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El español (relato) (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

En aquel piso el entretenimiento del anochecer era la televisión. El Presidente llevaba razón: una serie a las nueve abría el apetito y la siguiente, a las once, la quitaba.

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"Llueve a cántaros, como es habitual en Granada. No queda nadie en las calles. Veo una persona deambulando, procurando guarecerse".

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Solía estar en el salón alguna mañana, fumando tranquilamente, observando en silencio el exterior, posiblemente murmurando algo. "Acelera", decía, como si estuviera dirigiendo a un animal teledirigido. "Párate ahí, eso es".

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"Un piso de estudiantes como este puede ser perfectamente un gabinete encubierto de sicología, recibiendo alguna visita con normalidad para curarle las tonterías, cobrándole a quien lo envíe de tapadillo. Es bueno aminorar el rango inferior de la mente confusa".

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"Eso es, métete debajo de ese balcón".

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Una mañana uno de los vecinos del bloque saludó a Ulio de una manera extraña, alzando un dedo. "Yo soy el de arriba", parecía decirle. Ulio permaneció un rato pensativo, y durante el almuerzo se lo comentó al Presidente.

"Bueno, es extraño -pensó-. La gente se suele presentar de voz, diciendo su nombre y estrechando la mano".

En principio sin lugar a dudas se trataba de un chalado. "Un pobre payaso", pensó en la penumbra del salón tomándose el café, dándole una calada truculenta al cigarro a la espera de atisbar algún dato más. "Detrás de un gesto así -pensó- puede haber toda una vida". En la ventana del balcón golpeaba la lluvia.

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En principio coincidieron en el ascensor. El Presidente del Gobierno atendió con normalidad la cortesía vecinal y después, cuando lo abandonó, saludó él. "Yo soy el de abajo", dijo bajando el dedo. Luego pensó lo siguiente: "Si usted quiere que mi compañero se fije en usted con eso, póngase al menos un pompón".

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Ciertamente, prestándole un poco de atención, un gesto sin importancia puede debelar a un individuo. El mensaje oculto siempre está a la vista. Los gestos y las palabras dicen cada uno una cosa: un modo de andar, un modo de permanecer o un tono de voz dirigiéndose a los demás. El Presidente a veces llenaba su tiempo así, esperando a pillarle las señas a alguien para dejarle quieto. Por eso daba esa sensación de respeto. Estaba acostumbrado a ganar desde siempre, y lo único que pensaba del enemigo, de un modo natural, es que era imbécil.

Después de almacenar información le desbordaba el interés por sí mismo, motivo por el cual la desestimaba, sin hacer uso de ella. En líneas generales no merecía la pena nadie. Dicho de otro modo el ser humano más bien era digno de lástima. Los del piso algunas veces temían que incluso acertara.

"Un imbécil de leyenda está cerca", se dijo refiriéndose al hombre del dedo.

Hablaba en ocasiones como los titulares de los periódicos. Aunque estudiaba Derecho y Filosofía, el periodismo era su gran vocación. Estudiaba además todas las materias que estudiaban quienes compartían el piso con él.

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Cuando había una reunión de los vecinos del bloque y pasaba él era como ver a un leopardo, latente la dentellada.

-Buenas tardes -, decía con una voz rotunda.

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Con frecuencia los titulares salían de su habitación, con una murmuración cerrada invadiendo el silencio. "El pueblo está lleno de gente maravillosa y por lo tanto el pueblo es un señor".

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Por las noches, por supuesto, el pueblo era todo un caballero viendo su televisión.

-Ese tipo es un actor -, dijo refiriéndose al del dedo-. Lo sé porque el Derecho tiene mucho de teatral. Ha interpretado un papel.

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Aparte de ser Presidente del Gobierno, también era también el Rey de nosecuántos países, y tenía una letanía característica que a veces sonaba en el ojopatio. "Yo, Antonio José, Rey de España y de Gibraltar. Rey de Córdoba y de Madrid. De Ecuador y Egipto. Rey de Francia, Inglaterra y Yugoslavia. Rey de México, Colombia y Alemania. Yo soy el Rey del Mundo".

Fue por entonces cuando surgió aquella idea que podía servir para un serial televisivo.

La Otra Dinastía -dijo él-. Es un buen título y el escenario no puede ser mejor. Sin embargo es algo que puede sentar mal a ciertos sectores sociales, puede que vulgares en realidad, escondiendo su zafiedad exagerando la delicadeza del ademán.

Se refería a que de existir el producto se podía vender a otro país. "A los negros, a los chinos, a gente así", añadió.

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Normalmente el ser humano es un imbécil capaz de creerse que hay alguien que le puede leer la mente. Tarde o temprano su razón colisiona y se derrota por sí mismo, viviendo grandes pesadillas tras una mirada. Él lo hacía creíble porque hablaba mejor que el presidente mismo, pero su ética le impedía abusar y procuraba restarle importancia con algún chiste. Discutir con él, en cualquier acaso, era arriesgarse a quedar como un soplagaitas. Viendo una serie de televisión pensaba lo que decía el guionista, lo que había descartado, qué y por qué motivo algo le había dado miedo, y al final, tras resumirlo todo con un par de frases, el capítulo se cerraba haciendo ver que la estrella era él.

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"Aún es pronto para ella. Es precipitado cortejar a esa vecina. No me siento cómo siendo uno más, con la clásica petulancia del becerro varonil, como si fuese un relato querindongo a la vera de la reja".

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Lo cierto era que la vecina acudía al fregadero casi a diario. Un día, tras un análisis pertinente, el Presidente abordó el asalto a su estilo.

-Ha dicho la radio -dijo de viva voz en el ojopatio- que van a cortar el agua.

Era mentira. Después se empezaron a oír los grifos, con todo el bloque, incluyendo al hombre del dedo, aprovisionándose de agua, llenando cántaros y barreños. Durante el guiso posterior en la cocina pareció también que había allí gente muy importante, comentando los grandes asuntos mundiales que relataba el periódico.

-España está mala, señores -, fue la conclusión.

A esas horas el hombre del dedo quizá pensaba que lo mejor era metérselo en el culo.

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La televisión no era ningún objetivo profesional, sino que tan sólo servía para corregirle algunos párrafos al tontorrón de turno. Había otro modo de verla, que acaso era el más saludable, esperando la ocasión ante un invitado para hacer un comentario creíblemente de tonto.

-¡Toma, ese se ha girado al lado izquierdo!

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En los meses siguientes La Otra Dinastía siguió protagonizada por un sicólogo, un estudiante de deportes y un jurisconsulto. Tan sólo en la cocina había un episodio, dejando para el resto de capítulos las otras estancias de la casa, como por ejemplo el baño a la hora de afeitarse.

-Entre nosotros -dijo el Presidente una vez- pudiera haber una criatura desamparada. Atrápenla y tráiganla.

Luego, como si fuera el general Patton, se le oyó decir: "¡¡Ulio, al tejado!! ¡¡Uan, hornilla. ¡¡Usted, como se llame, al pasillo!! ".

Acaso el hombre del dedo era un hombre maltratado. ¿De qué modo para acabar con una persona era mejor protegerle?

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"Los chinos también pueden pagar un pastón por este tema", se decía en la ventana a propósito de La Otra Dinastía. Luego hizo comentarios en el ojopatio, pareciendo que estaba allí el mismísimo productor. Era como si ya mismo lo fuese a decir el informativo.

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Al día siguiente ante el hombre del dedo estaba muy claro que era un insectívoro.

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"El servicio de inteligencia nos acompaña. Vela por nosotros de un modo discreto, en cada una de esas ventanas, sabiendo bien lo que se cuece. Debemos agradecerle su discreción cuando nos desplazamos. Son cuarenta o cincuenta procurando se discreto, sin fanfarronadas ni cosas de pobre, como el barrender o el tipo ese de la farola, o el que abre el coche, y el hombre de los helados o la vieja con la nieta".

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Candombé apareció una vez por el piso y se quedó una temporada.

-Candombé -le dijo el Presidente con amabilidad la primera vez-. Podemos causar sensación esta noche aprendiendo a hacer una cazuela. ¿No le parece?

Candombé pensó enseguida lo que pensaba todo el mundo: "Bueno, este hombre tiene que ser un tipo importante". El Presidente después le cedió el paso a la cocina con un ademán palaciego.

-Por favor, Candombé, proceda.

Luego hizo indicaciones como si ambos estuvieran en un programa gastronómico.

-Debió usted torcer a la derecha con la sartén, Candombé. Oh, perdone, es una metáfora. Quiero decir que procure no torpedear la comida o le echaremos a los cocodrilos.

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Candombé tenía la ordinariez necesaria para ser el primer cliente del gabinete de sicología recientemente inaugurado. Se le notaba la necedad enseguida, queriendo desasirse de la lumbre consecuencia del pensamiento airado perturbando la razón hasta convertirla en una pocilga. "El pensamiento insano y desacertado es como un barranco de lodo", valoraba él en la ventana. "Es como un tronco que embarranca en la normalidad fluvial, arracimándose las breñas hasta atorar el entendimiento".

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Candombé tenía una obsesión: los ovnis. Candombé daba la misa del ovni completamente, departiendo en un tono mortuorio pesado y ridículo, tal vez durante la sobremesa, solitario en el umbráculo del salón, con Ulio leyendo el periódico y Uan dándole cuerda al reloj.

-Ellos manipulan la situación -, insistía Candombé.

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España, según Candombé, podía sufrir incluso un golpe de Estado. El Bernabéu, el mítico estadio del Real Madrid, podía ser invadido, estando el rey en el palco. Decía tener un presagio. Algún día se presentarían allí las temibles viudas negras, ocupando el graderío, para echarle del país.

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Respecto a la profesión de sicólogo era obvio que cualquier persona podía estar todo el día hablando. La clave del éxito quizá estribaba en decir las cosas a quien corresponde. Dicho de otro modo, si alguien tenía una ocurrencia sobre carpintería, indicársela al carpintero parecía lo oportuno para no ser tenido por un petulante. Respecto al paciente, había que hablar con naturalidad callejera, sin concederle tregua a sus pamplinas, evitando que acabe dando la misa, que acaso sea su único objetivo. Ambos, el sicólogo y el cliente, son cada uno el loco de su realidad, como se puede ver mirando un diccionario, donde la mitad de vocablos son del loco y la otra mitad son del sicólogo no queriendo parecerse a él. Suele dar resultado no creer en la locura de nadie, pues el tono de voz que se emplea puede hacerle ver al loco que al menos por una vez en su vida alguien le trata con normalidad. En realidad es demasiada generosidad estar enfermando a muchos para curar a uno sólo. Con la locura sucede como con los homosexuales, es decir, que es muy difícil creerse que ante una mujer desnuda alguien no siente placer ante la morbosa posibilidad del relinche sexual, inyectada de semen en el útero, poniendo en peligro su forma física y sus facultades mentales.

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Candombé con sus noticias frescas entretenía una vez más la sobremesa. En su azotea mental seguía instalado el tema, monotemáticamente. Era como si bajara a su corazón por ver si allí quedaba algún trapo sucio aprovechable para cuidarlo. En su opinión el rey podía ser desalojado, muriendo de un susto incluso. En el ajo seguían metidas las mismísimas viudas negras. Lo había vuelto a soñar, como suele ser habitual en el tonto tomándolo como una premonición.

-Anda, vamos abajo a tomar algo -, le dijo entonces Ulio.

Se lo llevó al bar, y una vez en el mostrador pidió dos cocacolas, con su envase negro y sinuoso. Normalmente las tonterías grandilocuentes tenían ese desenlace, y su origen está en las pequeñas cosas rutinarias. En efecto, eran dos viudas negras heladas verificando la simpleza como solución, delante de él, sin demasiadas explicaciones, cosa que hace ver la maestría.

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El único informe acerca de las viudas negras realizado por el gabinete de sicología fue al anochecer, y llevaba un poco de ron pálido, para ver al Liverpool partiéndose la cara en la liga inglesa. Lo único que cabía esperar era que Candombé, en atención a las latas de Cocacola, que eran de color rojo, viniera hablando después de las viudas rojas.

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"Son dos razas distintas las que conviven en el mundo, y una de ellas es torpe y lenta, acaso diseñada para trabajar duramente para la otra, que es la dirigente, la que limpia y organiza. Caer en el hoyo por hacerle demasiado caso, es una mala interpretación de la misión humana, pues más bien parece pedir que les vuelva más locos todavía".

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"Nota de sicología.- Cuando alguien se cansa de darle vueltas al carburo, perdiéndose en incesantes digresiones, pareciendo que no tienen fin, la solución consiste en buscar a otra persona a quien le haga ilusión, descargándole ese muerto".

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Los extraterrestres, según Candombé, tenían mucho interés en la Tierra.

-Para sembrar papas -, dijo el Presidente girándose en la ventana.

-No -repuso Candombé con su mirada repleta de ignorancia-. Quieren dominarnos.

-¡Pero si a usted lo domina una oferta del supermercado!

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Ante una contestación así aquel bendito se quedaba boquiabierto, notando que su cantidad de aceite derramado aminoraba, observando allí al Presidente, en la ventana, fumando ante el frío glacial. "Eso es, muévase y abra la puerta".

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"¿Qué respeto se le puede tener a una raza que pega los chicles en cualquier sitio? Cualquiera durante un trayecto puede contar quince mil. Es terrible pensar en eso, que sea tan difícil para ellos liarlo en un papel, guardarlo después en el bolsillo y depositarlo en la papelera. Es difícil creer que haga falta un sistema educativo para eso. Se trata sin duda de una raza de cerdos con apariencia humana, una ofensa a los verdaderos dueños del planeta. Es una ofensa que sólo se atreve a pronunciar la medicina, cuando habla de trasplantes de órganos porcinos o de experimentos con múridos".

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El Presidente tuvo entretenido a Candombé elaborando una lista con las personas que salvaría si tripulara un ovni.

-¿A quién, Candombé, vamos a ver, salvaría usted?

-Ay, no lo sé -, dijo en el ámbito otoñal de la estancia.

-Salve usted a su madre, Candombé. Una madre es santa, y merece eso y mucho más. Haga una lista completa, y diga por qué salvaría a cada cual. Sálveles y evite que mueran despedazados aquí en la Tierra. Piense siquiera en alguna persona que acaso en la infancia le apedreó, y razone si merece estar ahí arriba.

-¡Oiga, a mí no me apedreó nadie! ¡Se lo aseguro!

-Mejor. Puede salvarle a él también, y así lo enrolla con su madre, para que hagan un recorrido estelar.

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La simpleza vital de Candombé alguna noche quedó reducida a la sartén, asando una salchicha.

-No es nadie, Candombé. Coma usted tranquilamente. Si descubre tripas, piense con lógica: puede permitirnos un negocio. ¿Por qué? Porque denunciaríamos ante salud pública y ganaríamos una pasta, llevando a la ruina a quien sea, inteligentemente, Candombé. ¿Me has entendido, verdad?

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"Apuntes de sicología.- En efecto, la lista la tripulación salvada en un ovni se corresponde con el hogar, es decir, que equivale al anfitrión pensando en quién invitaría un sábado a cenar. Solamente es eso".

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Cocina. Bromas habituales de la convivencia tras la tardanza de la compra.

-¿De dónde has traído los ingredientes, Ulio? ¿De Huelva?

-De Júpiter.

-Este hombre, Candombé, se refiere al nombre del supermercado. Han debido de cambiarlo. Antes se llamaba Danubio Azul, como la melodía de Richard Strauss, el director que echaba a volar con los codos, moviendo la batuta. ¡Así! ¿Le gusta a usted la música clásica, Candombé? La hacen los seres humanos. Lo digo porque quizá ellos son inferiores. ¿Y si apareciera un simpático extraterrestre de esos para poner al final a cavar zanjas?

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Respecto a la mantequilla, la presencia del cuchillo suele llamar mucho la atención. No sería lógico junto a un balón.

-Por el contexto, aunque no hubiera nada, seguiría siendo lógico en la cocina.

Junto a una sandía todavía sería normal, y plantearse otra cosa es absurdo, como cortarla con el mango. Por lo tanto la lógica puede ser detonada para desabrigar al animal interior.

-No tema usted a críticas por blandir el tímido acero ante las biformes fieras que esperan el alimento. Llene ambas grandísimas rebanadas y, como caballo de Troya, oculto entre ellas, llévelas al salón para que las degustemos los seres delicados.

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"Apuntes de sicología.- Es muy difícil tener la boca cerrada, pero pudiera ser interesante -insisto- calcular dónde y cuándo abrirla para dejar un pensamiento adecuado. Nadie de todas formas regalará nada, ni siquiera si el consejo es verdaderamente bueno. Un consejo tiene un valor monetario porque cargar es complicado con ese peso a menos que se tenga una cultura, lo cual implica un esfuerzo. Lanzarlos a voleo como garúa de mar es libre, para unos considerada petulancia y para otros filantropía, pero nadie trae luego el dinero a casa. Solamente pues existe un oficio que cobra por hablar, el de la sicología, cuya definición exacta es esta. El dinero entonces ahorra corresponder de más. En líneas generales ocurre siempre: no es necesario ser en exceso amable cuando un hace el trabajo bien. Respecto a la pretensión de que todo el mundo esté tan cuerdo como un sicólogo, es una quimera, naturalmente, teniendo en cuenta sobre todo que estamos en una sociedad de libre mercado, incapaz de pensar en un solo sentido. La curación, no obstante, sobreviene con la edad, con la experiencia que uno haya vivido, más válida que cualquiera teoría. Si el sujeto sobrevive, estará muy bien, y si no es así tampoco hay que estar en un sinvivir. Quizá se deba a que su genética no es buena. Es algo útil para no llevarse trabajo a casa".

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"Apunte simple.- Un hombre ante un local, sin haber entrado nunca, puede descifrarlo por completo dibujando".

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Tarde o temprano La Otra Dinastía debía dedicar algún capítulo a la publicidad, cosa que facilitó la última campaña de la firma Cocacola, anunciando sus nuevas latas, serigrafiadas con varios nombres propios, Juan, Melisa, Inés, Manuel, Antonio o Jorge. Era como si no debiera faltar ninguno.

-Esto huele a derrota -, podía pensar el consumidor, acaso por ser una gratuidad sentimental.

El hombre suele decir te quiero en el amor, porque alargarse de más indicar que más bien el amor no vale un duro. El tema pasó a sesión plenaria durante el almuerzo, bebiéndose unas latas. Pepsi, la firma rival, en cambio optó por una estampa del vintage, decorando las latas con una elegante imagen antigua, sin compromiso sentimental ninguno, útil para los coleccionistas. Se diría pues que Cocacola, con su lata roja, quería mantener despierto el corazón, en tanto que Pepsi, con su lata de color azul, identificaba ese color con la razón.

-¿Qué hacer con un lata que tiene un nombre puesto?, se preguntaría un consumidor. ¿Coleccionarla? ¿Llenar la casa de latas como un amable gorila a la espera de que llegue gente llamada así, Pedro, Manolo, Joaquina, Paca o Daniel?

Así pues era muy difícil creer que a esas alturas una firma comercial hiciera algo por casualidad. Debía haber pues un motivo realmente complejo que había pasado de largo.

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LA GACETA DEL OJOPATIO. "A mediodía de ayer estuvo en la cocina el presidente de la cocacola. (De nuestro corresponsal).- La reunión mantenida en el piso se centró en ese tema, durante la merienda, con declaraciones exclusivas, ofrecidas por el maravilloso presidente del refresco barajando sus opciones, jugando al rentoy con un cubata. Miembros eficaces del mundo sideral opinaron también que la campaña podía contener un mensaje abigarrado".

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Había al menos un argumento para un buen anuncio, teniendo por protagonista a un abuelo abriendo la nevera, encontrándose allí una sola lata. En ese momento entraría alguien, su nieto en compañía de un amigo.

-Abuelo, te presento a Bernardo -, le diría.

Ese era justo el nombre de la lata. El abuelo se la entregó a Bernardo, que procedió a bebérsela enseguida. Fue un trago soberano, y el chico agradeció la deferencia con un eructo fundamental, truculento y necesario. El abuelo por su parte consideró entonces que debía huir de allí, y lo hizo a saltos, saliendo al jardín para entrar en una casa que había al lado, cuyo interior indicaba que era un hogar acogedor. Al final se trataba de una enorme lata de la gran firma comercial, con el anagrama en la fachada. En su interior el abuelo, en penumbra, disfrutaba la paz hasta oyó que el eructo proseguía allí donde debía estar el agujero del precinto.

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Quizá los técnicos de una multinacional, tan aficionados a los detalles minuciosos, hicieran incluso una novela entera de la que mostrar un solo capítulo. La novela estaría basada en las vicisitudes anteriores e hipótesis posteriores del efecto mercantil. De no de otro modo se puede perder mejor el tiempo, acaso bebiendo nada más.

-Por lo tanto, si cocacola no financia una serie basada en su novela es porque no quiere.

Respecto a los nombres serigrafiados en las latas, al parecer era de esperar que la gente, al acercarse a la barra, pidiera una tras otra hasta que saliera el suyo, aumentando así el gasto, quizá invitando a todos los demás.

-La pregunta es si una persona bebe más por ver su nombre. Por lo tanto no es nada convincente, e intelectualmente es deplorable, pues el consumidor gasta en la medida higiénica que puede.

50

"Banco de sonidos de un hogar.- Las papas en el bol, a ser volteadas para salar, suenan como un trote de caballos. Pienso en ello algunas veces, sin saber su utilidad. Quizá el vecino, detrás de la pared, las está sazonando más rápido que yo, planteando la absurda carrera. Alguna vez le he oído con el bricolaje, dando porrazos, pero he dado con el modo de quedarme a gusto en la cama: imaginándomelo con una pata de palo pegando clavos.

"El sonido del microondas por otro lado se parece a un aterrizaje de aeropuerto. La estufa en ocasiones es el rugido de un estadio lleno de donantes de órganos. Oigo el fútbol afuera, en el salón, mas espero que no sea el preludio de una mortandad en la ciudad, con arcos y flechas, con dardos envenenados y ballestas, y con ese tipo de materiales verídicos de balistería que solamente se pueden permitir los pudientes".

51

"Comentario irónico para una retransmisión futbolística.- El árbitro aparca el taxi cerca del estadio. Entra un momento a señalar el penalti y vuelve a él. Emprende la ruta oyendo el jolgorio de la afición".

52

Candombé ya se sentía otro. Dijo que se sentía completamente restablecido y se empeñó en agradecerlo llevándole papas a todo el mundo. Las estuvo cargando durante dos tardes, porteando cajas y bolsas llenas, llamando al portero automático una y otra vez. Hubo que quitárselo de encima.

-Os seguiré trayendo papas siempre que pueda-, gritó jubiloso en la despedida.

2

Papas Fritas

1

Otro argumento de anuncio tendría que ver con las papas fritas. Durante la reunión había dos protagonistas, un hombre y una mujer. La nueva marca de refresco se llamaba La Viuda Negra.

-Ella se acerca a él y le susurra algo al oído.

-Él agarra de una mesa el botellín y lo lanza contra un escaparate.

Bastaron diez segundos para completar el argumento. El susurro de ella, al ser de contenido incierto, permitía el suspense sentimental. El lanzamiento del botellín con ademán agrícola así lo indicaba.

-No sería igual lanzando una papa frita.

-La papas se podrían vender con el refresco. Respecto al nombre supongo que si se llamara La Viuda Negra sería llegar a un mercado no tolerante con el otro nombre, supongamos que al mercado japonés, quizá por algún rencor del pasado tras la segunda guerra mundial. Lo que está claro es que ambos productos, papas y refresco, se complementan tradicionalmente. Debería haber un estadio con una portería en primer plano, y sobre el larguero una fenomenal ristra de papas fritas. Un jugador, durante la melé, sacaría el cuello llevándoselas en la boca.

-Vuela el portero y un guante.

-Sale despedida una gallina por allí y un peluquín por allá.

-Se descubre una banda armada en el área.

-Hay una vieja en una hamaca haciendo croché.

-Dos gorilas raptan a Aurelia.

-El jugador, finalmente, durante el salto arrampla con las papas.

2

De madrugada, abriendo las puertas de las habitaciones, aún continuaban los matices.

-Permíteme decirte que la cabeza del tipo, cuando salta, debe coincidir con una mujer detrás, en la grada, en último plano, borrosa en la lejanía, abriéndose de piernas, para inducir el clásico mensaje subliminal del sexo.

-Estoy de acuerdo. Cierra la puerta. ¿Qué pensará nuestra vecina?

3

Un día llegó un tipo al piso que no entendía lo que allí hablaban. "¿Quién es esta gente? -, pensó oyendo aquel acento-. ¿Son extranjeros? ¡Yo me largo de aquí!". No era un castellano exquisito, pero a ellos les era suficiente. El tipo se dirigió al pasillo para marcharse.

-¿Te vas por nuestro acento? -, oyó en ese instante, como por telepatía, como tantas veces ocurre cuando todo el mundo pone la mano en la única cocacola que queda.

3

De Oficio Encubridor

1

"He tenido muchos oficios en el mundo, pero ninguno fue como este, el de ser Dios. ¡Menuda longaniza!", pensó hace muchos siglos Antonio José. "No obstante se supone que es una persona. Lo que resulta curioso es que los creyentes digan que están hechos a su imagen y semejanza. Supongo que al estar él en el cielo, significaría que ellos también".

2

Fue periodista en el siglo XX, durante varios años de su vida, cosa que deparó grandes anécdotas, muchas de ellas relacionadas con los juzgados. Era un ser hiriente con el poder y a menudo recibía la denuncia.

-¿Oficio? -, solía preguntarle la secretaria judicial.

Fueron tantas veces, que ya le daba igual responder.

-Sumiller.

Estimaba que ese dato era insustancial.

-¿Oficio? -, le preguntaba en otra ocasión.

-Artista de variedades, por ejemplo.

Pensaba también que los políticos que le denunciaban, montando el escándalo pertinente, parecían trabajar a favor de la revista, ahorrando alguna campaña publicitaria.

-¿Oficio?

-No lo sé. Filósofo, por ejemplo.

Se diría que aquello que no aprendió estudiando leyes, lo aprendió como acusado.

-¿Oficio?

-Amante Nocturno.

Su abogado era un hombre mayor y a veces ponía cara circunspecta, sin que el acusado entendiera porqué, pues al fin y al cabo llevaba razón. Esta confianza en sí mismo permitía pensar que en algo influía. En cualquier caso, estar defendiendo a un loco o a un genio daba igual, teniendo en cuenta que cobraba su trabajo.

3

"Si acaso en Grecia alguien me hubiera preguntado alguna vez por mi profesión hubiera dicho que campesino. Había miles y eso permitía pasar desapercibido. Respecto a mi nombre nunca oculté cómo me llamaba: Antonio José, El Español".

4

"He sido rey desde siempre. Siempre lo fui. Antonio José, Rey de España y de Portugal. Rey de Córdoba y de Madrid. Rey de Francia, de Inglaterra y de Alemania. Rey de Yugoslavia. Rey de Colombia, Egipto, Guatemala y Ecuador, Rey de Gibraltar. Yo soy el rey Antonio José que siempre ocultó la leyenda. Además pienso que por último podía también serlo de Grecia. Vamos, si este comentario fuese capaz de quebrantar la paz social, haciendo que el sistema se tambalée, sería increíble. De ahí que la leyenda pueda comenzar así".

5

"¿Por qué iba yo a decir que me llamo Tom Harris, por si me dan un navajazo? ¿Qué debo yo temer con mi propio nombre o con un seudónimo, a envidias, a una bomba atómica? ¿Qué trabajo me cuesta entonces llamarme Antonio José? Es evidente que nada. Nada en absoluto. Otra cosa es que la gente le llame a uno como le dé la gana, para lo cual simplemente tendría que ir al Registro Civil, gastándose unos pocos dineros. En fin, yo muevo la economía a mi manera. No diré que respirando. Mover la economía respirando es demasiado. Sería como estar ante imbéciles".

6

"Por entonces no existía en Atenas el carnet de identidad. La gente lo llevaba todo puesto. En este sentido nadie se sentía sospechoso siendo requerido en la vía, acaso por un policía diciendo que uno se parece a un violador, y puede que por otro alegando un gesto esquivo: "Un momento, venga aquí. Le he visto hacer gesto esquivo al cruzar".

Ocurrió y la contestación aquel día fue la siguiente: "Sí, en efecto, para no tropezar con la gente en la acera. Gesto esquivo es también una densidad de tráfico con un coche de la policía aquí parado preguntando una tontería. ¿En una denuncia, cómo se justificaría? ¿Usted diría simplemente que es un gesto esquivo cruzar la calle? ¿No sería más probable que usted fuese depuesto? Ponga el coche en marcha y no empercuda la vida, gringo. Piénselo esta noche. Tiene veinticuatro horas para contestar que es esquivo o me temo que su propio compañero, aquí presente, se sentirá aturdido por llevar a una persona no adecuada como compañero". No quise ir más allá porque me hubiese visto en la necesidad de pegarle una paliza para que se le cayeran todas la pulgas del uniforme, dando así un lamentable espectáculo, el de un policía ante alguien simplemente educado. Igual quería que me lo comiera, su desazón vital, su falta de estudios, quizá incluso su homosexualidad, en definitiva los motivos de que quizá estuviese ahí, fingiendo estar en New York, rodeado de peligrosos delincuentes.

-¿Profesión?

-¿Qué puñetera? ¿Por qué me preguntas a mí esas cosas, cariño?".

7

"Lo he pensado alguna vez. ¿Me acuerdo de ella? Pude haber terminado liado con una secretaria judicial, charlando atentamente bajo el techo. Supongo que en esos instantes era más prioritaria la seriedad. Además, ante la gente l hubiese hecho sentir violenta, con rostro erubescente, como un chiquilla pensando en pepinos, viviendo un folclore amoroso con el incriminado. ¿Qué hubiese dicho mi abogado? ¿Se hubiera puesto en un brete, o más bien el hombre hace también lo que puede?

-Cómplices tú y yo, lejos de aquí. Al alba.

Después, naturalmente, ella hubiera pensando en cómo funcionan de verdad los corpúsculos táctiles de Krause o de Pacini, en la elasticidad de la piel y otros detalles que por caballerosidad debo omitir".

4

Es el Presidente

1

"Si alguna vez molestara la palabra candidato o la de presidente, a mí pueden llamarme simplemente pretendiente".

2

"Nadie merece que le pongan micrófonos en casa -continuó-. De ser así la lógica indicaría que estaría en una radio. Nadie es tan importante como para eso. Un pensamiento así embarranca en la cabeza por una cuestión menor, es decir, por la costumbre de vivir entre aparatos electrónicos. Podía haber más. Ni siquiera un guardia civil se arrogaría ese Derecho. Debe tenerse en cuenta que para simbolizar la autoridad hay que tener ciertos conocimientos. De otro modo se arriesgaría a ser despellejado en un juzgado, no perdiendo el uniforme, sino hasta el biquini de la mujer. Eso está muy claro y no es necesario insistir. Hombre, uno hablando así, de un modo u otro puede acabar en el trullo, si con razón por parte del entrullador, mediando alguna provocación que lo justifique. En ese caso el romanticismo habitual de los pobres consistiría en pensar: ¿En la cárcel no acabaría siendo el dueño, esperando al otro allí para ponerlo a cagar? Sería muy probable que el otro, es decir, el tarado sin más, se pasara los días diciéndose: "No soy buena persona, y ese tipo me puede estar esperando allí dentro". Su amargura le provocaría el desquicie y moriría, siendo aplastado por la gente que razona más. Por lo tanto, teniendo todo esto claro no hay nada de lo que se deba preocupar un ciudadano libre".

3

"Un hombre que instalar micrófonos en otra casa quizá lo haga para aprender, aunque pudiera ponerse nervioso, creyendo, en virtud de su escasa preparación, que le leen la mente y cosas así, poniéndole de cara contra su propia deshonestidad y probablemente con su escaso trapío genético. Es una traición mental derivada del espectáculo cinematográfico, al cual no se le podría oponer ni un pero. Supongo que si en realidad uno revistiera peligro, habría otros modos de eliminarlo, mucho más simples y menos ruidosos, y por supuesto menos costosos para el erario público. Es como hacer una guerra en un país diciendo que es para acabar con un líder político. ¿Por qué? ¿No lo puede localizar y envenenarle, o tirarle por un barranco? Al no ser así, todos los participantes merecen el castigo. Una guerra nunca es respetable. Es propia de tiburcios, sarnosos y gente que de algún modo debe desalojar su país para no entorpecer a la sociedad. Por el contrario, de ser peligroso yo, supongo que no huiré, teniendo en cuenta que la vida es para las personas y no para los indecentes".

4

En unas nuevas declaraciones a la hora de la cocina el Presidente del Gobierno se pronunció de nuevo. "La maldad -dijo- es un tipo de locura. El analfabeto suele estarlo. Al final, claro está, el propio loco se basta para meter su corazón en un puño, mientras niqueladamente mi mirada, detrás del escaparate acaso, imagina sus fibras eléctricas de Purjinke rodeando su pobre corazón".

5

"Una de las frustraciones del vikingo moderno es no ser Rey. El pobre diablo, que lo es porque su vida es una mierda, suele atiborrarse de tonterías así. Yo en cambio propendo a pensar que la persona que simboliza la institución es un pobre desgraciado, teniendo que escapar no ya de la mayoría de imbéciles, estrechándole la mano, sino perdiendo el gusto de ir al supermercado a por mortadela, sin movilizar antes a una comitiva".

6

"Es curioso cómo ha cambiado el mundo. No entiendo cómo se puede quejar la gente. Antes las orquestas eran para los reyes, para la gente adinerada y tal. Ahora basta con poner la radio en casa para que todo el mundo disfrute las mejores, sin salir del salón. Si alguien del siglo XVIII asomara la oreja en ese instante, pensaría: "Debe de tratarse de un hombre rico".

7

"Yo no valdría para ser un rey televisivo. Ni político siquiera. En vez de un mitin posiblemente acabara lanzara una regañera, enviándolos a tomar por culo de algún modo. Alguien diría que el tonto se daría cuenta pronto de que lo es, y que así no sería descartable que estas palabras, pese a todo, merecieran la ovación. Es muy difícil hablar de ese modo. Sería un reto, rizar el rizo, tener mucho talento. Hay en el mundo poca gente capaz de pronunciar un insulto y que parezca un halago. ¿Merece ese esfuerzo esta gente? Yo pienso que no".

8

"En general los medios de comunicación me importan un rábano. Están diseñados para tener al tonto en casa al objeto de que no transite la vía. Su buen gusto es furtivo y escaso, como se puede ver, motivo por el cual los programas desestiman a la gente seria. Me he codeado con gente muy importante, y todos esos sueños me parecen adolescentes. Prefiero que quien hable sea mi obra, defendiéndose por sí misma, sin necesidad de que intervenga nadie más. Ni siquiera cuando la televisión es buena resulta interesante. No censuro a quien se gana la vida así, pues al fin y al cabo es un empleo más. No odio. Simplemente les miro como si fueran ratas con discreta naturalidad. ¿Me gano así el odio de ese sector? Bueno, ¿y qué más da? Carece de credibilidad. Luego llega un sabio nada más y los pone a todos en su sitio con el dedo".

5

El Rey de la Televisión

1

El día de fin de año la emisión de Discovery Max comenzó temprano, titulada El Día del Fin del Mundo. La emisora abrió sus teléfonos a primera hora de la mañana para que la gente dijera sí o no al fin del mundo.

-Aquí hay una señora que quiere intervenir.

-¡No radicalmente al fin del mundo! El fin del mundo acabaría con la ilusión de la gente.

2

En el apartado deportivo se rumoreó que el Madrid había desaparecido y que el Barcelona se apuntaba a la liga francesa. Necesariamente conllevó un repaso de la Historia, hablando del siglo VIII y de la Marca Hispánica. El Athletic de Bilbao tampoco quiso ser menos para vivir una sensación parecida jugando también en Francia. La intención posterior era concederle la independencia a Euskadi, para que luego los cuarenta millones de españoles reclamaran Iparretarrak, territorio francés que según los propios nacionalistas vascos también les pertenecía. "Esto del nacionalismo -declaró Antonio José- es la clásica mierda española que se tiene que tragar la gente como sustitutivo de la misa".

"No obstante, parece que ha sido útil que las dos Españas, divididas tras la guerra civil, se hayan unido teniendo un enemigo común. A mí en realidad no me preocupa ese tema porque yo soy un trabajador. Se trata de un tema menor sobredimensionado, y da la impresión de que no se puede vivir si no es comentándolo. Si se tratara de un hombre ante una mujer bella, se comprendería algo más la situación, diciendo algo así: "Cariño, no podemos empezar si no hablamos un poco del nacionalismo".

"En realidad nadie necesita para vivir ir ni siquiera al pueblo de al lado. En cierto modo pienso lo que ciertos filósofos ingleses, convencidos de que los españoles son un raza parda incapaz de regirse con juicio".

3

"¿Dónde, tras su desaparición, reaparecería el Madrid?", fue la gran pregunta tras el rumor. Al parecer lo haría en Motril, en un estadio nuevo, para completar la sorpresa de una ciudad pequeña jugando en primera división, tras la compra del Granada. Entretanto, mientras algo así sucediera en el sur, los españoles podrían mover un poco más el cotarro poniendo al Barcelona a jugar la liga francesa.

-Por favor, decía un invitado, cuando ustedes hablen del Motril, refiéranse al orbe europeo, para evitar agravios comparativos con los equipos nacionales. Así evitaremos las clásicas suspicacias idiotas.

4

Durante su momentánea desaparición hubo comparaciones del Madrid, considerado el mejor equipo del mundo, con una empresa italiana llamada Juventus de Turín. El comentario hizo ver que a lo largo de la Historia, un país de inferior categoría como el italiano intentó dominar al superior con la excusa de la religión. Era probable que en todo lo demás fuese igual y que los italianos simplemente estuvieran en la península haciendo el ridículo.

-Yo no tengo la culpa -declaró Antonio José- de sentir que alrededor de Motril lo que hay es un rezno enorme.

5

Todos los abortos mareados fueron felices ante estas nuevas declaraciones. "El hombre, con tal de seguir creyendo, es capaz de engancharse a una sombrilla. Pasa que estas cosas están llevadas por gente muy preparada manejando a auténticos descerebrados, y por eso opinar así parece peligroso".

6

Volviendo al tema del nacionalismo comentó: "A mi modo de ver España y Cataluña fingen su polémica, repartiéndose entre cuatro cabos chusqueros los papeles. Estimo que de no ser así tiene de todas formas un provecho, pues el capitalismo no perdonaría algo no se viera así. Quizá, tratándose de españoles, no debe descartarse la zorrería. A mi modo de ver Cataluña, que hace tiempo que quiere independizarse, suscita la polémica en colaboración con el gobierno central con el objetivo final de fabricar una marca apropiada, al objeto de que el país, promocionando su supuesto talento empresarial, pueda colarse en mercados donde de otro modo no lo haría. Por eso se habla tanto del talento empresarial catalán, sin nombrar casi nunca lo que puede deber. Ellos deben ser pues la punta de lanza en la operación.

"Sentirse tan halagados por ese supuesto talento tiene un peligro, y es que todo el país decida descargar todo el trabajo allí, para irse más libre a las vacaciones. En fin, yo veo que es una cosa de los chiquillos. En la calle, habitualmente, una polémica tan tonta así sirve ante todo para que el macareno español se harte de hablar en el bar, quede con los pies en el vacío, pague y se vaya su casa algo más cansado, con los sesos molidos, tributando alguna culpa y arrepintiéndose de haber vivido, sobre todo si es feo y maloliente. En este sentido suena a castigo religioso, cosa que no es de extrañar en una cultura que no avanza más en virtud de unas creencias religiosas derrotistas, haciendo pasto en llama debido a su tradicional analfabetismo.

"Parece un asunto religioso porque si fuese por números no encajarían. Quiero decir que el Barcelona no sería nada independizando también el fútbol, jugando una liga de primera división catalana contra el Manlleu o el Gramanet. El otro detalle que sí puedo tener en cuenta con respeto es evitar que la gente se aburra aprendiendo por sí misma. La cosa suscita gran compromiso emotivo, legal y político, y por ende una mayor exigencia intelectual. En el otro sentido parecen más bien discursos de imbéciles pretendiendo provocar para que la chusma se coma algún muerto, que posiblemente los tengan".

7

"El cura tradicional demuestra poco amor a los hombres creyéndose en el derecho de intervenir en sus vidas. En realidad hay una sola religión, que es la natural a la razón, si bien en la superficie aparenta haber algún tobogán que otro. El cielo más bien sería la cabeza, y el pecado un aviso orgánico del cerebro para descargar de algún modo alguna molienda absurda. Es un debate superado hace siglos, pero al parecer el marrano todavía tiene algo que decir al respecto. Fue útil en su momento para cohesionar a la sociedad bruta e incordiosa, es decir, para que quien no le temiera a la ley si le temiera al menos a la brujería y esas cosas, con sus efectos especiales. Respecto a la preocupación que ha tenido el intelectual por el avance del prójimo, y teniendo en cuenta el coñazo que supone preocuparse por alguien más que de uno, pienso que la mejor forma de tratarle es olvidándose de él. Esto ahorra muchos conflictos internos y el peligro de caer en la homilía. Al prójimo hay que dejarlo que se harte de vino y que se tire por un barranco. Eso es lo que sobra aquí, gente. A menos gente, más tocamos".

8

Respecto a su trayectoria profesional declaró otra cosa: "Durante trece años dirigí una revista satírica. Me cuesta pronunciar su nombre porque es tan conocida que me aburre. Ni siquiera la leo. Era el El Batracio Amarillo. Fue una aventura única, pero me pesa tener que escribir de ella. Supongo que cuando las cosas están vivas es así. Una noche leí esto: "De boca del gran batracio saldrán dos bestias". Era el apocalipsis de la Biblia, hablando del juicio final y de otras tonterías esquizoides. Coincidió que vivía yo entonces en la plaza del juzgado, y pensé: "Bueno, puede haber una masa de gente capaz de creerse que han llegado las papas al precio más alto".

"A mí asuntos así me la refanfinflan, puesto que si al final ocurre, al menos cabría la esperanza de que entre ellos se exterminaran. Tuve que reírme pensando en el ridículo de que una revista de cachondeo acabara con el planeta. Me imaginé la cara de los tontos del pueblo pensando en ello, con su particular imaginería parasitaria queriendo tener voz y voto en la sociedad.

"Por añadidura mi ciudad llevaba veinticinco años sin autovía, y días después caí en la tentación de hacer una de las mías, llevando un cono de tráfico a caballo a Sevilla, la sede del gobierno regional. Era como un chiste. Lo entregué allí, me hicieron una foto y regresé, pensando que estaba tratando con boquerones del tres al cuarto. Mi ciudad fue tenida siempre por bruta y mal hablada, pero aquel detalle fue muy elegante. Supongo que el asunto era de sobra conocido y era posible que aquel día hubiera un millón de granadinos viendo cómo uno de Motril, con un simple cono, ponía de canto a la opinión pública, cosa para la que normalmente hacen falta bombas y cosas así. A mí la popularidad me daba igual, y de haber tenido fuerzas le hubiera tirado un caballazo al Parlamento. Me cagué en los muertos de toda Sevilla dando un vocinazo en la avenida y me quedé tan a gusto. No asomó nadie. Algún amigo quizá llamó por teléfono diciéndoles: "Cuidado, es el diablo".

"Bueno, hemos ganado", pensé al llegar. Desde entonces cada vez que veo a los políticos en televisión pienso que estoy ante un elenco actoral dándome el coñazo, o bien ante el presentador del telediario tirándome en casa la basura que sobra en la suya. Quizá sea así, un elenco actoral, para que el inculto indecente español se entretenga golpeando el saco falso, deje de dar el coñazo y permita que el verdadero dinero marche con fluidez. Me digo: "Bueno, el pueblo es imbécil y tiene merecido que los periódicos se rían de él planteándole batallas ante intrusos de viento".

9

"De boca del gran batracio saldrán dos bestias", decía el versículo. Lo analicé y me dije que quizá el que lo escribió no alcanzaría hoy ni la categoría de lotero. "¿Por qué una boca?", me pregunté. ¿De qué tamaño? ¿Y si hubiera mencionado dos tapones o un loro? Por eso todo eso de la religión, sea la que sea, me parece la labor de un pobre idiota desacreditando al ser humano".

10

Siguió declarando más respecto a su vida de periodista: "La revista tenía en el logotipo una rana, parecida a Gustavo, el personaje de la infancia. Pensé que de seguir adelante con la popularidad se hubiera organizado un buen escándalo si se querellaran los americanos, exigiendo la propiedad intelectual o algo así. Lo más probable es que en el juzgado yo hubiese agarrado la correa del fandango y lo hubiese despellejado. Es probable que cuando esta tensión llegó a sus oídos, se lo pensaran mejor. No lo digo con ironía, sino en serio".

11

"¿Estoy obligado yo a dirigir Discovery Max realmente?!", se preguntó un día en el sofá. "¿Por qué? ¿Acaso por un fallo judicial adverso en ese sentido?", añadió. "¿Qué necesidad tengo yo de ser famoso con la mierda que emite televisión, con el clásico tontorrón poniéndose la venda antes que la herida diciendo que hay cosas que no se pueden decir?".

12

"Teniendo en cuenta todo eso que cuando, escritores como Dan Brown y gente aficionada al misterio, me parecen unos sacamantecas. En comparación a mi peripecia, Dan Brown podía acabar asando papas con Leonardo da Vinci. ¿Seguro que los tres seis del diablo, que tanto ilusiona a los cantamañanas, incluyéndole a él por loco, no son tres letras g, como Granada? Es inevitable pensar en esos tiernos mariquitas de iglesia diciéndose algo así: "Cuidado, puede ser el diablo", cuando yo simplemente voy al supermercado y desayuno como todo el mundo".

13

Volviendo a la autovía manifestó: "Llegué a pensar que era una trampa para mí, para provocar que luego yo prometiera dinero fácil y grandezas, como dicen los chorizos que haría el diablo, consolando así con la idea de tener a uno para que el cabrón de verdad siga siendo bueno. ¿Usted se cree que una cultura puede tener la cabeza buena culpando a todo el mundo de la muerte de un tipo ocurrida hace miles de años? ¿Qué respeto se le puede tener a gente así? Ninguno. Para mí es como ver a un macareno crecido".

14

Durante la emisión de Discovery Max una señorita, explicando la meteorología, prescindió de la geografía convencional y desplegó en el croma un mapa novedoso, con el nombre de España perdiéndose en el horizonte.

-Estos son los territorios de España, amigos telespectadores -, dijo ella.

Acaso bastaba así, ignorando los nombres de los otros países, para comenzar la conquista hispana, acaso necesaria por falta de espacio en el territorio habitual, como suele ocurrirles a los pobres de un chiste, que no cabían por una calle. El público al parecer se inquietó como de costumbre, es decir, tomándose una cerveza con las aceitunas, tranquilamente, diciéndose: "Bueno, qué le vamos a hacer". Ante una conquista de esa categoría y tan sorpresiva los ciudadanos quedaban advertidos de que debían extremar su preparación cultural. Sin duda, para conservar tantas posesiones, harían falta ministros y virreyes destacando en cualquier parte, pues de otro modo nunca España dominaría la Tierra.

"Yo con todo no voy a poder, muchachos", pensaba por su parte Antonio José.

15

"-¡Oh, dios míooooo! -exclamó un hombre en la calle aquel día, visiblemente emocionado al creer la conquista, llamando por el móvil a la televisión para comprobar si era cierto.

16

Uno de los platos fuertes de la programación ocurrió al anochecer, cuando el rey oficial del país se sumó al cachondeo de un modo completamente verídico. Durante la entrevista con el presentador apareció en el plató un marciano verde, haciéndole unas preguntas. El monarca hizo una mueca de asombro, como desubicado.

-¿Es usted Felipe de Borbón? -, le preguntó. -Sí, soy yo -, dijo él con cierta angustia, quizá con timidez, paralizado en el momento cumbre del cambio histórico.

Nadie tampoco se sorprendió de eso, sospechando que se trataba de un truco de cámara usual en los humoristas para provocar la risa. Primero se grabaría la entrevista, y la mueca se correspondía al momento en que vio a una mujer desnuda en el graderío, fuera de plano. A continuación solamente debería insertarse al marciano, saltando con agilidad. Con el resto del diálogo ocurrió cosa parecida.

-¿Por qué está usted en la tele? -, preguntó-. Hay dos formas de ser. Una es en la tele, donde están los actores, y otra en la realidad, donde está la gente. ¿Es usted un actor?

El rey dudó entonces.

-Sí, lo soy -, contestó finalmente.

-¿Es cierto que lo es de una serie francesa?

-Puede ser -dijo-. Me lo creí, y aquí estoy. Adiós.

El rey, en efecto, abandonó el plató. Después apareció un gordo en el público queriendo confesar algo a la cámara. Era un hombre grasiento sin cuello con los ojos enterrados en la cara, como de estar embutido dentro de un cerdo, diciendo que había dedicado su vida entera a sofocar con su talento el aburrimiento de los espectadores. Parecía realmente que se había pasado demasiados años cargando con una pena demasiado honda. Parecía la ocasión propicia para acabar con todo, y entonces fue cuando se lanzó a un molinete que había en el suelo, como a una minipímer gigante, que despidió enseguida toda la morcillería sanguinolenta, consumando el suicidio. Pareció muy real, pero la gente continuó igual durante el fin del mundo, atrapada en casa.

17

Durante la emisión había un ovni en otro planeta, aterrizando en el agua. Se trataba de un planeta muy verde, con árboles y una playa. Era Sirio y la conexión tan sólo duró diez segundos, dando tiempo a ver que había cabañas, como si estuviera habitado por una civilización primitiva.

-Otra vez están aquí -fue lo único que se oyó, en un tono triste y apagado-. Luego iremos a ver a mamá.

18

En el planeta Tierra, puesto en la pantalla, empezaron a caer bombas. Discovery Max estaba en ese momento batiendo el récord de audiencia, con la gente atrapada en casa viendo cómo acababa la cosa. Se dijo que una bomba atómica había caído en La Meca el día del rezo musulmán, matando a dos millones de personas, y provocando posteriormente la rendición de los árabes, una raza que a menudo se asociaba con los asuntos del terrorismo. Así pues el mundo se estaba viniendo abajo, mas la incredulidad seguía siendo general, con el espectador cada vez más pasmado en su hogar.

19

Antonio José estaba en casa aquella noche. "Hay gente en la puerta de mi casa", observó. Al parecer ocupaba toda la calle, y quizá todas las adyacentes. "Un momento -exclamó-. Se oyen las bombas de la tele aquí cerca". Luego añadió: "¿De qué cabeza habrá salido un plan tan refinado?".

20

Se rumoreó que se trataba de la abducción del planeta entero, llevándolo a otro sin darse cuenta, para amanecer al día siguiente algo mejor.

"Señores -pudiera decir una voz-. Bienvenidos a Marte. Olviden lo que fueron con anterioridad. Su planeta, como vieron ayer en televisión, fue destruido".

Se hubiera podido decir que en tan elevado precio iban incluidos los ordenadores de los hogares con toda su información, como un pulpo elevándose que abandona el sitio.

21

"¿Estaba yo realmente ahí?", pensó Antonio José en la puerta de casa viendo a la gente. "¿Verdaderamente ahí, mirándoles por el cristal? ¿Ha ocurrido después de suicidarme y esa era la visión característica, ahí delante, como alertados por el incidente, queriendo dar el pésame?".

22

Topo acabó. Por la mañana El Mundo abrió su edición con gran tipografía. "Discovery Max anuló a todos los canales", decía en portada. "Este es nuestro último número", añadía en su editorial. El País, el otro gran diario nacional, hizo igual. "Discovery Max desplazó a todas las televisiones", decía su portada. En su editorial, tras una aventura diaria de cuarenta años, se despedía de sus lectores.

23

Durante toda la temporada Discovery Max experimentó una ventaja de audiencia, emitiendo programas de calidad. Tres de ellos llamaban la atención del público: La Habitación del Suicidable, Folle en Directo y Una Mamba Negra. El Suicidable consistía en una habitación a la que accedía un individuo con muy mala cara. Debía pensarse el uso final de la pistola que colgaba de una cadena. Hubo una emisión con ruidos pareciendo el momento fatídico, con alguna detonación. Al final se trataba de una parodia en la que el sujeto se arrepentía de todo a última hora, hablando de majaderías que de otro modo nunca serían de interés, contándole al espectador una vida intrascendente.

-¡¡Me follé a Caaaalmen, la muhé de González!! -, dijo alguna vez-. No debí ponerle a mi madre la moto aquel día.

Folle en Directo se parecía a una cámara oculta y el escenario solía ser la consulta de un médico, a la que acudía un paciente normal. La enfermera quizá era atractiva y él podía creer que se le insinuaba. El público atendía a su reacción, aunque fuese pestañeando, con comentarios irónicos de carácter filosófico, económico o jurídico, y por supuesto médico, sin moralinas ningunas.

-¡Atención, Folle en Directo! -, se oía en alguna ocasión, con el cámara entrando a verle.

De haber sexo el cámara luchaba por ofrecer algún primer plano de la penetración. Una Mamba Negra, por otro lado, era una serie contada de un modo inocentón, con una estética de cómic. La presentación de los capítulos era legendaria, con un grito desgarrador, el de un hombre bajo los luminosos de la ciudad abordando a una mujer.

-¡¡Hace tiempo que estoy loco por una mala mujer!! -, decía a grito herido, siguiéndola unos pasos, con un chándal, realmente ansioso, como dolido de verdad.

A continuación sonaba una moto volcánica, con un tipo con ropa de cuero muy varonil, y al mismo tiempo provocando el ridículo, temiendo el público que se diera una torta, pues con aquellas gafas debía ver muy poco. Ella, narrando en off, daba paso al capítulo, diciendo algo así: "Él era un auténtico follador". Todo lo demás era la excusa para que las viejas pencas rememoraran las brusquedades de juventud, cuando su macho le ajustaba las costillas.

24

Antonio José se convirtió en el jefe de la masonería, ocupando el puesto que históricamente hicieron personajes como Leonardo Da Vinci, Newton y gente de ese estilo. Al parecer debía comparecer en el estadio nuevo del Motril para ordenar el exterminio del islam, anunciando bombas atómicas a porrillo. "¡¡O ellos o nosotros!! No se puede estar debajo de una cultura inferior".

25

Fue interesante la emisión de un documental de filosofía apoyado en el humor, titulado Laenta, con la garantía exquisita del autor acerca de los clásicos derrames de aceite con estos temas.

26

El Papa asomó al balcón de la plaza de San Pedro con la camiseta del Granada puesta, enarbolando los dedos como Usaín Bolt. La operación con el Queens Park Rangers fue un éxito y Europa entera comentaba la irrupción del Motril en el panorama balompédico. La Dirección General de Tráfico había desembolsado un dineral en una operación a tres bandas.

27

Fue anunciada la destrucción de la Alhambra, cualquier vestigio de la cultura inferior, asimismo la Mezquita de Córdoba, para soltar amarras con ese lastre. El islam era capaz de negarle a un hombre que se acostara con una mujer después de pagar su habitación de hotel, como le ocurrió al propio Antonio José.

28

El narcotráfico también finalizaba su larga trayectoria con una lancha cargada de heroína volando por los aires con un misil en la costa gallega, pareciendo que el fuselaje aterrizaba en las islas británicas. El Pazo de Meirás, en la misma zona, que antaño fue lugar de encuentro de una banda de narcotraficantes, que fue encausada en un juicio multitudinario, voló por los aires del mismo modo, advirtiendo claramente a los súbditos de una seguridad pangermánica. Hubo también carta blanca para acabar con tres o cuatro concejales enriquecidos de modo ilícito, haciéndole ver al resto que desempeñar la función pública había dejado de ser una tontería. Un disparo en la nuca era menos doloroso que matar lentamente a un país, como solía hacer esa gente, desprestigiándolo y desilusionando la iniciativa empresarial. Era una labor de limpieza necesaria y se hacía así, brutalmente, durante una semana de calor, demostrando de verdad la talla histórica del país, sino para tirar del carro ante quien hiciera falta, con solidez racionalista, si patrioterismos ni compadreos baratos.

29

En cuanto a la masonería, el día que apareció Dan Brown se quedó pensando en la G, que como suelen saber este tipo de hombres era la letra con que dicha organización designaba a dios.

5

Nuevamente el Presidente

1

El jamonero del barrio opinaba que para ser un hombre de bien había que insultar a la ex mujer. Estuvo casado una vez, y en su opinión la invectiva purificaba, desalojando del cuerpo los malos espíritus.

-Llámela guarra delante de mí -, le dijo a Antonio José-. Atrévase.

-No puedo -, alegó él-. Yo tengo una educación. Ella me dio dos hijos, y eso es significativo para mí. No soy del todo un frívolo.

-Yo me quedé en la gloria -, repuso el jamonero-. A mí nadie me hace sentir vergüenza por ser un hombre.

-Quizá lleve usted razón -, dijo él-. Pudiera ser que así incluso nuestros hijos se sintieran bien, viendo de qué modo su padre pone en valor a la madre haciéndola sufrir. Ella, de estar delante, se envanecería, pues al fin y al cabo el odio y el amor tienen la misma raíz.

2

"Ella quizá fuese la primera en animarme a esto -pensó mirando al escaparate-, sabiendo que tengo talento para herirla con tanta clase. Se diría: "Es el mejor y lograría el éxito". Siempre me pareció vulgar la pelea conyugal de esa índole, propia de la chusma. No obstante pudiera ser que yo, con un tema así, alcanzara la celebridad como folletinero de postín en algún serial radiofónico".

-Vamos -, dijo el jamonero acercándose lentamente-. No lo dude más. Yo estoy junto a usted. Estamos solos, usted y yo, y no nos oirá nadie. Adelante, diga lo que quiera.

-Usted primero -, dijo él.

-¿Yo? Está bien.

Entonces gritó de un modo tormentoso e insuperable, como si lo necesitara realmente: "¡¡Guarrrrraa, que eres una guarrra!!

3

La ex mujer de Antonio José vivía a dos calles más allá, pasada la plaza que quedaba enfrente.

-¡¡Guarrrrraa -gritó después-, que eres una guarrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrra!!

-¡Bravo, muchacho! -, celebró el jamonero-. No me diga usted que es lo mismo que tenerlo callado.

-Llevaba usted razón -dijo él respirando con alivio-. Me noto mucho mejor.

-¿Lo ve? Es muy fácil, querido amigo.

Justo en ese instante entraron sus hijos.

-¡Mis hijos! -, exclamó, creyendo que le habían oído. "¡Guardaaa!", dijo intentando disimular.

Después tuvo que seguir disimulando inventando la historia de un guarda que en algún lugar buscando el paradero de unos malhechores en algún lugar de la calle.

-Los veo poco -aclaró ante el jamonero cuando se marcharon-. Suelen vivir en otra ciudad. Ahora están aquí por la navidad. La distancia, por supuesto, no significa querer menos, porque de ser así significaría que la gente que vive cerca se quiere más, cosa que no siempre es así. Por lo tanto distancia y querer son dos cosas distintas.

4

"El hecho de estar en casa como pensador del sofá suele a veces inducir alguna idea extraña. Pienso alguna vez que han cambiado a la gente de mi barrio. Por otro lado me digo que quizá el estar en casa me ha impedido ver cómo crecían los niños, pareciéndome otros, y al mismo envejecer a los demás, pareciéndome irreconocibles".

5

Durante una temporada prefirió estar tan aislado que llegó a pensar que incluso se había muerto. "Puede que me haya muerto", se decía. Entonces un día, dentro de la jamonería, se quedó quieto mirando a la plaza, en completo silencio.

-¡Vivooo! -, exclamó de repente, con verdadera ilusión, enarbolando los dedos ante sus ojos, justo cuando entraba una señora.

Se disculpó. "Disculpe, señora. Eh… ¿Se ha bañado alguna vez? Eh… perdón… Quiero decir, ¿bajo la lluvia? ¿Con un hombre? ¿Sí? Dígame, ¿cómo era él, alto y valiente?".

6

El siguiente capítulo de su visita tuvo que ver con el dinero, del que apenas gozaba. No obstante, nunca lo comentó, pues opinaba que era impropio de caballeros gastar saliva ante algo así. Entonces exclamó así, de repente, con voz profunda y conmovida:

-¡Ricooo!

Luego se supo en qué estaba pensando. En ese instante no quiso ser grosero y añadió: "Ricoooo por las inmediaciones".

7

Todo al día siguiente era una fiesta afuera, con las calles engalanadas y la gente efectuando sus compras. Sonaban villancicos y cohetes.

-Guarra -, dijo delicadamente en un susurro, como rememorando los viejos tiempos.

-¿A quién ha llamado usted guarra? -, oyó entonces detrás.

Él, creyendo haber metido la pata, corrigió con su caballerosidad habitual.

-Guada. Se trata de la doctora Guada. Aquella mujer. Es una pena que corra tanto.

Susurró el nombre una vez más, con solemnidad, como si la conociera: "Guada". Habló a continuación ante el amable interlocutor precisamente de cómo a veces el pabellón auditivo oía a capricho. Comentó que el sonido se desplazaba como la brisa del mar, vibrando en su serenidad el oído medio. Cualquier susurro, como aquel, acariciaba el tímpano por breves instantes, percutiendo el estribo la membrana después, dando inicio al mecanismo, con articulación del yunque y el martillo sobre la ventana oval. Después el líquido, es decir, la perilinfa y la endolinfa, recorrían el canal hasta la coclea, durante una lectura de piano en medio con sus intensidades y planos, recorriendo el órgano de Corti concretamente, dispuesto con su sensibles estereocilios.

-Guada. Se la recomiendo a usted. Doctora ejemplar. Sólo puedo decir eso. Póngase en sus manos. ¡Corra inmediatamente y búsquela por las calles como alma que lleva el diablo en vez de estar aquí, oyéndome a mí! Puede incluso comentarle su sordera.

8

"En ocasiones, después de una copa de vino, es complicado pronunciar palabras como otorrinolaringología", se decía él.

-¿Más jamón, amigo? -, dijo el jamonero detrás.

-Sí, por favor, tengo la boca seca -, repuso él sin darle importancia.

Estaba claro, ante palabras polémicas como guarra, que había que tener preparado un recurso en la bocamanga. "La próxima vez diré que guarra en inglés significa lado derecho", pensó. "Luego, si es menester, será fácil hablar algo de inglés".

9

Era el último día del año. A las diez de la noche las prisas de la gente eran acuciantes, con toda la iluminación encendida en las calles, a falta de un par de horas para las campanadas. Al fondo se veía la plaza, y más allá la avenida repleta de coches.

"¡¡Presidente, Presidente!!", pensó él que decían.

"No me importa -se contestó bajo la estrellita del escaparate-. Lo cambiaría todo por el amor de mis hijos".

Luego se dijo así: "Renunciar. ¡¡Eso sería peor!! ¡Es algo que suele gustarle mucho al pueblo, que alguien, arrebatadamente, renuncie por amor a una cosa!".

De un momento a otro cruzaría esa plaza para ir a darles un beso a sus hijos. Entonces decidió emprender la marcha, sorteando primero un carrito, y luego a un posible amigo acercándose en la oscuridad para un abrazo, bajo la luz preocupada de la farola. Cuando compareció en la avenida estaba sin camisa, confundiéndose entre la multitud, haciendo algún quiebro más de cintura, mirando al balcón donde debían estar ellos.

-Ese no puede ser papá -, se dijeron los niños al verle-. Papá es un caballero. Hubiera llegado con su prestancia habitual, no así, casi en cueros, como un venado.

"Un beso, hijos míos", parecía decir él en el escaparate, del que en realidad no se había movido. Luego añadió con desaliento: "No me importa ser el presidente".

El jamonero, como si supiera lo que estaba penasndo, acercándose detrás repuso algo:

-Por eso mismo le gustas a la gente, porque eres capaz de renunciar a todo por amor.

-Sí, es cierto, malditasea. Soy el tipo más romántico que hay. No obstante, sería un precio demasiado alto. Ninguna mujer se ganaría la vida con un precio así. Por cierto, ¿a qué gente se refiere usted exactamente, a esa o a esa otra que va por allí?

-La gente se siente atraída por alguien así.

-¿Cómo lo sabe? Puedo fallar.

-Se notan esas cosas enseguida. Su prestancia, su mirada. Usted simboliza el triunfo categórico del romanticismo viril.

-Huyo ágilmente del halago, querido amigo, con un quiebro de cintura.
Obsérveme.

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Nurburgreen, trece años después

(Nurburgreen. De nuestro corresponsal).- El asadero de papas de Nurburgreen ha cumplido en fecha reciente su trece aniversario. La papa del asador de papas de Nurburgreen ha sido la delicada estufa del paseo. Los habitantes de Nurburgren, acompañados por tubérculos, los convirtieron en su entrañable fortaleza.

Posible premio Ondas.- Se habla ya del premio Ondas, que esta temporada puede recaer en Ortega, el actor de la Cadena Ser. Noches atrás, según los especialistas, culminó una actuación magnífica. El argumento era osado, tratando el suicidio, el de una oyente desesperada que llamó por teléfono. Tras cincuenta años de matrimonio decía estar desengañada de su anciano marido taras el último incidente, viendo la televisión, diciendo que se había enamorado de un líder político tras observar su apostura en un acto público.

-No me lo esperaba -, gimoteó ella, con el marido en otro teléfono intentando disculparse, diciendo que era por ahora un amor platónico-. No me esperaba que a la vejez me pudiera ocurrir esto. Estoy mala. Quiero desaparecer.

Después el propio locutor, abandonando la emisora, tomaba un taxi para ir a socorrerla, intención sonora facilitada por el banco de sonidos de la producción. Narró entonces la incursión callejera simulando un directo, diciendo que se temía lo peor. Entonces, cuando llegó a la proximidad de la casa, se oyó una detonación.

-¡Oh, no! -, exclamó-. ¡¡Parece que se ha suicidado, compañeros!! ¡Hay que hacer algo! ¡Me quiero acercar!

La mujer entonces apareció y efectuó unas declaraciones, desmintiendo haber sido víctima de los celos. El locutor respiró aliviado y regresó al taxi, hasta que entró de nuevo en el estudio.

-Hola -dijo a continuación-. ¿Está usted ahí? ¿Está usted ahí, señora?

-¡Ay, ay, sí, soy yo! -, dijo ella-. Ya ha pasado todo.

El marido intervino también y parecía que se reconciliaban. En líneas generales en eso consistió el capítulo, en un pares y nones con el oyente haciéndole pensar en todo.

Opinión

¿Cuándo me han preguntado a mí a quién le tienen que conceder un premio así?

Por Antonio José

¿Por qué a mí no me han preguntado nunca a quién le tienen que conceder algo así? ¿Por qué no piensan en mí para cosas así, siendo yo un especialista de la comunicación? ¿Quién forma pues ese comité de supuestos entendidos que concede el premio Ondas? ¿Quién sabría de ellos más que yo de este tema? Yo, como oyente, repantingado en mi sofá, tengo tiempo de estudiar los detalles. Por ejemplo, me fijé en la narración lineal con la inserción de sonidos oportunos, como la puerta del taxi cerrándose, el motor en marcha, el ambiente callejero o la detonación. Reitero pues la pregunta: ¿Por qué a mí, cuando lo conceden, no me envían una carta preguntándome si a ese o a aquel otro lo merecen? Yo pienso que cuando a mí me gusta algo es porque en realidad es bueno. Si no, pienso que no sirve. Por eso interpreto que el premio es mentira, y vano ir a recibirlo a menos que suelten una buena morterada, naturalmente.

ARTÍCULO

Yo soy de los que desconoce

cuánto dinero tiene en el banco

Por Antonio José

Parece que fue ayer. Ayer, como quien dice, me senté allí, en la plaza de la Aurora, por la mañana, bajo un sol radiante, frente al banco, fumándome un cigarro. Moví un poco la cabeza, fácilmente, haciendo un leve gesto. Lo hice disimuladamente buscando la complicidad con el director de la sucursal. Era aquel que asomó tras el cristal. Si se fijó en mi mirada pudo advertir mi intención, la de que metiera mil millones en mi cuenta. "Métemelos ahora en mi cuenta", le dije con la mirada.

¿Quién no ha pensado alguna vez en algo así frente a un banco? No voy a pedir disculpas por ello, lógicamente, pero es evidente que a nadie le amargaría un dulce, y por esa cantidad menos. ¡¡Mil millones!!, ahí es nada. Le hubiera bastado con dirigirse a la caja y teclear algún cero más, al aire libre, como se suele decir, sin pensar en nada más.

¿Notó algo cuando le miré? ¿Algo de índole telepática, como una presencia impulsándole de un modo poderoso a actuar a tal fin, a favor de una persona de bien? Dejé ir la mañana así, junto al parterre, haciendo como que no nos dábamos cuenta de nada. Yo miraba a la gente de vez en cuando con naturalidad. "¿Me delato?", pensé antes de marcharme. ¿Lo hago? Quiero decir aquí, en estas páginas, ¿aprovecho para delatar que yo en ocasiones miro con una intencionalidad subyacente?

¿Después, en caso de ser colmado de dicha, negaría que fui yo quien delicadamente, a larga distancia, aprovechando la transparencia del escaparate al que asomó, miró así, observándole rodeado por toda esa chusma que a diario suele apilonarse en las oficinas? Cara a cara fue, sin duda, durante un segundo, pero lo suficiente para que advirtiera que allí estaba yo. Por otro lado, teniendo en cuenta su corbata y su prestancia general, me hago otra pregunta: ¿Era él realmente el director? ¿Era más bien el que había a su lado? ¿Cuántos como él había entonces? ¿Había una directora? ¿Nos conocemos? ¿Qué suele ocurrir como trasfondo político cuando una persona se halla al liquindoi frente a un banco? ¿De quién se sospecharía primero, del que entra o del que sale? ¿Y del que se queda en medio sin saber qué hacer?

Yo hubiera errado de no hacerme las preguntas que merecía el banco. ¿Y de la gente que está quieta, como yo, dulcemente aplicada al cigarrillo, fumando con calma en un jardín, qué se suele pensar? Otrosí: ¿Desde cuándo no visito yo un banco para tener la oportunidad de pedir con total naturalidad mi saldo? ¡¡Desde hace años no lo hago!! -puedo afirmar tajantemente-. ¡¡No recuerdo cuántos años!! Muchos, y tampoco recuerdo la última vez que recibí una carta del banco a mi nombre, comunicándome la fatalidad de no tener ni un duro. Es como si me hubiera muerto, o fallecido al menos en uno de ambos mundos, resucitando en el otro, en el de los pobres de solemnidad. He llegado a sospechar en calidad de pobre que alguna circunstancia vil se cierne sobre mi persona para que acabe defendiendo cosas en las que no creo. Yo más bien profeso la ideología del dinero, pues en líneas generales siempre me sentí un millonario del todo, un ganador, un triunfador nato.

¿A qué pobre por otro lado le amargaría esa perita en dulce, la de tener mil millones en el banco? A ninguno. ¿Por qué razón? Muy fácil: porque el dinero realmente no tiene nada que ver con la ideología, sino más bien con el uso clandestino que se le dé, cosa para la cual yo puedo estar sobradamente preparado, es decir, amparándome en las leyes y en cuanto pone la democracia a nuestro servicio gracias a dios.

El no tener un duro, un duro desde hace tantísimo tiempo, no me hace perder esta esperanza, lo cual denota ante todo una apetecible paciencia inaudita. En paciencia yo me hubiera hecho rico. En definitiva, nadie tendría por qué saber que de repente, en mi cuenta, una mañana como aquella, podía haber mil o dos mil millones. Hablo incluso de tres porque es fácil confundir las teclas, e incluso de cuatro sin por ventura el director fuese sorprendido in fraganti, debiéndose ocultar de modo apresurado.

Se dirá que yo aquella mañana lo único que estaba haciendo era fumar nada más, con el pueblo. Sin embargo mi mente vagaba en torno a esa firma comercial de índole bancaria que abrió sus puertas a una hora tan oportuna, a las ocho de la mañana, ni una hora más ni una menos. Nueve o diez ceros, quéseyo, para registrar la mágica cifra de mil millones de euros no supondrían nada para una entidad tan respetable. No importaría que la cantidad fuese de origen desconocido, como por ejemplo de la mafia, queriéndome pillar in fraganti a mí en calidad de intermediario, testaferro o quéseyo, una de esas palabras difíciles propias de las finanzas.

¿Por qué -puede preguntarse alguien- no me acerqué a preguntar si cosas así ocurrían a menudo, para albergar yo, con total realismo, las pertinentes esperanzas? Es un sueño respetable, y todo el mundo sabe que es bueno que el pueblo tenga sueños de esa índole. Ocurre mucho en el cine, haciéndole al pueblo en héroes de ficción que por fin ven recompensada su verdad. Cuanto más yo, que soy de carne y hueso y necesito masticar algo. ¡¡Yo, sin ir más lejos, podría servir de paradigma para mantener viva esa llama necesaria!!

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