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Los lenguajes de la economía. Un recorrido por los marcos conceptuales de la economía (página 3)



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Primero, dentro de la teoría de la verdad como correspondencia, tenemos que referirnos, en el metalenguaje, a las frases de un sistema de lenguaje o teoría y a los hechos a los que estas frases pueden o no corresponder. Sin embargo, sólo podemos hablar de los hechos a los que pretende referirse una frase utilizando los mismos conceptos que están implícitos en la frase. Cuando digo «el gato está encima del felpudo», utilizo los conceptos «gato» y «felpudo» dos veces, una en el lenguaje objeto y otra en el metalenguaje, para referirme a los hechos. "Sólo se puede hablar de los hechos a los que se refiere una teoría, y a los que se supone que corresponde, utilizando los conceptos de la propia teoría. Los hechos no son comprensibles para nosotros, ni podemos hablar de ellos, independientemente de nuestras teorías." (Chalmers, 1982, p 214). En otras palabras, los hechos no existen más allá de una forma de lenguaje[4]

Podemos suponer que hay experiencias perceptivas de algún tipo directamente accesibles al observador, pero no sucede así con los enunciados científicos, ni siquiera con los enunciados de observaciones de la ciencia. Estos son entidades públicas, formuladas en un lenguaje público que conllevan teorías con diversos grados de generalidad y complejidad. Los enunciados científicos, incluidos los observacionales, se deben de realizar en el lenguaje de alguna teoría. Los lenguajes teóricos constituyen un requisito previo de unos enunciados observacionales y, estos serán tanto más precisos cuanto mayor sea la precisión del lenguaje teórico que utilicemos. Como también serán tan falibles como lo sean aquellos. Es más, las observaciones problemáticas sólo lo serán a la luz de alguna teoría o lenguaje teórico[5]

Por ello, los acontecimientos relevantes en nuestra tarea científica, el estado de cosas, están presupuestos en nuestro conocimiento teórico, en el dominio que tengamos de algún lenguaje teórico. Es más, dependen directa e indirectamente, explícita e implícitamente de éstos. En este sentido, podríamos observar que incluso nuestras experiencias perceptivas o sensitivas llegamos a sostenerlas sobre la base de alguna teoría [6]

En esencia, esto nos lleva a rechazar, con Lakatos, dos supuestos presentes en buena parte de nuestra actual exposición. El primer supuesto es el de que existe una frontera psicológica, natural, entre los enunciados teóricos o especulativos por una parte y los enunciados de hecho u observacionales (o básicos) por otra. El segundo supuesto es el de que si un enunciado satisface el criterio psicológico de ser fáctico u observacional (o básico) entonces es cierto; puede decirse que se ha demostrado partiendo de los hechos. Estos dos supuestos, entre otras cosas, permitían lo que hemos venido en llamar «deducción inductiva». Y, junto con un criterio de demarcación, dan pie a la provisionalidad popperiana. Este criterio es: sólo son «científicas» aquellas teorías que prohíben ciertos estados observables de cosas y que, por lo tanto, son refutables fácticamente. Dicho de otro modo, una teoría es «científica» si tiene una base empírica.

Con Lakatos podemos decir que ambos supuestos son falsos. La psicología testifica en contra del primero, la lógica en contra del segundo y, por último, consideraciones metodológicas testifican en contra del criterio de demarcación. Aunque, en algún punto ya nos hemos anticipado, veámoslo con más detalle[7]

Respecto al primero de los supuestos, su falsedad se encuentra en que ni hay ni puede haber sensaciones que no estén impregnadas de expectativas y por lo tanto no existe ninguna demarcación natural entre enunciados de observación y enunciados teóricos. Por lo que respecta al segundo, el valor veritativo de los enunciados «observacionales» no puede ser decidido de modo indudable: ningún enunciado de hecho puede nunca demostrarse a partir de un experimento. Los enunciados sólo pueden derivarse a partir de otros enunciados, no pueden derivarse a partir de los hechos: los enunciados no pueden derivarse a partir de las experiencias, «al igual que no pueden demostrarse dando porrazos a la mesa». Si los enunciados de hecho son indemostrables entonces es que son falibles. Si son falibles entonces los conflictos entre teorías y enunciados de hecho no son «falsaciones», sino simplemente inconsistencias. Puede ser que nuestra imaginación juegue un mayor papel en la formulación de «teorías» que en la formulación de «enunciados de hecho», pero tanto unas como otras son falibles. De modo que ni podemos demostrar las teorías ni podemos tampoco contrademostrarlas». La demarcación entre las blandas «teorías» no demostradas y la sólida «base empírica» demostrada no existe: Todos los enunciados de la ciencia son teóricos e, incurablemente, falibles (Lakatos, 1972, p 212).

Para Feyerabend (1970, pp 14-5) la historia de la ciencia no sólo consiste en hechos y en conclusiones extraídas de ellos. Se compone también de ideas, interpretaciones de hechos, problemas creados por un conflicto de interpretaciones, acciones científicas, etc. "En un análisis más ajustado encontraríamos incluso que no hay «hechos desnudos» en absoluto, sino que los hechos que entran en nuestro conocimiento se ven ya de un cierto modo y son por ello esencialmente teóricos." Siendo esto así, la historia de la ciencia será tan compleja, tan caótica, tan llena de error y tan divertida como las ideas que contenga, y estas ideas serán a su vez tan complejas, tan caóticas, tan llenas de error y tan divertidas como lo son las mentes de quienes las inventaron. Recíprocamente, un ligero lavado de cerebro conseguirá hacer la historia de la ciencia más simple, más uniforme, más monótona, más «objetiva» y más accesible al tratamiento por reglas «ciertas e infalibles».

La idea de que la experiencia pueda constituir una base para nuestro conocimiento se desecha inmediatamente haciendo notar que debe haber discusión para mostrar cómo tiene que interpretarse la experiencia. El apoyo que una teoría recibe de la observación puede ser muy convincente, sus categorías y principios básicos pueden aparecer bien fundados; el impacto de la experiencia misma puede estar extremadamente lleno de fuerza. Sin embargo, existe siempre la posibilidad de que nuevas formas de pensamiento distribuyan las materias de un modo diferente y conduzcan a una transformación incluso de las impresiones más inmediatas que recibimos del mundo. Cuando consideramos esta posibilidad, podemos decir que el éxito duradero de nuestras categorías y la omnipresencia de determinado punto de vista no es un signo de excelencia ni una indicación de que la verdad ha sido por fin encontrada. Sino que es, más bien, la indicación de un fracaso de la razón para encontrar alternativas adecuadas que puedan utilizarse para trascender una etapa intermedia accidental de nuestro conocimiento (Feyerabend, 1970, pp 28-30).

No se trata solamente de que hechos y teoría estén en constante desarmonía, es que ni siquiera están tan claramente separados como algunos pretenden demostrar. Las reglas metodológicas hablan de "teoría" y "observaciones" y "resultados experimentales" como si se tratase de objetos claros y bien definidos cuyas propiedades son fácilmente evaluables y que son entendidos del mismo modo por todos los científicos.

Para empezar debemos aclarar la naturaleza del fenómeno total: apariencia más enunciado. No se trata de dos actos; uno, advertir el fenómeno; el otro, expresarlo con ayuda del enunciado apropiado, sino solamente de uno, esto es, decir, en una cierta situación observacional, "la luna me está siguiendo" o "la piedra está cayendo en línea recta". Podemos desde luego subdividir de una manera abstracta este proceso en dos partes y podemos también intentar crear una situación en la que enunciado y fenómeno parezcan estar psicológicamente separados y a la espera de ser relacionados. (Esto es más bien difícil de lograr y es quizá completamente imposible.) Pero, en ciertas circunstancias normales, no tiene lugar tal división; describir una situación familiar es, para el que habla, un suceso en el que enunciado y fenómeno están firmemente pegados uno a otro.

La institucionalización de la ciencia como crítica al positivismo lógico.

"… las formas de «verificación» que los positivistas lógicos autorizaban habían sido institucionalizadas por la sociedad moderna. Lo que puede ser «verificado», en el sentido positivista, puede ser verificado como correcto (en el sentido no-filosófico o pre-filosófico de «correcto») o como probablemente correcto, o como un éxito científico, según el caso, y el reconocimiento público de la corrección, o de la probable corrección, o del status de «teoría científica exitosa», ejemplifica, celebra y refuerza las imágenes del conocimiento y las normas de razonalidad mantenidas por nuestra propia cultura." (Putman, 1981, pp 111-2).

Inicialmente la verificación era en última instancia privada, pero pronto se convirtió en algo público e intersubjetivo. Y, Popper ha insistido en este punto: las predicciones científicas se contrastan con «oraciones básicas» del tipo «El plato derecho de la balanza está más bajo que el izquierdo», que son satisfechas públicamente, a pesar de que para un escéptico no pueden ser «probadas». Para Putman, esta posición de Popper es el reconocimiento de la naturaleza institucionalizada de las normas a las que apelamos en los juicios de percepción ordinarios. "La naturaleza de nuestra respuesta al escéptico, que nos desafía a «probar» enunciados como «Tengo los pies en el suelo», da cuenta de la existencia de normas sociales que exigen estar de acuerdo con tales enunciados en las circunstancias adecuadas."[8]. Pero, ¿son los acuerdos científicos tan parecidos a los ordinarios?

La gente de la calle no puede «verificar» la teoría especial de la relatividad, ni yo tampoco. La gente de la calle deja que sean los científicos los que se encarguen de proporcionar una estimación capaz (y socialmente aceptable) de una teoría de este tipo. Dada la inestabilidad de las teorías científicas, no es probable que un científico califique de «verdadera» tout court ni siquiera a una teoría tan exitosa como la relatividad especial. No obstante, la comunidad científica considera que la teoría de la relatividad especial es un «éxito científico» -de hecho constituye un éxito sin precedentes, como la electrodinámica cuántica- que produce «predicciones exitosas» y que «está avalada por un gran número de experimentos». Y son los demás miembros de la sociedad quienes les delegan estos juicios. La diferencia entre este caso y los de las normas institucionalizadas de verificación a los que me he referido antes -dejando a un lado la evanescencia del adjetivo «verdadero»- es el rôle especial desempeñado por los expertos y la deferencia institucionalizada hacia ellos que este caso conlleva; sin embargo, esta circunstancia no es más que un ejemplo de la división del trabajo intelectual -por no mencionar las relaciones de autoridad intelectual-. Son las autoridades nombradas por la sociedad, cuya autoridad se reconoce mediante multitud de prácticas y ceremonias, quienes juzgan que la relatividad especial y la electrodinámica cuántica son las «mejores teorías científicas que tenemos» y es en este sentido en el que dicho juicio está institucionalizado. Putman llama concepción criterial de la racionalidad a cualquier concepción de acuerdo con la cual la aceptabilidad racional se define mediante normas institucionalizadas.

Si es cierto que sólo pueden ser racionalmente aceptables aquellos enunciados que pueden verificarse criterialmente, este mismo enunciado no puede ser verificado criterialmente, y, por tanto, no es racionalmente aceptable. Si es que existe tal cosa como la racionalidad (y nos comprometemos a creer en alguna noción de racionalidad al tomar parte en las actividades de hablar y argumentar) entonces la actividad de argumentar en favor de una posición que la identifica a lo que las normas institucionalizadas determinan ya como instancias de racionalidad, es una actividad que se autorrefuta. Pues esas normas no pueden garantizar por sí solas la corrección, o la probable corrección, de ningún argumento de esa índole.

En modo alguno se está negando la posibilidad de argumentación y justificación racional (en filosofía); más bien se quiere reconocer que no podemos apelar estrictamente a normas públicas para decidir qué enunciados filosóficos son racionalmente argumentables y justificables. La afirmación de que la filosofía es «análisis conceptual», que los propios conceptos determinan qué argumentos filosóficos son correctos, es tan sólo una forma encubierta de afirmar que toda justificación racional en filosofía es criterial, y que la verdad filosófica es públicamente demostrable en la misma medida en que lo es la verdad científica (Putman, 1981, pp 116-7).

CAPÍTULO 3

Las teorías como estructuras conceptuales

Podemos expresar brevemente parte de cuanto hemos dicho hasta el momento diciendo que la ciencia no construye teorías a partir de la realidad, ni tampoco el trabajo científico consiste en falsar las teorías con la ayuda de hechos brutos, pues ambos son enunciados teóricos. Se transforma así el problema de cómo evaluar las teorías en el problema de cómo evaluar las series de teorías. "Se puede decir que es científica o no científica una serie de teorías, y no una teoría aislada: aplicar el término «científica» a una teoría única equivale a equivocar las categorías." (Lakatos, 1978, pp 46 y 50). De este modo, si antaño el requisito empírico de una teoría satisfactoria era la correspondencia con los hechos observados, ahora, para el caso de una serie de teorías, es que produzca nuevos hechos. La idea de crecimiento y la noción de carácter empírico quedan soldadas en una.

Veamos algunas consecuencias de eso. Primero, se niega que «en el caso de una teoría científica, nuestra decisión dependa de los resultados de los experimentos. Si éstos confirman la teoría podemos aceptarla hasta que encontremos una mejor. Si la contradicen, la rechazamos». Segundo, niega que «lo que en último término decide el destino de una teoría es el resultado de una contrastación; esto es, un acuerdo sobre enunciados básicos». Ningún experimento, informe experimental, enunciado observacional o hipótesis falsadora de bajo nivel bien corroborada puede originar por sí mismo la falsación. No hay falsación sin la emergencia de una teoría mejor. Entonces la falsación tiene un carácter histórico, pues es una relación múltiple entre teorías rivales, la «base empírica» original y el crecimiento empírico que tiene su origen en la confrontación. Más aún, algunas de las teorías que originan falsaciones, a menudo son propuestas después de la «contraevidencia». Por ello, los experimentos cruciales» sólo pueden reconocerse como tales entre la plétora de anomalías, retrospectivamente, a la luz de alguna teoría superadora. Por consiguiente, "el elemento crucial en la falsación es si la nueva teoría ofrece alguna información nueva comparada con su predecesora y si una parte de este exceso de información está corroborado." (Lakatos, 1978, pp 50-1). Otra consecuencia se encuentra en la misma concepción de la honestidad científica. Ahora la honestidad pide que se intente ver las cosas desde diferentes puntos de vista, que se propongan otras teorías que anticipen hechos nuevos y que se rechacen las teorías que han sido superadas por otras más poderosas (Lakatos, 1978, p 54).

El problema, pues, no radica en decidir cuándo debemos retener una «teoría» a la vista de ciertos «hechos conocidos» y cuándo debemos actuar al revés. El problema no radica en decidir qué debemos hacer cuando las «teorías» entran en conflicto con los «hechos». Tal conflicto sólo lo sugiere el modelo deductivo monoteórico. Depende de nuestra decisión metodológica el que una proposición constituya un hecho o una «teoría» en el contexto de una contrastación. La «base empírica» de una teoría es una noción monoteórica. Podemos utilizarla como una primera aproximación, pero en caso de «apelación» del teórico, deberemos utilizar un modelo pluralista. En este modelo pluralista el conflicto no sucede «entre teorías y hechos», sino entre dos teorías de nivel elevado; entre una teoría interpretativa que suministra los hechos, y una teoría explicativa que los explica; y puede suceder que la teoría interpretativa sea de un nivel tan elevado como la explicativa. El conflicto, por tanto, tampoco se produce entre una teoría de nivel lógico muy elevado y una hipótesis falsadora de bajo nivel. El problema no debe plantearse en términos de decidir si una «refutación» es real o no. El problema consiste en cómo reparar una inconsistencia entre la «teoría explicativa» que se contrasta y las teorías «interpretativas» explícitas u ocultas; o si se prefiere el problema es decidir qué teoría vamos a considerar como teoría interpretativa suministradora de los hechos sólidos, y cuál como teoría explicativa que los explica tentativamente. En un modelo monoteórico consideramos la teoría de mayor nivel como teoría explicativa que ha de ser juzgada por los hechos suministrados desde el exterior; en caso de conflicto, rechazamos la explicación. Alternativamente, en un modelo pluralista podemos considerar a la teoría de mayor nivel como una teoría interpretativa encargada de juzgar los hechos suministrados desde el exterior; en caso de conflicto podemos rechazar los «hechos» como si fueran «anormalidades». En un modelo pluralista de contrastación quedan unidas varias teorías más o menos organizadas deductivamente (Lakatos, 1978, pp 61-2).

Este argumento bastaría para hacer ver lo correcto de la conclusión de que los experimentos no destruyen simplemente a las teorías y de que ninguna teoría prohíbe unos fenómenos especificables por adelantado. "No es que nosotros propongamos una teoría y la naturaleza pueda gritar NO; se trata, más bien, de que proponemos un conjunto de teorías y la naturaleza puede gritar INCONSISTENTE." (Lakatos, 1978, p 62).

Pero con eso no hemos resuelto un viejo problema, tan solo se ha desplazado, o a lo sumo pospuesto. Esto es, hemos pasado del problema de la sustitución de una teoría refutada por los «hechos» al nuevo problema de cómo resolver las inconsistencias entre teorías estrechamente relacionadas. Una respuesta podría ser: se debe intentar sustituir primero una, después la otra, después posiblemente ambas, y optar por aquella nueva estructura que suministre el mayor incremento de contenido corroborado, que suministre el cambio más progresivo de problemática.

Ello nos origina problemas adicionales. Uno de los rasgos cruciales del falsacionismo sofisticado es que sustituye el concepto de teoría, como concepto básico de la lógica de la investigación, por el concepto de series de teorías. Lo que ha de ser evaluado como científico o pseudocientífico es una sucesión de teorías y no una teoría dada. Pero los miembros de tales series de teorías normalmente están relacionados por una notable continuidad que las agrupa en programas de investigación. Esta continuidad representa un papel vital en la historia de la ciencia; así, para Lakatos, los principales problemas de la lógica de la investigación sólo pueden analizarse de forma satisfactoria en el marco suministrado por una metodología de los programas de investigación (Lakatos, 1978, p 65).

Los programas de investigación científica.

Para Lakatos, las más importantes series de teorías se caracterizan por una cierta continuidad entre sus miembros. Ésta se origina en un programa de investigación que consiste en reglas metodológicas: algunas nos dicen las rutas de investigación que deben ser evitadas (heurística negativa), y otras, los caminos que deben seguirse (heurística positiva). "Se puede señalar que la heurística positiva y negativa suministra una definición primaria e implícita del «marco conceptual» (y, por tanto, del lenguaje). El reconocimiento de que la historia de la ciencia es la historia de los programas de investigación en lugar de ser la historia de las teorías, puede por ello entenderse como una defensa parcial del punto de vista según el cual la historia de la ciencia es la historia de los marcos conceptuales o de los lenguajes científicos." (Lakatos, 1978, p 65, nota 155). Veamos, entonces, estos nuevos conceptos.

Todos los programas de investigación científica pueden ser caracterizados por su «núcleo firme». La heurística negativa del programa impide que apliquemos el modus tollens a este «núcleo firme». Por el contrario, debemos utilizar nuestra inteligencia para incorporar e incluso inventar hipótesis auxiliares que formen un cinturón protector en torno a ese centro, y contra ella debemos dirigir el modus tollens. El cinturón protector de hipótesis auxiliares debe recibir los impactos de las contrastaciones y, para defender al núcleo firme, será ajustado y reajustado e incluso completamente sustituido. Un programa de investigación tiene éxito si ello conduce a un cambio progresivo de problemática; fracasa, si conduce a un cambio regresivo. Pero, el «núcleo» es «irrefutable» por decisión metodológica de sus defensores; las anomalías sólo deben originar cambio en el cinturón «protector» de hipótesis auxiliares «observacionales» y en las condiciones iniciales. El auténtico centro firme del programa realmente no nace ya dotado de toda su fuerza, por el contrario, se desarrolla lentamente mediante un proceso largo, preliminar, de ensayos y errores (Lakatos, 1978, p 67).

El «progreso teórico» de un programa de investigación puede ser verificado inmediatamente, pero no ocurre lo mismo con el «progreso empírico». Podemos decir que hay que exigir que cada etapa de un programa de investigación incremente el contenido de forma consistente; que cada etapa constituya un cambio de problemática teóricamente progresivo. Además de esto, lo único que necesitamos es que ocasionalmente se aprecie retrospectivamente que el incremento ha sido corroborado; también el programa en su conjunto debe exhibir un cambio empírico intermitentemente progresivo. No exigimos que cada nuevo paso produzca inmediatamente un nuevo hecho observado. Nuestro término «intermitente» suministra suficiente espacio racional para que sea posible la adhesión dogmática a un programa a pesar de las refutaciones aparentes (Lakatos, 1978, pp 67-8).

Pero, además, los programas de investigación también se caracterizan por su heurística positiva: por la construcción del «cinturón protector» y por la autonomía relativa de la ciencia teórica. Un programa progresivo sólo puede digerir la evidencia en contra de un modo fragmentario, las anomalías nunca desaparecen completamente. Pero no hay que pensar que son abordadas en cualquier orden o que el cinturón protector es construido de forma ecléctica, sin un plan preconcebido. El orden suele decidirse en el gabinete del teórico con independencia de las anomalías conocidas. Pocos científicos teóricos implicados en un programa de investigación se ocupan excesivamente de las «refutaciones». Mantienen una política de investigación a largo plazo que anticipa esas refutaciones. Esta política de investigación, u orden de investigación, queda establecida, con mayor o menor detalle, en la heurística positiva del programa de investigación. La heurística negativa especifica el núcleo firme del programa que es «irrefutable» por decisión metodológica de sus defensores; la heurística positiva consiste en un conjunto, parcialmente estructurado, de sugerencias o pistas sobre cómo cambiar y desarrollar las «versiones refutables» del programa de investigación, sobre cómo modificar y complicar el cinturón protector «refutable». (Lakatos, 1978, pp 68-9).

La heurística positiva del programa impide que el científico se pierda en el océano de anomalías. La heurística positiva establece un esquema que enumera una secuencia de modelos crecientemente complicados simuladores de la realidad: la atención del científico se concentra en la construcción de sus modelos según las instrucciones establecidas en la parte positiva de su programa. Ignora los contraejemplos reales, los «datos» disponibles. "Si un científico (o matemático) cuenta con una heurística positiva rehúsa involucrarse en temas observacionales. «Permanecerá sentado, cerrará los ojos y se olvidará de los datos» … Por supuesto, en ocasiones preguntará a la Naturaleza con penetración y resultará estimulado por un SI, pero no defraudado si oye un NO." (Lakatos, 1978, p 69, nota 167).

Esta metodología explica la autonomía relativa de la ciencia teórica. La selección racional de problemas que realizan los científicos que trabajan en programas de investigación importantes está determinada por la heurística positiva del programa y no por las anomalías embarazosas. Éstas se enumeran pero se archivan después con la esperanza de que, llegado el momento, se convertirán en corroboraciones del programa. Sólo aquellos científicos que trabajan en ejercicios de prueba y error o en una fase degenerada de un programa de investigación cuya heurística positiva se quedó sin contenido, se ven obligados a redoblar su atención a las anomalías (Lakatos, 1978, pp 71-2).

Esta metodología ofrece simultáneamente una reconstrucción racional de la ciencia. O, en otros términos, es asimismo un programa de investigación científico. Y, como programa de investigación científica, comparte algunos puntos con sus rivales y cuenta con otros discrepantes. Así, toma del convencionalismo la libertad de aceptar racionalmente, mediante convención, no sólo los «enunciados fácticos» singulares en un sentido espacio-temporal, sino también las teorías espacio-temporalmente universales[9]

La unidad básica para la evaluación no debe ser una teoría aislada o una conjunción de teorías, sino un programa de investigación con un núcleo firme convencionalmente aceptado (y, por tanto, «irrefutable» por decisión provisional) y con una heurística positiva. "El científico enumera anomalías, pero mientras su programa de investigación conserve su empuje, puede dejarlas aparte. La selección de sus problemas está fundamentalmente dictada por la heurística positiva de su programa y no por las anomalías. Sólo cuando se debilita la fuerza impulsora de la heurística positiva, se puede otorgar más atención a las anomalías. Así es como se alcanza la autonomía de la ciencia teórica.

La metodología de Lakatos es más exigente que el convencionalismo. Ofrece criterios de progreso y de estancamiento internos a los programas, y también reglas para la eliminación de programas de investigación completos. Se dice que un programa progresa mientras sucede que su crecimiento teórico se anticipa a su crecimiento empírico; esto es, mientras continúe prediciendo hechos nuevos con algún éxito (cambio progresivo de problemática); un programa está estancado si su crecimiento teórico se retrasa con relación al crecimiento empírico; esto es, si sólo ofrece explicaciones post-hoc de descubrimientos casuales o de hechos anticipados y descubiertos en el seno de un programa rival (cambio regresivo de problemática). Si un programa de investigación explica de forma progresiva más hechos que un programa rival, supera a este último, que puede ser eliminado o archivado[10]

Pero, dado que no debemos exigir la existencia de progreso para cada paso dado, resulta muy difícil decidir cuándo un programa de investigación ha degenerado más allá de toda esperanza o cuándo uno de los dos programas rivales ha conseguido una ventaja decisiva sobre el otro. En la metodología de Lakatos, como en el convencionalismo, no puede existir una racionalidad instantánea y mucho menos mecánica. "Ni la prueba lógica de inconsistencia ni el veredicto de anomalía emitido por el científico experimental pueden derrotar de un golpe a un programa de investigación. Sólo ex-post podemos ser «sabios»." (Lakatos, 1978).

Pero, llegados a este extremo, surge un problema vinculado con el radical convencionalismo de esta presentación de la metodología de los programas de investigación científicos. Es necesario, y así lo hace Lakatos, postular algún principio extrametodológico que permita poner en relación (por tenue que sea) el juego científico de aceptaciones y rechazos pragmáticos con la verosimilitud. En caso contrario, podríamos no ser capaces de distinguir el divertimento del trabajo serio.

La estructura y el carácter lingüístico de las revoluciones científicas.

La teoría kuhniana del conocimiento científico.

En la "Introducción" de su obra, Kuhn nos dice que: "Su finalidad es trazar un bosquejo del concepto absolutamente diferente de la ciencia que puede surgir de los registros históricos de la actividad científica misma." (Kuhn, 1962, p 20). "El proceso de desarrollo descrito en este ensayo ha sido un proceso de evolución desde los comienzos primitivos, un proceso cuyas etapas sucesivas se caracterizan por una comprensión cada vez más detallada y refinada de la naturaleza. Pero nada de lo que hemos dicho o de lo que digamos hará que sea un proceso de evolución hacia algo." (Kuhn, 1962, pp 262-3). El camino que recorre la ciencia, el proceso de desarrollo descrito, es el de las revoluciones científicas o cambios de paradigmas.

Los paradigmas son considerados, en un primer momento, como realizaciones científicas universalmente reconocidas que, durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica. (Kuhn, 1962, p 13). Más tarde prefirió Kuhn adoptar el término de «matriz disciplinal» para expresar aquello que comparten los miembros de una comunidad científica y que explica la relativa unanimidad de sus juicios profesionales (Kuhn, 1962, pp 279-80).

«Disciplinal» porque se refiere a la posición común de los practicantes de una disciplina particular; «matriz» porque está compuesta de elementos ordenados de varios tipos. El propio Kuhn enumera cuatro de los componentes de una «matriz disciplinal» y advierte que no agota la relación de los mismos.

Un primer componente son las generalizaciones simbólicas que parecen leyes de la naturaleza pero que, para los miembros del grupo, funcionan también como definiciones de algunos símbolos que enumeran. En segundo lugar, se encuentran las creencias en modelos particulares, modelos categoriales y modelos heurísticos, que ayudan a determinar lo que será aceptado tanto como una explicación o como una solución, y ayudan a la determinación de la lista de enigmas sin solución y en la evolución de la importancia de cada una de ellas. Un tercer componente son los valores que, si bien funcionan en cualquier momento, su importancia particular surge cuando los miembros de una comunidad particular deben identificar las crisis o, posteriormente, elegir entre caminos incompatibles en donde practican su disciplina. Son valores importantes, en lo que concierne a las predicciones, la exactitud, la preferencia por las predicciones cuantitativas frente a las cualitativas, el error permisible deberá estar acotado, etc. También son usados valores en el enjuiciamiento de teorías: deben permitir, antes que nada, la formulación del enigma y su solución; deben ser, en la medida de lo posible, simples, autoconsistentes, y con respecto a otras teorías comúnmente extendidas, compatibles y plausibles. Un cuarto y último componente de la «matriz disciplinal» mencionado por Kuhn, se refiere a los «ejemplares». "Con ello, inicialmente significo los problemas-soluciones concretos que los estudiantes encuentran desde el inicio de su educación científica, ya sea en los laboratorios o en los exámenes o al final de cada capítulo de los textos. No obstante, a esos ejemplos compartidos serán agregados cuando menos algunos de los problemas-soluciones técnicas hallados en la investigación posteducacional y que también muestra, por ejemplo, cómo debe ser hecho su trabajo. Más que otros grupos de componentes de la matriz disciplinal, las diferencias entre los conjuntos de ejemplares proporcionan la admirable estructura de la comunidad científica. (Véanse páginas 279-87 de Kuhn (1962). La cita se encuentra en las páginas 286-7).

El término de paradigma se relaciona estrechamente con la noción de «ciencia normal» y el cambio de paradigma lo está con la de «ciencia no-ordinaria». Para Kuhn, «ciencia normal» significa investigación basada firmemente en una o más realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica reconoce, durante cierto tiempo, como fundamento para su práctica posterior (Kuhn, 1962, pp 33-4). Una ciencia normal determina los problemas y métodos legítimos de un campo de la investigación para generaciones sucesivas de científicos.

Una de las cosas que adquiere una comunidad científica con un paradigma, es un criterio para seleccionar problemas que, mientras se dé por sentado el paradigma, puede suponerse que tienen soluciones. Ésos son los únicos problemas que la comunidad científica admitirá como científicos o que animará a sus miembros a tratar de resolver. Así pues, la investigación efectiva desarrollada bajo un paradigma permite, a una comunidad científica, encontrar respuestas firmes a preguntas tales como: ¿Cuáles son las entidades fundamentales de que se compone el Universo? ¿Cómo interactúan esas entidades, unas con otras y con los sentidos? ¿Qué preguntas pueden plantearse legítimamente sobre esas entidades y qué técnicas pueden emplearse para buscar las soluciones? (Kuhn, 1962, pp 24-6).

Los principios que rigen la ciencia normal no sólo especifican qué tipos de entidades contienen el Universo, sino también, por implicación los que no contiene. De ello se desprende que un descubrimiento no se limita a añadir un concepto nuevo a la población del mundo de los científicos. Tendrá ese efecto en última instancia, pero no antes de que la comunidad profesional haya reevaluado los procedimientos experimentales tradicionales, alterando su concepto de las entidades con las que ha estado familiarizada durante largo tiempo y, en el curso del proceso, modificado el sistema teórico por medio del cual se ocupa del mundo. Los hechos y las teorías científicas no son categóricamente separables[11](Kuhn, 1962, pp 29-30).

A partir de aquí, debemos preguntarnos por qué, llegado un momento, los científicos comienzan a comportarse de manera diferente. Y Kuhn nos responde que la ciencia normal posee un mecanismo interno que siempre que el paradigma deja de funcionar de manera efectiva, asegura el relajamiento de las restricciones que atan a la investigación. En sus propias palabras:

"…, la ciencia normal suprime frecuentemente innovaciones fundamentales, debido a que resultan necesariamente subversivas para sus compromisos básicos. Sin embargo, en tanto esos compromisos conservan un elemento de arbitrariedad, la naturaleza misma de la investigación normal asegura que la innovación no será suprimida durante mucho tiempo." (Kuhn, 1962, pp 26-7). "En el desarrollo de cualquier ciencia, habitualmente se cree que el primer paradigma aceptado explica muy bien la mayor parte de las observaciones y experimentos a que pueden con facilidad tener acceso todos los que practican dicha ciencia. Por consiguiente, un desarrollo ulterior exige, normalmente, la construcción de un equipo complejo, el desarrollo de un vocabulario esotérico y de habilidades, y un refinamiento de los conceptos que se parecen cada vez menos a sus prototipos usuales determinados por el sentido común. Por una parte, esta profesionalización conduce a una inmensa limitación de la visión de los científicos y a una resistencia considerable al cambio del paradigma. La ciencia se hace así cada vez más rígida. Por otra parte, en los campos hacia los que el paradigma dirige la atención del grupo, la ciencia normal conduce a una información tan detallada y a una precisión tal en la coincidencia de la teoría y de la observación como no podrían lograrse de ninguna otra forma. Además, esa minuciosidad y esa precisión de la coincidencia tienen un valor que transciende su interés intrínseco no siempre muy elevado. Sin el aparato especial que se construye principalmente para funciones previstas, los resultados que conducen eventualmente a la novedad no podrían obtenerse. E incluso cuando existe el aparato, la novedad ordinariamente sólo es aparente para el hombre que, conociendo con precisión lo que puede esperar, está en condiciones de reconocer que algo anómalo ha tenido lugar. La anomalía sólo resalta contra el fondo proporcionado por el paradigma. Cuando más preciso sea un paradigma y mayor sea su alcance, tanto más sensible será como indicador de la anomalía y, por consiguiente, de una ocasión para el cambio del paradigma. En la forma normal del descubrimiento, incluso la resistencia al cambio tiene una utilidad … Asegurando que no será fácil derrumbar el paradigma, la resistencia garantiza que los científicos no serán distraídos con ligereza y que las anomalías que conducen al cambio del paradigma penetrarán hasta el fondo de los conocimientos existentes. El hecho mismo de que, tan a menudo, una novedad científica importante surja simultáneamente de varios laboratorios es un índice tanto de la poderosa naturaleza tradicional de la ciencia normal como de lo completamente que esta actividad prepara el camino para su propio cambio." (Kuhn, 1962, pp 110-1).

Pero, esta respuesta simplemente traslada el interrogante a una nueva pregunta: ¿Por qué un paradigma que ha demostrado ser efectivo deja de serlo y debe ser sustituido por otro nuevo? En otras palabras, cuáles son las causas de las revoluciones científicas[12]

El descubrimiento comienza con la percepción de la anomalía, con el reconocimiento de que en cierto modo la naturaleza ha violado las expectativas, inducidas por el paradigma, que rigen la ciencia normal. Seguidamente, se produce una exploración más o menos prolongada de la zona de la anomalía. Y sólo concluye cuando la teoría del paradigma ha sido ajustada de tal modo que lo anormal se haya convertido en lo esperado. La asimilación de un hecho de tipo nuevo exige un ajuste más que aditivo de la teoría y en tanto no se lleve a cabo ese ajuste, hasta que la ciencia aprenda a ver a la naturaleza de una manera diferente, el nuevo hecho no es completamente científico.

Sin embargo, el descubrimiento de un tipo nuevo de fenómeno es necesariamente un suceso complejo, que involucra el reconocimiento tanto de que algo existe como de qué es. Pero si tanto la observación y la conceptualización, como el hecho y la asimilación a la teoría, están entrelazados inseparablemente en un descubrimiento, éste es, entonces, un proceso y debe tomar tiempo. "Sólo cuando todas las categorías conceptuales pertinentes están preparadas de antemano, …, podrá descubrirse sin esfuerzo que existe y qué es, al mismo tiempo y en un instante." (Kuhn, 1962, pp 96-7).

Es decir, tras un proceso extenso, aunque no necesariamente prolongado, de asimilación conceptual, de creación o reformulación de un lenguaje, es posible hablar de descubrimiento de fenómenos nuevos[13]Y las características comunes a todos los descubrimientos de los que surgen nuevos tipos de fenómenos, incluyen: la percepción previa de la anomalía, la aparición gradual y simultánea del reconocimiento tanto conceptual como de observación y el cambio consiguiente de las categorías y los procedimientos del paradigma (Kuhn, 1962, p 107).

Sin embargo, los descubrimientos no son las únicas fuentes de esos cambios de paradigmas. Otros cambios similares, pero generalmente mucho mayores en opinión de Kuhn, son el resultado de la formulación de nuevas teorías. Veamos como tiene lugar este segundo tipo de cambio.

Para Jun, de los tres tipos de fenómenos sobre los que puede desarrollarse una nueva teoría, sólo uno de ellos es fuente de cambio en el paradigma. Sólo cuando fallan los esfuerzos de articulación de los paradigmas existentes, encuentran los científicos las anomalías reconocidas cuyo rasgo característico es su negativa tenaz a ser asimiladas en los paradigmas existentes. Sólo este tipo produce nuevas teorías susceptibles de producir una revolución científica (Kuhn, 1962, pp 156-7).

Una vez que ha alcanzado el status de paradigma, una teoría científica se declara inválida sólo cuando se dispone de un candidato alternativo para ocupar su lugar. Pero, ningún proceso descubierto hasta ahora por el estudio histórico del desarrollo científico se parece en nada al estereotipo metodológico de la demostración de falsedad, por medio de la comparación directa con la naturaleza[14]No hay ninguna norma más elevada que la aceptación de la comunidad pertinente (Kuhn, 1962, pp 151-3).

Implicaciones de las revoluciones científicas.

Preludia Kuhn que cada una de las revoluciones científicas necesita el rechazo, por parte de la comunidad científica, de una teoría antes reconocida, para adaptar otra incompatible con ella. Cada una de ellas producía un cambio consiguiente en los problemas disponibles para el análisis científico y en las normas por las que la profesión determinaba qué debería considerarse como problema admisible o como solución legítima de un problema. Y cada una de ellas transformaba la imaginación científica en modos que, eventualmente, deberemos describir como una transformación del mundo en que se llevaba a cabo el trabajo científico. Esos cambios, junto con las controversias que los acompañan casi siempre son las características que definen las revoluciones científicas.

Por consiguiente, con las revoluciones científicas cambian los problemas científicos, las normas que permiten su identificación y también la admisión de soluciones, el mundo o universo científico[15]pero también cambia el significado de los conceptos establecidos y familiares de una comunidad científica particular. Cuatro, pues, parecen ser las implicaciones mayores de los cambios de paradigmas. Y, quizá no sea un exceso de simplicidad decir que con las revoluciones científicas lo que cambia es el lenguaje teórico y, de ahí, se altere el concepto de las entidades que componen el universo científico, las entidades mismas y, también en el curso del proceso, los criterios por medio de los cuales una comunidad científica se ocupa del mundo. Guiados por un nuevo paradigma, los científicos adoptan nuevos instrumentos y buscan en lugares nuevos. "Lo que es todavía más importante, durante las revoluciones los científicos ven cosas nuevas y diferentes al mirar con instrumentos conocidos y en lugares en los que ya habían buscado antes." Los cambios de paradigmas hacen que los científicos vean el mundo de investigación, que les es propio, de manera diferente (Kuhn, 1962, p 176). Pero lo que cambia con las revoluciones científicas no puede reducirse completamente a una reinterpretación de datos individuales y estables.

En primer lugar, pues, los datos no son inequívocamente estables. En segundo lugar, "las operaciones y mediciones que realiza un científico en el laboratorio no son «lo dado» por la experiencia, sino más bien «lo reunido con dificultad»." (Kuhn, 1962, p 197)[16]. Y, finalmente, "Los datos mismos habían cambiado. Éste es el último de los sentidos en que podemos afirmar que, después de una revolución, los científicos trabajan en un mundo diferente." (Kuhn, 1962, p 211).

Con un cambio revolucionario acontece un cambio en el modo en que las palabras y las frases se relacionan con la naturaleza, es decir, un cambio en el modo en que se determinan sus referentes. Pero, este cambio no es exclusivo de las revoluciones científicas, pues "lo que caracteriza a las revoluciones no es simplemente el cambio en el modo en que se determinan los referentes, sino una clase de cambio más restringido." "…, hablando en términos generales, el carácter distinto del cambio revolucionario en el lenguaje es que altera no sólo los criterios con los que los términos se relacionan con la naturaleza; altera, además, considerablemente, el conjunto de objetos o situaciones con los que se relacionan esos términos." (Kuhn, 1981, pp 87-8).

Así pues, lo que caracteriza a las revoluciones científicas, y de ahí sus consecuencias, es el cambio en varias de las categorías taxonómicas que son el requisito previo para las descripciones y generalizaciones científicas. Además, ese cambio es un ajuste no sólo de los criterios relevantes para la caracterización, sino también del modo en que los objetos y situaciones dadas son distribuidos entre las categorías preexistentes. Ya que tal redistribución afecta siempre a más de una categoría, y esas categorías se interdefinen, esta clase de alteración es necesariamente holista[17](Kuhn, 1981, pp 88-9).

La práctica científica implica siempre la producción y explicación de generalizaciones sobre la naturaleza; estas actividades presuponen un lenguaje con una mínima riqueza; y la adquisición de ese lenguaje lleva consigo conocimiento de la naturaleza. Así, cuando la presentación de ejemplos forma parte del proceso de aprendizaje, lo que se adquiere es conocimiento del lenguaje y del mundo a la vez. En la mayoría del proceso de aprendizaje del lenguaje estas dos clases de conocimiento -conocimiento de palabras y conocimiento de la naturaleza- se adquieren a la vez; en realidad no son en absoluto dos clases de conocimiento, sino dos caras de una sola moneda que el lenguaje proporciona. "Si tengo razón, dirá Kuhn, la característica esencial de las revoluciones científicas es una alteración del conocimiento de la naturaleza intrínseco al lenguaje mismo, y por tanto anterior a todo lo que pueda ser completamente descriptible como una descripción o una generalización, científica o de la vida diaria." (Kuhn, 1981; pp 91-2).

No es sorprendente, pues, que Kuhn terminase su trabajo de 1981 titulado "¿Qué son las revoluciones científicas?" con las siguientes palabras: "La violación o distorsión de un lenguaje científico que previamente no era problemático es la piedra de toque de un cambio revolucionario." (Kuhn, 1981, p 93).

Feyerabend y la inconmensurabilidad.

Hemos finalizado el anterior apartado otorgando suma importancia al lenguaje y, en particular, diciendo que los cambios de paradigmas científicos son cambios de lenguaje. Nuestro propósito en el presente apartado es proseguir de la mano de Feyerabend con algunos aspectos relativos al lenguaje, al cambio de lenguajes y a la confrontación de los mismos, especialmente a la posible inconmensurabilidad de los lenguajes o de parte de ellos.

Expresiones lingüísticas e inconmensurabilidad.

Para Feyerabend (1962), "Lo que ocurre cuando se pasa de una teoría T" a una teoría T más amplia (la cual, suponemos, es capaz de abarcar todos los fenómenos abarcados por T") es algo mucho más radical que la incorporación al contexto de T, de la teoría T" inalterada (esto es, inalterada respecto a los significados de sus principales términos descriptivos, así como respecto a los significados de los términos de su lenguaje observacional).". Lo que ocurre más bien es una sustitución de la ontología (y quizás incluso del formalismo) de T" por la ontología (y el formalismo) de T, y el correspondiente cambio de los significados de los elementos descriptivos del formalismo de T" (suponiendo que estos elementos y este formalismo sigan utilizándose).

Dicha sustitución afecta no sólo a los términos teóricos de T", sino también, por lo menos, a algunos de los términos observacionales que aparecen en sus enunciados contrastantes. Es decir, no sólo aparecerán infiltradas descripciones de cosas y procesos en el dominio en el que T" ha sido aplicada, bien sea con el formalismo y los términos de T o bien, si los términos de T" aún se utilizan, con los significados de los términos de T, sino que las sentencias que expresan lo accesible a la observación directa dentro de este dominio significarán ahora algo diferente. En resumen, introducir una nueva teoría implica cambios de perspectiva tanto respecto a los rasgos observables como a los rasgos no observables del mundo, y cambios correspondientes en el significado de los términos incluso más «fundamentales» del lenguaje empleado.

Los cambios de ontología van acompañados frecuentemente de cambios conceptuales. El descubrimiento de que ciertas entidades no existen puede forzar al científico a redescribir los sucesos, procesos y observaciones que se pensaba que eran manifestaciones de ellas y que se describían, por tanto, en términos que suponían su existencia. O pueden obligarle a usar nuevos conceptos mientras que las viejas palabras seguirán en uso durante un tiempo considerable. Ello nos lleva a la inconmensurabilidad entre las teorías. Pero, ¿son inconmensurables dos teorías particulares? No es una pregunta completa. "Las teorías pueden ser interpretadas de maneras diferentes. Serán conmensurables en unas interpretaciones, inconmensurables en otras." (Feyerabend, 1970, pp 106-9).

Las teorías inconmensurables pueden, pues, ser refutadas por referencia a sus respectivos tipos de experiencia, es decir, descubriendo las contradicciones internas que surgen (en ausencia de alternativas conmensurables, estas refutaciones son, sin embargo, bastantes débiles). Sus contenidos no pueden ser comparados, ni es posible hacer un juicio de verosimilitud, excepto dentro de los confines de una teoría particular (Feyerabend, 1970, pp 119).

Kuhn, Feyerabend y la inconmensurabilidad.

Kuhn ha observado que los diferentes paradigmas (a) emplean conceptos que no pueden reducirse a las habituales relaciones lógicas de inclusión, exclusión e intersección; (b) hacen que veamos las cosas de forma distinta (quienes trabajan en paradigmas diferentes no sólo tienen conceptos diferentes, sino también percepciones diferentes); y, (c) contienen métodos diferentes (instrumentos tanto intelectuales como materiales) para impulsar la investigación y evaluar sus resultados. Kuhn sustituyó la noción de teoría por aquella otra más compleja y sutil de paradigma. La conjunción de los elementos (a), (b) y (c) hace a los paradigmas completamente inmunes a las dificultades y los torna incomparables entre sí.

Por su parte, la investigación de Feyerabend partió de determinados problemas en el terreno (a) y se refirió de modo exclusivo a las teorías. Se preguntó cómo debían interpretarse los enunciados observacionales. "Interpreté los lenguajes observacionales en función de las teorías que explican lo que observamos. Estas interpretaciones cambian tan pronto como cambian las teorías." (Feyerabend, 1978; 74-5).

Esta clase de interpretación podría impedir que se establezcan relaciones deductivas entre teorías rivales. Feyerabend (1972) trató de encontrar procedimientos de comparación que fuesen independientes de tales relaciones. Trató asimismo de encontrar métodos de comparación que pudieran sobrevivir a la ausencia de relaciones deductivas. Las comparaciones en virtud del contenido o de la verosimilitud estaban, por supuesto, descartadas. Pero todavía quedaban otros métodos (Feyerabend, 1978, pp 75-6).

Hay criterios formales: una teoría lineal es preferible a una no-lineal puesto que resulta más fácil hallar soluciones. Una teoría «coherente» es preferible a una que no lo es. Una teoría que emplee múltiples y atrevidas aproximaciones para llegar a «sus hechos» puede ser menos probable que una teoría que emplee sólo unas pocas aproximaciones seguras. El número de hechos predichos puede ser otro criterio. Los criterios no formales requieren por lo general el acuerdo con la teoría básica o con principios metafísicos.

Sin embargo, aceptar la inconmensurabilidad, no necesariamente lleva a afirmar que la comparabilidad entre teorías es una cuestión enteramente subjetiva; o en otras palabras, que escapa plenamente a la comparación por medios lógicos. Es más, como sugiere Chalmers, debemos escapar a sacar consecuencias subjetivistas de este hecho. Si nos centramos en la cuestión de la elección de teorías, se puede admitir que habrá algún elemento subjetivo implícito cuando un científico elija adoptar una teoría en lugar de otra o trabajar en una teoría en lugar de otra, aunque estas elecciones estén influidas por factores «externos» tales como las perspectivas para su carrera y la disponibilidad de fondos, además del tipo de consideraciones mencionadas por Feyerabend. Sin embargo, aun cuando los juicios y deseos individuales sean en cierto sentido subjetivos y no puedan ser determinados por argumentos lógicamente obligatorios, esto no significa que sean inmunes a un argumento racional. Las preferencias de los individuos pueden ser criticadas, por ejemplo, demostrando que son gravemente incoherentes o que tienen consecuencias que los individuos que las manifiestan no desearían. Es cierto que las preferencias de los individuos no están determinadas únicamente por argumentos racionales y también de que están fuertemente moldeadas e influidas por las condiciones materiales en que vive y actúa el individuo. Sin embargo, los juicios y deseos subjetivos de los individuos no son sacrosantos ni inmutables. (Charlmers, 1982, pp 193-4).

Consideraciones adicionales sobre la inconmensurabilidad.

Inconmensurabilidad local, traducción e interpretación.

La mayoría o todas las discusiones sobre inconmensurabilidad dependen de un supuesto literalmente correcto, pero que a menudo se ha desvirtuado. Si dos teorías son inconmensurables deben ser formuladas en lenguajes mutuamente intraducibles. Si esto es así, si no hay ningún modo en que las dos puedan formularse en un único lenguaje, entonces no pueden compararse, y ningún argumento basado en la evidencia puede ser relevante para la elección entre ellas. Hablar de diferencias y comparaciones presupone que se comparten algunos puntos, y esto es lo que los defensores de la inconmensurabilidad, los cuales hablan con frecuencia de comparaciones, parecen negar. Por tanto, su discurso es necesariamente incoherente.

Veamos la respuesta que nos ofrece Kuhn. Empecemos recordando qué se puede entender por inconmensurabilidad. Ésta se refiere a la ausencia de una medida común. "Pero la falta de una medida común no significa que la comparación sea imposible. Por el contrario, magnitudes inconmensurables pueden compararse con cualquier grado de aproximación requerido." (Kuhn, 1987, p 99).

Afirmar que dos teorías son inconmensurables significa afirmar que no hay ningún lenguaje, neutral o de cualquier otro tipo, al que ambas teorías, concebidas como conjuntos de enunciados, puedan traducirse sin resto o pérdida. Ni en su forma metafórica ni en su forma literal inconmensurabilidad implica incomparabilidad, y precisamente por la misma razón. La mayoría de los términos comunes a las dos teorías funcionan de la misma forma en ambas; sus significados, cualesquiera que puedan ser, se preservan; su traducción es simplemente homófona. Surgen problemas de traducción únicamente con un pequeño subgrupo de términos (que usualmente se interdefinen) y con los enunciados que los contienen. "La afirmación de que dos teorías son inconmensurables es más modesta de lo que la mayor parte de sus críticos y críticas ha supuesto." "Llamaré «inconmensurabilidad local» a esta versión modesta de la inconmensurabilidad." (Kuhn, 1987, p 100). Entonces, los términos que preservan sus significados a través de un cambio de teoría proporcionan una base suficiente para la discusión de las diferencias, y para las comparaciones que son relevantes en la elección de teorías. Proporcionan incluso una base para explorar los significados de los términos inconmensurables.

Sin embargo, no está claro a priori que la inconmensurabilidad, en todo o en parte, pueda restringirse a una región local. La distinción entre términos que cambian de significado y aquellos que lo preservan es, en el mejor de los casos, difícil de explicar o aplicar. Los significados son productos históricos, y cambian inevitablemente en el transcurso del tiempo cuando cambian las demandas sobre los términos que los poseen. Es sencillamente poco plausible que algunos términos cambien sus significados cuando se transfieren a una nueva teoría sin infectar los términos transferidos con ellos.

Llegados a este punto es necesario diferenciar entre traducción e interpretación, sin olvidar que la traducción real contiene a menudo, o quizá siempre, al menos un pequeño componente interpretativo. La traducción consiste sólo en palabras y frases que reemplazan -no necesariamente una a una- palabras y frases del original. En cambio, la persona que interpreta busca el sentido, se esfuerza por inventar hipótesis que harán inteligible la preferencia o inscripción. Y, aquí la existencia de grupos de términos interrelacionados juega un papel destacado que facilita la interpretación. Pero estos términos interrelacionados, que deben aprenderse a la vez, una vez aprendidos, estructuran una porción del mundo de la experiencia de forma diferente a la que es familiar.

Si bien estas interrelaciones pueden estar causadas por la ambigüedad, es frecuente que proporcionen a las personas que hablan la otra lengua evidencia para decidir qué objetos y situaciones son semejantes y cuáles no; esto es, muestran cómo estructura el mundo la otra lengua. Entonces, se plantea el siguiente interrogante: ¿Qué determina que los conjuntos de criterios que un hablante emplea cuando aplica el lenguaje al mundo sean adecuados al mundo que ese lenguaje describe? ¿Qué deben compartir hablantes que determinan la referencia utilizando criterios distintos para ser hablantes del mismo lenguaje, miembros de la misma comunidad lingüística? Veamos la respuesta de Kuhn.

Los miembros de la misma comunidad lingüística son miembros de una cultura común y, por consiguiente, cada uno de ellos puede esperar enfrentarse con un mismo rango de objetos y situaciones. Para que identifiquen los mismos referentes, cada uno debe asociar cada término individual con un conjunto suficiente de criterios como para distinguir sus referentes de otros tipos de objetos o situaciones que el mundo de la comunidad realmente presenta, aunque no se requiere que se distingan de otro tipo de objetos que son sólo imaginables. Por tanto, la habilidad para identificar correctamente los elementos de un conjunto requiere a menudo que se conozcan, además, conjuntos de contraste. Por ejemplo, para aprender a identificar gansos puede requerirse también que se conozcan criaturas tales como patos y cisnes. En definitiva, son pocos los términos o expresiones con referente que se aprenden separadamente, o del mundo o uno de otro.

Este modelo parcial, permite a Kuhn (1987) introducir dos temas. Uno, es el papel esencial del conjunto de términos que las personas educadas en una cultura, sea ésta científica o no, deben aprender a la vez, y que las que son ajenas a esa cultura deben considerar a la vez durante la interpretación. Si hablantes diferentes que utilizan criterios diferentes consiguen identificar los mismos referentes para los mismos términos, los conjuntos de contraste deben haber representado un papel en la determinación de los criterios que cada hablante asocia con términos individuales. Esto debe ser así al menos cuando, como es habitual, estos criterios no constituyen por sí mismos condiciones necesarias y suficientes para que un término tenga referente. En estas circunstancias, para Kuhn, una especie de holismo local debe ser una característica esencial del lenguaje.

Dos, lenguajes diferentes imponen al mundo estructuras diferentes. Por un momento, imaginemos con Kuhn que para cada individuo un término que tiene referente es un nudo en una red léxica de la cual irradian rótulos con los criterios que él o ella utiliza en la identificación de los referentes del término nodal. Esos criterios conectarán algunos términos y los distanciarán de otros, construyendo así una estructura multidimensional dentro del léxico. Esta estructura refleja los aspectos de la estructura del mundo que pueden ser descritos utilizando el léxico y, simultáneamente, limita los fenómenos que pueden describirse con ayuda del léxico. Si a pesar de todo surgen fenómenos anómalos, su descripción (quizás incluso su reconocimiento) requerirá la alteración de alguna parte del lenguaje, cambiando las conexiones entre términos previamente constitutivas.

Además, utilizando conjuntos distintos de las conexiones que constituyen criterios pueden formarse estructuras homólogas, es decir, estructuras que reflejan el mismo mundo. Lo que tales estructuras homólogas preservan, desprovistas de los rótulos que designan los criterios, son las categorías taxonómicas del mundo y las relaciones de semejanza/diferencia entre ellas. Así pues, lo que los miembros de una comunidad lingüística comparten es la homología de la estructura léxica. No necesariamente se exige que compartan sus criterios, puesto que pueden aprenderlos los unos de los otros a medida que lo necesiten. Pero sus estructuras taxonómicas deben coincidir, pues, cuando la estructura es diferente el mundo es diferente, el lenguaje es privado y cesa la comunicación hasta que un grupo aprende el lenguaje del otro.

En resumen, la taxonomía debe preservarse para proporcionar categorías compartidas y relaciones compartidas entre dichas categorías. Si no se preserva, la traducción es imposible. Por supuesto, la traducción es sólo el primer recurso de las personas que intentan comprenderse. La comunicación es posible en su ausencia. Pero cuando la traducción no es posible, se requieren dos procesos que son muy diferentes: interpretación y aprendizaje del lenguaje.

CAPÍTULO 4

Las ciencias sociales: intereses y modos de explicación

Introducción.

La tradición filosófica de la teoría del conocimiento y de la ciencia se basan en una hipótesis acerca de la relación entre forma y contenido del pensamiento o, para expresarlo de otra manera, entre categorías y contenidos del saber, entre métodos científicos y objetos de la ciencia, una hipótesis que ha sido transmitida como la pura evidencia, sin revisión, de una generación a otra. La hipótesis en cuestión dice que la «forma» del pensamiento humano es eterna e inmutable, por mucho que puedan variar los contenidos. Se estima que una ciencia se identifica por el uso de un determinado método, con independencia del carácter específico de su objeto.

Para Norbert Elias esta separación entre una forma eterna del pensamiento y sus contenidos cambiantes no se basa en modo alguno en una investigación de las verdaderas circunstancias, sino que se deriva de la humana necesidad de descubrir detrás de todo lo cambiante un absoluto inmutable. Muchos hábitos de pensamiento y muchos conceptos profundamente arraigados en los idiomas europeos favorecen la impresión de que la reducción de todo lo que nosotros podemos observar como cambiante y móvil a un estado inmutable absoluto es la operación intelectual natural, necesaria y la más fecunda que se puede realizar en la reflexión acerca de problemas, particularmente de problemas científicos. "Se acepta como obvio que un algo inmutable que se oculta en o detrás de todo cambio posee un valor superior al cambio mismo. Esta valoración se pone de manifiesto en la teoría filosófica de la ciencia y el conocimiento, entre otras cosas, en la idea de que existen formas de pensamiento eternas e inmutables -representadas, por ejemplo, en las «categorías» o en las reglas de juego de lo que llamamos «lógica»- que están en la base de los pensamientos comunicados por el habla o la escritura de los hombres de todos los tiempos." (Elias, 1970, pp 48-9).

Esta discrepancia entre una forma única de pensamiento y el contenido del mismo encierra uno de los puntos de discusión de las reflexiones de filosofía de la ciencia que surgen cuando se presenta la cuestión relativa al estatus y naturaleza de la metodología de las ciencias sociales.

En 1954, Carl Friedrich von Weizsäcker, consideraba que la hendidura más profunda que recorría el edificio de la ciencia era la separación entre ciencias naturales y ciencias del espíritu. Las ciencias naturales investigaban el mundo material que nos rodea por medio de la razón instrumental. Las ciencias del espíritu estudiaban al hombre y le tomaban como él mismo se conoce: como alma, conciencia, espíritu. "La separación es menos una separación de campos, pues estos se entrecruzan en parte, que una separación de estilos de pensamiento y métodos. Las ciencias naturales se fundan en la separación tajante entre el sujeto cognoscente y el objeto conocido. Las ciencias del espíritu se han propuesto la difícil tarea de hacer también objeto de conocimiento el sujeto en su subjetividad."

W. Dilthey quiso fundamentar una teoría del conocimiento para lo que él llamaba Ciencias del Espíritu que fuese diferente a aquella otra de las Ciencias Naturales. La razón de esta diferente fundamentación se encontraba en la diferencia del objeto de conocimiento. El objeto de esas ciencias del espíritu no es lo externo o ajeno al hombre, sino el medio en el que el hombre está inserto. Este hecho hace que el hombre pueda captar su mundo histórico-social como desde dentro. De esa singularidad de relaciones entre el sujeto y el objeto de las ciencias del espíritu, frente a las ciencias naturales, quiere Dilthey deducir una diferente metodología.

En sus propias palabras:

"El motivo de que arranca el hábito de separar estas ciencias [del espíritu] como una unidad de las de la naturaleza radica en la hondura y en la totalidad de la autoconciencia humana. …, encuentra el hombre en esa autoconciencia una soberanía de la voluntad, una responsabilidad de los actos, una facultad de someterlo todo al pensamiento y resistir a todo encastillado de la libertad de su persona, por las cuales se distingue de la naturaleza entera. … para él solo existe lo que es hecho de su conciencia, … Así separa del reino de la naturaleza un reino de la historia, … aquí los actos de la voluntad … logran una evolución en la persona y en la humanidad: más allá de la vana y monótona repetición del curso natural en la conciencia, cuya representación saborean como un ideal de progreso histórico los idólatras de la evolución intelectual." (Dilthey, 1980).

Ante esta posición arremeterá K. Popper: "Lo que es importante es darse cuenta de que en ciencia siempre nos ocupamos de explicaciones, de predicciones y experimentos, y que el método para experimentar las hipótesis es siempre el mismo." No afirma Popper, ni lo pretende, que no existan diferencias entre ambas ciencias, bien en la naturaleza de su objeto o en otras circunstancias. Pero para él éstas no bastan. No pretende afirmar que no existe diferencia alguna entre los métodos de las ciencias teóricas de la naturaleza y de la sociedad; tales diferencias existen claramente, incluso entre las distintas ciencias naturales, tanto como entre las distintas ciencias sociales. Pero los métodos de los dos campos son fundamentalmente los mismos. El método siempre consiste en ofrecer una explicación causal deductiva y en experimentar (por medio de predicciones) (Popper, 1973).

Incluso Popper llegará a decirnos que existe mucha más coincidencia en algunos puntos entre las ciencias naturales y las ciencias sociales de lo que pudiera pensarse. Así por ejemplo, generalmente se piensa que en los fenómenos sociales raramente se puede predecir el resultado preciso en una situación concreta, mientras que sí podemos explicar el principio según el cual ciertos fenómenos se producen y podemos por medio de este conocimiento excluir la posibilidad de ciertos resultados. Para Popper, "Este pasaje, lejos de describir una situación peculiar de las ciencias sociales, describe perfectamente el carácter de las leyes naturales, las cuales, de hecho, nunca pueden hacer más que excluir ciertas posibilidades." (Popper, 1973)[18].

Otro punto de coincidencia, en opinión de Popper, es el problema de la complejidad. No hay duda de que el análisis de cualquier situación social concreta se hace extremadamente difícil por su complejidad. Pero lo mismo vale para cualquier situación física concreta. La creencia generalizada de que las situaciones o fenómenos sociales son más complejos procede, en opinión de Popper, de dos fuentes. Una, tendemos a comparar lo que no es comparable: por una parte, situaciones sociales concretas y, por otra, situaciones físicas experimentales artificialmente aisladas. Dos, la creencia de que la descripción de una situación social debería incluir el estado mental e incluso físico de todos los implicados; esta creencia es injustificada, mucho menos incluso que la creencia de que la descripción de una reacción química concreta incluya la de todos los estados atómicos y subatómicos de las partículas elementales implicadas.

Para Popper, no sólo hay buenas razones en favor de la creencia de que la ciencia social es menos complicada que la física, sino también en favor de la creencia de que las situaciones sociales concretas son en general menos complicadas que las situaciones físicas concretas. "Porque en la mayoría, si no en todas las situaciones sociales, hay un elemento de racionalidad. Es cierto que los seres humanos casi nunca actúan de una manera totalmente racional… pero actúan de todas formas más o menos racionalmente; y esto hace posible la construcción de modelos relativamente simples de sus acciones e interacciones y el uso de esos modelos como aproximaciones." (Popper, 1973).

Este último punto parece que de hecho indica una considerable diferencia entre las ciencias naturales y las sociales; quizá la diferencia más importante entre sus métodos, ya que las otras diferencias, como las dificultades específicas para llevar a cabo experimentos y para aplicar métodos cuantitativos son diferencias de grado más que de clase. Se refiere a la posibilidad de adoptar en las ciencias sociales lo que se puede llamar el método de la construcción racional o lógica, o quizá el «método cero». Con esto se quiere significar el método de construir un modelo en base a una suposición de completa racionalidad (y quizá también sobre la suposición de que poseen información completa) por parte de todos los individuos implicados, y luego de estimar la desviación de la conducta real de la gente con respecto a la conducta modelo, usando esta última como una especie de coordenada cero (Popper, 1973).

Una última diferencia entre los métodos de algunas ciencias de la naturaleza y de la sociedad se refiere a las dificultades específicas de la aplicación de métodos cuantitativos, especialmente métodos de medición.

Criterios de clasificación de las ciencias.

Para Jon Elster, en términos generales, la filosofía de la ciencia tiene dos tareas principales. Una es explicar los rasgos que son comunes a todas las ciencias (o por lo menos a todas las ciencias empíricas), y la otra es dar cuenta de lo que las diferencia unas de otras. Para comenzar con la segunda, la distinción entre las ciencias naturales y las humanidades tiene larga tradición. Dentro de las ciencias naturales se puede distinguir, además, entre el estudio de la naturaleza inorgánica (física) y el estudio de la naturaleza orgánica (biología). Dentro de las humanidades tal como se las ha definido tradicionalmente, se ha producido una escisión entre las ciencias sociales (que define en términos muy amplios como para incluir la lingüística, la historia y la psicología) y las disciplinas estéticas o artes. Ahora bien, estas distinciones temáticas no resultan en sí muy interesantes. Si hay algo pertinente, debe surgir de que se las correlacione con otras clasificaciones. Elster analiza tres de los modos de clasificar a las ciencias: según el método, según el interés subyacente, y según la modalidad de explicación (Elster, 1983). Aceptemos esta triple tipología y analicemos su contenido.

Las ciencias y sus diferentes métodos.

Una concepción ampliamente sostenida indica que las ciencias se distinguen entre sí según los métodos característicos que utilizan. Según este punto de vista, las ciencias naturales utilizan el método hipotético-deductivo, las artes, el método hermenéutico y las ciencias sociales, el método dialéctico. No siempre resulta claro si se trata de métodos para la construcción de teorías o para su verificación, salvo el caso del método hipotético-deductivo que sin duda pertenece al último tipo.

El método hipotético-deductivo es el método de verificación en todas las ciencias empíricas. Si el método hermenéutico se entiende como un procedimiento de verificación, sólo puede ser una subespecie del hipotético-deductivo. Para ser más precisos, el método hermenéutico es el método hipotético-deductivo aplicado a fenómenos intencionales, con algunos rasgos peculiares que se deben a la naturaleza de esos fenómenos. Por otra parte, si el método hermenéutico se concibe como un método de formación de teorías, coincide con la noción de explicación intencional.

El método dialéctico como procedimiento de verificación supone algún tipo de apelación a la praxis, es decir, a la idea de que las teorías sociales pueden ser al mismo tiempo agentes del cambio y explicaciones del cambio. Sin embargo, esto es ambiguo porque puede significar o bien que las teorías son autosuficientes, o que pueden ser instrumentales cuando se trata de producir el cambio deseado. "Me parece que la idea que subyace vagamente cuando se utiliza la frase «unidad de teoría y praxis» es que la teoría debe ser a la vez autosuficiente y útil, lo cual, lamentablemente, en la mayor parte de los casos no es posible." El método dialéctico como la mayor herramienta para la formación de teorías sólo puede entenderse de varios modos, entre los cuales el más interesante implica la idea de contradicciones psicológicas y sociales. "Sin embargo, éstas sólo pueden hacerse inteligibles en el lenguaje estándar causal-cum-intencional de las ciencias sociales." (Elster, 1983, p 20).

Sin embargo, para Habermas las ciencias se diferencian principalmente por los intereses a los que sirven. Según su teoría, las ciencias naturales atienden un interés técnico, las ciencias hermenéuticas, un interés práctico, y las ciencias sociales, un interés emancipatorio. Para Elster, esto puede ser tautológicamente cierto, contingentemente cierto o contingentemente falso, según cómo se definan luego los términos. Cada una de las tres disciplinas científicas puede atender a cada uno de los tres intereses, aunque quizás en diferentes grados y (sobre todo) de diferentes modos (Elster, 1983, p 20).

Su argumento es que la distinción más esclarecedora y fecunda es la que se hace entre diversas modalidades de explicación científica que, una vez más, están estrechamente conectadas con estrategias de formación de teorías. Sólo ciertos tipos de teorías pueden llegar a dar explicaciones satisfactorias en un campo determinado. Por una parte, distingue entre tres modalidades de explicación: la causal, la funcional y la intencional. Por otra parte, distingue entre tres campos de investigación científica: física -en el sentido amplio-, biología y ciencias sociales.

Pasemos a analizar estos aspectos, comenzando por la teoría de los intereses cognoscitivos y, posteriormente, las modalidades de explicación científica.

La teoría de los intereses cognoscitivos.

Jürgen Habermas clasifica los procesos de investigación en tres categorías: ciencias empírico-analíticas, que comprenden las ciencias de la naturaleza y las ciencias sociales en la medida en que su finalidad es producir un conocimiento nomológico; las ciencias histórico-hermenéuticas, que comprenden las humanidades y las ciencias históricas y sociales cuyo objetivo es una comprensión interpretativa de las configuraciones simbólicas; y las ciencias de orientación crítica, que abarcan el psicoanálisis y la crítica de la ideología (teoría social crítica). Para cada una de estas categorías de investigación, Habermas postula una conexión con un interés cognoscitivo específico. En la orientación de las ciencias empírico-analíticas interviene un interés cognoscitivo técnico; en la orientación de las ciencias histórico-hermenéuticas interviene un interés cognoscitivo práctico; y en la orientación de las ciencias enderezadas a la crítica interviene un interés cognoscitivo emancipatorio (Habermas, 1968a, 1968b).

Estas conexiones entre conocimiento e interés tienen que ser mostradas mediante un análisis de las categorías fundamentales y de los métodos de establecimiento, comprobación y aplicación de los sistemas de proposiciones característicos del tipo de investigación en cuestión. Los intereses cognoscitivos aparecen como orientaciones o estrategias cognoscitivas generales que guían los distintos tipos de investigación.

Los intereses cognoscitivos no son relevantes desde el punto de vista de la psicología del conocimiento, ni desde el de la sociología del conocimiento, ni tampoco desde el de la crítica ideológica en sentido estricto; ya que son invariantes. No representan influencia en el proceso del conocimiento que hubieran de eliminarse por mor a la objetividad del conocimiento; antes bien, determinan el aspecto bajo el que puede objetivarse la realidad, y, por tanto, el aspecto bajo el que la realidad puede resultar accesible a la experiencia. Constituyen, para los sujetos capaces de lenguaje y de acción, condiciones necesarias de la posibilidad de toda experiencia que puede ser objetiva. Aunque las ciencias tienen que mantener su objetividad frente a los intereses particulares, la condición de posibilidad de esa objetividad que buscan mantener incluye intereses cognoscitivos que son fundamentales.

La distinción entre ámbitos de investigación no es una distinción ontológica entre diferentes objetos materiales de investigación. La distinción es más bien una distinción epistemológica o «lógico-transcendental» entre objetos formales de investigación. Se basa en los diferentes modos de «construir» los objetos de investigación, en el sistema de conceptos básicos que categorizan a los objetos de la experiencia posible y en los métodos mediante los que se seleccionan las experiencias primarias relacionadas con la acción, y se las utiliza para un examen discursivo de pretensiones de validez, esto es, se las convierte en «datos» (McCarthy, 1978).

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