Pedro Abelardo - Conócete A Ti Mismo

4663 palabras 19 páginas
Pedro Abelardo: Conócete a ti mismo
El objetivo de Abelardo es estudiar el supremo bien y el supremo mal. La ética es la ciencia de las mores o costumbres. Distingue entre vicios y virtudes del cuerpo y vicios y virtudes del alma, centrándose en estos.
Los vicios del alma son aquellos que empujan a la voluntad hacia algo que de ningún modo debe hacerse o dejar de hacerse (así excluimos los vicios del alma que no tienen relevancia en la vida diaria). No hace una división exhaustiva de las virtudes como hizo Aristóteles.
El vicio del alma no se identifica con el pecado ni con la acción (acción externa o consentimiento) mala, se puede tener disposición corporal para la ira o la injuria pero esto no hace pecador al hombre. El vicio está
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Entonces contestan que sí, que esto ha sido permitido (coito conyugal, comida de un alimento apetitoso) pero que no deleitarse en ellos, hay que prescindir de la delectación. Bien, entonces estos actos serían imposibles. La intención o voluntad (mala) es la esencia del pecado. Ninguna delectación natural de la carne se ha de considerar pecado. Todos cargamos con la pena (no culpa) de la mancha del pecado de nuestros padres, el pecado original. Nadie debe decir que el mismo pecado es mayor cuando se lleva a cabo, sería como si pudiera contaminar el alma lo que sucede fuera, en el cuerpo (moral cristiana vs. moral judía pág. 21). El alma sólo puede ser manchada por el consentimiento., lo que le es propio, y es lo único a lo que llamamos pecado. No pecamos aunque deseemos o hagamos lo que no es lícito, radica en la voluntad que antecede o sigue a la ejecución del acto. Cuando Dios dice por ejemplo: “no matarás” o “no levantarás falso testimonio” se refiere al consentimiento, no al acto, hay que decir que es pecador aquel que presta su consentimiento a aquello que sabe prohibido, no al que hace simplemente lo que está prohibido, porque puede haberlo hecho por ignorancia u otros motivos y no implica mala voluntad. Tanto las acciones lícitas como las ilícitas las hacen por igual buenos y malos, sólo la intención las distingue. Si tu voluntad está dispuesta a algo, aunque te falte la posibilidad de hacerlo ya has consentido,

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