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Euro-visión. 15 años del Euro: ¿festejo o funeral? (página 11)




Enviado por Ricardo Lomoro



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(Paul Krugman es profesor de Economía en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía de 2008. © 2015 The New York Times)

– La culpa es del euro según Paul Krugman (Dinero.com – 30/7/15)

Paul Krugman asegura que las crisis europeas se fundamentan en el euro más no en la deuda.

España hace unos años se sumergió en una crisis y hasta este año muestra indicios de mejoras, Grecia se encuentra en una recesión más profunda que la gran depresión y actualmente Finlandia empieza a desacelerarse. Según el premio Nobel de economía, Paul Krugman, la culpa siempre ha sido del euro.

Compartir moneda en el antiguo continente facilitaría las negociaciones entre estos países y representaría la unión de Europa. En 1992, estas dos ventajas superaron la preocupación de las posibles dificultades de la moneda.

Sin embargo, de acuerdo con el artículo "El sueño imposible de Europa" publicado en el New york Times, Paul Krugman sostiene que a pesar de que muchos economistas sugirieron los problemas que el euro podía traer no se tuvieron en cuenta y las consecuencias de su implementación se están haciendo evidentes tanto en países relativamente pobres (Grecia y España) como en países más avanzados como Finlandia y Dinamarca.

¿Por qué?

Es probable que la tasa de interés fijada por el Banco Central Europeo (BCE) pueda ser inapropiada para las regiones que están creciendo mucho más rápido, o más lento, que la media de la zona euro.

Esto se evidencia en lo ocurrido en el 2011 cuando el BCE aumentó las tasas de interés porque se tenían preocupaciones sobre una alta inflación en Alemania. En ese mismo año, los miembros de la zona euro del sur de Europa como España se dirigían a la recesión debido a políticas de austeridad.

Sin embargo, Krugman explica que la política de Europa se concentra en imponer severas condiciones a países endeudados con la justificación de que la "disciplina fiscal podría inspirar confianza".

Sobre esto, Krugman asegura que manejar problemas de deuda con austeridad y simultáneamente estar atado a una moneda, nunca ha funcionado. "Pues a Inglaterra no le funcionó luego de la Segunda Guerra Mundial".

De acuerdo con el economista cuando comenzaron las tensiones previstas e imprevisibles en el euro, la respuesta fue imponer austeridad severa a las naciones deudoras y "negar la simple lógica y la evidencia histórica que indica que tales políticas podrían infligir daños económicos terribles y a la vez no se lograría la reducción de la deuda".

Sin embargo, Krugman afirma que no son solo problemas de deuda pública pues en España, la crisis del 2011 surgió principalmente por los "préstamos privados y una burbuja inmobiliaria mientras que la historia de Finlandia no implica deuda en absoluto".

Actualmente, Finlandia experimenta una situación económica crítica pues las ventas de teléfonos móviles de Nokia y una caída similar en las ventas de la industria papelera, están causando fuertes reducciones en los ingresos del país. Esto se ha reflejado en una caída del PIB real de más de 6% desde el 2007.

Por lo que el problema que plantea el Nobel es que, con el euro, cada país de la eurozona renuncia a la posibilidad de devaluar su moneda. Estrategia utilizada para mejorar la competitividad, que ni Grecia ni España pudieron implementar y que Finlandia tampoco podrá.

Frente a la desaceleración de Finlandia, el analista económico del Washington Post, Matt O´Brien, asegura que Finlandia ha respetado las imposiciones que el euro representa y aun así los resultados económicos han sido una "catástrofe".

A su vez, la economía de Dinamarca está en desaceleración, a pesar de que es similar a la finlandesa y que normalmente ha sido una economía modelo a seguir.

A pesar de que la moneda Danesa es la corona y no el euro, esta se encuentra anclada a la moneda europea. Dicho anclaje ha generado complicaciones para la política monetaria del país Escandinavo.

Pues para mantener la paridad entre la corona y el euro, el Banco Central Danés ha tenido que recurrir a tasas de interés de depósito negativas hasta de -0,75% actualmente. Cabe señalar que con tasas de interés tan bajas se estimula la deuda mientras se mantiene el anclaje al euro.

De acuerdo con informes recientes del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre Dinamarca: "El tipo de cambio fijo con el euro ha mantenido la inflación en niveles similares a la zona del euro sin embargo, la deuda de los hogares es una alta vulnerabilidad subyacente de la economía real".

Para simplificar la situación crítica de países europeos, Krugman afirma que "lo que éstas economías tienen en común es que al unirse a la eurozona se ponen una camisa de fuerza económica" y a su vez dejan de darle prioridad a las cuestiones internas y se concentran en estabilizar factores externos como en el caso de Dinamarca.

Krugman sugiere que el euro es el culpable de las actuales crisis de Europa pues "Finlandia tuvo una crisis económica muy severa al final de la década de 1980, considerada mucho peor, al principio, de lo que está pasando ahora. Pero fue capaz de diseñar una recuperación bastante rápida en gran parte por una devaluación de su moneda. Esta vez, por desgracia, no tiene moneda para devaluar".

– Krugman: "La crisis del euro demuestra que Milton Friedman tenía razón" (El Economista – 27/11/15)

Paul Krugman, profesor de Economía en la Universidad de Princeton y premio Nobel, cree que los países que prefirieron mantener su propia divisa en lugar de adoptar el euro están disfrutando de ventajas económicas: "Una de las grandes lecciones de la crisis del euro es que Milton Friedman tenía razón" cuando explicaba la importancia del tipo de cambio en Europa, explica Krugman.

El profesor de Princeton asegura en su blog del New York Times que "muchos economistas continúan profundamente convencidos de que el euro no ha afectado a la hora de afrontar la crisis… Los grandes ajustes de salarios y precios en los países del euro, han sido mucho más sencillos en los países que han afrontado depreciaciones de sus divisas (deflación relativa)". Milton Friedman tenía razón, el tipo de cambio juega un papel fundamental para corregir los desequilibrios entre países sin excesivo sufrimiento.

Un caso que ponen como ejemplo algunos economistas para justificar que el euro no ha sido un estorbo es el "milagro" de Irlanda. El economista Thordvaldur Gylfason compara la crisis del "Tigre Celta" con la de Islandia, argumentando que a pesar de que Reikiavik mantuvo su divisa nacional, ambos países han recuperado sus niveles de renta per cápita previos a la crisis casi a la par.

Diferencias entre Irlanda e Islandia

Sin embargo, Krugman señala que no todo es la renta per cápita. Si se observan los datos del mercado laboral, se puede observar como la tasa de empleo en Islandia ha recuperado y superado los niveles previos a la crisis, pero en Irlanda aún se encuentra muy por debajo de los niveles de 2007. La tasa de empleo es el cociente entre ocupados y la población de 16 años hasta 64 años para hacer el cálculo con la metodología que usa Eurostat.

Este dato deja entrever que aunque el PIB de Irlanda esté creciendo con fuerza, el mercado laboral aún no ha recobrado la salud de la que gozaba en 2007, cuando la tasa de empleo era del 70%, mientras que ahora es del 63,1%. En Islandia la tasa de empleo es a día de hoy del 85%, mientras que en 2007 era también del 85%.

"Supongo y entiendo que urge justificar la creación de la divisa única. Pero la evidencia sugiere que hay importantes ventajas económicas para los países que decidieron mantener su propia divisa", sentencia Paul Krugman.

– Milton Friedman auguró hace 18 años la crisis que vive hoy la Eurozona (El Economista – 22/7/15)

Corría el año 1997 y aún faltaban cinco años para que el euro se pusiera en circulación y la soberanía de la política monetaria pasara por completo al BCE. Y Milton Friedman escribía esto: "Pienso que el euro creará tensiones políticas, convirtiendo unos desequilibrios económicos que se podrían resolver acomodando el tipo de cambio en cuestiones políticas que dividirán a los países".

Esa era la conclusión a la que llegó el que fuera premio Nobel de Economía y uno de los economistas más influyentes del siglo XX. Friedman señalaba en un artículo publicado en Project Syndicate lo siguiente: "El euro ha sido una creación motivada por la política, no por la economía. El objetivo ha sido unir a Alemania y Francia para evitar guerras futuras, y de este modo sentar las bases de un futuro Estados Unidos de Europa". Sin embargo, Friedman pensaba que el euro terminaría generando tensiones económicas que repercutirían de lleno en la política.

Friedman exponía su teoría de la siguiente forma: "El mercado europeo plantea una situación poco favorable para crear una divisa común. Está compuesto por naciones separadas, cuyos residentes hablan lenguas diferentes, tienen diferentes costumbres, y sienten mucho más apego y lealtad hacia sus propios países que hacia la idea de una única Europa. Además, a pesar de ser un área de libre comercio, los bienes y capitales se mueven con menor libertad que en EEUU", aseguraba el célebre economista norteamericano.

La Comisión Europea tiene un gasto mínimo si se compara con el tamaño del PIB de la Eurozona o de la UE. Además, "la regulación industrial y de los mercados laborales es mucho más extensa que la de EEUU, y es diferente en cada país de Europa. Como resultado, los salarios y los precios en Europa son mucho más rígidos y el capital humano tiene menos movilidad entre países. En estas circunstancias, el tipo de cambio proveía de una gran herramienta de ajuste a los países".

Shocks y desequilibrios

Friendman prosigue su argumentación: "Si un país se ve afectado por un shock negativo, que por ejemplo exija que se reduzcan los salarios, esto se puede conseguir mediante el tipo de cambio, en lugar de tener que modificar miles de salarios". Este ejemplo se puede extrapolar a día de hoy a la crisis que han sufrido países como España, cuyos costes laborales unitarios (CLU) crecieron mucho más deprisa que los de sus vecinos del norte durante el periodo expansivo de la economía dentro del euro (2000-2008).

Tras años de inflación y crecimiento de los CLU, los bienes y servicios producidos en España dejaron de ser competitivos. Si se hubiera mantenido la peseta, el Banco de España podría haber devaluado su divisa produciendo de forma inmediata un abaratamiento de los bienes y servicios producidos en España de cara al resto del mundo. De este modo, los ajustes posteriores podrían haber sido más flexibles.

Sin la soberanía monetaria, España y otros países se han visto obligados a emprender dolorosos procesos de devaluación interna basados en la reducción de salarios y beneficios distribuidos. Un proceso que hasta el momento ha demostrado ser más lento y doloroso en el medio plazo aunque algunos economistas argumenten que a largo plazo será más beneficioso para la economía.

Todo esto fue anunciado por Milton Friedman en 1997, pero poco después de que el euro naciese y la emoción invadiera los mercados, el economista norteamericano advirtió en un pequeño comentario junto al Banco de Canadá: "El euro se encuentra en su luna de miel. Yo espero que tenga éxito, pero lo cierto es que las expectativas son muy bajas. Las diferencias económicas entre países se irán acumulando y estos shocks serán un problema".

– El miedo y el "Brexit" (El País – 19/6/16)

Hay que estar muy seguro de que la UE es irreformable como para irse. Yo no lo estoy

(Por Paul Krugman)

Todavía faltan cuatro meses y medio para las elecciones presidenciales. Pero la semana que viene hay una votación que podría ser tan importante para el futuro del mundo como lo que suceda en Estados Unidos: el referéndum británico sobre la permanencia en la Unión Europea.

Por desgracia, esta votación es una elección entre lo malo y lo peor; la pregunta es cuál es cuál.

No me andaré con evasivas: yo votaría por la permanencia. Lo haría siendo plenamente consciente de que la UE tiene graves problemas de funcionamiento y da pocas muestras de reformarse. Pero la salida de Gran Bretaña -el Brexit- probablemente empeoraría la situación, no solo para Gran Bretaña, sino para Europa en general.

El planteamiento económico básico está claro: el Brexit empobrecería a los británicos. No conduciría necesariamente a una guerra comercial, pero sin duda perjudicaría al comercio entre la isla y el resto de Europa, lo que reduciría la productividad y los ingresos. Mis cálculos aproximados, que coinciden en líneas generales con otros, indican que Gran Bretaña acabaría siendo alrededor de un 2% más pobre que si se quedase, prácticamente para siempre. Eso es un gran revés.

¿Y qué hay de las advertencias sobre que la salida desencadenaría una crisis financiera? Ese es un temor exagerado. Gran Bretaña no es Grecia: tiene su propia moneda y toma dinero prestado en esa moneda, de modo que no corre el riesgo de que el pánico bancario desate el caos monetario. Durante las últimas semanas, la probabilidad de que gane el "no" a la UE ha aumentado de manera clara, pero los tipos de interés británicos han bajado, no subido, siguiendo los pasos del descenso global de la rentabilidad. Aun así, desde el punto de vista económico, la salida de la UE parece una mala idea.

Es cierto que algunos defensores del Brexit afirman que la salida de la UE daría a Gran Bretaña libertad para hacer cosas maravillosas, como liberalizar los mercados y dar rienda suelta a su magia, lo que conduciría a un crecimiento espectacular. Lo siento, pero eso no es más que vudú envuelto en la bandera de Reino Unido; es la misma fantasía sobre el libre mercado que ha resultado ilusoria en todo lugar y momento.

No, ese argumento económico es todo lo sólido que puede llegar a ser. ¿A qué se debe, entonces, mi tono pesimista respecto a la permanencia?

En parte, la respuesta radica en que las repercusiones de la salida de la UE serían dispares: Londres y el sureste de Inglaterra se verían muy perjudicados, pero es probable que la salida condujese a una libra más débil, lo que de hecho ayudaría a algunas de las antiguas regiones industriales del norte.

Sin embargo, es más importante la triste realidad de la UE que Gran Bretaña dejaría atrás. El llamado proyecto europeo empezó hace más de 60 años y, durante muchos de ellos, ha sido una fuerza tremendamente beneficiosa. No solo ha fomentado el comercio y contribuido al crecimiento económico; también ha sido un baluarte de paz y democracia en un continente con una historia terrible.

Pero la UE de hoy es la tierra del euro, un gran error agravado por la insistencia de Alemania en convertir la crisis causada por la moneda única en una historia moralizante sobre pecados (de otros, por supuesto) que deben expiarse mediante recortes presupuestarios de consecuencias catastróficas. Gran Bretaña tuvo la sensatez de conservar su libra, pero no escapa a otros problemas que desbordan a Europa, en particular la instauración del libre tránsito sin un Gobierno común.

Se puede argumentar que los problemas causados, por ejemplo, por los rumanos que usan el Servicio Nacional de Salud se han exagerado y que los beneficios de la inmigración superan con creces esos costes. Pero resulta difícil defender ese argumento ante una ciudadanía descontenta por los recortes de los servicios públicos (especialmente cuando los expertos proeuropeos tienen tan poca credibilidad).

Porque eso es lo más frustrante de la UE: parece que nadie admite nunca los errores ni aprende de ellos. Si hay algún examen de conciencia en Bruselas o Berlín en relación con la terrible trayectoria económica de Europa desde 2008, es muy difícil verlo. Y siento cierta solidaridad por los británicos que ya no quieren estar vinculados a un sistema que rinde tan pocas cuentas, aunque la salida tenga un alto precio económico.

La pregunta, sin embargo, es si las cosas mejorarían algo porque los británicos votaran a favor de marcharse. Podría funcionar como una saludable voz de alarma que por fin saque a las élites europeas de su complacencia y las lleve a hacer reformas. Pero me temo que, en realidad, empeoraría la situación. Los fracasos de la UE han provocado un aterrador auge del nacionalismo reaccionario y racista; pero, muy probablemente, el Brexit daría aún más poder a esos movimientos, tanto en Gran Bretaña como en el resto de Europa.

Es evidente que puedo equivocarme respecto a estas consecuencias políticas. Pero también es posible que mi frustración por la reforma europea sea exagerada. La cosa es que, como señala Simon Wren-Lewis, de Oxford, Gran Bretaña seguirá teniendo la opción de salir de la UE en el futuro si ahora vota por quedarse, mientras que la salida no tendrá vuelta atrás. Para defender el Brexit, hay que estar muy, muy seguro de que Europa no tiene solución.

Así que yo votaría por la permanencia. No habría alegría en ese voto. Pero hay que tomar una decisión, y es la conclusión a la que he llegado.

(Paul Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times Company, 2016)

La opinión de Robert Mundell sobre el euro

– El debate de Robert Mundell y Allan Meltzer sobre el futuro del euro (El Blog Salmón – 24/11/14)

Dos economistas del otro lado del Atlántico discuten el futuro del euro. El primero es Robert Mundell, creador de la moneda única y premio Nobel en 1999 por sus trabajos sobre la optimización de los sistemas monetarios. El segundo es Allan Meltzer, asesor económico de Ronald Reagan en los años 80 y autor de uno de los más voluminosos tratados de la Reserva Federal (1.500 páginas). Mundell y Meltzer tienen posiciones diametralmente opuestas sobre el futuro del euro.

Para Mundell, los países europeos más débiles confiaron excesivamente en sus devaluaciones para seguir siendo competitivos, con alta inflación y altas tasas de interés, pero lento crecimiento. El proceso devaluatorio y los acuerdos laborales permitían que los salarios subieran más rápido que los precios. La creación de la moneda única obligaba a los países periféricos a elevar la productividad y moderar los salarios para mejorar la competitividad. Según Mundell, el sentido del euro era ejercer la presión del mercado para desterrar las leyes restrictivas del trabajo que durante décadas fueron una institución europea y una maldición económica.

En un documento del año 2011 Mundell señaló que la realidad estaba siguiendo la teoría. Para Mundell, en plena crisis, una de las grandes ventajas del euro era haber mejorado la disciplina salarial. "Ahora en Europa -dijo Mundell-, un país no puede cambiar los tipos de cambio. Por lo tanto, cuando los sindicatos piden aumentos salariales del 10%, y el crecimiento de la productividad es de 2% o 3%, todos saben que ese aumento se traducirá en desempleo masivo o quiebras. La imposibilidad de la devaluación hará que los sindicatos moderen sus demandas".

¿Entonces, qué es lo que ha ido mal en Europa? Mundell insiste en que el euro "ha actuado en forma espectacular" y que el problema es el gasto público irresponsable y los déficit excesivos. Si Europa se mueve a "una unión más perfecta", donde una autoridad central está facultada para imponer una estricta disciplina fiscal a los gobiernos díscolos de la periferia, y Alemania y otros países ricos ayudaran a financiar a sus vecinos del sur hasta que eso ocurra, el euro puede ser salvado y el crecimiento se reanudará. Pero ¿Cuánto tiempo puede transcurrir en este proceso? Mundell no lo dice.

Problema de competitividad

Allan Meltzer está en absoluto desacuerdo con su colega Robert Mundell. Para Meltzer, el problema principal no es el gasto sino la competitividad. Meltzer señala que ha habido un descenso importante de la competitividad en los países periféricos y que esto es un claro y directo legado del euro. "La zona euro no es realmente la unión que Mundell pensó que sería -dice Meltzer- "Grecia y Alemania estaban en mundos muy diferentes antes de la introducción del euro, y se han quedado ahí. Nadie debió creer la historia del euro".

Para Meltzer, los banqueros centrales y los políticos han abordado la crisis del euro de manera equivocada: "Están machacando el problema de la deuda y eso no es lo que tienen que hacer. El problema mayor es el costo de la producción. Los países del sur no pueden crecer si los costos de producción en España o Italia son 30% más altos que en Alemania, como es ahora el caso".

Para Meltzer, el problema principal es que Mundell pensó en una convergencia de la productividad -el número de camiones o semiconductores que un trabajador hace por hora- y esto no sucedió. La convergencia se fue en la dirección equivocada: Los salarios aumentaron más rápido en España, Italia, Irlanda y Grecia que en Alemania. Y fueron los alemanes y no los españoles o italianos, los que se hicieron más productivos: de 2000 a 2008, los costes laborales aumentaron un 15% en Alemania, frente al 30% en Italia, 43% en España y el 49% en Irlanda.

¿Por qué los salarios aumentaron y desafiaron las predicciones de Mundell? Por los bajos tipos de interés que pusieron montañas de dinero al alcance de irlandeses o españoles. Estos países sabían que no podían aumentar su productividad pero pidieron prestadas enormes sumas de dinero a tasas de interés irresistiblemente bajas. Esto generó un boom del consumo que impulsó la burbuja inmobiliaria y el gasto vía tarjetas de crédito sin que ningún banquero central detectara la anomalía. Ni el Banco Central de España, Italia o el Banco Central de toda Europa supo ver el peligro que implicaba el torrente de dinero barato.

El enorme flujo del dinero barato -gentileza del euro- permitió realizar aumentos salariales en empresas ineficientes que ayudaron a demoler aún más la productividad. Para Meltzer la situación actual no tiene salida y el euro debe escindirse en dos: un euro duro para Alemania y un euro suave para los países de la periferia (Irlanda, Portugal, España, Francia, Italia, Grecia) La existencia de un "euro suave", permitiría a los países de la periferia mejorar la competitividad… y crecer. Sólo en el período de crecimiento es posible hacer reformas. Y si hacen las reformas necesarias, los países del "euro suave" podrán volver a unirse al "euro duro".

La idea de Meltzer sin duda que tiene más fuerza que la de Mundell, y por eso está siendo considerada por Alemania. El eje del problema es la competitividad y la falta de ésta es lo que llevó a Europa a un insólito problema de deuda soberana nunca visto en las décadas anteriores al estallido de la crisis. Las "devaluaciones competitivas" que aplicaban Italia, Portugal o España antes del euro y que eran considerados un signo de debilidad, se reconocen ahora como una de las principales fortalezas. Recuperar la facultad para devaluar la moneda puede ser el primer paso para superar el actual estancamiento económico que tiene a Europa al borde de la tercera recesión en seis años.

– La verdad sobre el euro que no quieren que conozcas (El Robot Pescador – 23/7/15)

Más o menos, a todos se nos ha contado la misma historia sobre los orígenes del euro.

A todos se nos ha dicho que el euro fue creado para proporcionar dos beneficios al conjunto de Europa:

1- Unir políticamente de forma pacífica a Alemania, Francia y otros países europeos, para evitar que se repitieran escenarios como los de la Primera y la Segunda Guerra Mundial.

2- Crear una macro-zona para competir contra la fuerza económica de los EEUU.

Entonces, si este era el origen del Euro, ¿cómo hemos llegado a lo que estamos viendo actualmente? ¿Cómo explicamos la austeridad y la mezquindad que ejemplifica la actitud sombría del Ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, en sus conversaciones con Grecia?

Bien, eso quizás tiene una explicación simple: y es que los alemanes no ven el euro como un concepto idealista y utópico destinado a promover la paz y la prosperidad para todos los países de la UE.

En realidad, Alemania ve el euro como una manera de debilitar su moneda para aumentar las exportaciones.

Ben Bernanke lo señaló es su momento:

"Alemania se ha beneficiado de tener una moneda, el euro, con un valor internacional que es significativamente más débil que el que tendía su propia moneda si Alemania siguiera sola. Por lo tanto, la pertenencia de Alemania a la zona euro ha demostrado ser un gran impulso para las exportaciones alemanas, en relación con lo que serían si mantuvieran su moneda independiente, el marco"

Esa es una de las realidades que caracterizan al euro: está al pleno servicio de los intereses de Alemania.

Por otra parte, hay un aspecto histórico poco conocido sobre el euro; y es que el euro fue realmente creado para propósitos muy diferentes a los de la "búsqueda de la paz en Europa" o "la competencia comercial con los EEUU".

El padre del Euro es un norteamericano, llamado Robert Mundell.

Mundell no es europeo en lo más mínimo.

Nacido en Canadá, Mundell enseñó en la Universidad de Chicago durante 7 años, y en la Universidad de Columbia, en Nueva York, por más de 40 años.

¿Mundell creó el euro para ayudar a Europa?

Bien, según el periodista de investigación Greg Palast, no. No, en absoluto.

Palast, que ha trabajado para los periódicos The Guardian, Independent y la BBC, lo explicó en su libro titulado "Vulture"s Picnic" (el picnic de los buitres):

¿Quién engendró esta pequeña y bastarda moneda cruel?

Su padre es el profesor Robert Mundell. Mundell es conocido como el Padre de la Euro.

El Euro es a menudo mencionado como un medio para unir emocional y políticamente a los europeos de la posguerra y darle a una Europa unida, el poder económico suficiente como para competir con la economía estadounidense.

Pero ese argumento es una tontería.

El euro fue inventado en Nueva York, en la Universidad de Columbia.

El Profesor Mundell inventó tanto el euro como la política económica que guió a los gobiernos de Reagan y Thatcher: la conocida como "Supply-Side Economícs" o "Economía de la Oferta", o como George Bush padre la calificó en su momento: "Voodoo Economics" (Economía Vudú).

La política de "economía vudú" de Reagan y Thatcher y el Euro, en realidad son dos caras de la misma moneda.

Al igual que la Dama de Hierro, y el presidente actor, el Euro es inflexible.

Es decir, una vez que entra en el Euro, una nación no puede combatir la recesión mediante el uso de una política fiscal o monetaria propia.

Esa incapacidad provoca que los gobiernos solo dispongan del recurso de la "reducción de los salarios y las restricciones fiscales, recortando trabajos y beneficios gubernamentales", como única posible opción para afrontar cualquier crisis.

Dicho de otra manera: una vez dentro del Euro, cuando se viven situaciones de crisis, a los gobiernos, solo les queda el recurso de los recortes y las privatizaciones.

Las políticas económicas "vudú" de Mundell, significan que la única forma en que un gobierno puede crear puestos de trabajo es despidiendo a la gente, recortando las ayudas y, sobre todo, reduciendo las reglas y regulaciones que restringen la libertad de maniobra de los grandes negocios y las grandes empresas.

Mandell me dijo: "Sin la posibilidad de recurrir a una política fiscal, la única manera en que las naciones pueden mantener los puestos de trabajo, es mediante la reducción competitiva de las reglas y regulaciones impuestas a los negocios"

El euro se creó pues, como una camisa de fuerza anti-regulación cuyo objetivo es eliminar grandes cantidades de leyes que limitan a las grandes empresas, terminar con la regulación bancaria y con todos los otros controles gubernamentales.

Es decir, arrebatarles el poder a los gobiernos, que teóricamente representan a sus pueblos y dárselo a las grandes empresas y los grandes bancos.

Sabiendo esto, se puede comprender mejor el porqué de la destrucción de la soberanía de Grecia.

Como Palast señaló en The Guardian:

La idea de que el euro ha "fallado" es peligrosamente ingenua.

El euro está haciendo exactamente lo que su progenitor y las élites ricas del 1% esperaban conseguir.

Realmente, el Euro no trataba de convertir a Europa en una unidad económica poderosa y unificada. Fue creado para extender las políticas de Reagan y Thatcher.

Así es como, cuando surgen las crisis, las naciones económicamente desarmadas tienen poco que hacer; solo pueden eliminar las regulaciones gubernamentales al por mayor, privatizar las industrias estatales en masa, recortar impuestos y destruir por completo el estado de bienestar europeo.

El Euro, no tiene defectos.

El bebé de Mundell, ha conseguido todo aquello por lo que fue creado, llegando incluso más allá de los sueños más salvajes de su progenitor.

En otras palabras, el Euro ha sido creado para crear una Doctrina del Shock en Europa, donde los grandes bancos están desnudando a Grecia y a otros países de sus activos públicos; un ejemplo obvio de pillaje y saqueo masivo de sus recursos y riquezas naturales.

Cuando hablamos del profesor Mundell y se su "economía de la oferta", nos olvidamos mencionar que este modelo económico también es conocido como la "economía de méate en los pobres".

De hecho, muchos de los principales asesores económicos de Reagan, posteriormente admitieron que la economía de la oferta de Mundell no ayudó precisamente a la economía.

Por otra parte, tal y como Martin Armstrong ha advertido desde hace décadas, permitir que países como Grecia entraran en el Euro sin antes ajustar estructuralmente sus deudas, era una receta para el desastre.

Por ejemplo, cuando el euro dobló su valor hace un par de años, la deuda de Grecia también se duplicó en términos reales. Ahí es cuando realmente Grecia comenzó a deslizarse hacia la crisis.

Así que los países ricos como Alemania, intencionadamente o no, y las otras naciones ricas, sentaron las bases, desde el principio, para la liquidación de los activos en Grecia y de otros estados endeudados.

Y empezaron a sentar las bases para el saqueo masivo y el pillaje indiscriminado por parte de los grandes poderes financieros, los grandes bancos y las grandes multinacionales.

De hecho, Armstrong y Nigel Farage (miembro del Parlamento Europeo y líder del Partido por la Independencia del Reino Unido) dicen:

"El pueblo griego no votó a favor de entrar en el Euro; simplemente, la decisión les fue impuesta por Goldman Sachs y por sus políticos".

Fuente: http://www.washingtonsblog.com/2015/07/little-known-history-of-the-euro-crisis-was-baked-in-from-the-start.html

El euro y la crisis (últimas "actuaciones")

– Por qué Joseph Stiglitz se equivoca (Alternatives Économiques – París – 16/9/16)

Abogando por una "suave salida" del euro tal y como hace en su último libro, el economista norteamericano Joseph Stiglitz demuestra un profundo desconocimiento de las realidades del Viejo Continente, apunta el redactor-jefe de Alternatives Economiques.

(Por Guillaume Duval)

Joseph Stiglitz, economista estadounidense y Premio Nobel de Economía, ha publicado un nuevo libro: El euro. Como la moneda única amenaza el futuro de Europa. En esta ocasión, se ha venido publicando en las últimas semanas algunos avances en medios de prensa como el Financial Times o el Guardian. Stiglitz argumenta a favor de "una salida suave" del euro. Aunque admite que "el fin de la moneda única no significaría el fin del proyecto europeo". Una posición que refleja un profundo desconocimiento de las realidades del viejo continente.

Como la mayoría de los economistas estadounidenses, Joseph Stiglitz se había mostrado desde el principio, en la década de 1990, muy crítico con el proyecto de la moneda única, sobre todo en nombre de la teoría de las "áreas monetarias óptimas". Un tema estudiado a principios de 1960 por el canadiense Robert Mundell que le valió, en 1999, el premio en honor de Alfred Nobel.

Para que una zona tuviera interés para adoptar una moneda única, tenía que cumplir una serie de condiciones previas, según Mundell: alta movilidad de los factores de producción (capital y trabajo), el predominio de los choques simétricos (concordancia los ciclos económicos entre países), transferencias presupuestarias significativas, proximidad en las preferencias colectivas de los ciudadanos…

En muchos sentidos, la futura zona euro no cumplía esas condiciones. Pero como a menudo en los enfoques teóricos, ninguna área probablemente nunca cumplirá estos criterios: una "área monetaria óptima" difícilmente puede ser en la práctica un área que tiene una moneda única desde hace varias décadas…

El propio Robert Mundell nunca ha considerado en realidad que sus teorías implicaran que la moneda única europea no es posible o no es deseable: ha, en cambio, apoyado activamente este proyecto al que se ha asociado con regularidad desde la década de 1970, aunque ha criticado frecuentemente las posiciones adoptadas por los políticos alemanes en el proceso.

Lo que es irritante en este contexto de un economista progresista como Joseph Stiglitz – está lejos de ser el único – es su aparente falta de comprensión de la importancia política del hecho; el euro es una manera de marcar una ruptura, por vez primera, con el enfoque liberal de la Europa del mercado. Hasta entonces, el mercado único se caracterizaba, no sólo por el dumping social y fiscal, algo que sigue siendo muy problemático hoy en día, sino también por el dumping monetario.

Algo que se había tratado de limitar mediante la organización de los sistemas de cambio fijos, y ajustables, entre las monedas europeas pero nunca se trabajó de forma permanente. El euro puso fin a ello transfiriendo un elemento esencial de la soberanía a la UE, ya que, finalmente, permite desarrollar políticas comunes, las políticas monetarias y de cambio, aparte de la sacrosanta política de competencia.

Que las condiciones planteadas para la construcción del euro por el Tratado de Maastricht en 1992 y las normas establecidas en su creación real en 1999 han sido profundamente inadecuadas y han contribuido a la gravedad de la crisis de 2010, Joseph Stiglitz tiene razón en enfatizarlo.

Pero los economistas de Estados Unidos hoy en día, que obtienen gran parte de su autoridad mundial de la situación dominante del dólar, tienen una tendencia a olvidar lo mucho que la unificación monetaria de los Estados Unidos ha sido un proceso histórico complicado: todavía tendrían que esperar 137 años después de la independencia (incluyendo una guerra civil sangrienta) de los Estados Unidos, en 1913, para dotarse de un verdadero banco central. Una tumultuosa historia de la que es oportuno recordatorio una reciente publicación del grupo de reflexión Bruegel, poniéndola en paralelo con la del euro, mucho más corta.

Por otra parte, Joseph Stiglitz subestima claramente la importancia de los cambios que ya se han hecho a la arquitectura de la zona euro desde la crisis. En principio afirma que la Unión necesita una "unión bancaria común". Sí, por supuesto que fue un elemento clave que faltó y causó mucho daño por la alimentación de un círculo vicioso entre las dificultades de los bancos y las de los Estados. Pero esta unión bancaria se está llevando a cabo desde noviembre de 2014. A pesar de que no ha pasado la prueba de fuego y sigue siendo muy imperfecta. Carece, en particular, de un seguro de depósitos común, como acertadamente subraya nuestro Premio Nobel.

También, dice Stiglitz, faltan "reglas para limitar los excedentes comerciales". Ahí también tiene razón: el excesivo superávit comercial de Alemania está en el corazón de la disfunción de la zona euro. Pero este tipo de regulaciones ya se han introducido en el Six Pack en 2011, una importante mejora para la zona del euro. Y lo que falta, sobre todo, por el momento, es suficiente coraje político de la Comisión Europea para ponerlo en marcha y denunciar públicamente estos excedentes alemanes.

Serían también necesarios, según Joseph Stiglitz, los "eurobonos u otros mecanismos para poner en común las deudas". Claro, pero incluso si no llevan dicho nombre por razones de tabú político, el Mecanismo Europeo de Estabilidad, capaz de movilizar 700 mil millones de euros de deuda, como los 300 mil millones de préstamos del plan Juncker son embriones de los mismos. Y, sobre todo, la política de compras masivas de valores de deuda de Estados por parte del BCE está tratando de lograr una muy rápida mutualización de facto de la deuda europea en su balance. Algo que planteará dificultades en el futuro.

El BCE se encuentra hoy sometido a una política monetaria extremadamente expansiva: su balance supera ahora el de la Reserva Federal de Estados Unidos. Y son sobre todo los representantes del Bundesbank en su seno los que critican esta política: dos de ellos renunciaron en 2011. Pero incluso antes de la crisis, las principales críticas que se pueden hacer al BCE en el período 1999-2008 es el de haber implantado una política monetaria demasiado expansiva, creando burbujas especulativas en todo el sur de Europa.

Todos estos cambios se han hecho al borde del precipicio "demasiado poco, demasiado tarde", lo que ha prolongado la crisis de la eurozona. Pero si hubiéramos dicho a principios de 2010 a Angela Merkel y Wolfgang Schäuble, que en los cinco años que seguirían íbamos a establecer un fondo de 700 mil millones de euros para ayudar a los países en crisis, que íbamos a lograr una unión bancaria y que el BCE empezaría a comprar valores de deuda privadas y públicas, es difícil decir si hubieran estallado de risa o la rabia, pero hubieran afirmado que nada de esto vería el día durante sus vidas … en la práctica la llamada cláusula de no corresponsabilidad financiera, que estaba en el corazón del Tratado de Maastricht y que prohibía la solidaridad con los Estados en problemas fiscales, ha saltado por los aires.

Pero es sobre todo en las conclusiones extraídas donde nuestro "Premio Nobel" sobre estas deficiencias y los problemas políticos en curso donde está equivocado al máximo. Para él, dada la incapacidad de los europeos para mover lo suficientemente rápido en esa dirección, se debe intentar "una transición suave fuera del euro y potencialmente ir a un sistema del euro flexible". Porque a sus ojos, "el fin de la moneda única no sería el final del proyecto europeo". Una apuesta muy arriesgada.

En primer lugar, no vemos cómo una salida del euro podría ayudar a cualquier país de la región. De inmediato vería dispararse la tasa de interés a la que pide prestado. Y la cuestión que se plantearía inmediatamente es la de las deudas con el resto del mundo; si mantuvieran su valor en euros a pesar de la depreciación de la nueva moneda nacional, su peso será aún más pesado que antes; si se decide por cancelarlas unilateralmente, al menos en parte, sería suspendido por un largo periodo en los mercados internacionales. En cualquier caso, sufriría con seguridad, durante muchos años, una aún mayor austeridad que la impuesta (estúpidamente) por la Troika.

Incluso Grecia, de los países de la eurozona el que tendría, sin duda, menos que perder fuera del euro, renunció a su intento. Y eso no por presión de su élite, sino bajo la enorme presión de la opinión pública: los consejeros no son pagadores y el hombre de la calle de Atenas prefiere tener euros en el bolsillo en lugar de dracmas, le diga lo que le diga Joseph Stiglitz, que no tiene necesidad de preocuparse con sus dólares.

En cuanto a la idea de una salida suave del euro que no debería menoscabar el proyecto europeo, cae en la pura ciencia ficción. Si los países abandonan el euro sería, por supuesto, en primer lugar con el fin de recuperar la "competitividad" en relación con sus vecinos. Es decir, aumentando las exportaciones y la atracción de empresas en el país gracias al menor coste de la mano de obra debido a la devaluación de su moneda frente al euro. Al tiempo que reduciría su propio consumo interno debido a la pérdida de poder adquisitivo de su población provocada por la misma devaluación.

En otras palabras, un proceso de este tipo puede invariablemente conducir únicamente a exacerbar la guerra económica de todos contra todos en la Unión. En realidad no hay otra posible salida del euro que la defendida por Marine Le Pen como una forma de desafío en sí a la integración europea y para sumir al viejo continente en la agonía de su pasado. A pesar de todos los buenos espíritus que, como Joseph Stiglitz, quieren impulsar en esta dirección, los europeos no se equivocan: a pesar de todas las insatisfacciones que pueden legítimamente tener en relación al euro, no están ni dispuesto a dar ese paso.

La tarea es difícil y muy lenta, pero una vez iniciada, Europa no tiene más remedio que llenar gradualmente las lagunas y deficiencias de la unión monetaria. El resto es literatura, que es una literatura de calidad en términos de teoría económica como la de Joseph Stiglitz. Su preocupación por Europa es algo de alabar, pero la forma en que aborda el tema muestra cómo en estas áreas es donde la política histórica, social desempeña un papel clave, y los enfoques puramente teóricos son en última instancia un valor limitado. Ciertamente, no se le puede culpar: un europeo que quisiera escribir un libro acerca de lo que los estadounidenses deberían hacer para limitar la desigualdad en los Estados Unidos y cerrar la creciente brecha entre republicanos y demócratas, blancos y los negros o incluso los Estados del interior y los de la costa, fallaría, también, en sus planteamientos.

Monografias.com

"Duda razonable" (desde mi punto de vista): la culpa no es (solamente) del euro

El euro no es el culpable de la falta de crecimiento; este desastre lo provocaron las decisiones que tomaron los líderes de la eurozona (el bucle diabólico) cuando podrían haber optado por otras alternativas que no hubiesen perjudicado tanto a la economía.

El desastroso desempeño de la Unión Europea (el general) y de la eurozona (en particular) desde Sept/2008 a Feb/2017, no solo fue originado por el ilimitado rescate a la banca (sin reestructurarla), sino también por asignarle una significación exagerada al exceso de austeridad de los países centrales (perpetuando los desequilibrios).

La idea de un propósito común, y no simplemente el buen funcionamiento de los mercados, es lo que puede mantener unida a Europa. La única opción viable para la UE pasa por la reafirmación y la confianza en su proyecto. Si el centro político de Europa se mantiene firme, la UE estará en condiciones de hacer frente a las hostilidades (EEUU, RU, populismo anti euro…) y avanzar en su proyecto con determinación.

 

 

 

Autor:

Ricardo Lomoro.

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