fragmentos de literatura renacentista
La Divina Comedia (fragmento)
" Y cuál cortado y cuál roto su miembro mostrase, vanamente imitaría de la novena bolsa el modo inmundo.
Una cuba, que duela o fondo pierde, como a uno yo vi, no se vacía, de la barbilla abierto al bajo vientre; por las piernas las tripas le colgaban, vela la asadura, el triste saco que hace mierda de todo lo que engulle.
Mientras que en verlo todo me ocupaba, me miró y con la mano se abrió el pecho diciendo: ¡Mira cómo me desgarro! y mira qué tan maltrecho está Mahoma!
Delante de mí Alí llorando marcha, rota la cara del cuello al copete.
Todos los otros que tú ves aquí, sembradores de escándalo y de cisma vivos fueron, y así son desgarrados.
Hay detrás …ver más…
Más que nunca hoy mujer galana y bella su imagen me figuro, allá donde mejor ella se siente.
Esta es columna que me presta ella, otra su nombre puro, que en mi pecho resuena dulcemente.
Mas, volviendo a la mente que es muerta la esperanza que en mí había cuando ella florecía, bien sabe Amor en que soy vuelto ahora, y ella que junto a la Verdad hoy mora.
Mujeres que admirasteis su belleza, y la angélica vida, y aquel divino andar aquí en la tierra, doleos de mí que siento esta aspereza, no de ella, que ya es ida a tanta paz, dejándome en tal guerra, que si alguno me cierra largo tiempo el camino que a ella orienta, aquello que Amor me cuenta, es causa sola de no darme muerte.
Pues él habla conmigo de esta suerte:
«Pon freno al gran dolor que en ti despierta, que por seguir antojos se pierde el cielo al que tu alma aspira, donde ella vive, aunque parezca muerta, y ya de sus despojos no cura y solo ya por ti suspira; y fama que respira en mil partes por obra aún de tu lengua, ruega que no halle mengua; su nombre antes será mejor que alabes, si te fueron ayer sus ojos suaves.»
Huye apacible y verde, no vayas donde haya risa o canto, canción mía, sino llanto: no te conviene hallar cosa que alegra, viuda, desconsolada, en prenda negra.
Niccolo Machiavelli
El Príncipe (fragmento)
" Cuando se trata, pues, de juzgar el interior de los hombres, y principalmente el de los príncipes, como no se puede