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¿Es Goldman Sachs "la mano que mece la cuna" del gobierno Trump? (página 5)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6

Y eso es lo que temen en el mundo de los negocios. No es tanto el contenido de la legislación, sino el momento en el que empiezan aplicarse las nuevas reglas en el sistema financiero y el impacto que tendrán en una economía muy débil, donde el crédito a las pequeñas y medianas empresas y las familias brilla por su ausencia. Y también por su efecto combinado con otras de las legislaciones bandera de la Administración de Obama, como la de la reforma sanitaria o la futura normativa energética.

La Business Roundtable -asociación que agrupa a los principales ejecutivos de las mayores corporaciones- teme que esta triple batería legislativa cree aún más incertidumbre y desanime a las empresas a contratar. Desde la Cámara de Comercio, su presidente, Bruce Josten, cree que el gran problema es que nadie entiende realmente cómo las nuevas reglas cambiarán el juego. Eso hará "que el capital se mantenga al margen durante años", dice. "Menos capital disponible y más caro", indica el republicano Robert Corker.

Timothy Geithner dejó constancia de que la Administración de Obama tiene claro que "se necesitan bancos que asuman riesgos para que los negocios crezcan y sean prósperos". Pero también dijo que corresponde al Gobierno asegurar "que esos riesgos no amenacen la salud de la economía en su conjunto". Y en este sentido insiste en que la reforma "ayudará a que los bancos sirvan a las necesidades de sus clientes, no para tomar ventaja de ellos".

Otra de las dudas concierne al peso de Wall Street como centro de negocios si los socios del G-20 no imponen reglas similares. Los analistas de IHS Global Insight no creen que la reforma vaya a suponer una seria desventaja competitiva para las grandes firmas estadounidenses en el mercado financiero global, porque "al final se impuso un hilo de sentido común, algo que fue difícil de detectar al inicio de la negociación".

Lo que preocupa a Judd Gregg y a algunos analistas es que para evitar todas estas restricciones, como en los derivados o las operaciones con recursos propios, los grandes bancos con presencia internacional "hagan estas actividades restringidas en el extranjero". Eso, añade, supone una desventaja competitiva para las firmas más pequeñas que concentran su negocio en EEUU y limitará el acceso de los estadounidenses al crédito.

A pesar del rechazo casi frontal de los republicanos tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, el paquete final que esta semana será firmado por Barack Obama incluye enmiendas propuestas por el ala conservadora, orientadas a proteger las pequeñas entidades. Pero Richard Shelby, el negociador en la oposición, opina que "esto no es una reforma real". "Es ineficiente, anticompetitiva y amplía la burocracia", dice.

Christopher Dodd admite que "no es perfecta". Y explica que tuvo "que anteponer lo posible a lo deseable". Para el demócrata, lo esencial es que se crea una arquitectura, con una nueva generación de reguladores, con instrumentos "que minimizarán los riesgos". "No se puede legislar la integridad, pero sí se pueden crear los mecanismos para protegernos y que nunca más pasemos por lo que hemos pasado durante los últimos dos años".

Su compañero de filas Byron Dorgan destacó que se trata de un punto de partida, "no de un punto final". De hecho, ahora arranca otra fase en la que legisladores y supervisores deben transformar las miles de páginas en regulaciones específicas. La labor de lobby de Wall Street se espera intensa en este proceso, que puede durar entre 12 y 18 meses. Se trata de entender lo que significa la legislación y de limar asperezas que puedan ser contraproducentes.

Ese esfuerzo por llevar la reforma del papel a la realidad, como dicen los analistas, es una labor titánica. Y ponen como ejemplo de la dificultad la nueva oficina de protección del consumidor, que, según la legislación adoptada, debe estar funcionando en un año. ¿Cómo se define su autonomía cuando va estar integrada en la Reserva Federal y financiada con sus recursos? ¿Y a quién deberá designar el presidente para dirigirla?

Otro ejemplo es el desmantelamiento de la Oficina de Supervisión del Ahorro (OTS, por sus siglas en inglés), cuyas responsabilidades serán integradas en el Controlador de la Moneda (OCC, por sus siglas en inglés). Solo fundir las dos plantillas es todo un reto. Pero, sobre todo, será interesante ver cómo se define su nueva misión sin que eso cree duplicidades con el trabajo que hará la SEC y con el nuevo consejo de riesgos sistémicos. "Tenemos ya a grupos de trabajo planificando", indican desde la OCC.

En total, habrá que llevar a la práctica 243 regulaciones incluidas en la ya bautizada como Ley Frank-Dodd. Son el triple que las que requería la Sarbanes-Oxley. Los reguladores deberán realizar a su vez 67 estudios, y los comités del Congreso, redactar casi un centenar de informes. Y a esto se sumarán las recomendaciones de la comisión independiente que investiga las causas que llevaron a Wall Street a crecer sin control.

A Mike Konczal, miembro del Instituto Roosevelt, no le extraña que la legislación cree tanto escepticismo, porque al final, dice, no hay reglas verdaderamente duras. En su lugar, señala, se encarga a los reguladores hacer estudios, sobre los que se basarán para decidir dónde pondrán los límites cuando vean una amenaza a la estabilidad. Y a la vista de lo sucedido con

AIG y Lehman Brothers, eso no es muy alentador, opina.

Es ese margen de maniobra que se da a los reguladores para ir en diferentes direcciones lo que podría crear más incertidumbre ahora a los bancos. Austan Goosbee, consejero de la Casa Blanca, explica que lo que establece la legislación "son unos principios básicos para áreas en las que queremos unas reglas más justas". "Habrá costes para la banca, claro, pero, aquí, de lo que se trata es de proteger el sistema y al contribuyente", explicó.

Comentando los informes del Comité de Estabilidad Financiera y el Comité de Basilea

– El precio de la prevención de las crisis (Project Syndicate – 23/9/10)

(Por Jean Pisani-Ferry)

Bruselas.- Han pasado dos años desde que estallaron las crisis financieras y apenas empezamos a darnos cuenta del elevado costo que pueden llegar a representar. Andrew Haldane del Banco de Inglaterra estima que el valor actual de las pérdidas correspondientes en la producción futura bien podría alcanzar el 100% del PIB mundial.

Este cálculo puede parecer asombrosamente alto, pero es relativamente conservador porque supone que sólo una cuarta parte de la crisis inicial dará como resultado una reducción permanente de la producción. De acuerdo con los verdaderos pesimistas, que piensan que la mayor parte de la crisis, sino es que el total, tendrá un efecto permanente en la producción, las pérdidas totales podrían ser dos o tres veces más elevadas.

Un año de PIB mundial asciende a 60 billones de dólares, lo que corresponde a cinco siglos de asistencia oficial para el desarrollo o, para ser más concretos, a 10.000 millones de aulas en aldeas africanas. Por supuesto, esto no representa un costo directo para los presupuestos públicos (el costo total de los paquetes de rescate bancario es mucho menor), pero estas pérdidas en la producción son el costo que más importa cuando se está pensando en cómo reducir la frecuencia de las crisis.

Asumamos que, sin medidas preventivas adecuadas, una crisis que cueste el equivalente a un año de PIB mundial se presenta cada 50 años (un supuesto inexacto pero no exagerado). Entonces sería lógico que los ciudadanos de todo el mundo pagaran una prima de seguro, siempre que su costo no rebase el 2% del PIB (100%/50).

Una manera simple de reducir la frecuencia de las crisis es hacer que los bancos dependan más del capital y menos de la deuda de modo que puedan soportar mayores pérdidas sin quebrar -una medida que actualmente se analiza a nivel global. Gracias a los informes recientemente publicados por el Comité de Estabilidad Financiera y el Comité de Basilea -uno de ellos sobre las implicaciones de largo plazo de exigir a los bancos un coeficiente capital-activos, más elevado, y otro sobre los efectos transitorios de la introducción de estos requisitos- ahora sabemos más sobre el probable impacto de esa reglamentación.

En el primer informe se señala que, empezando por el reducido nivel actual de capitalización bancaria, el incremento de un punto porcentual en los coeficientes de capital reduciría permanentemente la frecuencia de las crisis en una tercera parte, mientras que las tasas de interés se incrementarían en aproximadamente 13 puntos de base (los bancos tendrían que aumentar sus cargos porque les cuesta más obtener capital que emitir deuda). En otras palabras, el precio de perder un año de ingresos cada 75 años en lugar de cada 50 conduciría a los bancos a incrementar las tasas de un crédito de 4% a 4,13%. Este aumento insignificante tendría como efecto máximo que algunos clientes bancarios buscaran fuentes alternativas de financiamiento, lo que probablemente no tendría un efecto perceptible en el PIB.

Es sorprendente saber que una reglamentación puede tener efectos tan positivos a tan bajo costo -mucho menor que en varias otras áreas en las que las políticas públicas imponen requisitos de seguridad económicamente costosos. Pensemos, por ejemplo, en los sectores del ambiente o la salud pública, en los que el principio de precaución guía la toma de decisiones.

Dejemos el largo plazo. El asunto que actualmente se debate acaloradamente es si la transición para imponer reservas obligatorias más elevadas supondría costos excesivos de corto plazo (ya que probablemente los bancos incrementarían los diferenciales y reducirían el volumen de los créditos). Sujetar a los bancos, algunos de los cuales aún están debilitados, a la nueva reglamentación podría inducirlos a restringir el crédito aún más, lo que desaceleraría más el ritmo de la recuperación económica. Se necesita analizar inteligentemente cuál es el momento adecuado para imponer las restricciones reglamentarias y la rapidez con la que deben aplicarse.

En el segundo informe se señala que un incremento de un punto porcentual en los coeficientes de capital de los bancos, si se introduce gradualmente a lo largo de cuatro años, disminuiría el PIB en aproximadamente 0,2%. Puesto que a menudo se habla de aumentos de tres puntos porcentuales, el efecto total podría ser de 0,6%.

Sin embargo, abundan las dudas. Un dato inesperado del informe señala que aumentar la meta de coeficientes de capital tendría un efecto significativamente más adverso en los Estados Unidos que en la eurozona, a pesar de que ésta recurre más al financiamiento bancario. Además, en el informe se asume que la política monetaria puede compensar en parte la sacudida, lo que podría no ser cierto cuando las tasas de interés cercanas a cero ya son predominantes -o en la eurozona donde los esfuerzos pueden variar de un país a otro mientras que la política monetaria es uniforme. Así pues, el impacto de la nueva reglamentación en países donde los bancos están significativamente subcapitalizados bien podría ser cuatro o cinco veces mayor que la cifra principal -es decir, cerca de un punto porcentual en un periodo de cuatro años.

Esto puede seguir pareciendo poco, pero no es en absoluto una cantidad insignificante dadas las perspectivas de crecimiento a corto plazo en el mundo desarrollado. En un momento en el que el crecimiento es demasiado lento para reducir el desempleo masivo, cada punto decimal cuenta.

Reducir el crecimiento en esta magnitud cuando el sector privado no ha terminado su ciclo de desapalancamiento -y cuando los gobiernos están iniciando los suyos- significa correr el riesgo de un período prolongado de estancamiento, que podría convertir el desempleo inducido por la crisis en desempleo estructural. Además, es probable que a lo largo de un período prolongado, las normas de crédito más estrictas afecten en forma desproporcionada a las empresas con poco efectivo y rápido crecimiento, lo que tendría consecuencias en la innovación, la productividad y, finalmente, en el potencial de crecimiento.

Nada de lo anterior significa que haya que darle a los bancos un respiro en lo que se refiere a la reglamentación y olvidarse de la necesidad de recapitalizar. Pero sí indica, en primer lugar, que los plazos son importantes. Los encargados del diseño de políticas deben cuidarse de imponer un choque reglamentario al mismo tiempo que un choque fiscal. Por este motivo, una estrategia sensata es aprobar ahora normas reglamentarias con plazos lejanos.

En segundo lugar, la existencia y la magnitud de los costos de transición significan que no todo lo que reduce la probabilidad de las crisis financieras es recomendable. Para los políticos que están obsesionados con las dificultades actuales, el que la próxima crisis suceda en 50 o 75 años puede parecer de importancia secundaria. Como resultado, las reformas en materia de reglamentación deben diseñarse de modo que el costo a corto plazo se minimice.

Los coeficientes de capital y de liquidez más elevados son sólo una de varias opciones para hacer que el sistema financiero sea más seguro. Puede ser interesante considerar otras medidas -por ejemplo los seguros de capital o la reforma de los límites en la industria financiera al estilo de Paul Volcker.

No hay duda de que vale la pena pagar el precio a largo plazo para asegurarse contra las crisis; pero ello no significa que la reforma no deba ser lo más rentable que se pueda.

(Jean Pisani-Ferry es director de Bruegel, un grupo de expertos europeo. Copyright: Project Syndicate, 2010)

Muchas de las reformas financieras que hemos visto (el "shopping" normativo) pueden resultar condición necesaria, pero no suficiente. Sigue sin resolverse "el pecado monetario de Occidente" ese extraño privilegio por el que algunos países pueden "comprar sin pagar, dar sin tomar, prestar sin pedir prestado y acumular déficits comerciales sin sufrir las consecuencias".

¿Está el sistema financiero en condiciones de darse tanto tiempo luego de la peor crisis desde la década de los 30? No, pero "FED&BIS" continúan con los sofismas.

Una de las lecciones menos atendidas de la última crisis es que la salud del sector financiero no puede estar desvinculada de la llamada economía real.

Mucho dependerá del resultado de estas reformas, pero lo cierto es que, sin un crecimiento de la economía real, las ganancias del sistema financiero sólo pueden basarse en las arenas movedizas de la especulación, es decir, en un festival de instrumentos financieros opacos y de alto riesgo, similar al que llevó al estallido de 2008 (renovando la fe en el Frankenstein financiero).

El sistema está roto mientras la FED y el BIS sólo atinan a "ponerle tetas".

Anexo I: "Con un par"… el "helicóptero" de los hermanos Marx (¡más madera!)

Con reformas de baja intensidad (made in USA o modèl Basilea III) o, sin reformas profundas (como las propuestas por Volcker), Wall Street acabará con la Reserva Federal (y, de paso, con los demás bancos centrales "rescatadores"). Cuando la "madera" avive el fuego, las circunstancias determinarán el yo. Entonces, se agotará el tinglado de la farsa. ¿Se puede decir algo más cínico y escatológico que "alivio cuantitativo"?. Es fácil imaginar sobre quien se "alivian".

Al final de tanta política monetaria acomodaticia, cuando el presidente de la Reserva Federal (y como él, los gobernadores de bancos centrales de otros países , cooperadores necesarios, y prevaricadores petulantes) haga recuento de sus efectivos le brotará, como a César yacente bajo la estatua de Pompeyo, aquellas palabras inmortales: "¿Tú también Bruto, hijo mío?". Y como hizo el conquistador de la Galia se cubrirá el rostro con la túnica y recibirá de su más próximo la puñalada letal. Y su panteón será una cátedra vitalicia en la Princeton University (o semejantes). Y aquí paz y después gloria, aunque con un país en barrena (y con él, todos).

A continuación les presento los últimos "cantos de sirena" y dejo a la inflación, QE2, QE3 (o hiperinflación, QE4…) como pronóstico. Juzguen ustedes mismos…

Anexo II:

Business as usual (tanguedia: "heridas que no cierran y sangran todavía")

– El día que Wall Street compró el Gobierno de Estados Unidos (El Confidencial – 11/9/10)

(Por Juan Parea)

Cinco mil millones de dólares (3.950 millones de euros). Esa es la cifra que durante la década 1998-2008 invirtió el sector de servicios financieros (bancos comerciales y de inversión, aseguradoras, firmas auditoras y otras) de los Estados Unidos para "desregular" o conseguir una regulación favorable para su industria. Una cifra a la que habría que añadir lo que se llevaba gastado en comprar favores políticos desde mediados de los ochenta (administraciones Reagan, Bush padre y Clinton) para derribar leyes que obstaculizaban la expansión financiera y no estaban en línea con la predominante ideología neoliberal.

Poco o nada tiene que ver el término neoliberal con el pensamiento liberal, si bien es cierto que el primero ha corrompido el significado del segundo apropiándose del concepto del libre mercado y proponiéndose como su máximo defensor frente al intervencionismo del estado. En realidad, quienes se definen con el engañoso calificativo de neoliberales tan solo pretenden disimular su intención de conseguir que el Estado se quite de en medio (para lo cual "convencerán" convenientemente a unos cuantos políticos de cualquier signo y condición) y tener barra libre para concentrar todo el poder en unas pocas manos. Y es que, como ya dijo Adam Smith en su obra maestra La riqueza de las naciones, "todo para nosotros y nada para los demás, tal ha sido la ruin máxima de los amos de la humanidad en las diversas épocas de la historia".

En 1999, y tras dedicar unos 500 millones (395 millones de euros) a comprar voluntades políticas a través de los poderosos lobbies, la Ley Glass-Steagall fue finalmente abolida. Dicha ley fue promulgada en 1933, al iniciar la presidencia Franklin D. Roosevelt. Perseguía separar la banca comercial de la de inversión pues el ejercicio conjunto de ambas actividades contribuyó en gran manera al crack de 1929.

El primer gran paso para tumbarla se dio cuando la Reserva Federal (la Fed) permitió la "megafusión" (ilegal en aquel momento) de Citicorp (banca comercial) con Travelers (seguros y títulos). Greenspan (presidente de la Fed), Rubin (secretario del Tesoro) y el presidente Clinton aplaudieron la operación. En 1999, y de manera menos que poco decorosa, Rubin (ex vicepresidente de Goldman Sachs) se convirtió en alto ejecutivo del gigante financiero, grupo que llego a presidir (desastrosamente) y del que salió en 2009 con 130 millones dólares (102 millones de euros) en el bolsillo. Hoy, ¡pásmense!, su influencia en destacados miembros de la administración Obama es notoria.

La lucha que Roosevelt entabló contra los monopolios financieros y la banca irresponsable que comenzaba a considerar al gobierno de los EEUU como un apéndice de sus asuntos, acabó en victoria pírrica. Y hoy sabemos, como él dijo, que "el gobierno del dinero organizado es tan peligroso como el gobierno del populacho organizado". Ese gobierno del dinero es el que ha provocado y permitido que se desencadenará el cataclismo financiero que ahora sufrimos. En ese gobierno, Paulson (secretario del Tesoro con Bush hijo) ocupó otro de los papeles estelares. Paulson fue presidente de Goldman Sachs y su fortuna personal se calcula en más de 700 millones de dólares (550 millones de euros).

Hoy, casualmente, Goldman Sachs (banco de inversión descrito en la revista Rolling Stone como "un gran calamar gigante enroscado en la cara de la humanidad, metiendo implacablemente su ventosa en todo lo que huela a dinero", en un juego de palabras con el acrónimo GS del banco y de giant squid, calamar gigante) tiene menos competencia que nunca como comercializador de deuda norteamericana. En 2009 anunció los dividendos más altos de su historia y ya vuelve a ganar 100 millones de dólares al día (79 millones de euros), ¡después de haber recurrido a las ayudas que ofreció el gobierno de los EE.UU. para rescatar bancos! ¿Quién lo entiende?

A la desregulación le siguió una orgía de dinero barato y creatividad financiera y contable que acabó en el desastre económico en el que estamos inmersos. Sus impulsores no han salido mal parados. Son los mayores beneficiarios de los planes de ayuda a la banca de los gobiernos occidentales y que suman 14 billones de dólares (11 billones de euros), la cuarta parte del PIB mundial. Han obtenido rentabilidades obscenas y siguen influyendo de manera descarada en las nuevas medidas que pretenden contener la ruina que han causado y evitar que vuelva a ocurrir. Da vergüenza oír las declaraciones de los banqueros contra los mecanismos de control que tratan de imponerles (tras el consabido "yo no he sido"). Y asusta constatar las conexiones entre quienes conforman el Grupo Larosière (cuyo informe para regular el sistema financiero en la UE fue aprobado por el Consejo Europeo) y la gran banca.

Susan George, sus crisis y nuestras soluciones

Todo esto lo narra de manera magistral Susan George en Sus crisis, nuestras soluciones, libro que recomiendo a todo aquel que no se conforme con seguir en la cárcel en la que la clase dominante, los amos de la humanidad o la casta de Davos, pretende confinarnos. Esta clase, depredadora donde las haya, "saca un extraordinario provecho del statu quo, se mantiene unida y quiere que no cambie nada", dice George, filósofa, analista política, vicepresidenta de ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones y por la Ayuda a los Ciudadanos, movimiento internacional "altermundista" que promueve el control democrático de los mercados financieros y las instituciones encargadas de su control) y autora del exitoso Informe Lugano.

Han construido una penitenciaria vigilada por personal muy preparado y de la que sólo podremos escapar si conseguimos revertir el orden impuesto. Bajo éste, todo queda al servicio de las finanzas. El planeta, sometido a un abuso constante, está al servicio de una sociedad cada vez más injusta y desigual. En la mayoría de países desarrollados las diferencias salariales se han ampliado (llegando a una proporción de 500 a 1 dentro de una misma empresa) en los últimos años, mientras que la progresividad fiscal termina en tipos máximos del 35% o 45% (algo poco significativo para los llamados "ultra-ricos", personas con más de 30 millones de dólares que, además, cuentan con mecanismos para saltarse las leyes fiscales locales). 78.000 de ellos tienen activos de más de ¡13 billones de dólares!, cifra equivalente al PIB de la UE.

El planeta, sometido a un abuso constante, está al servicio de una sociedad cada vez más injusta y desigual

A su vez, en este mundo al revés, la sociedad está sometida a una economía también injusta y que genera inmensas desigualdades, y la economía subyugada a las altas finanzas internacionales, para lo que ha degenerado en la llamada "economía de casino". Los amos de estas finanzas y de la humanidad, que siguen el lema de "todo para nosotros y nada para los demás", han ideado sofisticados (es decir, incomprensibles para el común de los mortales) instrumentos financieros (SIVs, CDOs, CDSs) cuyas astronómicas cifras multiplican en varias veces el PIB mundial (en una semana circula en los mercados financieros internacionales el equivalente en dinero al PIB de Francia) y son incontrolables para los reguladores nacionales y supranacionales (regulaciones como las de Basilea sobre capital bancario y riesgos son inútiles frente a las ingentes cantidades de activos fuera de balance). Ahora los Estados quiebran por culpa de los bancos. Sólo dándole la vuelta al irracional orden impuesto en Davos (es decir, poniendo las finanzas al servicio de la economía, y ésta al de una sociedad que sirve y cuida al planeta) podremos ganarnos nuestra libertad.

Los desechos del sistema

Susan George propone acabar con los estudios sobre la pobreza (la verdad es que cuantos más estudios hay, más crecen la miseria, el hambre y la desigualdad en el mundo) y comenzar a estudiar de cerca a los ricos y sus peligrosos juegos financieros con fugas de capitales y paraísos fiscales incluidos. El resultado más dramático de estas maniobras se da en forma de miseria y hambre. En 2009 había en el mundo unos mil millones de hambrientos de los cuales 115 se habían añadido en dos años. La FAO teme que otros 100 millones se incorporen (algunos en países del primer mundo) este año debido a la crisis financiera. Son, junto con el creciente número de parados de larga duración, los "desechos del sistema".

Al fin y al cabo, como dijo Andrew Carnegie, uno de los mayores "ultra-ricos" de todos los tiempos (los bajos salarios que pagaba también hicieron historia) y gran filántropo (donado principalmente a bibliotecas y universidades), "el precio que la sociedad paga por la ley de la competencia es grande; pero las ventajas son más grandes aún, pues a ella le debemos nuestro fabuloso desarrollo material… Damos la bienvenida a una gran desigualdad respecto al medio, a la concentración de actividad industrial y comercial en manos de unos cuantos y a la competencia entre ellos, considerando que no sólo son beneficiosas sino esenciales para el progreso de la raza". Le faltó decir que, a veces, de tanto concentrar, desaparece la competencia, uno se queda solo.

Hoy hablaríamos de la concentración financiera y de la connivencia entre políticos y amos del universo financiero. ¿Qué tiene esto que ver con el libre mercado? El alter ego de Carnegie en el siglo XXI sería Bill Gates (su riqueza supera la suma de lo que tiene el 17% más pobre de la población mundial, unos mil millones de seres humanos) cuya fundación y su programa AGRA (Alliance for a Green Revolution for Africa, Alianza para una Revolución Verde en África) que fomenta un "entorno político favorable a la agricultura impulsada por el mercado y orientada a la exportación" (léase agricultura de latifundio y transgénicos) ha conseguido arruinar a multitud de pequeños agricultores (acaban en los barrios bajos urbanos o embarcados en pateras hacia Europa) que han sido sustituidos por baratísimos empleados de los gigantes Cargill, Monsanto, Dupont, Syngenta, Archer Daniels Midland o Yara.

George da razones para demostrar que las sociedades democráticas más igualitarias presentan mejores índices de bienestar, solidaridad y creatividad. En la segunda parte de su libro ofrece soluciones para salir de la crisis, lo cual se convierte en un asunto de vital importancia pues el modo tradicional de escapar de los malos ciclos económicos ha sido la guerra. La gran crisis que comenzó en 1929 no concluyó hasta la Segunda Guerra Mundial. La actual es más profunda. En el año 2010 un conflicto de esas características supondría el fin de nuestra especie…

En un anterior Paper "Goldman Sachs: El "vampiro" de la crisis", publicado el 15/3/10, decía:

El "rostro inaceptable" del capitalismo (de la "relajación cuantitativa" a la "relajación cualitativa")

La caída del "muro" de Wall Street… ¿Cuál muro?… ¿Qué especuladores?… ¿Son éstos los "Sabios de Sión" o los "Gnomos" de Wall Street? (tanto monta monta tanto). Alfabetos enredados…

(…)

Adagio non troppo: Too big or not to be (that is the question…)

La industria recibe cinco billones en apoyos de las arcas públicas

Hasta octubre de 2009, sujetar el sistema financiero mundial ha supuesto para los Gobiernos instrumentar más de 5 billones de euros de ayudas de todo tipo: inyecciones de fondos, compra de acciones o participaciones preferentes, adquisiciones temporales de activos, oferta de avales para emitir deuda corporativa…

Y la impresionante factura corresponde tan sólo a once países examinados por el Banco de Pagos de Basilea, el organismo que fija las recomendaciones en materia de capital seguidas voluntariamente por casi el conjunto de la banca mundial.

Para los mercados estudiados -obviamente incluye los más activos en rescates- la mareante cifra equivale al 18,8% del Producto Interior Bruto (PIB). Algo menos de la mitad, 2 billones de euros, es inoculación directa de fondos procedentes de las arcas públicas.

En Reino Unido las inyecciones de capital representan un 44,1% de la riqueza nacional (PIB) y en Holanda el 16,6%. Frente a ellos, Japón apenas utiliza un montante equivalente al 0,10%, e Italia el 0,6%.

¿Por qué el auxilio?

Tal hemorragia de fondos a favor de la banca ha despertado cierta perplejidad entre los ciudadanos. De no haber asistido a los grupos financieros, el riesgo de colapso del sistema era tan evidente que los gobiernos acordaron el auxilio para evitar que una cadena de quiebras rompiese el sistema que sustenta los pagos y cobros en toda economía y garantiza la financiación de hogares y tejido productivo.

Intervinieron para evitar que el miedo al colapso provocase una retirada masiva del ahorro de los ciudadanos, afectando en última instancia a la economía real.

"Too big to fail" (muy grande para caer) era el criterio aplicado en las primeras intervenciones para decidir o no a los bancos en dificultades. Se trataba de evitar colapsos con riesgos de hacer tambalear al conjunto del sistema, que salvaron de la quema a las hipotecarias Fannie Mae o Freddie Mac, a la aseguradora AIG y a bancos como Fortis, Bear Stearns…

Lehman Brothers fue la excepción que cuestionó la regla. Su quiebra puso al límite la resistencia de la banca. Era el 15 de septiembre de 2008. Luego se agolparon las ayudas a mayor discreción…

La crisis divide a los colosos bancarios en posibles compradores y vendedores

El tsunami financiero y la recesión económica dividen, como si se tratase de dos equipos enfrentados, a los titanes de la liga bancaria: unos debilitados por la situación u obligados a reestructurarse por exigencia del guión si precisaron el auxilio de fondos públicos, cuelgan carteles de "se vende" a negocios, filiales y divisiones. Otros, los que evitaron inyecciones del erario y tuvieron el acierto de no sucumbir a las antes tentadoras rentabilidades de las subprime que hoy devoran los balances o lo hicieron con mesura, saltan a las quinielas como potenciales compradores.

A largo plazo, los analistas dan por seguro que asistiremos a una avalancha o goteo masivo de desinversiones en negocios, redes o filiales, que aprovecharán los más fuertes

Mientras tanto la banca ha incrementado su colchón de liquidez con el objetivo de afrontar futuros problemas de recursos susceptibles de ocurrir aún en la fase de salida de la crisis económica. La estrategia es pedir dinero en exceso al BCE o a la FED y mantenerlo en liquidez. Su coste es muy bajo: sólo del 1% o menos. Luego pueden invertir los fondos en deuda pública y conseguir una rentabilidad superior, con la máxima solvencia de los títulos públicos.

La confección de un colchón de liquidez a base del endeudamiento supone la mejor manera de lograr el objetivo. Existen otras dos vías para lograrlo: reducir el nivel de crédito y la recapitalización preventiva. Pero reducir el crédito puede implicar que se impida la realización de proyectos rentables o riesgos para la banca si se decide a proceder a una venta masiva de activos. En lo que se refiere a las recapitalizaciones preventivas, entrañan el riesgo de generar distorsiones de competencia: entre los bancos ayudados con recursos públicos y el resto.

De la "relajación cuantitativa" a la "relajación cualitativa"

Ante el excesivo endeudamiento y las malas inversiones acometidas en la etapa del auge, los gobiernos y bancos centrales han decidido no facilitar un proceso deflacionario que implicara la liquidación de esas malas inversiones, y el desapalancamiento generalizado, por miedo a los efectos que esto podría generar. Sin embargo, tarde o temprano, ese proceso tiene que suceder, si se quiere salir de la recesión y entrar de nuevo en la senda del crecimiento.

Los agentes económicos vivieron durante años adictos al dinero fácil y abundante, pensando que esas condiciones durarían para siempre. Desde 2007 se han visto los efectos de esas políticas expansivas en forma de crisis, pero se ha preferido no reconocer la realidad, y mantener al adicto sistema al dinero con altas dosis, generadas por la banca central.

En lugar de quitarle la botella de whisky al alcohólico y dejarle pasar una inevitable, necesaria pero dolorosa resaca, se ha elegido inyectarle por vena nuevas dosis de whisky, con la vana esperanza de que desaparezcan de forma mágica los efectos del exceso de alcohol.

Primero le apagaron el fuego "gratis" a la banca (agregándoles madera, de ser necesario, para que calmaran sus ansiedades pirómanas), luego le modificaron los reglamentos para exculparla del incendio, después le prestaron dinero a bajo costo para que compraran la madera quemada y finalmente le pagan intereses más altos para que mantengan la madera guardada en los depósitos fiscales. Es el mayor rescate de la Historia del sector privado con fondos del contribuyente. O sea, con nuestros impuestos.

La consecuencia primera y principal de los hercúleos esfuerzos de los gobiernos de todo el mundo por rescatar sus economías ha sido una socialización masiva del riesgo y una privatización de los beneficios. ¡Manos arriba!, esto es un banco. Cosa de locos… ¿o de película?

Don Regan, consejero delegado de Merrill Lynch, permanece al lado del presidente Reagan mientras éste pronuncia un pequeño discurso. Pero debe estar demorándose más de la cuenta, por lo que Don, que comienza a impacientarse, se acerca al presidente de los EEUU con cara seria y le espeta con tono firme: "Date prisa". Ronald Reagan asiente y procede, con aire obediente, a agilizar su intervención. La escena puede verse en la última película de Michael Moore, Capitalismo, una historia de amor, que se estrenará el próximo 20 de noviembre en España, y donde el cineasta la utiliza como metáfora de la relación entre el poder financiero y el poder político: unos mandan, otros obedecen.

Pero no se trata sólo de la opinión vertida por un director de cine. Más al contrario, se trata de una creencia que está consolidándose entre amplias capas de la población occidental, especialmente a partir de la crisis y de sus planes de rescate. Desde entonces, son frecuentes las noticias que resaltan las intensas uniones entre los poderes político y económico. Así, medios estadounidenses han resaltado cómo el gobierno económico de Reagan estuvo directamente inspirado por las doctrinas que emanaban de Merril Lynch, cómo muchos altos cargos de los últimos tiempos provienen de Goldman Sachs (es el caso de Henry Paulson, Lawrence Summers o Mark Patterson), cómo hay que haber trabajado en los más influyentes grupos financieros para acceder a un puesto en la Reserva Federal (ocurre con Rick Rubin, Ben Bernanke o Tim Geithner) o cómo las políticas nacionales están siendo dirigidas más para beneficiar a actores concretos que al propio país. En ese orden, la empresa estrella de las críticas es Goldman Sachs, no sólo por el número de ex directivos suyos que han pasado a formar parte del gobierno de Estados Unidos sino porque se le ha atribuido un papel principal en esta crisis. En un artículo en Rolling Stone, el periodista Matt Taibbi afirmaba que Goldman Sachs ha jugado siempre al mismo juego: situarse en medio de una burbuja especulativa, atrayendo los recursos de la clase media para invertirlos en bienes que sabe que se depreciarán. Y sacando además partido del ciclo contrario: cuando la burbuja explota, presta dinero con interés para remontar la crisis. Lo que ocurre, y en esto radicaba la gravedad de las afirmaciones de Taibbi, es que Goldman lo hacía no sólo gracias a la complicidad del regulador sino con su participación necesaria. Sin el cambio de las normas promovido por los políticos no hubiera sido posible ni la creación de grandes conglomerados bancarios como AIG, Citigroup o Bank of America ni el gran margen de actuación del que gozaron. En definitiva, estaríamos ante hechos que demostrarían cómo, en nuestro mundo, el poder financiero se afirma muy por encima del político.

Finale presto: Goldman & God-man (en busca del dinero "prometido")

Goldman ha alcanzado el cénit de su influencia de la mano del que fuera su presidente Hank Paulson, a la sazón Secretario de Tesoro norteamericano hasta el desembarco de Tim Geithner como parte del equipo de Obama. Tras el colapso financiero, el dinero parecía haberse evaporado. La cacería de Goldman necesitaba nuevas piezas que abatir. Y sólo las podía encontrar allá donde seguro había capital del que alimentarse: las arcas públicas Es en el mayor rescate de la Historia donde la entidad va a hacer patente su influencia. De hecho, no sólo consiguió posicionar a uno de sus chicos en la gestión del Fondo de Rescate sino que se benefició de una serie de decisiones que le han permitido salir casi de rositas de la coyuntura actual. Como entendió perfectamente en su momento Warren Buffett, verdaderamente Goldman is too big to fail. No es de extrañar que haya sido su principal apuesta bancaria en la crisis.

Y los de Wall Street tienen todos los incentivos necesarios para seguir jugando al mismo juego. Las enormes primas que Goldman continúa repartiendo ponen de manifiesto que las empresas de altos vuelos del sector financiero siguen funcionando según el sistema de que si sale cara ellas ganan y si sale cruz otros pierden.

Ello en gran parte se debe al enorme poder político que los grandes intereses financieros ejercen sobre el sistema.

El "tráfico" viene de lejos…

"Pregunta: ¿Qué tienen en común el artífice del dólar fuerte de los 90 con el hombre al que George W. Bush encargó el martes que reactive su agenda económica? ¿Y el encargado de que el Banco de Italia recupere el prestigio que aniquiló Antonio Fazio con el directivo que el jueves lanzó la mayor consolidación bursátil de la Historia? ¿Y todos ellos con el máximo responsable de la agenda política del presidente de Estados Unidos? Respuesta: Todos ellos han llegado a sus actuales cargos desde el banco de inversión Goldman Sachs.". Goldman Sachs, semillero de líderes mundiales (El Mundo – 4/6/06 – Por Pablo Pardo / Washington)

Resulta difícil que pasen dos o tres días sin que algún ex Goldman salga en la primera página de la prensa internacional. El martes, el presidente del banco, Henry M. Paulson anunció que se marcha para convertirse en Secretario del Tesoro. Era inevitable comparar la decisión de Paulson con la de Robert Rubin, que en 1994 hizo exactamente el mismo viaje y se convirtió en el inventor del dólar fuerte, que llevó a la divisa estadounidense a rozar las 200 pesetas de la época (un 56% más de lo que hoy vale). La agencia de noticias Bloomberg calificó el nombramiento como la segunda venida de Rubin.

Rubin ha salido hace poco en la primera página de Financial Times, ya que ha lanzado un programa para que los demócratas retomen la iniciativa en política económica. Un plan que, de tener éxito, pondría en aprietos a Joshua Bolten, que desde que en 2000 dejó Goldman Sachs en Londres para asesorar al entonces candidato a la presidencia George W. Bush no ha dejado de ascender en el mundo político, hasta que el 28 de marzo se convirtió en el jefe del gabinete del presidente de EEUU y empezó a dirigir un giro al centro en el Gobierno, cuyo último paso ha sido el nombramiento de Paulson.

Entretanto, el jueves por la noche, la Bolsa de Nueva York, cuyo consejero delegado es John Thain, anunciaba la compra de Euronext, es decir, de las bolsas de París, Ámsterdam, Bruselas y Lisboa, y del mercado de futuros de Londres. Thain había sido el predecesor de Paulson en la presidencia de Goldman Sachs. A su vez, Thain llegó a la dirección del banco cuando el anterior presidente, John Corzine, dejó el cargo para entrar en política. El 17 de enero, Corzine juró el cargo de gobernador del Estado de Nueva Jersey.

HENRY PAULSON ha convertido a Goldman Sachs en "el epitome del sistema financiero moderno" y con "un poder mágico", según The Economist. Su reto ahora es lograr el mismo éxito en el Tesoro de EEUU.

JOSHUA BOLTEN llegó de Goldman en Londres a la política estadounidense, y se ha convertido en la mano derecha de Bush. Ha llevado a cabo un drástico giro al centro, aunque no ha logrado que la popularidad de Bush deje de caer.

MARIO DRAGHI, el nuevo gobernador del Banco de Italia tiene la difícil misión de recuperar el crédito perdido por su antecesor, el polémico Antonio Fazio. Draghi era vicepresidente de Goldman International desde 2002.

JOHN A. THAIN asumió las riendas del NYSE en pleno escándalo por la remuneración de su presidente, Richard Grasso. Ha dirigido las dos mayores fusiones de Bolsas del mundo, con Archipelago y con Euronext.

Como dijo una vez Paulson, "Goldman es un sitio duro para que te admitan, un sitio duro para que te promocionen y un sitio duro para estar". Eso sí, los que resisten pueden aspirar a ser secretarios del Tesoro.

Olvidémonos de las habituales conspiraciones. Lo que dirige el mundo no es un monje albino del Opus Dei asesinando a la gente, como sugiere el éxito cinematográfico El código da Vinci, sino La firma (The Firm), que es el nombre informal del venerable banco de inversión fundado en 1869 por el inmigrante judío alemán nacido Marcus Goldman, en el que 23 años después entró su yerno, Sam Sachs.

"Goldman Sachs, JP Morgan y Credit Suisse están emergiendo de los escombros de la recesión global como los grandes ganadores en la banca de inversión, seguidos de cerca por Deutsche Bank y Barclays Capital. Este nuevo grupo de entidades encamina sus pasos hacia los grandes beneficios y no titubea a la hora de robar los talentos que se hallan estancados entre las plantillas de directivos de las compañías rivales". Nuevos Reyes en Wall Street: Goldman Sachs, JP Morgan, Credit Suisse, Deutsche Bank y Barclays (El Economista – 27/6/09 – Por Iain Dey / Sunday Times)

Los analistas creen que en los próximos dos años estos cinco bancos dirigirán la súper liga de los gigantes financieros, obteniendo miles de millones por las continuas tensiones de los mercados financieros. De hecho, a estos bancos no se les ha dudado en apodar como los nuevos reyes de Wall Street. "Aquellos bancos que han salido de esta crisis con sus marcas intactas, la reputación de su gestión intacta y sin ser propiedad del gobierno, se han encontrado con una enorme ventaja", asevera un alto directivo de uno de los bancos más grandes del mundo.

Lloyd Blankfein, presidente de Goldman Sachs, pasó un humilde memorándum entre sus directivos la semana pasada, después de confirmar que el banco iba a devolver los 10.000 millones de dólares que se vio obligado a tomar prestados del Gobierno americano, justo en el momento álgido de la crisis crediticia el pasado otoño.

Aunque Goldman nunca había necesitado efectivo de emergencia, Blankfein reconoció que la empresa estaba "agradecida" por todo lo que el Gobierno había hecho por estabilizar el sistema. "Pero la estabilidad real sólo puede volver si nuestra industria acepta que ciertas prácticas no eran saludables", escribió el presidente de la firma.

Blankfein podría permitirse semejante crítica, sobre todo porque Goldman anunció un aumento de beneficios del 20% en el primer trimestre de 2009, estimulado por un rendimiento sin precedentes de sus ingresos fijos, divisas y negocios de comercio de materias primas. Y de hecho, hay indicios de que el segundo trimestre la situación continuará en la misma línea.

… pero de muy lejos

"En su edición del mes de julio, la revista Rolling Stone recoge una pieza absolutamente demoledora acerca del papel jugado por Goldman Sachs en la formación y posterior estallido de las distintas burbujas que se han producido en los mercados a lo largo del último siglo, desde la Gran Depresión a nuestros días. Y no sólo eso. El artículo, firmado por Matt Taibbi y que se ha filtrado antes de su publicación, constata el poder acumulado con el paso del tiempo por los distintos banqueros de la Casa, estratégicamente situados hoy día en puestos de influencia financiera alrededor del Planeta; ahonda en el aprovechamiento en interés propio de los sucesivos fenómenos de pánico y euforia, a cuya gestación el banco de inversión habría decididamente contribuido; y alimenta las sospechas acerca del protagonismo que está jugando la entidad en la gestación del siguiente gran descalabro… para todos menos para ella." Goldman Sachs, vampiro del Capitalismo (El Confidencial – 30/6/09 – Por S. McCoy)

El documento es extraordinario y no deja lugar a dudas de su posicionamiento desde el primer párrafo, donde califica a la firma de vampiro que clava sus colmillos allá donde hay un dólar que ganar. Se extiende a lo largo de doce páginas, que no tienen desperdicio. Así, el autor no duda en afirmar que mientras América da vueltas alrededor del sumidero, Goldman Sachs ha encontrado el camino para ser él mismo ese sumidero: un desafortunado agujero en el sistema capitalista democrático occidental que nunca imaginó que, en una sociedad pasivamente gobernada por la libertad de mercado y de elección, la ambición organizada siempre prevalece sobre la democracia desorganizada. Un análisis interesante que pudiera parecer reduccionista, toda vez que carga las tintas sobre la desmedida avaricia de los banqueros y se olvida de otros responsables de la situación actual como políticos, reguladores, agencias de rating, banqueros centrales e, incluso, los propios ciudadanos. No es de extrañar cuando se considera a gran parte de tales actores como parte del universo Goldman.

Su crítica no queda ahí, sino que aterriza desde lo genérico en lo específico: todo el dinero que usted pierde va a algún sitio y, tanto en sentido literal como figurativo, se puede decir que el destinatario es Goldman. El banco se ha convertido en una gigantesca y sofisticada máquina de convertir la riqueza de la sociedad en beneficio para sus arcas (…) La fórmula es relativamente simple: el banco de inversión se posiciona en mitad de una burbuja especulativa, y vende productos que sabe que son basura. Con la ayuda de una Administración adecuadamente engrasada con sus donativos, consigue cantidades ingentes de dinero de los incautos inversores. Cuando estalla la situación se presenta como aquel benefactor que puede aliviar la difícil situación de los sufridos ciudadanos.

Así, Taibbi enumera hasta cinco ocasiones en las que la actuación de Goldman habría sido, cuando menos, cuestionable… para lucro de sus directivos y/o empleados. En primer lugar, el reportero habla de la participación de Goldman en los Investment Trust que tan de moda estuvieron en los felices años 20 y cuyo colapso acentuó la caída bursátil de finales de la década. 475.000 millones de agujero a valor de hoy. Tras un impasse de cerca de 70 años, en los que la entidad adopta un modelo de banca a largo plazo, es con la llegada de su empleado Robert Rubin a la Casa Blanca, y con el cambio que impulsa de las reglas que hasta entonces regían los mercados financieros, que Goldman vuelve a orientarse hacia el pan para hoy, con independencia de lo que traiga el mañana. Una tarea a la que contribuyeron otros reputados miembros de la firma, citados adecuadamente a lo largo del texto.

A partir de ese momento el banco vive sus momentos de mayor esplendor, según el autor: manipulando valoraciones y precios en las OPVs de los años dorados de las compañías de Internet (cinco billones de dólares de riqueza evaporada sólo en el Nasdaq), gracias a la violación de la norma no escrita que limitaba las salidas a bolsa a empresas rentables; fomentando la titulización y aseguramiento de hipotecas de baja calidad con el despegue del mercado inmobiliario, a la vez que apostaba por su hundimiento hasta el punto de ser de las pocas sociedades que se beneficiaron con su caída mediante la utilización de instrumentos derivados; alentando la inversión financiera en materias primas como el petróleo -cuyo precio se disparó hasta cerca de los 150 dólares gracias a que un barril se negociaba en 2008 hasta 27 veces, de media, antes de que fuera entregado y consumido- que tomaban como referencia índices creados por la propia Goldman, actividad que explotó igualmente gracias a un cambio normativo.

Una panoplia de actuaciones que pondrían de manifiesto el poder oculto de Goldman y su influencia en la construcción de la peor cara del capitalismo financiero, rostro sobre el que ahora se quiere verter una pesada capa de maquillaje de carácter social y de adecuación a su fundamento originario que es la economía productiva. Grave responsabilidad que, sin embargo, no le ha hecho perder ni un ápice de su relevancia.

La importancia actual de Goldman en la gestión de la crisis y en la, a juicio de Taibbi, siguiente burbuja que está por llegar y que ya se está gestando. Un modo de actuación que define de modo brillante Simon Johnson, al que cita Taibbi, en The Atlantic como El Golpe de Estado Silencioso, análisis éste de imprescindible lectura.

Señala el reportero que Goldman ha alcanzado el cénit de su influencia de la mano del que fuera su presidente Hank Paulson, a la sazón Secretario de Tesoro norteamericano hasta el desembarco de Tim Geithner como parte del equipo de Obama. Tras el colapso financiero, el dinero parecía haberse evaporado. La cacería de Goldman necesitaba nuevas piezas que abatir. Y sólo las podía encontrar allá donde seguro había capital del que alimentarse: las arcas públicas Es en el mayor rescate de la Historia donde la entidad va a hacer patente su influencia. De hecho, no sólo consiguió posicionar a uno de sus chicos en la gestión del Fondo de Rescate sino que se benefició de una serie de decisiones que le han permitido salir casi de rositas de la coyuntura actual. Como entendió perfectamente en su momento Warren Buffett, verdaderamente Goldman is too big to fail. No es de extrañar que haya sido su principal apuesta bancaria en la crisis.

Maquillaje de resultados gracias al aparcamiento de pérdidas en meses fantasma, por cambio de calendario de publicación, como diciembre de 2008; conversión en banca comercial que les permite recalar bajo la supervisión de otro ex Goldman, Stephen Friedman; beneficios extra derivados del rescate de AIG que evita que tenga que provisionar sus contrapartidas, mientras que se deja morir a un competidor directo como Lehman; sospechas de información privilegiada en relación con los stress tests; uso de tasas impositivas sorprendentemente bajas, etcétera, son la pléyade de acusaciones documentadas que el texto recoge y que evocan, a juicio de distintos agentes del mercado consultados por Taibbi, que se ha perdido el pudor y se ha pasado de una ayuda implícita comúnmente aceptada, y derivada de la incorporación del talento creado en el seno de la entidad a las finanzas públicas, a otra explícita que tiene por objeto consolidar la posición del banco de inversión y conservar su capacidad de maniobra.

Pero Goldman no duerme. No puede hacerlo, concluye el autor. Así, sus empleados se convirtieron en los principales donantes privados de la campaña electoral a la presidencia de Estados Unidos de Obama con cerca de un millón de dólares. Tras haber atravesado el campo de minas del rescate bancario de manera exitosa, Goldman ha vuelto una vez más a sus viejos hábitos y trata de colocar a sus peones dentro de la Administración a fin de beneficiarse de los agujeros que, en la renovada actividad pública, se puedan vislumbrar (…) Y la nueva apuesta de la entidad se llama derechos de emisión o carbon credits, un mercado de un billón de dólares que apenas existe a día de hoy pero que forma parte principal de la Ley Energética aprobada por el Congreso el pasado viernes. Con una particularidad, señala: el hecho de que el límite de derechos a subastar fijado por el Gobierno caiga anualmente implica que Goldman ni siquiera se va a tener que pringar en hacer que los precios suban.

De momento, de acuerdo con Taibbi, la firma financiera habría ido engrasando la maquinaria con las oportunas contribuciones a los diferentes lobbies, la inversión directa en compañías productoras de energías renovables, la adquisición del 10% del Mercado de Chicago en el que los derechos se van a negociar, la compra de un pequeño trader que se dedica ya a tal actividad y así sucesivamente. Cualquiera podría afirmar que se trata de un ejercicio de buena gestión, de anticipación de cara al futuro, pero a estas alturas de la película el autor ya no concede a la entidad el beneficio de la duda. Puede incluso que al final la actividad real, como ocurre en Europa, sea mucho menos que la inicialmente predicada y que los precios se mantengan bajo mínimos. No importa, de lo que se trata es de denunciar el papel del banco y añadir argumentos a su condena. Su conclusión, de hecho, no admite dudas: Así es como funcionan las cosas.

Con todo esto, ¿a alguien le extraña la inversión de Buffett en la compañía? Es fácil comprender, a la luz de esta lectura, de qué va este negocio, condición primera y principal impuesta por el Oráculo de Omaha para cometer cualquier inversión. Y en finanzas, Goldman es y ¿será? la apuesta ganadora.

Este es el mundo en que vivimos, donde algunos tenemos que respetar las reglas mientras que otros no sólo se ven excusados de ajustarse a ellas sino que reciben dinero por hacerlo. Un esquema mafioso en el que uno no se puede fiar de los precios y donde hay peajes ocultos en cada dólar de impuestos que pagas. Quizá no podamos pararlo pero, al menos, tenemos la obligación de denunciarlo.

Un alegato demoledor que pone en tela de juicio las prácticas llevadas a cabo por la entidad a lo largo del último siglo de actividad financiera y que cuestiona el enorme poder acumulado por la firma con el paso del tiempo y, en especial, desde la incorporación de su directivo Robert Rubin a la Administración Clinton en la década de los 90.

¿Es para tanto?

Veamos lo que dice Paul Krugman:

"La economía de EEUU sigue en situación precaria, con uno de cada seis trabajadores en paro o subempleado. Aun así, Goldman Sachs acaba de anunciar beneficios trimestrales históricos, y se prepara para repartir enormes primas, comparables a las que pagaba antes de la crisis. ¿Qué nos dice este contraste?

Primero, que Goldman es muy buena en lo que hace. Desgraciadamente lo que hace es malo para Estados Unidos. Segundo, demuestra que los malos hábitos de Wall Street (sobre todo, el sistema de compensación que contribuyó a generar la crisis financiera) no han desaparecido. Tercero, demuestra que, al rescatar el sistema financiero sin reformarlo, Washington no ha hecho nada para protegernos de una nueva crisis y, además, ha hecho que sea más probable que se vuelva a producir". La alegría de Goldman Sachs (El País – 19/7/09 – Por Paul Krugman)

El profesor de Economía de Princeton y premio Nobel de Economía en 2008, sostiene que durante la generación anterior (desde la liberalización de la banca de los años de Reagan), la economía estadounidense ha estado financiarizada. La importancia del negocio de mover el dinero, de rebanar, trocear y reenvasar activos financieros, ha subido vertiginosamente en comparación con la de la producción real de cosas útiles. Eso que se ha dado en llamar oficialmente sector de "seguros, contratos de mercancías e inversiones" ha crecido muy deprisa, desde sólo un 0,3% del PIB a finales de los años setenta hasta el 1,7% en 2007.

Dicho crecimiento sería estupendo si ese carácter financiero realmente cumpliese sus promesas (si las empresas financieras ganasen dinero dirigiendo el capital hacia sus usos más productivos y desarrollando formas innovadoras de repartir y reducir los riesgos). Pero, ¿puede alguien, en este momento, afirmar eso sin inmutarse? Las empresas financieras, como sabemos ahora, han dirigido enormes cantidades de capital hacia la construcción de casas invendibles y de centros comerciales vacíos. Han hecho aumentar el riesgo en vez de reducirlo y lo han concentrado en vez de repartirlo. En la práctica, el sector ha estado vendiendo peligrosos medicamentos patentados a consumidores crédulos.

El papel de Goldman en ese cambio de EEUU ha sido similar al de otros actores, salvo por una cosa: Goldman no cayó en su propio lazo. Otros bancos invirtieron muchísimo dinero en la misma basura tóxica que vendían a los ciudadanos de a pie. Es bien sabido que Goldman ganó un montón de dinero vendiendo seguros respaldados por hipotecas de alto riesgo y luego otro montón más vendiendo en descubierto seguros respaldados por hipotecas, justo antes de que su valor se hundiese. Todo esto era perfectamente legal, pero el resultado neto fue que Goldman obtuvo beneficios tomándonos al resto por bobos.

Y los de Wall Street tienen todos los incentivos necesarios para seguir jugando al mismo juego. Las enormes primas que Goldman pronto repartirá ponen de manifiesto que las empresas de altos vuelos del sector financiero siguen funcionando según el sistema de que si sale cara ellas ganan y si sale cruz otros pierden.

Lo que está claro es que Wall Street en general, con Goldman sin duda incluida, se ha visto enormemente beneficiada por la red de seguridad financiera ofrecida por el Gobierno (una garantía de que rescatará a los principales actores financieros si las cosas salen mal). La consecuencia es que el pasivo del sistema financiero está ahora respaldado por una garantía implícita del Gobierno.

Pero la última vez que se produjo una ampliación comparable de la red de seguridad financiera, la creación del seguro federal de depósitos en los años treinta, fue acompañada de una regulación mucho más estricta, para garantizar que los bancos no abusaban de sus privilegios. Esta vez, las nuevas normativas están todavía en fase de borrador (y el grupo de presión financiero ya está oponiéndose a las más elementales garantías para los consumidores).

(…)

El "círculo" de Geihtner

"Algunos de los ayudantes más cercanos de Timothy Geithner, secretario del Tesoro, han ganado millones de dólares al año trabajando para bancos como Citigroup y Goldman Sachs, hedge funds y firmas de capital privado como Blackstone, según recoge Bloomberg. Y han accedido al cargo sin pasar por el escrutinio del Senado.

Entre estos asesores, que cobran del Tesoro pero que no necesitan ser confirmados por el Senado, se encuentra Gene Sperling, que el año pasado cobró 887.727 dólares de Goldman Sachs y 158.000 más de otras compañías financieras a las que ofreció charlas, firmas entre las que se encontraba la del estafador Allen Stanford. Otro de los ayudantes de Geithner, Lee Sachs, cobró un salario de más de 3 millones de dólares de Mariner Investment, un hedge fund de Nueva York". Geithner se rodea de ex empleados de Wall Street en el Tesoro (El Economista – 14/10/09)

Como parte del grupo de asistentes de Geithner, Sperling y Sachs también supervisan los 700.000 millones de dólares de ayuda a los bancos y deciden sobre las normas sobre los pagos a los ejecutivos y la reforma financiera que quiere implantar el Tesoro.

Aunque es habitual que funcionarios del Tesoro vengan de la industria financiera, choca con las declaraciones de Obama y su gobierno, acusando a Wall Street de prácticas que han provocado la crisis financiera. Además, el presidente ha prometido cambiar Washington alejando a los "lobbystas".

Aparte de Sperling y Sachs, dentro del círculo de consejeros de Geithner se encuentra Lewis Alexander, antiguo economista jefe de Citigroup. Además, en otros cargos que no requieren confirmación se encuentran Matthew Kabaker, que trabajaba para la firma de capital privado Blackstone y Mark Patterson, "lobbysta" de Goldman Sachs.

Alexander dejó Citigroup en marzo para unirse al Tesoro y recibió 2,4 millones del banco en 2008 y los primeros meses de 2008. Es asesor de Geithner en economía e investiga los mercados financieros. Kabaker trabaja en política financiera doméstica y ha participado en el plan para que los bancos se deshicieran de sus activos tóxicos, y ganó 5,8 millones en Blackstone en 2008 antes de incorporarse al Tesoro a finales de enero de 2009.

Sperling, por su parte, complementó su salario en Goldman con una gran variedad de trabajos de consultor, asientos en consejos y otros, hasta ganar 2,2 millones de dólares en los 13 meses anteriores a enero. Entre otras trabajó para el Philadelphia Stock Exchange, para dos hedge funds (Brevan Howard Asset Management y Sterling Stamos Capital Management) y para la agencia Bloomberg, donde era columnista y aparecía en la televisión de la agencia financiera.

Goldman le pagaba 887.727 por ser consejero en temas benéficos, mientras que Patterson, que es jefe de personal de Geithner, recibió 637.492 dólares del banco de inversión por su trabajo de "lobbysta" a tiempo completo.

Este grupo de financieros están aplicando el plan de rescate que aprobó el antecesor de Geithner, Henry Paulson, y están diseñando las reformas que determinarán el futuro de Wall Street en los próximos años. Varios senadores han acusado a Geithner de estar beneficiando a una industria que considera como propia.

El pasado noviembre, en el Congreso, y durante su comparecencia frente al Grupo de Fiscalización del fondo de rescate bancario, Geithner tuvo que soportar que un grupo de personas mostraran carteles contra el empleo del dinero de los contribuyentes para dichos rescates: "Devuélvenos la pasta".

Geithner ha llegado a negar de forma explícita que beneficie a Goldman Sachs en particular. "Hemos sido obligados a hacer cosas extraordinarias y agresivas para ayudar a salvar a la economía", dijo Geithner en una entrevista al diario estadounidense Wall Street Journal y a Digg, una página web donde millones de usuarios comparten y califican artículos.

"Estoy completamente seguro de que ninguna de esas decisiones (…) tuvieron nada que ver con los intereses específicos de ninguna empresa individual, mucho menos con Goldman Sachs", dijo Geithner.

En más de una ocasión Geithner ha garantizado la completa integridad que se exige a los oficiales de las agencias públicas. Éstos, "gente honorable" que, como Henry Paulson -anterior Secretario del Tesoro-, hicieron "grandes cosas para el país" y actúan siempre por el interés de la comunidad financiera, y no de empresas concretas. Pese a ello, Geithner se excusó diciendo que éstos son trabajos muy complicados, y más aún en tiempos de crisis financiera.

A pesar de la confianza que Geithner deposita sobre los oficiales públicos, el secretario del Tesoro no quiere hablar de una auditoria a la Reserva Federal por el reparto de los fondos públicos. Rechazó en varias ocasiones la resolución del Congreso promovida por Ron Paul, que abogaba por una auditoría y supervisión exhaustiva de la Reserva Federal. Esta iniciativa había cosechado gran éxito no sólo en el mismo Congreso de EEUU, sino entre diversos movimientos ciudadanos y civiles.

El amor en los tiempos de "cólera"

"Para bien o para mal, de vez en cuando una empresa es elegida por el destino para representar "el rostro inaceptable del capitalismo", un término acuñado por el fallecido primer ministro británico Edward Heath. Para mucha gente, Goldman Sachs es hoy ese rostro.

Los chistes más suaves se refieren a la legendaria firma de inversión como "Gobierno Sachs", debido a sus conexiones con el ex secretario del Departamento del Tesoro de Estados Unidos Henry Paulson (que en su momento fue presidente ejecutivo de Goldman) y otros ex alumnos, quienes, al desempeñarse como funcionarios en Washington, participaron en el rescate financiero del año pasado. Algo menos amable, un periodista de la revista Rolling Stone comparó a Goldman con un "gran calamar vampiro que envuelve la cara de la humanidad y que dirige sus tentáculos de forma implacable hacia cualquier cosa que huela a dinero". Goldman Sachs, una historia de amor y odio (The Wall Street Journal – 20/10/09 – Por Holman W. Jenkins Jr.)

De los cinco mayores bancos de inversión que existían hace poco más de un año, sólo sobreviven dos: Goldman y Morgan Stanley. Lehman está muerto; Bear Stearns y Merrill fueron absorbidos por bancos comerciales. Incluso al sobrevivir, el precio en reputación para Goldman fue sin dudas, y oscuramente, mayor que para el otro sobreviviente.

Sentado en su oficina en el piso 30 de la sede central de la empresa en Manhattan, el presidente ejecutivo de Goldman, Lloyd Blankfein, asegura estar más perplejo que lastimado por las críticas. Es de suponer que su serenidad se debe a que los hechos de los que hablamos -el coqueteo de Goldman con la muerte– parecen haber quedado en el pasado.

Defiende todo lo que considera ejemplar sobre su firma: su disciplina para correr riesgos; que el 90% de sus ingresos y ganancias proviene de servicios a los clientes; que no es sólo un fondo de cobertura gigante; que juega un rol social vital para enlazar a quienes tienen capital y quienes lo necesitan; que sus altos ejecutivos se suelen jubilar jóvenes y dedicarse a la filantropía o el servicio público.

Sí, admite, que la presencia de tantos ex ejecutivos de Goldman en puestos altos del gobierno a algunos les da la impresión de que la firma está moviendo conexiones (algo que él desmiente). "Pero", señala, "apuesto a que cuando las aguas se calmen, volverá a considerarse como algo positivo que la gente deje de lado su búsqueda de riqueza personal y se dedique al servicio público".

Sin embargo, la pregunta de si él y sus colegas le deben sus fortunas -que se han vuelto a expandir- al rescate gubernamental, no es fácil, ni para él ni para nosotros (dice el reportero del periódico citado).

Blankfein afirma que agradece las intervenciones del gobierno que estabilizaron la crisis, pero se resiste a llegar al corolario obvio, que se ha vuelto aún más evidente en medio de las recientes revelaciones sobre cuán vigorosos fueron los esfuerzos de Washington para mantener vivo a Goldman.

El corolario: por ahora, Washington considera que Goldman es "demasiado grande para quebrar", y puso una garantía efectiva con dinero de los contribuyentes tras la firma, bonificaciones opulentas incluidas.

Si el sistema financiero hubiera colapsado, Blankfein admite sin dudarlo, "nos hubiéramos desbarrancado con el resto. Sería ridículo decir lo contrario. Como miembros del sistema, todos corríamos peligro… Si usted hubiera sabido lo que yo sabía, habría estado tan asustado como yo" (le dice al autor de la nota). Pero insiste que Goldman no estaba en un riesgo particular.

Lo que llama la atención hoy es la importancia acumulativa de esos esfuerzos. Al intentar salvar al sistema, el gobierno buscaba salvar a Goldman; al intentar salvar a Goldman, buscaba salvar al sistema. Goldman = sistema, es un buen resumen.

Blankfein prefiere enfatizar el rol de las iniciativas de auto-ayuda de Goldman, como acelerar las gestiones para que la firma actuara como un holding bancario y pasara de la órbita de regulación de la Comisión de Bolsa y Valores (SEC) a la de la Reserva Federal.

Dos días después de lograrlo, Blankfein captó US$ 5.000 millones de Warren Buffet, seguido de una venta de US$ 5.000 millones en acciones de Goldman en el mercado bursátil. El impacto en la confianza de los clientes e inversionistas, agrega Blankfein, fue "enorme" e instantáneo.

Luego está el tema de AIG, fuente de recriminaciones incluso entre los hermanos de Goldman en Wall Street. Si AIG, un jugador enorme en toda clase de mercados, hubiera quebrado, el impacto en la economía hubiera sido incalculable. Al día de hoy, se afirma que el rescate de AIG era un rescate encubierto de Goldman.

AIG había emitido gran cantidad de garantías respaldadas por hipotecas de alto riesgo; Goldman había comprado gran cantidad de esas garantías. AIG fue rescatada, aunque eso quiso decir que el dinero de los contribuyentes, en cierto sentido, fue a parar al bolsillo de Goldman para cumplir con las obligaciones de colateral de AIG.

Las teorías de la conspiración siempre surgen cuando ocurren eventos de grandes consecuencias. No cabe duda que Blankfein estaba cuidando su firma y que Paulson y compañía intentaban evitar un colapso económico. Lehman, Bear, AIG, y otras firmas estaban al mando de ejecutivos con fortunas significativas ligadas a sus acciones en las empresas. Y aun así explotaron. Mientras, los acreedores fueron rescatados, es decir los mismos que aportaron el apalancamiento que permitió que los bancos crecieran demasiado para caer, y quizá lo volverían a hacer. Goldman no tiene la culpa de eso. Sólo Washington puede hacer algo al respecto.

Al final, hasta el abuelito de Heidi nada con los tiburones

"Berkshire Hathaway Inc. de Warren Buffett se asoció con Goldman Sachs Group Inc. en el intento del banco de inversiones por adquirir US$3.000 millones en créditos tributarios de la firma hipotecaria de propiedad del Gobierno estadounidense Fannie Mae, indicaron personas con conocimiento del tema". Goldman y Buffett se asocian para comprar créditos de Fannie Mae (The Wall Street Journal – 4/11/09 – Por Susanne Craig, Christina S.N. Lewis y Damian Paletta)

El ingreso de Buffett agrega un nuevo factor a la operación ya políticamente sensible. El Departamento del Tesoro está considerando bloquear cualquier posible venta debido a que no beneficiaría a los contribuyentes. El dinero que recibiría Fannie Mae sería contrarrestado por la caída en el ingreso tributario del Gobierno.

El Gobierno tomó el control de Fannie Mae y Freddie Mac el año pasado y el Departamento del Tesoro ha invertido cerca de US$100.000 millones en los gigantes hipotecarios.

Los créditos prácticamente no tienen valor para Fannie Mae y requieren que la compañía asuma pérdidas en cada trimestre a medida que su valor disminuye. Compañías como Berkshire Hathaway y Goldman Sachs podrían usarlos para contrarrestar gastos de impuestos federales.

Al que roba al ladrón… ¿cien años de perdón?

Serguey Aleynikov fue interceptado el 3 de julio en el aeropuerto internacional de Newark por varios agentes del FBI. Este inmigrante ruso con residencia en Nueva Jersey fue arrestado bajo la acusación de robar códigos informáticos de alto secreto. Pero ni los secretos eran militares ni su destino, aparentemente, era una potencia extranjera. Aleynikov era un empleado de Goldman Sachs y está acusado de haberse llevado el código que utilizan los programas automáticos de inversión de esta firma.

Esta historia de espías ha llevado a primera línea de actualidad algo que se comentaba con asiduidad en los círculos financieros desde hace meses: el cada vez mayor peso de las operaciones automáticas en la Bolsa. Según la New York Stock Exchange, hay semanas en las que la mitad del negocio lo hacen ordenadores, sin que intervenga la mano del hombre. Ellos observan el mercado, ellos miran, ellos deciden y ellos compran. Y después venden. En cuestión de milisegundos. Según fuentes del mercado, la participación de las máquinas en el negocio bursátil llega al 70% si se suman las operaciones llevadas a cabo en las Bolsas no tradicionales. Y se gana mucho dinero. Joe Saluzzi, bróker estadounidense de la firma Themis Trade, calcula que el par de cientos de firmas que hacen intermediación de alta frecuencia pueden ganar unos 21.000 millones de dólares al año.

Los programas captan la información de mercado que pueda ser relevante. A través de complicados algoritmos matemáticos buscan pautas de comportamiento y, en consecuencia, operan. Aunque lo hacen a través de pequeños paquetes de acciones -para ocultar las huellas-, mueven grandes cantidades de dinero. Así, por minúscula que sea la variación de precio, quien se adelante a los demás gana mucho dinero. Y el abanico de operaciones realizadas es tan amplio y complejo como cabe esperar de la imaginación de un ejército de matemáticos millonarios armados con superordenadores.

Ahora bien, los ordenadores ganan dinero sólo si tienen una ventaja sobre su competencia, que no son los humanos, sino otros ordenadores. Dicha ventaja se obtiene bien por la infraestructura (mejores máquinas y más rápidas) como por la sofisticación de los programas que operan. Es una verdadera carrera armamentística, y como en cualquier carrera de armamentos, la información es poder. Por eso el robo del programa parece sacado de una película de espías.

"Es donde se gana todo el dinero ahora", comentó a The New York Times William Donaldson, ex presidente de la SEC, supervisor de los mercados, "si un inversor no tiene medios, está en una gran desventaja". En realidad, si el pequeño inversor tiene poco que hacer frente a los profesionales, éstos no tienen mucho más futuro frente a las máquinas. Los programas automáticos entran o salen del mercado en milisegundos, para volver a entrar si detectan que los parámetros siguen siendo favorables. Por ejemplo, ante una noticia o un flujo de órdenes ven una pauta alcista, compran y venden a un precio, unos céntimos más alto. Los inversores tradicionales llegan más tarde, pero compran igualmente, y el programa automático puede seguir penalizando a los que lleguen más tarde. Otros programas, según señalaba esta semana The Economist, generan volatilidad artificial en las acciones para elevar el precio de las opciones. Otros están preparados para reaccionar a las noticias que envían las agencias de noticias y responder a éstas antes que los intermediarios humanos. Y hay programas que están pensados para detectar las operaciones de otros sistemas y contraprogramar operaciones…

La asimetría de información y de oportunidades es algo que siempre se ha dado en la Bolsa. Pero las estrategias destapadas por el caso Aleynikov despiertan algunas preguntas que sobrepasan el ámbito de la inversión pura y dura. Y, paradójicamente, ha sido el fiscal del caso, Joseph Facciaponti, quien ha hecho algunos apuntes inquietantes: "El banco ha señalado la posibilidad de que alguien que sepa usar este programa pueda hacerlo para manipular los mercados con intenciones maliciosas". Una frase quizá no demasiado afortunada, pues el ultrasecreto programa ya era utilizado profusamente por Goldman.

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¿Goldman hace el trabajo de Dios…o de Yahveh? ¿Será por la "contabilidad creativa"?

"El presidente ejecutivo de Goldman Sachs, Lloyd Blankfein, defendió la política de bonus de los banqueros y afirmó que el regreso a los grandes beneficios debería ser bien recibido por la gente, como prueba de que la economía se está recuperando". El jefe de Goldman Sachs: "Los banqueros hacen el trabajo de Dios" (Libertad Digital – 11/11/09 – Por Ángel Martín)

La percepción popular de las grandes entidades financieras no ha salido bien parada tras la crisis. De manera justa o no, buena parte de las culpas de los problemas actuales se atribuyen a la irresponsabilidad y avaricia de grandes ejecutivos y banqueros estadounidenses, que jugaron con fuegos altamente peligrosos y finalmente no sólo se quemaron ellos, sino que difundieron el fuego hacia todo el país, y en consecuencia hacia todo el mundo.

Goldman Sachs es uno de esos casos, especialmente si unimos el hecho de que hay amplias sospechas de su estrecha relación entre el Tesoro norteamericano y la Reserva Federal de Nueva York para recibir fondos públicos a costa del contribuyente. Sin embargo, al principal responsable de la entidad no parece importarle demasiado la mala imagen pública, a tenor de sus últimas declaraciones al Times británico, donde muestra escasa sensibilidad diplomática.

El diario británico Telegraph se hacía eco de estas declaraciones: "El jefe de Goldman Sachs: "los banqueros hacen el trabajo de Dios"", titulaba, nada más y nada menos, este rotativo. Lloyd Blankfein, CEO de la compañía, no tuvo ningún reparo en afirmar que la vuelta a los grandes beneficios y a los bonus para los banqueros debería ser bien recibido por la gente, como prueba de que la economía se está recuperando.

En este sentido se manifestó recientemente otro alto cargo de la compañía, Lord Griffiths, quien sostuvo que "no deberíamos estar avergonzados de ofrecer compensaciones" a los banqueros, añadiendo su opinión al debate acerca de la legitimidad y deseabilidad de los bonus.

No obstante, los grandes beneficios de los bancos podrían estar, en buena parte de los casos, inflados y no basados en la realidad. Esta "contabilidad creativa" parcialmente se debe a las reformas recientes en los estándares contables a nivel internacional, mediante las cuales se sustituía el coste histórico por el llamado valor razonable (algo así como el valor de mercado) en la valoración de los activos. De esta manera, si los pisos subían un 50%, los activos de los bancos se revalorizaban en la misma proporción.

Esta reforma fue criticada por eminentes economistas, como el caso del catedrático de economía política Jesús Huerta De Soto, quien ya en 2003 alertaba sobre los efectos pro-cíclicos de esta reforma. Tras el estallido de la crisis se ha reafirmado en su posición en recientes artículos.

Tampoco parece excesivamente acertado el ejecutivo de Goldman Sachs cuando afirma que la economía se está recuperando. En el caso de EEUU, los datos positivos se deben principalmente al gasto público, y la angustia en la economía norteamericana apenas se ha reducido, además de que numerosos analistas alertan del empeoramiento de las condiciones económicas en un futuro cercano.

Un elemento de notable preocupación es la salud del balance de la Reserva Federal, que a fuerza de salvar a los bancos privados comprándoles activos malos, ella misma está ahora en una posición muy delicada.

En declaraciones a The Sunday Times, Blankfein daba gran importancia a los bancos como motor del crecimiento económico al ayudar a las empresas a captar capital y así generar riqueza: "Nosotros tenemos un propósito social", afirmaba. Y aunque decía entender el enfado de la gente ante los bancos, no se cortó y dijo que "Todos deberían estar felices. Las compañías están creciendo de nuevo y captando dinero", aunque reconocía que "El sistema financiero puede habernos conducido a la crisis pero él nos sacará".

La entidad ha capeado mejor que otros competidores la crisis financiera y las turbulencias bancarias, aunque algunos apuntan a que las administraciones públicas les han echado una generosa mano. Tan buena parece ser la posición de Goldman Sachs, que, recientemente, consideraron donar 1.000 millones de dólares a caridad, con el objetivo de acallar las críticas que penden sobre ella.

La web de análisis Daily Bell respondía a las declaraciones de Blankfein con severas críticas. Situaba éstas en el contexto de anteriores afirmaciones en el mundo bancario, como la de altos cargos del Banco de Inglaterra al culpar del desastre económico a la fusión entre los bancos de inversión y comerciales, o las de John Reed, anteriormente en Citigroup, quien se lamentó de haber construido una firma financiera tan grande. Para estos analistas lo que hace Goldman Sachs es mantener y "operar en el centro del mercantilismo americano". Un particular sistema en el que "grandes empresas líderes usan las relaciones con el Gobierno para eliminar la competencia y ganar ventajas competitivas que de otra manera no serían capaces de asegurarse".

Así, esta firma se beneficia, no por casualidad, de las leyes y relaciones con el Gobierno, hipótesis que apoyan con la recurrente presencia de importantes miembros de Goldman en altos cargos en el Tesoro y otras plazas del Ejecutivo estadounidense.

Además de aprovechar estas ventajas, también les acusan de beneficiarse y favorecer las expansiones crediticias de los bancos centrales, causando un auge artificial e insostenible que reporta pingües beneficios, especialmente, a las firmas financieras como Goldman Sachs.

En cambio, cuando llegan los tiempos malos, los gobiernos y bancos centrales suelen acudir en su ayuda, haciendo así que las ganancias sean privadas mientras que las pérdidas se distribuyan entre los contribuyentes. Un negocio redondo para cualquiera con cierta perspicacia y no demasiados escrúpulos morales.

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Y los Reguladores… siguen como Tarzán (en bolas y por las ramas)

Los socios del silencio

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6
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