Comentarios a la lectura del evangelio de Eclesiastés 1:2–11
Comentarios a la lectura del Evangelio del día jueves 22 de Septiembre del 2016.
Primera lectura
Eclesiastés 1:2–11[1]"Vanidad de Vanidades, todo es vanidad".
2 "Vanidad de vanidades —dijo el Predicador—; vanidad de vanidades, todo es vanidad".
3 ¿Qué provecho obtiene el hombre de todo el trabajo con que se afana debajo del sol?
4 Generación va y generación viene, pero la tierra siempre permanece.
5 Sale el sol y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde se levanta.
6 El viento sopla hacia el sur, luego gira hacia el norte; y girando sin cesar, de nuevo vuelve el viento a sus giros.
7 Todos los ríos van al mar, pero el mar no se llena. Al lugar de donde los ríos vinieron, allí vuelven para correr de nuevo.
8 Todas las cosas son fatigosas, más de lo que el hombre puede expresar. Nunca se sacia el ojo de ver ni el oído de oír.
9 ¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará, pues nada hay nuevo debajo del sol.
10 ¿Acaso hay algo de que se pueda decir: "He aquí esto es nuevo"? Ya aconteció en los siglos que nos han precedido.
11 No queda memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que ha de sucederquedará memoria en los que vengan después.
¡Vanidad de vanidades, dice Salomón; vanidad de vanidades, todo es vanidad! ¿Qué saca el hombre de todas las fatigas que lo fatigan bajo el sol? Una generación se va, otra generación viene, mientras la tierra siempre está quieta. Sale el sol, se pone el sol, jadea por llegar a su puesto y de allí vuelve a salir. Camina al sur, gira al norte, gira y gira y camina el viento. Todos los ríos caminan al mar, y el mar no se llena; llegados al sitio adonde caminan, desde allí vuelven a caminar. Todas las cosas cansan y nadie es capaz de explicarlas. No se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que pasó, eso pasará; lo que sucedió, eso sucederá: nada hay nuevo bajo el sol. Si de algo se dice: "Mira, esto es nuevo", ya sucedió en otros tiempos mucho antes de nosotros. Nadie se acuerda de los antiguos y lo mismo pasará con los que vengan: no se acordarán de ellos sus sucesores.
Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza (Ro. 8:20). Y el Hombre tonto se hará inteligente cuando el pollino de un asno montés nazca hombre. (Job. 11:12). He aquí, tú has hecho mis días muy breves, y mi existencia es como nada delante de ti; ciertamente todo hombre, aun en la plenitud de su vigor, es sólo un soplo. (Sal. 39:5). Sí, como una sombra anda el Hombre; ciertamente en vano se afana; acumula riquezas, y no sabe quién las recogerá. (Sal. 39.6). Los Hombres de baja condición sólo son vanidad, y los de alto rango son mentira; en la balanza suben, todos juntos pesan menos que un soplo. (Sal. 62.9). Recuerda cuán breve es mi vida; ¡con qué propósito vano has creado a todos los hijos de los hombres! (Sal. 89.47). El Hombre es semejante a un soplo; sus días son como una sombra que pasa. (Sal. 144:4). Consideré luego todas las obras que mis manos habían hecho y el trabajo en que me había empeñado, y he aquí, todo era vanidad y correr tras el viento, y sin provecho bajo el sol (Ec. 2:11, 15, 17, 19, 21, 23, 26). Porque la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de los animales es la misma: como muere el uno así muere el otro. Todos tienen un mismo aliento de vida; el hombre no tiene ventaja sobre los animales, porque todo es vanidad (Ec. 3:19). Y he visto que todo trabajo y toda obra hábil que se hace, es el resultado de la rivalidad entre el hombre y su prójimo. También esto es vanidad y correr tras el viento (Ec. 4:4, 8, 16). El que ama el dinero no se saciará de dinero, y el que ama la abundancia no se saciará de ganancias. También esto es vanidad. (Ec. 5:10). Cuando hay muchas palabras, aumenta la vanidad. ¿Cuál es entonces la ventaja para el Hombre? (Ec. 6:11). Ciertamente, si un hombre vive muchos años, que en todos ellos se regocije, pero recuerde que los días de tinieblas serán muchos. Todo lo por venir es vanidad (Ec. 11:8,10). He aquí, tú has hecho mis días muy breves, y mi existencia es como nada delante de ti; ciertamente todo hombre, aun en la plenitud de su vigor, es sólo un soplo (Sal. 39:5,6). Los hombres de baja condición sólo son vanidad, y los de alto rango son mentira; en la balanza suben, todos juntos pesan menos que un soplo (Sal. 62:9,10). El Hombre es semejante a un soplo; sus días son como una sombra que pasa (Sal. 144:4). Porque la creación fue sometida a vanidad, no de su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sometió, en la esperanza (Ro. 8:20).
Salmo Responsorial: "El pacto del Señor con David, y las aflicciones de Israel".
Salmos 89:3–6; 12–14 y 17[2]"Señor tú has sido nuestro refugio de generación en generación".
Salmo mesiánico: Cántico que narra la misericordia, la grandeza, la justicia y el juicio del Santo de Israel; Jehová establecerá la descendencia y el trono de David para siempre; el Primogénito de Dios será hecho mayor que todos los reyes de la tierra.
A) Salmo 89:3–6[3]
Todo pasa, menos el amor de Cristo; Nos dice David. Y agrega, Señor, tú has sido nuestro refugio.
La "tradición patrística" ha visto expresado aquí nuestro deseo de que Dios, después del pecado, se haga presente de nuevo en medio de los hombres con la llegada de Cristo Salvador. Por ahora, este retorno se lleva a efecto mediante los Sacramentos, en los que el Señor se hace misteriosa pero realmente presente, injertando en nuestra vida la savia salvadora de sus méritos. Gracias a esos méritos, nosotros, que somos ruinas espirituales, vamos siendo reconstruidos, restaurados, jornada tras jornada.
Como un tenue vestigio de una revelación futura, este contenido bíblico, nos invita a meditar en la preexistencia del Verbo en el seno del Padre. Durante el Tiempo de Epifanía, un himno se extasía en la visión de aquel que, mostrándose a los Magos como un Niño, vive desde siempre: "Intuimos en Él algo ilustre, sublime, excelso, infinito, más antiguo que el cielo y la tierra, ajeno a todo ocaso".
Además, la coincidencia de términos trae espontáneamente a nuestro recuerdo el texto de Proverbios sobre la Sabiduría, o sea, sobre el Unigénito de Dios: "El Señor me poseyó en el principio de sus caminos, desde el principio, antes de crear cosa alguna. Desde que antes de que la tierra fuese hecha, aún no habían brotado las fuentes de las aguas, aún no se habían sentado los montes sobre su pesada masa, antes que los collados, Yo ya era concebida".
"Dios crea el mundo por medio del Verbo. El Verbo es la Sabiduría eterna, el pensamiento y la imagen substancial de Dios. Él, engendrado eternamente y eternamente amado por el Padre como Dios de Dios y Luz de Luz, es el principio y el arquetipo de todas las cosas creadas por Dios en el tiempo. El hecho de que el Verbo eterno asumiera en la plenitud de los tiempos la condición de criatura confiere a lo acontecido en Belén hace dos mil años un singular 'valor cósmico". Gracias al Verbo, el mundo de las criaturas se presenta como cosmos, es decir, como universo ordenado. Y es que el Verbo, encarnándose, renueva el orden cósmico de la creación". La carta a los Efesios habla del designio que Dios había prefijado en Cristo, "para realizarlo en la plenitud de los tiempos: hacer que todo tenga a Cristo por Cabeza, lo que está en los cielos y lo que está en la tierra (Ef. 1:10)".
La dimensión cósmica de la Pasión de Cristo fue magistralmente recogida por Venancio Fortunato en su himno "Vexilla regis". En él se expresa poéticamente cómo el río de la Redención lava también al universo.
Como decíamos, el himno "Vexilla regis (prodéunt)", en español "Las banderas reales", que fue compuesta por San Venancio Fortunato en el año 569, a petición de Santa Radegunda para la recepción solemne de las reliquias de la Vera Cruz enviadas por el rey Justino II desde Bizancio. El poeta exalta a la cruz como bandera (vaxílla) cristiana, con lo que cristo venció a satanas, al pecado y al mundo.
La Iglesia canta este himno durante el tiempo de la Pasión (desde el V Domingo de Cuaresma hasta el Viernes Santi) y en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz.
La mañana trae a nuestra memoria dos recuerdos: De una parte, la misericordia por la mañana evoca el Nacimiento de nuestro Redentor, el "Oriens ex alto", en español "Del alto oriente" que nace para todos: "Verbum minoratum, Verbum breviatum", en español "palabras disminuidas, palabras cortas", llamaban los medievales al Verbo de Dios hecho Carne. Bien podría decirse que el profeta, al momento de escribir esta estrofa, alcanza a vislumbrar de lejos la venida de Cristo. La Encarnación –siendo ya el inicio de la Redención, la condición para la Muerte y la Resurrección– forma parte del "Sacramento pascual", como gusta decir a León Magno. El Misterio de Cristo abarca todo el arco que se apoya en la fosquedad de dos cuevas: desde la de Belén hasta la del sepulcro vacío.
Además, cada mañana, al iniciar la celebración del Oficio de Laudes, recordamos también –como hicieron los Padres– aquella hora en la que "el Señor venció a la muerte y nos hizo partícipes de su vida inmortal". Aquella mañana esplendorosa y vivificante de la Resurrección. Mañana que hizo divino al Hombre, como la noche de la agonía había hecho a Dios profundamente humano.
A esta hora, toda la tierra se sacia de la misericordia divina y nuestras vidas –injertadas en la Liturgia– se ven colmadas de júbilo y alegría; participando de estas disposiciones, podemos ahora dirigirnos al Padre con una bella fórmula que sirve de vehículo para nuestro ofrecimiento matutino: "Desde los albores de este nuevo día, cólmanos, Señor, de tu misericordia, para que, a lo largo de la jornada, sea nuestro gozo el alabarte".
B) Salmo 89: 12-14[4]
Debe haber un cambio notable en mi vida. Si no cambio, entonces, pues no soy un verdadero cristiano. Si estoy solo, sería bueno proponernos un cambio sobre lo que hemos pensado que el Señor nos dice directamente. Personalmente, ofrece alguno de los bienes que tú tengas para compartirlos con aquel que tenga menos. Puedes hacer esta obra de caridad. Si estoy en grupo de amigos, te proponemos que leyendo este texto bíblico y haciendo el ejercicio de "Lectio Divina", en español "Lectura Divina", puedan también motivar a otros a desprenderse de bienes personales, que aún en muy buen estado de conservación, puedan ser útiles a personas necesitadas.
C) Salmo 89:17[5]
Felices los que saben lo que el sonido gozoso del evangelio como a obedecerla; que experimentan su poder sobre sus corazones, y darás a luz el fruto de ella en su vida. Aunque los creyentes no son nada en sí mismos, sin embargo, tener todos en Cristo Jesús, que se regocije en su nombre. Que el Señor nos permita hacerlo. El gozo del Señor es la fortaleza de su pueblo; mientras que la incredulidad nos dispiritua y desalienta a otros. A pesar de que le roba a nosotros bajo una apariencia de humildad, sin embargo, es la esencia misma de orgullo. Cristo es el Santo de Israel; y en él fue que las personas peculiares más bendecido que en cualquier otra bendición.
Segunda lectura
Lucas 7: 7–9[6]"La fe del centurión".
7 por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y mi siervo será sano.
8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
9 Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
Concordancias:
Al oír lo Jesús, se maravilló y dijo a los que le seguían: En verdad os digo que en Israel no he hallado en nadie una fe tan grande. (Mt. 8:10)
Pues yo también soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: "Ve, y va"; y a otro: "Ven, y viene"; y a mi siervo: "Haz esto, y lo hace" (Lc. 7:8).
Y cuando los que habían sido enviados regresaron a la casa, encontraron sano al siervo. (Lc. 7:10).
Comentario:
Este es un pasaje de gran belleza, pero que tiene también algunos elementos teológicos muy significativos. Nos encontramos ante una escena que sucede en Cafarnaúm, poblado de Galilea. Esto es muy importante por el rol de Galilea en los evangelios. Se trata de una tierra judía, pero de judíos de, podríamos decirlo así, "segunda categoría". Es una zona comercial, muy dada, por ello, al intercambio y mucho menos rigurosa que Judea con las estipulaciones religiosas y, por lo mismo, despreciada por los habitantes de esta última ciudad. Señalar esto es significativo porque gran parte del mensaje de Jesús se desarrolla en esa zona geográfica, lo cual, por supuesto, no es casualidad: es una clara opción personal del Señor por los vistos por sobre el hombro, por los insignificantes. Esta situación se hace aún más patente si tenemos en cuenta que es el mismo Jesús un Galileo: Dios mismo se encarna entre los de menor rango, "haciéndose uno de tantos". La preferencia de Dios por las no personas, lo recuerda siempre Gutiérrez, es manifiesta en la Biblia.
Ahora bien, esto cobra particular peso si se atiende a que el personaje central de este relato no solo está en Galilea, sino que, encima, es un pagano: un oficial de la Roma que esclaviza al pueblo judío. Pero, de ahí la riqueza de la enseñanza del pasaje, es precisamente este pagano que habita un pueblo de insignificantes quien dará señales de una fe que asombra al mismo Jesús. Noten, primero, algo capital: el centurión no pide para sí, sino para un siervo. Más claro, este habitante de la "Galilea de los paganos" pide por uno que está aún más proscrito que él: un subordinado y un enfermo. Insisto en que notemos la relevancia de la construcción del texto: el hagiógrafo nos quiere mostrar que, justamente, por el obrar de este pagano es que Jesús puede darle un revés a la historia y decir de él que ha tenido más fe que un israelita. El pagano y proscrito servidor de los opresores romanos ha ido a buscar a Jesús para salvar a su siervo: se ha hecho servidor de su siervo y ha roto con los prejuicios para acercarse con humildad a un judío que, bien podría ser el caso, lo desprecia, pero que sabe que puede ayudar a su empleado. No solo eso, sino que confía tanto en su poder que no requiere, siquiera, que entre a su casa, porque está seguro de que sus palabras bastan para sanar. Es una frase de gran belleza que no en vano se recoge en la liturgia eucarística.
Este centurión, un cristiano anónimo, para usar un giro de Rahner*, es un claro signo de aquello que busca Jesús en nosotros. De un lado, la fe de aquel que se dispone al encuentro, de aquel que confía incluso sin necesidad de ver. La fe, sin embargo, puede terminar siendo una mera experiencia psicológica si es que esta no es capaz de llevarnos más allá de nuestro propio sosiego; de ahí que sea fundamental que la fe nos hermane con quien menos tiene y con quien más sufre. Que el motor de todo lo que pasa en este texto sea el siervo anónimo es algo de absoluta importancia. De él nada sabemos, solo está muy clara la inminencia de su muerte porque "está muy mal": a Jesús le conmueve ese dolor, pero, lo conmueve también la preocupación de su patrón porque es ese el tipo de amor que él demanda, un amor oblativo, de entrega. Cuando es esa la experiencia de la fe, los rótulos se hacen mucho menos importantes. Paganos o creyentes dejan de ser rótulos divisorios: lo que hermana es la fe en el don gratuito del amor de Dios. Hay muchos cristianos, a veces nosotros mismos, que hacemos muy mal uso de ese nombre; algunos "paganos", en cambio, han construido por nosotros la sinagoga, en silencio y con perfil bajo. Que su obrar, tantas veces más cercano a Dios que el nuestro, sea nuestra inspiración permanente.
Notas:
[1] Versión Reina-Valera 1960 © Sociedades Bíblicas en América Latina, 1960. Renovado © Sociedades Bíblicas Unidas, 1988.
[2] Ob. Cit.
[3] Ob. Cit.
[4] Ob. Cit.
[5] Ob. Cit.
[6] Ob. Cit.
Cajamarca, 22 de Septiembre del 2016.
Autor:
Dr. Luis Alberto Navarrete Obando.
Abogado – Ex Docente Universitario
Docente Universitario Investigador
?Sacerdote Presbítero Iglesia Católica Universal