Historia esoterica y espiritual de chile (página 6)
Así ellos se podrían burlar a sus anchas de las maniobras de resucitación del Hermano Andrés con su cordón haciendo cruces sobre el falso cadáver. Al final Polín debía abrir los ojos y levantarse del suelo. Se reirían del buen hombre y después contarían a todos los vecinos que habían engañado a fray Andrés con una falsa intervención de Dios. Dicho y hecho.
Cuando vieron venir al fraile sumergido en sus oraciones como hacía siempre mientras caminaba por las calles, desde una cuadra de distancia empezaron a gritarle: ¡Fray Andresito! ¡Fray Andresito! ¡Venga a ver a Polín! ¡Fray Andresito! ¡Polín se cayó del muro, Fray Andresito, venga rápido! El siervo de Dios se acercó tranquilamente, y preguntó. ¿ Que pasó a Polín, niños . Es que estábamos jugando a la barra, Polín se cayó y está muerto. El siervo de Dios, sin inmutarse y sin hacer ninguna ceremonia de bendición con su cordón sagrado, siguió caminando, pasando de largo junto al grupo y al cuerpo yaciente, diciendo:Si Polín está muerto… , tendrán que enterrarlo.
Y se alejó tranquilamente hacia su amada recoleta. Cuando los muchachos, frustrados en su broma, quisieron despertar a Polín, descubrieron, aterrados, que Polín estaba realmente muerto.
Esta muerte misteriosa es idéntica a dos fallecimientos, el de Ananás y Séfira, narrados en el Libro de Los Hechos de los Apóstoles, capítulo 5, versículos 1 al 11, ocurridos como castigo del Espíritu Santo que operaba por medio de San Pedro, a dos mentirosos, que pretendieron engañar a Pedro y al Espíritu de la Verdad . Es decir, el mismo Dios que operaba en el Apóstol Simón Pedro, también operaba y estaba presente en fray Andrés y en Chile, como ya dije antes en relación con el paralítico del Puente de Cal y Canto. Dios castigó la mentira en Jerusalén y ahora también en la capital de Chile, desde luego sin volición deliberada de fray Andrés.
Mentir es pecado en cualquier parte del mundo, pero hay que tener cuidado de fijarse a quién se le miente, cuando tenemos ante nosotros a un hombre unificado con Dios.(Véase Primera Epístola a los Corintios 6,17) Si es a un ser humano común podría ser un pecado leve, pero si es a un Santo de Dios, el pecado llega directamente al Ser de Dios y se le ofende, pues él es la Verdad misma. No debemos jugar con lo divino o tomar con superficialidad las cosas del Señor. En la vida es muy necesario el Temor de Dios, séptimo don del Espíritu Santo que nos impide pecar contra Dios y las personas sagradas.
Este don espiritual es la última barrera contra el pecado que existe dentro del alma humana en estado de gracia. Si la voluntad humana rechaza la sagrada inspiración del Temor de Dios la gracia divina se pierde de modo definitivo y fatal, salvo un poderoso acto de arrepentimiento y conversión total hacia Dios y su voluntad, mientras aún se camina dentro del tiempo dado para arreglar las cosas. Una vez terminado ese plazo, el hombre simplemente se condena para siempre.
Otros dos jóvenes tuvieron mejor suerte con una broma al siervo de Dios, tal vez porque sus corazones eran más dóciles a la gracia transformadora del Señor. Se acercaron a él en una calle céntrica, para pedirle una gracia sacramental muy acostumbrada en esos tiempos, que consistía en besar la tela del hábito de san Francisco y luego hacer la señal de la cruz en si mismos.
Fray Andresito levantó el brazo para que besaran la manga. Pero en vez de eso le impregnaron la manga con un escupitajo, y se alejaron riéndose burlonamente. El siervo de Dios siguió caminando, pensando en las ofensas que recibió Jesús sobre la tierra, el día de su Pasión y Muerte, y oró por los jovenzuelos, por su conversión a los caminos del respeto y a piedad religiosa adecuada para su salvación. Y desde luego buscó una casa amiga donde pudiese lavar la manga sucia.
Unas tres horas después del ofensivo episodio, los dos jóvenes burlones se encontraron nuevamente con fray Andrés en otra calle de la Capital, y se acercaron respetuosa y humildemente le pidieron perdón por su falta. Y le contaron que al poco rato de estarse riendo de su pecaminosa acción, empezaron a sentir un fuerte sentimiento de culpa, se dieron cuenta de su maldad, y decidieron buscar al fraile, que tenía fama de ser respetuoso con todas las personas, y decirle que estaban arrepentidos. Y así lo hicieron.
Seriamente hablaron con él, y prometieron ir a verlo al convento a la primera ocasión. Fray Andrés les perdonó y alabó a Dios por su real conversión. Desde luego esa bromita nunca más fue repetida.
En el mundo contemporáneo poco se cree en el poder misterioso de las investiduras, en el valor sobrenatural de un hábito religioso, de una sotana raída por el uso, pero bendecida por el Nombre del Señor y por el uso de una persona santa o escogida de Dios. Pero a veces pasan cosas misteriosas con las telas sagradas, los mantos y las reliquias de los Santos. Algo pasa con el magnetismo, o con un campo de energías misteriosas que rodean a todos y a algunos seres humanos de selección.
Digo a todos y a algunos, pues aunque todos tienen auras alrededor de sus cuerpos, solo algunas personas manifiestan poderes tremendos que operan por medio de sus campos bio- energéticos. Ya hablamos de eso con motivo de Pedro de Bardeci y la esfera de luz que fue vista alrededor de su cuerpo una noche en el mismo convento de fray Andresito.
Un año antes de venirse a Chile, fray Andresito estaba en Montevideo, como miembro de otro convento franciscano. Y un día él fue a pedir limosna a una carnicería, donde no le quisieron dar ofrenda alguna, y además, se burlaron de él. Sin decir ni media palabra el siervo de Dios se retiró del lugar con toda humildad. Pero cuando llevaba unas dos cuadras caminando sintió que venían detrás de él un grupo de tres hombres, de los mismos que trabajaban en la carnicería y se habían burlado groseramente de su modesta apariencia.
Traían piedras en sus manos en ademán de querer arrojárselas a nuestro querido personaje. Fray Andrés se dio vuelta hacia ellos y les habló, diciéndoles que en lo que a su persona se refería podrían hacer con él lo que quisieran, pero que el hábito de san Francisco era sagrado y que no debían ofender al espíritu del Patriarca con sus peñascos, que pensaran bien en lo que iban a hacer.
Los tres hombres, en ánimo burlón y desafiante, levantaron sus brazos derechos armados de sendas piedras con toda decisión. Pero no pudieron arrojarlas. Sus brazos quedaron paralizados, tiesos. Los ojos desorbitados de cada uno demostraron la sorpresa y la fuerza que intentaban vencer. Un minuto después, los brazos volvían a ser obedientes a sus voluntades, dejaron caer las piedras al suelo, murmuraron una burdas disculpas y se fueron.
Fray Andresito volvió a su recoleta, convencido de que su amado Patriarca le había protegido, no por él mismo, sino por el Honor de su Hábito y su significado profundo de consagración plena al servicio de Dios. Curiosamente, el presente episodio es el único que fue narrado por el mismo fray Andrés a sus hermanos del convento.
Don Pedro Negrete, próspero y piadoso hombre de negocios, avecindado en Colina, se fue de casa de su madre, a los 25 años, por no poder avenirse con el segundo marido de la señora. Consiguió un préstamo de diez mil pesos, una fortuna en aquel entonces, con un señor conocido de la familia, de nombre Gastón X.
Se puso a trabajar firmemente, y pudo amasar una gran fortuna en 30 años de sudor y esfuerzo. Financió integramente la construcción de una capilla. Dio mucho dinero para los desvalidos, se casó bien. Sus hijos honraron plenamente a su padre. El hombre oraba todos los días, iba a misa y se confesaba con frecuencia con sabios sacerdotes de Santiago, pero aunque tenía de todo en la vida, no tenía paz en su alma.
Algo le roía por dentro y no sabía que era. Como generoso benefactor social bien conocido eran muy frecuentes las visitas de fray Andrés a su casa. Pero un día don Pedro Negrete se quejó al siervo de Dios, y le planteó su problema interno. Se confesaba una y otra vez, escarbando en los recintos secretos de su memoria, recibía la absolución de todos sus pecados, los recordados y los olvidados, pero la tranquilidad no llegaba a su alma, y el buen hombre, aprovechando su amistad con fray Andrés y su famosa clarividencia, quería saber la razón de aquel dolor interno.
El franciscano sonrió amablemente a su amigo y hermano en la fe, y le dijo: Don Pedro, ya es hora de que se lo diga, hay una deuda que Usted no ha saldado. ¿Deuda. En Dios y en mi alma que no recuerdo ninguna. Fray Andrés volvió a sonreir amablemente y le dijo: Usted adeuda una suma que fue el principio de su prosperidad. El hombre pestañó rápidamente por dos segundos, luego abrió mucho los ojos, y dijo:Cielos… Don Gastón X… Los diez mil pesos… cómo pude olvidarme . Fray Andrés, muchas gracias por ayudarme a recordar esto. Pero ahora dígame, cómo y donde puedo hallar a don Gastón.
El siervo de Dios le respondió de una forma extraordinaria: El está con Dios, pero queda una anciana pariente directa de don Gastón que ignora totalmente aquel préstamo, y que vive en la miseria. Usted me indicará, fray Andrés, cómo puedo llegar donde ella, pues pienso cancelarle diez veces la cantidad aquella. No se preocupe, don Pedro, yo mismo haré los contactos en su nombre y en privado. Su dignidad personal y honradez no sufrirá menoscabo.
Y así al fin, un hombre bueno, sabio y piadoso, encontró la paz profunda en su alma. Y otra alma, en la eternidad, daba gracias a Dios porque una sobrina suya ya no estaba en la miseria. La Providencia Divina había actuado de sabia manera, por medio de sus instrumentos, pero… ¿Cómo sabía Fray Andresito todo eso, si nunca había hablado del tema con don Pedro Negrete, y más, como sabía que don Gastón estaba muerto y además en el cielo, en compañía con el Señor…..
Este es un claro ejemplo de un destello de Omnisciencia en el alma, un signo de unidad mística con Dios. Un poder especial que han tenido los grandes profetas de Israel y de otros pueblos, incluso en la India. Los Yoguis hablan del Ojo Omnisciente u Ojo de Shiva u Ojo Búdhico. Es el Ojo de quienes han despertado del sueño hipnótico de la existencia. Y que les permite saber lo mismo que Dios conoce, pues el que despierta, despierta en la Conciencia de Dios.
Narraremos un ejemplo más de la clarividencia o el ojo omnisciente de Fray Andrés.
Como un año después de haber sacado sin dolor ni esfuerzo, ni sangre, la muela de Silverio, el joven pudo presenciar la penetrante percepción intuitiva del siervo de Dios por partida triple.
El padre de Silverio había contratado a tres albañiles para hacer reparaciones y ampliaciones de su casa. Los tres eran Domingo Navarro, el jefe, y sus ayudantes, Santiago X y Manuel Gutiérrez. Mientras se efectuaban estos trabajos, fray Andresito se presentó a solicitar la limosna mensual ofrecida por la familia. Después de recibirla, y mientras iba saliendo, miró a Santiago, joven aprendíz de 16 años, y le dijo: Dile a tu padre que te mande a ejercicios(espirituales) El joven, sonrojado, respondió que sí lo haría, pues reconocía que no sabía rezar y nunca se había confesado.
A Manuel Gutiérrez le dijo: Tu no eres casado, estás solamente conviviendo con una mujer, y estás engañando al dueño de esta casa haciéndole creer que eres casado. Manuel también se conmovió ante la presencia y las palabras certeras del santo, y al poco tiempo se casó por la Iglesia, único matrimonio válido en esa época.
Y a don Domingo Navarro, que en ese momento no estaba, le dejó un mensaje trascendente y profético, una verdadera sentencia sutil del Juez Invisible: Si Domingo no confiesa hoy mismo sus pecados y recibe el perdón divino, morirá sin llegar a conocer a Dios. Justamente, el hombre no quiso confesarse y reconciliarse con el Señor ese día, al día siguiente presentó los primeros síntomas de la peste que asolaba Santiago en ese año, y al tercer día murió impenitente.
En otro caso de justicia divina instantánea nuestro Fray Andresito entró a pedir una limosna con palabras sencillas y humildes a un negocio y el dueño le dijo: Andate de aquí, piojoso. El monje hizo una reverencia y salió del lugar. De inmediato el dueño del local comenzó a sentir una violenta picazón por todo el cuerpo y vió que era él el que ahora estaba piojoso. Salió corriendo detrás del franciscano para pedirle perdon por la ofensa gratuita. Lo alcanzó. Y al recibir el perdon de Fray Andrés, la picazón desapareció y tambien los piojos.
Ya va siendo hora de que entremos en el tema de lo que sucedió después de la muerte de fray Andrés García. Todos los signos o fenómenos que narraremos tienen que ver con la permanencia de nuestro Venerable Hermano Andrés en el plano astral o psíquico del territorio de Chile. Permanencia espiritual y energética vital que es una prolongación de la Presencia de Cristo en el alma de Chile, tal como lo dice y promete el Evangelio de San Mateo 28,20 :He aquí yo estoy con vosotros hasta el fin de lo tiempo.(O del mundo). Y en 1· Corintios, 6,17: Quién se une con el Señor es UN solo espíritu con El.
A los dos años de la muerte de Fray Andrés Filomeno García Acosta, su ataúd fue abierto por orden de la jerarquía eclesiástica. La exhumación de sus restos mortales era necesaria para agregar información al expediente que se enviaría al Vaticano, para su posible canonización. Al hacer la exhumación se descubrió que su cuerpo estaba incorrupto, con aspecto de estar vivo y dormido. Ese sólo dato, extraordinario de por sí, iba acompañado del fenómeno de que la tierra donde fue sepultado era muy húmeda por causa de una acequia que corría cerca, solo a dos o tres metros, y el cajón estaba medio podrido por la misma humedad.
Y ese dato hacía más difícil encontrar una razón física para su preservación. El cadáver incorrupto de un santo es un claro signo de Dios, especialmente si el ambiente que rodea al cadáver facilita la putrefacción, como ocurre en este caso.
En cuanto a ser un signo de Dios es evidente que lo es, porque por medio de ese fenómeno de permanencia o de inmutabilidad el mismo Señor nos está diciendo que ese hombre NO fue tocado por la muerte como el común de los mortales. Su cuerpo incorrupto es un reflejo de la inmortalidad de su espíritu unificado con Dios. Incluso es una manifestación de la misma Inmutabilidad del mismo Señor, la Roca Indestructible de los Siglos. Es como un adelanto en la participación de la resurrección de los justos. La muerte no puede enseñorearse completamente con hombres de la estatura de fray Andrés.
Además, otro signo de permanencia del espíritu de fray Andrés junto a los Chilenos fue y es su sangre licuada. El jueves 13 de Enero de 1853, el día anterior a su fallecimiento, el enfermero del convento había practicado una sangría al siervo de Dios, seguramente para tratar de bajarle la fiebre. Y el Prior había guardado esa sangre en un tubo de ensayo con tapa hermética. Esa sangre nunca se coaguló, hasta el día de hoy, en pleno siglo XXI.
La Biblia dice que el alma de un hombre está en su sangre, por lo tanto, si su sangre sigue licuada, como la de un hombre vivo, debemos entender que fray Andrés no se fue del territorio de Chile, no abandonó el alma nacional. Se quedó con nosotros en su cuerpo incorrupto y en su sangre licuada. Es decir, Dios quiso, en su misericordia, hacer de fray Andrés un canal permanente de sus bendiciones sobre la iglesia y sobre Chile. Su cuerpo y su alma siguen siendo un instrumento o un vehículo para la acción de Dios dentro del tiempo. Un campo magnético o energético especialmente poderoso emana y rodea ese cuerpo y su sarcófago de hermoso mármol negro, donde ahora se encuentra. Este ataud volvió ser abierto en 1929, y el cadaver seguía incorrupto.
Efectivamente, ese tubo de vidrio con la sangre licuada de fray Andresito ha sido llevado a diversos hospitales de Santiago y tocado por diversos enfermos, y muchos de ellos se han sanado completamente o han experimentado alguna mejoría. Se guarda esta reliquia en la misma recoleta donde vivió el siervo de Dios, cerca del cerro san Cristóbal. Y también allí, a la izquierda de la entrada del templo, se guarda su cadáver incorrupto, para que sus devotos puedan orar junto a un hombre santo, que estaba lleno del Espíritu del Señor.
Un hombre santo, con las características de permanencia de fray Andrés García, más allá de la muerte, y reforzada y probada a cada rato la idea de Presencia Permanente con muchos milagros por más de 150 años, significa una prolongación de la Presencia de Cristo en la Historia de Chile. Eso es lo que se promete en la Biblia. Y algo parecido promete el Capítulo Cuarto del Bhagavad Gita. Y algo semejante ocurre con lo que dijo Santa Teresa del Niño Jesús, de Liseaux:Cuando muera quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra. Esa promesa de la doctora de la Iglesia también se cumple con fray Andresito. El ha pasado su cielo haciendo el bien en la tierra, ayudando a los chilenos que lo invocan. Existen miles de testimonios de auxilios obtenidos por la intercesión de este franciscano iluminado y carismático.
Veamos algunos: Existen actualmente dos familias de Santiago, de apellido Soruco, y Carmona-Barrios, cuyos antepasados recibieron la formal promesa del siervo de Dios de que protegería a sus descendientes, de que ninguno moriría por accidente, mientras se mantuvieran unidos y cumplieran con los Mandamientos de Dios y de la Iglesia. Esos bisnietos y tataranietos de aquellas familias bendecidas por la promesa gozan de una vida sin sobresaltos, sin miedos ni preocupaciones mayores. Hasta objetos perdidos son hallados invocando a fray Andresito. Cumplen piadosamente con su parte del pacto y el Venerable Andrés García los continúa protegiendo desde el más allá, cumpliendo su promesa, en perfecta concordancia con la Doctrina de la Providencia Divina. Por cinco generaciones nunca han tenido accidentes mortales.
Esas familias han sido por más de 150 años un signo del Señor indicándonos de que lo que es posible para un pequeño grupo humano en gracia de Dios, también puede darse al gran grupo humano de la familia chilena, si se mantiene piadosamente unida, obedeciendo los mandamientos del Señor, amando la Verdad Eterna, siguiendo los caminos de los Patriotas consagrados a la Virgen del Carmen, buscando la sabiduría, entendiendo los signos de Dios, y amándose unos a otros, etc. podría llegar hasta el fin de los tiempos y entrar como ciudadanos del universo espiritual a la ciudad Eterna en los cielos, como promete la Epístola a los Hebreos y el Apocalipsis.
Desde luego esta protección desde ultratumba, atada a la invocación del nombre de Jesús y de fray Andrés, es otro signo de la permanencia de su espíritu con nosotros, tal como está señalado anteriormente. Pero para los que gustan de ensaladas intelectuales alquímicas y rosacruces, esa protección especial del Hermano Andrés a sus devotos se parece mucho a lo que plantea el libro Zanoni, historia clásica de esoterismo de mediados del siglo XIX. Esa obra, planteando una interesante hipótesis acerca de la inmortalidad física por medio de la alquimia, nos cuenta la vida de dos Maestros inmortales, con varios miles de años de vida cada uno. Y uno de esos maestros había prometido a un discípulo suyo de un país europeo, que siempre protegería a sus descendientes. Y por varios siglos. Y así fue.
Historias semejantes existen en la India. Discípulos de grandes yoguis también obtienen promesas de ese tipo en vida de sus maestros, y la promesa se cumple a nivel físico, pero desde el más allá. Y, en verdad, para los que saben, fray Andrés fue un Yogui Cristiano, un maestro del dominio de si mismo, un alquimista del amor divino o de la caridad, un inmortal de novela, pero absolutamente real. Y para más remate, nuestro, en el corazón de Chile.
Todo el mundo bien informado conoce que más de una decena pasajeros ingleses y de otras nacionalidades que debían viajar en el Titanic, en su viaje inaugural, recibieron avisos parapsíquicos de no viajar en aquel transatlántico fatídico. Muchos soñaron, escucharon voces sobrenaturales, e incluso avisos de amigos o de extraños, para que no se embarcaran en el Titanic. Pero en el gran libro de los destinos que está en la Mente de Dios ya estaba decretado que debían morir 1517 personas de las 2224 que llevaba el gran buque. Aquella tragedia ocurrió en la noche del 15 de Abril de 1912. Varias películas se han filmado con los detalles de aquel dramático hundimiento en las heladas aguas del Atlántico Norte.
Pero aquí en Chile también hemos tenido tragedias parecidas, tal es el caso del Transporte Angamos, frente a las costas de Lebu, al sur de Concepción, la noche del 7 de Julio de 1928. Se hundió con 250 personas y se murieron todos. Pero la gran mayoría de los chilenos ignora que de aquel desastre marítimo se salvaron dos personas por intervención sobrenatural o parapsíquica de fray Andresito desde el más alla.
Se trata de la señora Ernestina Bustos, profesora, y su pequeño hijo, Adolfo Estegman. Esta mujer, casada con Heribert Stegman, profesor también, estaba en Punta Arenas por razones de trabajo con su marido. Ambos eran de Temuco. Pero por motivos de una enfermedad de ella los médicos le habían indicado que debía volver al norte, y había tomado el Angamos a fines de Junio de 1928. La señora venía de una familia de devotos de Fray Andresito, y ella se encomendaba a él todos los días, y con su hijo, desde su infancia. Y al embarcarse lo hizo con mayor razón.
A la semana de viajar de Punta Arenas a Talcahuano, cuando el buque fatal iba frente al famoso golfo de Penas, la señora Ernestina fue despertada a media noche por alguien que golpeaba repetidamente a la puerta de su camarote. Se levantó a abrir. Su hijo dormía profundamente. Y antes de llegar a la puerta de la cabina para abrirla, escuchó una voz de hombre que le dice:¡Bájese señora!…¡Bájese!… ¡Bájese Usted!….
Abrió la puerta del camarote y no había nadie. El pasillo estaba vacío. Salió a ver otras dependencias del barco. Nadie estaba a la vista. Volvió a su cabina, extrañada y preocupada por el mensaje y el misterioso mensajero invisible. Su hijo aún dormía. Al acostarse ella en la cama, su pequeño hijo despierta, y lo primero que le dice a su madre es: Bajémonos, mamita, bajémonos, por favor….
La mujer, al día siguiente, hablo con don Ismael Suárez, el capitán. Y le pidió que la desembarcara en Puerto Montt. El hombre se negó a hacerlo, por su responsabilidad. Pero a fuerza de insistencia la señora logró que el capitán la autorizara a bajarse en Puerto Montt con su hijo.
Tres días después, en la tarde del 8 de Julio, al llegar a casa de sus parientes en Concepción, se enteró de la tragedia del buque en el que venía, y supo la razón por la cual fray Andrés la había hecho bajarse del Transporte Angamos en Puerto Montt. Y agradeció la protección de su santo sobre su vida y la de su hijo. Y algunos años después, con motivo de un viaje a Santiago, pasó a dar testimonio por escrito de esa gracia recibida, a la Recoleta Franciscana junto a los restos mortales incorruptos de su protector.
En estos milagros desde el Más Allá y efectuados a lo largo del tiempo, y considerando la unificación mística de Fray Andresito con Jesucristo, pueden ser tomados como signos de la presencia permanente de Iesus con nosotros, los chilenos, prometida al final del Evangelio de san Mateo: Yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos. Para los que saben, Andresito y Cristo son uno para siempre. Por medio de esta narración espero haberlo demostrado.
Bibliografía acerca de Fray Andrés García Acosta.
1.-Diccionario Histórico de Chile. De J. Fuentes, L. Cortés, F. Castillo y A. Valdés. Editado por Zig-Zag y Lord Cochrane, Santiago de Chile, 1989.
2.-Fray Andresito. Por Fray Eleazar Rosales R. Primera Edición en Imprenta Escuela Escoto, 1971, en el Pueblo de San Francisco de Mostazal.
3.-Vida de Fray Andrés García. Por su Hermano en la Fe y contemporáneo, Fray Manuel del Cruz Villarroel. Edición en La Imprenta del Ferrocarril, Santiago, 1858.
4.-Guía Mágica de Santiago. Por César Parra. RIL Editores. Año 2005.
5.-La Biblia, diversas versiones.
6-La Autobiografía de un Yogui. De Paramahansa Yogananda. Varias versiones.
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