encuentra en Chester. Así, durante dos años y medio. "Sungai" y "Kinnam" durmieron separados. Sin embargo, al llegar al zoológico de Regent´s Park y antes de encontrar un nuevo compañero, "Raja", la hembra, puso cuatro huevos fecundados que eclosionaron (después de la muerte de la madre) en una incubadora. ¿Cómo pudo suceder eso, si la incubación, después de la fecundación, dura normalmente ocho meses, en promedio? El misterio era total, pero Phillip Watts, de la Universidad de Liverpool (Reino Unido) y sus colegas resolvieron el misterio. Al analizar el AND de tres huevos podridos, de los once fecundados que había en una puesta de "Flora", descubrieron que los dragones practican a veces la partogénesis: las hembras se autofecundan y producen clones de ellas mismas. "La partenogénesis constituye hasta ahora un fenómeno no reconocido en la gestión genética de las poblaciones amenazadas", señalan los investigadores".56

4.3 LA REPRODUCCIÓN EN EL MUNDO VEGETAL Los vegetales se reproducen de diferentes formas. La más común de ellas es la de tipo sexual, que se produce en las flores de las plantas, ya que ellas contienen los órganos sexuales. La fecundación se realiza por medio del traslado de los granos de polen desde los estambres hasta el estigma de la misma flor o de otra, mediante un proceso llamado polinización. En el ovario, el polen fecunda el óvulo. Cuando la flor se marchita, el ovario se transforma en fruto. El fruto contiene en su interior al óvulo fecundado que se ha convertido en semilla, lista para germinar y desarrollar una nueva planta. En cambio las plantas sin flores se reproducen generalmente en forma asexual a partir de gajos, bulbos y tubérculos, etc.

Según el tipo de fecundación, las plantas se pueden clasificar en:

• Autógamas: aquellas que se autofecundan. Como el café. Es decir, ellas mismas aprovechan su polen y su estigma para reproducirse. Esta podría considerarse una reproducción incestuosa de alto nivel, imposible en los humanos por demás Yo con yo. La misma planta produce la semilla masculina y la femenina y se reproduce con las mismas.

• Alógamas: aquellas que se cruzan al fecundarse. En este caso el polen de una planta se combina con los estigmas de otra, aumentando la variabilidad genética como en el caso de los animales con reproducción sexual.

• Dicógamas: aquellas plantas con flores macho y flores hembra. Como los papayos. Es decir, tiene flores especializadas que se combinan entre ellas. A diferencia de las autógamas, en las que se cruza material genético de una misma flor, en las dicógamas son distintas flores las que se cruzan, aunque también hacen parte de la misma planta.

No parece ser una simple coincidencia que especies tan disímiles en términos fisiológicos desarrollen la reproducción de tipo sexual como una ventaja adaptativa, pues en el caso de las plantas se podría pensar que al no tener movimiento, no necesitan adaptarse con la flexibilidad de los animales. La adaptación en términos evolutivos tiene que ver más con la capacidad de encontrar diferentes nichos en los cuales crecer y reproducirse que con la capacidad del individuo de moverse. Las plantas han encontrado excelentes medios mecánicos de desplazar su material genético de un lugar a otro, como los frutos que son ingeridos por los animales y que luego sus semillas son excretadas o la forma de algunas semillas que les permiten recorrer grandes distancias gracias a su permanencia en vuelo.

Parece ser que la reproducción sexual es incluso más importante que la capacidad de movimiento, en términos de fitness. Las plantas han desarrollado sistemas alternativos que les permiten propagar sus semillas sin moverse. Las plantas no necesitan moverse para reproducirse y si lo necesitaran serían animales pues poseerían cerebro. Es decir, el cerebro está directamente relacionado con la necesidad de moverse. Para que esto no suene a tautología tal vez conviene estudiar el ejemplo que usa Rodolfo Llinás en el primer capítulo de su libro El cerebro y el mito del yo: "Un buen punto de partida nos lo ofrecen las Ascidiaceae primitivas, organismos tunicados que representan una fascinante coyuntura con nuestros propios ancestros cordados (con una verdadera espina dorsal). La forma adulta de este organismo es sésil (vegetal), adherida por su pedúnculo a algún objeto estacionario (Romer, 1969; Millas, 1971; Cloney, 1982). Durante su vida cumple con dos funciones básicas: se alimenta filtrando agua marina y se reproduce por gemación. La forma larval, con un ganglio semejante a un cerebro con unas 300 células, atraviesa un breve período natatorio (en general de un día o menos) (Romer, 1969; Millar, 1971; Cloney, 1992) […] Tales características le permiten a esta especie de renacuajo afrontar las vicisitudes de un mundo en constante cambio en el cual nada. Cuando encuentra un sustrato adecuado (Svane y Young, 1989; Young, 1989; Stoner, 1994) procede a enterrar la cabeza en la ubicación elegida y, de nuevo se torna sésil (Cloney, 1982; Svane y Young, 1989; Young, 1989). Una vez reinsertada en el objeto estacionario, la larva absorbe, literalmente digiere, la mayor parte de su cerebro".57

4.4 LA EVITACIÓN DEL INCESTO EN EL MUNDO VEGETAL Tanto en el caso del mundo vegetal como animal, nos referiremos a la evitación del incesto y no a la prohibición del incesto, para facilitar el entendimiento conceptual que el término prohibición acarrea en el caso del Homo sapiens en relación con el conjunto de instintos, creencias y costumbres que encierra este hecho, mientras que en el caso de las plantas y los animales es más claro, debido a sus evidentes limitaciones evolutivas con respecto a creencias y costumbres, hablar de evitación.

Así entonces las plantas que se reproducen sexualmente tienen más probabilidades de sobrevivir en ambientes cambiantes, procurando por definición, como hemos visto anteriormente, la variabilidad genética. Sin embargo, a pesar de tener reproducción sexual, algunas plantas se autofecundan ¿Por qué desarrollarían las plantas la reproducción sexual si habrían de reproducirse "incestuosamente" en algunas ocasiones? La respuesta no es sencilla pues hacer retroingeniería en evolución de un asunto actual no deja de ser algo especulativo. Pero es necesario mencionar que el hecho de que la naturaleza desarrolle ciertas estrategias evolutivas óptimas, no implica que siempre se den. En biología lo posible es mejor que lo óptimo.

Dice Antonio Vélez: "En evolución, una característica ventajosa para el individuo no siempre aparece. Por ejemplo, tener cuernos para defenderse de los predadores es una gran ventaja, pero no todos los vegetarianos tienen cuernos. Y una característica puede ser ventajosa en un momento de la historia evolutiva de la especie, para luego tornarse neutra o aún negativa. Los cambios en el nicho pueden convertir una ventaja en una desventaja, y viceversa". Y luego añade:

"El gran problema de la evolución es desenredar el pasado. Si los vertebrados, en un momento de su evolución encontraron ventajas en la reproducción sexual, hoy es difícil saber las condiciones en que eso fue ventajoso. Hoy todo puede haber cambiado, pero las instrucciones siguen ahí, y devolverse a la reproducción sexual puede llegar a ser imposible, pues exigiría un conjunto coordinado de mutaciones, un conjunto complejo de alta improbabilidad. Entonces lo mejor es aprovechar las ventajas. A un caballo le podría ser de utilidad tener cuernos, pero en su genoma no existen caminos mutacionales sencillos para llegar a ellos, luego se quedan sin cuernos. Hay animales a los que los cuernos les resultan contraproducentes, pero no pueden renunciar a ellos, evolutivamente, entonces evolucionan en el sentido de saberlos usar bien. No tienen otro camino. En fin, es tema complejo, lleno de multitud de detalles, pleno de cosas que ya no podremos averiguar". Posiblemente ante la condición estática de la planta, la reproducción "incestuosa" funcionaría como un método de emergencia. Las plantas no tienen las mismas necesidades y capacidades que los animales para desplazarse, conseguir pareja y copular a pesar de que se valen de individuos de otras especies y medios mecánicos para propagar sus semillas. La reproducción sexual alógama sería entonces la apuesta de las plantas en aras de una mayor variabilidad genética, pero sin descartar la posibilidad de reproducirse autógama o dicógamamente, ya que en términos evolutivos es mejor reproducirse "incestuosamente" que no hacerlo. De hecho se ha comprobado que algunas plantas cierran la posibilidad a sus propias semillas durante algún tiempo pero si pasado este lapso aún no han sido fecundadas, abren de nuevo el camino para que su propio material genético las fecunde. Las plantas abogan por la diversidad a través de la reproducción sexual alógama pero dejan de repuesto la reproducción sexual autógama o dicógama. De otro modo no tendría mucho sentido el gasto energético que implica para el organismo la reproducción sexual y no hubieran sobrevivido las que tuvieran esta forma de propagar su información genética.

Incluso se puede afirmar que hay una tendencia no incestuosa entre las plantas. Hablar de esta tendencia en el reino vegetal no parece tan descabellado si miramos que incluso tienen la capacidad para reconocer a sus familiares o descendientes. Un mecanismo evolutivo que debe ofrecer alguna ventaja reproductiva a su portador. Recientemente apareció un interesante artículo en la sección de Medio Ambiente del diario El Colombiano, en el que habla de un estudio canadiense en el que al parecer se evidencia cierta capacidad de las plantas para reconocer a sus parientes y en consecuencia, competir menos con ellas como lo fija el modelo ecológico. En el artículo titulado Nada de bobas: plantas reconocen a sus familiares, se puede leer:

"La próxima vez que riegue sus matas, no pierda de vista las que ha tratado mal: podrían darle un mal rato.

Un estudio de investigadores de McMaster University en Canadá reveló que las plantas se defienden con fiereza cuando comparten matera con extrañas. Y cuando están al lado de sus hermanas, las reconocen. Aquellos días en que el mundo vegetal era visto estático, poco desarrollado y hasta aburrido, quedaron atrás. Las plantas se las traen. No poseen funciones cognitivas, pero por algún mecanismo identifican a sus parientes. No en vano, los jardineros reconocen cuáles asociaciones de plantas funcionan mejor. La habilidad para reconocer y favorecer los miembros del grupo familiar, se creían exclusivos de los animales, pero esta es la primera vez que se demuestra que las plantas poseen esa habilidad, explicó Susan Dudley, profesora de Biología en esa universidad. Su estudio acaba de ser publicado por Biology letters. Poseen habilidades sociales complejas y muestran rasgos de altruismo hacia los parientes. Y, como en el caso de los humanos, el comportamiento más interesante ocurre… bajo la superficie. Las plantas que descienden de una misma madre, son más compatibles que aquellas de la misma especie pero de diferente madre. La investigación la realizó con plantas de la especie Cakile edentula, que residen en ambientes costeros.

En el texto del artículo, Dudley, quien realizó el estudio junto a su estudiante Amanda File, revelan que "encontramos que en grupos emparentados crecían menos sus raíces que lo que hacían grupos extraños cuando competían debajo de la tierra, indicando que esas plantas podían discriminar a sus parientes".

El crecimiento de las raíces no difería, en los ensayos, entre grupos relacionados o extraños en macetas aisladas, lo que indica que el reconocimiento de los familiares yace en las interacciones de la raíz. Las plantas hermanas eran menos competitivas que las extrañas, lo que es consistente con la teoría de la selección por parentesco que dice que los individuos incrementan su bienestar a través de conductas que incrementan el bienestar de sus familiares.

Estudios previos sobre el crecimiento de raíces como respuesta a los vecinos, habían revelado que las plantas que compartían materas no tenían una condición ideal, mostrando el costo del crecimiento de la raíz, "como los grupos de hermanas evitan tales costos, los resultados están de acuerdo con un mayor bienestar de las plantas de C. edentula" que ya había visto otro investigador. La profesora Dudley aclaró al periódico algunos de los aspectos de su estudio.

¿Cómo la planta reconoce sus parientes? "Es una pregunta importante, pero no lo sabemos". ¿Cómo es esta planta, cuál es su hábitat? "Es una hierba suculenta, anual que se encuentra en playas arenosas hacia los océanos y los Grandes Lagos. Hay algunas otras plantas en esas zonas. El fruto tiene dos partes, cada una con una semilla. Los segmentos superiores tienden a desprenderse y pueden ser dispersados aisladamente o juntos hacia grupos extraños. El segmento bajo tiende a permanecer unido a la planta madre, por lo que los grupos de retoños son dispersados juntos". ¿Por qué compiten con sus parientes cuando no están presentes otros competidores? "Todas las plantas requieren luz, agua, nutrientes y espacio. Si otras están presentes, reducen la disponibilidad de recursos". ¿Qué sucede cuando una planta reconoce a su pariente en una situación de competencia? "El estudio muestra que produce relativamente pocas raíces que cuando con extraños". ¿Cómo compiten en general las plantas con otras? "No sabemos lo suficiente sobre este tema. Sobre la tierra, compiten con un incremento de la altura (un grupo en Argentina de la Universidad de Buenos Aires, de Carlos L. Ballaré y colegas hace un excelente trabajo). Debajo de la superficie, el incremento de la disposición de raíces ha sido argumentado como una forma de aumentar la habilidad competitiva". ¿Puede su estudio ser aplicado a otras plantas? "En un trabajo sin publicar que hemos hecho se sugiere que otras plantas también responden a los parientes". Algunos factores: En la introducción del estudio de Dudley-File se explica que las interacciones sociales predominantes entre plantas distintas a la reproducción es la competencia por luz, agua y nutrientes. La reproducción vegetativa y la autofertilización pueden llevar a grupos de plantas a estar más cercanamente relacionadas que grupos de animales incrementando el potencial para la selección de familiares. Si los parientes compiten menos entre sí, los individuos incrementan su bienestar directo al no gastar recursos en la competencia y su bienestar indirecto al no reducir el de los parientes de la vecindad".58

Dice Antonio Vélez en Homo sapiens:

"Es tan importante para una especie la evitación del incesto, que hasta las plantas han evolucionado tratando de resolver este problema. En las orquídeas, la autofecundación resulta imposible pues los órganos sexuales se encuentran ubicados en compartimentos separados. En algunas especies se logra la autoesterilidad por medio de la química: el polen y el pistilo poseen sustancias proteínicas que inhiben la autofecundación (Pelt, 1986). Para las plantas hermafroditas, la autofecundación resultaría un asunto sencillo, pues en cada flor los órganos masculinos y femeninos están muy próximos entre sí. Esta especie de "amor propio" es el incesto más peligroso y de más alto grado: yo conmigo (los de habla inglesa lo denominan selfing). Para evitar este "vicio solitario", los ovarios están maduros cuando la flor se abre; pero los estambres, órganos masculinos, se encuentran en ese momento inmaduros. Cuando estos maduran, los huevos ya han sido fecundados por los insectos, con polen de otras plantas de la misma especie".59

4.5 LA REPRODUCCIÓN EN EL MUNDO ANIMAL Nadie sabe a ciencia cierta cómo ni cuándo se inició y desarrolló el fenómeno de la reproducción sexual. Se cree que fueron los protozoos, antepasados de los animales, quienes primero portaron este tipo de reproducción. Dentro de un solo filum, por ejemplo el de las algas verdes, se encuentra una variedad de especies que pueden ordenarse en una serie que ilustra la forma en que pudo haber ocurrido esto. También se piensa que pudo comenzar con una fagocitosis frustrada.

Otro paso en la evolución del sexo está representado en las plantas y animales superiores, cuyos gametos especializados se originan solamente en células especiales del cuerpo (los órganos sexuales) y no a partir de cualquier célula vegetativa. El Volvox es un alga que forma colonias, una pelota hueca de células, cada una de las cuales tiene dos flagelos y está vinculada con sus vecinas por finos filamentos de protoplasma. En un órgano especial, el oogonio, se forma un único óvulo grande e inmóvil. Los espermatozoides, móviles y libres, nadan hacia el óvulo; si la unión da por resultado un cigoto diploide, que segrega una gruesa pared celular y puede resistir condiciones desfavorables. Durante la germinación se realiza la meiosis y se forman células haploides. Éstas, por sucesivas divisiones mitóticas, dan lugar a una nueva colonia. En algunas especies de volvox, una sola colonia puede tener anteridios y oogonios; en otras especies, solamente puede tener unos u otros pero no ambos, y podría llamárselas masculinas o femeninas. De estas diversas maneras ha evolucionado la reproducción sexual, hasta el punto en que aparece la diferenciación sexual. La serie mencionada sirve para ejemplificar varias tendencias en la evolución, cada una de las cuales apunta hacia alguna forma de especialización. El paso que va de los gametos iguales (isogamia) a los gametos diferentes (heterogamia) tiene evidentes ventajas para la supervivencia de las especies: el gran número y la movilidad de los espermatozoides los hace eficaces para la búsqueda del óvulo, y el gran tamaño y los alimentos almacenados en este último proveen de nutrientes al cigoto hasta que puede independizarse en cuanto a la nutrición. Un segundo paso sería la especialización de las células de la colonia o del cuerpo multicelular, de modo que algunas puedan llevar a cabo solamente funciones vegetativas, y otras funciones de reproducción. Un tercer paso es la diferenciación de los sexos. En estas plantas primitivas puede producirse la reproducción sexual o asexual en la última planta, dependiendo de las condiciones ambientales.

La evolución del sexo parece haber ocurrido separadamente en los procariotas (bacterias primitivas que carecen de núcleo celular diferenciado) y en los eucariotas (demás organismos uni y pluricelulares que poseen núcleo celular diferenciado). En los eucariotas, como se mencionaba, el primer tipo de reproducción probablemente fue la fisión simple. Los experimentos realizados con bacterias actuales similares a las procariotas sugieren que estas bacterias ancestrales pudieron tener un tipo primitivo de reproducción sexual como respuesta a la radiación ultravioleta puesto que en esa época no existía la capa de ozono, beneficiándose de la reproducción sexual como un mecanismo de reparación genética (Bernstein et al, 1984) del ADN alterado por la radiación ultravioleta.

En los eucariotas la hipótesis de la reparación genética no parece suficiente para explicar el desarrollo de la reproducción sexual. El tipo de sexo que se encuentra en los eucariotas implica una fusión, primero de las membranas celulares y después de los núcleos. Una hipótesis que podría explicar el origen de la reproducción sexual en los eucariotas parte del hecho de que la fusión primordial ocurrió cuando un organismo intento canibalizar a otro y en lugar de la ingestión completa, aconteció la fusión. Por un momento los dos organismos se convirtieron en uno doble y después se separaron dividiendo su material genético.

En las condiciones primitivas probablemente los gametos eran idénticos y la evolución hacia gametos diferenciados (ovocitos y espermatozoides) debió ocurrir paulatinamente. La tendencia evolutiva debió favorecer el desarrollo de gametos cada vez más grandes y que contuvieran nutrientes para el estado inicial de gestación (ovocitos) y gametos más pequeños y menos costosos que se complementaran con los anteriores usando su energía no en nutrientes sino en capacidad de desplazamiento (espermatozoides).

En El origen de las especies, dice Darwin:

"Nos hemos preocupado menos por el aumento del vigor constitucional que resulta del cruce ocasional entre los individuos de una misma variedad pero pertenecientes a familias diferentes, o entre variedades distintas, que de los efectos nocivos que pueden resultar de la producción de individuos demasiado próximos en su grado de consanguinidad. Sin embargo, el primer punto es el más importante, al tiempo que el mejor demostrado de ambos. Los efectos nocivos del apareo de animales consanguíneos son difíciles de reconocer puesto que se acumulan lentamente y difieren mucho en su intensidad, según las especies, mientras que los buenos efectos que siguen casi siempre a un cruce son en seguida aparentes. Hay que reconocer, sin embargo, que las ventajas que se pueden obtener de la reproducción entre individuos consanguíneos, en lo que concierne a la conservación y transmisión de una característica determinada son indudables y a menudo hacen desestimar el inconveniente que puede resultar de una ligera pérdida de vigor constitucional. (Variación II)".60

Y más adelante anota: "He reunido tal cantidad de cosas, y he realizado tantos experimentos que demuestran, de conformidad con la creencia casi universal de los criadores, que en los animales y plantas el cruzamiento entre variedades distintas, o entre individuos de la misma variedad, pero de otra estirpe, da vigor y fecundidad a la descendencia, y por el contrario, que la cría entre parientes próximos disminuye el vigor y la fecundidad, que estos hechos, por sí solos, me inclinan a creer que es una ley general de la naturaleza el que ningún ser orgánico se fecunde a sí mismo durante un número indeterminado de generaciones". Con respecto a la evolución de los órganos sexuales, da la impresión de que éstos evolucionaron de acuerdo con las necesidades de las distintas especies. En algunos casos el pene evolucionó primero como en ciertos tipos de platelmintos que lo poseen pero carecen de cavidad receptora de esperma por lo que el macho inserta su órgano sexual dotado de afiladas púas en cualquier punto del cuerpo de la hembra. Pero en otros casos como en las especies ancestrales de peces, los gupis entre ellos (Poecilia reticulata), las hembras poseen una cavidad a través de la cual expulsan los ovocitos y los excrementos. Esta cavidad tiene la función adicional de servir de receptáculo del órgano sexual masculino, caso en el cual la cavidad genital de la hembra parece más antigua que el órgano masculino.

Adicionalmente a la diferenciación de los órganos sexuales, algunas especies han desarrollado mecanismos especiales como los cierres genitales y la ovulación inducida. En los cierres genitales los órganos sexuales de ambos individuos permanecen unidos por cierto tiempo sin poder separarse a voluntad de los protagonistas. Por ejemplo el pene del perro doméstico permanece dentro de la vagina de la hembra incluso después de que el perro ha eyaculado. Se piensa que como los perros se aparean mientras corren, este cierre genital garantiza que el pene del macho permanezca dentro del cuerpo de la hembra el tiempo suficiente para asegurar que por lo menos una parte del semen entre en la vagina. Este mecanismo también tiene una ventaja adicional de exclusividad pues si el perro permanece unido, no les da oportunidad a otros machos de fecundar a la hembra.

En el caso de la ovulación inducida, lo que sucede es que la hembra ovula sólo cuando se aparea. Este tipo de mecanismo es propio de ciertos mamíferos como los gatos y es altamente efectivo pues la hembra casi siempre queda preñada después de la relación sexual. Los penes de los mininos contienen una especie de púas orientadas hacia atrás, que rasgan parte de la abertura vaginal para facilitar el parto a la vez que estimulan la ovulación al retirar el pene luego de la cópula. Esta estimulación es necesaria para liberar la hormona luteinizante (HL), encargada de inducir la ovulación.

Las condiciones ecológicas también influyen sobre la reproducción sexual en los animales ya que aquellos que viven en ambientes inestables suelen presentar estrategias reproductivas que buscan tener muchos hijos en poco tiempo, dado que hay una carrera por llenar todas las alternativas que genera el ambiente y disminuir la posibilidad de desaparecer ante los cambios (llamada estrategia tipo r = species-specific growth rate), mientras los que viven en ambientes estables suelen presentar estrategias reproductivas basadas en una menor cantidad de descendientes pues generalmente suele haber muy poca necesidad de nuevas alternativas en la población (llamada estrategia tipo K = capacidad de carga del hábitat). Tener pocos hijos e invertir mucho en cada uno es una estrategia que en este último caso aporta mayores beneficios.

Los factores ambientales son otro factor influyente sobre la edad a la que se alcanza la madurez sexual y sobre la distribución de nacimientos en la estación fértil. Por ejemplo, los ratones que generalmente tienen una estrategia reproductiva para ambientes cambiantes suelen ser más pequeños, tener ciclos vitales más cortos y alcanzar la madurez sexual más deprisa que los animales con estrategias reproductivas para ambientes estables como los elefantes.

"Las regiones montañosas del Ártico son buenos ejemplos de los medios inestables que suelen habitar las especies seleccionadas para la r. Periódicamente, las poblaciones de animales terrestres son diezmadas por olas de frío prolongadas, inundaciones o sequías, y todas las especies están por debajo de su capacidad de carga; consecuentemente, la competencia con los coespecíficos es relativamente poco intensa. En estas condiciones, lo mejor es tener muchos hijos durante breves periodos de buen tiempo. Sin embargo, las especies seleccionadas para la K, que viven en medios estables, como los trópicos, generalmente tienen que afrontar una intensa competencia intraespecífica; invertir en actividades que aumenten las oportunidades de la progenie para competir eficazmente es más beneficioso que limitarse a tener una gran cantidad de hijos. De este modo, los papagayos que viven en los trópicos tienen menos hijos por período de tiempo que las aves que viven en las regiones templadas o árticas (MacArthur y Wilson, 1967; Pianka, 1970),"61 dice Richard Maier en su libro Comportamiento animal. La reproducción sexual parece entonces haber recorrido un largo y tortuoso camino en aras de la variabilidad genética, desarrollando miles de mecanismos para evitar la endogamia de acuerdo con las características de cada especie. Los animales fueron sus principales beneficiados por su necesidad de desplazamiento y de habitar nichos tan variados. Dice Richard Maier: "Las ventajas de la variabilidad genética son tan grandes que la mayoría de especies animales, tanto de vertebrados como de invertebrados, se reproducen sexualmente en algún momento u otro".62

4.6 LA EVITACIÓN DEL INCESTO EN EL MUNDO ANIMAL A pesar de que en épocas recientes eran numerosos los académicos y científicos que pensaban que la evitación del incesto era un asunto puramente humano, se ha visto que las plantas procuran evitar la reproducción de un individuo (la planta) consigo mismo, aunque poseen, generalmente, los dos órganos sexuales (pistilos y estambres), así que hablar de la evitación del incesto en el mundo animal hoy en día puede no ser tan sorprendente.

Si en la plantas se hace clara la aparición de una barrera natural que impide el incesto, en el caso del mundo animal los ejemplos de evitación del incesto son casi inagotables. Los animales se han beneficiado de la variabilidad genética que les ofrece la reproducción sexual para generar diversos descendientes con capacidades para adaptarse a los ambientes cambiantes y diversos que han conquistado en el planeta durante miles de años.

Al referirse al intercambio sexual entre los animales, dice Richard Maier: "Si los animales se comportan de forma diferente con sus parientes, deben ser capaces de reconocer a estos últimos y de distinguirlos de los sujetos con los que no mantienen vínculos. En muchos casos, el reconocimiento se basa en indicios químicos […] Los roedores también utilizan indicios olfativos para reconocer a sus parientes. Por ejemplo, las ardillas de bandas terrestres Spermophilus tridecemlineutus pierden la capacidad de reconocer a sus parientes cuando se les priva experimentalmente del sentido del olfato administrándoles sulfato de zinc (Holmes, 1984). En estos animales el reconocimiento del parentesco depende, por lo menos en parte, de las experiencias olfativas propias de las primeras etapas del desarrollo".63

Antonio Vélez aporta otro interesante ejemplo al respecto: "A. H. Harcourt, zoóloga británica, ha comprobado la evitación del incesto madre-hijo en los gorilas que ha tenido bajo estudio en Ruanda. Esto mismo fue corroborado posteriormente por Dian Fossey (1985) en Uganda. Después de cuatro años estériles en el zoológico de Philadelphia (Pfennig y Sherman, 1995), Jessica, una hembra de gorila de llanura, fue trasladada al parque de San Diego, donde quedó preñada inmediatamente. La discriminación por parentesco puede explicar por qué Jessica no se apareó hasta que se la puso en contacto con machos distintos de aquellos con los que había convivido desde edad temprana".64

Incluso especies con repertorios tan predeterminados como los insectos, que llevan escrita en sus genes casi toda la información básica que necesitan para suplir sus funciones elementales, muestran claros indicios de evitación de las relaciones incestuosas. En el libro Cómo se comunican los animales, Heribert Smid publica un interesante estudio llamado Las moscas de las frutas no se aparean con sus hermanos:

"En las frutas descompuestas o en estado de fermentación suelen posarse moscas de pequeño tamaño (El nombre científico de la mosca de la fruta es Drosophila melanogaster) que se han convertido en animales de laboratorio básicos para la genética. Se utilizan en experimentos en los que se cruza a dos animales determinados para estudiar detenidamente su descendencia. Dos investigadores descubrieron que no es posible cruzar una hembra y un macho cualesquiera. Aunque en la mayoría de los casos era el macho el que rechazaba a la hembra, en algunas ocasiones sucedía todo lo contrario. Al indagar la causa de semejante conducta, descubrieron que el parentesco desempeñaba un papel importante. Cuanto más próximo era éste, menos dispuestos estaban a aparearse. Dicho más exactamente: cuando tanto el macho como la hembra poseían un cromosoma X que contenía la misma información genética, menos dispuesto estaba el macho a aparearse. Posteriormente se confirmó la teoría de que en este proceso debía hallarse en juego una o varias sustancias olorosas. La sustancia estimuladora secretada por una "pariente" cercana no resulta en absoluto atrayente para el macho. Con todo, los investigadores consiguieron engañar al macho y obligarle a aparearse con una hembra inicialmente "rechazada" impregnando las antenas de ésta con la feromona sexual de otra hembra. Así mismo descubrieron que en los cromosomas números 2 y 3 eran las hembras las que rechazaban al macho. En este caso, y para engañar a la hembra, se impregnaron sus antenas con una feromona distinta de la de su "pariente". Ahora bien, cuando los crormosomas X y el cromosoma 4 eran genéticamente idénticos (los cromosomas (del griego chroma, color y soma, cuerpo) son elementos filiformes del núcleo de la célula que se tiñen con mucha facilidad. En ellos reside la información genética) en el macho y la hembra, entonces no valía truco alguno; las hembras negaban rotundamente el apareamiento. Semejante comportamiento tiene una explicación biológica evidente. En los descendientes de una pareja con grandes diferencias genéticas se produce una gran variación de las características (variabilidad genética). Esta diversidad aumenta, a su vez, las probabilidades de supervivencia, pues siempre habrá algún individuo capaz de enfrentarse satisfactoriamente a las condiciones ambientales extremas o especiales. Los investigadores se preguntan cómo se las ingeniaron Thomas Hunt Morgan y sus colaboradores para obtener las denominadas "líneas puras" (las "líneas puras" se obtienen realizando cruzamientos consanguíneos) cruzando moscas hermanas. Aunque los experimentos propiamente dichos se hallan al alcance de cualquiera, ésta es una incógnita todavía sin resolver. Las moscas de la fruta nos enseñan más cosas todavía. Entre la información genética contenida en los cromosomas y la producción de feromonas existe una relación evidente, y todo parece indicar que cualquier modificación de dicha información, por leve que sea, influye a su vez en la producción de feromonas. De las observaciones y estudios realizados hasta la fecha podemos concluir lo siguiente: -El cromosoma X contiene información relativa a la producción de la feromona sexual femenina. -Los cromosomas 2 y 3 contienen información relacionada con la formación de feromonas sexuales tanto masculinas como femeninas. -La combinación del cromosoma X y el cromosoma 4 afecta la producción de hormonas sexuales tanto masculinas como femeninas".65

Como se mencionaba en un comienzo, la evitación del incesto es común entre las plantas y aún más entre los animales aunque apenas ahora sean claras las implicaciones de estos descubrimientos para algunas hipótesis de las ciencias humanas, como la antropología, el psicoanálisis y la psicología, pues muchas de éstas se basan en la prohibición del incesto como el germen y fundamento de la cultura para explicar luego muchas de las facetas del hombre. El Complejo de Edipo, por ejemplo, parte del supuesto deseo incestuoso que sentimos todos los seres humanos y el sacrificio que hacemos de este potente deseo, en aras del amor propio y la construcción de nuestros vínculos sociales.

Contrario a todas las evidencias de un orden primitivo en la naturaleza, Claude Lévi- Strauss considera que la vida de los animales carece de normas que posibiliten hablar de una organización social. Afirma en su libro Las estructuras elementales del parentesco: "Más que los fracasos frente a pruebas precisas, una comprobación de orden general nos convence y nos hace penetrar más hondo en el núcleo del problema. Se trata de la imposibilidad de extraer conclusiones generales a partir de la experiencia. La vida social de los monos no se presta a la formulación de norma alguna. En presencia del macho o la hembra, del animal vivo o muerto, del sujeto joven o adulto, del pariente o del extraño, el mono se comporta con una versatilidad sorprendente".66

No deja de ser preocupante encontrar cierta contradicción en planteamientos de este tipo, puesto que si la prohibición del incesto es fruto de la regulación cultural que hacemos los seres humanos, el comportamiento incestuoso debería ser la regla general en el mundo animal, supuestamente carente de orden y cultura, y a su vez, si el incesto fuera la regla general en los animales, no habría como mantener la idea de que este es un deseo profundamente humano.

En casos en los que se considera al ser humano como una especie exclusiva y totalmente diferente, sin conexión aparente con la evolución de las demás especies, y con profundos deseos incestuosos que son sofocados por cualquier tipo de artificio, ajeno o autónomo, no habría como explicar coherentemente que el comportamiento incestuoso sea tan poco frecuente en el Homo sapiens a pesar de la convivencia permanente entre familiares y de que para otros deseos humanos también existen fuertes castigos, mayores o iguales al del incesto, no sólo legales sino también sociales, y sin embargo su frecuencia es abrumadora. Pero este trascendental tema será abordado con más detenimiento en el capítulo sobre el incesto y la ley.

Vivian Páez, ecóloga evolutiva y profesora de la facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Antioquia, da la puntada final a este apartado para corroborar la evitación del incesto en el mundo animal, al afirmar:

"Podemos asegurar que existen evidencias de mecanismos tanto a nivel molecular como comportamental para evitar la reproducción con individuos emparentados, tanto en animales como en plantas. Estos mecanismos, que son múltiples, básicamente han evolucionado por las consecuencias negativas para el fitness de los individuos relacionados con la endogamia. Los efectos perjudiciales de la endogamia también han sido ampliamente estudiados, por lo que no es sorprendente que en un rango tan amplio de taxones se hayan establecido pautas para evitarlas".

5. El incesto en el homo sapiens

La introducción de un capítulo de dedicación exclusiva en el hombre, tiene por objeto explicar con mayor detalle lo que sucede en nuestra especie, aunque perfectamente podría asimilarse al capítulo anterior en el que se estudiaba el incesto en el mundo natural. Para la psicología evolucionista los seres humanos no somos una especie aislada sino una especie más en la intrincada red de la vida en el planeta, aunque sean muchas las ocasiones en que se haya pensado equivocadamente en la evitación del incesto como un comportamiento exclusivamente humano.

Dice Antonio Vélez en Homo sapiens:

"Hasta comienzos de la década de 1960 se creía que el tabú del incesto era una característica exclusivamente humana. Gracias al auge tomado por la etología en las últimas décadas, se ha podido demostrar por medio de experimentos controlados que los que así pensaban estaban cometiendo un grave error, que consiste en suponer que entre el comportamiento del hombre y el del animal existe un abismo insalvable. En efecto, la experiencia de campo de los etólogos prueba que son numerosas las especies animales que rechazan, de forma instintiva o natural, la unión sexual incestuosa".67

La ciencia se ha encargado de demostrar que el proceso de la reproducción sexual en el Homo sapiens no difiere del de las demás especies, exceptuando, claro está, las particularidades en términos de modos de fecundación, número de cromosomas, tiempo de gestación, desarrollo embrionario, etc. las cuales también son particulares en las demás especies. La meiosis, mitosis y el resto del proceso biológico es igual al que ya ha sido explicado en al capítulo anterior. El hombre y la mujer ponen cada uno 23 pares de cromosomas a la hora de la fecundación, el hombre por medio de su espermatozoide y la mujer por medio de su óvulo y si todo sale bien, pasadas aproximadamente 40 semanas, nacerá un nuevo individuo de la especie Homo sapiens.

Para esta especie, la nuestra, la evitación y posterior prohibición del incesto ha sido un proceso lógico y natural que propende por la variabilidad genética y que adicionalmente encuentra ventajas en términos sociales y comerciales ya que las mujeres de una familia se convierten en el centro del intercambio y las alianzas con otras familias de la comunidad. Dice Irenäus Eibl-Eibestfeldt en Amor y odio:

"En el estudio de la cuestión relativa a las reglas naturales (o sea en las que nos son innatas) que regulan nuestro comportamiento sexual, nos encontramos con el tabú del incesto. Las relaciones sexuales dentro de la familia nuclear o básica sólo se permiten entre esposos, y no entre padres e hijos, ni entre éstos: en ninguna cultura se encuentran excepciones al respecto, y muchos investigadores han polemizado en torno a la interpretación de este hecho, sin que hasta ahora se haya llegado a una solución definitiva. Afirma una teoría biológica que existe una inhibición innata que nos impide el emparejamiento con las personas con las cuales nos criamos juntos. La ventaja para la selección sería la seguridad del intercambio del patrimonio hereditario entre miembros de una población lo más diversos posible genéticamente, evitando así las consecuencias del cruzamiento entre consanguíneos. A esto se ha replicado que la sucesión pura de un mismo linaje no es necesariamente mala y que se practica con mucha frecuencia en los animales domésticos. Pero puede responderse a esto que la naturaleza por lo general lo evita. En el reino vegetal hay mecanismos altamente complicados destinados a impedir la autofecundación, de modo que las plantas pueden ser estériles para sí mismas. En otros casos se impide la autofecundación mediante diferencias en el tiempo de maduración de los estambres y los pistilos, o mediante el alejamiento entre unos y otros. En resumen, puede considerarse demostrado que la fecundación sirve esencialmente para el intercambio de genes. Como en las plantas subsiste el peligro de la autofecundación por sus flores, a menudo hermafroditas, y por su inmovilidad, se desarrollan mecanismos para impedirlo, y esto señala de modo inequívoco el valor positivo que en la selección tiene la heterofecundación".68

Con respecto a los vínculos y alianzas entre nuestro parientes los primates. Dice Frans de Waal en Bien natural:

"La reciprocidad en las alianzas sigue siendo tema de debate. Muchas alianzas se basan en las relaciones de parentesco, como lo demuestran los enfrentamientos entre las matrilíneas de los macacos y los babuinos. La evolución de semejante sistema de apoyo no requiere reciprocidad; la selección familiar ya proporciona una excelente explicación. Sin embargo, cuando los que no son parientes se apoyan entre ellos, suponemos que tienen que sacar alguna ventaja […] Los machos babuinos también apoyan a las hembras y a sus crías. Dado que los babuinos machos emigran, mientras que las hembras permanecen toda su vida en la misma banda, los machos a veces entablan una amistad con determinadas hembras del grupo y , de este modo, consiguen la aceptación de la banda a la vez que aumenta la voluntad de sus protectoras de copular".69

5.1 LA EVITACIÓN DEL INCESTO EN EL HOMO SAPIENS Se podría pensar que el ser humano es igual a los animales en términos de fisiología sexual pero no de comportamiento. Que a la hora de elegir pareja y relacionarse con sus semejantes trabaja basado en las afinidades intelectuales, las expectativas, los valores personales y la forma de ser de la pareja, como si el cerebro primitivo se desconectara y entrara en acción el neocórtex exclusivamente. Craso error. En la búsqueda de afinidad con el sexo opuesto es cuando más activo parece estar el simio que llevamos dentro y este simio parece tener un especial gusto por las parejas ajenas a su propio núcleo familiar. Dice Antonio Vélez en su libro Homo sapiens:

Jane Goodall

Monografias.com "Entre los macacos rhesus existe inhibición en el apareamiento madre-hijo, a pesar de que las labores de acicalamiento y desparasitación se realizan, por lo regular, entre parientes cercanos, y es muy común entre madres e hijos. Jane Goodall, infatigable observadora de los chimpancés en estado salvaje, relata que en cerca de cien apareamientos observados por ella, ni uno solo ocurrió entre madre e hijo, y muy pocos entre parientes próximos. "Nos interesó sobremanera descubrir -escribe la señora Goodall (1971)- que Fifí se mostraba extremadamente reacia a copular con sus hermanos… En cuanto la inflamación genital aparecía, no toleraba su presencia". Anne Pussey, de sus experiencias vividas en la reserva del río Gombe, en Tanzania, cuenta que los chimpancés hembras suspenden abruptamente su asociación con los machos de su grupo cuando llegan al punto crítico del estro y, también, que muchas adolescentes se marchan a otras comunidades, a veces de manera permanente, como resultado de la atracción de algún macho extraño que ocasionalmente visita el grupo".70

Un artículo publicado en el semanario El Espectador del sábado 3 de marzo de 2007, tituladoPor sus olores los seduciréis, lleva al ser humano en esta misma vía al afirmar que a la hora de conquistar una pareja, las feromonas están a la misma altura de los chocolates, las flores o los poemas. Dice el mencionado artículo:

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