Desde tiempos inmemorables, la Ciudad de México,
corazón de nuestra patria, ha sido el asombro de propios y
extraños. Situada en el sur del altiplano, rodeada de
cordilleras y majestuosos volcanes, altiva y señorial se
yergue desde hace más de seis siglos cuando fue fundada
por los aztecas y, ya desde aquel entonces se constituyó
como centro del gran Imperio de la cultura Azteca-Mexica:
Tenochtitlan
No fue menor el impacto causado ante los ojos de los
conquistadores españoles, al descubrir una ciudad-imperio
perfectamente organizada entre lagos y canales, con estructuras
militares, teológicas y comerciales, que quedaron
maravillados ante su esplendor y atraídos por sus
misterios y riquezas decidieron transformarla en el centro de
todas sus conquistas del recién descubierto "Nuevo Mundo",
convirtiéndola así en la capital de la Nueva
España y con ello, dando lugar a la fusión de dos
mundos, de cuyo crisol podemos asumirnos orgullosos de nuestras
raíces
La Ciudad de México, la ciudad del millón
de latidos, se ubicó desde siempre como un polo de
atracción para todos sus visitantes, que impactados por su
magnificencia la han tildado elogiosamente de una y mil maneras:
"La muy noble y leal", "La ciudad de los palacios", "La capital
del nuevo mundo", "La ciudad más grande del mundo" y
muchas otras más, que de alguna forma intentan delinear su
carácter guerrero y luchador heredado de nuestros
antepasados, que en la actualidad se ha transformado en un
espíritu evolutivo que le permite reinventarse cada
día, con una constante e inacabada búsqueda del
mejoramiento colectivo
Cualquiera que sea el motivo para la visita a la Ciudad
de México, la ciudad del millón de latidos, el
viajero encontrará siempre justificación plena para
conocerla, para recorrerla, para sentirla, para asumirla como
propia y aunque su gran extensión da lugar para invertir
todo el tiempo disponible y aún así, se
tendrá la sensación de jamás acabar de
recorrerla, una sugerencia es empezar por donde fue el origen de
la misma y que ahora conocemos como el "Centro Histórico"
y que hasta hace poco más de un siglo mantenía
todavía en buena medida, la simetría original de la
fundada por los "mexicas" –así preferían
denominarse los antiguos aztecas- y que según conocimos
por los cronistas, el lugar preciso de su fundación
obedeció a sus creencias religiosas, las cuales
debían ser celosamente cumplidas, de modo tal que cuando
estos mexicas presenciaron a un enorme águila
–símbolo del sol- posada sobre un nopal
–cactácea endémica de nuestro país-
que florecía sobre un islote y el águila devorando
a una serpiente, de inmediato se cumplió lo ordenado por
sus dioses, dando lugar a la Gran Tenochtitlan, que con el tiempo
también se conocería como "El Valle de
Anáhuac" por el lugar donde estaba el islote. De este acto
trascendental se deriva uno de nuestros símbolos patrios
– el escudo nacional- que hasta nuestros días
permanece incólume y se mantiene vigente en nuestras
monedas, en nuestra bandera y demás usos
oficiales.
Regresando al Centro Histórico, que a raíz
de la conquista y por varios siglos contuvo los límites de
la propia ciudad, una ciudad que fue construida sobre las ruinas
de la antigua ciudad imperio de Tenochtitlan, con una
arquitectura que ahora conocemos como virreinal y que responde al
modelo imperante el la época en Europa, pero que en su
seno lleva el esfuerzo y sudor de la mano de obra
indígena, que aportó lo suyo para lograr la ahora
admirada belleza de este espacio urbano y que en el
vértice de dicho centro contemplamos la imponente Plaza de
la Constitución .
La Plaza de la Constitución, o Plaza Mayor, o
comúnmente conocida como "El Zócalo" –nombre
que devino por el inicio de las obras para la instalación
de un monumento que nunca se concluyó, pero que
inició con el basamento o zócalo del mismo- es una
explanada de grandes dimensiones, tan grande que es considerada
la mayor de América y la tercera en el mundo y está
delimitada al norte por la Catedral Metropolitana, majestuoso
templo que incluye en sus fachadas, cúpulas y torres, una
amalgama de los más diversos estilos
arquitectónicos, pues en su culminación
prácticamente transcurrieron los tres siglos que
duró el período de la Colonia y en cuyo interior
podemos admirar además de lo portentoso de su
construcción en sí, incontables piezas de arte
sacro, así como los restos de distintos e influyentes
actores de nuestra historia.
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