QUIEN NACIÓ PARA POBRE NO HA DE SER RICO TRADICIONES PERUANAS DE RICARDO PALMA
El obispo evaluó a los alumnos, pero por cada pequeña equivocación el obispo los mandaba al “rincón quita calzón” donde los alumnos eran azotados, ya habían una docena de alumnos castigados cuando llego el turno de el mas chiquitín y travieso de la clase, este se demoro en contestar la pregunta y lo mandaron al rincón, el niño reclamo susurrando pero el sacerdote lo escucho y después de preguntar exactamente lo que dijo, acepto el reto de contestar una pregunta formulada por el niño. Lo que el sacerdote nunca pensó fue que no sabía la respuesta a. El obispo quedo encantado …ver más…
Denunciémosla entre los dos, que
Conmigo vas seguro, pues soy autoridad y amigos tengo en palacio.
Tanta era la confianza del indio en la lealtad del compadre, que aceptó el partido; pero como el infeliz no sabía leer ni escribir, encargándose el mestizo de organizar el expediente, haciéndole creer como artículo de fe que en los decretos de amparo y posesión figuraba el nombre de ambos socios. Así las cosas, amaneció un día el gobernador con gana de adueñarse del tesoro, y le dio un puntapié al indio.
Este llevó su queja por todas partes sin encontrar valedores, porque el mestizo se defendía exhibiendo títulos en los que, según hemos dicho, solo él resultaba propietario. El pastel había sido bien amasado, que el gobernador era uno de aquellos pícaros que no dejan resquicio ni callejuela por donde ser atrapados. Era uno de los que bailan un trompo en la uña y luego dicen que es bromo y no pajita.
Como único recurso aconsejaron almas piadosas al tan traidoramente despojado que se apersonase con su querella ante el virrey del Perú, que lo era entonces el señor conde de Chinchón, y una mañana, apeándose del burro, que dejó en la puerta de palacio, colóse nuestro indio por los corredores de la casa de gobierno, y como quien boca tiene a Roma llega, encamináronlo hasta avistarse con su excelencia, que a la sazón se encontraba en el jardinillo acompañado de su esposa.
Expuso ante él su queja, y el virrey lo oyó media hora sin interrumpirlo, silencio