cuento: "Una historia de amor réquete réquete vieja de Adriana Gallo"

710 palabras 3 páginas
Una historia de amor réquete réquete vieja (Adriana Gallo)
Mariana estaba sentada a punto de tomar la leche cuando escuchó ruiditos... Era la abuela cuentacuentos, que estaba tomando unos mates calentitos en la cocina.
-Dale abue, dame uno.
A Mariana le encantaba matear con su abuela, porque mientras tanto, ella le contaba hermosos cuentos.
-¿Qué me vas a contar hoy, abue?
La abuela sonrió con una sonrisa de sandía, sentó a upa a Mariana y con paciencia de cuentacuentos... ¡perdón! de cuentahistorias, contó:
-¿Sabés Mariana? Te voy a contar la historia de algo que tengo muy bien guardadito, algo que para mí es casi un tesoro, como ese chupete que ya no usás, pero que querés tanto...
-¿Qué es abue? ¿Me lo mostrás?
-Es un
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mostrame... ¿Quién dijiste que te lo había regalado? -Me lo regaló mi abuela, y a su vez a ella se lo había regalado su abuela, que se llamaba Victoria. ¿Y sabés quién se lo regaló a Victoria?
-¡Contame vos!
-Es una historia de amor. A Victoria se lo había regalado
Francisco. Él estaba tan enamorado de ella que cada vez que la veía el corazón le pegaba grandes saltos y vueltas carnero. ¡Se ponía tartamudo y se quedaba casi sin respirar! Él se quería casar con ella, pero tenía mucha vergüenza de decírselo.
-¿Y qué pasó entonces?- preguntó muy curiosa Mariana.

Y la abuela contó.
Victoria y Francisco vivieron hace mucho, mucho tiempo, aquí en esta ciudad, cuando Buenos Aires era la capital del Virreinato del Río de la Plata. En esa época las calles eran todas de barro y era muy difícil llegar rápido, porque tampoco existían los colectivos, ni los trenes, ni los autos; mucho menos los aviones. Ellos generalmente andaban en carretas o galeras tiradas por caballos, con ruedas muy grandes y redondas.
Francisco veía a Victoria pasear por la ciudad, con sus vestidos largos, su alegre sonrisa y su peinetón, siempre acompañada por la negrita Manuela. La negrita
Manuela cebaba unos mates ¡riquísimos!
Las familias de Francisco y Victoria eran amigas, y se visitaban desde que ellos eran chiquitos. Cuando
Francisco empezaba a hacerse hombre y ella señorita, él se animó a declararle su amor y lo hizo regalándole este abanico. Entonces le dijo: "No

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