Resumen Del 1 Cap Navajas En El Paladar
Allí al centro de los Portales conocí a una mancha de muchachos que sobreviven a las mentiras y al vicio como ángeles caídos del séptimo cielo.
Yo era el profesor misterio para ellos, testigo del laburo bajo el sol a forro del verano de una Ciudad de Lima a fin de siglo cada vez más sucia, fascinante y escandalosa.
También fui testigo de las ruinas de la noche por donde empiezan a despuntar los aires del delirio.
Con algunos emprendimos el vuelo de ángeles de piel dura y cuchillas en los labios que me ofrecía generoso los ásperos bordes de una urbe desconocida y extraviada. las calles malolientes de Azángaro y los bares, la Cachina —donde se vende hasta el alma— y el arbolito del Paseo de los Héroes …ver más…
Un cocho en el parque, tiraba jato como una bestia.
—Este conchesu…
Chupijel y Conejo habían llegado a la esquina y mordían el borde de la acera. Era evidente que estaban en algo. Con excitación miraban las luces del semáforo, los tipos embutidos en los autos y el montón de gente que cruzaba igual que cucarachas. Las pupilas de Conejo repararon en el brillo que venía recostado en la portezuela de un
Hyundai.
—Manya, atroya —dijo, con un movimiento de cabeza. Caminaron con dirección al carro, despacio.
Casi pasaron de largo. En el instante del cambio de luces, Conejo golpeó MUY FUERTE la maletera del auto y Chupijel, con ambas manos, se prendió de la pulsera del conductor. Un hombrón de uno ochentaitantos y noventa kilos que, tirado hacia atrás, defendía con las uñas su esclava de oro. También una pizca de su honor: la mujer que iba de arrumacos con él, una rubia recontrafachosa, no merecía tal roche. Fue peor: escupitajos de Chupijel al rostro del hombrón, gramputeada a forro, puntapiés de
Conejo al chasis y ella, deschavada, aullando como si degollaran un puerco. Los carros, a ambos lados, pasaban veloces y a nadie le importaba un comino el espectáculo.
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Ganancioso, Conejo pasó los dedos hábiles entre la maraña de músculo y arrebató los Armani, que a esas alturas francamente lucían muy mal. Por un segundo, en su intento de socorrer